Contratiempo 02 - Junio 2003

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Editorial Raúl Dorantes & Febronio Zatarain Elvira Arellano y los arrestos en el O’Hare Joshua W. Hoyt Amnistía: Indispensable para garantizar la seguridad nacional Lorraine Mora La Ley Patriótica: ¿Para proteger la nación? Jorge Mújica Metedólares contra sacadólares Peio Aierbe La emigración a Europa tras el 11-S

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Itzel Muñoz Café; Imágenes Erika Buchancow Uptown Yolanda Avellaneda Howard José Díaz Como cualquier otro pinche día Daniel Patiño El almuerzo Joel Soto Los retornos

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Jochy Herrera Raising Victor Vargas: Diario de un dominican-york Delia Negro “La Nena” en el Aguijón Leda Schiavo El Premio Juan Rulfo cumple su primera década Carmen González Monterroso: Augusto John Barry Temas y variaciones en Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes José Ángel Navejas A 200 años de Emerson Juan Mora Torres Berger y el inmigrante: El séptimo hombre Marco Antonio Escalante Trabajos del odio Julio Rangel El cierre del Hothouse: ¿Seguridad u hostigamiento? Luis Soto Denzura, el regreso de La Barranca

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Jesús Acuña Pintor. Originario de Jérez, Zacatecas. Febronio Zatarain. Egresado de la Universidad de Guadalajara. Enseña GED en el Lakeview Learning Center de Chicago. Lorraine Mora-Chávez Politóloga, egresada de la Universidad de Chicago. Jorge Mújica Periodista. Radica en Chicago desde 1989. Es también fundador de la Coalición Internacional de Mexicanos en el Exterior.

Peio Aierbe Periodista vasco. Publica artículos relacionados con los fenómenos migratorios en la revista Mugak. Itzel Muñoz Nació en la provincia de Jalpa, Zacatecas, en 1973. Lleva catorce años viviendo en Chicago. Erika Buchancow Nació en Buenos Aires, Argentina en 1980. Vive en Chicago desde hace dos años. Estudia inglés en el Lakeview Learning Center.

Yolanda Avellaneda Buenos Aires, 1970. Lleva viviendo en Chicago tres años. Estudia inglés en el Truman College. José Díaz Nació en la Ciudad de México en 1978. Abandonó la UNAM para venir a Chicago en el 2000. Daniel Patiño Originario de Naucalpan, Estado de México, donde terminó sus estudios de bachillerato. Llegó a Chicago hace tres años.

Joel Soto Ciudad de México, 1983. Estudia inglés en el Lakeview Learning Center. Jochy Herrera Escritor de origen dominicano. Vive en Chicago. Delia Negro Uruguaya. Actualmente es profesora de español del Instituto Cervantes de Chicago. Leda Schiavo Argentina. Autora del poemario Con las debidas licencias. Carmen González Madrid. Ha vivido en Chicago por tres años. Es parte del cuerpo administrativo del Instituto Cervantes. John Barry Profesor de literatura de la Universidad Roosevelt. José Ángel Navejas Cursa la maestría en literatura latinoamericana en la Universidad de Illinois. Juan Mora Torres Originario de Tlalpujahua, Michoacán. Recibió el doctorado en historia de la Universidad de Chicago. Recientemente publicó The Making of the Mexican Border.

Marco Antonio Escalante Escritor peruano. Vive en Chicago. Luis Soto México, 1978. Miembro del Taller Literario El coyote. Vive en Chicago.

Ricardo Armijo Raúl Dorantes Francisco Piña Julio Rangel contratiempo 312.529.4314 Chicago, Illinois revista@contratiempo.com Ilustraciones: Jesús Acuña


Editorial En la tragedia del pasado 14 de mayo murieron –producto de la deshidratación y la asfixia– diecinueve migrantes de origen mexicano y centroamericano en el área de Victoria, Texas. El grupo, que rebasaba las 70 personas, era transportado en una caja de tráiler en condiciones comparables a la manera en que los africanos eran traídos al Continente Americano durante la época de la Colonia. Como se sabe, muchos de aquellos africanos también morían asfixiados o deshidratados en el fondo de los “barcos negreros” en alta mar. Tanto los africanos de aquellos siglos como los inmigrantes de nuestros días, han sido forzados a abandonar sus lugares de origen. Los primeros de un modo abiertamente involuntario y violento; los segundos de forma más sutil. La causa de estos fenómenos paralelos se ubica, sin duda, en la necesidad de tener mano de obra gratuita, en un caso, o mano de obra barata en el otro. Por eso, no es aventurado afirmar que el ser inmigrante indocumentado en nuestros días equivale históricamente a ser esclavo en la primera mitad del siglo XIX. Recordemos que en la actualidad se firman tratados en los que se contempla la inversión de capitales y la creación de franjas industriales en los países pobres sin que se estipule el pago de salarios mínimos que garanticen la sobrevivencia del trabajador y su familia. Y mientras en estos tratados no se plantee la necesidad de elevar el nivel de vida en todos los sentidos, la gente de esas poblaciones seguirá migrando al Norte. Esta situación no sólo se da en los Estados Unidos. Desafortunadamente, la comparten los otros dos polos del poder económico mundial: la Unión Europea y la llamada Cuenca del Pacífico. Así como se han vuelto cotidianas las muertes de inmigrantes en la frontera sur y de balseros en el estrecho de La Florida, así también son frecuentes las muertes de norafricanos que cruzan en pateras el Estrecho de Gibraltar o de rumanos que fallecen ahogados en el Mar Adriático. Como se podrá observar en el artículo de Peio Aierbe y en la entrevista a Joshua Hoyt, publicados en esta edición, ni los Estados Unidos ni los países que conforman la Unión Europea están tomando en cuenta las muertes de estos inmigrantes –obviamente necesarios para el desarrollo de sus respectivas economías– al determinar sus nuevas políticas migratorias y de seguridad nacional. La falta de matices los ha llevado a confundir al inmigrante con el terrorista. O más bien, los gobiernos de los países poderosos han tomado los ataques terroristas como pretexto para establecer leyes migratorias y operaciones policiacas netamente racistas. Un ejemplo: antes del 11 de septiembre, la Administración Bush estaba en negociaciones para otorgar la amnistía a cuatro millones de indocumentados y a la vez en pláticas para crear un programa de trabajadores huéspedes. El liderazgo del Partido Demócrata iba todavía más allá al proponer que la regularización incluyera a todo indocumentado, sin importar su nacionalidad. Como sabemos, la posibilidad de una amnistía también se vino abajo la mañana del 11 de septiembre. Y a partir de esa fecha los primeros en sufrir la represión gubernamental fueron los inmigrantes de origen árabe; en el 2002, las detenciones se extendieron a cualquier inmigrante del que simplemente se sospechara que fuese indocumentado y que trabajase en algún punto considerado estratégico para la seguridad; y hace apenas unas semanas el procurador general John Ashcroft señaló que su Oficina se guardaba el derecho de mantener bajo custodia durante tiempo indefinido a cualquier inmigrante arrestado por Migración sin importar que un juez estableciera la libertad condicional. Y así, esta enumeración de las medidas anti-inmigrantes y discriminatorias podrían llenar el espacio que nos queda de esta página. Sin embargo, a pesar de la recesión económica estadounidense, este país sigue requiriendo la mano de obra barata de esos seis o siete millones que trabajan en los campos, en las fábricas, en los hoteles, en los restaurantes... Y también sigue requiriendo a los que están cruzando la frontera hoy y a los que cruzarán mañana. Entonces, si hay tal necesidad, ¿por qué esa obstinación por encarpetar el proyecto de regularización de estos trabajadores?, ¿por qué el miedo a establecer un programa de trabajadores huéspedes con los países latinoamericanos? Lejos de encontrar respuestas que beneficien a los inmigrantes y a la vez a la economía de los países receptores, los gobiernos de Blair, Aznar y Berlusconi, entre otros, también se han dedicado a castigar a sus trabajadores inmigrantes, como si dichos trabajadores fuesen culpables de la inseguridad mundial. No quieren entender que tanto la implementación de una amnistía como la puesta en marcha de programas de trabajadores huéspedes, no se contraponen a la idea de crear un sistema de seguridad confiable. Por último, las 152 personas muertas que intentaban cruzar el Estrecho de Gibraltar durante el año pasado, y las 78 muertes de migrantes mexicanos que se han podido identificar a lo largo de la frontera sur en lo que va del año, nos revelan que la militarización de las líneas fronterizas sólo provoca una mayor proliferación de mafias dedicadas al tráfico humano. Está claro que los pobres que han decidido migrar en busca de una vida mejor harán todo lo que esté a su alcance, incluso el arriesgar la vida, para lograr estar del otro lado.

contra tiempo


Raúl Dorantes & Febronio Zatarain Eran pasadas las nueve de la noche del 10 de diciembre. Elvira Arellano iba a la casa de su babysitter cuando sonó el celular. –¿Dónde te has metido? Te he estado llamando toda la tarde para avisarte que la migra anda haciendo redadas en el O'Hare. –¿Sí…? Yo fui una de las que agarraron, y me acaban de soltar.

Elvira nació en Marabatío, Michoacán, un pueblo, como muchos otros del país, que para salir adelante ha tenido que enviar a una gran parte de su juventud a los Estados Unidos. Pues la mejor opción que se le presenta a un joven recién salido de la secundaria o de la preparatoria sigue siendo la de emigrar. El nombre de “California” adquirió la categoría de centro de trabajo en muchos pueblos de Michoacán en la década de los cuarenta. En aquellos años fueron contratados para la pizca de la uva muchos hombres de Marabatío y sus alrededores a través del Programa Bracero. Es sabido que el grueso de los trabajadores agrícolas de Michoacán eran “enganchados” en la ciudad de Irapuato, después los trasladaban a la frontera y los cruzaban de Mexicali a Caléxico; finalmente eran enviados a los campos de California. El abuelo de Elvira Arellano fue uno de esos trabajadores. Nos cuenta que después de muerto el abuelo, ella y su hermana Guille encontraron una caja en la que se hallaba la tarjeta que lo había acreditado como “bracero”, y desde entonces el cruzar la frontera con la tarjeta en mano se volvió uno más de sus juegos infantiles. Y así como Elvira tenía a un abuelo inmigrante, la mayoría de los niños de ese pueblo tiene en la actualidad al padre, a la madre o al hermano trabajando en los Estados Unidos. Algunos de estos emigrados empiezan su regreso temporal a Marabatío en la víspera de la fiesta de San Miguel Arcángel, que se celebra el 29 de septiembre. Otros más se esperan hasta el Día de los Muertos y el pueblo ya se desborda para las fiestas navideñas. Es fácil deducir que la economía de Marabatío se reactiva a mediados de octubre e inicia su descenso a mediados de enero, ya que el pueblo comienza a despoblarse después de la Fiesta de Reyes. Así como en algunas partes el ir a la universidad puede ser una manera de progresar, en Marabatío el progreso hoy por hoy está conectado con la emigración. Por eso no es gratuito que una muchacha como Elvira haya considerado esa opción. En 1993, a la edad de diecisiete años, Elvira terminó su carrera de auxiliar de contabilidad y casi de inmediato consiguió trabajo en una panadería llamada “La fortuna”. Entraba a las 8 de la mañana y salía a las 9 de la noche, con dos horas al mediodía para ir a su casa a comer. Esto de lunes a sábado. En esa panadería ganaba 120 pesos a la semana (aproximadamente 5 dólares al día), sin seguro médico y sin vacaciones. Nos comenta que este salario apenas le alcanzaba, y que el comprarse una prenda de vestir implicaba pedirle dinero a su padre a mediados de la semana. A los pocos meses se enteró que en la tienda de abarrotes Hermanos Miranda necesitaban a una persona que

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les llevara la contabilidad. El salario subió a 150 pesos por semana, con el mismo horario de trabajo, pero con seguro social. Realmente, el trabajo de contabilidad era mínimo y para no verse inactiva ante los patrones empezó a participar en la atención a los clientes, es decir, a rebanar jamón, a acomodar productos y a cobrar. El salario aquí pronto ascendió a los 180 pesos semanales. Tanto en La fortuna como en la tienda Hermanos Miranda aquellos empleados que abandonaban el trabajo era siempre para venirse al Norte. Y de la misma forma en que Elvira miró a los muchachos y a las muchachas que se iban, así también ella fue vista por los que se quedaron. Éste es un ciclo que se repite una y otra vez en cualquier pueblo de emigrados. Elvira no se vino directamente a los Estados Unidos. Primero se fue a Reynosa, Tamaulipas, con el fin de ahorrar lo suficiente para el cruce. En esta ciudad trabajó alrededor de ocho meses en una maquiladora de la Panasonic, tiempo en que se mantuvo en contacto con su amiga Lupita, que ya se hallaba en el estado de Washington. Lupita la conectaría con los coyotes cuando Elvira ya tuviera los 1,200 dólares que le cobrarían por cruzarla por la línea. En agosto de 1997, Elvira viajó de Reynosa a Mexicali. En esa ciudad fronteriza se encontró con los coyotes. Según lo establecido, trataron de cruzarla por la línea. Nos dice que las instrucciones fueron las siguientes:

“enseñas la mica, y si pasas alguien te va a estar esperando del lado de Caléxico. Acuérdate que si te agarran, das otro nombre”. Por desgracia, Elvira tuvo que dar otro nombre. Una vez que le tomaron las huellas digitales y que fue fotografiada, la devolvieron a Mexicali. Ya era de noche, y estaba dudando si ir o no al domicilio que le habían indicado los coyotes cuando por suerte la abordó una anciana. Elvira le explicó lo que le sucedía y la anciana le ofreció pasar la noche en su casa. A la mañana siguiente, fue a la casa de los coyotes. –¿Dónde te metiste? Como ya no se podía por la línea, ahora iban a intentar pasarla por el rehilete, que es la puerta giratoria de metal por la que “sólo” se puede entrar del lado de Caléxico a Mexicali. “Al cabo que estás flaquita”, le dijeron. Esta vez sí se pudo. Ese día, en Mexicali se juntaron tres momentos del pasado familiar: por ahí había pasado el abuelo con su tarjeta de bracero, por ahí cruzaba Elvira en sus juegos infantiles con la misma tarjeta de su abuelo y por ahí de nuevo cruzó Elvira para iniciar finalmente su vida de emigrada. En Wapato, Washington, Lupita ya le tenía un trabajo de babysitter. Elvira se encargaría de cuidar a tres niños de un matrimonio mexicano. Allá no tendría problemas de alquiler o de pago de cuentas porque viviría con esta familia. A fines de septiembre, conoció al que sería el padre de su hijo en una lavandería. Se cayeron bien desde el principio. Nos dice que “Benjamín trabajaba en el corte del `jape’, una yerba que se usa para hacer cerveza. El único problema es que yo era católica y él de una religión cristiana. Por eso también, él no era de bailes ni de fiestas”. Pero de todos modos lo convenció de visitar a la virgen el 12 de diciembre, y para el 14 de febrero fueron juntos a ver al cantante grupero Ezequiel Peña. La relación con Benjamín marchaba bien. Pero cuando a principios de mayo ella le dijo que estaba embarazada, “él me reclamó por no haberme cuidado. Yo sencillamente le dije que nomás se lo estaba diciendo para


que supiera, no para que cumpliera”. Desde entonces no lo ha vuelto a ver. El 18 de diciembre de 1998, nació Saúl. Pero el hecho de que su amiga Lupita se hubiera mudado a Chicago y la idea de tomar distancia de Benjamín, la llevaron a cambiar de aires. Elvira y Saúl llegaron a Chicago en junio de 2000. Elvira y su hijo no llegaron directamente a Chicago sino al suburbio de Aurora. Vivió ese tiempo con la familia de Lupita. Y al no haber oportunidades de trabajo en Aurora, se mudó a la ciudad, primero a la Cuarenta y siete y después al barrio de Pilsen. Ya viviendo en Pilsen, iba a la agencia de trabajo diario Labor Temps de La Villita donde, como es común, había días que la mandaban y otro días que no. Con el cheque de la Labor Temps apenas podían sostenerse. En febrero de 2001, vio un anuncio en un periódico en el que solicitaban gente para trabajar limpiando aviones en el aeropuerto O’Hare. Llamó y le dijeron que sólo necesitaba su tarjeta del Social Security y una identificación con fotografía; no tenía la tarjeta pero sí contaba con la identificación (su licencia de conducir que había podido sacar en Washington ya que en ese estado no se requiere un número de seguro social). Así que tuvo que ir a la calle Veintiséis para conseguirse una tarjeta. La compañía de limpieza World Services la contrató de inmediato y la enviaron directamente al O’Hare. Ya llevaba seis meses trabajando de afanadora cuando se enteró que dos aparatos como los que ella limpiaba se habían estrellado contra las Torres Gemelas de Nueva York. La víspera había empezado a limpiar a las cinco de la tarde y había terminado a las cinco de la mañana, que era más o menos su jornada regular. Nos dice que en su departamento no entraba mucho el sol y eso le permitía dormir hasta tarde. La mañana del martes 11 se levantó alrededor de las diez y encendió el televisor. En lo único que pensó fue que se había quedado sin trabajo porque todos los aeropuertos del país se habían cerrado. El viernes 14 fue a cobrar su cheque y le pidieron que se quedara a trabajar; como no llevaba el uniforme convinieron que se reintegraría el lunes 17 de septiembre. Debido a la crisis económica por la que estaban pasando las aerolíneas, World Services recortó su personal así como las jornadas laborales. Ahora Elvira trabajaría sólo de 5 de la tarde a 9 de la noche. Pasaron los meses, y con ellos el primer aniversario del ataque terrorista. Elvira seguía limpiando aviones y ganando ya siete dólares por hora; a veces le llegaban noticias de que en Los Ángeles habían efectuado redadas de indocumentados que trabajaban en los aeropuertos. Estas redadas eran parte de un operativo nacional en la que estaban participando varias agencias federales; en esta ciudad adquirió el nombre de Operation Chicagoland Skies. “Aunque algunos amigos me lo mencionaban, yo no relacionaba esas redadas conmigo. No fue sino hasta la mañana del 10 de diciembre…” A las 8 de la mañana la despertaron varios toquidos. Su hijo siguió dormido y ella se levantó para preguntar quién era. Que era la policía, que abriera. “En cuanto abrí, de inmediato uno de ellos interpuso el pie para que no pudiera cerrar la puerta. Les dije que pasaran. Me preguntaron si tenía armas, les dijo que no. Me preguntaron si vivía sola, les dije que vivía con mi hijo y mi primo. Me preguntaron por el primo, les dije que estaba trabajando. Me preguntaron que dónde trabajaba el primo, les dije que no sabía, que los asuntos de mi primo eran de mi primo y que los míos eran míos...” Elvira desconocía lo que estaba pasando. Entonces uno de los ocho agentes abrió una carpeta en la que estaba una copia ampliada de su identificación del trabajo… Todo el tiempo que los policías estuvieron en su casa, Saúl se mantuvo dormido. Le dijeron que se la iban a lle-

