consejo editorial Ricardo Armijo, Raúl Dorantes, Jochy Herrera, Francisco Piña, José Ángel Navejas, Julio Rangel, Febronio Zatarain
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Editorial Raúl Dorantes y Febronio Zatarain El cumpleaños. De El Trébol al Aragon om ulloa antropololas Joel Soto Noches de techno Erika Buchancow Poveda y De Oliveira en el Andy’s Omar Torres Entre descargas y bombazos Francisco Piña Los jueves de la Musa Ricardo Armijo Nostalgia de los jueves
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deshoras Juana Iris Goergen Las ilusas Graciela Reyes Sobremesa; Con un dedo marcando la página Olivia Maciel Perla barroca; Noche árabe Juan Carlos Galeano Cometas; Nubes Alberto Blanco La pareja ecuatorial: I Flora; II Fauna
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mirada cómplice Delia Negro Tres mujeres: Dos exposiciones
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tiempo extra Carlos Monsiváis Nacionalismo y norteamericanización en México Jorge Frisancho Periscopio político: Elegibilidad Marcelo Ayala Apocalypse Now. A 25 años Antonio Zavala Y ahora, Los breves Iván Torrijos Desnudo de un mundo artificial: Mirando al cascarón José Castro Urioste El último premio Rómulo Gallegos: El desbarrancadero de Fernando Vallejo Richard Bueno Hudson Una noche en la ópera: Madama Butterfly y The Pirates of Penzance Manuel Zatarain C. Pierre Bourdieu y la globalización Carmen González Invierno en Chicago Humberto Uribe Mi barrio
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tiempo de sobra León Leiva Gallardo After Hours Marco Escalante La antigua catedral de Illanya Jochy Herrera Extrasístoles: Las biopsias
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Entrega inmediata
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Talleres talleres@revistacontratiempo.com
sta entrega de contratiempo la hemos dedicado a algunos sitios de esparcimiento de la comunidad latina de Chicago. Dichos sitios van desde un centro de baile, como el Aragon Ballroom, hasta el restaurante El Ñandú o la Décima Musa. Nos llama la atención que casi todos los espacios que se describen recuperan el espíritu de algún baile o tardeada de los pueblos latinoamericanos, o bien toman como modelo algún restaurante o antro de América Latina. Durante muchas décadas se usó el concepto “antro” para referirse peyorativamente a prostíbulos, cantinas y lugares de “mala muerte”. Pero a principios de los noventa, en el medio urbano latinoamericano, sobre todo mexicano, este concepto comenzó a ser reivindicado primordialmente por los jóvenes. Y desde entonces lo han usado para referirse por igual a una cantina, a un salón de baile o a un prostíbulo. Recordemos que en su acepción más antigua, un antro es una cueva o una guarida, es decir, un lugar en el que domina la penumbra. Obviamente, esta acepción es prácticamente nueva en Chicago, ya que llegó a nuestros barrios con las últimas olas migratorias. Es por eso que optamos por titular la sección principal “Antrología de Chicago”. Pero hay una diferencia entre estos sitios y sus homólogos latinoamericanos: aquí, gran parte de la población latina tiene el poder adquisitivo para cubrir los gastos de una noche de diversión, cosa que al sur del río Bravo se vuelve cada vez más y más exclusiva. Todas las crónicas incluidas en esta primera sección acontecen durante una noche específica: en El Ñandú y en la Décima Musa los jueves, en el Andy’s los viernes, en el Aragon los sábados, etc. ¿Por qué vamos a estos lugares? ¿Debido a que queremos apartarnos o porque nos segregan? Ni lo uno ni lo otro; al emigrar, podemos dejar atrás una bicicleta, un auto, una casa e incluso la familia, pero no nuestra cultura. Con nosotros se viene la lengua, la sazón, la música y, en este caso, las maneras de divertirnos. Por eso, a nadie sorprende que el grueso de la migración latinoamericana busque casi de inmediato espacios en los que puede divertirse en su propia lengua. Y como la gran mayoría de la población latinoamericana se vio forzada a venir a los Estados Unidos, al llegar aquí no muestra tanto interés en cruzar la frontera cultural en el terreno de la diversión. No es casual que el espacio que tiene más replicantes en Chicago y los suburbios sea el sábado del Aragon Ballroom. Por otra parte, el que llega con educación universitaria –cosa que es cada vez más común– sí busca atravesar dicha frontera cultural en los meses y a veces hasta en los años posteriores a su arribo. Este inmigrante, por lo general, sí quiere estar en el otro lado, sentarse en un bar de blues o de jazz, o bien en algún pub de Wicker Park. No hay que olvidar que la universidad universaliza: nos hace conscientes de la existencia de los otros, es decir, de los que tienen una cultura distinta y tan valiosa como la nuestra. De modo que el inmigrante universitario participa con los otros no sólo cuando trabaja o estudia sino también cuando se divierte. Pero volvamos al grueso de la migración latinoamericana. El hecho de que el sábado del Aragon sea el espacio que más se reproduce, no quiere decir que la gente que ahí asiste quiera aislarse del mundo social estadounidense. El lugar de esparcimiento es básicamente un lugar de reencuentro; en cambio, el territorio laboral y el territorio educativo (donde se estudia inglés o GED) son lugares de descubrimiento, porque en esos lugares se va relacionando y conociendo a los otros: a los afroamericanos, a los polacos, a los rusos y a los mismos latinoamericanos que representan al otro más cercano. No está de más reiterar que a los inmigrantes latinoamericanos, sin importar su nivel educativo, nos liga la cultura.
Y esta Latinoamérica que se halla en los Estados Unidos se vincula diariamente con los otros mundos culturales de este país, sobre todo, en el campo laboral. Por eso, se intenta aprender cada día un poco más de la lengua que nos permitirá entendernos mejor con los nacidos aquí o con los inmigrantes de otras partes del mundo. Un indicador de este intento es que alrededor de un 60% del estudiantado de los programas de inglés como segundo idioma de los City Colleges de Chicago es de origen latinoamericano. De frente a esta práctica cultural cotidiana, hay voces como la del profesor Samuel Huntington que en un artículo titulado The Hispanic Challenge afirma que la cultura inmigrante latinoamericana –y en específico, la mexicana– es un atentado contra la identidad estadounidense. Cabría preguntarle al profesor Huntington –ideólogo influyente de la Administración Bush– si la cultura que había en los Estados Unidos durante los siglos XVII y XVIII es la misma que hay ahora. Cabría preguntarle también si la cultura estadounidense salió perdiendo o ganando cuando en la segunda mitad del siglo XIX se abolió la esclavitud y comenzaron a integrarse a la identidad de este país, aunque a duras penas, las expresiones del mundo cultural afroamericano. ¿Qué entiende por cultura Samuel Huntington? ¿Es la cultura acaso un ente inmutable e inamovible? ¿No es la visión belicosa de Samuel Huntington la que promueve la segregación y en consecuencia la xenofobia? Pareciera que para Huntington los Estados Unidos y el mundo mismo fueran un ring en que las culturas se enfrentan entre sí y en el que la estadounidense tiene que destrozar a las otras. A diferencia del profesor Samuel Huntington, creemos que los Estados Unidos es el punto de encuentro de una gran diversidad de culturas en el que todas salen enriquecidas. Vale como ejemplo citar el caso de la inclusión de la conga en el jazz durante los años cincuenta, o bien actualmente la vigencia del rap en español o en espanglish entre la juventud latina de los Estados Unidos. Por fortuna, no es posible establecer aduanas culturales. Para los latinoamericanos que vivimos en Chicago, Los Ángeles, Miami o cualquier otra ciudad, este país no es ningún ring. Este país es un centro de trabajo, es un centro educativo y también es un centro de esparcimiento en el que dialogamos, debatimos y convivimos tanto con los otros como con nosotros mismos.
or el frente El Trébol parece una tienda de abarrotes. Pero lo que vende el tendero son cervezas, licores, cigarros y frituras. Detrás del mostrador, los mismos refrigeradores que estaban aquí hace 35 años, cuando la familia de don Ramón adquirió El Trébol y cuando al barrio de Pilsen llegaban los primeros mexicanos, cuando esto más bien era habitado por los checos, los lituanos, los croatas y los polacos. El que entra a comprar a El Trébol –localizado en el 1135 al oeste de la calle Dieciocho– no tiene más remedio que sentirse atraído por la música de la vitrola, que llega constante desde la parte trasera: Las Hermanitas Huerta, Roberto Carlos, Chelo Silva, José Alfredo... De allá también vienen el jolgorio, las risas, el destape y el choque de botellas. El extremo derecho del mostrador parece indicar el límite entre la tienda y lo que llamamos “la barra”. En ese límite hay estantes de anforitas, cajas de Budweiser y varios bancos. A algunos clientes les gusta apostarse en ese límite, con un pie en la tienda y el hombro recargado en el breve pasillo que nos lleva a la trastienda. Sólo los recién llegados en vez de “barra” la llaman “cantina”. “Aunque no beba, yo vengo todos los días” nos dice Martín, todavía con su overol de jardinero. “Antes iba a bailar al Aragón. Pero ya te sale bien caro.” Martín vive solo, como casi todos los parroquianos de El Trébol. Aunque solo es un decir, pues le rentan un cuarto semanal sobre la Morgan, y ese cuarto lo comparte. “Les juro que hoy no me tocaba, pero sí me voy a aventar una. Por la cumpleañera.” Y para homenajear en serio a Diana, don Ramón apaga la vitrola. El acordeón, el bajo sexto y el tololoche de Los Traviezos son los que amenizan, quisiera ser solecito para entrar por tu ventana. Martín, ya con su botella de Budweiser, se transporta al Aragon Ballroom. Nos dice que uno de los últimos grupos que fue a ver era Los Ángeles Azules, cuando recién empezaban...
orquestas de los años treinta: Freddy Martin, Wayne King, Dick Jurgens. Por la influencia de la televisión, el Aragon Ballroom dejó de ser sólo un salón de baile el 9 de febrero de 1964, fecha en que su programa empezó a incluir espectáculos de lucha libre, patinaje y conciertos de rock. El primer baile para los mexicanos se escuchó en el Aragon a finales de los sesenta. Y hoy, un sábado cualquiera, ingresar al Aragon Ballroom es mirar desde la entrada y a lo largo del pasillo el conglomerado de sombreros y de camisas de seda con estampados de la Virgen, del águila devorando la serpiente, de cabezas de caballos o de algún paisaje montañoso. Es mirar también los baggies, las camisetas holgadas, el pelo con cola y a rape en los costados. Casi siempre en grupos de tres o más muchachos. En las escaleras y en la pista también hay grupos de muchachas en minifalda o en pantalones de campana, en vestido de noche o algunas pocas de vaqueras. Para muchos, venir al Aragon Ballroom representa más de ocho horas de trabajo. La entrada para un baile sabatino habitualmente cuesta cincuenta dólares en la puerta, cuarenta por adelantado. Y la fórmula de los bailes es la misma: una banda sinaloense, un grupo de cumbia, uno de baladas y dos de música norteña. Pero el espectáculo no lo conforman solamente los grupos musicales. El tumulto y la falta de silencios es también un verdadero espectáculo. Cualquier atisbo de diálogo es apagado de inmediato por los altos decibeles, así sea la voz del presentador o de algún vocalista. Es como si se tratara de compensar la soledad de la semana con la compañía de 5,000 o más desconocidos. El lenguaje es corporal; se invita a bailar apelando a una palabra que es, por supuesto, inaudible. Muy pocos El Aragon Ballroom histórico. Foto: cortesía del Aragon website. son sedentarios, pues las mesas son contadísimas y por lo El Aragon Ballroom –ubicado al norte de la ciudad, sobre general se encuentran en el corredor del segundo la Lawrence y casi esquina con Broadway– emana historia. piso. Es decir, la mayoría conforma una laguna en Se inauguró el 15 de julio de 1926, con una capacidad para movimiento que rápido se transforma en río sin albergar hasta 8,000 personas. Ahí tocaron las grandes cauce, un cauce que va de la pista a las escaleras
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o de los balcones a los puestos de bebidas. El Aragon Ballroom es, además, un punto de encuentro para los hombres y las mujeres inmigrantes. De estos bailes surgen parejas de novios, y a nadie sorprende escuchar en algún hogar de Pilsen, de Cicero o de Aurora que los padres se hayan conocido en la pista del Aragon. El Trébol, a pesar de la presencia de tres o cuatro mujeres, que rebasan ya los cuarenta años, tiene el carácter de las cantinas de la provincia mexicana.
El Aragon Ballroom en pleno apogeo. Foto: cortesía del Aragon website.
Pues es un espacio netamente para hombres. Y en Pilsen hay infinidad de lugares como El Trébol; tan sólo a media cuadra encontramos Los tres Díaz y al cruzar la calle El 1040. Recordemos que hasta principios de los años ochenta el grueso de la migración era masculina y del campo. Y en Pilsen las barras adquirieron –y siguen teniendo– el carácter de las cantinas de los pueblos mexicanos en las que todavía a finales de los ochenta era posible leer a la entrada un letrero borroso que decía: “Prohibida la entrada a niños, mujeres y uniformados”. Las barras de Pilsen son espacios en los que la mujer obrera, la babysitter o la que se dedica a limpiar casas nunca frecuentarían; a no ser por las fiestas familiares, el esparcimiento para ellas se da obligadamente fuera del barrio y en el fin de semana. Las pocas mujeres que vemos aquí en El Trébol, incluyendo esta noche de cumpleaños, son las cantineras y aquellas a las que el beber se les ha vuelto rutina. A las siete y cuarto de la tarde se abre de par en par la puerta de El Trébol y la gente se orilla para que el pastel pase de la tienda a la barra. Como ya dijimos, el pasillo se libra con dos pasos, pero el presenciar así de repente y a media luz la barra en escuadra, los pocos bancos, la ausencia de ventanas, el refrigerador cilíndrico y octogenario, a la Japonesa en una esquina, a Fernanda destapando una cerveza, nos hacen sentir que hemos bajado
escaleras y que ahora nos hallamos en un basement. Los clientes, sólo por haber venido, son los invitados. En la mesa de honor está Diana con sus amigas. Frente a ellas hay un mapa que cubre por completo la pared: a la altura de La Florida “Como México no hay dos” y en el océano Pacífico “como Budweiser tampoco”. Es la segunda vez que se oyen Las mañanitas. Y esta vez corrieron por cuenta de un hombre de camisa roja a cuadros y unas patillas que alcanzan a cubrirle parte de las mejillas. Apenas terminan Los Traviezos, el de las patillas quiere que toquen la de “la trigueñita hermosa” y a señas invita a Fernanda, la cantinera. –El lesbiano no habla español ni inglés –nos dice Martín–. Pero, como yo, todos los días está aquí. –¿Cómo que lesbiano? –Así le decimos, que porque es de Albania. Y es cierto, la cantinera nos lo confirma tan pronto como terminan de bailar. El albano no es el único extranjero. Junto a Diana está una polaca, que ya con los años ha pasado a apellidarse Ramírez. Ahora, desde el pasillo, le piden al del tololoche “Bonita finca de adobe”. –Ésta la bailo yo –dice don José, que a pesar de la edad todavía medio gira y adelanta seguido la rodilla. Más acá, Martín se toma su segunda. Es el intermedio y en la pista del Aragon Ballroom se multiplican las parejas. Pero ni siquiera en el intermedio fluyen las palabras. La música del disc jockey sirve para camuflar la timidez. El sentido del tacto sustituye al verbo casi por completo: el “me gustas” es reemplazado por la fotografía instantánea y las rosas artificiales fosforescentes. Eso sí, no nos queda duda que el caos acústico del Aragon Ballroom es premeditado. El apresuramiento de palabras en altos decibeles sigue impidiendo el sedentarismo. De paso también se intenta evitar que alguien se acuerde de su soledad, claro, de su soledad de inmigrante. En los bailes pueblerinos de México, la soledad no acecha. En cambio, en las paredes y en los corredores del Aragon Ballroom se le presiente. Aunque se llegara solo, en los bailes del terruño se llegaba acompañado. Al Aragon, aunque se llegue acompañado, en el fondo nos presentimos solos. Y en la pista y en los corredores queremos marear con ruido esa soledad. Y si la soledad se asoma, siempre es oportuno el grito del animador: “¿Qué pasó raza de Durango? ¡No se me duerman ésos de Michoacán!”. La referencia repetida a Jalisco, Guerrero o Zacatecas, es un fastidio que calma... Los “Vivas” a tal o cual estado son para hacernos creer que no estamos solos: intentan rodearnos de otros. Aquí, una pregunta ansiadamente franca sería: ¿Verdad que no estamos solos, raza? Pero esa pregunta, paradójicamente, nos llenaría de soledad. Los globos de El Trébol ya no se miran tan obesos, las flores junto a la caja empiezan a marchitarse y las serpentinas batallan para mantener sus ondulaciones, que van de esquina a esquina. El cumpleaños de la Diana empezó el viernes y hoy martes se continúa. A Martín no le tocaba y ya va en la cuarta: “Es que rara vez se celebra un cumpleaños en El Trébol”. Nos cuentan que el viernes el mole y el arroz ya habían llegado; Diana regresaba de calentar las tortillas del restaurante que está “nomás al cruzar la calle”, y no se fijó. “¡Don Ramón, machucaron a la Diana!” Y hoy, luego de cuatro días en el Cook County, Diana regresa a culminar la fiesta. Las muletas, como si fueran sus guardias, están recargadas junto a la vitrola. En contraesquina no deja de abrirse la manija del viejo refrigerador. Entre las botellas abundan los santos, desde San Martín de Porres hasta la Virgen de Guadalupe pasando por Cristos de varios tamaños; las alargadas veladoras parecieran otras botellas entre el Seagram’s 7, el Herradura y la granadina. Del techo pende un casco de escafandra polvoriento que en lugar de rostro muestra un reloj detenido en las 8:40… El destape y el choque de botellas se intensifica. Y la música y el zapateo hacen que se asomen algunos que sólo venían por un six pack. “Es lo malo de pasar pa’ tras, a uno ya no le dan ganas de irse.”
Como decíamos, en el Aragon Ballroom todo está premeditado. Para los empresarios, el túnel ubicado a la entrada es como un pasadizo de aeropuerto. Y tal como en los aeropuertos, aquí también se encuentran souvenirs: de un lado, playeras de Los Ángeles Azules o de la Sonora Tropicana, CDs de la Banda Limonense o del Conjunto Primavera; del otro lado hay collares y pulseras de chakira, artesanía de plata, pipas de mármol o de madera... Luego de la revisión y de los puestos, el que asiste al Aragon entra al cuello del túnel, que es el espacio donde uno parece prepararse para un vuelo. ¿Pero un vuelo hacia adónde? Al fondo nos esperan la escalera de dos alas y el arroyo de jeans y de sombreros. Bajan ecos de música y murmullos. ¿Un vuelo adónde?, nos preguntamos de nuevo. Y subimos. Es un vuelo a la provincia, a la provincia mexicana, por supuesto. Y al dejar el último escalón se divisa ya la pista: espacio en el que se intenta ganarle el duelo a la nostalgia, a esa nostalgia que nos llega al sentirnos solos. Pero el vuelo es frustrado, no se logra. A pesar de los arcos de hacienda y del falso cielo estrellado, faltan las casas desperdigadas, el viento en la explanada y sobre todo la plática y la calma provinciana: el que aquí vende la cerveza es un extraño, no es Chema ni “El Picahielo”. Y para el bartender nadie es hijo de la Chilo ni nadie viene de Escanelilla o Pinal de Amoles o de cualquier otro pueblo o ranchería.
el cansancio acumulado durante 8 horas frente a la máquina o la línea; no hay sudor, sólo sus huellas. Se habla a media voz y la música de la vitrola parece no escucharse. Junto al lavabo, como una belleza primitiva, siguen inmutables el rostro y el cuerpo inmenso de la Japonesa. En la barra empiezan los cabeceos. En la tercera mesa, cabizbajo, alguien ya ronca. Y sólo hasta más tarde, con la llegada de Teresa, las voces vuelven a alzarse y Rogelio no pierde tiempo para sacarla a bailar: “la huella de tu canto echó raíces, Melina”.
