© Rius: Ilustración tomada de La panza es primero, editorial grijalbo
mesa directiva Frances R. Aparicio, Ricardo Armijo, Raúl Dorantes, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Francisco Moreno, Francisco Piña, Moira Pujols
director ejecutivo Francisco Piña
director editorial Raúl Dorantes
consejo editorial Raúl Dorantes, José Ángel Navejas, Ana Luz Pérez Durán, Francisco Piña, Julio Rangel, Febronio Zatarain
corrección de pruebas Julio Rangel
diseño Francisco Piña
diseño de portada y cartón Giovanni Matallana
fotógrafía Kari Lydersen, María Salgado
dossier Editorial La tecnología en la industria alimentaria: ¿Uso o abuso? Lo que comen nuestros niños Notas descabaladas sobre la comida mexicana Corridos a la italiana El exceso y los alimentos, o lo barato sale caro El otro lado de la comida rápida El maíz: El dios de los frutos y fruto de los dioses
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Julio Rangel Jochy Herrera Francisco Piña Erika Buchancow Moira Pujols Eric Ruder León Leiva Gallardo
deshoras Vacío y feliz Pasar por ahí Este día volví a quedarme solo Esto no es un juego, Zurdito
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José Díaz José Díaz José Díaz Gerardo Cárdenas
mirada cómplice El mundo es un carnaval: La obra de Nicolás de Jesús
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Francisco Piña
ilustraciones Rius
grabados Nicolás de Jesús
directora administrativa Moira Pujols
distribución José Guzmán
contabilidad Humberto Uribe
© contratiempo NFP 773.769.2923 1434 West Thorndale Avenue Chicago, IL 60660 Para obtener más información sobre las distintas secciones de la revista, publicidad y clasificados, servicios editoriales o suscripciones, escríbanos a: info@revistacontratiempo.com
tiempo extra Antonio Muñoz Molina (entrevista) El Ché: Diarios de motocicleta y la juventud el triunvirato: jesús. la coca-cola. el ché. Voces de la diversidad El norte: Única opción La política educativa de los City Colleges de Chicago En Uruguay sí hay razones para celebrar Pancho Villa, el hombre Dos grandes obras del Festival Internacional de Cine
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La buena (torna)mesa: P18
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Verónica Estebán Juan Mora-Torres om ulloa Iván Torrijos Raúl Dorantes Febronio Zatarain Hanna Luna Ana Luz Pérez Durán Raúl Dorantes y Febronio Zatarain Giovanni Matallana
tiempo de sobra La rendición honorable
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Marco Escalante
Durante los últimos dos siglos, los biólogos y los antropólogos han explicado las razones por las que el ser humano fue evolucionando hasta convertirse en un animal de locomoción bípeda, provisto además de un enorme cerebro que le ha permitido inventar herramientas que lo han llevado a conquistar, muchas veces agrediendo a la naturaleza misma, hasta el último rincón del mundo. Todo indica que la evolución de este peculiar mamífero partió de un necesidad fundamental: la búsqueda de alimentos para garantizar su subsistencia. Quizá de esta práctica se derive el conocido proverbio we are what we eat, que se traduce a “somos lo que comemos”. Era, sin duda, el instinto del hambre lo que hacía que el hombre de las cavernas recolectara frutos y cazara. Ambas actividades obligaban al desplazamiento de un lugar a otro, y en ese desplazamiento que implicaba confrontación y lucha, sobrevivían los más fuertes. Tuvieron que pasar siglos para que el homínido se diera cuenta de que tanto lo que cazaba como lo que recolectaba se digería mejor si era expuesto al fuego. Y también tuvieron que pasar otros siglos para que entendiese los ciclos de la naturaleza y descubriera la agricultura, considerada por muchos como el elemento esencial para que el hombre se volviera sedentario. Junto con la agricultura, llegó la ganadería, la propiedad, la familia, las clases sociales, el comercio, y con todas esas prácticas e instituciones se fue desarrollando el arte culinario. Las condiciones del ser humano de nuestros días, en muchos aspectos no son mejores que las de otrora. A pesar de que ya no estamos a merced de los elementos ni de las bestias salvajes, y de que hemos explorado el sistema solar y codificado el genoma humano, seguimos padeciendo enfermedades muchas veces prevenibles y evitables. Lo paradójico es que hoy nos enfermamos como resultado de los avances que en otros tiempos nos llegaron a beneficiar: el sedentarismo, la abundancia y la disponibilidad de comidas. Si bien las semillas genéticamente modificadas producen los tomates más rojos y frescos imaginables, y si bien transportamos productos de un continente a otro sin que sufran la más mínima descomposición, ahora, en los países industrializados, nos enfermamos por el exceso de alimentos y por los efectos de la diversidad de químicos que se usan para “mejorar” la semilla, la tierra y el fruto. Víctimas de una morbosa abundancia que el mercado promueve tenazmente, un gran sector de la sociedad se fía de los medios de comunicación para escoger sus alimentos. En los Estados Unidos, la comida rápida ha ido sustituyendo al acto social de la cena, sobre todo entre las clases menos favorecidas; porque el tener mayores ingresos y mayor educación, representa también mejores hábito alimenticios. Entre los pobres, el hogar ha dejado de ser el santuario de lo saludable, ya que no se tienen herramientas educativas para defenderse de la agresión televisiva. Si en los Estados Unidos la comida abunda, hay muchos otros países en los que se padece de perennes hambrunas, debido a veces a fenómenos de la naturaleza (las sequías en el Sudán y los monzones de Bangladesh) o por causa de los modelos socioeconómicos (el hecho de que tres cuartas partes de la humanidad sobreviva con un dólar al día). No hay que olvidar que más de 30 millones de infantes en el mundo mueren al
año por hambre o de enfermedades curables. En los Estados Unidos, los problemas de salud alimenticia se dan al revés: el ciudadano promedio consume 1,500 libras de alimento por año que representan un millón y medio de calorías. La ciencia médica señala que el adulto necesita 1,800 calorías diarias para mantener un estado saludable, es decir, unas 650 mil calorías al año. Si al excedente de 850 mil calorías le añadimos el sedentarismo, la falta de ejercicio físico, se completa la ecuación de la obesidad. Durante mucho tiempo, la sociología catalogó la obesidad como “enfermedad del desarrollo”, o sea que sólo la podían padecer aquellos que tenían la capacidad económica de comer a sus anchas. Pero los avances de la ciencia médica han prevenido a las clases medias y altas de hoy en día de los daños que produce el exceso de calorías. Al norte del río Bravo el bolsillo y la talla ya no van a la par. En estos lares, la obesidad y la diabetes que conlleva, atacan con más fuerza en los estados donde reside la mayor pobreza: Mississippi y Tennessee. Allí, como en Los Ángeles, Chicago o Nueva York, uno de cada cuatro niños condena su futuro a las ya muy conocidas enfermedades del “primer mundo” al ser víctima del sobrepeso. Numerosos estudios demuestran que, independientemente del país de origen, los inmigrantes son tan vulnerables a los patrones dietéticos imperantes en su nueva patria como lo son los habitantes locales. Los que abandonan la miseria que impera en su terruño en busca de una mejoría económica, a veces lo pagan con una enfermedad crónica o con una muerte prematura. El comer grasas animales en exceso y la falta de ejercicio, hacen que en pocos años un gran número de inmigrantes acabe acumulando grasas que tarde o temprano lo perjudican. El presente número de contratiempo intenta, por un lado, mostrar a la población hispanohablante la problemática que genera la mala alimentación. También incluimos textos que abordan el disfrute de preparar y paladear un buen platillo; es decir, la alegría que le otorga a un inmigrante de Guerrero, Santo Domingo o Tegucigalpa, sazonar el exilio con achiote, recaíto, ñame o arracachá; No hay como un plato de ajaco para recordar que somos de Colombia, un nacatamal para sabernos nicaragüenses. El hecho de que el degustar —lo mismo que el mirar, el escuchar, el palpar y el olfatear— nos haya sido dado para el disfrute, no quiere decir que dejemos de estar alertas. No permitamos, pues, que los medios de comunicación, en especial la televisión, distorsionen el gran legado culinario que hemos heredado no sólo de nuestros antepasados sino de la cultura universal.
Julio Rangel
Caminar por un supermercado puede ser una experiencia de lo más ordinaria: montones de formas, logos y colores asaltan nuestro campo visual con interminables opciones, en un paisaje tan familiar que resulta casi inadvertido. A las nuevas generaciones seguramente les resultará difícil creer que hubo un tiempo anterior al Tang. En una ocasión en que invitaron a Ramón Gómez de la Serna al campo, éste respondió: ¿A ese lugar donde los pollos andan crudos? El campo, y con él el mundo agrícola, se vuelve una imagen difusa y una experiencia inhóspita para el urbanita moderno. Cultura y comida van siempre a la par, y en tanto la tecnología avanza en la investigación de las modificaciones genéticas de los cultivos y las granjas independientes son absorbidas por las grandes compañías, la búsqueda de mayores ganancias tiene efectos en la comida que consumimos cada día. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los países industrializados experimentaron una fe sin límites en la tecnología. Las películas y caricaturas de ciencia ficción de los cincuenta y sesenta nos mostraban a los personajes alimentándose de píldoras, o alguien presionaba un botón y su cena aparecía en un compartimiento empotrado en la pared. “El nacimiento de la comida rápida coincidió con la glorificación de la tecnología de la era de Eisenhower”, escribe Eric Schlosser en el libro Fast Food Nation “con eslogans optimistas como ‘una vida mejor gracias a la química’ y ‘nuestro amigo el átomo’.” Efectivamente, entre menos nexos tenía la comida con la agreste naturaleza, más sofisticada y atractiva resultaba. En un artículo publicado en The New York Times Magazine, Michael Pollan recrea sus años de infancia: “Para 1965, íbamos de lleno hacia un futuro de comida sintética. Para entonces el consumir plantas o animales identificables empezaba a sentirse de alguna manera ‘pasado de moda’ en tanto, los técnicos de alimentos traían un nuevo producto tras otro: Cool Whip, Pop-Tart, Kool Aid…”. Es la época del pan Wonder y los Twinkies. Las tentaciones de la carne Los hábitos alimenticios de los humanos contemporáneos están condicionados en gran medida por el tiempo y la economía, así como por la intensa presencia de los medios de comunicación. Hubo una época en que los pueblos obtenían sus alimentos de la mano de los agricultores y de los comerciantes de la comunidad. Hoy, para satisfacer las demandas de las grandes urbes, incrementar sus ganancias y optimizar su productividad, las nuevas granjas de crianza de ganado vacuno y avícola recurren a hormonas, antibióticos y, como en el reciente caso de la carne de pollo, arsénico, para engordar rápidamente a los animales. Tal como escribe Michael Pollan en el citado artículo, “el crecimiento de la industria alimentaria estadounidense siempre chocará contra un hecho biológico problemático: por más que tratemos, cada uno de nosotros sólo puede comer alrededor de 1,500 libras de alimentos en un año”. Y agrega que no obstante, “la industria se las ha arreglado para incrementar esas cifras (y la epidemia de obesidad es prueba de su éxito)”. El ex editor de la revista Harpers y autor del libro The Botany of Desire, en “Power Steer”, uno de sus reportajes más comentados, sigue el transcurso de una res que compró en su etapa de becerro hasta el matadero. Pollan sostiene que hoy en día la alimentación de las vacas consiste primordialmente en maíz enriquecido con fructosa, lo que supone una alteración drástica con respecto a lo que han comido desde siempre, el pasto. El sistema digestivo de estos animales evolucionó para comer pasto, algo que nosotros no podríamos digerir. En su reportaje escribe que los abuelos de los hermanos Blair, ganaderos de South Dakota, sacrificaban sus reses a los cuatro o cinco años, sus padres lo hicieron a los dos o tres años y ellos lo hacen a los 14 o 16 meses. Entrevistado en el
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programa de radio Fresh Air, Polland se explaya: “Lo que permite convertir un becerro de 80 libras en una res de 1,250 libras son vastas cantidades de maíz, antibióticos y hormonas de crecimiento.” Es esta mezcla lo que permite acelerar el proceso de engorde, además de la genética, pues gradualmente avanzamos hacia un tipo de animal cuyo sistema digestivo será capaz de digerir el maíz sin problemas. Durante su digestión, la vaca libera grandes cantidades de gas, en particular metano. El maíz no le permite liberar gases, creando una especie de limo que produce acidez (su pH estomacal es normalmente balanceado cuando come pasto) provocando fisuras, una especie de úlceras gástricas. Es aquí cuando entran en acción los antibióticos. De más está decir que todas estas substancias pasan directamente al organismo del consumidor. Otro caso ilustrativo es el de la carne de pollo. Danila Oder reporta que un estudio del Instituto Nacional de Salud, en los Estados Unidos, encontró niveles de arsénico más altos que lo esperado en la carne de pollo. “Es típico usar arsénico en la comida de los pollos”, dice Matt Flanagan de Shelton’s Poultry, “porque irrita la capa del estómago y tienen siempre hambre; comen sin control.” El estudio establece que “el consumo de pollo en los Estados Unidos se ha incrementado de 32 libras por persona en 1996 a 81 libras por persona en 2000”. Por otro lado, el uso de hormonas es legal, pues el gobierno afirma que no hay pruebas de que sean nocivas. Sin embargo, para Pollan hay evidencias suficientes de que el incremento de estrógenos en
los alimentos tiene ya un efecto en la salud pública, desde el hecho de que “las chicas maduren más pronto de lo que lo hacían hace algunos años, hasta la reducción de esperma en los hombres y el desarrollo de los pechos de los muchachos que vemos actualmente”. Semillas patentadas En lo que respecta a los vegetales, la preocupación principal apunta hacia la modificación genética de las semillas para producir frutas y verduras resistentes a las plagas, con mejor color y textura, y sobre todo, capaces de aguantar el largo viaje desde la granja, en algún rincón perdido del mundo, hasta nuestra mesa sin echarse a perder. La ingeniería genética es una técnica de laboratorio que permite cortar, unir y transferir genes de alguna especie a otra con la que no está relacionada. La compañía Monsanto ha acaparado el mercado de las semillas genéticamente modificadas, patentando el ADN de todas las semillas que vende. De esta manera, la compañía impide una práctica ancestral de la agricultura como es el guardar semillas de una cosecha para la siguiente. Esto, por supuesto, con el fin de vender semillas nuevas cada año. Monsanto exige a cada cliente que firme un contrato comprometiéndose a pagar una cuota por cada acre de semillas que plante y a permitir que la compañía haga inspecciones en la propiedad y así vigilar su cumplimiento. Es ilustrativo el caso de la región de Saskatchewan, Canadá, donde varias semillas “patentadas” han polinizado por el viento a otras
© Andreas Gursky: 99 Cent. 1999, Chromogenic color print. 6 ' 9 1/2" x 11' (207 x 337 cm).
hace producir hasta 20 % más leche, ha saboteado a pequeñas compañías que han intentado poner a su producto la etiqueta “no contiene hormonas”. Según la revista The Lancet, esta hormona incrementa en las mujeres hasta siete veces la posibilidad de cáncer premenopáusico. En suma, la alteración del orden biológico natural que supone la modificación de los genes en las semillas no ha sido estudiada en sus efectos a largo plazo. Los intereses de las corporaciones de biotecnología han acelerado la producción de estos ali© Rius: Ilustración tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo mentos aun cuando tales métodos son demasiado no alteradas genéticamente, provocando que Monsanto nuevos para conocer sus consecuencias. En mayo de este año, aplique demandas judiciales a los dueños de propiedades la revista Wired presentó un reportaje sobre una nueva técnidonde se han encontrado sus semillas. Esto ha provocado la ca, llamada “cultivo inteligente” o Smart breeding, que se sirfrustración de los granjeros de vegetales orgánicos, quienes ve de la biotecnología para crear alimentos orgánicos. Esto se quejan de que sus sembradíos pueden estar contaminados. es, en vez de insertar, por ejemplo, el gen de una bacteria que Una vez que las semillas se plantan, sólo puede usarse un protege a la planta de los insectos, se recurre a la habilidad pesticida, Roundup, producido por Monsanto, de una fuerza innata de la misma planta. Se dice que casi cada cultivo tiene tal que cualquier semilla regular no lo resiste. Dicho insectiun correspondiente banco de genes en sus miles de “pariencida es actualmente la tercera causa de enfermedad entre los tes”. El arroz, digamos, tiene 84,000 tipos de semilla. Los trabajadores agrícolas. Según el Journal of Pesticide Reform, científicos buscan entre este inmenso banco de genes las vael glifosato (Roundup) es “seriamente tóxico para los animariedades con inmunidad a las plagas. Al ubicar una región les e incluso los humanos... Su contenido ha causado daño específica de uno de sus cromosomas, y una vez que se ha genético en las células humanas, en los moscos de la fruta detectado el rasgo particular, se procede a la hibridización y en las células de la cebolla; puede inducir una disminución natural en otras plantas “emparentadas” que no lo tienen. en la producción de esperma en las ratas macho además de Esta técnica, se dice, evitará en el futuro las prácticas monocontribuir al bajo peso de bebés humanos... Los residuos en pólicas, al ser impatentable, dejando satisfechos a los naturisel suelo persisten por un año, dañando la población de insectas más radicales. ¿Demasiado optimismo? Está por verse. tos benéficos, aves, peces y gusanos”. Monsanto aprovecha sus contactos en altos puestos del Comer como acto político gobierno estadounidense, y de hecho éste ha sido acusado A finales de los sesenta, la euforia por los alimentos llenos de de presionar otros gobiernos para proteger los intereses de la colorantes y saborizantes que causaron furor años atrás había compañía. En su reportaje Frankenfoods, Liane Casten cuensido eclipsada por el surgimiento de la contracultura, que enta la historia del doctor Arpad Pusztai, quien fue suspendido tre sus valores promulgaba un regreso a la comida natural. de su puesto de investigador en el Rowett Research Institute, En aquel momento, comer se volvió un acto político (con en el Reino Unido, en 1998, terminando con una distinguida militancia y dogmatismo incluidos). Hoy la comida orgánica carrera. Pusztai encontró que el dar de comer papas genéticaresurge conforme aumenta la preocupación por el uso de hormente modificadas a ratas de laboratorio daba como resultado monas, pesticidas y alimentos genéticamente alterados. Y ha un “profundo efecto fisiológico” en su crecimiento y desaresurgido a tal grado que, según el Chicago Reader, la corrollo. Los resultados de su investigación sorprendieron al mida orgánica es el sector comercial que vende el 1.5% de propio Pusztai y causaron la inmediata hostilidad hacia él, toda la comida de Estados Unidos, alcanzando ganancias confiscándosele todos los datos de sus experimentos y “sede 10,000 millones en 2003, un considerable incremento llando” sus computadoras. Casten cita a Ronnie Cummins, de 20 % sobre el año anterior. de la campaña Pure Food, que dice: “Su despido y el conEn su deseo de obtener una tajada del creciente mercado siguiente encubrimiento a cargo del gobierno del Reino de comida orgánica, la agricultura corporativa ha presionado Unido fueron una consecuencia directa de la presión que actualmente ejerce la Casa Blanca sobre Tony Blair para dejar la puerta abierta a Monsanto y otras empresas biotécnicas”. Así, en tanto la mayoría de los países europeos se resiste a la apertura total hacia este tipo de alimentos, buscando la regulación y en algunos casos la prohibición, en Estados Unidos crecen las demandas por daños del insecticida Roundup. Datos de 1998 estimaban que de 60 a 70 % de los alimentos en tiendas estadounidenses tenían componentes genéticamente modificados y el 30 % de la soya cultivada en este país había sido genéticamente modificada. La Administración de Drogas y Comida (FDA) preveía entonces que para el año 2000, de 100 a 150 nuevos productos de este tipo entrarían al mercado. Cabe decir que la FDA ha sido acusada de encubrir a estas compañías al no permitir un extensivo período de prueba para los mencionados productos, además de permitir que no sean etiquetados como tales en el mercado. De hecho Monsanto, fabricante de una hormona para vacas que las
de diversas maneras para que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) relaje las normas que determinan lo que es orgánico. El último, y quizá más inquietante intento, fueron las interpretaciones técnicas que la USDA, por medio del Programa Nacional Orgánico, dio a conocer el pasado 13 de abril. Éstas se presentaron como documento guía para determinar qué productos califican como orgánicos. Entre otras cosas, la leche de vacas tratadas con antibióticos puede ser vendida como orgánica 12 meses después de terminado el tratamiento (cuando las granjas de productos orgánicos difícilmente recurren a los antibióticos). Otra “aclaración” importante es que se puede alimentar al ganado vacuno con pescado, aun cuando el ganado “orgánico” no come pescado, y éste contiene potencialmente antibióticos. Una de las regulaciones permite a los granjeros que han usado químicos vetados conservar su estatus de “orgánico” si, como lo estipula la ley en algunas instancias, esos químicos no aparecen nombrados en la lista de ingredientes de los pesticidas. Las cooperativas que han trabajado en la producción de alimentos orgánicos han mostrado su indignación ante un hecho que confunde al público consumidor e incrementa la desconfianza, si bien permite a una gran variedad de productos exhibir el prestigioso sello “orgánico”. La presión para revertir esas “aclaraciones” crece con fuerza y existe la posibilidad de que sean retiradas. Como cualquiera que haya tratado de comprar alimentos orgánicos lo sabe, éstos son más caros que los alimentos “regulares”. Es difícil pensar que alguien que gana el salario mínimo pueda comprar un tomate de $1.50 en Whole Foods. La revista Utne recoge las declaraciones de Anuradha Mittal, director del Instituto Oakland, en las que propone como alternativa para hacer accesible este tipo de alimentos, entre otras cosas, que los mercados de granjeros y las cooperativas de agricultores acepten estampillas y cupones de comida, y que se establezcan programas de trabajo voluntario en los que personas de bajos recursos puedan cambiar trabajo por comida. Este es quizá el siguiente paso en la consolidación del movimiento de comida orgánica: el hacer sus productos accesibles y el estructurarse como un planteamiento viable, más allá de la euforia new age, y como alternativa a las prácticas monopólicas de la agroindustria. Algunas granjas cooperativas ofrecen opciones sin intermediarios, como el pago de una suscripción que permite obtener dos bolsas grandes de frutas y verduras orgánicas por $30 dólares semanalmente; (informes en http://www.kingshillfarm.com/contact.php). Al cierre de este artículo, apareció en la revista Wired de noviembre un encabezado en portada que reza: “¿Están los capos colombianos de la droga creando cocaína modificada genéticamente?” La respuesta es instantánea: Se habían tardado.
