Suplemento

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Cartel de la película Wildcats, 1986.

Número 18, 1 de febrero de 2019

VIERNES CULTURAL

TACLEADAS DE LA PANTALLA GRANDE ESTE DOMINGO ES LA GRAN CITA DE LOS AFICIONADOS AL FUTBOL AMERICANO: EL SÚPER TAZÓN. PARA ACOMPAÑAR LA ESPERA, PRESENTAMOS UN RECORRIDO POR DIEZ PELÍCULAS QUE DESDE LA DÉCADA DE LOS VEINTE HAN ABORDADO EL MUNDO DE LAS TACLEADAS. PÁGS. 18-22.

›EL MÚSICO DE LA PLÁSTICA. Carlos Mérida aún guarda secretos. Gracias a la inmersión en cuatro acervos, el Museo Nacional de Arte los revela en una exposición que transita por la trayectoria visual del artista guatemalteco. PÁGS. 23-24.


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18. ContraRéplica. Viernes 1 de febrero de 2019

¡PRIMERO Y DIEZ! ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

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iez grandes películas sobre el futbol americano, una por década desde los años veinte, es el menú cinematográfico imprescindible para acompañar el Súper Tazón, la cita anual que los aficionados al deporte de las tacleadas esperan sin falta cada primer domingo de febrero.

¿Cuál es el deporte más auténticamente estadounidense? Depende a quién se lo pregunte y, sobre todo, cuándo lo pregunte. Si es en otoño, época de la Serie Mundial, la respuesta será el beisbol. Si es en invierno, no hay otro deporte a la vista que el futbol americano. Desde los llanos del barrio infantil hasta los terrenos del exigente profe-

sionalismo, pasando por el emparrillado colegial; con sus héroes legendarios e impolutos y sus héroes caídos en la desgracia y la ignominia, el futbol americano es uno de los espectáculos por excelencia de la cultura estadounidense. A continuación, van diez grandes películas hollywoodenses sobre el futbol americano, una por década. ¡Primera y diez!


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1. EL NOVATO (THE FRESHMAN, EU, 1925)

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irigida por Fred C. Newmeyer y Sam Taylor. Harold Lloyd nunca fue gracioso por sí mismo: son las circunstancias que lo rodeaban desde donde surgían los gags. No hay nada chistoso en el empleado de una tienda departamental que, por una serie de enredos, tiene que escalar a mano limpia un edificio de doce pisos en el clásico El hombre mosca (Newmeyer y Taylor, 1923), sino en lo que le pasa al pobre diablo, interpretado por Lloyd, al subir cada uno de los pisos. Sucede lo mismo en El

novato, en el que Lloyd encarna a Harold Lamb, un ingenuo provinciano que llega a la universidad con la idea de ser el más popular de todos los “novatos”, así que, para hacerse de fama, decide entrar al equipo de futbol americano. El siempre optimista Lloyd cree que ha sido elegido como jugador pero, en realidad, no es más que el aguador del equipo. Los últimos 15 minutos del filme están ubicados en el emparrillado, cuando Lloyd entra a jugar y, previsiblemente, logra que su equipo colegial triunfe. La aptitud física de Lloyd es, por cierto, notable.

2. CUATRO DEL MISMO PALO/ PLUMAS DE CABALLO (HORSE FEATHERS, EU, 1932)

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irigida por Norman Z. McLeod. Quincy Adams Wagstaff (Groucho Marx) es el nuevo decano del Huxley College, donde estudia –es un decir–su hijo Frank (Zepp Marx). Después de su presentación ante el cuerpo docente, en la que les aclara, cantando, que está en contra de todo lo que le propongan –una suerte de himno avant-la-lettre de las redes sociales de nuestros días–, el profesor Wagstaff decide resolver el asunto más apremiante del Huxley College: desde 1888, el equipo de

3. CREADOR DE CAMPEONES (KNUTE ROCKNE, ALL AMERICAN, EU, 1940)

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irigida por Lloyd Bacon. Esta biopic del legendario entrenador de futbol americano de origen noruego Knute Rockne (1888-1931) puede que sea todo lo convencional que usted diga, pero resulta genuinamente entretenida de principio a fin, desde el momento en el que Rockne y su compañero y amigo Gus Dorias crearon el pase adelantado como táctica ofensiva, hasta cuando “Rock”, después de asistir a un espectáculo de coristas, decide enseñarles a bailar a sus jugadores, con el fin de que aprendan a moverse frente a sus rivales. Pat O’Brien está muy convincente como “Rock” y, en un papel secundario

pero significativo, un Ronald Reagan de 29 años encarna al legendario quarterback (mariscal) George Gipp, “The Gipper”, un papel que, con el paso del tiempo, haría famoso al cuadragésimo presidente de Estados Unidos, quien sería reconocido con ese apodo. Algo más: doble contra sencillo que no se podrá sacar de la cabeza el pegajosísimo tema de la película, “Victory March”, el himno de la Universidad de Notre Dame, alma mater del gran Knute Rockne que, como entrenador de los Fighting Irish del futbol colegial, terminó con un impresionante récord de 105 victorias, 12 derrotas y 5 empates. Y recuerden, “¡ganen uno por el Gipper!”.

la universidad no gana un solo juego de futbol americano. Por lo mismo, se va al bar clandestino más cercano y contrata a dos supuestos grandes jugadores, Pinky y Baravelli (Harpo y Chico Marx), con la idea de ganar el siguiente partido. Cuando llega el momento del juego crucial, ya se imaginará usted el nivel de anarquía que provocan los hermanos Marx sobre el emparrillado. O, mejor dicho, no creo que se imagine: las estrategias de los Marx para ganar el juego tienen que verse para creerse. Y para morirse de la risa.


