Suplemento

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Número 20, 15 de febrero de 2019

Fotograma de La montaña sagrada, dirigida por Alejandro Jodorowsky.

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JODOROWSKY: ¿GENIO O CHARLATÁN? EL MULTIFACÉCITO ALEJANDRO JODOROWSKY LLEGA A LOS 90 AÑOS DE VIDA. REVISAMOS AQUÍ SU POLÉMICA INCURSIÓN EN EL CINE: ¿OBRAS MAESTRAS O BODRIOS OLVIDABLES? PÁGS. 24-26.

›LA OTRA VENEZUELA, MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICA. Al borde de una guerra civil, el país sudamericano enfrenta una gravísima crisis política, social y económica. Ofrecemos un acercamiento a tres figuras de la cultura venezolana en los campos de la música, la novela y la poesía. PÁGS. 18-22.


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18. ContraRéplica. Viernes 15 de febrero de 2019

Gustavo Dudamel, con Beyoncé, Chris Martin y Bruno Mars, en el medio tiempo del Súper Tazón 50, en 2016. Especial

EL RIESGO DE UN SUEÑO PELIGROSO HUGO ROCA JOGLAR

Beneficiado por un modélico sistema de educación musical, Gustavo Dudamel es una de las figuras más destacadas de la cultura venezolana contemporánea. Enfrentado con el régimen de Nicolás Maduro, el director de orquesta recorrerá el mundo este 2019 con la música de Beethoven.

Antes de pararse ante la orquesta, el director se ha enfrentado en soledad a la música; un silencioso enfrentamiento contra el misterio del sonido convertido en imagen: notas entre pautas suenan en su imaginación a algo que debe ser descifrado. La naturaleza del pentagrama se asemeja a la del inconsciente: mundos confusos y extraños, plagados de secretos y puertas falsas. Están las emociones y están las ideas. ¿Descifro con el corazón o descifro con la cabeza? Y está ese recurrente y lejano fragmento melódico a cargo del violín que va y viene, vago, triste, increado, entre los distintos momentos de la obra sin nunca definir sus contornos.

I.

¿Debo acentuarlo (y por lo tanto dirigir el sentido expresivo hacia la incertidumbre) o despreciarlo (y priorizar las atmósferas enérgicas de los temas principales)? La orquesta comienza a sonar y a partir de estas dudas articulo mi escucha para juzgar al director con base en sus decisiones. En la Sinfonía núm. 7 (1813) de Ludwig van Beethoven (17701827), Gustavo Dudamel (1981) dirige el entusiasta primer movimiento (Poco sostenuto-vivace) hacia un extatismo triunfante, y durante el segundo (Allegretto) decide clarificar los contornos de los dos temas principales que crecen

II.

y se desvanecen a través de una marcha cuya expresión por momentos parecería alejarse de la típica afirmación beethoveniana para ofrecer música tímida y vaga. Al clarificar los contornos –vivificarlos–, Dudamel rechaza estas apariencias fantasmales y dirige los acontecimientos hacia una definida atmósfera nostálgica en la que todas las sensaciones, incluso las sombrías, suenan enérgicas y grandiosas. Pequeños ojos de reflejos grises, fácil sonrisa con hoyuelos en los carrillos y densos chinos negros precisamente despeinados: la cara de Dudamel es la más visible de un programa gubernamental –conocido como El Sistema y creado en 1975 por el compositor José Antonio Abreu Anselmi (19392018)– que ofrece a niños en contextos marginales becas para estudiar música. Cuando a Dudamel lo nombraron, a los 25 años, director titular de la Sinfónica de Gotemburgo (2007-2012), asombró a los melómanos por la intensidad con que llevaba hacia la delicada frontera entre pasión desbordada y descontrol un repertorio –el romántico decimonónico– cuya naturaleza expresiva (la exploración del mundo inte-

III.


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rior) siempre anhela el surgimiento de báquicos directores dispuestos a correr riesgos. Como director invitado de las más poderosas orquestas occidentales, Dudamel ofreció intrépidas versiones de clásicos sinfónicos que dieron pie a escandalosos titulares: “Caos y velocidad” (sobre su Consagración de la primavera de Stravinsky), “Muerte sin abismo” (sobre su Sinfonía núm. 6, Trágica, de Mahler), “Sangre por todas partes” (sobre el poema Romeo y Julieta de Chaikovsky). Se mudó a Hollywood para dirigir a la Filarmónica de Los Angeles como relevo del finés Esa-Pekka Salonen, ganó un Grammy (por la Sinfonía núm. 4 de Brahms) y participó con Bruno Mars y Beyoncé en un show de medio tiempo del Súper Tazón, pero siguió recorriendo el mundo cada año al frente de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar (agrupación estelar de El Sistema) para ofrecer emotivos conciertos en donde adolescentes venezolanos cuyos antiguos horizontes lucían tenebrosos demostraban con sus instrumentos, desde partituras de Revueltas, Schumann o Sibelius, el místico poder de la música para sanar a la humanidad. La música de Beethoven ha sido a lo largo de la historia afirmativa e impetuosa. Cada emoción está expresada como una experiencia completa, pura y plena: sufrimiento, anhelo, terror, esperanza, dicha, derrota, terneza, soledad, desesperación y deseo son mundos cerrados en sí mismos que, mientras suenan, todo lo cubren y todo lo abarcan. Así ha sido lo beethoveniano durante dos siglos: un absoluto heroísmo sensual. ¿Podría ser distinto? Yendo hacia su música desde un nuevo panorama, ¿otro Beethoven es posible?

IV.

