Contratiempo 22 • Febrero 2005

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mesa directiva Frances R. Aparicio, Ricardo Armijo, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Francisco Moreno, Francisco Piña, Moira Pujols

director ejecutivo Francisco Piña

consejo editorial Ana Luz Pérez Durán, Juan Mora, Francisco Piña, Julio Rangel, Febronio Zatarain

redacción Febronio Zatarain

corrección de pruebas Julio Rangel

diseño Francisco Piña

fotografía de portada Loren Santow: Darby Tillisv

arte Carlos Cortez, obra de la Colección Salgado

Fotografías de exonerados en Illinois Loren Santow, miembro del American Society of Media Photographers (ASMP)

Fotografías Rocío Díaz, José Guzmán, Kari Lydersen, María Salgado

© contratiempo NFP 773.769.2923 1434 West Thorndale Avenue Chicago, IL 60660 Para obtener más información sobre las distintas secciones de la revista, publicidad y clasificados, servicios editoriales o suscripciones, escríbanos a: info@revistacontratiempo.com

Carlos Cortez

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Editorial “El invisible espectro de la muerte” La realidad de la pena capital La muerte en Texas La educación de la mirada “Al norte del corazón”: El caso de Ricardo Aldape Guerra Cómo hacer pizza en Cook County Jail

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Kari Lydersen Jeffrey M. Gamso Hermana Helen Prejean Margarita Esther González José Díaz Ana Luz Pérez Durán

latiNidaD Crecimiento demográfico latino en el área metropolitana de Chicago

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Rob Paral, Timothy Ready, Sung-Chang Chun y Wei Sun

deshoras Madrid en julio; Luna urbana Caminata a fuente grande: Granada; Hora del almuerzo Los pájaros de Nueva York Canto vivo; Hoy Dulce lengua

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Francisco Aragón Francisco Aragón Francisco X. Alarcón Francisco X. Alarcón Francisco X. Alarcón

mirada cómplice Despedida entre amigos

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Víctor Alejandro Sorell

tiempo extra En lo puro no hay futuro Lhasa y su viaje interior La mujer del chongo Una noche de ska mexicano en Metro SÓLo Latinas, nuevo espectáculo de Teatro Luna La frontera segura y moderna Newyorktitlán Un buen trabajador de N.C. espera la deportación Walt Disney y la manufactura de la fantasía A la muerte de Susan Sontag

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om ulloa Francisco Piña Iván Torrijos Érika Buchancow Moira Pujols Carlos Monsiváis Lisa Antillón Kantrowitz Leon Fink Jochy Herrera Luisiana Meléndez

tiempo de sobra Hannah Arendt y la necesidad de pensar normas anormales

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Héctor Raúl Solís Gadea om ulloa


Editorial Abolir la pena de muerte Desde los orígenes del Estado hasta nuestros días, se han dado diversas maneras de castigar a aquellas personas que con sus acciones han puesto en riesgo el orden social establecido. La tortura, los azotes, el destierro y la esclavitud han sido las formas más comunes de castigar a los ladrones, violadores, asesinos, hechiceros, herejes, traidores y disidentes. La mayoría de estas formas de castigo buscan el dolor físico del sentenciado; desde esta perspectiva, el castigo de mayor jerarquía es el de la pena de muerte; por eso se le conoce también como “la pena capital”. Su aplicación ha ido cambiando a lo largo de la historia: el degüello, la lapidación, la horca, el descuartizamiento, la decapitación con arma blanca o guillotina, el estrangulamiento, la hoguera, el fusilamiento... La técnica para aplicar la pena capital más famosa en la historia de la humanidad fue una de las utilizadas durante la época del Imperio Romano: la crucifixión, ordenada por Poncio Pilatos al condenar a muerte a Jesús. Los avances tecnológicos en los Estados Unidos han permitido nuevas formas aparentemente más “humanas” para que se aplique la pena capital: la silla eléctrica, la cámara de gases y la inyección letal. El pensador alemán Walter Benjamin, escribió que “no hay documento de una civilización que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie”. La nación que aportó al mundo La Declaración de los Derechos del Hombre (Bill of Rights) y que además le pertenece el símbolo de la Estatua de la Libertad, confirma la tesis antes señalada. Si revisamos el lado oscuro de los Estados Unidos, nos daremos cuenta que a fines del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, los gobiernos estatales utilizaron la pena de muerte para amedrentar y desarticular todo intento de organización y movilización social y política por parte de los obreros. Recordemos que las ejecuciones de los mártires de Chicago (Parson, Engel, Spies y Fisher), y las de Joe Hill, Nicola Zacco, Bartolomeo Vanzetti y Ethel y Julius Rosenberg se llevaron a cabo para acabar con los enemigos de la libertad y de la propiedad privada, con los “desamericanizados”: los anarcosindicalistas y los comunistas. Agreguemos a esto que de 1930 a 1967 se ejecutaron 3,859 prisioneros, de los cuales el 54% fueron afroamericanos y en su mayoría se llevaron a cabo en los estados sureños. El mensaje no podía ser más claro: la sociedad blanca tenía que protegerse de los depredadores y peligrosos hombres negros. A través de la historia oficial de este país, se ha propagado la idea de que los peores momentos estuvieron en el pasado. Esto se aleja de la realidad sobre todo al revisar el sistema judicial, en específico cuando se trata de la pena de muerte. Cuandoesta edición de contratiempo se encuentre en la imprenta, probablemente Michael Ross haya sido ejecutado en Connecticut y se convierta en el primer prisionero ejecutado en el estado de Nueva Inglaterra desde 1960. Además, hay pendientes en las próximas seis semanas, la ejecución de 11 prisioneros; la vida de estos sentenciados (entre los que se encuentran dos latinos) está en manos del gobernador actual de Texas. El presente año será trascendental en la historia reciente del sistema judicial estadounidense —ya que partiendo de la ejecución de Gary Gilmore en 1977 por un pelotón de fusilamiento en Utah— se completarán las 1,000 ejecuciones. Independientemente de que estemos a favor o en contra de la pena de muerte, es necesario que reflexionemos sobre quién se beneficia de las ejecuciones y el encarcelamiento de miles. La opinión pública en gran parte favorece la pena de muerte gracias a que los medios y la clase política han alimentado la idea de que ésta disuade la criminalidad y de que, además, eso es justamente lo que se merecen los criminales que cometen los asesinatos más horrendos. En esta época en la que la actitud es moldeada por los medios, el ciudadano común llega a creer que puede dormir tranquilo, pues piensa que el sistema judicial funciona porque los criminales, si todavía no han sido ejecutados, se encuentran vegetando en las prisiones. Sin embargo, los hechos demuestran que no hay ninguna relación entre la pena de muerte y la disuasión del crimen: el número de reos en cárceles locales, estatales y federales ha aumentado dramáticamente desde 1980, y lo mismo ha sucedido con la cantidad de presos en el pabellón de la muerte. En 2000, había 3,660 prisioneros en dicho pabellón. Incluso, una de las grandes inconveniencias es que los contri-

buyentes “pierden” por la pena de muerte, pues está comprobado que es mucho más costoso aplicar la pena capital (debido a las apelaciones, los honorarios legales, los gastos de la corte, etc.) que mantener al reo en prisión el resto de su vida. En realidad, el único propósito de aplicar la pena de muerte es el de construir carreras políticas de miles de políticos, jueces y procuradores. Como oficiales electos, han acumulado un gran capital político al “ponerse firmes contra el crimen”, sobre todo al mandar a los prisioneros al pabellón de la muerte sin importarles el costo. Es por eso que la pena capital se utiliza como pancarta política durante las campañas electorales. Se ha sentenciado a muchos a partir de dudosas confesiones carcelarias, declaraciones de testigos sospechosos o debido a la pobre defensa proveída por la corte, y todo con la intención de escalar en la carrera política. Los votos electorales a veces son más importantes que una vida. George Bush padre ganó las elecciones en 1988 en gran medida gracias a que supo utilizar el símbolo “Willie Horton” (el hombre negro depredador) como un instrumento de campaña a favor de la pena capital y mostró a Michael Dukakis —oponente a la pena de muerte— como un “blando contra el crimen”. En 1992, Bill Clinton midió muy bien el pulso de la opinión pública y realizó su campaña electoral bajo el lema de “mano dura contra el crimen” y se declaró a favor de la pena de muerte. A la mitad de su campaña presidencial, Clinton voló a Arkansas para presenciar la ejecución de Ricky Ray Rector, un afroamericano que era retrasado mental. La noche de su ejecución Rector, despreocupado de lo que le sucedería, guardó su pastelillo de nuez para comerlo más tarde. Y para que quedara clara su posición con respecto a la pena capital, Clinton llevó a cabo otra ejecución tiempo después durante su campaña. Como el actual presidente George W. Bush no tenía una trayectoria distinguida de servidor público que le permitiera aspirar a la posición más alta en este país, tenía que forjarse un nombre como gobernador; por eso presidió por lo menos 152 ejecuciones (la mayor cantidad de reos ejcutados por un gobernador en la historia contemporánea); y para que no hubiera duda de su firmeza declaró: “Estoy seguro de que cada prisionero que ha cruzado el pabellón de la muerte en Texas bajo mi mandato era culpable del crimen que se le acusaba y ha tenido acceso a todo lo que requería en las cortes”. Si tomáramos como parámetro el sistema judicial de Illinois, llegaríamos a la conclusión de que muchos de los ejecutados en Texas eran inocentes. Desde 1977, en Illinois se había ejecutado a 12 personas y exonerado 13 del pabellón de la muerte al quedar clara su inocencia. Al comprobarse ciertas irregularidades en los expedientes de algunos de los ejecutados, el

gobernador George Ryan, en el año 2000, declaró una moratoria en las ejecuciones, ya que no se podía confiar en el sistema judicial de Illinois cuando se trataba de crímenes capitales. La prisión nace con la Ilustración, y se establece con el fin de resolver las contradicciones entre la necesidad de una ley igualitaria y la necesidad de disciplinar a la sociedad de una forma civilizada. Bajo esta premisa y en el contexto del sitema judicial moderno, en este país hay un atraso en el terreno estrictamente judicial, ya que sus leyes se aplican de manera desigual. Es un sistema que castiga a los pobres y a las minorías; los pabellones de la muerte son una prueba fehaciente, ya que más de la mitad de los 4,000 reos que en él se encuentran son afroamericanos y latinos. También el 90% de los sentenciados a la pena capital no pudieron solventar un abogado, aspecto fundamental, ya que muchos que pudieron hacerlo —adinerados, por supuesto— se escaparon de la sentencia de muerte; el mejor ejemplo es el caso del ex jugador de fútbol americano O.J. Simpson. Un modelo social en que el 65% de sus prisioneros provienen de grupos minoritarios que representan sólo el 25% de su población total, y que ha logrado romper el récord mundial de prisioneros —más de 2 millones— requiere evidentemente una reforma de su sistema judicial. En los Estados Unidos, es completamente justificable la desconfianza de una persona que provenga de una minoría y que además sea pobre al tenerse que enfrentar al sistema judicial. Pareciera que el Estado se ha propuesto una guerra permanente contra los pobres y las minorías afroamericana y latina. En sus dos recientes discursos (el de la inauguración de su segundo periodo presidencial y el del Estado de la Nación), el presidente Bush invocó “la libertad” y “la democracia” como los principios que dictan la política estadounidense. Mientras que en Irak promueve un estilo estadounidense de “libertad y democracia”, los Estados Unidos tiene la población encarcelada más grande del mundo. De acuerdo a Amnistía Internacional, los Estados Unidos, China, Irán y Arabia Saudita suman el 80% de todas las ejecuciones en el mundo. Hay muchas razones para pedir la abolición de la pena de muerte. Desde el mandamiento religioso “no matarás” y los principios liberales que argumentan que las ejecuciones son una forma de justicia “salvaje”, a aquellos que simplemente la juzgan como una forma de guerra “disfrazada” contra los pobres y las minorías de este país. Basado en las pruebas del ADN, dos afroamericanos de Chicago fueron exonerados el 31 de enero después de pasar 12 años tras las rejas. Su exoneración es simplemente el último ejemplo que exhibe un sistema judicial al que no se le puede confiar la impartición de la justicia.


Kari Lydersen Mario Flores estuvo en el corredor de la muerte casi dos décadas, en el Centro Correccional Pontiac de Illinois. Mario fue sentenciado a la pena capital al haber sido encontrado responsable del asesinato ocurrido en la madrugada de Año Nuevo de 1984 en un accidente automovilístico acaecido en Humboldt Park. En la infinidad de interrogatorios que le han hecho a lo largo de dos décadas, él se ha declarado inocente, señalando que el Estado nunca ha tenido suficientes evidencias que lo incriminen y lo han declarado culpable, basándose en testimonios de testigos. Hasta ahora no se ha presentado ninguna evidencia física. Cuando fue sentenciado, Flores era adolescente; había destacado como clavadista en la escuela secundaria y trabajado como salvavidas en un parque de su distrito; además, había recibido varias ofertas de becas universitarias. Según sus amigos, la cárcel no venció su determinación y optimismo; en ella se volvió un artista talentoso, sus pinturas se han exhibido en galerías de Illinois y España. A propósito de su obra, en 1997, el diario mexicano La Jornada opinó que “a veces el invisible espectro de la muerte, lejos de ahogar al hombre en desesperanza, motiva el espíritu; tal es la expresión artística de Mario Flores Urbano”. A través de los años el gobierno mexicano ha insistido en que sus ciudadanos no sean sentenciados a muerte en los EE.UU. El caso de Flores no fue la excepción. En enero de 2003, el entonces gobernador de Illinois, George Ryan, exigió una reforma radical del sistema de justicia criminal cuando dio los resultados de la comisión investigadora sobre la pena de muerte en este estado. El estudio determinó que la aplicación de la pena de muerte era injusta y desigual. En un discurso dado en la Universidad de Northwestern, después de señalar que la pena de muerte era una práctica seriamente defectuosa, racista y clasista, Ryan conmutó 156 sentencias de muerte (entre ellas, las de tres mexicanos) y ordenó la liberación de cuatro reclusos condenados a la pena capital, ya que las evidencias eran insuficientes. En el corredor de la muerte de Pontiac, antes del memorable discurso de Ryan, se corrió el rumor de que algunos presos serían liberados; Flores tenía la esperanza de ser uno de ellos. No fue así, pero su sentencia se redujo, y en 2004 salió libre. Actualmente reside en España. El discurso de Ryan y las conclusiones de la comisión, fueron interpretados como un gran paso por los que se oponen a la pena de muerte en este país y alrededor del mundo. Desmond Tutu, Nelson Mandela y el presidente de México Vicente Fox se encontraban entre los líderes mundiales que elogiaron a Ryan por su decisión. Destacaron que los EE.UU. es uno de los pocos países donde se aplica la pena de muerte. En Latinoamérica, oficialmente casi todos los países han eliminado la pena de muerte; sin embargo, todavía se realizan ejecuciones 4

extrajudiciales en lugares como Colombia y México. Los miembros de la pandilla que masacraron a alrededor de 28 personas en un autobús en Honduras en la víspera de la Navidad dijeron que lo habían hecho para protestar contra la propuesta del presidente Ricardo Maduro de reestablecer la pena capital. Al igual que en Honduras, en México la pena de muerte está adquiriendo cada vez más apoyo debido al incremento del crimen. Sin embargo, a los mexicanos les indigna el hecho de que los Estados Unidos apliqué la pena capital a sus compatriotas. La situación se compara al enojo generalizado que se dio en los Estados Unidos cuando un estadounidense fue azotado en Singapur. “No creo que nadie pueda hacerle lo mismo [de sentenciar a pena de muerte] a los estadounidenses en otro país”. Para Ruth Pena, activista que trabajó en el caso de Flores, la sentencia de muerte de un estadounidense en otro país causaría mucha indignación en los Estados Unidos; sin embargo, este mismo país considera un derecho sentenciar a un extranjero a la pena capital. México ha establecido el Programa de Asistencia Legal de Pena Capital en los Estados Unidos que ha intervenido en cerca de 110 casos sin mucho éxito. En marzo de 2004, el Tribunal Mundial de La Haya

determinó que los Estados Unidos violó los derechos de 51 mexicanos que están en el corredor de la muerte al no informar a las autoridades mexicanas de sus arrestos y juicios. En febrero de 2003 el Tribunal Mundial ordenó a los Estados Unidos no ejecutar a tres mexicanos y que “revisaran debidamente” los casos y sentencias de cada extranjero en el corredor de la muerte, orden que hasta ahora no ha sido acatada. En agosto de 2002 el presidente mexicano Fox se quejó ante el presidente Bush de la ejecución en el estado de Texas de su conciudadano Javier Suárez Medina, al que se le negó ponerse en contacto con su cónsul. Los Estados Unidos ha ejecutado a por lo menos 20 extranjeros en la última década, la mayoría de ellos sin asistencia consular. Sin embargo, el 10 de diciembre, la Corte Suprema de los EE.UU. decidió escuchar el caso del mexicano José Medellín en Texas, cuya apelación había sido bloqueda por tribunales menores. “Éste realmente es un acontecimiento muy importante que podría beneficiar a los 51 mexicanos que están en el corredor de la muerte”, dijo David Elliot, director de comunicaciones de la Coalición Nacional para Abolir la Pena de Muerte. El racismo y la pena de muerte Como dijo Ryan en su discurso, y como han señalado los opositores a la pena de muerte desde que la Corte Suprema de los EE.UU. la reestableció en 1976: los

