Editorial Raúl Dorantes y Febronio Zatarain Educación dual: La única opción bilingüe Barnardo Navia Aprender una segunda lengua en los Estados Unidos José Ángel Navejas Entrevista con el senador Miguel del Valle Julio Ortega El libro en español en EE UU James Crawford Obituario: La ley para la educación bilingüe Luisiana Meléndez No Child Left Behind: Una ley apresurada y anti-hispana
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Roberto Quesada El hombre en el hombro de la hembra Ricardo Armijo Marranos León Leiva Gallardo Una estela de sangre
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Julio Rangel
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En ciertos pasajes
Robert Launay Los buenos, los brutos y La Migra Jochy Herrera Carlos Varela: Un duende navegando entre dos orillas Leda Schiavo Lo indeleble de lo deleble Francisco Piña Los puertorriqueños en Chicago Carmen González Agosto de cine: Inmigración, desempleo, música y mentiras Bernardo Navia Recordando a Neruda José Ángel Navejas El sueño olvidado
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Jochy Herrera Extrasístoles Marco Antonio Escalante
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Trenes
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Carlos Flores Fotógrafo puertorriqueño. Ha exhibido en el colegio Malcom X, Old Town School of Folk Music y City Gallery. Giovanni Matallana Artista plástico de origen colombiano. Ha exhibido en Chicago y Colombia. Julio Ortega Crítico literario de origen peruano. Es profesor de literatura en la Universidad de Brown, Rhode Island. Su libro más reciente es El principio radical de lo nuevo: Postmodernidad, Identidad y Novela en América Latina.
James Crawford
Es escritor y conferenciante. Su área de estudio son las políticas del lenguaje. Fue editor de Education Week
y es autor de At War with Diversity: U.S. Language Policy in an Age of Anxiety.
Luisiana Meléndez
Profesora dominicana. Trabaja en las escuelas públicas de Chicago.
Roberto Quesada Escritor hondureño. Reside en Nueva York desde 1989. Su novela más reciente es Nunca entres por Miami. León Leiva Gallardo Poeta hondureño. Vive en Chicago. Es autor de Poemas a Marce. Robert Launay
Profesor de Antropología en la Universidad Northwestern en Evanston. Es autor de Beyond the Stream:
Islam and Society in an African Town.
Jochy Herrera Escritor de origen dominicano. Vive en Chicago. Leda Schiavo Escritora argentina. Reside en Chicago. Es autora del poemario Con las debidas Licencias. Carmen González Madrid. Ha vivido en Chicago por tres años. Es parte del equipo administrativo del Instituto Cervantes. Bernardo Navia
Ricardo Armijo Raúl Dorantes José Ángel Navejas Francisco Piña Julio Rangel Febronio Zatarain
Profesor chileno de literatura latinoamericana en la Universidad de Illinois. Es autor del poemario Doce
contratiempo 773.728.3218 1434 West Thorndale Avenue Chicago, Illinois, 60660 revista@contratiempo.com
Fotografías: Carlos Flores Portada: Desde la ventana, 1970.
muertes para una resaca.
Marco Antonio Escalante
Escritor peruano. Vive en Chicago. Es autor de Malabarismos del tedio.
Diseño de portada: Giovanni Matallana
giovanny@dynomitemedia.com
editorial HACE MÁS DE UN AÑO, EL PRESIDENTE GEORGE W. BUSH APROBÓ UNA LEY LLAMADA “No Child Left Behind”. Es una ley que a grosso modo establece que ningún niño en los Estados Unidos debe quedarse rezagado en términos educativos. ¿Quién puede manifestarse contra una ley de tal nombre? El problema es que el cuerpo de esta ley, al menos en lo que se refiere a los alumnos hispanohablantes, no es lo que pregona. Como señala James Crawford en el artículo publicado en el presente número, la ley de Bush es un golpe de muerte a la educación bilingüe, pues uno de los planteamientos de este decreto consiste en evaluar constantemente el progreso académico de cada uno de los estudiantes. Para la No Child Left Behind el hecho de que un niño hable dos idiomas no tiene ningún mérito académico: saber sumar, restar, redactar una oración en inglés o bien distinguir un mamífero de un reptil, representa cierto puntaje; no así el poder leer y escribir en otro idioma. No nos sorprende que, a pesar de sus coqueteos con el electorado hispano, Bush promulgue leyes anti–inmigrantes y anti–hispanas como ésta. Lo que sí sorprende es que ningún legislador de origen latino haya votado en contra o al menos la haya cuestionado, actitud impensable en las décadas de los setenta y ochenta. Esto nos hace considerar que el español como lengua estructurada y desarrollada académicamente va de picada, ya que el desdén de nuestros congresistas permite que diversas juntas y superintendencias educativas acaben o mengüen sin ningún escrúpulo programas de educación bilingüe. Para muestra el caso del Distrito U–46 del suburbio de Elgin. Sin embargo, a pesar de esta ley o de cualquier otra que se promulgue, el castellano como lengua hablada en los Estados Unidos no corre ningún peligro. Más aún, este u otros proyectos gubernamentales en su contra (recuérdese la Proposición 187 de California) confirman su evidente presencia en este país. Sí, en términos educativos el español va de picada en la comunidad latina; pero en términos culturales, económicos y políticos, esta lengua goza de cabal salud. Quién olvida que tanto Al Gore como el mismo George W. Bush tuvieron que estudiar español para hacer más efectivas sus campañas presidenciales. En la sociedad estadounidense, el español se ve como un elemento que reditúa en el ámbito económico y político, pero se le obstaculiza en el ámbito educativo.
Además de los obstáculos que provienen de los poderes ejecutivo y legislativo, quisiéramos abordar otro que ha estado presente en el aula desde que se aprobó oficialmente la educación bilingüe en los Estados Unidos: el libro de texto. Desde hace más de treinta años, al niño de origen latino se le ha mostrado en las páginas que llega a leer en español un mundo que está lejos de su circunstancia cotidiana, un mundo que generalmente corresponde más a las familias de la clase media estadounidense. Y no se necesita ser un especialista para darse cuenta que ese español de los libros de texto es un español sin latido, es decir, sin vida. Esto contribuye a que el niño menosprecie el español y vea el inglés más como un refugio que como una base primordial de su educación. Insistamos: es fundamental que el niño aprenda muy bien a hablar y a escribir en inglés; lo que sí resulta un crimen cultural es que a ese niño se le fuerce a abandonar su lengua materna. Porque desde el momento en que las lecturas y las ilustraciones de los libros no se aproximan a su realidad concreta, el niño se distancia e incluso se avergüenza del mundo que representan los padres. La imagen de un obrero o un busboy, de una babysitter o una cocinera, por lo regular no aparecen en los libros de texto; de vez en cuando nos muestran a un líder sindical o político (el caso loable de César Chávez), pero cuando llegan a incluir textos que traten sobre la vida de un inmigrante hispano, lo hacen sin rigor literario ni científico. Y por rigor literario entendemos que todas las lecturas tengan la garantía de haber trascendido en el tiempo; en otras palabras, que sean obras que ya formen parte de la literatura clásica hispana y no textos por encargo. Y por rigor científico, entendemos que toda alusión a la migración mexicana, cubana, puertorriqueña, etc., esté bien cimentada histórica y sociológicamente. Así como al inglés se le da importancia en los rubros económico, político y educativo, consideramos que ya es hora de que el español reciba el mismo trato por lo menos en aquellos estados, condados y ciudades que son prácticamente bilingües. Claro, para lograrlo se necesita tener una actitud crítica tanto hacia lo que pasa en las escuelas de nuestros barrios como hacia el quehacer político de nuestros representantes de elección popular en todos los niveles.
Storyteller, 1970
EDUCACIÓN
LA
DUAL:
ÚNICA OPCIÓN BILINGÜE Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
EN DICIEMBRE DE 1994, NACE EL PRIMER HIJO DE LAURA MUDD. Y COMO LAURA QUERÍA DEDICARSE por completo a la educación de su hijo, al poco tiempo renunció a su trabajo de maestra de cuarto grado de primaria en la Escuela Inter-Americana de Chicago. Ahí había enseñado durante cuatro años a niños cuya primera lengua era el español o, en menor medida, el inglés siguiendo como modelo educativo el programa bilingüe llamado “dual-language”. El programa dual es el que mejores resultados ha dado desde que la educación bilingüe fue aprobada en 1968. Dentro del programa dual, durante la educación pre-escolar y primaria, independientemente de la lengua que se habla en casa, los alumnos reciben la instrucción tanto en español como en inglés, lo cual ayuda a que el niño hispanohablante afiance cultural y gramaticalmente su propia lengua, y a la vez ayuda al niño angloparlante a aprender un segundo idioma y a conocer otra cultura; este programa permite también que los niños hispanos sientan que su idioma tiene una importancia educativa, no solamente para ellos sino para la sociedad que los rodea. La Escuela Inter-Americana fue fundada en 1975 por dos madres de familia –Adela Coronado-Greely y Janet Nolan– que querían que sus hijas tuvieran la oportunidad de aprender y asimilar dos lenguas y dos culturas. Cuando Laura dio a luz, no tuvo dudas de que la divisa educativa de aquellas dos madres era la que regiría la educación de su hijo Sawyer. Pero como se había mudado a Evanston, y en dicho suburbio no había ninguna escuela como la Inter-Americana, se dio cuenta que tendría que nadar a contracorriente. Mientras Sawyer crecía, Laura empezó a hablar con otros padres de familia de ese suburbio con el fin de mostrarles los beneficios de una educación dual. En Evanston sólo había algunas escuelas con programa “transicional”. Ella, como maestra, sabía que dicho programa estaba (y está) diseñado para que el estudiante, en un lapso que generalmente va de tres a seis años, transite de una manera gradual de la enseñanza en español a una enseñanza completamente en inglés. Obviamente, un programa así no iba a ayudar a su hijo, ya que el objetivo del programa transicional es que el niño hispano se vaya olvidando gradualmente de su primera lengua, y es precisamente esa lengua (y la cultura que representa) lo que Laura Mudd quería para su hijo. Laura tuvo su primer contacto con el español durante la infancia ya que la trabajadora doméstica de su hogar era guatemalteca. Ya en séptimo grado tuvo la oportunidad de tomar clases de castellano. En 1985 fue a estudiar a España y posteriormente viajó por Nicaragua, Guatemala y México. Se graduó en ciencias de la comunicación en la Michigan State University y luego obtuvo su maestría en educación en la Universidad de Illinois. Llama la atención que no sólo Laura sino la mayor parte de los padres que integraban al grupo inicial no hablaba español como primera lengua ni eran de origen latino. Su interés respondía a una cuestión del sentido común: hablar dos lenguas es en cualquier parte del mundo más valorado que hablar solamente una, tanto en términos culturales como económicos. En 1996, este grupo de padres –integrado por dos latinos y ocho anglosajones– elaboró un plan para crear un “Charter School” con programa dual-bilingüe, y los padres se dieron a la tarea de buscar un número de estudiantes que tuviera, al igual que Sawyer, como lengua materna el inglés y otro grupo más o menos equivalente que tuviese como lengua materna el español. Para contactar a los padres de familia hispanohablantes tuvieron que recurrir a los templos católicos, sobre todo al de San Nicolás, y también correr la voz. Pero a dichos padres no les quedaba muy claro los beneficios que sus hijos podrían adquirir estudiando en un programa dual. Un gran número estaba convencido de que lo mejor para sus hijos era meterse directamente a la educación en inglés. Otro grupo de padres mostró dudas; y para convencer a estos últimos de que este programa realmente funcionaba, el grupo inicial organizó visitas a la Escuela Inter-Americana con el fin de que dialogaran con los maestros, los estudiantes y los padres de familia. Aquí cabe resaltar el trabajo de la señora Teresa Infante, que sirvió de puente entre los padres ya convencidos y los otros (mexicanos, como Teresa) que mostraban cierto escepticismo. Después de la labor de convencimiento, el grupo llegó a juntar a doscientos padres de diverso origen étnico. Por ese trabajo, el estado de Illinois les otorgó 8,000 dólares, galardón que les abrió las puertas del
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Distrito 65 de Evanston y de la Junta de Educación de Chicago. En 1998 “Sin Fronteras Charter School”, con un programa dual, estaba listo para echarse a andar. Pero la antipatía del superintendente de la Junta de Educación de ese entonces obstaculizó la puesta en marcha. A pesar de todo, este proyecto truncado sirvió como antecedente para que al cabo de dos años, ya con un nuevo superintendente, se autorizara el establecimiento del programa dual en varios salones de las escuelas Orrington y Washington. Los buenos resultados en ambas escuelas fueron decisivos para que en el otoño de 2002, la Junta Educativa de Evanston determinara que a partir de esa fecha toda escuela pública de ese suburbio que quisiera implantar un programa de educación bilingüe, tendría que regirse por los lineamientos del programa dual. Aquí es importante señalar que cada vez más y más familias latinas –en su mayoría mexicanas– se están mudando de Chicago a Evanston. Dichas familias comparten el haber adquirido una condición económica más estable con respecto al inmigrante medio latinoamericano; pero desafortunadamente, a muchas de estas familias todavía las persigue el estigma de que el español es una lengua de segunda categoría. Es sabido que mientras menos herramientas educativas posea un padre de familia, menos elementos tendrá para darse cuenta de que un niño que habla dos idiomas (que tiene dos distintas visiones del mundo) es un niño con mayor educación. En términos generales, la sociedad estadounidense sigue sin darle su lugar al español que hablan los inmigrantes; nos referimos a las hablas de aquellas mujeres que limpian la casa o que cuidan a los niños y se encargan de hacer las compras; también nos referimos a aquellos hombres que sirven el agua y el café en los restaurantes o que cortan el césped en los camellones y en los cementerios. Y, por desgracia, quienes siguen pagando son los hijos de estas trabajadoras y de estos trabajadores, ya que se les obliga a dejar atrás algo que sencillamente no se puede dejar atrás:
Storyteller, 1970
la lengua y la cultura que conlleva dicha lengua. Paralelamente a la decisión tomada por el Distrito 65 de Evanston, la directiva del Distrito U-46 del suburbio de Elgin, ante un déficit presupuestal de 58 millones de dólares, decidió reducir los seis años del programa transicional a solamente tres. De acuerdo con la maestra Wilma Valero, la Junta de Educación del Distrito U-46 no tomó en cuenta las consecuencias académicas que representa esa reducción de tres años. Los estudios –dice la maestra Valero– demuestran que a un niño le toma alrededor de 5 a 7 años adquirir el dominio de un segundo idioma; y al hablar de dominio de un segundo idioma nos referimos no sólo a manejarse en el contexto social inmediato sino también en el contexto académico. Sobra decir –concluye la maestra– que el abandono prematuro de un programa bilingüe, sea dual o transicional, tendrá como resultado para el alumno un aprendizaje deficiente y lleno de frustraciones. Recordemos que hay suburbios como Elgin, Cicero y Aurora que se están volviendo puertos de entrada de muchas fami lias mexicanas y centroamericanas. Estas familias, a diferencia de las que se mudan a Evanston, por lo general no han alcanzado
A PRENDER una estabilidad económica y muchas de ellas carecen de documentos migratorios, lo que las vuelve sin duda más vulnerables. En Elgin, han sido mínimos los intentos por mantener el programa transicional de seis años; si acaso una protesta de algunos padres de familia en las oficinas de la Junta de Educación de ese suburbio. Esta Junta, para resolver el déficit, autorizó el aumento del alumnado por salón: ahora los grupos no serán de veinte sino de treinta estudiantes. Como se ven las circunstancias en Elgin, es bastante predecible que todo programa bilingüe se reduzca, a partir del año escolar 2002-2003, a un programa transicional que no rebase los tres años. Lo paradójico es que el 32.7% del estudiantado de las escuelas públicas del Distrito U-46 de Elgin es de origen hispano, comparado con el aproximadamente 10% del Distrito 65 de Evanston. Y es paradójico porque en Evanston, a iniciativa de padres de familia no necesariamente latinos, se están abriendo puertas para el programa bilingüe que mejor ha funcionado hasta nuestros días: el programa dual. En Elgin, a iniciativa de la Junta de Educación, se están cerrando las puertas no sólo al programa dual sino a cualquier programa que intente respetar la cultura y promover el progreso académico de un gran porcentaje de sus estudiantes. Cabe señalar que la composición social del Distrito 65 de Evanston es de clase media y que la mayoría de los padres de familia recibió una educación universitaria. El Distrito U-46 de Elgin está compuesto primordialmente por familias de clase trabajadora, y el nivel educativo de la mayoría de los padres de familia no va más allá del duodécimo grado. La Junta Educativa de Evanston tuvo el acierto de escuchar a los padres y también de observar los óptimos resultados del programa dual en las dos escuelas en las que se estaba probando. La Junta Educativa de Elgin, en cambio, –valiéndose del estigma que representa el español y también valiéndose de la falta de herramientas educativas y políticas de muchos padres de familia de origen hispano– asestaron un golpe no sólo a la educación bilingüe sino a la identidad misma de los hijos de los inmigrantes de ese suburbio.
UNA SEGUNDA LENGUA
EN LOS
E STADOS U NIDOS :
¿PROBLEMA O
METODOLÓGICO
FILOSÓFICO?
Bernardo Navia
EL CIUDADANO PROMEDIO, NACIDO EN ESTE PAÍS, TIENE MUY POCA FLUIDEZ EN UN SEGUNDO idioma. Muchos estudiantes que entran a la universidad empiezan a estudiar recién allí una lengua extranjera por primera vez en su vida; y la mayoría de los que ya han estudiado un segundo idioma empezaron a hacerlo sólo a partir de la escuela secundaria. Numerosos estudios muestran que los niños pueden adquirir un segundo idioma si se les enseña en un ambiente adecuado; sin embargo, después de la infancia, el proceso se pone mucho más difícil y en muchos casos es casi imposible sin una inmersión lingüística total. ¿Por qué al estadounidense promedio le han quitado la oportunidad de interesarse, de una forma realista, por una nueva lengua cuando es todavía lo bastante joven para empezar el proceso sin los desafíos a los cuales se enfrenta cuando empieza a aprender como adulto? Las razones probables se encuentran dentro de una compleja red de creencias nacionales, tanto filosóficas como ideológicas. En el Educate America Act of 1994 los gobernantes de los Estados Unidos crearon seis metas educativas, y uno de los objetivos era: “los estudiantes estadounidenses serán los primeros en matemáticas y ciencia en el mundo”. Esta meta sin duda se ha cumplido ya que los estadounidenses empiezan a estudiar matemáticas y ciencias a una temprana edad; sin embargo, raramente se exige que los estudiantes empiecen a estudiar una segunda lengua cuando son niños. El hecho es que el sistema educativo de los Estados Unidos no tiene como prioridad el aprendizaje de una lengua extranjera (si lo hiciera existiría, lógicamente, el mismo énfasis que existe para las ciencias y las matemáticas). El enfoque en ciencias y en matemáticas, sin embargo, no sorprende para nada tomando en cuenta el derrotero capitalista de los Estados Unidos. Después de todo, aprender una segunda lengua no lo vuelve a uno rico, pero ser cardiólogo o programador de computadoras, sí. Así que si el saber una segunda lengua en una sociedad como la estadounidense no es lucrativo, entonces no sirve. Si es cierto que el dinero como determinante en la elección profesional resulta un factor importante en los Estados Unidos, entonces uno tiene que preguntarse ¿qué es lo que alimenta el sistema educativo? ¿Qué es lo que se encuentra por debajo de los intereses de los estadounidenses? Cualquier sistema educativo se basa, después de todo, en algo mucho más complejo que simplemente las metodologías y las clases; se basa en una filosofía entera y una forma de vida particular. Las fortalezas y las debilidades del sistema educativo de una nación son un reflejo de las prioridades de dicha nación en su totalidad. Abraham Lincoln decía que “la prueba del ‘americanismo’ era… cúanto creías en América”. Muchos estadounidenses, manteniéndose fieles a este tipo de lema, han llegado a percibir su nación como mucho más que una nación; es más bien como una religión. Nacida de esta mentalidad es la creencia subyacente que los estadounidenses son una gente “elegida”. Los que cuestionan al gobierno o la forma de vida americana no son simplemente críticos, sino blasfemos.