Durante el año pasado, varias agencias federales realizaron el operativo antiterrorista “Chicagoland Skies”. Consistió en la revisión de 84,792 expedientes de gente que trabajaba o había trabajado en los aeropuertos O’Hare y Midway. Sólo encontraron irregularidades en 505 casos. 45 personas fueron arrestadas por trabajar con documentos falsos. A ninguno de los arrestados se le encontró vínculos con el terrorismo.

var y que a Saúl lo entregarían a la Ciudad. Ella les dijo que no, que el niño se iría con ella. Finalmente acordaron dejarlo con la babysitter. “Una vez que dejamos al niño, uno de ellos dijo que me tenían que esposar. Le respondí que no era necesario, que no me iba a escapar y que no era ninguna criminal… Cuando me pusieron las esposas ya no me pude aguantar y comencé a llorar”. La llevaron al centro de detención ubicado en el suburbio de Broadway. Le pidieron sus pertenencias y que se quitara las agujetas. Después la pusieron en una celda donde estaba otra mujer a la que habían detenido por la misma razón. Uno de los agentes le preguntó a Elvira si alguna vez había sido deportada a lo que respondió que no. –¿Estás segura…? Y esa pregunta de inmediato la remitió a Caléxico… A las 6 de la tarde le devolvieron sus pertenencias, menos las agujetas. Luego la llevaron, junto con otros cuatro detenidos, al edificio federal del centro de Chicago para comparecer ante el juez. Éste le otorgó la libertad condicional bajo palabra de que no iba a abandonar el estado de Illinois. A las 8 de la noche, Elvira esperaba el tren para regresar a Pilsen; pensaba en la posible deportación, en los otros que habían agarrado; se subió al tren y pensó si tendría que avisarle a Benjamín, si acabaría viviendo en Marabatío y en la vida que ella y su hijo tendrían en la casa de sus padres; miró sus tenis sin agujetas y pensó en la gente… y en eso el tren paró en la estación Cicero y se dio cuenta que había tomado la línea incorrecta. Ya eran pasadas las nueve cuando Elvira Arellano caminaba a la casa de la babysitter. Actualmente, Elvira tiene que reportarse telefónicamente una vez al mes con un oficial de Migración. Con respecto a la acusación de haber usado documentos falsos para poder trabajar, la juez federal Geraldine Soat Brown la sentenció a 3 años de libertad condicional. Elvira desde el momento de su detención no ha vuelto a trabajar, y no lo podrá hacer mientras dure el proceso. Ella y su hijo se han podido mantener gracias a las donaciones que ha recibido tanto de individuos como de varias organizaciones entre las que se encuentran Casa Aztlán, Instituto del Progreso Latino y Centro Sin Fronteras. Nos dice que “el 10 de dicembre se me cerró una puerta, pero a partir de entonces se me han abierto muchas ventanas”.

Durante la segunda semana de abril, el procurador general John Ashcroft dio a conocer una medida que contempla el arresto indefinido de cualquier inmigrante indocumentado por razones de seguridad nacional a pesar de que un juez haya otorgado la libertad bajo fianza o la deportación.

El Buró de Vigilancia de Inmigración y Aduanas (BICE) –agencia que forma parte del Departamento de Seguridad Interna (DHS)–, ha iniciado una serie de arrestos desde el pasado 19 de mayo, primordialmente de indocumentados que trabajaban o habían estado trabajando en empresas que operan en locales de la Torre Sears. La última detención fue la de un inmigrante mexicano que trabajaba como mesero en el Metropolitan Club de dicho edificio. Se desconoce el número total de detenidos. Las organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes temen que este tipo de operativos se extienda a edificios emblemáticos tales como el John Hancock, el Thompson, el Wrigley Field Stadium y el SmurfitStone.

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Raúl Dorantes & Febronio Zatarain Joshua W. Hoyt es director ejecutivo de la Coalición para los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados de Illinois (ICIRR). A esta coalición la conforman 129 organizaciones y su misión es la de promover la participación cívica, cultural y política de los inmigrantes y refugiados. Entrevistamos al señor Hoyt a raíz de las redadas de trabajadores indocumentados realizadas durante la segunda quincena de mayo. ¿Qué opina usted tanto del operativo Pista de aterrizaje como de las redadas iniciadas el pasado 19 de mayo en la Torre Sears por el Departamento de Seguridad Interna en combinación con otras agencias federales? Las redadas de indocumentados en los aeropuertos y edificios como la Torre Sears que se están llevando a cabo en nombre de la seguridad nacional son un desperdicio de tiempo y de recursos. Es un abuso hacia los inmigrantes, que no son ni terroristas ni criminales. Espero que ningún verdadero terrorista entre a nuestra patria mientras que el Departamento de Seguridad Interna se la pasa arruinando la vida de los trabajadores de la limpieza y de los lavaplatos. Es necesario preguntar cuál es el fin de estas redadas. Ya sabemos que no han capturado a ningún terrorista –sólo a inmigrantes humildes. Por eso creemos que el fin de estos operativos es usar a los trabajadores inmigrantes como chivos expiatorios en la lucha por la seguridad nacional. ¿Y ve alguna diferencia entre el operativo Pista de aterrizaje y el que acaba de comenzar en los edificios de la ciudad considerados emblemáticos? Las redadas que han comenzado últimamente de trabajadores en edificios emblemáticos son mucho más abusivas que las de los aeropuertos. Ya sabemos que hay una nueva ley de seguridad nacional que prohíbe usar información falsa en las solicitudes de trabajo que se llenan en los aeropuertos; por eso hay que prevenir a los indocumentados, decirles que están corriendo un gran riesgo si se meten a trabajar en cualquier aereopuerto. Pero el Buró de Vigilancia de Inmigración y Aduanas (BICE) se rehúsa a decir cuáles son los edificios que el gobierno federal considera estratégicos para la seguridad nacional, o cuáles pueden ser blancos de ataques terroristas. A los indocumentados no les queda otra alternativa que la de adivinar cuáles son los lugares en los que se podrían llevar a cabo redadas. ¿Por qué cree usted que el BICE ha optado por realizar los arrestos en los hogares de los trabajadores? Nos dijeron que en el caso de los aeropuertos no querían asustar a los pasajeros; parece ser que les importa mucho más el sentir de los negociantes y de su clientela que el impacto que un arresto puede tener en un hijo o en cónyuge. Consideramos que otra de las razones de este tipo de redadas es la de sembrar miedo entre las familias de los indocumentados. En varias ocasiones han agarrado a familiares de indocumentados que no tienen nada que ver con los aeropuertos. Ni siquiera lo justifican argumentando que son personas peligrosas, o bien que los arrestos tienen algo que ver con la seguridad nacional.

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Como sabemos, el terrorismo es una realidad. ¿Hay alguna manera de que el gobierno estadounidense proteja a sus ciudadanos sin afectar los derechos de los inmigrantes? Todos queremos que este país sea seguro. Para lograr esto en las comunidades de inmigrantes, antes que nada es importante hacer un trabajo policiaco y de inteligencia efectivo, sin confundir eso con medidas abusivas que al final sólo sirven para atraer la atención de la prensa. En primer lugar, deben investigar minuciosamente a los que están solicitando visa y de esa manera asegurar que los verdaderos terroristas no ingresen en este país. En segundo lugar, deben trabajar de cerca con las comunidades de inmigrantes en vez de tratarlos como sospechosos. Cuando se trata a los indocumentados o a los musulmanes como si fueran terroristas, no se puede esperar la cooperación necesaria de esas comunidades y las autoridades; esa cooperación es necesaria para garantizar la seguridad nacional. Por último, en estos días es indispensable legalizar a los indocumentados porque, ¿cómo podemos hablar de la seguridad nacional si hay millones de personas que jurídicamente viven en las sombras? ¿Qué piensa usted de la Ley Patriótica? Hay muchos apartados dentro de la Ley Patriótica que contemplan la sanción de las creencias políticas, en vez de las acciones violentas. La ley va demasiado lejos hasta el grado de poner en peligro los derechos básicos y nuestros valores democráticos. ¿Cree usted que si las medidas de seguridad que ha tomado el gobierno estadounidense siguen el presente curso, podrían afectar los derechos de los inmigrantes con residencia permanente e incluso de los ciudadanos naturalizados? Las medidas ya están afectando a residentes legales. Agarraron a un residente legal de nacionalidad palestina y trataron de deportarlo por no haber reportado un cambio de dirección. ¿Cuántos residentes legales desconocerán el requisito de que tienen que reportar su dirección cada vez que se muden? Es recomendable para

cualquier residente que se haga ciudadano en cuanto pueda; eso para proteger al máximo a sus familias. Luego del 11 de septiembre, ¿es posible seguir hablando de una amnistía para los inmigrantes que ya radican en los Estados Unidos? Tarde o temprano habrá una legalización de los inmigrantes indocumentados, junto con una reforma a las leyes de inmigración. Se hará por razones demográficas, políticas y económicas. Pero estamos pasando por una etapa terrible, y ahora todos los que creemos en una legalización tenemos que trabajar muy duro; meternos en la politica y organizar a los que puedan votar y de esa manera exigir justicia para los indocumentados. Sabemos que, incluso si se aprueba una amnistía, la economía estadounidense continuará necesitando cada año por lo menos de medio millón de mano de obra externa, que vendrá primordialmente de México. ¿Qué alternativas se pueden plantear para proteger los derechos humanos de esos futuros inmigrantes? La Coalición está trabajando con muchas organizaciones en todo el país para preparar un “Immigrant Workers Freedom Ride” en septiembre de este año. Habrá autobuses que saldrán de diez ciudades y pararán en ochenta ciudades más para confluir en Washington y Nueva York. En cada ciudad se hará una manifestación, para pedir la legalización, la unificación de las familias y el respeto de los derechos de los trabajadores inmigrantes. Culminaremos en Nueva York el 4 de octubre con una manifestación en la que se espera que asistan 250,000 personas. Los inmigrantes tienen que participar en organizaciones como la nuestra, en sindicatos, en organizaciones comunitarias y en sus clubes regionales, y alzar sus voces y exigir justicia. En los Estados Unidos hemos tenido una gran democracia, pero sólo funciona si el pueblo exige justicia. La democracia no es un regalo, es un desafío. Unidos hacemos la democracia, logramos justicia y ganamos respeto.


Lorraine Mora-Chávez

Las políticas migratorias de los Estados Unidos están a punto de cerrar un círculo iniciado con la aprobación de la Ley Hart-Cellar de 1965, de corte liberal y que abrió las puertas a los inmigrantes de América Latina y Asia. La rápida aprobación de la Ley Patriótica (USA Patriotic Act) por el Congreso estadounidense realizada unas semanas después del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, ha abierto de manera drástica una nueva era tanto para las leyes migratorias en sí como para el modo de vida estadounidense.

legales. Un repaso breve de los principales apartados de la Ley Patriótica nos puede dar una mejor visión de los peligros que acarrea. Incluso los que en el Congreso apoyaron firmemente esta última ley –cuyo objetivo es evitar más atentados terroristas, especialmente de individuos que provienen de los países musulmanes– aceptaron que afectaría negativamente a la comunidad mexicana. Debido a que los más de 10 millones de inmigrantes mexicanos constituyen la comunidad inmigrante más numerosa de los Estados Unidos, cualquier proyecto legislativo de tipo migratorio tendrá repercusiones profundas en cualquier lugar que vivan grupos de esta nacionalidad. Por desgracia, esta nueva ley no tiene precedentes en el sentido de que no sólo afecta los derechos constitucionales de la comunidad inmigrante, sino la de todas las personas que viven en los Estados Unidos. Bajo la consigna que reza “protejamos a la nación” del terrorismo, esta ley ha creado un nuevo marco legal en el que los ciudadanos, los residentes permanentes y los inmigrantes indocumentados tendrán que enfrentar la disminución de sus derechos humanos y de sus libertades civiles. Como ha sucedido con todas las reformas drásticas en la historia de las leyes migratorias, los primeros perdedores son aquellos que tienen menos derechos: los inmigrantes indocumentados y los residentes

* La llamada Ley Patriótica es un voluminoso proyecto de ley de 342 páginas presentado inicialmente por el Procurador General John Ashcroft. Los detalles de este proyecto de ley fueron definidos tan sólo en un par de días, y fue aprobado de inmediato y en forma abrumadora por ambas cámaras. Es muy probable que los miembros del Congreso no hayan tenido tiempo para darle una hojeada. Esta ley hace posible que los inmigrantes por primera vez en la historia de este país sean deportados por tener algún tipo de asociación con cualquier organización que el Departamento de Estado considere “terrorista”, sin importar que dichos inmigrantes lo desconozcan. Más aún, cualquier grupo de dos o más personas que haya usado la fuerza o amenazado con hacerlo puede ser considerado “terrorista”. Esta nueva noción legal de “la asociación delictuosa” fue declarada por la Suprema Corte como “ajena a las tradiciones tanto de una sociedad libre como de la Primera