El 3 de mayo de 2017, Armando Cañizales Carrillo, miembro de El Sistema, fue asesinado en Caracas durante una manifestación contra Nicolás Maduro. Era violinista; estudiaba el único concierto que Beethoven escribió para su instrumento. Tenía 18 años. Una bala disparada por un policía le perforó el cuello. Dudamel escribió desde España (país en el que vive parte del año con su segunda esposa, la actriz María Valverde) un artículo en El País, en donde condena el asesinato y exige al gobierno convocar nuevas elecciones: “ Venezuela es una sola nación, un solo país en el que cabemos todos y en donde todas las sensibilidades han de participar y expresarse libremente, sin temor a la represalia, la violencia, la inseguridad en las calles y la represión”. Maduro le respondió en un mensaje televisivo: “Que Dios te perdone por dejarte engañar. Nosotros vivimos en Venezuela, no en Madrid; vivimos aquí y trabajamos por Venezuela. No te metas con quien ha apoyado la expansión cultural”. Desde entonces (mediados de 2017), Dudamel no puede entrar a Venezuela y tiene prohibido dirigir a la orquesta Simón Bolívar, con la que inter-

V.

Gustavo Dudamel en concierto en el Centro de Acción Social para la Música, en Caracas, Venezuela, 2011. Foto Macpirulin

INICIOS DE GUSTAVO DUDAMEL ¿Cuándo y dónde nació? El 26 de enero de 1981, en Barquisimeto, Venezuela ¿A qué se dedica? Es director de orquesta. ¿Cómo empezó sus estudios de músico? A los cuatro años comenzó a estudiar violín, en el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (El Sistema). Asistió al Conservatorio Jacinto Lara y a la Academia Latinoamericana de Violín. ¿Cuándo fue designado director de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar? En 1999. ¿Tiene sitio web? Sí: www.gustavodudamel.com

pretó las nueve sinfonías de Beethoven durante su última gira. Quienes nacimos entre 1980 y 1995 estamos destinados a destruirnos en soledad. Por rígidos, injustos, aburridos, ineficientes, clasistas y misóginos, aniquilamos los esquemas que guiaron la vida de las generaciones anteriores. En su lugar colocamos una libertad lúgubre y confusa que nos fragmenta. Somos jóvenes deshechos: habitamos en la incertidumbre; tras cada paso que damos, en el camino queda marcada la huella de una duda. Soñamos con un Beethoven contemporáneo: vago, andrógino e incierto. El Allegretto de la Séptima es una marcha nostálgica cuyos dos temas principales crecen y se desvanecen: ¿por qué no acentuar el desvanecimiento y enrarecer la expresión melódica: dirigirla hacia la indefinición, hacia una atmósfera fantasmal en la que todas las sensaciones suenen, al igual que nuestras almas, dubitativas, difusas e increadas?

VI.

. Desde una mirada tradicional, Dudamel dirige una Sinfonía núm. 7 de Beethoven solvente; decide –al igual que decidieron Toscanini, Von Karajan, Bernstein, Abbado, Rattle, Guillini o Klemperer– acentuar la afirmación y definir las emociones. Pero entonces, otra vez, Beethoven resulta tan ajeno. Toda esa certeza, to-

VII

Gustavo Dudamel. Creative Commons

da esa claridad, lejos de conmovernos nos resultan repulsivas. A sus 38 años, tras un eléctrico debut en el Metropolitan Opera de NY con la verdiana Otelo, Dudamel tiene un 2019 lleno de Beethoven. En julio (15, 16 y 17) dirigirá la Séptima en Italia frente a la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia. Le pedimos a Dudamel –el más visible director de nuestra generación– que durante esos conciertos desmitifique lo beethoveniano como arte viril, enérgico y grandioso; que lo haga sonar mutilado, desidioso y bisexual; le pedimos correr el riesgo de entregarse con nosotros a ese sueño peligroso.


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20. ContraRéplica. Viernes 15 de febrero de 2019

Alberto Barrera Tyszka. Especial

DE ZOMBIES,

Y ASE

GUILLERMO ESPINOSA ESTRADA l año pasado un promedio de doce mujeres fueron asesinadas, al día, en Latinoamérica (de ese total, siete sólo en nuestro país); esto hace que la nuestra sea la zona más letal para las mujeres en el mundo. En este contexto de horror e impunidad, que un venezolano radicado en México titule su novela Mujeres que matan no deja de resultarme, al menos, desafortunado. Me parece que invertir los términos, y declarar ingeniosamente que las mujeres, en lugar de estar siendo asesinadas, asesinan, relega la verdadera crisis –los feminicidios– y se enfoca en un falso problema: que “las mujeres también son violentas”, o que “a los hombres también nos matan”. Pero esta no parece ser la finalidad de Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960), al contrario. Mujeres que matan (Random House, 2019) ntenta narrar una historia de “superación personal y de empoderamiento” femenino en el contexto de lo que parece una Revolución bolivariana postapocalíptica, a cargo de un fantasmagórico “Alto mando”. Para ello, seguimos los pasos de Sebastián Ruiz Jiménez, un joven venezolano que estudia una maestría en econometría en Los Ángeles, pero que debe volver a su país tras el suicidio de su madre. Antes de morir, Magaly Jiménez dejó tres notas de despedida, todas dedicadas a su hijo; la última, una sola línea escrita con miedo y con premura, se ha desdibujado. Ahí comienza la pesquisa para entender su “verdadero y único mensaje”, ya que Sebastián se convence de que solo al descifrar esa

E

Autor de la primera biografía documentada de Hugo Chávez, el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka ha desarrollado una amplia trayectoria en distintos géneros literarios. Su más reciente incursión en la novela, sin embargo, parece quedarnos mucho a deber.