A group of young Puerto Rican/Latino youngsters take a break from their baseball game, 1970
Esta filosofía se refuerza cada vez más de manera sutil: la bandera como “símbolo sagrado” o el presidente “infalible”; creando muchas veces una nación xenófoba, que no deja espacio para la aceptación de otras culturas y perspectivas. La lengua es la base de cualquier cultura porque es fundamental para la auto-afirmación y el intercambio de ideas. Si a los estadounidenses se les hace creer que su nación está de alguna manera “por encima” de otras, entonces no hay una manera realista en la que puedan percibir el aprender un segundo idioma como algo esencial o incluso importante. Lo que es aún peor es que esta actitud alimenta la filosofía elitista de “Dios vive en América” (la expresión “God bless America” puede muy bien sintetizar esta idea. Por supuesto que uno podría preguntarse, ¿y el resto del mundo?) y, por lo tanto, “Dios habla inglés”. Esto inevitablemente deja que el norteamericano promedio crea que el resto del mundo debe hablar inglés. Tomando en cuenta estas ideas, no es
soprendente que mientras se espera que los estudiantes de inglés como segundo idioma lo aprendan en tiempo limitado, se espera bastante menos de los hablantes nativos de inglés cuando aprenden una lengua extranjera. Ya se ha afirmado que el enfoque y, por lo tanto, la enseñanza de las lenguas extranjeras deja mucho que desear en los Estados Unidos. Sin embargo, antes de que se puedan mejorar los métodos pedagógicos, es necesario preguntarse: ¿por qué aprender un segundo idioma? ¿Saber un segundo idioma es simplemente aprender una lista de palabras y reglas gramaticales? ¿Es aprender un par de datos sobre un cultura (escritores, costumbres, historia, etc.) o es aprender a pensar de una forma crítica? ¿Es aprender a comunicarse con otras palabras o es aprender a comunicarse con otro? ¿Se quiere aprender del “otro” (para así aprender quiénes somos) o es eso precisamente lo que se quiere evitar en los Estados Unidos?
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"SE
NECESITA LA LEY
E NTREVISTA
CON EL SENADOR
DREAM ACT"
M IGUEL
DEL
V ALLE
José Ángel Navejas HACE TRES MESES EL SENADO ESTATAL DE ILLINOIS APROBÓ LA LEY HB60, LA CUAL PERMITE QUE LOS ESTUDIANTES indocumentados que cumplan con requisitos mínimos puedan ingresar a las universidades públicas pagando la misma colegiatura que un residente legal del estado. El senador estatal Miguel del Valle fue uno de los principales promotores de esta ley. ¿Cómo surge la iniciativa de ley HB60? Bueno, quizá sería útil mencionar que la ley HB60 se da a raíz de otra ley, la ley de Reforma de Inmigración de los Estados Unidos que fue aprobada por el Congreso y firmada por el ex presidente Clinton en 1996. Esta ley eliminó varios servicios para la población inmigrante; y uno de ellos se refiere al pago de tarifas escolares. Y es que cada estado tiene dos tarifas fijas: una para los residentes de ese estado y otra para los no residentes. Los residentes del estado pagan la matrícula más barata mientras que el resto paga un precio mayor. La Ley de Reforma de Inmigración afectó a los estudiantes sin documentos porque no les permitía ya pagar el mismo precio que los residentes del estado, y eso a pesar de que esos estudiantes habían residido aquí por muchos años, y a pesar de que habían estado pagando impuestos por igual número de años y a pesar de que también tienen familiares que pagan impuestos. De acuerdo con esa ley federal, estos estudiantes no podrían pagar menos de lo que se le cobra a estudiantes provenientes de otros estados. Y eso significa bastante, ya que estamos hablando de una cantidad en ocasiones tres veces mayor a la que pagan los residentes. Esto les hace a los estudiantes indocumentados la entrada a la universidad virtualmente imposible, porque hay que recordar que esta ley también les niega la ayuda financiera. Lo que nosotros logramos en Illinois fue corregir parte del problema, usando la autoridad que tiene cada estado para establecer sus leyes locales. Por medio de este proyecto de ley, si el estudiante ha vivido aquí por lo menos tres años y se ha graduado de una escuela secundaria local, entonces el estudiante debe pagar la misma cantidad que se cobra a un estudiante estatal.
que ya son siete los estados que están dispuestos a cambiar la ley federal, el presidente va a tener que hacer algo al respecto. Se pueden hacer algunas modificaciones a la Ley de Inmigración de 1996. Por lo menos ése es mi punto de vista. Estoy especulando. Pero ya veremos.
¿Esta ley aplica sólo a universidades públicas o también a las privadas? Sólo a las públicas. Por lo general, en las universidades privadas todo mundo paga lo mismo. Y además son carísimas. ¿Entonces los estudiantes indocumentados siempre tuvieron acceso a las universidades públicas? Había acceso. La razón por la cual impulsamos esta propuesta fue porque el representante Edward Acevedo, que fue quien propuso el proyecto de ley, hizo unas evaluaciones públicas. Después organizó reuniones con la Junta de Educación Superior y con representantes de las diferentes universidades para ver qué era lo que se hacía en la práctica. Y lo que encontramos fue que varias instituciones como la Universidad de Illinois y la Northeastern cobraban a los estudiantes sin número de seguro social la misma cantidad que a los residentes. Pero al evaluar a otras universidades, nos dimos cuenta que de hecho habían tratado de cobrar a los estudiantes sin documentos la matrícula más alta o estaban contemplando hacerlo porque querían cumplir con el requisito del gobierno federal. Eso fue hace aproximadamente un año. Trabajamos todo un año en este proyecto de ley. Y una vez aprobado, la ley federal de 1996 –que perjudicaba a los estudiantes indocumentados– quedó anulada en el estado de Illinois. ¿Y los requisitos para ser elegibles son que el estudiante haya obtenido su diploma de secundaria en una secundaria local y que haya residido en Illinois por los menos tres años? Así es. Ahora pagarán alrededor de 4 mil dólares en lugar de 10 u 11 mil. La Ley HB60, ¿les permite a estos estudiantes solicitar ayuda financiera? No, eso no se ha podido lograr. Es mucho más difícil hacer eso. Por eso estamos apoyando proyectos de ley a nivel federal que aún están pendientes. Uno de ellos se llama “DREAM Act”, presentado por el senador de Utah Orrin G. Hatch. El DREAM Act favorecería a los estudiantes indocumentados abriéndoles las puertas de las universidades y permitiéndoles solicitar ayuda financiera al mismo tiempo que se iniciaría su proceso de regularización migratoria. ¿Ya se ha adoptado esa medida en algún estado? No, como se está hablando de regularizar el estatus, eso sólo puede hacerse a nivel federal, ya que sólo allí se regularizan los asuntos de inmigración. Un estado no puede hacer esto. Por eso se necesita la ley DREAM Act. Esa ley se presentó pero no se ha tomado ninguna acción.
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Waiting for train at the Armitage Avenue train station, 1970
¿Cree usted que de dársele seguimiento al DREAM Act, los estudiantes en Illinois que se beneficiarán de la ley HB60 podrán tener la esperanza de regularizarse una vez habiéndose graduado? Tenemos esperanzas que este asunto sea parte del diálogo que ojalá ocurra entre la administración del presidente Bush y el Congreso. Es algo de lo que se hablaba antes del 11 de Septiembre. Pero todo se detuvo entonces. Se hablaba de una amnistía, y creo que por razones políticas la administración Bush tendrá que tomar ciertas iniciativas antes de las próximas elecciones. No es muy probable que se logre una amnistía. Lo que sí es más probable es que Bush apoye un proyecto como el DREAM Act, ya que se trata de la educación de individuos que han estado aquí por años. Así que espero que esto sea parte de la política del presidente porque uno de sus propósitos es ganarse al electorado latino. Así que estados como California, Texas, Florida, Illinois, Nueva York y el resto de los siete estados que han aprobado esta misma ley que hemos aprobado nosotros, serán clave para presionar a Bush, y tendrá que responderles de alguna manera. Antes del 11 de Septiembre creo que el presidente estaba dispuesto a aprobar una ley de regularización condicional, un asunto que se trataba primordialmente con México. Pero al no poder lograrse esto debido a asuntos de seguridad nacional y al darse cuenta
A raíz del 11 de septiembre hubo varios arrestos a estudiantes internacionales, especialmente en universidades privadas, lejos de los grandes centros urbanos. Ahora que algunos estudiantes indocumentados ingresen a la universidad, ¿cree usted que estén bajo un monitoreo constante? Siempre existe esa posibilidad. Especialmente para los que no son latinos, porque sabemos dónde está el enfoque: en la comunidad árabe. Sí, la posibilidad existe. Por eso tenemos que tener mucho cuidado con este asunto, estar al pendiente y listos para tomar acciones de inmediato si de repente un estudiante se vuelve el enfoque del Departamento de Justicia Federal. Nosotros como estado no controlamos esto. Como mencioné antes, todo asunto de inmigración se maneja a nivel federal. Además, el Departamento de Justicia está encargado de lo que se llama Homeland Security. Es interesante señalar que el director del Homeland Security, Tom Ridge, estuvo en Illinois en una reunión con el gobernador Blagojevich días antes de que éste firmara el proyecto de ley HB60. Y uno de los asistentes del gobernador me dijo que Tom Ridge le preguntó al gobernador, en conversación informal, que si iba a apoyar dicho proyecto de ley. No sé exactamente cómo lo preguntó, pero lo hizo de una manera negativa, como criticando dicho proyecto. El gobernador le respondió que efectivamente lo firmaría, que era necesario. Y ahí quedó el tema. Así que como el director de Homeland Security no apoya nuestro proyecto de ley hay que tener mucho cuidado. También por eso necesitamos cambios a nivel federal. ¿Es posible que en algún momento haya una redada, incluso en una universidad? Eso es posible. Pero esperamos que no suceda. Ahora, muchos de los mismos grupos que trabajaron con nosotros en este proyecto están trabajando en el asunto de las licencias de conducir. De lograrse, entonces la Secretaría del Estado tendría en sus manos una lista de todos los individuos que puedan obtener la licencia sin necesidad de número de seguro social. ¿Qué pasa entonces? Que si el Homeland Security le pide a la Secretaría del Estado una lista de esos individuos, el Estado debe proveerla. Hemos hablado de eso bastante. Pero los individuos a quienes esto concierne han dicho que están dispuestos a correr ese riesgo. Ése es el punto clave.
Que ellos viven aquí, quieren quedarse aquí y prefieren arriesgarse a ser aprehendidos que manejar sin licencia. Con los estudiantes es igual. Hay ciertos riesgos. Nosotros no podemos garantizar al cien por ciento que un estudiante no vaya a ser identificado por el Gobierno Federal. Pero dado que muchos de ellos se han criado aquí, están dispuestos a correr este riesgo. Para mí siempre ha sido muy importante ser claro con eso. Que cada estudiante lo sepa claramente. Pero cabe mencionar también que lo importante es el mensaje que manda la ley HB60. Como ya dije, son siete estados los que la han adoptado. Eso nos ayuda a crear un clima a nivel federal para lograr el cambio. Esta ley es importante no sólo porque el estudiante puede ingresar a la universidad, sino también por el impacto que tiene en la política pública de la nación. De hecho, algunos conservadores ya están cambiando de opinión. El sábado siete de junio en el Sun-Times el comentarista Thomas Roeser, que es republicano, declaró: “no se castigue a los niños que no eligieron venir a este país y a quienes no se les debería condenar a una clase inferior y permanente”. Esto es muy importante porque muchos de los conservadores habían criticado el proyecto de ley, y lo que tenemos aquí es a un individuo reconocido que ahora adopta y apoya nuestra posición. Así que poco a poco vamos cambiando la opinión pública. Sí hubo reacción negativa al principio. Algunos de los legisladores me comentaron que los estaban atacando en los periódicos locales. Hubo muchas cartas. Pero los mismos legisladores sabían que lo que hacían era correcto. En años pasados algunos de ellos se oponían a votar por una medida similar por miedo a ser atacados. Así que cuando un individuo como Thomas Roeser escribe un artículo como este nos favorece.
EL
LIBRO EN ESPAÑOL EN
EE UU
Julio Ortega LAS ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA INMIGRACIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS ANUNCIAN QUE ENTRE 1991 y 2001 los profesionales de origen hispano han acrecentado sus ingresos en un 110% y han pasado la barrera de los 100,000 dólares anuales. Son bilingües, biculturales, y leen en español como una cuestión de principios. Luego de la fuerte tendencia a la asimilación, los hispanos instruidos, pero sobre todo sus hijos más jóvenes, miran hacia América Latina y España como si fuesen una fuente común. Para ellos hablar y leer español es una declaración de mundanidad, en la nueva acepción de este término, que seguramente ingresará en la próxima edición del Diccionario de la Lengua Española como “inmigrante con derecho de piso”. Hacer la diferencia en un espacio social fronterizo, por lo demás, excede clases e ingresos; los mexicanos pueden tener doble pasaporte y votar en las elecciones a ambos lados del Muro. No menos elocuente es el hecho de que los inmigrantes mexicanos hayan duplicado la cantidad de dinero que envían a sus familias. A tal punto que por primera vez las remesas serán este año equivalentes al total de la inversión extranjera en México. Otro tanto ocurre con algunos países centroamericanos. Se sabía de la ética del trabajo que anima a este flujo migratorio, por lo cual no debería sorprendernos su capacidad de ahorro como no sorprende su puntual pago de impuestos. Los trabajadores extranjeros han incrementado el envío de dinero a sus países de origen en un 44%, lo que suma 138 billones de dólares. No en vano la ubicua Western Union ha tenido el año pasado un ingreso de 3.2 billones. Pero hay todavía otro grupo determinante, el de los hijos de estos trabajadores. Hace unos años preferíamos creer que terminaban abandonando el español en los trámites de la socialización, cuya lengua de pasaje es el inglés. Pero he aquí que han descubierto que su pérdida del español familiar es un menoscabo de su ciudadanía bilingüe. No se resignan a un español doméstico y regional, y buscan remontar la corriente y recobrar la lengua reprimida. Ante sus demandas, las escuelas y universidades han debido planear nuevos cursos, llamados de “Español hereditario”, dedicados a la tarea de hacer crecer una lengua desheredada. Como dice mi colega Doris Sommer, el signo “Con cuidado: es frágil” distingue a estas tareas. Pero es fascinante asistir a esta readquisición de un lenguaje que devuelve el habla. No es poca cosa que estos muchachos mejoren su español en las novelas de Eduardo Mendoza y las películas de Pedro Almodóvar. Ahora bien, no existe ningún sistema editorial y cultural diseñado para estos nuevos públicos, que hacen de su lectura no sólo una parte del tiempo libre o la rutina académica, sino una forma de la conciencia y un medio de reafirmación. Son, digamos, los últimos lectores fieles: leen con una fe conmovedora en el valor del lenguaje, donde se buscan a tientas. Toda una generación pasó del abecedario a la literatura en el famoso libro de texto Cinco maestros (Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez, Donoso), que compiló John A. Coleman, profesor de New York University, crítico agudo y traductor sensible, que acaba de morir en su retiro de Connecticut. John me contó que no se podía hacer una actualización del libro porque la editorial, al mudarse, había extraviado los contratos originales. Claro que hoy habría que hacer uno dedicado a “cinco maestras”. Si alguien ha terminado de contarlos, son 40 millones de hispanos de todos los orígenes idiomáticos. La mayoría escucha la radio en español; una parte, sintoniza los canales de televisión en español; otra lee alguno de los miles de periódicos en español que aparecen y desaparecen en todas las ciudades del país. Hay que decir que el idioma sufre en esos medios de varias aflicciones verbales: trivialidad, divagación, énfasis... Para no hablar del Show de Cristina, Laura de América. Como en la misma España, los programas de tertulia y cotilleo denigran por igual al idioma y la mujer. Y, con todo, los noticieros pueden ser menos pacatos que los de las grandes cadenas, muchas veces cacofonías del poder. En un país de 200 millones de habitantes, donde la mitad nunca leerá un libro después de la escuela, la población hispana, en descargo de su bajo promedio educativo, cultiva el valor del libro y, no sin candor, la figura del escritor como gloria cultural. Éstos son los lectores que han hecho de Gabriel García Márquez una suerte de tótem de la Colombia reubicada en Nueva York, que es un territorio migratorio en estado emotivo, capaz de hacer habitable cualquier espacio
contrario gracias a Gabo, Shakira y Juanes. He tenido estudiantes colombianos que se han encontrado a sí mismos en las novelas de García Márquez al leerlas como verdaderos árboles de familia. No es casual, entonces, que el primer best seller de un libro publicado en español en Estados Unidos haya sido Vivir para contarla. Se publican 10,000 nuevos libros cada año en este país, pero sólo 100 de ellos llegan a best sellers. Esto es, llegan a vender 100,000 ejemplares en una semana. Sólo lo han logrado García Márquez, Isabel Allende, Laura Esquivel y Carlos Fuentes. Pero no menos impactante es la lectura de algunos autores nuestros en estos nuevos públicos. Los puertorriqueños Rosario Ferré y Edgardo Rodríguez Juliá probablemente son más leídos de este lado. Diamela Eltit es más estudiada en estas universidades que en las de su país, Chile. Carlos Monsiváis es leído en México como un crítico del sistema, en Estados Unidos como un vocero de las fronteras. Hay lectores que están convencidos de que Carlos Fuentes es el primer gran escritor mexicano-americano. No menos fascinante es que un escritor pueda ser otro para nuevos y distintos públicos. Juan Goytisolo fue celebrado primero por sus formas abiertas, luego por su humor crítico, hoy por su ardiente independencia. Estos lectores trashumantes inventan al escritor que requieren. Por lo demás, con Internet se han multiplicado las dicciones regionales, el periodismo provinciano, las ediciones instantáneas, el poema descafeinado por el correo electrónico. Casi todo hispano de Nueva York es sospechoso de haber escrito un libro. Gracias al Instituto Cervantes, en Nueva York
Chavela, 1970
y en Chicago, hay una conversión intensa al bilingüismo y una feria cultural perpetua. Es un hecho que nunca ha tenido el español tantos lectores practicantes. Y habría que decir más sobre las artes, desde las muestras impactantes de Cristina Iglesias y Luis Gordillo hasta los memorables montajes de Francesc Torres. Las grandes editoriales norteamericanas empiezan a acercarse a estos públicos a través de nuevas colecciones en español, pero quizá la diversidad de estos lectores requiere todavía de unas estrategias de menos volumen y más calado. El español en Estados Unidos está inventando de nuevo la escritura y la imprenta, el libro y la lectura. Es un idioma tan nuevo que los libros empiezan apenas a escribirse. Los clásicos se vuelven noticia; los modernos, recientes, y los contemporáneos hacen méritos. Martí está de moda entre los jóvenes. Sor Juana Inés de la Cruz, entre las chicas. Y Don Quijote volverá a la escuela con motivo de su nuevo centenario. Abrir un libro es aquí un conjuro. ________________________________ Tomado del diario El País. Reproducido con permiso del autor.
