consejo editorial Ricardo Armijo, Raúl Dorantes, Francisco Piña, Julio Rangel, Febronio Zatarain
jefe de redacción Raúl Dorantes
diseño Francisco Piña portada y cartón: Giovanni Matallana mirada cómplice: Laura Medina Godínez
coordinadora administrativa Patricia Caselín Hernández
colaboradores Yolanda Avellaneda, Erika Buchancow, José Díaz, Nate Holdren, Lorraine Mora-Chávez, Jorge Mújica, Humberto Uribe
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dibujos: Edra Soto
portada: Ricardo Manuel Díaz Chivo #2, grafito sobre papel, 2003
Edra Soto Originaria de Puerto Rico. Es maestra de arte en Chicago. Ricardo Manuel Díaz Pintor y escultor cubano. Reside en Chicago.
Editorial Michael McConnell La codicia y la guerra: Actos contra nosotros mismos Julio Rangel Ante las pandillas, hemos fallado: Entrevista con Luis Flores Alma Guillermoprieto Asesinatos en Ciudad Juárez Raúl Dorantes La ciudad del siglo Carlos Monsiváis Los feminicidios de Ciudad Juárez: Ni una más José Ángel Navejas Perfil de un anatomista: Entrevista con Francisco González Crussí Judith Boruchoff Dilema de un sepelio: Entre Iguala y Chicago Diego García-Moreno Las infinitas variables de La Parca
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Alma Guillermoprieto Periodista mexicana. Publica regularmente
en The New Yorker. Carlos Monsiváis Periodista y escritor mexicano. José Ángel Navejas Estudia su maestría en literatura en UIC. Judith Boruchoff Profesora de antropología en Roosevelt University. Diego García-Moreno Escritor colombiano. Vive en Chicago.
deshoras Eduardo Urios-Aparisi Apenas sensitivo; Interior Olivia Maciel Presencias I y II; Harina de flor negra Bernardo Navia Revelación definitiva Caridad Clemente Un café antes de morir
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Eduardo Urios-Aparisi Poeta español. Reside en Iowa. Es autor
de La hormiga de oro. Olivia Maciel Poeta mexicana. Es autora de Filigrana encendida.
mirada cómplice León Leiva Gallardo La obra de Ricardo Manuel Díaz
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Bernardo Navia Escritor chileno. Es profesor en DePaul University. Caridad Clemente Española. Trabaja en el Instituto Cervantes. León Leiva Gallardo Poeta hondureño. Vive en Chicago. Juan Mora-Torres Historiador. Autor del libro The Making of the
Mexican Border. Mikhail Gurevich Crítico de cine de origen ruso. Radica en Chicago. Luis F. Soto Originario de Durango. Vive en Chicago. José Luis Loyo Periodista mexicano. Autor de la columna Crucero
Político. Reside en Chicago. Joel Soto Estudia inglés en el Lakeview Learning Center. Josefina de Abad Escritora argentina. Coordinadora de español
tiempo extra Juan Mora-Torres y Francisco Piña Revisitar a Villa: Entrevista con Friedrich Katz Mikhail Gurevich Recuento: Festival Internacional de Chicago Luis F. Soto Aguilera: No busco ser un virtuoso de la guitarra Ricardo Armijo ¿La muerte del Día de Muertos? José Luis Loyo Calaveras Joel Soto La muerte en Revueltas Josefina de Abad Una visión de Vasconcelos Carmen González Inscripciones, epitafios, mensajes
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y literatura del Colegio San Agustín. Carmen González Madrid. Ha vivido en Chicago por tres años.
Es parte del cuerpo administrativo del Instituto Cervantes. Jochy Herrera Escritor de origen dominicano. Vive en Chicago.
tiempo de sobra Jochy Herrera Extrasístoles Delia Negro La pequeña muerte
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entrega inmediata
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Delia Negro Uruguaya. Es profesora de español del Instituto
Cervantes de Chicago.
EDITORIAL Desde el 11 de septiembre de 2001, el terrorismo y la muerte se han vuelto un tema cotidiano en el mundo estadounidense. La guadaña empezó su trabajo de siega en la ciudad de Nueva York, posteriormente continuó en Kabul y ahora la vemos laborando a cuentagotas en la ciudades y pueblos de Irak. Por desgracia, ni los 3,700 muertos de la guerra en Afganistán ni los ya casi 9,000 de Irak han despertado el luto y la sensibilidad que suscitaron los más de 3,169 muertos de Nueva York. La muerte como consecuencia de la guerra y del terrorismo nos sigue acompañando, pero los medios de comunicación en general quieren ocultar el luto que a diario viven muchas familias estadounidenses al convertir a los muertos en combate o fuera de combate en una simple cifra. Las muertes que acontecen en las calles de Bagdad o de Basora de los soldados estadounidenses se ofrecen como una o dos bajas más por este día; incluso las muertes por suicidio o por accidente de cualquier miembro del ejército estacionado en Irak no cuenta para los medios masivos de comunicación. Ya no hablemos de las decenas de iraquíes, en su mayoría civiles, que mueren semanalmente. La guadaña también hace su trabajo, en Chicago, en los barrios latinos y negros, llevándose primordialmente a jóvenes y a niños a causa de los conflictos entre pandillas. En 2001 –considerado como récord en los últimos años– se registraron 666 asesinatos. Pero durante los primeros siete meses de este año, ya habían ocurrido 384 muertes violentas; si se sigue en esa tendencia, a finales de año se podría rebasar el récord que se alcanzó en el 2001. La policía, a través de los medios de comunicación, señala que la mayoría de esas muertes es producto de las confrontaciones entre las diferentes pandillas, pero poco sabemos de las causas que llevan a tantos jóvenes latinos y negros de bajos recursos económicos a tomar como modo de vida el establecido por las gangas. Se ha señalado muchas veces que los jóvenes de bajos recursos de las grandes urbes estadounidenses tienen dos grandes alternativas: entrar en el mundo de las pandillas o enlistarse en el ejército. El ingresar en una universidad o el cursar una carrera técnica se hallan en un tercer o cuarto plano. Lo que desconcierta es que los jóvenes de extracción humilde sigan teniendo en un primer plano dos circunstancias que se caracterizan por la muerte violenta. Estos jóvenes se mueven hoy por hoy, más que entre dos alternativas, entre dos guerras: la que se da en su barrio y la que se da a miles de kilómetros de su patria. Y muchos de los sobrevivientes pierden su tranquilidad emocional y tienen como penitencia una estancia larga en la cárcel o, peor aún, quedan lisiados para siempre. Hay una serie de muertes, también cotidianas, de las que sí nos mantienen informados nuestros medios de comunicación hispanos: los decesos en la frontera. Hay un sentir en la comunidad latina de que los que fallecen en su intento por cruzar, de algún modo ya son muertos nuestros, muertos que pertenecen más a la patria latinoamericana en los Estados Unidos que a México, Guatemala, El Salvador, etc. Y siguiendo este
patrón, los inmigrantes sentimos como propias a las casi cuatrocientas jovencitas asesinadas a lo largo de diez años en la frontera de Ciudad Juárez. Por eso no es casual que el programa Aquí y ahora, de Univisión, haya realizado un excelente reportaje televisivo; y tampoco es casual que el mejor trabajo documental sobre esta tragedia lo haya dirigido la cineasta méxico-americana Lourdes Portillo. En los Estados Unidos no deja de llamar la atención el Día de los Muertos que conmemoran cada 2 de noviembre los inmigrantes latinoamericanos, y en especial los que han venido de México. Muchas veces se toma esta conmemoración como una celebración. Pero antes que nada conmemorar es recordar y, sobre todo, aceptar. La única muerte que puede celebrarse es aquella que llega en la senectud. La muerte de un niño o de un joven, aunque se conmemore, aunque se acepte, nunca deja de doler. Pero es esa aceptación la que lleva a ocho de cada diez mexicanos a visitar año tras año los cementerios de aquel país. Lo paradójico es que en una ciudad como Chicago, en la que viven alrededor de dos millones de latinoamericanos, no se tenga ni siquiera en mente la posibilidad de un cementerio para los que vienen del sur del río Bravo; el principal ingreso de las funerarias de los barrios latinos es el envío de los cuerpos a los países de origen. Como sabemos, hay en la ciudad cementerios de judíos, de bohemios o de grupos más variados que tienen varios puntos en común. Acaso las familias inmigrantes latinoamericanas han aceptado a este país como un lugar donde se pueden llevar a cabo nuestros proyectos de vida. Pero a la hora de enraizar son muy pocos los que optan por ser enterrados aquí. Los inmigrantes latinoamericanos en general han aceptado este país, y por eso están dispuestos a hacer su vida aquí. Pero el país que han aceptado no los ha aceptado del todo. Quizás esto explique que al tomar la decisión definitiva se opte por enviar al difunto a México, Guatemala o Ecuador. Al cierre de esta edición, nos enteramos que las calles de Gaza habían sido bombardeadas por el gobierno israelí encabezado por Ariel Sharon; hasta el momento van quinces palestinos asesinados y una centena de heridos. Este ataque se da en represalia a la emboscada en la que perecieron tres soldados israelíes un día anterior. Son, sin duda, condenables las acciones terroristas de grupos como Hamas o Jihad Islámica. Pero es mucho más condenable que un estado legítimo, como el de Israel, responda al terror con más terror. La ciudadanía mundial espera que los gobiernos, a diferencia de los grupos terroristas, actúen con cordura y no que, a la matanza de civiles israelíes, se responda con la matanza de civiles palestinos. Esta última Intifada, iniciada hace tres años, ha cobrado hasta ahora la vida de 2660 palestinos y la de 846 israelíes –número de muertos que supera ya la cifra de asesinados durante el ataque del 11 de septiembre–. El derecho internacional de nuestros días está más allá de la Ley del Talión, pero a la humanidad todavía le cuesta entender que el ojo por ojo y el diente por diente sólo la puede llevar a su autodestrucción.
Michael McConnell
LA
CODICIA Y LA GUERRA:
ACTOS
CONTRA NOSOTROS MISMOS
EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001, LOS ESTADOS UNIDOS SUFRIÓ UN ATAQUE DEVASTADOR EN SU PROPIO SUELO; en él perdieron la vida 3,169 civiles. La inmediata respuesta del mundo ante esta tragedia fue generosa y dolida. El duelo fue mundial, y por muchos meses fuimos testigos del aumento de un sentimiento favorable a Estados Unidos. Esta terrible tragedia le dio a los Estados Unidos la oportunidad de estrechar lazos con la mayoría de países del mundo, los cuales habían sido víctimas, cada uno en su momento, de atrocidades similares o peores. De hecho, los estadounidenses no tienen que mirar más allá de esa fecha, 11 de septiembre, en busca de una razón para identificarse con el resto del mundo. El 11 de septiembre de 1973, la CIA indujo y y apoyó el golpe de estado que derrocó en Chile al gobierno legítimamente electo de Salvador Allende, e instituyó el infame régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Se calcula que los soldados de Pinochet mataron a unas 3,000 personas en el golpe mismo, torturaron y encarcelaron a otras 100,000 y mantuvieron al país en el terror a lo largo de diecisiete años. En Guatemala, las dos jóvenes hijas de un amigo mío han estádo desaparecidas desde el 11 de septiembre de 1983. Y ellas son sólo dos de los casi 150,000 desaparecidos y de las más de 50,000 muertes que padeció esa nación desde el golpe de estado planeado por la CIA y perpetrado contra el gobierno demócraticamente electo de Jacobo Arbenz, en 1954. 1954 fue el año que los Estados Unidos instaló en el poder al Sha en Irán, quien instauró una dictadura en el país. Pero eso carecía de importancia para los Estados Unidos ya que el Sha, como la familia Somoza en Nicaragua, era nuestro “hijo de puta”, como le gustaba decir a Franklin D. Roosevelt. Se hubiera podido entender, e incluso justificar en alguna medida, que el mundo, después del ataque al World Trade Center, expresara que sólo habíamos recibido lo que merecíamos. El que a hierro mata, a hierro muere. No obstante, la comunidad internacional, aun conociendo la historia de las intervenciones estadounidenses en el mundo entero mejor que nosotros, puso a un lado el sentimiento de venganza e hizo suya la causa de la identificación humanitaria con el dolor. Los Estados Unidos, sin embargo, optó no por el acercamiento a los otros sino por los actos punitivos, con pleno conocimiento de que una respuesta violenta dejaría como secuela más víctimas entre la población civil. Por lo menos 3,700 civiles afganos perecieron en la guerra de los Estados Unidos contra el régimen talibán. Asimismo, la administración Bush no dejó de utilizar el miedo generado por los acontecimientos del 11 de septiembre para atizar el sentimiento popular en favor de lanzar sin demoras la guerra contra Iraq. Al insinuar que Saddam Hussein había estado involucrado en los ataques del 11 de septiembre, los halcones de Bush fueron tan eficientes en propagar información falsa que las encuestas mostraron que hasta un 70% de la población estadounidense creía que había habido iraquíes a bordo de los aviones que se estrellaron contra el World Trade Center. En realidad no iba ningún iraquí a bordo de los aviones. Pero los hechos no han tenido peso alguno en las decisiones de la administración Bush, ni han encauzado la voluntad política del pueblo estadounidense. La mayoría de quienes nacieron en los Estados Unidos sigue padeciendo dos enfermedades: narcisismo histórico y amnesia histórica. El narcisismo histórico –enfermedad que consiste en ver la historia sólo desde nuestra óptica– comenzó con el Mayflower. Desde que los primeros puritanos invadieron este hemisferio, se creyó que se estaba fundando una “ciudad en la colina”, un faro para todas las naciones del mundo. La decimonónica ideología del Destino Manifiesto sólo reforzó la creencia de que Dios había destinado al hombre blanco para que sometiera a la población autóctona, para que se apropiara de México y para que estableciera una nación predominantemente blanca, “under God,” from sea to shining sea (“con el temor a Dios”, desde el mar hasta el resplandeciente mar). Creemos que somos un pueblo escogido, especial. La historia de cualquier otra
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nación está supeditada a la nuestra. Nos importan los acontecimientos mundiales en la medida en que nos afecten. Es una enfermedad que conduce a la ignorancia y a muchos actos de violencia que tienen lugar en el mundo entero sin nuestro conocimiento. La segunda enfermedad, la amnesia histórica, es el hecho de que para la mayoría de nosostros la historia es un periódico impreso apenas ayer. Muy pocos de nosotros recordarán que los Estados Unidos robó extensos territorios, mató a un millón de filipinos en la guerra hispanoamericana, masacró a mujeres y niños indígenas como si de un asunto político se tratara, satanizó a los alemanes en la I Guerra Mundial, en nuestra propia guerra santa, y ha sido la única nación en hacer uso consciente de la bomba atómica –un arma de destrucción masiva– en contra de civiles. Apenas unos cuantos de nosotros sabrán de las intervenciones de los Estados Unidos en todo el mundo, de Indonesia, Zaire y el Congo a Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Chile. Muy pocos recordarán los nombres de los dictadores instalados y apoyados por los Estados Unidos, sin contar con las muertes que han tenido lugar ya sea con nuestra complicidad o con nuestro silencio. Las huellas digitales de los Estados Unidos están en las fosas comunes distribuidas por el mundo entero. Si se colocaran todos esos muertos en un solo lugar, quienes perecieron el 11 de septiembre de 2001 sólo ocuparían un rinconcito de ese cementerio. Y la carnicería continúa. En la innecesaria y agresiva guerra contra Iraq han muerto por lo menos 7,378 civiles. El Iraq Body Count Project, usando un meticuloso sistema para obtener la información periodística acerca de los civiles muertos en Iraq, ha concluido que han perdido la vida entre 7,378 y 9,181 civiles. Eso es, indudablemente, un cálculo conservador, y aun así representa el doble de las muertes ocurridas el 11 de septiembre de 2001. James Ridgeway ha informado desde las páginas del Village Voice acerca de otro proyecto que intenta calcular las muertes de civiles en Iraq. Dicho proyecto se basa en la información proporcionada por hospitales y morgues de todo el país, y se ha calculado que perecieron 37,137 civiles. En el período en que estuvieron en efecto las sanciones de Estados Unidos contra Iraq en los años noventa, murieron aproximadamente 5,000 personas cada mes debido a la falta de medicinas y agua potable. Ante la pregunta de que si había valido la pena el medio millón de muertos en Iraq, la ex secretaria de estado Madeline Albright contestó afirmativamente.
Edra Soto: Portrait 3, dibujo.