nota entenderá por qué su madre decidió quitarse la vida. Esta es la premisa de una novela que pronto se revela un tanto descuidada, así como terriblemente convencional. Gazapos en la cronología hacen que el relato se descuadre y que el lector tenga problemas ubicando los diferentes sucesos de la trama. Por otro lado, una historia tan cinematográfica como esta, tan pensada para la pantalla o para un espectador que lee con palomitas de maíz, no puede carecer de un triángulo amoroso ––un enamoramiento súbito entre nuestro héroe y una desinhibida y liberal documentalista, Elisa Naranjo, que tiene novio–– y otros ingredientes espectaculares: una buena dosis de violencia, un algo de denuncia social, una pizca de intriga política, y misterio para llegar, interesado, a las páginas finales. Dentro de esta poética de “modelo para armar” de Barrera Tyszka, hay al menos un elemento controvertido: me refiero a su discurso “feminista”. Es aquí donde el autor realmente apuesta, aunque no sé con cuanta fortuna. Y es que siempre resulta polémico (cuando no anticuado, y habrá quien diga que incluso estéril) que un escritor, desde

el privilegio masculino, se atreva a representar y debatir sobre los problemas que aquejan a las mujeres, así como a proponer soluciones para los mismos, cuando éstos radican, precisamente, en la estructura patriarcal. Aun así, Mujeres que matan postula “que los hombres no [tienen] ninguna capacidad para entender la naturaleza femenina”, “que la mirada masculina [está] genéticamente incapacitada para observar y ponderar, en toda su complejidad, a las mujeres”, y que, así, hemos creado una sociedad en la que ellas no pueden ser felices. Esto es lo que Magaly y sus amigas, reunidas en un club de lectura, logran articular leyendo un libro de autoayuda: Te daría mi vida… ¡pero la estoy usando! Ahí la autora Alma Briceño muestra que “en cada etapa de su existencia, cada mujer estaba invitada, cuando no conminada, a olvidarse de sí misma”. “Nos enseñan que el amor es un sacrificio”, dice, “que sólo podemos realizarnos entregándonos por completo, que sólo podemos ser plenamente mujeres si desaparecemos”. Y concluye: “La noción de lo femenino está irremediablemente ligada a la inmolación”. Por ello las asistentes al club de lectura deciden seguir


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FANTASMAS

(UNAS PALABRAS EN EL AGUA) ALBERTO BARRERA TYSZKA

E SINAS el consejo de la autora y no olvidarse de vivir “eventos concretos que nos dan poder y que nos liberan”, ya que “gracias a ellos, podemos ser nosotras mismas”. La forma que encuentran para lograr esto es convirtiéndose en asesinas: primero ejecutan al amante de Leonor, quien después de filmarla en una felación compartió el video en internet. Luego a una oficial del ejército, responsable de las violaciones sistemáticas que Teresa padeció mientras estuvo en la cárcel. A Ronald, el porro que asesinó a la hija de Inés después de una manifestación pacífica. A un tipo violento que golpea a la vecina de Adriana. Y a Roberto Ruiz, el padre de Sebastián y esposo de Magaly. No se entiende muy bien si a este último lo aniquilan porque él mismo le pidió a su mujer que lo matara antes de que se volviera una carga, o porque su esposa, exhausta por cuidarlo durante su larga convalecencia, estaba sacrificando su propia vida anteponiendo la de él. Me parece que esta hiperbólica fantasía –la de un escuadrón de femmes fatales haciendo justicia por propia mano– es sólo una excusa, o una coartada simbólica para abordar un tema que para Barrera Tyszka parece mucho más urgente que la violencia contra la mujer. Me refiero a los estragos sociales producidos por la Revolución bolivariana. Las mujeres empiezan a matar no porque las maten a ellas, o las secuestren, violen, acosen, golpeen o marginen, lo hacen por algo menos íntimo: es la consecuencia inevitable de la violencia ejercida desde el “Alto mando” contra todos los ciudadanos. Una violencia que va del asesinato y la persecución política, hasta la inseguridad y la esca-

sez de casi todo: medicinas, alimentos, refacciones, servicios públicos, etc. En Venezuela “ya no había mercado”, dice el narrador, “no había ni siquiera economía. Sólo quedaba el caos. Porque el caos era lo único que podía administrar el Alto mando”. Caracas “parecía estar llena de zombies o de fantasmas”, continúa, “deambulando, caminando sin sentido, en cualquier dirección”. Y las mujeres asesinas de la novela son parte esencial de ese caos: locas y sin agencia, terminan formando parte de este desolador paisaje distópico. El fracaso de Mujeres que matan radica en que no se decide a ser una novela feminista (si es que un hombre puede concebir algo semejante), ni es una verdadera obra de denuncia y compromiso político. El primer propósito falla cuando el texto se revela incapaz de sugerir o imaginar una verdadera solución al problema de la violencia contra la mujer. Pero la novela tampoco es un alegato demoledor contra un régimen bastante demolible, por cierto, como lo es el de Maduro. Falla también en su segundo propósito porque sus críticas a la Revolución bolivariana se reducen a lo anecdótico –no hay comida, no hay medicinas, no hay dinero, no hay luz– pero no hay propuestas, no hay ideas, y mucho menos un programa intelectual y político alternativo. Pareciera que, según cierta disidencia venezolana, para salvarse de las atrocidades del “Alto mando” hay que huir del país, de lo contrario uno corre el riesgo de convertirse zombie, fantasma o asesina.

Estaba desnuda, boca arriba. Tenía los ojos abiertos. Sin brillo. Como dos piedras en un vaso de agua. Cuando la encontraron, llevaba más de ocho horas hundida en la tina del baño. Las mujeres son distintas en todo. Incluso a la hora de morir. Las cosas ocurrieron más o menos así: la empleada de la limpieza se encontraba pasando la aspiradora en el pasillo. De pronto, sintió el suelo sorpresivamente blando, húmedo. Con la punta de su zapato hizo presión y la alfombra sudó agua. Eran las siete de la mañana. Ella apenas comenzaba su turno. Afuera ya había ruido de bocinas, un barullo de fondo, inquietante. Tal vez, nuevamente, había gente improvisando barricadas y trancando las calles. Entró a la habitación 701 y, de inmediato, sintió que se le mojaban los pies, el piso estaba empapado. Sin pensarlo demasiado cruzó hacia el baño, sus pasos produjeron un sonido hueco, plástico; se detuvo en el dintel de la puerta. Vio la bañera: una mano de mujer se alzaba con descuido sobre el borde de cerámica. Casi parecía un saludo flotando en el aire. Sólo necesitó dar un paso más para descubrir el cuerpo desnudo, suspendido en medio del líquido. La llave había quedado abierta y el agua se desbordada lentamente. La empleada hubiera preferido no ver nada. Pero lo vio todo. Los ojos abiertos bajo el agua. Como dos piedras. Y entonces gritó. Y salió corriendo. Y volvió a gritar. Una, dos, tres, cuatro veces.