© Rius: Ilustración tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo
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Jochy Herrera
© Rius: Ilustración tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo
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Apenas hace tres décadas un reducido número de empresas orientaba sus estrategias de promoción a la población infantil de Norteamérica. Paquetes de cereales, juguetes y dulces, que aparecían junto a Disney y McDonald’s, iniciaban la conquista de “la última frontera del mercado”: nuestros niños. Hoy, la industria de comida rápida invierte $3,000 millones anuales en anuncios dirigidos a los menores a través de diversos medios: televisión, radio, cine, parques, videos, juguetes, concursos, revistas, internet y, penosamente, también en las aulas y autobuses escolares. Es indudable que el aparato propagandístico de los medios de comunicación juega un papel preponderante en los hábitos alimenticios que priman en nuestra sociedad. Sin embargo, las instituciones educativas, los factores ambientales y culturales, la educación de la población y su capacidad adquisitiva, las influencias genéticas, entre otros, son también responsables de la obesidad infantil, peligrosa epidemia que amenaza las futuras generaciones. Cifras del Centro de Control de Enfermedades y la Academia Norteamericana de Pediatría revelan que el 15% de los menores entre 6 y 18 años son obesos, tres veces más que lo reportado entre 1975 y 1980. La situación es peor en la población latina y afroamericana, donde la obesidad afecta a 4 de cada 10 niños. Las estadísticas sugieren que más de la mitad de los menores obesos lo serán también durante su vida adulta, desencadenando enfermedades como la diabetes, la hipertensión o el colesterol. Trastornos de conducta, psíquicos y de autoestima consecuencia del sobrepeso son frecuentes y particularmente perjudiciales durante la pubertad y la adolescencia, etapas críticas del desarrollo de la personalidad. Entendemos que, de todos los factores condicionantes de la alimentación individual, los más importantes siguen siendo los socioeconómicos: qué podemos comer y qué se nos invita a comer determinan nuestras elecciones y la de nuestros hijos. A pesar del impacto que la obesidad infantil tiene en los costos de la salud ($117 mil millones al año), hay una inercia de parte de las autoridades denunciada por instituciones nogubernamentales, quienes organizan campañas masivas que responsabilizan a los medios. En marzo de este año, la Kaiser Family Fundation presentó ante el Congreso Norteamericano el reporte más detallado que sobre el tema se haya publicado (www.kaiserfamilyfoundation.org ). Su contenido evidencia la relación entre el aumento en la obesidad y la publicidad dirigida a la población infantil, pues la influyen cada vez más con imágenes televisivas que le “instruyen” en la selección de “alimentos” junto a sus caricaturas favoritas (estudios conducidos en menores de tres a seis años indican que, luego de Santa Claus, Ronald McDonald es su personaje más conocido). Las agencias publicitarias modernas poseen divisiones infantiles (Small Talk, Kid Connection, Kid2Kid, The Gepetto Group, Just Kids...) donde un grupo de expertos estudia las teorías del desarrollo infantil y los planteamientos de Piaget y Erikson con el propósito de penetrar la mente virgen de sus jóvenes clientes. El reporte de la fundación ya mencionada provee datos escandalizantes: un niño promedio invierte tres horas al día frente al televisor, donde es saturado con 40 mil comerciales al año.
De éstos, el 63% promueve alimentos rápidos, dulces, sodas y cereales. Bastarían algunos ejemplos para comprender el impacto que sobre la salud ejerce esta propaganda: a) el 25% de los vegetales ingeridos en el país son papas fritas; b) los niños estadounidenses consumen comida rápida uno de cada tres días de la semana, y el 90% visita McDonald’s por lo menos una vez al mes; c) el 15% de las calorías ingeridas diariamente por los adolescentes provienen de bebidas gaseosas (unas dos latas diarias); d) varias encuestas revelan que el 60% de prepúberes consideran que la comida rápida es más nutritiva que la hogareña; e) mientras el gobierno destina $193 millones al año a campañas educativas contra la obesidad, solamente en el año 2000 la Coca Cola invirtió $300 millones en sus comerciales; f) estudios publicados en el Journal of The American Medical Association indican que la prevalencia de obesidad en los niños aumenta un 2% por cada hora diaria frente al televisor. The bottom line Recientemente, The New York Times afirmó que “el cortejo comercial dirigido a los niños no nos sorprende puesto que es ahí donde está el dinero”; expertos de mercadeo anticipan que durante el año en curso, los niños de este país consumirán $3,500 millones de su “propio dinero”. Las ventas de comida rápida se proyectan en $100 mil millones por año, más que los gastos que el ciudadano común invierte en libros, revistas, discos, películas y videos combinados. La empresa prototipo en este ramo, el emporio McDonald’s, posee 35 mil franquicias en todo el globo (siendo los cobros de renta su principal fuente de ingreso). McDonald’s es, sin duda, el mayor consorcio alimenticio del mundo: primer comprador de carne de res y papas en los Estados Unidos y segundo de carne de pollo; principal vendedor de Coca Cola del planeta y también el mayor empleador de este país, ya que contrata un millón de personas cada año. Y a pesar de ser la marca líder en gastos propagandísticos del mundo ($600 millones al año), sus empleados perciben el salario más bajo entre los trabajadores del país (exceptuando a los jornaleros agrícolas). Las gaseosas constituyen el segundo renglón de la cultura de la comida rápida. Catalogadas como dañinas para los dientes y para el desarrollo óseo por las organizaciones científicas y médicas, las gaseosas son causantes directas del consumo excesivo de calorías en los jóvenes. Tres marcas (Coca-Cola, Pepsi y Dr Pepper) controlan el 91% de las ventas, que en el año 2000 alcanzaron $64 mil millones. Curiosamente, el sitio web de la Asociación Nacional de Bebidas Gaseosas (www.nsda.org) declara que no existe prueba científica que relacione enfermedad alguna con el consumo de estos productos. Azúcar y más azúcar Durante el año 1700 en Gran Bretaña se consumieron 23 mil toneladas de azúcar, unas siete libras por persona; mientras que en la Norteamérica contemporánea, unas 150 libras por persona por año (los adolescentes ingieren, en promedio, 34 cucharaditas diarias). Más de la mitad de esta azúcar es derivada de fructosa extraída del maíz. La fructosa es un dañino sustituto del azúcar de caña o de remolacha, genéticamente modificado y procesado. Esta multimillonaria industria (a quien los contribuyentes subsidiamos con $20 mil millones al año) expande sus tentáculos en todas las esferas de la tecnología: engordando los animales de consumo humano abaratando así su producción; en la manufactura de combustibles y materiales plásticos; en la preservación de alimentos, desde la salsa de espaghettis y los condimentos, hasta el jugo de fruta y, por supuesto, las gaseosas. (La principal de las cuatro empresas que controlan el negocio de la fructosa, Archer Daniels Midland, fue investigada por el FBI en 1995 debido a sus cuestionables prácticas corporativas).
Ronald McDonald in the classroom. © 1989 by Evan Johnson/Impact Visuals. Tomado de Fast Food Nation de Eric Schlosser, editorial Perennial, An Imprint of HarperCollins Publishers
McAulas y Cokebuses Desde 1946, más de 26 millones de niños se benefician diariamente del National School Lunch Program, una iniciativa auspiciada por el gobierno federal que provee almuerzos de valor nutritivo y a bajo costo a 100 mil escuelas públicas en toda la nación. Este programa está siendo invadido por las cadenas de alimentos rápidos y gaseosas. El distrito número 11 de Colorado Springs, Colorado, inició en 1993 lo que es ya costumbre en muchas escuelas públicas de la nación: la promoción de anuncios de Burger King y Coca Cola en pasillos y autobuses. Gracias a Taco Bell, Dr Pepper, McDonald’s, Subway y Pizza Hut, centenares de planteles complementan sus recortados presupuestos a cambio de dinero o “programas educacionales” organizados por empresas como Lifetime Learning Systems, la mayor productora de artículos corporativos de apoyo “educacional” en el país. A cambio, los estudiantes beben gaseosas y comen junk food en los otrora sacrosantos terrenos escolares. De acuerdo con la American School Food Service Association, la tercera parte de las secundarias venden comida rápida, promovida a través de Channel One, la red de televisión que millones de estudiantes ven diariamente en sus aulas. Las máquinas tragamonedas son ya parte del entorno y, para colmo, no es raro encontrar distritos escolares propietarios de franquicias de Subway y Taco Bell. Nuestras instituciones son incapaces de fomentar la suficiente participación estudiantil en la educación física y los deportes; de hecho, en los últimos diez años ésta se redujo del 42% al 32%, lo que, añadido a recortes presupuestarios ha incentivado la inactividad del estudiante. (Illinois es el único estado de La Unión donde la ley obliga a la implementación de la educación física escolar). Colofón Proponer soluciones fuera de un contexto sociopolítico sería francamente perder el tiempo. Es necesaria una transformación radical en la manera en que nuestros hijos se educan: un enfoque participativo que incluya el núcleo familiar y el círculo comunitario, donde los distritos esco-
lares y las autoridades federales tomen cartas en un esfuerzo concienzudo dirigido a proteger los menores de la invasión de comerciales. Tal como en Escandinavia, Italia, Australia y Canadá, esta propaganda debería estar fuera del alcance de los niños. Desafortunadamente, ella está sujeta a muy pocas regulaciones gubernamentales. La Administración Federal de Alimentos y Fármacos (FDA) destina sus recursos a la industria medicamentosa y sus inspectores visitan las procesadoras de alimentos, como promedio, una vez cada diez años. La mejoría de las condiciones materiales que afectan a las familias más desprotegidas del país indudablemente conllevará a una mejor alimentación. Por otra parte, las campañas gubernamentales de educación pública se quedan cortas y las megacorporaciones del alimento parecen ser intocables ya que, gracias a su lobbying power, todo intento de regulación es fallido. Los proyectos de ley propuestos recientemente por los senadores Kennedy y Fitzgerald (R-Il) adjudican poderes a la Federal Trade Comission (FTC) para regular la propaganda comercial hacia los niños. La Academia Norteamericana de Pediatría ha denunciado en múltiples ocasiones sus efectos dañinos, y, si hace treinta años la industria del cigarrillo fue obligada a regular sus anuncios, ¿por qué no ha ocurrido lo mismo con la industria de junk food? Se ha propuesto también el cobro de impuestos extras a las gaseosas, como se hace con el licor y el tabaco, cuyas recaudaciones se invertirían en campañas de prevención. En fin, reconocemos el carácter multidimensional de este problema y la complejidad de sus soluciones. El reclamo de la población a los representantes elegidos, la regulación de la promoción comercial a menores y su educación temprana, son intervenciones prioritarias. Mientras tanto, empecemos por lo más simple: usemos nuestro poder de consumidores y dejemos de comprarle a nuestros niños basura disfrazada de alimento.
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Francisco Piña Desde los primeros asentamientos de barrios mexicanos en Chicago, los negocios que más florecieron fueron las tienditas donde se conseguían productos de México. No hay duda de que “la nostalgia vende”: desde que los inmigrantes llegan a estas tierras creen que están de paso, y una manera de mantener viva la esperanza del retorno es reinventado su lugar de origen. Y la comida es el eslabón que mantiene unidos el recuerdo del terruño con la nueva morada del que recién ha inmigrado. La mayoría de los restauranteros de origen mexicano, no era negociante en su propia tierra. Aquí llegan a serlo más por una ardid del azar que por un plan minucioso de mercadotecnia. Incluso, entre los políticos ya es lugar común decir que en los barrios mexicanos de Chicago cuando “los inmigrantes no encuentran trabajo, lo inventan”. Y para prueba, basta recorrer las calles tanto de Pilsen como de La Villita para encontrase con abarrotadas taquerías, dulcerías, supermercados, puestos ambulantes, paleteros... Desde hace dos décadas, han ido brotando como champiñones en el concreto enormes paraguas que bajo su sombra cobijan improvisados puestos de elotes, frutas, atole y tamales: —Tenemos rico arroz con leche, champurrado, tamalitos verdes y rojos, joven... —entonan los marchantes desde las primeras horas del día en las transitadas calles de estos barrios. En su mayor parte, lo que se consume en los restaurantes mexicanos de Chicago son antojitos y fritangas. Y para entender la relación de los mexicanos con su comida en los Estados Unidos hay que remontarse al imperio azteca. Ya el escritor Italo Calvino había escrito que la comida mexicana tenía un origen un tanto oscuro. Especulaba que posiblemente los indígenas mesoamericanos ocultaban el sabor de la carne de las víctimas aderezándola con cuantiosas especies. Lo cierto es que la comida indígena era primordialmente vegetariana. Ingerían sus alimentos crudos, asados o cocidos. Desconocían las grasas y los aceites, por lo tanto ignoraban las frituras. Tampoco hay que olvidar que la piedra angular de la civilización mesoamericana fue el maíz; de ahí que lo hayan consagrado. Su capacidad inventiva era grandiosa: no les bastó el grano solamente; tuvieron que agregarle cal a la preparación para que fuera un alimento más completo. Junto con los españoles, también llegaron el trigo, el arroz, el azúcar así como el caballo, el cerdo, la vaca y sus derivados: leche, queso y crema. Por cierto, el taco de carnitas nace como producto de la necesidad y la espontaneidad. En la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo cuenta que para celebrar la victoria Hernán Cortés organizó una comilona en su casa de Coyohuacán: “Le habían llegado cerdos y vino. Ninguna de estas cosas era ahí conocida. Pero aún no, harina, ni trigo...”. Ante la falta de pan, tortillas; y los conquistadores se engulleron el suculento chancho con el pan de maíz que comían los indígenas. Del encuentro entre las culturas indígena y española surgió la comida mestiza. Sin embargo, en gran medida la comida campesina siguió siendo fiel a sus raíces y en muchos sentidos continuó siendo vegetariana. Hasta la fecha, la base de dicha comida sigue siendo la tortilla, los frijoles, el chile, el aguacate y, hasta cierto punto, las calabacitas. Y una de las razones por las cuales no cambió mucho la dieta básica fue por la “eterna crisis mexicana”. Ahora bien, cuando el migrante llega a los Estados Unidos su régimen alimenticio cambia drásticamente. Las taquerías abundan a lo largo y ancho de los barrios, y también fuera de ellos. Quizá con la excepción de los desayunos, los antojitos y las carnes son los platillos más solicitados en los restaurantes mexicanos de Chicago y -me atrevo a afirmar- en toda la Unión Americana. En los días de paga, en los supermercados se aglutinan largas filas de carritos atiborrados de todo tipo de carnes rojas y comida procesada y semiprocesada. Cuando estos inmigrantes vivían en México, la comida saludable no era una opción sino la única alternativa a las sucesivas crisis económicas. En los Estados Unidos el inmigrante ve en la carne un escalafón en la movilidad social. Si en México no alcanzaba para un kilo de lomo de res, aquí con una hora de trabajo se compran dos libras de diezmillo. Hasta hace unos años, los nuevos inmigrantes habían sido hombres en su mayoría. Pocos sabían cocinar y la opción inmediata se encontraba en la taquería de la esquina. Quizá a eso se deba el éxito de las taquerías y no tanto a la
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© Rius: Ilustración tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo
afinidad que podrían tener con las grandes trasnacionales de comida por ofrecer una comida rápida y que llena, pero poco nutritiva. La explosión de taquerías y restaurantes mexicanos, cabe decir, también creó una nueva clase media en Chicago. Por otra parte, los antojitos se volvieron un platillo que reúne a las familias en días de fiesta y en la mesa de todos los días; los guisados tradicionales con carne remplazan abrumadoramente las frutas y legumbres. Los hijos de los inmigrantes también contribuyen a moldear el menú de sus casas, y quizá de una manera pintoresca lo ilustra a la perfección la canción Vámonos al rancho a ritmo de hip-hop mezclado con banda del grupo Akwid de South Central, Los Ángeles: “Ya siéntate a comer, hay frijolis en la mesa. / No tengo ganas de eso, yo quiero una hamburguesa. / Eso no te hace bien es pura cochinada. / Entonces quiero pizza o un burrito de asada”. En los circuitos culinarios es bien sabido que la comida mexicana es de las más sabrosas del mundo, claro está, después de las comidas francesa y china. Pero dicha comida es conocida por su pobreza nutricional. Y no es como afirmara el antropólogo Manuel Gamio en1929 en La influencia de la migración en la vida mexicana: los inmigrantes “cambiaron su dieta rudimentaria -la cual era casi exclusivamente vegetariana- por una dieta omnívora en la cual el pan, la carne, la leche, los huevos, grasas, verduras y otra comida necesaria sustituyó y,
en algunos casos, complementó el maíz, los frijoles, el chile y algunas hierbas a las cuales estaban acostumbrados en México”. El tiempo y los estudios se han encargado de desmentir a este antropólogo mexicano. Su idea de que el inmigrante sería el mexicano del futuro, la medicina no la sostiene o ¿a qué precio le ha costado ser ese ciudadano moderno?. La diabetes es la quinta enfermedad mortal en los Estados Unidos y no tiene cura. Se estima que el 24% de la población mexicana en este país padece de diabetes y la causa primordial es su sobrepeso. Se entiende que esto se deba a la dieta que ha adoptado en este país y a la falta de ejercicio. Desgraciadamente, en muchos de los casos, la dieta se modifica sólo en las postrimerías de la vida o cuando el organismo comienza a funcionar con dificultad. De vuelta en las calles de La Villita, entre taquerías y puestos de cueritos y chicharrones, hay un restaurante casi fuera de lugar: El Faro. “Esotéricamente hablando, para mí, El Faro representa una luz en la oscuridad”, me comentó Leticia Zavala, dueña de este restaurante que ofrece en su menú comida vegetariana además de comida con carne. Al igual que otros restaurantes o taquerías, su menú nació por accidente. En un principio comenzaron a servir comida vegetariana como un servicio a los clientes que por alguna condición médica no podían comer carne. Con el tiempo fueron recolectando y modificando las recetas vegetarianas, y en gran medida eso es lo que ha hecho de El Faro un lugar reconocido fuera de este “puerto de entrada” de los nuevos inmigrantes mexicanos. Además de ofrecer las hamburguesas y los sándwiches clásicos vegetarianos, también sirven ensaladas de frutas o a la campesina, queso panela a la parrilla, nopalitos guisados, tostadas de soya estilo ceviche y una variedad de jugos y aguas de frutas naturales. Para Leticia Zavala la comida mexicana debe ser fresca y añade: “entre menos proceso tenga el alimento que preparamos es mejor, además de paladear el sabor, llegarán mejor los ingredientes al cuerpo. No sólo eso, las cosas que son comestibles en su estado natural, pues hay que comerlas en su estado natural. En Chicago, tenemos la ventaja de que todo el año hay productos frescos; por ejemplo, tenemos nopal fresco todo el año, entonces, ¿por qué usarlo enlatado?” Y aunque Leticia no sea vegetariana, afirma que en El faro “estamos enfocados en la salud del cliente y en la nuestra también. Creemos que eso es necesario y además tenemos la convicción de que todos debemos de tener la oportunidad de comer saludable aunque se tenga poco dinero; por eso nuestros precios son módicos”. Me resulta insólito afirmar que El Faro sea el punto de partida de la nueva comida mexicana. Lo que sí estoy convencido es que la comida de este restaurante es una alternativa alimenticia para aquellos que padecen algún tipo de condición médica o aquellos que están convencidos —como el extraordinario escritor vegetariano Bernard Shaw— de que “una cosa es exterminar un bicho, y otra comérselo”.