Alex Hernández. Fotografía de Loren Santow, miembro del American Society of Media Photographers (ASMP)


latinos y los afroamericanos tienen proporcionalmente más probabilidades de ser sentenciados a la pena capital que los blancos. Las personas de bajos ingresos tienen también más probabilidades de ser sentenciados a muerte al no tener acceso a representación legal; lo mismo sucede con los inmigrantes latinos que no hablan inglés. “Primero, los latinos inmigrantes puede que no entiendan sus derechos de Miranda cuando son arrestados”, declaró Elliot. “Es el derecho a permanecer en silencio, el derecho a un abogado, etc. Segundo, los latinos cuyo idioma nativo no es el inglés es probable que no puedan comunicarse claramente con los policías que los interrogan. Tercero, los latinos pueden ser más susceptibles al abuso policíaco. Es más fácil abusar de personas cuando se les percibe de un modo ‘diferente’, sólo hay que fijarse en el escándalo de Abu Ghraib. Por último, los latinos que no hablan inglés es probable que tengan problemas comunicándose con sus abogados, lo cual hace más difícil preparar una buena defensa.” Juan Meléndez, puertorriqueño que estuvo 17 años en el corredor de la muerte de Florida y exonerado en enero de 2002, dijo que eso fue lo que le pasó a él. “Me condenaron por un crimen que no cometí y si hubiera sabido inglés no hubiera tenido tantas dificultades”, afirmó. “A la gente se le condena por racismo. Hay racismo en el sistema judicial, en las cárceles, en todas partes.” Meléndez, de 53 años y que ahora vive en Puerto Rico, donde la pena de muerte fue abolida en 1929, describe el tiempo que pasó en el corredor de la muerte como “una tortura mental de 17 años, ocho meses y un día... Y las familias sufren, creo que mi madre sufrió más que yo”. David Atwood, activista de Texas que se opone a la pena capital, señaló que además del idioma, “la pobreza es el factor principal, porque a los pobres se les asignan abogados públicos que frecuentemente no los representan bien”. Elliot está de acuerdo en que “la pobreza, el abuso de drogas, las penurias económicas y el no acceso a la educación, son factores que ponen en desventaja a los latinos que se encuentran en el corredor de la muerte. Algunos de estos factores se aplican a casi todas las personas en esa situación sin importar su raza. No obstante, la pobreza es un factor que afecta más a los latinos y a los afroamericanos. Las estadísticas de la Coalición Nacional para la Abolición de la Pena de Muerte muestran que hasta el 1 de julio de 2003 el 10% de los reclusos son latinos, el 46% blancos y el 42% son afroamericanos. Estos datos incluyen varios estados en los que no hay latinos en el corredor de la muerte. En los estados con población latina, el porcentaje de latinos en el corredor de la muerte es mucho más alto: un 15% en Arizona, un 20% en California, un 17% en Nuevo México, un 25% en Texas y un 33% en Colorado. La mayoría de los latinos en el corredor de la muerte están en California y Texas. La raza es un factor significativo en los casos en que se sentencia a muerte a delincuentes juveniles. Más del 60% de los ejecutados desde 1976 en todo el país por crímenes juveniles son afroamericanos o latinos. Dos terceras partes de los que se encuentran actualmente en el corredor de la muerte no son blancos. Abolir la pena de muerte para los menores de edad es una de las metas principales de los que se oponen a la pena capital. Además del caso del mexicano José Medellín, la Corte Suprema de los Estados Unidos también está evaluando un caso que podría llevar a la eliminación de la ejecución de delincuentes juveniles. Atwood destacó que por lo menos dos delincuentes juveniles, Robert Acuna y Raúl Villarreal, han sido sentenciados a muerte en Texas. Un lucha difícil La lucha contra la pena de muerte en los Estados Unidos a menudo parece tratarse de un asunto en el que se dan dos pasos hacia delante y uno hacia atrás, ya que cada estado establece independientemente su política al respecto. Algunos estados están aprobando reformas que han ido erosionando la pena de muerte, mientras que otros continúan aprobando leyes contra el crimen que han llevado a ejecu-

Marcha contra la pena de muerte. Foto: Kari Lydersen

tar a personas sin tener pruebas suficientes de su culpabilidad y con incapacidad mental. Sirva como ejemplo una noticia en el Chicago Tribune del 10 de diciembre en la que se toca el caso de Cameron Todd Willingham, ejecutado en Texas el 17 de febrero de 2004 por un presunto incendio provocado en 1992 en el que murieron sus tres hijas. Como parte de una investigación que se está realizando sobre técnicas científicas forenses cuestionables, el Tribune señaló que algunos expertos declararon que las técnicas utilizadas para condenar a Willingham eran, cuando menos, dudosas. El artículo cita al jefe de incendios y anterior colega del instructor de incendios, Kendall Ryland, diciendo que “me horroriza pensar que ese hombre fuera ejecutado basado en esta investigación… simplemente no tienen ni idea, por lo menos científica, de si fue él quien provocó el incendio o de si el incendio fue siquiera provocado”. Otro recluso declarado culpable de incendio intencional en Texas, Ernest Willis, ha sido exonerado recientemente después de pasar 17 años en el corredor de la muerte, gracias al testimonio de Ryland y otros expertos en incendios. Afirmaron que el incendio por el que se exoneró a Willis fue muy similar a aquél por el que se ejecutó a Willingham, fortaleciendo una de las mayores críticas de los que se oponen a la pena de muerte: que ésta se impone arbitrariamente según los caprichos de jueces y fiscales locales. Progreso A pesar de los reveses, la tendencia legislativa general es de reforma y oposición a la pena de muerte. Varias encuestas de los últimos años han mostrado que el apoyo de la opinión pública a la pena capital está disminuyendo, especialmente cuando se propone como alternativa la posibilidad de cadena perpetua sin libertad condicional. Este año las Cortes Supremas estatales de Kansas y Nueva York declararon inconstitucional la pena de muerte, convirtiéndose en los estados número 13 y 14 en tomar esta medida. Entre el 30 de noviembre y el 3 de diciembre se aplazaron cuatro ejecuciones previstas en distintos estados. Thomas Bowling recibió un aplazamiento en Kentucky por posible inocencia, mala conducta fiscal y un IQ bajo; en Texas Frances Newton obtuvo un aplazamiento por representación ineficiente; en Pennsylvania se le otorgó un aplazamiento a George Banks por posible enfermedad

mental y en Carolina del Norte Charles Walker obtuvo un aplazamiento por la escasez de pruebas físicas usadas en su condena. En la página de internet de la Coalición Nacional para Abolir la Pena de Muerte se señala que se han enviado más de 4,000 cartas oponiéndose a estas ejecuciones. “La situación es sin duda esperanzadora”, afirmó Elliot. “No es una cuestión de si la pena de muerte será abolida, sino de cuándo se abolirá. Este año ha sido particularmente prometedor. Se ha llevado a cabo el menor número de ejecuciones en cinco años. Las sentencias de muerte han disminuido considerablemente en los los Estados Unidos; han bajado un 50% desde la década de los noventa”. A pesar de que la pena capital está determinada por las legislaturas estatales, los que se oponen a la pena de muerte no están contentos con la reelección del presidente George W. Bush, quien supervisó más ejecuciones como gobernador de Texas que ningún otro gobernador, un total de 130, entre las que se hicieron reclamos de inocencia y enfermedad o retraso mental. Bush ha declarado públicamente que está seguro de que ninguna de las personas ejecutadas durante su mandato eran inocentes; afirmación dudosa si se tiene en cuenta el alto número de exoneraciones por inocencia de todo el país. De acuerdo a la Coalición Nacional para Abolir la Pena de Muerte, Alberto Gonzales —persona propuesta para ser el nuevo fiscal general de los Estados Unidos— cuando fungió como abogado legal en Texas durante la gubernatura de Bush, “ignoró o quitó importancia a reclamos de inocencia y enfermedad o retraso mental y reclamos de representación ineficiente”. En Illinois, se han implementado varias reformas propuestas por la comisión de Ryan, entre las que se incluyen la grabación en video de los interrogatorios y limitaciones en el uso de informadores de las cárceles. Pero los que se oponen a la pena de muerte en el estado dicen que las reformas no son suficientes y que se necesita la abolición total de la pena de muerte. Meléndez opina que la clave para incrementar la oposición a la pena de muerte es la educación. Cree que cada vez hay una mayor concientización y que esta tendencia continuará en el futuro. “Necesitamos que haya más gente que sepa que la pena de muerte es una política retrógrada y que tenemos que eliminarla”, dijo. “Creo que será abolida y tengo la sensación de que yo llegaré a verlo.”

Kari Lydersen es periodista independiente y generalmente publica en The Washington Post y The Chicago Reader. Traducción: José del Valle

Monografía de Victoria Cervantes, 2003

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Jeffrey M. Gamso Desde la reinstauración de la pena capital en 1976, se han ejecutado casi mil personas y más de 3,500 reos están en espera. Algunos crímenes fueron horrorosos. Hubo uno que puso veneno en los dulces que distribuyó en Halloween y se los dio también a sus propios hijos para cobrar el seguro de vida. Este reo fue ejecutado en Texas. Hay otro en Ohio que violó y asesinó a dos adolescentes y a una mujer, a otra la dejó casi muerta y se cree que ha violado y asesinado a otras. Sus apelaciones apenas se están procesando. Hay otros que son delincuentes y asesinos no intencionados. Por ejemplo, el caso de un adolescente que le disparó a un dependiente de una tienda durante un asalto; él sólo quería herirlo, pero le dio en el pecho. O el del hombre que asesinó a su ex esposa en un momento de coraje. Estos casos se encuentran en apelación y algún día se decidirá si procede o no la ejecución. Hay criminales serios que no recibieron la pena capital. Por ejemplo, un tipo mató a sangre fría a dos personas mientras robaba. Un joven llegó con su pandilla y disparó a una casa donde se celebraba una fiesta de cumpleaños matando a uno de los asistentes. Otro joven le disparó a su primo y lo enterró tal vez vivo. Un policía mató de 14 tiros a una estudiante de enfermería. Los sentenciados a muerte, generalmente, han tenido vidas aterradoras. Muchos fueron abusados física y sexualmente en su infancia, otros son retrasados mentales y algunos posiblemente eran o son inocentes. Wilford Berry fue ejecutado, pero probablemente no cometió el crimen. Kenny Richey está en la lista de espera en Ohio, y fue sentenciado por las muertes ocurridas durante un incendio supuestamente provocado por él, pero los indicios que se tienen no son convincentes. Danny Brown, después de 19 años en prisión, salió libre cuando las pruebas de DNA determinaron su inocencia, aunque el Estado no admite que se equivocó. Roger Coleman no corrió con la misma suerte, ya lo habían ejecutado aun cuando las pruebas de DNA lo absolvían de toda culpa, cosa que el gobierno de Virginia no ha querido aceptar.

Coleman fue ejecutado porque su abogado dejó pasar la fecha límite para apelar. A Calvin Burdine casi lo ejecutaban porque su abogado literalmente se durmió en los “momentos cruciales” de su juicio. Anthony Porter se salvó porque unos estudiantes de periodismo investigaron su caso y encontraron al verdadero culpable. Cuando trabajas defendiendo casos de pena de muerte, te enteras de muchas irregularidades. Te das cuenta que la confesión de Gary Guarger fue forzada por la policía, que la testigo que identificó a Gary Graham como el asesino se equivocó, que unos policías eligieron entre dos hombres al asesino de un joven y culparon a Clarence Brandley porque era negro. Graham fue ejecutado. Gauger y Brandley salieron libres y están tratando de rehacer sus vidas. Te das cuenta que George W. Bush, como gobernador de Texas, se burló de Karla Faye Tucker al pedir clemencia después de rectificar su vida en prisión, que su entonces asesor Alberto Gonzales, no explicó detalladamente el caso de Karla para que su jefe tuviera las herramientas para otorgar clemencia. Te das cuenta que los abogados designados están ahí gracias a sus contribuciones para las campañas de los jueces y que generalmente no defienden al acusado. Te das cuenta que la policía tortura al reo para hacerlo confesar, que los médicos forenses testifican sobre los resultados de una autopsia sin haberse molestado en hacerla, ya que testificarán con base en lo que los procuradores necesiten. Te das cuenta de que los procuradores no piensan en los acusados, que lo que les preocupa es ser promovidos a magistrados y por eso buscan los casos de pena de muerte para acumular votos. Te das cuenta que un juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos cree que no se viola la Constitución cuando se ejecuta a un inocente... Estas irregularidades son rutinarias, no son la excepción sino la regla

El pabellón de la muerte está lleno de hombres (y pocas mujeres) y están allí no porque sean los peores criminales, sino por su pobreza y por la incompetencia, la deshonestidad y el racismo del sistema judicial estadounidense. En 1972, la Corte Suprema declaró que la pena de muerte tal como se aplicaba en este país era inconstitucionalmente arbitraria y caprichosa. No hubo —dijo la Corte— manera racional para determinar quién debe ser condenado y quién no. Cuatro años más tarde, la Corte encontró que algunas de las nuevas leyes de la pena capital que habían sido promulgadas eludían el problema porque proveían “guías de discreción” al conceder determinaciones racionalizadas cuando la muerte es apropiada. La corte se equivocó en 1976. El proceso no puede ser razonado. El Gobernador Ryan, de Illinois, llamó a una moratoria en las ejecuciones al darse cuenta que se estaban ejecutando a reos cuando en su expediente había irregularidades. El juez de la Suprema Corte, Antonin Scalia apoya la pena de muerte y admite que de vez en cuando una persona inocente será ejecutada; esto, para él, es un precio justo. En cambio el ya fallecido juez Harry Blackmun declaró que él estaba moralmente e intelectualmente obligado a admitir que “el experimento de la pena de muerte ha fallado”. Y en cuanto a los inocentes, Blackmun escribió que la ejecución de un hombre inocente se acerca “peligrosamente a un simple asesinato”. Estaba en lo correcto, por supuesto. Pero si matar a un inocente es un asesinato, también lo es el matar a un culpable. En Ohio, la única ofensa capital es el asesinato exasperado. El estatuto que define la ofensa dice lo siguiente: “Ninguna persona debe calcular previamente e idear el asesinato de otra persona”. Los ejecutores, en nuestro nombre, hacen precisamente eso cuando llevan a los condenados a la sala de ejecución, lo atan a la mesa, le colocan agujas en su brazo e inyectan veneno en sus venas. Hemos tratado de “humanizar” el proceso. Ahora le llamamos “inyección letal”, y los que abogan por su empleo dicen que es como poner a un perro a dormir. Sin embargo, usamos químicos que pueden causar dolores enormes —químicos que no se permite que los veterinarios empleen en los perros porque son muy dolorosos—. Y esto no importa, no existe una manera “humana” de asesinar a alguien a sangre fría. He representado a docenas de hombres acusados de crímenes capitales o que han sido sentenciados a morir. He llegado a conocer a muchos de ellos muy bien. Han sido acusados y convictos de crímenes terribles. La mayoría de ellos son culpables de algo parecido al crimen de que se les acusa. Pero son personas. Aquellos criminales que llegaron a formar parte del pabellón de la muerte no son peores que los que no llegaron. Son simplemente menos afortunados. Hay señales de que las cosas están cambiando. Las sentencias a muerte están disminuyendo. Las ejecuciones descendieron. Las encuestas indican que el apoyo del público a los asesinatos del Estado está descendiendo. La gente entiende que las ejecuciones no descienden la tasa de asesinatos. La gente sabe que el sistema es injusto. La gente reconoce que algunas veces se ejecuta a gente inocente. Estamos ganando esta lucha por la abolición. Pero no se lo digas al reo que le han fijado la fecha de ejecución para la próxima semana.

