EL ATARDECER PÚRPURA Una meditación guiada. Me centro en la respiración. Percibo los latidos de mi corazón con cada inspiración y exhalación. Ahora llevo mi atención a su interior, sintiendo el flujo y reflujo del ch’i (o qi) en cada inhalación. Un eco me alcanza por doquier, siento esa vibración en todas direcciones. Más noto que el prana forma un vórtice de energía donde ese sonido se transforma en luz, dibujando un portal hacia el que me dirijo. El pasadizo ascendente se difumina en una senda que atraviesa un verde bosque; escucho de fondo el gorgoteo de pájaros y el murmullo de un arroyo. A lo lejos diviso un arco de piedra. Tras atravesarlo se distingue lo que parece un templo, en cuya puerta siento una presencia que no acabo de vislumbrar. Algo me explica, quizás esa entidad, que el lugar es una biblioteca donde se almacena todo el conocimiento. Intuyo que no se refiere sólo al mundo material. Me desvío por una de sus alas, repletas de estantes llenos de volúmenes de aspecto antiguo aunque perfectamente conservados. El mero hecho de pasar frente a ellos me informa de su contenido: historias de civilizaciones ancestrales, tratados de antropología, estudios sociológicos acerca del materialismo y psicológicos sobre la sociedad, etc. 1
Un tosco ventanal permite la entrada de luz desde un jardín lateral. Junto a él, una mesa rudimentaria de madera tiene un libro abierto que parece envuelto en un aura que me atrae. La tapa no lleva título pero sé que lleva mi nombre y comienzo a leerlo. En esta época, existe una estrella fija en el cielo que nos ilumina, a la que en el futuro llamaran sol. Es un astro pequeño, según se mire, que nos ofrece su luz rojiza continuamente. No existe el día ni la noche, ni tampoco el año o las estaciones. No medimos el tiempo. En cielo, junto a este ‘sol’, hay unos pocos orbes, algunos de los cuales permanecen alineados ofreciendo la apariencia de un ‘ojo en el cielo’. Pequeños objetos satélites orbitan alrededor del sol rojo en este monótono atardecer púrpura perpetuo. En el futuro recibirá el nombre de Saturno y no será considerado una estrella sino un planeta gaseoso gigante, pero antes de eso, será considerado un dios benévolo. Su luz roja y menor aún, invisible nos da calor, favorece el crecimiento de las plantas, por lo que todo el planeta es un inmenso vergel. Es innecesario plantar alimentos pues crecen enormemente y muy rápido, de forma que los animales tan sólo deben tomarlos. Esta radiación calienta el globo por igual, a una temperatura uniforme y nuestra atmósfera es lo que podríamos decir muy húmeda. Su luz crepuscular es propicia para la vida1, por lo que 2
generaciones posteriores atribuirán a ese dios al que llamarán Cronos, Enki, Ra, Brahma, Coatlicue, Tepeu, El Elyon, u Odín, roles asociados con fertilidad y agricultura y cosechas y abundancia y vegetación. Los otros orbes que vemos al norte en nuestro firmamento son Venus y, delante de éste, Marte. Este último oscila en tamaño dado que se acerca y se aleja de nosotros con regularidad. Venus es el más bonito y joven, por lo que será considerado dios o diosa del amor, la belleza y también la fertilidad. Hay una luz de gas que se extiende desde Saturno hacia ellos, y de estos a nuestra querida madre Tierra. Es una especie de aurora boreal que se esparce por las regiones septentrionales y como una escalera en espiral sube hasta el cielo conectado el polo de los planetas. Esta columna de plasma no siempre es visible en el mismo grado, adoptando las formas más diversas, desde un monte, que será sagrado para muchos pueblos, hasta un árbol que será el pivote central de muchas mitologías, sin olvidar el trono celestial. Las deidades relacionadas con la estrella roja tendrán para las religiones venideras la consideración de ‘Dios Padre’, creador del resto de deidades. Del mismo modo, se recordará en la leyenda a esta idílica situación como el Edén o Paraíso. 3