Todos sabemos el número exacto de muertos del 11 de septiembre. No obstante, el gobierno estadounidense se ha empecinado en ocultar el número de civiles muertos en las guerras de Afganistán e Iraq. Sólo este hecho muestra la doble moral con que EE.UU. actúa en el mundo. Esto conduce a la inevitable conclusión de que la vida de los musulmanes foráneos y de piel oscura vale muchísimo menos que la de quienes viven en los Estados Unidos. Desde abril he llevado conmigo una foto de Ali. Ali tiene 12 años, y sus dos brazos fueron cercenados por las bombas estadounidenses que cayeron sobre Iraq. Mientras permanecía en el hospital, los médicos le dijeron que sus padres y hermanos habían muerto. Que ahora era huérfano y que había perdido los dos brazos. Ali sólo atinó decir a las enfermeras: “¿Qué será de mí?, ¿Qué será de mí?, ¿Qué será de mí?” Su pregunta es también nuestra pregunta. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de nosotros como pueblo, como nación, si la arrogancia y la codicia y la guerra se convierten en parte de nuestra alma misma? Y es eso es exactamente en lo que estamos ahora mismo: en la lucha por el alma de los Estados Unidos. ¿Qué será de nosotros si no podemos ver el mundo con los ojos de los indefensos en vez de verlos con los de los poderosos? En estos momentos los países má pobres del mundo son sólo el yunque contra el que podemos dejar caer nuestro martillo de destructivo poder tecnológico. Sabemos perfectamente cómo destruir algo, pero no tenemos la menor idea de cómo proceder a la hora de la reconstrucción. No es demasiado tarde. Aún podemos hacer del 11 de septiembre un aniversario de reconciliación en vez de utilizarlo como justificación para la guerra y la punición. Traducción: Norman Duarte Sevilla
Julio Rangel
ANTE
LAS PANDILLAS, HEMOS FALLADO: E NTREVISTA CON L UIS F LORES LA MUERTE ES EL AMARGO PAN DE CADA DÍA EN ALGUNOS BARRIOS DEL SUROESTE DE CHICAGO, DONDE la violencia pandilleril ha tomado las calles desde hace años y el panorama de segregación económica no ofrece visos de alternativa a esta situación. “No hay recursos, no hay nada para los muchachos”, se queja Luis Flores. “No hay programas después de la escuela. Los parques en el área son muy escasos y están infestados de pandillas, la YMCA no es muy activa en esta comunidad. No hay recursos que se presten para ayudar a los muchachos a hacer algo.” Desde hace poco más de un año Luis Flores trabaja con Cease Fire, un proyecto de la Universidad de Illinois en el suroeste de la ciudad que busca la integración comunitaria en contra de la violencia callejera. Con él es la siguiente charla. –¿Qué tan grave es el problema de las armas de fuego entre los jóvenes? –Es horrible. Cuando empezamos aquí, yo hice una encuesta entre los muchachos que encontrábamos en la calle; tuvimos unos 125 participantes. De ellos, alrededor del 89 por ciento conocía a un muchacho que tenía una pistola. Quiere decir que están bien armados. Nosotros tenemos reportes de que una de las pandillas en este vecindario tiene un rifle AK-47, un rifle ruso del ejército, automático, muy poderoso. –¿Qué vecindario, La Villita? –No, Southwest. No quiero decir el área en concreto. –Mucha gente aboga por más vigilancia policiaca, pero eso ataca el efecto, no las causas. –Sí, muchos de ellos no son malos muchachos. Es que se encuentran sin nada qué hacer, Cuando uno no tiene empleo ni nada, y ve |a alguien manejando un auto caro dice “yo quiero ser así a cualquier costo”. Eso quiere decir que van a vender drogas. Cuando comienzan esa vida terminan, si tienen suerte, en la muerte joven y si no, en una vida horrible. –¿Qué porcentaje de estas muertes violentas están relacionadas con mafias de drogas? – Según la policía, sólo el 23 por ciento de los disparos están relacionados con las drogas. No es la gran causa. 77 por ciento son asuntos de pandillas. Es un fenómeno muy interesante: las pandillas latinas por lo general se pelean por territorio. ¿Qué hacen allí? Pues muchas cosas, venden drogas y armas. Hay una economía oculta en ese territorio que tienen. Pero la mayor cantidad de tiros es por territorio y por el respeto de los colores entre las pandillas. Las pandillas afroamericanas pelean estrictamente por el dinero y por el tráfico de narcóticos. Los latinos somos un poco más territoriales, peleamos más por identificarnos con nuestros colores, nuestras pandillas. –¿Qué tanto se ha incrementado el crimen entre las pandillas de la zona en 2003? –De enero a agosto de 2003 hemos tenido en el suroeste 19 disparos, tiroteos que se han reportado a la policía. En el 2002 hasta agosto teníamos 47. Se ha reducido el número de disparos. –De disparos. No necesariamente de asesinatos. –No, los asesinatos están excluidos de esta información, la policía no nos da los datos de asesinatos. –¿Por qué? –Ellos los califican de otra forma, y muchas veces los asesinatos todavía están bajo investigación, así que no nos dan la información. –¿Qué tan sensibles han sido los legisladores y autoridades a sus demandas de mayores opciones deportivas, laborales? –En cuestión de reconocer lo que se necesita ellos sí lo ven. Pero de poder hacer algo no se ha visto mucho. Porque dicen que no hay recursos, que estamos en una crisis fiscal este año, y la misma existencia de nuestro programa no es segura. La cosa es muy mala en cuestión de recursos, estatales, federales, los del condado, los de la
ciudad. No hay dinero. Nosotros estamos peleando para existir y sobrevivir. –Es una lástima porque poca gente trabaja con estos jóvenes. –Sí, y nadie quiere trabajar con ellos. Nosotros tratamos de hablar con las iglesias católicas del vecindario y muchas veces nos dicen que sí, que quieren cooperar, pero cuando viene el momento de hacer algo, siempre buscan pretextos para no hacerlo. Y no los culpo: en Santa Rita, el padre Lego dejó a un grupo comunitario usar el auditorio de la escuela, que es propiedad de la iglesia, pero está rentada al Board of Education. Y durante la reunión unos vándalos entraron allí e hicieron un desastre, destruyeron el salón. Le costó al padre más de mil dólares arreglar el daño. La iglesia Saint Claire tenía un programa semejante al de nosotros, el padre Pizzo traía a los muchachos al gimnasio a jugar baloncesto. Un día decidieron salir a jugar softball. En medio del juego pasó un carro, abrió fuego y le pegó a un muchacho con una bala. Por eso demandaron a la iglesia y demandaron al programa. Por eso muchos dicen: ¿por qué estamos haciendo esto? No hay amigos, todos son enemigos. –Hay un estado de miedo. –No sólo miedo a los muchachos, sino miedo a los abogados. Por decir, tú te arriesgas y tratas de ayudarlos y algo les llega a pasar a ellos, pues te demandan. Entonces muchos se preguntan: ¿por qué hacer esto?, ¿por qué arriesgarse? Yo tenía un muchacho aquí que venía a hacer su servicio comunitario, convocado por la Ley a hacer equis cantidad de horas, de community hours. Vino aquí y nos robó el radio. Y nosotros le estábamos haciendo un favor para que no lo metieran preso. –El problema en verdad tiene raíces profundas. –Oh sí, y nosotros estamos tratando de trabajar con las causas y no con los efectos. Pero las causas son tan hondas que dan miedo. Realmente dan miedo; la juventud está completamente perdida. Yo veo a muchachas
bonitas que vienen aquí, de buenas familias. Había una que tenía un puñal escondido atrás, en el
Edra Soto: Portrait 2, dibujo
callejón, cerca de los botes de basura. Lo tenía allí para usarlo en contra de otra persona, aquí en la oficina, que era de una pandilla enemiga. No tienen ninguna idea de las consecuencias de sus acciones. Como que nosotros los adultos les hemos fallado. Y los que los respaldan son las pandillas. Ellos se sienten respetados y que pertenecen a una comunidad cuando están en una pandilla. Es algo que los adultos no hemos logrado hacer, por eso estamos perdiendo la batalla. Pero a pesar de todo hemos tenido buen respaldo de la comunidad, particularmente las agencias comunitarias. La policía, CAPS, las escuelas, todos nos han dado mucho apoyo.
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Alma Guillermoprieto
ASESINATOS
EN
CIUDAD JUÁREZ
EL NÚMERO DEL 29 DE SEPTIEMBRE DE LA REVISTA THE NEW YORKER INCLUYE UN ARTÍCULO TITULADO “LETTER from Mexico”, de Alma Guillermoprieto. En éste, ella escribe acerca de la serie de brutales asesinatos que han provocado indignación contra la policía y los funcionarios políticos. Desde 1989, Guillermoprieto ha escrito para dicha revista sobre diversos temas relacionados con América Latina. En esta entrevista habla con Amy Davidson, de The New Yorker, acerca de la justicia mexicana y de la vida en la frontera. AMY DAVIDSON: Esta semana, su artículo trata de unos misteriosos asesinatos que han involucrado a un gran número de víctimas durante los últimos diez años. ¿Se trata de una sola historia o de una serie de crímenes no relacionados? ALMA GUILLERMOPRIETO: Se trata de cien niñas adolescentes y mujeres muy jóvenes cuyos cuerpos han sido encontrados –torturados, maltratados, violados, a veces hasta mutilados– en las afueras de dos ciudades en el norte de México, y cabe la posibilidad de que estos crímenes estén vinculados. La opinión de muchos observadores y familiares de las víctimas es que se trata de una serie de crímenes relacionados que aún continúa y que, a lo mínimo, refleja una negligencia oficial crasa en la búsqueda de los culpables… La mayoría de los asesinatos han ocurrido cerca de la frontera, en Ciudad Juárez, pero hace alrededor de tres años también comenzaron a ocurrir en la Ciudad de Chihuahua, la capital del estado de Chihuahua. Y por eso ahora nos enfrentamos a algo aún más aterrador. La gente solía pensar que éste era un problema de Ciudad Juárez solamente, porque, para empezar, ahí ya había una tasa de criminalidad muy alta y porque es uno de los centros del narcotráfico. Pero en la medida en que se está extendiendo, hasta se podría creer que se trata de una epidemia, una epidemia que podría afectar a todo el país. ¿Quiénes son las víctimas? Son, casi invariablemente, mujeres muy jóvenes, la mayoría de ellas entre los 15 y 20 años de edad, de condición social baja, y también muy parecidas entre sí. Son de tez morena, muy delgadas, a veces aparentan ser más jóvenes de lo que en realidad son, muy guapas y con rasgos mexicanos muy marcados. Usted y yo podríamos pensar que eran afortunadas porque eran muy atractivas –pelo oscuro, piel morena, grandes ojos negros– pero para muchos mexicanos esos rasgos también son sinónimo de pobreza. ¿Cuáles son las opciones económicas y sociales de las adolescentes de Ciudad Juárez? Bueno, si eres una adolescente de Ciudad Juárez y perteneces a una familia de bajos recursos, hay por lo general dos opciones: o tu familia trata con mucho esfuerzo de mantenerte en la escuela –algunas de estas niñas fueron secuestradas cuando regresaban de la escuela a su casa– o tratas de ayudar a tu familia económicamente trabajando en una maquiladora, que es una fábrica de ensamblaje de capital extranjero. Éstas por lo regular se encuentran en zonas cercanas a la frontera y hay muchas de ellas en Ciudad Juárez. Muchas de estas niñas fueron secuestradas o desaparecieron o fueron vistas por última vez en el autobús en que regresaban del trabajo a su casa; casi siempre fueron vistas por última vez en plena luz del día, a media tarde. Usted ha hablado con los padres de algunas de las víctimas. Para ellos, ¿quiénes son los que han matado a sus hijas? Yo no creo que ninguno de ellos tenga el conocimiento o el valor de expresar sus sospechas abiertamente. Lo que le repiten a los reporteros, con ira, una y otra vez, es que han sido objeto de burlas, insultos e improperios por parte de la policía. Con frecuencia la policía no les presta atención o se hacen de la vista gorda: se olvidan por varios días, por ejemplo, de presentar la querella, lo cual significa que el caso no llega a procesarse como un caso criminal y las familias son abandonadas a su suerte. En su artículo, usted describe acciones de parte de la policía –como el hecho de entregar a las familias el cadáver equivocado, o no darles seguimiento a las pistas– que reflejan incompetencia o falta de interés real para resolver los crímenes. ¿A qué cree usted que se deba esto? Yo creo que la conclusión lógica sería que estamos presenciando un caso
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de confabulación activa por parte de las fuerzas policíacas de Chihuahua, por lo menos en lo que respecta a encubrir los crímenes. Y quizás la explicación menos horrible sería que se trata de un caso de indiferencia por parte de las autoridades con respecto a la grave situación que enfrentan específicamente las mujeres pobres. La acusación más fuerte que la gente se ha atrevido a expresar es que la policía es culpable de una terrible negligencia. Pongámoslo de este modo: sus medidas, o la falta de medidas, son inexplicables en muchos casos. También es cierto que hay activistas, que han tratado de ayudar a las familias de las víctimas a encontrar a sus hijas o a resolver los crímenes, que han recibido amenazas de muerte o han sufrido fuertes hostigamientos por parte de funcionarios del gobierno a todos los niveles. En su artículo, usted dice que los asesinatos de Ciudad Juárez son “el escándalo de derechos humanos más vergonzoso de la historia reciente de México”. ¿En qué momento un asunto criminal se convierte en un asunto de derechos humanos? ¿Por qué es un escándalo de derechos humanos y no un escándalo de cumplimiento de la ley?
Imágenes de la película: Señorita extraviada de Lourdes Portillo
Estuve hablando con Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, sobre un informe que acaban de publicar condenando el récord de violaciones a los derechos humanos en México, que incluye una sección sobre los asesinatos de Ciudad Juárez, y le pregunté precisamente eso. Ella afirma que estos asesinatos sólo son un ejemplo de la falta de justicia que prevalece en México. En ellos, afirma, “son evidentes todos los retrasos, torturas, negligencias, fabricaciones de pruebas y abierta discriminación contra la mujer que hemos visto en muchas otras situaciones en México, pero ahora de un modo más claro y descarado…y viene sucediendo a lo largo de los últimos diez años”. Una de las personas con quien usted habló llamó a estos asesinatos “feminicidios”. ¿Significa esto que estas jóvenes no sólo fueron atacadas porque no se podían defender sino porque eran mujeres, por odio a las mujeres? Sin lugar a dudas, y esto es algo en lo que las autoridades policíacas de Chihuahua están todas de acuerdo. El feminicidio no es un término feminista exclusivamente mexicano; de hecho, si no me equivoco, es un término acuñado por feministas de los Estados Unidos para referirse a un homicidio de índole sexual. Y no hay duda que éstos son homicidios sexuales, cuya motivación viene de una enorme rabia en contra de las mujeres. No sólo son asesinatos; son asesinatos precedidos de humillación, violación y tortura, y además comparten otro elemento en
Raúl Dorantes común: la suposición, hecho que también es reconocido por las autoridades, de que prácticamente en todos los casos, los asesinos no conocían a sus víctimas con anterioridad. ¿Nunca sintió miedo mientras investigaba la historia? No creo que haya sentido miedo, porque como reportera de una de las principales revistas de los Estados Unidos por lo general me siento extremadamente segura, pero sí llegué a ponerme nerviosa. Toda la situación en Ciudad Juárez y Chihuahua es tan nefasta, tan inexplicable. Ocurren tantos crímenes alrededor de uno, y la mayoría no tiene explicación y, por lo menos para mí, parece como si fuera una conspiración de connivencia y encubrimiento. De pronto, me encontré sospechando de todo el mundo, y yo no soy una persona paranoica. Todo hombre con quien me topaba en algún puesto de autoridad se convertía en sospechoso. Yo estaba en El Paso hablando con una persona eminente y respetada y de repente pensé: “¡Dios mío, él también es parte de todo esto!” Y la razón por la cual te pones paranoica es porque no hay una explicación satisfactoria de estos asesinatos. Inevitablemente terminas imaginando teorías complicadas y paranoicas porque ninguna teoría responde a lo atroz y lo malvado que son los asesinatos. Usted escribe que mucha gente en México ignoró los asesinatos por algún tiempo justamente porque parecían ser característicos del ambiente criminal de Ciudad Juárez. ¿Cómo ha afectado a Ciudad Juárez estar cerca de la frontera? Hay gente que cree que la ubicación de Ciudad Juárez explica las matanzas. Es un pueblo fronterizo sórdido. Está lleno de clubes nocturnos. Y los narcotraficantes, que se dieron cuenta de que estaba situado a las puertas del principal mercado de cocaína del mundo, los Estados Unidos, se establecieron ahí. Y que por eso es un lugar muy violento. La frontera mexicana en general es una zona frecuentada por jóvenes, americanos en particular, que van a divertirse, a emborracharse, a buscar mujeres. Y también hay fábricas que atraen a un número enorme de mujeres que emigran de pequeños pueblos pobres del sur de México. Todos estos factores parecen generar un cierto ambiente que se puede llamar criminal. Pero, por otro lado, eso no es justo para las mujeres. Si estos crímenes sólo son una consecuencia del ambiente de Ciudad Juárez y de un odio generalizado hacia las mujeres más independientes, entonces muchas otras mujeres de México estarían expuestas a este peligro. Estos crímenes son la obra de ciertos asesinos que sienten que gozan de la libertad de la impunidad. Y el hecho de que aún continúan sucediendo es consecuencia de un sistema de justicia fraudulento.