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O BITUARIO : L A
LEY PARA LA EDUCACIÓN BILINGÜE
1968 – 2002 James Crawford EL TÍTULO VII DEL PROYECTO DE LEY PARA LA EDUCACIÓN ELEMENTAL Y SECUNDARIA, QUE TRANSFORMÓ LA ENSEÑANZA de los niños de las minorías lingüísticas en los Estados Unidos –promoviendo acceso igualitario al plan de estudios, capacitando a una generación de educadores y fomentando el éxito entre los estudiantes– descansa en paz desde el 8 de enero de 2002. Tenía 34 años de edad. Su defunción no fue inesperada, puesto que siguió a los ataques de que por años fue objeto por parte de sus enemigos y a las recientes deserciones de sus aliados en el Congreso. La eliminación del Título VII –también conocido como Ley para la Educación Bilingüe– es parte de una medida más amplia de “reforma escolar”, conocida como No Child Left Behind (Ningún niño debe quedar rezagado), propuesta por la administración Bush y aprobada por una amplia mayoría bipartidista. En realidad, la falta de debate y controversia fue sorprendente. Los republicanos conservadores abandonaron su intento de hacer obligatoria la educación escolar exclusivamente en inglés, como antes lo habían hecho los votantes en California (1998) y Arizona (2000). Mientras tanto, los demócratas liberales no hicieron mayor esfuerzo por impedir la transformación del Título VII en el Proyecto de Ley para el Aprendizaje del Inglés (English Aquisition Act). Ningún miembro del comité hispano del Congreso, en otros tiempos incondicional defensor del Título VII, votó en contra de la legislación en ninguna fase del proceso, ni propuso una sola enmienda para conservar el programa federal de educación bilingüe. Conforme a la ley No Child Left Behind, los fondos federales continuarán apoyando la educación de los estudiantes que están aprendiendo el inglés (ELLs). Pero el gasto del dinero tomará nuevas formas, financiando programas que probablemente serán muy diferentes de aquéllos creados bajo el Título VII. Pero una cosa sí es segura: la enseñanza rápida del inglés será puesta en primer plano. Las cláusulas de responsabilidad que ordenan la evaluación anual de las escuelas por el porcentaje de estudiantes de inglés reclasificados como “estudiantes que ya dominan este idioma”, de seguro tendrán diferencias respecto a la instrucción en el idioma nativo de los estudiantes. Serán obligatorias, eso sí, las evaluaciones anuales en inglés, se establecerán “objetivos de logros mensurables” y serán sancionados los planteles que no muestren progreso académico en inglés. Esto marca un giro de 180 grados en la política relacionada con la enseñanza de idiomas. Mientras que la versión del Proyecto de Ley para la Educación Bilingüe de 1994 incluía entre sus metas “desarrollar las destrezas del inglés y, en la medida de lo posible, las destrezas del idioma nativo” de los estudiantes, la Ley de Adquisición del Inglés incide solamente en el aprendizaje del inglés. Siguiendo esta filosofía, la palabra bilingüe ha sido “borrada” de la nueva ley, excepto en una cláusula que acuña el nombre de la Oficina Federal de Educación Bilingüe y Asuntos Relativos a las Lenguas Minoritarias (OBEMLA, por sus siglas en inglés). Esta se transforma ahora en la Oficina para la Adquisición del Idioma Inglés, Realce del Idioma y Logro Académico para Estudiantes con Limitaciones en el Uso del Inglés (OELALEAALEPS, por sus siglas en Inglés), oficina que ni siquiera es pronunciable como acrónimo. Otro cambio notable es que los subsidios federales no serán administrados a nivel federal a través de subvenciones diseñadas para promover la excelencia y asegurar el control de calidad. En su lugar, serán distribuidos como “subvenciones de fórmula” por cada estado, teniendo como base el registro de estudiantes con inglés limitado y estudiantes inmigrantes. Las agencias de educación estatales tendrán mayor control sobre la decisión en el uso de los fondos, y también el poder de imponer diversos métodos pedagógicos. Bajo estas circunstancias, hay una frase que pasa inadvertida y que podría ser significativa. Los programas financiados a nivel federal, sea para la instrucción escolar o el desarrollo profesional, deben estar basados en investigaciones “fundamentadas científicamente”. Este término aparece en más de cien ocasiones en el texto de la ley No Child Left Behind. Si bien suena razonable en teoría, el término permanece pobremente definido a nivel legal y por lo tanto es susceptible de abuso. La pregunta clave es: ¿Quién va a determinar lo que es científico? Respuesta: quien esté a cargo de las decisiones en torno a los fondos en el nivel estatal (y probablemente en el federal). El proyecto de ley proporciona a los enemigos de la educación bilingüe un mecanismo práctico para imponer sus puntos de vista. En nombre de la “ciencia”, los que tienen poder de decisión pueden legalmente negar apoyo a cualquier programa escolar que emplee el idioma nativo de los estudiantes o a cualquier programa de capacitación de maestros que defienda el uso del mismo.
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La administración Bush ya ha manifestado sus planes de supervisar los programas de lectura en todo el país, para asegurarse que se basen en un enfoque “científicamente fundamentado” –lo cual básicamente implica una enseñanza intensiva de fonética. De hecho, muchos expertos en la materia recomiendan un enfoque balanceado que comprenda métodos generales de lenguaje incluyendo la fonética para niños que lo necesitan. Lo que los científicos definen como “científico” se vuelve irrelevante cuando un “zar” de los Programas de Lectura tiene el poder de retener millones de dólares federales. Las alusiones a la ciencia sirven como pretexto para imponer una política que solamente complace
Children playing on the corner of Armitage and Clifton, 1970
a los sectores conservadores y a las editoriales que producen textos escolares. Unos cuantos críticos de la educación bilingüe, como la profesora Christine Rossell de la Universidad de Boston, han insistido en que los estudios “científicos” de los programas ELL demuestran la superioridad de la inmersión exclusiva en el inglés –contradiciendo una vez más el consenso de los expertos en la materia. Todavía no ha quedado claro si el gobierno de Bush adoptará la postura de Rossell a la hora de financiar el Proyecto de Ley para la Adquisición del Idioma Inglés, o si dejará estas decisiones en manos de los estados. Pero la nueva ley podría proveer una poderosa herramienta a los funcionarios que buscan desmantelar los programas de idiomas nativos. Los demócratas del Senado exigieron un precio por su renuencia a revocar el Título VII. El complejo acuerdo hace que el sistema estatal de “subvenciones de fórmula” esté sujeto a gastos adicionales para programas de ELL y de educación para inmigrantes. El Congreso tendrá que asignar al menos 650 millones de dólares anualmente, de otra manera el sistema federal de subvenciones competitivas
será restaurado. Esto significaría un incremento de casi un 50% en el presupuesto del Título VII. Los recursos adicionales son siempre bienvenidos en las escuelas con numerosos estudiantes de lenguas minoritarias. Pero es importante entender que el dinero será repartido en menores cantidades que antes –entre más estados, más programas y más estudiantes. El Título VII sirvió previamente a una pequeña fracción de los 4.4 millones de estudiantes con inglés limitado (ELL) a nivel nacional, por medio de subvenciones competitivas asignadas a los distritos escolares. Bajo la nueva ley –nombrada Título III– los distritos recibirán fondos automáticamente, en base al registro de ELLs y de estudiantes inmigrantes. A pesar del incremento general de las asignaciones, el Título III proveerá solamente 149 dólares por cada estudiante elegible. De esta manera el impacto de los dólares federales en los programas individuales se verá reducido. Los fondos para otros fines –incluidos la capacitación docente, la investigación y los servicios de apoyo– serán restringidos al 6.5% del presupuesto total. Eso suma cerca de 43 millones de dólares este año. El año pasado, en contraste, se gastaron 100 millones de dólares sólo en programas de desarrollo profesional, con el fin de confrontar la crítica escasez de maestros calificados, idóneos para las necesidades de los ELLs. Irónicamente, estos cambios radicales de política se dan en una época en que las comunidades lingüísticas minoritarias están adquiriendo mayor influencia política. Los Republicanos, así como los Demócratas, están tratando de llegar a los latinos, ahora vistos como votantes indefinidos en estados clave. El presidente Bush trata de lucir su español cada vez que puede –incluso cuando solamente dice “Mi casa es su Casa Blanca”. Los defensores del inglés como lengua oficial, que exitosamente asumieron una posición anti-inmigrante en las décadas de los ochenta y noventa, se encuentran cada vez más aislados. Conforme más comunidades americanas se acostumbran a la diversidad, el bilingüismo ya no provoca los miedos que antes solía provocar. Sin embargo, esta tendencia no se ha traducido en el apoyo político para la educación bilingüe. Prácticamente no hay un líder prominente deseoso de defender los programas de lengua nativa. Obviamente perciben la impopularidad de una pedagogía que es considerada ampliamente como un impedimento, y no un medio, para la adquisición del inglés. Mientras los investigadores, los educadores y sus partidarios no puedan hallar maneras de corregir este malentendido, existe la creciente posibilidad de que se impongan más restricciones a la educación bilingüe.
Traducción: Marco Escalante
N O C HILD L EFT B EHIND : UNA
LEY
APRESURADA
Y
ANTI–HISPANA
Luisiana Meléndez DURANTE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS, LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN LOS ESTADOS UNIDOS HA SIDO EL EJE DE VARIAS INICIATIVAS dirigidas a mejorar la calidad de la educación que se imparte en las escuelas estatales. Por la extensión y profun– didad de sus implicaciones en todos los ámbitos del quehacer educativo, dos de estos esfuerzos se destacan de manera particular: el movimiento de reforma escolar que se inició durante los años noventa y los esfuerzos de la presente administración, contenidos principalmente en la legislación conocida como “No Child Left Behind Act” (NCLBA), promulgada como ley el 8 de enero del 2002. El movimiento de reforma escolar dio lugar a la adopción de los llamados “estándares educativos”, cuyo propósito fundamental fue identificar objetivos y metas que diesen una mayor coherencia y uniformidad tanto al contenido de la enseñanza como al ejercicio de la actividad docente. Por su parte, el NCLBA comprende una amplísima gama de propuestas y cláusulas que modifican o sustituyen mucha de la legislación educativa precedente, e intenta establecer un marco de referencia legal para múltiples aspectos del proceso enseñanza-aprendizaje, incluyendo la instrucción de alumnos con dominio limitado del inglés o LEPS (Limited English Proficiency Students). Esta pieza legislativa, que ha generado innumerables controversias en la comunidad educativa estadounidense, descansa en la promesa de que su implementación podría garantizar que para el año 2014 todos los estudiantes entre kindergarten y tercer grado estén en capacidad de demostrar un dominio de la lectura en inglés en perfecta correspondencia con el nivel educativo alcanzado hasta el momento. El NCLBA afecta la educación de todos los estudiantes, pero varias de sus cláusulas inciden en particular en la educación de los estudiantes con inglés limitado. Las provisiones contenidas en el Artículo III del NCLBA aluden específicamente a la instrucción de estudiantes inmigrantes o cuyo primer idioma no es el inglés, reseña como su objetivo central el elevar el nivel de conocimientos de dicha lengua en estos alumnos e introduce exámenes anuales diseñados para medir su progreso en el aprendizaje de este idioma. Los parámetros que se articulan en el NCLBA para la educación de los estudiantes no anglohablantes son sorprendentemente vagos en otros sentidos, y preocupa en particular que su conceptualización parezca ajena a los múltiples factores sociales, económicos y pedagógicos que inciden en el aprendizaje de un segundo idioma. La relevancia y centralidad del aprendizaje del inglés –cuyo énfasis como objetivo central en la educación bilingüe comenzó con la enmienda que se hizo en 1984 al Bilingual Education Act de 1968– es innegable en la educación de alumnos cuyo primer idioma no es el inglés. Sin embargo, su énfasis en el vacío y la falta de una articulación explícita con otros objetivos que lo complementen y condicionen, lejos de contribuir al progreso académico de estos estudiantes, puede dificultárselo considerablemente. El NCLBA ignora las lecciones aprendidas durante los 35 años transcurridos desde el primer Bilingual Education Act , y en vez de ofrecer alternativas progresistas que optimicen los esfuerzos estatales para promover el éxito académico de los estudiantes con dominio limitado del inglés, cae de manera simplista y reduccionista en enfatizar la necesidad que tienen estos alumnos de aprender su segundo idioma. La introducción de exámenes obligatorios (a ser administrados anualmente en inglés) conjura asimismo cierta preocupación tanto por el hecho de que su administración cae dentro de las prácticas de evaluación cuya validez y confiabilidad han sido altamente debatidas, como por el hecho que el acceso que los distritos escolares tienen a los fondos estatales y federales ha de estar condicionado a los resultados de estas pruebas. La introducción de estos exámenes resulta aún menos comprensible si tomamos en cuenta que la utilización de pruebas estandarizadas como principal instrumento utilizado para evaluar la efectividad de los esfuerzos educativos, ha sido el centro de una gran controversia. Su aplicación está lejos de garantizar una mejoría global en el proceso de enseñanza-aprendizaje y, por el contrario, tiende a promover prácticas pedagógicas cuyo objetivo principal es enseñar a los estudiantes a pasar ese tipo de exámenes. Por otra parte, el NCLBA también formula la necesidad de mejorar la calidad de los maestros que laboran en las escuelas públicas, ya que dicha ley establece que la calidad de lo relacionado con la capacitación magisterial (que contempla la preparación pre-grado, las actividades de desarrollo profesional y pos-grado, al igual que los años de experiencia docente) es un factor capaz de pronosticar el calibre y la efectividad de la educación que se da en las aulas. El NCLBA establece que para el año escolar 2005-2006 todos los maestros y las maestras que estén enseñando en aulas de educación pública, deberán estar “altamente calificados” para llevar a cabo su labor docente. Resalta la definición del término con respecto a la posesión de credenciales exigidas a nivel estatal para el ejercicio magisterial. Este mandato es altamente pertinente para los maestros y las maestras de aquellos estudiantes cuyo primer idioma no es el inglés. Un informe del año 2000 reveló que en los grandes centros urbanos reside el 50% de los estudiantes catalogados como “con dominio limitado del inglés”; de este 50%, sólo el 27.5% es atendido por maestros y maestras bilingües, y deja necesariamente al otro 32.5% en manos de maestros que
solamente hablan inglés. Esta escasez se esparce a todos los niveles educativos, pero afecta predominantemente a la escuela primaria (Urban Teacher Collaborative, 2000). La desproporción entre el número de estudiantes con dominio limitado del inglés y la disponibilidad de maestros y maestras necesarios para su enseñanza, lleva a muchos estados –incluyendo a Illinois– a ofrecer a profesionales con por lo menos un grado de licenciatura o B.A. en cualquier área de estudios, la posibilidad de obtener un certificado provisional en educación bilingüe o de inglés como segundo idioma. Este certificado provisional –que en Illinois se conoce como Tipo 29– permite a los que lo poseen enseñar en un programa bilingüe a cualquier nivel del sistema educativo, desde preescolar hasta duodécimo grado y hasta sexto grado en el caso de los programas de Inglés Como Segundo Idioma o ESL. Una vez logrado el certificado provisional, el maestro o la maestra cuenta con un periodo de seis a ocho años para completar los requisitos que se requieren para obtener la certificación estatal permanente Aunque estos esfuerzos sean potencialmente efectivos para ofrecer una respuesta práctica e inmediata a la alta demanda de maestros capaces de educar a la creciente población de estudiantes cuyo primer idioma no es el inglés, y aunque atraigan al ejercicio magisterial la riqueza de talentos y experiencias de profesionales de otras áreas, éstos resultan a la larga poco efectivos debido a que la mayoría de los distritos escolares del estado carecen tanto de programas de desarrollo profesional bien articulados como del apoyo logístico y financiero para facilitar que
Young Boy at the Beach, 1970
estos maestros puedan adquirir los conocimientos teóricos y prácticos que faciliten el eficaz ejercicio de su tarea educativa y, además, consigan sus certificados permanentes. El Centro Nacional de Estadísticas Educativas dio a conocer un informe en 1997 en el que se asegura que sólo el 25% de los maestros y maestras que enseñan a estudiantes que no son anglohablantes, posee la acreditación oficial para hacerlo; también señala que el 70% de la maestras y maestros que trabajan en programas bilingües o de enseñanza del inglés como segundo idioma no han completado los requisitos educativos mínimos que les calificarían para el desempeño de esta labor. Estas cifras, a primera vista, sugieren que las exigencias contenidas en el NCLBA respecto a la necesidad de contar con maestros y maestras altamente calificados, fuesen pertinentes para garantizar que las maestras y los maestros que tienen la responsabilidad de enseñar a los alumnos con dominio limitado del inglés posean los conocimientos y acreditaciones necesarios. Sin embargo, un análisis más profundo de las implicaciones de este mandato, obliga a matizar estas consideraciones. Es un hecho que muchos distritos escolares en el estado de Illinois, por ejemplo, carecen de una política coherente que garantice que una vez que los docentes obtienen el certificado provisional tipo 29 se les brinde el apoyo logístico y financiero tanto para obtener la preparación pedagógica necesaria como su acreditación estatal. Las iniciativas de apoyo hacia los que cuentan con un certificado provisional para que consigan su certificación permanente, han sido insuficientes y carentes de coherencia y continuidad. Las cláusulas contenidas en el NCLBA, ignoran de manera tácita y contundente las proyecciones demográficas que predicen que la cantidad de estudiantes con dominio limitado del inglés seguirá aumentado durante las próximas décadas. Al ignorar estas consideraciones, y las implicaciones que de ella se derivan, no deja otra alternativa más que preguntarse si el NCLBA hace realmente honor a su nombre. Las provisiones de esta pieza legislativa –cuya vaguedad bien puede calificarse como estrecha y poco visionaria– más bien parece prometer que una importante porción de la niñez y juventud que reside en los Estados Unidos, junto a las mujeres y los hombres dedicados a su enseñanza, serán relegados a un lugar de franca desventaja.
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Centroamérica en EUA Los tres narradores centroamericanos que cubren deshoras, se encuentran sin lugar a dudas entre los mejores escritores de Centroamérica que residen en los Estados Unidos. Dos de ellos, Ricardo Armijo y Roberto Quesada, fueron incluidos en la antología de literatura latinoamericana en los Estados Unidos titulada Se habla español. León Leiva Gallardo es uno de los escritores latinoamericanos de Chicago más consistentes.
Cosmo and Friends, 1970
Roberto Quesada
L
os insultos eran tan fuertes que no sólo se escuchaban sino que se veían por encima de las señales de tránsito, de los rótulos, de las paredes como una sombra que se agrandaba a medida que uno se acercaba. Aunque caminaba por Roosevelt y 74, lugar donde habitan tantos colombianos a tal extremo que se le conoce como La Pequeña Colombia, reconocí que la voz insultante proveniente de la vuelta no sólo iba dirigida a una mujer sino que era de un hondureño. Hecho que no me alegró ni entristeció pues no soy muy dado a la nostalgia. En el preciso momento en que llegué a la esquina y divisé la pareja, el hombre le daba una bofetada o se la repetía a la mujer a la vez que no paraba de crucificarla con una sarta de improperios. El hombre cerraba el puño y calculaba con precisión de relojero el blanco que ennegrecería la cara de la mujer cuando le grité: –¿Qué te pasa, hermano? El hombre se contuvo y quizá porque no me reconoció el acento no se disparó en mi contra ni me pidió que me dedicara a mis cosas. Me miró con el puño a media asta todavía: –Es que estas mujeres así quieren, hombre, ¿no va a creer la que me hizo? Yo me acerqué casi en el centro de los dos, justo donde se ubican los réferis del boxeo, fuera lo que fuera lo que la mujer le hubiera hecho no me parecía justo que le pegara: –Mira, mi hermano, si la policía te encuentra vas a tener serios problemas. Eso es delicado aquí, te pueden echar si te descuidas. Inmediatamente se metió las manos en los bolsillos, vio hacia una calle y otra, sólo le faltó silbar con la vista hacia el cielo. La mujer se limpiaba una gotita de sangre que le jugueteaba al fantasma: se le aparecía y desaparecía en cuestión de segundos. El hombre viéndola con ojos láser, dijo: –Es que usted viera lo que me hizo –me señaló el rótulo de un bar–. Es que íbamos pasando por aquí y a mí me dio por echarme una cerveza, sabe, para enfriar los nervios. Yo, que de bueno me paso, para que ella no quede como tarada esperándome afuera, le di permiso para que me acompañara. Estábamos allí, ella con su cocacola, cuando en esos televisores que ponen en las esquinas apareció un hombre desnudo y viera usted que a esta puta casi se le salen los ojos, no se los despegaba de usted ya sabe dónde. En verdad que me dio risa pero disimulé. Le di a entender que eso era tan natural que no me extrañaba. Él la amenazó como diciéndole que ya iban a llegar a casa. Esto me dio la idea de buscarle plática para que se le bajara la temperatura:
Young Puerto Rican couple dancing during a picnic at the Forest Preserves, 1971
–¿Y dónde viven? –Aquí en Queens –me contestó él–. Pero no por aquí sino retirado, tenemos que tomar el metro. La gota de sangre de la mujer se cansó de jugar y le desapareció, por lo que pude ver su rostro completo: era bonita, joven, en los treintas quizá, y supe que esa cara yo la conocía. Dudé, pensé que tal vez me parecía así porque era compatriota. –¿De dónde es usted? –me preguntó el hombre. –También soy de Honduras como ustedes. Se quedó unos segundos sorprendido o atontado: –¿Y cómo nos reconoció tan rápido? –El inconfundible hablado nuestro –me sonreí. –Yo nunca hubiera creído que usted era hondureño. Ya que me encontré con un paisa, pues lo mejor es que nos refresquemos, ¿qué le parece si nos echamos un par de brutas en ese bar? Por respuesta di un vistazo a la mujer. –Ésta que se vaya para la casa –y dicho esto la mujer comenzó a caminar. –¿Sola? Rechinó los dientes: –Ella conoce el camino. Sin otra alternativa caminé a la par de él mientras computarizaba mi cerebro para que no se me ocurriera ver el televisor: no vaya a ser que me mate. Le sugerí que para que habláramos sin olvidarnos tomáramos algún refresco y no cerveza como lo había propuesto él. Después de una terapia intensiva aceptó que un refresco: –Pero después nos echamos un par de brutas –sentenció. Le pedí que me tratara de vos tal como yo lo hacía. Concentró la mirada en mi corbata y la desvió por el traje entero y negó con la cabeza. En el televisor anunciaban la danza de una mujer desnuda, ancha de caderas, pechos rebosantes y cabellera amarilla. Él la miraba como quien no quiere la cosa. Le daba un vistazo a ella y otro a mí. Me hice el interesado –además, realmente lo estaba– en ver a la mujer. Él me sonrió afirmativamente y saboreaba la cerveza como si se estuviera bebiendo a la mujer. No perdía detalle. Al finalizar dijo que estaba buena e hizo la V de la cerVeza y el de la barra no perdió un segundo en atendernos: –Éstas son cosas de hombres –dijo él. –Claro –me sonreí–, una mujer no quiere estar viendo a otra mujer, ni un hombre a otro hombre bailando desnudo. Para cada cual lo suyo. Noté que se desconcertó: –No, la mujer no tiene que ver a otro desnudo que no sea su marido. –Claro que sí, ella también es un ser humano. Además, el desnudo es tan común, sobre todo aquí, que quién se sorprende por eso. –No, no, no, cómo va a ser eso. Uno de hombre puede, pero la mujer sólo tiene que verlo a uno. –Que miren, es mejor, tal vez así se les abre el apetito y uno es el favorecido al llegar a casa porque se lo desquitan con uno... Me miró horrorizado: –¡Qué se va a acostar con uno pensando en otro que vio desnudo! ¡Me parta un rayo! –¿Por qué no? Es mejor que tengan confianza de verlo con uno, así no se corre riesgo porque si le das confianza ella te quiere más y te es fiel, pero si no... a escondidas, ¿qué puede darse cuenta uno de lo que hacen? –Serán estas gringas, pero la mía no,
la mía la traje de Honduras. Allí no existen esas cosas. Se me pasó el rostro de la mujer del hombre por la memoria. La recordé, sabía que sí la había visto anteriormente. Bebí despacio, con deseo de conversar pero seguro de que la plática iba para lejos pues por experiencia sé que para nosotros los hondureños un par no es dos y mucho menos cuando de tragos se trata, así como un bocadillo es una comilona. Percibí al hombre incómodo por lo que había dicho y agregué:
amantes con las que nos hemos reído de alguno, como allí es pequeño y todos nos conocemos, que se las tiraba de mucho y macho a la hora de estar en la cama y no le aguantó ni la primera ronda a la mujer, o alguno que sólo se sube y termina rapidito como si lo están apurando y la mujer después se viste y va a ver si encuentra uno mejor que complemente el trabajo. Lo miraba y no lo creía. Había puesto cara espeluznante: –Siga, siga –me pidió dando trago tras trago.
