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El mejor peor viaje de mi vida
EL MEJOR PEOR viaje de mi vida Texto y Fotos Por: Brian Andrés Flórez Guerra Estudiante del programa
Fue muy difícil conseguir esta fotografía en la Plaza de la Independencia. Había demasiadas familias que querían una foto sentándose justo allí. (Madrid)
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TALENTOS
Tras nueve horas y media de vuelo, el aterrizaje en Madrid el 10 de marzo fue uno de los mayores alivios que he sentido. Justo al llegar, recibí la primera de varias malas noticias que tendría esa semana: el partido del Barcelona (equipo de fútbol del cual soy aficionado) había sido suspendido por el peligro que suponía el Covid19. Resultó decepcionante para mí, puesto que me costó muchísimo conseguir una entrada para aquel encuentro. Sin embargo, me recuperé rápidamente del golpe anímico cuando subimos al tren que nos llevaría hacia la parada más cercana a nuestro hotel. Mientras nos transportábamos dentro del vehículo y veía los grandes edificios pude tomar consciencia de que estaba en un viaje magnífico, y posiblemente nunca tendría la oportunidad de volver a vivir algo así. A partir de ese punto, me dediqué a disfrutar del paseo.
40 Lo primero que me llamó poderosamente la atención al pisar las calles de Madrid fue la perspectiva de que todo era gigantesco: los edificios, las carreteras, los andenes, las plazas e incluso las personas que veía eran mucho más altas de lo que estoy acostumbrado a ver en Colombia. Otro detalle destacable de esta ciudad es que denota un sentimiento de orgullo patriótico inmenso: fueron incontables las ocasiones en las que veíamos edificios portando una o más banderas de España, y todos estos tenían una arquitectura de tipo colonial.
Conocimos plazas, restaurantes, bares, el estadio Santiago Bernabéu y un sitio llamado El Parque del Retiro. Durante los tres días y dos noches que estuvimos en Madrid no dejé de sorprenderme con lo increíblemente hermosa que esta ciudad, al punto que no podía contener las ganas de fotografiar todo lo que veía y cuya imagen consideraba digna de ser almacenada en la memoria de mi celular.
Cada vez que caminaba por las calles me entretenía mirando a la gente, me sorprendía que sus rasgos fuesen tan diferentes a los latinos; miraba los carros, todos los que vi parecían costosos y estaban tan relucientes que mi rostro se reflejaba en ellos; miraba los edificios, estos transpiraban una esencia completamente distinta a la que suelo ver en Colombia. Madrid me encantó.
Tres días después emprendimos viaje hacia París. Cuando llegamos tuvimos varias dificultades para movernos en el metro, pero finalmente conseguimos llegar a nuestro destino. Mi primera impresión de la capital francesa fue su clima, ya que este se encontraba en ocho grados centígrados, y no estábamos muy bien abrigados. Con respecto a la ciudad como tal, considero que tiene las mismas virtudes de Madrid, pero multiplicadas dos o tres veces más.
París es indudablemente la ciudad más bella que he conocido hasta al momento y dejó la vara tan alta, que veo sumamente difícil que pueda ser superada. Conocimos Notre Dame, Los inválidos, el Museo de la Armada, el Museo de Louvre, El Panteón, El Arco del Triunfo, Los Campos Elíseos, Los Jardines de Luxemburgo, la Plaza de la Concordia y la famosísima Torre Eiffel, entre otras atracciones turísticas. Fue maravilloso poder vislumbrar con mis propios ojos todos estos lugares.
Aunque disfruté muchísimo este viaje, hay una enorme parte negativa que no puedo omitir. La propagación del Coronavirus como amenaza global nos mantuvo ciertamente angustiados durante los 8 días que pisamos el continente europeo. La situación no solo suponía el riesgo de contagio al salir a las calles, sino la larga lista de consecuencias que trajo esta pandemia:
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Es lindo ver lo alto de la Torre desde las calles de París, pero el virus nos impidió lo lindo que sería ver las calles de París desde lo alto de la Torre.
cerraron la Torre Eiffel, se cerraron los museos (cuando dije que los conocí, me refería a su estructura externa), suspendieron el partido que pretendía ver, cancelaron las Fallas de Valencia (festividad a la que íbamos a asistir), nos vimos obligados a volver antes de lo previsto porque vivíamos con el temor de que cerraran los aeropuertos (que efectivamente, sucedió) y nos quedásemos atrapados, y en consecuencia, esto provocó que no pudiésemos conocer Barcelona.
Contra todo pronóstico, el 17 de marzo conseguimos regresar a nuestro país de origen, después de que nuestro vuelo de regreso fuese cancelado y tuviésemos que buscar alternativas en otras aerolíneas. Finalmente, puedo asegurar que viví un viaje familiar maravilloso y excepcional en unas condiciones muy particulares, y fueron precisamente estas condiciones las que mancharon la experiencia de factores negativos. Y si bien en mis recuerdos perdurarán con más fuerza los aspectos positivos, la expresión más acertada para definir esta anécdota es: acabo de vivir el mejor peor viaje de mi vida.
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El Palacio de Luxemburgo en París fue uno de los bellos lugares que solo pudimos observar por fuera.
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Los jardines de El Retiro, parque ubicado en Madrid,