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Confederación Intersindical
Entrevista a Gabriel Marrugo, activista indígena colombiano. Gabriel Marrugo vive en Valencia desde hace meses, apadrinado por las organizaciones que forman parte del Programa de Protección Integral de Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos, entre las cuales está la Intersindical Valenciana. Lucha para mejorar las condiciones de vida de los pueblos indígenas del departamento del Chocó, en la costa del Pacífico. Un compromiso que puede pagarse con la vida. Entrevista de Manuel Álamo García | manel.alamo@intersindical.org Intersindical Valenciana
Gabriel Marrugo nació hace 30 años en el seno de una familia mestiza. Su padre era de Barranquilla, donde se estableció la familia, mientras que su madre era del pueblo de los Embera Dóbida, que en su lengua significa ‘los que viven junto al río’. Una lengua que, a menudo, era motivo de discriminación. «No habléis ese idioma del diablo», les decían. A los 17 años, después de finalizar los estudios de Admistración de Empresas en la Universidad de Medellín, hizo el viaje inverso que había llevado a su madre a la ciudad. Gabriel volvió al departamento del Chocó, al municipio de Riosucio. «Quería descubrir los orígenes de mi familia, la manera en que vivían, el territorio…» La primera impresión fue un auténtico shock. Gabriel encontró un territorio con muchas necesidades, abandonado a su suerte por los diferentes gobiernos locales y estatales. «Yo venía de la ciudad dónde para ser feliz tenías que tener un carro de último modelo, una casa grande y un celular. Allá no tenían de nada, pero, en cambio, sabían disfrutar de la vida.» Entonces, decidió quedarse para ayudarlos y, así, poder
aplicar aquello que había aprendido en la universidad. Después de ganarse la confianza del consejo de sabios de la comunidad, entró en la Asociación de Cabildos Indígenas del Bajo Astrato, que lucha por los derechos de las 17 comunidades indígenas de la región.
La plata importa más que las personas
El departamento del Chocó es un territorio paradisíaco con multitud de recursos naturales. Esto, lógicamente, atrae a multitud de empresas sedientas de beneficios que no muestran demasiados escrúpulos en la hora de talar ilegalmente la selva o de explotar los yacimientos de oro o de platino. Las poblaciones indígenas viven sometidas a grandes