Enmienda”. A pesar de lo dicho por la Suprema Corte, esta noción legal es hoy por hoy la ley para todos los inmigrantes. Otros apartados de la Ley Patriótica que ya están en efecto, otorgan al Procurador General la capacidad para mantener bajo arresto a los inmigrantes, incluso indefinidamente, si ello se considera necesario para salvaguardar la seguridad nacional. El Procurador General no tiene que acudir ante ninguna instancia jurídica para justificar dicha detención. La mayoría de las mil doscientas personas detenidas hasta diciembre de 2001, no respondían a lo establecido en esta ley, sino que eran consideradas “testigos materiales” obedeciendo a la ley migratoria anterior. A finales de noviembre de 2001, John Ashcroft dio a conocer los nombres de solamente cincuenta detenidos con cargos criminales del fuero federal; se rehusó a informar de otras cinco personas que habían sido arrestadas por violar las leyes migratorias; y no fue sino hasta casi un año después que se supo el número total de “testigos materiales”. Nunca antes el gobierno de los Estados Unidos había encarcelado en forma secreta a ningún individuo como parte de su política oficial. Antes del 11 de septiembre, y como consecuencia de la Ley de Inmigración de 1996, el Servicio de Inmigración y Naturalización (ahora parte del Departamento de Seguridad Nacional) podía llevar a cabo audiencias 7


secretas a las que no tenían acceso el público ni la familia del inmigrante arrestado. Sin embargo, con la nueva Ley Patriótica el gobierno federal está habilitado tanto para realizar trabajo de espionaje como para investigar los antecedentes penales de cualquier persona sin haber demostrado una causa que lo justifique. Durante el mes de noviembre de 2001, en una corte federal de apelaciones, el gobierno reafirmó su derecho de usar cualquier evidencia en casos de inmigración sin permitir al detenido enterarse de la misma. Junto con la aprobación de la Ley Patriótica, George Bush emitió una Orden Presidencial en la que se autorizaban los juicios de supuestos terroristas ante tribunales militares. En estos juicios los arrestados no tienen derecho a un proceso abierto al público, no tienen derecho a recibir la sentencia de un jurado, no tienen derecho a enterarse de las evidencias usadas en su contra o bien a protestar por aquellas evidencias obtenidas ilícitamente y, por último, no tienen derecho a la apelación. Se entiende que todos estos derechos de los arrestados que actualmente se están quebrantando son una piedra fundamental del sistema jurídico de los Estados Unidos. En el pasado, los tribunales militares siempre se han usado para procesar a todos aquellos que realmente están peleando del lado del “enemigo”. Sin embargo, con esta nueva Orden Presidencial se pueden extender los juicios militares a los indocumentados y a los residentes, aunque ellos no tengan conexión con ningún grupo terrorista específico, pero para el gobierno basta que hayan sido acusados de “terrorismo internacional” (categoría legal muy indefinida que se presta a muchas interpretaciones), o bien que hayan protegido a alguien acusado de dicho “crimen”. Por otra parte, esta Orden absuelve al gobierno federal de cualquier tipo de demanda hecha por un inmigrante sin ciudadanía que haya sido acusado de terrorismo. Otros apartados de la Orden Presidencial –que son igualmente perturbadores– establecen el poder de catalogar a grupos nacionales como organizaciones terroristas y también la posibilidad de llevar a cabo investigaciones contra ciudadanos estadounidenses con fines de “inteligencia”. Por último, resulta también perturbador la ausencia casi total de discusión, de debate y de protestas públicas ante la supresión de libertades políticas, ante la ausencia de procesos jurídicos justos y ante el trato desigual ante las leyes. En estos días, uno corre el riesgo de ser considerado antiestadounidense simplemente por el hecho de criticar la falta de debates y discusiones públicas. La naturaleza catastrófica de los ataques del 11 de septiembre ha llevado a muchos a pensar que cualquier medio justifica el fin de evitar otros ataques terroristas. Esta manera de abordar el problema ha incrementado el temor de hablar incluso sobre las fallas en los mecanismos de seguridad nacional que permitieron el ataque 8

del 11 de septiembre. La marginalización histórica y actual de los inmigrantes en los Estados Unidos –especialmente de los mexicanos en el siglo XX y de los árabes en el presente siglo–, también contribuye a la escasez de debate público. En los meses que precedieron al 11 de septiembre era muy viable la aprobación de una nueva amnistía para los inmigrantes mexicanos. Dicha amnistía era apoyada por el presidente Bush y por vastos sectores del Congreso; no era un apoyo basado en los buenos sentimientos de Bush hacia los mexicanos, sino una manera de asegurar una fuente confiable de mano de obra barata en el marco de una economía globalizada que depende de este tipo de fuerza laboral. El ataque del 11 de septiembre de 2001 puso fin a estas iniciativas. El nuevo Secretario de Relaciones Exteriores de México afirmó recientemente que no se aprobaría un acuerdo migratorio en por lo menos “25 ó 30 años”. Por lo

tanto, las comunidades inmigrantes –mexicana, árabe y de otras nacionalidades– no tienen otra opción que enfrentar la nueva Ley Patriótica, que viola los derechos civiles y humanos por los que tanto pelearon muchos sectores sociales a lo largo del siglo XX. Este desmoronamiento de los derechos constitucionales, sin que haya habido ningún tipo de protesta, tarde o temprano afectará a todos los que viven en los Estados Unidos sin importar que sean indocumentados, residentes permanentes o ciudadanos. Véamos un ejemplo de otro hecho histórico que nos puede llevar a reflexionar y quizás a actuar de una manera ecuánime: Martin Niemoeller era un líder protestante que organizaba tanto a miembros de su iglesia como de otras denominaciones en contra del ascenso de Hitler en Alemania a principios de los años treinta. Encarcelado en varias ocasiones por sus actividades políticas, Niemoeller pasó cuatro años en un campo de concentración antes de ser liberado en 1944. Acerca de su país, alguna vez escribió: “Primero vinieron por los comunistas, y yo no alcé la voz porque no era comunista; luego vinieron por los socialistas,…; luego vinieron por los sindicalistas,…; luego vinieron por los judíos,…; luego vinieron por mí, pero ya no había nadie que alzara la voz.” Sustituyamos “inmigrante árabe” por “comunista” y el futuro se mira siniestro. Traducción: Raúl Dorantes


Jorge Mújica Hace un par de años, cuando andábamos cabildeando por los derechos políticos de los mexicanos que vivimos en México del Norte, Juan Hernández –en aquel entonces encargado de dorarnos la píldora por parte de Vicente Fox– nos dijo que ya se había avanzado, que ya no se nos consideraba traidores. Un compañero de la delegación le dijo que a él le parecía lo contrario, que esta administración sí nos consideraba traidores, pero “traidores” de dólares. La anécdota viene a cuento porque hace unos días se reveló que los mexicanos “de acá” acabamos de romper otro récord: en lo que va del año, hemos enviado a México del Sur la preciosa suma de $2,740 millones de dólares, un aumento en las remesas del 26 por ciento. Esto quiere decir en castellano que por cada tres dólares que enviamos el año pasado, ahora estamos enviando cuatro.

Atrapados sin salida Según el Banco de México, el aumento se debe a que están contando mejor el dinero, pero según nosotros, el aumento se debe a que miles de mexicanos que antes venían a trabajar solamente una temporada al año y se regresaban a México con sus dólares, ahora se ven obligados a quedarse debido a los efectos del 11 de septiembre. Nomás en California, según acaba de declarar la Oficina del Censo de los Estados Unidos, hay medio millón más de mexicanos de los que se habían calculado hace dos años. Este aumento en las remesas demuestra una vez más la importancia que tenemos los migrantes, ya que viene a representar un dos por ciento de crecimiento en la producción en México, cosa que ya quisiera ver Fox en un año de su gobierno. Cada envío promedia unos 310 dólares con 17 centavos, y en México cada centavo cuenta. Según el mismo Banco, la mayoría de las remesas se dirige al campo, que es el sector de menor crecimiento en los últimos años. También como dato anexo, el costo de las remesas ha bajado, dato interesante que nos hace recordar que no fue gracias al gobierno de México sino al programa de la Coalición Internacional de Mexicanos en el Extranjero, CIME, que dio inicio en el 2001 y en el que ahora participan unos 50 bancos. Este programa permite a los indocumentados la apertura de cuentas bancarias y el retiro de dinero en México en cualquier cajero automático. Esto ha eliminado los costos de envío que el año pasado generó un ahorro de casi mil millones de dólares según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

La otra cara de la moneda Pero si las remesas son el “sol” que ilumina las casas de las familias de los migrantes, el “águila” es la salida de dinero del país. Solamente el año pasado, $37,300 millones de dólares salieron de México para ser depositados en los Estados Unidos. Esto equivale a 4 veces y media el total de las nuevas inversiones extranjeras realizadas en el país. Y eso que la salida de dólares de México bajó respecto al 2001, cuando salieron $40,500 millones. El año pasado, la inversión extranjera directa en México fue de $13,626 millones de dólares, poquito más de la mitad que en el 2001. Según el Banco Central $6,611 millones de dólares fueron de nuevas inversiones,

$2,229 millones de dólares de reinversión de utilidades y el resto de cuentas entre compañías. Es decir, las nuevas inversiones extranjeras hacia México equivalen apenas al 17.72% de lo que los mexicanos han depositado en los Estados Unidos. Y para comparar, los $37,300 millones de dólares depositados por mexicanos en bancos de los Estados Unidos superan en 2.8 veces las remesas enviadas por los mexicanos del norte. Aunque contemos la lana que no pasa por los bancos (la que mandamos con el tío Juan o la comadre Teresa, la que gastamos en las vacaciones de verano y de diciembre y de Semana Santa en México del Sur, la que pagamos en los consulados por matrículas, pasaportes, actas de nacimiento de nuestros niños y la que pagamos por derechos de aduana para meter nuestro carrito a México) seguimos perdiendo.

quiere exportar más mexicanos para que le mandemos más remesas, y así los sacadólares puedan mandar cada vez más dinero a los Estados Unidos. A la mejor por eso andamos tercos en meter migrantes al Congreso mexicano, porque los legisladores de allá no están haciendo su trabajo. A la mejor, además de legislar el voto de los mexicanos en el exterior, nuestros diputados tendrían que hacer leyes contra los sacadólares. Si los que vivimos en México del Norte nos propusiéramos pagar la deuda con las remesas nos tardaríamos como 15 años, nomás que nuestras familias no tendrían qué comer en ese tiempo.

La otra tajada Claro que los sacadólares no son los únicos culpables: en el 2002, la deuda en moneda extranjera de la banca comercial fue de $6,400 millones de dólares, y la del sector privado de $69,800 millones de dólares. Y las deudas, si no siempre se pagan con sangre, si se pagan con intereses. De puros intereses y amortizaciones, México pagó el año pasado $25,200 millones de dólares. En total, México debe $155 mil millones de dólares al extranjero. La lógica dice que las deudas se contraen para hacer pagos para mejorar las condiciones de producción del país, pero el desempleo no baja, los salarios no suben y la producción tampoco, o sea que la deuda no beneficia al país. A la mejor por eso se habla tanto de un programa de trabajadores huéspedes de origen mexicano en los Estados Unidos. A la mejor México 9


Peio Aierbe

“Cinco países de la Unión Europea (UE) vinculan el terrorismo con las mafias de la inmigración clandestina. Las policías europeas investigarán conjuntamente la cadena de atentados de Casablanca.” Así rezaba un titular del diario El País el pasado 20 de mayo, y nos sirve de termómetro para saber por dónde van los tiros a la hora de afrontar la inmigración por parte de la UE. Y no sólo la inmigración clandestina, ya que, por extensión, la relación entre inmigración y delincuencia es una imagen que va calando en la opinión pública. La noticia comentada dice: “Los ministros del Interior de Alemania, España, Francia, Italia y el Reino Unido vincularon ayer las redes de tráfico de inmigrantes con el terrorismo islámico. Giusseppe Pisanu, titular italiano de la cartera, declaró en Jerez de la Frontera, Cádiz, que existe ‘constancia’ de que las mafias que introducen ilegalmente extranjeros en la UE son ‘vehículo para actividades delictivas’ como ‘el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia organizada. De hecho, el encuentro informal de Jerez tenía como objetivo el análisis conjunto de ambos temas, cuyo nexo siempre se había sugerido pero nunca había sido expuesto con tanta claridad por un titular de Interior…’ El objetivo de las medidas que plantearon es, según el ministro italiano, ‘levantar un muro político contra la inmigración clandestina’.” Como se ve, la histeria antiterrorista levantada por la administración estadounidense sigue causando estragos en la política comunitaria relacionada con cuestiones migratorias. Así, las posibilidades de emigración a Europa se han visto afectadas muy negativamente por la lógica de las políticas de seguridad, reforzadas tras el 11-S. Los trabajos de unificación de las distintas políticas migratorias existentes en los diferentes Estados de la Unión Europea, se están realizando tomando como denominador común aquellos cuyas políticas son más restrictivas. En este sentido el Estado español, de la mano del gobierno de José María Aznar, ha jugado un papel relevante. Las bases de dicha política fueron sentadas en el Consejo Europeo celebrado en Laeken, en diciembre de 2001. Allí se dio prioridad a los mecanismos de cooperación entre los servicios encargados del control de fronteras y se abandonó el objetivo real de integración. La presidencia en turno de la UE, correspondió al gobierno español durante el primer semestre de 2002, en pleno auge de las políticas implementadas tras el 11-S. En lo que hace a políticas migratorias, dicha influencia se plasmó en la Cumbre de Sevilla. Las medidas que está poniendo en práctica la Unión Europea consisten en: –Blindaje policial de fronteras con la propuesta, a largo plazo, de la creación de una Guardia de Fronteras. El ministro de Interior de Italia, Claudio Scajola, fue el promotor

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de un Estudio de Viabilidad de una Policía Europea de Frontera. A partir de ahí, la Comisión Europea aprobó un documento en el que se propone crear el Cuerpo Europeo de la Policía de Fronteras, cuya primera misión será la vigilancia común de las fronteras marítimas europeas. A propuesta del Estado español, los flujos migratorios irregulares que entran en Europa por el sur serán vigilados mediante satélite. En diciembre del pasado año, la Comisión Europea propuso destinar, entre 2002 y 2006, más de 400 millones de euros al objetivo de control estrictamente policial. –Endurecimiento del sistema de visados: la creación de un banco de visados único y la apertura de Oficinas Conjuntas de Visados dotadas de un sistema informático común. La modificación del modelo de visado para introducir una foto digitalizada y la creación de un archivo central de huellas dactilares (Eurodac) de solicitantes de asilo y refugio. La UE exige visado a los ciudadanos de 135 países y utiliza el Sistema de Información Schengen (SIS) para almacenar e intercambiar información sobre inmigrantes irregulares. Acaba de ser aprobado también el almacenamiento de los datos de todos aquellos que hayan solicitado una visa en cualquier país

de la UE y les haya sido denegada. –Restricción del derecho de asilo a partir de la aplicación del Convenio de Dublín ya que la denegación del asilo en uno de los Estados miembros equivale al rechazo en todos ellos. A su vez, la resolución de los llamados Terceros Países Seguros permite que cualquier solicitante de asilo pueda ser devuelto al primer país considerado seguro por el que haya transitado antes de acceder a la UE. Por supuesto, todos los países que rodean la UE son considerados seguros y otros muchos de los que pueden acceder por vía aérea. Si, además, tenemos en cuenta la figura de la responsabilidad del transportista, a quien se hace responsable de la repatriación de la persona que haya llegado sin los documentos exigidos para la entrada en el país correspondiente de la UE, el resultado es que muy pocos refugiados pueden acceder a ella para solicitar asilo. Es la forma moderna de vaciar de contenido el derecho de asilo. –Expulsiones coordinadas. El Libro Verde “Una política comunitaria de retorno de los residentes ilegales”, elaborado por la Comisión Europea, ha sido el disparo de salida para la puesta en marcha de un plan para la expulsión de los inmigrantes indocumentados


residentes en la UE. Dicho plan prevé operaciones coordinadas como expulsiones conjuntas en vuelos chárter. El pasado 4 de diciembre, los Estados español y francés ponían en práctica esta medida con el primer vuelo conjunto de expulsión de 85 rumanos. 63 de esos rumanos fueron embarcados en un avión en Madrid, que hizo escala en París, donde se sumaron los otros 22 rumanos expulsados por el gobierno francés, con destino a Bucarest. Esta práctica ha continuado en 2003. Las expulsiones individuales, en aviones normales, además de más costosas para los gobiernos, son más impopulares ante el hecho de tener que, con frecuencia, obligar violentamente a los inmigrantes expulsados a permanecer en el avión. Esta violencia ha llegado a producir la muerte en varios casos. El último de ellos ocurrió el pasado 30 de diciembre, en la persona de Ricardo Barrientos, argentino de 52 años, muerto cuando intentaban deportarle desde el aeropuerto Roissy de París en el vuelo Air France 416 con destino a Buenos Aires. –Condicionar los acuerdos de cooperación con terceros países a la firma de acuerdos de readmisión. Los ministros de exteriores de la UE pactaron, el 18 de noviembre de 2002, que todo acuerdo de cooperación y colaboración, con una serie de países, incluirá una cláusula para la gestión conjunta de los flujos migratorios y para la readmisión de inmigrantes clandestinos. También está en discusión la propuesta de sancionar a los países que no controlen adecuadamente la emigración ilegal. –Mantenimiento de Centros de Internamiento de Extranjeros, en donde son encerradas las personas que no han cometido ningún delito pero que no tienen los papeles en regla y que son confinadas durante un tiempo variable, en función de los países, hasta que son expulsadas. La privación de derechos de estas personas, y las condiciones en que se encuentran dichos centros han sido objeto de repetidas críticas por parte de las asociaciones de solidaridad. Acorde con este clima, numerosos países están considerando la introducción de modificaciones legislativas en este sentido. Los últimos de la lista son Dinamarca, Italia, España, el Reino Unido, Austria y Holanda. Veamos caso por caso: En Reino Unido: Ha endurecido las condiciones para acceder a la ciudadanía, ha reforzado los controles de identidad y ha dificultado el acceso al asilo. Los inmigrantes habrán de pasar un examen sobre cultura, costumbres y estilo de vida británicos. El gobierno aprobó también televisar las expulsiones de los refugiados cuya petición de asilo sea denegada. En Alemania: El Tribunal Constitucional anuló, en diciembre de 2002, la nueva ley de inmigración aprobada el mes de marzo de ese año que permitía la entrada regular de extranjeros pero que era rechazada por la Democracia Cristiana. En Dinamarca: En junio de 2002 se aprobó una nueva ley que niega el acceso a ayudas sociales hasta que no se lleven siete años de residencia, restringe el derecho de asilo y refugio, pone dificultades al permiso permanente –que pasa de tres a siete años– y a la nacionalidad, al tiempo que impone exámenes de danés. En Austria: Aprobado el borrador de una nueva ley que hará que pierda el permiso de residencia quien, a los cuatro años de vivir en Austria no haya aprendido el alemán. La medida afectará a las personas que entren a partir del 1 de enero de 2003. El coste de los cursos de idioma se repartirá al 50% entre el gobierno y el inmigrante. En Italia: Se aprueba la Ley Bossi-Fini que supone, entre otras cuestiones, que un extranjero que entre en Italia tras haber sido expulsado, comete un delito penado con hasta cuatro años de cárcel y con seis por falsificación de documentos. El permiso de estancia tendrá una duración de dos años y se concederá a los extranjeros con oferta de trabajo, y si se queda sin trabajo durante los dos años se tendrá que marchar del país. El plazo para obtener el permiso permanente de residencia pasa de cinco a seis años. En Portugal: El proyecto de ley, actualmente en discusión, destinado a acabar con la entrada de inmigrantes clandestinos, permite a los municipios establecer el número de inmigrantes que necesitan como mano de obra. En la UE en su conjunto: La criminalización del mundo árabe. El Observatorio de Fenómenos Racistas y Xenófobos de la UE alerta sobre un incremento del miedo a todo lo relacionado con el islam, que ha propiciado un aumento en Europa de forma alarmante de los ataques contra musulmanes y todo lo que simboliza el islam. El auge de la presencia electoral de la extrema derecha puede verse en el hecho de que en cinco países de la UE los partidos ultraderechistas o populistas accedieron al gobierno: Holanda, Italia, Austria, Dinamarca y Portugal. Un drama que afecta directamente al Estado español es la llegada a las costas mediterráneas o de Canarias, de pequeñas embarcaciones, conocidas por el