Erika Buchancow Al edificio del Italian Village —considerado un landmark por su antigüedad— los trabajadores ingresan por la puerta que está en el alley. Roberto Castañeda, cocinero del lugar, ha ponchado su tarjeta desde hace veinte años a punto de ocho de la mañana. Hoy, después de hacerlo, sube las escaleras que componen los tres pisos del lugar, se pone su delantal blanco, su sombrero de papel y baja nuevamente hasta llegar al basement, donde comienza a hacer los preparativos del día; pre-cocina las berenjenas y calienta la sopa minestrone que impacientes empleados esperan comer para empezar una jornada energética. Los cortes a la juliana de los ajíes y las cebollas los realiza de una manera casi magistral haciendo desaparecer de nuestra vista el cuchillo. Él dice tener la pasta al dente y la rutina pegada a su piel. Como todo inmigrante, Roberto decidió un día asomarse más para el norte en busca de nuevos rumbos, dejando atrás un pequeño pueblo de la Tierra Caliente de Guerrero llamado Las Lajitas. Fue en 1982 que se vio afortunado al obtener una visa de turista para poder ingresar a los Estados Unidos, por lo cual nunca tuvo que experimentar el cruce por el río Bravo. Pero su verdadera suerte le llegó dos años más tarde al asistir a una boda, donde conoció a Teresa, su esposa y madre de sus tres hijas. Antes de especializarse en comida italiana, desempeñó infinidad de trabajos, como lavaplatos, housekeeper y otras labores que hoy no recuerda. Sin embargo ninguna de éstas le ha resultado tan pesada como labrar las tierras del campo, cultivar vegetales u ordeñar las vacas, como solía hacerlo de sol a sol en Las Lajitas, junto a sus nueve hermanos. Él es el menor de todos. Por otra parte, Roberto recuerda haber descubierto su vocación por el canto desde chico, mientras observaba las puestas de sol o mientras veía correr caballos a los lejos. Su canción preferida era un clásico de la música ranchera, “Dónde caigo”, que llegó a cantar frente a todos sus compañeros de escuela de espaldas al pizarrón. Es por eso que Roberto, además de dedicarse a las artes culinarias italianas, tiene como segunda pasión la música, la cual ha llegado a ser otro sus sustentos desde hace tres años, cuando formó su banda compuesta por todos sus amigos de Tierra Caliente a quienes conoce desde chico. Con esta agrupación, llamada Manhattan Show, Roberto revive sus cantos de la infancia cada vez que son contratados para amenizar un bautizo, una boda o una quinceañera. El repertorio de la banda consiste en clásicos de la música ranchera. Pero, basándose en historias de la vida real, Roberto Castañeda también compone letras de canciones al estilo de los sones calentanos, estilo musical de su región nativa. En la cocina del Italian Village, las vocaciones de Roberto se fusionan, porque mientras cocina no para de tararear melodías que lleva dentro. Lo que más le gusta preparar es una pasta bien al dente con una salsa arrabiatta que consiste de ajíes rojos picantes, mucho ajo, aceite de oliva, orégano y pimienta. Esta salsa se considera la más picante dentro de las especialidades italianas, pero para Roberto no es tan picante; él lo soluciona agregándole un chile verde, y de esa manera unifica por completo las culturas mexicana e italiana. Durante estos veinte años aprendió a hablar italiano, que se ha vuelto su segundo idioma. Roberto recuerda que, cuando empezó a trabajar, su único medio de comunicación con los dueños del lugar fue una combinación del español y el italiano, ya que él no sabía ni una palabra de inglés. Pero hoy en día el inglés se ha incorporado a su vida como tercer idioma, el cual ha ido aprendiendo gracias a sus tres hijas nacidas en Chicago, que muchas veces le responden, de un modo espontáneo, en inglés. Roberto dice no extrañar
Guerrero, ya que con la agrupación Manhattan Show su espíritu se ve transportado hacía sus raíces, y cada vez que es contratado recuerda las fiestas que solía compartir con su familia en México. Son fiestas donde siempre hay una excusa para bailar y disfrutar de la comida regional con otra cerveza y un buen tequila. A la una y media de la tarde, dejan de entrar clientes y en el salón del restaurante se quedan las canciones de Louis Prima. Las propinas siguen esparcidas por las mesas, los meseros las recolectan y calculan el porcentaje que les deberían haber dejado. Mientras tanto, Roberto y sus compañeros de trabajo ven las órdenes —que anteriormente formaron una especie de cortina frente a sus ojos— amontonadas ya como torre de papel en una cajita. Son órdenes que están llenas de huellas dactilares marcadas por la salsa de tomate; y el delantal de Roberto ya no luce tan blanco como en la mañana, ahora está lleno de salsa y condimentos pegados a la tela, que forman una pintura al mejor estilo Pollock. Mientras terminan de limpiar la cocina, entre él y sus compañeros se arma una polémica que preocupa a más de uno: que la policía de Chicago tome la autoridad de empezar a actuar como agentes de migración. Pero pronto, la cocina se ve del todo limpia y sólo quedan las llamitas azules en las hornallas. El lugar queda listo para el segundo turno. Roberto ya sube por las escaleras cantando: El tiempo pasa y no te puedo olvidar, te traigo en mi pensamiento constante, mi amor. Dime qué cosa me hiciste que no te puedo olvidar…
Erika Buchancow Nació en Buenos Aires, Argentina en 1980. Vive en Chicago desde hace dos años. Estudia inglés en el Truman College.
Roberto Castañeda, centro, acompañado de su grupo musical: Manhattan Show
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Moira Pujols Si bien la imagen característica de la pobreza es la emaciación —ese adelgazamiento morboso de los que no tienen suficiente para comer—, en los Estados Unidos los pobres no son delgados sino gordos, debido a que no cuentan con el tiempo para ir al gimnasio, para preparar una comida nutritiva y balanceada, o para llevar a los niños a practicar un deporte. El fenómeno de la gordura se ha ido acentuando en los últimos veinte años, ya que las mujeres se han incorporado en masa al mundo laboral. La pérdida del poder adquisitivo del salario en la clase trabajadora (léase obreros, conserjes, jornaleros, etc.) la ha obligado a renunciar a la convivencia que se daba en el tiempo libre y a considerar la comida rápida como lo único viable. En la clase media y en la clase alta el convivio se sigue dando, aunque ya no en la casa. No sorprende, pues, que la familia norteamericana promedio consuma más del 50% de sus alimentos fuera de casa. La industria alimentaria sabe que entre más grande sea la porción del producto, más se va a consumir. La oferta tipo over size de cualquier restaurante se vende, en parte, porque hay un disfrute en obtener más por menos, lo que conlleva la pérdida de la noción de la ración normal. Pareciera que la gran comilona del día de Acción de Gracias, se ha vuelto una experiencia cotidiana. Un grupo de investigadores de la Universidad de North Carolina analizó el patrón de crecimiento de las porciones alimenticias consumidas en el país. Algunos estudios del National Food Consumption Survey y del Continuing Surveys of Food Intake han revelado, a partir de 60,000 casos, lo siguiente: la porción promedio en todos los restaurantes, incluyendo los de comida rápida, creció en un 60% desde fines de los setenta hasta mediados de los noventa; las porciones de las meriendas aumentaron en 93 calorías y de una a 1.6 onzas; los envases de refrescos, de 13.1 onzas aumentaron a 19.9, con 49 calorías adicionales; las porciones de los restaurantes de comida mexicana aumentaron de 6.3 a 8 onzas, agregando 133 calorías más; y por último, las hamburguesas crecieron de 5.7 a 7 onzas. Si consideramos grotescas las actuales dimensiones de una orden over size de McDonald’s o Burger King, vayámonos a la experiencia de un restaurante de clase media. Si el platillo es muy grande, lo podríamos compartir, pero no sin un pago adicional; el splitting charge se va volviendo cada más común al pie de los menús de este tipo de restaurantes: todo intento en contra del consumismo, se castiga con un cargo extra. Este cargo extra es para
© Rius: Ilustración tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo
evitar que el platillo se comparta; sin embargo, sin cargo extra, siempre está disponible la opción del doggie bag. Esta estrategia es barata y efectiva, y convierte a las sobras en una herramienta promocional, ya que los clientes salen satisfechos y al día siguiente no tienen que preocuparse por preparar su almuerzo. Se vende la ilusión de que por el precio de una comida se reciben dos. Aquellos restaurantes cuya imagen no les permite rebajarse a ofrecer montañas de comida y al splitting charge, muchas veces optan por servirla en platos que son una tercera parte más grandes que los de hace apenas una década. Por otro lado, y a pesar del alto contenido graso en la dieta francesa, la población de ese país es por lo general esbelta. La paradoja parisina se explica no sólo por los beneficios que provee el vino tinto, sino también porque las porciones que se sirven son mucho menores que las de los restaurantes estadounidenses. Por ejemplo, el Hard Rock Café de París, al igual que otras cadenas internacionales, sirve porciones 25% más pequeñas que sus contrapartes de Filadelfia. Y en los restaurantes chinos de Filadelfia (donde el efecto doggie bag funciona) las porciones son 72% más grandes que las de los restaurantes parisinos. El efecto doggie bag es tan atractivo © Rius: Ilustración tomada de La panza es primero, editorial grijalbo
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que en la guía Zagat de 2000 se maneja la porción de comida como una variante de recomendación; en Filadelfia, en el 88% de los restaurantes que recomendaron se servían porciones grandes. Este fenómeno es tan propio de los Estados Unidos que el Fondo Mundial de Investigación contra el Cáncer recomienda cuidarse de las porciones “estilo norteamericano”. Mientras más procesada sea la comida, más barata es; y mientras más procesada, más fácil y rápida de comer. Ahí radica el engaño: el consumidor no está consciente de las cantidades de calorías que ingiere, por eso no puede resistirse a un Big Gulp que cuesta un poco más que un vaso de 12 onzas. Sería saludable que nos rebeláramos en las salas de cine (donde el vaso de soda más pequeño es el mediano) viendo solamente la película; y que durante el día de Acción de Gracias digamos “no, gracias” y mastiquemos despacio, contando cada mordida; y que de vez en cuando, estudiando la comida desde todos los ángulos para verle su grosor, altura y longitud, tomemos conciencia y dejemos de pagar con la salud lo que creemos ahorrar en el bolsillo.
Eric Ruder
En el periodo que va de 1960 a la actualidad, el número de restaurantes de McDonald’s se ha multiplicado de 300 a 28,000, un aumento del 9,300 por ciento. En 1970, los norteamericanos gastaron 6 mil millones de dólares en comida rápida y ahora se gastan más de 110 billones de dólares. En un día cualquiera, una cuarta parte de la población adulta visita un restaurante de comida rápida. El libro de Eric Schlosser, Fast Food Nation, utiliza este dramático crecimiento de la industria de la comida rápida como una lupa para examinar los grandes cambios políticos y económicos que han transformado el estilo de vida estadounidense durante el siglo XX. La industria de la comida rápida creció a partir del auge económico de la posguerra. Cuando se generalizó el uso del automóvil y cuando la mujer se integró a la fuerza de trabajo, más y más personas empezaron a considerar a la hamburguesa como una alternativa sabrosa, fácil y barata para comer fuera. Fue entonces que las cadenas de comida rápida invirtieron una cantidad inmensa de dinero en publicidad para convencer al consumidor de que el hecho de ir a un restaurante de comida rápida era mucho más que una simple conveniencia. Ray Krok, el empresario que convirtió a McDonald’s en un imperio, comentaba que él estaba en la industria del entretenimiento y no en la de los restaurantes. El crecimiento de la industria de la comida ha tenido un gran impacto en muchas áreas de la vida social y económica. Fijémonos en las papas. Con el desarrollo de la refrigeración y el crecimiento del sistema de carreteras interestatales en los años cincuenta y sesenta, el mercado de la industria de las procesadoras de alimentos levantó el vuelo, y McDonald’s aprovechó la oportunidad de ahorrarse mucho dinero en salarios al encargar el cortado de las papas fritas a otras empresas. Actualmente, las papas fritas se preparan en grandes procesadoras donde se lavan y se escogen para luego ser disparadas por un tubo de alta presión a través de una red de cuchillas de acero que crea tiras perfectas en un abrir y cerrar de ojos. Schlosser actualiza el concepto del libro The Jungle de Upton Sinclair, escrito en 1906, al documentar las condiciones insalubres y peligrosas que amenazan tanto a la salud de los trabajadores de las empacadoras de carne como la de los consumidores. El trabajo en las empacadoras de carne es considerado hoy como el más peligroso en los Estados Unidos, con un promedio de accidentes tres veces más alto que el de cualquier otra fábrica. En el pasado los sindicatos ofrecían a los trabajadores de las empacadoras más protección de las peligrosas condiciones de trabajo, ahora las compañías empacadoras se han trasladado
de ciudades con fuerte apoyo sindical, como Chicago, a áreas rurales en donde han abierto grandes fábricas si ninguna afiliación sindical. Los salarios se han reducido a la mitad o a una tercera parte, y los mataderos cambian constantemente la nómina de sus empleados, que consta primordialmente de inmigrantes, para así evitar que los trabajadores se organicen. En las antiguos mataderos de Chicago, se sacrificaban 50 reses por hora; en las plantas modernas, este número se acerca a los 400. Si un trabajador es lo suficientemente afortunado de poder evitar ser rebanado por un cuchillo o agarrado por alguna máquina, lo más probable es que llegue a sufrir de alguna lesión causada por un movimiento constante y repetitivo, ya que el trabajador promedio hace unos 10,000 cortes durante su turno de 8 horas de trabajo. Las compañías empacadoras de carne han cabildeado exitosamente para que se establezcan límites a sus obligaciones financieras con respecto a los trabajadores que se lesionan en el trabajo. Se aprobó una nueva ley en Colorado que fija la compensación por la pérdida de un brazo en $36,000, y por una “seria desfiguración en la cabeza o cara” a un máximo de $2,000. Mientras que Schlosser explica en su libro cuáles son las fuerzas que provocan estas lesiones, no se olvida de los individuos cuyos cuerpos son destrozados por dichas fuerzas. “En última instancia, (estas personas) son únicas, individuales, imposibles de definir o reemplazar, lo contrario a la manera en que las ha tratado el sistema”, escribe Schlosser.
La rapidez con la que se matan los animales en los mataderos, tampoco permite que haya tiempo para obrar con precisión cuando llega el momento en que el trabajador tiene que sacar los intestinos del cadáver sin que caiga materia fecal sobre la carne. Cuando esto ocurre, debido al volumen de la producción actual de las empacadoras, en cada incidente se contaminan más de 30,000 libras de carne. Este hecho, combinado con el implacable cabildeo que ejercen los dueños de la industria de la carne para evitar que existan regulaciones más estrictas en la industria alimentaria, permite que haya bacteria letal acechando las fuentes alimenticias del país. Diariamente hay alrededor de 200,000 personas que contraen enfermedades a través de la comida, de las cuales 900 son hospitalizadas y 14 de ellas mueren. La perspicacia de Schlosser y su ameno estilo hacen de su libro un fascinante vehículo para presentarnos la manera en que las corporaciones han modificado la producción y la venta de productos alimenticios. Nos muestra como le prestan toda su atención a las ganancias y no a la salud y seguridad de las personas que producen y consumen sus productos.
Este texto fue publicado en Socialist Worker en 2001. Eric Ruder es periodista de Socialist Worker (www.socialistworker.org) y publicó el original de esta reseña en 2001. Traducción: Teresa Rosainz
Fast food nation. © 2000 by Mark Mann. Tomado de Fast Food Nation de Eric Schlosser, editoria Perennial, An Imprint of HarperCollins Publishers
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León Leiva Gallardo El mundo entonces solamente tenía una sola dimensión: el vacío. Entonces sucedió el relámpago y lanzó su hacha de luz partiendo el cenit y el nadir. Primero el surco del relámpago, después el golpe del rayo. Así se formó el horizonte y los cuatro rumbos. Así comenzó a latir el Corazón del Cielo, alumbramiento del mundo. En el Corazón del Cielo suceden dos espigas, una blanca y una amarilla. Las espigas se desnudan y se muelen en oscura concavidad, y comienzan a suceder las nueve sustancias que darían sangre, fuerza y tejido a la creación del hombre. La creatura era divina, hechura del relámpago, que escinde la oscuridad con el golpe del rayo y estremece y alumbra el horizonte. La creatura era tan divina que opacó el Corazón del Cielo: quien, desde la oscuridad, avienta los vientos de Hurakán, soplando tinieblas en los ojos de su creación. Los ojos de la creatura se nublaron, se le nubló la mirada a la creatura, cual un espejo ante el aliento de un ser invisible. Al comienzo el Primer Padre tenía cuatro caras, cuatro rumbos: uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo. Después de las tinieblas solamente habría de alzar su único rostro hacia el firmamento y no habría de saber el dónde ni el adónde de la noche, ni el origen ni el fin de la noche. Alzó su rostro entonces, el Primer Padre, hacia el Corazón del Cielo, y pidió que llegara el alba. Así sucedió que en el firmamento apareció la Estrella de la Mañana a avisarle, a advertirle al Primer Padre, que cerrara los ojos pues ya era hora que naciera la Estrella Mayor. Se ocultó el mundo de nuevo bajo su mirada hacia adentro y al instante llegó a sentir el pulsar de la vida: las nueve sustancias surgir y correr por las venas de su amanecido cuerpo, la fuerza encenderse en las yemas de sus amanecidos dedos y la imaginación envelarse en el recién henchido corazón de su adentro. Trece Katunes más tarde, cuando abrió los ojos de nuevo, el Primer Padre estaba en medio de un extenso campo de espigas blancas y amarillas. Vegetales y altivas las espigas se alzaban hacia el lampo soleado y la dimensión infinita. El Primer Padre, vital, quiso dar un paso hacia adelante y palpar, oler y probar una de las espigas, pero al momento mismo del intento sintió que su mirada se dividía hacia los cuatro rumbos del universo. Mas no tuvo miedo. Sucedió con voluntad de nuevo las nueve sustancias de su sangre, la fuerza de sus brazos y sus piernas, dando así el primer paso hacia la carne de su devenir. El Primer Padre sucedió en los cuatro rumbos, su paso se multiplicó en cuatro y así surgieron, del surco del relámpago en la tierra: Balam Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Los primordiales ancestros. Nuestros primeros ancestros. Nacieron así Balam Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y escucharon, o creyeron escuchar, la voz única del Primer Padre en sus adentros. El Primer Padre les decía, en el lenguaje de los dioses, que desde las tinieblas de su mirada había visto otro mundo, les dijo: “Cuando cerré los ojos y © Rius: Ilustración de El dios del maíz tomada de La basura que comemos, editorial grijalbo pedía al Corazón del Cielo
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que al fin llegara el alba, soñé que había nacido de las fauces de una inmensa serpiente y que me había quedado quieto por una cuenta larga, hasta que, ya tornado joven y fuerte, caí en un medio acuoso y oscuro. Caí en el cenote de la tierra que se llama Xibalbá. En ese lugar frío y oscuro, en Xibalbá, lugar de la muerte, en una encrucijada de cuatro caminos, uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo, me enfrenté a nueve guerreros que me querían decapitar con hojas de obsidiana. Decapitar me querían los nueve guerreros con hojas de obsidiana. Pero sus intentos fueron fallidos para con mis ligeros brazos. De tal manera que tuve que seguir uno de los caminos, guiado por otra voz que me decía que siguiera el camino negro, que era el de la vida. “Seguí mi camino en busca de una Montaña Escondida, en busca del lugar del mantenimiento, pero en el curso de un río de sangre me encontré con nueve jóvenes desnudas. Al principió creí que eran sierpes venenosas de los ríos, pero después sentí cómo desnudaban mi cuerpo y lo untaban con las aguas enrojecidas del río de sangre. Aunque el mundo subterráneo de Xibalbá es oscuro y frío, el río de sangre y las nueve jóvenes desnudas eran tibias y puras. Las nueve jóvenes desnudas rociaron mi cuerpo con el agua tibia del río. Las nueve jóvenes desnudas purificaron la frialdad de Xibalbá y me ataviaron de diminutas esferas y cilindros de jade enverdecido: para que aprendiera a medir mis pasos y mis movimientos hacia los lugares del mundo. “Entonces, en el suceder del sueño mi fin fue buscar la Montaña Escondida. Mi fin era encontrarme con los dioses remeros. Nueve dioses remeros me llevaron en sus canoas hechas con la madera del Árbol del Mundo, me llevaron para que no anegara mi fin en las frías aguas de Xibalbá. Con sus canoas y sus remos me llevaron hasta que por fin dimos con la Montaña Escondida. Una vez ahí, caminé en la falda empinada y encontré el sitio del mantenimiento. Mi fin entonces fue recoger espigas blancas y amarillas, y, como fin que era mío, las guardé en un cesto guarnecido en mi pecho. En el lugar del mantenimiento levanté la Casa del Cielo. De regreso, los dioses remeros me llevaron de regreso y me ayudaron a salir de las profundidades de la tierra de regreso. “Mucho antes de despertar, por último, les digo que logré salir por la hendidura estrecha de una cueva donde imaginé cráneos de luz maravillosa. Los cráneos daban luz y señal del mundo oculto y frío de Xibalbá. Así fue que al fin volví a nacer, como si hubiera vivido eternamente y hubiera salido del caparazón de una tortuga”. “Una vez, de vuelta, en nuestro mundo, salieron a encontrarme dos reales jóvenes gemelos. Me dijeron que eran los héroes gemelos Hunahpu y Xbalanqué, enviados del Corazón del Cielo. Los dos me coronaron con hojas frescas de mazorca, las espigas blancas y amarillas, y en el cesto contaron las incalculables cuentas de variados colores, de todos los colores del mundo, las cuentas que ellos
llamaban ‘las semillas del fruto’, y de las cuales, me dijeron, ‘de las semillas del fruto estás formado y darás alimento a los hombres’. Los héroes gemelos recitaban las palabras de los cielos y me repetían: ‘Creador del cosmos y la tierra, dador de alimento y alimento; alumbramiento y sustento, carne y sangre del hombre, espiga blanca y amarilla, en tu pecho llevas guardadas del fruto las sagradas semillas. ‘Creador del cosmos y la tierra tu nombre es Uno Maíz, Uno Maíz es tu nombre, porque eres el primero, ni más ni menos que el primero, porque el cero es el vacío, porque el vacío es el cero...’ “Cuando desperté de tan maravilloso viaje, ya el sol estaba en su rumbo incandescente. Cuando abrí los ojos y salí del sueño que parecía eterno, el campo, donde ustedes ahora respiran, ya estaba sembrado de las sagradas espigas blancas y amarillas. Así sucedió que di el primer paso hacia el día, porque sabía que todo aquello se había hecho como deben ser hechas todas las cosas buenas de este mundo.”