Jeffrey M.Gamso es Director Legal de la American Civil Liberties Union de Ohio. Durante años ha sido abogado defensor de personas acusadas de ofensas capitales, así como en las diligencias después del juicio de las personas sentenciadas a muerte. Traducción: José Guzmán y Cindy Martínez

Marcha contra la pena de muerte. Foto: Kari Lydersen

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Hermana Helen Prejean I En el siglo XXI, un gobernador representa el último vestigio del “derecho divino de los reyes”, ya que tiene poder absoluto sobre la vida y la muerte. Ante una ejecución inminente, ningún gobernador quiere parecer insensible a la vida humana; por eso los gobernadores nombran Juntas para otorgar los indultos, y se reúnen con sus asesores para decidir políticamente los casos controversiales. Todo gobernador dice estar ante la espada y la pared ante todos los casos de ejecución de la pena capital bajo su mandato. George W. Bush, durante su sexenio como gobernador de Texas, presidió en 152 ejecuciones —más que ningún otro gobernador en la historia reciente de los Estados Unidos— y ha declarado: “Yo tomo muy en serio todos los casos de pena de muerte y reviso cada caso detenidamente […] puesto que cada caso es de vida o muerte”. En su autobiografía, A Charge to Keep (Un deber que cumplir), publicada en 1999, escribió: “En todos los casos de pena de muerte, [mi asesor jurídico] me da información detallada, repasa los argumentos presentados por la fiscalía y por la defensa, y plantea dudas, problemas o preguntas”. Bush calificó éste como un método “infalible” para garantizar el “proceso debido” y la certeza de culpabilidad. Posiblemente hubiera legado para la posteridad la imagen de ser un gobernador escrupulosamente justo, de no ser por el periodista Alan Berlow, quien hizo uso de la Ley de acceso a la información pública para poder consultar 57 memorandos confidenciales sobre la pena de muerte que su asesor jurídico, Alberto R. Gonzales (a quien el presidente Bush recientemente nominó para ocupar el puesto de Procurador General de Justicia de los Estados Unidos), le presentaba generalmente el mismo día de la ejecución. Los informes de Gonzales eran sucintos. Por ejemplo, la súplica de clemencia de Terry Washington llegó a oídos de Bush la mañana del 6 de mayo de 1997. Tras una junta de 30 minutos con Gonzales, Bush la denegó, al igual que 29 peticiones más recibidas en los primeros 28 meses de su gubernatura. La petición de clemencia del Sr. Washington ameritaba una consideración detallada, ya que era retrasado mental y tenía las aptitudes comunicativas de un niño de 7 años; al jurado nunca se le informó de esto, y Gonzales lo omitió en su informe, lo mismo que el hecho de que el abogado que defendió al Sr.Washington no había solicitado la ayuda de un perito en salud mental para que declarara a favor de su cliente. Los abogados que defendieron al Sr. Washington después de haber sido condenado, investigaron a fondo su niñez y descubrieron que había sido golpeado regularmente con látigos, mangueras, extensiones eléctricas, ganchos de alambre y bandas de ventilador. Todo esto era un factor atenuante muy importante, pero el jurado nunca lo supo. Tampoco hay evidencia alguna de que Gonzales se lo haya mencionado a Bush. En su autobiografía, Bush escribió que su trabajo no consistía en “reemplazar el veredicto de un jurado, a menos que hubieran nuevos hechos o evidencias de las cuales el jurado no estuviera enterado [cursivas mías] o evidencias de que el juicio había sido, de alguna manera, injusto”. Pero, ¿no entraría dentro de esta categoría la nueva información sobre la niñez llena de abuso de un hombre con retraso mental que su jurado nunca tuvo oportunidad de escuchar? Berlow, al preguntarle a Gonzales si Bush leía alguna vez las peticiones de clemencia, le respondió que lo hacía “de vez en cuando”.

Parece ser que Bush se fiaba de las sinopsis de Gonzales, las cuales indican con claridad que éste se ponía continuamente del lado de los fiscales. Por ejemplo, una tercera parte de la sinopsis del caso de Terry Washington es una descripción detallada de los aspectos sórdidos de su delito, pero no se menciona el retraso mental que Washington padecía ni la ineficacia de su abogado defensor. En respuesta a la pregunta directa de Berlow, Gonzales admitió que, normalmente, sus conferencias con Bush para abordar estos casos no duraban más de treinta minutos. Berlow lo confirmó al revisar el calendario de citas de Bush la mañana correspondiente a la ejecución de Washington, en el cual había un bloque de media hora marcado: “Al G. — Ejecución”. Para distanciarse de su responsabilidad jurídica y moral por las ejecuciones, Bush citaba con frecuencia una ley de Texas que estipula que un gobernador sólo puede otorgar una suspensión de 30 días a un reo a menos que la Junta para el Otorgamiento de Indultos y Libertad Condicional de Texas recomiende que se haga una mayor concesión. Pero, si hubiera querido, Bush habría podido conmutar una pena o detenido una ejecución. Hacia el término de su gubernatura, Bush había nombrado a los 18 miembros que conformaban la Junta para el Otorgamiento de Indultos. Hubiera podido ordenar fácilmente una suspensión de treinta días e informar a la Junta que tenía dudas respecto a la justicia de un caso y

que quería que se realizara una investigación y se celebraran audiencias. Pero la Junta para el Otorgamiento de Indultos de Texas ha sido una farsa. En el estado donde resido, Louisiana, la Junta para el Otorgamiento de Indultos y Libertad Condicional sí se reúne y lleva a cabo audiencias. Y, si bien es cierto que rutinariamente se rehúsa a otorgar clemencia, al menos da la apariencia de ser una Junta real y en funciones. En cambio, la Junta para el Otorgamiento de Indultos de Texas nunca se reúne en sesión plenaria para considerar una pena de muerte. Algunos de sus miembros se hablan por teléfono. Nadie sabe si llegan a leer las apelaciones para pedir clemencia. Como gobernador, Bush no hizo nada por reformar los procedimientos de la Junta. En el caso de Henry Lee Lucas en 1998, Bush demostró en dónde recaía el verdadero poder. Intervino ante la Junta para el Otorgamiento de Indultos de Texas antes de que ésta tuviera la oportunidad de hacer una recomendación y, tras su intervención, la Junta le entregó la decisión que él quería: un voto de 17 a 1 a favor de la conmutación de la pena de muerte de Lucas. El caso de Henry Lee Lucas captó la atención del país cuando salió a relucir el hecho de que Lucas había sido condenado a muerte por un asesinato ocurrido en Texas que era imposible que él hubiera cometido, puesto que no se encontraba en el estado en ese entonces. Asimismo, quedaba claro que Lucas nunca representaría una amenaza para la sociedad, pues ya estaba purgando seis cadenas perpetuas por otros asesinatos, los cuales pudo haber o no haber cometido, ya que con bastante regularidad confesaba falsamente haber sido el autor de cientos de homicidios calificados. Bush señaló que los miembros del jurado en el juicio de Lucas “desconocían” ciertos hechos que posteriormente salieron a la luz. Para cerciorarse de nunca tener que examinar seriamente los casos de pena de muerte, Bush usó una táctica jurídica semejante a la utilizada por la Corte Suprema de los Estados Unidos para bloquear el acceso de los condenados a muerte que solicitan clemencia a reclamos constitucionales. Restringió las normas para otorgar clemencia con tal severidad que ningún solicitante podía calificar. Declaraba que, en vista de que los tribunales habían “examinado a fondo” los detalles más inescrutables de los reclamos de un condenado a muerte que solicitaba clemencia y no habían encontrado fundamentos de injusticia, él no se encontraba en posición de “cuestionar” la decisión de los tribunales. En su autobiografía, Bush escribe:

Anthony Porter. Fotografía de Loren Santow, miembro del American Society of Media Photographers (ASMP)

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En cada caso [de pena de muerte], yo preguntaría: “¿Existe alguna duda acerca de la culpabilidad o la inocencia de este individuo?” Y, “¿han tenido los tribunales amplias oportunidades de revisar todas las consideraciones de derecho en este caso?”

Aunque, para cuando las peticiones de los condenados a muerte llegan al escritorio de Bush, los tribunales ya revisaron y rechazaron las consideraciones de derecho en cada caso. En su papel de gobernador, Bush era, literalmente, el tribunal de última instancia tanto para un hombre como para una mujer condenados a muerte y estaba investido con la facultad de conceder o denegar indulgencia según su propio criterio. A diferencia de los tribunales, él no estaba restringido a meras consideraciones de derecho. Ya desde 1855, la Corte Suprema de los Estados Unidos consideró la compasión y la indulgencia como fundamentales para la administración de clemencia por parte del Gobierno. Esto significa que tanto los gobernadores como sus Juntas son libres de tomar en consideración cualquier fundamento para otorgar indulgencia: discapacidad o enfermedad mental, abuso durante la niñez, incompetencia del abogado defensor, arrepentimiento, discriminación racial en el jurado o muestras de rehabilitación. Como sucede comúnmente, estos nuevos factores atenuantes no salen a relucir sino años después de un juicio; factores que el jurado nunca escucha durante el transcurso del juicio y que las cortes de apelaciones, siguiendo la “lógica procesal”, continuamente se rehúsan a tomar en consideración. En la conmutación de la pena de Lucas, Bush supo muy bien cómo usar los “nuevos factores” que el jurado “desconocía” para convencer a la Junta de otorgar el indulto. No fue un proceso prolongado ni moralmente complejo. Bush enunció su petición y su Junta cumplió. Si los miembros del jurado que condenaron a Karla Faye Tucker —otra residente de Texas cuya orden de muerte fue firmada por Bush— hubieran sabido que su niñez estuvo dominada por las drogas y la prostitución, ¿habrían encontrado circunstancias atenuantes para perdonarle la vida? Y si, al considerar la “futura peligrosidad” de Tucker, se les hubiera podido hacer ver el potencial de bondad que había en su carácter y que más tarde haría de ella una reclusa ejemplar, ¿habrían votado aún así por su muerte? El jurado, desprovisto de una visión al futuro y de una investigación minuciosa sobre la niñez de Karla Faye, no tuvo acceso a estos “nuevos factores”, pero George W. Bush sí. En el caso de Lucas, cuando se presentaron “nuevos factores”, el gobernador Bush solicitó la conmutación de la pena a la Junta para el Otorgamiento de Indultos. En cambio, cuando en el caso de Karla Faye Tucker estos “nuevos factores” fueron conocidos por Bush, él hizo

caso omiso y aseguró que estaba obligado a respetar las decisiones de los tribunales. Berlow escribe: “El hecho de que los tribunales hayan rechazado las bases jurídicas de un acusado, supuestamente deposita una carga adicional sobre un gobernador —quien es la conciencia del Estado— para que efectúe una revisión minuciosa”. ¿Cómo es posible, entonces, que el asesor jurídico de Bush, Alberto Gonzales, haya dejado de proporcionar, sistemáticamente, evidencias atenuantes o “nuevos factores” que los jurados de los solicitantes de clemencia nunca habían escuchado? Tratándose del hombre que afirmó que la naturaleza de la lucha contra el terrorismo “hace obsoletas las estrictas limitaciones [de las Convenciones de Ginebra] respecto al interrogatorio de prisioneros enemigos” y que calificó a las Convenciones de ser una “curiosidad” cuando formuló los lineamientos para el trato de prisioneros en Guantánamo, esto no es ninguna sorpresa. II Gonzales habitualmente presentaba ni más ni menos el tipo de revisión que quería su jefe en casos de clemencia: una simple formalidad, que, en realidad, nunca contemplaba la posibilidad de otorgarle verdadera clemencia a nadie. Cuando Bush concluyó su gubernatura, había denegado clemencia en todos los casos y se había rehusado a conceder la conmutación de las condenas de muerte a cadena perpetua en todos los casos menos uno —el de Henry Lee Lucas—, y eso porque se hizo del dominio público que Lucas no había cometido el asesinato por el cual estaban a punto de quitarle la vida, y Bush no podía darse el lujo político de ignorarlo, ya que esto se dio en 2000, durante su campaña presidencial, y le interesaba dar la imagen de un “conservador compasivo”. Cuando Bush tenía poco más de cinco años como gobernador, ya había presidido las ejecuciones de 130 hombres y de una mujer. Mediante el uso de la “fórmula de los treinta minutos”, denegaba las peticiones de los hombres con celeridad, pero la súplica de clemencia de la mujer, Karla Faye Tucker, constituía un reto especial. Cuando Tucker subió al camastro para ser ejecutada por inyección letal en Texas y susurró “Señor Jesús, ayúdalos a encontrar mi vena”, su nombre se había convertido ya en una palabra de uso común, no sólo en los Estados Unidos, sino en el mundo entero. Las entrevistas detalladas que le hizo Larry King en CNN dieron al público la sensación de conocerla personalmente. Su crimen no pudo haber sido más atroz: con el uso de un zapapico, había asesinado a dos personas mientras dormían. Sin embargo, conforme se cristalizaban con mayor intensidad argumentos a favor y en contra de conceder clemencia a asesinos condenados a muerte, la gente hablaba de cuál sería su suerte.

Joe Burrows. Fotografía de Loren Santow, miembro del American Society of Media Photographers (ASMP)

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El argumento a favor de otorgarle clemencia a Karla Faye Tucker era, más o menos, el siguiente: Sí, es culpable de un horrendo crimen —mató a dos personas indefensas con un zapapico—, pero parece estar verdaderamente arrepentida de su crimen; parece haber experimentado una conversión genuina de índole religiosa que ha transformado su vida. Hasta el Director y el personal del presidio han constatado que durante catorce años ha sido una reclusa ejemplar. ¿No sería posible que dedicara el resto de sus días a ayudar a otros prisioneros a transformar sus vidas?¿Se justifica siempre la aplicación estricta del “ojo por ojo”? En las pantallas de televisión de todo los Estados Unidos, el público observó el bello rostro de Karla Faye Tucker mientras ésta relataba que leía la Biblia en su celda (incluso, admitió haberse robado la Biblia porque no sabía que estaba disponible para quien la pidiera) y que había descubierto a Jesús, quien “transformó mi vida”. Seguir a Cristo, afirmó, la había convertido en una “nueva creación”. Si tan sólo Karla Faye Tucker no hubiera sido tan sincera, tan humana. Cuando Gonzales le presentó al gobernador Bush el caso de Karla Faye Tucker, no se había ejecutado en Texas a una sola mujer en más de cien años. ¿Qué se suponía que debía hacer un gobernador que era un “conservador compasivo”; particularmente, uno que aseguraba haber “renacido”? Bush, el político, sabía que una vez que admitiera la conversión de índole religiosa como un fundamento que calificaba para el otorgamiento de clemencia, su fórmula legalista (resguardar los veredictos judiciales a toda costa) se reduciría a cenizas: otros condenados a muerte podrían asegurar que también ellos habían “renacido” y, por lo tanto, eran acreedores a recibir clemencia. Atrapado en este atolladero político, seguramente habría sido acusado de “cuestionar” a los tribunales y habría generado descontento entre los electores que estaban a favor de la pena de muerte. Sería mejor, tal como lo hizo el magistrado Anthony Scalia, concretarse a seguir la fórmula infalible de la retribución que justificaba la condena de muerte sin hacer referencia alguna a si los criminales habían transformado sus vidas mientras aguardaban su ejecución. La justicia retributiva no era más que eso: justicia. Quien comete un delito, debe pagar el precio. Al rehusarse a mostrar favoritismo, Bush demostraría que contaba con la “rigidez” moral que requiere un líder nacional. Podría probar que él “acataba las leyes” aunque su inclinación personal lo jalara en otra dirección. Esto significaba que, sin importar qué tanto se opusieran a su ejecución, Karla Faye Tucker tenía que morir. Durante sus entrevistas con Larry King, ella había mirado directamente a la cámara y, con una voz suave y un tono impasible pero franco, contó la historia de su vida y dio a conocer, por vez primera, las horrendas experiencias que había vivido en su niñez y que su jurado nunca había podido escuchar. Desde muy temprana edad, la posibilidad de tener una hogar donde imperara el amor y el afecto se esfumó debido a que sus padres peleaban constantemente hasta que terminaron por divorciarse y dejaron a la pequeña Karla Faye y a sus hermanas mayores solas, obligándolas a valerse por sí mismas. Karla Faye fumó marihuana por primera vez con sus hermanas mayores cuando tenía ocho años. A la edad de trece años, ya se inyectaba heroína. Un año más tarde, abandonó sus estudios para seguir los pasos de su madre e iniciarse en la prostitución. Aprendió a pelearse a puñetazos y pasaba de una relación tormentosa a otra. Siempre hubo droga. Siempre hubo violencia. La noche del 11 de junio de 1983, Karla Faye y algunas amistades suyas se embarcaron en un festín de heroína, cocaína y pastillas que duró todo un fin de semana. Dos días después a las tres de la madrugada, desvelados y bajo los efectos de las drogas, Karla Faye Tucker y su novio, Danny Garrett, se introdujeron al apartamento de Jerry Lynn Dean, a quien Karla Faye había conocido dos años antes cuando éste salía con su mejor amiga. Siempre había habido antipatía entre ellos. La noche de los asesinatos, el objetivo original de Karla Faye había sido robar la motocicleta de Dean, pero, una vez dentro del apartamento, el plan de robo degeneró en un acto frenético de doble homicidio calificado. Deborah Thornton, que estaba compartiendo el lecho con Dean esa noche, se convirtió en una víctima no intencional. Más tarde, y todavía bajo los efectos de las drogas, Karla Faye alardeó entre sus amigos diciendo que los asesinatos la habían excitado sexualmente. Cuando la arrestaron, Karla Faye confesó de inmediato