nombre de pateras, atestadas de inmigrantes que arriesgan su vida en el viaje. El pasado año 2002, según datos policiales, fueron detenidas a su llegada en patera 16.504 personas. Los naufragios fueron nueve y los ahogados 35, con 20 desaparecidos. 74,467 personas fueron devueltas, en su mayoría marroquíes (23,381) y rumanos (18,865). Las cifras de las organizaciones de solidaridad con inmigrantes dan el número de al menos 152 personas muertas al intentar cruzar el estrecho el pasado año. Sólo en los veinte primeros días de 2003, al menos 38 inmigrantes aparecieron muertos en el naufragio de varias pateras antes de llegar a las costas españolas. En el propio Estado español, el gobierno de Aznar ha procedido a reformar, en los últimos tres años, en tres ocasiones la Ley de Extranjería, siempre en un sentido restrictivo. La última, siguiendo el hábito de hacer de éste un tema de política electoral, ha procedido, la semana anterior a la celebración de elecciones municipales, el 25 de mayo, a presentar un nuevo proyecto para reformar, por tercera vez dentro de la misma legislatura, la legislación de extranjería. En esta ocasión el motivo ha sido que el Tribunal Supremo dictaminó, en su día, la inconstitucionalidad de 11 artículos del Reglamento de aplicación de la Ley de Extranjería al ser más restrictivo que la propia ley en terrenos claves. Según dicho tribunal, los preceptos anulados lo son por afectar a derechos fundamentales, que no pueden ser regulados por decreto, como la tutela judicial efectiva de inmigrantes sin papeles detenidos en el interior del territorio español y el de libre circulación del inmigrante indocumentado autorizado a permanecer en España. Dicha sentencia obliga al gobierno a poner en libertad a los inmigrantes que lleguen en pateras si no es capaz de devolverlos a su país en el plazo de 72 horas. Tampoco podrá recluir en Centros de Internamiento a aquellos extranjeros que tengan incoados expedientes

de devolución y no de expulsión. Asimismo, el gobierno tiene la obligación de revisar las miles de solicitudes de permisos de trabajo por la vía del Régimen General, que fueron rechazadas en 2002 por el supuesto de “procedimiento inadecuado” recogido en el reglamento. Hay que tener en cuenta que la Ley de Extranjería actualmente en vigor está recurrida ante el Tribunal Constitucional, que todavía no se ha pronunciado al respecto. Pues bien, el gobierno español, lejos de modificar el Reglamento para acomodarse a la Ley, decidió modificar la propia Ley. ¡Y van...! Aunque, al hacerlo de esta manera, dejan abierta la puerta a un recurso de inconstitucionalidad. Las nuevas medidas se presentan siempre con el mismo envoltorio, a saber, para favorecer la inmigración legal hay que perseguir severamente la ilegal. Finalmente, lo sustantivo de los cambios reside en reforzar la batería de medidas criminalizadoras de aquellos inmigrantes que accedan a la UE sin la documentación requerida. Aunque estas medidas se presentan siempre como destinadas a impedir el acceso de los inmigrantes no deseados, la realidad ha mostrado suficientemente que éste es, por muchas razones, un objetivo imposible de alcanzar, por lo que su única y real consecuencia es que, al dificultar las vías de acceso, lo que se refuerzan son las mafias que encarecen y hacen peligrosos los intentos de acceso a la UE, y, una vez en ella, facilitan la explotación de los inmigrantes indocumentados. Dado que ésta es la consecuencia real de las sucesivas leyes restrictivas de inmigración, no pocos señalan que es también el objetivo buscado, aunque no confesado, de las mismas: precarizar la mano de obra inmigrante finalmente instalada en territorio de la Unión Europea.

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Itzel Muñoz

Café Color triste el color de la iglesia, de los monjes, de los reclinatorios de puertas cerradas, hechos de árboles mutilados.

Imágenes Los seis autores que esta vez se publican en esta sección tienen tres cosas en común: son latinoamericanos que residen en Chicago, ninguno de ellos escribió algún cuento o poema en su país de origen y todos formaron parte del taller de literatura El coyote. Dicho taller nace a principios de 2002 respondiendo más que todo a la inquietud de algunos alumnos tanto de inglés como de GED del Lakeview Learning Center. En agosto del mismo año publican el primer ejemplar de la revista El coyote para dar a conocer los textos que habían nacido en el taller. De El coyote sólo se publicaron tres números.

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Lo dijo mi madre: “Cristo murió por el perdón de tus pecados”. Me sentí culpable, y me quise confesar. En el reclinatorio sentí miedo, no arrodillé mis secretos. Sentí miedo a la muerte, al purgatorio, al infierno, o a sufrir eternamente. Miedo de lo prohibido, de lanzarme al fuego de no renacer como sol. Me pregunté si dios tenía secretos, si sentía miedo a ser creado por mí a mi imagen y semejanza, y a sufrir dolores de parto.


Uptown Erika Buchancow

E

sta noche otoñal inclino mi cabeza a la derecha, y te miro desde la ventana del baño. Veo el revolotear enloquecido de los mosquitos en la luz de ese faro que encandila. Te contemplo y

busco descubrirte entre la penumbra de afuera y la oscuridad de adentro. Comparo tus edificios con los de allá de donde vengo. Te escarbo y te dibujo con tu cielo abierto, despejado; y ante mí tres figuras rectas que dividen el aire con algunas ventanas de luz y otras de carbón. El semáforo en rojo y yo me sumerjo en la bañera como la gaviota al tocar el mar. Prendo el faso que tiene olor a Sur y miro el baile del humo que me seduce y se va. Escucho el goteo eterno de la canilla que intento cerrar, y me patino con el jabón del que penden cabellos. Cierro la ventana, caigo en el colchón, huelo la soledad, le predico un adiós a la noche y con el último bostezo me deslizo.

Howard Yolanda Avellaneda

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irginia camina por las calles, desorientada, llena de frío y de recuerdos. Va vestida con harapos y huele mal.

Anoche se juntó con otros a beber y a disfrutar un poco del fueguito

precariamente preparado; tal vez así apaciguaría el frío y el dolor, pero con el correr de las horas las dos cosas se intensificaron. Salió de aquel hueco muy temprano y, a pesar del mareo, pudo observar que había nevado. Ahora mira el blanco hiriente de la nieve en las veredas, y añora un lugar. Se frota las manos, apenas cubiertas por los mitones de colores que encontró en la basura de la iglesia. Los mira, y la trasportan a esos días donde la felicidad era posible. Los autos pasan, pero son sólo líneas largas, paralelas, monocromáticas. Ella sigue ahí, perdida en el arco iris de sus manos, que se mueven al compás de un imaginario vals. Y la hacen reír. Abre sus ojos y comienza a caminar con paso lento, con unas botas marrones que por el choque con la nieve le dificultan más su caminar. Desea tomar un café calentito con algo sólido, y de inmediato recuerda todas las dietas que intentó, toda la comida que tiró para no caer en tentación. Unos rayos de sol la acompañan un rato y luego se esconden detrás de las egoístas torres que rodean el lago. Y de repente el mareo se intensifica y empieza a gritar y a maldecir a los que le dieron el vino. Sus manos se crispan y se mueven sin rumbo. Una niña que va pasando la mira asustada. Virginia da con su mirada y deja de gritar. Siente que a su rostro cansado se le están dibujando algunas lágrimas. Las borra. Sigue caminando hasta llegar a la orilla del lago; Virginia lo rodea. Escucha que el agua con su rumor la invita; se quita las botas, siente lo helado en la piel, en los huesos, y en pocos segundos ve cómo su horizonte comienza a desdibujarse.

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José Díaz

e duermes tarde por estar leyendo algo que no es. El colchón está demasiado blando y el suelo demasiado frío, en fin. Una cobija, las luces se apagan y la radio sigue prendida a un volumen demasiado lento. Afuera, en la calle, unas voces matan lo que podría ser placentero: la oscuridad, los murmullos, una cobija vieja, el humo del cigarro encerrado en el cuarto caliente con el piso frío. Los ojos se cierran y por fin el sueño… ¿Placentero? Más oscuridad, las imágenes llegan, se van, se pierden. Te volteas, subes un brazo, recuerdas que hay que quitarse los zapatos para estar más cómodo. Acostado boca arriba, te tapas la cabeza y te cubres los ojos con el antebrazo. Te vuelves a quedar dormido. Ahora unas imágenes más claras, recuerdos de algunos años atrás, lo que pasó ayer, las imágenes de la película con la que te traumaste. Te volteas otra vez, más oscuridad. Los niños juegan, los adultos gritan; por la calle pasa un carro tal vez modelo reciente, tal vez viejo, pero molesta. Los párpados se separan. Otra gente diría: “otro día!”; tú dices: “otro día”

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escupiendo las palabras como algo amargo, asqueroso. Once A.M. Te pones las botas sin calcetines. No te las amarras. ¡Claro! Aún te cuesta trabajo mantener los ojos abiertos. Caminas con los brazos hacia delante por temor a chocar con algo, pero te tropiezas; no tienes brazos en las rodillas. En la cocina los platos están sucios. “¡Vale madre!”, dices, pero te das cuenta que no importa ya que no hay nada que comer. No tienes trabajo, no estudias, te das cuenta que todos los días son como domingo o como cualquier otro pinche día. Bueno, te preguntas: “¿Qué hacer?” Y no respondes. Te metes a cualquier cuarto, ves el televisor, lo prendes. En el primer canal ves que todas las personas son mejores que tú. Todos tienen una sonrisa, sabes que es estúpida y falsa. Te molestas y le cambias no sólo porque esas sonrisas sean estúpidas y falsas sino porque aunque lo sean tienen un lugar, y te recuerdan que tú no lo tienes. Otro canal, ahora es una serie donde los protagonistas se encuentran en situaciones difíciles, pero, como ya sabes, todo termina bien y con una moraleja de mierda. Y dices: “Y eso qué”, pero como te

cansas de buscar le dejas ahí. Y te acuestas en el sofá lleno de sopa que los hijos de tu hermano tiraron el día anterior. Te acuestas. Pasa una hora, dos horas, quizás tres y te empieza a doler la cabeza. Piensas que es por la caja estúpida pero también porque no has comido nada desde ayer en la mañana. Te levantas, sales del cuarto y dejas la tele prendida. Vas caminando por todos lados y lo que ves comestible te lo engulles de una forma desesperada. Te encuentras a tus familiares. El sermón de diario: “blabla-bla, bla-bla-bla, bla-bla-bla” y tú con tus excusas de siempre. Pasa un rato y todo se olvida. ¿Te bañarás o no te bañarás? No, no te bañas. “Me bañé antier”, dices, “además, no tengo por qué hacerlo”, claro, sin mujer, sin amigos, con cansancio y con ese gran hastío. Sales de tu sagrado lugar de descanso con las botas amarradas –ahora sí–. Metes las manos a las bolsas y te das cuenta que las bolsas sólo están hechas para meter las manos… Pero ahí hay algo, ¡un cigarro a medio fumar!, pero no traes cerillos. A la primera persona que pasa le pides lumbre. ¡Qué suerte!

Sí trae. Sigues caminando, ahora como todo un señor; con cigarro en mano. La luz es demasiada, hay mucha gente, te da asco todo, tienes ganas de correr. Todos te miran. No es cierto, nadie te mira. La tarde pasa tranquila. Buscas a un conocido para no hablar y no pensar, y en el trayecto dices que no importa, todos lo hacen, de diferente manera pero lo hacen. Llega poco a poco la oscuridad, el frío, el poco frío que hay en esta época del año. Vas a buscar ahora a una mujer con quien hablar, ya te cansó el conocido. Hablas y escuchas; sueños, revoluciones y otras cosas salen de tu boca y llegan a tus oídos. Preguntas la hora. Ya es tarde. Llegas a tu guarida, escoges un libro. En realidad tomas el que esté más cerca de ti. Prendes la radio y la dejas en la estación que ya estaba. Te tumbas en el colchón y te pones a leer con un cigarro en la boca y otro al lado del cenicero. Por cierto, los cigarros los tienes porque se los robaste a cualquier incauto. Bueno, lees por espacio de… tal vez minutos, tal vez horas. Luego te das cuenta que ya es tarde y que tienes que dormir.


Daniel Patiño

ra lunes, como a eso de las once. Jacinto llegó a la casa listo para almorzar. El atole de Maicena, los bolillos calientitos y los frijoles de la olla estaban ya sobre la mesa. Los rayos del sol lograban colarse por los huecos del tejado y por el orificio cuadrado que simulaba una ventana en una de las paredes de adobe. Los jarros, adornados con pintorescas florecitas, estaban acomodados en el pretil y acá los leños calentaban el comal. La madre seguía haciendo tortillas para que se llenara el tazcal. Jacinto sabe que es su último almuerzo junto

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a su madre y a sus dos hermanas menores. Hace un par de semanas decidió irse al Norte, pues ha visto que todos los que viajan a esas tierras vuelven con algo de fortuna y sintiéndose más importantes. Ya es mediodía. Todo está listo para el viaje, que según es de dos semanas; primero transportándose por autobús, luego por avión y al final la caminata. Se despide de su madre dándole un abrazo y un beso en la mejilla. –No te vayas, Jacinto. Ponte a estudiar y a trabajar aquí. Al cabo que con frijoles y tortillas no nos vamos a morir de hambre.

–No te preocupes, jefa. Algún día tenía que tomar esta decisión. Así como tú dejaste a mi abuela cuando te viniste del rancho, yo también lo estoy haciendo. No te agüites. Nada más un año y me regreso. Jacinto observa la tristeza en los ojos de su madre. Quisiera llorar y decirle que la quiere, que realmente no quiere separarse de ella, ni de su padre, ni de los demás, pero no está acostumbrado a expresar sus sentimientos. A paso veloz y con la mochila al hombro, se dirige a la salida principal. Llega al lugar donde solía jugar y hacer

travesuras. Y para evitar sufrimiento alguno prefiere escabullirse aún más rápido. Pero se le atraviesa uno de los perros que siempre ha estado en la casa cuidando de que ningún ladrón asome sus narices. Jacinto lo observa. El perro mueve el rabo, brincotea, quizá contento porque intuye que él va a regresar al atardecer, como ha sido siempre. Jacinto lo ignora y simplemente lo hace a un lado del camino empujándolo con el pie.

