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EDUARDO OROZCO

Del paisaje de la página al paisaje del lienzo

¿Cómo nace el interés de Eduardo Orozco por el arte?

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Desde que tengo memoria, siempre me llamó la atención. Recuerdo que yo resolvía con dibujos mis ejercicios de la escuela y, desde temprano, comencé a pintar. Asistí durante un corto tiempo al taller del pintor Efraín (Chain) Villarroel, en Maturín, durante el bachillerato, y allí aprendí las reglas básicas de la composición. También trabajé con serigrafías, actividad que retomé luego estando en la universidad. Visitaba frecuentemente museos y galerías para aprender de los maestros. Recuerdo mucho las pinturas de Michelena y Cabré en la Galería de Arte Nacional y los grandes maestros que se exhibían el Museo de arte Contemporáneo. No puedo dejar de mencionar a dos pintores, de distintos estilos, que aumentaron mi interés por la pintura: Jacobo Borges y Manuel Espinoza. A Espinoza lo invité a dar clases en la Escuela de Comunicación Social y recuerdo una de sus exposiciones donde explicó, con una secuencia de 12 cuadros, cómo se produce una propuesta abstracta. Creo que fue la mejor clase sobre arte abstracto a la que asistí.

Empezó con la pintura figurativa, pero pronto evolucionó hacia la abstracción. ¿Qué motivó ese cambio?

Cierto. Desde mi primer taller, durante el bachillerato, pinté figuras y escenas reconocibles; desde floreros de cerámica, hasta marinas y paisajes. Todavía hoy lo hago y me gusta mucho. Recientemente me encargaron un atardecer y un Ávila. Pero la mayor parte de mi trabajo de los últimos años ha sido la abstracción geométrica y he tenido la satisfacción de participar en exposiciones en la que he podido exhibir diversas obras dentro de esta tendencia. una dirección, una sombra, en el marco de una composición coherente que estimula la percepción de diversas formas y, por inercia, las recrea en su imaginación.

¿Cree que el tiempo y el lugar desde dónde se observa una obra influye en el diálogo que se establece entre esta y el espectador?

Definitivamente. La primera impresión produce una respuesta en el espectador y, es posible, que este necesite una segunda mirada, sin interferencias, que le permita aceptar el diálogo que le ofrece la obra. Una mirada atenta de cualquier obra nos permite descubrir elementos que no vimos al principio y valorar determinada propuesta por sus tonalidades casi imperceptibles, sus trazos y su riqueza cromática. Esto es válido en una obra de cualquier estilo, desde las sombras de los cuadros de Rembrandt hasta los matices de las pinceladas de Francis Bacon. Podemos disfrutar de imágenes en internet si conectamos con el site adecuado, como grandes museos o galerías de prestigio.

Recientemente, a propósito de una fecha importante, decidí trabajar sobre cuatro obras que son un homenaje a los dos tipos de letras más importantes: las Serif y las Sans serif. En estos cuadros trabajé con los rasgos que las identifican y combiné varias fuentes y variantes en colores contrastantes y armónicos.

La tipografía ha evolucionado con la historia del desarrollo de las sociedades y, de alguna manera, ha reflejado la estética del momento. La etapa de los tipos con Serif caracterizó una etapa clásica que duró siglos y sigue evolucionando en la actualidad. Son diseños elegantes, con remates y con rasgos finos y gruesos. En los inicios del siglo XX se incorporaron los tipos Sans serif que eliminaron los remates y todo accesorio considerado innecesario. Fueron el reflejo de los cambios y la modernización que proponen una nueva estética a la sociedad. Estos cambios se reflejaron mucho en la arquitectura, en los objetos y en la publicidad. Hoy ambos estilos tipográficos conviven en la sociedad contemporánea y muchos artistas la han incorporado a sus obras.

La decisión de desarrollar la abstracción se produjo por dos circunstancias: en primer lugar, la mudanza de Caracas a Miami planteó, naturalmente, un cambio de visión y un proceso de adaptación. Por otra parte yo traía una formación en el campo de la abstracción porque dictaba clases sobre diseño editorial y allí los instrumentos de trabajo son las figuras geométricas, los planos, la línea, la tipografía y el color. Estos elementos integraban un conjunto coherente que permitía comunicar contenidos. Pero más allá de leer un mensaje, se trataba de transmitir sensaciones: claridad, fuerza, dinamismo, movimiento, contraste. Entonces se produjo esa evolución del paisaje de la página de periódico, en la que te explican las cosas mediante palabras e imágenes, al lienzo pintado en acrílico con planos, líneas, transparencias y colores. Es otro tipo de experiencia donde el espectador puede “leer” un movimiento,

Por supuesto, en el caso de exposiciones en físico, necesitamos ciertas condiciones especiales para apreciar una obra que nos llame la atención. Por eso es tan importante el trabajo de curaduría para la selección de las obras, su ubicación e iluminación que estimule una observación, un diálogo, enriquecedor.

En su condición de comunicador social y siendo un estudioso profundo de los tipos de letras, ¿qué lo animó a integrarlas a algunas de sus obras?

Una de las especialidades del diseño editorial es la Tipografía, instrumento fundamental de comunicación. Conocí el tema estudiando en la Escuela de Periodismo de la UCV y mi primer trabajo, en el área, fue en un diario que se producía en un taller tipográfico. Aprendí mucho de un gran amigo: Jorge Valoz, con el que siempre mantengo contacto.

Eduardo Orozco es venezolano, nacido en Santa Bárbara de Maturín.

Actualmente está residenciado en Miami.

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