En punto de las 9, en El Trébol se parte el pastel y se destapan las botellas de champaña, que son cortesía de don Ramón. Oímos las terceras Mañanitas. Pastel hay para todos, “que aquí se acompaña bien con la cerveza”. La champaña apenas alcanza para ellas. –¿Cuál le tocamos, joven? –dice el del bajo sexto mientras el del acordeón pasa tarjetas de presentación. Y al leer una de las tarjetas nos queda claro el nombre: se llaman Los Traviezos de Michoacán. –¿Entonces cuál? –La que pida Diana. –Déjame pagar ésta –dice don José–. Es que me anda pellizcando la mano. ...Y luego de tres piezas más, Los Traviezos se van. Lo que queda del pastel se reparte. Diana agradece; y con la ayuda de Fernanda y las muletas se despide. De las mujeres sólo queda en un rincón la Japonesa. El apaciguamiento deja ver los rostros. Sobre el efecto de las cervezas se impone
Una noche en El Trebol. Fotos: José Guzmán
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e pasé los 80 y parte de los 90 desgastando mis ya miopes ojos en la oscuridad de bares húmedos por el sudor desenfrenado de la música disco y por las corrientes de flujos sexuales de toda una generación que se sentía liberada bajo la omnipresente bola rotativa de cristal, la bola que nos adivinaba un futuro ficticio sin sida, sin prejuicios y discriminación, pero sobre todo, sin ropa… en la bola divina hombres pseudosaludables se admiraban los bíceps en medio de su exaltada algarabía, sacudiendo la pandereta en mano y girando al aullido de it’s raining men, hallelujah, mientras en la misma bola lasciva mujeres sueltas por el alcohol bailaban con los senos al aire para el regocijo voyeurístico de todos… era la época engañadora de Gloria Gaynor y su I will survive, de Sylvester y su you make me feel mighty real, de Diana Ross y su coming out, la época del renacimiento del glamrock embestido por el punk y el disco fever… en chicago era la época de oro de los antros gays… del dugan’s bistro en la dearborn, y después en la broadway, carol’s speakeasy en la wells, marylin’s en la clark e illinois, berlin en la belmont, christopher street y sidetrack en la halsted, ck’s en la broadway y paris dance en la montrose… aún no existían las salsa nights, pero ya existía la cueva en pilsen para los que necesitaban la transfusión de la confusión sexual vestida de vaquero, y para los que extrañaban el exhibicionismo tropical había un barcito llamado the factory, en la fullerton cerca de la elston, donde tocaban música del gran combo, hector lavoe, celia y la fania. allí predominaban los papis boricuas de humboldt park. por aquella época apenas nacía el gran caribe lounge, antro de antros en la sacramento y la palmer, refugio de mujeres y hombres clase obrera buenagente y bebedores de los fuertes. a todos esos lugares se iban los latinos a aullar en español a la par de mecano y una rosa es una rosa (…que ponte los zapatos de tacones y taconea…tacatá), y a imaginarse a bosé en la cama con su amante bandido. allí iban a lamerse las heridas de la homosexualidad reprimida y a detonarse después que la bola de cristal dejaba de girar en los bares anglos del downtown, y más tarde del boys’ town. después del despojo se iban a desayunar tacos por la 26, o alcapurrias y pastelillos a humboldt park antes de ir a visitar a la familia, “que no sabía nada”, durante el almuerzo dominical. ese baile comunal y salvaje más tarde fue reemplazado por los shows de las divas de tetas plásticas y los encuerados strippers que menean las caderas y se lamen los labios en exagerado frenesí… ya la cosa no era tan comunal, tan lujuriosa. ya no éramos los participantes en la orgía, los que nos exprimíamos en la pista con los ojos cerrados mientras la bola nos caía encima y ay, qué risa, qué delicia todos sus destellos explotándonos en la cabeza como confeti de carnaval. de pronto, de una década a la otra, nos convertimos en espectadores, en voyeurs de las fantasías ajenas, como la otra noche, que… …la otra noche bailando estaba con Lola y me dijo que se encontraba muy sola… Fernando Arbex, Los Brincos …She walked up to me and she asked me to dance I asked her her name and in a dark brown voice she said Lola L-O-L-A Lola Lo lo lo lo Lo - la… …Well I’m not the world’s most physical guy But when she squeezed me tight she nearly broke my spine Oh my Lola la-la-la-la Lola Well I’m not dumb but I can’t understand Why she walked like a woman but talked like a man Oh my Lola la-la-la-la Lola la-la-la-la Lola… Ray Davies, The Kinks
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Lola es nombre de mujer trágica y fatal. de mujer de esas que no tienen paciencia con la babosería e inercia de la mayoría. de esas que te suena un sopapo al primer fallo y te clava el tacón en el dedo gordo del pie si le tocas las nalgas al bailar apretado y aún no le has pagado. hay muchas Lolas en mi desleal memoria. la Lola adolescente de Los Brincos. la Lola fatal de los Kinks. la mexicana Lola Beltrán. la gitana Lola Flores. para llamarse Lola hay que tener los ovarios bien puestos, o en el caso de las aspirantes a Lolas de Lola’s, un bar de chavos con show de drag queens en la Western y la Augusta, hay que tener las pelucas y las uñas postizas bien pegadas. antes de que le suspendieran los shows a Lola’s en diciembre del 2003 por falta de la debida licencia, los travestis se dedicaban a la cultura pop y juvenil del momento –paulina rubio, yuri, ana bárbara, britney, beyonce–. por eso a mis inolvidables Lolas las sentías como espíritus burlones al mismo tiempo que las extrañabas por su ausencia en Lola’s. casi, pero no del todo, estas Lolitas se olvidaban de las divas hechas a la medida para ser imitadas… la dúrcal y la jurado, la beltrán, la lucía méndez precirugía…. ahora los chavos y chavas de Lola’s esperan su nueva licencia para principios de marzo del 2004 y están ya ansiosos por ponerse las plumas, el rímel y el make-up. mientras tanto bailan y gozan con la música popular en el túnel de Lola’s, por lo general los hombres los viernes y las mujeres los sábados, nos informa el amable bartender alex. ah, pero bueno, ¿quién será la mera Lola?, me pregunto mientras me acomodo en una de las mesas cercanas al bar junto a mi all-femme posse. ¿será aquélla de peluca rizada, o la rubia y flaquísima camarera, o tal vez la negra que en el otoño, cuando sí agarramos un show en Lola’s, me sorprendió después con un número doblando a la lupe? al rato, mientras pedimos tragos, por el rabito del ojo veo que el bouncer echa a un trío de ucranianos o polacos o rusos borrachos que se infiltraron por el radar de pelucas y pestañas postizas mexicanas paradas en la puerta… uy, qué uñas largas, querida… para arañarte mejor, pendejo… los eslavos desubicados se van resoplando entre plumas y un vaho de consonantes y vodka. en la pista una parecida a la yuri salta y brinca como rubia tonta que es. desde una mesa de esquina la miran absortos los padres y abuelos de un familión que celebra un cumpleaños. claro, estamos en el nuevo milenio y todos se ríen dichosos entre tanta alegría gay… a quién le importa lo que yo haga, lo que yo diga… yo soy así y así moriré, nunca cambiaré, chilla la mónica naranjo… en mi duelo yo sigo extrañando a la flores con su to los ombre son malísimo malísimo… tú lo que quier e que me coma el tigre mi carne morena, ozú. después de unas cuantas cumbias, quebraditas y saltaditas, el dj, que es straight, lindo y joven, le manda tragos a una de mis compañeras de mesa
entre los alaridos de la alejandra guzmán y quejidos de la paulina rubio. qué caballeroso el chavo, pero ella lo rechaza porque el muchacho le resulta casi un hijo. si ahora hubiera show, como la última vez, la negra se pondría a cantar a lo tina turner y después saldría un tipo cantando baladas del juanga, vaya, mientras un travesti lo acaricia y lo rechaza, lo abraza y lo empuja… sentado en medio de la barra vislumbro a un “soymacho”, que no es lo mismo que un macho de soya, rodeado de reinas de la noche. me pica la curiosidad porque todas las Lolitas que entran le rinden honores. le dan besitos al tipo y le sueltan maullidos de felinas trasnochadas en los oídos. se le sientan en las rodillas, le toquetean la camisa brillosa y le enredan las uñas acrílicas en los cadenones de oro que le embellecen el cuello… ¿será ése el lo lo lo dueño, o el dueño que se hace la loca, digo, la Lola? quién sabe, al fin y como sea es un papichulo de hembras dispuestas, sean falsas o verdaderas, un ídolo majestuoso entre su fanaticada, sinuoso y misterioso como verdadera Lola. y yo, que siempre tengo de hembra hambre y por eso me envuelvo de un magnífico harem propio de boquitas pintadas y mentes revoltosas, gozo del instante carcajeándome a los acordes de paquita la del barrio insultando a algún inútil de los que abundan por ahí. Lola’s no es tan oscuro como debiera serlo un antro, ni tan inquietante como se merece una perla nocturna, ni tan pegajosas sus mesas. pero como antro al fin la música es mala pero entretiene y marea, los tragos son caros pero emborrachan, los bailarines son jóvenes e ineptos, pero se despojan de sus secretos y se liberan con ganas. y claro, cuando la nueva licencia lo permita, las Lolas protagonistas y bien maquilladas le echarán ganas a sus puestas en escena como representantes de las artes plásticas que son. y después, cuando se apaguen las luces y la bola de cristal se estrelle en el piso, de sus añicos se elevarán todos tan reales, trágicos y humanos como cualquiera. ______________________________________ Lola’s Restaurant Bar and Show Lounge 1005 N. Western Ave. (773) 862-7208
nas horas de música electrónica en el Vision acarrean sus consecuencias: la mente se ve desbordada por un sinfín de imágenes, reales e irreales, entremezcladas. El estar ahí un sábado por la noche es ser testigo de pasiones, de cuerpos en movimiento y de personajes que parecen haber sido hechos para esa precisa noche. Es asimismo complacer al oído, por medio del insistente chasquido de beats, con un poco de techno o de house. Se entra al Vision por un pequeño pasillo con puerta de madera, descuidada y con manchas de pintura; no es raro que al abrirla uno sienta que puede derrumbarla. Después de esta puerta, se paga la entrada en otro pequeño pasillo a media luz. Ahí hay un hombre, detrás de un estrado y de una caja registradora que seguramente no funciona. Ya después me encuentro entre mesas, en medio de una barra y una pista de baile, sobre una plataforma de más o menos dos metros de altura. Recién pasan de las diez y la pista está sola. Nadie baila. La música se escucha a gran volumen y sólo hay algunas cuantas personas en las mesas. Prontamente me deshago de mi chamarra y me aventuro a recorrer el lugar. A un lado de la barra hay unas escaleras angostísimas, en forma de caracol, que conducen a lo que parece ser un sótano. Ahí se encuentran dos cuartos rodeados por enormes cortinas, con sillones pendiendo de cuerdas, con muchos cojines y mesas centrales. Además de estos cuartos, y yendo más adentro, hay una pequeña pista de baile, otra barra y más sillones dispersos. También en el sótano hay poca gente, algunas parejas en la barra y un pequeño grupo de amigos en uno de los cuartos. Nadie baila, así que subo por las escaleras de caracol mientras suena Hey Ya, de Outkast. Ya de regreso, detrás de la plataforma, encuentro dos escaleras que conducen a pasillos laterales, los cuales me llevan a otra entrada. Este es el lugar principal del club, parece un enorme sitio de descanso; la barra es mucho más grande que las dos de los pisos anteriores y hay muchas más mesas y sillones. En uno de los extremos hay un cuarto más pequeño en el que encuentro a los primeros personajes de la noche: una rubia En El Visions. Foto tomada de visionnightclub.com. Foto: Mr. Stacey
con velo y ramo de novia, rodeada de varios jóvenes; todos vestidos para una fiesta de gala. Mientras ellos ríen, me dirijo a la pista de baile en donde el techno se deja escuchar ya con gran ritmo y energía. Sólo baila una pareja, de más o menos cuarenta años; y por la forma en que ambos abandonan la pista, en que se sientan y en que sostienen su bebida, parecen ser de clase alta. Subo a uno de los pasillos, y una pareja de mujeres baila de una manera muy sensual. Me alejo de ahí para no perturbar. Desde aquí se ve la pista en panorámica. En este pasillo, además, se encuentran los personajes más importantes del Vision: los DJ’s, con sus enormes tornamesas y sus típicos audífonos. “Un DJ no es solamente un monta discos que cruza de un tema a otro” me dice uno de ellos. En realidad, un DJ es como un director de orquesta, la cual se compone de dos o cuatro cd players o tornamesas, una mixer y algunas veces un sintetizador o un sampler. Los instrumentos son los discos de vinyl o cd’s que llevan las melodías y los sonidos, y es responsabilidad del DJ hacer que éstos engranen sincronizadamente. En el Vision, los DJ’s se rotan todo el tiempo. Por eso, siempre hay algo nuevo que escuchar. Después tomo otro pasillo y, oh sorpresa, otra barra con todo tipo de bebidas. Ya a las doce de la noche hay un poco más de gente y vuelvo a dar otro recorrido al club. Y noto que el sótano es el lugar donde se reúnen los más jóvenes, pues lo que se escucha ahí es rock, hip hop y uno que otro éxito radiofónico. En la pista de la entrada la gente ya se ha amontonado, y todos bailan al ritmo de Born Slippy, de Underworld, algunos en pareja, otros en grupo y muchos otros solos. Las luces, que se mueven incesantemente, le dan al espacio una tonalidad futurista y exótica por las imágenes que nacen de todos esos cuerpos en movimiento; son imágenes creadas a través del traslado veloz de brazos y manos que dibujan figuras geométricas. De nuevo voy a la pista principal. Ya el hardcore techno suena lo bastante bien como para haber llenado la pista. La novia sigue rodeada por sus amigos, pero esta vez todos bailan. La pareja de cuarentones parece haber sufrido alguna clase de metamorfosis, ya que el desplazamiento de sus cuerpos se ha tornado frenético, y cualquiera pensaría que sí fueron hechos para bailar y disfrutar del techno. En medio del gran tumulto de gente un joven afroamericano, vestido con camiseta anaranjada, shorts color caqui, pañoleta en la cabeza y zapatos tenis, disfruta de la fiesta como nadie: va de un rincón a otro sin perder el ritmo y la sonrisa en su rostro parece ser eterna. La pareja de mujeres ha desaparecido y su lugar ha sido tomado por una de las bailarinas del club; ella sabe cómo acaparar la mirada de los que no bailan, pues su vestuario, muy ajustado, y su forma de bailar, tan acelerada, dejan a más de uno boquiabierto. El tiempo vuela en el Vision, y para cuando me
doy cuenta ya pasan de las cuatro de la mañana, pronto darán las cinco, la hora de cerrar. Nadie más que yo parece percatarse de esto, pues el club parece estar mucho más lleno que tres horas antes y las pistas siguen llenas de hombres y mujeres con ganas de más. Al fin de cuentas así es la música electrónica, así es el techno: nunca es suficiente. El techno surge un poco antes de los años ochenta. La banda pionera, originaria de Alemania, Kraftwerk, se valió de un sintetizador. Ya después surgieron otras bandas que lograron reforzar el movimiento electrónico, Depeche Mode o Afrika Bambaataa, por ejemplo. Hoy en día el techno sigue siendo una música al margen, es decir, fuera de las grandes compañías disqueras. Los DJ’s alrededor del mundo hacen su música y la regalan a cualquier interesado en escucharlos. Es así como han surgido
En El Visions. Foto tomada de visionnightclub.com. Foto: Mr. Stacey
los que ahora son maestros del movimiento, como DJ Tiesto, de Holanda, o Paul Oakenfold, de Inglaterra, que han llegado a obtener honorarios de hasta 500 mil dólares o más por un set y han reunido públicos que van desde los 100 mil hasta 500 mil asistentes, como el Love Parade, en Berlin, o el Street Parade, en Suiza. Salgo del Vision casi a las cinco de la mañana. Traigo la cabeza llena de figuras geométricas que van de lo sutil a lo sensual y a lo frenético; los personajes y la música techno se me vuelven una visión interminable. ______________________________________ Vision Night Club 640 N. Dearborn (312) 266.2114
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popular. Estuve con ellos entre unos cuatro o cinco años, pero luego de este grupo empecé a tocar con otros de bossa nova. ”Mis amigos de esa época me pusieron en contacto con la música de Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane, Art Blakey’s Jazz Messengers. Y como tenía la influencia latina ya estaba todo arreglado. Me vine a Chicago porque aquí había una escuela de música, en la que me matriculé. Ahí conocí a Alejo, en 1976. En esa época, no había nada de jazz latino en esta ciudad; por eso nos consideramos los precursores de este estilo en Chicago”. Mimi, la bartender, enciende un cigarrillo. La veo reflejada en la botella de vodka Belvedere. Ella nos mira desde sus gafas, que le empequeñecen los ojos cansados. Alejo y Geraldo, en cambio, están animadísimos. –¿Con qué grandes leyendas de la música han –Alejo, ¿cómo fue que te iniciaste en el jazz latino, y cuáles compartido escenario y cuáles son sus influencias? fueron tus influencias? AP: Bueno, tuve el privilegio de haber tocado y AP: Bueno,en realidad empecé como rockanrolero a princigrabado con Dizzy Gillespie. También he tocado con pios de los sesenta, y no fue sino hasta unos años después que Joe Williams, James Brown y Lionel Hampton; últicomencé a escuchar jazz y música brasileña. Los jazzistas que mamente he trabajado en un disco de Aretha Fransolía escuchar eran músicos como Miles Davis, Dizzy Gillespie klin y en cinco o seis de Ramsey Lewis, que también y Charlie Parker. Empecé a tocar a la edad de catorce años. es un músico reconocido. He participado en la graYo andaba viajando por Centroamérica con diferentes grupos de rock, hasta que me mudé a la ciudad de Lima, donde conocí bación de más de cien discos en mi carrera. ”Volviendo a lo de mis influencias, me acuerdo a unos músicos argentinos y uruguayos que tocaban jazz; agaque a los catorce años de edad vi una película titularré un trabajo con ellos (que eran mejores músicos que yo), da Música y lágrimas, que trataba sobre la vida de me pusieron debajo de su sombra y fue así como nació mi Glenn Miller, y ahí amor hacia el jazz. estaba Gene Krupa, ”Llegué a los Estados que era un baterista Unidos en 1965, a los 17 fenomenal; eso me años de edad. Toqué con encantó y me dije: diferentes grupos de jazz, quiero tocar así y luego de una gira por la batería. Otra inSudamérica vine de nuevo fluencia fue de en 1970, acá precisamente, Louis Armstrong, a Chicago. Yo he sido muy a quien vi también afortunado, ya que he estaen otra película.” do siempre al lado de múGO: Yo tuve el sicos de calidad. Gracias a honor de haber traellos, mi nombre en bajado con Aretha Chicago tiene su peso.” Franklin en el FesEl entrechocar de los tival de Chicago. vasos se extingue poco a Luego, también con poco. Es hora de cerrar y ella, en el Chicago los encargados nos miran Theater. Pero mi con impaciencia. La parafimayor honor fue na está por consumirse en haber tocado con las mesas. Le pido a Gerarel baterista más do de Oliveira, percusioAlejo Poveda y sus congas. Foto: cortesía de Alejo Poveda y sus congas reconocido del nista de la banda, que me mundo, Buddy Rich. cuente su experiencia: Todos los músicos querían tocar con él, y yo tuve la GO: Bueno, yo empecé a dedicarme a la música a la edad oportunidad de participar en la grabación de su últide 13 años; mi tío tocaba el saxo, tenía una orquesta de jazz y mo disco, esto muy poco antes de su muerte. tocábamos cosas de Glenn Miller. Como vivíamos en Brasil, ”Y en cuanto a mis influencias, son más que también tocábamos música de Pérez Prado y de Mongo Santamaría. Tuve suerte porque teníamos repertorio tanto americano nada bateristas y percusionistas latinos: Gene Krupa, Mongo Santamaría, Tito Puente y Ray Barreto. Otra como latino, y a veces las personas que hacían los arreglos gran influencia fue Santana, aunque no sea jazz sino mezclaban estos dos estilos y de ahí me fui dando cuenta de un rock más sofisticado; Santana fue el que nos abrió lo que era el jazz latino; yo tocaba jazz latino sin saberlo, las puertas al fusionar rock con ritmos latinos. Tamporque tocaba piezas americanas con ritmo de cha-cha-chá bién otros precursores de percusión dentro de los o de mambo. Pero lo más triste fue que después de un año el Estados Unidos fueron Airto Moreira y Flora Purim, grupo se separó, y comencé a tocar en un grupo de rock muy a noche está finalizando y los contragolpes y batuqueos se entremezclan con aquel saxo que revolotea sobre el ritmo firme y fiel de la percusión. Los arpegios de la guitarra van muriendo ante el redoble cada vez más brusco de la batería, hasta su sorprendente desenlace en que la gente aplaude estremecida. Así son las noches de cada viernes en el Andy’s, con el ritmo prolijo que el sexteto liderado por Alejo Poveda nos baja del cielo, hasta que el alcohol hace levitar los cuerpos y la sonrisa se convierte en una mueca firme y sincera. Después del set, charlo con Alejo Poveda y Geraldo de Oliveira, quienes, bien firmes en el escenario, cada viernes nos deleitan con su actuación en la que destacan sus orígenes. Alejo, de Costa Rica, y Geraldo, de Brasil, son considerados precursores del jazz latino en la ciudad de Chicago. Ambos rechazan el trago que les ofrezco porque no beben. Optan por el H2O.