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20. ContraRéplica. Viernes 1 de febrero de 2019

4. HOMBRE DE BRONCE (JIM THORPE, ALL AMERICAN, EU, 1951)

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irigida por Michael Curtiz. Jim Thorpe (1888-1953) fue, acaso, el más talentoso y versátil deportista estadounidense del siglo pasado. De origen indígena –pertenecía a la tribu Sac y Fox de Oklahoma–, jugó a nivel universitario y profesional futbol americano, beisbol y basquetbol, e incursionó en varias ramas del atletismo universitario, a tal grado que ganó sendas medallas de oro en pentatlón y decatlón en los Juegos Olímpicos de Suecia 1912 –medallas que le fueron retiradas porque se descubrió que cobraba dinero

jugando béisbol semiprofesional–. Esta película, dirigida por el gran cineasta de origen húngaro Michael Curtiz (director de Casablanca/1942), está centrada en los triunfos y en las tribulaciones de Thorpe (Burt Lancaster, nada menos), quien es retratado como un deportista de inconmensurables aptitudes, pero también con no pocos monstruos encerrados en el clóset, provocados por el resentimiento que le causó el racismo que padeció por su origen indígena. Esto no le impidió, eso sí, jugar con una decena de equipos profesionales de futbol americano a lo largo de toda su carrera.

5. LEÓN DE PAPEL (PAPER LION, EU, 1968)

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irigida por Alex March. Alan Alda interpretó su primer papel protagónico encarnando a George Plimpton (1927-2003), el célebre periodista deportivo que, en 1963, participó en la pretemporada de los Leones de Detroit haciéndose pasar como un novato que buscaba llegar al equipo grande en calidad de quarterback. La realidad es que pronto todos sus compañeros de equipo supieron que no era un deportista profesional –si usted ve las fotos del George Plimpton de esa época verá por qué lo descubrieron–, lo que

no evitó que el periodista escribiera una crónica muy celebrada en su tiempo. La película, basada libremente en los textos de Plimpton, tiene su interés no solo por la acuciosa crónica procedimental que hace de los rudos entrenamientos que se necesitan para estar en forma en este deporte, sino por el retrato que se hace del propio Plimpton, quien llega a creer que, de verdad, tiene la capacidad de jugar futbol americano profesionalmente. Para los aficionados al deporte, abundan los cameos de jugadores y entrenadores de la talla de Vincent Lombardi, Alex Karras, Frank Gifford y otros más.

6. GOLPE BAJO: EL GOLPE FINAL (THE LONGEST YARD, EU, 1974)

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irigida por Robert Aldrich. En uno de sus papeles más recordados, el recientemente fallecido Burt Reynolds encarna a Paul Crewe, un retirado jugador de futbol americano que, por golpear a su novia, robarle su auto y resistirse la detención de la autoridad, es condenado de 2 a 5 años de trabajos forzados. El problema es que al llegar a la Citrus State Prison de Florida, el alcaide del lugar (un perfectamente untuoso Eddie Albert) lo presiona para que entrene al equipo semiprofesional de celadores.

Paul le hace una contrapropuesta al alcaide: preparar a un equipo de prisioneros que le sirvan de “sparring” a los celadores, que están destinados a jugar un campeonato nacional. El revisar este clásico setentero deportivo en nuestros días puede provocar reacciones encontradas: por un lado, es cierto que el protagonista no es más que un macho violento, misógino y narcisista; por el otro, hay en esta película, dirigida con la vitalidad de siempre por Robert Aldrich, una insólita veta subversiva y hasta antisistémica que no es tan común en el cine popular del nuevo siglo.


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7. ÉCHAME LA PELOTA, CHICA (WILDCATS, EU, 1986)

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irigida por Michael Ritchie. Olvídese del terrible título en español, que parece provenir de la Madre Patria. Estamos ante una entretenida comedia deportiva en la que Molly (una simpática Goldie Hawn), una mujer divorciada, madre de dos niñas, y entrenadora de atletismo en una prepa de Chicago, recibe la oportunidad –más bien, la mala broma– de navegar a un equipo de futbol americano de una prepa multirracial y de barrio bravo, los “Wildcats” del título en inglés. Por su-

puesto, formulita obliga, los problemas familiares de la entrenadora –la rebeldía de la hija mayor, las exigencias del exmarido ojete– se alternan con las dificultades que enfrentará para disciplinar a un grupo de ingobernables adolescentes entre los que se encuentran unos jovencísimos Woody Harrelson y Wesley Snipes. Desde el inicio sabemos en qué terminará todo; esto no evita que la película avance sin dificultad, bien dirigida por el artesano Michael Ritchie, que una década antes había realizado el clásico beisbolero Los osos de la mala suerte (1976).

