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Juan Luis Trillo (1945-2022), Arquitecto dibujante,

proyectista, constructor, profesor, narrador y escritor

Juan Luis Trillo de Leyva, Catedrático de Proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, fundador de la revista de Arquitectura Periferia y participante desde 2007 hasta 2018 en las actividades del Foro cerámico Hispalyt como jurado del concurso de proyectos, ha dedicado gran parte de su vida a transmitir el amor a la arquitectura. Entre sus obras más notables destacan el edificio de viviendas Los Químicos, el edificio de viviendas en calle Amor y la Rehabilitación del Convento de San Agustín en Jerez de la Frontera (Cádiz) como edificio administrativo municipal.

En el segundo cuatrimestre de 2016, Juan Luis Trillo realizó una estancia como profesor e investigador visitante del Dipartamento di Architettura Costruzione Conservazione de la IUA en Venecia. Escribió once cartas (pruebas de vida) a siete destinatarios amigos, que se publicaron en 2018 por Recolectores Urbanos Editorial, en un volumen –Cartas de Venecia– que resume la visión de la arquitectura y de la vida que Juan Luis regalaba a los lectores de sus textos, a los interlocutores de sus diálogos y a los que nos acercamos en algún momento a su tranquila y profunda presencia.

En el prólogo de esta obra recopilatoria, Ángel Martínez García-Posada analiza algunas cualidades de Juan Luis que queríamos recordar:

Al finalizar el curso 2016-2017 Juan Luis se jubilaba oficialmente como profesor, un oficio que ejerció con un compromiso admirable y del que, por tanto, en coherencia, difícilmente podría jubilarse nunca, como tampoco habrán de agotarse sus enseñanzas entre los que fuimos sus alumnos. Quizás por ello decidió dar a su singladura docente el cierre simbólico de este último episodio de anclaje veneciano, y también quiso finalizarlo en abril, para despedir en mayo su último curso en Sevilla.

Hacia la conclusión de la cuarta de las cartas podemos leer una interpelación que alude a esta clave temporal con aroma de nostálgica despedida. “Me siento perdido en el tiempo, no sé qué es lo que quería conseguir con esta experiencia tan tardía.

[...] También está mi actividad docente. ¿Tenía que demostrar algo antes de que me quitaran mis clases y mis alumnos? No lo sé, creo que la capacidad para transmitir enseñanzas ha aumentado en todos estos años de práctica. Es posible que tenga miedo a envejecer, a admitir que ya soy viejo, solo mi aislamiento y mi cabezonería han podido engañarme. No sé si he hecho bien, si este cambio brusco de paisaje doméstico me creará secuelas. De todas formas, trataré de no creerme lo que los demás piensen de mí, seguiré trabajando, proyectando, escribiendo, mirando el patio de Gerona, seguiré buscando ilusiones.

[...] En las lecturas de aeropuertos y vuelos, que para mí son siempre muy productivas, he encontrado una cita de George Steiner en El examen de una vida que parece justificar plenamente mi constante laboriosidad e inutilidad, la transcribo para justificarme aunque sé que no se refiere a personas como yo: ‘En medio de la atrocidad y de la indiferencia de la historia, un puñado de hombres y mujeres ha estado creativamente poseído por el irresistible esplendor de lo inútil. En ello reside la eminente dignidad, la magnificencia de nuestra brutal especie’”.

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