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ambos brasileños y muy creativos, y que llegaron a tocar con Miles Davis.” El bar ahora se ve desolado, cosa extraña cuando te acostumbras a verlo todo el día invadido de voces, con vasos llenos y una que otra copa de martini con una oliva estancada en su fondo; también es la primera vez que noto la oscura madera del bar, luego de ser rociada por un Lysol. Alejo se ve cansado, prosigue a darle la última pitada al cigarrillo, que luego muere aplastado por su dedo índice en el portavelas de cristal al no tener a mano un cenicero. Geraldo, por su parte, bebe agua dejando sus bigotes húmedos y sus ojos contemplando cada comentario de Alejo. Les pregunto: –¿Cómo fue que del jazz americano tradicional surgió el jazz latino? ¿Quienes fueron los responsables? AP: Yo creo que Dizzy Gillespie fue uno de los primeros que empezaron a mezclar música afrocubana con jazz, esto a mediados de los años cincuenta. Él motivó al percusionista cubano Chano Pozo y a su hermano Chino a tocar jazz pero con ritmos latinos. El jazz americano tiene un ritmo bebop, más swing, que se compone por trecillos. Hay que tener en cuenta que el jazz es proveniente de ritmos y cantos africanos de las tradiciones religiosas, traídos a América en la época de la esclavitud. Pero es con Chano Pozo que se introduce un instrumento que hasta entonces era ajeno a la tradición jazzística: la conga. Este sería el inicio del jazz latino, que se destaca por su ritmo más marcado y que se ha expandido al incluir estilos de seis por ocho. En resumen, el jazz latino se compone de una mezcla de bebop y música afrocubana. Alrededor de los años cincuenta, se dio una evolución musical al interior del jazz; los músicos latinos de Nueva York se presentaban en lugares como The Palladium Club; me refiero a figuras como Mario Balza,Tito Puente, Machito, Tito Rodríguez, que llegaron a sobresalir entre el público estadounidense. La manager, al escuchar que estamos intercambiando palabras en español, nos grita detrás de la barra quizá la única palabra que sabe: “¡Ándale!” Los músicos y yo nos vemos invadidos, pero proseguimos. Le pregunto a Alejo: –¿Qué le diría a un joven hispano que viene a probar suerte, ya sea en el ámbito musical del jazz o en cualquier otra expresión artística? AP: Primero que aprenda el idioma, porque si no, corren el peligro de encerrarse en su comunidad sin saber lo que es la sociedad norteamericana. Pero para cualquier joven lo más importante es dedicarle tiempo a la música: trabajar, estudiar, ensayar, o sea que trate de agarrar lo que pueda de esta sociedad al tiempo que alimenta su corazón latino. Es importante relacionarse con músicos, ir a clubes, establecer contactos... La cinta dejó de correr en la grabadora. Fue ahí cuando se determinó el final de este encuentro. La bartender, Alejo, Geraldo y yo salimos corriendo hacia la puerta del Andy’s luego de que la manager activara la alarma del lugar. La puerta se cierra y las luces se apagan. Nos despedimos.
Música afropuertorriqueña en el Batey Urbano
movimientos del bailarín en un colorido repiqueo. La plena, cuya energía irradia de los panderos, también ha sido integrada al repertorio del bombazo mensual de Tito Rodríguez y Africaribe. Tito Rodríguez, director musical de Africaribe, ha dedicado 25 años de su vida a la música afropuertorriqueña en Chicago. Gracias a su trabajo y el de otras agrupaciones como Nuestro Tambó y Grupo Yubá, los ritmos de bomba y plena forman parte integral de la cultura boricua en Chicago. Después de ser miembro fundador del Ballet Folclórico Joe Rendón disfruta de una intensa descarga en "The Art of Sports". Foto: cortesía de Omar Torres Yucayeque en 1982, Tito Rodríguez comenAfricaribe celebra un bombazo todos los meses zó a trabajar para el Centro Cultural Ruiz Belvis, en el Batey Urbano. Ubicado en el corazón del badonde se dedicó a fortalecer el concepto de la bomba rrio, el Batey Urbano es un proyecto del Centro en Chicago, estableciendo un intercambio directo con Cultural Juan Antonio Corretjer que sirve de esmúsicos puertorriqueños que residían en la isla. Perpacio de expresión para jóvenes interesados en la cusionistas como Félix Díaz y Luis “Chichito” Cepepoesía y el hip-hop. La convivencia de la bomba y da de Los Pleneros del Pueblo, realizaron diversos el rap en el mismo espacio ha despertado la curiositalleres de baile y percusión en Chicago y encaminadad de muchos jóvenes de la comunidad, quienes ron el Taller de Bomba y Plena del Centro Cultural además de desarrollar sus talentos de improvisaRuiz Belvis. El grupo profesional Yubá es el resultación al compás del hip-hop, no es extraño que agardo directo de este taller. Con casi 12 años, Yubá es la ren un tambor de bomba y participen en las activiagrupación más antigua de bomba y plena en Chicadades de Africaribe. Las clases de percusión y baile go y se distingue por ser el primer grupo latino de la de la Academia de Africaribe se imparten en triciudad en participar en Dance Africa (1996). mestres de otoño, invierno, primavera y verano. La semilla de Tito Rodríguez ha dado fruto en la Algunos de los músicos del grupo se desempeñan ciudad de los vientos, no solamente por la iniciación como instructores en este proyecto, donde un de Yubá, sino por servir de inspiración a un número trimestre de ocho semanas de percusión o baile creciente de boricuas de todas las edades que ya se cuesta sólo 35 dólares. dan a la tarea de preservar la cultura y mantener el Al hablar sobre el papel que juega la comuniintercambio entre la isla y la diáspora. La organización dad en el concepto de Africaribe, Rodríguez afirAchiote: Encuentros Afrocaribeños es resultado de esa mó: “El desarrollo comunitario para mí es esencial. inquietud cultural, artística y musical que Tito ha Mi lucha política es mi lucha cultural. El rescate de logrado inculcar en muchos jóvenes. Dedicada a la una identidad a través de la cultura es muy imporpromoción de la música afrolatina, Achiote surge de la tante, y el día que dejemos de incluir a la comucolaboración entre la revista cibernética Agúzate.org y nidad y pasemos a ser un grupo de espectáculo, el grupo local de bomba y plena Nuestro Tambó. prefiero hacer nada”. Africaribe, el más reciente proyecto de Rodríguez,
En estos tiempos de alerta máxima, la palabra “bombazo” podría incomodar a muchos, pero los bombazos que se forman en el Batey Urbano (2647 W. Division) son explosión de ritmo y movimiento. La comunidad siempre es parte de esta excusa mensual para el canto y el baile al ritmo de bomba. Los buleadores mantienen el ritmo general mientras el primo traduce los
es una organización sin fines de lucro, con una academia, talleres y diversos programas de servicio y educación para la comunidad. Además de ser director de Africaribe, Tito trabaja a tiempo completo en calidad de director del Centro de Historia, Arte y Cultura de ASPIRA.
alsa y jazz latino en “The Art of Sports” Joe Rendón, conguero veterano de Chicago cumple su tercer año en The Art of Sports (2444 W. Diversey), donde se reúne lo mejor del talento local y participan jazzistas y salseros en una de las descargas más intensas de Chicago. Rendón, músico chicano que comenzó a tocar la trompeta a los 15 años, describe su pasión por la música afrocaribeña haciendo mención de las innovaciones rítmicas de Carlos Santana, Mongo Santamaría, Eddie Palmieri y Fania All-Stars. Hoy Rendón se destaca como uno de los principales congueros de Chicago. –Joe, ¿cómo surge en ti la idea de las descargas? –El dueño del The Art of Sports, Arturo Mora, nos dio el espacio hace tres años y cada uno de los músicos aportó una canción para crear un repertorio. Así comenzamos a reunirnos un domingo sí, un domingo no. Poco a poco comenzamos a invitar a otros músicos, y hasta el día de hoy no hemos ensayado ni una sola vez. The Art of Sports es un espacio para experimentar y compartir con otros talentos de diversos géneros. Me encanta tocar con gente que no se olvida de las razones que los llevaron a ser músicos. Aquí todos sabemos pasar un buen rato. En las descargas de The Art of Sports se logra una evidente complicidad entre fanáticos de la música bailable y entusiastas del jazz. Matt Lewis, una de las principales trompetas de Alan Gresik’s Swing Shift Orchestra suele darse cita en el diminuto antro para experimentar con el grupo de Joe Rendón, donde se fortalece el vínculo entre el jazz y la música afrocubana iniciado por Dizzy Gillespie, Mario Bauzá y Chano Pozo a finales de los cuarenta. No obstante, a pesar de incluir el elemento clásico en casi todos los temas, los domingos en Art of Sports se caracterizan más por lo progresivo que por lo tradicional. La diversidad y el dinamismo del grupo ofrecen innumerables oportunidades para desarrollar un repertorio variado, que va del jazz, al jazz latino y del jazz latino a la “salsa dura”. Tal vez una de las cualidades más singulares de esta reunión quincenal es el protagonismo de la base rítmica y la percusión. Las descargas de Joe Rendón siempre cuentan con baterista, timbalero, bongosero y conguero en todos los temas. El cambio constante de instrumentos entre los músicos crea un sonido totalmente nuevo para cada tema. El timbalero toca las congas, mientras el conguero toca el bongó y Papo Santiago, voz principal del grupo, ondea entre la improvisación vocal y los más increíbles solos de flauta y saxofón. Aunque la mayor parte del repertorio de Joe Rendón cae dentro del jazz latino, su colaboración con Santiago, pregonero puertorriqueño y ex miembro de “La Terrífica” de Ponce añade números bailables a la lista de temas. El talento improvisador de Santiago y la explosiva sección rítmica logran complacer al más exigente fanático de la salsa clásica.
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Amante de la aventura, llegó a Chicago en 1986 con todo y guitarra, pero no fue sino hasta principios de los noventa que se incorientras Ramón Marino arregla y afina el equipo de sonido, poró a las peñas de estos lares. Desde entonlos primeros peñófilos comienzan a ocupar la barra, luego ces ha rodado con su guitarra like a rolling las mesas y, por último, los pasillos de la Décima Musa. Los comenstone por varios antros y universidades. sales se reconocen e intercambian apretones de manos, miradas inquisitivas, y los más cercanos se saludan de abrazo y beso. Cada jueves es No fue sino hasta hace un año que se acomodó en la Musa. A pesar de que ya lleva sus a“como si hubiera sido apenas ayer”. Y es que cada jueves es noche de ños cantando, a Ramón le interesa más transpeña y ni el frío del invierno ni el abrumador acoso del patrullaje mitir el mensaje de las letras que el cantar. asusta a los intérpretes ni a los espectadores. Aquí el que no tiene Él es partidario de la causa y la define a talento se lo inventa y sin pudor ni miedo al ridículo se encamina al manera de manifiesto: “La causa es defender improvisado estrado. Los resultados artísticos se mueven sin parámela igualdad para la gente, y como dijo el Ché: tros y sin más pretensiones que alcanzar unos minutos de fama entre ‘Decir las injusticias que pasan contra cuallos cuates. Bueno, no todos, al menos no Ramón que es quien controla quiera del mundo’. Ésa es la causa”. el amplificador y acompaña con su guitarra a quien la cerveza o el deEn la Musa, Ramón encontró un espacio samor lo lleve hasta el desgarramiento o el desafine total. para cantar esa causa con su guitarra y el Ramón es un veterano en este oficio y con parsimonia capotea espacio es como su casa, como también lo ha los comentarios y peticiones del público alebrestado: sido de muchos más durante veintidós años. –Ya échate una que te sepas –le grita uno. Este restaurante, ubicado en el corazón de –La vida no vale nada –le sugiere otro. Pilsen, se ha vuelto un punto de referencia –¡Eso crees! –Responde él. entre estudiantes, bohemios, pintores, músi–Yolanda. cos, activistas políticos y, ahora también, mup–¿Cuál otra?, ellos ya pidieron las tres que les tocan. pies (Mexican urban professionals). En 1982, las dueñas abrieron las puertas de este restaurante como un lugar que ofreciera “opciones en la vida, tanto para mí como para mi socia Carmen Velásquez”, comenta Rosario Rabiela. “Pero al mismo tiempo queríamos un restaurante que significara algo para nosotras y también para la comunidad, pero más que eso para la mujer.” “Y creo que en la Décima Musa después de dos décadas logramos nuestro propósito”, continúa Rosario. “Porque es un lugar único. Toda la gente puede venir y no importa su Ramón modifica el amplificador mientras los jóvenes se ejecutan un reggae. Foto: José Guzmán ideología, no importa si vienen nada más a tomarse un café o a charlar o a discutir En los pasillos se habla de anarquismo, de libros, de celulares, cualquier tema que se les presente. Hemos de universidades, de documentales, de ligues y hasta de avioncitos tenido muchos eventos, inclusive aquí coaerodinámicos de papel. Mas Ramón aprovecha e intercambia expemenzamos a celebrar el Día de la Mujer desriencias con los jóvenes interesados en conocer más sobre la trova, de el 8 de marzo de 1982.” Quizá uno de los del mismo modo que él lo hizo cuando tenía trece años. Recuerda. “Recién había pasado aquel otro once de septiembre del setenta y tres. eventos que más se recuerden dentro de la Musa fue la firma de la Ordenanza Municipal En la secundaria habían organizado un homenaje a Salvador Allende 185-I, que firmó el alcalde Washington para y ahí canté Aleluya, de Aute.” Ramón creció bajo la influencia de un que la policía de la ciudad no le pidiera docutío que le regalaba discos de Soledad Bravo, Víctor Jara y Quilapayún. También se adoctrinó a temprana edad leyendo las caricaturas corrosi- mentos de residencia a los conductores. Para muchos, Pilsen y la Musa son sinónivas de Rius: El A, B, Ché, Cuba para principiantes, etc... Su amor por las mos de cultura. El artista Miguel López Lemus, cuerdas tiene un inicio más mundano. “Yo empecé por envidia, porpor ejemplo, en una conferencia en España que había un compañerito que tocaba la guitarra. Él tomaba clases afirmó que uno de los pocos lugares donde particulares y en la clase de música lo pasaban al frente. A mí me se podía ver un espectáculo cultural en Pilsen daba rabia y me dije: ‘voy a aprender, voy a tocar mejor que él...’”.
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era la Décima Musa. Lo que sucede es que en nuestros días el concepto de “cultura” se ha puesto por encima del de “las bellas artes”. Mientras adentro del restaurante los jóvenes se exponen a otro tipo de música y expresan los gustos musicales de su época, afuera los jóvenes pandilleros son fichados por la policía. Últimamente, la vigilancia policíaca se ha incrementado, las patrullas pasan y pasan al ritmo de “eternamente Yolanda...”. “Hace como una semana”, comenta Rosario, “la policía tomó videos a los jovencitos que pertenecen a ciertos grupos. Pero la policía a mí ya no me hace la vida imposible. Las patrullas, por ejemplo, si te estacionas un poquito dentro de la línea amarilla, te dan una infracción de veinte dólares. Está lleno de patrullas. Acosan a la gente para que se vaya. Ya no nos quieren aquí.” Por muchos años se ha hablado del gentrification de Pilsen o la reurbanización del barrio, si se prefiere maquillar el mismo concepto. La expansión de la Universidad de Illinois ya es historia; la venta de condominios en la Halsted ya dejó de ser un acontecimiento; la reciente adquisición del Thalia Hall para construir condominios de un cuarto de millón de dólares en la Dieciocho ya es un hecho. “Pilsen, tan lejos de Dios y tan cerca del Downtown”, rezaba un graffiti en una señal de la Dieciocho. Así como año con año retornan de los suburbios los antiguos vecinos polacos y checos a dar gracias a las iglesias del barrio, ahora comienzan a regresar o vienen por primera vez los mexicanos de fuera de Pilsen a pasarse una noche de música en la Musa. Adolfo Ibarra no sabía de la existencia de la Décima Musa. El jueves por la noche regresaba de trabajar de la tiendita donde es stock boy. Sus cuates le llamaron y le dijeron, “descuélgate a la Dieciocho que hay onda”. Adolfo vive en el suburbio de Cicero y llegó apenas hace dos años; por el momento también está tomando clases de ciencias en el Morton College, pero su anhelo es estudiar medicina en UIC. Ya en la Musa se animó por primera vez a sumarse al coro que tartamudeaba una de esas canciones rancheras que se aprenden entre chela y chela. De volada destacó su voz, y al finalizar la audiencia estalló en aplausos. Le pidieron otra. Agarró la guitarra con la misma confianza con que me imagino que estiba las cajas en aquella tiendita de Cicero donde pasa más de ocho horas al día. Es su primera vez en el escenario, pero menea al auditorio a su antojo con una rola de su carnal El Chemo: “Tú que eres tierna mas no muñeca / ¿quién mejor que tú para encender mi corazón lluvia fresca?”. Dice que es de Durango y que su familia es rara porque no usa sombrero, y aunque nunca estuvo en la capirucha conoció su música. Recuerda los nombres de Mesa, López y especialmente el del Filósofo del Nopal, Rockdrigo: “Yo me acuerdo que cuando estaba pelón, me veía más cachetón...”. Y Adolfo siguió cantando covers y los bien letrados en rock urbano le siguieron la melodía y las letras hasta que frenó de golpe y recriminó a los improvisados coros:
cumbre, ha siglos engendró el anhelo / de –Fuck this shit! ¡Aquí no se cantan fuckromper las nubes... y tocar el cielo / ...’”. ing covers! No somos nadie –dijo y colgó la Si para algunos el tiempo le ha torcido el guitarra. Pero el carisma y el entusiasmo lo cuello al cisne de Rubén C. Navarro, para regresaron al micrófono por un ratón más. –Ése es bueno –me comentó Martín otros, la memorización de poemas y la Manteca–. Como ya dije antes: Si uno no la buena dicción, todavía refleja la buena forhace a los trece años, ya no la hizo. mación académica que se impartía en las Y Adolfo no antiguas escuelas metiene trece, pero sí xicanas. “...¡Ya no rezo diecinueve, y desal Cristo de mi cabede los trece le rascera...! / ¡Ya no rezo ca a la guitarra. al Cristo... que jamás Martín es un oyera / los desgarrajoven y viejo comientos de mi nocido activista corazón.” del barrio. Ha “Tanto tiempo sido protagonista disfrutamos de este de más de una amor / nuestras almas causa y conoce el se acercaron tanto así / teje y desteje de que yo guardo tu lo que sucede sabor, / pero tú llevas en estas calles. también sabor a mí...”. Recuerda la lucha Ahora Diana Hinojosa en la que partiinterpreta el bolero y cipó para que no aunque no canta trova se cerrara la igleni rock, también se sia de San Fransuma a la fiesta cantancisco de Asís. do huapangos y bole“Nos metimos a ros. Quizá será el estilo la Asís y estaba o la experiencia biculbien pinche frío, tural, pero su voz se Peñófilos de corazón. Foto: José Guzmán man! Ahí nos doresconde entre covers míamos con todos de Lila Downs, y navelos paisas...”. gando entre el inglés y español se dirige a En un momento le pregunto por el mítisus groupies: co Boggie: “C’mon, I know you like this part: ‘Si me –Ahí vivía atrás de la huerta, yo lo cohablan de ti muchachita /.../ diles que yo nocía. No’mbre, si te contara. Aquí en el soy tu negro santo / yo soy un feo que sabe barrio hay un chingo de fantasmas. Sí, cóamar / con todo su corazón, que te quiere mo no va a haber; yo conozco todas estas de verdad...’”. calles, todos estos chamaquitos. Fíjate, uno Y es que mientras sigan faltando espanace mexicano y a los tres días lo vuelven cios en Pilsen para tomarse un café, una católico, luego te confirman sin preguncerveza, escuchar a una sindicalista centarte. Te vienes, cruzas la frontera y te troamericana o a un poeta de paso por la vuelves wetback, grasser, chicano, pocho... ciudad, o bien, ver un documental que ¡Está cabrón! jamás llegará a las salas comerciales, la Se hace tarde y después de una BoheDécima Musa seguirá brindando cada mia, el declamador casi oficial se le acerca jueves una rara sorpresa que asalte al al em si. tedio del precoz fin de semana. “Ramón, dame chance” pide César... “Siempre he querido que cada momento de __________________ Décima Musa mi vida sea espiritual. Y este momento no 1901 S. Loomis es la excepción. Ésta es una poesía de... de (312) 243-1556 qué importa quién. Aquí les va: ‘Cuando estaba solo... solo en mi cabaña / que construí a la vera de la audaz montaña, / cuya