haber cometido los asesinatos e involucró a Garrett. El jurado la condenó a morir. Johnny Holmes, el Fiscal de Distrito del condado de Harris, se sentía orgulloso de haber obtenido más penas de muerte que ningún otro fiscal del distrito en Texas. Para Holmes, la pena capital de Karla Faye Tucker era simplemente un trofeo político más. Podía jactarse de ser un fiscal de distrito que daba “igualdad de oportunidades” y que no temía imponer condenas severas a las mujeres. En 1997, cuatro meses antes de su ejecución, visité a Karla Faye Tucker y a otras mujeres condenadas a muerte en Texas. Me había invitado Pam Perillo, una amiga de Karla Faye, que también aguardaba en el corredor de la muerte. Pam me describió en una carta la transformación que había visto en Karla Faye y decía que, cuando ésta última llegó a la unidad Mountain View, “era más malhablada de lo que puedas imaginar” y que le “gruñía” a todo aquél que trataba de entablar una amistad con ella. “Estaba alejada del Señor”, explicaba Pamela, “definitivamente no se había salvado”. En su autobiografía, Bush sostuvo que la inminente ejecución de Karla Faye Tucker “daba la sensación de ser un enorme pedazo de concreto [...] que me aplastaba”. Sin embargo, en un momento de descuido en 1999 mientras viajaba durante su campaña presidencial, Bush reveló sus verdaderos sentimientos al periodista Tucker Carlson. Bush mencionó a Karla Faye Tucker, que había sido ejecutada el año anterior, y comentó a Carlson que, en las semanas anteriores a la ejecución, Bianca Jagger y otros manifestantes habían ido a Austin a suplicar que se le otorgara clemencia. Carlson le preguntó a Bush si se había reunido con alguno de los manifestantes y se sorprendió cuando éste volteó de repente, lo miró fijamente y le respondió exasperado “No, no me reuní con ninguno de ellos”. Carlson, que hasta ese momento había admirado a Bush, indicó que su tajante respuesta lo había hecho sentir como si acabara de hacer “la pregunta más tonta y más ofensiva”. Bush continuó diciendo que también se había rehusado a reunirse con Larry King cuando éste fue a Texas a entrevistar a Tucker, pero que había visto la entrevista por televisión. King, agregó Bush, le hizo preguntas difíciles a Tucker, como “¿Qué le diría al gobernador Bush? “—¿Y qué respondió Tucker? —preguntó Carlson. “—Por favor —gimió Bush con los labios fruncidos en una mueca burlona de desesperación—, por favor, no me mate”. Carlson quedó impactado. No podía creer la insensibilidad de Bush y consideró que la cruel imitación de la mujer cuya muerte él había autorizado había sido provocada por la ira que le causaron las observaciones que hizo Karla Faye Tucker durante sus entrevistas con Larry King. Cuando King le preguntó qué pensaba pedirle al gobernador Bush, Karla Faye dijo que creía que, si Bush aprobaba su ejecución, estaría sucumbiendo a la presión ejercida en un año electoral por los votantes que apoyan la pena de muerte. ¿Presión en un año electoral? Bush estaba recibiendo miles de mensajes que lo exhortaban a otorgarle clemencia a Tucker, incluso de una de sus hijas. Incluso los evangelistas “renacidos”, tales como Pat Robertson y Jerry Falwell, que normalmente defienden ardientemente la pena capital, lo instaban a conmutar la pena de Tucker. Cuado el papa Juan Pablo II hizo un llamado para que Bush concediera la indulgencia a Tucker, Bush le respondió cínicamente con una carta que decía: “El gobernador sólo puede conmutar la condena de la Srta. Tucker si la Junta para el Otorgamiento de Indultos y Libertad condicional de Texas recomienda la conmutación de la pena”. En varias ocasiones, Bush manifestó públicamente que, para decidir la suerte de Karla Faye Tucker, él buscaba “la guía de la oración” y agregó que “es mejor dejar los discernimientos sobre el corazón y el alma de un individuo que está en el corredor de la muerte en manos de una autoridad superior”. Pero no había manera de que Bush pudiera evitar el poder cuasi-divino impuesto sobre él como gobernador. Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, declaró que los discernimientos sobre la vida y la muerte debían “dejarse al Todopoderoso”, se refería a que estos supuestos discernimientos, aun cuando se consideren divinos, no pueden ser emitidos y administrados por agentes humanos imperfectos. Esta reflexión lo llevó a oponerse a las ejecuciones por parte del Gobierno. Pero, si bien Bush aseguraba haber dejado el discernimiento respecto a Karla Faye Tucker en manos de Dios, en realidad él aplicó su propio discernimiento político y autorizó su muerte.

Steve Smiths. Fotografía de Loren Santow, miembro del American Society of Media Photographers (ASMP)

La muerte de Karla Faye me afectó enormemente. Durante la visita que le hice, ella y Pam Perillo se sentaron conmigo en una pequeña capilla donde hablamos durante una hora. Karla Faye aseguró no temer a la muerte, pero le aterraba el largo viaje en auto con los guardias de Huntsville. En una ocasión anterior, cuando la habían escoltado a una audiencia en el tribunal, se habían burlado de ella y se habían demorado cuando ella les pidió detenerse para poder “ir al baño”. Dijo que tenía los “intestinos delicados” y que una demora para llegar al baño podría resultar “desastrosa”. “En esos viajes”, explicó, “los guardias te tienen en su poder. Algunos son amables, pero otros son malos y yo no les caigo bien por toda la publicidad que he recibido”. Esto me recordó un incidente que quedó asentado en el relato del suplicio de San Ignacio de Roma, durante el cual el beatificado obispo, al llegar al Coliseo en donde le esperaban los leones hambrientos, se pegó en la barbilla mientras descendía del carruaje. El hombre estaba a punto de ser descuartizado poco a poco ¿y el hagiógrafo sintió la necesidad de apuntar que se había pegado en la barbilla? Y, sin embargo, ahí está: el incidente quedó registrado para siempre como un pequeño destello de la vulnerable humanidad del santo. Mientras tanto, aquí se encontraba Karla Faye, una mujer que había transformado su vida y que podría haber sido una fuente de amor reparador para guardias y reos por el resto de sus días. Sin embargo, el protocolo de hierro de la justicia retributiva exigía darle muerte. Parecía como si Bush, Alberto Gonzales y la Junta para el Otorgamiento de Indultos hubieran congelado la imagen de Karla Faye Tucker en el peor acto de su vida y luego hubieran congelado su propia imagen en la idea de darle muerte. Así es como funciona una máquina: en forma despiadada y predeterminada, sin dar cabida a la trascendencia personal que da la conciencia. Todo fue sumamente mecánico, sumamente irreflexivo, sumamente político. Es por eso que la noche en que dieron muerte a Karla Faye, mi enojo hacia George W. Bush se convirtió en indignación, sobre todo cuando Larry King transmitió las declaraciones de Bush a la prensa y escuché la forma en que éste invocó a Dios para bendecir su negativa de clemencia. Yo ya conocía, en esencia, cuál era la postura de Bush respecto a Karla Faye, pero nunca había oído una oración semejante como la que dijo al terminar su conferencia de prensa: “Que Dios bendiga a Karla Faye Tucker y que Dios bendiga a sus víctimas y a sus familias”. Inmediatamente después de la declaración, King se dirigió a mí. Cuando escuché a Bush decir “Que Dios bendiga a Karla Faye Tucker” tuve que hacer un esfuerzo para cumplir una promesa que había hecho de reverenciar al prójimo, incluso a aquellas personas con quienes discrepaba vehementemente. En

mi interior, me enfurecí ante la hipocresía de Bush, pero el programa se estaba transmitiendo en vivo y en todo el mundo. Como no tenía mucho tiempo para poder contenerme, aspiré rápidamente, hice una oración colérica, miré hacia la cámara y dije: “Es interesante que el gobernador Bush invoque ahora a Dios y pida que Dios bendiga a Karla Faye Tucker cuando, indudablemente, él no usó el poder que tenía en sus propias manos para bendecirla. Lo único que hizo fue dejar que la mataran”. Como gobernador, Bush realmente no se destacó por su rutinaria negativa a conceder clemencia a quienes aguardaban en el corredor de la muerte; lo que sí lo distinguió fue la cantidad de ejecuciones que presidió. Quizá también haya sobresalido su insensible indiferencia ante el sufrimiento humano. Acaso sea el único funcionario de gobierno que se haya burlado de la súplica de indulgencia de una persona condenada a muerte y que, después, haya mentido al respecto asegurando tener sentimientos compasivos que nunca experimentó. Pareciera que a Bush le resulta cómodo usar soluciones violentas para problemas sociales y políticos reales. El aforismo “Un martillo, al estar frente a un clavo, sólo sabe hacer una cosa” le queda al dedillo a George W. Bush. Como Gobernador de Texas, atacó la delincuencia presidiendo la cámara de ejecuciones más activa de todo el país. En la época en que se otorgaron las trece exoneraciones para condenados a pena de muerte en Illinois, Bush declaró públicamente que, aunque había estados, como Illinois, que podían tener problemas con fallas en el sistema de pena de muerte, él estaba seguro que en Texas nunca se había enviado al corredor de la muerte, y muchos menos ejecutado, a ninguna persona inocente. Eso está por verse. Lo que queda claro es que, como gobernador, no tuvo la virtud de la indulgencia.

La hermana Helen Prejean es una activista que ha luchado por la abolición de la pena de muerte. Su libro Dead Man Walking se mantuvo por 31 semanas como uno de los libros más vendidos en la lista de The New York Times. El texto que aquí publicamos pertenece a su libro más reciente The Death of Innocents: An Eyewitness Account of Wrongful Executions y se publica con autorización de la autora. Traducción: Patricia González

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Margarita Esther González ¿De qué eres culpable? Con la parsimonia propia de toda procesión ritual que se respete, avanza un cortejo de condenados; algunos llevan los instrumentos de tortura que identifican su falta; otros, los que han de morir en la hoguera, se distinguen por vestir sambenitos en los que una figura se precipita de cabeza en las llamas del infierno. A su paso, la muchedumbre se alborota, creando una atmósfera festiva: es el otro el castigado; por esta vez los testigos, los que miran, están a salvo, al otro lado de la raya, aunque todos saben que el equilibrio es precario en esta balanza regida por autoridades religiosas cuyos códigos varían a voluntad. La suspicacia anda suelta: cualquiera puede caer si sus actos son calificados como un atentado contra el orden, si sus triunfos causan envidia, si aumenta su poder, si sus ideas ponen en duda los dogmas que controlan actos y pensamientos. Herejía, blasfemia, hechicería o concupiscencia, son los cargos más usuales pero su definición se amplía para abarcar lo que haga falta. Los interrogatorios inician con preguntas que siembran la culpa en el más probo: “¿De qué supones que se te acusa?”, “¿quién crees que te acusa?”; las torturas ayudan a responder lo que el inquisidor quiere oír y, una vez quebrantado, el sospechoso acepta los cargos y cede hasta convertirse en delator de su hermano, de su mujer, del vecino. La aplicación pública del castigo sacia el ánimo de venganza pero, sobre todo, intimida a la población que, paradójicamente, se siente aliviada al darle un rostro, una identidad, al mal. En ese momento, todos se yerguen como jueces; el mal está encapsulado en un pecador cuya aniquilación significa el triunfo de la virtud; todos abrazan la promesa de que esta purificación colectiva actuará como dique contra pestes, guerras y desastres naturales. Queda así refrendada la noción maniquea de un mundo cuyo eje es el bien y la verdad absoluta está en manos de unos cuantos; a los bordes van a dar los marginados, seres que el poder considera deleznables, sólo útiles para el espectáculo del horror que infunde miedo y el miedo, sabemos, se sacia con sangre. El círculo se cierra, la bestia se muerde la cola: sangre-miedo, miedo-sangre. ¡Uf!, ¡qué alivio!: ¡varios siglos nos separan del Santo Oficio! La muerte está en otra parte Por agua o fuego, con hachas, cuchillos, sogas, guillotinas o lluvia de proyectiles, la muerte como sistema de sometimiento y venganza ocupó, durante siglos, la plaza pública, pero en la medida en que la sensibilidad fue cambiando como reflejo de un pensamiento preocupado por los derechos humanos, la aplicación de castigos se ocultó de la mirada. Tortura y pena de muerte se cubrieron con un velo que creció en densidad bajo los efectos del “buen gusto” confeccionado por la clase dominante. Hoy, la tortura puede alcanzar tal refinamiento que sus huellas pasan inadvertidas; la pena capital se lleva a cabo sin derramamiento de sangre y con mínimas molestias para la víctima pero, sobre todo, para el moderno verdugo, para jueces, policías y la sociedad. Así, con la sensibilidad protegida, es posible horrorizarse ante la muerte por lapidación en el África, las crueldades de la Inquisición, la época del terror en la Francia revolucionaria o los sacrificios humanos realizados por aquellos pueblos que aspiraban al bienestar, calmando a los dioses con sangre. Somos civilizados, pertenecemos a lo que Neruda llamó la sacrosanta cultura occidental. No importa que en ese espacio 10

del poder, los Estados Unidos destaque por mantener la pena de muerte en 38 de sus 50 estados y en sus leyes federales, tanto en materia militar como civil. A pocos asombra que Washington no se frene al exigir para sí el respeto a las normas en la Convención de Ginebra mientras se guarda el derecho a transgredirlas; o que se autoproclame bastión de la justicia y la libertad, no obstante ser el principal obstáculo para que el concierto de naciones establezca un tribunal internacional. Durante los debates electorales, George Bush ironizó, “¿Se imaginan a un estadounidense siendo juzgado por jueces extranjeros?”. Impartir justicia sin distinción de nacionalidad le resulta irrisorio a este defensor de la pena de muerte que asume el papel de máximo juez del mundo. Deberían bastar las lecciones de la Historia para saber que la pena capital sólo contribuye a la brutalización de la sociedad, al proponer el ojo por ojo, sin la posibilidad de rehabilitar o de solucionar los problemas que generan las conductas calificadas como delictivas. No existe estudio alguno que demuestre que este castigo irrevocable incide sobre el número de crímenes. No representa una reducción en costos siquiera, debido a los gastos por apelación. Robert Baird y Stuart Rosenbaum, en unas investigaciones realizadas en 1991, determinaron que Texas invertía un promedio de 2,316,655 dólares por ejecución, mientras que mantener a un preso en una cárcel de máxima seguridad, en celda individual, durante cuarenta años, le costaba 750,000 dls. (Punishment and the Death Penalty); en Florida cada ejecución exige 3.18 millones; la cárcel durante cuarenta años, 680,000. (Harries y Chetwood. The Geography of Execution. The Capital Punishment Quagmire in America).