Una mujer vinculada a los sucesos es una estadounidense que vive en México, una artesana hippie de Minnesota. ¿Tenía que involucrarse una estadounidense en el caso para que éste recibiera más atención? No, por lo general no, pero quizás a mí sí me sucedió. Me di cuenta de que sería más fácil dar a conocer la espantosa situación de Chihuahua a los lectores americanos relatando el caso de una mujer americana que ha sido involucrada en el asunto, no como víctima, sino acusada de asesinato. De algún modo esto me permitió relatar las varias incongruencias y aterradores disparates de la tragedia paso por paso. Y sí me ayudó. Curiosamente, ese aspecto todavía no ha generado mucha atención en México; de hecho, apenas se ha mencionado o reportado. Y hay un buen motivo para ello: los mexicanos están más preocupados por las víctimas mexicanas. Pero es muy diferente ser una niña mexicana de baja clase social que desaparece sin dejar rastro alguno a ser la hija de una familia americana con dinero que hace que sus senadores le escriban al presidente en el momento en que algo ocurre, que fue lo que sucedió cuando arrestaron en México a la mujer americana. Y la víctima de la cual acusan a la mujer estadounidense no era una simple empleada de fábrica sino la hija de una persona prominente de Chihuahua. ¿Tuvo eso algo que ver? Sí, resultó que la víctima en este caso no era pobre, aunque sus rasgos fueran típicamente mexicanos. Pero no era pobre y no era impotente en lo absoluto, bueno, por lo menos su padre no lo es. Su padre es líder de un poderoso sindicato local, por lo tanto sus reclamos fueron escuchados, lo que en última instancia es la raíz de todo el problema. A través de los años, usted ha escrito en The New Yorker acerca de países de América Latina, como Colombia, Bolivia y Perú. ¿Qué tan difícil es acercarse al lector estadounidense y presentarle a América Latina? Me da gracia que mencione eso porque casi nunca, en todos esos artículos que he escrito para la revista, menciono a los Estados Unidos. Y ciertamente ésta es la primera vez que escribo sobre un ciudadano estadounidense. Por lo general trato de dar por hecho que los latinoamericanos somos un pueblo independiente y de que tomamos nuestras propias decisiones y que sufrimos las consecuencias de nuestro propio destino, y por eso me concentro con tanta intensidad en los personajes latinoamericanos. Pero por supuesto nada de esto es cierto. Los Estados Unidos es enormemente importante para América Latina, y más para México. Traducción: José del Valle
Organizaciones en la red que proveen información sobre el feminicidio en Ciudad Juárez: Mujer Arte A.C.: http://www.mujerarte.org Casa Amiga Centro de Crisisis: http://www.casa-amiga.org/ Señorita Extraviada: http://www.lourdesportillo.com/senoritaextraviada/links.html Por Nuestras Hijas de Regreso a Casa: http://www.geocities.com/pornuestrashijas/
LA CIUDAD DEL SIGLO Señorita Extraviada de Lourdes Portillo: USA, 22 minutos, 2002 "Extravío" no es la palabra que se podría aplicar a las tres instancias del gobierno mexicano vinculadas con el caso de las señoritas extraviadas en Ciudad Juárez. Hasta el día último en que Lourdes filmó en esa ciudad, iban trescientas setenta muchachas extraviadas. Todas ellas tienen el mismo rostro: joven, ojos oscuros, pelo de noche y de cascada, y cada rostro nos remite ineludiblemente al de la Virgen Morena. La semejanza física se explica en el hecho de que los asesinos llevan a cabo un proceso meticuloso de selección. Además del rostro, vale decir, las trescientas setenta comparten el hecho de ser de familias obreras. Podrán haber arrestado al egipcio Abdel Latif Sharif Sharif, a la banda Los Rebeldes o a los choferes de las rutas suburbanas, pero ninguna de las indagatorias aún convence. “Las líneas de investigación se han agotado” o “no está con nosotros el expediente”, es lo que escuchó una y otra vez Lourdes Portillo en los dieciocho meses de grabación. Y mientras todo se queda en hipótesis o especulaciones, un pie de niña sigue apareciendo como apareció la rodilla de Marina Flores o el húmero de Norma Aguilar en ese rincón del desierto que ya debería declararse Camposanto Lomas de Poleo. Además de las sospechas sobre los ritos del narcosatanismo, el tráfico de órganos o la producción de videos snuff, las tres instancias del gobierno continúan ofreciendo otras teorías que, en lugar de esclarecer, confunden más. Mientras, al igual que el chaleco de Isabel Nava o el suéter de Blanca Rivas, brota junto a un cactus de Lote Bravo el zapato de otra jovencita. En una de las primeras escenas del documental, el exgobernador Francisco Barrio (hoy miembro del gabinete de Vicente Fox) insinúa que es culpa de ellas por juntarse con maleantes. Más adelante el subprocurador de Chihuahua Jorge López las culpa por “vestirse de cierta manera”. La voz en off de Portillo nos recuerda que, al culpar a las jóvenes una y otra vez, el gobierno de algún modo le ha dado luz verde a los criminales. Y lejos de que cambie dicha actitud, en los periódicos del 2003 hemos leído una declaración del actual gobernador, Patricio Martínez, en la que asegura que el día de su secuestro las jóvenes “no venían precisamente de misa”. En estos meses también, el juez Baltazar Garzón rechazó tomar el caso porque “eso es competencia del sistema mexicano”. Y en la ciudad de México y en Chihuahua ha habido manifestaciones bajo la consigna “Ni una más”. Amnistía Internacional ha criticado por enésima vez al gobierno federal. Y hace apenas unas semanas, cuatro congresistas norteamericanos hicieron un llamado para que la ONU considere la posibilidad de enviar un cuerpo policiaco internacional. Pero lo que no se ha podido tocar, nos dice la activista Judith Galarza en el documental, son las empresas maquiladoras. Esta es la verdadera ley de la selva donde todos pierden, menos, claro está, la Phillips, la Thomson, la RCA, la Avery, etc. 80% de estas empresas proviene del capital estadounidense que apenas paga cinco dólares por jornada a las 185,000 trabajadoras. Y cuidado con levantar polvo, parecen amenazar los CEO’s, que “si alguien investiga en las maquilas nos vamos”. El 17 de octubre pasado, en lo que por fin parece un paso positivo, el gobierno de México asignó a la defensora de los derechos humanos Ma. Guadalue Morfín la tarea de esclarecer los asesinatos. Tiene mucha razón Lourdes Portillo al señalar en su documental que Juárez es la ciudad del futuro. Pareciera que la ciudad del siglo XXI se estuviese ya moldeando en ese punto de la frontera entre México y los Estados Unidos. Es como en la película de Fritz Lang, Metrópolis, con la diferencia de que en el mundo subterráneo de nuestros días las mujeres que laboran y mueren son meticulosamente seleccionadas. Afiche publicado con autorización de: Por Nuestras Hijas de Regreso a Casa
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Carlos Monsiváis
LOS
FEMINICIDIOS DE NI UNA MÁS
CIUDAD JUÁREZ:
LA CONSIGNA SE DISPERSA ENTRE BAILARINES, ACTORES, ACTRICES, CANTANTES, ARTISTAS plásticos, escritores. El tema de la pandemia criminal en Ciudad Juárez, con 10 años de existencia inocultable, penetra en los sectores artísticos y culturales del país, y se vuelca en la solidaridad específica y en las frustraciones ante el avance limitadísimo o nulo de las investigaciones. Todo lo acumulado: las protestas, las versiones artísticas de los hechos, las movilizaciones de las madres y los familiares, las marchas en Juárez, las denuncias de organismos internacionales, comisiones de Derechos Humanos y de ONG, las imágenes estrujantes de jóvenes muertas o desaparecidas, el crecimiento exponencial de artículos y ensayos de denuncia; todo lo desatado en respuesta a la pandemia criminal es muy efectivo al humanizar la protesta, y es todavía mínimo, porque los asesinatos aunque disminuidos continúan, persisten la intolerancia y la agresividad del gobierno de Chihuahua, y se robustece la ineficacia del gobierno federal. Falta ver si hechos recientes como la renovación de la Fiscalía Especial y el alud de exigencias de justicia modifican el panorama, y aclaran el hecho delincuencial más terrible y extremo de la historia de México. ¿Cuáles son las consecuencias del fenómeno criminal de Ciudad Juárez? Entre las más relevantes encuentro las siguientes: El fracaso de la política. Dos gobernadores sucesivos, Francisco Barrio y Patricio Martínez, y sus respectivos procuradores de Justicia han desplegado una incapacidad descollante. Declaraciones en abundancia, enojos ante los medios, emisión cíclica de cifras engañosas y falsas, discusiones vacuas sobre la soberanía del estado de Chihuahua, etcétera, etcétera, marcan el nivel de los funcionarios, alborozados ante su demagogia, sus promesas e, incluso, su fabricación de culpables. A esto debe añadirse la ineptitud de los partidos políticos que, o defienden con vulgaridad a sus gobernadores (PAN y PRI), o carecen de la presencia suficiente como para decidir los cambios necesarios (PRD). El desarrollo de las perspectivas de género. Los crímenes han vigorizado las tesis y reclamaciones feministas en lo tocante a la violencia contra las mujeres. Las estadísticas son categóricas. Así, por ejemplo, en cerca de 50% de los hogares mexicanos, hay episodios de violencia machista; y cunden los feminicidios en Reynosa, Nogales, Guadalajara, Querétaro, el Distrito Federal (y en América Latina). A algunos de estos señalamientos respondió hace unos meses el procurador de Justicia de Chihuahua: “En la entidad hay más hombres asesinados que mujeres”. Sí, pero las cifras admiten un complemento: en México, una de cada nueve víctimas de asesinato es mujer, en Ciudad Juárez son cuatro de cada 10. Por lo demás, en Ciudad Juárez se intensifica la conciencia feminista, tanto en las expresiones de quienes reclaman justicia como en la sociedad en general. La tardanza de los medios. Durante varios años, los medios informativos reaccionaron tarde y mal a la secuela de cadáveres, y a las constancias de torturas y violaciones, y se propusieron a ocultar el fenómeno en la sección de nota roja, o simplemente no lo registraron. Ante la continuidad de la tragedia y la intensificación de la protesta internacional, tal estrategia dejó de ser posible. Sin embargo, el análisis mediático es todavía parcial o defectuoso, aunque ya no se ocultan los hechos ni los disminuye, y alcanza parcialmente a la televisión. Las deficiencias de la legislación. Bajo presión se han modificado las leyes, aumentándose las penas en caso de violación o asesinato; sin embargo, no hay todavía la legislación específica sobre desapariciones, como anota Jenaro Villamil. Ante la presión de las familias, lo común es la displicencia de la policía: “Cuando pasen dos semanas empezaremos a buscar a su hija. Es un plazo prudente”. Debe atenderse en la ley la urgencia de las reclamaciones. El peso de la semántica. A partir de la insistencia de algunas madres, se usa ya feminicidio, al ser homicidio, obviamente, algo que
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sólo afecta a los hombres. Sin embargo, feminicidio, expresión política y lingüísticamente correcta, es descriptiva y no connotativa, y por eso convendría acudir al término crímenes de odio, incorporado hace unos años a la legislación estadounidense. El crimen de odio se dirige contra una persona que el asesino no conoce previamente, y que le resulta destruible por su género (las mujeres), su orientación sexual (los gays), o su condición étnica (los indígenas). Lo determinante es el carácter indiferenciado de la persona asesinada, y el criterio a fin de cuentas siempre racista: en el momento del crimen, la víctima pertenece a una raza “inferior”. Creo que los feminicidios corresponden estrictamente a los crímenes de odio, expresión jurídica cuya aplicación ayudaría jurídica, política y étnicamente a señalar el rechazo estatal y social del prejuicio, y sus consecuencias mortíferas. La comprobación de la ineficacia y las corrupciones del Poder Judicial. Sobre esto no hace falta extenderse y basta señalar los desaciertos (fórmula muy benévola) de las procuradurías de Justicia. La amplitud de la solidaridad civil. Es notable la variedad de apoyos a las ONG de Ciudad Juárez y a las madres y las parientes de las víctimas. Al verse afectadas en lo central, las madres en especial participan con denuedo porque, en sus palabras, “lo fundamental ya lo hemos perdido, nuestras hijas, y podemos ganar la justicia”. En esto, continúan el ejemplo de las madres de la Plaza de Mayo y del Comité Eureka de Rosario Ibarra. En conjunto, las ONG, no obstante sus pleitos internos y sus contradicciones, son un elemento significativo en la tarea de reconstruir o construir el estado de derecho. El debate sobre la destrucción del tejido social. A diario, es posible oír o ver debates sobre lo de Ciudad Juárez, con la sentencia inapelable: asistimos a la destrucción del tejido social. Posiblemente, pero es también adecuado señalar la centralidad del narcotráfico y el ímpetu de los privilegios del capitalismo salvaje. Lo innegable es la serie de consecuencias negativas (las más) y positivas de la pandemia criminal. En el caso de las segundas, se encuentran la reconsideración del valor de la vida humana, la implantación de una mentalidad feminista y el arraigo de la solidaridad. Por lo demás, el tejido social comienza a desintegrarse cuando la sociedad ratifica su impotencia absoluta, ante la impunidad, el otro nombre del poder.
Yan María Castro: Basura, 2001
El desarrollo de la ecología del miedo. Como elemento poderoso, el miedo, la incertidumbre cotidiana, sobre la seguridad personal se ha entronizado en Ciudad Juárez, donde muchos protestan contra la demonización de su hábitat. Tienen razón: ninguna ciudad es asesina en sí misma. Sin embargo, las comprobaciones del miedo o el pavor influyen tristemente en la cultura urbana y en la desconfianza generalizada hacia Ciudad Juárez (si no queremos hablar de satanización). ¿A quién se dirige la protesta, la cólera? En primer término, a los asesinos, pero al carecer éstos de rostro y ubicación, se encauzan a los gobernadores, la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua, los cuerpos de seguridad pública, el gobierno federal, la Secretaría de Gobernación, la frivolidad de los medios, la frialdad o la lejanía de las instituciones religiosas. ¿De qué sirve todo esto? ¿Y qué es lo dominante: la certeza de la impunidad o la misoginia criminal? Creo que lo primero, por las señas de identidad de la pandemia. Lo que más se propaga es el gozo de matar sin consecuencias, y al garantizarse la impunidad, la misoginia desata su dimensión frenética. Con todo, observo un gran avance: los hallazgos de la fosa común ya se incorporan a la conciencia social de modo irreversible.
José Angel Navejas
PERFIL
DE UN ANATOMISTA: E NTREVISTA CON F RANCISCO G ONZÁLEZ C RUSSÍ FRANCISCO GONZÁLEZ CRUSSÍ ES ORIGINARIO DE LA CIUDAD DE México. En la actualidad radica en Chicago y es patólogo retirado. Enseñó patología en la Northwestern University y fue director de laboratorios en el Departamento de patología del Children's Memorial Hospital en Chicago. A excepción de unas cuantas obras (entre ellas una traducción de un libro de ensayos de Paul Valéry al español), los libros del médico y profesor mexicano están generalmente escritos en inglés. Su obra incluye títulos como Three Forms of Suden Death..., On the Nature of Things Erotic, The Day of the Dead y el libro autobiográfico There is a World Elsewhere. Sus trabajos han merecido reseñas en diarios como The New York Times y Los Angeles Times. Notes of an anatomist le valió el primer lugar en el concurso Authors of the Midland, en el que participan escritores del Medio Oeste de los Estados Unidos. En su libro autobiográfico, There is a Life Elsewhere, usted narra una escena, un tanto rara, en la que se encuentra completamente solo frente al ataúd de un niño, esto siendo usted aún pequeño… Sí, es una experiencia que aun hoy, después de 50 años, todavía no entiendo. No sé cómo sucedió que yo terminé solo en ese lugar. Ocurrió en la habitación de una vecindad. No estaban mis compañeros de clase que debían estar ahí, no estaban los deudos; no había nadie. El ataúd estaba rodeado de flores amarillas y blancas, principalmente blancas. Era pequeño; tuvo que haber sido un niño de edad preescolar, de no más de dos años. Me asomé al ataúd y vi el cadáver ya un poco verduzco, comenzaba a oler a descomposición. Así que me encontré solo, en el cuarto de una vecindad, con un cadaver putrefacto y yo todavía niño. Y me dio miedo. Hice un esfuerzo por mantenerme ahí, pero sólo estuve por unos minutos. Hasta ahora no sé quién era el cadáver. ¿Por qué no había otros niños ahí, por qué no estaban los deudos en ese momento y cómo fue que mi profesor quiso organizar una excursión de niños para pagar sus respetos a ese otro niño? Y como el único que estaba presente en ese cuarto era yo, pues ni a quién preguntarle... Sí, fue una experiencia un poco surrealista. ¿Esta experiencia tuvo algún impacto en su decisión posterior de volverse patólogo? No. Eso es lo que mucha gente me pregunta. Por cierto que una vez hasta me enfadé con una periodista del Chicago Tribune. La verdad no sé ni por qué la mandaron a entrevistarme, ya que no era una reseñadora de libros. Era una joven que se ocupaba de la sección de sociales. Me enfadé con ella porque ya venía con la idea preconcebida de que yo debía ser la versión latina, corregida y aumentada del doctor Kevorkian; que yo debía ser un hombre obsesionado con la muerte; que yo debía tener una mente medio mórbida y medio patológica. Y en ese sentido fueron sus preguntas: “Usted debe tener una obsesión por la muerte, ¿no es así?” No importaban mis respuestas; lo único que lograban era afianzar su prejuicio. Así que cuando se publicó la reseña me enfadé aún más. Me presentó como un sujeto mórbido, y acerca de la calidad literaria del libro dijo muy poco o nada. Pero no existe tal tipo… Volvamos a su pregunta, la experiencia del niño muerto no tuvo repercusión en mi decisión de volverme patólogo. Hay muchas otras razones y ésa no es una de ellas. De hecho, lo de las autopsias es cada vez menos. Las autopsias están en plena decadencia. Hay hospitales en Chicago donde no se hacen más de doce autopsias en todo el año. Así que la patología nunca ha sido –bueno, quizá durante el siglo pasado– la principal actividad del patólogo. A mí lo que me impresionó mucho fue lo que aquí llaman role models, especialmente dos patólogos muy ilustres: uno era mexicano, Ruy Pérez Tamayo; el otro era Isaac Costero, que se exilió en México durante la Guerra Civil Española y que se había capacitado en Alemania, la Meca de la medicina y la patología en ese tiempo. Los dos eran personas muy cultas. Ellos fueron las figuras que más me inspiraron. Con ellos me di cuenta que la patología podía ser una disciplina en verdad apasionante, laborando en privado, sin la presión de los pacientes llamando a media noche. En fin, hubo una serie de circunstancias que me hicieron introducirme
en la patología, pero no en la obsesión por la muerte. ¡Hágame el favor! Eso a veces hasta enfada. Usted ha aclarado ese punto en otras ocasiones. De hecho, en su libro Suspended Animation hay un ensayo dedicado al semen. ¿Podríamos decir que el fin de ese ensayo era contrarrestar esa percepción que se tiene de usted y de su supuesta obsesión por la muerte? No necesariamente. De hecho, como le comenté en otra ocasión, solicité dinero a la Fundación Guggenheim con la intención de escribir un libro sobre sexo y nacimiento. No necesariamente para contrarrestar esa visión falsa que algunos se han creado de mí, sino porque el tema del nacimiento también es apasionante. Además, para qué negarlo: cuando uno escribe, uno quiere ser leído. Tuve suerte que me dieran el dinero. Escribí el libro y próximamente se publicará.
Francisco González Crussí. Foto: Jochy Herrera.
Me parece que fue en Notes of an Anatomist donde usted describe algo que parece haberle molestado: la práctica de una funeraria que comenzó a exhibir a los occisos en una vitrina, en una especie de drive-in… Hay muchos libros donde se relata eso con más gusto que el mío. Me parece que el ejemplo lo tomé del libro The American Way of Dying, de la periodista estadounidense Jessica Mitford. Este libro no es propiamente literatura,
sino periodismo, pero es un libro de época. Ella denuncia los excesos de la industria funeraria, una industria de millones de dólares en los Estados Unidos. Es un negocio que se presta a la explotación, ya que muchos de los dueños y empleados se aprovechan del estado anímico de los deudos. Por ejemplo, cuando uno de los deudos pide sólo la cremación, ellos ya tienen su discurso preparado: “Mire, cómo va usted a hacer eso. Cuando se crema a los cadáveres se hinchan, se ponen feos”. Tratan de aterrorizar al deudo, quien termina diciéndose: “cómo le voy a hacer eso a mi madre...” En fin, se aprovechan del estado emocional en que se encuentra la persona que acaba de perder a un ser querido para hacer dinero. Algunas de esas prácticas son verdaderamente inmorales. Les venden ataúdes en los que la putrefacción “no entra tan pronto”; les sacan fotografías al cadáver para que lo recuerden para siempre y les cobran un trozo de la cara; en algunos lugares les hacen hasta una pintura al óleo que, por supuesto, cuesta más. Eso es una falta de respeto al cadáver. La industria funeraria se ha beneficiado porque en la mayoría de los estados cuando se va a sepultar a una persona se le tiene que embalsamar primero. Los argumentos son absurdos: dicen que es un peligro para la salud pública enterrar a una persona sin embalsamar porque la putrefacción da lugar a epidemias. Lo cual es obviamente falso. En muchos países del mundo –México, por ejemplo– no se estila embalsamar de rigor a cada cadáver y, sin embargo, nunca ha habido epidemias. Como le decía, este tipo de prácticas funerarias ha dado lugar a muchas denuncias como la de Jessica Mitford. Pero no todos son así. Yo tenía un amigo dueño de una funeraria que era muy consciente de esto.
(Continúa en la página 10.)
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Judith Boruchoff
DILEMA
DE UN SEPELIO:
ENTRE IGUALA México lindo y querido, si muero lejos de ti, Canción Popular
(Continuación de la página 9.)
¿De qué recurso se sirve el patólogo para deslindar su vida emocional de su vida profesional? Es decir, ¿cómo se aplica a su labor sin distraerse ante el cadáver, ante alguien que alguna vez tuvo nombre, identidad? ¿Es un proceso gradual? ¿Cuál es la diferencia entre su primer experiencia y las experiencias posteriores? En términos generales, no creo que se requiera ningún recurso porque no estamos hechos para fijar nuestra atención sobre la muerte. El ser humano no está hecho para obsesionarse con ella. Los que lo hacen son excepciones, son lo anómalo. La gran generalidad de los seres humanos, y yo me cuento entre ellos, no estamos hechos para fijar nuestra atención en la muerte. Algún filósofo decía que así como no ponemos atención a la vida, tampoco estamos hechos para ponerle atención a la muerte. Normalmente, la vida orgánica pasa sin que nos percatemos de ella: nadie se fija que la sangre le fluye por las venas. Sólo bajo casos excepcionales, cuando uno está bajo un gran temor y las sienes le retumban. Pero normalmente, la digestión pasa sin que siquiera nos demos cuenta de ella; igual el latido del corazón. Es lo mismo con la muerte. Constitutivamente somos refractarios a esa actitud. Pero además hay la famosa costumbre. Existe una página hermosa del escritor francés Henry Millon de Montherland en la que dice que un lugar común de la filosofía es que vivimos con la amenaza de la espada de Damocles pendiendo sobre nuestra cabeza. La leyenda de Damocles dice que éste alabó el poder que debía tener un tirano en Siracusa y, para demostrale que no era así Dionisio el Viejo lo invitó a un banquete. Pero lo sentó en un lugar de donde una espada filosa pendía de un pelo de cola de caballo. La espada de Damocles, pues, significa la amenaza. Lo que Montherland dice es que, en lugar de ser símbolo de amenaza, la espada de Damocles debía ser símbolo de costumbre: les aseguro, dice, que si Damocles es como la generalidad de las personas y tuviera que vivir bajo su espada acabaría por restarle atención; es más, acabaría bromeando sobre ella, haciendo alusión al regalito que le había hecho su amigo el siciliano. Así que la capacidad de desatender algo es muy humano. Es lo mismo con lo de las autopsias. La visión de un cuerpo disecado es algo tremendo. Recuerdo mi primera autopsia, y muchos doctores como yo jamás la olvidan. Pero después se vuelve habitual, y se vuelve como la espada de Damocles: el símbolo de la costumbre. Y quizá así sea mejor. De otra manera, con la zozobra de lo que es la vida y la inminencia de la muerte no se gozaría de la vida; no sería vivible.