8. UN DOMINGO CUALQUIERA (ANY GIVEN SUNDAY, EU, 1999)

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e Oliver Stone. Los Tiburones de Miami tiene una racha perdedora, algunos jugadores están lastimados y su gran estrella (Dennis Quaid) ha envejecido. Un golpe de suerte lleva al desesperado entrenador Tony D’Amato (Al Pacino gritoneando a todo mundo) a usar a un jugador de reserva (Jamie Foxx) que resultará, aparentemente, ser la solución a todos los problemas del equipo. Este drama

deportivo dura demasiado (162 minutos son muchos, sobre todo cuando hay algunas digresiones innecesarias), pero el vigoroso Stone sabe cómo atrapar el interés del espectador y las secuencias en el emparrillado son tan realistas como emocionantes. Además, siendo una película de Stone, no falta la mirada crítica a cómo se maneja el deporte de las tacleadas y a los entretelones económicos de los que no se salvan dueños, entrenadores ni jugadores del futbol americano.


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22. ContraRéplica. Viernes 1 de febrero de 2019

9. DUELO DE TITANES (REMEMBER THE TITANS, EU, 2000

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irigida por Boaz Yakin. Estamos en los turbulentos años 70, en una preparatoria de Virginia. Un coach afroamericano, Herman Boone (Denzel Washington), llega a dirigir al equipo de los Titanes y, previsiblemente, los jugadores blancos y sus furibundos padres se niegan a aceptar su autoridad, aunque luego son convencidos por el antiguo entrenador, el WASP Bill Yoast (Will Patton), quien acepta a regañadientes servir de asesor del coach negro. Así empezará un largo camino para Boone, no sólo para convencer a propios y extraños que puede llevar

al triunfo a los Titanes, sino para que todos los jugadores (blancos y negros), sus padres y, de hecho, el pueblo entero de Alexandria, Virginia, empiecen a vencer odios y prejuicios centenarios en favor de un mejor entendimiento entre razas, clases sociales y extracciones culturales diversas. Todo lo anterior suena como si Duelo de titanes fuera un filme muy serio con preocupaciones socioculturales e históricas, pero la película se mueve en terrenos mucho más sencillos y recurre en más de una ocasión al chantaje sentimental y a los tics y emociones del cine deportivo más efectivo para hacerle pasar un buen rato al respetable.

10. PATERNO (PATERNO, EU, 2018)

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irigida por Barry Levinson. Joe Paterno (19262012) estaba destinado a opacar el recuerdo del legendario Knute Rockne. Con una impresionante marca de 409 juegos ganados, 136 perdidos y tres empatados como entrenador del equipo de futbol americano de la Universidad de Pensilvania, JoePa –como era conocido y hasta venerado– terminó su carrera en la ignominia cuando se descubrió que uno de sus asistentes había cometido decenas de abusos sexuales infantiles, alguno de ellos dentro de las instalacio-

nes donde entrenaba el equipo. Una joven periodista (Riley Keough) es la que da a conocer el escándalo que cimbró al futbol americano colegial al inicio de esta década. El veterano Levinson dirige esta película para televisión tratando de emular a la ganadora del Oscar 2016 En primera plana (McCarthy, 2015), que trata de los abusos sexuales de la iglesia católica en Boston, aunque se queda corto, en parte porque no tiene un reparto tan lucidor como el de aquella cinta. Eso sí, Joe Paterno es interpretado por Al Pacino que, para fortuna de todos, aquí está muy efectivo y mesurado.


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Cortesía del Museo Nacional de Arte del INBAL.

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EL MÚSICO DE LA PLÁSTICA KAREN RIVERA

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arlos Mérida fue un músico de la plástica. Dirigió conciertos de colores y dibujó paisajes armónicos al compás de figuras geométricas. Consideró que una obra perduraba sólo si tenía estilo, y bajo esa premisa buscó la autenticidad en su pintura. “Tener el don divino, dejar huella, he ahí lo que cuenta”, escribió en su autobiografía de 79 páginas, que permaneció resguardada, en la Galería Arvil, hasta el 2018. “No se nace con él (estilo) lúcido y vivo; hay que cuidarlo como a un niño que va para hombre”, aseguró. Su pasión por los sonidos y la tradición maya-quiché sellaron su naturaleza creadora. Guatemalteco, de sangre indígena por el lado paterno y española por el materno, Mérida supo que el impacto de sus orígenes fue privativo de su arte. Forjó, sintió y se expresó en maya con la visión de crear vanguardia a partir de su raíz. “Gusto de la pintura occidental, pero no siento la necesidad de expresarme así”, se lee en su narración. Es la voz del muralista el eje curatorial de la muestra Carlos Mérida. Retrato escrito (18911984), que exhibe el Museo Nacional de Arte para conmemorar su llegada a México en 1919. La exposición está sustentada en un trabajo documental de cuatro archivos: el Archivo Carlos Mérida, donado al Museo Nacional de Arte, en el 2000; la Galería Arvil, la Galería de Arte Mexicano y el archivo familiar de Cristina Navas Mérida, nieta del pintor. Con la curaduría de la investigadora María Estela Duarte, esta retrospectiva conduce al visitante a explorar las búsquedas estéticas del también diseñador y escenógrafo. Sus indagaciones plásticas iniciaron en la primaria, donde se manifestó su vocación por las artes. Sintió placer al acudir a las clases de canto y dibujo, y se resistió a las materias académicas. Ajeno a la vida real de sus compañeros, en el pueblo de Quetzaltenango, Guatemala, su infancia la habitó entre colores, pinceles y sonidos. “Fuíme tornando un tanto introspectivo, temeroso de los contactos ásperos en que se hacen recios para lu-

Hasta el 17 de marzo estará abierta la exposición sobre Carlos Mérida en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México: una oportunidad única de adentrarse en sus mundos de color. char por la existencia los que van al paso, en común, en las aulas de la escuela…”, escribió al respecto. A los quince años perdió un porcentaje de la capacidad auditiva, lo que le impidió dedicarse profesionalmente a la música; el silencio lo transformó en imágenes estridentes. Con ayuda del pintor y fotógrafo Santiago Vichi, comenzó entonces a descubrir las infinitas posibilidades de la pintura.