- Por un motivo que se me escapa, algunas páginas del libro no resultaban legibles. Sin embargo, sabía que su contenido me sería revelado en su momento oportuno. Sin darnos cuenta el sistema planetario de Saturno había entrado en el dominio de un poderoso sol amarillo, al que luego se tomará como señor y dador de vida. Habíamos caído bajo su influencia al penetrar en su heliosfera, una vaina que blinda dicho sistema solar de los rayos cósmicos del medio interestelar y protege la vida orgánica. Esta estrella tiene sus propios cuerpos orbitando, entre ellos otra estrella enana roja parduzca muy similar a nuestro sol rojo. Júpiter, Zeus, Enlil, Horus, Shiva, Huitzilopochtli, Hunahpu, Marduk, Baal, o Thor son algunos de los nombres por los que será conocido, y posee también una gran variedad de objetos y consortes que orbitan a su alrededor. Paulatinamente, la Tierra nos atraía con mayor fuerza, y los seres que aquí vivimos nos tornamos más menudos. - Otra serie de fragmentos, tan brillantes que no se podían distinguir de la oscuridad más profunda, me llevaron a páginas donde esa Edad Dorada, determinada por la Configuración Polar de la que hablaban, ya había concluido.
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A medida que nuestro sol giraba en torno al, en comparación, enorme sol amarillo, la ruta que seguía el tren de orbes celestes nos llevaba a aproximarnos frecuentemente a otros planetas. Los otros planetas de nuestra familia –interpreté que se refería a Neptuno y Urano-, habían sido ya amarrados por la fuerte atracción del Sol. El segundo de estos probablemente, había sufrido un catastrófico encuentro o paso cercano con Júpiter, del cual no fuimos testigos. Nuestro cielo continuaba siendo un ocaso indefinido, y todo lo que ocurría en el espacio, las profundidades del inframundo como dirán las culturas subsiguientes, nos estaba vetado. Pero eso iba a cambiar pronto. Subrepticiamente, nuestra ‘enana’ roja iba perdiendo fuerza en forma de carga eléctrica negativa en cada traslación alrededor del Sol que actuaba como ánodo; dicha carga era recogida en parte por nosotros, sus satélites. Nuestro tren planetario sufrió el acoso del gigantesco Júpiter, quién terminó por arrancarnos uno por uno del reino de nuestro benefactor. Tras un acercamiento breve a los planetas alineados por el eje polar, lo que se podría traducir como un intento de alcanzar el cielo ascendiendo por el ‘árbol central del conocimiento’, la madre Tierra, ha sido junto a la humanidad expulsada del Paraíso. Sé, que las civilizaciones que emergerán de nuevo, verán esto como un pecado por 5
el que habrían sido castigadas a tener que sudar para ganarse el pan. Darán diversos nombres a la madre Tierra: Gaia (Rhea, Hera), Ninhursag, Geb (Isis le sustituirá en generaciones postreras), Sati, Ixquic, Athirat (luego Asherah) o Freya. Desde este momento Saturno es observado en fase nova, lo que significa que su magnetosfera aumenta de brillo y tamaño tratando de mantener un equilibrio eléctrico, engullendo algunos de sus satélites más cercanos, -sabía que estaba hablando de Cronos devorando a sus hijos-. Creemos que estos episodios bipolares son comunes en todas las estrellas enanas, que emiten llamaradas con radiación electromagnética de alta frecuencia y plasma que habrían sido responsables de extinciones masivas de la vida en el pasado, así como deposiciones sedimentarias y minerales, que entre otras cosas explicarían el origen del agua salada en el planeta. Finalmente, al existir una menor diferencia de potencial entre su interior y sus capas exteriores, lo que se traduce como menor masa, nuestra estrella perdió el control de sus satélites más lejanos y grandes. La rotación del planeta una vez fuera de la envoltura protectora de la antigua estrella, ahora convertida en planeta, produce el día y la noche, la luz y la oscuridad. Asimismo, la traslación terrestre alrededor del Sol causa las estaciones y el año; y 6