Así decía la voz de Uno Maíz a nuestros primeros ancestros, quienes escucharon y fueron obedientes y veneraron su hechura, y cada uno, poblaron la tierra y sus cuatro rumbos, y se dividieron en cuatro caminos: uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo. Así poblaron el mundo nuestros ancestros, y del mismo fruto del cual estaban formados, del mismo fruto alimentaron sus hijos y los hijos de sus hijos. Así también veneraron al Primer Padre, Uno Maíz, a quien llamaron Yum Kaax. Alejándose, en memoria, de sus ancestros, los Hombres de Maíz sucediéronse en muchas generaciones, hasta que llegaron a volverse olvidadizos. En sus olvidadizas imaginaciones se les comenzó a engendrar la duda de que si todo el sueño de Uno Maíz, fuera solamente un sueño. Comenzaron a dudar nuestros Hombres de Maíz y comenzaron a sentirse también parte del sueño original de Yum Kaax, Uno Maíz. Así vino a ser que los Hombres de Maíz se fueron quedando con la mirada nublada, con surcos del relámpago, con los golpes del rayo, con recuerdos lejanos del mundo oscuro y vacío. Pues poco se imaginaban que era porque ya habían transcurrido otros trece Katunes y se asomaba de nuevo el eterno ciclo de la sombra y la frialdad, designios del gran dios creador Itzam-Na, quien gesta en el Corazón del Cielo. Sucede entonces que de esta hechura es el Maíz: el dios de los frutos y el fruto de los dioses.
Nicolás de Jesús: Parranda, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
En esta entrega de deshoras presentamos el cuento ganador del primer premio literario John Barry. Esto no es un juego, Zurdito, de Gerardo Cárdenas, relata el desarrollo de la contienda futbolística entre los empleados de una compañía de limpieza. De los equipos, conformados por inmigrantes polacos y mexicanos respectivamente, nacen un par de estrellas cuyo talento termina revelándoles que lo que comparten es más que la pasión por el fútbol. También publicamos poesía de un par de autores locales: José Díaz y Caridad Clemente. Tanto en la prosa del uno como en los versos de la otra puede sentirse un ansia de desprendimiento, una soledad en busca de algo, ¿de qué?
José Díaz
Vacío y feliz —como si fueran sinónimos—, caminaré a través de ese camino, iré a poblar el destierro y si el aire me alcanza llenaré esta tierra de cantos, lamentos y alabanzas. Juntaré los escombros que los hombres han dejado y haré chozas de paja para que en las tardes pueda salir a sonreír hasta el alba. Y vivir como buen necio tragando sueños y esperanzas.
Pasar por ahí, por esas calles, es como tragar sangre que mana de pies desnudos; es sentir la luz mojarte con su beso frío, es correr de prisa antes de volverte una mancha en el concreto. Andar por esas calles es haber sido expulsado de ellas con el miedo escurriéndote desde las venas y la cuchilla silbándote atrás para cuando vuelvas.
Este día volví a quedarme solo, irremediablemente solo, felizmente solo. Ya no va a haber nadie a quien colgarle mis desgracias, serán sólo mías, para tratarlas dulcemente y dormir con ellas a mi lado, acariciándolas como hijas. No hay por quién llorar, la mente se transformó en un caja vacía; la memoria, los sueños, todo arrebatado por el viento. Vacío como una momia.
Nicolás de Jesús: The Barrio, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
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Caridad Clemente
C
umbres de acero
...Conozco esta fragancia de carne entumecida, de deseo imposible: es la estación del miedo... Jon Juaristi
Te vas, con mochila de incógnitas y espejos, a las cumbres de acero y cemento, recelos y barro, tus pies. Allí buscas el nervio de la ciudad gigante, —ambiciones y sospechas— la cima de tus sueños. Tropiezas con yuppies tardíos que corren hasta su nicho de 9 a 5 pm, please. Hallas entre letreros luminosos bocadillos de humo y viento, arritmias de neón. El torso henchido de éxito, un cartapacio lleno de proyectos, trigo y cizaña, aves aturdidas de estudios fugaces. Llegas al lugar donde tú y yo, almas gemelas, nos erguíamos ebriamente iguales. Ni ruinas, ni polvo, ni restos humanos Allí, el solar baldío, objeto de especuladores y políticos. Allí, donde las margaritas, la oquedad en el pecho… doliente… allí, al fin, tú, vacío de ti, vacío de mí.
Nicolás de Jesús: El tren, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
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E
l mundo es un carna
Francisco Piña La celebración del Día de Muertos al norte del río Bravo comienza a levantar vuelo en la vida de los inmigrantes y de sus hijos. Lo que fue considerado por muchos años como un ritual hogareño o religioso, ahora se ha convertido en un performance público. En Pilsen, los altares emergen con espontaneidad en los postes, aceras y cercas de alambre. Generalmente son devotas instalaciones improvisadas en honor a las criaturas inocentes y a los gangueros que fallecieron entre el fuego cruzado de dos pandillas rivales. De manera menos llamativa, se dejan ver ralos listones amarillentos atados a pilares y arbolitos como acto de solidaridad con los soldados caídos en Irak. Pareciera que a partir del 11 de septiembre de 2001, “la muerte tiene permiso” para hacer de las suyas en los Estados Unidos. Nunca antes se habían llorado tantas muertes en suelo estadounidense. Para muchos inmigrantes el atentado fue un caso aterrador, pero les resultó algo familiar pues traían la muerte entre ceja y oreja al abandonar sus lugares de origen debido al hostigamiento político y militar. Hay otros inmigrantes que crecieron con la idea de la muerte a cuestas al practicar rituales religiosos, al escuchar mitos y leyendas o al recibir flashazos en los camposantos más fotografiados de México. La muerte en los barrios mexicanos es tema cotidiano; con motivo del Día de Muertos, se organizan procesiones, se montan obras teatrales al aire libre y en teatros, las panaderías hacen el tradicional pan de muerto y se inauguran exposiciones en museos y cafetines. En el café Mestizo de Pilsen, por ejemplo, se exponen algunos grabados de Nicolás de Jesús quien vivió en Chicago de 1988 a 1995. La exposición abarca obra reciente y trabajos de otros años. Los temas varían, pero lo que sí es constante son sus calaveras que ya se han convertido en la rúbrica del artista. La relación de Nicolás de Jesús con la muerte se remonta a mucho antes de que comenzara a dibujar calaveras o que conociera la obra del grabador José Guadalupe Posada. Con un halo de añoranza recuerda cómo se vio involucrado “en este medio tan natural y mágico”. Cuando era niño, “participaba como rezandero y tamborero en la banda del pueblo. Y una de las ceremonias que más me emocionaba era la de Mihkailhuitl (Día de Muertos) porque me hacía sentir la convivencia de los habitantes de Ameyaltepec, mi pueblo, cuando intercambiábamos la comida que llevábamos a otras casas para ofrendar a los seres queridos. También me daba mucha curiosidad ver a mi madre platicando con nuestros difuntos”. Mas no todo lo que Nicolás de Jesús ilustra son calaveras, pues él comenzó a trabajar como colorista desde la niñez. “En mi comunidad todos los niños le ayudaban a sus padres a iluminar los dibujos que pintaban en papel amate. Yo hacía lo mismo y se me dio muy natural. La verdad ni me di cuenta en qué momento comencé a agarrar un pincel porque uno lo hace sin saber qué cosa está uno haciendo. No me imagino cómo sería mi primer trazo”.
Nicolás de Jesús: La mudanza, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
La madre de Nicolás de Jesús hacía figurillas con barro rojo, algodón de “pochote” y las pulía con un olote y piedras de río. Su padre las pintaba. A principios de los años sesenta, “mi padre Pablo de Jesús y otros dos pintores de Ameyaltepec conocen a Max Kerlow y al pintor Felipe Ehrenberg en la ciudad de México. Ahí los invitan a trabajar pintando sobre diferentes materiales y por primera vez entran en contacto con el papel amate, proveniente de San Pablito, Puebla”. Tiempo después, los tres pintores regresan al pueblo y traen consigo el papel amate y enseguida se populariza en la región y así se “facilita la difusión de su trabajo por las características tan originales de esta corteza”. En 1982 Nicolás de Jesús da el brinco de la producción artesanal y participa por seis meses en un taller de grabado con Alejandro Erenbergh. “Yo me encargaba de preparar las láminas. Sentía que estaba haciendo lo mismo que antes. No tenía nada de
Nicolás de Jesús: Li
chiste, era como estar pincelando.” Mas Chicago en 1988 que lo puso en práctic En aquella época, en los círculos de el nombre de Nicolás de Jesús. Para alg diferentes de las reproducciones que se amate en cualquier tienda de artesanías. caban su sensibilidad, humor y sentido d pasado casi dos lustros de aquellas discu dado la razón a la obra de este grabador Hasta cierto punto, Nicolás de Jesús el tiempo que estuvo aquí le bastó para grabadas situaciones cotidianas que se v comenta: “trato siempre de asimilar lo q interpretarlo. Yo no puedo salirme de m tro de eso hay elementos que van hacia
naval:
La obra de Nicolás de Jesús
ús: Libertad, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
Mas no fue sino hasta que llegó a áctica. s de pintores comenzaba a resonar a algunos, sus obras no eran muy ue se consiguen plasmadas en papel nías. Otros, en cambio, veían y destatido de composición. Ahora que han discusiones bizantinas, el tiempo le ha bador guerrerense. Jesús es un cronista. Su obra es vasta y para impregnarse de su entorno y dejar e se viven en las calles de Chicago. Me r lo que estoy viviendo para después de mi figurativismo, pero también denhacia los los momentos que he vivido”.
Nicolás de Jesús: Reventón, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
En los grabados de Nicolás podemos leer y leernos en aquel verso de Octavio Paz: “Adonde yo soy tú somos nosotros”. Todo en su obra está en plural. El singular se ha desvanecido y la ausencia de las almas solitarias nos lleva a evocar a la reina de la salsa: “la vida es un carnaval”. Una comparsa a veces jocosa y otras apocalíptica. Se pueden identificar al menos tres temas constantes en sus grabados: su pueblo, Chicago y el mundo. Cuando pinta escenas de su pueblo hay resonancia de aquel “México que se nos fue”. Es un pueblo casi mítico de colores calientes donde la vida era natural. El edén perdido todavía no había sido violentado por las nuevas costumbres estadounidenses. En ese entonces “no había carretera, no había luz eléctrica. Todo eso era el mundo: la naturaleza, las estrellas, los caminos y montes, subidas y bajadas, los cerros, la milpa”. En esas obras
abundan las ceremonias y los jolgorios. Lo sagrado y lo profano le dan rienda suelta a sus diferencias y por una noche conviven en el mismo plano en la Parranda. Hace poco Nicolás de Jesús visitó nuevamente Chicago y lo primero que hizo cuando llegó a Pilsen fue caminar por la calle Dieciocho. “Hace un mes que vine y me senté en la banca donde pasa el bus, estaba evocando aquellos tiempos. Me dio una mezcla de sentimientos encontrados: un poco de tristeza y un poco de alegría.” Su peregrinaje lo dejó registrado magistralmente en Migración, La mudanza, The Barrio y Chicago. La técnica del grabado se presta para transmitir mejor los contrastes que separan la frontera entre México y Estados Unidos, y en Chicago el sur del norte. Un apartheid no oficial matiza las diferencias. Dos mundos conviven y se aíslan en un mismo plano. Lo que sucede en el mundo repercute en la obra de Nicolás de Jesús de una manera o de otra. En 1976 asesinaron a su padre y no hubo justicia. “Era algo tan común en Guerrero porque en ese entonces había pasado lo de Lucio Cabañas y eso me marcó. Trataba de entender por qué había problemas y por qué unos tienen casi nada y otros tienen mucho. De ahí viene la inconformidad que tengo y cuando se tiene cierta conciencia, tienes que luchar con eso.” Desde entonces, Nicolás de Jesús además de grabar al aguafuerte en papel amate, ha participado como activista ya sea marchando, pintando murales o haciendo pancartas. Dice no pertenecer a ningún partido político y la intuición es su guía: “participo cuando se trata de luchar al lado de la gente”. La realidad lo ubica políticamente y se interroga si está bien o está mal lo que hace. “¿dónde quiero estar?, me pregunto. Yo no quiero que al rato mis hijas se avergüencen de mí y que les digan: ‘tú papá es un traidor. Se vendió’. Yo prefiero estar libre y poder criticar una cosa que a mí no me guste. Y por eso mismo es lo que yo hago a través de mi trabajo porque si me voy por el lado más fácil, pues, al rato voy a estar bien cómodo y sin poder hablar.” Los grabados Justicia, Libertad, Rebeldía, Buitres y Sicosis reflejan en parte su preocupación por lo que sucede más allá de sus fronteras. En su obra vemos plasmado el mundo que se ha vuelto un carnaval descarnado de injusticias, intereses económicos por encima de los derechos humanos, deslices sentimentales y celebraciones bucólicas.
La obra de Nicolás de Jesús se expone hasta el 24 de noviembre en el Café Mestizo 2123 South Ashland, Chicago Illinois (312) 942-0095
Gerardo Cárdenas
Esto no es
un
Para John Barry, Verónica y Carla, con amor y gratitud El Zurdito aprendió muchas cosas en Chicago: una de ellas, que toda acción nos arrastra hacia una serie de consecuencias, muchas veces fuera de nuestro control. La acción comenzó una noche, en torno a las 11, cuando los polacos comenzaban, como era habitual, a limpiar el cuarto piso del Chicago Tribune. Casi no hacían ruido. Saludaban cortésmente a los pocos reporteros y editores que quedaban a esa hora, y empujaban sus carritos llenos de basuras que iban recogiendo, escritorio por escritorio, pasillo por pasillo. Los mexicanos llegaban a la misma hora, pero limpiaban el quinto piso, donde están la hemeroteca, las oficinas de los reportajes especiales, y otros despachos. Los mexicanos eran también silenciosos, aunque algunos tenían la costumbre de sentarse en cualquier cubículo para encender alguno de los monitores de televisión, y ver aunque fuese parte de una película, en Univisión o Telemundo. Según el Zurdito, a cada grupo lo subían a una camioneta, desde un punto de embarque propiedad de Rodríguez Janitorial Services. Tribune era uno de los principales clientes de Ismael Rodríguez, dueño de la empresa, y por eso eran seleccionados los más jóvenes y fuertes de entre todo su personal. Por ahí de la una de la mañana, mientras esperaban las camionetas de regreso, mexicanos y polacos bajaban al “muelle”. El muelle era parte de los sótanos del Tribune, esa parte que desemboca en una de las calles subterráneas de Chicago, y servía como área de carga y descarga. El muelle tenía un andén, y a lo largo del mismo había lámparas de alto poder, bajo las cuales se juntaban los fumadores, porque en el invierno eran el único lugar razonablemente cálido, y porque tampoco era cuestión de renunciar al vicio sólo porque, tres meses al año, la temperatura se mantuviera bajo cero. Los polacos hacían un grupito a la derecha de la entrada del muelle, bajo una de las lámparas. Acostumbrados al frío, sonreían y hablaban, como si dentro del edificio tuvieran prohibido hacerlo y esta fuese su única oportunidad de abrir la boca. Los que llevaban más tiempo en Chicago les hacían bromas a los recién llegados. A la izquierda de la entrada, bajo otra lámpara se juntaban los mexicanos. Hablaban poco y bajito, mirando de reojo a los guardias de seguridad del edificio. De vez en cuando, el volumen de sus voces bajaba aún más, hasta convertirse en un susurro imperceptible, que estallaba de pronto en un coro de carcajadas y silbidos. Alguien se hacía el ofendido, y fingía pelea, pero el silencio volvía cuando algún guardia se asomaba. Los rostros bajaban hacia el suelo, con la visera de las gorras perpendicular con los gastados zapatos tenis, y lo único visible eran las luces rojizas de los cigarrillos. El Zurdito dice que no fue su culpa, que alguien más empezó. Tal vez fue Chon, un duranguense alto y medio güero, o Ramiro, un jalisquillo flaco y esquivo. Pero cuando interrogué a Ramiro, éste dijo que fue el Zurdito quien una noche apareció con un balón de futbol, que tuvo que cargar por toda la jornada porque no cabía en su locker, ni permitieron que lo dejara en la camioneta. Al intentar encender un
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juego,
Zurdito
cigarrillo, el Zurdito tuvo que ponerlo bajo su brazo, y de ahí se le resbaló. Alguien comenzó a jugar con él, a puntearlo, a dominarlo con los muslos, a cabecearlo. Otro lo pateó un poco más fuerte, y llegó rodadito hasta los polacos. Uno de ellos, un pelirrojo de antebrazos colosales, lo recogió con el empeine, lo jugó, lo pasó de un hombro a otro, lo mató con el pecho, y lo devolvió a los mexicanos con un duro disparo con la parte exterior del pie derecho. Esa noche las camionetas llegaron retrasadas. Y esa noche unos y otros se pasaron el balón, se hicieron amagues, y en general ignoraron la mirada desaprobatoria de los guardias, que los observaban sin saber qué hacer. A la noche siguiente, fueron los polacos quienes llevaron un balón. Tan pronto lo vieron, dos guardias se acercaron. Uno fue con los polacos, otro con los mexicanos. El Zurdito, que llevaba un año en Chicago y hablaba mejor inglés que los otros, entendió lo suficiente para saber que esa actividad estaba estrictamente prohibida, y que otra demostración de “soccer” provocaría una inmediata llamada a su compañía, con las consecuencias laborales que correspondiesen. Al Zurdito se le agrió el estómago, y cuando los uniformados se retiraron, tiró al suelo su cigarrillo y se acercó discretamente al grupo de los polacos. Empezó a hablarles en su escaso inglés, y fue el pelirrojo aquel de los brazos de Popeye el que se le acercó. Tampoco hablaba mucho inglés, pero se entendieron. El Zurdito volvió con su grupo. Una sonrisa de oreja a oreja mostraba sus enormes encías, y el hueco dejado por un molar, perdido debido a un puñetazo, o a una caries mal atendida, nunca me quedó claro. Los otros, aún avergonzados por el regaño del guardia, miraron al Zurdito con desconfianza. Con toda calma el hombre avanzó al centro del grupo, sacó un cigarrillo del interior de su chaqueta, lo encendió y le dio dos caladas. —Tenemos partido el sábado, yo consigo la cancha. ¿Quién se apunta? La ventaja de jugar bajo techo es que no se siente frío. La desventaja, es que el juego es más rápido, más físico. Aparentemente los polacos ya lo habían jugado así antes, y el partido acabó 6–2 a favor de ellos. El Zurdito se picó, y pactó otro partido para la semana siguiente. Esa vez llegó con su grupo y dos desconocidos, más jóvenes que los otros. Los polacos no preguntaron nada. Rodríguez Janitorial Services contrataba a mucha gente. Hay una gran cantidad de oficinas por limpiar en Chicago y sus suburbios. Pero los dos recién llegados no trabajaban ahí. Eran conocidos del Zurdito, del barrio. Y entre los dos marcaron cinco goles, y los mexicanos ganaron 8–4. Esta vez fueron los polacos los que se picaron. Al principio no iba nadie a ver los partidos. Luego comenzaron a ir las esposas, novias, amantes; los hijos e hijas. Después los vecinos. Al octavo partido, las gradas de la cancha de “indoor” estaban llenas. Los dos equipos jugaban con garra, los cuerpos tensos a la hora de meter la pierna, las miradas enfocadas en el balón, el rival, y el compañero desmarcado. Los insultos volaban en polaco y español. Los
dos primeros partidos los jugaron sin árbitro. Luego del tercero, donde hubo empujones, un penalti dudoso, un gol que pudo o no haber entrado, los mexicanos llegaron con un árbitro. Era un gordito, primo segundo de Ramiro, el jalisquillo. Los polacos lo jugaron bajo protesta, aunque ganaron, y al quinto juego cada equipo trajo su árbitro. El dueño de la cancha puso paz, y él mismo fungió de juez. Los mexicanos llegaron al siguiente compromiso vestidos con el uniforme de las Chivas del Guadalajara. Era innecesario. ¿Quién iba a confundir mexicanos con polacos? Pero los europeos aparecieron una semana después con el uniforme rojo del Widzew Lodz, porque casi todos eran de Lodz, y con un gigante pelinegro de dos metros, que no hablaba una palabra de inglés, y al que todos llamaban Zibi. O según el Zurdito, sonaba algo así como Zibi. Zibi era un defensa que aterraba a los delanteros rivales por su estatura, su velocidad, la brutalidad de sus barridas y la autoridad de sus despejes. Nunca daba un pase, sólo reventaba el balón, y había que ir a buscarlo a la otra cancha. Una vez lo desinfló de un patadón, al desarmar un contragolpe. El Zurdito, cada vez más prolijo en sus recursos, llegó dos semanas después acompañado por un jovencito moreno. No debía tener ni 20 años. Tenía la piel muy oscura, los cabellos ensortijados, y un cuerpo fibroso y explosivo. El Zurdito, que operaba ya como entrenador y jugador, lo metió en el segundo tiempo, con el marcador 1–1, y lo primero que hizo el chamaco fue dejar sentado a Zibi en el suelo con un quiebre de cintura, esquivar al portero y marcar un gol. Cuando volvía hacia el centro del campo, Zibi, aún en el suelo, estiró una pierna y lo zancadilleó. El mu chacho cayó de bruces. El mexicano y el polaco intercambiaron miradas de odio, pero el Zurdito llegó rápido, lo tomó por un brazo y le dijo: —Venga, jarocho, no se me clave. Dicen que fue en ese partido cuando por primera vez acudió Ismael Rodríguez. Había oído rumores sobre el duelo semanal entre dos grupos de sus empleados, pero no le prestó atención hasta que le dijeron que llenaba los graderíos de una cancha indoor, allá por Pilsen, y que había apuestas de miles de dólares. Cuando Rodríguez llegó, tuvo que ver el partido de pie, porque no cabía nadie. Volvió una semana después y se fascinó con el Jarocho, Zibi y los demás jugadores. No le tomó mucho tiempo averiguar que el que mandaba era el Zurdito, y lo buscó al final del partido. —Mira, ya el clima está bueno y se puede jugar afuera, en cancha de a de veras. Vamos a organizar esto bien, yo conozco gente, pero me vas a dejar que yo lleve las riendas, y a ti te va a tocar tu tajada. ¿Oíste? Quiero que te hagas cargo del morenito ese, y del gigantón polaco. No quiero que se me vayan para otro lado. Les ofreces chamba conmigo, lo que haga falta. Eso sí, me vas a controlar que no fumen, que no chupen, que no se droguen, y yo me encargo de que tengan turnos menos pesados, y que ganen algo más de lana. —¿Qué va a hacer jefe? Nosotros nomás venimos a jugar un rato, para distraernos. —Esto no es un juego, Zurdito.