EFECTOS PRIMITIVOS Su frenética afinidad por las artes lo llevó a viajar a Paris en 1912 acompañado por su amigo, el pintor francés Carlos Mauricio Valenti Perrillat, donde conoció a vanguardistas como el neerlandés Piet Mondrian y el español Pablo Picasso. Y es con la apropiación de Carlos Mérida por las vanguardias europeas, con lo que inicia la muestra que presenta el MUNAL. El muro de la primera sala se viste con el “Retrato en verdes”, que Mérida realizó en 1913, y con obras como “Pintura” (1927) de Joan Miró, “Desnudo en un sofá” (1960) de Pablo Picasso, “Buzos circulares” (1942) de Fernando Léger, “Pequeños mundos” (1922) de Vasili Kandinsky, así como con un grabado de Paul Klee. Un diálogo de piezas que permite observar la búsqueda del muralista por liberar el color a través de las influencias europeas. Fue en París donde conoció las corrientes en boga y tuvo su primer contacto con los mexicanos Diego Rivera, Jorge Enciso y Ernesto García Cabral. Su pintura de esos años europeos fueron la simiente de una obra que habría de consolidarse con el tiempo. En 1914 regresó a Guatemala y eclipsado por las danzas llenas de rito, por las expresiones plásticas milenarias que legaron sus abuelos, por los paisajes, los indígenas y la vida calurosa de su ciudad

nativa, realizó sus primeros ensayos de pintura. Inspirado en temas autóctonos, propuso, en colaboración con su colega y compatriota Rafael Yela, la creación de un movimiento nacionalista e indigenista en artes plásticas. “¿Por qué no, me decía yo, traer a la pantalla del mundo que es París, algo de lo que el creador puso a nuestro alcance, en nuestra dulce Guatemala, en nuestra pródiga tierra americana?” (Carlos Mérida, Autobiografía, 1957). En piezas como “La princesa de Ixtanquiqui” (1917), “La india del loro” (1917), el “Tributo al maíz” (1915) y el “Alcalde de Almolonga” (1919), Mérida retrató los paisajes de los alrededores de Quetzaltenango. En sus lavaderos, cerros y casas, expresó su interés por sintetizar la composición, exaltó a la línea y le otorgó efectos primitivos. Con fuertes contrastes veneró los colores y bordados que iluminaron su pueblo e hizo evidente su conocimiento de los valores cromáticos.

LA SENCILLEZ DE LAS FORMAS Llegó a México en 1919 después de casarse, en ese mismo año, con Dalila Gálvez. Sus primeros ensayos de pintura americana se exhibieron en este país, en 1920, con el apoyo del entonces director de la Escuela de Bellas Artes, Alfredo Ramos Martínez. En su afán por la integración nacional artística de los países americanos, se sumó al movimiento muralista mexicano. Colaboró con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, para expresar la poética del folclor y difundir las costumbres de México y Guatemala. Buscó la sencillez de las formas y se alejó de las corrientes e influencias que le impidieron ser él; asimiló los usos geométricos del cubismo de Picasso y Léger, el mundo mágico del surrealismo de Joan Miró, la relación de los colores


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Cortesía del Museo Nacional de Arte del INBAL. y los sonidos de Vasili Kandinsky y la exaltación prehispánica del muralismo mexicano. Sumó sus atributos técnicos a un lenguaje artístico propio, diferente, porque esa fue su mayor ambición. Su estilo dependió del correr de las épocas y periodos. Por ello a su regresó a México, en 1929, su obra se transformó. Su impulso hacia lo abstracto y su afán de llegar al hecho lírico en sus pinturas lo llevaron a la creación de piezas como “Monelle” (1959) o “En tono mayor” (1981), en que la línea adquirió protagonismo y construyó rompecabezas con formas geométricas avivadas por el color. Sus óleos de esta etapa fueron simples en formas y soberbios en composición. Su visión de la realidad y sus experiencias pictóricas las desarrolló sobre el lienzo con independencia de referencias visuales, con curvilíneas y elementos carentes de sentido literal, no así de historia, sonoridad y color. En el cuadro “Florilegio de formas” (1973), por ejemplo, pintó un fondo en tono amarrillo, considerado en la escala cromática el más alegre, y aumentó su dinamismo con los colores negros, cafés y azules de las siluetas que lo componen, mismas que impregnó con su universo folclórico, gráfico y musical. Consideró al arte abstracto como un medio para crear formas plásticas orgánicas y evocativas, que le permitió evaluar ritmo, tiempo, simetría y espacio para nunca quedarse en vulgares representaciones gráficas. “Ana bailando” (1954), “Los hechiceros” (1958), “El conjuro” (1962) y “Recuerdo del viejo oriente” (19564), exhibidos en el Museo Nacional de Arte, vislumbran su trabajo bidimensional basado en la síntesis y lo exacto.

Cortesía del Museo Nacional de Arte del INBAL. “El arte abstracto sí parte de la realidad; va, sin embargo, más allá de ella…ésta puede ser extendida hasta los más recónditos refugios de la subconsciencia” (Carlos Mérida, Autobiografía, 1957). Mérida pintó cada una de sus piezas con una fuente de origen vital, que bien podían ser sus recuerdos, preocupaciones, asociaciones remotas o sentimientos musicales, y se apoyó en la más íntima naturaleza de la pintura.

