5 minute read

La misión invisible

LA MISIÓNINVISIBLE

Redactado por: Carlos Alberto Moreno Chaparro. Estudiante del programa.

Advertisement

PUNTOS DE VISTA

Jaime Díaz Burgos o como yo siempre lo conocí, Jaime, fue la persona a la que acompañé en “un día como”, vigilante de la urbanización “Las Colinas” y con tan solo 35 años de edad, me enseñó más de lo que yo pude haber pensado. Tuve la fortuna, que en un inicio pensé que era una desventaja, de haberlo acompañado en el turno nocturno, en cierto modo a esa hora experimenté mejor lo que es ser un vigilante. Me dio curiosidad conmigo mismo el cómo no encontré en abundancia las clásicas historias de terror, que claro, no hicieron falta, pero no eran tantas como pensé, por ejemplo, Jaime me comentó que un compañero de trabajo vio como una bruja se posó sobre un árbol aledaño para después esta posarse sobre la caceta y empezar a aruñar la teja dejando al compañero de Jaime en shock por casi 3 días. En fin, no fue necesario escuchar historias de terror para sentir miedo. “Cada que salgo a dar la ronda, no sé si volveré a la caceta” esta era la frase que constantemente escuchaba decir a Jaime, fuera que estuviéramos charlando cerca a la caceta, o en la misma ronda; cuando escuché una anécdota que me contó Jaime, fue suficiente para sentir escalofríos cada que dábamos la ronda. La anécdota ya había ocurrido hace tiempo, resulta que a él le habían encargado vigilar una construcción, y eso hizo, pero en una ocasión, el entró y antes de encender su linterna sintió como un ladrillo se estrellaba con su cara, causándole una ruptura de ceja, en eso, 2 sujetos lograron salir corriendo mientras Jaime logró someter a uno en el suelo, después, los otros 2 sujetos regresaron por el tercero, así que Jaime, al

estar herido, y encima al no tener un arma, porque cuando ocurrió el incidente, los vigilantes solo tenían la conocida tonfa, decidió soltar al tercero para que se marcharan, por suerte, no pasó a mayores. Cuando Jaime terminó de contarme esto, entendí el motivo de la cicatriz que actualmente tiene en su ceja izquierda. Debido a esto fue que el me aconsejó no pasar un turno entero con él, porque después de cierta hora se torna más peligroso el barrio, así que pasé 3 días, de 19:30 horas hasta las 22:00, pero, para poder expandir la experiencia, el tercer día lo acompañé desde más temprano, y así fue, puntualmente llegaba a la caceta y empezábamos a hacer la ronda. Todo lo que me contó fue lo que me inspiro para el título de este texto: La misión invisible. “Este es un trabajo muy mal agradecido Carlitos, siempre están atentos a la más mínima falla que uno presenta para caerle encima”. Todo lo malo que debe soportar, pasando por los apodos como “Guachimán”, “El celoso”, “El vago de la caceta”, etc. Por mencionar algunos, por las veces en que arriesga la vida como en las anécdotas, por el vil frío, que me generó rinitis por 3 días, y el escuchar como los propietarios dicen: Ah, pero el celador tiene la caceta, ahí se guarda del frío (lo que los propietarios no saben es que el vigilante prefiere caminar porque así no tiene tanto frío, a quedarse en la caceta lo digo tanto por testimonio como por experiencia) el cómo nunca valoran todo lo que hace el vigilante, el cómo esperan el más mínimo fallo humano para “caerle encima” y nunca se preocupan por él. Entre lo que también me contó Jaime mientras que con su linterna alumbraba al potrero y yo con la linterna hacía lo mismo, constantemente tenía que espantar drogadictos, hasta parejas teniendo relaciones, es más, en la primera noche, pensamos que tendríamos que espantar un par que estaba dentro de un carro estacionado no muy lejos de la caceta, pero no fue así, me sentiría mal si hubiera dañado el ambiente de aquellas risas. “Pero al hacer eso uno se hecha a muchas personas de enemigos” decía Jaime cuando preguntaba sobre esto. Durante el segundo día, charlamos un poco más lo personal y el cómo acceder y mantenerse en ese trabajo, un trabajo que se considera tan sencillo, se requiere estar educándose casi cada año en las empresas de seguridad. También las condiciones de la caceta, hecha en lata y con teja de zinc. “Todo lo diferente que tiene la caceta actualmente, la madera y el icopor, fue porque yo lo solicité. Esa caceta parece una nevera”. Y no solo eso, esa caceta que no es mas ancha que un carro, solo tiene una silla con un cojín, una mesa que era mucho más pequeña que los pupitres en los que veo clases, y un baño en el que a duras penas cabe una persona, además, ese día me di cuenta que aquella caceta tampoco tenía lo más mínimo para salvaguardar la vida de un herido, un botiquín.

Ateniéndose a las falsas promesas de los administradores de turno, sobre una caceta digna, un botiquín completo, etc. Jaime seguía su labor, aunque no solo, 2 perros, Roco y Taisen, acompañan a Jaime, los 2 perros llegaron al barrio en condiciones deplorables, así que los él informo a los propietarios, que colaboraron por fin a una causa común, el cuidado de los perros. En fin, los perros le han sido de mucha ayuda a Jaime, lo han advertido de peligros y poseen un oído más desarrollado, además de hacer más llevaderas las heladas noches, al estar acompañado. Me pareció tierno que, en los 2 últimos días, los perros también me esperaban cuando hacíamos la ronda y se ponían a jugar conmigo.

Al darme cuenta de que, sin ellos, todo sería una anarquía, y que por un tiempo así fue, pues en Las Colinas, suspendieron el servicio por 15 días y en esos días, falsos recicladores, mendigos, drogadictos y hasta vacas estaban rondando por el barrio; decidí hacer algo por ellos, por eso al tercer día doné un botiquín de primero auxilios a la caceta. Dos páginas se quedan cortas para relatar todo, así que, al terminar, le di las gracias no solo por el tiempo que me brindó para atender mis preguntas y por darme la oportunidad de acompañarlo, sino por la labor que hacen y que siguen haciendo a pesar de todas las críticas y riesgos que corren al hacerlo, siguen protegiendo y velando por la seguridad de la urbanización en las periferias de Pamplona, y le hice saber la admiración que siento hacia el por día a día cumplir la misión invisible.

This article is from: