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Egipto, un mundo paralelo
Rogelio Ruiz Fernández, dr. arquitecto
Antes
Fotografías / Rogelio Ruiz, Jaime Ruiz (5b, 9), Givaga (8a) y Hesham Farouk Ragab (8b)
Referencias
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VV.AA. Monuments de L´Egypte, L´Édition
Impériale de 1809, facsimile Princeton
Architectural Press, New Jersey 1987
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿Quién la Construyó? ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Bertolt Brecht
Ahora que es tan importante el Metaverso, hay un mundo paralelo que está al lado de esta Europa rancia, que no ve más lejos de lo suyo. Conocemos el Egipto del British, o aquellas esculturas de granito negro que, sentadas, se abrazaban las piernas en el sótano del Louvre, nerviosas por el ruido cuando I.M. Pei hacía otra pirámide espectral; Nefertiti, en Charlottenburg la primera vez que la vi y en el Neues Museum la última, sin salir de Berlín; el impresionante Museo Egipcio de Turín...; los obeliscos de Londres, de la Place de la Concorde en París, de Roma, también orgulloso el de Estambul... El templo de Debod en Madrid, otro en el MET de Nueva York... Viajamos buscando lo contemporáneo, pero cuando llegas a Egipto, el país te hace comprender tanto de lo que es, y de lo que somos nosotros... ¿Por qué nos quedamos siempre en Grecia? Muchos edificios egipcios, antiguos, muy anteriores a nuestra era, tienen columnas con caras facetadas preludios de las estrías de los fustes (protodórico). “¡Pero Egipto fue Grecia!”. Sí, aquí contemplando las pirámides de Guiza, Thales descubrió su ley famosa, sus homotecias. Rudolf Wittkower dice que fue aquí donde apareció, en el tercer milenio antes de Cristo, el orden matemático. En Alejandría estuvo la enorme Biblioteca (y ahora está la nueva) y el faro que todo el Mediterráneo iluminaba... Observamos en las columnas de Luxor cómo el fuste va engordando, como principio de la éntasis griega. También la fuerza de la escala te impresiona, comparando la gente, a ti mismo, con esculturas y fustes de más de veinte metros, abigarrados en las salas hipóstilas... Pero en Giza son tan grandes, tan fuera de medida, aquellas tumbas gigantes, que los puntos, que son gente a sus pies, no sirven para calibrar su tamaño ni darnos una idea de su medida. Sorprende otro paralelismo: cuando miramos la imagen de Nueva York, los grandes prismas de cristal, siendo enormes, quedan en un segundo término ante la presencia de la “pequeña” Estatua de la Libertad, y los ojos se nos van hacia el regalo francés. Aquí la Esfinge, quizá por ser antropomórfica también, nos atrae más que las moles. Leo que, a David Roberts, el viajero decimonónico escocés, que dibujó estos monumentos, le decepcionaron las pirámides en su primera impresión.