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El día que murió Manuel, después de haber estado cuatro meses en este mundo, entre sus parientes y amigos en Chicago se inició un debate con respecto al lugar en que debería ser enterrado. Algunos señalaban que lo deberían enterrar en Chicago. Chicago es su tierra –decían–, es donde nació, y aquí está su gente que le llevaría flores y le pondría velas en su tumba. Pero otros diferían fuertemente de este punto de vista. Consideraban que el cuerpecito de Manuel tenía que ser enterrado en México, en el pueblo de Guerrero de donde sus padres y parientes son oriundos; o si no era en el pueblo, por lo menos en la ciudad más cercana: Iguala. Ahora estamos aquí, argumentaban, pero no para siempre; algún día nos volveremos a México. Aseveraban que el destino de Manuel debería ser el mismo que el de otra gente del pueblo ya fallecida en los Estados Unidos. Finalmente, aunque Chicago era su tierra natal, después del velorio y la misa, sus padres se lo llevaron a México y allá lo enterraron. Este incidente resalta los dilemas cotidianos en los que vive un sinnúmero de familias y comunidades como la del pequeño Manuel, que han sido distanciadas en términos geográficos y divididas por la frontera sur de los Estados Unidos. Diariamente tienen que decidir en qué lado van a invertir su dinero, en qué lado van a criar a sus hijos, si se vuelven a la tierra de sus padres o si se quedan en la tierra de sus hijos; pero la decisión más difícil de todas es la del lugar en que serán enterrados tanto ellos mismos como sus seres queridos.Y es difícil quizá porque es la decisión definitiva, ya que a diferencia del inmigrante, que siempre tiene la opción de volverse a su tierra, el que está muerto, al enterrárséle aquí, ya no puede regresar. ¿O sí puede? Cada año, durante las conmemoraciones del Día de los Muertos, en cada hogar de la región de Iguala, se acostumbra construir altares con ofrendas para los muertos. La noche del 31 de octubre se dedica a aquellos que, como Manuel, murieron siendo todavía niños. El siguiente día, el primero de noviembre, se le dedica a aquellos que murieron siendo adultos. Hay algunos objetos que se ponen en todos los altares: velas, ramos de flores rojas y flores de cempasúchil; también se ponen crucifijos, pan de muerto y fruta para los niños. Además, en muchos altares se colocan retratos de los difuntos así como porciones de comida, bebidas y otras cosas que el difunto disfrutaba de una manera muy particular. El 2 de noviembre, la gente recoge las flores de los altares y se dirige al panteón haciendo del cementerio un mar blanco de mármol cubierto de flores amarillas y rojas; en el cementerio, algunas personas se mantienen calladas, otras rezan o conversan quedamente, otras más muestran su alegría contratando un mariachi o una banda para darle una serenata a uno o a varios de los difuntos. Los de esta región dicen que el Día de los Muertos, los muertos regresan. Algunos señalan que el cempasúchil los ayuda para regresar del más allá. Es difícil determinar qué tan real es la creencia de que los muertos retornan físicamente; lo que sí es patente es que para
Y
CHICAGO
todos queda claro que los muertos retornan poco a poco en el proceso de ir armando el altar; es decir, al colocar los objetos vinculados con la vida del difunto, éste se va haciendo presente a través de los recuerdos. Al preguntarle a una tía de Manuel si era posible que los que han sido enterrados en México pudieran venir a Chicago, ella me respondió que los muertos van a dondequiera que se les recuerde. Los objetos, pues, sirven de guía al difunto para llegar al lugar donde ha sido evocado. Esta hipótesis de que los muertos se hacen presentes, se confirma en las inscripciones que forman parte de los altares dedicados a los que murieron durante el año en curso: “aunque tu precencia (sic) no está con nosotros, tú siempre estás en nuestros corazones”. Algunos van un poco más lejos: “tú no has muerto, ¡estás aquí!” Además, las siguientes líneas demuestran que los difuntos se hacen presentes a través de los objetos: “al habrir el baul (sic) de tus recuerdos cada prenda, rincón de este hogar está tu huella tan honda y profunda, como tus sabios consejos y virtudes que inculcaste en cada uno de tus hijos: valor, lealtad, humildad, son algunas herramientas que gracias a ti perduran en quienes vienen postrados ante ti”. De la misma manera que el baúl ayuda a mantener la presencia del difunto en el hogar, los objetos materiales ayudan a acortar las distancias entre las familias con sus seres queridos que han emigrado al otro lado. Cuando visité a la familia de Manuel en Iguala, su abuelita me enseñó algunos objetos que su hijo había dejado como recuerdo de sus primeros días en Chicago; por ejemplo, el menú de un restaurante griego en el que era lavaplatos o el juego de cubiertos todavía envueltos en plástico con la marca de la fábrica en la que había trabajado por primera vez en los Estados Unidos. Ya después de varios años de que su hijo viniera por primera vez a Estados Unidos, y con la familia dividida entre Iguala y Chicago, los objetos que se han llevado de una ciudad a otra son los que sirven para evocar a los que están físicamente ausentes. Una tarde, mientras planchaba una pila de ropa, la abuelita de Manuel me explicó qué hijo le había enviado cada una de esas prendas desde Chicago. Así como ella guarda cada uno de estos objetos, sus hijos y otros familiares que viven en Chicago se han hecho de fotografías y otros objetos, acaso con la intención de aminorar la distancia tanto con el terruño como con los seres queridos. Estos objetos, curiosamente, también se colocan en los altares durante las conmemoraciones del Día de los Muertos, y así como sucede con los difuntos, dichos objetos traen consigo historias o memorias de la gente que inmigró o que se quedó allá. Por eso es explicable la controversia al interior de la familia de Manuel. Pero finalmente lo que cargó la balanza hacia el cementerio de Iguala, fueron las flores, las velas y la atención que iba a recibir allá la tumba de Manuel de una manera regular. Sin embargo, es necesario recalcar que estando vivos o muertos, en México o en Chicago, a los que se vinieron o a los que se quedaron, se les mantiene presentes mediante los objetos y los ritos: “¡Estás aquí! Vives en nuestros corazones y en nuestros recuerdos”.
Diego García-Moreno
LAS
INFINITAS VARIABLES DE
En mi familia la gente duraba eternidades. Conocí a no sé cuántos bisabuelos que sobrepasaban los noventa. No recuerdo en las dos primeras décadas de mi vida a nadie a mi alrededor, de sangre honrada y aseada apariencia física, muy azotado por la enfermedad o la desgracia. Ninguno fue operado de las amígdalas, ninguno se quebró un brazo. Cabe anotar que era un hogar de ocho hijos. Qué infancia más rosadita y rozagante. Y pensar que todo ese paraíso terrenal tenía su sede en Medellín, en Colombia, en esa referencia geográfica que desde hace un par de décadas despierta escalofríos y se asocia en tan diversas e informadas latitudes con el viejo término “la muerte”. Nací allí hace medio siglo, soy contemporáneo de la guerra que nos cuenta la prensa en los encabezamientos de cualquier noticia sobre esa maravilla tropical, y del canal nacional de televisión que tantas ventanas me abrió para entender el desastre sangriento que revestía a este mundo. Cuando era pequeño, para mí la muerte vivía en México donde todo el mundo andaba armado, borracho y disparando de la rabia o de la desdicha amorosa; o en el oeste americano donde cada caballero era campeón olímpico de tiro al blanco y se entrenaba descabellando indios pielrojas mientras inventaban una competencia a su altura; o en Europa donde unos bandidos rubios y fortachones querían quedarse con todo y los gringos y los franceses y los ingleses los rociaban con plomo cada que les dejaban la oportunidad. Claro que los japoneses no se quedaban atrás, eran pequeñitos pero corajudos. Hacían aviones y los aprendían a volar para tirarse encima de los barcos gringos, que siempre se hundían con unas canciones de un fastidioso dolor sinfónico. Cómo olvidar que en esa época la muerte también venía de Rusia donde hordas populares se avalanzaban contra ricos pretenciosos y los decapitaban por el placer de verlos caer, lo mismo pasaba en la China, aunque unos y otros se diferenciaran por el color del uniforme y la rayita que delineaba sus ojos. Disparaban por aquí, y disparaban por allá, hasta en África donde quienes apretaban el gatillo eran los que luchaban contra los alemanes en Europa, y no sólo contra cuanto negro o árabe protestara por su larga presencia en la finca sino contra cuanto tigre, elefante, orangután o aguerrido rinoceronte se atravesara en el camino. Y de pronto en clase de historia, en el colegio, me enteraba que mi país había estado habitado por indios, pero que los españoles los habían matado y que luego a los españoles los sacamos a punta de bala para quedarnos con nuestro país, y de pronto por ahí, husmeando conversaciones de grandes, me enteraba que más allá de esas montañas del valle de mis esperanzas, había chusmeros y chulos, y pájaros y militares y policías quebrándose el alma a punta de machete, rula, changón, cuchillo o macana, porque todavía no sé sabe claramente a quién le pertenece o quién va a quedarse con tanta belleza. La hermana Inés Cecilia o don Teodulio frente al tablero se esmeraban en enseñarnos cómo había sido el mundo antes. Y era lo mismo. A la gente la mataban crucificada, o a punta de piedra, o con arcos o con ballestas o guillotinas. En el norte y en el sur y más allá del cerro del padre Amaya por donde se ocultaba el sol o del lado que nace, por allá, por esa palabra que tantas canciones nos regalaba la radio. Oriente. San José era el santo de la buena muerte. Concédenos señor, que todos estemos al lado de la cama el día del último suspiro de alguno de nosotros. ¿Quién? Mi universo no parecía ser parte de este mundo. En mi casa no se derramaba una gotita de sangre, a menos que mi padre se tropezara con un granito en la garganta cuando utilizaba su gillette, que patrocinaba las noticias deportivas. La cosa era tan grave, que algún día, por allá en mis dieciséis, leyendo algúna novela gorda en papel de biblia, llegué a sentirme infeliz, desdichado e inferior a todos los héroes de la litertura porque no tenía un gran conocimiento del dolor ni de la muerte. No me habían amputado repentinamente algún ser querido. Todos eran tan insoportablemente resistentes. ¿Dónde están los héroes y los mártires? Sólo escuchaba respiraciones gordas y algún ronquido. Tal vez el acontecimiento cuantitativamente más sangriento de ese período ocurrió cuando mi madre salió hacia la clínica para traernos a un nuevo hermanito y casi no vuelve. El hermanito nunca llegó. Reapareció cargada de palidez. Se rumoraba que la habían rellenado con cinco litros de sangre de primos y tías y hasta de las
muchachas del servicio que le habían regalado caritativamente un poquito de la suya para reponerle la que derramó en una despampanante hemorragia. ¿Cómo será vivir con sangre ajena? Pero esa amenaza no contaba, no tenía toques de valentía como para impresionar a jóvenes aprendiendo rebeldía. Pero los tiempos cambian. Vaya a saberse cómo se deshizo esa nostalgia por los mártires y los héroes sanguinarios. A lo mejor contribuyeron las pérdidas desgranadas de amigos y compañeros, los súbitos estrellones de aviones piloteados por colegas de una profesión que tangencialmente acaricié, los entierros que por fin llegaron de familiares viejos que no podrían durar para siempre y la obsesión obstinada por entender un poco más qué acontece en este mundo. Muertes escritas, muertes narradas en la radio, muertes televisadas en vivo y en directo. Muertes majestuosas y horripilantes. Ahora me doy cuenta cuánto me conmueven las simples muertes. Esos desdichados regalos que La Parca ha dispuesto en mi ventana como adorno a la celebración de un nuevo aniversario. Los cincuenta. Por ejemplo, en los últimos meses la muerte “natural” y la muerte al “azar” han rondado por estos lares. A finales de septiembre falleció aquí, en Chicago, mi reciente buen amigo John Barry, de 57, años a causa de la ruptura de un aneurisma en la aorta dejando solita a su esposa Verónica en la recta final a la sala de partos. Y un par de meses atrás una buseta atropelló en Bogotá al único hijo de uno de mis más entrañables amigos. La Parca se llevó prematuramente a mi querido Simón Restrepo, de escasos diecisiete abriles, a quien tuve la dicha de ver crecer. La primera vez que hablé con John me contó que cuando era un jovencito, por allá en los años sesenta, había visitado Colombia con los Cuerpos de Paz Americanos y que desde entonces había quedado prendado a mi país. ¿Los cuerpos de paz?, le pregunté sorprendido, ¿y qué te pasó?, ¿por qué no optaste como muchos de ellos por hacer carrera en las sendas guerreras de la CIA o como precursor de los despachos de “marimba” para tus contemporáneos consumidores en América? Al parecer, John era tímido y romántico y su resbalón lo hizo caer en el profundo pozo del lenguaje y la cultura latina. Fue así como terminó de profesor empecinado en la literatura hispanoamericana en una universidad de Chicago, y como puente entre los escritores latinos residentes en la Windy City y el mundo angloparlante que hasta hoy los desconoce. Simón, por su parte, era un niño sol. Simpático, generoso y con un dulce magnetismo. El buen amigo de todos. Era el símbolo de la paz en “el barrio” de Bogotá donde tengo mi apartamento alquilado desde que abandonamos a Colombia hace casi tres años, cuando la violencia se asomó a la ventana de mi familia y casi despacha al más allá a mi hermana Beatriz a causa de un balazo con changón a quemarropa. Por fortuna fue a quemarropa mal apuntando y sólo le destruyó un hombro, no los sesos ni el corazón. La salida de Bogotá, más precisamente, fue resultado de una acumulación de actos violentos. Día a día los noticieros de tele, radio, prensa, y las conversaciones cotidianas eran el catálogo de las muertes que en el país acontecían por masacres paramilitares, tomas guerrilleras, enfrentamientos del ejército con grupos guerrilleros, enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros, asesinatos durante pescas milagrosas en las carreteras, asesinatos a secuestrados y a secuestradores, asesinatos entre pandillas en los barrios de las grandes ciudades, o ajustes de cuentas entre mafiosos; la palabra sicario, tan común en la época de oro de los grandes carteles de Medellín y Cali, reaparecía de pronto para ajusticiar a un político, un esmeraldero, un comerciante que nadie sabía que estaba metido en algún asunto sospechoso, o un juez, un policía. Pero lo peor fue que el campo privilegiado para los asesinatos en familia fueron los sueños. Mi hijo Tomás con apenas cinco años y medio en la época, soñaba continuamente que un señor en una moto me asesinaba.. –¡No hay derecho a tanta violencia! Dijo un día mi esposa Sally . Esta no es una forma sana de educar a un hijo y nos vinimos para Estados Unidos, a Chicago, cerca a su familia, a un país donde nos ahorraríamos semejante proximidad cotidiana con la muerte. Eso fue a finales del 2000. Mr Bush acababa de ser consagrado como presidente de los Estados Unidos con una enorme dosis de dudas y silencios. Los meses
LA PARCA
de paz y lejanía de la palabra tragedia y muerte estaban contados por estas latitudes... Cierto día muy mentado, los malos, según las fuentes oficiales, desplomaron a avionazo limpio dos torres gigantescas en la ciudad de Nueva York y de nuevo la ignominia quedó al descubierto. Habían mancillado la virginidad de un país que se sentía inocente. Que había olvidado sus largas carnicerías en guerras civiles, que no parecía haberse inmutado con las incontables tribus masacradas en la conquista del este y del oeste, que a pesar de conservar y fomentar su adicción a la pantalla chica no parecía aterrado con los noticieros rojos de la cinco de la tarde donde desfilan los horrores cotidianos de los barrios blancos, negros y amarillos. Las venganzas, los atracos, los asesinatos pasionales, los narcotraficados, los que nadie supo, los incendiados, los mancillados, los que fabrica la rabia que fabrica el hambre que fabrica el abandono. Que por qué nos hacen esto. Y poco parecían pesar en la reflexión las largas listas de invasiones, saqueos e irrespetos territoriales y entrenamientos de exportación a tiranitos, tiranos y tiranotes en escuelas militares con nombres de pretenciosidad sencilla. Y la respuesta no se hizo esperar. De USA salieron guerreros a poner orden en este mundo a punta del oficio que más saben. Pánico. Se reactivó la venta de dinamita, la de municiones, la de helicópteros, barcos y aviones supersónicos. A empacar sánduches, chicles y vitaminas, textiles con diseños camuflados y cachuchas. Echen más cajas de cassettes que no alcanzan las alacenas para tantas imágenes gloriosas. Y, sobre todo, estemos alertas. Desconfiemos, dudemos, observemos, delatemos, señalemos cualquier gesto que nos pueda despertar la duda del desplome de otro rascacielo, de un hospital, de una inspección de barrio, de un aeropuerto, de un templo, de una bolsa de valores, de tu barrio, de mi casa. Ay, por dios, se nos vino el terror en la valija. Cuidado con los cortauñas, no se te ocurra llevar la navaja suiza en el bolsillo. Todas las puertas pitan, hay rayos X, Y y Z requisando visceras y huesos. No hubo lugar para anidar la calma. Paréntesis. Vaya escapatoria. El paraíso de la desinformación no ha podido mantener su fofo encanto. Y me detengo a pensar en la inocente ruta de mi hijo. Tomás, no sé cómo ocultarte la desdicha. Dizque tienes la fortuna de arrastrar dos pasaportes. Que puedes a tus anchas reposar bajo palmeras mirando el sol desde una hamaca, o en una ancha cama plegable con el horizonte oculto tras los enormes edificios... Sin embargo, donde te encuentres escucharás el runrún de la vieja vengadora. No sabes cómo me encantaría proteger tus sueños, pero el difunto Borges, que muy pronto encontrarás, lo escribió un día: “El sueño de uno es la memoria de todos...” Y al parecer poco pesan las especificaciones en tu ficha de nacimiento. Esa Colombia que arrastrarás para siempre llena de júbilos y metrallas, no es más que un accidente del destino. Una variable más del virus lotería que al parecer vino ceñido al mapa genético de esta especie. No puedo imaginar cómo recordarás la infancia en tu nueva tierra cuando te veo disfrazado de gladiador galáctico blandiendo plásticas espadas vengadoras o dándole a una bola de béisbol su batazo merecido; al verte desconcertado mirando caer enormes edificios mientras recibes por larga distancia la noticia del deceso de tu perro, o cuando te veo correr, saltar, o entonar cantos de paz en el coro del colegio... Cierro paréntesis. Murieron John y Simón al borde de la cama y en medio de la dicha de la calle. A La Parca le importó un carajo cuanto relato oscuro nos contábamos los humanos del presente y el pasado. Nos volvió a recordar para el futuro que a pesar de cuánta forma de odio y masacre inventemos para despachar a los congéneres, ella pasará además por vías más sutiles que el exterminio a punta machete, plomo o uranio. Bastará que un trocito de tu cuerpo falle por fatiga o vil descuido para revivirnos las lágrimas. Y los que duremos un ratito más en Colombia, Sidney, Pakistán o Massachussets seguiremos pendientes o inocentes, presenciando sus variables. Nos dedicaremos a bailar, lanzar bolitas y apostar carreras contra el aire, o a lo mejor a entretener los días eligiendo símbolos de fortaleza capaces de quitarnos de encima la sensación del espanto. Llámense Uribe, Chávez o Schwarzenneger. Ayer le dieron el chance al vengador del futuro.