A jam session in Humboldt Park, 1971
–Ahora no sólo las gringas, es igual en el mundo. La mujer está cambiando como todo tiene que cambiar. –No, lo que pasa es que aquí los gringos son bien maricas y no saben cómo tratar a las mujeres. Hay que darles sus buenas cachetadas para que aprendan. A la mujer le hace falta llorar, ¿no ha oído usted eso que dice que cuando la mujer llora necesita el pecho del hombre para consolarse? Tuve intención de reír pero él hablaba muy en serio: –No, ahora no es así. –¿Cómo que no? Si mire que hasta en la portada de la Atalaya y Despertad salen las mujeres recostaditas en el pecho de los hombres. No quise contradecirlo del todo y le cedí terreno para hacer amena la noche que apenas comenzaba. –Sí, a veces sí, a veces la mujer necesita el pecho del hombre, pero también uno a veces necesita recostarse en el hombro de ellas para buscar consuelo, compañía, comprensión, ¿me entiende? Se dio un trago de media botella como para limpiarse la garganta por lo que iba a decir. Le adiviné y me adelanté: –No, no, nada de eso, no soy homosexual sino que así es. –Las de Honduras son diferentes, usted pega fuerte con el puño en la mesa y salta a atenderlo la más bonita, ¿hace cuánto usted se vino de Honduras? Le mentí: –Hace poco, ando de paso por aquí. Le voy a decir algo, yo en Honduras he tenido muchas amantes, y las cosas han cambiado. Ahora las mujeres se ríen de uno. Pidió dos cervezas más. Tenía el ceño fruncido. –¿De qué se pueden reír las mujeres de los hombres? ¿De qué? ¡No tienen de qué! Dígame. –Bueno, por ejemplo, yo he tenido
–También –le digo y le muestro el índice– nos hemos reído de alguno que la tiene así, miniatura y ellas mismas me han contado a carcajadas que esos ni como cosquilleros encontrarían trabajo. Algún otro que se la daba de donjuán y la mujer lo deja que diga y prometa y cuando se aburre de escucharlo se lo lleva a la cama porque se sentía aburrida. Otros que los acuestan por curiosidad. Ahora es diferente. El hombre hizo sonar la botella sobre la mesa: –Yo mato a cualquier pareja de hijos de puta que se rían así de mí. Los mato. –¿Y cómo te vas a dar cuenta que en la cama ha estado gozando a costillas tuyas? –Serán otras mujeres pero esta que tengo yo no. Ésta me respeta. No la vio cómo temblaba. Recordé bien a la mujer. La había visto los viernes que yo paso por donde ellos viven a recoger una amiga. La había visto varias veces con un fornido mulato
dominicano, ojos marrón, alto y bien parecido. Y recordé haber visto también a mi compatriota pero con ropas de trabajo que lo hacían verse tan diferente. –¿Ustedes viven por Astoria, verdad? –Sí, ¿cómo lo supo? –No, me dijiste que tu mujer tenía que tomar tren y lo deduje. No había duda, era ella, la misma. Creo que me sentí contento por las coincidencias de la vida. El hombre continuaba pensativo y empurrado, por eso pensé cambiar de tema, además, sabiendo lo de la mujer ya no había por qué seguir en la conversación y había que dedicarse a beber, y me dije para mí: “Es mil veces mejor lidiar con un borracho que con un necio. A éste de ahí no lo saca nadie”. En la televisión una mujer bailaba desnuda llevando en cada mano un antifaz satánico. El presentador hizo alusión a que ese día era viernes 13, día de mala suerte, día de tener mucho cuidado, día de peligro. El compatriota se rio y me dijo: –No creo que hoy sea día de mala suerte, porque si usted no llega es capaz que mato a mi mujer. Más bien fue su día de suerte –y al recordar a su mujer volvió a contraer los músculos de la cara dando una apariencia de enfermo mental violento. De repente se puso de pie de un tirón y tiró un billete: –Me voy –dijo. –Pero hoy es viernes, y los viernes usted se va de aquí hasta en la madrugada. –Pero hoy no –me miró serio a los ojos–. Si sigo aquí se me va a olvidar que mi mujer miró a ese desnudo, y si a las mujeres usted les perdona una después le hacen miles. Intenté detenerlo y no lo logré. No insistí porque soy de los que creo en el destino y yo no soy quién para detenerlo. Imaginé al dominicano, la mujer y la sorpresiva llegada de éste. Confieso que me sentí feliz y vanidoso de por primera vez creerme prestidigitador, adivino. Me quedé a beber allí en honor al compatriota que, con todo, me cayó muy bien. A beber para ir a caer con un sueño pesado por ese viernes 13 en el que no iba a pasar a recoger, como es costumbre, a mi amiga, para no ser testigo de la tragedia que leería al día siguiente en el vespertino. La noticia de un hondureño caído de un quinto piso, impulsado por un dominicano, en una muerte pasional por un triángulo amoroso. Y el agradecimiento al cielo que, a pesar de haber sido viernes 13, fue el único suceso que lamentar.
Nestor is back from the Army, 1970
Richie and Friends, 1970
A
l día siguiente de una buena fiesta, Ralph Cedeno abrió los ojos para encontrarse en una cama que no era la suya. Su primer pensamiento fue la conciencia de estar tendido en ella, y luego el recuerdo de los jadeos de placer de la mujer que dormía plácidamente a su lado. Se sentía satisfecho consigo mismo, y sin embargo estaba intranquilo. Constató, no sin cierta irritabilidad, que parte de la culpa era suya, que al haber puesto pie en ese apartamento él mismo se había buscado el desasosiego que lo acompañaba esa mañana, y que últimamente también lo acompañaba después de cada conquista. Si sabía lo que sentía y sus causas, ¿por qué entonces salía a la conquista, por qué se precipitaba sobre ellas como un halcón? Mientras buscaba la respuesta, examinó las paredes con cuadros de payasitos de mirada triste sonriendo o sollozando o tocando la mandolina, y le pareció que en todo ese entorno se obviaba la predecible telaraña que mujeres como ella tendían al hombre de turno simplemente por haberles hecho el favor de amarlas. Detestaba la felicidad simple e ingenua que se desprendía de las cortinas de encaje, del tocador con bordes dorados y de los ridículos payasitos. Lo peor de todo era que, muy a pesar suyo, se sentía llamado por ellos y por la mujer que había creado su ilusión, y esa era la razón de su desasosiego, punto de encuentro entre el querer y el no querer. La posición del sol le indicó que todavía era temprano; la luz entraba diagonalmente por la ventana e iluminaba las partículas que apenas se posaban sobre el pelo de esa mujer roncando suavemente bajo las sábanas celestes, olorosas a limpio. Se llamaba Johana o Joan. En la fiesta él
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Ricardo Armijo la había abordado con su habitual sutileza; habían charlado largamente, habían brindado con champán, se dijeron un par de confidencias, se rieron de chistes que sólo ellos entendieron y al dar las doce, después de que él le susurró algo al oído, se marcharon al apartamento de ella, donde se le entregó tras un breve juego de resistencias. Urgido por huir, por escapar del guante de seda negra que le impedía respirar tranquilo, Ralph se levantó con cautela excesiva y recogió la ropa que, en el calor del encuentro, había quedado regada por el cuarto. Entre el rumor que las sábanas hicieron cuando la mujer cambió de posición, salió de puntillas hacia la cocina, donde se vistió. Revisó el contenido de los bolsillos del pantalón; una campana distante repicó siete veces. Estuvo a punto de dejar sobre la mesa una tarjeta con su número telefónico, pero cambió de parecer y se hizo un sándwich de jamón con queso. Comiéndolo a grandes mordiscos pasó a la sala y se sentó en el sofá, bajo un póster de Rudolf Nureyev dando un tremendo y elegante salto. El sofá y la butaca de la sala dormitaban con el resto del departamento. De la mesa de centro agarró una tarjeta postal. El nombre de la mujer era Johanna, Johanna Barnes y la tarjeta se la había enviado una amiga que estaba de vacaciones en Sunny Florida. Empezó
a leerla pero a las dos líneas perdió el interés y la devolvió a la mesa, dejándola de la misma manera que la había hallado. Terminó el sándwich, se chupó los dedos y le dio un trago a uno de los vasos de gaseosa que se habían servido la noche anterior. Rumbo a casa, Ralph decidió ir a comer algo más. La brisa matutina que entraba alborotada por la ventana del carro parecía limpiarle los pulmones, y por primera vez esa mañana logró sentirse bien consigo mismo. Hizo una derecha con el carro y se dirigió al diner donde, en su opinión, servían el mejor desayuno de la ciudad. El local estaba prácticamente vacío, con la excepción de dos hombres que llevaban puestas gorras de béisbol y que charlaban mientras tomaban café en una mesa en el centro del comedor. Ralph pasó directamente a sentarse en el mostrador, junto a un hombre que usaba un sobretodo negro. Con la mirada perdida en el vacío, el hombre parecía tener la cabeza hundida entre los hombros. Cuando Ralph se sentó, ambos miraron vagamente el frigorífico de los pasteles y las latas de crema batida. Ralph miró al hombre y lo reconoció. “Hola, Joaquín”, dijo. Joaquín, sobresaltado por las palabras que parecieron salir de la nada, lo miró con ojos esquivos. “¿Eh, ah?”
Al reconocer a Ralph, las manos de Joaquín se movieron como por voluntad propia y casi vuelcan la taza de café que sostenían. “¿Eh?” Miró hacia un lado y luego hacia otro y después hacia otro, hasta que por fin posó la mirada en Ralph y en aparente reconocimiento comenzó a tronar los dedos: “Oh, oh, oh, oh”. “Ralph”, dijo Ralph. “Sí, sí", dijo Joaquín. “De -eh -oh…”. “Nicaragua”. “No, no, no -Miami”. “No, Joaquín: De Nicaragua”. “Ah, sí, sí”, dijo Joaquín. “Sí, sí: Miami, la capital de Nicaragua”. Ralph lo miró con algo de desprecio. Agarró un menú de entre las servilletas y la sal y pimienta. Mientras lo leía, sacó un paquete de cigarrillos y un encendedor, y los puso sobre el mostrador. “¿Qué tal de trabajo, Joaquín?” preguntó Ralph, por preguntar. “¿Trabajo?” Joaquín agarró la taza con ambas manos. “¿Trabajo?” Bajó la cabeza y buscó algo en el suelo. “En este momento no estoy trabajando. No es tiempo de cosecha. No señor, este año todavía no llegan los tomates. Ayer no hubo trabajo y hoy no hay. Mañana tampoco. Tal vez la semana que viene”. La mesera llegó a tomar la orden de Ralph. “¿Café?” preguntó mientras se limpiaba las manos en el delantal. Ralph movió la cabeza afirmativamente. “¿Y Carla?” preguntó mientras Joaquín movía la cabeza en negativa y murmuraba algo para sí. “¿Carla no está?” “La despidieron la semana pasada”, dijo la mesera secamente. Sacó un lápiz
y una libreta del delantal. “¿Qué va a ordenar?” Ralph cerró el menú y lo deslizó sobre el mostrador. “Dos huevos overeasy”, dijo. La mesera era menor que Carla, más bonita, y usaba anteojos. Era zurda, y eso le gustó a Ralph. “¿Cómo te llamas?”, le preguntó. “Pero hace cinco años tuve un buen trabajo en un matadero”, dijo Joaquín sin que nadie le preguntara. La mesera miró a Ralph con poco interés. Sus ojos eran del color de la miel. “¿Qué quiere con los huevos?”, preguntó. “Salchicha". “Ahí maté muchos marranos”, dijo Joaquín. “¿Papas al horno o hash browns?”, preguntó la mesera. “Y vacas también”. “Hash browns”, dijo Ralph devolviendo el menú a su lugar. La mesera se caló los anteojos, se colocó el lápiz detrás de la oreja y fue a buscar la taza de café. “Pero con las vacas se necesita ayuda porque son muy pesadas”, dijo Joaquín. “Uf, y cómo patean”. “¿Ah, sí?”, dijo Ralph, poco interesado en el tema. “Sí. Y pesan un montón”. La mesera regresó con el café. Puso la taza en el mostrador mientras Ralph encendía un cigarrillo. “¿Cómo me dijiste que te llamabas?”, le preguntó. “No le dije”, contestó ella tajantemente y se marchó. “Hace cinco años trabajé de carnicero en un matadero”, siguió Joaquín. “Era el mejor empleado de todos”. Se miró las palmas y rió nerviosamente. Se las mostró a Ralph. “Mira estas manos, Ralph”, dijo. Los dedos eran gruesos y toscos, y las palmas estaban llenas de cicatrices y verdugones. “Era el mejor del changarro porque mis cuchillos eran los más afilados. No señor, nadie se metía conmigo”. Ralph lo miró sin decir nada mientras se tomaba el café y fumaba. Con la mirada peinó el local. El periscopio se detuvo en la mesera, que estaba enfrascada en sus faenas e iba de un lugar a otro. Vio la lengua de ella salir de los labios rojos y relamerlos lentamente cuando le entregó la orden al cocinero. Cuando ella se agachó para agarrar una barra de pan, vio cómo las nalgas se le convirtieron en un corazón invertido, frondoso, contra el que se recortaba el borde de los panties. Y por último, que fue lo más hermoso, vio cómo los pechos se le abultaron y se ofrecieron hacia adelante cuando ella alzó los brazos para arreglarse el pelo. “Los marranos son fáciles de matar”, continuó Joaquín. “Y también son baratos. Tengo un amigo que tiene un rancho de marranos. Sí, señor, mi amigo se especializa en marranos. Y los vende baratos”. Se inclinó hacia Ralph y dijo en voz baja: “De vez en cuando me llama para que le mate uno o dos”. Su mirada de ojos verdes estaba serena, pero las manos se movían inquietas. “Entonces agarro la Greyhound a su rancho, escojo uno que tenga tres o cuatro meses y asunto terminado”. Ralph miró a Joaquín con detenimiento y como por primera vez notó su perfil maya, de estela de Copán, los dientes que sobresalían del labio superior. Se fijó en el sobretodo abotonado hasta el cuello y en las hojuelas blancas, casposas, que le espolvoreaban los hombros. De pronto le llegó el aroma de salchicha friéndose. Uno de los hombres sentados a la mesa del centro se levantó y caminó al mostrador, detrás del cual estaba la mesera limpiando botellas de salsa de tomate. Ralph vio que el hombre le pasó unos billetes. “Gracias, Dorothy”, dijo cordialmente, alzándose la gorra en un gesto rápido y tímido. Dorothy agarró los billetes, los contó y sonrió. “Gracias, Tony”, dijo. “Ten un buen día”. “Y no les cuesta morirse”, dijo Joaquín. “Casi no chillan. Tienen la piel muy suave y de ella puedes sacar el mejor chicharrón del mundo”. Al decir esto
se besó los dedos como un chef francés. “Sí, señor, el mejor chicharrón del mundo”. “¿Qué pasó?” preguntó Ralph. “¿Por qué te fuiste del matadero?” “Porque no había ganancia”, contestó Joaquín. “Y yo creo que porque no le caía bien al mayordomo. Él también era un marrano, pero de otro tipo. A los gringos como él no le caen bien los mexicanos. No señor, los mexicanos no les caemos tan bien que digamos”. “¿Cuánto cuesta uno de esos marranos como los que matas?” preguntó Ralph por seguirle la corriente. “Diez, quince dólares, Ralph. No más de veinte dólares”. Ralph aplastó el cigarrillo en el cenicero y no dijo nada. “¿Quieres uno, Ralph? Le puedo preguntar a Mr. Bill –así se llama mi amigo– y tal vez nos dé una rebajita. Mr. Bill me quiere mucho”. Joaquín le dio un sorbo a su café. “Y yo lo mato de gratis. Lo único que tienes que hacer es darme un poco de la carne. Es todo”. La mesera llegó con el desayuno de Ralph. Puso el plato humeante frente a él y le dio los cubiertos envueltos en una servilleta. “Gracias, Dorothy”, dijo Ralph mostrando su mejor sonrisa.