CARLOS MÉRIDA. RETRATO ESCRITO (1891-1984) ¿Dónde está la exposición? En el Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro Histórico, Ciudad de México ¿Hasta cuándo? Hasta el 17 de marzo ¿Cuántas piezas se exhiben? 290 ¿De qué acervos se nutre esta exposición? Del Archivo Carlos Mérida, donado al Museo Nacional de Arte, en el 2000; la Galería Arvil; la Galería de Arte Mexicano y el archivo familiar de Cristina Navas Mérida. ¿Quién hizo la curaduría? María Estela Duarte

LA INTEGRACIÓN PLÁSTICA El músico en potencia que lo habitó también lo llevó a dirigir la primera Escuela de Danza, en México, donde diseñó escenografías y vestuarios para diferentes obras de su hija, la coreógrafa Ana Mérida. Las litografías que realizó al respecto integran un apartado de la exposición ubicada, en Tacuba, número ocho, del Centro Histórico. En la década de los cincuenta le interesó la “integración plástica”, es decir, la relación entre pintura y arquitectura, lo que le permitió una mayor fuerza expresiva. Su obra se caracterizó por la repetición de elementos visuales iguales o diferentes, que en la disciplina artística se conoce como ritmo. Destacó la importancia de este elemento como un agente provocativo, capaz de generar reacciones óptico-emocionales, en sus diferentes facetas, ya sea con figuras ondulantes, verticales u horizontales. El ritmo es uno de los conceptos que Mérida retomó en su autobiografía, escribió de él y de la organización plástica, que se refiere a las relaciones cromáticas, a los valores del tono, a las formas integrantes del plano, a la estructura de masas; también se refirió a las fuerzas operantes, es decir, la simetría, asime-

tría, equilibrio, y las leyes de la proximidad y de los opuestos; consideró a todos estos elementos, a la par que al color y al dinamismo, los componentes básicos de la “integración plástica”. Son 290 piezas las que exhibe el Munal en la muestra Carlos Mérida. Retrato escrito (1891-1984), que podrá visitarse hasta marzo. Una congregación de obras que permite observar el discurso plástico y el interés que el muralista guatemalteco tuvo por el diseño. Sin demagogias, sin oratorias ni caligrafías políticas, el público tendrá la posibilidad de observar arte inspirado en el goce de la pintura y el folclor, con la misma pasión que el goce de la música y los sonidos. Es difícil encasillar a Carlos Mérida en un movimiento artístico. La música fue para él la ilustración, y con libertad creativa manipuló las formas y el color para alcanzar su propio estilo. Pintó en series y trazó cada una de sus líneas al ritmo de melodías con variaciones. No quiso ser uno de los tantos pintores que hay en el mundo. Decidió dejar huella.


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HORAS DE OCIO

ERUDICIÓN Y DISTANCIA ALEJANDRO BADILLO

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n primer vistazo es suficiente para establecer una clasificación entre los autores que practican esta temática: aquellos que documentan archivos y una amplia bibliografía sin dejar mucho a la imaginación; por otro lado, están los que usan personajes y situaciones como pretexto para desarrollar un ejercicio de ficción. Álvaro Enrigue (México 1969) juega en ambas canchas en Ahora me rindo y eso es todo. El título es una frase pronunciada por Gerónimo, jefe militar apache muerto a inicios del siglo XX, antes de entregarse al ejército estadunidense. Pero la figura del rebelde no es el hilo conductor sino un elemento que interactúa con otros y que forma parte de un juego en el que intervienen distintos planos. Una de las primeras sensaciones que deja la lectura de Ahora me rindo y eso es todo es la voluntad, casi total, por romper el esquema lineal de la novela histórica a través de la clave posmoderna. Lo fragmentario y las historias paralelas son, a grandes rasgos, el andamiaje que intenta soportar las múltiples historias que brotan, como en un flujo interminable, de la pluma del autor. Los tres capítulos que entrega Enrigue son espacios intercambiables en el que se desarrollan, a su vez, tres narraciones: el robo de Camila por unos apaches que destruyen su hacienda y la misión del teniente Zuluaga por rescatarla en medio del agreste territorio chihuahuense. En segundo lugar tenemos la reconstrucción histórica de “Apachería”, un espacio casi olvidado por la historia pero que fue dominado por los apaches hasta bien entrado el siglo XIX. Al final, diezmados por estadunidenses y mexicanos, los últimos guerreros entregaron las armas. Por último tenemos la historia del mismo autor que, a manera de crónica personal, nos relata su vida en Nueva York, los viajes con sus hijos, la relación con su pareja y las inquietudes que surgen cuando escarba en su identidad: mexicano descendiente de catalanes ahora migrante en Estados Unidos. El punto central de esta suerte de autoficción es una visita que hace el narrador al sur de EU, a los territorios que habitaron los antiguos guerreros. Ahí, junto a otros turistas, contemplan las huellas de Gerónimo. La mirada de Enrigue es ambiciosa. El asunto que se discutiría es la efectividad de la estructura. El autor pro-

La novela histórica parece que aún no pierde fuelle: desde los aniversarios de la Independencia y la Revolución, el mercado sigue publicando títulos que recrean, con irregular fortuna, algún pasaje de la historia.