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Eduardo Urios-Aparisi
Apenas sensitivo Te hablo de dolor como árbol Que ha olvidado sentirlo. Te hablo de dolor como niño Hacendoso que recorta los recuerdos, Los pega en su álbum y Los escribe con letra recta y aplicada. Te hablo de dolor como Odiseo Apenas llegado, Vislumbra el mar, Y parte hacia el más allá de las fronteras, El mar de nadie.
Interior Miro las líneas en la sábana Y miro el azul del cielo imaginado Por la pared sobre la mesa. Miro el reflejo de la ciudad, La ciudad encumbrada En la litografía de Subirachs. Miro mis pies unidos, Rozan la tela, el pulmón, Donde descansan. Miro las líneas de la sábana Como el horizonte del mar Cuando dejo de mirar la playa, Como miro la frontera de mi piel, Como miro las palabras que te escribo ahora: “La mancha de esta tinta negra te seguirá silenciosa [a pesar de la distancia en hombros del gigante.”
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Edra Soto: Portrait 3, dibujo
Harina de flor negra Rechinan las bisagras de la puerta. Su vientre elástico, la piel lozana de sus piernas, Sábanas deshechas, presagio de mañanas laxas. la yema de sus dedos, solícitos ensartan, En la madera del huso, tuercen hebra de matizada lana. desearía poseer aún, brazos fuertes, Edra Soto: Portrait 4, dibujo
acariciar sus desnudas piernas, antes de que perdieran su tibieza, con la fina transparencia de la seda. Desearía junto a mi lecho, una guirnalda de olivo y limones, y una manzana de oro puro para recordar desde el lugar más oscuro, el aroma del hogar, el místico aureo de los atardeceres. Rechinan las bisagras de la puerta. El febril dobladillo roza la pantorrilla de músculo insomne, y a mí se me escurren los segundos negros,
Olivia Maciel
cual arena negra, cual negro ajonjolí. ¡Qué perfección la combinación poligónica inscrita en la cáscara de la piña! ¡Qué perfección el enjambrado centro del girasol! ¡Qué arrobamiento el de Ramanuyan inventando combinaciones númericas, bebiendo del sueño de la musa!
Presencia I Aquí en la madrugada insomne un tris
¡Qué harina de flor negra en la vasija de Alto Adage! ¡Qué flor de ovario adherido, y libre, disuelto el bendito púrpura, hermosísima brisa del Paraíso! Rechinan su cántico de ancianas plañideras, las bisagras enmohecidas de la puerta.
olvidé el reloj.
Suave humedad, caricia de la tierra,
El cólico se extiende...
asciende Pérsefone, luciendo su alumbrado narciso, su preclara gloria.
II A mí me corresponde enredar el hilo en el carrete, cuando Cronos, con Afrodita se tiende. Parezco forma evanescente, presencia blanquecina en mi sueño. Yo ya no soy yo, ni mi espejo es ya mi espejo, el ángel pliega sus alas, yace junto a mí un silencio... 13
Bernardo Navia
sto es ridículo”, pensó Ramiro cuando Salazar, el jefe de enfermeros, se marchó de su habitación luego de informarle que a sus amigos se les hacía imposible acudir a visitarlo. “Es absurdo, qué mierda ni que nada. Por más trabajo que tengan o por más lejos que esté este hospital de mierda, cómo es posible que no puedan venir a visitarme. Es absurdo”. Lo cierto es que a Ramiro Benítez, paciente del cuarto 88, no lo habían visto sus amigos desde que fue llevado de emergencia al hospital luego que fuera atropellado violentamente por un autobús cuando se encontraba caminando por un sector de la ciudad casi desconocido para él. Quizás lo que más exasperaba a Ramiro no era el hecho de que nadie lo hubiera ido a visitar todavía sino el que le hubieran mandado flores. “Si hasta parece una burla”, pensó una tarde en la que Salazar (quien se encargaba de hacérselas llegar) acomodaba un nuevo ramo en su atestado cuarto, “los malagradecidos ni se asoman por aquí, pero –eso sí– no les molesta gastar en enviar flores”. “Mira, Ramiro; estas cosas a veces suceden. No te preocupes”, le dijo Salazar la tarde en que Ramiro le manifestó su inquietud porque ya habían pasado varios días desde el accidente y, aunque él se encontraba en franca recuperación, aún no había ido nadie a verlo. Ramiro intentó de veras no darle mucha importancia al hecho de que Salazar le hablaba y lo miraba en forma rara, casi como –le pareció a Ramiro– si no le fuera apropiado hablarle. “Lo que falta”, alcanzó a pensar Ramiro, “es que este imbécil se ponga con estupideces ahora”. “Además debes pensar”, le decía Salazar, aunque sin mirarle directamente a los ojos, dato que Ramiro prefirió –se forzó a– ignorar, “que este hospital está bastante retirado del sector de la ciudad en donde tú te desenvolvías; la locomoción pública por aquí es más que mala; la gente prefiere llamar o enviar correos electrónicos. A propósito, ¿abriste ya tu cuenta? Acuérdate de mi consejo: vas a necesitar mensajería electrónica para tener contacto con tu gente. Eso sí: el sistema aquí es diferente; así que tendrás que pedirle ayuda a nuestros técnicos para que te ayuden a familiarizarte con él”. “Pero, ¿es un chiste o qué lo que este imbécil me está diciendo?” se preguntaba ofuscado Ramiro, mirando las desconocidas y desiertas calles a través del cristal de su habitación, “los muchachos del bar ya debieran estar aquí o por lo menos los imbéciles de la oficina”. Lo cierto es que nadie llegaba y a Ramiro sólo escuetamente le llegaban los recados de los amigos, cuando a Salazar se le ocurría pasar a su cuarto para darle los recados de los muchachos: “Ramiro, hermano, te extrañamos”; “amigo, estamos rezando por ti”; “Ramiro, haces falta en el barrio”; de modo que, aún a su pesar, Ramiro un día se sorprendió a sí mismo intentando enviar un mensaje electrónico a su compañero de piso. Como no conocía el sistema sus intentos se frustraban, lo que exasperó a Ramiro. “Pero qué mierda estoy haciendo”, rezongaba, “esto es un hospital, no una cárcel. La gente puede venir. Tiene que venir”
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y se dirigió al piso en donde estaban ubicadas las cabinas telefónicas par intentar hablar a su piso o a su oficina. “Alguien me va a escuchar, mierda. Ahora que estoy jodido en el hospital me dejan solo pero cuando estoy bien Ramiro aquí y Ramiro allá; Ramiro precioso préstame dinero, te lo devuelvo mañana; Ramirito lindo, llévame en tu coche a tal lugar. Cretinos de mierda. Ahora se van a enterar quién soy yo. Sólo ramos de flores… Después que no tengan cara para pedirme favores”. Tan ofuscado caminaba Ramiro y tan enojado estaba que al principio no lo notó pero de pronto se dio cuenta de que la sala de espera, que quedaba al lado de las cabinas telefónicas, estaba desierta, algo inaudito en una sala de espera de hospital. Un inmenso cartel de "Lo sentimos. Teléfonos fuera de servicio" que colgaba del dintel de la puerta de la sala de cabinas, vino a completar la absurda escena. Un extraño escalofrío le recorrió la espalda cuando se fijó en la gruesa capa de polvo que cubría las paredes y las bombillas de luz del pasillo. Se aturdió medio segundo cuando cayó en la cuenta que un profundo y pesado silencio lo envolvía todo y que el eco de sus pisadas resonaba hasta muy lejos. Alcanzó a pensar que nunca había visto más gente que los de siempre: enfermeras, enfermeros y auxiliares siempre muy ajetreados; médicos algo fríos y distantes; los mismos terapistas de siempre, los mismos empleados de todos los días; pero nunca nadie que evidentemente fuera una visita; “mierda”, alcanzó a pensar, “aunque he escuchado las ambulancias ni siquiera he visto una”. Y justo cuando comenzaba a sentir el mismo desasosiego que se siente en las pesadillas, justo cuando comenzaba a notar que la música ambiental era exactamente la misma que venía oyendo desde que recuperó el sentido; vio, acercándosele por el pasillo, a Salazar cuya bata blanca pare-cía resplandecer más que nunca. –¿Qué carajo pasa aquí, Salazar? –La voz que formuló la pregunta estaba cargada de miedo y extrañamente no sonó como la suya y la respuesta de Salazar (que llegó a Ramiro como flotando desde otra dimensión) se quedó resonando en sus oídos para siempre: –Ya venía siendo hora que preguntaras, ¿sabes? Pasa que estamos muertos, Ramiro. Edra Soto: Portrait 5, dibujo
Caridad Clemente Latin American Art & Thought in the United States
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orja encendió la luz y lo previó desde el mismo momento en que abrió el libro. Casi con precisión matemática presintió el fin, como no había sentido el principio. En Alejandría habían muerto muchos buscando entre los libros la clave, la piedra filosofal; otros, cruzados de esperanza o ilusión, habían caído en busca del Santo Grial. A Ezequiel se lo había llevado un carro de fuego. El había construido un laberinto en sus sueños por el que nunca lograsen despertarle. Lo sabía. Por eso había indagado en mil y un libros, sabiendo que el número 1 marcaba la infinitud. ¿En qué punto y hora estaba su final? El tiempo no era nada si no se precisaba en un espacio. Y el espacio, ¿cómo se podía precisar con exactitud? Había ido dejando huellas para conducir a error a todos los que lo perseguían. “Así los tendré entretenidos y nunca podrán capturarme”, se decía entre sí mientras inventaba nuevas historias que dieran razón a su existencia. Escribió libros y más libros. En cada uno dejaba pistas diferentes. Tocaba todos los géneros, planteaba hipótesis distintas, desempolvaba palabras, descubría imágenes literarias cuyo nombre sólo conocían los aplicados. Sabía que así lo soñarían cada día para sacarlo de su pesadilla de hombre mortal. Y parecía haberlo conseguido, estaba seguro. Volvería, como una flor apesumbrada, como una pesadilla en flor, por aquellos lánguidos pasillos donde cada viernes su nombre resonaba hasta el anochecer. No había manera de que aquella flor lo enterrase a él. Su duelo iba a ser el más grande que nadie pudiera imaginar. Había logrado ser perdonado en el Yom Kipur, haciendo que judíos y cristianos estuvieran juntos, y gozando con él. Esa trampa no logró saltarla aquella flor de cáliz cautivo y pétalos cautivadores. Le hizo tragar sus hipálagues, sus sinestesias, sus enigmas, en un día del perdón. Borja había logrado que aquellas cabezas soñadoras enarbolasen la bandera de su nombre más allá de un simple seminario semestral. Casi lo había conseguido. Pero no, él no sería el único, habría más. Hasta en eso había transigido. “No importa, que me sueñen con otros, al lado de otros, pero que me sueñen”, y sus palabras se vieron interrumpidas por la voz chocante y de suaves matices de aquella testaruda flor: “Borja nos invita a tomar un café”. Entonces supo que no podría con aquella flor sutil y desacentuada de academicismos. Que su fin era inexorable. Entonces la flor le habló al otro lado del espejo: “Dejarás de ser en cuanto acabe esta página”. Lo decía guiñando el ojo, con la certeza de quien tiene la presa a tiro fijo, mientras Borja le suplicaba volver a soñar, volver a ser soñado. La flor lo miró de frente, y como quien aprieta cuidadosamente un gatillo, cerró lentamente y a conciencia el libro. No se sabe a ciencia cierta quién apagó la luz.
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Radio Arte ofrecerá talleres de periodismo
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Revisitar a Villa: Entrevista con Friedrich Katz Juan Mora-Torres y Francisco Piña
El 20 de noviembre se celebra otro aniversario de la Revolución Mexicana, ¿pero qué celebramos: una efeméride o la vitalidad de los ideales revolucionarios? Para revisitar la herencia de este acontecimiento, contratiempo entrevistó al profesor Friedrich Katz, estudioso de las grandes revoluciones a la vez que de los líderes que surgen en las mismas. Katz es autor de La guerra secreta en México y de una serie de ensayos de referencia necesaria para comprender la historia de México. Después de 35 años de arduo trabajo de archivo y de bibliografía, en 1999 publicó la biografía de Pancho Villa, libro que todavía no ha suscitado la polémica que el autor esperaba. Katz espera. Su labor de historiador lo ha vuelto un buen estratega, y está preparado para los ataques que pueden llegar de un momento a otro.
Francisco Piña: ¿Cómo surge su interés por Villa? Durante la Segunda Guerra Mundial, México nos dio asilo a mi familia y a mí. Llegamos a fines de la época de Cárdenas, cuando la Revolución Mexicana estaba muy viva en la mente de la gente. Y aunque yo era niño, esa historia empezó a fascinarme. Pero el interés por Villa tiene raíces más específicas. En comparación con otros líderes revolucionarios del siglo XX (Lenin, Mao Tse-tung, Ho Chi Min o Fidel Castro), lo primero que me fascinó de Villa es que él no es intelectual. Pancho Villa y Emiliano Zapata son los únicos dirigentes salidos de un ambiente más pobre. También se puede decir que tanto Villa como Zapata no dirigieron organizaciones políticas. Lo segundo es que la revolución encabezada por Villa fue la primera que tuvo lugar en la frontera de Estados Unidos y eso estableció una relación muy concreta y conflictiva con Estados Unidos. Lo tercero es que el mito de Villa todavía estuviera tan vivo en México, y que dicho mito no sólo tuviera importancia en México sino en los Estados Unidos; Villa es posiblemente el mexicano más conocido en Estados Unidos. Y el cuarto aspecto tiene que ver con las contradicciones reales: ¿qué hay de verdad en el mito? Quinto punto. Cuando empecé a interesarme más por Villa, una de las mayores contradicciones que noté es que si bien se sabía bastante de él se sabía muy poco de los villistas. Era importante indagar quiénes eran y por qué se les conocía tan poco. Y, finalmente, el aspecto personal. ¿Cómo pudo un hombre, que no tuvo ninguna educación, organizar un ejército de sesenta u ochenta mil hombres; administrar un estado muy desarrollado en relación con el resto de México y ganarse por un tiempo el respeto y la admiración de muchísimos grupos de los Estados Unidos, incluso del presidente Wilson? Juan Mora: ¿Podría expandir más su punto sobre el villismo? Se pensaba durante mucho tiempo que el movimiento villista consistía esencialmente de marginados, vaqueros y, acaso, peones de campo: todos ellos parte de un grupo social muy inestable. Lo que yo encontré es que la base social del villismo era muy diferente. Eran los descendientes de antiguos colonos militares que habían sido establecidos a fines del siglo XVIII por la corona española para combatir a los apaches. Se les dieron bastantes tierras así como derechos plenos, en contraste con los campesinos del centro de México, que no tenían plenos derechos como ciudadanos. Estos norteños podían elegir a sus propias autoridades; no sólo podían tener armas sino que estaban obligados a ello. Pero todo esto cambió en 1884; terminó la guerra apache, así que ya no se necesitaban a los colonos militares. Segundo, se construyó un ferrocarril que ligaba a Chihuahua con el centro de México y con los Estados Unidos, y eso dio comienzo a una ola de inversiones; el valor de la tierra aumentó enormemente y empezó una política de ataques a estos viejos colonos militares. Tercero, surgió la dictadura de unas familias: los Terrazas y los Creel que llegaron a acaparar tanto las tierras como el poder político en Chihuahua. Todo eso sirvió de base para la Revolución Maderista y para el movimiento villista en Chihuahua. J.M.: Francisco Villa estuvo a punto de ganar la Revolución entre 1914 y 1915. ¿Por qué pierde Villa? Desde el punto de vista militar, Villa cometió una serie de errores muy graves. El primer error fue debido a su perspectiva regional. En contraste con Venustiano Carranza, Villa siempre tuvo una perspectiva regional. Sólo le interesaba Chihuahua, Durango, acaso la región de La Laguna y algo de Zacatecas. Nunca quiso ser presidente. Cuando Villa ocupó la ciudad de México, Carranza estaba replegado en Veracruz; muchas de sus tropas estaban desmoralizadas. Todo mundo pensaba
Friedrich Katz. Foto: Francisco Piña, 2003.