Dorothy se marchó sin decir nada. “¿Qué te parece, Ralph?”, preguntó Joaquín. Ralph observó a Dorothy marcharse. “¿Qué me parece qué?”, preguntó mientras cortaba los huevos y dejaba que el jugo de las yemas se escurriera por debajo de la salchicha. “Que tú compres un marranín y yo lo mate", dijo Joaquín, riendo nerviosamente. “Te digo que es lo más fácil del mundo. Lo amarramos y le metemos el cuchillo en el costado –aquí”, y se golpeó las costillas, justo debajo del corazón. “Y después ¡zas! –listo y servido. Fácil, fácil. ¿Qué dices?” Ralph no dijo nada. Se metió varias veces el tenedor a la boca y masticó lentamente. “Quién sabe”, contestó al cabo de un rato, con la boca llena. “Piénsalo todo lo que quieras, Ralph", dijo Joaquín. “Yo sé que es difícil decidirse. Desayuna tranquilo y después me dices. Sí, señor. Tengo todo el tiempo del mundo porque no hay trabajo”. Se miró las uñas y se cercioró de que estaban limpias. “No, señor, hoy no hay trabajo. Y yo creo que mañana tampoco”. Ralph llamó a Dorothy. La miró acercarse; le gustaba cómo el uniforme le quedaba, ceñido de la cintura y amplio
de las piernas, y cómo las caderas se movían bajo la tela blanca, almidonada. Sonrió cuando ella se detuvo frente a él. “Te olvidaste del pan, Dorothy”, dijo, satisfecho de haberla hecho caminar hacia él. Se limpió la boca con la servilleta. “Si quieres me das tu número de teléfono, Ralph”, dijo Joaquín. “¿Qué tipo de pan desea?” “De trigo”. Dorothy se marchó a preparar el pan. “Te puedo llamar en dos o tres meses”, dijo Joaquín. “Y mientras tanto, le puedo decir a Mr. Bill que nos aparte un marranillo, el más grandecito que tenga pero tampoco tan grande”. Una pareja de viejos entró al restaurante y se sentó a una mesa al otro extremo del comedor. Dorothy agarró dos menús y se dirigió hacia ellos cargándolos bajo el brazo. Ralph la observó mientras comía. Ella sonrió y les dio la bienvenida. Intercambiaron unas palabras, ella puso los menús sobre la mesa y apuntó algo en su libreta. A Ralph definitivamente le gustaba que escribiera con la zurda. La vio calarse los anteojos, ir a la cafetera, servir dos cafés, uno de ellos descafeinado, y regresar a la mesa a dejar las dos tazas. Después fue a la tostadora, untó mantequilla en el pan y se lo llevó a Ralph. “Muchas gracias y mucho gusto, Dorothy”, dijo él mientras ella dejaba el pan junto al plato vacío. “Mi nombre es Ralph”. “Ya lo sé”, dijo ella. “Carla me dijo quién eres”. “Tu nombre es Dorothy, ¿no?” “Sí”, dijo ella. “¿Y qué?” “Nada”, dijo Ralph. “Sólo quería saber cómo te llamabas. No le hagas caso a Carla, Dorothy. A veces habla demasiado”. “¿Desea algo más?”, preguntó ella sacando la libreta. “Te puedo llamar dentro de tres o cuatro meses, Ralph, ¿eh?”, dijo Joaquín. “¿Eh? ¿Qué te parece?” Ralph miró a Joaquín y después a Dorothy mirando a Joaquín. “No, es todo”, dijo. Agarró un pedazo de pan y le dio un mordisco. “El pan te quedó muy sabroso, Dorothy”, dijo. Dorothy sumó la cuenta, arrancó una página de la libreta, la puso sobre el mostrador y recogió los platos sucios. “Tenga un buen día”, dijo al alejarse. “¿Dentro de tres meses te parece bien, Ralph? Para entonces tampoco voy a tener trabajo. Ahorita no tengo trabajo, y no creo que para entonces haya conseguido uno. La cosa está difícil, Ralph, pero te puedo llamar dentro de tres meses”. “Veremos”, dijo Ralph sacando un fajo de billetes. Sacó un par de billetes, más que suficiente para cubrir la cuenta, y los dejó sobre la cuenta. Luego se tomó el resto del café de un trago. Se pasó la mano por el pelo y agarró una servilleta. Se limpió la boca, y en un movimiento improvisado sacó una pluma del bolsillo de la camisa, escribió algo en la servilleta y la deslizó debajo de la cuenta. Tal vez. Le dio la mano a Joaquín y se marchó. La nevera de los pasteles se encendió y comenzó a ronronear. “Yo te llamo, Ralph”, dijo Joaquín desde su asiento, sin voltear a verlo. “Sí, sí, yo te llamo”. Esperó un momento y luego le pidió más café a Dorothy. Mientras ella iba a buscar la jarra, él agarró la servilleta, la dobló en dos y se la metió en el bolsillo del sobretodo. “Sí, sí. Yo te llamo”, dijo.
During the 1970 Puerto Rican Parade, 1971
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Detenerse en las a la mirada es una r por los juegos de por el lenguaje es cruzan Las fotos que G tren de Chicago ti andar citadino un capturado andene movimiento, no c cotidiano, esos lu impersonal, sino l bien despreocupa genes autónomas ver los dibujos qu itación de estos lu espacio–temporal cobra nueva signi y lo aisla en encu No hay un afán democrático, ni si territorio de la pe disponibilidad a a consistencia real p interrogación / fas las cosas que acud En las fotos de y el urbanita. Llam geometría de post por las figuras pe del cielo nocturno resonar las imáge azarosos quizá, d das, otras lecturas En esos momen ciados que vivimo de rostros anónim inadvertida del ar lo literal, lo prosa Es, para decirlo que pasa”.
Green Planet, 2003
Sin título, 2003
Sin título, 2003
n las azarosas composiciones que se ofrecen a una rara virtud de las personas distraídas os de la luz, por el ritmo de las líneas y acaso aje espontáneo de los signos que se entre-
que Giovanni Matallana ha tomado en el cago tienen ese aire vital de quien hace de su no una incursión en puertas inesperadas. Ha ndenes, personas, paisajes desde un vagón en , no con el fin de fijar los espacios de tránsito sos lugares de breve convergencia humana sino llevado por un impulso sensorial más ocupado. Traducir estos instantes en imáomas desprendidas del fluido indetenible, jos que despliegan las personas en la cohabstos lugares: ese consabido tramo mporal que nos separa del trabajo o de la casa significación en la mirada que lo fragmenta encuadres. un afán de rastrear biografías en tal universo , ni siquiera un rescate de la anécdota en ese la peripecia fugaz. Hay más bien una ad a abrir los ojos ante una atmósfera sin real para los transeuntes apresurados, una n / fascinación por el orden momentáneo de e acuden al encuentro del testigo pasajero. tos de Giovanni convergen el artista plástico a. Llamado por el movimiento de la e postes, escaleras y barandales, ras perfiladas contra la negrura cturno, dispara su cámara y hace mágenes en territorios no menos izá, donde aguardan otras miracturas. momentos olvidables, indiferen vivimos cada día, en ese continuo nónimos y gestos predecibles, la mirada del artista encuentra su fugaz epifanía: prosaico es el río. decirlo con Seamus Heaney, “la música de lo
Da a luz, 2003
En ciertos pasajes
Julio Rangel
¿Musa?, 2003
Sin título, 2003
A
Su Majestad, Reina Isabel I:
Este XXV de junio del año mil quinientos sesenta y cinco de nuestra Cristiandad, hago envío del presente relato de mi más reciente empresa a la costa de Guinea y a los puertos de las Indias Occidentales a Su Majestad, Isabel I, Reina y Señora de Inglaterra. Habiendo dado fin a esta expedición, la cual he realizado no sin sufrir dificultades, después de varios meses de travesía en altamar, y después de arduas complicaciones con los naturales y colonos de esas partes, se me ofrece la oportunidad de informar a Su Majestad lo de nuestra empresa que, afortunadamente, ha obtenido buena aceptación entre algunos señores; no obstante las leyes que restringen este tipo de comercio solamente a los encomendados, representantes del Imperio, como ellos mismos ya suelen llamarlo, no sin cierto tono de soberbia. Pues entre estos sarracenos parece ser costumbre el aprovecharse, por vías no oficiales, de cualquier chance que les prometa ganancias; incluso cuando ello los lleve al extremo del comercio ilícito. Dado que, y no sin razón (teniendo en cuenta que en nuestro caso sólo se trata de un Tercio), prefieren tomar el riesgo de sufrir altas multas, y hasta de perder sus posesiones, en cambio de embolsarse el Quinto, tributo a la Corona. En otras palabras, los españoles sí que cumplen con todos los atributos que prueban la ya sabida fama, de la que ellos mismos, a veces, hacen alarde con el decir “mandado de España, obedézcase pero no se cumpla”. Y yo que, aprovechándome de tal debilidad de carácter y convirtiéndola en virtud para mis pretensiones, he logrado establecer varios acuerdos verbales (ya que escritos no son más que un detrimento) con algunos cavalieros; cuestión de la cual haré más detallado relato a Su Majestad, en persona, cuando el tiempo y el lugar lo haga mejor posible. Por ahora, gracias al Señor y a su Divina Providencia, me encuentro salvo y sano de toda peripecia. Aunque un mes hace no podía decir lo mismo, dado que a consecuencia de la cruenta incursión por el río Caces en las cercanías de la costa de Guinea –acompañado apenas por cien hombres, tres portugueses y cuatro naturales de esas tierras– recibí heridas múltiples e infecciones pestilentes, desagradables hasta a la misma vista; de las que apenas logré recuperarme sólo con la aplicación de raras hierbas aparecidas por los ya mencionados naturales que me acompañaban. No obstante lo ocurrido, como por leyes extrañas de la compensación, todo lo demás de nuestro propósito y precavido asunto se cumplió sin obstáculos insuperables. Debo hacer mención a Su Majestad que en estas tierras inhóspitas, más que en otras de este mundo, se presta todo tipo de hombres para las más viles campañas. Por aquí la avaricia y la lascivia hacen su gloria. La maldad se transpira a son de abundancia de sol y demás naturalezas adversas a nuestro temperamento. Razón por la cual muchos de los naturales se prestan a ayudarnos a la captura y transporte de sus semejantes. A continuación hago constar a Su
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León Leiva Gallardo
Group of Puerto Ricans hanging out on Armitage Avenue, 1970
Majestad de otros sucesos importantes en las costas del África. En cuestión de horas, en Cabo Verde, logramos abatir un navío portugués con un cargamento de 200 africanos y otras mercancías (tuvimos que deshacernos del capitán y su tripulación en la ribera del río Mitombi cerca a Sierra Leone). Una vez en Mitombi y en sus inmediaciones pudimos también hacer captura de otras cuatro naves pequeñas con un total de 150 esclavos. Finalmente, en Sierra Leone, logramos vencer una gran nave de Contratación, la cual transportaba marfil, cera y cerca de 500 negros. Esta última la llevamos a las Indias Occidentales, ya que cuatro de nuestras naves (la quinta tuvo que regresar con granos y oro), aunque con muy poca tripulación, ya estaban sobrecargadas. Mucho después, al ser cuestionados por los españoles en cuanto a las circunstancias de la gran nave de Contratación, les participamos que la habíamos capturado porque ésta transportaba cargamento francés. Además de los salvajes de las naves portuguesas, capturamos, ya por medio de la espada o por otros dados medios, 50 negros más. En cuestión de semanas llenamos el Salomon y el Jonas. Semanas más tarde, y desvalidos de buenos vientos, habiendo
apenas atravesado unas cuantas leguas lejos de Sierra Leone, el Lyon, que yo comandaba personalmente, y el Swallow, quedaron completamente repletos. Capturamos un total de 900 negros, la mayoría de los cuales consistía de machos de buena constitución; el resto de hembras de aparente salud y fertilidad. Los transportamos a todos, también al resto de los cargamentos, a las Indias Occidentales. Con el afán de complacer la curiosidad de Su Majestad por las cosas de estos mundos, hago mención de algunos pormenores en torno a nuestra mercancía, los cuales quizá sean de algún interés a Su observancia. Dado el limitado tamaño de nuestras naves, que estaban todas sobrecargadas, y a la inquietud de los salvajes, tuvimos que amontonarlos donde hubiese lugar, en muchos casos, uno encima de otro; mas siempre maniatados, ya que sin las sogas, grillos y cadenas nos hubieran devorado sin pensarlo mucho, pues como me informaban los calafates –quienes tienen que tolerar la pestilencia y fetidez de sus evacuaciones– los negros son carnívoros hasta el extremo que, cuando alguien se acerca a darles un bocado de pan o un tazón de avena, hacen ademanes de fieras a punto de morder a muerte a quien se les acerque. Por eso los
engrillamos. Permítame Su Majestad mi modesta relación para avisarle que, dado las medidas de seguridad y la larga travesía, muchas cabezas se perdieron; todos esto por el agravante de que sufrimos de escasez de agua fresca. Con el pasar de los días en ultramar muchos negros perecieron por su propia culpa, pues algunos prefirieron morirse de hambre antes que obedecer; éstos eran los más bestiales y repugnantes, siempre rechazando la aproximación de un ser humano. Otros murieron porque, en la desesperación, sin poder moverse, se estrangulaban. Otros simplemente murieron de enfermedades febriles y raras. Lamentablemente, unos cuantos fueron azotados a muerte para dar ejemplo a los demás insubordinados. Pudimos deshacernos de muchos cuerpos arrojándolos al mar, pero muchos simplemente quedaron enredados y atrapados; lo que hizo imposible que los despojáramos. La pérdida total fue de 247, la mayoría machos, separados ¡válgame Dios! de las hembras; porque si no hubiera sido así, la mortandad hubiera sido mayor. Le aseguro a Su Majestad que en la próxima expedición no capturaré heridos y calcularé las pérdidas de antemano. Después de malos vientos y la larga travesía, al fin bajamos velas en Isabella, el primer puerto de desembarco en Hispaniola. Luego nos dirigimos, con sigilo, hacia Puerto Plata; y después a Puerto Christi. En todos éstos puertos encontramos voluntariosos compradores de esclavos; el negocio siendo mediado por un tal Licenciado Lorenzo Bernáldez y dirigido por un mercader llamado Cristóbal de Santiesteban. Nuestra mercancía fue recibida de buena manera, con la buena fortuna de nuestra parte, los negros que perecieron no eran de la mejor talla; y los portugueses me advirtieron (teniéndose por ser los expertos en la materia), que los que sobreviven la travesía son siempre los más productivos. La naturaleza, entonces, estaba de nuestra parte, pues los que llegaron a tierra firme parecían de muy buena constitución. Y permita, Su Majestad, a este humilde servidor opinar más sobre este asunto. Pues se me ocurre que la travesía por el mar océano es en sí no sólo una prueba de fortaleza y resistencia, sino también un método preciso de selección. Nuestros compradores, sin embargo –y vale mencionarlo– no optan por nuestra mercancía por su calidad, sino porque les ofrecemos precios reducidos: los de los portugueses son de 25 a 30 ducados por cabeza. A esto debo también agregar que nosotros los servidores de Su Majestad, a diferencia de los españoles y los portugueses, gozamos de superior conocimiento de las exigencias del comercio; pues desde la captura, el transporte, la travesía, hasta la destinación, mantenemos los ojos abiertos para que los salvajes no se hagan daño, alimentándolos suficientemente durante el cruce y, cuando es posible, curándoles las heridas recibidas en la captura o a bordo; las hembras, incluso reciben trato diferente, teniendo en cuenta su endeble naturaleza …[detalles omitidos]. Si Su Majestad lo permite, le informo
que a las hembras les dimos cuidado especial. Los tripulantes, siguiendo mis órdenes, sugirieron a los compradores que era buena idea marcar a los esclavos con fierro ardiente, para evitar litigios entre amos. Pero, no había pasado mucho tiempo, cuando tuve que intervenir yo personalmente para que no marcaran las hembras, pobres criaturas, en el pecho, como lo hicieron algunos; pues el cuero más débil de la hembra no resiste el fierro ardiente como el fibroso pecho del macho. De ahora en adelante, estoy seguro que van a seguir mi observación y les marcarán en el muslo derecho, abajo de la cadera. Esta recomendación la hice después de haber visto como a una hembrita le desgarraron los senos en dos intentos por marcarla. ¡Gracia que nos costó pérdidas! pues el marrano avaro no quiso pagarla, diciendo que no servía para nada, e incluso trató de disuadir a otros compradores, diciéndoles que nuestros esclavos eran debiluchos del mismo tipo. Después de ese incidente no tuvimos otra contrariedad. Vendimos toda la mercancía, incluso el marfil y los granos, de cuales hago, y envío, el estado de cuentas en otro documento adjunto a la presente. Aboné [flete] (y otras cuentas) y me aseguré del reconocimiento de los “oficiales”, los cuales no estaban del todo contentos al darse cuenta que yo era un viable candidato a servir al rey de España en las Indias. La causa de esta irracional desconfianza (como yo lo veo) ha de ser la fresca y reciente recordación de los grandes agravios que han recibido de otros privateers. Nuestra estadía en las costas de Hispaniola fue breve. La cautela fue necesaria. Una vez nuestro negocio dado por terminado, y después de suplirnos de todo lo que necesitábamos, inmediatamente, alzamos vela mar adentro. Aseguro a Su Majestad que nuestro trato con los españoles no habrá de causar mayor agravante que el que ya existe entre los dos Reinos. Por otro lado, los portugueses no presentan amenaza inmediata, pues desenvainan a los españoles tanto como nosotros negamos sus dominios. A estas alturas los españoles están más preocupados por Drake y los corsarios franceses que por nosotros mercaderes. Yo, con gran humildad y con lealtad de sobra, le aseguro a Su Majestad que el nombre de Inglaterra jamás habrá de ser tiznado a consecuencia de mi descuidada servidumbre. Si Su Majestad lo permite, y si goza del ocio necesario, no dudo en contentar Su inteligencia con el relato de un pequeño incidente que ilustrará un curioso acontecer. Una vez que alzamos vela en las costas de las Indias, nuestras mentes ocupadas con cosas más inmediatas, con la constante preocupación de ser descubiertos por lo de la nave de Contratación, después de unos días en mares españoles, nos vimos de repente inmersos en algo que fue más desagradable que trágico. Al salir de los mares españoles notamos que al Lyon lo perseguían tiburones, bufeos y gaviotas. Los animales,
Playing the guitar for a young Puerto Rican woman at Thatcher Woods Forest Preserves on Milwaukee and Devon, 1971
guiados por el olfato, probablemente creían que lo que cruzaba el mar océano no era un navío, sino una ballena herida. Pues con razón, el Lyon, que se encontraba en muy mal estado, iba dejando una estela de sangre ocrirroja en un mar que era demasiado calmo. Como yo no sufro de supersticiones, ni de augurios, como mi tripulación, inmediatamente di la orden de que lavaran la sentina y todo lugar bajo cubierta donde venían los esclavos. En cambio, casi todos los demás, especialmente los cuatro negros de Benín, que aún nos acompañaban, y luego mi tripulación, por su parte pensaban que el navío estaba maldito: ideas contagiosas de los negros. Los portugueses –de quienes después me deshice (por razones de traición) y para asegurarme de que nuestra expedición quedara en silencio– se reían en furtiva complicidad, y de la manera en que siempre se burlan de toda calamidad. Sucedió que, al llegar a Hispaniola, y por la presura de sacarlos antes de que amaneciera, los calafates olvidaron (o prefirieron olvidar) los cuerpos de los que habían perecido y quedado atrapados bajo cubierta. Con la hediondez de las heces fecales y de la animalidad de los negros en sí, la fetidez de la descomposición se hizo, quizá, indistinguible o tolerable y no llamó la atención. Algunos esclavos con heridas supurantes por todas partes de sus cuerpos sangraron las costillas de la embarcación, hasta que la sangre, poco a poco, se fue filtrando por las tablas que se hacían falta de la estopa y la brea. Al alejarnos de la costa, apenas a un disparo de mosquete de tierra, el navío, en verdad, ya hedía a animal muerto. La hediondez persistió aún después de varias lavadas y cepilladas con vinagre, sal y cal. Los tiburones nos sorprendieron mucho pues persistían (al contrario de las gaviotas que habían desistido) en seguir la estela de sangre, que, sin poderlo creer, todavía en alta
mar seguía manchando las aguas. Obviamente había sido un gran descuido del maestre, quien, quizá en complicidad con los portugueses, hacía muchos días ya que mostraba rasgos de insubordinación dizque por la pudredumbre de la carne, el pescado y la mazamorra que comían; cuestión a la cual yo nunca hice caso. Entonces, y ante las circunstancias, les prometí que si seguían conmigo se les iba a dar buena recompensa. Todo por evitar un desafío en mares enemigos. Cuando llegamos a las costas de Benín la fetidez de la nave era de tan mal intensidad, y el ambiente abordo tan inseguro (la tripulación enferma y dispersa, y los naturales al borde de la locura) que tuvimos que darlo todo por perdido. No pudimos salvar al Lyon, pues el hacerlo me parecía muy arriesgado. Fue entonces que decidí abandonarlo (con todo y una barca con botellería atada a la popa), cosa que me causó mucha consternación, pues era un navío veloz y agresivo. Como las demás naves estaban con poca tripulación, el Salomon nos recibió a todos a bordo. Luego di órdenes de que quemaran el Lyon, para que no quedara tan contundente prueba de nuestras incursiones. La imagen de la nave en llamas se quedó en mi memoria un tanto más que la imperante presencia de los muertos. El Lyon había sido parte importante de mis días en la mar. Confieso que no pude contener mis lágrimas al verla esfumarse bajo aquel odioso sol, el cual no mostraba señas de que otra cosa más estuviera sucediendo en el mundo, sino aquella imagen descompuesta ante mi mirada. La mandé quemar para salvar la expedición. Si otras hubieran sido las circunstancias, habría mandado a toda la tripulación al mismo fondo amargo donde van a dar los desalmados esqueletos de los negros africanos. Una vez consumida la nave por las llamas, dije a todos en voz alta: “ya ven que el fuego puede hasta con la sangre”; a lo que muchos cobardes reaccionaron con súplicas y más súplicas al infinito y demasiado calmo cielo. Debo, si Dios lo permite, pronto hacer acto de presencia ante Su Majestad para informarle sustancialmente, y con prestancia, sobre
lo que se debe hacer con respecto a la deuda de esta nave y otros pormenores que preferiblemente no he de hacer por escrito. Desde Plymouth, con todo el respeto y con la más humilde lealtad, ofrece sus servicios a Su Majestad,
John Hawkins
Post Script Con respecto a mis supuestos servicios a la Corte de España, no dudo por nada en la sabiduría de Su Majestad en tanto Su Majestad sepa discernir y juzgar de mi lealtad, de la cual Lorship Burghley y Su Majestad por mucho tiempo han puesto en prueba; por lo tanto, ruego humildemente que Su Majestad haga conocimiento de que mi precavido y laborioso servicio a Nuestra Reina y Señora no habrá de encontrar rival en los enemigos de nuestro Dios y nuestro reino. También ruego a Su Majestad recibir con buen juicio mi modesto tributo, el cual envío presentemente. También ruégole mi tan esperada recompensa de portar Armas, teniendo en cuenta la confianza a la que estoy obligado a cumplir en el exterior es demasiada. Le he pedido al Lord William Cecil que me otorgue el privilegio de un Escudo de Armas si es posible que porte: en Sable, en la punta del escudo, ondeada, un león pasante; o en el Jefe tres bezantes oro; de Cresta, un moro salvaje con cuerda atado y cautivo. Habiendo de esta manera avisado a Su Majestad del estado de este asunto, ruego a Su Majestad señalar su complacencia con [detalles omitidos]...toda mi habilidad y mi vida están a la disposición para prestar servicio a lo que mande nuestro Reino y lo que mande Nuestra Reina y Señora.