n citysearch.com, un sitio web que reseña restaurantes de Chicago, hay una pequeña nota que dice lo siguiente acerca de El Ñandú, restaurante argentino: “No es el mejor. En pocas palabras, la comida aquí no es buena. Las empanadas están bien, pero para los precios de ese barrio (se refiere al Logan Square yuppificado) el pollo y la carne no están a la altura. Aunque un poco de sangría y unas empanadas nunca vienen mal”. Y luego pasa a llenar un par de categorías: ¿Lo sientan a uno rápidamente? Sí. ¿Hay que hacer reservaciones? No. ¿Romántico? No. ¿Buen lugar para niños? No. ¿Buen lugar para llevar a un grupo de gente? No. ¿El cliente recomendaría el local? No. Si es así, ¿cómo es que a las diez de esta noche de jueves El Ñandú está a reventar? ¿Por qué la gente bebe y come y se divierte a sus anchas y un tropel de comensales se ha apoderado de cuatro mesas y otro grupo de personas espera cupo en el bar? ¿Es la guitarra de Armando Álvarez o la voz de Pablo Larrazábal, que se eleva seductoramente por encima del bullicio? Si no es eso, entonces ha de ser el servicio esmerado de Ricardo, Gerardo, Martín y Jaime, los tres meseros y el cocinero, que más que esmerados son eficientes de tanto repetir el heroico acto de satisfacer al tropel de clientes que atesta el restaurante cada jueves. Y si no es eso, entonces será el decorado parco que poco ha cambiado a lo largo de 14 años, o tal vez las pinturas y fotografías anónimas que desde siempre han colgado de las paredes de ladrillo y que en algún momento serán reemplazadas por otras igualmente anónimas. Y si todavía no es eso, forzosamente tiene que ser Miguel Bustos, dueño del local, hombre pequeño, de mirada fija y frases cortas, fundador de la tradición que el reseñador del párrafo anterior obviamente desconoce. Sí, El Ñandú está lleno porque hoy es jueves, y casi todos los jueves que este restaurante ha vivido han sido destinados a la peña.. “¿Y esta peña qué tiene de especial?”, pensará algún incauto. “Muchos otros restaurantes tienen peña y no se llenan tanto como éste.” Sí, pero ésta es la peña original, la de la buena suerte, porque cuando Miguel Bustos decidió hacerla, el destino también decidió ser generoso con él. Para entender mejor esta simple oración, viajemos al pasado. Diciembre de 1977. Miguel Bustos llega a Chicago con su esposa Rita y su hija Michelle. Aunque huye de algo claro –la Argentina de Videla y los inicios de la guerra sucia–, su futuro en el nuevo país es incierto; elige Chicago únicamente porque su suegro ya ha abierto brecha. Pasan seis meses y su visa de turista expira. Entonces Miguel se sumerge y desaparece entre la fragua y el sudor de los inmigrantes que viven en la ciudad de los hombros anchos. Como todo buen inmigrante, se inicia en el American way of life trabajando en la industria restaurantera. Primero se mueve en varios locales del aeropuerto O'Hare. En 1979 aparece como mesero de El Criollo, restaurante que queda justo debajo del puente de la Metra que corre sobre Fullerton, entre Ashland y Damen, y que en 1985 desaparece en el mismo anonimato con que vivió. Ese mismo año Miguel da por terminada su iniciación en la servidumbre y se arriesga a abrir su propio negocio: Los Gauchos, restaurante ubicado cerca de Clark y Diversey, que responde a la revitalización de la zona de aquellos años. Es uno de los pocos restaurantes “étnicos” de Chicago, ciudad que empieza a despertar ante el multiculturalismo y el afán globalizante del nuevo orden mundial. En pocos meses Los Gauchos se
Adolfo Ibarra y sus cuates. Foto: José Guzmán
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convierte en un hit culinario. Pero la fértil empresa termina en 1989, cuando Bustos decide que ya no quiere seguir pagando la renta tan alta del barrio revitalizado. Miguel estudia las opciones que tiene. A un par de millas hacia el oeste identifica un edificio de tres pisos, decrépito y barato. Le gusta la ubicación, 2731 West Fullerton; le gusta también el hecho de que haya parques y canchas de basquetbol enfrente, así como pocos negocios al lado. Le gusta además que sobre la Fullerton hay suficientes espacios de estacionamiento para el negocio que piensa abrir. Pero lo que más le gusta del local es el precio, que es bastante bajo porque se encuentra en las márgenes de Humboldt Park y Logan Square, dos barrios desprestigiados por la droga y la violencia. El Ñandú abre sus puertas en junio de 1990, en la planta baja del edificio que ahora luce rehabilitado. Tiene doce mesas, un pequeño bar con pocos licores y un repertorio culinario donde las empanandas son la estrella del día. Los primeros clientes son amistades de Rita, que se mueve en los círculos de las organizaciones humanitarias y políticas que pululan en la ciudad. A pesar del apoyo de esos primeros clientes, en agosto del mismo año Miguel decide montar la peña de los jueves, para atraer a un público más amplio. Es un golpe de suerte, porque responde a los vaivenes de la comunidad latinoamericana de Chicago, que en esos años empieza a hacer sentir su presencia. Desarraigados y poco unidos, muchos latinoamericanos, en pos de un lugar donde reunirse para rememorar su pasado común, comienzan a converger naturalmente cada jueves en El Ñandú. Ahí se identifican con las canciones de Zitarrosa y Yupanqui que Rita canta frente al bar, o si no con
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la guitarra de Armando Álvarez, joyero chileno que alguna vez tocó con los Ángeles Negros. A pesar de que esto sucede simultáneamente con la apariEn el Ñandú. Fotos: Ricardo Armijo ción en la ciudad de restaurantes similares a El Ñandú (latinoamericanamente “étnicos”, que ofrecen música “auténtica” cualquier día de la semana), los uruguayos, guatemaltecos, venezolanos, mexicanos, colombianos, dominicanos, argentinos y ecuatorianos que respondieron inicialmente al llamado de Miguel, siguen llegando religiosamente cada jueves. Y es porque El Ñandú tiene la peña original; todas las otras peñas de Chicago han resultado ser meras copias; por eso tienen poco poder de convocatoria. Los fieles han acudido al restaurante cada jueves porque buscan lo mismo: la nostalgia. La nostalgia manifestada en el español, que flota y se preserva entre sus paredes, en la música de José José, Camilo Sesto y Leonardo Favio, en la característica única del local de reunir a tan variopinta clientela. A pesar de que entre los clientes hay una gran diversidad de nacionalidades, generaciones y poder adquisitivo, a todos los llama la misma cosa, algo que podríamos llamar “recuerdo colectivo” o “pasado común”, y por eso se aguantan mutuamente dentro del mismo local. Los jueves uno ve a inmigrantes, miembros de la vieja escuela, compartiendo la misma mesa con latinos mucho más jóvenes que ellos, nacidos aquí y de más recursos económicos; o si no ve a chilenos charlando con peruanos, cuando en América Latina ambos son víctimas de su historia de guerras, y por prejuicios nacionalistas optan por no dirigirse la palabra. Según Bustos, el secreto está en que su restaurante nunca ha enarbolado ninguna bandera para dedicarse exclusivamente a la clientela de un solo país. “La gente no viene a ver el espectáculo”, dice. “Sin importar de qué países provengan, vienen a participar en el ambiente, a escuchar la música de Armando y de Pablo, a pasar un rato agradable. El Ñandú siempre logró tener atmósfera. Las empanadas y la peña han sido los ingredientes principales, y la música, claro está”. Con la tradición que ha establecido en el transcurso de 14 años, El Ñandú se ha convertido en un verdadero antro, en la acepción más antigua de la palabra: cueva o guarida donde uno encuentra
refugio de las inclemencias del mundo ancho y ajeno. Este territorio común no sólo se llama El Ñandú, sino también Chicago y luego Estados Unidos y luego exilio, y los clientes exiliados se desenvuelven en él porque están dispuestos a renunciar a sus diferencias. En los años siguientes Miguel experimenta con distintos horarios, abre durante el almuerzo, expande por unos meses el local hacia el traspatio y luego redistribuye el espacio (en un momento llega a tener un segundo piso, pero lo cierra para habilitarlo y hacerlo su casa); incluso permite que los escritores locales tengan lecturas un martes al mes (iniciativa que muere a los pocos meses, más que nada por las quejas de los clientes que van a comer y no a escuchar poesía), todo en busca del negocio que lo ha eludido más allá del jueves. Pero la peña permanece; y no sólo eso, sino que se ha convertido en el día más importante de la semana, el que mantiene el restaurante a flote. Para bien o para mal, su local depende de la suerte que corra el barrio en que se encuentra. Por suerte la suerte ha estado de su lado desde 1999, que es cuando la expansión yuppificante de Wicker Park comienza a sentirse en el territorio de El Ñandú. Desde entonces el restaurante es parte de Logan Square y no de Humboldt Park, diferencia semántico-geográfica que ha persuadido a muchos a visitar esa sección de la ciudad para comerse un churrasco, cuando hace apenas unos pocos años era impensable. Lo más increíble de todo es que, a pesar de que hoy la clientela que acude diariamente al restaurante es mucho más variada que nunca (50% anglos, 50% latinoamericanos, según las estadísticas de Miguel), muchos de los clientes originales siguen llegando religiosamente a su cita de los jueves. Hoy El Ñandú tiene 23 mesas, un bar mejor surtido y una música que para muchos es insuperable, incomparable, especialmente la noche en que se rememora la vida en otro lado. No importa que se hable de las vicisitudes del presente o de los planes del futuro, porque El Ñandú de los jueves todo tiempo está revestido de pasado. ¿Lo sientan a uno rápidamente? No importa. ¿Hay que hacer reservaciones? No importa. ¿Romántico? No importa. ¿Buen lugar para niños? sNo importa. ¿Buen lugar para llevar a un grupo de gente? No importa. ¿Recomendaría el lugar? Si es un jueves por la noche, definitivamente que sí. ______________________ Ñandú 2731 W. Fullerton (773) 278-0900
deshoras
sta entrega de deshoras incluye a dos poetas locales cuya presencia en Chicago es ya legendaria: Juana Iris Goergen y Graciela Reyes. Ambas han sido publicadas en diversas revistas literarias y culturales de la ciudad, aparte de que son autoras de varios libros y por eso han trascendido las fronteras locales. Reyes se adentra en los resquicios de la vida, donde abre espacios de contemplación que llegan a detener el tiempo. Goergen, con la piel a flor de piel, nos regala uno de sus temas predilectos: la mujer. Nos la muestra como sabia y omnipresente aunque proclive a caer en las trampas oníricas que ella misma se ha tendido. Presentamos también a Olivia Maciel, Juan Carlos Galeano y Alberto Blanco, tres poetas que presentarán una lectura en la Universidad de Chicago a mediados de este mes. Galeano se interna en la bruma de un tiempo perdido, donde las cometas son ventanas y los indios arman rompecabezas con las nubes. Pausada y queda, Maciel traza arabescos de perlas y de noches que son días. Y Blanco se basa en los pintores René Magritte y Henri Rousseau para crear su propia flora y fauna. Como se podrá apreciar, esta edición de deshoras está integrada por un grupo de escritores cuya diversidad y elocuencia constituyen una prueba más de que la poesía ayuda a que los minutos transcurran con menos lentitud al tiempo que enriquece nuestras existencias.
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Juana Iris Goergen
Las ilusas -1Caer como quien duerme en el vientre del mundo. Caer al centro de donde todo fluye. Nunca se sabe qué llovizna lenta empapará de noche nuestros sueños, qué locura disfrazada nos aguarda, en el dormir de las mujeres, que amasan con sangre sus huesos y ensayan el recorrido de su palabra escrita como si de su vientre fuese a brotar un árbol. Para que el amor permanezca amor y la tierra no sea un globo sin luz desde lo alto. Sobre quien somos hay un confín de mujeres que se curvan como la tierra.
-2Y tú misma de ti misma ensimismada pariendo el mundo en madrugadas solas y a otro Pablo y a otros humos esperando, esperando que en este amor de cordura alguna luz acaso te dé sus resplandores. o la callada respuesta del deseo, ausente de su espalda.
Monserrat Alsina: Formas y paisajes II (detalle), acuarela, 2003
-3Lo demás es silencio. Silencio a más de veinte años con la ilusión de haber amado tanto. Pero tampoco allí, tampoco en la memoria, tal vez tan sólo somos temblores de un recuerdo, anécdotas de polvo con sólo muerte a días y en ese signo tuyo, apenas nuestro inocencia de piernas entreabiertas su olor que nos inflama los sueños y las ingles. Mientras tú vuelves intacto al verdadero tiempo de la danza que ha venido muriendo en cada árbol. Otra vez bostezando el presente, hasta que se deshaga, definitivamente.
Juana Iris Goergen: Profesora de literatura latinoamericana en la Universidad DePaul. Autora de los poemarios La piel a medias y La sal de las brujas.
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Esperanza Gama: La mujer aire, acrílico y gouche sobre papel amate, 2004
Esperanza Gama: La mujer agua II, acrílico y gouche sobre papel amate, 2003
Graciela Reyes Sobremesa Tuve la impresión de que pasaba mucho tiempo pero cuando miré el reloj eran sólo las cuatro. En la mesa quedaban nuestras copas de coñac y un cenicero que no habíamos usado. La calle estaba mojada, quizá empezaba a oscurecer, pero se reflejaba el sol en una ventana, en una ventana con una cortina blanca y una lámpara encendida detrás. Estábamos solos en el restaurante, era un día de invierno que luego olvidaríamos. Me asombró que fueran solamente las cuatro de la tarde. Habíamos cumplido una vida en unas horas, como tantas veces. Y no nos habíamos saciado.
Con un dedo marcando la página Con un dedo marcando la página del libro y silbando bajito mientras buscaba un disco. Llevaba un pantalón gris y un suéter rojo. Era invierno, pero en el jardín quedaban flores. Una mujer abrió la puerta y ofreció café. Se oyó la voz de un niño. Regresó al sillón, el suéter levantado en la cintura. La música era la música conocida, que es la que más nos gusta. Quedaban rosas frías en el jardín. Al sentarse, quitó el dedo del libro, y perdió la página para siempre. Se dio cuenta de que era viejo, y de que la vida iba a ser, en el mejor de los casos, esa tarde.
Graciela Reyes: Profesora de lingüística en la Universidad de Illinois en Chicago. Autora de los poemarios Poemas para andar por casa, Reflexiones de una mujer sola y Que la quiero ver bailar. Los poemas aquí incluidos son de su libro inédito Lenguaje a solas.
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mirada cómplice Tres mujeres: Dos exposiciones Delia Negro Rosanna Mark Colores insinuantes, brillante cromática huyendo de la forma, monocromía en el lenguaje, definen la expresión pictórica de Rosanna Mark. Su pincelada nos sugiere fugacidad, búsqueda, huída, evasión y no se manifiesta con una imagen definida, por el contrario, esa imagen se esfuma y se diluye en el soporte-espacio existencial. En su afán por despejar y también despojar la tela de toda definición formal, parecería que la autora quisiera desnudar a la mujer de su ropaje tradicional, colorido, anudado, abrochado y barrocamente cargado de represiones sociales, diarias y constantes. Pero este propósito se detiene en velados amagues de lo femenino, que intentan vencer barreras y obstáculos, en un camino árido y lleno de renunciamientos. El arte es un lenguaje y como tal, tiene su propio vocabulario para la comunicación de sus emociones. El artista busca la imagen, como el escritor busca la palabra capaz de expresar su pensamiento y compartirlo con su público; pero un público que sepa mirar, que sepa escuchar, que sepa recibir el mensaje y que sepa también hacer suya la idea de todos. La plástica de Rosanna Mark presenta una trayectoria expresiva de gran carga emocional en una búsqueda de definiciones y formas, que sin embargo, la artista no quiere concretar en lo figurativo, sino que prefiere la vaguedad de la ‘forma sin forma’, huyendo de la línea y huyendo también de la limitación de sus emociones. Mark merece una mirada atenta y profunda; y ésta será sin lugar a dudas, la respuesta del observador, a su preocupación por la naturaleza nutriente de lo femenino como factor existencial. Obra de Rossana Mark
Esperanza Gama Papel de amate, producto artesanal resultante de un proceso manual a base de fibras vegetales, es el soporte que usa Esperanza Gama para estampar los colores y expresar ese misticismo de los orígenes que la caracteriza, esa búsqueda de identidad, esa reflexión que sale de su propio autorretrato y se diluye en la naturaleza y sus elementos: fuego, agua, aire, y tierra. La proyección de su mundo interior se multiplica y amplifica en imágenes y se convierte en la ”soledad” de Cien años de Macondo, en El laberinto... de Octavio Paz, en la “soledad” de Hispanoamérica. Partiendo de una cadena de reflexiones expresivas: de rostros velados, de ojos sin rostro, de imágenes religiosas, de exvotos, de estampas pre-hispánicas, de tatuajes, de misticismo, la artista llega a una síntesis con los propios elementos naturales, que es en realidad, una simbiosis de sí misma con la naturaleza. La plástica de Esperanza Gama es elaboración conceptual en la imagen, es el producto de una depuración Esperanza Gama: Recordando a mi abuela y a mi madre, dibujo y collage, 2004 visual y metafísica, perseguida en sus pasiones que van y vienen, en el agua y en el fuego, en el aire y en la tierra. Es así que los elementos sensuales buscan su refugio en lo figurativo y en cambio lo conceptual, se expresa en lo abstracto, en lo inasible. Es entonces en este momento, donde el papel de amate adquiere real importancia y crece su significación simbólica, porque este soporte pictórico es en sí mismo agua y tierra. La rugosidad de lo natural, tanto como su colorido terroso, contribuyen a esa simbiosis mística de lo autóctono y lo adquirido, de lo erótico y lo etéreo, de lo táctil y lo vago, de la naturaleza mestiza propia de la mujer Latinoamérica. El observador de la obra de Gama encuentra símbolos que debe descodificar y claves que debe descifrar; la artista se encierra en su misticismo y prefiere que su público deduzca y elabore, desea que su obra se multiplique en diferentes lecturas, así como se multipliquen sus lectores. Las imágenes de Esperanza Gama son producto de su madurez pictórica y de su incansable propósito de elaboración y superación, tanto de la idea, como de la pincelada. Sus referencias a la antigüedad clásica son suficiente prueba de la necesidad de encontrar respuestas, no solamente a su alrededor, sino también en otras tierras más allá del mar. Y es así como su pintura se universaliza en un afán por buscar una identidad propia que la defina: ¿en el agua, en el aire, en el fuego o en la tierra?
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Monserrat Alsina Excelente dibujante de contornos redondeados, Monserrat Alsina nos presenta imágenes visuales en constante movimiento; imágenes contorneantes, musicales y envolventes. La naturaleza y la vegetación de su tierra natal ingresan en su expresión artística, así como también en su vida diaria, en su ventana, en su escalera, en la arquitectura que la rodea. Es así que esa vegetación adquiere vida propia y esa vida va más allá de la vida vegetal que la caracteriza. Con Alsina esa vegetación se multiplica, crece, invade, se contornea, tiene movimiento y volumen, e ingresa por fin en el mundo de lo humano y en el misterio del hombre. La vegetación es el vehículo que Alsina utiliza para penetrar en ese pasaje misterioso que es la vida misma.
Tanto en Dos flores como en El maíz o en Ventana, escaleras y formas, la naturaleza es el tema preferido de su vocabulario, pero es también la excusa para observar y disfrutar el movimiento de las formas. Esta exploración de la línea la lleva a crear Formas y Paisajes, unidad plástica donde el paisaje en sí mismo pasa a segundo plano y se transforma en telón de fondo, y lo que realmente se destaca en el lienzo es la forma, el color y el movimiento. Es por esta vía que la artista entra en la atmósfera y disfruta de su recorrido, partiendo desde lo material, hacia la exploración del pensamiento o del aire, desde el pasaje a la escalera, desde la ventana al marco; penetrando, sondeando, reconociendo y sorprendiéndose así de sí misma y del mundo que la rodea.
Monserrat Alsina: El caracol,
Monserrat Alsina: El maíz,
Monserrat Alsina: Formas y paisajes II,
acuarela y carboncillo, 2004
acuarela y lápices de color sobre papel amate, 2002
acuarela, 2003
Nurture Elements
El misterio Femenino
Rosanna Mark y Esperanza Gama 5 de marzo a 5 de abril
Monserrat Alsina y Esperanza Gama 12 de marzo a 17 de abril
Café Mestizo 2123 S. Ashland (312) 942-0095
Colibrí Studio/Gallery 2032 W. 18th St (312) 733-8431
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Olivia Maciel Perla barroca La a negra perla perla perla redonda redonda abierta elipsada, elipsa, pasa, rosa negra fina curva fino trazo negro. Perla amielada perla ocre aún si cuesta morir hora santa hora aperlada madre perla opalescente luna amielada opalescente rosa amielada perla espiralada temblorosa alba asombrada temblorosa alba sedienta temblorosa alba estremecida
Noche árabe Agraciado ósculo gris
A Marc Chagall
Alrevés el árbol, alrevés la luna el pájaro es rojo los pies y las manos mansas. Agua de río el agua, abre abre abre que la semilla es translúcida y rara. Noche de día noche de aljófar noche de noche Luna perola barroca ojo de pájaro amarillo sobre su vientre un rayo de azul derrama.