que Villa iba a ganar. Felipe Ángeles le aconsejó: “Ahora es el momento de atacar Veracruz. Si atacamos, destruimos la base de Carranza”. Y de hecho, Carranza hubiera tenido que retirarse a Yucatán o al Istmo de Tehuantepec donde no había contacto ferrocarrilero con el resto del país. Pero Villa no quiso atacar porque esa región no le interesaba. Ese fue su primer gran error. Segundo error. Villa estaba un poco cegado por sus triunfos. Menospreciaba a Álvaro Obregón; lo llamaba “El Perfumado”. No concentró todas sus tropas cuando le atacó Obregón. Además, Villa siempre tuvo ciertas debilidades militares: nunca acumulaba reservas, creía que las cargas de caballería podían ser el elemento decisivo. Además, Villa no escogió el campo de batalla. La primer batalla de Celaya se realizó en el peor de los campos para Villa. Había canales de riego y estos canales eran muy buenos para formar trincheras y muy malos para los ataques de caballería; Villa atacó, atacó y atacó con su caballería, pero las ametralladoras diezmaron sus tropas. Además la alianza con Zapata no era sólida y éste no hizo nada para apoyar a Villa en aquel momento; las municiones que tenía Obregón provenían de Veracruz, se iban en trenes de Veracruz hasta el Bajío y Zapata hubiera podido destruir los rieles, atacar los trenes. No hizo nada y todas las municiones llegaron a su destino. Después de esta batalla, Ángeles le dijo a Villa: “La mejor táctica es que usted se retire ahora más al norte, que usted obligue a Obregón a alargar su línea de comunicación con Veracruz y que usted interrumpa esas líneas”. Villa no lo hizo. Y en la segunda batalla de Celaya, y en la que siguió en Aguascalientes, utilizó las mismas tácticas. Finalmente sí decidió interrumpir las líneas de comunicación, pero era ya demasiado tarde. Obregón lo había vencido y tenía ya la mayor parte del país en su poder. El golpe de gracia se lo dieron los Estados Unidos– que hasta entonces se habían mantenido neutrales–, que decidieron apoyar a Carranza. J.M.: ¿Cuáles eran las bases de la ideología villista? Primero, la expropiación de las grandes haciendas y su reparto a los soldados villistas, pero también a las comunidades y pueblos que habían perdido tierras. La segunda, el federalismo: un gobierno central muy débil y gobiernos regionales muy fuertes. El tercero: creía en la educación y sentía un profundo respeto por los maestros. Por otra parte, el nacionalismo de Villa se manifestaba en expropiaciones a los españoles y en su xenofobia hacia los chinos; el nacionalismo antiamericano sólo vino después de que sintió que los Estados Unidos lo habían traicionado. Uno se puede preguntar: ¿era demócrata? Diría sí
y no. Lo era en el sentido social, de mayor igualdad social. En el sentido político, aunque pedía elecciones no las llevó a cabo en el territorio controlado por él; esto no necesariamente implicaba que no era demócrata porque en una discusión que se llevó a cabo en la Convención de Aguascalientes, un villista argumentó: “Si ahora llevamos a cabo elecciones, todos los soldados que están en el campo de batalla no van a poder participar y esto no reflejaría nuestra actitud”. Así que se puede decir que Villa no llevó a cabo elecciones posiblemente porque no se podían llevar a cabo antes de que regresara el ejército, pero se puede decir también que Villa no permitía opiniones disidentes. J.M.: El libro Viva Villa salió en México y en los Estados Unidos al mismo tiempo. ¿Hubo polémica? Yo esperaba una polémica tremenda y hubo menos de lo que yo creía. Una de las primeras veces que fui a Chihuahua, una persona (creo que era de la sociedad de escritores) me saludó y me dijo: “Doctor Katz, antes de que empiece su conferencia, le quería decir que Villa fusiló a mi abuelo: ¡Bienvenido a Chihuahua!”. Obviamente había mucho conflicto; cada vez que yo hablaba sobre Villa, alguien de la familia Herrera, cuyos miembros fueron masacrados en gran parte por Villa, venía a protestar. Pero con la publicación del libro hubo menos controversia de lo que yo creía. J.M.: ¿Y sobre el asesinato de Villa hubo discusión? Relativamente poca. Todo el mundo estaba convencido de que era un crimen de estado. El que me preguntó sobre esto hace años (todavía no se había publicado el libro) fue Carlos Salinas. Estaba de visita en Chicago. Cuando le dije esto, me respondió: “Sí, puede ser que fuera un crimen de estado”. Esta tesis en general se ha aceptado. F.P.: ¿Cuál sería en este momento la vigencia de la Revolución Mexicana? Tiene vigencia y no tiene vigencia. En 1910, la mayoría de los revolucionarios tenían tres demandas: el reparto agrario, el nacionalismo y la democracia. Hoy todo esto es mucho más complejo. La Revolución Mexicana ocurrió en un país agrario donde el problema de las tierras era el problema principal; en estos días, hay lugares como Chiapas donde cierto reparto puede tener efecto, pero en un país urbano esto ya no es el problema principal. Además, el reparto agrario es muy difícil con la integración que tiene México con los Estados Unidos. El nacionalismo revolucionario tampoco se puede concebir como se concebía antes. La nacionalización de propiedades extranjeras y su reemplazo por la propiedad estatal no tuvo el gran éxito que la gente esperaba. Y la democracia, si no es completa, existe hoy en mayor escala que en cualquier momento de la historia de México. Hay elecciones que son genuinas. Hay un presidente que no tiene la mayoría en el Congreso. La oposición de izquierda tiene posiciones muy fuertes, como la ciudad de México y Michoacán. Hay también libertad de prensa. Pero, por supuesto, hay problemas de democracia, especialmente en el área judicial. Lo que sí es similar a la época pre-revolucionaria es que México sigue siendo un país de muy ricos y muy pobres, pero resolver este problema es muy complejo. Eso sí, la solución a ese problema no creo que sea una revolución, ni la gente lo quiere. Habiendo dicho todo esto, la Revolución Mexicana sigue siendo muy importante en la conciencia popular del país. Cito aquí una frase un poco primitiva: fue un despertar de las masas populares que por primera vez fueron concientes de su poder. Sin la Revolución, el cardenismo no hubiera sido posible. ¿Y los efectos de la revolución? Sí tuvo efectos profundos. Uno de los aspectos más importantes de la Revolución fue el debilitamiento decisivo de los terratenientes, que son mucho más conservadores que la burguesía industrial y financiera. México, justamente por la flexibilidad de su burguesía industrial, fue el único estado latinoamericano que no tuvo dictadura militar. Eso también es consecuencia de la Revolución.
J.M.: Usted ha estudiado al campesino en sus muchas facetas históricas. En estos días, ¿cómo se ha reconfigurado el campesinado? ¿Se puede decir que llegó a su fin? En Europa está desapareciendo; la proporción de gente que trabaja la tierra disminuye constantemente. En los Estados Unidos está desapareciendo, los productos de los farmers están siendo reemplazados por comidas industriales. En México hay una tendencia similar, y mucha gente se va del campo. Aunque ahí hay otros problemas todavía, como el minifundio. Además, la democracia ha llegado mucho más tarde al campo que a las ciudades mexicanas y ahora hay un tratado de libre comercio; el maíz barato subsidiado por el gobierno norteamericano que entra a México va a destruir en gran parte la producción del maíz. Así que la situación se va a volver más y más difícil. F.P.: ¿Y hacia dónde va todo eso? Es un problema muy difícil. El gobierno mexicano pensaba que si la economía de Estados Unidos tenía éxito, México también ganaba por su estrecha relación. Pero ahora en la época de crisis, México también sufre. Para México, la migración a los Estados Unidos ha sido una válvula de escape económica (porque la gente manda dinero a su familia) y política (porque mucha gente, en vez de alzarse, emigra). Pero hay un contraste muy interesante entre México y el resto de la América Latina. En el resto de América Latina, la dependencia de los países latinoamericanos de los Estados Unidos es unilateral. En México hay una dependencia mutua: si en México hay crisis, afecta inmediatamente a los Estados Unidos. Y lo afecta tanto por las relaciones comerciales estrechas como por el incremento enorme de la migración. Si en México hubiera violencia, por ejemplo, una dictadura militar, una revuelta, todo esto afectaría la frontera, como pasó en la Revolución. Hay, además, millones de mexicanos de este lado que probablemente simpatizarían con algún grupo de México. El suroeste de los Estados Unidos de algún modo estaría involucrado. Cuando hubo la crisis financiera en México, los Estados Unidos de sus propios recursos inmediatamente le hizo un préstamo. Cuando estalló la crisis financiera en Argentina, dijo: "Que se vaya al diablo". Hay una diferencia tremenda en el sentido de la dependencia mutua. Yo espero que en la relación entre los Estados Unidos y México tarde o temprano se aplique lo que se está haciendo en Europa. Ahí, los países más ricos ayudaron a los países más pobres: España, Portugal y Grecia. Primero, con enormes subvenciones; segundo, con la libertad de movimiento de los trabajadores. Esos países hoy han aumentado tremendamente el nivel de vida, de tal manera que la inmigración portuguesa, griega y española a los países más avanzados hoy ha disminuido drásticamente. Si se permitiera una libertad completa de movimiento entre mexicanos y norteamericanos, sería una de las grandes contribuciones al mejoramiento de las condiciones de vida en México. ______________________________________________ El historiador Juan Mora participará como ponente en la conmemoración de la Revolución Mexicana el 20 de noviembre en la biblioteca Rudy Lozano. El evento será a las 5:00 P.M. en el 1801 S. Loomis.
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parecer para el público es suficiente si el filme tiene un poco de insinuación. The Barbarian Invasions,de Denys Arcand, es un caso sui generis en primer lugar por la práctica discursiva que Arcand ya había explorado en su filme anterior, The decline of American Empire (1986). Pero esta vez las conversaciones son más agudas y profundas, a la manera del buen cine ruso. En ellas se deja entrever el antiamericanismo que se da en estos días en Europa. Al mismo tiempo, todas las conversaciones y personajes de Barbarian Invasions se deslizan en la superficie; están conectados por lo narrativo y por la visión del cine no hollywoodense. Hush de Víctor Kossakonski
El documental ruso 'Hush' a primera vista parece no cuestionar la realidad, ya que
Recuento: Festival Internacional de Cine de Chicago Mikhail Gurevich La función del crítico es la de explicar y articular sensaciones. Se trata de leer en voz alta tanto notas marginales como alusiones para construir nuevos contextos. Estas notas son un monólogo de carácter fragmentario sobre los propósitos de los filmes; son un intento por abordarlos desde diversas esquinas tomando en cuenta los contextos culturales en los que fueron hechos. El patriarca del cine Manuel de Oliveira llama a su nueva criatura con una ingenuidad realmente franca: Talking Picture, evocando sin proponérselo el eslogan del presente Festival. La película es una conversación ininterrumpida de noventa minutos teniendo como telón de fondo las olas del Mediterráneo y sus viejas ciudadelas marítimas que sirvieron de punto de partida a la civilización occidental. Una historiadora de Lisboa organiza un viaje cultural tomando como puerto final el lejano Bombay, donde se reunirá con su marido; esta travesía se da también por la cultura que encierra ese mar y se la va narrando primeramente a su hija, y al mismo tiempo a nosotros los espectadores, como un cuento de hadas que se nos dice antes de meternos a la cama. La narración continúa en las pláticas de sobremesa con el capitán del crucero y sus invitados. Talking Picture es una alegoría del destino de las civilizaciones, un naufragio de la inteligencia europea a la manera del barco Titánic; es un regreso a la ingenuidad y a la sencillez desde la sabiduría, un discurso libre tanto en el sentido gramatical como ideológico, esto a pesar de que su hechura nos dé la idea de ser inamovible y absoluta. Al final de Talking Picture, grita la máscara helada de John Malkovich. A lo mejor es la única justificación visible de todas las conver-
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The Barbarian Invasions de Denys Arcand
saciones que acontecen en el filme. Porque el sentido de ese grito es indecible. Como un entusiasta seguidor de los dibujos animados, me despertó viva curiosidad The Triplets of Belleville, de Sylvain Chomet. Los rumores que venían de Cannes lo ponían como un largometraje de dibujos animados para adultos. Lo catalogaban como un filme nada trivial. A los críticos les había llamado la atención por ser uno de los filmes concursantes en el género feature films. Pero lo fui a ver y no se dio el milagro; lo que presencié fue un filme más bien convencional desde la perspectiva del género y el formato. Su estética es borrosa; es decir, la representación artística y la puesta en pantalla, en términos narrativos y visuales, no alcanzan el nivel de expresión denso y compacto que distingue al buen cine de dibujos animados. Lo que parece haber gustado al público es el discurrir libre de los diálogos y de la construcción del tema que, en mi opinión, no tiene nada de frescura ni de agudeza, pero al
logra disolverse en ella sin la más mínima intención de estructurarla. El director Víctor Kossakovski nos muestra aparentemente un mundo titubeante y desesperanzador desde la ventana de su propio apartamento, que más que estar en una esquina del centro de San Petersburgo pareciera localizarse en una esquina del mundo. Las tomas fueron filmadas a lo largo de un año. 'Hush' nos recalca segundo tras segundo que la rea-
lidad es autoexpresiva, por lo menos desde el punto de vista de la etnografía. Así como Robert Flaherty, en su Nanuc del Norte, sugiere que el cazador solamente debe esperar a la foca que de un momento a otro emergerá de la apertura del hielo; así, la cámara de Kossakovski, desde su fijeza, debe cumplir con los ciudadanos y el paisaje de San Petersburgo, con el torrente de la vida. La cámara filma el cruce de una calle con un callejón, el cambio de la lluvia por el sol, después el sol por la nieve y otra vez la lluvia; el ciclo se cierra, pero solamente el ciclo de la naturaleza, no el de de la civilización. Van a reparar el mismo hoyo en el asfalto con grandes o pequeñas pausas unas cinco veces, pero aquel mismo hoyo va a seguir creciendo, esparciendo el humo y haciéndose más y más profundo. Y aunque la escala y capacidad de las máquinas sigan creciendo, esto no cambiará el resultado. Porque el problema está en el proceso o, más precisamente, en el ciclo: una repetición desesperada de la historia rusa y de la vida en general. Nosotros, los nativos de Rusia, incluso los 'ex' (los de allá que ahora viven aquí), conocemos todo esto hasta el dolor y lo entendemos hasta el aburrimiento. A lo mejor los de afuera lo toman como una diversión. Si en el filme de Kossakovski no hubiera ninguna otra idea, esta anécdota sería suficiente. Sin embargo, se trata no sólo del hoyo en el asfalto sino de la eternidad que de algún modo se va vislumbrando. En realidad la mirada de la cámara es muy atenta y diáfana. Está abierta a todo, examina todo con igual precisión: el espectro de los colores en un charco de agua con aceite, el plumaje de la paloma, el ballet vertiginoso de la nieve, un galán que esconde el ramo de flores detrás de su espalda, una anciana que lleva una bolsa llena de nieve, y los perros, y los carros... Filma todo lo que parece ser parte de la composición de la vida. Al final nos quedamos con una contemplación budista: no es lúgubre ni tenebrosa ni mucho menos partidaria de la limpieza. La cámara está allí, lista para percibir con su propia libertad las travesuras de la naturaleza. Traducción: Elena Voltchek
Talking Picture de Manoel de Oliveira
Aguilera: No busco ser un virtuoso de la guitarra Luis F. Soto José Manuel Aguilera ha sido una importante figura dentro del panorama musical del rock mexicano en los últimos diez años, tanto en la escena underground como comercial. Entre sus aportaciones están dos álbumes en la lista de los 50 discos fundamentales del rock en español. Vivió la desintegración de Caifanes y fue pieza fundamental para la creación de Jaguares. En charla telefónica el fundador de La Barranca nos habla de su primer contacto con la guitarra: “La primera vez que tuve una guitarra en las manos fue a los 6 años, por casualidad, debido a que unas tías llevaron una guitarra a la casa y las vi cómo aprendían a tocar algunas canciones, desde entonces me llamó mucho la atención y se convirtió en mi fascinación y hasta la fecha me interesa muchísimo conocerla”. A pesar de ser considerado uno de los guitarristas más distintivos del rock, sus primeros acercamientos fueron con una guitarra acústica y no estaba relacionado con el rock, pues en su familia se escuchaban otras cosas. “A esa edad la música que escuchas no la escuchas por voluntad sino porque es música que está verdaderamente en el aire, que se escucha en las fiestas de los mayores, y fue hasta mi edad de teenager que tuve contacto con el rock y empecé a tocar eléctrica.” –Ahora que mencionas la música que escuchabas al principio. ¿Qué importacia le das al viejo cancionero mexicano, dónde te insertas tú? –Creo que hay un buen legado de música que son los boleros. Obviamente la presencia de José Alfredo y muchas piezas de Agustín Lara y todo eso no sólo yo, sino todos los mexicanos lo tenemos en la sangre y en el subconsciente, entonces es parte fundamental en lo que hagamos después como músicos porque tienen cadencias rítmicas, fraseos melódicos muy particulares. Con apenas algunos estudios de guitarra clásica y teoría musical, a lo largo de toda su trayectoria se le ha vinculado exclusivamente con la guitarra; lo cual, dice, le provoca cierta incomodidad porque no se dice “tan clavadón” como se cree, ni sigue guitarristas virtuosos u ondas de tipo Satriani, etc. “Me puede gustar una pieza con piano, que no lleva guitarra, o una vocal, es decir no escucho música sólo porque tenga guitarra.” –Sin embargo, se te ubica concretamente como uno de los mejores guitarristas tanto experimentales como ambientalistas de México. –Lo que pasa es que yo he hecho mucha música con la guitarra, cosas que a mí me gustaría tocar en la guitarra. He hecho ya muchos discos en donde a través de los años he ido perfilando una cierta voz y quizá eso lleva a la gente a esas conclusiones, pero mi fin último no es ser un virtuoso de la guitarra, sino hacer música y la guitarra es mi instrumento.
Con cuatro discos, La Barranca ha sabido mantener su presencia ya por ocho años. Sin embargo, subsistir en el panorama musical, al margen de los grandes sellos discográficos se ha vuelto cada vez más difícil debido a la actual política cultural que promueve el gobierno de México y a la que Aguilera califica de “lamentable”, ya que la música es vista como negocio y al final de cuentas terminan apoyando a los grupos que funcionan bien económicamente. De ahí que las bandas independientes se muevan con otra estrategia. “Yo lo que he visto es que en sí la escencia de las canciones e interpretaciones tiene poco que ver con las cuestiones de producción, entonces siempre tratamos de hacerlas lo mejor que podemos con pocos recursos, porque las producciones son muy caras y eso hace que los discos tengan que ser muy caros y tengas que hacer demasiadas cosas para intentar recuperar lo que invertiste. Con el paso del tiempo hemos creado un equipo de trabajo que más que nada es eficiente. Creo que es parte del camino que tenemos que seguir los músicos que trabajamos en este país.” José Manuel: más músico que guitarrista. Foto: www.labarranca.com.mx
Odio fonky Concebido originalmente por Jaime López como una obra teatro y realizado con José M. Aguilera en la sencillez de un portaestudio de cuatro canales en pleno despertar de los 90, en el apogeo de las sofisticadas técnicas de grabación, Odio fonky es sin duda el disco más barato –en términos de producción– en la historia del rock; y sentó un precedente, pues el disco, que aún circula entre las Grabaciones Lejos del Paraíso S.A. es uno de los 50 discos fundamentales del rock en español. –Tu incursión en el rock es bastante interesante, ya que has tocado en producciones baratísimas de la escena underground como el casero Odio fonky y has tenido productores de lujo como Don Was –productor de The Rolling Stones– para El equilibrio de los jaguares, ¿Cómo manejas eso? –Yo pienso que la música es la que genera las cosas y es la que las empuja. Esa es una de las cosas que aprendimos. De hecho, Odio fonky es una demostración de que realmente para hacer un disco lo que necesitas es tener la música y después de eso necesitas un micrófono y no sé, una casetera o lo que sea. Y con Saúl (Hernández) también fue interesante de pronto entrar a otro nivel de presupuesto y poder hacer el disco con Don Was en un estudio así muy chingón en Los Ángeles y ver otra manera de hacer las cosas y aprender también. –Jaime López. ¿Dónde lo ubicas y qué importacia le das como compositor dentro de la música popular? –Bueno, a nivel personal Jaime es una figura muy importante en mi desarrollo como
músico y en mi encuentro conmigo mismo.Para mí verlo desde el público fue una revelación, fue darme cuenta de que realmente se podía acceder a un espíritu, llamémosle rocanrolero desde una visión totalmente propia y mexicana. Porque antes de eso yo escuchaba a grupos que hacían rock y todo lo que me dejaban era unos chavos imitando a grupos gringos o ingleses sin nada propio que decir. Entonces creo que hay toda una generación e incluso generaciones posteriores que quizá ya no ubican a Jaime como el responsable, pero aun no sabiéndolo son herederos de eso. –¿A qué crees que se deba el que las disqueras nunca lo supieron capitalizar o que siempre se haya mantenido en lo underground? –Yo creo que por un lado estuvo siempre como adelantado en su actitud y en sus búsquedas y por otro también es que su propuesta es tan original que nunca encajó en los moldes de las disqueras y de la gente que ya tiene como caminitos establecidos. Normalmente sí tú te fijas en otro tipo de autores que han logrado ser ubicados, se repiten muchísimo. Como por decirte Sabina en el caso de España, o no sé, digamos un Arjona, que es un cuate que todo el tiempo está haciendo la misma canción por eso para la gente y los medios y las disqueras es muy fácil ubicarlos y venderlos. Pero cuando tú no te estacionas te conviertes en algo difícil para ellos.
varias ocasiones y de saber que tienen público por una u otra razón nunca se ha llevado a cabo un concierto de La Barranca como ellos quisieran, ya que siempre suceden cosas curiosas. “Una vez que fuimos a tocar en un galgódromo los organizadores tuvieron la brillante idea de que La Barranca cerrara, pero era tal la lista de grupos que cuando empezó a tocar La Barranca, después de dos canciones, me parece que hay una ley en Chicago que dice que a tal hora se acaba la onda y entonces de plano bajaron el switch, nosotros nos quedamos muy fustrados por eso de hacer el viaje hasta allá, pero al otro día por las calles nos topamos a gente que habia ido al concierto y nos dijeron ‘po’s aquí hay un café (‘La Décima Musa’) donde luego tocan las bandas’. Y con un equipo así muy amateur, ya sin hacer promoción sino esperar que se corriera un poco la noticia de boca en boca, alguna gente fue. No creo que haya sonado muy bien, pero se estableció una cosa muy padre, entonces tengo esos recuerdos de que en Chicago ha sido una cuestión emocional muy fuerte y eso nos atrae mucho.”