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gubernatura de California. Frey se ha tenido que encargar también de la distribución del film. Costó 10,000 dólares adicionales el que la película se exhibiera por una semana en una sola sala (en el Landmark Century) en Chicago. Frey espera que el film recaude lo suficiente para permitir la exhibición en otras partes. Por el momento, él tiene planeado exhibirla en 30 ciudades estadounidenses. Ésta es una película apasionante y conmovedora, un intento de sensibilizar al público estadounidense sobre los horrores a los que los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera se exponen. Dado el poder del film y sus impecables buenas intenciones, uno duda en criticarle sus defectos, pero estos levantan serias dudas. El más problemático, sin duda, es la pregunta sobre la identidad del personaje inicialmente racista, que resulta ser el hijo de una prostituta mexico-americana y de padre desconocido. Desde esta posición ventajosa, su racismo resulta ser fruto de un complejo de Edipo irresuelto. Él compensa la ausencia del padre
dores y víctimas. Los villanos de la película, tanto mexicanos como estadounidense son consistentemente retratados como viciosos, sádicos y (en el caso de todos los estadounidenses) estúpidos. Es indudable que tal gente existe, pero el hecho de que sean simultáneamente tan viles y despreciables desengancha al público estadounidense con facilidad. Representar a los racistas como payasos malvados es llevar toda atención lejos del racismo ordinario de angloamericanos “bien intencionados” que los inmigrantes deben enfrentar cada día. En cuanto a las víctimas, son representadas como radicalmente indefensas. Pueden triunfar moralmente sobre sus opresores por medio de su resignación heroica, pero la resistencia en la película (excepto la del héroe) es castigada con la muerte. Implícitamente, el film llama a los espectadores de los Estados Unidos a contener los brutales excesos de sus compatriotas sin desafiar sus propias actitudes y comportamiento, menos aún llamando a los inmigrantes a movilizarse en su propia defensa.
al rechazar violentamente cualquier cosa remotamente conectada con su madre. Él es, muy literalmente, “el hijo de la chingada”, para hacer eco al celebrado ensayo de Octavio Paz, y se identifica con el violador, no con la víctima. Tales detalles permiten de hecho al espectador experimentar la historia como una trayectoria iniciática, como el proceso interior por medio del cual el héroe finalmente acepta a su madre y su mexicanidad. La violencia que él experimenta es fácilmente transformada en una metáfora de su estado mental, y no en un reflejo de la realidad política. El hecho de que el protagonista se llame Juan Carlos, igual que el director/escritor/estrella, que resulta ser hijo de madre mexicana y padre de origen irlandés y que dedicó el film a su madre, presta un apoyo desafortunado a tal interpretación freudiana. Desafortunadamente, tales detalles psico-biográficos difícilmente son típicos de los oficiales de la patrulla fronteriza, o para el caso, de vigilantes racistas. Atribuir el racismo a formas perversas de auto desprecio no sólo es inverosímil, sino una vía para despolitizar lo que es sobre todo un asunto político. Ligeramente menos perturbador resulta el tratamiento maniqueo de explota-
El diálogo es casi exclusivamente en inglés, una decisión deliberada de parte del director, que muy acertadamente toma en cuenta la aversión angloamericana a los subtítulos (ya no digamos a dominar idiomas extranjeros). La función a la que fui, por lo menos la mitad del público era latino. Sus comentarios, en una discusión posterior a la proyección con el cineasta, enfatizaron consistentemente lo mucho que el film resonaba con sus propias experiencias. Es una triste ironía que una película que pretende despertar a los norteamericanos a la grave situación de los inmigrantes indocumentados termine sirviendo más bien como un espejo a través del cual estos inmigrantes se contemplan a sí mismos y a sus propias vidas. El hecho de que tal película haya demostrado ser tan difícil de hacer y de distribuir,y su tenue existencia en los márgenes de los medios masivos, es una nueva demostración –como si hiciera falta otra– de cuán invisibles permanecen los inmigrantes para todos menos para ellos mismos.
Los buenos, los brutos, y La Migra The Gatekeeper, película de John Carlos Frey Robert Launay Un oficial de la patrulla fronteriza en San Diego pasa sus noches trabajando con una organización neofascista que presenta talk shows anti-inmigrantes en la radio y organiza cacerías de vigilancia en los que brutalizan a los migrantes atrapados en el intento de cruzar la frontera de manera clandestina. El oficial, frustrado con los métodos de tosca propaganda de la organización, propone hacerse pasar por un migrante indocumentado y filmarse a sí mismo cruzando la frontera con un grupo de inmigrantes. Cuando el plan fracasa desastrosamente, se encuentra esclavizado
junto con los demás en un laboratorio aislado produciendo crack de cocaína. Ésta es, brevemente, la trama de la primera película de John Carlos Frey, para la que él también escribió el guión y estelariza. Se trata de una producción de bajo presupuesto desde donde se le vea, ya que costó 200,000 dólares y fue filmada en 18 días. Inútil decirlo, a pesar de los incansables esfuerzos de Frey, este no fue un proyecto que atrajera el interés de Hollywood, siendo difícilmente un vehículo para aquel otro inmigrante demasiado documentado que contiende para la
Traducción: Julio Rangel
: te lo doy con esta mierda dando vueltas con el barro fresco y los dedos frescos, es decir, el resto depende de tí. No subestimo a ningún espectador y me encanta que la gente tome distintas lecturas de mis canciones, que se la lleven a casa, la cocinen, que se abriguen con ella, que se acuesten con ella. Una canción no puede evitar una guerra o que a mi país le vaya mal. Pero puede ayudar a despertar un poquito más de amor y cambiar las ideas de la gente. Las cancioncitas que hacemos los que estamos en la isla, cada una, puede ser un grano de asfalto para la carretera que tenemos que construir juntos para que las cosas caminen mejor. Y eso es lo que hacemos Sabina, Silvio, Pablo, Serrat y tantos otros que ni tú ni yo conocemos y están por ahí haciendo canciones. Me encanta que las canciones sean como una cajita de sorpresas y que cada cual encuentre lo que crea.
Un duende navegando entre dos orillas Jochy Herrera Siete, es el sexto disco del “cantautor”cubano más controversial; perteneciente a la llamada “Novísima Trova”, Varela es músico autodidacta, dramaturgo por educación y contestatario por naturaleza. Autodefinido gnomo a quién no cesa de preocuparle la verdad, el amor y la esperanza. Habanero nacido en el 1963, influenciado por iconos de La Nueva Trova, criticado aquí y allá, creció entre el éxodo de la embarcación Mariel a sus 17 años y “el período especial” a los 22. Hoy nos entrega su trabajo más autobiográfico; nueve de doce canciones son inéditas y viajan vestidas de trova y charanga. Acompañado de Los Van Van y la estadounidense Bonnie Raitt, Varela regresa al trabajo de banda del que estuvo alejado varios años. Si en su anterior disco Nubes predominó la acústica y la voz, en Siete regresamos a los tonos que definieron su álbum más importante: Como los peces. Hay aquí un escritor maduro, pensativo y sosegado, pero también un artista abrumado del siglo veintiuno. El tarot adjudica caracteres fantásticos al número siete, y así se comprende este trabajo: coincidencias ordinales donde los naipes cuentan historias. El diccionario define también al siete como un instrumento de la carpintería que sostiene en el banco
los materiales. Parece ser que Varela llama a inventario recordándonos con qué contamos y con qué soñamos en la construcción de la verdad: “…Beatles, Nostradamus, Jesús, Romeo, la Biblia o Galileo nunca tuvieron la verdad, porque la verdad de la verdad es que nunca es una”. Su trayectoria musical ha profundizado la relación entre feeling, blues, rock y las manifestaciones trovadorescas; entendiéndose que ya Milanés y Silvio Rodríguez lo habían hecho con El Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte y Cultura. En este nuevo trabajo reaparecen las acostumbradas preocupaciones: el amor ausente, La Habana, la diáspora, la muerte y el azar… y con ello, conocidas metáforas urbanas. Los textos están coherentemente influenciados por la situación del mundo contemporáneo: en Mi fe, a mi parecer la canción más importante del disco, somos testigos del efecto anestesiante de la superficialidad en un universo ausente de amor y esperanza, arropado por la prepotencia total: “…y aunque el maldito mundo esté al revés, y hay demasiada gente que perdió y se fue, yo nunca voy a dejar, mi amor, que me arranquen mi fe”. Recientemente conversamos con Carlos Varela entre siete preguntas sobre poesía, música, proyectos, nos-
talgias y, más que nada, sobre el amor: Tus imágenes son urbanas y primer mundistas: camioneros, luces en la carretera, gasolineras y fotos de Playboy: ¿de dónde viene esa lírica? Mi generación y la de La Nueva Trova empieza a diferenciarse justamente en la urbanidad; nací y aún vivo encima de una gasolinera en el centro de La Habana. Silvio y Pablo nacieron en el campo y por eso se encuentran en su poesía hermosos elementos como el río, la montaña, la palma y el sinsonte, poesía de la tierra. Hace unos años Silvio dijo que a él, lo que le gustaba de mi poesía era que no era poesía de la palabra sino de la idea. Y mucha gente cuando escuchan mis canciones dice que están viviendo una película, lo que por supuesto tendrá que ver con mi formación teatral. Y hay una teatralidad interna en ellas, son pequeños video-clips donde hago analogías y juego con elementos de la realidad, con poesía de la idea. En ese proceso de creación poéticomusical, ¿provienen las metáforas de un Varela artesano, o es que nos das los instrumentos para abrir la cajita y encontrar los secretos de tus letras? A veces hay canciones que no terminan nunca, son como una obra de barro donde lo que te estoy brindando
Nueve de las 12 canciones de Siete hablan de añoranzas y ausencias. ¿Por qué esa obsesión de buscar lo que no está o nunca estuvo? Quizás sea porque una vez Silvio Rodríguez me dijo cuando yo tenía 19 años “trata de que tus canciones se parezcan a tu vida, a tu historia, a tu barrio, a tu escuela, a tu generación, a tu familia, a tu país y a tus amigos”. Y eso hice; como cuando leí a Tagore, que decía: “si conoces a los de tu aldea, conocerás el mundo”. O quizás como cuando Pablo Milanés me dijo hace un año: “eres para mí, el cantautor más revolucionario que conozco”. Mi mundo, como mis canciones, está lleno de barrios, generaciones, historias, amores y desamores, ilusiones y desilusiones, de familias divididas, ausencias y añoranzas, de fracasos y esperanzas, de caminos y abismos, de las dos orillas… del amor que está y del que ya no está, de mis ganas de vivir a pesar de los pesares. En este nuevo trabajo luces menos “contestatario”, más conciliatorio y hasta esperanzador ¿Cómo ha sido influenciado tu discurso con la situación del mundo actual? Lo contestatario suele ser tan relativo… conozco maravillosas canciones de amor más contestatarias que muchos panfletos. Yesterday de McCartney, With or Without You de U2, son tan contestatarias y revolucionarias como las de Silvio, Pablo, Sabina o Serrat. Hablan del amor y el reconcilio desde la revolución de la belleza y la poesía. Canciones que se quedan en el alma de la gente para toda la vida y son más vitales y hermosas que otras aparentemente o calculadamente patrióticas y revolucionarias, pero sin belleza. Lo del reconcilio y la esperanza tiene que ver con mi forma de ser y pensar. Hay canciones mías que se refieren al tema de las dos orillas, de las familias divididas como marionetas de los políticos de ambos lados, de la fe y la falta de fe. Claro que lo que está pasando en el mundo influye en mí sólo desde el lado de la poesía y la belleza, y no del discurso falso. Me preocupan como a todo el mundo, los terroristas, y los hay en todas partes, incluso en la tele; terroristas de mal gusto bombardeando, no con uranio, sino con programas de ignorancia empobrecida a toda Latinoamérica, con secuelas que no queman la piel sino el alma de los niños; incluso en Cuba, porque el mal gusto, igual que las buenas canciones, está flotando en el aire, y nadie escapa del aire que respira.
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Los mitos y cábalas son muy evidentes en tus textos. En El humo del tren, cuentas sobre múltiples adoraciones: Alá, Yemayá, Shangó, Obbatalá y hasta ojalá. ¿Ves tú la religión y sus derivados como un fallo de la filosofía del hombre moderno, una derrota ante los desafíos de la humanidad? Cuba es un país muy religioso en muchos sentidos y el mundo se vuelve más religioso, y en la medida en que a la gente se le compliquen las cosas, siempre necesitarán buscar herramientas de fe. Algunos irán a la iglesia, usarán el tarot, I Ching, santería y otras cosas, pero hay muchas maneras de tener herramientas de fe. Me gusta en mis canciones hacer preguntas, aunque alguien decía que la canción tenía que darle respuesta a las cosas y eso es una estupidez. Hay maravillosas canciones que solamente hacen preguntas incluyendo las que me hago: “¿creo en Dios?, ¿y qué es Dios?, y si Dios se parece a la música entonces creo en Dios, y si tiene la cara de mi madre, entonces creo en Dios”. Pero bueno, yo no voy a la iglesia. Creo en todo caso que Cuba es un país de mucha madera, de mucha energía, otros dicen que de mucho Che. Y muchos cubanos quieren darle una explicación a todo
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lo que ha pasado y a lo que va a pasar, tal vez por la vía religiosa por así decirlo. Y yo, como soy una esponja pues también traigo estas preguntas y símbolos en mis canciones. ¿Qué motiva esta primera incursión tuya en “la música popular”, este coqueteo con formas musicales supuestamente dispares, al incluír a Los Van Van en el disco? Es que Juan Formell, que hizo el grupo hace más de 30 años, es como mi padre, uno de los más grandes compositores de mi país, y sus Van Van, sin duda son los Rolling Stones de la música popular cubana; por eso no los quieren en Miami, porque le quitan el pan a un montón de gente. Siempre tuvimos la idea de hacer algo juntos y es un honor que se haya montado conmigo en el tren. Y es divertido romper con ese mito de que la música popular, el rock y la canción, no podían ir juntas. Has dicho que tu inspiración no es criticar, sino la ilusión de los cubanos de transformar las cosas. ¿Cómo te ves y cómo ves a los artistas en la situación actual de tu país? El pueblo cubano es un pueblo muy fiel y con los años ya no somos tan jovencitos, incluso cuando se dice “Novísima Trova”, no se refiere exactamente a nosotros, porque ya hay muchos más jóvenes que nosotros. Es un país donde la gente tiene todavía la necesidad de contarse cosas, leer poemas, discutir… y justamente por esa capacidad del sentido de ilusión del cubano, es la necesidad de transformar las cosas, ilusión que cada vez encuentro menos en América Latina. Con el tiempo, y sobre todo luego de los noventa cuando la situación se transforma económicamente, se complican también las cosas relacionadas al arte, y ello provoca una migración de grandes artistas de antes de mi generación y de la mía. Nunca diría como dijeron otros que eso acabó con la cultura cubana, diría más bien como dijo Alicia Alonso: espantaron la cultura cubana. Hay gente que no está físicamente en Cuba pero que sigue allá conectado; es su isla, es su país, es su nación. Yo tengo que reconocer que a mí me han respetado mi espacio, tengo la suerte de cantar en los teatros más grandes de Cuba y no es algo que me haya regalado nadie. Te repito: el pueblo cubano es muy fiel y la gente agradece que uno siga cantando en casa y que uno siga defendiendo a los de casa estén donde estén. Y lo que la gente defiende es que uno ha sido coherente, consecuente… y que uno decidió correr el riesgo de hacer canciones dentro de Cuba, fuera de Cuba, pero para Cuba, y yo no me arrepiento.
Lo indeleble de lo deleble Leda Schiavo Uno cree escribir en el aire y escribe para la eternidad. Escribir un correo electrónico es una experiencia misteriosa, trascendental. Es entrar en el misterio y en la prisión de la red. Escribimos tecleando, que no es lo mismo que dejar unos rasgos sobre el papel; escribimos mediatizados por el teclado y la pantalla, y vemos unas letras que traducen o traicionan nuestro pensamiento. Al enviar el email desaparece lo que estaba en la pantalla y al desaparecer deja de pertenecernos para entrar en la tela de araña de la red. Y si lo borramos, pensamos que ya no existe. Los que se dedican a releer y publicar correspondencia de gente importante, creen que en pocos años ya no existirá esa manía voyeurista de introducirnos en la intimidad de los demás como lo es la publicación de epistolarios inéditos. La gente que vive de eso, de buscar, comprar, copiar cartas de próceres o artistas o lo que sea, sufre porque cree que en el futuro no existirá esa actividad, por culpa de los correos electrónicos. Se olvidan de la red. Ya dijo Lavoisier que en la naturaleza nada se pierde y todo se transforma. Como la luz de las estrellas muertas, que llega cuando no están; como el rastro de los amores que creemos olvidados y reaparecen en un signo, un perfume o una melodía; como los espacios que ya no transitamos pero nos atacan de repente al rememorarlos en el lugar
menos pensado; como la voz de la amiga muerta que se filtró entre mensaje y mensaje en el contestador automático; como la huella que nos queda en el cerebro o en el alma de cosas vividas que creíamos olvidadas, todo vuelve como un boomerang. De manera inexorable, los emails vuelven con los llamados virus, se reproducen, se escapan a todas las direcciones de nuestro correo, hacen públicas nuestras fantasías más secretas. ¿Dónde quedan los emails muertos, qué servidores los acumularán y distribuirán cuando yo no exista, qué agente de qué servicio secreto los usará en mi contra? Sé que todo lo anterior suena mayormente a bolero y quizás le falta música para que lo cante Sandro, pero no hago más que poetizar mi ignorancia y la dura experiencia de recibir respuesta a correos electrónicos que no he mandado y que reaparecen después de años. Si todo lo sólido se desvanece en el aire, como dijeron Marx o Engels, ¿se desvanece acaso lo etéreo, lo incorpóreo, lo inmaterial? ¿Dónde están mis emails muertos, tan indelebles como la escritura en tablillas de cera o en piedra de aquellas civilizaciones lejanas? La red es un laberinto sin orillas, la red es tan infinita como la idea de Dios, la red es quizás el infierno tan temido.