pone un cambio en la forma pero sin modificar el fondo. Si colocamos los tres intereses por separado, sin ensamblaje, tendríamos tres libros diferentes con el tema común de los apaches. El rapto de Camila –desde este punto de vista– es un western que intenta ser convencional, aunque su tensión languidece porque el autor está muy ocupado describiendo el paisaje, las maniobras militares del ejército que comanda Zuluaga y sus costumbres. Por otro lado, el ensayo histórico compite en atención con la visita turística que, en tono de autoficción, aporta cualquier cantidad de detalles –muchos de ellos irrelevantes– porque la voz confesional del autor justifica todo. Este caleidoscopio que, en un escenario ideal, debería propiciar una vista general, una especie de fresco en el que cada elemento convive y potencia al otro, es un mecanismo cuyos engranajes lucen siempre aislados, ocupando su lugar en el libro no en función de lo memorable sino de lo lúdico y del divertimento. La razón de esta desconexión es que el entramado que propone Enrigue parece gratuito y no crea emociones. El western tarda muchísimas páginas en resolverse porque el autor, embelesado ante el mundo que reconstruye párrafo a párrafo, nos entrega una coreografía en la que cada acción debe ser narrada con todo detalle. El tono parsimonioso de la parte histórica convierte a los apaches en figuras distantes, sin interacción con el mundo que habitaron y que se narra con placer erudito. Por último, la parte autobiográfica se queda a medio camino: no se construye un discurso interesante porque el autor no se convierte en un personaje memorable. Incluso, tiende a confundirse con la voz anónima que retrocede en el tiempo y visita el mundo apache. La condición humana, fundamental para cualquier expresión literaria, no asume el papel principal porque apenas se asoma entre la erudición, la distancia y la voluntad por romper la forma.

AHORA ME RINDO Y ESO ES TODO Álvaro Enrigue Barcelona, Anagrama, 2018, 455 pp.


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HORAS DE OCIO VERÓNICA BUJEIRO

¿QUÉ SIGNIFICAN LAS ÍTACAS?

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ste es el caso de Ítaca, bitácora de un viaje, una iniciativa del grupo TRES Colectivo escénico, proveniente de Xalapa, quienes a través de un laboratorio con el dramaturgo y director Saúl Enríquez concibieron un espectáculo alrededor del tema de la migración desde una perspectiva que reflejara la crisis que se vive en este momento a nivel mundial, a partir de un acercamiento a las historias de familia de algunas de las actrices que de alguna manera dan cuenta de los movimientos internos y externos que han conformado nuestro país, y de situaciones históricas que provocaron separaciones forzadas como la construcción del muro de Berlín. El título apela obviamente al lugar al que tiene que regresar Ulises, aunque el grupo de actrices compuesto por Patricia Estrada, Karina Eguia, Daniela Abella y Karina Meneses (quien alterna con Ana Lucía Ramírez) inicia la obra aclarando que su “Ítaca” está más bien vinculada al poema de Constantino Cavafis, en donde se antepone la búsqueda antes que a la llegada a ese lugar al que creemos pertenecer. Saúl Enríquez se basa en el material sugerido por las intérpretes que vemos en escena, así como de algunas que han transitado por el proyecto, como Jessica Mueller, para crear una base móvil de cuatro monólogos sobre un niño campesino que sufre el paso del campo a la ciudad de su familia, la migración de un padre mexicano a Oklahoma por motivos económicos, una mujer que viaja a México desde España para establecer una familia y una pareja de novios separados por el famoso muro alemán. Tras su presentación, estas historias se someten a un juego de azar propuesto por el también director, en el que dos representantes del público, denominados arbitrariamente como jurados, eligen eliminar una de las historias antes de su inicio, una vez más en el clímax del relato y nuevamente previo a su desenlace, para permitir la llegada de solo una de las historias al final de su viaje. Dicho mecanismo se sostiene gracias a la empatía y profesionalismo que proveen

Ante los embates laborales de los profesionales de las artes escénicas existen actores y actrices que no esperan el llamado de un director o una compañía, sino que generan ellos mismos proyectos a partir de preocupaciones personales, y convierten sus vidas en drama.

Tony Candil

ÍTACA, BITÁCORA DE UN VIAJE Escrita y dirigida por Saúl Enríquez Presenitada por TRES Colectivo Escénico y Colectivo Área 51 ¿Dónde? En el Teatro Orientación, del Centro Cultural del Bosque ¿Cuándo? Jueves y viernes a las 20 h, sábados 19 h y domingos 18 h

las actrices con su desempeño en un límite bien llevado en ese juego constante entre la persona y el personaje, logrando una inusual y divertida participación del público, quien regularmente goza y defiende a ultranza su pasividad en el lado oscuro de la sala. La exploración sobre el tema hace un discreto elogio al movimiento que ha acompañado a la humanidad desde su inicio, resaltando la importancia que tiene en nuestro propio origen un viaje, como es el caso de la bisabuela

asturiana de Karina Eguia o la forma en la que prefigura un carácter, como lo muestra la historia del abuelo de Ana Lucía Ramírez ante la migración de la clase campesina a las ciudades. La dramaturgia de Enríquez, anclada en un estilo reconocible por su construcción diáfana y cercana, establece con esos relatos de familia escenas cotidianas en las que personajes y atmósferas hacen presente (en la mayoría de los casos) el universo geográfico y personal que las actrices interpretan. A nivel de dirección se potencia esa cualidad evocativa del texto mediante el atinado uso de mínimos recursos escenográficos, como la proyección de algunas fotos, sonidos y las cajas de madera que contienen objetos reales de las historias en cuestión. Conforme avanza la obra resulta entretenido el riesgo que tanto el grupo como Enríquez asumen al ir descartando historias, pero existe como en todo juego una sensación de pérdida e in-