paisano y uno de los polacos, que quiero que veas en persona. Eso sí, los derechos de los cuatro los controlo yo —decía Rodríguez. Llegó junio, y Esparza quería tomar una decisión. Se había hecho público que su equipo de expansión iba a estar en Chicago o en Los Ángeles. Dependía del estadio con que contara, y de los jugadores. Rodríguez dedicaba la mitad del tiempo a su empresa, y la mitad a sus conversaciones con Esparza, y a sus viajes, los sábados, a la cancha a ver jugar a los equipos. Un sábado, el previo a la visita de Esparza, casi golpea al Zurdito por dejar en el terreno al Jarocho, pese a que este rengueaba luego de una barrida especialmente mal intencionada de Zibi. —Pero es que no tengo reservas, jefe. Dos están crudos, otro se casó, y tres no aparecen, igual hasta los agarró la migra. —¡Pues te pones a jugar tú, enano cabrón! ¡Te pones a jugar tú, o el lunes ya no regresas al trabajo! ¿Entiendes? El Zurdito dice que eso fue lo que más le molestó. Que por eso lo hizo, porque al principio era su juego, y era por divertirse, pero luego vino
En la primavera, los dos equipos jugaron en unas canchas casi al lado del Lago Michigan. Rodríguez se hizo cargo del transporte, de la cancha, los árbitros y hasta de nuevos uniformes. Cada vez se juntaba más gente. Venían a ver a los equipos, que jugaban cada sábado con más pasión, con más desenfado; venían a hacer apuestas, y venían a ver el duelo entre el Jarocho y Zibi. A veces el mexicano metía tres goles y ponía en ridículo a su rival, a veces era el polaco el que molía a patadas a su adversario. El Zurdito ya no jugaba. Caminaba para arriba y para debajo de la banda, dando órdenes, gritando, peleando con el árbitro y acompañando a Rodríguez, que no paraba de hablar por su celular, y de anotar números en una pequeña libreta negra. Al otro lado de la cancha, el polaco pelirrojo de los enormes antebrazos hacía también de entrenador. Cuando me pasaron su expediente, resaltaban dos vidas que debía, una en Lodz y otra en Danzig; la primera por cuestión pasional, la segunda por un problema sindical. Rodríguez lo había contratado como chofer. Rodríguez hablaba continuamente con un tal Esparza, que era medio pariente suyo, y que se había convertido en el dueño mayoritario de un equipo del futbol mexicano. Ahora que ese deporte estaba de moda en Estados Unidos, Esparza quería entrar con un equipo de expansión, y quería hacerlo en Chicago, contratando buenos jugadores de otras partes, pero desarrollando figuras locales, y estaba peleándose con el Chicago Fire, el equipo profesional, por conseguir buenas piernas en el área. —Lo que yo te tengo aquí, Tato, son cuatro buenos jugadores, dos mexicanos y dos polacos, porque hay mucho polaco por acá, o sea que también los vas a poder meter en el estadio. Hay dos en especial, un Nicolás de Jesús: Migración, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado
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boleto de avión, para que al día siguiente volara rumbo a Los Ángeles. Rodríguez dijo que se lo pensó mucho antes de llamarme, porque sabía que iba a tener consecuencias, pero que le enchiló saber que el chaparro aquel, el chilango aquel, se lo había venadeado sin razón aparente. Dos noches más tarde, un viernes, los encontramos a todos en el “muelle” del Tribune, polacos y mexicanos, fumando todos juntos, hablando a medio inglés, a señas y gestos, del próximo partido. Los guardias del Tribune ya estaban avisados y se desaparecieron. Cuando vieron llegar las camionetas, y vieron que sacábamos a relucir las placas de Migración, los polacos se quedaron tiesos, y varios de los mexicanos se echaron a correr. Pero las calles subterráneas de Chicago son un laberinto que ellos no conocen, Nicolás de Jesús: La guitarra, grabado al aguafuerte. Foto: María Salgado y nosotros sí, y en media hora los teníamos a todos. A todos menos al Zibi y al Jarocho. Rodríguez, que en mi reporte Rodríguez, con sus celulares, y sus carros, y su chofer polaco, y ahora oficial aparece como “informante anónimo” me pasó por el celular él tenía que estar de niñera de todos esos batos. Pero yo creo que los la dirección del Jarocho. contactos comenzaron desde antes, porque alguien como el Zurdito, El Jarocho vivía en un cuchitril infame, en el sótano de un edificio a pesar de ser hábil y escurridizo, no se saca de la manga algo así, medio abandonado en La Villita. Al entrar, lo encontramos en el baalgo como lo que pasó. ño, desnudo, aferrado con las manos al lavabo, los ojos cerrados, la Según registros de Aduana, Esparza llegó un 7 de junio a Chicago, piel chorreándole de sudor, mientras el Zibi, con su piel blancuzca y se fue al día siguiente, a pesar de que declaró que pensaba quedarenrojecida al máximo por la excitación, lo penetraba por detrás y le se por dos semanas. Lo que sé, lo sé en parte por el Zurdito, en parte gritaba algo incomprensible en polaco. El Jarocho no opuso resistenpor el pelirrojo, y en lo demás por el propio Rodríguez. cia, no estaba en condiciones. El polaco, todavía medio erecto, dejó Esparza llegó a la oficina de Rodríguez, pasado el mediodía. A la a uno de mis agentes sentado de un puñetazo, y a otro inconsciente una de la tarde debía llegar un ayudante de Rodríguez, con los cuade un frentazo que hizo un ruido horrible. Casi escapa, y fueron tro jugadores, entre ellos Zibi y el Jarocho. Pero dieron las dos de la necesarios cinco hombres para reducirlo y esposarlo. tarde y nadie llegó. Rodríguez se cansaba de servirle tazas de café Rodríguez tenía razón. Hubo consecuencias. La redada masiva fue con coñac al empresario, de inventarle pretextos y de mirar el reloj filtrada a la prensa, y como el Tribune no metió las manos, tuvo que y a la ventana, esperando ansioso ver la van blanca, con el logo de lavarse la cara investigando a Rodríguez Janitorial Services. De esa su compañía, que traería al mejor talento futbolístico local que había investigación surgió que Rodríguez lavaba dinero del cartel duranvisto en años. guense de la heroína, a través de la compañía de limpieza, un par de A las 2:15 le llegó la llamada. Dos de los citados no acudieron al ligas de futbol amateur, y algunas obras filantrópicas. Lo detuvieron encuentro porque alguien les cambió el turno y los mandó a limpiar en Canadá. un edificio en Joliet que no necesitaba limpieza. Y a los otros dos, El FBI, que lo detuvo, le filtró a Migración algunos datos, y algualguien los había recogido. nas grabaciones telefónicas que me ligaban con Rodríguez. Rodrí—¿Qué alguien?, preguntó Rodríguez. guez fue más preciso y ofreció fechas, nombres y lugares. Mis jefes —Garza, jefe. no hicieron nada inmediatamente, pero antes de un año me asigna—¿Garza? ron al paso fronterizo de Douglas, Arizona, donde las redadas hay —Sí jefe, el que usted puso de supervisor de los turnos del que hacerlas con chaleco antibalas, porque si no te disparan los Tribune. Un chilango chaparro, y medio chimuelo, que le dicen rancheros, te disparan los polleros. el Zurdito. Fue uno de esos polleros quien me dijo que vio al Zurdito, no más —Y ¿venía para acá? de seis meses después de sufrir su sexta deportación en doce años, de —No jefe, él me dijo que usted ya sabía que los iba a llevar lo más campante en Santa Bárbara, California, donde administra una con unos agentes del Fire y del Galaxy, que no hacía falta que liga de futbol “indoor” de salvadoreños y guatemaltecos. me molestara en llevarlos primero a la empresa. —Ah, ya veo. ¿Y a quién se llevó el Zurdito? —A los otros dos, patrón. O sea al Jarocho, y al otro aquel, Gerardo Cárdenas ha sido corresponsal de noticias de la agencia Notimex y actualmente el polaco, el grandote, el Zipi o como le digan. es el vocero de asuntos hispanos del gobernador Rod Blagojevich. Esparza se fue de Rodríguez Janitorial Services minutos más tarde. Uno de sus múltiples secretarios le cambió la estancia y el
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Antonio Muñoz Molina: “Las culturas hispánicas no tienen por qué ser culturas subordinadas” Verónica Esteban Miembro de la Real Academia de la Lengua española, doble ganador en 1988 y 1992 del Premio Nacional de Narrativa por sus novelas El invierno en Lisboa y El jinete polaco, Antonio Muñoz Molina (Jaén, España, 1956) es conocido así mismo por sus ensayos y artículos periodísticos. Además, acaba de ser nombrado Director del Instituto Cervantes de Nueva York, ciudad protagonista de su última obra Ventanas en Manhattan. Alguna vez ha mencionado, al hablar del contexto en el que nació y cómo se ha desarrollado su vida, que siempre ha tenido la sensación de no estar en el sitio que le correspondía ¿cómo participa su actual residencia en Nueva York de esa sensación? Esto es lo máximo de eso, quiero decir, más que el sitio que me corresponde, simplemente me siento en casa porque aquí casi sólo hay extranjeros. Pero usted tiene una fascinación especial con Nueva York Bueno, ahí algo que en principio es la ciudad, la ciudad como lugar de la novela, su aceptación o su rechazo. Uno ve por ejemplo la fascinación de Balzac por París, Madrid en Galdós, Londres para Dickens en su novela Bleak House, que la primera frase es “London”. Me parece un principio maravilloso. ¿Qué objetivos concretos se plantea conseguir ahora que usted está al frente del Instituto Cervantes de Nueva York? Los Institutos Cervantes tienen como función enseñar la lengua pero en cada ciudad donde están, en cada país, se adaptan al lugar. Entonces aquí en Nueva York , aparte de las funciones normales que tienen los Institutos Cervantes de enseñar la lengua, de difundir la cultura en español y en otras lenguas españolas también, aparte de eso aquí hay una cosa que es imperiosa que es la conexión con el mundo latinoamericano y latino. Porque claro, esta es una ciudad, quizás la única ciudad del mundo, en la que están juntas todas las variantes de la lengua española. Paradójicamente, eso no ocurre en ningún país hispánico. Ocurre aquí. ¿Qué peso cree que tienen o deberían tener los Institutos Cervantes de los Estados Unidos en este país que es residencia de millones de nativos hispanohablantes? Hay que pensar que el Instituto Cervantes es una institución relativamente recién nacida, que lleva muy poco tiempo funcionando, los precedentes tipo la Alliance Française o el Instituto Goethe llevan muchísimo más tiempo funcionando, entonces tienen mucha más experiencia. Quiero decir, que el Instituto Cervantes todavía es una institución que está naciendo. Yo creo que lo excitante que tiene el trabajo es precisamente que como se está casi en el principio, se pueden hacer muchas cosas. Eso da un poco de vértigo porque cuando todo está por hacer, se puede hacer cualquier cosa y se puede hacer bien y se puede hacer mal. Y parece que lo que se hace no guarda proporción con el tamaño enorme de lo que no se hace. Pero, bueno, yo creo que hay que hacer unas pocas cosas bien hechas y procurar difundirlas bien y hacerlo con generosidad. También hay que aspirar a estar no en un gueto cultural ni lingüístico sino en el mapa de la vida cultural de la ciudad en la que estamos.
¿Qué puede comentar acerca del español que se habla en este país? ¿Qué opina de los esfuerzos que están haciendo los medios de comunicación, productoras de telenovelas, agencias de publicidad, etc. para utilizar un español neutro comprensible para los hispanohablantes de múltiples procedencias que viven en los Estados Unidos? Eso es muy complejo… un español neutro. ¿Cómo se encuentra eso? Porque el español lo que tiene es que es tan variado y al mismo tiempo tan unitario. Es que es muy complicado. Yo lo observo con atención y creo que hay muchas cosas muy atractivas que se están haciendo muy bien. Pero lo fundamental no es tanto el modo en que se use la lengua como la posición que la comunidad hispana esté teniendo en el país. Quiero decir, en la medida en que la gente que habla español y la cultura que tiene esa gente tenga un lugar social digno y socialmente bien situado, con acceso a la educación, con acceso a la prosperidad y todo eso, habrá la oportunidad de que la lengua se cultive y se mantenga y sea un español espléndido, sea mejor. Al fin y al cabo, la lengua está relacionada con la educación.
a Óscar Hijuelos, a Sandra Cisneros… Pero lo que se escribe en español, no la literatura chicana. Concretamente la literatura en español que se escribe aquí, no estoy muy familiarizado. Precisamente uno de los programas que estamos preparando es un programa de conferencias y de lecturas de escritores en español que viven en los Estados Unidos. Como enseñé aquí en la universidad un par de años, tengo antiguos estudiantes míos que escriben pero ninguno de ellos es famoso. Entonces, conozco mucha gente que escribe poesía, que escribe cuentos, que escribe novelas pero que viven en una oscuridad absoluta. Es una penuria editorial que paradójicamente se parece a la que podía haber en una capital provincia española hace años: gente que no encuentra editor, que se publica los libros a sí mismo, que tiene una difusión escasa… pero bueno, esto es el principio.
Promocionar la lengua como… Promocionar la lengua y mostrar que las culturas hispánicas no tienen por qué ser culturas subordinadas.
Sin embargo tengo la sensación de que sobre todo las editoriales españolas están empezando a mirar hacia aquí como posible cantera… Y eso forma parte del trabajo que nosotros podemos hacer. Nosotros aquí ofrecemos nuestra sede para hacer presentaciones, para que la gente que escribe se sienta menos sola. Una institución no puede dar a conocer escritores porque eso depende del mercado. Nosotros lo que podemos hacer es alentar a la gente que está trabajando. Cuando yo tenía veintitantos años y escribía, el poder hacer una lectura en algún sitio me servía mucho.
Entonces se parte de la premisa de que la percepción general es que sí lo son… En muchas ocasiones puede parecer que si, ¿no? Por una razón, muchas veces el emigrante que llega a un sitio en el que domina otra lengua y donde él ocupa una posición subordinada, pues puede sentir complejo de inferioridad. La gente que habla español, la reivindicación de su lengua y de su herencia —como dicen aquí— para mí es inseparable de la reivindicación de la justicia social. La justicia social, la educación. Es decir, que si se tiene una educación en condiciones, si se vive y se trabaja en buenas condiciones, la posición social de los hablantes y por tanto la posición de la lengua será mejor.
¿Qué papel juega la literatura en español que se produce en Estados Unidos dentro del campo literario en español mundial? Habrá que verlo. Los hijos y los nietos de los inmigrantes, pero sobre todo los hijos, la segunda generación, serán los que escriban. Piense en los hijos de los inmigrantes judíos en la literatura americana. Yo cuando en Madrid, que ahora tiene una inmigración muy fuerte, veo a un hombre que está limpiando una ventana o está repartiendo comida, pienso en que un hijo de uno de estos señores será un novelista extraordinario, que contará la experiencia de la inmigración, el proceso de aculturación, del choque entre las culturas.
Entonces, ¿está hablando de un componente social en la misión del Instituto Cervantes? Claro que sí, evidentemente que lo hay.
Cuando se consigue esa comodidad social, se puede pensar y se puede escribir, se puede publicar. ¿Qué conoce de la literatura en español que se escribe en las metrópolis estadounidenses? No conozco demasiado, ahora estoy empezando a familiarizarme. Conozco
Antonio Muñoz Molina se presenta en el simposio “Nueva narrativa en España y México” los días 12 y 13 de noviembre en el Instituto Cervantes (875 N. Michigan Ave. Suite 2940) (312) 335-1996 Verónica Esteban es escritora española residente en Chicago.
Antonio Muñoz Molina. Foto: Jean-Luc Bertini
El Ché: Diarios de motocicleta y la juventud Juan Mora-Torres El cuatro de marzo de 1960 el vapor francés La Coubre explotó en el puerto de La Habana, dejando más de cien muertos y muchos heridos. Al día siguiente los principales líderes de la Revolución Cubana encabezaron la procesión fúnebre, a la que siguió un mitin multitudinario con un discurso de Fidel Castro. Alberto Korda, un fotógrafo cubano desconocido, tomó una fotografía de Ernesto “Ché” Guevara contemplando la multitud. Aunque gozaba de popularidad antes de su asesinato en 1967, Ernesto Ché Guevara quedó inmortalizado tras su muerte al convertirse en uno de los símbolos de la revolución mundial, o acaso el mayor de ellos. La fotografía de Korda, por otra parte, cobró vida propia. Fue reproducida en portadas de revista, carteles, camisetas, pancartas, murales y demás parafernalia alrededor del mundo, convirtiendo al “Ché” en el icono más famoso de la década rebelde de los sesenta. A diferencia de otros iconos populares de esa era, como Jim Morrison y Jimi Hendrix, la imagen de Ché Guevara ha perdurado hasta la época presente y nada indica que perderá vigor en el futuro inmediato. Ché Guevara es el icono más reconocible de los tiempos modernos. Su carácter inmortal le permite cruzar las fronteras de clase, raza y nacionalidad. Conscientes de que la imagen del Ché resulta chic y atractiva para la sociedad de masas, en especial quienes practican un “estilo de vida alternativo”, corporaciones desde Nike a la marca de vodka Smirnoff han recurrido a su imagen para promocionar y vender sus productos. Swatch, una empresa de relojería suiza, ha usado la imagen del Ché en sus relojes. Artistas como el grupo de rock Rage Against the Machine utilizan la imagen del Ché para vender camisetas, mientras que Madonna emuló al Ché en la portada de su último disco American Life. Mientras la mayoría de los iconos de los “revolucionarios años sesenta” han caído en el olvido, ¿por qué sigue siendo el Ché Guevara tan popular como hace cuarenta años? ¿Acaso el hecho de que las corporaciones y los artistas adinerados usen su imagen para vender productos indica que el Ché, en tanto que figura histórica, ha pasado a ser irrelevante? Si no es así, ¿a quién pertenece el Ché? Diarios de motocicleta podría ofrecer respuestas parciales a algunas de estas preguntas. Por un lado, el Ché Guevara ha sobrevivido hasta la época presente porque su imagen resulta rentable. Corporaciones, artistas, fabricantes de camisetas y otros venden al Ché Guevara como un nombre comercial. Otro motivo de la perdurabilidad del Ché como símbolo se encuentra en la necesidad por parte de los jóvenes de contar con héroes que no sean artistas o atletas, en especial rebeldes políticos. En tanto que icono de las rebeliones políticas encabezadas por la juventud durante los años sesenta, la imagen del Ché apareció en las pancartas y carteles de los movimientos estudiantiles masivos de 1968 en la ciudad de México y París que hicieron tambalear a los regímenes mexicano y francés. La imagen del Ché captó asimismo la atención de las rebeliones juveniles de la “contracultura”, dirigidas principalmente al mundo adulto. Estas rebeliones “contraculturales” de carácter superficial se expresaban mediante aforismos comunes como “no confíes en nadie mayor de los treinta” y en la letra de My Generation (The Who), “hope I die before I get old” (ojalá muera antes de envejecer). Jimi Hendrix, Jim Morrison y Janis Joplin se convirtieron en iconos al morir “antes de envejecer”. Ché obtuvo la aceptación de estos rebeldes porque también murió antes de envejecer. Los jóvenes ansían tener héroes, en especial aquellos que murieron antes de hacerse viejos. En las comunidades negras la imagen de Malcolm X tiene tanta popularidad como la de artistas como Tupac Shakur —ambos fueron asesinados y murieron jóvenes. Además del subcomandante Marcos, quien sigue vivo, y el Ché, los latinos han inmortalizado a Emiliano Zapata y a Selena, la cantante texana. Ambos fueron asesinados. Como el icono que ha conseguido atraer a cada generación desde los años sesenta, el Ché sigue “de moda” entre los jóvenes porque tenía “buena onda” y estaba comprometido a fondo con sus principios. Para muchos jóvenes vestir una camiseta con la imagen del Ché Guevara no sólo refleja sus gustos en moda sino también su anhelo de conectar de algún modo con el Ché, el rebelde por antonomasia. En tanto que principal símbolo de la rebelión juvenil —sin importar qué entienda por rebelión la juventud, ya que puede ir de una pose de moda superficial al activismo político— el Ché tiene todo tipo de significados. No significa lo mismo para un adolescente de Pilsen que se pone una camiseta del Ché para ir a un concierto de rock, que para un adolescente haciendo lo mismo en Naperville. Tal vez fuera el reconocimiento de la actual necesidad de héroes lo que inspiró el rodaje de Diarios de motocicleta. Diarios de motocicleta cubre el viaje de 8,000 millas que Guevara realizó durante 8 meses por Argentina, Chile, Perú y Venezuela en 1952. Jon Lee Anderson es el autor de Ché Guevara: A Revolutionary Life (Ché Guevara: Una vida revolucionaria), un aclamado libro de 750 páginas. Considerada la biografía más destacada de Guevara, esta obra dedica tan sólo 23 páginas a este episodio en la vida del Ché. Basándose en las Notas de viaje de Ché Guevara y Con el Ché por Sudamérica de Alberto Granado, Diarios de motocicleta cae tanto en el género de la road movie como en el de la llegada a la madurez. En 1952 Alberto Granado (Rodrigo de la Selva), un bioquímico de 29 años, y Ernesto Guevara (Gael García Bernal), un estudiante de medicina de 24 años, deciden emprender un viaje de 8,000 millas a través del este de Sudamérica. Se trataba de un viaje poco convencional para un joven argentino de la clase social de Guevara, puesto que la mayoría de sus semejantes tendían al eurocentrismo y hubieran optado por viajar a Europa en lugar de atravesar América.