En breve, si no disminuye los actos delictivos, daña el tejido social, es costosa, irreversible y, por añadidura, puede aplicarse a inocentes, ¿cuál es su beneficio? El debate divide a los estadounidenses pero se topan con un muro, pues si los abolicionistas utilizan cifras, datos y análisis como instrumentos, los defensores arman su discurso llevados por emociones: ánimo de venganza y miedo centrado en su persona que se resume en una pregunta usada como argumento: “¿Qué haría usted si la víctima fuera su ser más querido?”. Es decir, la discusión enfrenta ideas contra emociones, a menudo entretejidas con creencias religiosas, desdeñando datos como los proporcionados por el propio F.B.I. y el Departamento de Justicia (Uniform Crime Reports, 1993): En 1992, la tasa de asesinatos en los Estados Unidos fue de 9.3 muertes por cada 100,000 habitantes; 16 estados mostraron una tasa más elevada que el promedio nacional. En 15 de esos 16 estados se aplicaba la pena capital. Quizá la mejor síntesis de la postura que se opone a la pena capital la haya elaborado el escritor y académico Ariel Dorfman quien formó parte del equipo de asesores del presidente Salvador Allende. Cuando en reciente entrevista, Charlie Rose le preguntó si con el juicio a Augusto Pinochet se pretendía una condena de muerte o una sentencia que llevara al dictador a pasar sus últimos días en la cárcel, Dorfman respondió: “No queremos venganza sino justicia”. Sin embargo, el aparato de justicia estadounidense actúa al margen de estas consideraciones, como lo demuestra la tipificación de delitos y las condenas correspondientes. Las vidas reciben un valor distinto; no es lo mismo matar a un policía que a un homeless; como tampoco hay equidad cuando el inculpado no es anglosajón. En Oklahoma, un negro que mata a un blanco corre un riesgo diez por ciento mayor de ser sentenciado a muerte, que un blanco que comete el mismo acto; en Misisipi, el porcentaje es de 20.8 (Gross y Mauro. Death and Discrimination, Racial Disparities in Capital Sentencing). Además, al elegir a los miembros de un jurado, se descartan aquellos que se pronuncian en contra de la pena de muerte. En este país se ha ejecutado a personas con retraso mental y se ha sentenciado a muerte a menores edad; basta con esperar a que cumplan la mayoría de edad para aplicarles la sentencia. En ese renglón, los Estados Unidos se hermana con China, Pakistán, Congo, Irán, Nigeria, Arabia Saudita y Yemen. Pero si todos estos castigos se aplican tras una corti-

Mónica Ortega: En espera de la silla, 2005


José Díaz

Mónica Ortega: Culpable, 2005

na de pudor, los actos de violencia, en cambio, tienen una presencia constante en el paisaje de la vida cotidiana. En la galería de héroes, los delincuentes se entronizan, integrando una suerte de santoral laico. ¿Qué significa para la sensibilidad que una hit woman, orgullosa hija de un gangster, cuente con programa de televisión propio? ¿Qué se pretende al ofrecer una visita guiada por los sitios donde un gangster se vengó de sus enemigos? La mirada se habitúa desde la infancia a la violencia; un recorrido por jugueterías, un vistazo a los títulos de juegos electrónicos o media hora de televisión infantil dan cuenta de esta educación de la sensibilidad. La oferta para adultos reitera este alud violento: el amarillismo se extiende por noticieros (donde se repite hasta el hastío la trayectoria de una bala en sacrificio de cualquier intento de análisis) e invade por igual series policíacas que reality y talk shows. Juicios y sentencias son tema omnipresente. Sin la perspectiva histórica es difícil saber lo que este bombardeo produce sobre la sensibilidad y el pensamiento, ¿acaso la saturación de datos e imágenes termina por anestesiar? ¿Será que la exposición constante a capturas y juicios —ficticios o reales— satisface la necesidad de justicia y equidad, y abate cualquier sentimiento de responsabilidad? En la periferia del llamado mundo civilizado, algunos grupos africanos definieron la justicia de manera distinta. Cuando un integrante de la comunidad viola la ley, el curandero intercambia sueños con el infractor; así, unidos por las imágenes oníricas, intentan descifrar lo que está fallando en la red social. La culpa centrada en el individuo se desvanece para ceder su lugar a la responsabilidad del grupo; el castigo, por ende, no es tal, en tanto que la comunidad entera participa en soluciones para el bien común. Cierto, son otras las circunstancias, otras las mentalidades, bien distintas a las que compartimos y en estas líneas no se propone rescatar paraísos perdidos ni mucho menos idealizar nociones cercanas al “buen salvaje”, tan peligrosas como ingenuas. Sin embargo, traer a colación esta manera distinta de concebir la justicia quizá ayude a repensar el concepto desde otro lado y, de paso, a echar un vistazo sobre los objetos de nuestra mirada.

Margarita Esther González fue subdirectora del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, fundó Teatro en Espiral y es investigadora del Centro Nacional de Investigaciones de Artes Plásticas. Actualmente radica en Nueva Orleáns.

Regresó a México en un jet privado enviado por el gobernador de Nuevo León y, según cuentan las crónicas, “recibido como un héroe nacional “ Su nombre: Ricardo Aldape Guerra. Pero su historia va más allá. Aldape Guerra regresó de una muerte casi segura que le estuvo esperando por quince años en una cárcel texana (Texas es el estado con más ejecuciones en los Estados Unidos) que para su fortuna no confrontó. Salió de ahí después de haber sido encontrado inocente de la muerte de un policía de Houston. Hay que aclarar que salió libre después de estar encerrado quince años y cuatro veces en la antesala de la muerte; además, los honorarios de sus abogados llegaron a los dos millones de dólares. Pues sí señores, la justicia es cara... Pero no hay mal que por bien no venga porque posteriormente a Ricardo Aldape Guerra lo volvieron celebridad. Aunque la ejecución dejó de ser un espectáculo público, la morbosidad que la acompaña sigue a la orden del día; ya sabemos cómo los medios de comunicación se las gastan: apelan a los sentimientos para vender sus palabras, sus imágenes y, lo más importante, los productos de sus patrocinadores. El caso de Aldape Guerra era una minita en potencia. Al salir libre, TV Azteca (la segunda cadena televisiva más grande de México) lo contrató para formar parte de la telenovela “Al norte del corazón”, y mostrar en 15 capítulos las andanzas de la gente que emigra a Estados Unidos. Con la intención de darle más realismo, Aldape Guerra se interpretó a sí mismo. La historia (su historia y la de tantos otros paisanos) pasó rápidamente a tercer plano, ya que el amor imposible de los protagonistas adquirió más importancia que los problemas sociales que el fenómeno de la migración mexicana conlleva. Seguramente para los productores esto último deprime; en cambio, una historia de amor siempre se vende. Así en 15 capítulos se trató el tema de la migración dejando que la trillada fórmula amor-desamor —final feliz, hiciera su trabajo: entretener a quien tiene tiempo, y darles dinero de sobra a sus ingeniosos productores.

Es claro que no contrataron a Aldape Guerra porque tuviese el don de la actuación; fue su historia la que atrajo a TV Azteca: un Dante mexicano de clase obrera que caminó por los infiernos de las cárceles texanas y regresó para contarlo. Pero, como siempre, la realidad supera a las malas telenovelas. Aldape Guerra murió en un accidente automovilístico cuatro meses después de ser absuelto y haber regresado a su patria. Como era de esperarse, la cadena televisiva lo utilizó hasta el ultimo momento: se transmitió en vivo su agonía y su muerte. Gracias al programa “Fuera de la Ley”, La familia de Ricardo Aldape Guerra se enteró de su muerte… Descanse en paz.

José Díaz es poeta originario de la ciudad de México. Reside en Chicago.

Mónica Ortega: No veo, no existe, 2005

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Ana Luz Pérez Durán

también revisamos la historia médica familiar. Y lo que encontramos son personas con problemas mentales, padres drogadictos, desintegración familiar y pobreza extrema. Este es el prototipo de un interno al que se la impuesto la pena capital. Una de las partes más frustrantes de esta reconstrucción es la recopilación de documentos que ayudan a esclarecer el pasado del interno, ya que muchas instituciones no mantienen archivos bien organizados. Por ejemplo, cuando vamos a una escuela y solicitamos su archivo del departamento de educación especial, resulta que no tienen nada. Lo mismo pasa con el Departamento de Protección al Menor.” “La comunidad en la cual creció el interno también es una parte clave de nuestro equipo,” me explica Yackel. Davis agrega que a veces los maestros todavía recuerdan y reconocen al niño sentado en la banca de castigo, “recuerdan también que a veces llegaban a clases y era obvio que sufrían algún maltrato en casa...

Terry Davis y Juliet Yackel forman parte del grupo “mitigation specialists”. Su función es servir como vínculo entre los abogados, los familiares y los reos sentenciados a la pena de muerte. “Nosotros formamos parte del equipo legal que representa a un interno sentenciado a la pena capital”, me explica Juliet Yackel, quien ha hecho este trabajo a lo largo de doce años y fue galardonada por Amnistía Internacional por su labor en contra de la pena capital. El trabajo que Terry y Juliet desempeñan les permite establecer relaciones de amistad con personas que han vivido al margen de la sociedad y que han sido sentenciados a cadena perpetua o, bien, a la pena de muerte. “Los internos no son más ni menos que nosotros”, dice Juliet Yackel, “hace algunos días recibí una carta del primer interno con quien trabajé. Quizás motivado por el tsunami y por el fallecimiento de algunos de sus familiares, me dijo que estaba contento de ser mi amigo.” Terry Davis fue organizadora sindical, y este trabajo que ahora realiza le parece muy similar, “en ambos se lucha porque haya justicia para personas que han sido marginadas política, social y económicamente. Sin embargo, la tarea más difícil es la de los médicos que ejecutan a los reos. ¿Qué pasó con el juramento que hicieron de proteger y de honrar la vida?” Juliet empezó este trabajo desde que era estudiante de derecho en la Universidad de Tulane; “trabajé como voluntaria, todos los estudiantes teníamos que dar servicio a la comunidad antes de graduarnos; y me gustó tanto que lo sigo haciendo.” Según Terry y Juliet hay estudios que indican que por lo menos el 90% de los sentenciados a la pena capital tienen algún trastorno mental o han sufrido un tipo de trauma cerebral. “Es por eso que los ayudamos a comunicarse con el equipo legal que los representa y les explicamos el proceso por el que están pasando.” Otra parte del trabajo de Terry y Juliet es reconstruir la vida de los internos para el equipo legal que los representa y, especialmente, para el fiscal y el jurado. “Cada caso en el que trabajo representa por lo menos mil horas de investigación. Voy de sótanos a hospitales psiquiáticos, y de azoteas de las escuelas públicas a las viviendas donde crecieron los internos. Todo esto se hace para poder presentar la vida de éstos y para convencer al juez y al jurado que los internos se merecen clemencia,” señala Juliet; “a veces algunos de ellos nunca habían visto una fotografía de cuando eran niños”. Terry considera que es muy importante armar “un retrato muy claro de quiénes son los internos; desde la condición en la que se encontraba su madre cuando estaba embarazada hasta la forma en que fueron creciendo. Debido a que muchos de estos Rolando Cruz. Fotografía de Loren Santow, miembro del American internos sufren de algún trastorno mental,

Society of Media Photographers (ASMP)

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Para muchos maestros, sobre todo los de educación especial, les entristece enterarse de que uno de sus estudiantes fue condenado a muerte”. Hay organizaciones como ARC (Association of Retarded Citzens) que aboga por reos con retraso mental; a veces las iglesias de los familiares se interesan en este tipo de casos aunque el condenado a muerte no haya sido un feligrés”. Ambas mujeres poseen una fuerza de voluntad muy grande y eso les permite desempeñar un trabajo tan difícil y tan necesario. Tampoco son idealistas o ingenuas; intentan realmente desentrañar cada uno de los casos: “no se trata de probar la inocencia o culpabilidad del interno, sino si merece morir. Nunca he conocido un interno que merezca morir,” dice Juliet. Generalmente la crítica a la pena capital se enfoca en el hecho de que han sido sentenciados muchos inocentes. Esa es una razón por la que la pena capital debe ser abolida, pues ¿cómo se va a estar a favor de asesinar a alguien que puede ser inocente? Es sabido el tipo de irregularidades que se presentan en estos casos: la barrera del idioma, el abogado asignado por el Estado con muchos clientes y pocos recursos, el racismo, la pobreza del reo, etc.; la combinación de estos elementos sentencian a un reo a cadena perpetua o a la pena capital. Sin embargo, Juliet señala un punto valioso: “¿y qué de los que son culpables? Ellos no dejan de ser personas,” dice Terry, “ejecutar a un inocentes es un problema evidente... y cuando uno analiza la vida de un reo que es culpable, uno llega a la conclusión de que no merece morir. Ahora estoy trabajando con un interno que fue paciente en Chicago State Hospital, una institución psiquiátrica que cerraron por su mal funcionamiento. Según los reportes, violaban a los pacientes, se quemaban uno al otro y también hubo algunas muertes..., el sistema social de este país les ha fallado toda su vida”. “Pensar que un interno puede morir, me quita el sueño”, señala Terry Davis, “...hay muchas cosas dificiles en este trabajo: lidiar con alguien que tiene retraso mental y está sentenciado a muerte y luego navegar en un sistema legal que en lo menos que piensa es en la rehabilitación. Estos internos ya han hecho algo terrible, su vida está destrozada y han destrozado otras vidas, y por más que se intentes la vida de los sentenciados a muerte (y de sus víctimas) es imposible recontruirla... El primer interno con el que trabajé, se resolvió con un acuerdo entre los abogados defensores y el fiscal. Cuando se le iba a dictar sentencia, le preguntaron si tenía algo que decir. Él realmente estaba muy arrepentido de lo que había hecho y me había comentado que pediría una disculpa cuando se le preguntara; por eso me sorprendió que sólo inclinara la cabeza y dijera que no, que no tenía nada que decir”. Para Juliet, cada interno representa la oportunidad de aprender más, “y siempre se los digo; una de las cosas más bellas de este trabajo es ver que cada ser humano puede redimirse: he sido testigo muchas veces de cómo un reo se descubre a sí mismo.” Le pido a Terry que cierre nuestra conversación con alguna anécdota que le haya sucedido en su trabajo: “el primer interno con quien trabajé una vez me contó, con lujo de detalles, la manera en que él y su compañero de celda en Cook County jail se las habían ingeniado para hacer pizza en su celda; lugar donde no se tiene un horno ni los ingredientes indispensables para hacerla. Sin embargo, esa noche ellos hicieron y cenaron pizza; esa pizza es una prueba de lo extraordinario y creativo que es el espiritú del ser humano”. Juliet agrega: “Durante toda su vida, a estos internos les han pedido que cocinen un pizza sin proporcionarles los ingredientes y el horno.” PD: Juliet Yackel será parte de un documental de la serie “American Justice,” que se transmitirá el próximo 9 de marzo por el canal de cable A&E.


Crecimiento demográfico latino en el área metropolitana de Chicago (Parte I)

Rob Paral, Timothy Ready, Sung-Chang Chun y Wei Sun Introducción Compuesta por 1.4 millones de habitantes, la comunidad latina es el sector de mayor crecimiento en el área metropolitana de Chicago. Constituye la sexta parte de los residentes de la región y se encuentra dispersa por toda el área, desde los antiguos vecindarios de Chicago hasta los nuevos suburbios. La conforman lo mismo inmigrantes que nacidos aquí. Aunque los latinos han vivido en Chicago desde principios del siglo XX, no fue sino en años recientes que adquirieron importancia en el tejido social de la región. Durante los años noventa, dos terceras partes de los nuevos residentes de la región eran latinos. En el transcurso de varios decenios se ha observado un rápido crecimiento de este sector: mientras que en 1970 alcanzaba la cifra de 330,000, para el año 2000 ya rebasaba un millón 400 mil. En este periodo, el porcentaje de residentes latinos en el área metropolitana también aumentó. En 1970, menos del 5% de los residentes de la ciudad de Chicago eran latinos, pero para el 2000, conformaban el 17.4% de la población. Cambios en el perfil étnico El área metropolitana de Chicago concentra gran número de cada grupo étnico y racial en los Estados Unidos, incluyendo a blancos no latinos, afroamericanos, asiáticos y latinos. Entre 1990 y 2000, la población de Chicago tuvo un aumento de 830,000 habitantes, lo cual se tradujo en un total de ocho millones 100 mil personas, sin embargo, el grupo más numeroso en el área —blancos no latinos— disminuyó a 119,000 personas. Chicago fue fundado por Jean Baptise Pointe DuSable, hombre de origen africano de la isla La Hispaniola (hoy República Dominicana). La población afroamericana del área de Chicago ha crecido de manera constante a lo largo de la historia de la ciudad, ya que fue una de las favoritas entre los negros que participaron en la Gran Migración de los estados sureños hacia las urbes del norte, a mediados del siglo XX. Durante los noventa, la población negra creció 9.3%, lo que equivale a 130,000 personas. Si bien en los ochenta comenzó el aumento de refugiados del sudoeste de Asia que se establecieron en el área, el gran incremento de ese sector se dio durante el decenio siguiente, cuando el número de residentes asiáticos llegó a 133,000 personas, es decir, 54.9% de su población original. Los grupos asiáticos más representativos provienen de India, Filipinas, China y Corea. A su vez, la comunidad latina, que ha residido en el área desde principios del siglo XX, ha presentado su mayor crecimiento en los decenios recientes. Si bien los inmigrantes mexicanos estuvieron presentes desde el inicio del siglo XX, y gran número de puertorriqueños llegó en los años de la posguerra, todavía a fines del siglo pasado, continuaron llegando puertorriqueños y, sobre todo, mexicanos, al igual que numerosos inmigrantes de Cuba, de Centro y Sudamérica. Durante los noventa, el grupo étnico que experimentó mayor crecimiento poblacional fue el latino, con un incremento de 568,000 personas (69%). En 1990, la proporción de los latinos con respecto a la población afroamericana era de, aproximadamente, 60%; para el año 2000, era de 91% y ambos grupos se colocaron a la cabeza de las minorías más numerosas. Más aún, los latinos fueron responsables del mayor crecimiento poblacional en el área metropolitana de Chicago durante el decenio de 1990. Del crecimiento neto de la región —cerca de 830,000 personas en los noventa— más de dos terceras partes, 568,000, se atribuyen al crecimiento latino.