Olivia Maciel: Profesora de Español en la Universidad de Chicago. Poemas tomados de Filigrana encendida (Chicago: Swan Isle Press, 2002)
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Obra de Rossana Mark
Juan Carlos Galeano Cometas Por falta de papel para hacer las cometas, echábamos a volar nuestras ventanas. Las ventanas con sus delantales blancos nos decían lo que miraban. Pero los indios que veían volar nuestras ventanas no tenían ni casa ni ventanas para echar a volar siquiera una cometa. Era natural que los indios quisieran hacer volar alguna cosa. A cambio de pescado podrido, los gallinazos que volaban en círculos se dejaban amarrar un hilo al cuello y les servían de cometas a los indios.
Nubes Mi padre se vino a vivir al Amazonas para enseñarles a los indios a armar rompecabezas con las nubes. Para ayudarle, todas las tardes mi hermano y yo corremos tras las nubes desocupadas que pasan allá arriba. Las nubes aparecen y desaparecen como si fueran pensamientos. Cerca de nuestra casa muchos indios hacen cola para armar rompecabezas con las nubes que les son más familiares. Aquí unas nubes se parecen a los árboles, y otras les recuerdan los piracucús. Por allá los indios buscan una nube para completarle la cabeza a un armadillo. “Con el agua de los ríos y los juegos de la ciudad”, les dice mi padre a sus amigos, “nuestros indios se divierten y aprenden a pensar”. A mi hermano y a mí nos gustaría mejor que las nubes se volvieran merengues para comérnoslas con leche a la hora de la cena. Juan Carlos Galeano: Profesor de la Universidad del Estado de Florida. Poemas tomados de Amazonia (Colombia: Casa Silva, 2003)
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Alberto Blanco
La pareja ecuatorial I Flora Traigo nubes de lodo en mis zapatos después de una noche de pensamientos
René Magritte
La voz envuelta en papel de china llama de lirios los ángeles sin alas Mientras la escarcha se insinúa sobre las hojas y frutas secas El sol completa las 12 vueltas y reina la oscuridad tras la ventana El arco del camino canta mejor que el pozo del arte más profundo Pero el recuerdo de sus formas bien que lastima mi corazón
II Fauna Este salvaje emplumado en trance de vuelo esta ave del Paraíso a punto de enrojecer Es a veces la flor caída de nuestro deseo y a veces el fruto ascendente por la llama Su brasa recóndita o su fiera inconmovible danza alegremente al ritmo de las hojas Mientras cantan los últimos pájaros y el cielo pesa donde el sol se pone Árbol de corazones en el diván del tacto festín para los sentidos y savia doradora La que madura en las escalas cromáticas perfuma el sueño de nuestra selva interior Se ha quitado las sombras con paciencia para escuchar el llanto de los astros Y como su desnudez ha sido vista al fin un cielo más real está ganado de antemano
Alberto Blanco: Vive en la Ciudad de México. Poemas tomados de El corazón del instante (México: Fondo de cultura económica, 1998).
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Henri Rousseau
Nacionalismo y norteamericanización en México Carlos Monsiváis La americanización, profesor, quiere decir que los mexicanos, en lugar de pensar en español como antes, pensamos en español como ahora Son, creo, un tanto tardías y alarmistas las conjeturas sobre los resultados culturales de la integración económica con Estados Unidos, los miedos en torno a la pérdida de la identidad, la Destrucción de la Idiosincrasia, etcétera. El proceso lleva tiempo de darse y aun cuando se intensifique, lo esencial está ya a la vista: el continente, y México, seguirá americanizándose, y dependiendo de cuán lejos o cuán cerca se esté de la alta tecnología, se matizarán y modificarán visiones del mundo (¿quién puede definir hoy, con mínima seriedad, a la Mexicanidad o a la Peruanidad?), sin afectarse todavía valores básicos, entre ellos, el idioma español, cuya vitalidad y poder de asimilación no requiere de patrocinios gubernamentales ajenos al proceso educativo mismo. Al extenderse la americanización, se pone en evidencia el carácter múltiple del término. A la americanización que es renuncia a todas las tradiciones nacionales, porque estorban en el tránsito a la modernización personal y familiar, se opone la americanización que es búsqueda de las claves de lo inteligible, la defensa ante lo que no se comprende muy bien por el método de la imitación que se “nacionalizará”. Y esto se complementa con el hecho opresivo: al mismo tiempo que su influencia modifica rigideces e intolerancia, la sociedad norteamericana (en su conjunto, profundamente racista y clasista) da la pauta de los nuevos racismos y clasismos en América Latina. ¿Hasta qué punto afecta la fuerza de la americanización a las definiciones vigentes de soberanía y cultura nacional? En la respuesta, si se quiere ir a fondo, se deberán eliminar el alarmismo y los reflejos condicionados de chovinistas y buscadores de la asimilación a toda costa, y tomar en cuenta lo evidente: la americanización, en grados diversos, es ya parte sustancial de la cultura latinoamericana, y en la lógica de la sobrevivencia, la soberanía no es renunciable, ni en la teoría ni en la práctica. Nuevo lugar común: en México, la frontera con Estados Unidos se encuentra por doquier, y en materia de cultura y economía, todos los mexicanos somos fronterizos. Así, por ejemplo, las oleadas migratorias han establecido su “identidad nacional” sin demasiados tributos a la Gran Historia. Lo suyo es distinto: la lealtad a gustos gastronómicos (sin exagerar); la fidelidad a los estilos de piedad religiosa (con o sin compromisos de por vida) el entusiasmo por las canciones y las leyendas que son autobiografías colectivas y disipaciones del olvido, y, novedad en el incesante melting pot de tradiciones regionales, la invención de un “espíritu norteño” que es desenfadado, sincerísimo, bravucón, en moral mientras no lo detenga la policía, honesto por miedo y por convicción, enamorado de la fiesta perpetua. Y que, en el fondo, no se toma en serio.
¿Cómo proceden las corrientes migratorias desde México hasta Estados Unidos? En su ensayo The Current Situation in Mexican Immigration (Rand, 1991), Georges Verney y David Ronfeldt proporcionan cifras: en 1920 la inmigracion mexicana representaba el 11% de la inmigración legal; en 1942, la guerra obligó a un tratado entre ambos países que asegura el ingreso a Estados Unidos de un número ilimitado de trabajadores temporales. Al concluir en 1964, el Programa Bracero, más de cuatro millones y medio de mexicanos lo había aprovechado; en 1965, la Immigration Reform Act señala las cuotas de ingresos que, en 1976, se reducen a veinte mil personas por país, sin contar familiares próximos, lo que fija el ingreso legal en 66 mil personas por año; pero los números de inmigración ilegal son altísimos, y cientos de miles de personas son deportadas cada año. El resultado: En 1988, la población de origen mexicano en Estados Unidos rebasaba los doce millones.
distintos grados de la americanización. Los chicanos están al tanto de lo que significa la identidad (nacional, regional) en un mundo que considera a las identidades como variables del pintoresquismo; ellos, en el lapso histórico de una o varias generaciones, han visto persistir y debilitarse a las tradiciones y al idioma de origen; ellos son maestros óptimos, tanto de la resistencia de la desaparición, como de las ventajas culturales y laborales de integrarse.
Todo a la vez: la computarización modifica el ritmo del progreso; la burguesía quiere establecerse parcialmente en Estados Unidos (La Jolla, Coral Gable, Miami Beach, Padre Island, MacAllen, Olympic Tower en Nueva York); los yuppies se hacen cargo de la escena social; la homogenización avanza; “tercermundista” se vuelve insulto; la belleza femenina se mide por medio del concurso de Miss México; Houston es la meca de los enfermos; si hay McDonald’s en
No afirmo que en los chicanos se contemple a los “traductores” a mano del American way of life (signifique lo que signifique esta frase). Sé de las diferencias inevitables entre ambas comunidades; para empezar, el hecho de que los mexicanos viven en México, obviedad que se traduce en una americanización, las más de las veces fallida y epidérmica, y que conduce a la variedad de métodos para “mexicanizar” la americanización. Pero en la etapa de cambios que se da en gran medida transformaciones definitivas, en un momento en que el arraigo más probado puede ser forma del nomadismo, aumenta el interés por las tácticas de resistencia y de adaptación. Y en la recomposición del nacionalismo (que subsiste pese a todo), lo chicano es una visión cultural de observación indispensable.
Moscú, ¿por qué no en la sierra de Oaxaca? El afán competitivo redefine las ambiciones de oficios que, desde el nombre, apuntan a nuevas psicologías: entrepreneurs, juniors executives. First is first, and second is nobody. Y, según muchos, el nacionalismo pasa de vivencia definitoria a espectáculo, de donde se entra y sale a voluntad. Una extraordinaria fotografía de Graciela Iturbide sintetiza el proceso: la indígena seri, de espaldas, va subiendo la sierra y, en la mano, lleva el aparato que neutralizará o vencerá a la soledad: el radio gigantesco. Los defensores de la identidad indígena la censurarán por su predilección; pero ellos no están ahí, en la sierra, para aliviarle la inmensa monotonía. Por razones similares a las de la mujer seri, en las etnias, las jóvenes abandonan los trajes típicos, y los jóvenes adoptan indumentarias punk o de chavos alivianados. Las comunidades prosiguen, afectadas o beneficiadas (según se juzgue) por la necesidad de acercarse a los núcleos de la modernidad, y todo sigue igual, salvo que es muy distinto. En la era de las importaciones, de las privatizaciones a ultranza, del mundo unipolar, una predicción es posible: en su gran mayoría, ante el impulso de la americanización, los mexicanos, cada uno a su manera hará caso del consejo de Sedar Senghor: asimilar sin asimilarse.
De un país sedentario a un país nómada Los pueblos se vacían cada seis meses y quienes se quedan, niños, mujeres y viejos, retienen esa identidad tan hecha de tedio y resignación. Y los emigrantes, con la riqueza de su mano de obra barata a cuestas, viven el agobio en autobuses de mala muerte, en trailers, en los dificultosos y animados cruces de la frontera. Al ser tan intenso el esfuerzo y tantos los obstáculos en la mente de millones de mexicanos se identifican la vida en Norteamérica con la realización personal, no porque se ignoran los maltratos y los ghettos, sino porque, aun eso, de acuerdo con las expectativas de los inmigrantes, representa la condición de ciudadanos de tercera del futuro, no del pasado. Tal vez, eso explique, en parte, la insistencia en un sector, revelada en las encuestas, que ya no se jacta de su patriotismo; se siente a gusto con el nacionalismo, y se pronuncia por la integración a como dé lugar. Pero éstos son la minoría, y la nación no renuncia a seguir siéndolo. Tan sólo sucede que el nuevo patriotismo se concentra en la elevación de los niveles de vida, como respuesta a la “década perdida” de los ochenta y las crueldades del neoliberalismo.
Watcha ese: del ghetto a la nación ¿Será México, en lo futuro, una nación de chicanos, de mexicoamericanos? La pregunta es por supuesto retórica; pero lo cierto es que, la considerable presencia (si no se quiere hablar de la influencia) de la cultura chicana en México, la explican diversas razones: la fuerza en un sector ilustrado de la pintura, el teatro, los performances, el cine; los lazos de unión activados por las incesantes corrientes migratorias; la intermediación entre una cultura tradicional, ya simbólica en muchas partes, y los
© Graciela Iturbide: Mujer ángel, 1979
El nacionalismo del mañana será bilingüe A principios de siglo, una frase atribuida a Porfirio Díaz (“¡Pobre México, tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos!”) se divulgó al grado de convertirse en uno de los lemas del siglo mexicano. Luego, habrá variantes (“¡Pobre de México, tan lejos de Dios, tan lejos de los Estados Unidos!”); pero, en lo fundamental, la frase se mantendrá como la sentencia que determina a la nación y al nacionalismo. Sin embargo, en los gobiernos de José López Portillo (1976-1982), Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), la sociedad (las sociedades) se enfrentan a la integración económica como necesidad inaplazable que es el gran proyecto del Estado.
Periscopio político Elegibilidad Jorge Frisancho Al momento de escribirse estas líneas, antes del “súper martes” de principios de marzo, cuando el Partido Demócrata tendrá sus elecciones internas en un número de importantes estados, la carrera por la nominación para competir contra George W. Bush en la votación general se presenta así: de un lado, John Kerry, senador por Massachusetts, con una amplia ventaja; del otro, a considerable distancia pero aún en la liza, John Edwards, senador por Carolina del Norte, hombre de mucha menor experiencia política pero dotado de extraordinarias virtudes de orador y de una habilidad que sólo cabe llamar clintonesca para despertar la empatía de los electores. El “súper martes” bien puede definir las cosas, pues Edwards necesita ganar por lo menos en algunos estados clave para mantener sus posibilidades, y si no lo logra seguramente se retirará. Por el momento, sin embargo, las cartas aún no están echadas, y la contienda de dos vías está resultando beneficiosa para el Partido Demócrata. En buena medida, Edwards está navegando sobre la ola levantada por la candidatura de Howard Dean, el ex gobernador de Vermont que sorprendió a propios y extraños al convertirse en el principal aspirante a la nominación en base a un discurso férreamente opositor, sintonizado con la ira y el descontento de la mayoría de electores demócratas. Dean decidió candidatear desde la izquierda –para ser precisos: desde el populismo–, concentrándose sobre todo en su oposición a la guerra en Irak, y al hacerlo le infundió al partido una energía y una vitalidad inéditas en los últimos años. Al final, la candidatura de Dean se desinfló, pero sus marcas continúan siendo visibles en la campaña. Los votantes demócratas le han venido dando su confianza a Kerry, pero sólo después de que el adusto senador se apropió de algunos de los temas y actitudes de su rival. La presencia de Dean, en suma, empujó todo el carro demócrata hacia un revival populista, y le dio con ello un nuevo aire a una elección que muchos consideraban perdida de antemano. Edwards ha articulado el ímpetu populista con mucha más claridad incluso que Dean, concentrándose ya no en la oposición a la guerra sino en los horrores de la economía doméstica. Su tema de campaña hasta ahora ha sido “los dos Estados Unidos”, el de los pobres y los ricos, y su principal promesa es la de actuar en beneficio de los primeros antes que de los segundos. Este mensaje apela a la larga y bien nutrida tradición del populismo norteamericano, pero es uno que no se había escuchado en mucho tiempo. Desde principios de los años 70, para ser exactos. El problema con esta apuesta es que se trata, en efecto, de sólo eso: a Edwards únicamente lo respaldan sus palabras, su discurso electoral, pues su paso por la política (cinco años en el senado) ha sido breve. Kerry, por el contrario, tiene un historial muy largo y distinguido, comenzando con sus condecoraciones por heroismo durante la Guerra de Vietnam y su posterior, honorable oposición a ella. Tal es en efecto el secreto de su surgimiento como principal precandidato demócrata. Los electores han visto en él a un aspirante con posibilidades de ganar; le dan su voto no tanto porque quieren verlo en la Casa Blanca, sino porque creen que, de todo el grupo, es el que mejores opciones tiene. Es un voto estratégico, no un voto inspirado. Kerry es parte del mainstream político, una figura conocida, respetada y difícilmente caricaturizable. Este es el mayor activo con que cuenta, y también el mayor lastre. Su principal reto táctico es mantener la imagen de solidez que su historial le brinda mientras atiza los fuegos del populismo que están definiendo la campaña. No es una tarea fácil. De ganar Kerry la nominación demócrata, la propaganda republicana (que aún no se ha desatado con fuerza) hurgará sus años en Washington para presentarlo como un populista de oportunidad. De hecho, ya han empezado, señalando su apoyo inicial a la guerra en Irak y a las iniciativas de Bush en educación, a ambas de las cuales ahora se opone. Al apoyar a Kerry en las primarias, los votantes demócratas parecen estarse inclinando por la elegibilidad; es posible que al hacerlo estén erosionando las bases que en un principio le permitieron al partido capturar y articular el descontento de una buena parte de la población. Si no logran encontrar un balance entre ambos impulsos –el realismo del candidato con opciones, el fuego del opositor de corazón– corren el riesgo de que ese sueño de elegibilidad les haga, paradójicamente, perder las elecciones.
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A 25 años Marcelo Ayala En el transcurso de la historia, los conflictos bélicos motivados por las ansias de poder nos han enseñado que, más allá de la razón humana, existen tinieblas en donde la cordura se diluye sin dejarnos ver. Enceguecidos por la ambición, el afán de ser un Todopoderoso pareciera obtener forma. Cuando en el transcurso de la vida se escalan peldaños cada vez más altos y se cumplen metas que parecen imposibles, la línea que marca el límite de lo permisible es muy difusa e incluso fácil de borrar. La cordura extraviada lleva al hombre a realizar acciones sin sentido y aparentemente descabelladas, siempre con el fin de mantener su humanidad intacta, aunque algunas veces no quede ya ni el menor rasgo de ésta. No obstante, siempre existe la posibilidad de enfrentar los demonios internos en busca de reponer el orden real de las cosas, o por lo menos el orden social. Imponer ese orden a través de cualquier medio le permite al hombre, por fin, la posibilidad de sentirse superior. Sentirse y erigirse regidor e, incluso, Creador. En las altas esferas del poder muchos son los que juegan alguna vez a ser dioses. Para lograrlo, ningún contexto mejor que el de la guerra, donde el juego se extiende hasta disponer de la vida de otros seres humanos. Vietnam fue un buen ejemplo. Hace poco más de 30 años, en aquella región asiática del planeta, algunos dioses anglosajones masacraron a seres que creían ideológicamente inferiores. En medio de una lluvia de balas y de la celestial cabalgata de la muerte acompañada por la excelsa ópera de Wagner, Die Walküre, que es escupida por los amplificadores colgados a los helicópteros, decenas de vietnamitas perecen por el simple capricho que alguien tuvo de apropiarse de una costa con inmensas olas. La descripción corresponde a una de las secuencias mejor logradas en la historia del cine bélico, perteneciente a la ya clásica cinta Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, que en este 2004 cumple 25 años. Su temática está más vigente que nunca. En el film nos damos cuenta de que cada uno de los personajes juega el papel de pequeños dioses. Tratan de serlo los miembros del consejo militar que ordena al Capitán Willard (Martin Sheen) exterminar el “perjuicio extremo” en que se ha convertido el enigmático Coronel Kurtz (Marlon Brando), quien a su vez es el Dios que todo lo puede en la selva camboyana. Con la adaptación libre de Heart of Darkness, de Joseph Conrad, novela escrita en 1902, Coppola realizó en 1979 uno de los más brillantes y reconocidos filmes sobre la incómoda guerra de Vietnam, obteniendo la Palma de Oro en el festival de Cannes y ocho nominaciones al Oscar, quedándose finalmente con dos estatuillas: mejor fotografía y mejor sonido. Inspirado en la obra de Conrad, el guionista John Millius escribió, hace más de veinticinco años, la base de lo que sería uno de los pilares fundamentales de la cinematografía moderna. Pero a pesar de los años es notable cómo en el film se reproducen fragmentos de la novela que verdaderamente resultan de una escalofriante actualidad. El argumento de Millius necesitaba de un cineasta con fuerza
expresiva y a la vez enérgico en sus planteamientos dramáticos y narrativos. Para ello nadie mejor que Coppola, quien en 1972 había sorprendido al mundo con El Padrino, que por cierto se volvió casi de inmediato un paradigma. Con un reparto de lujo coronado por el joven y torturado Martin Sheen como oficial en misión secreta, Robert Duvall interpretando a un coronel obsesionado por el Surf, Dennis Hopper como enloquecido periodista de guerra, y un inmejorable Marlon Brando en el papel de militar desbordado por la barbarie, Coppola reconstruye la guerra de Vietnam como una pesadilla absurda y surrealista. La trama es simple: el Capitán Willard, destacado en Saigón durante la guerra de Vietnam, es comisionado para adentrarse en la jungla y ejecutar al Coronel Walter Kurtz, quien, inmerso en la barbarie de la guerra, las drogas y la desesperanza ha enloquecido y se ha impuesto como un Dios para el ejército que él mismo ha creado. La historia va siendo narrada con la minuciosidad barroca de Coppola y la fascinante fotografía de Vittorio Storaro. Las actuaciones son impactantes y confirma que unos pocos minutos le bastan a algunos actores, en este caso a Marlon Brando, para dejar huellas imborrables en la historia del cine. A pesar de sus detractores, quienes veían en el film una crítica abierta a la política de estado norteamericana, Apocalypse Now impactó a oponentes y partidarios con su crudeza y realismo en el convulsionado contexto sociopolítico de aquel momento. Pero el film no es sólo un alegoría terrorífica plagada de figuras desproporcionadas, ni tan sólo un tortuoso viaje sin retorno a lo más oscuro de la condición humana. Es también un inquietante testimonio antibélico y una profunda crítica del sistema militar y político estadounidense, empecinado en llevar su modelo democrático hasta el último rincón del planeta sin reparar en las consecuencias. Hoy, 25 años después de su estreno, vale la pena volver a ver este clásico que nos recuerda los desencuentros de la humanidad pero que, al menos con el simbólico epílogo del final, nos alienta con un fin esperanzador. En suma, un imprescindible clásico moderno que nos enseña la sinrazón de la violencia y que hoy, más que nunca, cobra plena vigencia en el contexto de la tan llamada “guerra antiterrorista”.