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Joel Soto stoy segura que tu papá volverá muy pronto –me dijo mi madre con su voz joven y sedosa. Entonces comencé a recordar aún más al hombre que tiempo atrás había partido, un soldado alto y fuerte con una voz que a cualquiera intimidaba. Recordé que solía pasar el tiempo limpiando, observando y jalándole el gatillo a sus dos armas. Llegué a sentir celos, pero también una gran admiración por él. Recordé su continuo hablarme de la guerra y de la lucha en contra de los malvados, “the evil guys”, decía él. –Nunca he estado en una guerra, mijo, pero pronto lo estaré, y estoy más que listo. Y supongo que era verdad porque la mayor parte de su tiempo lo pasaba en la base militar Fort Hood, que estaba a unas pocas millas de aquí. Una semana después del aviso de mi madre lo miré regresando, abriendo la puerta del cercado que rodeaba nuestra yarda. Salí de casa corriendo y la alegría me hizo saltar hasta él. Mi madre salió enseguida soltando el llanto y regando bendiciones por doquier. Pero mi padre lucía muy triste, como cuando fuimos al entierro del abuelo: su paso lento, el rostro bajo y sus ojos inmensamente vidriosos. Intenté preguntarle mil cosas mientras él comía lo que mi madre le había puesto sobre la mesa, pero ella me dijo que no lo molestara, que seguramente él estaría cansado. Y así debió ser porque de su boca no salió ni una respuesta a mis preguntas. Su mirada era lejana y perdida, como cuando intentas mirar uno de esos puntos brillantes sobre la tierra y sabes que está infinitamente lejano, no encuentras nada. Así era su mirada de aquella tarde, vacía. Se levantó de la mesa y se fue a sentar al sofá de la sala, en donde se quedó dormido. Unos minutos después comenzó a decir muchos nombres de personas, entre ellos el de William Calley, aquel amigo negro con el que había aprendido inglés. Mi madre y yo lo mirábamos sin saber qué hacer, y de repente despertó dando un gran grito que me dejó el corazón sudando, al igual que su rostro. Se levantó y subió a su cuarto tropezando con los muebles como animal herido de muerte. A la mañana siguiente, al levan-

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tarme, él ya estaba sentado en nuestra pequeña banca de la yarda. Fui a él y lo saludé cariñosamente, a lo que respondió con una sonrisa floja y triste, como si a la fuerza alguien le hubiese extendido los extremos de los labios para fingir cierta alegría. Desde ahí miramos por un largo rato a la gente pasar: mujeres vestidas de negro sosteniendo en una mano un pañuelo que muy seguido se ponían en el rostro y en la otra llevando a sus niños de caras pálidas y flaquencas; hombres que cargaban el mismo rostro de mi padre, algunos llevaban puestos vendajes o se apoyaban en una muleta. Sentí miedo al ver mi barrio tan demacrado. No era así cuando llegamos. Recordé a los grupos de soldados que siempre por ahí habían pasado gritando y cantando, todas esa mujeres que solían reir entre ellas y jugar con sus niños. Pero ahora todo lucía triste, como mi padre. Mi madre nos llamó al desayuno, que también fue en silencio, y sin mis preguntas. Mi padre se levantó y fue hacia un jarrón de donde sacó una llave con la que abrió el baúl en el que guardaba celosamente sus dos armas, ahí, protegidas de todo daño maligno, abrazadas por las tablas de ese cofre, como si fuese un tesoro invaluable, intocable para cualquier otro ser. Se quedó mirándolas por un tiempo infinito, ellas dentro de su espacio, él inmóvil y concentrado, como si sus ojos le permitiesen ver algo mucho mas allá de la forma y materia que poseían. Su rostro reflejaba repugnancia, antipatía y rencor, como nunca antes lo había mirado yo en hombre alguno. Me llamó diciendo que iríamos a dar un paseo. Supuse que al igual que en el pasado acudiríamos a su tan amada práctica de jalar gatillo en la montaña, pero nos encaminamos hacia una de las solitarias orillas de Town Lake, en donde nos sentamos sobre las rocas. –¿Tú crees que soy valiente, mijo? Me había preguntado con una voz queda y temblorosa a la vez. Yo me puse a pensar en el significado de “valiente”. En realidad no lograba comprenderlo. Todo era tan confuso. Me invadió el recuerdo de nuestro viaje, el cruce por la frontera, luego yo a aquí todos esos nombres que escuchaba yo en la escuela, eran nombres de personas

que con pistola en mano nos habían dado patria y libertad, si, todos ellos eran valientes. Pero también me invadió el recuerdo de mi madre recibiendo por fin los tan esperados papeles mientras me hablaba de Jesús y su humildad, de su amor por la paz y por el hombre. Por eso siempre había creído que Jesús era valiente. A mi padre no le pude contestar, sólo moví la cabeza verticalmente en señal de agravamiento. –Antes que yo me fuera, mijo, yo sí que era un hombre valiente, más que cualquiera. No le tenía miedo a nada ni a nadie, pero ya no es así. Esa valentía tan grande ahora se está muriendo y es muy pequeña. Y ¿sabes?, voy a usar ese poquito que me queda junto a ti, porque ahora es lo único que te puedo dar. Ya no me queda más. Yo lo miraba atento. Aún recuerdo el movimiento de sus labios blancos al hablar, el movimiento de sus manos tan de otro mundo, la forma que tomaba al estar sentado así, doblado, como si a la mitad de la espalda le naciera otra espina dorsal. Levantó las armas que había puesto sobre el suelo y sin rodeos las lanzó al agua con todas las fuerzas de su rabia. Ahora sus ojos inmensos estaban ahí, justo en donde el agua ahogaba sus tan amados tesoros. –Me fui a la guerra por el bien tuyo y el de tu madre. Ya luego me entraron ganas de ser héroe. Pero en Vietnam todo fue diferente. Dejé a mucha gente tirada, con sus ojos abiertos, sin ver nada, porque ya estaban muertos, y los muertos no ven nada. Rompió en llanto, y entre sollozos me pidió que nunca fuera como él para no sufrir el tormento de la conciencia. Ahora su rostro lucía aún más triste y lloroso, y su imagen era todo lo contrario a la de mis recuerdos. –No volveré a disparar un arma, mijo, te lo juro. Más que una promesa, esas palabras se desbordaban en un anhelante perdón, desesperado, no encontrado, pronunciado por esa voz que ahora era sumamente dolorosa, hasta lo más infinito de la tristeza. Y se fue caminando rumbo a la casa. Yo no lo pude seguir. Me quedé tratando de adivinar lo que no podía entender. Después de un rato también regresé a casa, pero él no estaba

ahí. Mi madre dijo que sólo había vuelto para darle un beso y se había ido sin decir palabra. Miré la mochila que había traído con él, tirada en un sofá. Fui a ella, y después de mirarla por un rato me decidí a abrirla. Adentro había un retrato de mi padre con dos compañeros más, juntos los tres antes de partir, los tres con el uniforme, parados y sosteniendo grandes fusiles. Había algo en esa imagen que resaltaba sobre lo demás, tal vez el orgullo reflejado en esos rostros, ese coraje y esas ganas de triunfar que les salía de los ojos. Encontré una medalla en forma de estrella en donde decía: “The Soldier Medal: Roberto Martínez US ARMY”. Y saqué de esa mochila unas hojas sucias en las que escribía mi padre durante sus días de batalla. Después de leerlo me dio la sensación que no había diferencia entre todas ellas, todas monótonas, como si todas fueran copias de un mismo original. Vietnam, poblado de Son My, 16 de marzo de 1968. La luz del día casi se ha ido, pero todo sigue igual, nada ha cambiado. Hoy al mediodía llegamos al pueblo de May Lai en busca del enemigo, pero no lo encontramos; nos dio mucho coraje, han sido muchos días de búsqueda. William nos ordenó abrir fuego contra los civiles por ocultarnos información. Todos murieron, mujeres, viejos y niños, nadie quedó vivo, tan sólo dejamos charcos de sangre y más de treinta cadáveres. Ahora sólo quiero morir, como si el no existir fuese mi única esperanza de paz, pero supongo que aún el sufrir me tiene un largo futuro en vida, y quizás más allá...

Levanté la mirada, y colgado de la pared miré un retrato familiar, cuando aún vivíamos todos en México, él ahí con sus dieciocho años, representando toda la inocencia de los hombres, una sonrisa limpia saliéndole de la boca. Entonces creí que algún comandante tonto me había mandado al soldado equivocado. El que había vuelto no podía ser mi papá. Así que salí corriendo a la calle con la idea de encontrar a mi verdadero padre.


Raising Victor Vargas: Diario de un dominican-york Jochy Herrera Recuerda una vez que fuimos así los barcos y el mar, la fe y el adiós llegar a un lugar pidiendo vivir huir de un lugar salvando el dolor… Pedro Guerra Con apenas 28 años, Peter Sollett dirige magistralmente Raising Victor Vargas. Premiada en los festivales de Sundance y Cannes, el largometraje nos muestra, por un lado, las relaciones amorosas y los desafíos existenciales de un joven dominicano en la urbe neoyorkina. Por otro, nos invita al análisis de la alienación económica, cultural y social del más de un millón de dominicanos llegados a Nueva York en busca de mejor suerte, mostrándonos la incomunicación que abruma a los inmigrantes de primera y segunda generación en sus cotidianidades y también en sus memorias. En la película, redefinición y noviazgos son desafíos saludables del crecimiento; la incomunicación y el aislamiento, pequeñas tragedias vivenciales. Víctor, autoproclamado “papichulo”, conquista a las más codiciadas jóvenes del vecindario sin darse cuenta que, en ese proceso, él es tan víctima como lo son ellas. Posadolescente rebelde, descubre que al crecer se renuncia a cosas que se asumían como paradigmas:

la manera de humedecer los labios frente a una muchacha, el lenguaje verbal o corporal que empleamos, la reputación en el vecindario... en fin, Víctor aprende que la comunicación exige un convencimiento de nuestra identidad y una disposición a defenderla. Él dispone de un círculo inmediato, y tal vez el único: sus hermanos menores Nino y Vicky, y su abuela Tatica. El primero se la pasa pensando en las técnicas para conquistar muchachas; y la segunda está preocupada por parecerse cada vez más a las modelos que ve el televisor. La abuela, encargada de su crianza, es el símbolo de la vieja guardia: la añoranza de una República Dominicana y una defensa del inglés como fuente y justificación de sus freudianas y anticuadas reglas hogareñas. Tatica se conecta con la isla recordando que ordeñaba las vacas en el remoto pueblo de sus orígenes, o también al lavarle el pelo a su nieto menor con latas de Café Bustelo. Ella es cuidadosa al aclarar que a pesar de sus decenios en este país aún mantiene esa dignidad generacional que la obliga a enfrentar las adolescentes travesuras de sus nietos. En la película no hay otros personajes más que los miembros de la familia de Víctor y sus amigos cercanos quienes parecen sólo tener la piscina del barrio como esfera vivencial. Las escuelas, los clubes y los vecinos están ausentes; pertenecen a esa otra urbe foránea que no es parte de sus vidas pero que la conforma. Es como si vivieran en Nueva York sin saberlo. En su único contacto con el sistema, la abuela Tatica, desesperada con los desvaríos de Víctor y temerosa de las experiencias que trae a la casa, acude a las autoridades

juveniles. Allí conoce al único personaje de la trama que no pertenece a la familia: la funcionaria a quien le confiesa su frustración y quien, a su vez, la ayuda a entender el sinsentido de su queja: ¿qué ha hecho Víctor para merecer castigo? La abuela representa el lazo fundamental entre la isla y Norteamérica: ella guarda entre sus pechos la llave que cierra el teléfono de la casa, cuyo uso le ha prohibido a sus nietos. Y aun así, es ella quien al final abre la cerradura del viejo aparato, rescatando en esta simbólica escena los instrumentos de comunicación ausentes del núcleo familiar. En otras palabras, nuestros orígenes definen las ataduras pero también solucionan nuestros enigmas. “Park closed” lee un cartel que está junto a los protagonistas mientras conversan en la azotea de un edificio que majestuosamente muestra una ciudad, que ni es ajena, ni les pertenece; simplemente está ahí como testigo. Nueva York es un macrocosmos de millones de latinos sin acceso a la ciudad que los cobija, es el sostén de la alienación del inmigrante: su presencia, su percepción, pero no su participación. Peter Sollett, recién graduado como cineasta de New York University, se enriquece con el apoyo del Sundance Screen Lab y La Cinefondation Paris. Ya había sido premiado en Cannes con su documental Five Feet High and Raising. Luego de dos años de trabajo, logra conjuntar un casting de actores y actrices (todos con poca experiencia filmográfica) a través de panfletos que anunciaban el proyecto en el Lower East Side de un Manhattan muy particular. En este primer largometraje, Sollett crea una semiótica que libera a los actores del guión, y al mismo tiempo les da el poder de la creatividad espontánea: ellos improvisan diálogos y escenas en patios escondidos donde los gallos y la chatarra crean el paisaje, o en habitaciones donde a los hermanos los une la complicidad y el silencio. La banda sonora es intrigante: aunque la mayoría de las canciones pertenecen a un estilo de música tradicional caribeña, ni se puede identificar como música que sea auténticamente dominica, ni se compagina con la contemporaneidad de la historia. Sin embargo, en ocasiones el modesto y hacinado apartamento que aloja la familia es sublimizado con unas notas de J. S. Bach, apuradamente ejecutadas por Nino. La crítica anglosajona del mainstream ha simplificado la película al calificarla como una historia de crisis de adolescentes entre jóvenes confundidos y “una abuela sin sentido”. Yo, que vi a mi tía Yolanda jugar loto en bodegas de Nueva York que olían a Santo Domingo, sé que la tragedia de la diáspora tiene nombre, apellido y domicilio. Me pregunto si el “sinsentido” de nuestras memorias y costumbres no es, en realidad, nuestra identidad. Tal vez el título original de la película (Long Way Home) le hubiera mostrado a los críticos de The New York Times que la crianza de Víctor Vargas es, para Tatica su abuela, la admisión del abismo de la diáspora.


“La Nena” en el Aguijón Re-lectura de la poesía de Delmira Agustini Delia Negro Yo muero extrañamente... No me mata la Vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida... "Lo inefable"de Cantos de la Mañana

La transgresión de lo tradicionalmente femenino y la necesidad del mundo en que vivimos de crear mitos constantemente, han provocado relecturas de la poesía de Delmira Agustini. Pero lo que llama realmente la atención es que haya sido la distancia geográfica lo que ha provocado y permitido esta relectura. Es precisamente en el exterior y no en su país de origen, Uruguay, donde se ha demostrado real interés por la vida y obra de este personaje femenino de la época del 900. Parecería que desde fuera se contara con la perspectiva necesaria para hacer resurgir, una y otra vez, al polémico personaje. Es el caso de la escritora estadounidense Judy Veramendi –autora de la pieza teatral puesta en escena hace unos días en el Teatro Aguijón–, quien ha dedicado varios años de investigación al estudio de esa atractiva personalidad. También hemos visto hace pocos años en carteleras de Buenos Aires, cómo Victoria Ocampo, Alfonsina Storni y Delmira Agustini a la cabeza, han inspirado la creatividad dramática de la temporada teatral. ¿Será una necesidad de cambio y de renovación la búsqueda de estos personajes transgresores de la sociedad burguesa de principios del siglo pasado, justamente en los comienzos de un nuevo siglo? Paralelamente, observamos el escaso interés o la postergación del tema o... ¿el miedo al cambio?, de una sociedad montevideana demasiado afecta-

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da por el impacto provocado por los modernistas del 900. Disfrazados de parisinos, sembraron el escándalo en una sociedad en la cual todavía se escucha el eco de un asesinato-suicidio o suicidioasesinato, que resonó en el Barrio Sur en el mes de julio de 1914. Ese día moría “La Nena”, pero se consolidaba en el tiempo Delmira Agustini. Es revelador el silencio editorial e intelectual que se ha manifestado en Uruguay en torno a este tema. Unos, respondiendo a “La Nena”, lo ignoran por considerarlo inabordable, agresivo y transgresor, y otros, por no caer en el análisis de una realidad social muy cercana, lo ignoran antes que encararlo. El aislamiento del “cisne en el pantano”, del dandy en el “Tontovideo”, como lo llamaban los modernistas locales Herrera y Reissig y Roberto de las Carreras, respondía a la vanguardia literaria de la época, al vate nicaragüense Ruben Darío, consuelo epistolar de nuestra poeta. Delmira fue el “cisne en el pantano”; fue el producto de una sociedad cambiante por el flujo inmigratorio, en el que ya estaba gestándose y cuestionándose el lugar que en esta sociedad ocupaba la mujer. Y es en las ciudades rioplatenses donde vemos mejor ejemplificada esa dualidad social: las amas de casa ...y Delmira, las hermanas Ocampo, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Blanca Luz Brum, Irma Avegno y hasta Eva Perón con las salvedades que podamos marcar en este último caso. En ese momento la mujer logra un espacio en la sociedad, tiene acceso al conocimiento, la universidad le abre sus puertas y forma profesionales destacadas. Y si hacemos una rápida revisión histórica, podemos registrar en el año 1913 la aprobación del divorcio en el Uruguay. Delmira es la primera mujer que hace uso de ese derecho legal de separación de una pareja, ella lo inaugura con gran escándalo entre sus contemporáneas. La dualidad que vive Delmira en su propia vida es la dualidad de la sociedad. Ella es el reflejo de un cambio que apenas comenzaba, aceptado y no aceptado, en un vaivén entre la modernidad y la aceptación callada de lo ya existente. Pero, luego de un siglo, no ha llegado el momento todavía de la estabilidad. La sociedad uruguaya fue un ejemplo de cambio a principios del siglo pasado, pero esa vertiginosa y temprana aceleración, fue perdiendo velocidad paulatinamente y en la actualidad son otras las áreas que

han adquirido ese privilegio. ¿Será éste el motivo por el cual resurge el acercamiento a un personaje como Delmira en el exterior y no propiamente entre sus connacionales, quienes serían los que podrían profundizar con un conocimiento del escenario real? Debemos valorar entonces, los esfuerzos de relectura y las reconsideraciones sobre el personaje, aunque estén lejos de reproducir la realidad de la época y la dualidad de esa personalidad conflictiva, que no se sabe ni cómo, ni por dónde encararla: por su vida o por su poesía. En el Teatro Aguijón hemos visto en estos días una Delmira obediente, caprichosa y erótica, un Manuel Ugarte galante y un mediocre Enrique Reyes, pero ninguno de ellos transmitía la fuerza y el peso de la transgresión propios de los ojos modernistas. Sin embargo, observamos una madre de Delmira cuestionándose y aferrándose a la vez, a un molde social impuesto por sus antecesoras, cumpliendo un papel más cercano a la realidad del momento, más cercano a

las representantes de esa burguesía de principios de siglo. Porque esa dualidad no era exclusiva de Delmira, era sentida, era captada por toda mujer, era la expresión del desencanto, era la búsqueda de aire libre. La particularidad de Delmira fue saberlo exteriorizar, saberlo decir, saber captar las imágenes que la llevarían indefectiblemente hacia un final inalcanzable e incontenible, a su propio final: presentido, temido y deseado. Enrique Reyes, Manuel Ugarte, André Giot de Badet, Rubén Darío eran para Delmira Agustini vías de búsqueda de lo inasible. La condensada síntesis de una vida tan corta y tan compleja que hemos visto en estos días en el Teatro Aguijón, puede pasar por alto condicionantes decisivas del desenlace de Delmira, pero, aunque tenga un aire de exportación, debemos valorar la iniciativa y la investigación de un tema que aborda reales dimensiones, en este otro comienzo de siglo.