La niñez El notable crecimiento de la población latina, aunado a la migración y a la reducida tasa de natalidad entre los blancos no latinos, está produciendo mayores cambios en el número y la composición étnica de la población infantil. Estos cambios son más evidentes y tienen mayores implicaciones en el plano de la educación en ciertos sectores del área metropolitana (tanto barrios urbanos como suburbios), donde la población latina está creciendo con mayor rapidez. La edad promedio de los latinos en el área de Chicago es de 25 años, 13 años menos que los blancos no latinos. El 35% de la población latina de Chicago es menor de 18 años, comparado con sólo 26% de la población en general. Si no hubiera sido por el incremento de 67,000 niños latinos, el número total de niños de la ciudad habría disminuido más de 30,000 durante el decenio de 1990. En los suburbios, 37% de la población latina es menor de 18 años, comparado con sólo 28% de la población total. En los noventa, el aumento total de la población infantil en los suburbios fue del orden de 113,852 niños, o sea, 5%. Más de la mitad de ese incremento (58%) se atribuye a la tasa de crecimiento de la población latina.

Aproximadamente un millón 400 mil latinos viven el área metropolitana de Chicago, lo cual forma el 17.4% de los residentes del área. La población latina del área metropolitana de Chicago aumentó aproximadamente 568,000 habitantes entre 1990 y 2000, es decir, un total de dos tercios del crecimiento de la población en general de la región. Dos terceras partes del crecimiento de la población en la región se dio en los suburbios. Los seis condados que componen el área metropolitana tienen 25 puntos con una población latina de por lo menos 6,000 personas. El punto de mayor concentración es Chicago, con 753,644 latinos, seguido por Cicero con 66,299 y Aurora con 46,557.

Gráfica 1

Población latina en el área metropolitana de Chicago

Población latina

Porcentaje latino de la población en general

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Gráfica 2

Lugar de origen de los latinos del área de Chicago, 2000 Puerto Rico México

Cuba

Sudamérica Centroamérica Otro Jóvenes latinos en La Fiesta del Sol, en Chicago. Foto: José Guzmán

Origen de los latinos del área de Chicago El crecimiento de la población latina en la región ha sido detonado, sobre todo, por mexicanos, cuya población aumentó 88% —497,487 personas— entre 1990 y 2000. El segundo grupo latino más grande de la región es el puertorriqueño, aunque su incremento fue sólo de 4% —6,048 personas— en el mismo periodo. El aumento de población cubana fue de menos de 300 personas. La población de origen centro y sudamericano observó un aumento de 12,200 y 10,296, respectivamente. El incremento fue significativo si se considera que estos sectores eran relativamente menores en 1990. En los últimos años, la disparidad en los niveles de crecimiento entre los diversos grupos ha cambiado el perfil de la comunidad latina que, en los noventa, fue dominada cada vez más por la población mexicana: en 1990, los mexicanos conformaban el 67.6% de los latinos del área; diez años después, el porcentaje era del orden de 74.9. Los puertorriqueños disminuyeron de 17.1% en 1990 a 10.8% en el año 2000. Chicago y sus suburbios El incremento poblacional de los latinos en Chicago contrasta con la tasa decreciente entre los blancos no latinos y afroamericanos, y excede el nivel de crecimiento de los asiáticos. Durante los noventa los latinos radicados en Chicago alcanzaron el 38.1%, mientras que los blancos no latinos disminuyeron 14.1% y los afroamericanos disminuyeron 1.9%. Los asiáticos crecieron 26%. En el decenio de 1990, la población suburbana latina creció con mayor rapidez —tanto en porcentaje como en términos numéricos— que los latinos en la ciudad de Chicago, por ende, la comunidad latina de la región se está convirtiendo más y más “suburbanizada”. En 2000, 46.4% de los latinos vivía en los suburbios de Chicago, comparado con sólo el 24% en 1970. Aunque la mayoría (53%) de los latinos del área de Chicago vivía en la ciudad en 2000, dos terceras partes del crecimiento de la población latina de la región ocurrió en los suburbios. La migración En la demografía de la comunidad latina, la migración desempeña un papel importante y es la principal causa de crecimiento (54.2%). Alrededor de 665,000 latinos en Chicago son inmigrantes y representan casi la mitad de la población latina (47.2%). Sin embargo, este porcentaje enmascara grandes diferencias en las cifras de niños latinos y adultos que nacieron fuera del país. Casi dos terceras partes de los adultos latinos del área de Chicago nacieron fuera del país (64.7%), comparado con sólo el 16% de los niños latinos. En la ciudad de Chicago, 45.6% de los latinos nació fuera del país, mientras que en los suburbios casi la mitad (49.4%) de los residentes latinos nació fuera de los Estados Unidos. En el área metropolitana de Chicago, la cantidad de latinos nacidos fuera del país aumentó casi al doble (92.6%) durante los noventa; mientras que el incremento de los latinos nacidos en este país fue de l 57.7%. En los suburbios de Chicago, el número de latinos nacidos fuera de los Estados Unidos creció 175% en el decenio. Debido a los altos niveles de la migración, las tasas poblacionales latinas incluyeron a una proporción de inmigrantes mayor que la de principios del decenio de 1990. Mientras que, en 1990, el 42% de los latinos residentes en los suburbios eran nacidos fuera del país, para el año 2000 esa cantidad había aumentado a 46%. Casi dos terceras partes de los latinos del área de Chicago son ciudadanos estadounidenses. Debido al desproporcionado asentamiento de inmigrantes latinos en los suburbios durante el decenio de 1990, un mayor porcentaje de residentes latinos de Chicago son ciudadanos comparado con los suburbios. Asimismo, el porcentaje de niños latinos que son ciudadanos es mucho mayor al de adultos, debido a que el número de niños nacidos en los Estados Unidos es muy superior al de adultos. Ingresos y tendencias de pobreza No obstante que el ingreso está integrado tanto en la ciudad como en los suburbios, 14

el crecimiento del ingreso latino está por debajo del de los blancos de las mismas regiones. Al parecer, lo anterior se debe al rápido crecimiento de la población latina en los suburbios durante el decenio de 1990, donde el ingreso promedio era más alto. En Chicago, el ingreso familiar medio creció 11.7% durante los noventa; subió de 32,726 a 36,543 dólares. El ingreso de los blancos no latinos aumentó 17.7% en la ciudad, de 41,808 a 49,222 dólares. En los suburbios, el ingreso medio de una familia latina creció sólo 3.3% durante los noventa, de 46,753 a 48,281 dólares, mientras que el ingreso de los blancos no latinos aumentó 8.6%, de 58,536 a 63,564 dólares. En 1989, en Chicago, el ingreso medio en los hogares latinos era 78.3% del de los blancos no latinos, para 1999 había caído a 74.2%. De manera similar, en los suburbios, el ingreso medio de las familias latinas era de 79.9% del ingreso de los blancos no latinos en 1989, pero para 1999 el ingreso latino había disminuido a 76%. El ingreso familiar latino en la zona metropolitana de Chicago observó un aumento más lento que el de los afroamericanos y asiáticos. En el área metropolitana el ingreso medio de los afroamericanos creció 14.1% y el de los asiáticos, 11.6%, mientras que el de los latinos sólo 10.9%. En la ciudad de Chicago, el crecimiento del ingreso medio latino fue insignificante: 11.7%; sólo rebasó al de los asiáticos que aumentó 10.1%. El de los afroamericanos alcanzó 13.2%. En las áreas suburbanas el ingreso latino familiar creció más lentamente que el de cualquier otro grupo, alcanzando sólo el 3.3%, a diferencia del afroamericano que fue de 4.8% y del asiático que llegó al 4.5%. Tasas de pobreza Las estadísticas de pobreza informan sobre los individuos o familias que se ubican por encima o por debajo del umbral del ingreso impuesto por el gobierno federal. En 2003 una familia de cuatro integrantes se encontraba viviendo bajo el nivel de pobreza si su ingreso era menor de 18,979 dólares. El umbral de pobreza es un factor importante para determinar hasta qué punto el ingreso de una persona o familia alcanza para pagar las necesidades básicas. Los niveles de pobreza también determinan la

elegibilidad a programas para evitar el desplome económico de familias y permite medir el estatus económico para diferentes programas. En el área metropolitana de Chicago, la tasa de pobreza de los latinos disminuyó, de 19.9% en 1989 a 16.3% en 1999. En Chicago, fue incluso más notable: cayó de 24.2 a 20% durante el mismo periodo. En cambio, se observó un aumento ligero en la pobreza en los suburbios: de 11.7 a 12.1%. Más aún, el sector latino fue el único grupo en los suburbios que experimentó un aumentó en el nivel de pobreza. En términos generales, una repercusión del crecimiento rápido de la población latina, es que aumentó el número de residentes pobres durante el decenio de 1990. No obstante el descenso en los niveles de pobreza, el número de latinos pobres aumentó y este sector fue el que presentó el porcentaje mayor de pobreza en el año 2000; mientras que en 1989 representaban el 20% en el área metropolitana, en 1999, alcanzaron el 27%. Los incrementos en las tasas de pobreza abarcaron tanto a la población en la ciudad de Chicago como en los suburbios.

El presente artículo es producto de una serie de informes de política e investigación del Instituto de Estudios Latinos en la Universidad de Notre Dame. Para ver el documento completo electrónicamente y con enlaces a otros sitios con mayor información, visite: www.nd.edu/~latino/ils_ publications.htm o llame al Instituto al (574) 631-4440 o escriba a latino@nd.edu. También puede visitar Chicago Fact Finder www.nd.edu/~chifacts Rob Paral es investigador del American Immigration Law Foundation, en Washington, y también está afiliado al Institute for Metropolitan Affairs, en la Universidad Roosevelt, en Chicago. Timothy Ready es el director de investigación del Instituto de Estudios Latinos en la Universidad de Notre Dame. Sung-Chang Chun fue fundador del Chicago Fact Finder. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Notre Dame. Wei Sun es investigadora asociada. Obtuvo su doctorado en economía en la Universidad de Notre Dame. Traducción: José Guzmán y Francisco Piña


Si cada lengua es una forma de entender el mundo, los poetas hispanos que viven en los Estados Unidos han aprendido a asimilar la doble perspectiva lingüística y cultural a que su oficio los arroja. En esta entrega de deshoras, dos poetas muestran el resultado de ese tránsito por el habla y tradiciones poéticas diversas: Francisco Aragón y Francisco X. Alarcón. El primero nos da un adelanto de su libro de poemas Puerta del sol que aparecerá en breve bajo el sello Bilingual Press. El segundo, autor de diez volúmenes de poesía, nos entrega ejemplos de su obra más reciente.

En Puerta del sol, Francisco Aragón, poeta californiano de origen nicaragüense registra su estancia en España y ofrece un fresco del movimiento urbano en el Madrid en que vivió por 10 años. Francisco X. Alarcón, también de origen Californiano —aunque pasó su infancia en Guadalajara, Jalisco— celebra la vitalidad de la lengua hispana y mira con atención las composiciones azarosas de la urbe.


Francisco Aragón

Madrid en julio El aliento giratorio de los secadores abiertos; el pulso que se acelera cuando vislumbro el vello en su muñeca— imaginándome esas manos y cómo preparan salmones: quitando cada espina, pelando y ahumando el cuerpo para que los clientes coman bien, me dice; él y yo doblando, apilando toda una tarde manteles y servilletas y una vez, un cielo raro de verano: una sábana plateada y azul se acerca con lluvia eléctrica —esas gotas repentinas, frescas mientras abandonamos el fragrante aire de la lavandería, refrescados y alertas caminando a casa.

Luna urbana Disco perfecto de luna, enorme y a fuego lento, rozando el horizonte sucio de la capital —¡Ay, qué luna más hermosa, dice ella empujando el cochecito de niño por Atocha. Y espléndidos también los muslos De los muchachos de Lisboa a una manzana, que trabajan en la acera del Kilómetro Cero, la zapatería de neón donde se apoyan, escudando con la mano el fuego de extraños que pasean por allí. El cielo sobre la Puerta del Sol toma otro tono de azul. ¿Quién dice que no se convierte en el único ojo de la noche al escalar: palideciendo y menguando antes de cruzar el cielo de finales de junio? Y abajo, hombres persisten, dando vueltas por la plaza, las fuentes gemelas rebosantes de aguas luminosas. De aquí a unas horas con el calor desvaneciéndose , la misma luna verá su figura pasando Neptuno, El Ritz, los monos de color naranja que saltan de los camiones a barrer y pulverizar, regando esas calles eléctricas.

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Francisco Aragón

Caminata a fuente grande: Granada Mi corazón reposa junto a la fuente fría F. G. L.

Una capa reluciente en la piel; y cipreses: follaje empapado— Soltando una neblina que rebosa los arbustos de talud, flotando Por la carretera que enlaza Alfacar Y Víznar, donde perros gruñen, lanzándose contra portillos de madera. Y en verdad nadie sabe exactamente dónde —su último lugar. Mejor preguntar a la tierra, este parche infame de España: un parque que lleva su nombre, junto a la carretera: la curva rodeando un manantial desde donde según los lugareños, los moros regaban —Fuente Grande, dicen, o explica uno, La Fuente de las Lágrimas, su bastón señalando el camino.

Hora del almuerzo Dos horas entre clases. El viaje breve en Metro a casa. Mesa de salón, platos, vasos, la tele luciendo noticias de tarde, a veces un coche-bomba… Y en la cocina el tono único De su voz, sus chistes, contando esto Y aquello —argumento de novela, libro Que ha dejado, que le compré: su dosis mensual (cómo le encantaba leer en el parque lo que tardé media hora en escoger). Sobre Todo, el sofá: la digestión una siesta, Mi cabeza recostada en su regazo

Francisco Aragón es fundador y editor de Momotombo Press, que publica nuevos escritores hispanos en los Estados Unidos, y tiene su sede en el Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame.