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El otro Ché. Toma de la película The Motorcycle Diaries
Sin apenas dinero, esperaban que La Poderosa, una vetusta motocicleta Norton, les llevase por su periplo sin demasiados problemas. Si bien ambos provenían de la izquierda intelectual, su objetivo era compartir una aventura, conocer mujeres, ver mundo, y divertirse con la meta de completar el viaje programado antes de que Granado cumpliera treinta años. En resumen, explorar el mundo antes de sentar cabeza para dedicarse a la vida profesional y familiar. Con su actitud de aprovechados, se declararon “especialistas en lepra” al cruzar la frontera de Argentina a Chile, una denominación que en muchas ocasiones les facilitaría el acceso a comida y albergue gratis. Su aventura les llevó desde las pampas argentinas, a través de la cordillera de los Andes, y hasta la costa del Pacífico en Chile, donde La Poderosa se averió, debiendo así abandonar el sueño de completar su viaje en motocicleta. A continuación viajaron hacia el norte, cruzando el desierto Atacama en la parte trasera de una camioneta, y visitaron la mina de cobre Chuquicamata —la mina a tajo abierto más grande del mundo y la principal fuente de riqueza de Chile. Cruzaron la frontera a Perú donde visitaron Cuzco, la que fuera capital del imperio Inca y la ciudad más antigua de Sudamérica, el Machu Picchu, Lima y, finalmente, la colonia de leprosos San Pedro en el Amazonas peruano. Desde allí volaron a Bogotá, donde concluyó su periplo. En tanto que ciudadanos de Argentina, el país más rico de América Latina, y habiéndose criado en el seno de la clase media-alta, Guevara y Granado se encontraron con gentes y culturas muy diferentes a la suya: campesinos, mineros de cobre, pescadores, indígenas y prostitutas. Conocieron a una pareja indigente que figuraba en la lista negra de los patronos debido a su militancia en el ilegalizado Partido Comunista Chileno, fueron testigos del trato según castas de los indígenas y de la marginación de los leprosos. Tal vez reconociendo que provenían de un entorno privilegiado (y aquejados de sentimiento de culpabilidad) en vista de la pobreza masiva, desigualdad y racismo que presenciaron en la “otra” América, Guevara y Granado no pudieron evitar hacer una elección: regresar a sus vidas de privilegio en Argentina con todas sus comodidades, o bien cometer suicidio de clase eligiendo cambiar el mundo de cualquier manera posible y por cualquier medio. Diarios de motocicleta se centra en gran medida en la transformación del joven Ché (al igual que Granado), sin desviarse demasiado de la narración histórica basada principalmente en el diario de Guevara y el libro de Granado. La película incluye algunos errores
factuales y exageraciones, sobre los que no me extenderé por falta de espacio. El Ché, a quien por aquel entonces apodaban “Fúser”, no comete ninguna heroicidad, no la emprende a tiros contra la policía o el ejército, no vive un gran amor, ni lleva a su pueblo a la victoria. La película recalca cómo este viaje le transformó radicalmente, abriéndole los ojos a la multitud de problemas de “nuestra América”. Según escribió en su diario, “el personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina. . .por lo menos no soy el mismo yo interior”. Tras regresar de su periplo, terminó sus estudios de medicina y seguidamente emprendió otro viaje en 1954 —ya nunca volvería a Argentina. Esta película sobre la figura histórica del joven Guevara únicamente se pudo realizar porque no se trata de una producción de Hollywood. Es una película latinoamericana: la dirigió un brasileño, Walter Salles; el puertorriqueño José Rivera escribió el guión; y sus dos actores principales son un mexicano (García Bernal) y un argentino (de la Selva). La película se rodó en español (con subtítulos en inglés) y Salles se inspiró en sus orígenes como realizador de documentales para impartirle una tonalidad rústica. El rodaje se llevó a cabo en muchos de los parajes por los que viajó Guevara y usó un número reducido de actores, dependiendo principalmente de los pobladores de los distintos lugares. En la actualidad se está produciendo una versión hollywoodiense de la vida del Ché protagonizada por Benicio del Toro, y hay planes para otra versión que protagonizaría Antonio Banderas (encarnó al Ché en la película Evita, protagonizada por Madonna). Con toda probabilidad, estas películas no lograrán plasmar la figura histórica del Ché Guevara tan fielmente como Diarios de motocicleta. Entonces, ¿a quién pertenece el Ché Guevara? Obviamente, nadie tiene derechos de propiedad sobre el Ché, el icono. Así como Smirnoff utiliza su imagen para vender vodka y Madonna para vender discos, los pobladores de la aldea boliviana donde fue asesinado lo consideran Santo Ché de La Higuera, hacedor de milagros. En tanto que road movie y relato sobre la llegada a la madurez, Diarios de motocicleta pertenece a los jóvenes que buscan héroes y se identifican con el Ché durante ese breve episodio de su vida. Pero sobre todo, es una película para quienes buscan un cambio porque tienen conciencia de que el mundo necesita cambiar. Juan Mora es profesor de historia en la Universidad DePaul y es autor de The Making of the Mexican Border. Traducción: SusanaGalilea
el triunvirato:
Desnudo
jesús. la coca-cola. el ché.
de un mundo artificial
om ulloa
Voces de la diversidad
en un día de otoño crujiente y afilado, precoz en frescura, ardiente en colores chispeantes de amarillos y rojos anaranjados me tomaba un café al aire libre, pensando en el mar caribe. porque así es, siempre pienso en el caribe para que nunca se me olvide su olor a salitre, para que moje mis pies aunque allí se arremolinen las hojas secas de lugares aprendidos, los polvitos de cenizas de muertos que nunca conocí, las nieves de los abominables hombres del norte, y zas. entre esos pensamientos me salpicó por delante una muchacha de tez tan rosada que parecía de plástico. iba muy maquillada y era flaca como fideo seco. de todas las muchachas jóvenes, rubias y flacas que pasaban por mi lado apresuradas, entrando o saliendo del café, lo que captó el pestañear de mis ojos fue la imagen blanca sobre fondo rosado que esta yupi flaca llevaba en su camiseta. era el ché, delineado en blanco con estrellita en la boina y todo. allí estaba la imagen de ernesto, reposando atento sobre los senitos incipientes de la muchacha, que se alejaba con su soymochalatte en la mano. suspiré y salí caminando porque soy mucho y me late. en el cine de la próxima cuadra echaban una película sobre las juventudes de ernesto, “del pre-ché”, como definieran algunos de sus ya maduros admiradores en una conversación que hace poco escuché a medias. me detuve y miré el cartel porque soy mucho más y me late aún más. intrerpretado por un joven mexicano de carita linda y soñadora, en esta película ernesto descubre el cono sur abrazado a la cintura de otro buen mozo en una moto destartalada y me vino a la mente el maravilloso azul del mar caribe que escuece mis ojos por donde quiera que voy y mientras más me late el olor a mar entre las sienes oigo la voz estridente de mi maestra de cuarto grado sentada en su escritorio leyéndonos las cartas del ché a fidel … “me acuerdo cuando te conocí en casa de maría antonia…” y me traspasa un escalofrío leve porque aborrezco la carta que todo escolar cubano debe aprenderse de memoria, aunque el tema sea tabú en otros contextos, del amor platónico a fidel del argentino asmático que tuvo la suerte de que lo mataran joven, porque morirse viejo y desengañado es del carajo. morirse acribillado y traicionado para quedar plasmado en camisetas baratas como las que venden en la tienda de jóvenes punk de la otra cuadra, donde las multicolores caras de ernesto cuelgan en la brisa fresca y sus ojos muertos plasmados en el letrero de la entrada miran los carros pasar por una gran avenida del norte donde las latas vacías de coca-cola se amontonan en los basureros y donde en la botánica de al lado venden estampitas de jesús, encuero y crucificado, limpio y vestido de túnica ascendiendo a los cielos. todo es mucho y todo late hasta que deja de tronar. entonces hay que callar el ruido para poder descansar en paz. y es que el ché está de moda, otra vez. en parís, en el d.f., en madrid, en hollywood y en nueva york. en la habana su imagen es imposición y la mirada fija del ché es recordatorio constante de lo que pudo ser. preside desde múltiples carteles y vallas el pre-boliviano ché, testigo mudo de los niños cubanos que gritan “un, dos, tres … pioneros por el comunismo seremos como el ché” y al dar la vuelta otra década crecen apurados para vender dólares a descuento en el mercado negro, uno por tres, o para venderse él o ella al turista que traiga más euros dispuestos, porque así es, y si lo pudiera ver ernesto, entonces, me pregunto, ¿veríamos pronto la película? … espera, me digo, que tú eres mucho más que eso y te late mucho y fuerte. muy fuerte te laten estas imágenes de jesús, la coca-cola y el ché. el triunvirato iconográfico del siglo 20, siglo prolífico de “revoluciones”, aunque todas se imitaran entre sí, porque, hey, there's nothing new under the sun o ya se olvidaron de la revolución burguesa de la edad media para acá… abajo la monarquía; abajo la iglesia y después abajo la burguesía. todo en orden de arriba para abajo, hasta ver cuándo se rebelará la Tierra misma sacudiéndonos de su faz con una explosión certera. fuácata y zas, siento que se me aprieta el latido de lo que soy, que soy mucho más que todo esto, onda enorme de aire y carne que flota esquivando el salitre del mar caribe, que es salado, tan salado como las lágrimas que me corren por las mejillas mientras me alejo de los cafés, los cines, las tiendas, pensando que la famosa foto del ché la tiró un cubano que lo admiraba y la de jesús crucificado la tiró maría magdalena que lo amaba y la de la botella de coca-cola fría cubierta de pedacitos de hielo la tiró un sediento que la deseaba. y así quedaron. plasmados los íconos para la idolatría de los fieles que los quieran admirar, amar y desear, que ya estamos en el siglo 21 y las re voluciones escasean, la iglesia se pudre cada vez más y la coca-cola, como siempre, refresca.
Iván Torrijos Varias personas que conozco están como yo en la penumbra, con un signo de interrogación al frente por lo que se viene en esta nueva etapa de gobierno. Me he terminado las uñas a mordidas leyendo notas, mirando el televisor, escuchando la radio y ya mutilé dos de mis neuronas. Mientras medito, otros hablan. A continuación comparto con ustedes algunas palabras que nos han dejado en Homofrecuencia, el espacio radiofónico que nos sirve de expresión y aprendizaje a varios jóvenes: “Los homosexuales existen, son una realidad objetiva. El hoy, ya no es el ayer en el que se decía: ¡quémenlos en leña verde! Se vienen problemas más fuertes, como los conflictos entre naciones, o el deterioro del medio ambiente, eso es lo que realmente debería preocuparnos, lo que deberíamos ver con ojos de humanidad.” Agustín Villalpando, editor de Enkidu Magazine. “El proceso va a continuar pase lo que pase. El mundo comienza a reconocerle derechos y beneficios a parejas del mismo sexo. No hay marcha atrás.” Pedro Julio Serrano, Puerto Rico para Todos. “¿Saben qué?, Somos seres humanos. ¿Saben qué?, Nos amamos. Vean la devoción y compromiso que tenemos. Vean nuestro amor, del que nunca podemos hablar y siempre tenemos que estar defendiéndonos y escondiéndonos. Yo estoy consciente en mi corazón de que va a cambiar el mundo.” Marta Donayre, cofundadora de la Organización Love Sees no Borders. “No me crean a mí, no crean a nadie; escúchense a ustedes mismos, cada uno de nosotros somos representantes de la diversidad. Sé quien tú eres, quien tú eres no te lo dice únicamente tu caparazón, tu exterior, quien tú eres es tu ser interno, tu alma. Tengan paciencia y vean esta revolución multicolor que se está dando a pasos agigantados.” Luis Perelman, Vicepresidente de la Federación Mexicana de Sexología. “Nuestra existencia significa amarnos, respetarnos y respetar a otros. Es hora de quitarnos nuestros prejuicios y las etiquetas que hacemos de la gente. Las personas que rechazan primero tienen que examinar sus propios actos.” Padre católico Manuel Villalobos, de la congregación de padres claretianos. Una entrevista también fue la de Nuri Fernández, del espacio autónomo donde se promueven derechos humanos”Café de la red”, en la ciudad de México: “Repudiamos el hecho que durante este año, han muerto 13 mil civiles en Irak y más de mil soldados norteamericanos, entre esos soldados muertos hay 200 mexicanos, la invasión a Irak lo que hizo fue incrementar y promover el terrorismo”. Nuri nos dijo sobre inmigración: “Lo que tiene de maravilloso un país como los Estados Unidos es que está hecho por gente de todos los países, por gente que emigró: italianos, irlandeses, ingleses, franceses y en este último siglo migrantes de América Latina y de Asia, los derechos de los migrantes deberían ser reconocidos, es absurdo que se les restrinjan sus derechos, y no lo digo solo por ser mexicana y por el hecho de que 20 millones de nuestros compatriotas están en Estados Unidos y de que pronto la minoría latina va a ser la primera minoría de ese país, sino por el hecho de que toda esa gente está ayudando a construir esa gran nación”. Sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo Nuri opinó: “Todos los seres humanos tenemos una necesidad de ser felices, en el terreno sexual, en el terreno familiar, en nuestra vida cotidiana, y si hay alguien más, sea la Iglesia, el Estado, George W. Bush o quien sea, que dice a la gente cuál es la manera de ser felices, seguramente va a imponer una solución que no agrade a muchos, lo mejor es reconocer la posibilidad de que, dentro del respeto a los demás, podamos investigar, explorar nuestra propia manera de ser felices”. Ella concluyó: “Creemos que si la gente no toma las calles, no se expresa de manera independiente en Estados Unidos, el que gane, Bush o Kerry, no se va a ver comprometido a cambiar, a parar la guerra, a parar la violencia, creemos que la decisión en el fondo siempre esta en la gente, no en los políticos” Es un momento importante, nosotros somos testigos de la historia, seamos actores también. Si deseas más información sobre la comunidad latina GLBT sintoniza el programa Homofrecuencia; se transmite todos los lunes de 8 a 10 P.M. en Radio Arte 90.5 FM. También puedes escucharlo en vivo a través de la Internet en la página: www.radioarte.org. Comentarios: ivanukor@yahoo.com
om ulloa es autora de selectos lapsos de memoria (una serie de fetos) y prendas de mujer
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El norte: Única opción
Raúl Dorantes La periodista Kari Lydersen acaba de publicar su primer libro: Out of the Sea and Into the Fire. Acaso el mayor logro de este libro consista en haber unido tres cabos que, aunque los medios de comunicación tienden a mostrarlos por separado, pertenecen al mismo cordón: la globalización corporativa de la economía, la subsiguiente inmigración a gran escala y el fenómeno de la frontera. No es casualidad que el libro esté dividido en tres partes (la cuarta es realmente un epílogo). Como sabemos, la migración se ha vuelto un vaivén mundial: los filipinos en Japón, los magrebíes en España, los alabaneses en Italia, etc. Kari Lydersen delimita su radio de estudio al continente americano y nos recuerda en casi trescientas páginas que no se puede tirar de uno de los tres cabos sin afectar a los otros dos. El gran problema de la globalización es que se ha llevado a cabo sólo desde la perpectiva y los intereses de las corporaciones. Ni los sindicatos, ni las ONGs, ni los gobiernos realmente han podido servir de contrapeso. Más bien, estos últimos se han unido a las grandes firmas. En su libro, Kari Lydersen recrea su viaje por cinco países latinoamericanos. En Oaxaca seguimos la devastación de Playa Cangrejo, que a causa de la contaminación producida por una refinería de petróleo ha dejado a los habitantes del lugar sin recursos pesqueros... En Ecuador vemos la inútil panacea en que se ha convertido la dolarización de la economía: si los precios de los productos son comparables a los de los Estados Unidos, el salario promedio del trabajador ecuatoriano es de cuatro o, si bien le va, seis dólares al día... En Honduras somos testigos del despojo de tierras que aqueja a la población garífuna del sur de ese país: si el área es virginal y pintoresca por qué no construir hoteles de cinco estrellas o algunas zonas de buceo, esto a pesar de las prohibiciones que establece la constitución de ese país y de los desplazamientos que ha provocado… En Colombia oímos del caso de los obreros asesinados a manos de grupos paramilitaes por el “delito” de pertenecer al sindicato que lucha en una de las plantas filiales de la Coca Cola… ¿Qué opción tienen entonces los desplazados y desempleados de Ecuador, Honduras, México o Colombia? Hasta el día de hoy, esa opción lleva por nombre
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los Estados Unidos. El punto de encuentro de todos ellos son las 1,989 millas de extensión que tiene la frontera que va de Tijuana a Matamoros y de San Isidro a Brownsville. La frontera, nos dice Kari Lydersen, es en realidad como un poliedro: para los ciudadanos norteamericanos es el sitio ideal para divertirse a bajo precio; para los residentes o ciudadanos de orígen mexicano es la línea que cruzan para ir y regresar todos los días de la casa cotizada en pesos al trabajo remunerado en dólares; para los grupos caza-imigrantes de origen estadounidense, es la mayor vergüenza de su país por no parar de tajo el cruce de indocumentados; para los narcotraficantes y las grandes corporaciones es la franja que les permite legal o ilegalmente el enriquecimiento fácil. A lo largo de casi dos décadas, esta frontera ha vivido el grave deterioro del medio ambiente, la aparición inusitada de cinturones de miseria, el homicidio de casi 400 jóvenes tan sólo en Ciudad Juárez y la muerte por goteo de inmigrantes en las aguas del río o en las arenas del desierto. La tercera parte de Out of the Sea and into the Fire acaso sea la más lograda; pues el drama generado por la globalización, no impide que los personajes de las cinco crónicas que la integran encuentren en los Estados Unidos una salida. De cierta forma, estas cinco crónicas atenúan el título que Kari
Lydersen le ha dado al libro; para miles de inmigrantes el llegar y conseguir trabajo en Illinois, Nebraska o la Florida, es una respuesta al desplazamiento de raíz que vivieron en sus comunidades. Por muy difícil que resulte la adaptación al nuevo entorno, los inmigrantes latinoamericanos no vinieron “de Guatemala a Guatepeor”. La misma autora señala que sería “una generalización afirmar que no hay oportunidades en los Estados Unidos. Muchos inmigrantes se establecen de una manera satisfactoria, forman sus propias comunidades, traen a sus parientes y les mandan dinero a los que se quedaron allá”. Y posteriormente pasa a narrar el caso de decenas de inmigrantes mexicanos que trabajan en un rastro de Schuyler, Nebraska, quienes han alcanzado a ahorrar lo suficiente para comprar casa aquí y para ayudar a construir una iglesia en su pueblo natal. Los Estados Unidos ha sido y sigue siendo, sin lugar a dudas, su opción económica. Esta tercera parte cierra con una crónica sobre los casi 15 mil obreros agrícolas de Immokalee, Florida, que año tras año son contratados por los rancheros a través de las agencias de empleo para la pizca del tomate. La mayoría procede Guatemala, Haití, El Salvador, Honduras y México. A pesar de vivir hacinados en trailers y barracas, y de no tener seguro de salud ni a la compensación de desempleo, para los obreros de Immokalee los 40 dólares que ganan por jornada representan ya una mejora con respecto al ingreso que recibían en sus respectivos países. Y para responder a los abusos de carácter laboral —nos dice Kari Lydersen— en 1995, los trabajadores agrícolas de Immokalee formaron una coalición que actúa tanto en casos individuales como colectivos: desde la representación legal por el cobro de un salario hasta la organización de una protesta permanente contra Taco Bell, principal cliente de los rancheros, en la que le piden que pague un centavo más por libra de tomate, centavo que, según ellos, incrementaría el salario de los pizcadores. El 20 de noviembre de 2003, tres miembros de la Coalición de Obreros Agrícolas de Immokalee recibieron el Premio Robert F. Kennedy, premio dado a personas o instituciones que se dedican a defender los derechos humanos; fue la primera vez en 19 años que una organización que trabaja en territorio estadounidense lo recibía. Los medios de comunicación y diversas agrupaciones ligadas al Partido Republicano y al Demócrata, últimanente han subido el tono de su voz para quejarse del constante arribo de inmigrantes por la frontera sur. Hay que recordarles que los Estados Unidos sólo dejará de ser una opción cuando en el proceso de globalización no sólo se piense en triplicar o cuadruplicar las ganancias de las corporaciones, sino también que se considere que quienes viven en la tierra donde se han establecido son, al igual que cualquier ejecutivo o miembro de sus juntas, seres humanos.
El libro de Kari Lydersen se presenta el 18 de noviembre a las 8 P.M. en Décima Musa 1901 S. Loomis (312) 243-1556.