________________________________ La Barranca se presentará junto a José Fors este viernes 31de octubre en el Concordia Theatre, 6134 W. Cermark
Finalmente, Chicago A pesar de ya haber visitado Chicago en
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¿La muerte del Día de muertos?
Calaveras José Luis Loyo
Ricardo Armijo Lo primero que hice fue darle un vistazo al libro de comentarios que el Mexican Fine Arts Center Museum (MFACM) tiene a la entrada de todas sus exhibiciones. La mayoría de los comentarios elogiaba el esfuerzo que la institución hace por mantener viva esa tradición tan mexicana; otros eran de “blanquitos” (aceptado por ellos mismos) elogiando la lección recibida sobre eso tan recóndito para ellos llamado muerte; pero una anotación fue la que me llamó la atención porque difería radicalmente de las otras: I think this show is overrated, escribió tajantemente una muchacha de 16 años. Confieso que me quedé con esta última impresión cuando inicié el viaje al breve mundo del Día de muertos: Reflections of the Soul, curada por Cesáreo Moreno. Dejé de asistir hace unos años a este evento porque llegó a ser verdaderamente aburrido. A mi parecer, el problema ha radicado en la repetición del tratamiento del tema. Año tras año vi ofrendas similares tratadas de la misma manera. Es una operación que se resume en arrebatar el arte popular de las calles y pueblos mexicanos, donde es vital, necesario y auténtico, e insertarlo (ya sea por mexicanos de México o de los Estados Unidos) en los salones del museo, donde enmudece en la artesanía deificada. Añádanse a esta ecuación los artesanos importados de México para fascinar a los incautos mientras hacen calaveras de azúcar, y se tiene asegurado un hit curatorial. No es que esté en contra de los esfuerzos que se hacen por preservar un legado cultural tan importante como este, pero MFACM ha insistido en repetir lo conocido porque su fin es acompañar y consolar a los inmigrantes mexicanos, paliando la nostalgia con más nostalgia. Además, con este tipo de evento –seguro, popular y nada controvertido– el museo se gana a aquellos adeptos que tienen voz y voto a la hora de otorgar fondos a los museos. Y sí, la primera ofrenda estaba dedicada al fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), montada por la Extensión de la UNAM en Chicago. Y sí, era otra ofrenda tradicional, con sus flores de cempasúchil, fotografías conocidas del artista y un poema dedicado a la fotografía. Nada nuevo. Le seguía Día de los muertos (2002), un óleo tremebundamente romántico e indigenista del pintor californiano Sergio Hernández, que muestra un viejo haciendo una ofrenda en un cementerio: más de lo mismo. Luego seguía Ofrenda a la labor cotidiana de Alfredo Zalce (1908-1903), artista michoacano cuya obra es más actual que la ofrenda en sí; y luego estaba Death of Frida (2002), otra pintura romántica de Sergio Hernández que explota el corsé, la cama, los anillos y las calacas, tan cercanos a la pintora mexicana. Las cosas comenzaron a cambiar en la segunda sala, donde Instalación (2003), de la chicaguense Judithe Hernández, se erguía como un oneroso cuervo en una esquina. Cubierta completamente de un vestido negro lleno de alfileres, la figura desplegaba su siniestro ropaje como un espectro que se cierne sobre la frontera entre México y los Estados Unidos: “I was born in Cuicaltlán just after midnight/In the year of the Dark Lord Xolotl/[…]A thousand years have passed and just before midnight on/December 31, 1999 I died in
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George Bush Miles fueron los contratiempos que pasó para ser presidente su gente lucho contra vientos la calaca eso tiene presente Mas ya una vez en la silla de promesas se olvidó haciendose una guerrilla con pretextos que inventó Laura Medina Godínez: Skull, grafito y carbón sobre papel, 2002
El Norte”. En los albores del tercer milenio Xolotl, hermano gemelo de Quetzalcoatl, es bilingüe y guía a los muertos, no a Mictlán sino al país soñado por tantos inmigrantes y que para unos es el cielo y para otros, el infierno. Revitalizada, en el nuevo mundo la muerte no es imparcial. No sólo critica la violencia del hombre por el hombre, sino que también sale a la defensa de la mujer mexicana: “In El Norte too many of my daughters/Were confined to an existence dictaded by their husbands./They were denied edicuation and selfrespect…” Esta visión sincrética se repite sutilmente en En Memoria de la Adelita y Agustina (2003), ofrenda del artista Rafael Almaguer, también de Chicago. Con materiales y técnica propios del graffiti, el artista ejecuta en la pared los retratos de sus dos familiares muertos. A primera vista, el friso que adorna los retratos parece ser de motivos prehispánicos; y sí lo son, pero de repente también adquieren la agilidad visual, las curvas vertiginosas y el acabado atomizado del graffiti, otórgandole a la pieza un matiz tradicional pero al mismo tiempo urbano, moderno. Frente a esa obra estaba Victoria (2003), de la texana Connie Arismendi, una instalación en video y técnica mixta. Se trata de una ofrenda en memoria de los 18 inmigrantes ilegales que perecieron dentro de un contenedor de tráiler en Victoria, Texas, el 15 de mayo pasado. El video, de paisajes yermos de expressways vistos desde la cabina de un semi, se proyecta repetidamente sobre la pared, que tiene pintada, en tonos grises, la Virgen de Guadalupe. Un buen número de plomadas penden del techo, dando la sensación de ser una lluvia, tóxica y mortal, que forma la pila de líquido oscuro que está al pie de la instalación y en cuyo fondo podemos leer el nombre de las víctimas. La pregunta que me hacía al recorrer la muestra era si se podía aportar algo nuevo a un tema tan antiguo, sagrado, vilipendiado y trillado como el de la muerte en México. La respuesta es un rotundo sí. Y no sólo eso: para suerte de los que vivimos aquí, la muerte en Chicago está muy bien, lo prueban las ofrendas/instalaciones de Hernández y Almaguer. Es refrescante que sea tan vital entre los artistas locales y pueda conversar con tanta contemporaneidad con el espectador. Quizás la muchacha de 16 años que dejó el comentario negativo haya actuado como cualquier otra muchacha de su edad: precipitadamente.
Tropas allende el Océano con chiquillos de soldados no se veía a un anciano solo jefes bien sentados Así la Muerte perpleja veía el triste destino que Bush a su pueblo deja cuando lo tachen de asesino
Vicente Fox Si vamos a decir mentiras entonces haremos concurso mientras la nariz te estiras dando al pueblo el discurso Tomaditos van de la mano Manuel, Martha y Vicente dándose abrazo de hermano al cabo que Manuel ni siente Pensando en robar al marido para luego hacer campaña apoyando bien al querido aumentando mucho su maña Tristeza la muerte sentía de ver que el pueblo Mexicano a mentirosos siempre creía si se disfrazaban de paisano
La muerte en Revueltas Joel Soto En la historia de la literatura la muerte ha sido un tema predilecto, y muy acertadamente “autoobligatorio”, de todo escritor que busca expresar su perspectiva sobre el momento final de cada ser. En el caso de José Revueltas (1914-1976), su literatura está infestada por todo aquello que en un momento dado se encuentra en trance o que ya ha dejado de vivir. Dotado de un talento literario inigualable, Revueltas nos lleva a ver, escuchar, palpar y hasta oler la muerte no sólo de un ser viviente, sino de todo aquello que un día fue: una relación, una creencia, una esperanza y hasta un simple objeto. Todo esto descrito con una crudeza e indiferencia que caracteriza su extensa y reconocida obra. Los días terrenales (1949) es una crítica audaz y sin reservas al comunismo mexicano por parte de uno de sus seguidores más fieles: el mismo Revueltas. Esta novela, la más distinguida del autor duranguense, es un claro ejemplo de que la muerte es tema central de su obra. Bandera es una niña de diez meses que muere de hambruna: “La niña no pudo conservar la leche en el estómago, sino que la expulsó en inconcebibles espasmos, ensuciándose las hondas arruguitas de su rostro de anciana con la pasta de color verde en que, rápidamente descompuesto, se convirtiera el líquido”. Los padres, Julia y Fidel, se debaten consciente e inconscientemente entre el dolor y el consuelo de saber que la muerte de la niña es para bien, para así detenerle el dolor que le causaba vivir. Después de muerta la niña no es enterrada, sino que se queda por largo tiempo en ese cuarto lleno de miseria, en el que vive la familia, porque sólo cuentan con quince pesos, los cuáles Fidel prefiere usar para el envío del periódico comunista a la provincia, usando palabras que nos hacen reflexionar, con una alta dosis de severidad, sobre lo que somos después de la muerte: “La que puede esperar es ella, porque está muerta”. Como consecuencia de la muerte de Bandera, muere también la relación de marido y esposa entre Fidel y Julia; de ahí en adelante ni siquiera la amistad los une, se transforman en dos extraños que se miran con cierto desprecio y antipatía. El luto humano (1943). El simple título nos da la idea de la desolación, de la pena, de la pérdida irremediable y fatal de un ser amado. Aquí, Revueltas nos presenta un mundo de campesinos e indígenas a punto de morir a causa de las lluvias y el desbordamiento de un río en una aldea. Mientras tratan de huir del ahogo, Revueltas nos narra con gran destreza la vida de
cada uno de los personajes, la forma en que llegaron hasta ahí, y nos introduce de paso en una parte de la historia de la Revolución Mexicana y en cierto tiempo posterior a ésta: masacres y traiciones, caciquismo por parte de de los gobiernos posrevolucionarios, las luchas cristeras y el fracaso de los campesinos en los intentos por organizar su producción agrícola. Nos damos cuenta que lo que hace desaparecer a todos estos personajes no es precisamente el desbordamiento del río y las lluvias, sino sus odios, sus ambiciones, su fe puesta en un sinnúmero de creencias, y hasta sus ganas de morir. Es en esta novela donde el escritor muestra y derrama con mayor virtuosismo toda su filosofía mortuoria, analizando profundamente el significado de la vida y la muerte, llevándonos a los pensamientos que preceden al deceso de sus personajes. El escritor toma la muerte en sus manos y como todo gran artista la trasforma para presentárnosla lo mismo en forma de víbora que en una mariposa o un ángel, y la califica como nuestra esperanza final, como nuestro castigo último. La muerte tomaba con frecuencia esa forma de reptil inesperado. Agredía a mansalva y agrandándose simplemente para dejar la mordedura y retroceder a su rincón húmedo. –Entra, muerte, en mí y abrásame con tu tremendo fuego, que si a otros como el infierno, a mí como el cielo ha de arderme, para purificarme, entra muerte caliente, en mí.
Los cuentos de José Revueltas, al igual que sus novelas, están cargados de un gran sentimiento de muerte, basta tan sólo con leer los títulos para darnos cuenta de la tristeza que hay en ellos: “La conjetura”, “El quebranto”, “La soledad”, “La caída”. Entre los cuentos y las novelas de Revueltas no existe una gran diferencia; en ambos géneros es sorprendente la seguridad, el trazo y el estilo con que nos relata sus historias. Los temas siguen siendo los mismos: Las preocupaciones del autor, como el deseo de todo un pueblo por desaparecer a toda costa a ese ser repugnante y deforme que les trae la mala suerte, obreros despedidos y en espera de un milagro que los salve de su olvido, jóvenes encarcelados, una prostituta y su hijo, los crímenes de la iglesia. Este niño –dijo el jefe, y al decirlo sus ojos estaban blancos y sin pupilas, largos y profundamente ciegos– no es hijo de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. No ha sido bautizado en dios. Es menos que un perro. Los demás hombres sujetaron a Genoveva, mientras del otro lado de la casa, en la porqueriza, oíase el ruido de los cerdos al devorar el pequeño muertecito.
El mundo narrativo de Revueltas es el espejo en el que se refleja su tiempo, la crueldad, la inconsciencia, las atrocidades de los tiranos y las lágrimas de los oprimidos, el México suyo y el de todos. Fue el escritor incómodo tanto para la izquierda como para la derecha. Su obra es profunda, radical, analítica y filosófica. No existen los grandes diálogos, pero sí las grandes descripciones del comportamiento humano, de la reacción de cualquier ser al estar bajo ciertas situaciones, la monstruosidad y la bondad que podemos llegar a ser y sentir. Es por eso que el escritor y crítico literario José Joaquín Blanco nos dice sin ningún temor a la equivocación, refiriéndose a las letras mexicanas: “José Revueltas no es únicamente la mitad, sino toda nuestra literatura contemporánea.”
Una visión de Vasconcelos Josefina de Abad La Revolución Mexicana, que diera fin a una época (el porfiriato positivista perseguidor de un aggiornamiento europeizante para un México abrumadoramente mestizo); la revolución que produjera un enorme interés mundial en su momento y que dejó huellas imborrables en las artes y la vida mexicana contemporáneas; esa revolución mexicana que ha generado su propia mitología y su peculiar intrahistoria, tuvo en José Vasconcelos uno de sus hombres más singulares. El nombre de Vasconcelos suscitó y todavía hoy genera apasionadas controversias en su país natal en medida próxima a las que provoca Domingo Faustino Sarmiento en la República Argentina. El paralelo no es gratuito. El mismo Vasconcelos se compara en diversas ocasiones al argentino a lo largo de su obra para señalar una obsesión compartida: la de la necesidad de la educación de las masas. Hay también en los escritos vasconcelianos ecos de la dicotomía sarmientina civilización-barbarie junto a la enorme preocupación y a la acerba denuncia del caudillismo y del militarismo como especies malignas dentro del orbe hispanoamericano. Leyendo a Vasconcelos también se podrían tomar como propias las famosas y lapidarias palabras sarmientinas (traducidas del francés): “¡Bárbaros! ¡Las ideas no se matan!”. Hasta aquí, sin embargo, llegan las equivalencias entre el sanjuanino y el hombre de Oaxaca pues, mientras Sarmiento es uno de los arquitectos fundamentales de la mitología fundacional argentina basada en el rechazo de sus raíces hispánicas y –en mucho menor escala por supuesto en el caso argentino– indígenas, Vasconcelos buscará a través de la aceptación y conciliación de la multiplicidad raigal, una ruta hacia el protagonismo histórico. En este intento, Vasconcelos se convertirá en un curioso iconoclasta ya que su prédica irá en contra no sólo de los mitos de la mayoría de las naciones de la América Hispana sino que, al mismo tiempo, arremeterá contra la ideología occidental contem-
poránea predominante hasta la primera mitad del siglo 20 y que persiste solapadamente hoy en día. Es la de Vasconcelos, la primera voz en América que se alza claramente en contra del darwinismo social y económico que fue sustrato indiscutido en el pensamiento tanto de derecha como de izquierda generado en Europa y recogido como el Evangelio por las vanguardias americanas. Es verdad que existieron (desde Bello hasta Rodó) personalidades que exigieron un acento original para la América Hispana pero tales reclamos nunca pasaron al enunciado concreto que Vasconcelos vertirá especialmente en “La raza cósmica” e “Indología”. En estos ensayos, el escritor mexicano rompe lanzas contra uno de los mitos más persistentes en la Historia de las ideas: el de la inferioridad de la cultura hispanoamericana debido a su origen hispánico. Este fue el axis que ha dado lugar tanto a las mitologías fundacionales liberales proeuropeístas (siendo la Argentina el caso más claro) como a las mitologías indigenistas cuyo máximo exponente es el México de la Reforma y de la Revolución post-maderista. Opuesto a esa visión restrictiva, Vasconcelos ve en la herencia española el factor sincrético que hubo de auspiciar un mestizaje que a través de los siglos habrá de depurar los elementos más negativos para emerger luego como una nueva entidad histórica. De este modo, el rostro mestizo de América, podrá convertirse como consecuencia de la lenta, muchas veces dolorosa, pero paralelamente rica y exitosa mezcla secular, en el eje de una nueva etapa en la que el hombre occidental deberá resignar su sitio de preeminencia en el itinerario histórico para dejarle la iniciativa a “la raza cósmica”, o sea la mezcla de todas las razas existentes, siguiendo el camino abierto por la experiencia hispanoamericana. En abierto contraste, entonces, a la mayoría de los padres fundadores y a las elites tanto conservadoras como revolucionarias, Vasconcelos ofrece una tesis que acepta la realidad del mestizaje como un hecho positivo sin rechazar ninguno de sus elementos constitutivos y, en un estilo que huye de la presunción y que a veces se vuelve descuidado por la urgencia en articular la idea, el pensador mexicano desnuda en el “nos negamos los unos a los otros” uno de los pecados capitales de la mayoría de los proyectos políticos en el orbe hispano. Su constante denuncia de la desunión americana como un suicidio político y cultural junto a la reiteración de la existencia de vínculos comunes y profundos en la América de origen hispano, llevan a Vasconcelos a convertirse en uno de los pocos pensadores que no se deja influir por la –hasta entonces– incuestionable influencia europea o por la abrumadora presencia del “vecino poderoso”. Refrescante e inédito, el “maestro de América” redescubre su continente página tras página en su densa obra, desde California hasta Santiago de Chile, encontrando e iluminando el código común –velado pero férreamente existente– de nuestra cultura.