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Carlos Cortez. Foto: Pete Rodríguez

Despedida entre amigos Víctor Alejandro Sorell Carlos Cortez Koyokuikatl (1923), un hombre de gran corazón, falleció de una complicación en el corazón el 18 de enero de 2005. La calaca que baila en sus grabados y en los de José Guadalupe Posada, su “abuelo espiritual”, puso punto final al Día de los Muertos de Carlos con cierta ironía poética que él hubiera saboreado. Un mordaz y a veces melodioso discurso, glifos de canciones remontan el vuelo cual el fénix de las cenizas de sus restos físicos cremados. Que hayamos perdido nuestro maravilloso camarada y allegado espíritu en la carne es de hecho un contratiempo, algo para lamentar. Agradeciblemente, sin embargo, su voz todavía se puede escuchar, Joel Climenhaga (1922-200), su fallecido amigo y colega orfebre de la palabra, nos recordaría que “después de que todas las orejan se hayan ido, la canción que Carlos canta todavía cabalgará las estrellas. Es la canción del coyote (Koyokuikatl)”. Querido Coyote, todavía te escucho cantar esos seis versos que compuso tu bien amado cancionero, el bardo musical mexicano, José Alfredo Jiménez: “No vale nada la vida / la vida no vale nada; / comienza siempre llorando / y así llorando se acaba, / por eso es que en este mundo / la vida no vale nada”. Mis recuerdos afectuosos de Carlos siempre incluyeron a su pareja, su “cobijo”, Marianna Drogitis Cortez (1930) complementó a Carlos. Sin su esencia, su retrato permanecería como un trazo incompleto. Su vida juntos siempre fue como un trabajo en proceso, un trabajo de amor. Lo suyo fue una órbita apasionada, que perdió un impulso considerable cuando María murió en noviembre de 2001. Después, Carlos comenzó a virar ligeramente de su curso. La extrañaba terriblemente. Él estaba, como acostumbraba a decir, lo mejor posible “dadas las circunstancias”. El hogar que nutrió su amor mutuo y engendró sus espléndidos grabados al linóleo y en madera tenía el aura de un verdadero museo o un centro cultural. Aquí, alrededor de esta espaciosa mesa que ocupa un


Industriales del Mundo sería el cordón umbilical que mantendría a Carlos atado a la cruzada por justicia social en una escala global. Dedicó grabados altamente cargados a la memoria de la “joven vagabunda compositora de origen sueco” y al mártir del IWW, Joe Hill, y a la activista estadounidense de origen irlandés Mary “Mother” Jones encarnó una mezcla especial de talento expresivo y compromiso social que fueron su distintivo. Interrogaba a sus lectores con elocuencia poética, “¿Adónde están las voces”' es el panegírico de Carlos en palabras a Hill, Cristo, Emiliano Zapata y otros comprometidos en la constante lucha por una libertad sin restricciones y justicia igualitaria. Otro poema, “Poema por el Día de la Raza”, celebra el indigenismo de Carlos y sus raíces mexicanas por el lado paterno. Fue en el centro de las actividades culturales mexicoamericanas —la fundación del Movimiento Artístico Chicano [MARCH] encabezado por otro espíritu allegado y colega artista, José Gamaliel González— donde yo conocí a Carlos a mediados de la década de 1970. Cuando todos los privilegiados que conocieron a Carlos personalmente también se hayan desvanecido, Carlos resistirá y continuará hablando a través de testimonios en verso e imágenes visuales. ¡Ni Carlos ni sus legiones de rebeldes que siempre abrazó serán olvidados! ¡Adiós querido hermano! Enero 2005 Carlos Cortez: ¡Otomí, You Are Lovely!, Colección Salgado. Foto: José Guzmán

lugar prominente en la enorme sala, esta pareja encantadora entretuvo a sus amigos. Incontables amigos: colegas artistas y escritores [trabajadores culturales], activistas laborales y miembros de la organización de Trabajadores Industriales del Mundo [IWW “wobblies] conocidos del barrio y parientes ocasionales. No tenía fin este desfile de entradas y salidas. Todavía veo a Carlos sentado en su silla favorita, a la cabeza de la mesa socrática, el maestro discurría largamente. Recuerden, él también fue un gran oyente. Había algo en su vestir severo —a menudo de negro con estilo vaquero— y terminado con un sombrero y un prendedor indio brillante, que me recordó el aspecto visual del bacanal, el santo sincrético maya/guatemalteco, Maximón, con su cigarro en la boca. Como esta figura religiosa que alguna vez fue secular, Carlos fumó y bebió con gusto. Comida siempre tuvo a la mano y nunca en cantidades reducidas. María era una gran cocinera, había alcanzado la maestría al cocinar sus platillos nativos de Grecia junto con exquisiteces mexicanas. Notablemente, el dueño de un restaurante griego se contaba entre sus amigos que se juntaban alrededor de la generosa mesa de discusión. Al acercarse a su muerte, Carlos había forjado un legado que trascendió al hombre y asumió más las proporciones de una institución, una que fue literalmente, visual e ideológica en esencia. Por mucho tiempo estuvo asociado con el periódico Industrial Worker del IWW, Carlos fue el autor de la columna “Left Side” por muchos años y contribuyó con caricaturas y poemas a esta preeminente publicación anarquista. Esa conexión con los Trabajadores

Víctor Alejandro Sorell es decano asociado del Colegio de Artes y Ciencias de Chicago State University. Además autor del libro Carlos Cortez y ensayista del libro Marcos Raya. Traducción: José Guzmán y Cindy Martínez

Carlos Cortez, Joe Hill, Colección Salgado. Foto: José Guzmán


Francisco X. Alarcón

Los pájaros de Nueva York Los pájaros de Nueva York viven en las chimeneas los techos y las cornisas de edificios y rascacielos

enjaulados pronto se mueren desconocen el alpiste del campo pero son conocedores culinarios de desperdicios y basureros

entre el acero y el granito todas las mañanas le cantan en acción de dar gracias al radiante sol del verano

los pájaros de Nueva York alucinados por luces citadinas se toman turnos para volar las veinticuatro horas del día

los pájaros de Nueva York hacen el amor en vuelo porque para ellos no hay de verdad espacio en el suelo

algunos cansados se estrellan contra el cristal de las ventanas que les impiden entrar a oler las frescas flores de los floreros

juegan a los encantados entre las antenas y las torres sus alas se ríen del tráfico parado de las anchas avenidas los pájaros de Nueva York sueñan con ser poetas del aire artistas que pintan con las patas obras maestras que nadie ve traviesos algunos se dejan caer de picada como kamakazi y se cagan sobre los ejecutivos que gruñendo cruzan Wall Street los pájaros de Nueva York son los más callejeros del orbe los más desalmados y por eso mismo en el nido los más tiernos

Carlos Cortez, Sin título, Colección Salgado. Foto: José Guzmán

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Francisco X. Alarcón

Canto vivo ante el ruido del mundo que me niega el alma

Carlos Cortez, Sin título, Colección Salgado. Foto: José Guzmán

he decidido escuchar las nubes dar testimonio del precioso canto que encuentro en esta vida: el graznido de los patos en vuelo el llanto enmudecido de mi madre el ronquido de este extraño en mi cama que entre el estupor de sueños empieza a recordar este poema

Hoy Me duele El mundo Mucho más me hieren las miradas los saludos me pesan los árboles las flores me queman los rayos del sol camino dondequiera sin rumbo un pájaro con las alas rotas ¡ay! en el pecho se me muere 21


“naranja dulce limón partido dame un abrazo que yo te pido”* fresca lengua tú que brotas como agua de manantial lista para saciar la sed del saber de muchos pueblos y continentes lengua del cielo y de la tierra lengua del alma y la conciencia Carlos Cortez, Mother Jones, Colección Salgado. Foto: José Guzmán

Francisco X. Alarcón

Dulce lengua dulce lengua tú que dejas en las bocas sabor de anís madre lengua tú que arrullas tierna las cunas con son infantil: “toronjil de plata torre de marfil este niño lindo ya se va a dormir”* lengua maestra tú que enseñas lo fácil que es leer y escribir:

inspíranos a celebrar la grandeza de nuestra gente y a aceptar como tesoro todos los colores de tu arco iris lengua bastión danos valor compasión y razón para seguir diciéndole al pan pan y al vino vino que somos tus cachorros extraviados: tu promesa que queremos reír soñar y amar en ésta nuestra dulce lengua

*Canciones de cuna de la tradición hispana

Francisco X. Alarcón es profesor en el Departamento de Español de la Universidad de California en Davis, donde dirige el Programa de Español para Hispanohablantes.

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En lo puro no hay futuro om ulloa En lo puro no hay futuro; la pureza está en la mezcla, en la mezcla de lo puro que antes que puro fue mezcla… canción de Jarabe de Palo (con Elíades Ochoa y Peret, del CD ¿Grandes éxitos?)

Con la última pala de tierra que cayó sobre la tumba de Franco en El Escorial en 1975, la sociedad española se empezó a sacudir el polvo acumulado durante casi cuatro décadas sobre su cultura. Ya se sabe que el destape fue descomunal y muy pocos

quedaron vestidos como Dios manda, o por lo menos como mandaba El Caudillo. La orgía desbocó en “movida cultural” con la década de los ochenta y el afianzamiento de la nueva monarquía constitucional española encabezada por rey y presidente bien llevados. Esta movida sin censura nos parió a Almodóvar, a Bigas Luna, a Alaska y Dinarama, a Radio Futura, a Hombres G, a un Francisco Umbral deslumbrado y casi oficial, sólo casi, pero aún relegado por una Academia que de pronto se atrevió a incorporar todo tipo de anglicismos, impulsada por una prensa ansiosa por modernizarse e incorporarse al resto del mundo. Como consecuencia de tanta sacudida cultural, la resurrección de García Lorca y Miguel Hernández, mártires-poetas de Franco, fue masiva. Ambos quedaron santificados en el altar de la poesía hispana como iconos y fuentes de inspiración que llevaron a muchos a crear grandes obras del cine y de la música de la nueva España, sobre todo de la música flamenca. Hasta el maestro Carlos Saura, sin más cuervos que criar, se fue a refugiar en el trágico abraEnrique Morente. Foto cortesía del Chicago Symphony Center zo lorquiano para saturarse de flamenco, embarrado en sangre de bodas, revolcado en el amor brujo, mariposa a un grillo real”. (El Niño de la Albaribesado por una Carmen gitana, culminando en zuela, citando a José O. Ladrón de Guevara del documetrajes intensos donde el flamenco brilla, Diccionario Flamenco de José Blas Vega y Manuel gime, taconea y agota, desquicia y enaltece en Ríos Ruiz Cinterco, 1985, en www.tristeyazul. su pureza. com). Otros aplauden sus magistrales adaptaciones Claro que, la pureza del flamenco es un complial flamenco de los poemas del más famoso trío cado debate. A pesar de flamencólogos que insisandaluz: Hernández, Lorca y Machado. De la disten en recalcar lo tradicional, lo clásico y lo forcografía de Morente cabe destacar el CD Omega, mal, nadie niega que el “duende” es el ingrediente compuesto de canciones de Lorca y del canta-autor imprescindible del flamenco, y ése viene infiltrado canadiense Leonard Cohen en colaboración con los en las alforjas musicales de magníficos pura sanroqueros de la banda Lagartija Nick. gre árabes y estoicos camellos del norte de África, Por su parte, Tomatito, guitarrista hijo y nieto siendo Cádiz, boca abierta de España a África, de ilustres Tomates del mundo musical flamenco, cuna de muchos de los grandes cantaores y tocaha grabado con cantaores ilustres, desde Camarón ores, todos de origen gitano-andaluz, palabras que (con quien colaboró hasta su muerte), Pansequito, ya de por sí deben evocar imágenes de múltiples Carmen Linares, José Mercé y Duquende hasta mezclas e influencias. Enrique Morente. Ha tocado a la par de Paco de La impureza del “nuevo flamenco”, otro proLucía, quien lo descubrió en Málaga, y en su traducto de la movida española, surgió al compás yectoria como solista ha colaborado con Michel de las palmas de músicos jóvenes que, al ritmo Camilo y otros músicos de jazz y jazz latino. de malagueñas, siguiriyas y bulerías contagiadas El 14 de febrero a las 8 P.M. ( y el que se aparezcon jazz, blues y rock americano, reggae antillano, ca a las cinco de la tarde se pasará de trágico…) música cubana, bossa-nova brasileño o tango arpodrán apreciar en vivo el arte y duende de Enrique gentino formaron inquietantes Barberías del Sur Morente y Tomatito durante la presentación de amhabitadas por Ketamas y Patas Negras donde el bos en el Chicago Symphony Hall como parte del cante jondo siguió ardiendo prendido a las nuevas Festival de Flamenco 2005 del Instituto Cervantes fusiones, cada vez más atrevidas y sugestivas, en de Chicago. Sin duda será una velada de puro la garganta de Camarón de la Isla, El Duquende, deleite con mezclas inolvidables… algo así como… Miguel Poveda, Dieguito “El Cigala” o de Enrique un cantaor y un tocaor en Chicago… de la mano de Morente, o entre los dedos mágicos de Paco de un poeta andaluz que una vez pasó por Nueva York. Lucía, Vicente Amigo o de Tomatito. Muchos consideran a Enrique Morente el cantaor que más ha inyectado el flamenco para mantenerlo al día, sin alejarse mucho de su tradición. “Sólo un artista como Enrique Morente, que lo sabe casi todo sobre los cantes clásicos y los puede decir con una voz antigua de viejo maestro, podía embarcase en la aventura de buscar y encontrar nuevos caminos para el cante jondo, sin perderse en el bosque de la confusión o en los arenales de la esterilidad...con el tacto y la delicadeza del cirujano que pretendiera transplantar el corazón de una

Tomatito. Foto cortesía del Chicago Symphony Center

Enrique Morente con Tomatito en el Symphony Center Lunes 14 de febrero a las 8:00 P.M. Taquilla: $20-$50 220 S. Michigan Ave. Información: (312) 294-3000

om ulloa es autora de selectos lapsos de memoria (una serie de fetos) y prendas de mujer.


Lhasa

y su

vi aje interior

Francisco Piña La Llorona —primer disco de Lhasa de Sela— se volvió un álbum de culto poco tiempo después de haber sido lanzado al mercado canadiense. Musicólogos y extraños lo agregaron a sus colecciones aunque no entendieran ni una palabra de sus letras. Luego vinieron los premios. En Montreal la consideraron la Artista québécois en la categoría musique de monde. Tiempo después le otorgaron un disco de platino por vender más de 110,000 copias. Un año más tarde, acumuló otra presea, ya que la consideraron Best Global Artist. A estos reconocimientos, se incorporó el lanzamiento de La Llorona en los Estados Unidos y Europa. En Francia obtuvo el premio “triple disc d’or” por haber vendido 300,000 copias. Ante la aclamación de La Llorona, llegó la demanda de presentaciones en vivo y Lhasa y su banda se hicieron a la carretera para cumplir los contratos que comenzaban a llegarles. Incluso hasta en la cartela del Lilith Fair apareció, a pesar de su corta trayectoria y de cantar sólo en español. Por varios años, Lhasa y sus músicos hicieron del camino, el escenario y el camerino su casa. Hasta aquí el registro indica una carrera plena de logros para una artista de tan sólo veinticinco años, pero muy pronto el éxito la extenuó. Además de que necesitaba una tregua a esa agitada vida en movimiento perpetuo, llegó a la conclusión de que necesitaba retirarse de su vida artística por un tiempo. Por una parte, extrañaba a su familia y deseaba verlos; y por la otra, el trabajar con Yves Desrosiers —productor y arreglista de La Llorona— se volvió más y más difícil. “Ya no nos entendíamos como antes —me comentó— y nos preguntábamos si volveríamos a trabajar juntos otra vez, y yo no estaba muy segura. Necesitaba escapar de mi vida como cantante y hacer otras cosas. Todavía no estaba completamente donde aparentemente estaba. Al mismo tiempo me preguntaba, ‘¿de dónde vienen las letras de mis canciones?’ Ellas vienen de la vida y sentía que mi vida estaba muy cargada con las mismas canciones. Necesitaba huir de la música para 24

poder escribir otras. Sentía que tenía que vivirlas.” Y así fue. En 1999 decidió desprenderse de todo. “Hice todo lo que tenía que hacer, excepto raparme y convertirme en monje. Cuando decidí irme, fue como iniciar un viaje hacia mi propia muerte.” Lhasa partió, mas no hacia la muerte, sino a la vida. Después de mucho tiempo se reencontró con sus hermanas en Bourgoge, Francia, y montaron un espectáculo circense juntas, al cual llamaron Pochero. El reencuentro no debió de haber sido muy diferente al de aquellos actos improvisados que junto a sus hermanas realizaron durante su infancia. Lhasa de Sela nació en el pueblecillo Big Indian en las montañas Catskill cerca de Nueva York, mas no pasó mucho tiempo en esos lares pues sus padres habían comprado un autobús escolar y lo transformaron en hogar por más de un lustro. En él recorrieron tanto México como los Estados Unidos. Su madre era fotógrafa estadounidense de antepasados panameños y libaneses y su padre era un mexicano que creció en los Estados Unidos y trabajó tanto en la pizca como en la construcción hasta convertirse en escritor y maestro. El carromato familiar se transformó en una escuela ambulante rodeada de paisajes, libros, leyendas, radionovelas y por las noches las hermanas improvisaban espectáculos mientras escuchaban las canciones mexicanas que le encantaban a su padre y los ritmos latinos, asiáticos y europeos que le gustaban a su madre. “Mi padre y mi madre son asombrosos y muy espirituales —me platica Lhasa—. Mi padre es muy filosófico y yo creo que soy como él porque siempre estoy pensando en la vida y la muerte. Mi madre me inculcó mucha música y a ella sólo le gustaba la música triste. Crecí escuchando a