El Premio Juan Rulfo cumple su primera década Leda Schiavo Premio Juan Rulfo, una década. Antologa Juan Gustavo Cobo Borda, ed. México: Universidad de Guadalajara/Fondo de Cultura Económica. 2002.

Pocas antologías pueden dar tanta satisfacción a los lectores como ésta, que reúne a lo más inteligente y consagrado de la literatura latinoamericana de los últimos años, en lo que hace a la narrativa y a la poesía. Aunque algunos iconoclastas pueden considerar que el premio Juan Rulfo, con toda la menesunda que lo rodea, es una simple operación de mercado, y no cabe duda que lo es, tampoco hay ninguna duda de que leer a estos autores distinguidos por el premio, todos juntos en un solo volumen, es un plato fuerte y sabroso que poco tiene que ver con la nouvelle cuisine. Quizás es que llevar nada menos que el nombre de Juan Rulfo condiciona el premio, y él, desde esa región de las sombras que conocía tan bien, vigila las debilidades del jurado y logra que se premie lo bueno y lo que sigue uniendo a los latinoamericanos perdidos en la selva de mercados comunes, libres comercios –que no es lo mismo que comercios libres– y otras zarandajas. Uno vuelve a sentir que Latinoamérica existe, que produce genios y que hay un lenguaje y un orgasmo común que supera estúpidas fronteras. El jurado está integrado por los mandarines de la literatura latinoamericana, vivan aquí o allá, pero Rulfo vigiló para que no se equivocaran. Huele a cosa oficial y mercantilista, pero pese

a todo Rulfo gana: los autores son buenos de verdad, dicen cosas grandes que nos tocan, en este maravilloso idioma común al que cada uno da un ritmo, un vocabulario, una textura, un algo que place a los sentidos y a la inteligencia, y con el que todos nos identificamos. América Latina es nuestros escritores y nuestra música, además de la mano de obra barata y la sangre joven que se beben los vampiros internacionales. Un chileno como Nicanor Parra (premiado en 1991), pese a aceptar convivir con Pinochet, es capaz de impresionarnos con su ironía, su nonchalance, su decir profundo con la lengua de todos los días. Un mexicano como Juan José Arreola (premio 1992) nos sigue conmoviendo con su guardagujas. El cubano Eliseo Diego que recibió el premio en 1993 y murió al año siguiente, nos deja en la antología su “Testamento”. En 1994 la distinción cae en Julio Ramón Ribeyro, peruano y cuentista de inacabables registros estilísticos: hay tres cuentos para disfrutar de los mismos en esta antología. La brasileña Nélida Piñón fue elegida el año siguiente y nos deja su visión femenina a través de su portugués traducido con excelencia. Otra mujer recibió el premio en 1998, la argentina Olga Orozco, que desgrana en sus largos versos el misterio de la vida y de la muerte. Augusto Monterroso no podía dejar de estar en esta lista de escogidos, y lo fue en 1996. Al año siguiente el jurado decide premiar a un español, y elige a Juan Marsé, autor de novelas y residente en Cataluña. En 1999 el premiado es el ensayista y novelista mexicano Sergio Pitol y en el 2000 se distingue la obra y la figura pública del poeta argentino Juan Gelman. El décimo año del premio incorpora al prolífico y multifacético Juan García Ponce. Cuando la Antología estaba ya en pruebas, el ganador del año 2002, Cintio Vitier, encuentra un lugar en las últimas páginas para cerrar así esta suma de genios literarios. La selección del material y el prólogo son obra de Juan Gustavo Cobo Borda, y en todos los casos se recoge el discurso con que los premiados reciben el galardón. El premio Juan Rulfo se entrega todos los años en la Universidad de Guadalajara, coincidiendo con la Feria Internacional del Libro y tiene el patronazgo del Centro Cultural de México, de Radio Francia Internacional y de Le Monde Diplomatique. Siempre han surgido grandes creadores en América Latina. La resistencia cultural es uno de nuestros fuertes y un lápiz y un cuaderno bastan a nuestros escritores para alegrar a los vivos y prepararse para no morir del todo.

Monterroso: Augusto Carmen González Se puede decir con muchas palabras, se puede describir con minuciosidad y prolijidad, se puede unir vocales y consonantes, introducir comas, espacios, puntos seguidos, apartes y suspensivos, mayúsculas y minúsculas. Se puede, sobre lo mismo, construir una historia extensa, descriptiva, exhaustiva. Escribir cien, doscientas, trescientas páginas. Escribir sobre el mismo tema una novela. Se puede, sí, pero no parece que se pueda hacer ni decir mucho mejor. No parece que se pueda llegar a la síntesis genial, a esa precisión de relojero de la gramática, de cirujano de la aritmética, de matemático del vocabulario, de dominio del verbo. No parece que sea fácil llegar a la síntesis, a la esencia, ni captar la complejidad humana y la comicidad de lo ordinario usando el lenguaje con la precisión, eficacia y maestría de Monterroso: Tito para los íntimos, para los amigos. Augusto por nombre, propio, suyo, de sí mismo, sustantivo y adjetivo indicativo de identidad, posición y dignidad. Augusto Monterroso nos ha dejado, se ha ido quizás porque como él mismo dice en Los buscadores de oro “...el pequeño mundo que uno encuentra al nacer es el mismo en cualquier parte en que se nazca; sólo se amplía si uno logra irse a tiempo de donde tiene que irse, físicamente o con la imaginación....”. Se ha ido, pero nos ha dejado relatos, cuentos, ensayos, pensamientos y por ellos nos tiene y por sus obras le seguimos teniendo. Monterroso nos ha dejado la posibilidad de imaginar las historias encerradas en espacios tan breves. Para cada lector hay un enigma en la magia de sus palabras. Monterroso, Augusto. ¿Se puede decir más? Se puede jugar al juego de imaginar lo que esconde la historia. Descubrir en la precisión de su lenguaje, escaso, afinado, exacto, lo oculto, lo no contado... “El cuento debe ser denso e intenso desde la primera hasta la última línea. No importa el final ni importa la historia. Importa la historia por la forma en que está contada”, dijo, y así es como son sus cuentos: densos e intensos, breves, suficientes, exactos, precisos, ricos, irónicos... Su biografía, se escapa en lo que

escribe, sale y se desparrama, pues el valor de su biografía es el valor de su lucidez, de la capacidad de observarse, observando, de la distancia y proximidad con la que analiza el comportamiento humano tan contradictorio. En Los buscadores de oro escribió: “A lo largo de mi vida he vivido las cosas como si lo que me sucediera le estuviera sucediendo a otro, que soy y no soy yo...”. Lucidez e incredulidad, la eterna duda, la duda de uno mismo reflejada en sus cuentos deliciosos pues nos ahorra palabras, ¡y nos dice tantas cosas! El mismo autor relata en Los buscadores de oro sus sentimientos ante un público de la Universidad de Siena, un público que con la lucidez que le caracteriza intuye o presiente que no sabe quien es él y dice que les dice: “es muy probable que ustedes no sepan quién les va a hablar, empezaré por reconocer que soy un autor desconocido, o, tal vez con más exactitud, un autor ignorado (en ese momento, dice, pasaba por su imaginación la protagonista de uno de sus cuentos, quien ante un público primero indiferente y luego hostil, se enreda explicando que en realidad no es una actriz)”. Así, su cuento refleja y es un referente a su propia situación, la situación de verse explicando que, en realidad, él, que impartirá una conferencia a un público de estudiantes y profesores... en realidad, no es conocido. Su realidad se refleja en su cuento, su cuento refleja su realidad. Monterroso: observador agudo, ácido, cáustico, irónico. La ironía del lúcido, de quien percibe, más allá de la realidad aparente, la esencia y contradicción oculta en las situaciones narradas, el cerebro atormentado por la lucidez, la realidad plural de múltiples caras ocultas, las más de las veces, para un contador común, para un observador menos agudo, más lineal. Ante el género humano en el que se reconoce y que es, sólo en apariencia, tan diverso, se enreda en la observación: “siento a mi alrededor a mis compañeros de escuela: admiro a unos por su valor, su dedicación o su memoria; me doy cuenta de la adulación de otros con los maestros; percibo el ridículo en los presumidos y los orgullosos; y están los buscadores de aprobación”. “Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.” (Augusto Monterroso, El mundo) “Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.” (Augusto Monterroso, Fecundidad) Dicen que decía y dijo: “Para mí cualquier lector es el lector ideal”. Para Monterroso, de un lector cualquiera, de un lector ideal.

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Temas y variaciones en Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes John Barry García Márquez, Gabriel, Vivir para contarla, Mondanori, España, 2002, 592 pp. Fuentes, Carlos, En esto creo, Seix Barral, España, 2002, 352 pp.

En el año 2002 cuatro autores latinoamericanos de mucha envergadura publicaron libros de memorias y reflexiones sobre la vida. Augusto Monterroso cuenta sus experiencias con otros escritores del continente en Pájaros de Hispanoamérica. Mario Benedetti ofrece meditaciones poéticas sobre nuestro tiempo (algunas bastante simplonas) en Insomnios y duermevelas. Carlos Fuentes publicó En esto creo, una mezcla de ensayo, autobiografía, declaración de principios y confesión en forma de un abecedario personal, empezando con la A de Amistad y terminando con la Z de Zurich. Y en el libro más esperado del año y el más vendido en el mundo hispanoparlante en sus primeros meses de publicación, Gabriel García Márquez cuenta su vida desde su infancia hasta sus treinta años en el primer volumen de sus memorias. Me gustaría comentar estos textos nuevos de García Márquez y de Fuentes, en parte porque en ellos hay muchos ecos de sus obras enteras y en parte porque al contrastarlos se ponen de relieve las diferencias entre dos gigantes de la narrativa contemporánea. “La vida no es la que uno vivió, sino

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la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, con este epígrafe empieza García Márquez Vivir para contarla. Indudablemente el autor ha permanecido fiel a la idea de que la vida y la literatura son inseparables: leer las memorias de sus primeros treinta años es hacer un recorrido por Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, La hojarasca y El coronel no tiene quién le escriba. Como había declarado antes y como pone de manifiesto en estas memorias, los años que vivió en la casa de sus abuelos en Aracataca más sus experiencias como joven en Barranquilla y Cartagena forman la base fundamental, si no exclusiva, de su narrativa. En Vivir para contarla encontramos los personajes, los incidentes, el trasfondo histórico, los temas y las inquietudes de casi toda su narrativa. Siempre ha afirmado que su prosa no pertenece al realismo mágico porque las cosas que cuenta en sus novelas realmente pasaron, y el lector familiarizado con sus ficciones pasa de un episodio a otro de sus memorias reconociendo lo leído en Cien años de soledad o en El amor en los tiempos del cólera. Inevitablemente sus memorias relatan también cosas que no aparecen en sus novelas y cuentos: detalles de sus años de estudio en el colegio y en la universidad, las muchas parrandas y borracheras de su juventud, los miles de libros y cigarros que consumía leyendo incansablemente hasta el amanecer, sus muchas amistades, sus amores –incluido el gran amor de su vida–, sus viajes, su aprendizaje como novelista y como periodista. Además hay episodios históricos narrados con detalle que no figuran o que aparecen muy brevemente en su narrativa, como por ejemplo el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1946, conocido como el Bogotazo, que desencadenó en el periodo conocido como La Violencia. Pero a pesar de estas nuevas revelaciones e historias, el lector tiene la sensación de haber leído todo esto antes, en gran medida porque la voz narrativa y el lenguaje son muy semejantes a los de las novelas. El primer párrafo de Vivir para contarla podría ser el comienzo de cualquier novela garcíamarquina. Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había llegado a Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde vivía la familia y no tenía la menor idea de cómo encontrarme. Preguntando por aquí y por allá entre los conocidos, le indicaron que me buscara en la librería Mundo o en los cafés vecinos, donde iba dos veces al día a conversar con mis amigos escritores. El que se lo dijo le advirtió: ‘Vaya con cuidado porque son locos de remate’. Llegó a las doce en punto. Se abrió paso con su andar ligero por entre las mesas de libros en exhibición, se me plantó enfrente, mirándome a los ojos con la sonrisa pícara de sus días mejores, y antes que yo pudiera reaccionar me dijo: –Soy tu madre.

Me gustó mucho Vivir para contarla, pero debo confesar que soy un gran admirador de la prosa de García Márquez, tanto que siempre me sorprende que alguien no pueda entender por qué Cien años de soledad está considerada una de las mejores novelas del siglo XX. Reconozco que hasta cierto punto García Márquez toca la misma música en todas sus obras, de modo que para alguien a quien no le gusta su melodía las memorias podrían resultar si no insignificantes por lo menos aburridas. Pero como a mí me encanta esa música, sus memorias me resultan muy entretenidas: tocan temas y variaciones de una gran canción. Reconocemos una música que no habíamos escuchado antes de Duke Ellington o Antonio Carlos Jobim y gozamos con ella a pesar de lo familiar que nos suena. Algo parecido ocurre con Vivir para contarla. El lector que ha disfrutado con las novelas de García Márquez va a pasarlo bien, a pesar de que puede resultar abrumadora la cantidad de datos, nombres e incidentes relacionados con los mundos literario y político de Colombia en las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Si con García Márquez podríamos hablar de temas y variaciones sobre su infancia y adolescencia en el Caribe colombiano, en el caso de Carlos Fuentes sería mejor pensar en un músico de jazz que improvisa mucho, que a veces produce una frase brillante y luego otra ya escuchada muchas veces, que cita frecuentemente a maestros pasados y presentes, que toca muchos estilos con mayor o menor éxito y que evidentemente nunca ha tocado en un grupo que no tuviera músicos de renombre. Si en Vivir para contarla abundan nombres de personas desconocidas fuera del ámbito regional de Colombia, en En esto creo casi todos los conocidos de Fuentes son muy famosos. Igual que en Vivir para contarla, En esto creo está plagado de ecos, referencias y citas directas de textos anteriores, de los temas, obsesiones, pasiones e ideas que hemos leído antes en sus escritos. Fuentes es elocuente y apasionado en las secciones “Educación”, “Hijos”, “Iberoamérica”, “Lectura”, “México”, “Muerte”, “Novela” y “Sociedad Civil”; es repetitivo, poco original y a veces presumido y un poco pesado en “Amor”, “Cine”, “Faulkner”, “Odisea”, “Wittgenstein” y “Yo”. Si en Vivir para contarla hacemos una relectura de las novelas de García Márquez a través de su vida, en En esto creo encontramos referencias y reminiscencias de la obra producida hasta ahora por el escritor mexicano. Veamos un fragmento de “Lectura”, en el que Fuentes se sirve de una de sus técnicas preferidas, la acumulación de frases paralelas, donde se puede reconocer parte de la temática del autor, así como el gusto de crear máximas y sentencias, que vacilan entre el tópico y la sinceridad.

El libro nos dice lo que ninguna otra forma de comunicación puede, quiere o alcanza a decir: La integración completa de nuestras facultades de conocernos a nosotros mismos para realizarnos en el mundo, en nuestro yo y en los demás. El libro nos dice que nuestra vida es un repertorio de posibilidades que transforman el deseo en experiencia y la experiencia en destino. El libro nos dice que existe el otro, que existen los demás, que nuestra personalidad no se agota en sí misma sino que se vuelca en la obligación moral de prestarle atención a los demás –que nunca son lo de más. El libro es la educación de los sentidos a través del lenguaje. El libro es la amistad tangible, olfativa, táctil, visual, que nos abre las puertas de la casa al amor que nos hermana con el mundo, porque compartimos el verbo del mundo. Las reflexiones e ideas de Carlos Fuentes no son las de cualquier persona, y lo que dice por ejemplo sobre la herencia precolombina, la globalización, Luis Buñuel, la política de México o la novela contemporánea merecen nuestra atención. El problema es que hemos leído mucho de esto antes en sus ensayos y novelas, y si ése no fuera el caso, sería necesario que profundizara más en el tema. No obstante, hay momentos conmovedores y auténticos en En eso creo, como el segmento sobre la “Muerte”, seguramente inspirado en el dolor por la pérdida de su hijo. Aquí la prosa es sentida, clásica, íntima, poética, bella. “La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es. La esperamos con grados diferentes de aceptación, de furia, de tristeza, de cuestionamiento, de arrepentimiento… Enemiga, y, más que enemiga, rival, cuando nos arrebata a un ser amado. Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros, sino a los que amamos… En rebelión contra semejante crueldad, aprendemos por lo menos tres cosas. La primera es que al morir un joven, ya nada nos separa de la muerte. La segunda es saber que hay jóvenes que mueren para ser amados más. Y la tercera, que el muerto joven al que amamos está vivo porque el amor que nos unió sigue vivo en mi vida.” En fin, tanto Vivir para contarla como En esto creo son viajes de regreso, reencuentros con dos de nuestros escritores más prolíficos y queridos, cada uno con su propia canción.