La frontera entre México y Estados Unidos. Foto: Kari Lydersen
La política educativa de los City Colleges de Chicago: Racista y antiinmigrante Febronio Zatarain La noche del pasado 18 de octubre, los profesores de tiempo completo de los City Colleges de Chicago (CCC) anunciaron que se iban a la huelga, ya que el nuevo contrato que la Administración de los CCC les estaba ofreciendo para los próximos cuatro años, representaba una baja en su salario anual. Los profesores que ahora están en huelga atienden solamente a estudiantes que están tomando clases con créditos universitarios; algunos de estos profesores enseñan 12 horas-clase por semestre, otros enseñan 15. Ambas cifras representan un carga excesiva si las comparamos con el número de horas-clase que enseñan los profesores de tiempo completo de las universidades del área de Chicago; muchos de ellos imparten seis horas-clase, y son muy escasos los que rebasan las 12 horas. Una buena universidad se caracteriza por darles a sus profesores una carga mínima de horas-clase para que de esa manera se dediquen la mayor parte del tiempo a corregir los trabajos de los estudiantes y, sobre todo, a fomentar la investigación científica. En cambio, una universidad mala o en declive se caracteriza por evitar la contratación de profesores de tiempo completo (y a los poquitos que tiene, o que le quedan, darles el mayor número de horas-clase) y también por cubrir todas las vacantes que se vayan presentando con profesores de tiempo parcial. A estos profesores se les paga solamente las horas que están enseñando en el aula y no tienen ninguna obligación de revisar las tareas y mucho menos de asesorar o de darles tutoría a los estudiantes. El buen funcionamiento de una universidad depende en primer lugar de la política de contratación que su administración establezca. Un profesor excelente con una mala administración en la universidad que trabaja se puede volver mediocre; y un maestro mediocre con una administración eficiente se puede volver excelente. Los CCC han estado en declive en las últimas dos décadas, ya que han ido reforzando la política de sustituir a los profesores de tiempo completo que se jubilan por profesores de tiempo parcial. Es por eso que en la actualidad el 70 por ciento de las clases es impartida por profesores de tiempo parcial. Pareciera, pues, que el objetivo es que desaparezcan lo más pronto posible las plazas de tiempo completo. Una prueba fehaciente de lo anterior es el nuevo contrato que están proponiendo. Veamos.
Durante la huelga en el Truman College
El año pasado un profesor de tiempo completo (con grado mínimo de maestría) ganaba anualmente alrededor de $35,000.00; ahora con el supuesto aumento y con la nueva cuota que la Administración de los CCC propone, este mismo profesor ganaría en 2005 alrededor de $33,500.00, y para 2008 percibiría menos, ya que su cuota por seguro médico aumentaría un dos por ciento más. Es importante señalar que los responsables de esta política de enseñanza media superior no son propiamente las autoridades administrativas de los CCC, sino el que ha dado la orden de que se recorten los gastos en este rubro. Esa persona es el alcalde Richard Daley. Y no es la primera vez que Richard Daley pretende mantenerse al margen de los problemas laborales de los profesores de los CCC. La vez pasada fue con los maestros que trabajan en los
departamentos de educación para adultos; es decir, con los maestros de inglés como segundo idioma y de preparatoria abierta (G.E.D.). Dichos maestros nunca han tenido derecho a vacaciones ni a seguro médico; incluso la propia Administración de los CCC ha creado un mecanismo para que estos maestros no adquieran el rango de trabajadores de tiempo completo (y al parecer ése es el futuro que la alcaldía de Chicago quiere para todos los profesores que enseñan clases con créditos universitarios). El último intento de huelga de los maestros de inglés como segundo idioma y de G.E.D. se dio a fines de 2003, pero el sindicato que los representa transó con las autoridades educativas, dejándolos prácticamente en las mismas condiciones. Esta actitud ante la educación media superior y para los adultos que sigue la alcaldía de Chicago, es esencialmente racista y antiinmigrante, ya que los más afectados no son los profesores, sino los estudiantes que en primer lugar son latinos, seguidos por afroamericanos e inmigrantes no latinos. Curiosamente, estos tres grupos en su conjunto conforman más del 50 por ciento de los residentes de la ciudad. La clase política de Chicago debe poner atención a este hecho, porque un día de éstos los podría sorprender una manifestación de miles de personas frente al City Hall, personas que ya están hartas de que se diseñen políticas que abiertamente afectan su salud, su vivienda, su transportación y, en este caso, su educación. Quizás de esa manifestación surjan líderes que vengan a sustituir a esos oficiales electos que obviamente no están velando por los intereses de la mayoría de los residentes de Chicago.
Manifestación en la alcaldía
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En Uruguay sí hay razones para celebrar Hanna Luna Después del resultado de las elecciones en Estados Unidos, intentemos celebrar mientras se pueda. Celebremos, al menos, el desenfado de los jóvenes uruguayos que aún siguen atreviéndose a soñar, que no compran de las corporaciones de turno mundos prefabricados, que piensan e imaginan más allá de sus narices, que resisten al miedo, el terror, el tedio y la desesperanza —“valores morales” de G.W. y sus seguidores. Celebremos que el ser humano aún existe fuera de las corporaciones aunque sea en lugares remotos y sin mayor importancia económica o política. Encuentro Progresista Frente Amplio Nueva Mayoría EP FA NM es el nombre completo de la coalición que hoy llega al poder en Uruguay, después de 33 años de fundado. El Frente Amplio nace en 1971 agrupando al partido socialista, el comunista, democracia cristiana y los escindidos de los tradicionales partidos Nacional y Colorado. Dos de las voces más resonantes de estos partidos fueron el senador del partido blanco Gutierrez Ruiz y el senador del partido colorado Zelmar Michelini —ambos asesinados en Argentina en los años setenta cuando la operación Cóndor se extendía por esta región—. Tal vez hoy, a la luz de los resultados de las elecciones aquí es imperante recordar en medio de la alegría esos dolorosos capítulos de los años setenta. El Frente Amplio sólo había vivido una elección antes del golpe de estado en 1973. En la apertura democrática muchas de las figuras estaban proscritas, algunas aún en la cárcel o exiliadas y el Frente como partido no pudo participar en las elecciones. La primera elección en que participó el Frente estuvo a punto de ganar la intendencia. Las banderas rojo, azul y blanco cubrían las calles. A último momento el escrutinio decía que no, que no llegaba. En la segunda elección el oncólogo Tabaré Vazquez, con conocida tradición en trabajo de base en los barrios, llega a la Intendencia. Fue la primera intendencia frenteamplista. De ahí en más la intendencia de Montevideo no conoció más intendentes que los frenteamplistas, que sucesivamente fueron integrando nuevos sectores políticos: Encuentro Progresista y Nueva Mayoría. El problema del Frente seguía siendo ganar votos en el interior del país que tiene pocos centros urbanos y muchos latifundios. Los departamentos seguían votando sobre todo al tradicional Partido Blanco, el partido de la gente rural y de los latifundistas. Este año no nos dejan de sorprender las cifras. En casi la mitad de los 19 departamentos de Uruguay gana el Frente: Soriano, Paysandú, Canelones, Salto, Rocha, Maldonado, Florida. El día de ayer Serpaj, familiares de desaparecidos y otras organizaciones fueron a llevar una rosa al memorial de desaparecidos que se encuentra en el Cerro de Montevideo. Hoy, en medio del festejo, la memoria se impone. El frente que hoy gana es el que lleva dentro de sí una larga lista de muertos y desaparecidos. ¡Y Uruguay se levantó y anduvo! Y finalmente, con ojos repletos de sueños y hastío superado, los uruguayos gritan que no somos ni huevos tristes, ni escandalosamente conservadores y medidos, que no somos ese Uruguay alicaído que vimos en los noventa crecer incesantemente, simplemente teníamos la alegría retenida entre las nalgas; teníamos el grito ahogado en la garganta. Estábamos cansados, cansados de intentar y perder; cansados de jugar y ser arrojados a chupar un palo sobre una calabaza. Estábamos cansados de saber que poco podíamos contra el armamento sin rostro y la economía como juguetito de unos pocos. Y tal vez poco podamos pero lo importante hoy; lo importante es que fuimos capaces de romper con el miedo, fuimos capaces de decir que más allá de que si el Frente o fulano nos va a dar la solución final, no seguimos votando por lo conocido, por la medianía; no seguimos votando por el menos malo o porque no nos queda otra. Pudimos y quisimos votar por la alegría, aquella que nos arrancaron sucesivamente en el 73 (el golpe de estado), el 85 (ley de Impunidad), en los noventa (cuando los ojos de Mariana, los ojos de la
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campaña por “la aparición con vida de los desaparecidos” nos dijeron que poco le importaba quienes eran sus padres porque sus padres eran quienes habían matado a sus padres biológicos). Hoy los uruguayos de la diáspora y de adentro (200,000 llegaron de Argentina) dijeron que queremos y podemos cambiar, aunque en el camino fracasemos, aunque no sepamos las fórmulas, aunque lo que sea. Dijeron (ellos y no yo porque yo me quedé mirando desde fuera) que estamos cansados de casi dos siglos de blancos y colorados, de recetas conocidas. Hoy Uruguay le dice al mundo que aún el individuo toma decisión de su futuro político, que aún existen los ciudadanos, ese hermoso concepto fuera de moda, que el individuo cuenta. Y eso lo gritaron desde el fondo de sus corazones y el fondo de sus bolsillos los que se tomaron aviones desde España, Alemania y México creyendo que su voto cuenta, que el individuo es también agente decisorio de su destino. El ciudadano que en actos civiles va y habla, y dice y grita. El ciudadano que toma su bicicleta y atraviesa los Andes para ir a decir “yo aún creo”. Y ojo al gol: no es que crea en Tabaré o en Mujica o en quien carajo sea, cree que podemos salir del hastío y la manipulación, que puede volver a sonreir y festejar, que puede construir en los márgenes (y límites) de una sociedad democrática.
Corazón caliente, cabeza fría Es lo que dijo el que encabeza la lista 609, Mujica, quien conquistó el miedo con la camisa desprendida y para afuera, el pelo despeinado y la panza orgullosa, hoy es el líder más carismático del Uruguay y muchos lo hubieran querido ver candidato a la presidencia. Él no quiso. No le gusta el poder, créalo o no. Vive en una casita con su mujer y toma mate amargo. Y es una figura cálida y hasta payasesca. Mujica pidió hoy a los uruguayos corazón caliente y cabeza fría ante la inundación de algarabía de los uruguayos que desde las seis de la tarde comenzaron a festejar el triunfo del Frente Amplio: bocinazos por la calle principal 18 de julio, candombeadas en las esquinas, mateadas en los parques en el hermoso día primaveral de Montevideo. Ya me había olvidado de mi misma estando en este país, que la alegría era un derecho y un festejo. Me había olvidado qué era la alegría. Me había olvidado lo que era festejar no una fiesta folklórica, no una navidad, no la compra de una casa nueva, no el nacimiento de un hijo ni el matrimonio de no sé quién. Y sí, no nos
olvidamos de que nuestras esperanzas fueron depositadas en personas y partidos que en ocasiones no supieron cargar la responsabilidad, pero en ocasiones, como la de este Uruguay, le arrebataron la posibilidad de hacerlo. Hete aquí el error. No es ni el Frente ni los Demócratas quienes curarán las heridas de despotas y asesinos. Pero lo que hoy rescato, lo que hoy recuerdo es la fe, las ganas de cada uno en construir, aunque sea simbólicamente con un voto. Lo que hoy rescato es que tanta derrota no nos haya paralizado y no nos hayamos convertido en lacra humana, que queda mirando el mundo y sus giros desde una torre de marfil insípida o desde el trono de un escepticismo cobarde o desde el Reino del resentimiento. Lo que hoy celebro no es ninguna bandera más que la de la alegría, el gesto
ciudadano que tras escuchar a Charly pedir un símbolo de paz finalmente se permite dárselo a sí misma. Esperemos, sólo esperemos que no quede en el entusiasmo, y creo que no, porque detrás de este triunfo hay treinta y pico de años de historia, miles de desaparecidos, muertos, jóvenes que conocieron sus treinta detrás de rejas, generaciones de niños y jóvenes que crecieron bajo el manto del silencio, la frustración, la muerte y el hastío. Y hoy festejo el saber que a pesar de esa medianía uruguaya que yo y tantos denunciamos por años, de esa insipidez que vimos durante las últimas decenas de años, de toda esa energía incapaz de movilizarse que echaba a la gente del país hasta escribir en su aeropuerto “el último que se vaya que apague la luz y cierre la puerta”; hoy celebro que reciba desde todos los rincones del mundo a esa energía que expulsó; celebro que tres chicos atraviesen los Andes en bicicleta, que 200,000 uruguayos crucen el río de la Plata para ir a votar y celebrar. Celebro que por una vez los de adentro y los de afuera comulguen. Celebro que aún seamos capaces de soñar.
Hanna Luna es profesora de antropología. Reside en Chicago.
Pancho Villa,
Dos grandes obras
el hombre Ana Luz Pérez Durán ye tú Francisco Villa Qué dice tu corazón. Siete leguas, corrido popular
Los mexicanos recordamos dos cosas cada noviembre. Primero, recordamos a nuestras benditas ánimas y segundo (a mi se me hace muy curiosa la coincidencia) conmemoramos también el aniversario de la Revolución Mexicana. Una de las ánimas de la Revolución que parece no poder abandonar el plano terrenal es la del general Francisco Villa. Este año, la cadena norteamericana de televisión por cable HBO, estrenó una película sobre el general titulada And Starring Pancho Villa As Himself, donde el actor español Antonio Banderas interpretó al Centauro del Norte. Ésta es la última en la larga lista de películas producidas sobre Villa. Igualmente, se han escrito un sinfín de libros sobre este enigmático personaje. ¿Quién es Pancho Villa? ¿Y por qué nos fascina tanto? Aunque Villa, en vida y después de su muerte, se convirtió en el favorito de los productores de cine, novelistas, historiadores y corridistas, ninguno de estos géneros ha logrado captar a Villa, el hombre. Hace exactamente un año se publicó en México la primera reimpresión de Pancho Villa: Retrato autobiográfico 1894-1914. Esta edición, preparada por las nietas del general, Guadalupe y Rosa Helia Villa, incluye en su totalidad el facsimilar de los apuntes tomados por Manuel Bauche Alcalde. Pues el general le dictó a este militar y periodista mexicano sus últimos veinte años de vida, dejándonos de esa manera lo que serían sus memorias. Y son más bien las palabras de Bauche Alcalde lo que causan controversia, y no lo que nos revela sobre la vida de Villa. En los prólogos e introducciones preparadas tanto por las nietas de Villa como por el escritor Martín Luis Guzmán, se cuestiona el lenguaje y estilo que usa Bauche Alcalde en sus escritos. Martín Luis Guzmán, quien escribió, entre otras obras, Memorias de Pancho Villa, considera que el Villa que se presenta en el texto de Manuel Bauche Alcalde parece más un hombre de ciudad que un campesino norteño. Aun así, un sinfín de escritores e historiadores han utilizado los apuntes de Manuel Bauche Alcalde, incluyendo a Friedrich Katz, quien escribió The Life and Times of Pancho Villa, y a la escritora mexicana Nellie Campobello. Este documento, que por cierto desapareció después de que
una de las nietas del general lo grabó en microficha, es lo más cercano que tenemos a la propia voz de Villa. El texto no es una autobiografía completa. El relato sólo cubre, como ya señalé, veinte años de la vida del general, desde 1894 hasta 1914, y está dividida en tres partes. La primera, que cubre aproximadamente desde 1894 hasta 1909, relata la vida del general antes de su participación en la revolución maderista. La segunda cubre el año en el que, junto con las fuerzas de Francisco I. Madero, fue tomada Ciudad Juárez: 1911. En la última parte del libro, Villa, a punto de tomar Torreón, recuerda su lucha ante su antiguo compañero Pascual Orozco y ante Victoriano Huerta. Pero que todos ellos, amigos y enemigos, conozcan al Francisco Villa de verdad, al de carne y hueso, al de nervios y sangre y corazón y pensamiento… Patriota sincero y compañero leal: esos son los únicos títulos que sí reclamo, porque me pertenecen, porque he sabido conquistarlos al precio de mi sangre y de mis constantes esfuerzos.
José Doroteo Arango Arámbula fue minero, carnicero y albañil, antes de convertirse en el Pancho Villa de leyenda. Villa se presenta ante el lector como un hombre marcado por la miseria que lo rodeó de niño, esa misma miseria que antes y después de la Revolución afligía a muchos mexicanos. Aunque Villa nunca recibió educación formal, creía que el avance del pueblo se encontraba dentro de las aulas y no necesariamente en el campo de batalla. Villa mismo nos dice, “yo prefiero pagar primero a un maestro y después a un general, todo se puede hacer cuando se tiene voluntad”. La tropa siempre reclamó el cariño y el respeto de su general. El mayor gusto de Villa fue ver a sus muchachos felices. Comida, ropa, techo y alguna que otra distracción -todo para el soldado que quizás morirá mañana. Para Villa, a todo soldado se le tenía que respetar. Después de cada batalla Villa siempre pedía que se enterraran a todos los muertos, tanto de su tropa como del Ejército Federal. Igualmente todos los heridos eran atendidos. Al fin, todos eran mexicanos, todos eran hombres. Y cuando sucedió que Guisseppe Garibaldi, nieto del héroe italiano del mismo nombre, desarmó a uno de sus soldados, Villa, después de poner al italiano en su lugar, le dijo: “a un soldado mexicano se le trata con respeto y con cautela”. Villa fue un hombre de grandes emociones. Era muy enamorado. ¿Que si tuvo muchos amores? La cifra oficial indica que tuvo 26 matrimonios. (Villa no nos relata sobre su vida íntima.) Sin embargo, la patria fue el amor de su vida. Aun con el título de general, fue soldado de Francisco I. Madero, a quien llegó a llamar “nuestro libertador”. También supo llorar. Lloró cuando el traidor Huerta lo mandó fusilar. Nos dice: “Yo dejo que el mundo juzgue de mis lágrimas en aquellos supremos momentos, y declare si la cobardía las hacía brotar, o la desesperación de ver que me iban a matar sin que yo supiera por qué”. Este libro en verdad nos ofrece un retrato de Villa. Es decir, nosotros ya conocíamos al personaje llamado Pancho Villa, pero quizás nunca nos habíamos puesto a pensar que también fue simple y llanamente un hombre. Aunque los apuntes de Manuel Bauche Alcalde no nos ofrezcan cada intimo detalle de la vida de Villa, sí nos ayudan a completar la imagen del general en su faceta más importante, la de líder revolucionario. El problema de las leyendas es que oscurecen a sus gemelos de carne y hueso. Es importante, creo yo, rescatar a todas esas personas del ayer -esas ánimas- que como Villa andan entre nosotros en pena.
del Festival Internacional de Cine de Chicago Raúl Dorantes y Febronio Zatarain Los octubres de Chicago han estado marcados durante varias décadas por el Festival Internacional de Cine. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de ver aproximadamente 25 películas. A pesar de que nuestra principal función consiste en promover la cultura y el pensamiento latinoamericano en los Estados Unidos, somos conscientes de que nuestra cultura y nuestro pensamiento se encuentran en constante diálogo con la diversidad cada vez más palpable del mundo actual. El jurado del Festival eligió como ganadora del Golden Hugo a Kontroll, del húngaro Nimród Antal, película que sin lugar a dudas es merecedora del premio. Sin embargo, a nuestros lectores quisiéramos recomendarles otros dos filmes dirigidos por dos excelentes directoras: The Harvest Time, de la rusa Marina Razbezhkina, y Stray Dogs, de la iraní Marziyeh Meshkini. The Harvest Time recupera la tradición que va desde Sergei Eisenstein hasta Nikita Mikhalkov y Andrei Tarkovsky. El filme nos remite a la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, en la que la mayoría de los hombres de las áreas rurales estaban lisiados y las mujeres debían encargarse de labrar la tierra. Todo esto en el contexto del estalinismo. Aun bajo estas circunstancias —nos dice la directora— la felicidad era posible en la sociedad rusa. El padre no tenía piernas, pero no estaba tocado por la amargura; tenía la capacidad de abrazar la vida alegrando una fiesta con sus acrobacias. Marina Razbezhkina nos recuerda que los 70 años de socialismo, con todas las tragedias que conllevó, forman parte de la historia rusa. Que la omisión de esas siete décadas es atentar contra el ser ruso. Stray Dogs es digna representante del último gran movimiento cinematográfico, fundado por el director Abbas Kiarostami. Marziyeh Meshkini viaja a Afganistán y nos muestra el barbarismo de la ideología talibán hacia las mujeres y, en consecuencia, hacia los niños. La invasión estadounidense, en vez de cuestionar y de resolver las injusticias generadas por dicha ideología, vino a recrudecerlas: una madre, al considerar que su esposo ha muerto en la guerra, decide casarse de nuevo; años más tarde el primer esposo es capturado por el ejército estadounidense y desde la cárcel acusa a su esposa de adulterio; ella está en prisión, en espera de la pena de muerte, y su hija y su hijo (ambos menores de diez años) terminan viviendo en la calle. La película además es un homenaje bien logrado al Neorrealismo italiano, sobre todo al Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica. Tanto The Harvest of Time como Stray Dogs nos recalcan que el cine sigue siendo un arte que, además de entretener, nos ayuda a responder preguntas fundamentales del ser humano de cualquier espacio y de cualquier tiempo; son, por cierto, preguntas que las producciones hollywoodenses han dejado de lado desde hace más de dos décadas. Estas películas parecen decirles a los cineastas del mundo entero que los temas están ahí, a la mano, y que para capturarlos, más que dinero, se necesita pasión.
Ana Luz Durán es graduada del departamento de español de la Universidad DePaul.