Fragmento de Mujeres que matan publicado con autorización de la editorial.


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UNA VOZ VENEZOLANA

Ana Enriqueta Terán. Especial.

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EL POEMA

SONETO TREINTA ANA ENRIQUETA TERÁN

JULIA PIASTRO

S

u dominio métrico es riguroso, basado en un conocimiento profundo de la poesía de los Siglos de Oro: el peso de Góngora, Garcilaso, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Sor Juana es determinante en su escritura. Se le considera una poeta de temperamento clásico –clásico en sentido amplio, pues el barroco está presente en los arcaísmos y referencias eruditas que emplea con frecuencia–. Sus primeros libros dan cuenta de una amplia exploración en el terreno de las formas fijas; con el tiempo, se vuelca al verso libre, sin dejar de esgrimir una imponente musicalidad: no es casual que los maestros del versolibrismo sean poetas inmersos en la tradición, como Federico García Lorca y José Lezama Lima. Hija de una familia acomodada, se trasladó a Caracas en 1935, después de la muerte del general Gómez, que había gobernado al país durante casi treinta años. En 1946 publicó su primer libro: Al norte de la sangre. Ya había escrito, en 1938, Décimas andinas, que fue publicado posteriormente. En estos libros, la presencia de la naturaleza está dotada un carácter místico, teñido de erotismo. En 1946 Terán entró al servicio diplomático y se trasladó a Montevideo, donde publicó Verdor secreto, prologado por Juana de Ibarbourou (1949) y Presencia terrena (1949); esta obra, según Luis Alberto Angulo, marca la eclosión y madurez de la autora. Poco después, ella se desplazó a Argentina, como agregada cultural. Ahí escribió, en una sola noche, el largo poema Testimonio (1954), frente al lago Nauhel Huapi, uno de los más impresionantes de la Patagonia. En este país conoció a Juan y Eva Perón, y trabó amistad con Rafael Alberti. Pasaron casi veinte años antes de que la autora volviera a publicar. En los sesenta conoció París y Nueva York; en 1970 apareció De bosque a bosque y, años después, El libro de los oficios (1975). Esta época está marcada por una concentración temática hacia el entorno cotidiano y los objetos domésticos; asimismo, la poeta explora las resonancias que encierra su propio nombre. En

Ana Enriqueta Terán nació en 1918, y falleció en 2017, a los 99 años. Premio Nacional de Literatura, diplomática y escritora, fue una figura fundamental de la poesía venezolana del siglo XX. Su obra, de corte hispanizante, tiene el don de lo oracular: sugerente, frondosa, con cierta dosis de hermetismo.

1980 se trasladó a Jajó, un pueblo andino al sur de su estado natal, Trujillo, y en 1985 dio a conocer Música con pie de salmo, su primera obra en verso libre. En 1991 sus obras completas fueron compiladas en Casa de hablas (Monte Ávila), reunidas por la propia Terán, con material inédito. Le siguieron las compilaciones Albatros (1992), Construcciones sobre basamento de niebla (2006) y Autobiografía en tercetos trabados con apoyos y descansos en don Luis de Góngora (2007). En 2014 se publicó el libro Otros sonetos de todos mis tiempos, que incluye dibujos hechos por la poeta. Terán forma parte de una enorme y riquísima tradición de mujeres poetas venezolanas: Enriqueta Arvelo Larriva, María Calcaño, Luz Machado e Ilda Gramcko. Sin embargo, la autora declaró en entrevistas que la etiqueta de “poesía feminina” no le parecía convincente, por ser un rótulo que ubica aparte a las mujeres. Su acercamiento a las cuestiones de género no fue ideológica; podría calificarse, más bien, de testimonial. Así lo planteó en el documental Soneto elemental (2007): “[Mis poemas] fueron testimonios de mujer sin color político; de mujer dolida, de madre, de Pacha Mama.” Leídos por ella misma, sus versos adquieren una teatralidad que sólo se entiende desde la noción del poeta-vidente. Sus ademanes nos recuerdan a Pita Amor. No en balde Terán es considerada la “Pacha Mama de la poesía”: su voz, cargada de ensoñaciones, nos recuerda el firme lazo que existe entre la lírica y la invocación.

El corazón repite lo que he visto con los sentidos todos engallados; el hallazgo se arrima a los costados de algo extraño, numérico, imprevisto. Algo de selva que obedece a un cristo diferente, perverso, y rezagados de la doble visión, como rasgados documentos del pan donde resisto. Oh recia, desvelada levadura de ser frente a su muerte. Muerte sola sobre una piedra lejos. Muerte fija. Llegó. Soy el silencio de la ola. Es la muerte, la siento y su pavura me deja un doble seis en la cobija.

Poema perteneciente al libro De bosque a bosque (1970).


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HORAS DE OCIO

RODRIGO GARCÍA BONILLAS

GÓTICA DEL BÚHO

México/Culiacán, Siglo Veintiuno/UAS/ColSin, 2018. • Este libro obtuvo el 15º Premio Internacional de Ensayos que confieren Siglo Veintiuno, la Universidad Autónoma de Sinaloa y El Colegio de Sinaloa. A partir de una cuartilla mecanografiada por José Gorostiza en 1924, el autor traza relaciones con el poema Muerte sin fin, uno de los textos principales de la lírica mexicana.

PARA EL LIBRERO ALEJANDRO ESPINOSA FUENTES

AGENBITE OF INWIT Valencia, Ediciones Contrabando, 2019. • En esta nueva novela del joven autor Alejandro Espinosa Fuentes, dos jóvenes mexicanos se conocen en Madrid cursando una maestría en letras. No congenian y sus caminos se separan pronto. Pero el destino volverá a unirlos de forma sorprendente, de regreso en México, cuando uno de ellos recibe en su casa un manuscrito con un extraño título.