puede comenzarse a contar el tiempo. Para las nuevas sociedades esto supondrá seguramente una explicación divina, un ‘mito de la creación’ que se transmitirá como tal, más que como un fenómeno astronómico. Da comienzo la batalla por el cetro real, el dominio del eje celestial que bajo el prisma terrestre representa el astro dominante en el cielo ancestral. Júpiter surge desde atrás y debajo de Saturno mostrándose como un creciente. Ten en cuenta –esto iba dirigido a mí, como lector-, que los nuevos pobladores del mundo apenas distinguirán tres lugares: cielo, tierra e inframundo, que es todo lo hay por debajo del horizonte. Esta lucha terrible está siendo escrita actualmente como una pugna entre orbes celestiales que intercambian energía (masa y momento) y entre los cuales existen enormes descargas de arco eléctrico en sus acercamientos mutuos. Además, sus órbitas en resonancia les hacen migrar hacia el exterior del sistema solar, alejándose de nosotros. Varios cuerpos del sistema solar han sido destruidos y convertidos en lo que se conocerá como asteroides y cometas, durante la eyección o nacimiento de Venus o el cruce de Urano y Neptuno. Estos objetos son susceptibles de impactar contra los planetas menos masivos y, por tanto, de menor carga eléctrica neta. Lo que ahora entendemos como fenómenos gravitacionales o interacciones de 7
plasma, las culturas aún por nacer lo recordarán como lanzamiento de rayos u otras armas por parte de sus dioses o héroes. - Algunas cosas no estaban escritas literalmente, pero podía leerlas mentalmente con solo tocar los párrafos con la yema de los dedos-. Eventos como la perturbación de Urano y Neptuno por Saturno que terminó con ambos en los lindes del sistema solar y la confrontación de este con Júpiter que acabó por enviarle al inframundo, serán recordados por diversas leyendas como las luchas entre Vishnu y Shiva (o Rama y Ravana), Osiris y Seth (más tarde relatada como Horus y Seth, y Ra y Apep), Marduk y Tiamat, Hunahpu y Vucub Caquix, Huitzilopochtli y Coyolxauhqui (luego Tezcatlipoca el negro y Quetzalcóatl), Baal y Mot, Ouranos y Cronos y este con Zeus, e Ymir y Odín. Vengativo, cruel, maligno. Es el nuevo rol de Saturno, que expulsa a la humanidad de su lado y pretende destruirla mediante catástrofes, que en el futuro parecerán inconcebibles. No obstante, algunas culturas designarán a Júpiter o sus avatares como el responsable de las mismas. Siendo los dos objetos más grandes del sistema con diferencia, su lucha involucra al resto de planetas, Marte y Venus principalmente, y muchos orbes menores como satélites, asteroides o cometas que pasaran a los cuentos populares como ángeles o nephilim, rishis, 8
igigis, erinias o furias, valkirias y demás. Las nuevas generaciones interpretarán nuestras interacciones planetarias como guerras entre sus dioses y demonios –y yo añado personalmente, entre devas y asuras (y Pandavas y Kauravas), Aesir y Vaenir, Titanes y Olímpicos o Anunakis y Dragones. Como resultado de estas vicisitudes, un nuevo dios toma posesión del trono celestial, que todavía podía ser visible en determinadas circunstancias. Como regente temporal, Júpiter ha ocupado esa posición privilegiada en el norte, desde el punto de vista humano, durante un breve período de tiempo en escala geológica. Después es el Sol quién, en su barca o carro celeste, legislará el destino de los hombres, relegando al inframundo al otrora magnánimo Saturno. El nuevo orden celestial nos ha traído, una era glacial, cubriendo grandes partes del globo de hielo. Cuando Saturno es enviado al espacio profundo, desaparece por debajo del horizonte, rodeado de asteroides y partículas de material residual, que se congelan en el frio espacial constituyendo sus anillos. Monarca depuesto, monarca puesto. Su impronta de agua y nafta ha quedado, un océano salado. Su rival Júpiter acaba también rodeado de bandas gaseosas que cubren su atmósfera. También esto será citado en las escrituras futuras cuyos textos llegarán a ser venerados como sagrados. 9