Carlos Flores: Armitage and Bissell, 1970
Cindy Martínez: Carlos Flores, 2003
Los puertorriqueños en Chicago Entrevista con Carlos Flores Francisco Piña “Yo no hago fotos de bodas ni cumpleaños ni quinceañeras. Eso no es lo mío porque si el retrato no sale bien, yo no soy responsable”, con una sonrisa pícara me comentó Carlos Flores. “Yo tomo fotos de las cosas que veo”. Pero ¿qué es lo que ve Flores que otros fotógrafos no hayan visto ya? Y es que las fotografías de Carlos Flores no tienen ninguna pretensión artística como tampoco tuvieron un propósito histórico al ser tomadas. Flores, de origen puertorriqueño, se inició en la fotografía más por miedo al trabajo en la factoría que por una necesidad espiritual. Estaba a punto de graduarse de la secundaria cuando “me votaron de la escuela… Yo tenía esa cuestión de ser bastante guapo y además de ser miembro de clubes, que era como les llamábamos, pero en realidad eran pandillas”. Y por haber estado involucrado en un zafarrancho, lo expulsaron de Saint Michael High School. Su mamá y su tío Tony se volvieron cómplices para darle una lección. Tony, que había sido militar, se lo llevó a trabajar a la
compañía de papel en donde era supervisor. Quizás por el tío castrense, todos los días se levantaba a las cinco de la mañana, y el trabajo no era nada fácil. “Ahí estuve como cuatro meses y decidí que eso era lo que yo no quería hacer”. Entonces, se dio cuenta que era mejor seguir los pasos de algunos de sus amigos del club e ingresó al programa de trabajo y estudio que ofrecía el Argonne National Laboratory a jóvenes minoritarios: “Por las mañanas trabajábamos y por las tardes tomábamos el GED. Yo escogí el laboratorio de fotografía y muchos de los fotógrafos que ya estaban allí me adoptaron. Me dieron una cámara y me dijeron ‘vete por allá a tomar fotos’. Cada vez que regresaba al barrio me la pasaba tomando fotos y así cogí interés y seguí tomando fotos”. Lo que en su momento el joven Carlos vio como un entretenimiento terminó transformándose en pasión. Al principio sólo le interesaba sacar fotografías de sus amigos, conocidos, parientes y vecinos en sus lugares
de trabajo o pasando el tiempo. Con el paso de los años llegó a acumular miles de fotografías, y hasta hace aproximadamente una década le cayó el veinte del caudal
que poseía: “Alguien me dijo: ‘¿Tú sabes que tú tienes tremendas fotos, que tienes un archivo de la historia de nosotros?’”. Pero no fue sino hasta mediados de la década del noventa que hizo el inventario y comenzó a exhibirlas. Presentó parte de su obra en el establo de Humboldt Park, en el colegio Malcom X, en la Old Town School y actualmente lo hace en el City Gallery. Esta exposición es importante por su valor histórico y, a pesar de que las fotos tienen más de treinta años, su actualidad nos revela la triste realidad de la comunidad boricua, una realidad que la ha condenado a un movimiento constante. Las imágenes son de las pocas cenizas históricas que todavía nos quedan de esta comunidad, que se le ha negado el derecho a echar raíces en un solo lugar. En alguna ocasión Octavio Paz señaló que los Estados Unidos se había fundado mirando hacia el futuro. Y es muy cierto. Desde la Declaración de Independencia, este país no ha dejado de ver hacia adelante, su pasado queda confinado en la ficha bibliográfica o en el estante empolvado. Ni siquiera el duro golpe del Once de Septiembre le permitió reconciliarse con su historia. Chicago no es la excepción. Es una ciudad que continúa edificándose de cara al porvenir. A la ciudad le interesa perpetuar los lugares turísticos que generan ganancias o los lugares que sustentan la doctrina en el poder. Basta recordar que del histórico mercado Maxwell lo único que se ha preservado fue la estación de policía dónde Al Capone estuvo detenido. Chicago como el resto del país es un lugar de inmigrantes, dicen los libros de texto, pero ¿a qué inmigrantes se refieren? Sin duda alguna, hablan de los inmigrantes europeos que llegaron por la isla Ellis, hoy convertida en museo de inmigración. Quizá ya sea hora de considerar un museo nuevo en San Diego, Laredo, Miami
Carlos Flores: Gilberto Justiliano, Rudy Lozano, Otto Picazza and other Students of the Universtity of Illinois, 1973
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Carlos Flores: North Avenue and Damen, Wicker Park, 1973
o Harlem, que honre a los otros inmigrantes que también contribuyeron a forjar los Estados Unidos en el siglo XX. Me refiero a los inmigrantes mexicanos, puertorriqueños, caribeños, centro y sudamericanos. De la historia de estos grupos sabemos muy poco o casi nada. Afortunadamente, las fotografías de Carlos Flores han abierto una ventana y aunque sea pequeña podremos asomarnos a la historia fotográfica de los puertorriqueños en los últimos treinta años. Desde la década del cincuenta, los puertorriqueños se establecieron en el sur de la ciudad, en lo que hoy es Lincoln Park. Luego, esta comunidad fue desplazada a Wicker Park y de ahí a Humboldt Park. Y el vía crucis no ha terminado, pues ahora los puertorriqueños están dispersos por toda la ciudad: han vuelto al sur o se han ido acomodando en el noroeste y en los suburbios. La respuesta a este fenómeno producido por el capital de los inversionistas no es fácil, y si Flores no ofrece una respuesta definitiva sí nos ofrece un acercamiento a través de sus ideas e imágenes. “Yo no puedo decir cómo vamos a resolver el problema del gentrification porque es una cuestión de dinero. El que tiene dinero es el que viene y compra y no hay una ley en contra de eso. Lo que yo puedo enseñar con mis fotos de Lincoln Park es el impacto de un barrio que ha sido ‘desarrollado.’” “Cuando vivíamos en Lincoln Park, los oficiales de la ciudad crearon el Plan 21. Decían que íbamos a tener una ciudad integrada: negros, latinos y blancos viviendo juntos en una sola comunidad. En las fotos que yo tengo de la Armitage de esa época había un ambiente puertorriqueño-latinoamericano. Tú sabes que nosotros venimos de países calientes: nos gusta estar enfrente de
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políticos de la ciudad; están La Adelita, Emiliano Zapata, Arvizu Campos, Emeterio Betances y Che Guevara. Son del 69 o del 68. La joven que pintó estos murales es mexicana y vive en San Diego y tiene un teatro campesino....” Flores siempre anduvo de la mano con su cámara, incluso “hubo individuos que pensaban que yo trabajaba para la CIA porque nunca vieron las fotos mías. Yo las tomaba, las desarrollaba y las guardaba y las guardaba”. Entre sus muchos proyectos en que ha incursionado a la par de la fotografía ha sido la música. Me dice que con cien dólares comenzó el festival del cuatro en Chicago, fue coordinador del proyecto musical Kalinda en el Columbia College y tiene miles de fotos con músicos. De sus estantes saca libros, apuntes, revistas, discos, va de una fuente a otra. Saca un disco de Mark Anthony y me muestra que nunca lo ha abierto porque no le mueve el espíritu y
la casa sentados. Y estos gringos están en sus casas con aire acondicionado y no les gusta estar al frente de la casa. Hoy en día tú vas ahí y todo es bien superficial. La gente de color que ves trabajan en los restaurantes o en las tiendas, pero no viven ahí.” El tema principal de Carlos Flores ha sido la comunidad puertorriqueña, mas no se limita a ella, pues por experiencia propia bien sabe que hasta mediaCarlos Flores: Young boy attending the Puerto Rican Parade, 1971 dos de los años ochenta las comunidades puertorriqueña y mexicana luchaban lado a lado. Y más allá de sus palabras, sus fotos lo confirman. No ha sido solamente un testigo visual del desplazamiento, ha estado política y culturalmente activo desde los años setenta. “Todos los movimientos en que estuve envuelto eran de protesta. Estuve con los Young Lords, en el movimiento de Harold Washington, en el de la Universidad de Illinois cuando se desarrolló el proyecto de LARES. En ese entonces hubo muchas relaciones y colaboraciones entre los Young Lords y los Brown Berets. Hay una iglesia, que era la Iglesia de la Gente, People’s Church, era un espacio que los Young Lords habían tomado. En los sesenta ahí hicimos los primeros murales
recuerda las visitas que ha hecho a Puerto Rico. “Los puertorriqueños ahí, me llaman ‘niuyorican’. Y yo no soy de Nueva York y la cuestión es que ellos no saben... Mi pueblo está colonizado, y ellos prefieren comprar y apoyar todo lo de afuera y no a ellos mismos. Entonces qué pasa, que el puertorriqueño que vive en los Estados Unidos se ha preocupado y ha tenido más interés en promover su cultura que los mismos puertorriqueños de Puerto Rico. Tú vas a Puerto Rico y lo que oyes en el radio es a Madonna, Rock en español y todo lo que no sea puertorriqueño.” –Y sobre la independencia de la isla, ¿qué piensa? –Yo creo que Puerto Rico debe ser un país independiente, pero yo no vivo ahí. Yo vivo aquí, y los individuos que viven ahí son los que van a tener que decidir. Yo debo seguir con lo mío porque esto para mí es donde yo vivo ahora. Llevo cuarenta años aquí y éste es mi ambiente. Hoy en día, todavía me paso tomando fotos. Todavía ando con mi cámara cuando puedo, pero eso de bodas y cumpleaños, eso yo no lo hago. Eso no es lo mío.
_____________________________ Los puertorriqueños en Chicago Fotografías de Carlos Flores Historic Water Tower City Gallery 806 N. Michigan Admisión gratuita De 10: 00 A.M. a 6:30 P.M. Abierto al público hasta el 29 de septiembre
Carlos Flores: Division Street, 2001
Agosto de cine: Inmigración, desempleo, música y mentiras Carmen González
No suele ser frecuente que en los cines de Chicago se proyecten películas en español o que traten temas que sean de interés directo para el numeroso colectivo de hispanohablantes. No suele ser habitual, pero tampoco lo es que en las salas comerciales se proyecten películas europeas. Por una deficiencia en los sistemas de distribución o debido al desinterés del público, lo cierto es que no suele ser habitual. Desde hace años, el curioso o aficionado debía esperar al festival anual de cine que inició, hace ya diecinueve años, Pepe Vargas y que se ha convertido en peregrinaje y cita anual obligatoria para cinéfilos. Me refiero, naturalmente, al International Latino Film Festival. No obstante lo anterior, últimamente las salas comerciales nos ofrecen sorpresas, la mayoría de las veces, gratas. Recientemente se estrenó The Gatekeeper, película dirigida y protagonizada por John Carlos Frey. Se trata de su primer trabajo de dirección. Y eligió para su debut un tema controvertido, polémico y duro: la inmigración ilegal y los problemas de explotación, mafias, revanchas, crueldad, grupos paramilitares o parapoliciales de protección de fronteras que salen en la noche a cazar inmigrantes como quien caza conejos asustados, etc., que suscita. El protagonista pertenece a uno de esos grupos de salvadores y guardianes de la tierra prometida que, provistos de armas sofisticadas y vestidos de un odio inmisericorde, tratan de impedir el goteo continuo, la filtración de gentes que sólo buscan una oportunidad para vivir mejor, encontrar trabajo y dar educación a sus hijos. La película viene respaldada por premios, muchos. Le sobra, quizá, una pizca, solo una pizca, de sentimentalismo o melodrama pero ello no le resta valor a la denuncia. Es una película para la polémica y una llamada de atención no intencionada hacia la explotación que ejerce el poderoso sobre el débil. A un lado de la frontera son las pequeñas mafias de contrabando
Rodaje de Los lunes al sol de Fernando León de Aranoa
de seres humanos quienes se enriquecen, más o menos, transportando y dirigiendo a quienes buscan otra vida, la que ven en la televisión, la que sale en el cine. Para ello arriesgan y se arriesgan a ser explotados por desaprensivos empresarios del paraíso. Atrás dejan la dignidad y, a veces, la vida, pobre equipaje de quien poco tiene y, perdiendo todo, parece que pierde poco. El director, que se encontraba en Chicago apoyando la promoción de la película, asistió a la proyección, respondió a
las preguntas del público e instó a los asistentes a que, en caso de querer apoyar la difusión de un cine con dificultades de distribución, ayudasen aconsejando a su círculo de amistades que la viera. Aporté mi granito de arena recomendando la película con el entusiasmo que suelo derrochar cuando defiendo causas quizá, a veces y para otros, perdidas. Fernando León de Aranoa estrenó en Chicago la, también muy premiada, película Los lunes al sol o Mondays in the sun. En Los lunes al sol nos cuenta la historia descarnada del paro, del desempleo, que no es ocio ni vacación, pues para que éstos existan deben tener como referente el trabajo. Es una historia social de realismo duro en la que parece no suceder nada, pues el tiempo no tiene valor o lo tiene todo en los días que se suceden sin trabajo ni esperanza de encontrarlo. Una historia en la que la vida de los protagonistas se congela el día en que, por mor de la reindustrialización, la reestructuración o el cierre de unos astilleros en el norte de España, la vida se detiene. La interpretación de sus protagonistas es magistral, el guión no tiene fisuras, es redondo, completo. Nada sobra. Es una película en la que parece que no pasa
nada, pero que refleja a la perfección la nada en la que se instalan los protagonistas. Sólo pasa el tiempo que apenas se percibe, pero, en otro tiempo, los lunes, los protagonistas no podían tomar el sol. Fernando León, excelente director y guionista, nos sorprende de nuevo con esta película, que está en la línea magistral de sus anteriores trabajos : Familia y Barrio. Por último, se agradece el tono liviano, incrédulo e irreverente de la divertida comedia musical del director Antonio Martínez-Lázaro, El otro lado de la cama o The other side of the bed. Se trata de una comedia de enredo en la que se mezclan infidelidades, mentiras, canciones y pasos de baile para contar las diferentes formas de ver y vivir la compleja relación chico-chica de un reducido grupo de amigos. La película llega apoyada, también, por premios y taquilla, siendo la taquilla, en palabras del director, el poder silencioso que no significa o presupone calidad, pero ayuda, estimula y sirve de aguijón y acicate; es decir, motiva... como la vida misma.
The Gatekeeper de John Carlos Frey
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Recordando a Neruda Bernardo Navia ¿Qué significa el nombre Pablo Neruda? En lo personal, me voy a atrever a esbozar respuestas. Pablo Neruda significa un nombre literario; un sonido poderoso de versos e imágenes. Pablo Neruda significa un nombre que, como chileno, me enorgullece. Neruda es el segundo premio Nóbel de literatura para Chile, lo que no es jamás poco; el otro lo recibió Gabriela Mistral. Ambos dicen que la poesía es la manifestación más compleja y artística de la idea escrita. Pablo Neruda también evoca Sur. Él sentía una especial predilección por la austral ciudad de Temuco y su carga de historia y leyenda. Temuco es la región que más firme y sostenidamente resistió la conquista española. Todavía hoy esta ciudad está asociada al nombre de La Frontera; España podía dominar prácticamente todo el continente, excepto esa pequeña zona. No es de extrañar que Neruda le hubiese dedicado versos a los más notables caciques araucanos: Lautaro, Caupolicán, Colo-Colo, etc. Neruda llegó a Temuco a los 6 años. Su padre trabajaba como maquinista. Todavía hoy se conserva la vieja maestranza, que es el sitio donde iban a parar los viejos ferrocarriles. El pequeño Pablo jugaba en ese lugar y seguro comenzaba ya a fraguar los versos que, a lo 16 años, le valdrían el reconocimiento nacional. Recuerdo que paseando una vez por las calles de la ciudad de Temuco, comenzó a llover y corrí a guarecerme bajo un portal. Resultó ser un local que se llamaba Café Pablo Neruda. Entré, me presenté a una señora que parecía ser la dueña y le pregunté si había sido ése un lugar favorito del poeta. Ella se sonrió y me dijo: “El niño Pablo se fue de Temuco cuando andaba por los 17 años. Los dos éramos muy jóvenes entonces… Yo abrí este lugar años después. Le puse así porque sé que le hubiera gustado”. Esas cosas dan alegría, cómo no. También el nombre Pablo Neruda me da un poco de tristeza (“Siempre estoy triste…”, escribió él). Piénsese, por ejemplo, cuando fue su funeral, poco después del fatídico 11 de septiembre de 1973. Ametralladoras, uniformes de guerra y rostros ocultos tras pintura negra acosaron hostilmente (siguiendo órdenes de Pinochet) a los miles de chilenos que se volcaron a las calles para darle el último adiós al poeta. Esta imagen triste simboliza el día del funeral de la inocencia y los sueños, dos formas de ver la vida que él siempre defendió. Así, no es de extrañar entonces que hoy, a 30 años de su muerte, haya tantos artistas que han compartido su talento con la obra del poeta. Por ejemplo, gente como Antonio Skármeta, quien escribió una novela llamada Ardiente paciencia, que narra la historia de un joven cartero que traba amistad con el poeta. El cine italiano recogería más tarde esta idea para rodar Il postino, bajo la dirección de Michael Radford; habría que
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mencionar también a la coreógrafa y bailarina argentina Elizabeth De Chapeaurouge, quien ha logrado con éxito representar en ballet la obra nerudiana La magia de la danza. A nivel más local está Goran Ivanovic (él ha acompañado, en alguna ocasión, al guitarrista de jazz Fareed Haque). Goran ha lanzado un disco compacto (The Poet), en donde se lee poesía de Neruda. La lista, en verdad, sería larga. Lo que importa señalar es que para estos artistas está claro que vale mil veces la pena mantener viva la llama de la belleza, la libertad, la inocencia; en fin, esas facultades para enfrentarnos a la vida con la entrega sin reservas con que lo hace un niño. Una vez, sobre un caballo de madera que poseía, Neruda escribió: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él”. Pablo Neruda significa también la imagen siempre antigua y legendaria de Valparaíso, puerto de Chile. En uno de sus cerros, Los Placeres, se encuentra La Sebastiana. Habría que ser un segundo Neruda para describir ésta, su casa. Nadie lo hace mejor: La casa crece y habla, se sostiene en sus pies, tiene ropa colgada en un andamio y como por el mar la primavera nadando como náyade marina besa la arena de Valparaíso. Sus palabras lo dicen todo; pero me voy a atrever aquí a señalar que saltan a la vista de quien visite la casa mascarones de proa, innumerables botellas, libros, conchas marinas, y algunas fotografías memorables que la adornan. Una anécdota cuenta que cuando el poeta trajo hasta la puerta de acceso a la terraza de La Sebastiana las fotografías de Walt Whitman, Charles Baudelaire y de Arthur Rimbaud (sus poetas favoritos), el carpintero que enmarcaba la de Whitman le preguntó si esa era la fotografía de su padre y Neruda, luego de titubear un instante, contestó: “sí, es mi papá…. En la poesía”. Creo que vivir lejos de Chile nos une a todos los chilenos (o debería). Y nos acerca a todos los hermanos latinoamericanos que han tomado Chicago como su nuevo hogar. Recordar a Neruda y su despliegue de versos para expresar amor y solidaridad constituye, quizás, el mejor ejemplo de unidad. Así, la mejor manera de honrar su memoria es hacer algo que a él le hubiera hecho sentirse bien: juntarse a leer y/o a escuchar sus versos; que son, sin lugar a dudas, inmortales. Y, por supuesto, intentar mirar el mundo con la misma humildad y cariño con que lo hizo el poeta. _____________________________________________
Homenaje a Pablo Neruda León Leiva Gallardo leerá poemas de Pablo Neruda Hot House 31 E. Balbo, entre State y Wabash 18 de septiembre de 2003, 7:30 P.M.
El sueño olvidado José Ángel Navejas Extraña disyuntiva con la que tarde o temprano se tropieza el hombre: soñar o no soñar. Es decir, continuar o no alimentando las aspiraciones que cubrieron el horizonte de su niñez y que después abrasaron su corazón adolescente. La rebeldía, la efusión enérgica con la que emprendía sus sueños se desvanece conforme madura, conforme se va dando cuenta que sus ideales no se traducen en frutos tangibles, que el ahínco que incitaba su juventud no le abre las puertas de la bonanza. En el contexto social, el paso gradual de la adolescencia a la madurez representa, quizá, uno de los mayores fracasos en la biografía espiritual del individuo: la aspiración desplazada por el pragmatismo. La muralla con la que el jovenadulto se topa es tan alta, tan áspera que no sería exagerado decir que el mero pensamiento de escalarla representa la empresa más intimidante de su vida, y apenas la considera, renuncia de inmediato a ella. Los sueños que han alimentado su esperanza se alejan más y más conforme pasa el tiempo. Y no es que pierda la facultad de soñar, sino que, en un mundo manejado por adultos, lo más sensato es hacerla a un lado, dejarla atrás como un grato recuerdo juvenil de lo que pudo ser, y sólo eso. Pero los sueños inconclusos del hombre son un peligroso boomerang, y a su vuelta llegan ya no como sueños, sino como amargas pesadillas. Así, aquel que renuncia a sus sueños nunca logra liberarse completamente de ellos. Al contrario, en todas partes aflora su recuerdo: la imagen en la televisión, la obra de cualquier artista que encarna sus antiguas expectativas, todo revive en él, aunque momentáneamente, esa ansia de extender su ser y cubrir con él el mundo. Mas el hombre práctico es un ángel de alas mutiladas, y no alcanza a advertir que en el vuelo triunfal de sus héroes va sepultado su propio fracaso. Pero, ¿qué hace del artista un ser superior ante los ojos del mundo sino una urgencia de asirse a sus prerrogativas infantiles a pesar de su mayoría de edad? ¿Qué se adivina en las obras de Mozart sino un feliz juego matemático vuelto armonía?, ¿qué en la poesía irreverente de Baudelaire sino el reclamo divino propio de la niñez? Sin embargo, la obra de éste o aquél artista se admira no por lo que revela, sino por lo que sugiere. Y es que el artista no tanto logra como propone: para él no existen metas sólo retos. La diferencia esencial entre el artista y el hombre práctico no radica tanto en el talento sino en el fin: mientras el artista se afana,
el hombre práctico logra; aquél aspira a la eternidad, éste conquista la inmediatez. La fuente de inspiración del artista supera la extención de su vida, la del hombre práctico se agota en cada logro. Aun así, se obtejará justamente, las luchas cotidianas del mundo se libran en un ámbito concreto, por fines concretos. Pero es precisamente en este punto donde aquel a quien las musas cortejan debe abrirles las puertas sin mayor propósito que el de acogerlas en la humildad de su ser. Y aunque es verdad que las herramientas del hombre práctico le proporcionan haberes mundanos a granel, la paciencia, la virtud más preciada del hombre creativo, supera en gran medida las artimañas de aquél. Todo hombre consciente de su facultad creativa sabrá mantener sus sentidos alerta y aguardará pacientemente el momento en el que su necesidad de expresión comience a desbordarse en las riberas de su ser. Como el amor y el odio, la facultad creativa humana no es prerrogativa de unos pocos, sino que yace latente en todos, y todo aquel que la ejercita descubre en ella un tesoro más duradero que cualquier bien mundano. Los heraldos celestiales no anuncian su arribo con holgados presentes, mas a su partida dejan en nuestro corazón la sensación de que algún ser sagrado lo ha habitado. Con todo, el ser creativo no implica aspirar a producir una Guernica o un Hamlet. Uno crea en diferentes frentes no con anhelo de gloria, sino como un legítimo acto de salud espiritual. Y la humildad espiritual, Abraham bien lo supo en su senilidad, garantiza la entrada al Cielo. De ser genuina, la facultad creativa del hombre no presenciará su ocaso al entrar en la mayoría de edad, sino que habrá de extenderse a todas las etapas de su vida. ¿Quién dice que el deseo de expresión del hombre no es igualmente punzante como la sed o el hambre? A su debido tiempo, todo hombre se da cuenta que su constitución es más que su cuerpo. Y de permitir que ese deseo de expresión vuelva a brotar en él como un insaciable apetito sabrá, en su obra, en su vida, conjugar sabiamente los sueños de su niñez, el impulso de su juventud y la reflexión de su vida adulta. Una juventud recuperada en la madurez es más valiosa que una madurez amargada en el recuerdo de una posible juventud.