ADRIANA DÍAZ ENCISO

CIUDAD DOLIENTE DE DIOS SOCORRO MERLÍN Y HÉCTOR HERRERA

EMILIO CARBALLIDO Xalapa, Instituto Veracruzano de la Cultura, 2018 • Para los interesados en la obra del polifacético autor Emilio Carballido, este libro es una delicia. Pero para quienes no lo han leído y desean adentrarse en sus páginas, este tomo es el ideal, pues incluye una selección de textos de los distintos géneros que cultivó Carballido, al lado de comentarios de estudiosos y críticos.

QUÉ MIRAR HÉCTOR GONZÁLEZ JIMÉNEZ

México, Alfaguara, 2019. • Letrista de muchas canciones de la banda de rock Santa Sabina, Adriana Díaz Enciso también es autora de narrativa y poesía. En esta nueva novela, traza la historia de una niña dotada de poderes extraordinarios: Cristina tiene visiones místicas y conocimientos ajenos a su edad, que la conducen a buscar un destino superior.

AL OÍDO ALEXÉI VOLODIN

CERRADO (IMÁGENES TRABAJANDO)

FESTIVAL INTERNACIONAL DE PIANO 2019

• Coordinada por Juan Villoro, esta exposición de fotografías de Héctor González Jiménez muestra las fachadas de negocios ubicados por la calle 20 de Noviembre, en las cuales de noche es posible apreciar grafitis realizados en las cortinas metálicas, producto de una intervención artística. • Deambulatorio de El Colegio Nacional, hasta el 29 de marzo

• Este fin de semana termina el Festival con un recital del ciclo Jóvenes Talentos (en esta ocasión, Luis Villa Roa), con un programa que incluye piezas de Mozart, Chopin, Brahms y Rafael García Vera; y un homenaje a Chopin, a 170 años de su pérdida, a cargo del pianista Armando Merino. Por otro lado, la OFUNAM tendrá como figura estelar a Alexéi Volodin interpretando a Brahms, bajo la dirección de Massimo Quarta, el sábado a las 20 h y el domingo al mediodía. • Sala Carlos Chávez y Sala Nezahualcóyotl, Centro Cultural Universitario • Sábado 16 a las 18 y 20 h y domingo 17 a las 12 y 18 h ALAN AYCKBOURN

RECÁMARAS

• Bajo la dirección de Otto Minera, esta obra de Alan Ayckbourn cuenta la historia de cuatro parejas de distintas generaciones que se enfrentan a momentos de revisiones, deterioros y búsquedas. La obra es recomendaba para personas mayores de 16 años. • Teatro El Galeón Abraham Oceransky, Centro Cultural del Bosque • Jueves y viernes a las 20 h, sábado a las 19 h y domingo a las 18 h

TR / ST GONE • “TR / ST es otro de esos últimos actos canadienses que parecen haber aparecido completamente formados con un montón de pistas brillantes, desviadas en infundidas electrónicamente”: Noisey. TR / ST anuncia el lanzamiento de su nuevo LP, “The Destroyer”, el próximo 19 de abril en Crouch a través de House Arrest, al tiempo que compartió su nuevo single, “Gone”.


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Alejandro Jodorowsky. Lionel Allorge.

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EL CINEASTA

PÁNICO ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

Hacia el final de su comentario de Fando y Lis (1967), Emilio García Riera, señala en 1994 que, a pesar de haber sido, en su tiempo, uno de los defensores de Jodorowsky, la realidad es que su cine sigue sin convencerlo.

S

in embargo, agrega, en una suerte de humilde encogimiento de hombros crítico, “es posible… que una cruel posteridad me incluya en la muchedumbre incomprensiva del genio”. Han pasado 25 años desde que se publicaron esas líneas de García Riera y la pregunta sigue en el aire: la obra cinematográfica del cineasta nacido hace 90 años, un 17 de febrero de 1929 en Tocopilla, Chile, ¿realmente vale la pena o no es, en el nuevo siglo, poco más que un anacrónico muestrario de propuestas, provocaciones o tics temáticos/formales que, por definición, estaba destinado al

olvido? ¿La vanguardia no es, después de todo, lo que envejece más rápido? Hay signos encontrados que señalan en una u otra dirección. Por ejemplo, Jodorowsky no aparece en ninguno de los dos canónicos tomos del World Film Directors (1988), que compila estudios críticos de los más grandes cineastas mundiales entre 1890 y 1985 ni, tampoco, merece siquiera una pequeña entrada, una mínima mención, en The New Biographical Dictionary of Film (2009), escrito por David Thomson, no el más influyente crítico de cine de nuestros días ni, tampoco, el más serio historiador fílmico de esta época pero, eso sí, el

mejor escritor de cine en lengua inglesa, siguiendo el irrepetible e insuperable camino de nuestro Guillermo Cabrera Infante. Estoy exagerando –algo que aplaudiría David Thomson, por cierto–, pero algunos podrían alegar que si no apareces en The New Biographical Dictionary of Film es probable que no existas… por lo menos para la cinefilia angloamericana. Y, sin embargo, digan lo que digan, pero Jodorowsky se mueve. El autor francochileno sigue llamando multitudes –en el Festival de Morelia del 2013, su master class no solo llenó un teatro con capacidad para tres mil personas, sino que la gente que no alcanzó espacio dio el portazo respectivo y un centenar entró por la fuerza a escuchar al “maestro” –, su cine sigue circulando y se sigue vendiendo –la prestigiosa firma británica Tartan Video editó hace unos años la célebre trilogía pánico-mexicana formada por Fando y Lis, El topo (1968) y La montaña sagrada (1972)–, su cuenta de Twitter tiene cerca de dos millones de seguidores que leen sus sabios consejos de vida (“Trabajemos solo en lo que nos gusta. Aprendamos a respetar nuestros propios valores”) y veneran sus sesudas reflexiones (“Para llegar a ser, hay que dejar de parecer”) y, por si no fuera poco, su nombre se sigue mencionando en la prensa, incluso en escándalos muy de nuestro tiempo, pues una reciente retrospectiva de su obra, programada para exhibirse este mes de febrero en El Museo del Barrio de Nueva York, fue cancelada debido a que alguien volvió a