- La entidad que había detectado es, si cabe, más presente que antes. De alguna manera es ella quién me transmite que estos escritos están ex profeso libres de metonimias, metáforas e hipérboles. Bastante repletos estarán los sagrados textos futuros de las incipientes personalidades sociales de ‘falacias patéticas’ y prosopopeyas que desembocarán en la antropomorfización de sus divinidades. Los filósofos (entiendo que habla de los sabios y científicos de cada época) no serán plenamente conscientes de lo que guía sus investigaciones ni de las implicaciones de lo que descubran. Libres de sus ataduras están ahora ‘los hijos de Dios’. Sus orbitas elípticas reduciéndose están, acercándose al Sol, redondeándose. Antiguos satélites se convertirán en planetas, asteroides en cometas. Nos es regalada una Luna que la noche ilumina. Eso sucedió siglos más tarde. Una era de estabilidad, un sistema caótico ha devenido. Diosa de la belleza, una diosa guerrera, una larga cabellera. Desdoblamiento de personalidad. Como dios de la guerra será recordado, pero Marte será derrotado. La deidad del amor, será paradójicamente odiada. Su proximidad será indicio de malos augurios y, temida por sus seguidores, perdurará en la memoria durante milenios. No olvidada, pero 10
reprimida. Pero de contar las catástrofes que nos acontecen, el momento no es. Reflexionar debemos. Algunas veces hasta parezco vivo, me siento independiente del entorno, el aire que me rodea, el alimento que tomo, la cálida radiación que me abraza, el plasma que transmite las corrientes electromagnéticas que activan mi universo, la consciencia que me percibe. Tras una extensa era de estabilidad y prosperidad, tanto física como espiritual, llega un período de decadencia moral y desorden en el cosmos. El cataclismo al que he hecho referencia antes suele marcar el punto de inflexión. Los supervivientes más avanzados tratan de prolongar ese mundo ideal transmitiendo sus conocimientos y experiencias a las gentes más primitivas. La no aceptación es el principio del fin. Las historias son pasadas de generación en generación, a medida que los medios escritos se desvanecen; el boca a boca permite que la transfiguración de los acontecimientos convierta fenómenos físicos, celestes o geológicos en meras leyendas, la materia creada por el alma en dioses moldeados por gustos, el maya en realidad. Aparecen religiones, a cual más fanática, y chamanes que pretenden utilizarlas para moldear las ideas de las masas, que acaban por marginar a los 11
que piensan por sí mismos. Nacen dogmas, asunciones, y creencias. El miedo se emplea para manipular las mentes desde niños. Juicios de sobra. Asociación a grupos, apelación a sentimientos, adicción a experiencias, son motivo de alienación, separación y enfrentamiento. Dualidad. La hecatombe traumática queda grabada en el inconsciente colectivo de las sociedades con el paso de milenios, y pueblos que han sufrido siniestros de carácter local, reviven el apocalipsis sobre otros a modo de catarsis. Emociones enquistadas. ¿Acaso no somos todos, parte del mismo organismo o planeta? ¿De la misma civilización madre? - Presentía que el relato narraba el inicio del éxodo de la abuela de nuestra civilización y no de nuestra madre, pero la presencia me advertía que no podía asimilar tantas nuevas revelaciones en una sola lectura. Las páginas sucesivas hablaban del porvenir y permitían soñar nuestro remoto pasado, el de nuestra civilización, nosotros, la Tierra.
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https://phys.org/news/2015-01-sun-lifespan-birth.html https://oursounduniverse.com/the-infrared-frequencies-of-dna-bases-science-and-artby-s-alexjander/ http://rspb.royalsocietypublishing.org/content/282/1801/20142032
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