A 200 años de Emerson José Ángel Navejas I Algunos hombres se confunden con su obra. Y es la música, acaso, el género donde esta correspondencia entre biografía y obra es más evidente. Vale la pena recordar que, en la mayoría de sus composiciones, Bach, devoto cristiano, toca temas relacionados con la religión. Quizá no sea esto una mera casualidad, ya que la música, más que especular, rescata lo vivido. Ya Wagner afirmaba que el aterrador éxtasis de sus sinfonías no provenía de otro lado sino del susurro de los bosques. Dada su naturaleza, la literatura –y sobre todo la ensayística–, se resiste a otorgar este tipo de libertad. Este es, sin embargo, el caso de Ralph Waldo Emerson. Afirmar que la obra de Emerson es esencialmente autobiográfica no es del todo arriesgado. Después de todo, el tema más recurrente de sus Essays es la condición humana. Así, Emerson reduce la filosofía a las circunstancias actuales del hombre, convirtiéndose en un heredero tardío del estoicismo vía Epicteto. Según éste, existen dos tipos de circunstancias: aquellas fuera de nuestro control y las que podemos controlar. Asumiendo tal precepto, Emerson se adhiere, explora y explota las circunstancias sobre las cuales, como individuo, puede ejercer algún tipo de control. Dicha actitud le permite a Emerson proponer: “Society is everywhere a conspiracy against everyone of its members”, propuesta que, de no ser avalada por una experiencia previa, resultaría una mera herramienta retórica. Pero en 1838, en el ascenso de su carrera como orador que le daría prestigio tanto a lo largo de Estados Unidos como en el Reino Unido, Emerson pronuncia su discurso Divinity School Address en Harvard, el cual le gana el repruebo del ala conservadora de dicha institución. Tal reacción, no obstante, era de esperarse. Egresado de esa misma universidad, el pronunciamiento del Sabio de Concord -como ya se le conocía en vida- sacudió el fundamento del universo puritano de Massachussetts al afirmar, entre otras herejías, que: “To aim to convert a man by miracles is a profanation of the soul”. Mas el terror de algunos se traduce en la exaltación de otros. Y si bien, dicho discurso le cerró a Emerson las puertas de Harvard hasta 1868, a través de los años, la firmeza de sus convicciones le ganó no pocos adeptos. De entre la audiencia que abarrotaba sus discursos, un inquieto joven neoyorquino en busca de

la filosofía que diera pauta a sus ideas encontró en Emerson su respuesta. ¿Su nombre? Walt Whitman. Whitman llegó a declarar que “my ideas were simmering and simmering, and Emerson brought them to a boil”. La influencia de Emerson en la obra de Whitman es, pues, significativa. De hecho, habiendo apenas recibido el ejemplar de Leaves of Grass de su autor, Emerson no dudó en remitirle una carta expresándole su complacencia con el libro que llegaría a convertirse en el clásico de referencia en la poética norteamericana. Whitman, consciente del peso intelectual de Emerson y el impacto que dicha carta podría tener en el lector norteamericano, la distribuyó en forma de folleto, la mandó imprimir en The New York Tribune y apresuró la segunda edición de su libro, citando en la contraportada una porción de la carta –que los críticos llaman “the most famous letter in American literature”– avalada por el nombre de Emerson impreso en letras doradas. El entusiasmo de Whitman por dicha carta no era para menos. Después de todo, Emerson era ya una de los intelectuales más prominentes en el área de Boston: de pastor unitario en poco tiempo se convierte en el protagonista central del movimiento literario y filosófico de Nueva Inglaterra conocido como Transcendentalism, movimiento desde el cual se proyectarían eminencias de las letras estadounidenses como Henry David Thoreau y Margaret Fuller. Mas el efecto Emerson no se confinó sólo a Estados Unidos, y pronto se extendió a Europa, donde la prosa del autor estadounidense encontró en Carlyle a uno de sus más tempranos admiradores del otro lado del Atlántico. II Injustamente excluído del canon existencial, Emerson podría fácilmente situarse al principio de dicho movimiento. Ya que, aparentemente, la mayor influencia que recibió Friedrich Nietzsche –quien junto con Søren Kierkegaard se considera el padre del existencialismo– no provenía de ninguno de sus predecesores germanos, franceses ni británicos, sino de la voz radical, perturbante y desgarradora que encontró en los ensayos del ensayista y poeta estadounidense. De hecho, la idea de adoptar a Zarathustra, el famoso heraldo de la muerte de dios, como el personaje central de su libro más controvertido, muestra claramente la gran influencia que Emerson ejerció sobre Nietzsche.

Al margen de su copia de los ensayos de Emerson, Nietzsche anota con entusiasmo, “Das ist es!” (¡aquí está!) refiriéndose al hallazgo del antiguo profeta persa que vendría a encarnar su pensamiento. La deuda de Nietzsche, y por consiguiente del existencialismo, con Emerson es mayor de lo que se imagina. Ya lo sugiere George J. Stack en un estudio comparativo entre ambos pensadores, “If one went from a careful reading of Emerson’s essays to Thus Spoke Zarathustra, one would repeatedly have the experience of déjà-vu”. Así, el hecho de que en Also sprach Zarathustra uno de los temas más recurrentes sea –como antes en Leaves of Grass– la afirmación, la celebración del mundo concreto, es decir, un tema propiamente emersoniano, no debería sorprender a nadie. De hecho, el Zarathustra nietzschiano está prefigurado ya en la idea de Emerson del intelectual estadounidense. En su discurso “The American Scholar”, Emerson propone: Men are become of no account. Men in history, men in the world of to-day, are bugs, are spawn, and are called “the mass” and “the herd.” …They are content to be brushed like flies from the path of a great person, so that justice shall be done by him to that common nature which it is the dearest desire of all to see enlarged and glorified. They sun themselves in the great man's light, and feel it to be their own element.

Mientras, por su parte, el Zarathustra de Nietzsche afirma: En el mundo las mejores cosas no valen nada sin alguien que las represente: grandes hombres llama el pueblo a esos actores. Lleno de bufones está el mercado –¡y el pueblo se gloría de sus grandes hombres! Éstos son para él los señores del momento.

Es, sin embargo, “Self-Reliance”, ensayo de Emerson, uno de los escritos que sin duda apela más al innato espíritu iconoclasta de Nietzsche. En un pasaje que contiene ya la totalidad de la ética existentialista, Emerson proclama: And truly it demands something godlike in him who has cast off the common motives of humanity and has ventured to trust himself for a taskmaster. High be his heart, faithful his will, clear his sight, that he may in good earnest be

doctrine, society, to himself, that a simple purpose may be to him as strong as iron necessity is to others.

Esta propuesta de Emerson encuentra su receptor ideal en el Übermensch a quien Zarathustra trata de instruir: ¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley? Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!

La influencia de Emerson en Nietzsche es mucho más extensa de lo que se puede señalar en este escrito. No obstante, la presencia del pensamiento del ensayista norteamericano en la obra del alemán es innegable. No por nada, durante los constantes viajes que la precaria salud de éste le obligaba a realizar, uno de los pocos libros que cargaba consigo era su Versuche, el volumen de ensayos de Emerson en versión alemana. No era Emerson sólo un libro más en su colección. Para Nietzsche, Emerson era el “Amerikaner Doktor”, el renovador de salud espiritual, el promulgador de una nueva ética que, por el hecho de ser individual, se rehusa a fecharse. Así, hoy, a doscientos años de su natalicio podemos repetir con Nietzsche que “Emerson posee esa seriedad espiritual que desconcierta todo lo serio; no sabe cuán viejo es y al mismo tiempo cuán joven sigue siendo”. Quizá sea por eso que, a más de siglo y medio de la publicación de sus Essays, su efecto sigue ahora tan vigente como entonces. Nietzsche definía su propia filosofía como “un platonismo al revés”, con lo que quería decir que ésta se erguía desde la esencia terrena de las cosas. Y es precisamente dicha esencia lo que el joven germano encontró en la obra de Emerson: una precisa correspondencia entre vivencia y palabra. Copérnico situó La Tierra en su lugar correspondiente; Kant hizo lo suyo respecto al intelecto humano, pero es sólo en la obra de Emerson donde la experiencia cotidiana del hombre cobra su debida importancia: [A man] should see that he can live all history in his own person. He must sit solidly at home, and not suffert himself to be bullied by kings or empires, but know that he is greater than all the geography and all the government of the world; he must transfer the point of view from which history is commonly read, from Rome and Athens and London, to himself, and not deny his conviction that he is the court, and if England or Egypt have anything to say to him he will try the case; if not, let `them forever be silent.

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Berger y el inmigrante: El séptimo hombre Juan Mora Torres Los estudios sobre el fenómeno migratorio se han ganado la respetabilidad en los círculos académicos en las pasadas dos décadas. Hoy en día existen cientos de libros académicos y disertaciones de doctorado, además de cursos universitarios enfocados en la inmigración actual. Los trabajos de Jorge Bustamante, Douglas Massey y Rubén Martínez, entre otros, se han convertido en lectura obligatoria en los diferentes cursos universitarios sobre inmigración. Sin embargo, y esto es sorprendente, hay un libro que no figura en la lista de lecturas obligatorias y que además no es citado con frecuencia. Se trata de una obra de John Berger: A Seventh Man: a Book of Images and Words about the Experience of Migrant Workers in Europe (El séptimo hombre: libro de imágenes y testimonios sobre la experiencia de los trabajadores migrantes en Europa, 1975). Este libro constituye uno de los mejores estudios sociológicos sobre las causas que impulsaron la inmigración después de la época de posguerra, y es además un excelente recuento periodístico sobre la experiencia vital del trabajador migrante. John Berger no necesita que lo presentemos. Es uno de los últimos sobrevivientes de una generación intelectual que agoniza, la de los intelectuales comprometidos cuya actividad y conocimiento cubren una multiplicidad de disciplinas. Berger, además de ser un novelista consumado, es poeta, traductor, dramaturgo, maestro, crítico de arte y literatura, dibujante, periodista, ensayista y sociólogo. Su obra está constituida por más de veinte libros de diferentes géneros, escritos desde 1950, sin contar los numerosos ensayos de su autoría. Entre los honores y reconocimientos recibidos figuran el Booker Prize, por su libro G, (1972), y el premio de los críticos neoyorquinos al mejor escenario, por su obra Jonah Who Will Be Twenty-five in the Year 2000, (1976). Marxista que jamás renunció a sus ideales, Berger siempre ha sido un crítico tenaz del imperialismo, y gran parte de su producción intelectual se concentra en el destino del campesinado en el mundo contemporáneo. A diferencia de muchas de las empresas intelectuales de Berger, el libro A Seventh Man es una de sus obras menos conocidas y no ha recibido el reconocimiento que merece. Ya es

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tiempo de considerar este libro como uno de los primeros trabajos que resaltan la importancia de la inmigración en la sociedad contemporánea. Sobre todo porque se trata del libro más completo en la materia. Otros libros concentran su poder en un aspecto del fenómeno migratorio, pero muestran su debilidad en otros aspectos o simplemente los ignoran. Berger, el estudioso de la vida contemporánea, confronta las grandes preguntas sociológicas sobre las fuerzas sociales y económicas que impulsan la migración (al modo de Sasken Sassen y Douglas Massey) y, a diferencia de la mayoría de los académicos, sale airoso en su misión de exponer toda la complejidad del tema con un lenguaje accesible al lector común y corriente, sin caer en la simplificación excesiva. Como periodista, Berger ha logrado darle al inmigrante un rostro humano (como también lo hicieron Rubén Martínez y Sam Quiñónez). Como artista, capta y expresa las esperanzas, miedos, frustraciones y aspiraciones del inmigrante (al modo en que lo hacen Los Tigres del Norte). Berger se vale de la fotografía, los dibujos, los datos económicos, la teoría, la poesía, y la multiplicidad de voces, incluida la del inmigrante, para explorar el mundo que el inmigrante ha construido en su tierra y en el extranjero. Berger toma el título de su libro de un poema de Attila József y es una referencia al hecho histórico de que, durante la década de los setenta, uno de cada siete trabajadores manufactureros en los países industrializados de Europa, como Alemania y Gran Bretaña, era un inmigrante. Fiel a su estilo original, A Seventh Man es un libro de imágenes (las fotografías son de Jean Mohr, el famoso fotógrafo suizo) y testimonios en primera y segunda persona. Está dividido en tres partes: “Partida”, “Trabajo” y “Retorno”. Como sociólogo, la principal preocupación de Berger se concentra en el impacto de las estructuras sociales en la vida de los individuos. Para ello ilustra la intrusión del capitalismo transnacional en los países subdesarrollados de Europa: Turquía, lo que fue Yugoslavia, Portugal, España y Grecia. El capítulo “Partida” emprende una discusión en torno a la manera en que el mundo contemporáneo penetra en las aldeas

campesinas, socavando todos los pilares de la sociedad tradicional, disolviendo tradiciones forjadas en el transcurso de siglos. Una de las principales transformaciones operadas por el capitalismo global en la "periferia" es la crisis y declive del trabajo agrícola, que determina la conversión de los campesinos en proletarios, obligándolos a migrar a las ciudades modernas de Europa y acabando de esta manera con la clase social más antigua de la historia La sección titulada “Trabajo” se concentra en la experiencia vital de los inmigrantes en las sociedades industrializadas más avanzadas de Europa. Toca temas como la alienación, la carencia de poder, el aislamiento, la forja de la solidaridad entre inmigrantes, y el rechazo de que son objeto por parte de la población mayoritaria, especialmente la clase obrera europea y los sindicatos. Más que nada examina la conversión del campesino en proletario, sin caer en el determinismo económico. Como marxista, Berger no está únicamente interesado en la transformación de los “modos de producción” que se registra en el proceso que lleva al campesino a hacerse obrero, sino también en las transformaciones culturales relacionadas con esta transición, tomando en cuenta el papel que las tradiciones campesinas juegan en el cambio: “Su ideología es tradicional, católica, musulmana; sus esperanzas de cambio, su humanismo, se funden en su esperanza de progreso individual y familiar”. En uno de sus planteamientos más audaces, Berger analiza los efectos devastadores de la división del ciudadano y el trabajador inmigrante: “Ésta es la razón por la cual la clase obrera, si acepta la natural inferioridad de los inmigrantes, podría reducir sus propias demandas a la calidad de demandas meramente económicas, fragmentándose de esta manera y perdiendo su propia identidad política. Cuando el trabajador nativo acepta la desigualdad como principio que sostiene su propia autoestima, refuerza y completa la fragmentación que la sociedad le impone a él mismo”. En “Retorno”, Berger intercala su

propia voz con la del inmigrante como si sostuvieran un diálogo. Viviendo en dos mundos interconectados, el inmigrante expresa sus ambiciones y esperanzas: “Siempre elegí vivir en mi país. Algún día la situación en mi tierra será mejor que la de aquí, y cuando regrese, podré trabajar y construirme una casa. Será una suerte de paraíso. Si solamente los salarios en mi país fueran un poquito más elevados y si todos pudiesen conseguir empleo, nadie abandonaría esa tierra para irse al extranjero”. Berger identifica las esperanzas de un mundo mejor en el engranaje del sistema de creencias del inmigrante, pero también concluye que el inmigrante vive en una prisión de donde es imposible escaparse: “El retorno final es mítico. Le otorga sentido a lo que de otro modo carecería de sentido. Es una ilusión más grande que la vida. Es el alimento de la añoranza y los rezos. Pero es también un mito en el sentido de que, perteneciendo a los dominios de la imaginación, nunca se hace realidad. No hay un retorno final. La aldea no ha cambiado mucho desde que el inmigrante partió, así que todavía no existen las condiciones para que pueda regresar y ganarse la vida allí. Si el inmigrante lleva a cabo su cometido, será víctima del mismo atraso económico que lo obligó a partir”. Casi treinta años han pasado desde la publicación de A Seventh Man y la inmigración, en lugar de cesar, se ha incrementado. Hoy en día hay más de 130 millones de inmigrantes en el mundo entero. El mundo del inmigrante que Berger describe también ha cambiado: Europa se ha convertido en una fortaleza que dificulta la inmigración en su territorio; los inmigrantes y sus hijos constituyen ahora una “minoría” considerable que está transformando el rostro cultural y étnico del viejo continente; el surgimiento del fascismo es fundamentalmente un producto del sentimiento anti inmigrante que se ha extendido por todo el continente europeo. A pesar de que el libro de Berger se enfoca en la realidad europea, su contenido es relevante para la realidad de los Estados Unidos y todas las regiones subdesarrolladas que oscilan en su periferia: el Caribe, Centroamérica y México. Hoy en día, por ejemplo, los Estados Unidos es el único país con un índice migratorio de más de 30 millones (más del 11% de su población total), mientras que México es el país con mayor índice de emigración en el mundo entero (cerca de 10 millones de inmigrantes mexicanos residen en los Estados Unidos). El inmigrante en este país compone el 14% de la fuerza laboral. Por lo tanto, el inmigrante latinoamericano es el séptimo hombre en este país y su historia, contada a la manera de Berger, todavía espera por quien la escriba. Traducción de Marco Antonio Escalante