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La buena (torna)mesa: P18
¿Que es P18? Fue un semilla sembrada en el sótano-estudio de Patchanka (la oficina de Mano Negra) en medio de un proyecto cultural underground que se inició con varios amigos vecinos. Finalmente creció como una banda viva que actualmente tiene nueve músicos y yo el científico loco del laboratorio.
Giovanni Matallana Es complejo catalogar la música; sus derivaciones, variaciones o aberraciones. Vanidoso es decirle que sí a cada sonido. Algo similar sucede con la comida. No conozco persona que le diga sí a cada plato que se atraviese en su camino, o una receta que conserve su pureza luego de varias generaciones. Por suerte, conozco algunos que elaboran platillos con maestría, arte y lo mas importante, respeto por cada uno de los ingredientes. Igualmente, la música necesita ingredientes frescos y renovados. Uno de ellos es el creado por la tecnología digital, herramienta en constante transformación que irrumpe en nuestro diario quehacer. Extendemos memoria y capacidad actualizando nuestra computadora para almacenar sonidos que no tenemos para cuándo disfrutar. Lo más probable ahora es encontrar el elemento digital en los cientos de trabajos que se producen anualmente, aunque difícil es que talento y trabajo le acompañen. Voces que dicen poco, al compás de fórmulas musicales poco originales o loops incluidos en un software de edición musical. Algo que en lenguaje culinario se traduce en aquella sopa instantánea hecha en un horno de microondas. Por suerte existen cocineros aquí y allá que investigan y trabajan con productos musicales novedosos. En estos artículos resaltaré a dos artesanos a quienes he seguido la pista durante los últimos años, dentro de los valiosos independientes que andan regados en las esquinas de un planeta cada vez mas pequeño y confundido. El primero llegó a mis manos gracias a un buen accidente: el grupo se llama P18 y no pude dejar de escucharlo por varios días consecutivos. Al llegar una canción nueva a mis oídos tiendo a referenciarla: género musical, época e incluso su intérprete; una reacción involuntaria que disfruto mientras me llega el alzheimer. Con los ritmos de este francés no tuve tiempo de catalogar este primer trabajo, que se lanzó como Urban Cuban hace más de dos años. El cuidado en la mezcla, sin opacar los vocalistas y sin amarrarse a la fórmula tropical de la percusión caribeña, logra un resultado novedoso que huele a trópico. Cada canción es un plato diferente de la misma cocina. En él se respira el efervecer habanero: la calle, el descontento social sin llegar al panfleto, similar a un tirón de orejas de tu madre pero a voz de son cubano, y tu padre apoyándola con los bongóes. El aporte digital es la clave, dirige sin ser protagónico, transporta la tradición sin abusar de la velocidad, a la vez que acelera sabiamente el compás para satisfacer al bailador. Mientras llegamos a la entrevista que respondió Thomas Darnal, generador de P18, les adelantaré que colaboró en los teclados con la legendaria Mano Negra. Sin embargo, su trabajo actual se diferencia cantidades al de su anterior camarada Manu Chao, cuya exploración musical actual consiste en cortar pedazos de canciones y jingles de emisoras de países latinoamericanos para colocarlos en una olla, al fuego lento y monótono de un compás electrónico predecible y poco creativo, quemándole lentamente con frases pegajosas en diferentes idiomas. Sin embargo, esto no le impide llenar estadios y sus bolsillos en los países pobres, que por cierto en Latinoamérica escasean. Thomas en cambio no está solo, conformó un excelente equipo, y, sin ser estrella, conduce talentos esenciales en busca de una auténtica exploración musical. Consciente de sus limitaciones con el castellano, deja a los vocalistas cubanos una responsabilidad que solucionan con maestría. Thomas juega con los ritmos y da rienda suelta a la creatividad musical, imprimiéndole el sello urbano europeo, pero sin caer en el facilisimo del ritmo lounge utilizado para mezclar bebidas o ambientar espacios y no almas. Electrópica, segundo trabajo de P18, deja el frenesí urbano y se concentra en venerar musicalmente a los vocalistas y a los compases autóctonos. Destaca el corte número siete, una amal-
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¿Cuanto tiempo toma cada producción hecha por P18? Toma alrededor de año y medio. Desde prácticamente “nada” hasta cuando hacemos el master final.
gama de deep hop y canto tradicional cubano al Yemaya, y nos recuerda que los ritmos no pertenecen a generaciones, territorios específicos o a corporaciones musicales. Aquello de las mixturas no es nuevo. Tampoco el trabajo entre músicos de diferentes orígenes. Lo encantador de estos géneros musicales es cómo reflejan las ciudades, el mundo y su constante mutación, generando y resolviendo inquietudes tonales, apartándose de aquel odioso complejo de querer ser creativos del primer mundo. Cuando una persona se va, lo que deja es poco comparado al pasado histórico que se lleva. Esa nostalgia que acompaña eternamente al inmigrante ha engendrado nuevos y fuertes patrones culturales que en el pasado necesitaron varias generaciones para cristalizar. Recordemos la percusión africana que acompañó a los esclavos al nuevo mundo, la salsa en New York, el blues o el house en Chicago, la cumbia y su transformación durante su viaje de Colombia a México. La diferencia es que actualmente el contacto intercultural sucede a la vuelta de la esquina mientras bebes un café, y el epicentro cultural mundial no tiene un sitio físico, su espacio es virtual. Habla Thomas Darnal ¿Thomas, musicalmente hablando, de donde demonios vienes tú? Produje mi primer sencillo en el 82 con una banda de Rock llamada GPS (Garage Psychiatrique Suburbain) que musicalmente se acercaba a The Ramones. Cuando tenia 18 años y después de dos producciones quería explorar más con la música. Decidí entrar a una escuela de jazz en París para aprender de cerca los arreglos de vientos y otras pequeñas cosas (incluso cómo tocar el piano con más de dos dedos). En ese entonces un nuevo sonido estaba emergiendo, electrofunk, go-go, rap, acid, house, etc. Fue entonces cuando formé una banda llamada Khadija & the Elefunkmen que podría ser llamado un “proyecto pre-P18”. Después de un año infructuoso de trabajo e intentos por producir el primer demo, estuve en París trabajando para un estudio, haciendo jingles, música para una compañía de teatro en constante gira. Ése es mi pasado musical entre el 77 y el 88. Como buen guitarrista solía escuchar mucho blues. En 1988 entré a Mano Negra como pianista, fue una experiencia increíble sobre todo en las presentaciones en vivo.
Los temas en Urban Cuban tratan más los temas sociales que el segundo trabajo Electropica, ¿cuál es la razón? Para mí es más esencial la propuesta musical y cuál es el mensaje global dentro del proceso de creación. En Electropica nos acercamos más a la idea de darle a la herencia afrocubana un nuevo plano musical. Trabajando para crear nuevas soluciones para el canto tradicional La última canción de Urban Cuban es distinta, es una canción tradicional francesa ¿Tiene algún significado especial? Si, esta canción fue escrita por mi padre Jean Claude Darnal en 1956 y el estribillo dice: “Mucho mejor si el camino es largo, Yo lo haré una senda por el mundo”. ¿Podrías decirme quien te motivó a acercarte a la música y quien te motiva actualmente? ¡Mierda! ¿Fue acaso Status Quo, Creedence o Sex Pistols? Como sea, ahora la motivación viene de mí mismo. ¿Luego de trabajar entre La Habana y Paris que te enseñó cada ciudad? Paris: Cómo no perderte en el metro, los vinos, los quesos, las bellas artes, el palacio, el rock and roll, África (geopolíticamente), la comida. La Habana: El ron, el baile, el hambre, la salsa, la revolución, África (espiritualmente) y que no hay que llorar (la vida es un carnaval). ¿Urban Cuban, Electropica y después? El nombre clave para nuestro álbum es The Hannuman Project. Mantengamos el secreto por ahora, desearía combinar algunas canciones y crear una unidad tempo-musical no basada en cuántas canciones caben en un disco compacto sino en cuánto tiempo estoy dispuesto a escuchar P18 y cuánto tiempo durará el viaje. Estamos orientados en una pieza corta. ¿Aparte de P18 existe otro proyecto personal? Comencé a trabajar en un nuevo material de tono Punk, La banda se llama The Karma Repair Kit y en realidad es de la vieja escuela punkera con mi viejo amigo de GPS, de igual forma estoy trabajando en la historia de Mano Negra para el DVD. ¿Alguna sugerencia musical? Anarquía es la clave, “hazlo tú mismo” es la melodía. Para mayor información acerca de la banda visite www.p18international.com
Giovanni Matallana es diseñador y artista plástico colombiano.
La rendición honorable Marco Escalante Resulta en verdad muy difícil afirmar, como lo hace Ivan Morris en su admirable libro La nobleza del fracaso, que una de las cosas que separan a Occidente de la cultura ancestral del Japón, es el cariño que la memoria colectiva guarda por los héroes derrotados. Morris, por supuesto, hace hincapié en la literatura griega, que desde tiempos de Homero inculca un hondo cariño por Héctor, el troyano, que muere a manos de Aquiles. Pero estas inclinaciones literarias, según Morris, no tienen mucha corroboración vital; y la historia de occidente, lejos de brindar laureles melancólicos a héroes trágicos como Yorozu o el príncipe Arima, le ha rendido incondicional pleitesía a hombres como César, Napoleón, Nelson y Patton, todos ellos victoriosos hasta el tedio. Bien anotaba Margaritte Yourcenar, al reseñar el libro de Morris, que occidente sí le guarda, si no un reconocimiento cabal, por lo menos un respeto decoroso a los grandes perdedores de la historia; Francia, por ejemplo, recuerda emocionada a la facción Girondina, derrotada en las jornadas revolucionarias del siglo XVIII, mientras que a los Jacobinos, victoriosos, les reserva su inteligente sospecha; asimismo el mundo de occidente, probablemente recuerda a Napoleón más por Waterloo que por Wagram. A esta necesaria acotación histórica de la Yourcenar, habría que agregar dos cosas. Primero, la desgracia de una derrota no nos hace más buenos, no mejora nuestras almas, difícilmente nos ilumina; la desgracia de la derrota sólo puede hacernos más queribles. La compasión, por tortuosas conexiones, es vecina del amor y de la devoción; idealiza al sufriente, crea la ilusión de que el dolor es tan desmesurado que no lo puede merecer ni el alma más impiadosa. Así el príncipe Takeru, que había sido un atroz conquistador en la primera etapa de su vida, una vez tocado por el infortunio, se convierte en blanco de las simpatías en las leyendas orales de los hombres japoneses. Y así también Marco Bruto, que después de participar en el horrendo asesinato de Julio César, corre negra suerte al enfrentar a Octavio en los Campos Filipos, y entonces años más tarde, verá su cabeza coronada por laureles en las páginas sobrias de un Séneca o en las barrocas de un Francisco de Quevedo. Los lectores de la historia humana, seamos japoneses, franceses o peruanos, siempre nos hallamos conmovidos cuando la gesta de un hombre notable cae en lo más hondo después de haber tocado una cúspide inexpugnable: su tragedia nos parece tan inconmensurable como su fortuna, su suerte tan esplendorosa como aciaga. Y es que el hombre extraordinario se mueve siempre en esos extremos en que vida y muerte se tocan, y así, por la plenitud de su existencia, nos da la impresión de que han visto la cara de Dios. Esta particular identificación con el héroe caído, no es pues monopolio de la cultura japonesa, sino de la humanidad toda, que así como tiene olfato para la gran alegría, guarda grave respeto por la desolación y la desesperanza. Recordemos solamente que al ejemplo casi extremo de Bruto, puede agregarse la aventura de Marco Antonio, glorificado no por las victoriosas campañas en territorio bárbaro, sino por Actium, esa turbia batalla que decidió su final. Segundo, el dolor de un hombre grande es un dolor histórico y dramatizado; un dolor de escala social que bien puede rebasar la aldea y alcanzar la dimensión del universo. Si acuchillan a César, de algún modo se acuchilla a todos los hombres del mundo, sean antiguos o contemporáneos; mueren por la misma daga los pobladores de la Roma de ese entonces así como nosotros, lectores de las Vidas Paralelas de Plutarco. Es como si la historia tuviese un sofisticado escenario y nosotros, sentados en cómodas butacas, nos dispusiésemos a presenciar una espléndida obra teatral en que habremos de identificarnos con aquellos hombres que fueron capaces de hacer todo aquello que soñamos cuando niños y cuya realización nos fue vedada por una vida tacaña complacida en encerrarnos en un destino mediocre del que escapan, por la fortuna o la miseria, la gloria o el fracaso, todos esos magnificentes caballeros que se entregaron al fragor de un combate por un ideal, un suelo o una causa noble o miserable. Esos grandes hombres, pues, actuaron, se comportaron a la altura de un gran drama que tomó lugar con la misma intensidad, aunque con diferente utilería, tanto en Japón como Europa. Es cierto que las diferencias entre los melancólicos, sinceros y espontáneos héroes de la historia japonesa y los racionales y calculadores héroes de la historia occidental, son numerosas; pero las similitudes no son pocas. Morris,
arrastrado acaso por el legítimo amor que le tiene a oriente, deja entrever que los héroes japoneses tienen un sentido tan alto de la dignidad, que antes que sufrir la insoportable mácula de la prisión prefieren un honroso suicidio. Este sublime sentido del decoro recorre ciertamente casi todos los períodos de la historia del Japón, desde los tiempos de la dinastía de los Sogas en que Yorozu se diera muerte cortándose la garganta, hasta los no muy lejanos días en que los aviadores kamikazes se lanzaran sobre embarcaciones enemigas durante la Segunda Gran Guerra. A este respecto, sin embargo, occidente también tiene lo suyo. Marco Bruto, luego de su derrota ante Octavio, ordenó a uno de sus siervos que lo atravesara con una espada; lo mismo hizo Casio, su compañero de empresa; más tarde, Marco Antonio se mató en Alejandría; y en tiempos de Nerón, Séneca se cortó las venas antes de que un centurión entrase a su casa con las órdenes imperiales de acabarlo. El hecho de que en el caso de algunos de los de los romanos mencionados participase un intermediario, no impide la consumación del paralelo, puesto que los japoneses que se hacen el harakiri, si no pueden morir, disponen del privilegio de ser decapitados por el oficial que presencia su acto. El suicidio trágico y en soledad, como resultado de una costosa derrota, es atributo honorable tanto en la tradición occidental como en la japonesa. Y la simpatía por el héroe caído, por el hombre notable desgraciado, si bien no tiene igual peso en ambas culturas, es en realidad una cualidad que en lugar de distanciarlas, sutilmente las acerca. El sentimiento que un japonés alberga por el príncipe Arima, está hermanado con el sentimiento que nosotros albergamos por los Gracos. Donde sí parece dibujarse una notable distancia, es en la concepción particular de la derrota y de la rendición honorable. Entendida la vida como un constante combate, Occidente parece imaginar esa lucha como una guerra prolongada en que caben provisorios triunfos y derrotas. Esta visión matizada de la realidad, les permite a los hombres occidentales levantarse después de haber caído o caer después de haber estado perfectamente erguidos. Su temperamento es pues frío, calculador y mide a largo plazo; su visión de las circunstancias críticas de la vida no es definitiva ni fatalista, sino más bien escéptica, sabedora de los pro y los contra, previsora de la perdición que se avecina y que con sentido común y frialdad envidiables muchas veces impide. Séneca ha plasmado este modo de asumir la vida en una de sus célebres epístolas: “y el hombre valioso, ya caído, aún de rodillas combate”. Y es que no se puede asumir que se ha perdido la guerra por el resultado adverso de una sola batalla. El hombre de occidente sabe perder, pero temporalmente, porque después de haber peleado de rodillas o haberse retirado del combate con prudencia, retorna para consolidar la victoria aún pendiente. Así los romanos durante la segunda guerra púnica, fueron aplastados por Aníbal en Trebia, Trasineme y Canae respectivamente; abandonaron luego Roma ante la proximidad del gran estratega cartaginés que ya había invadido casi toda la península itálica; sin embargo, luego de aplicar una estrategia de desgaste, derrotaron al enemigo en Zama y dejaron que Aníbal se marchara casi invicto y perdido hacia su patria. A los japoneses les hubiera resultado insultante la mácula de la invasión sobre su suelo; la prudencia no podría ser para ellos una prudencia que humilla. En su mentalidad oriental, cada batalla se les presenta como una posibilidad de tocar el cielo o caer en la total ignominia; de perderla, se pierde la guerra toda: la parte vale por el todo, un solo hombre vale lo que la nación, las costumbres, la dignidad, la moral, el espíritu japonés honrado en el pasado por Takeru y Yorozu. El héroe no se dispone a evaluar la posibilidad de nuevos enfrentamientos o la utilidad de su valor y sus brazos en futuras confrontaciones; sobre el suelo específico en que le ha tocado perder debe dejar su cadáver, absuelto de la abyección de verse prisionero. Esta concepción vital, tan difícil de ser entendida por nosotros, los occidentales, mueve a Margaritte Yourcenar a preguntarse si los jóvenes que cometieron suicidio masivo durante la Segunda Gran Guerra no hubiesen sido más útiles a su nación retornando a ella vivos. Para que tal cosa ocurriese, habría sido necesario cambiar la historia medieval del Japón, borrar de la memoria colectiva la leyenda de esos hombres tristes que una vez derrotados, supieron empuñar la daga para encontrar en la muerte toda la perfección que les fue negada en vida.
Marco Escalante, escritor peruano autor de Malabarismos del tedio.
MÚSICA
DANZA
TEATRO
Jazz En Clave
Luna Negra Dance Theater
Sins of Sor Juana
HotHouse 31 E. Balbo 10 de noviembre a 14 de noviembre (312) 362-9707
6, 7, 10 y 19 de noviembre Dance Chicago Festival Athenaeum Theater (773) 935-6960
3–7, 10–14, 17–21 de noviembre MFACM (312) 738-1503
CAFÉ cafe jumping bean Exposición: Día de Muertos Noviembre 1439 W. 18th St. (312) 455-0019
ARTE
Café Mestizo
Las Calaveras Una obra teatral para celebrar a los muertos 7, 12 – 14 de novimbre Meztli 556 W. 18th St. (312) 226-0754
The Latin Dance Revue 13 de noviembre Rosemont Theatre Navy Pier 8:00 p.m. (773) 227-7059
The Kinky White Ball 19 de noviembre Grand Ballroom Navy Pier $35 7:00 p.m. (312) 595-5300
13 de noviembre The Chicago Theater 175 N. State Street (312) 902-1500
Miércoles: Open Mic Domingos: Jazz 2123 S. Ashland (312) 942-0095
Décima Musa Jueves de trova con Ramón Marino 1901 S. Loomis (312) 243-1556
MUSEO Field Museum
Kristoffer’s Cafe
Machu Picchu: Unvieling the Mystery of the Incas Charla sobre la arquelogía andina para complementar la exposición que estará en el museo hasta el 13 de febrero de 2005. 13 de noviembre 11:00 a.m. –2:00 p.m. (312) 922.9410
Baile de Bomba y Plena
Micrófono abierto con poetas locales 12 de noviembre 1733 S. Halsted (312) 829-4150
Batey Urbano
Grupo Yuba y el Segundo Ruíz Belvis Cultural Center 13 de noviembre a las 7 p.m. 1632 N. Milwaukee Ave. Chicago yuba@ruizbelvis.org
café teatro 2647 W. Division Open Mic todos los jueves (773) 394-5206
Ana Castillo Leerá: Mi hija, mi hijo, el águila, la paloma: Un canto azteca Viernes 5 de noviembre 6 a 8 p.m. Orozco Academy 1940 W. 18th Street Información: Marta Ayala (312) 996-2445 y Teresa Fraga (312) 534-7215
UIC University of Illinois at Chicago
Taller de redacción y estilo para traductores y escritores 20 de noviembre de 2004 — 9:00 am a 4:30 pm — Columbia College 33 E. Congress, Aula 311— Chicago, IL (se entra por Congress o Wabash) contratiempo, nfp te invita a su taller avanzado de redacción y estilo dirigido a los traductores interesados en perfeccionar su expresión escrita, y a los escritores en general. El objetivo del taller es practicar y reflexionar sobre el acto y efecto de la escritura, para elaborar textos expresivos y correctos, y transmitir información a través de un lenguaje claro, preciso y adecuado. Impartirán el taller Febronio Zatarain y Julio Rangel, miembros del consejo editorial de la revista cultural contratiempo y otros colaboradores de la revista. 9:30 – 12:30 1:30 – 4:30
Taller I — El español en los medios Los vicios evitables Taller II — La sintaxis inglesa vs. la castellana Dudas y dificultades ortográficas
www.revistacontratiempo.com Inscripciones y más información : Tel (773) 769.2923 email moirapujols@aol.com Taller I $45 Taller II $45 Taller I y II $80.00 Fecha límite de inscripción: 17 de noviembre Mínimo de 8 participantes
Taibo II en Chicago ¡Activista sindical, profesor universitario de Historia y Antropología, novelista y presidente de la Asociación Internacional de Escritores Policiacos
Paco Ignacio Taibo II en Chicago Alguna vez dijo que en México no era posible escribir novela policiaca porque el gobierno era el culpable de la mayoría de los crímenes. A pesar de tal declaración, Taibo II ha escrito dos docenas de libros policiacos que le han valido una docena de premios, entre ellos el Planeta/Joaquín Mortiz y Dashiell Hammett a la mejor novela policiaca. Viernes 12 de noviembre, 7 p.m. Casa Aztlán, 1831 S. Racine Sábado 13 de noviembre, 5 p.m., Galería Meztli, 556 W. 18th St.
Para más información, llame al (708), 369-5931, (773) 988-1408 y (312) 287-8406.
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