Y ahora, Los breves (así pensamos menos) Antonio Zavala Lo que pasa hoy en día por noticias en la tele bien puede volver a cualquier persona un poco neurótica. No por nada el cineasta Luis Buñuel dijo que él nunca veía los noticieros. Veamos aquí algunos aspectos de las noticias. El consultorio. A mí no me gusta ver noticias médicas a las cinco de la tarde. Le digo a mi familia: “Esto ya parece un consultorio médico, y ¡justo a la hora de comer!” Pasa lo mismo con los noticieros de las diez de la noche, también están repletos de consejos y consultas médicas. Dudo que alguien pueda dormir bien después de tanta ansiedad sobre cualquier estado de salud. Lo peor es cuando los noticieros muestran radiografías y partes físicas de los pacientes con estos “Consejos para su salud”. Esta costumbre de dar tantos consejos médicos después de las cinco ya está al borde de lo que se puede considerar el mal gusto. Y ningún canal se salva de esta práctica de rellenar los noticieros con notas médicas. Me pregunto si habrá personas que sí captan estos consejos médicos a través de la tele. Lo dudo. Estudios: Otro ingrediente constante en estos noticieros son los llamados “estudios”. Estos “estudios” regularmente son auspiciados por compañías que quieren aparecer en la tele y así justificar la lana que se gastaron en el estudio. Los temas oscilan, en un eterno vaivén, entre el uso de las vitaminas, del café, del alcohol, del ejercicio (o de la falta de éste), de las dietas y de la obesidad. Si un día se “descubre”, por ejemplo, que el café es nocivo para la salud, poco después otro estudio “descubre” que el café es bueno para todo. Bueno hasta para curar la diabetes. Igual pasa con el alcohol. Y las dietas. Y las vitaminas. Y asi hasta crearnos una fuerte náusea. Reportajes: Las noticias –tanto en inglés como en español– me dan risa en cuanto a sus “reportajes”. Quizá lo que más risa me da son los “reportajes especiales” de los medios en español. El sexo, la liviandad y el morbo farandulero, son los temas que dominan este tipo de “reportajes especiales”: “A nuestro regreso le diremos lo que quiere hacer Christian Castro”. No cabe duda que el amarillismo de los talk shows ya tiñó los noticieros. Fuentes oficiales dijeron. El patrón universal parece ser que consiste en repetir todo lo que dicen las dependencias de gobierno sin cuestionar nada. Les daré dos ejemplos. Ejemplo 1. Al finalizar el año se reportó que Chicago tuvo 599 homicidios en 2003. Esta cifra rebasó los 594 homicidios ocurridos en Nueva York y los 498 ocurridos en Los Ángeles este mismo año. Esto, claro, es un indicador de que Chicago puede ser actualmente la capital del crimen. En cualquier noticiero sonaría la alarma para indagar (no digo investigar porque ya ningún noticiero investiga) la razón de que Chicago esté llena de homicidios. Pues no. Luego de dar estas cifras de fin de año, los medios se limitaron a
repetir los comentarios del jefe de la Policía, que alababa el “magnífico trabajo” del cuerpo que dirige, ya que habían logrado que hubiesen 48 homicidios menos que en 2002, año en que hubo 647 homicidios. Lo que pasa en nuestras vidas es que ya nadie puede imaginar la inmensidad de lo que pasa. La realidad ya rebasó a la imaginación. Me permito ayudarlos a visualizar estas cifras para que las entiendan mejor. 600 son muchas muertes, y cualquier ciudad estaría en estado de alerta permanente para frenar esta ola de homicidios. Tantas muertes en 2003 equivale a 12 buses de la CTA llenos de gente; o a seis salones de baile con 100 personas en cada salón; o 30 fábricas pequeñas con 20 empleados cada una. ¿Que dirá la gente que vive en comunidades en las que hay un homicidio al año? Que estamos viviendo en el paraíso perdido. Ejemplo 2. Unos niños entre las edades de 2 a 10 años fueron abandonados en una casa del sur de la ciudad. Los padres andaban lejos festejando el Año Nuevo. Los noticieros dieron la señal de alarma de este caso, pero extrañamente nunca se entrevistó a la familia. Los medios reportaron –perdón, repitieron a coro– la triste historia alegando que los niños vivían entre la basura. A un buen reportero inmediatamente le sonaría una campana en el cerebro y se preguntaría “bueno, y por qué viven así, ¿por qué tanta pobreza?”. Muchos casos similares a éste se dan en los barrios afroamericanos y los medios –supongo yo– ya están convencidos que este tipo de tragedias se las merecen por ser gente de color y por ser pobres. Ningún medio exploró esta noticia para saber más sobre la situacion de dicha familia. Y la razon es que ya el hábito de cuestionar se está perdiendo en los medios de confusión, perdón quise decir comunicación. Y, además, para andar entre los pobres, se requiere compasión, no condenas. Pero no hay que culpar a los medios tanto. Después de todo, muchos medios ahora son conglomerados riquísimos, y si se empiezan a cuestionar las cosas van a perder sus acciones en la bolsa de valores y se pueden caer de su nicho electrónico. Informados/Educados. Amigos, quizá sea cierto eso de que ahora en la era moderna estamos más informados que antes. De seguro ahora hay más noticieros que antes. Lo triste es que todos se parecen, usan la misma fórmula y repiten desde el mismo ángulo cada noticia. Nadie quiere ser diferente. Yo diría que sí estamos más informados, pero también mucho menos educados.
Desnudo de un mundo artificial Mirando al cascarón Iván Torrijos Gay, homosexual, comunidad GLBT1, diversidad sexual: palabras que se repiten una y otra vez en las bocas de presidentes, políticos, obispos, del Papa, jueces y, por supuesto, la sociedad civil entera. Explicar el porqué alguien puede amar y sentirse atraído hacia otra persona de su mismo sexo ha desgastado los cerebros de científicos y analistas aquí y en China debido a que, hasta ahora, los códigos secretos en el interior humano no han podido ser revelados en su totalidad. En especifico, el proyecto del genoma humano2 ha mantenido ocupados a muchos científicos de nuestros tiempos, quienes han generado un sinfin de expectativas. Se ha pensado incluso que tal vez sea posible encontrar si la homosexualidad está relacionada con un gen. Algunos analistas han dicho que al menos, si se demuestra que alguien nace gay, lesbiana, bisexual o transgénero, eso permitiría hacer ver a muchas personas que han cometido un error al juzgar mal y rechazar a alguien perteneciente a estos grupos, aunque estos mismos analistas afirman también que en tales estudios se encuentra el riesgo de atentar contra la preservación de la diversidad existente en nuestro planeta. El estudio del genoma ha permitido que los investigadores cuenten ahora con una especie de libro que, en un lenguaje extraño, contiene la historia entera del desarrollo de la vida humana. Existe el riesgo de que si dicha información no se maneja ética y objetivamente, se podría incluso comenzar a diseñar seres “perfectos” a partir de la conceptualización que tienen algunos de lo que es bueno y de lo que es malo, es decir, se correría el riesgo de juzgar a la homosexualidad como el resultado de un error genético y, por tanto, pretender corregir el mal. Lo anterior sería una invasión a la naturaleza y asentaría también la idea de que sólo los heterosexuales están correctamente fabricados. El dilema de “nacen o se hacen” aún existe pero, ciertamente, ser homosexual no es resultado de una decisión personal3. Imagina, con todo el odio y rechazo existente hacia esta comunidad, resulta claro que si de elegir se tratara, cualquiera diría un no rotundo a formar parte del tan repudiado grupo. La orientación sexual no es canjeable, así lo ha demostrado la experiencia de muchas personas que encontraron inútiles los remedios, los psicólogos o los talleres de conversión. Hay demasiado que decir con relación al tema. Ojalá algún día podamos todos comprender que el mundo es diverso, en culturas, razas, ideologías, idiomas, fauna, flora, climas y todo lo que se te ocurra, la sexualidad no tiene porqué ser la excepción; le tememos tal vez porque no encaja en el marco de lo que se nos ha planteado como lo “normal” pero, definitivamente, la diversidad sexual es también parte nuestro planeta. No dudemos en aceptar las diferencias que nos rodean.
________________________________________________________________ 1 Las letras GLBT se refieren a la comunidad de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgéneros. 2 El Proyecto Genoma Humano es una investigación internacional que se inició oficialmente en 1990. Consiste en descifrar el código genético, que es el que nos hace ser como somos. 3 www.ambientejoven.org es una página donde encontrarás más información relacionada con la comunidad latina de jóvenes gay, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgéneros en Estados Unidos y Latinoamérica. 4 Si deseas más información sobre estos temas, sintoniza el programa Homofrecuencia que se transmite todos los lunes de 8 a 10 de la noche, en Radio Arte 90.5 FM, Chicago. También puedes escucharlo en vivo a través de la Internet en la página: www.radioarte.org.
Preguntas y/o comentarios a: ivanukor@yahoo.com
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El último premio Rómulo Gallegos: El desbarrancadero de Fernando Vallejo José Castro Urioste __________________________________ Fernando Vallejo, El desbarrancadero. Alfaguara, México, 2001.
Bien se sabe que el premio Rómulo Gallegos es uno de los reconocimientos literarios de mayor notoriedad en la novelística publicada en español. Escritores como Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, Giardinelli, entre otros, lo han obtenido. Esta última versión, según uno de los miembros del jurado, Fernando Aínsa, parece haber estado rodeada de una serie de vacilaciones de carácter organizativo que afectaron el normal funcionamiento del evento. Después de idas y venidas El desbarrancadero del colombiano Fernando Vallejo se hizo del premio. Una de las novelas de Vallejo que le dio mayor reconocimiento es La Virgen de los sicarios. Ya en este relato se construye un mundo caracterizado por la violencia, las relaciones dañinas, y la degradante condición del ser humano. El desbarrancadero, en cierto sentido, continúa el universo que se representa en La Virgen de los sicarios. Sin embargo, quisiera mencionar dos metáforas de la última novela de Vallejo que se emplean para expresar la condición degradante de la sociedad contemporánea: una de ellas es la imagen de familia; la otra, la enfermedad. La imagen de la familia como alegoría de las sociedades latinoamericanas no es una novedad. Gran parte de la novelística del siglo XIX representa la familia como metáfora de la anhelada nación caracterizada por la unidad y la homogeneidad (el estudio de Doris Sommer al respecto ha sido muy esclarecedor). Esta tendencia aún persiste en la novela regional. Sin embargo, en las últimas décadas se ha representado la familia –tanto en la narrati-
va como en el teatro– como una entidad en la que desaparece la unidad y solidaridad entre los miembros. Tal imagen busca, evidentemente, ser una metáfora de las desgarradoras condiciones de la vida contemporánea. Este es el caso de la representación de familia que se construye en El desbarrancadero: “A los doce hijos mi casa era un manicomio” menciona el narrador personaje; “a los veinte el manicomio era un infierno. Una Colombia en chiquito”. El caos y la decadencia de la familia y la casa manifiestan una situación mayor: la de una sociedad que puede ser Colombia, específicamente, o toda América Latina. Asimismo, se expresa en la novela una ausencia de liderazgo, lo cual, desde una lectura alegórica, puede reflejar la falta de capacidad de los líderes politicos latinoamericanos. En El desbarrancadero, el padre, a pesar de que es visto con simpatía por el narradorpersonaje (se refiere a él como “Papi”), es un sujeto incapaz de dirigir a su familia. La madre, por otro lado, quien es ferozmente detestada por el hijo que hace de narrador, lleva por epíteto “la Loca” y representa el desorden y el autoritarismo: “La Loca era más dañina que un sida. Sus infinitas manos se extendían hasta los más perdidos rincones de la casa”; y más adelante el narrador-personaje agrega: “Todo intento de orden de nuestra parte […] la Loca lo boicoteaba. […] Y si le conseguíamos una sirvienta la echaba, porque ¡para qué sirvienta teniendo marido e hijos!”. Hay pues, una clara y aguda crítica a lo que sería un sistema matriarcal, tan deshumanizado y prepotente como el patriarcado. Las relaciones entre hermanos, por otra parte, lejos de ser de solidaridad terminan siendo de otra naturaleza: “Acabamos por detestarnos todos, por odiarnos fraternalmente los unos
a los otros hasta que la vida nos dispersó”. Dentro de ese contexto se recrea la historia de Caín y Abel: uno de los hermanos concibe asesinar al menor de todos, a quien considera prácticamente un engendro. Como se mencionó, la otra metáfora que se construye en El desbarrancadero para expresar las condiciones de nuestras sociedades es la enfermedad. Ya los románticos en el siglo XIX tenían una fascinación por la negación de lo saludable, como un camino para rechazar el orden establecido. En el caso del relato de Vallejo la enfemedad adquiere matices contemporáneos: es el sida que carcome a Darío, uno de los pocos hermanos que el narrador ama. El deterioro imparable de Darío, refleja no sólo la degradación de la sociedad, sino una clara visión de la vida: “La vida es un sida. Si no miren a los viejos: débiles, enclenques, inmunosuprimidos, con manchas en el cuerpo y pelos en la orejas que les crecen y les crecen mientras se les encoge el pipí. Si eso no es sida entonces yo no sé qué es”. De otro lado, la impotencia del narrador-personaje, pese al cuidado y la atención que brinda a su hermano Darío, expresa la imposibilidad de detener el proceso de deterioro de la sociedad. Visto así, todo esfuerzo de mejora de la condición humana es definido como inútil. A pesar del universo decadente que se manifiesta
en El desbarrancadero, se expresan también relaciones de un profundo amor y compromiso desinteresado por el otro. Una de ellas es la que siente el narrador-personaje por su padre, sentimiento que lo conduce a cometer eutanasia. La otra, como ya fue mencionado, la constituye la relación que tiene con su hermano Darío, a quien el protagonista cuida de su enfermedad teniendo la certeza que aquél no lo hubiera hecho por él. Finalmente, se halla el amor por la abuela sin importarle si existiera o no reciprocidad en los sentimientos. Detrás de estas relaciones se teje precisamente una visión sobre el amor: “Si ella (la abuela) no me correspondía en la misma medida, qué me importaba, qué carajos, el amor es así: desbalanceado, desajustado, desequilibrado, cojo”. Habría que indicar una objeción a esta novela de Vallejo. Existe una voluntad excesiva en recalcarle al lector que el universo que se describe es decadente. Horacio Quiroga, en su reconocido “Decálogo…” se refería a evitar colas de adjetivos; uno sólo, el debidamente elegido, es suficiente. Algo de eso hay en El desbarrancadero: el enfatizar reiterativamente la condición degradante del ser construye un tono monocorde del relato que en última instancia le resta, por momentos, intensidad dramática.
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Una noche en la ópera:
Suzuki, que arrancó numerosos bravos del público. La resolución del montaje escénico, con escenarios giratorios extremadamente bien coordinados y plenos de realismo, fue digna de mención. Una vez más hay que quitarse el sombrero ante la actuación del majestuoso coro de la Lyric, y su director Donald Palumbo. Excelente el coro a bocca chiusa del segundo acto, un homenaje a la afinación. Los Piratas de Penzance, por otra parte, obra que se podrá ver hasta el 13 de marzo, con su tono más jovial, sus ritmos más pegadizos, su eclecticismo de ritmos y sus melodías tan refrescantes, es un claro ejemplo de cómo se pueden combinar elementos del musical, de la Para los que asistir a una velada de ópera supone algo más que una opereta, de las óperas buffa y serias, para obtener calitarde de entretenimiento; para los que supone una tarde de amor, de dad operática de lo que bajo manos inexpertas puede venganza, de celos, de ternura, de vendetta, de traición, de celos, y caer en el terreno de lo facilón o kitsch. un sinfín de pasiones, emociones y sensaciones, algo está a punto de El derroche de talento vocal e interpretativo que sufrir su anual hibernación, su fase de pupación, para resurgir una vez podemos presenciar es un placer para la vista y los más, en su cita anual, con más fuerza y belleza que la vez anterior. Ese oídos. Para ello contamos con un gran color británico, algo no es otra cosa que la temporada de ópera de la Ópera Lírica de entre solistas y dirección musical, y la supervisión de Chicago, que se halla estas semanas en su recta final. la mismísima Reina Victoria desde el escenario, como Tenemos, eso sí, todavía posibilidad de hacer acopio de fuerzas guiño al espectador. hasta la siguiente temporada asistiendo a los dos grandes títulos que El bajo-barítono Neal Davis, en su papel de Majorestarán deleitando al público de Chicago durante el mes de marzo: General Stanley, arrancó las carcajadas del público, con Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, y The Pirates of Penzance, su excelente interde Gilbert y pretación y su vis Sullivan. cómica. Roger HonEvidentemente eywell (Frederic), nos hallamos aquí galán y aprendiz de ante dos propuestas pirata, tuvo oportudiametralmente onidad de lucirse en puestas, pero plesus dúos, y sobre tóricas de valores todo en su cándida positivos en sus aria “Oh, is there not respectivos estilos. one maiden breast”. Madama Elizabeth Futral (MaButterfly, es sin bel) se encontraba ningún género de como pato en el agua dudas un clásico en su papel. Los paentre los clásicos, y sajes de coloratura y la producción de la las notas extremas no Lyric, que plegará suponen un problema sus alas el 21 de para ella, y sabe gamarzo, es capaz de narse al público con demostrar por qué Madama Butterfly de Giacomo Puccini puesta en escena en Lyric Opera of Chicago, 2004. su presencia escéniPuccini es un genio, Foto: Dan Rest / Lyric Opera of Chicago. ca. El bajo cómico y por qué su obra Kevin Langan (The perdura. Pirate King) supo hacer fáciles los enrevesados ritmos Con un excepcional trabajo de orquesta, Bruno Bartoletti nos de sus intervenciones. Gillian Knight, la mezzo-soprano mostró cómo se dirige una orquesta y cómo se acentúan los momenbritánica, supo traer a Chicago las máximas cualidades tos más dramáticos, y se miman los más delicados. El resultado fue de la escuela británica con su Ruth: comicidad y savoir un continuo musical, perfectamente hilvanado que mantuvo al resfaire escénico podrían definir su interpretación. En el petable en trance hasta que Cio-Cio-San (Madama Butterfly) decide papel de sargento de policía tenemos al bajo británico poner fin a su vida en un dramático final. Peter Rose, que domina tanto el acento local, como la Es el papel de Butterfly difícil donde los haya, no sólo por la exicoreografía de su troupe de policías en cómicas aparigencia vocal sino por el altísimo nivel interpretativo que requiere. No hay que olvidar que el papel protagonista se encomienda a una geisha ciones. Mucho, pero que mucho coro, empastado hasta el de 15 años que madura escénicamente, convirtiéndose en una persona último semitono, y elegantemente interpretado sin amadulta y maleada por la vida. Esto es difícil de lograr con convicción, pues el caleidoscopio de emociones que la soprano tiene que transmi- pulosidad de movimientos, incluso en los bailes más intrincados. Al timón del barco pirata, desde el foso, tir se duplica al tener que mostrar al público esa gama de emociones se encuentra otro británico, Sir Andrew Davis, quien por la misma persona en diferentes etapas de la vida. Suele decirse que el papel de Butterfly es para una actriz cantante, cuando uno asis- sirvió de colofón a esta gran noche. La escenografía y vestuarios junto con la iluminate a una representación de Madama Butterfly se da cuenta de por qué ción contribuyen al éxito de esta producción que nadie es así. Sylvie Valayre cubrió el expediente, aunque hubiéramos predebería perderse. ferido una mayor presencia escénica y un tratamiento de la voz más Este año hemos podido ser testigos de honor de un pucciniano, cargado de inocencia, ternura y dulzura en los momentos gran trabajo de producción coordinación y elección de que se requería. Especialmente el romántico dúo del Acto 1, el más títulos, producciones, montajes e interpretaciones de largo que haya compuesto Puccini en su prolífica vida. Roberto Aronica, que cuenta con una preciosa voz, aunque tenden- altísima calidad. Eso es algo que hay que apreciar y valorar, pues la ópera no es simplemente una tarde de te a desaparecer en los agudos, hizo alarde de ser poseedor de una canto, sino un proyecto en el que se encuentran involugran técnica de canto y de una interpretación del papel correctísima. cradas cientos de personas, que contribuyen a dar ese Él sí supo sacarle al texto los valores que requería. Su gran aria fue toque mágico a la ópera. realmente una lección magistral de canto. Los roles serán asumidos
Madama Butterfly y The Pirates of Penzance
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por Maria Kanyova, y Gwyn Hughes respectivamente, los días 15 y 21 de marzo. Es de resaltar la excelente actuación de Guang Yang en el papel de
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Pierre Bourdieu y la globalización Manuel Zataráin C. Pierre Bourdieu realizó contribuciones decisivas para el entendimiento de “lo social”. Sin embargo, en torno a su obra pueden inscribirse posiciones que van desde la descalificación hasta los reconocimientos más sublimes. Desde mi punto de vista, en Bourdieu podemos encontrar tres elementos definitorios de su trabajo intelectual. Primero, una radicalidad que lo ubica como un crítico incesante de una estructura social capitalista que, por más modernidad que ésta destile siempre le proyectará a nuestro autor una zona muy amplia de insatisfacciones humanas que jamás podrá resolver. En segundo término, también encontraremos en el pensamiento de Bourdieu, un pesimismo intelectual derivado
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de su análisis teórico, y que se vincula de manera sobresaliente a su trabajo titulado “La Reproducción”. En este texto, Bourdieu tiene como objeto de estudio la educación, y en él podemos detectar algunas categorías que resultan capitales para el desarrollo de su análisis. Una de ellas, es el habitus. En una apretada síntesis, y quizá muy sesgada por nuestra interpretación, el habitus puede entenderse de la siguiente manera: conjunto de dispositivos mentales que determinan el accionar y el pensar de toda persona; mecanismo cuyos efectos en la personalidad son de larga duración que aún siendo mental funciona como si fuera alguna parte del propio cuerpo: ojos, manos, cerebro; dispositivo cultural que se adquiere fundamentalmente en la familia y la escuela básica. Otras categorías capitales que se pueden encontrar en “La Reproducción”, son la “violencia simbólica” y la “arbitrariedad cultural”. Ellas reflejan las maneras y las formas en que somos educados desde niños en la familia y la escuela, es decir, somos educados a través de mecanismos violentos pero muy finos, estilizados y civilizados cuya inculcación supone una arbitrariedad, ya que se nos imponen sin apelación alguna.