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leer una vieja declaración suya en la que el cineasta chileno confesó haber violado de verdad a una actriz, Mara Lorenzio, en una escena de El topo. Y aunque tanto Jodorowsky como su esposa, Pascale Montandon, han salido a aclarar en estos días que esos antiguos dichos no fueron más que un truco publicitario para provocar al respetable, lo cierto es que su retrospectiva se canceló definitivamente, lo que demuestra que, por lo menos para épater le bourgeois, su obra sigue igual de vigente que en los años 60/70, cuando realizó su trilogía pánica-mexicana, lo mejor que ha hecho, cinematográficamente hablando, en toda su carrera. Fando y Lis, su primera película, está basada en una pieza teatral del español Fernando Abarral que el propio Jodorowsky había montado un par de ocasiones en la Ciudad de México, en 1962, con Beatriz Sheridan y Héctor Ortega, y en 1967, con Sergio Klainer y la malograda Diana Mariscal. La libérrima versión cinematográfica, adaptada por el chileno en colaboración con el propio Fernando Arrabal, tenía como protagonistas a los mismos Klainer y Mariscal que, interpretando a la pareja del título, vivían una serie de experiencias y anécdotas que se movían entre el surrealismo, el exhibicionismo, la crueldad, el sacrilegio, el sadismo, la necrofilia y el erotismo más torcido y enfermo. Se trata del primer experimento fílmico basado en el llamado “Teatro Pánico”,

fundado en Paris a inicios de los años sesenta por el artista plástico y actor francés Roland Topor, el dramaturgo español Fernando Arrabal y el propio Jodorowsky. El objetivo del movimiento pánico era dinamitar las centenarias (¿o milenarias?) convenciones teatrales, acabar con el realismo costumbrista, poner en ridículo al realismo discursivo, derrumbar todo viso de academia, proponer otra manera, incluso, de hablar en el escenario.

▶ Estos mismos principios

los llevó Jodorowsky al cine, de tal forma que la película, medio siglo después, sigue siendo un amasijo de imágenes inconexas que se quieren provocadoras y hasta revolucionarias, pero que también resultan descuidadas y malhechotas, pues como el propio cineasta confesó en una entrevista periodística de esos años, en ese momento no le podría haber interesado menos el lenguaje cinematográfico clásico (“¡Al cuerno las tomas, los ángulos, los efectos!”).

Fotograma de Fando y Lis, dirigida por Alejandro Jodorowsky.

De todas formas, la película se convirtió, como seguramente lo había previsto y buscado Jodorowsky, en una causa célebre cuando se presentó en la entonces inevitable Reseña de Acapulco de 1968. Una parte del público protestó indignada en la misma función, hubo gente que propuso que se expulsara a Jodorowsky del país (mismo trato que había recibido Luis Buñuel al estrenar Los olvidados en 1950) y hasta el sindicalismo cinematográfico charro de esos tiempos acusó que la película había sido realizada sin obedecer las reglas de la industria, por lo que se debía prohibir su exhibición. Al final de cuentas, la película sí se estrenó, aunque hasta junio de 1972, con un buen recibimiento de la crítica y un modesto éxito de público, pues la cinta se sostuvo durante cuatro semanas en la cartelera chilanga. La lección había sido aprendida a la perfección por Jodorowsky: su meta era provocar, aunque no por la mera provocación misma, según él, sino porque a través de ella ayudaba al espectador a la “liberación de energía”. A su “sanación”. Su siguiente cinta, el western zen El topo –si no su mejor película, acaso su obra más propositiva, por su juego con las convenciones del cine del oeste, uno de los espacios fílmicos por excelencia– se convirtió en un impresionante éxito de público y de crítica. La cinta se exhibió durante veinte semanas en la Ciudad de México, llamó a multitudes


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Fotograma de El topo, dirigida por Alejandro Jodorowsky.

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en los cines culteranos de Nueva York –donde se sostuvo durante varios meses– y fue invitada, fuera de concurso, a presentarse en el Festival de Cannes. El topo se convertiría, casi de manera automática, en una cinta de culto, la afortunada mezcla de una premisa muy convencional –se trata, básicamente, de un western de venganza– con las inclinaciones pánicas de Jodorowsky. El resultado fue, en palabras de José de la Colina, un “western metafísico, apólogo zen en forma de folletín de aventuras, fábula neocristiana neobudista, historieta pánica y hasta sermón de rabino que se sueña juglar, o de juglar que se piensa rabino”. Más allá de esta insuperable descripción escrita por De la Colina, la realidad es que El topo fue todo un acontecimiento en el escenario fílmico de muchas partes del mundo, en especial de Estados Unidos, pues el mismo público que retacó noche tras noche el cine Forum o el teatro Elgin de Nueva York, lo haría poco después para lanzar las carreras de John Waters (Pink Flamingos, 1972) o David Lynch (Cabeza de borrador, 1977). La audacia y el descaro de Jodorowsky le abriría, pues, las puertas a otra generación de cineastas, esos sí destinados a desarrollar una larga carrera fílmica. La última cinta de la trilogía pánica fue La montaña sagrada, que empezó como producción mexicana, pero fue

finalizada con dinero de una compañía estadounidense, una tal ABKCO Films, manejada por Allen Klein, el representante de John Lennon, un ardiente admirador de Jodorowsky. La montaña sagrada es otra delirante puesta en escena en la que el propio cineasta aparece en el centro del encuadre –como antes había sucedido en El topo– ahora en el papel de un maestro zen. La sucesión de imágenes extrañas y esotéricas no conoce descanso: un grotesco bestiario al que le siguen mutilaciones y transformaciones al pasto, con escenas de violencia y sexualidad tan gráficas que, cuando la cinta se estrenó en México en 1975, su duración original de 126 minutos se redujo, vía la censura echeverrista, a solo 105. Después de esta inclasificable trilogía, Jodorowsky dejaría el cine algún tiempo, pues su siguiente filme, Tusk (1980), el más convencional y, en mi opinión, el mejor de su filmografía, no sería realizado hasta la siguiente década. Luego, volvería a la provocación pánica con Santa Sangre (1989), un thriller metafísico de raigambre hitchcockiana que tiene como protagonista a un joven (Axel Jodorowsky, hijo del cineasta) que se funde con su madre sin brazos (Blanca Guerra) para cumplir el destino violento de ella: una especie de nuevo Norman Bates. De su cine posterior (la casi desconocida cinta británica The Rainbow Thief/1990 y las semiautobio-

gráficas La danza de la realidad/2013 y Poesía sin fin/2016), más valdría guardar un franciscano silencio: no pertenecen a la misma categoría de la original trilogía pánica. Qué remedio: cuando tu único objetivo es escandalizar, llega el momento en el que no asustas a nadie. Peor aún, empiezas a dormir al público. El Jodorowsy de los años 60/70 no lo habría permitido.