Trabajos del odio Marco Antonio Escalante La película Amadeus de Milos Forman vale fundamentalmente por un motivo. Nos deja con la impresión de que Salieri sabía de la genialidad de Mozart más que el mismo Mozart. Tal detalle nos revela una verdad desagradable: la envidia, ese sentimiento que todos por igual desprecian, que abochorna a quien lo siente y pone en jaque la paciencia y generosidad de quien lo sufre, es en realidad un sentimiento que nace de un profundo conocimiento. Nadie en las esferas de la sensibilidad artística humana, que yo sepa, envidia lo mediocre. Por eso la primera característica del envidioso es su buen gusto, su juicio infalible. La conciencia del envidioso es una conciencia dividida, rica, misteriosa. Se debate entre el amor que siente por la obra del envidiado y el afán casi sanguíneo de destruirla: anhela para esa obra la permanencia y la extinción. Por eso, cuando se expresa emite juicios destructivos, intelectualmente poderosos pero vacíos de verdad, porque en realidad la diatriba exacerbada, el juicio hecho insulto, no es más que el elogio más sofisticado y la declaración de amor más evidente. Eso es lo que hace al Salieri de Forman, un personaje trágico y adorable, eso es lo que lo eleva, en la consideración de los espectadores atentos, sobre la altura humana del mismísimo Mozart. La película bien pudo haberse titulado Salieri y no Amadeus. Salieri es el centro del conflicto existencial, el nudo contradictorio del sentimiento estético, el punto en que chocan el hombre miserable y el crítico genial. El odio, considerado en estado puro, no tiene el valor humano de la envidia. La envidia puede ser moralmente reprobable, pero muestra la debilidad trágica del hombre que tiene el talento equivocado, que observa que los dioses hacen de un imbécil lo que él siempre ha querido ser. Los trabajos del odio son distintos. En el odio no hay conflicto, no hay amor que lo obnubile, fisura que lo quiebre. El odio es la negación de la humanidad del hombre porque anula la razón que contiene sus sentimientos más negativos. El espíritu del hombre es un espíritu dividido, cada uno de sus sentimientos más complejos alberga una paradoja; el odio, en cambio, es dogmático y tiene solamente una cara, aniquila el poliedro, abole la pluralidad. Cada vez parece más evidente que la envidia es un sentimiento transitorio en que la razón y el conocimiento luchan porque la pasión no se apodere de la voluntad de un hombre y lo lleve a los dominios del odio. La envidia, incluso cuando rebasa las

fronteras de lo estrictamente artístico, tiene raíces explicables y hasta puede funcionar como un estímulo negativo de la creatividad y la imaginación; no es energía de anulación absoluta como el odio. Por ejemplo, la envidia que una persona pobre siente ante la opulencia de un potentado, refleja un profundo escepticismo con respecto al modo en que las cosas de este mundo han sido organizadas. El pobre es un apóstata en potencia, y la miseria, acicate del fervor espiritual, puede dar origen a toda una filosofía. Pero volviendo al plano de la sensibilidad artística, recordemos cómo Leonardo se la pasó escribiendo tratados en que denigraba a los músicos con el fin de que la atención del público renacentista se centrara en los pintores. Envidia, pura envidia. Es muy probable que Leonardo haya disfrutado la música de su tiempo más que cualquier otro ser humano, porque es inconcebible que el creador de La Gioconda eluda el carácter divino de la armonía sonora. Recordemos también cómo Torrigiano, enojado con Dios por dotar del talento de modo arbitrario, cogió una navaja y le cruzó la cara al joven Miguel Ángel. Cuánta sensibilidad necesitó Torrigiano para esta criminal empresa; y sobre todo cuánto conocimiento, toda vez que la envidia no admira, sino sabe; y porque sabe ama, y atenta luego contra aquello que considera sacro, contra aquello que religiosamente idolatra. El envidioso es de alguna manera un hereje, sus ofrendas son deprecaciones, su fingida incredulidad potencia paradójicamente su fe. La envidia, por supuesto, no solamente encuentra su presa entre los hombres despojados de talento. Un genio puede ser más envidioso que un mediocre. Recuérdese el caso de Miguel Ángel, que se unió a Sebastiano del Piombo para desarrollar una técnica cromática que superara lo insuperable: la técnica de Sanzio. El envidioso Miguel Ángel tenía el corazón dividido, no sabía de su superioridad, pensaba en lo profundo que Sanzio era el grande. Sanzio por su parte, cual hombre y artista cabal, colocó a Miguel Ángel casi en el centro de un famoso cuadro: La escuela de Atenas. Con una nobleza de corazón inconcebible, consideraba a Miguel Ángel su maestro. La generosidad: otro enigma. Sanzio es patrono de Urbino, pero ese es ya otro tema.

El cierre del Hothouse: ¿Seguridad u hostigamiento? Julio Rangel Es ya bien sabido el incidente que provocó el cierre de Hothouse el pasado 9 de mayo. Un grupo de empleados del Departamento de Rentas de la ciudad, acompañados por diez policías, hicieron una visita al local conocido como un centro alternativo para la música de todo el mundo. La inspección dio como resultado la cancelación del segundo show de la legendaria Orquesta Aragón, dejando al público boleto en mano y terriblemente disgustado. Según los agentes, el lugar no contaba con las licencias para servir licor durante las presentaciones. De acuerdo al estatus en que Hothouse está registrado, sólo se le permite tener presentaciones teatrales y vender licor una hora antes y después del show, así como durante el intermedio (la Aragón había tenido su primer show a las siete y se preparaba para el de las diez). El local, sin embargo, vendía licor en la forma normal en que lo hacen los centros nocturnos. El cierre de Hothouse disparó la reacción de diversos grupos activistas y de clientes y amigos del lugar. La situación permite ambigüedades, ya que por una parte el Departamento de Rentas, que controla las licencias de los centros nocturnos, intensificó sus visitas a diversos locales a raíz de la tragedia del club E2, el 17 de febrero, donde murieron 21 personas en una estampida en pos de la puerta de acceso (después del Hothouse han visitado clubes de jazz como el Velvet Lounge y el Green Mill y no han encontrado irregularidades); por otra parte, el cierre se dio justo la noche en que se presentaba la Orquesta Aragón, de Cuba, en un momento en que la tensión política entre EU y la isla vuelve a escalar, y en general, se aprecia una nueva hostilidad hacia organizaciones y foros alternativos como el propio Hothouse. En uno de los muchísimos e-mails que circularon después del cierre de dicho local, la Chicago Coalition Against War & Racism escribió: “Puesto en el contexto del creciente acoso de la policía de Chicago a otras organizaciones a-la-izquierda-del-centro desde la protesta del 20 de marzo en Lake Shore Drive, este es un ataque que sólo podemos ignorar a nuestro propio riesgo”. Los rumores de que el foro había sido cerrado por motivos políticos corrieron por todas partes, e incluso esto fue afirmado en un comunicado de prensa del

propio Hothouse, pero la directora ejecutiva del lugar, Marguerite Horberg, en charla con Peter Margasak, de Chicago Reader (en su columna del 16 de mayo) desestimó estas versiones. En respuesta al comentario hecho por la directora del Departamento de Rentas, Bea ReynaHickey, publicado en el Chicago Tribune el 13 de mayo, en el sentido de que el Hothouse “básicamente... mintió” cuando renovó sus licencias, Horberg dijo que no sólo especificaron al Departamento las actividades (no exclusivamente teatrales, sino musicales y multimedia en general) que llevaban a cabo, sino que, a fin de obtener las licencias, la oficina envió a su gente a ver el espacio “y claramente esto no es un teatro”. Basados en el reporte de los interesados, el Departamento de Rentas otorgó el permiso correspondiente a su caso. En un e-mail enviado por el propio Hothouse casi una semana después del cierre, se lee: “En sólo seis días, la dramática respuesta de la Ciudad a una infracción menor le ha costado a Hothouse miles de dólares en ingresos perdidos, ha puesto a las treinta personas que trabajan aquí en el limbo y amenazado nuestra viabilidad (...) Desde el viernes, los manejadores hemos sido forzados a cancelar otros seis eventos programados, en tanto nuestros gastos no han cesado”. Efectivamente, tan sólo la noche del cierre hubo que devolver el importe de las entradas (vendidas en su totalidad) y pagarle a la Orquesta. El local abrió temporalmente el domingo 18 de mayo para la presentación de la cantante de fado Mariza, pero, al cierre de esta nota, consideran haber perdido $50,000. Algunos aplauden el celo con que la Ciudad inspecciona clubes y centros nocturnos, a fin de garantizar la seguridad de los clientes. Sin embargo, el caso de Hothouse toma una significación peculiar, tanto por la naturaleza del foro, que alberga lo mismo lecturas de poesía y exposiciones de pintura que monjes tibetanos y grupos de salsa, como por las versiones contradictorias sobre la razón del cierre. Mientras los abogados de Hothouse intentan negociar con la Ciudad la regularización de esta situación, y mientras esperan una audiencia el 30 de mayo, la organización ha pedido la solidaridad de sus amigos con cualquier aporte económico que puedan dar. Hothouse es un grupo sin fines de lucro (non profit) y los donativos son deducibles de impuestos. Cualquier cantidad es bienvenida. Si le interesa hacer una aportación, escríbales a donations@hothouse.net y ellos le dirán el sencillo proceso a seguir. Tan sólo para pagar la renta del local, la administración está haciendo enormes esfuerzos, y es importante mantener este foro de expresión artística en el centro de la ciudad.

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soundtracks de películas reales o imaginarias. Ahí te sumerges en un recorrido por los submundos de las salas de exhibición entre thrillers, road movies, ciencia ficción y suspenso, guiado por la voz de la guitarra. Este trabajo es una reivindicación de la guitarra como elemento principal, de poder: “En medio de la oscuridad de la sala / brillaba la luz de la película / en medio de ésta había una historia / y en medio de esa historia, / una escena. En medio de la escena había una imagen / adentro de la imagen un sonido / y adentro de éste, una guitarra / (pero un close-up nos revela / que en el fondo de la guitarra / hay una orquesta)”. También es ésta una etapa de transición para la banda, con la despedida de Alfonso André y Federico Fong y la introducción de José María Arreola y Alejandro Otaola.

Denzura, el regreso de La Barranca Luis Soto Despúes de haber participado con Humberto Álvarez en Sangre Azteca (1991) y con Jaime López en Odio fonky (1993) –considerado uno de los 50 discos fundamentales del rock en español–, y de haber tocado en la última gira de la banda Caifanes (1994), José Manuel Aguilera funda La Barranca. La aventura de La Barranca comenzó en marzo de 1995 al grabar su primer álbum, El fuego de la noche, con José Manuel Aguilera (voz y guitarra), Federico Fong (bajo) y Alfonso André (batería). El disco de la nueva banda fue favorecido inmediatamente por la crítica “especializada” y llegó a ser considerado el mejor disco de rock mexicano de 1996. También fue incluido en la lista de los 50 discos fundamentales del rock en español. En este disco sobresalieron cortes como: “Quémate lento”, “Akumal” y “Reptil”.

Con Jaguares Después, José Manuel, Federico y Alfoso dieron un descanso a La Barranca y se unieron a Saúl Hernádez, ex-vocalista y líder de Caifanes, para formar Jaguares, la continuación de Caifanes. Su disco Equilibrio de los Jaguares, producido por Don Was, antiguo productor de The Rolling Stones, ganó varios

discos de oro en los primeros días en el mercado. Este éxito se explica por la buena recepción que tuvo el nuevo trabajo por parte de los fans del ya desaparecido grupo Caifanes. La letra y la música de la mayoría de las canciones son obra de Saúl Hernández (dos son de la autoría de Aguilera), pero los integrantes de La Barranca dejaron plasmada su huella como felinos. Es un disco muy denso y abstracto. Con José Manuel en la guitarra líder, inmediatamente se detecta la línea pesada de su estilo. Alfonso se aprecia mucho más suelto y fluido, a diferencia de sus trabajos anteriores como baterista en Caifanes. Federico se oye muy coherente en las pulsaciones graves de su bajo, que vinieron a encajar perfectamente con la afonía por la que tristemente atravesaba la voz de Saúl, dándole un toque oscuro. Más tarde retomaron el proyecto de La Barranca al lado de Jorge Cox Gaitán y sacaron al mercado Tempestad (1997), un disco muy oscuro y de letras que refejan melancolía por el mar y las metáforas que éste encierra. Nuevamente la banda es aplaudida y ganan la calificación de los críticos como la ejecución más pulcra y refinada que había hecho La Barranca hasta ese momento. De este disco sobresalen cortes como: “Perla”, “La tempestad” y “Día negro”, que fue escogida como la mejor canción de 1997. En el 2000 viene su cosagración definitiva como banda de culto con Rueda de los tiempos, donde ya hay una madurez total en el entendimiento rítmico de sus integrantes y en el que se mezclan en sus letras elementos como el erotismo y los rituales de la decadencia. En el verano de 2001, José Manuel Aguilera lanza su primer disco como solista. Yendo al cine solo contiene una serie de piezas musicales a manera de

Homenaje a Arreola “Una densa textura recubre las cosas, una capa que cubre otra capa, otra más. Todo envuelve así la flor misteriosa.” Así comienza la capa.7, que le da nombre y es el sencillo promocional de su cuarto disco llamado Denzura, una flor misteriosa integrada por doce capas cortadas en los laberínticos y oscuros jardines musicales que los integrantes de La Barranca trajeron al público. Con los nuevos integrantes Alejandro Otaola (guitarra / piano / teclados), José María (batería) y Alonso Arreola (bajo) bien encarrilados y un José Manuel Aguilera ya muy experimentado como guitarrista ambientalista. La Barranca cumple ocho años como proyecto musical y atraviesa por un proceso de renovación, deja de lado los matices psicodélicos de otros trabajos pasados y se mueve en torno a búsquedas de texturas auditivas que vienen a culminar en una depuración de su sonido sin perder la luminosidad de su línea oscura. En cuanto al carácter letrístico del disco también hay un giro que sale de los conceptos abstractos y adquiere tonos no tan espesos de situaciones ligadas a la relación de pareja (punto común de la mayoría de los temas) y con una densidad más liviana como es el caso del corte ranchero-dark de la capa.9, “La rosa”, de letra sencilla: “No hay placer sin dolor / no es amor sino lástima / no hay pasión que no sea riesgo / no hay rosa sin espinas.” La capa.12, “Kalenda Maya”, es también el título de un texto del libro Bestiario (1959), de Juan José Arreola, y del cual se leen dos fragmentos sobre el piano y la trompeta de Otaola y la tímida guitarra de Aguilera. José María (batería) y Alonso Arreola (bajo),

ambos nietos del escritor jaliciense, llevan la base rítmica. En larguísimos túneles sombríos duermen las niñas alineadas como botellas de champaña. Los maléficos ángeles del sueño las repasan en silencio. Golosos catadores, prueban una por una las almas en agraz, les ponen sus gotas de alcohol o de acíbar, sus granos de azúcar. (…) Viene la promiscuidad de los brindis, conforme van saliendo las cosechas al mercado. Hay que compartir el amor, porque es una fermentación morbosa, se sube pronto a la cabeza, y nadie puede consumir una mujer entera. ¡Kalenda Maya! La fiesta continúa...

El hecho de incluir el texto de Arreola resultó un homenaje involuntario al escritor, según explica Aguilera: “Había una canción que yo tenía al final, que es ‘Kalenda Maya’, y la hice en diciembre de 2001, cuando acababa de morir Juan José. Tenía la música y le faltaba la letra, entonces agarré un libro que tenía de Arreola y sobre la música de la canción leí ese texto y además vi que el título se podía adaptar a la melodía que yo tenía para el coro; entonces fue una cosa muy circunstancial, pero nos gustó cómo quedó. Luego vinieron los accidentes creativos y hay que haceles caso. Coincidió que Arreola acababa de morir, coincidió que Chema y Alonso son sus nietos y yo la verdad siempre fui fan de Arreola, antes de conocerlos a ellos. No es una cosa planeada con el fin de sumarnos a un homenaje nacional ni nada de eso.” No es la primera vez que aparece la literatura en La Barranca, pues ya habían recurrido a ella en Rueda de los tiempos: la canción “Estallido interno” fue compuesta a partir de “El paso de las horas”, de Pessoa, y “Tras el rayo” (en la canción “Prisma”) es el título de un libro de Alberto Blanco. La Barranca es uno de los pocos proyectos musicales que en cada producción abre un espectro de equilibrados sonidos y letras en armonía que se complementan con la indispensable colaboración del oyente.


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