completud en favor de una apresurada llegada un “destino final” que no aporta un sentido preciso al conjunto, ni logra un cierre satisfactorio. Asimismo, esta planeación revela una confección dispar en las piezas del conjunto, como es el caso de la historia de los amantes del muro de Berlín, que se torna un tanto repetitiva en la exploración de sus elementos dramáticos y contrasta en ritmo con el resto, quizás por la preeminencia de relatos acontecidos dentro de nuestra inmediatez geográfica. Aunque quizás también habrá de aventurar en esta provocación de Enríquez y TRES Colectivo Escénico un retorno repetido a esta Ítaca por el espectador y así lograr un cierre con nuestra historia en relación a la obra y sus 16 posibilidades; un reto que se antoja por la calidad y compromiso que tiene el grupo de actrices.


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EL RÍO

HORAS DE OCIO

• Con la dirección de Enrigue Singer, esta obra de Jez Butterworth presenta en su elenco a Sergio Bonilla, Ana Isabel Esqueira, Inés de Tavira y Norma Flores. El drama gira en torno a la desaparición de una joven mujer luego de visitar en su cabaña a un hombre apasionado de la pesca. • Del 1 de febrero al 3 de marzo, jueves y viernes a las 20 h, sábados a las 19 h y domingos a las 18 h • Teatro Santa Catarina, UNAM

QUÉ MIRAR ANNA PÁVLOVA E ISADORA DUNCAN, DIÁLOGOS • Bajo la dirección de Tatiana Zugazagoitia, la Compañía Tatzudanza presenta este espectáculo dancístico/teatral en homenaje a dos iconos de la danza de principios del siglo XX. Isadora Duncan y Anna Pávlova, quienes fallecieron hace 50 años, conversan sobre la danza, la vida y el éxito, con la perspectiva que les da el tiempo transcurrido de su muerte. La Dirección de Danza de la UNAM ha preparado este montaje para celebrar los 35 años de trayectoria de Carmen Correa y Tatiana Zugazagoitia. • Centro Cultural Universitario de la UNAM, Sala Miguel Covarrubias • Viernes 1 de febrero a las 20 h, sábado 2 a las 19 h y domingo 3 a las 18 h

MÁS CORAZÓN QUE PIEL • A través de la danza, esta puesta en escena está basada en el trabajo del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, a quien le ha interesado mostrar la lucha del ser humano por sobrevivir en entornos caóticos y trágicos. Aladino Rivera Blanco es el autor de la coreografía y a su cargo está la dirección general. • Museo Universitario del Chopo de la UNAM, Foro del Dinosaurio Juan José Gurrola • Viernes 1 y 8 de febrero y jueves 7 a las 20 h, sábado 9 a las 19 h y domingo 10 a las 18 h

URDIMBRE • Este proyecto escénico contemporáneo tiene como asunto los textiles artesanales en México. Khamsa Dance Project, bajo la dirección de Aline del Castillo, mezcla diseño sonoro, música original en vivo, danza y video documental para hablar sobre los ciclos y los procesos naturales. • Centro Cultural Universitario de la UNAM, Salón de Danza • Viernes 1 de febrero a las 20 h, sábado 2 a las 19 h y domingo 3 a las 18 h

PARA EL LIBRERO LECCIONES DE FÍSICA DE FEYNMAN I. MECÁNICA, RADIACIÓN Y CALOR Fondo de Cultura Económica, México, 2018. • A partir de las conferencias impartidas por Richard Feynman, Premio Nobel de Física, en Caltech de 1961 a 1963, este primero de tres volúmenes ofrece una introducción básica a la física, con temas como los átomos y la energía, las leyes de Newton y de la termodinámica y concluye con los estudios de las ondas y el sonido. MARÍA HESSE Y FRAN RUIZ

BOWIE. UNA BIOGRAFÍA

PETER FRANKOPAN

LAS RUTAS DE LA SEDA Lumen, México, 2018 • Con ilustraciones de María Hesse y texto de Fran Ruiz, este libro repasa la biografía del músico que vendió 136 millones de discos y que experimentó con una multitud de estilos en la cultura pop.

Crítica, México, 2019 • Con el subtítulo de “Una nueva historia universal”, este volumen ambicioso del catedrático de historia global de la Universidad de Oxford ofrece una nueva interpretación del pasado, centrándose en el espacio geográfico en que se forjó la ruta de la seda en las tierras de Eurasia.