Trenes Marco Antonio Escalante
Carlos Flores: Portrait of Julianson in Humboldt Park, 1975
Extrasístoles Un sujeto con agallas Jochy Herrera El señor Z es uno de esos seres eternamente enfadados, insatisfecho con todo y con todos debido quizás a su mala suerte, infelicidad o sufrimientos más íntimos. Su conducta es impulsiva, egoísta e indiferente. Cualquier experto en salud mental podría definirlo como afectado de un desorden de la personalidad, un antisocial o un sociopático. Un día, mientras visitaba a su hija hospitalizada y gravemente enferma, se encolerizó por la supuesta falta de atención que ella recibía de parte de las enfermeras; enfrascado en un acalorado intercambio gritaba y manoteaba manifestando su frustración. Lleno de ira, señalaba deficiencias de toda índole: el retraso de los medicamentos, el descuido de la habitación, el ring interminable de los teléfonos, las estrujadas sábanas en la cama; en fin, el señor Z no comprendía la imperfección de su contorno. Justo cuando se dirigía al departamento de quejas del hospital, su cara se tornó de un intenso color rojo; la enfermera que había escuchado su perorata, con aguzado ojo clínico, sospechó lo peor: o un infarto o una embolia debido a la súbita elevación de la presión arterial.Y estaba en lo cierto: un paro cardíaco lo derribó dejándolo desmayado y sin pulso. De inmediato se inició la resucitación cardio-pulmonar; se le mantuvo la oxigenación mientras los médicos aplicaban los ya conocidos masajes en el pecho. Todo esto con el propósito de revivirle, quizás desafiando las estadísticas, ya que sólo un 1% de las víctimas de un paro cardíaco tienen la suerte de sobrevivirlo. El quejumbroso señor fue resucitado trasladándosele a la sala de cuidados intensivos. Allí se le dio tratamiento con monitoreo cardíaco usando la tecnología más avanzada; se le conectó a un ventilador, recibió sedantes y otros medicamentos que regularizarían su alterada presión arterial. Dos días después, mostró signos de recuperación sin evidencia de daño cerebral, por eso, se le desconectó de los incómodos aparatos que le habían ayudado a mantenerse con vida. El cardiólogo se le acercó con la intención de mostrarle la satisfacción que sentía por su recuperación. Pero sobre todo, deseaba informarle de la buena salud de su hija. Al escucharle, el señor Z, retirando con sus aún débiles manos la máscara de oxígeno que le ayudaba respirar, murmuró las siguientes palabras: “sí doctor, todo eso que me dice se oye muy bonito, pero como me duelen tanto las costillas, yo todo lo que quiero saber es quién fue el hijo de puta que me dio los masajes en el pecho”.
Recuerdo aquellos días en que diariamente tomaba el tren rumbo a Glenview y contemplaba, a través del vidrio verdoso de las ventanas, el paisaje inalterable. Esa aburrida sucesión de estaciones, ese ritual diario de observar entre los árboles retazos de suburbios escondidos, tarde o temprano cansa y uno vuelve la atención al interior del tren donde los pasajeros abren alternadamente un periódico, tipean sobre el teclado de una computadora portátil o simplemente cierran los ojos para dormir, pensar, recordar o planear su actividad del día. En el preciso instante en que uno vuelve la conciencia hacia sí, cuando cierra los ojos olvidando a los demás y al paisaje, el tren se convierte en un ente inmóvil que se desplaza con velocidad uniforme en el vacío. Desterrado todo lo concreto, queda la fórmula abstracta y el hombre se aísla en la soledad absoluta de una ecuación física. Una de las mayores cualidades que define a la vida es su capacidad de liberarnos de la ciencia exacta, de las leyes abstractas de la mecánica, por medio de los sentidos. Oler, mirar, pensar en lo observado, le restituyen al hombre su lugar en el paisaje que el tren contemporáneo, paradójicamente, suprime. Porque este tren sustrae su interés a todo aquello que se interpone en su curso. Desde sus ventanas todo se observa como de paso, la realidad es entendida desde su apariencia, el paisaje engaña, disuade de observarlo por segunda vez con otros ojos. El tren mientras tanto avanza, sobre esa ruta irrevocable que le implantan las necesidades del hombre, siguiendo un horario fijo inquebrantable, sin la menor intención de un desvío, que es privilegio del auto, o la pérdida accidental de un minuto por obra de un azar rebelde. El tren organiza a la casualidad, la somete a sus propias leyes. De allí los giros, quiebres, alteraciones y variantes que caracterizan su horario mensual. A principios de julio ya sabemos de antemano que el 28 de octubre un tren parará a las 12:15 en la estación de Skokie y otro en la de Morton Grove. Hay una dialéctica que convierte al tren y a los rieles en un solo ente mecánico. El tren es velocidad, energía, caudal que se descarga al infinito, mientras que los rieles son el cauce que le circunscriben a la realidad terrestre. El tren es como el
río, un animal hosco e intratable que en su afán de libertad muchas veces se descarrila. Pero allí está el hombre para domesticarlo de nuevo. Es una verdadera lección de filosofía contemplar a la distancia al tren que huye, que raudo estipula el movimiento, la mutación, el cambio; pero sobre rieles estáticas que parecen tramadas por un Zenón de la Revolución Industrial. Espléndida metáfora para una realidad variable y accidentada, en constante mutación y movimiento, a la que el hombre pretende, cada cierto tiempo, constreñir con el rigor reduccionista de las teorías. ¿Cómo darle cauce a la vida? ¿Cómo señalarle un rumbo? ?No es su dispersión, su desaforada negación del cálculo, su imprevisibilidad lo que seduce, lo que invita a amarla, lo que hace que la hallemos infinita e inagotable? A quebrar rieles se ha dicho. Y a emprender el elogio de los descarrilamientos. Antaño, cuando la Revolución Industrial se hallaba todavía en sus principios, el tren se fundía precipitadamente con el paisaje. A fuerza de velocidad y voluntad quería comulgar con los árboles, las planicies, los ríos y los lagos. En los techos de sus vagones, cantaban los viajeros que huían, bien del trabajo asalariado en el campo con rumbo a la ciudad o bien del trabajo asalariado en la ciudad con rumbo al campo, en busca de la libertad. Los vagones del tren podían dividir a los pasajeros en ciudadanos de primera y tercera clase; pero en sus techos no había lugar para los patrones, la explotación quedaba suspendida, el ocio decantado por el vigor del paisaje y la ternura del viento silvestre establecía un dominio temporal en la vida de esos viejos obreros que felices, en un estado de gracia y languidez, renunciaban a la ley del denuedo. No ocurre lo mismo con los trenes metropolitanos de la actualidad. Los mismos se llenan de trabajadores domesticados, burócratas, profesionales, turistas, incapaces de descifrar el ánimo de vida que exhalan las ciudades y los paisajes campestres. Todos, yo incluido, quedamos encerrados en el tren de la fórmula arcaica, pendientes de su puntualidad, de su exactitud...de su velocidad...de su tiempo. Todos quedamos presos en las ecuaciones del capital y el trabajo asalariado. Mientras en la memoria todavía se agita el recuerdo de aquellos marginales –truhanes, pícaros, obreros, prostitutas, asesinos, chulos– que descubrían el mundo por obra del desacato. El tren como rebeldía.
Sin legisladores inmigrantes no habrá acuerdos dignos Estimado Febronio: Quiero felicitarlos por el trabajo que han estado desarrollando. Nadie dentro de la comunidad se ha interesado tanto como ustedes en los problemas que directamente la afectan en la difícil integración a una nueva sociedad. Creo que la problemática de la integración social es difícil y complicada, tanto así que no existen los suficientes recursos materiales y humanos que se comprometan a descifrar la interrelación que vive nuestro pueblo en los Estados Unidos para adaptarse. Todo esto viene al caso porque en el número pasado ustedes hicieron referencia a diferentes actores de la lucha por el voto de los mexicanos en el extranjero. La posición de desprecio hacia la lucha por los derechos políticos que ustedes esgrimen molesta un poco, pero sobre todo preocupa; pues no creo que la lucha por los derechos políticos de los mexicanos esté desligada de su situación social dentro de los Estados Unidos. Es verdad que aquí, como inmigrantes, tenemos otras prioridades inmediatas ya que el derecho al trabajo y la defensa de los derechos laborales se ha puesto en primer plano a partir de la actitud anti-inmigrante de la administración de George W. Bush. Aunque por ahora deje de lado mi opinión sobre las posiciones oportunistas, que son las que buscan por todos los medios un “huesito que roer”, me referiré a lo que en mi opinión debe ser la lucha de los mexicanos en el extranjero. El gobierno mexicano hasta hace poco (digamos tres años) empezó a reconocer la presencia de los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos. Estos dejaron de estar en la oscuridad para pasar a ser “héroes de papel”, pues a pesar del apelativo hasta hoy no se les reconocen, en
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Decirle no al voto es bajar la cabeza otra vez Señores de contratiempo:
términos generales, tanto sus aportaciones como los vínculos que aún mantienen con sus lugares de origen. Eso va a cambiar. Hace tres meses la Convención para los Trabajadores Migrantes y sus Familias fue reconocida como ley en la ONU y, según el compromiso de los países signantes, deberán incorporar las leyes que de dicha Convención emanen a sus respectivas Constituciones. Algunas de ellas son el derecho al voto, a la representación, al control del traslado de dinero, al derecho a la salud, a mantener su cultura, etc. Esta Convención fue reconocida por el gobierno mexicano, mas no por el de los Estados Unidos. Esto implica que hay que luchar contra este último como organizaciones de inmigrantes mexicanos que exigen el respeto de los derechos humanos. No creemos en una legalización a medias; exigimos la amnistía. No queremos el voto a medias; queremos los derechos plenos para los casi 8 millones de mexicanos. Febronio, quisiera hacerte una pregunta: si dentro del gobierno mexicano hubiese varios legisladores inmigrantes, ¿no tendría éste una posición más enérgica con respecto a la amnistía? Sin legisladores inmigrantes en el gobierno mexicano, éste seguirá con las manos sueltas para entregar en bandeja de plata a los inmigrantes con cualquier otro estúpido arreglo que se le ocurra al gobierno estadounidense. ¿No lo crees así? Martín Unzueta Agosto 2003
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Esta carta tiene como fin responder al artículo “El voto de los mexicanos en el extranjero: Un desgaste inútil”, de Febronio Zatarain, que se publicó en el cuarto número de contratiempo (Agosto 2003). En éste escribe ciertas aseveraciones que son un tanto equívocas como dañinas para la comunidad mexicana en el exterior y para el futuro político de México. El artículo, como lo anuncia ácidamente el subtítulo, hace un llamado para que la comunidad mexicana no gaste el tiempo tratando de lograr el voto en el exterior. Y toma como su punto de partida el gran porcentaje de abstencionismo que se dio en México este último 6 de julio, cuando se llevaron acabo las elecciones federales. Con cierto cinismo, el Sr. Zatarain asevera: “Si la mayoría de los mexicanos que viven en México no relaciona el voto con la solución de sus problemas sociales concretos, mucho menos los mexicanos que vivimos al norte del río Bravo”, y agrega que con el sufragio efectivo para el mexicano en el exterior “pasaría lo mismo que en México pero en mayores proporciones: casi nadie saldría a votar”. ¿Acaso estamos ante un adivino? ¿Cómo se atreve a hacer esta declaración? ¿Qué tan profundo es el desencanto y el desprecio del Sr. Zatarain –y de otros que piensan como él– hacia el pueblo mexicano en el exterior para tener la desfachatez de pronosticar tal cosa sin ninguna prueba estadística o histórica? Es ilógica la suposición de que el desencanto del mexicano en México hacia la política nacional justifique la negativa a que el mexicano en el exterior ejerza el sufragio efectivo. El abstencionismo no es motivo para negarle el sufragio efectivo a nadie. El sufragio de los mexicanos que vivimos en los Estados Unidos se nos ha negando por el simple hecho de haber cruzado la frontera. Al negarnos el sufragio, se nos niega también todo acceso a la fuerza política, que debería estar implícita por el simple hecho de ser ciudadanos mexicanos. Los mexicanos en el exterior debemos tener el derecho al sufragio efectivo en el exterior. De otra manera, se nos seguirá negando la forma más simple de participación en una democracia. Al afirmar el Sr. Zatarain que se canjea la
amnistía por el voto, está prácticamente declarando que ni el pueblo mexicano ni sus líderes (legítimos u oportunistas) son capaces de tener una plataforma política de más de una idea o meta a la vez. Se olvida que tanto la amnistía como el voto en el exterior son importantes; sin uno, se pierde la fuerza del otro. Rendirse en este punto de la lucha por el sufragio efectivo de los mexicanos en el exterior es una cobardía intolerable. Al declarar que no piensa que sea legítima esta lucha, demuestra también que, consciente o inconscientemente está a favor de que se mantenga el status quo político del mexicano en el exterior; es decir, que prefiere ver al mexicano despolitizado y sin voz alguna en nuestro país de origen. Esta despolitización hoy por hoy se le impone a un grupo que aporta un ingreso de divisas a la economía mexicana de entre 6 mil y 9 mil millones de dólares por año. ¿No es esto suficiente para que nos den voz en la política de nuestro país? Los argumentos fatuos que el escritor de esta pieza plantea como alternativas al voto en el exterior demuestra que su intención es ingenua o simplemente errónea. Su insinuación que las manifestaciones masivas pueden traer algún cambio es ilusoria si vemos lo poquito que han dejado estas “marchas en Washington”. Basta mencionar el caso reciente de las protestas contra la guerra en Irak para ver el verdadero desgaste inútil. También es muy mala la comparación que hace entre los mexicanos de aquí y la comunidad cubana. Ambas comunidades tienen muy diferentes trayectorias políticas, sociales y culturales, y su ejemplo cae en la insinceridad o bien en la ignorancia. Por último, decirle no al voto es bajar la cabeza otra vez, rendirse antes de emprender la batalla; es aceptar una posición de inferioridad política ante la misma política de México. Es aceptar que somos simplemente “inmigrantes” y que dejamos de ser mexicanos, ciudadanos y entes políticos. Manuel Morales Méndez Agosto de 2003 _______________________
El voto para los indocumentados en el condado de Cook
El milagro de su casa al alcance de sus manos
Re/Max Mid town
Estimados Martín y Manuel:
Con respecto a tu pregunta, Martín, mi respuesta es un rotundo no. En la legislatura saliente ya hay un diputado inmigrante, y creémelo que no sé su nombre porque nunca lo he leído o escuchado en las noticias. Tú me podrás argumentar que porque pertenece al PRI y está alineado, pero a estas alturas de la historia política mexicana pos-priista ser legislador del PRI, del PAN, del PRD... no representa ninguna diferencia. Y cualquier inmigrante que tenga la fortuna de ser elegido diputado para el 2006 será tragado por la maraña en la que se encuentra la clase política mexicana. Las razones son diversas, pero quiero señalar solamente una: no existe en ninguna ciudad de los Estados Unidos un movimiento social que gire en torno a los derechos políticos de los mexicanos en el extranjero; y cuando digo movimiento social, estimados Martín y Manuel, no me refiero a mesas de discusión a través del Internet o a esporádicas conferencias de prensa; me refiero a manifestaciones ya no multitudinarias, sino de un ciento de personas frente a cualquier consulado mexicano exigiendo sus derechos políticos. Si algún inmigrante llega a conseguir una curul en el 2006, no será por el arduo trabajo que esté realizando en los barrios mexicanos, sino por los contactos que tenga en las cúpulas de los tres principales partidos políticos de México; y es precisamente a una de esas cúpulas a los que tendrá que responder, no a los inmigrantes. Por qué tanta insistencia en formar parte de una casta política que todo lo que ha hecho en los últimos veinticinco años es diezmar cada vez más los derechos laborales, educativos, de salud, de vivienda… de los mexicanos. Si queremos tener representantes legítimos en el Congreso Mexicano, primero tenemos que crear verdaderas organizaciones sociales de inmigrantes, organizaciones que vayan más allá del membrete. Insisto, partamos de las necesidades que se dan en el
contorno del inmigrante indocumentado sin importar su origen: la licencia de manejar, la apertura de una cuenta bancaria, el derecho a recibir ayuda financiera para estudiar a nivel universitario y, sobre todo, el reconocimiento concreto a su aporte para que la comunidad a la que pertenece se mantenga en pie. Y enfatizo esta última porque, por ejemplo, en la actualidad tanto en California como en Illinois se está debatiendo si se autorizan o no las licencias para los indocumentados; debate en el que los afectados no tienen voz y mucho menos voto. Hace unos días, por cierto, recibimos una revista inmigrantista llamada Mugak de San Sebastián, España; su editorial se titulaba “Aquí vivo, aquí voto”; en él se planteaba la necesidad de exigir el derecho al voto para los inmigrantes en las elecciones locales. Martín y Manuel, nosotros no vivimos en México; vivimos en el condado de Cook, y en este condado se están criando nuestros hijos, y lo que se haga o se deje de hacer en dicho condado es lo que más nos beneficia o nos afecta como miembros de una sociedad. Por qué no exigir entonces el voto local para todo residente del condado de Cook mayor de 18 años, bajo el argumento de que este votante es un pagador de impuestos y, por lo tanto, con derecho de ser representado políticamente sea este ciudadano, residente legal o indocumentado. Y lo mismo se podría exigir en ciudades como Dallas, Los Angeles o Nueva York. Suena muy descabellado, pero es un derecho que podría despertar interés en por lo menos un millón y medio de personas en nuestro condado. Si se logra instaurar este derecho, en debates como el de la licencia de manejar para los indocumentados se escucharía la voz del ciudadano, pero también la del residente legal y la del indocumentado.
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El Centro Cultural Brasileño de Chicago invita a su primer festival anual
El festival celebrará la vitalidad de la cultura brasileña y participarán, además de grupos de capoeira, músicos, contadores de historias, bailarines de samba y un dj. Habrá también una exposición de artes y artesanías brasileñas y exquisita comida incluyendo la tradicional feijoada.
Domingo 7 de septiembre 12:00 a 6:00 P.M. Casa Internacional de la Universidad de Chicago (1414 E. 59th Street) Admisión $5 y gratis para menores de 12 años
Para adquirir boletos o información sobre el Centro Cultural Brasileño llame a María Drell al (773) 465-3717 o escriba a mariadrell@brazilianculturalcenter.org
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