VIERNES CULTURAL VIernes 15 de febrero de 2019. ContraRéplica. 27

HORAS DE OCIO JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

NUEVA ESTRELLA DEL al vez no exista ningún género narrativo en la actualidad que se desarrolle con más fuerza que el policiaco. Este fenómeno tiene varias causas. La más evidente, quizá, es que su relato privilegia la trama sobre otros aspectos: la sucesión anecdótica debe tener la fuerza suficiente para enganchar al lector en un primer momento y para mantenerlo interesado a lo largo de la misma; se podría sostener, incluso, que el género es uno de los herederos más socorridos de la novela de aventuras. De ahí que no sea casual, por ejemplo, iniciar con una escena fuerte, el crimen mismo. Más tarde, se alternará la investigación del caso con el conflicto interno de los personajes. Dependiendo de la obra, se pasará del descenso a los abismos del detective en turno y, en algunos casos, podremos ser testigos del pasado tormentoso del antagonista para así conseguir picos de tensión dramática a lo largo del relato. Otra de las causas descansa en que el género ya no sólo pertenece al campo de lo literario. Basta con repasar las guías televisivas para comprobar que el policiaco ha saltado de las páginas a la pantalla con bastante calidad en muchos de los casos. Esto último ha permitido, también, que sea difícil imaginar nuevos crímenes o modelos de investigación. Existen series que entregan una veintena de casos al año que, si bien no corresponden a una novela, sí utilizan muchos de los planteamientos narrativos que antes sólo pertenecían a lo literario. Así, cuando se pretende escribir una novela policiaca, se ha de tener en cuenta la multiplicidad de registros ya utilizados no sólo por los propios libros sino por series y películas. La cantidad de crímenes y formas de resolverlos es limitada, por lo que es necesario ofrecer nuevas perspectivas a problemáticas ya planteadas: lenguaje, introspección y demás elementos que permitan trascender lo que se puede mostrar en una pantalla. Tal es el caso de Flores sobre el infierno de Ilaria Tuti. Es una primera novela que ha recibido la aclamación de

Ilaria Tuti. Especial.

GÉNERO POLICIACO T

la crítica en su país de origen. Incluso la han nombrado “reina del thriller”, algo excesivo si se lanza la vista atrás y se topa uno con nombres como el de Agatha Christie o Patricia Highsmith. Haciendo de lado la recepción extrema, lo cierto es que Tuti ha sabido escribir una novela con una trama que no decepciona. Dentro de un paisaje invernal y montañoso, un primer cadáver aparece con los ojos arrancados. La investigación corre a cargo de la comisaria Teresa Battaglia, quien, por esos días, acaba de incorporar a su equipo a Massimo Marini. Ella lleva a cuestas la decadencia que parece el factor común en los grandes detectives (quizá con la excepción de Salvo Montalbano, de Camilleri): es diabética, está vieja y carga un pasado que le lastra los ánimos. Para colmo, su nueva mano derecha es un fuereño joven y guapo que parece no estar en sintonía con absolutamente nada. De hecho, ella se encarga, una y otra vez, de hacerle ver su incompetencia. Es aquí cuando los préstamos en-

tre diferentes campos narrativos cobra forma. Teresa es especialista en perfiles criminales. Es capaz de dilucidar con claridad las motivaciones de un asesino con sólo observar la forma en que va dejando a su paso los cadáveres. Esto sería novedoso de no ser porque la televisión nos ha mostrado demasiados ejemplos sobre este tipo de investigación; baste con pensar en Criminal Minds para no ir más lejos. La diferencia, sin embargo, es que a la hora de perfilar a su asesino, la comisaria Battaglia genera una empatía inusual con éste. Pronto descubre que nadie puede matar de la forma en que su antagonista lo hace si no es porque ha vivido una existencia de sufrimiento extremo. Entonces, ella sufre por las víctimas y por el victimario. Es cuando se vuelve relevante el segundo plano de la novela, el que se funda en el pasado. Varios años antes, un perverso experimento de tintes casi nazis destruyó la vida de muchos niños. Uno en concreto será el que interese. Y es ahí donde las artes de

¿DE QUÉ LIBRO HABLAMOS? Flores sobre el infierno Autora: Ilaria Tuti. Editorial: Alfaguara. Género: Novela policiaca.

Massimo lo vuelven un elemento necesario, más allá del habitual patiño o prosélito con el que se suelen acompañar algunos detectives: él encuentra información donde nadie había buscado. Flores sobre el infierno es una novela que se lee de un tirón: consigue involucrarnos con los personajes y que deja una serie de cabos sueltos que anticipan una secuela. Esta novela no habría existido en una época diferente, sin las influencias de mucha narrativa policial. Pese a ello, su autora consigue crear a un criminal interesante dentro de un contexto único; algo nada sencillo considerando todo lo escrito. Es probable que los especialistas en el género y los lectores ávidos encuentren muchas referencias e intertextualidades. Esto no representa un menoscabo. Para el resto de los lectores, la novela les hará pasar un muy buen rato. A fin de cuentas, la develación del misterio es otra de las razones por las que el policiaco actual goza de tan buena salud. Ilaria Tuti no decepciona.


