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1910 DE VALDERAS A BUENOS AIRES

Silencios

Socorro Carbajo, mi bisabuela materna.

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No te conocí pero siempre pensé que tu nombre encerraba un mensaje. Pienso en tu historia. También tenías 26 años cuando llegaste al puerto de Buenos Aires, el 14 de mayo de 1910. El 13 de mayo había sido tu cumpleaños, seguramente lo habrás festejado arriba del barco, mirando el río. Una nueva orilla, que te acercaba a la esperanza de un nuevo mundo, de una vida distinta, prometedora de felicidad.

Te imagino paleando la nieve frente a tu casa en tu última noche en Valderas. Seguramente te detuviste a sentir tu pueblo. Iluminada por algún farol encendido aún y un profundo silencio, miraste por última vez sus calles, sus casitas, la luna y suspiraste profundo con aires de despedida.

Esa noche, anterior a tu partida, tu madre te colocó en el cuello, una medallita de la Virgen del Socorro. Una para vos, otras tres para Severiana, Epifanía y Cecilia.

Después cenaron en silencio una sopa de verduras que tu madre preparó, se escuchaban las cucharas rozando los platos de loza. Tu padre respiraba fuerte, agitado, y permanecía con la mirada baja y hasta perdida en el plato. Era difícil mirarse.

No había palabras, no hacían falta.

Lo no dicho. Por prohibido o por dolor. No mirar atrás era la única alternativa para no arrepentirte, para que el aire puro del río Cea no te detuviera. Para poder llevarte en tu valija y en tu alma la última mirada a la Altafría, a tanta hermosa naturaleza, al puro aire del campo, a la torre del castillo, a tus vecinos y amigos y a la mirada penetrante de tus padres, que nunca más volviste a ver.

Imagino tu cuerpo tembloroso, cuando la sirena del barco anunciaba la partida. La orilla y el paisaje se perdían. España se hacía pequeña y lejana ante tus ojos, pero más grande en tu alma.

Dejaste en primavera tu Valderas querida y Argentina te recibió en otoño.

Ese año, 1910, no tuviste verano. Tal vez, extrañaste igual que yo, el calor del sol.

(Dolores silenciados a cambio de verdades desbordantes)

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