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Un mural de Richard Santiago Omar Torres El Centro Cultural Puertorriqueño Juan Antonio Corretjer inauguró recientemente su nueva sede, ubicada en el corazón del barrio puertorriqueño de Chicago (2741 W. División, Humboldt Park). Durante el pasado mes de agosto el centro contó con la participación del renombrado artista puertorriqueño Richard Santiago en el diseño y ejecución de un mural que hoy ocupa tres áreas del edificio. José López, director ejecutivo del Centro Cultural Puertorriqueño, comenzó a gestar la invitación hace un año tras escucharlo presentar su obra en una conferencia en el Batey Urbano. La obra de Richard Santiago se ha exhibido en diversos círculos locales e internacionales, incluidos la Galería Grimaldis de Maryland, el Museo de Arte Latinoamericano de Miami y el Instituto de Cultura Puertorriqueña de San Juan. En su aclamada exhibición Mitomorfosis, celebrada en noviembre de 2002 en la Galería Viota de San Juan, Richard Santiago puso de manifiesto su dominio de los clásicos, tanto en el aspecto pictórico como en el ámbito históricomítico. Su obra es un claro reflejo de experiencias personales en los escenarios familiares, isleños y mundiales. El elegante y sensual dramatismo de sus figuras, el uso magistral del claroscuro y su constante exploración metafísica logran una íntima complicidad con el espectador. Santiago nos pasea por senderos que, aunque misteriosos y ocultos, forman parte integral de nuestra realidad inmediata como seres humanos de cualquier lugar. La propuesta del Centro Cultural Puertorriqueño Juan Antonio Corretjer fue aceptada con beneplácito por Santiago, sin embargo, constituyó un nuevo reto para el artista boricua. Luego de su consagración en Puerto Rico como uno de los principales exponentes de su generación, Richard Santiago se dispuso a iniciar su primer mural, lejos de su entorno, en una comunidad de tradición muralista, y bajo circunstancias totalmente nuevas. Según puntualizó Santiago en la conferencia celebrada en el restaurante La Bruquena el pasado 27 de agosto, el espacio presentó un gran desafío. El pintor también destacó que, a pesar de que varias de sus obras en madera y lienzo se inspiran en los movimientos de liberación de Puerto Rico y Latinoamérica, ésta es la primera vez que trabaja con figuras claramente identificables, como las imágenes de Corretjer, Consuelo su esposa, y Albizu Campos. Su trabajo en óleo aspira a interpretar las ideas y el legado intelectual que caracterizan a un determinado personaje histórico. Tal vez uno de los aspectos más importantes de la elaboración del mural fue la participación directa de diversos voluntarios de la comunidad. La presencia de maestros de la escuela secundaria Pedro Albizu Campos, jóvenes artistas y otros empleados del Centro Cultural Juan Antonio Corretjer fue fundamental para completar la obra dentro del plazo establecido. A pesar de la irregularidad de la superficie en la primera sección del mural y la falta de espacio para apreciar la obra a una distancia adecuada, Santiago forja
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un interesante juego de sombras de diferentes tonalidades para representar la silueta de Juan Antonio Corretjer sobre un fondo azul celeste que hace alusión a la bandera del Grito de Lares. El artista coloca la firma original del poeta en la parte superior de la pared, dando un toque personal a la escena que nos da la bienvenida al centro. En las escaleras se lleva a cabo un impactante intercambio entre la figura de Corretjer y su esposa Consuelo. Lejos de recalcar el aspecto político, Richard Santiago desea evocar los sentimientos y la humanidad del poeta, reconociendo la importancia de la relación amorosa entre Doña Consuelo y Don Juan Antonio como fuente de inspiración. Santiago representa una escena afectiva que constituye una clara ruptura con la temática tradicional de los muralistas puertorriqueños de Chicago. La etapa final del mural nos presenta un concepto que se utilizó en 1994 en la antigua sede del Centro Cultural Puertorriqueño: “Albizu Campos, el sembrador”. Las semillas representan a próceres puertorriqueños, prisioneros políticos y destacados miembros de la comunidad. Manejando tonos de marrón, rojo y amarillo, Richard Santiago crea una escena de mayor impacto visual, y es capaz de utilizar su conocimiento de la pintura clásica para comunicar la realidad de Pedro Albizu Campos. En esta pared amplia y más adecuada para un mural, Santiago rinde tributo a Jean Francois Millet, genio de la escuela realista francesa que se identificó profundamente con la vida y lucha de los campesinos. El compromiso social de Millet encaja perfectamente en la escena. En 1889 Van Gogh también utilizó la escena del sembrador en varias de sus obras y realizó una serie de cuadros que expresan el sufrimiento de las clases marginadas. Siendo el pintor holandés objeto de gran admiración para Santiago, no es coincidencia que se perciba una inclinación posimpresionista en el uso de los colores y el movimiento de la figura. El nuevo proyecto artístico del Instituto de Cultura Puertorriqueña Juan Antonio Corretjer conserva la línea nacionalista que ha caracterizado la escena muralista de Humboldt Park durante los últimos 30 años. No obstante, Richard Santiago nos invita a alejarnos del mito para comprender a Consuelo, Corretjer y Albizu desde una perspectiva más humana.
Mural en Humbolt Park: Richard Santiago. Foto: Luis F. Soto, 2003.
Inscripciones, epitafios, mensajes .
Carmen González La primera vez que visité la iglesia de San Agustín de Manila, llamó mi atención el panteón que se encuentra entrando en la iglesia a mano derecha. Sobre su mármol blanco una leyenda: pura literatura: Y llorabas sintiendo la amargura de tus padres muy mas que tu tormento y que al saber tu muerte prematura sucumbiesen al grave sentimiento. Apreciaste, hijo amante, su ternura, pues cumplióse el fatal presentimiento; mas hoy en las mansiones celestiales os inundan los gozos divinales. Aquí yace Don Ramón Cuarterón natural de Cádiz, capitán del pailebot meteoro: Falleció en Bantay el día 12 de Marzo de 1843, a la edad de 20 años y 27 días. Este malogrado joven, preparándose con valor para dar un combate á los moros piratas, entre Cagayán y Manila, tuvo la desgracia de que se le incendiara la pólvora y entregó su alma al criador á consecuencia de este deplorable suceso. Era hijo obediente, hermano cariñoso, buen amigo y esforzado marino, y vivirá siempre en la memoria de su familia y de cuantos apreciaron sus talentos y virtudes. R.I.P.A.
De esta inscripción me impresionó la riqueza literaria del primer párrafo y la exactitud y precisión en el recuento de la edad: veinte años y veintisiete días. Desconozco si era costumbre; prefiero imaginar a un joven querido, muy querido, por su familia quien contaba sus años, de él, por días como si de cuentas de rosario manoseadas y canturreadas se tratase. Me sorprendió que a esa edad, realmente joven, le hubiera dado tiempo a acumular las virtudes enumeradas: obediente, cariñoso, buen amigo, esforzado. ¿Es la muerte quien hace de la ausencia engrandecida presencia? En la bellísima iglesia de Santa Prisca en Taxco, mandada construir por D. José Laborda, quien se hizo rico con la plata: “Dios dá a Laborda, Laborda dá a Dios.” En Coyoacán, en la casa museo de Frida Kahlo impresionan las minuciosas anotaciones de contabilidad doméstica con registro puntual de entradas y salidas, las cartas-notas selladas con unos labios gruesos (los de Diego Rivera, el sapo) y la curiosa colección de “milagritos”, pequeñas muestras de arte popular y fervoroso que dejan constancia de curaciones o salvamentos milagrosos. Son muestras
de agradecimiento, ofrendas del salvado y/o familia al santo o virgen milagrero. Algunos ejemplos: “Felipe Gradilla, de resultas de una fiebre estaba abotargado su hijo Plutarco Acosta por lo que invocó a Mª Santísima de Talpa y intercedió por su alivio, por lo que le ofreció su retablo. Autlan, Marzo 1886” “De una grave enfermedad urinaria, ya de sangre, se vio atacado Macedonio Carranza y ofreció a Mª Santísima de Talpa su retablo por su intercesión. Autlan, Marzo 1886” “La Sra. Eusebia Martínez dedica este retablo a la Santísima Virgen de los Remedios por haber aliviado a su hermana, sin necesidad de operación. Mex- Junio 18-1938” “Doy gracias a Ntra. Sra. del Rosario de Talpa por haberme librado de una muerte de un piquete de alacrán y de una caída de árbol, Abril, 10 1936. Leonardo Escobar San Juan Bautista”.
Los milagritos o retablos presentan, además, escenas del moribundo en su cama, la caída del árbol, la picadura del alacrán, el robo a punta de pistola, etc. con realismo y sencillez. En el Puerto de Pajares, en Asturias, tierra de vacas equilibristas que rumian en los verdores “pindios” y montañosos en difícil equilibrio (a veces, pocas, alguna se despeña por descuido o ansiedad ante hierbas más verdes y tiernas), en una pared de la montaña: "Betty amorín te quiere tu Alfonsín" sabremos, hasta que el tiempo lo borre, que Alfonsín quería realmente a Betty. Con el paso del tiempo, el mensaje original, de alcance limitado e impacto local, ha cobrado un valor comercial y en el juego del impacto visual y la captación de clientes, un soleado domingo de otoño, alguien escribe en el firmamento. Sobre el espléndido cielo de Chicago, allá arriba, donde sólo parece que pueda escribir Dios, en su terreno, de él, de Dios, un desafiante punto luminoso, luminoso por el reflejo del sol, traza cuidadosamente, con caligrafía hecha de nubes, una N, un guión, una G, una A, una... y termina con un “puntocom”. Mágicamente, el mensaje queda suspendido en el cielo. Sometido a las corrientes, los vientos, las brisas de altura se traslada con suavidad de algodón, del Oeste hacia el Este. Al llegar a la altura del lago, unas nubes, estas auténticas, de verdad, se mueven en sentido contrario al del mensaje tapándolo maliciosamente. Merecida venganza, ¡sí!, ¿quiénes se han pensado que son? El cielo es nuestro; somos nosotras quienes creamos figuras caprichosas para entretenimiento de niños, ociosos y soñadores. Doy fe: escrito estaba en el cielo, yo lo vi.
La pequeña muerte Delia Negro
Extrasístoles Jochy Herrera El corazón, si pudiera pensar, se pararía. Fernando Pessoa
El morir, representa categorías que van más allá de las definiciones y los dogmas de la certeza o la verdad, de eso que algunos llaman ciencia. Las vicisitudes del corazón, noble animal sensible, son un ejemplo. Este órgano, sometido a veces a condiciones de subyugamiento, abandono o rechazo; otras al descuido o los excesos, al azar o a la melancolía, resiste y sobrevive, cual navío en la tormenta, anclado en el centro del tórax. El corazón, con tal de no morir, se transforma y se protege asumiendo posturas y defensas que sólo la razón permitiría. Las primeras descripciones del dolor de pecho datan de 1772, cuando el anatomista Heberden lo definió como angor pectoris, “desorden de las mamas” o un “estrangulamiento” resultado de una circulación coronaria reducida, que en grado extremo, pudiera ser fatídica. En Chicago, fue Herrick quien reportó la muerte cardíaca por primera vez en 1912, pero sus contribuciones científicas se rescataron hace sólo pocas décadas. Desde entonces, los tratados médicos han buscado con obsesión dar una explicación a la conducta que rige la masa de músculo que ocupa gran parte de nuestro pecho. El miocardio, que es la estructura muscular del corazón, sufre como cualquier ser humano y como éste, trata de protegerse de las adversidades que pueden ir desde un coágulo o el colesterol, hasta el dolor del engaño o el desamor; e incluso del dolor que nos deja una muchacha ida antes de la madrugada. Estas son algunas definiciones científicas de esos estados del corazón: el miocardio aturdido, que se da cuando es agredido y logra mantenerse con vida pero confundido. Si no logra salir del aturdimiento, corre el riesgo de convertirse en un miocardio hibernante, capaz de viajar mas allá del estío en una habitación oscura o a plena luz del día. Si llegara a recibir otra estocada que lo dejase moribundo, el corazón entraría entonces a los territorios del miocardio infartado; pero si por instinto o por su propia fortaleza logra recuperarse, entonces sería un miocardio viable, aún herido y lleno de dudas de amor, pero también con la esperanza de conseguir el alivio. Para hacerlo, necesitaría de un estímulo poderoso que le hiciera vencer al agresor: quizás un nuevo dueño o una buena dosis de olvido, un bypass coronario, o tal vez un trozo de mar junto a la cama, o en definitiva, el perdón. Pero si ese estímulo no llega, el corazón pasará a su última categoría: el miocardio necrótico, en la que yacerá inerte y sin vida. Así es el órgano que muchos alimentamos unas veces mirando hacia la muerte, y otras hacia el amanecer que pudiera asomar mañana tras tus ojos.
No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace. Eduardo Galeano En época de encuentros y desencuentros, de atracciones y rechazos, de paz y de guerra, procesar el recuerdo en la alegría es la opción más sana e inteligente, es el mejor itinerario a seguir. Elaborando los duelos en la celebración de la vida, nos fortalecemos los unos a los otros y fijamos un camino de re-creación, el camino del volver a empezar, el camino de la energía renovada y renovadora. Y porque apostamos a la vida, nos sentimos revitalizados en la unidad de la evocación. Un recorrido por la memoria colectiva nos hará encontrar a cada paso, objetos de fuerte carga simbólica, que nos descubrirán rituales de cómo procesar el recuerdo. En ese trayecto encontraremos símbolos, que pertenecen todavía a la iconografía individual de las vidas que celebramos, que responderán a innumerables evocaciones diferentes, y que multiplicarán ese abrazo, “que rompiéndonos nos junta”, que “perdiéndonos nos encuentra”, que “acabándonos nos empieza” y que “matándonos nos nace”. Esta prosa poética de Eduardo Galeano es celebración a la vida y es nuestro homenaje a quienes han vivido en vida esas “pequeñas muertes”.
Edra Soto: Reuben, dibujo.
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Una reflexión acerca de la educación bilingüe Editores de contratiempo: “Soy parte de un experimento en el Truman College”. Así es como dijo un compañero cuando asistí a una conferencia en la UIC. Todos estábamos ahí, nosotros los de la comunidad bilingüe del Truman College, algunos indecisos de pasar al frente, otros no. El tema que se discutía en ese momento de la conferencia tenía que ver con las diferencias que existen entre la cuota universitaria para latinos y la de los anglosajones. Esta visita a la UIC era parte de una de nuestras actividades académicas para tener un mejor entendimiento de las problemáticas que enfrenta la comunidad latina radicada aquí en Chicago. Porque tanto los otros compañeros como yo no teníamos idea de la forma en que los cambios gubernamentales de Chicago y del país afectaban el sistema educacional a nivel universitario. Para mí, ser parte de un programa bilingüe fue bastante importante, pues he radicado en Chicago por cinco años. Ahora siento que tengo más seguridad de continuar con el fin de graduarme y con el tiempo obtener una maestría en alguna universidad. Y, ya con esa maestría, poder aportar algo a otros jóvenes que como yo se encuentran desubicados por circunstancias que tienen solución. Luego de estar en este programa bilingüe durante los dos semestres que dura, creo que el estudiante muestra más seguridad para demostrar su potencial. Los profesores que estuvieron a cargo de nosotros, nos dieron clases de matemáticas, ciencias sociales, computación, inglés, humanidades y urban social life; éstas dos últimas fueron de gran importancia, pues nos ayudaron a comprender lo que son los 26
estereotipos, los prejuicios, la discriminación, el etnocentrismo, etc., que todavía se encuentran presentes en nuestra vida cotidiana, incluyendo aquí a nuestra propia comunidad latina. Yo antes no identificaba los diferentes factores que tienen que ver con mi educación, al parecer una capa de ignorancia estaba cubriéndome. En estos días asisto a dos clases de crédito dentro del programa bilingüe en las que quiero mejorar la forma de escribir en otro lenguaje, pero con un obje tivo más claro: obtener una profesión. Espero que lo logre. Señores de contratiempo, sigan adelante. Daniel Patiño. __________________________
El Bilingüismo que viene Estimados amigos: Saint Augustine College ha estado realizando una tarea única en Chicago y sus alrededores desde hace una veintena de años. Su misión establece que los principales destinatarios de esta empresa educativa son los estudiantes hispanoamericanos con menos recursos, los mismos que habitualmente quedan al margen de toda posibilidad de cursar una carrera universitaria. Es por esta razón que siendo el idioma uno de los problemas esenciales dentro de nuestra comunidad, Saint Augustine College escogió la ardua tarea de convertirse en el primer college bilingüe del Medio Oeste. La tarea de privilegiar dos idiomas –el español y el inglés– hace que nuestra institución se convierta así en una pionera dentro de la enseñanza superior de este país. En la edición de agosto, contra-
tiempo dedicó su sección principal a la ensenañza bilingüe. Ahí se analizaron los excitantes tiempos que estamos viviendo en esa área, con sus riesgos y sus promesas. Nosotros, en San Agustín, hemos aceptado el desafío con confianza y entusiasmo. En la actualidad se están organizando nuevas carreras con el componente bilingüe siempre presente. Haciéndonos eco de las necesidades actuales y, a la vez, pensando en un futuro no lejano en que el español, por peso geográfico y demográfico, se convierta en el segundo idioma necesario para manejarse en esta sociedad; este semestre estamos ofreciendo una nueva concentración dentro de los asociados en Liberal Arts y en General Studies. Nos referimos a la concentración en español. Conocidas las reservas que muchos hispanos tienen ( por confusión y desconocimiento) de la importancia de su idioma nativo, hemos creado un pequeño panfleto en el que se describen la estructura del programa, su utilidad y contemporaneidad. Por eso, desde este semestre, estamos ofreciendo al estudiantado la posibilidad de perfeccionar el español al nivel académico que exige el nuevo mundo laboral estadounidense, y en concreto el de Chicago. Pero, ¿qué significa ser bilingüe? Es frecuente que muchos consideren que cuando uno ya habla español y aprende inglés como segunda lengua es automáticamente bilingüe. Lo cierto es que sólo dominando a nivel universitario dos idiomas una persona se puede considerar realmente bilingüe. Es por eso que en los anuncios en los que se solicitan empleados bilingües se estipule esa condición. El que sigue es parte de un aviso aparecido en la página de Internet del Chicago Board of Education: ………………………………………. CLASS TITLE: School Assistant (Bilingual - Spanish) ………………………………………
Training and Experience. Completion of an Associate’s degree from a college or university accredited by the North Central Association […] or the successful completion of a state approved paraprofessional assessment, and written and verbal proficiency in English and Spanish. Knowledge, Abilities, and Skill. Good knowledge of proper grammar and spelling in English and Spanish […] .....………………………………… El ejemplo anterior muestra elocuentemente que el bilingüismo requiere el correcto manejo gramatical de los dos idiomas en los dos aspectos: oral y escrito. Los estudiantes hispanos tienen la ventaja de que ya hablan español y sólo tienen que perfeccionarlo en su forma escrita a través de la conciencia que da el estudio de la gramática. Al lograrlo, habrán dado un enorme paso en su capacitación laboral. Al mismo tiempo mejorarán su inglés, ya que sólo se puede avanzar en una segunda lengua cuando se tiene un dominio académico de la propia. Al finalizar esta concentración, los estudiantes podrán presentar el certificado que los acreditará para solicitar empleos como el descrito líneas atrás. Quiero agradecer a contratiempo su seria exploración del estado actual de la enseñanza bilingüe y su tarea en pro de un español siempre en expansión y ahora en busca de un nuevo acento en la populosa ciudad de Chicago. Por último, les pediría que incluyeran el teléfono del Colegio San Agustín por si alguien quiere mayor información. (773) 878-8756. Josefina de Abad Coordinadora de español y literatura de S. A. C.
Arte y Pa p e l St u d i o a n d G a l l er y Espacio de Arte Contemporáneo del 7 al 29 de noviembre:
Monserrat Alsina, Marisa Salazar, Diana Solís y Gabriel Villa
Recepción el 5 de diciembre: de 6:00 a 10:00 P. M . 1579 N. Milwaukee
773.235.0075
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Chicago Center for Working-Class Studies te invita a la presentación de la película clásica
Salt of the Earth El actor Lorenzo Torres estará presente para platicar sobre la película.
sábado 15 de noviembre de 2:00 a 5:00 P.M. biblioteca Rudy Lozano 1805 S. Loomis