VIERNES CULTURAL

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PIEZAS SUELTAS

UN AÑO MÁS JULIETA GARCÍA GONZÁLEZ

“L

os cumpleaños”, dice Barrera Tyszka, “son acumulativos e inevitables” (tal vez citando a Borges). “Sería bueno que pasaran los años”, suma mi madre, tallándose un lagrimal que no la deja en paz y que la hace parecer una Mater Dolorosa permanente, “pero mírame: se quedan”. Y mi padre decía que los cumpleaños son eso: años cumplidos. Empiezas uno nuevo y no lo cuentas por pudor. Supongo que, en general, es preferible celebrar que estás a ya no celebrar. Lo cierto es, también, que los cumpleaños se modifican conforme pasan los años y lo que se festeja cambia según la edad y la época. Mis dos abuelas rebasaron los noventa y, al final, soplaban las velas más para los asistentes a su convivio que para sí mismas: sus deseos y sus afanes puestos ya en otro sitio. Los niños pequeños miran los globos, las velas y el merengue del pastel con un azoro no siempre feliz y comparten el entusiasmo de los otros casi por cortesía. Los festejos de la adolescencia son explosiones donde cabe la posibilidad de mezclar en igual medida hormonas y cervezas, con resultados que pueden pasar al catálogo de lo cómico, lo trágico, lo mágico o lo vergonzoso. Es en la edad adulta que los 365 días acumulados cobran un sentido más real, un peso específico. Se apagan velas o se hacen fiestas con el reloj bajo el brazo y una mirada que avanza en el horizonte conforme el futuro se vuelve presente y, más tarde, pasado. Los cumpleaños son un recordatorio constante de las promesas y las intenciones que quedaron a medias, pasaron al olvido o se cumplieron, a veces para mal. Los entusiastas de la vida suman aplausos como estos: “Después de los 30, todo es cuesta abajo, ya verás”; “Has llegado a la edad del nunca antes: nunca antes me había dolido la rodilla, nunca antes me había dado neumonía, nunca antes había subido de peso”. Casi siempre, semejantes recetas van aunadas de listas de padecimientos: uno perdió el pelo en la coronilla a los 35, otro empezó con hemorroides acercándose a los 40; una más subió de peso sin control muy antes de la menopausia y otra dejó de caminar erguida por una escoliosis poco antes de los 50. Los años, aparentemente, generan fascinación por las desgracias corporales que se acumulan de forma natural. Nuestros cuerpos son campos de batalla en los que la enfermedad y la tristeza dejan huellas más permanentes que la dicha y el sosiego. Ahora sí Borges: Carlos Ares entrevistó

DIRECTORIO La autora de esta columna, a los tres años de edad, en una fiesta de cumpleaños. Especial.

Viernes Cultural, suplemento de Contra Réplica •Director general:

al argentino en 1985 con motivo de su cumpleaños. Borges le dijo: “En el transcurrir de una larga vida, uno se impacienta frente a la muerte. He aprendido a sobrevivir recordando un proverbio chino: ‘Nadie es tan viejo que no se pueda morir el año que viene y nadie es tan joven que no se pueda morir mañana’”. Ares consigna que en el departamento hay gente desconocida que le quiere hacer regalos; una improvisada le lee su poesía y le ofrece trufas caseras (“Nunca me gustaron”, rechaza Borges). Ares escribe: “No espera regalos o dice que no los espera. Y le molesta ‘esa gente que hace versos, que me dedica sus cosas, bien intencionadas, pero tan malogradas’”. Alguno de los desconocidos —que preocupan e inquietan al autor— le “recuerda nuevamente los 86 años” a lo que Borges responde, desdiciendo el proverbio chino: “No se preocupe por saludarme, no existo. A mi edad, es una vergüenza celebrar el cumpleaños. Es injusto”. Hombres y mujeres no cumplimos años de la misma forma. Todo el mundo sabe que, con la edad, los hombres se vuelven interesantes y las mujeres nos volvemos viejas. Tal vez merezcan comillas algunas palabras: “interesantes” y “viejas”, por ejemplo. La “edad de la plenitud” es más posible si eres hombre, blanco y con cierto estatus. La cerveza Dos Equis presentó con éxito a “El hombre más interesante del mundo”: Jonathan Goldsmith —con su piel tostada, su barba blanca, las arrugas que lo delataban como experimentado— entraba a restaurantes para beber cerveza con mesura y rodearse de mujeres jóvenes y guapas. Goldsmith protagonizó la campaña de los 71 a los

76 años al lado de chicas que podían ser sus nietas, pero que lo miraban con deseo. Una mujer de 71 sale en los comerciales como abuela, si bien le va. Y no es “la mujer más interesante del mundo” si tiene el pelo blanco. Sus arrugas no ofrecen una ventana a la experiencia —al menos, no una a la que un grupo de muchachitos sensuales se quiera asomar—. Goldsmith podía desear y ser deseado —en los segundos que duraban los comerciales, los comentarios en redes, las pláticas de sobremesa— sin que se le ocurriera a nadie que algo similar podría hacerse con una mujer. Y para hablar de “viejas”: Sara García se mandó quitar los dientes a los 45 años y se lastimó una rodilla “para poder usar el bastón con naturalidad”. Así interpretó a doña Panchita en Allá en el trópico y así se transformó, antes de los 50, en la “abuelita del cine nacional”. Sucedió que una mujer se aceptó como “vieja” con naturalidad. En el entorno, pareció normal, una movida exitosa. Cumplo un año más y pienso, como antes y como siempre, en las posibilidades de lo que viene. Me siguen gustando los pasteles, aunque menos dulces y sin velas. Me gustan las fiestas y la compañía que he cultivado con el tiempo. Y ya no me agobia que la gente que quiero no me llame el día exacto de mi cumpleaños o lo olvide, porque ahora mido los afectos con parámetros que no caben en fechas ni en los compromisos de la memoria. Amanezco de buenas las mañanas en que celebro un año más de estar viva, bajo el signo de Acuario.

Rubén Cortés •Editor: Geney Beltrán Félix •Consejo editorial: Francisco González Crussí, Enrique Florescano, Elsa Cross, Silvia Molina, Eduardo Langagne, Carmen Boullosa, Tedi López Mills.


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