En pocas palabras –y de ahí el pesimismo de Bourdieu– lo que aprendemos en la familia y la escuela básica opera principalmente como pesada estructura que impide los verdaderos cambios; esto que aprendemos es el habitus, y cambiar un habitus por otro es como cambiar de vida. El tercer elemento que se detecta en Bourdieu y que es un correlato tensionante de los otros, es la utopía. Es la idea de este pensador de que aquí no hay escapatoria, de que es preciso pensar otra estructura. Sin embargo, hay que decir que la utopía está implícita en “La Reproducción”; en donde la encontraremos a flor de piel, será en su práctica política, por ejemplo, en su militancia antiglobalizadora que llevó a cabo al lado de Günter Grass. Dicho lo anterior, ahora quisiéramos asociar la categoría de habitus al acontecer mexicano de nuestro tiempo. Y en este sentido, cuando se piensa en el habitus como ese conjunto de dispositivos mentales fuertemente fijados al cuerpo y al espíritu, no podemos sino reconocer lo siguiente: tener una cultura es como tener dos ojos. Podría ser exagerado pensar esto de que el espíritu se hace cuerpo, pero que revela algo de verdadero es inobjetable desde nuestro punto de vista. Véase el extremo de la religión musulmana: perder a Alá es perder la vida. O, simplemente, qué haríamos los mexicanos sin la Virgen de Guadalupe. En México está sucediendo, ahora, una cosa muy curiosa. La subcultura de las prácticas electorales no puede abrirle paso a todas las implicaciones que tiene la cultura de la democracia: en la economía, en la escuela, en la ecología, en la organización de la ciencia, en la universidad, en la familia, etc. El conjunto de estos ámbitos no ha sido tocado, todavía, por el espíritu democrático que ya permea al espacio de lo electoral. El “habitus mexicano”, o la cultura mexicana de cómo pensamos todas aquellas esferas, se impone como una barrera que bloquea la emergencia de una auténtica cultura democrática. Tal vez no sea insuperable, pero entraña enormes dificultades rebasarla. Por un lado, estas disposiciones culturales que impiden la eclosión democrática no han sido de larga duración; es más, en algunas estábamos en blanco, por ejemplo, en la ecología; y en economía ya habíamos tenido una mejor cultura: un mercado interno más o menos cohesionado, un nivel de ingreso salarial
más decoroso, una distribución del ingreso más racional, una política económica más exitosa en suma. Así que esta cultura que nos remite a la democracia electoral y que hemos adquirido en los últimos años, no está tan pegada al cuerpo como lo están la Virgen de Guadalupe, José Alfredo Jiménez o Emiliano Zapata. Por otro lado, estos iconos culturales, mucho más arraigados a nuestro cuerpo, no tienen por qué desembonar de una cultura verdaderamente democrática ni de una modernidad económica que recoloque a la producción y al mercado interno en el centro de sus intereses. Japón y Corea del Sur han asociado magníficamente sus culturas –fuertemente ligadas al cuerpo– a la democracia y a la modernidad económica. Bourdieu realizó un gran descubrimiento de cómo las culturas son tan fuertes que hasta llegan a funcionar como cualquier parte de nuestro cuerpo. En la teoría es válido enfatizar y sobreenfatizar algunos aspectos que tienen que ver con la visión –o la cultura– del teórico que se arriesga a proponer novedades. Sólo bastaría traer a colación el “tipo ideal” de Weber: la transfiguración de la realidad en el pensamiento, o sea, una realidad que puede ser sobreenfatizada en muchas de sus manifestaciones. Si quisiéramos recurrir a otro ejemplo para mayor explicación, lo tendríamos que hacer con Marx (porque Weber y Marx son dos referencias importantes para Bourdieu). Marx construye un tipo ideal del régimen capitalista de producción: el capital está condenado a producir revolucionando permanentemente la ciencia y la técnica… y esto será su sepultura. El mundo desarrollado se acerca mucho al tipo ideal de Marx. Pero la relación de los desarrollados con nosotros está signada por un rentismo pavoroso que ahora se exacerba con la globalización: la recurrencia a mecanismos extraproductivos –rentistas– que tienen al mundo al borde del colapso. Tan sólo véase el 11 de septiembre de Nueva York y la pobreza nunca vista en los países de América Latina. La teorización de Marx es y no es la realidad que pretende interpretar. Pero así es la teoría, o mejor dicho, así debe ser: imaginar otra realidad, así resulte inexacta o desproporcionada. Pierre Bourdieu elaboró una gran teorización que nos remite a la cultura, a la educación y a los procesos de producción y reproducción en una ambientación capitalista. La extralimitación y la desproporción en sus hipótesis, se debe a que era un hombre que tenía sus sueños y sus utopías, que a toda ciencia social le hacen un bien inmejorable.
Invierno en Chicago Carmen González Nieva: caen bolitas pequeñas, diminutas, redondas y bien formadas, efímeras, volátiles e irreales. Nieva y lo hace sin convicción, sin ganas. Las bolitas se quedan suspendidas en el aire, se arremolinan y parece que remontan el vuelo; es como si quisieran volver por donde han venido. Cae una nieve irreal que parece obedecer las indicaciones de un guión. El viento se ocupa de arrinconar, empujar y acumular la nieve contra los salientes de aceras y edificios y el efecto es de decorado, de tramoya, de pega, de mentira, parece que han tirado nieve falsa sobre un gran escaparate de la ciudad para hacernos creer que estamos en invierno. Pero la nieve no es falsa, ni es de pega; la piel de la cara siente que es invierno y que la nieve es real, fría y blanca. La ciudad, Chicago, echa humo. Humo espeso, blanco, denso, humo casi sólido. Todo echa humo: las chimeneas, las narices, las bocas, los sumideros, las alcantarillas, los tubos de escape de los coches y autobuses, las fauces de los perros, el lago. El cielo está azul, luminoso, transparente y su luz acentúa y resalta los perfiles y contornos de los edificios de la ciudad dibujándolos con precisión y claridad. La ciudad se percibe como nueva o como vista desde la nitidez de unas gafas limpias y bien graduadas. Las temperaturas han bajado a los infiernos y, de las calles de la ciudad, han desaparecido las carnes; no hay, no se ven, pantorrillas, rodillas, tobillos, muñecas ni manos, apenas mejillas, narices y frentes. Los cuerpos han perdido las formas ocultos bajo voluminosas ropas de abrigo. La corpulencia de los cuerpos no se sabe si es suya, de sí mismos, congénita, genética, biológica, celular..., o si, por el contrario, proviene de los grosores y texturas de las ropas superpuestas: interiores, intermedias y exteriores. Los pasos se hacen apresurados; no es tiempo para deambular, detenerse ni pasear. Sobre el lago flotan, se mecen, placas de hielo de formas caprichosas como enormes y gélidos nenúfares. El agua se espesa, gana densidad, apenas se mueve y, si lo hace, es pesadamente, con movimiento de aceite. El lago desprende humo y su horizonte
es una línea blanca. Vista desde la ventana, la ciudad, los lujosos rascacielos y edificios de la ciudad, se perciben como fábricas contaminantes que expulsan humos densos y blancos. Los humos siempre han estado ahí pero es a estas temperaturas cuando los humos se hacen visibles. Hoy la ciudad, Chicago, está envuelta en polvo de estrellas; flotan en el aire minúsculos y mágicos puntos de luz que permanecen, caen y desaparecen. Quizás es que hace demasiado frío para nevar, quizás la combinación de sol, cielo despejado y azul, alguna nube negra aquí y allá, y microscópicos copos de aguanieve consigan ese efecto de polvo de oro, de polvo de estrellas, de chispas flotantes. El efecto es mágico, único y sorprendente. Hoy nieva de verdad, el cielo gris resbala por los edificios de la ciudad y los copos son grandes y suaves y caen ingrávidos, leves, perecederos, livianos, volátiles y persistentes y cubren la ciudad vistiéndola de blanco y silencio. Todo se hace bulto: el coche aparcado se hace bulto, el arbusto, el parterre, el tiesto, la valla, los cajones expendedores de periódicos, las papeleras. La ciudad se cubre de blanco, se esconde. La nieve emite un leve quejido al ser pisada, apretada, aplastada contra el suelo. Sobre la nieve se evidencian pisadas, tamaños de pies, dibujos de suelas, huellas de pezuñas exploradoras. Sobre la nieve pies y patas dejan su huella, su rastro y su camino. Hoy el viento impulsa, propulsa y empuja diminutas gotas que, como agujas, al chocar contra las mejillas pellizcan, pinchan y picotean la escasa piel descubierta, enrojeciéndola. Las mejillas se arrebolan, se encienden, estallan, se tensan. Los transeúntes se protegen de la agresión agachando las cabezas, encorvándose sobre sí mismos. Lágrimas de frío resbalan y se unen a las vertidas con sentimiento. En el parque, los gansos y patos, al pisar con su palmípedas patas las irregulares superficies de nieve helada, patinan, se escurren, resbalan, y, en su intento por mantener el equilibrio, despegan levemente las alas del cuerpo y caminan como cojas. Del sombrero del general penden cristales, del cuello de su caballo cuelgan estalactitas de hielo transparente. Al invierno le gusta su trabajo, lo realiza con entusiasmo y concentración. Es hacendoso, dedicado e imaginativo. Cuenta siempre con los mismo elementos y se supera y nos sorprende al combinar y dosificar sus recursos con pericia y creatividad. Se deja absorber por su trabajo y se olvida del tiempo. Apenas mira el calendario para darse cuenta de que, una vez más, le ha robado días a la perezosa primavera. Hoy en la ciudad, paladeamos, mordemos, masticamos y tragamos pequeños besos y corazones de chocolate que se derriten y nos endulzan. ¡Happy Valentines Day¡. Es invierno en Chicago.
Mi barrio Humberto Uribe En solo doce años ha cambiando drásticamente. Mi casa queda cerca de la estación del tren, a veinte minutos del centro de la ciudad; por esta razón, los empresarios de la construcción están comprando y demoliendo las casas viejas, para construir edificios de apartamentos que comercialmente están por encima de los trescientos mil dólares, precio que no es accesible para personas como nosotros. He tenido varias propuestas de quienes quieren comprarme la casa porque, según las estadísticas, este barrio es uno de los que ha tenido mayor valorización; pero, yo sigo apegado a ella y sobre todo a los recuerdos de cuando la compré, pues, era uno de los lugares céntricos olvidados por el gobierno distrital y cuyos habitantes, en su mayoría, eran mexicanos, puertorriqueños y uno que otro norteamericano pobre. Cómo olvidar a la anciana anglosajona, que vivía siempre en la ventana de su casa, observando a todo el mundo, en especial cuando gritaba a su esposo desde la ventana “You are good for nothing” y todo porque el anciano se estaba tomando una cerveza con los alcohólicos de la cuadra. Esta señora también vigilaba a su nieta, que tenía quince años, pero, la muchacha se escapaba de la casa para pasearse con muchachos de su misma edad. Una vez me crucé con ella en la calle; y vi cómo se separaba del muchacho que la acompañaba y dijo en voz alta: “Don’t touch me asshole. I need a real man”. Sus palabras fueron proféticas pues a los pocos meses la vi cabizbaja y a punto de dar a luz. Las calles de mi barrio permanecían tapizadas de partículas de vidrio de las botella que los alcohólicos estrellaban contra los andenes. Las prostitutas andaban para arriba y para abajo, sonriendo con la sinceridad que no tienen los nuevos vecinos, quienes salen de los edificios sin mirar a nadie. Tengo que aceptar que al principio me molestó ver a las prostitutas, porque pensé que podían ser un mal ejemplo para los hijos; pero, les confieso que me fui acostumbrando a sus carreras para arriba y para abajo y a sus estridentes gritos como: “Son of a bitch give me my money back”. Esto ocurría principalmente en las noches frías de invierno, cuando reclamaban a sus manejadores que les devolvieran parte del dinero que habían ganado durante la noche. En estos enfrentamientos, generalmente terminaban golpeadas, sin dinero y sin poder llamar a la policía, porque aquí es ilegal ejercer la profesión más antigua del mundo. Reconozco que el vecindario era uno de los más ruidosos, pero lo cierto es que extraño la música norteña que ponía mi vecina. Ella abría las ventanas de par en par y prendía el equipo estereofónico, a todo volumen; entonces, yo ponía el aire acondicionado, para disimular el excesivo
volumen de la música y con mi esposa, que también es norteña, nos poníamos a bailar y hasta nos tomábamos unos vinos para celebrar la fiesta improvisada. Mi vecina tenía tan buena memoria que después, cantaba a capela toda la música norteña, con voz destemplada, pero graciosa. A mi vecina le debemos la oportunidad de haber escuchado todo lo nuevo de la música norteña. Ella era una jovencita que no llegaba a los dieciocho años; sin embargo, cuando nos cruzábamos por la calle, le brillaban los ojos y sonreía de oreja a oreja haciéndome sentir más joven de lo que era. Ahora todo ha cambiado. Los nuevos vecinos norteamericanos no saludan. Sólo salen por las noches con su perro bien atado y un talego plástico en la otra mano, para recoger los excrementos, una vez que el animalito ha descomido. En eso no hay que negar, que son bien disciplinados; a diferencia de nosotros que dejamos a nuestros perros sueltos y jamás tocamos la mierda. A propósito de lo anterior, un hombre muy sabio, que pudo haber sido mi padre, una vez me aconsejó que el mejor sitio para comprar un lote de terreno era aquel que más mierda tuviera, porque, con toda certeza, ésta propiedad sería la de más alta taza de valorización. En ese entonces, yo era muy joven para entender el verdadero significado de su afirmación. Ahora veo la profundidad de sus palabras y comprendo que cuando se refería a la mierda, no necesariamente se trataba de la física, sino que su afirmación tenía y tiene una y mil connotaciones. No he vuelto a ver la lluvia de vidrios de las botellas que estrellaban los alcoholicos en los andenes, ni a la vieja norteamericana gritarle a su esposo “You are good for nothing”, ni a su nieta decir “Don’t touch me asshole. I need a real man”, lo que sí sé de la muchacha es que después de que dio a luz un niño, se convirtió en una madre soltera, subsidiada por el gobierno. Tampoco he vuelto a escuchar los gritos de las prostitutas, cuando disputaban con sus manejadores el precio de su trabajo. Pero, por encima de todo, extraño la música norteña, a la que me había acostumbrado. Mi vecina, la que nos deleitaba con su música y su voz, se fue para México. Dado nuestro modesto presupuesto no podemos comprar la infinidad de discos de música norteña que día a día sale al mercado y que mi vecina compraba para su propio gozo y el de la vecindad. Y lo peor, es que el vecindario se ha vuelto tan silencioso, que del puro silencio no puedo dormir. Por eso, tengo que pedirle a mi esposa, que me cante al oído todas las canciones norteñas que ella se sabe, hasta quedarme dormido. Por último, como cada vez hay más edificios nuevos en el barrio, cada día hay menos niños que tanta alegría nos daban y aumenta la cantidad de perros. Y para rematar, como el vecindario se ha refinado tanto, nos duplicaron los impuestos a la vivienda.
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After Hours León Leiva Gallardo Que no sea del todo un descuido olvidar que lo perverso en Dr. Jeckyl sólo, y solamente, se da a conocer, en toda su intensidad, en los momentos más humanos de Mr. Hyde. He allí la belleza y la complejidad de la obra literaria, tanto humana. Esto no es nada descabellado una vez uno se asoma a la estepa de lo amoral. De la misma manera que la luz en la tundra enceguese, también la oscuridad a tientas nos da visión más certera. Lo gris desorienta. Más sufren Dr. Jeckyl y Mr. Hyde en el momento gris de la metamorfosis que en sus extremos de integridad. Porque sólo en ese momento sienten el inmensurable peso del saberse una mera casualidad. Tanto el bien como el mal son alas del mismo ángel pordiosero.
Pordiosero de la media noche Eran quizá las seis de la mañana o las seis de la noche. En todo caso era la hora cuando la luz de invierno es engañosa. La calle deshabitada. Una calle apenas para los pies entumecidos del basto. La calle larguísima como el suspiro del que no le importa ya haber perdido nada. La calle fría, las aguas congeladas. Y de repente una camiseta blanca tendida en la acera. Tendida como para que se secara. La camiseta blanca de par en par con los brazos en cruz. En el mero pecho un sol naciente de sangre. Coágulos todavía viscosos. No se congelaba la sangre porque todavía herbía de rabia, de miedo, de culpa, de que sabría de qué. Un paso más y casi pisoteo un corazón desplomado. ¡Mataron al negro! ¡Qué! Mataron al negro. Dito, si se acaba de il.
A deshoras de la noche, o a deshoras del día, todos los transeúntes del alcantarillado somos responsables. Todos matamos al negro. Todos confundimos el día por la noche y nos entregamos al episodio gris que nos acusa de cobardes o de pordioseros. La mortalidad no nos permite quedarnos en el momento gris. La mortalidad nos hace cometer pactos de hambre con el bien y el mal. Si alguna vez los dioses se avergonzaron de su creación, no fue por las maldades que sus vástagos hacían en el momento del mal, sino por las bajezas que cometían en los momentos del bien. En nombre del amor se han cometido y se seguirán cometiendo los peores crímenes. El amor conoce las espaldas del bien y del mal. Lejos está lo gris de la mirada del enamorado. A deshoras de la noche se desploman muchos corazones. Algunos corazones de sangre, algunos de tinta, de pulpa y papel, y más que alguno de la luz menos gris que se haya vislumbrado. A la hora gris el hilo del dios apenas y a penas divide, distingue, entre el cielo y el mar.
After Hours Los after hours son las catacumbas de los lázaros arrepentidos. A nadie se le ha ocurrido pensar que Jesús cometió un gran pecado al revivir a Lázaro. Ese acto de aparente bien fue una de las peores bajezas del cristo. A Lázaro le quitaron el derecho humano de morir como Dios manda. Muchas noches grisáceas vi entrar cabizbajo a Lázaro en los after hours. Generalmente se sentaba solo y apenas gesticulaba cuando alguien lo quedaba viendo en el espejo. Cada sorbo de licor y cada suspiro de polvo le sabía al dulce formol que se nace en los resquicios de la morgue. En la morgue está tendido Lázaro Quiñones con un boquete morado en el pecho. Los pies amarillos apuntando al cielo raso. Dito, si Lázaro acababa de ilse. Pobre nene. Ya había dejado de tomal y ya no se metía droga, men. Y dónde lo van a velal. Chacho, si el pobre no tiene nadie quien lo entieje. Dito.