VIERNES CULTURAL

28. ContraRéplica. Viernes 1 de febrero de 2019

Piezas sueltas

LLENAR EL VACÍO 1 JULIETA GARCÍA GONZÁLEZ

La historia es conocida: algunos grandes escritores del siglo XX mexicano, con su dominio de la palabra, le dieron a la publicidad grandes éxitos. A cambio, recibieron un dinero que les permitió independencia u holgura, si bien efímeras. Según el mito, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer y Fernando del Paso pusieron al servicio de la industria publicitaria su genio. A Novo se le atribuyen “Mejor mejora Mejoral” y la frase sombrerera que culminaba con “De Sonora a Yucatán, se usan sombreros Tardán”. Al autor de Palinuro de México se le adjudica la canción de “Estaban los tomatitos…”, fascinante versión gore del consumo vegetal. Por entonces (Mejoral lanzó su campaña en los años 50) la confianza seguía puesta en los productos elaborados por marcas “de prestigio”. Las ciudades comenzaban a poblarse y la promesa del futuro y el progreso seguían flamantes. Hacerse una prenda resultaba más barato pero menos deseable que comprarla en un gran almacén. La publicidad buscaba que las personas vieran con malos ojos sus propias habilidades para que favorecieran artículos en empaques brillantes, estandarizados, con el atractivo de lo nuevo: regalos cotidianos. Aunque la estrategia se volvió obvia, no dejó de tener su encanto. La mirada de Andy Warhol condensó el fenómeno con la exposición, en una galería seria, de cajas de fibras jabonosas Brillo, en 1964. Puso a la venta las mismas cajas que había en el supermercado. El artista entendía que el empaque era más poderoso que el contenido, si bien se enfrentó con el rechazo. Hoy, las cajas de Brillo están alojadas en el MoMA. Novo, Del Paso y sus colegas, por su parte, están consagrados en el panteón literario y la coquetería de tenerlos como autores de eslóganes comerciales sólo les suma virtudes. 2. A mediados de enero salió en Estados Unidos un comercial de Gillette llamado “The Best Men Can Be”. Mientras escribo estas palabras, tiene en YouTube más de 27 millones de vistas. En él vemos hombres de distintas edades, razas y condición social enfrentados a una faceta de la realidad masculina: el abuso constante a quien demuestra alguna debilidad (bullying), la misoginia, el desprecio por quienes son vulnerables. Los hombres del comercial buscan ser mejores que eso y tratan de sacudirse la frase con la que se justifican las acciones menos dignas de los varones: “Un hombre es un hombre” (A boy is a boy…), que borra de sopetón el abanico de posibilidades humanas y afectivas, reduciendo el rango a sobresaltos de testosterona. La cultura popular de las últimas décadas no tendría sentido sin esa idea de lo

DIRECTORIO Viernes Cultural, suplemento de Contra Réplica Personaje del anuncio "Like a Girl" ("Como niña") de la compañía Always.

masculino. Películas, cómics, héroes de televisión, personajes literarios y la fantasía colectiva del hombre de verdad reflejan eso: un ser sin llanto, profundo porque sí, capaz de alcanzar sus objetivos por ser hombre sin preocuparse de su apariencia, que puede darse el lujo de sentir de vez en cuando porque no teme equivocarse. A mediados de 2014 salió la campaña llamada “Like a Girl” (“Como niña”) para la marca de toallas sanitarias Always. Dirigido por la documentalista Lauren Greenfield, el comercial se aproxima a la idea de lo que significa hacer las cosas “como niña”. “¿Cómo corre una niña?”, pregunta la directora a adolescentes mujeres y hombres, “¿cómo lanza una pelota?” Los jóvenes escenifican una caricatura, doblan las manos, gimen, pretenden estar incómodos por algo que suponemos intrínseco a las niñas. Cuando la directora hace la misma pregunta a niñas de cuatro o cinco años, la respuesta es completamente distinta: las pequeñas corren con fiereza, demuestran la potencia de su brazo, ponen todo su empeño en una tarea. El equipo creativo descubrió que en el tránsito de la infancia a la adolescencia, “ser niña” se convertía en insulto. ¿Qué es “ser hombre”? Los creativos de Gillette quieren demostrar que puede ser respetuoso y capaz de enseñarle a las nuevas generaciones una forma más justa de convivir con los demás, mujeres y débiles incluidos. El anuncio de Always hizo que se levantara más de una ceja cibernética y abrió la llave a las opiniones encontradas, a pesar de llevarse los premios más prestigiados de la industria. El anuncio de

Gillette, en cambio, ha sacado verdaderas ámpulas. Los hombres pueden ser como les dé la gana, dice la gente furiosa. En YouTube, más de un millón de comentarios son negativos y brutales. 3. Hace tiempo que dejamos de confiar en los productos per se. Lo que compramos es lo asociado a ellos: una emoción, alguna posibilidad, cierta sensación de logro. En Yo y tú, objetos de lujo (2006), Vicente Verdú define a los consumidores como ‘subjetos’, seres a medio camino entre lo humano y un comprador compulsivo que encuentra sentido en lo que adquiere. Las ciudades son ya los núcleos más habitados del planeta y están construidas en torno a los objetos. La publicidad trata de adelantarse al consumo e ingresar por los poros del deseo humano. Los anuncios de Gillette y Always quitan el foco de sus productos y lo ponen en problemáticas sociales que no han sido atendidas de manera satisfactoria. ¿Deben las mujeres ser ciudadanas de segunda?, ¿merecen los hombres un espacio para ser vulnerables?, ¿son por eso menos respetables? ¿Quién es responsable de la paridad de género y de que haya iguales oportunidades para todos? ¿Qué tienen que ver las hojas de afeitar y las toallas sanitarias con eso? Mientras el debate de los temas que nos encienden no sea público y conducido con seriedad, donde antes desfilaron sufragistas y convencidos morales, estarán los publicistas, llenando el vacío.

•Director general:

Rubén Cortés •Editor: Geney Beltrán Félix •Consejo editorial: Francisco González Crussí, Enrique Florescano, Elsa Cross, Silvia Molina, Eduardo Langagne, Carmen Boullosa, Tedi López Mills.


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