La mancha La muerte nunca nos sorprende. El único absoluto del que tenemos certeza, y a la vez duda, se hace saber hasta en el último estertor. Hasta para con el moribundo se procura la esperanza: el lenguaje o la música del buen morir. Porque la vida es como una madre abnegada, que no deja de soñar ni cuando ya los restos de su ser querido han desaparecido. Pero rara, también, la
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certeza que se nos revela lentamente, aunque el golpe ya se haya atestiguado. Así nos está costando creer, que en una mañana de éstas, nuestros ríos, con las crecidas del fin, arrastrarán todo lo que se ha aparecido o alucinado en el camino. La muerte se nos manifiesta a sabiendas. La conciencia insinúa un flagelo más sádico que el designio de la naturaleza. La imperecedera nostalgia por el bien y el mal nos carga de culpas y de misticismo. Mas lo vero es que el desastre se da a la neutral empresa de cobrarle al hombre más de lo que el hombre se imagina. El ciclo natural de creación y destrucción se acelera ante nuestras miradas, y la morbosidad –la enferma partitura de la misma esperanza– hace todo lo posible por encontrar símiles y metáforas para decir que el desastre también contribuye al parto de su propio vástago. La madre que se da a luz a sí misma, o como diría Blanchot: “el negro desastre que trae la luz”. Pues somos lo inefable, ese punto cero donde se da la analogía. Ese perecedero instante de placer doloroso, de dolor placentero, algo que sólo se puede concebir a través de un dios o a través de la poesía: pero nunca por un medio tan raso como es la ciencia o un proceder tan falseante como el entendimiento. Y quizá no sea del todo un equívoco decir que la belleza es la única manera de alcanzar lo divino, pero este paso no es el estadio más alto –y logrado– por el hombre. La belleza es simplemente nostalgia. Y donde hay nostalgia, hubo paraíso perdido. Entonces, el desastre es la fugacidad del sí mismo, sufrir amnesia del presente y concretar cada eslabón del futuro a medida que nuestro pie lo alucina. El desastre es la invalidez de la historia. El desastre es ser viajero de las necesidades creadas: ser un cráneo más en el gólgota de las cosas, para procurar dejar de pensar lo que no podemos dejar de saber y decir, es decir, que la muerte nunca nos sorprende. Porque la llevamos a rastras como si fuera el alma misma: como el querer creer o creer querer que fuera el alma misma.
Coda Se iba Mr. Hyde a los antros del Londres brutal. Dr. Jeckyl sabía más a manera filosófica que a modo científico lo que Parménides le había enseñado a los que tuvieran oídos, que los cambios de grado con el tiempo llevan a un cambio categórico. Dr. Jeckyl con la poción acelera el cambio gradual y lo torna categórico. De esa manera niega el ser. No hay absoluto. Porque en su alma siente un decontento que no se puede curar con la muerte, sino con la vida, con el sufrimiento. Muchas veces Mr. Hyde fue tierno con las prostitutas. Muchas veces Dr. Jeckyl fue malvado con sus criadas. Londres nunca era gris ni para Dr. Jeckyl ni para Mr. Hyde. Porque en el momento gris ambos estaban inconscientes de que en ellos oscilaba un hombre con alas de cera. Ni Dr. Jeckyl ni Mr. Hyde lograron ver a través del vidrio oscuro, la ventanita de Castel.
La antigua catedral de Illanya
Extrasístoles Las biopsias
Marco Escalante El paisaje de la provincia serrana de L., impreso en la memoria del viajante por su vitalidad y exotismo, cambiaría en nuestra percepción si halláramos, todavía de pie, sumergida entre árboles frondosos, la antigua catedral de Illanya. Templo antiguo, como aquellos plasmados en los lienzos de Robert, sorprende al caminante con sus muros grises; muros estampados por la pátina del tiempo, cubiertos de hondas fisuras por donde se cuela la hierba silvestre y enredaderas rebeldes que trepan hasta alcanzar el modesto campanario derruido. El interior, oscuro, se divide en dos secciones laterales cuyo pasadizo central conduce al altar del Cristo de Illanya; un Cristo pobre, de pueblo olvidado, doliente y caído, que lleva de rodillas la cruz del calvario. A sus pies, una extensa mancha de color verdoso se extiende de las gradas al arca, como si el templo dócilmente claudicara ante el avance incontenible de musgos malignos o como si hubiese emergido de las profundidades marinas, trayendo consigo rémoras y algas. Las paredes y el techo, tienen la humedad que penetra la coraza de un esquife; las hornacinas, iluminadas con velas, traen a la memoria las grutas de un acantilado. El mismo Cristo, sucio y barbado, parece un náufrago que nostálgico recuerda, en su bastión ignoto, la extensión libre del océano infinito. Los Cristos de las ciudades son distintos. Se adhieren a la fe convencional de los feligreses, se acoplan a los reglamentos eclesiásticos de los prelados; son Cristos administrativos. El Cristo de Illanya es de los fieles pobres, de los que lo encuentran por accidente perdido entre senderos tortuosos, de los que sueñan con emigrar, con salir de la ciudad asfixiante en busca de aventuras, sueños, novedades de otros mundos. El viajante, por eso, en el templo de Illanya, encuentra una oportunidad inmejorable para reconciliarse con su espíritu. Los vitrales de las iglesias son, en general, grandes filtros. Por sus orificios no se cuelan las noticias de las estaciones, como ocurre con las ventanas de las casas, abiertas todas ellas al polícromo esplendor de la primavera o al oro canicular del verano o al gris descarnado del otoño y del invierno; sino que se cuela solamente la luz, liberada de las cosas, de las circunstancias, de la realidad exterior que la iglesia, fuente de pureza, niega con soberbia. Esa luz, que bien puede venir del alba o las estrellas, es la representación simbólica de lo divino, que al penetrar por los vitrales se funde con la cúpula maternal que le asila. Dios es, en cierto modo, un pájaro enjaulado. Para sobrevivir, tiene que ceñirse a la norma interesada de los hombres. La gran catedral de la metrópoli, mientras tanto, mira con desdén el reino del cual extradita a sus fieles, se alimenta de un mundo que concibe maculado, predica en el abismo la ascención y en la herejía la fe. El templo antiguo de Illanya es radicalmente distinto: no tiene vitrales. El arca central se ilumina con cirios. No ha entrado Dios en sus dominios. Illanya y sus fieles lo quieren libre, disperso en la naturaleza, como el viento que acaricia rostros, árboles, flores, piedras, animales, cosas. En Illanya Cristo bendice lo pagano. Illanya además, aparte del canto de los pájaros y el rumor del viento perdido entre los matorrales, no tiene mayores cualidades musicales que el silencio. El silencio es, sin embargo, una puerta que el oído le concede al ojo. Dejo de oír para empezar a mirar. De esta manera es que uno se da cuenta que la cualidad pictórica de Illanya resulta casi indescriptible. Los referentes en la pintura universal parecen escasos. Los templos de Robert o el cenotafio de Reynolds tienen un esplendor, una grandiosidad de la que Illanya carece. Ese esplendor proviene de la historia, del transcurso incontenible de un tiempo saturado de acontecimientos. Illanya es otra cosa, ha permanecido inmóvil por siglos. Su desgaste parece milenario, aparenta haber nacido antigua. Esta inopia de aconteceres terrenos, este vacío de historia, lleva necesariamente a la concentración espiritual metafísica. En efecto, el viajante enfrentado con el templo de Illanya no se dice jamás: “aquí estuvo el general Santander en 1820” o “por aquí pasaron las tropas de José Antonio de Sucre antes de luchar en Ayacucho”, sino que se pregunta en silencio: ¿quién soy yo? ¿De dónde vine y hacia dónde voy? ¿Existe Dios…? Y si existe… ¿dónde está? El templo de Illanya es pues, en lo fenoménico, la negación del turismo; y en lo esencial, contemplación hacia dentro. Acaso solamente una pintura me recuerde el espíritu ancestral de Illanya. Tal cuadro es La Resurrección de Lázaro, de Juan de Flandes. Ello tal vez se deba a que el paisaje que rodea a Lázaro –de un verde fúnebre– así como los rostros enigmáticos de los testigos de su regreso, remiten a un territorio vedado. Ese territorio oscuro que es el centro de nuestra primordial melancolía. El territorio de la muerte.
Jochy Herrera Si bien las células y los tejidos frescos y hasta vivos pueden observarse a través del microscopio, se aprecian prácticamente translúcidos y desprovistos de detalles. The Oxford Companion to Medicine
La búsqueda de respuestas tanto filosóficas como científicas a preguntas sobre quiénes somos, cómo somos, qué nos aqueja y qué nos rodea, ha obsesionado al hombre por siglos. A través de la historia, el desarrollo de la especie como colectividad, ha sido en parte influido por conductas biológicas resultantes del proceso evolutivo mismo. Sin embargo, la mayor contribución al progreso del Homo Sapiens proviene de su instinto cuestionador. Bastaría repasar los logros de culturas como la griega y la maya, o de pensadores como Galileo y Newton, para comprender la dimensión histórica a la que este cuestionamiento nos ha conducido. Fue por ello que La Inquisición persiguió el quehacer artístico y del conocimiento, porque tenía plena conciencia del poder transformador de toda actividad cognoscitiva. La observación e investigación del cuerpo humano son ejemplos de esa incesante e insaciable búsqueda de respuestas. Miguel Ángel, consumido por la pasión terrenal y el temor a Dios, edificó un legado artístico sin precedentes donde la contemplación y la recreación de la belleza se volvieron parte nodal de su existencia. Tanto Miguel Ángel como Leonardo de Vinci exploraron la figura humana viva y muerta plasmándola con detalles imperecederos. Bastaría observar de cerca la postura del David para comprender el vasto conocimiento que del cuerpo humano tenía Miguel Ángel. Y recordemos que Leonardo disecaba cadáveres a escondidas bajo riesgo de ser acusado de hereje, para así lograr dibujar las interioridades de la anatomía humana con detalles y precisión por siglos inigualados. Pero los trabajos de ambos fueron más allá de la figura corporal, ya que el estudio de los tejidos atrajo la atención tanto de artistas como de médicos pioneros del siglo XVII y XVIII. De ellos, el de mayor importancia fue Giovanni Battista Morgagni quien, en 1761, en su libro De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis intenta conectar las quejas corporales con los hallazgos de las autopsias, estableciendo así la histopatología, ciencia que se vale de las biopsias como método investigativo. Las biopsias acarrean implicaciones que rebasan el campo médico. Tomar una biopsia de la piel o del labio, no tiene el mismo significado que una de los órganos reproductivos o de los intestinos. Penetrar el cráneo y tomar un trozo del tejido cerebral, de seguro no será la misma experiencia que las anteriores. Cada biopsia provoca una reacción diferente en el sujeto estudiado, quien de seguro simultáneamente sufrirá miedo, esperanza y aprehensión. La sensación de pérdida podrá confundirla con una de violación, o quizá lo haga resucitar memorias de rasgos freudianos reviviendo traumas ocultos. Pero de todas las biopsias posibles, la más intrigante y desafiante es la biopsia cardíaca, ya que ella es de muy poca utilidad para diagnosticar las enfermedades que afectan a este órgano. En otras palabras, hurgar en el corazón en busca de respuesta es un camino perdido, ya que éste está hecho para vivir y sentir, y no para dar respuestas. Extraer un trozo para su estudio y no poder encontrar solución a la queja, obliga a preguntarse si vale la pena arriesgarse a que le revuelvan a uno el pecho; ¿de qué serviría el noble acto de entregar el corazón a ese que quiere apropiárselo si al fin y al cabo será una experiencia fútil?, ¿y qué motiva el hermetismo de este enigmático órgano? Sospecho que hay una explicación muy simple: el corazón no necesita de biopsias para mostrar sus aflicciones. Bastaría con sentirle, tocarle a la siniestra mientras galopa, o que simplemente se le acercase una gata humana de ojos tiernos para diagnosticarle su condición natural: la de ser una masa de músculo que vibra, siente, responde, castiga, sufre, añora, pero sobre todo, la de ser una víscera hecha para amar; algo que de seguro, ni las biopsias ni la física nuclear jamás podrán explicarnos.
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contratiempo invita a los lectores a enviar comentarios y críticas. La correspondencia no deberá exceder 500 palabras. Toda carta deberá ser remitida con un número telefónico. Nos reservamos el derecho de editarlas. No se publican anónimos ni seudónimos.
El Haití de Max Dominique Editores de contratiempo: Tiene razón Max Dominique al apuntar, en la entrevista publicada en el número anterior de Contratiempo, que en Haití hay una larga tradición de confluencia entre la autoridad política y la religiosa. Esta tradición se remonta por lo menos a la Revolución Haitiana, y quizás hasta a los tiempos de la Colonia. En efecto, Moreau de St. Mery, conocido viajero francés, al hacer un relato de sus recorridos por ese país en el siglo dieciocho, dice que los esclavos haitianos de los 1780 temían a sus amos porque se rumoraba que el vino que bebían en misa era realmente sangre. Sabemos que las autoridades coloniales francesas contaban con la Iglesia como vehículo importante de legitimación; por ende, estos rumores podrían indicarnos que, cuando les convenía, los hacendados sembraban en el pueblo la idea de que practicaban la brujería. En vista de esta prolongada historia de confluencia de autoridades, es natural encontrar paralelos entre el uso de François Duvalier del vudú, y JeanBertrand Aristide del catolicismo, y en ello el reflejo de las dificultades de establecer la hegemonía de un estado frágil y con escasa penetración de la sociedad civil. Al mismo tiempo, debemos reconocer diferencias importantes. Por lo menos a Papa Doc le favorecía una economía más sólida que la que existe actualmente; los precios de los productos básicos se mantuvieron a un buen nivel durante la mayor parte de su mandato y pudo atraer una cantidad importante de inversión extranjera, volcando lo recaudado en la creación de una maquinaria de padrinazgo político que extendía la mano del Estado hacia la sociedad civil por medio de un abigarrado cuerpo paramilitar, los Ton Ton Macoutes, y de la ampliación de la burocracia estatal. La incorporación de los houngan o sacerdotes de vudú y de las sociedades secretas Bizongo a los grupos paramilitares, fue eficaz debido a los escasos vehículos de participación civil en un país donde apenas había carreteras hacia el interior. A pesar de cualquier opinión que se tenga de Aristide, no sería del todo justo dejar ahí la comparación. Si bien Aristide se ha beneficiado de la autoridad moral que presta la teología de la liberación como base del movimiento Lavalas, al parecer no ha cometido la acción nefasta de traer el terror gubernamental a la Iglesia católica o a la jerarquía vudú, que son de las poquísimas instituciones civiles
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existentes. Reconocer a los houngan es una cosa; armarlos, otra. Vale mencionar otra diferencia importante, y es que Duvalier conocía la religión popular por haber sido médico rural, aunque no era practicante ni adepto como cuenta la leyenda. Si bien se autoperfiló Papa Guede para despertar terror, no fue nunca brujo. Aristide salió del movimiento clandestino de la teología de la liberación en un levantamiento popular que acabó con casi tres décadas de duvalierismo. El primero optó por la religión; el último por la política. Para argüir similitudes (“la misma práctica de los neoduvalieristas”) debe exponerse en todo detalle la índole exacta de estas necesidades. Otro punto en el que debo discrepar es la caracterización que hace Max Dominique de la relación entre el protestantismo y el vudú. Por supuesto que la ola actual de proselitismo de los misioneros protestantes estadounidenses en Haití es sumamente perturbadora, e inquieta en especial dada la hostilidad que muestran varias de sus ramas hacia el vudú y el catolicismo, expresiones religiosas de arraigo en la cultura e historia haitiana. Quiero acotar, por otro lado, que no es inconexa la popularidad del protestantismo y de su némesis, el vudú. Si bien el protestantismo atrae tanto a los que buscan escalar los peldaños sociales como a los que luchan por escapar de la pobreza extrema, su atractivo tiene también raíces más legítimas: por una, el éxtasis de hablar en lenguas desconocidas adoptado por algunas iglesias protestantes se asemeja a los trances del vudú. De ahí que los adeptos no consideren el protestantismo necesariamente la antítesis del vudú, como lo describe Dominique. Por otra, los que creen aterrorizante la perspectiva de que “les llame el Iwá”, encuentran en el protestantismo un escape que no ofrece el catolicismo en su entendida fusión con el vudú. De hecho, parte de la atracción del protestantismo en el Caribe tiene que ver precisamente con la imagen de que es un sistema totalmente ajeno al vudú-católico, los cuales son coincidentes en la mentalidad popular. En este último caso, el poder de la creencia en el vudú para el practicante es justamente la promesa de salvación que le ofrece, la redención que le librará del aun más poderoso Iwá.
Robin Derby
Facultad de Historia, University of California at Los Angeles
Traducción: Moira Pujol
Nosotros no fuimos contratiempos: Les agradecería la publicación de esta carta. En los últimos años –y debido a varias amistades con gente de otros países, sobre todo de Latinoamérica y especialmente mexicanos–, me he visto en la necesidad de defender quién soy sólo por el hecho de vivir donde vivo. En un sentido, he aprendido mucho de este proceso. Comprendo mejor las quejas que mucha gente tiene en contra de los Estados Unidos. Soy más consciente de la injusticia que comete nuestro gobierno en muchas partes del mundo. Esas pláticas me han estimulado a estudiar más la historia de los Estados Unidos, en especial de cómo se ha involucrado en otras tierras: en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Panamá, Chile, Haití, Granada y muchos otros países en esta y otras partes del mundo. Y me siento tan encabronado hacia mi país como la gente con quien he conversado de esto. Pero otra cosa que aún no entiendo –o más bien, con la cual no he llegado a estar de acuerdo– es la idea de que, por ser de este país, yo también soy responsable de tantas cosas horribles que han hecho sus gobiernos. De que ser un gringo es creerse mejor que otros, con más derechos y privilegios que los demás ciudadanos de otras partes del mundo. De que la sociedad internacional o está con nosotros o contra nosotros. De que todos estamos de acuerdo con Bush. No creo que sea así. A pesar de tantos políticos que dan una mala imagen de los Estados Unidos, la mayoría de los estadounidenses no son así. En los años sesenta, del movimiento feminista surgió el concepto –no por primera ni por ultima vez– de que lo personal es político. Estoy de acuerdo. Lo que hago diariamente refleja lo que creo, lo que pienso políticamente. De alguna manera, mi automóvil, mi camisa, la pasta de dientes que uso, el refresco que tomo, todo habla de mí. Un reflejo más obvio de mis ideales políticos es por quién voto. Como la mayoría de la gente que votó en las elecciones estadounidenses presidenciales de 2000, yo voté por Al Gore. Vale la pena repetir esta frase: la mayoría de los ciudadanos del país votó por Al Gore. Me imagino que la gente que sabe tanto de los Estados Unidos para decir que tan malos somos, por lo menos tiene en mente la crisis electoral que hubo aquí hace tres años. He visto a mucha gente que maldice los Estados Unidos por la guerra en Irak sin distinguir a los trabajadores estadou-
nidenses comunes y corrientes, de la administración plutocrática de Bush. Me parece incluso que muchos no saben que no quisimos a Bush ni tampoco la guerra. Pues si supieran que la mayoría de nosotros no votó por Bush sino por Gore, no dirigirían sus maldiciones a todos nosotros, sino sólo a Bush y a sus cuates. Y si no saben de esa crisis tan grande en el país, no saben mucho de los Estados Unidos. Quizá por esta ignorancia muchos piensan que todos los gringos somos iguales, que todos amamos a Bush, que todos queremos derramar sangre iraquí y dominar el mundo. Pero a ellos les pregunto: si los 280 millones de estadounidenses fuéramos así, ¿no habría mucho más que la invasión de Irak? ¿No se hubiera empezado ya una guerra nuclear? Fue en el contexto de la invasión de Irak que leí algo que me sorprendió. En una respuesta al manifiesto de Adolfo Gilly titulado “Trabajamos por la paz y la justicia”, que denunció las acciones de los Estados Unidos, el Subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, permitió que a dicho documento añadieran tanto su nombre como el de todos los miembros del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN. De esa manera externó su acuerdo con lo que decía el manifiesto, pero agregó un comentario: Aún así, creemos conveniente hacerles notar que en la declaración no se hace una clara diferenciación entre el gobierno norteamericano y el pueblo de los Estados Unidos de América. Tomando en cuenta que mucha gente en la Unión Americana se ha movilizado y ha promovido acciones de desobediencia civil frente a esta guerra, nos parece que no sobraría una distinción en ese sentido. Los pronunciamientos públicos de académicos, intelectuales, artistas, religiosos, trabajadores de medios de comunicación alternativos, estudiantes, y ciudadanos norteamericanos en contra de la guerra, aún a contracorriente del manejo belicista de las grandes corporaciones de la comunicación, nos hacen ver claramente que ésta es una guerra del gobierno de Bush, no del pueblo estadounidense.
Si Marcos, un símbolo que se opone a lo que representa el gobierno estadounidense, no nos odia, ¿cómo es que tantos otros, supuestamente en apoyo de la justicia, nos odian sólo por tener a Bush en el gobierno? Hay gringos que también luchan por la justicia.
Atentamente,
Alex Wyman Estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago
Lectura de Poesía Alberto Blanco, El corazón del instante (1998) Juan Carlos Galeano, Amazonia (2003) Olivia Maciel, Filigrana encendida (2000) Viernes, 12 de marzo, 2004 4:30 - 6:30 p.m.
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