Chavela Vargas, María Callas, Amalia Rodrígues... Cuando llegó el tiempo de ir a la escuela, asistí a un colegio católico en México y ahí me sentí como una outsider y la manera de conllevarlo fue escribiendo poesía desde que tenía 6 años. Ésa era la manera como yo comprendía mi vida; es por eso que convertirme en una poeta triste fue mi propia elección.” A mediados de los años ochenta, con 13 años de edad, Lhasa se instala en San Francisco y comienza a interpretar boleros mexicanos y canciones de Billie Holliday a capella en un cafetín griego del área. Más tarde declararía que ahí “descubrí gradualmente el poder de mi voz para expresarme ”. En 1991 viajó a Montreal para visitar a sus hermanas que estudiaban en la National Circus School. Se enamoró de la ciudad y así nomás se quedó. En sus andadas por la ciudad conoció al guitarrista Yves Desrosiers y juntos se la pasaron cantando en bares québécois durante cinco años. “Al principio, cantaba con los ojos cerrados y las manos en los bolsillos —le comentó al periodista de El País Calos Galilea—. Aprendí a expresar las emociones que no me había permitido expresar antes y a vivir cada instante de una canción.” Entre el humo del cigarrillo, el murmullo de las voces de los bares se fue gestando La Llorona, un álbum que “por varias razones estaba escribiendo en español. Escribí una canción en inglés para incluirla en el disco, pero sonaba muy diferente al resto de las demás y decidimos no incluirla porque sonaba diferente. No tenía idea que todo el disco sería en español pero así salió. Desde que comencé a cantar lo hice en inglés y en español, pero mientras más cantaba en los bares de Montreal, el inglés comenzaba


a desvanecerse y el español comenzaba a predominar más y más porque es lo que más me encantaba cantar. Por otra parte, también me hacía tener una presencia más fuerte con la audiencia”. Para su primer disco escribió siete canciones originales, “el resto fueron covers, excepto ‘Floricanto’ que la escribí con mi padre. También escribí la melodía de la mayoría de las canciones, pero la canción ‘Por eso me quedo’ la escribí completamente ya que es un waltz muy simple. Pero la música más sofisticada la escribió Yves.” La grabación de su primer disco se realizó en la cocina de un departamento de soltero en Montreal, ya que el resto del departamento se encontraba lleno de instrumentos y equipo musical. En ese espacio pequeño, claustrofóbico y misterioso nació un disco triste, melancólico con olor a viejo, pero sonidos frescos: La Llorona. Después del éxito de su primer disco, Lhasa renunció a la tentación del segundo disco y optó por irse a Francia y reencontrase con sus hermanas. Al disfrutar de la compañía de sus hermanas y de sus sobrinos viviendo en un carromato debajo de las estrellas en el campo con todas las dificultades que se viven en un circo, creyó que estaba en un estado de iluminación. “No quería estar en un departamento de Montreal produciendo más música —me confiesa—. Quería estar afuera en el mundo, experimentando cosas que todavía no había tenido la oportunidad de experimentar y a la par tenía la oportunidad de examinarme a mí misma.” Durante el año que Lhasa participó en el circo, no se alejó completamente de la música, pues acompañada de un acordeonista —que también era trapecista— cantaba casi todas las noches y algunas de esas canciones que ahí cantó comenzaron a darle cuerpo al nuevo álbum: The Living Road. Una vez terminada la temporada de Pochero, “me mudé a Marseille y ahí fue donde escribí el resto de las canciones, pero ahora me salían en inglés, en francés y en español. Me gustaron y quería que vivieran. Pero tenía miedo porque la gente se refería a mí como si fuera una ‘cantante mexicana’. Pero en realidad nunca me sentí así, sino como una cantante que vivió en México y que lleva a México dentro, en mi sangre, en mis recuerdos y en mi vida. Aunque, por otra parte, he viajado mucho. También soy estadounidense pues nací en los Estados Unidos y desde 1991 he vivido en países donde se habla francés. En este transcurso, he estado creciendo y me he dejado llevar por todas las partes de mi vida y no solamente por una. Cuando grabé La Llorona fue diferente. Entonces no hablaba francés muy bien, apenas lo estaba aprendiendo.” Tanto La Llorona como The Living Road han sido aclamados por la crítica. En ambos discos la voz de Lhasa es desgarradora. El primer disco es más crudo, mas no menos bueno que el segundo. Por una parte recuerda a los viejos boleros cubanos que resaltaban las penas del desamor donde el ser humano era ninguneado y arrastrado por el ser amado. Pero los arreglos son una mezcla de ritmos de un sin fin de influencias. En cuanto el sufrimiento que impregna cada pieza, Lhasa dice lo siguiente: “Me he dado cuenta de que la capacidad de sufrimiento del ser humano es tan

grande que si rasguñas a alguien, derramará un océano de tristeza. Uno no tiene que estar viviendo todos estos conflictos para sentir todas esas emociones intensas porque se encuentran por ahí en las tareas más minúsculas que uno desempeña”. Quizá sea por eso que Lhasa no decidió escribir sobre el sufrimiento con alevosía, sino que era lo que estaba pasando en su vida, “y no me siento muy orgullosa de ello. Lo que escribía era algo que trataba que saliera de un lugar muy oscuro a un lugar más iluminado. Y de eso es lo que trata The Living Road. Ya el título lo anuncia y la metáfora se aplica al ciudadano del siglo XXI: la carretera se ha convertido en el mundo donde se desarrolla la vida. Este álbum se convierte en un puente entre las letras del pasado con los ritmos del presente y viceversa. En su conjunto, las canciones y la música que los acompañan han borrado las barreras del tiempo. No es casual que a los grupos y solistas que ella escucha se encuentre Cat Power, banda con una cantante un tanto deprimente y joven de los Estados Unidos. “También escucho a Tom Waits, Camarón de la Isla —quien es uno de mis cantantes favoritos y quizá uno de los mejores cantantes de todos los tiempos—, Nina Simone, Bob Dylan, Radio Head. Y siempre escucho gente como Chavela Vargas y Sezen Aksu, una cantante turca”. Para Lhasa, Tom Waits “abrió una puerta en la manera de componer y grabar música. Suena como música vieja, pero es nueva y es algo que yo siempre he querido hacer con mi música también, que sea infinita. Música que pudo haber sido escrita hace varios siglos, pero no porque es muy nueva en su concepción”. Lhasa se presenta en el Old Town School of Folk Music el sábado 12 de febrero acompañada de una guitarra y un cello. Cantará canciones de los dos álbumes, compartirá anécdotas y “el resto del performance será una sorpresa” —así me lo aseguró. Lhasa en concierto el 12 de febrero a las 8 P.M. Lugar: 4544 N. Lincoln Ave. Taquilla: $16 – $20 Información: (773) 728-6000

Desnudo de un mundo artificial La mujer del chongo Iván Torrijos Recuerdo sus ojos verdes y esa mirada peculiar que podía abofetearte en un segundo o regalarte ternura y caricias de éxtasis. Aún visualizo aquellas piernas detalladas, bien formadas que se cruzaban con prepotencia, y que descubiertas recreaban a un buen número de ojos. Puedo casi tocar sus labios de seda que parecían cantar al hablar y nutrirte al besar. La cebolla recogida en lo alto de su cabello era ya un símbolo tradicional. Escucho su corazón latiendo, poniendo en marcha a ese ser cargado de grandes atributos, no solo exteriores, también interiores. Anelé es de un espíritu único que transmite alegría a su alrededor; es inquieta, astuta y de inteligencia práctica. Cuando la neurona se agotaba le dábamos vuelo a la hilacha realizando tours urbanos que nos llevaban a algunos de los más recónditos sitios de nuestra controvertida ciudad capitalina. Mi relación con Anelé se tornó como un secreto y nunca supe por qué; tal vez se debió a esos años de edad que me llevaba y que por algún motivo causaban algunas veces que los extraños por la calle, en lugar de “el novio” me llamaran cuñado. Mi mamá solía colgarse de la lámpara y me aconsejaba que lo mejor para el hombre era “una mujercita de su edad y no una experimentada”. Lo más chistoso fue que tiempo después, cuando empecé a conocer a “mis nuevos amigos”, mamá me insinuaba que viéndolo bien, Anelé sí le gustaba como para su nuera, aunque ya en ese entonces ella y yo disfrutábamos juntos viendo a los chavos de tanga bailar en el tubo. Me quebré el seso durante mucho tiempo pensando en cómo informar a Anelé sobre mi carente heterosexualidad. Me resultaba sumamente difícil imaginar el momento y su cara de asombro ante la salvaje confesión, pero, cierto día, luego de haber estado tirados como de costumbre en el pasto de un parque comiendo y meditando, le dije en un pretexto que, por qué no nos dábamos un tiempo para “encontrarnos”... hubo un instante de silencio y luego de verme a los ojos sin más preámbulo me respondió que lo sabía, desde el tercer día que nos conocimos. Yo no lo entendía y por supuesto estaba enojado; cómo era posible que no me lo hubiera dicho en esos dos años que pasamos juntos y, lo peor del caso, cómo pudo prestarse a tal relación si sabía todo sobre mí. Ella explicó que cuando quieres a alguien pretendes cambiar sus sentimientos, aunque luego te das cuenta de que eso es imposible. “Haz tu vida y sé muy feliz”, concluyó. Luego prometimos ser siempre amigos. Estoy seguro de que existen personas que se casan sabiendo tal vez que su orientación sexual es distinta a la heterosexual. En su afán de vivir una vida “normal” continúan pretendiendo ser quienes no son y se olvidan a sí mismas, se engañan y engañan a otros. Entre más pasa el tiempo la mentira crece y se vuelve más difícil de romper. Luego vienen otros problemas como el abuso físico, mental, la infidelidad y hasta la transmisión de infecciones sexuales. La sociedad y las religiones tienen gran culpa en ello al negar y rechazar una realidad que existe. Yo lo único que sé es que Anelé estará siempre en mi corazón. Nunca tendré palabras para detallar la relación tan especial que vivimos juntos y nunca podré explicar del todo cómo aquella tarde descubrí el verdadero amor, que hasta ahora nos mantiene juntos, aún en la distancia.

Si deseas más información sobre la comunidad latina GLBT sintoniza el programa Homofrecuencia; se transmite todos los lunes de 8 a 10 P.M. en Radio Arte 90.5 FM. También puedes escucharlo en vivo a través de la Internet en la página: www.radioarte.org. Comentarios: ivanukor@yahoo.com

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Una noche

de

ska mexicano

Metro

en

Érika Buchancow El 2 de febrero es noche de gala en Metro: cervezas, gritos, saltos y banderas de México para la banda de Chicago Los enemigos de Pakita, que se presentó luego de haber sido elegida mejor banda local en español y nombrada grupo soporte para la legendaria agrupación de ska Inspector. La química entre los integrantes de Enemigos De Pakita se percibe y la interacción con el público es energética y natural. Con su música nos ofrecen una base rítmica de rock-ska con definidos cortes de punk-rock convertido en una marcha prolija, exaltando un espíritu funky en cada oportunidad, lo que hace que la gente se lance frenética al escenario y los de seguridad pierdan el control de las masas. Al final del show pudimos cruzar unas palabras con los chicos que andaban perdidos por los camerinos. ¿Cuánto hace que tocan por el área de Chicago y cómo describen su música? En total tenemos como siete años en el ámbito musical y dos años de estar juntos. Con respecto a la música, un estilo muy definido no tenemos, pero lo que sí sabemos es que implantamos un estilo con fusiones que van del ska, reggae, funk, punk y el resto lo dejamos a criterio de la gente que nos viene a ver y nos escucha.

página tepoch.org que es donde toda banda local y underground recurre para ser difundida, y esa fue nuestra primera casa. ¿Qué mensaje pretenden transmitir al público a través de sus letras? En cierta forma queremos politizar un poco a la gente, hablar de lo que pasa en este mundo, de nosotros como grupo musical, nuestras vivencias, algo que en realidad nos identifique con la gente, alegrías, decepciones, vivencias, enamoramientos, remitiéndonos a las canciones de amor de México y obviamente un poco de política, apoyando a la raza para que no se deje, transmitiendo fuerzas con la música, que ése es nuestro fuerte. Los enemigos de Pakita se despiden y nos dejan en manos de la banda Inspector, que no paran de firmar autógrafos y disparar flashes junto a los fanáticos. En una breve entrevista, el vocalista de Inspector nos comenta sobre la vida de la banda. Son una de las bandas más importantes de la música ska en México, ¿qué rescatas de estos diez años que cumplen juntos y de la gira por los Estados Unidos? Bueno, es muy importante este 2005, ya que lo hemos comenzado con el pie derecho, más nuestro décimo aniversario como grupo. Anduvimos de gira por California, Phoenix, México, hoy aquí en Chicago presentando un show de hora y media, con una respuesta muy cálida de la gente y hasta he notado diversidad entre el público, además de ver a nuestra gente, nos gusta ver público norteamericano porque sentimos que estamos siendo escuchados, nos sentimos aceptados. Por cierto, tenemos pensado regresar pronto por Chicago, quizá estemos en el escenario con Maldita Vecindad, y como nuevo proyecto para este año, vamos a grabar el nuevo disco en tributo a Tin Tan.

¿Por qué determinas que ustedes tocan ska mexicano? Bueno, en cierta forma fusionamos el ska de Jamaica con nuestros ingredientes, que son la música mariachi con letras muy sentimentales de despecho, con un sonido aguardentoso, pero nunca dejando de lado la esencia del ska jamaicano, por eso podemos presumir que somos la primera banda en el mundo de ska mexicano. ¿Tienen pensado salir de gira por otros continentes? Sí, este año nos están invitando a Chile, Argentina, Uruguay, Venezuela, Centroamérica, también nos quieren en Bulgaria, Francia y España. Pero es un año con muchos proyectos, estamos organizando lo de la película con el Roco, cantante de la Maldita Vecindad y el hijo de Tin Tan que se llama Carlos, estuvimos con ellos, grabamos una parte de la película. Aparte hay otros músicos que van a aparecer, como Café Tacuba, La Matatena, Panteón Rococó, Salón Victoria. Nosotros apareceremos en un pedacito tocando una canción de Tin Tan, que él cantaba por los años cincuenta, llamada “tabilleros a medias”. O sea, más que nada es como un documental que destaca la vida de este personaje, la vestimenta que lo caracterizaba, su éxito y su música, que ha marcado gran influencia tanto en nosotros como en otros grupos de México.

Para más información sobre nuevas presentaciones o novedades, dirigirse a las siguientes páginas web: www.enemigosdepakita.com; www.inspector.com.mx. Para bandas locales que estén buscando difusión, visite www.tepoch.org

Érika Buchancow es escritora. Estudia en Truman College.

¿Qué expectativas tienen para un futuro inmediato?¿Tienen pensado grabar un disco o tocar en más lugares? Pues tenemos un demo y estamos en proceso de grabar un álbum con un label pequeño de aquí de Chicago, El Chopito Records, que nos está apoyando y creen en nosotros para producir algo bien chido. Ya hemos seleccionado estudio de grabación, ingeniero de sonido y temas. Más que nada, lo primordial era sacar esta tocada y lo que le sigue a esto es el disco. Empezamos desde el piso, bien de abajo y estamos avanzando cada día más, podemos ver nuestros logros y seguir adelante sin parar, con el apoyo de la gente Como banda de Chicago, ¿en qué lugares suelen tocar, para que la gente pueda ir a verlos? Básicamente, en cualquier lugar donde nos abran las puertas. Hay varios lugares como La Justicia, que siempre ha sido la casa para todos los músicos locales, también El Ranchito y otras veces somos convocados para tocar en lugares como el House of Blues, Congress Theater o cualquier lugar que se presente para tocar y difundir lo que hacemos. ¿Qué significó para ustedes haber tocado esta noche en Metro y ser banda soporte de Inspector? Bueno, puede decirse que estuvimos practicando mucho para esta tocada, ya que nos habían advertido que viniéramos bien preparados, porque iba a ser una gran oportunidad de darnos a conocer, y en cierta manera nuestro lema es hacer bien sin mirar a quién y pararnos en el escenario dando lo mejor de nosotros. Hace poco hemos ganado un concurso que se llamó “Buscando a la banda más chida de Chicago”, patrocinado por una cervecera y a consecuencia de ser elegidos nos dieron la oportunidad de abrir para la banda Inspector. Queremos agradecer el apoyo de Jorge García y Omar Ramos, junto con la 26

Los enemigos de Pakita en Metro. Foto: Rocío Díaz


en ropas interiores; fue muy fuerte porque tenía que ver con la imagen de su cuerpo a su edad y desde los 14 años. Otra mujer, que decía ser “mexistaní”, o sea era pakistaní y mexicana, trabajó el tema de la identidad. Haremos un nuevo taller en unos meses. Espero que regresen. Incluso algunos de los monólogos se han presentado en otras compañías y en festivales.

S ÓL O Latinas, nuevo espectáculo de

Teatro Luna

Moira Pujols “Cuatro vidas, cuatro mujeres, cuatro historias…” reza la promoción de SÓLO Latinas, la nueva obra de Teatro Luna. Tanya Saracho es cofundadora de la compañía, y juntas nos adentramos un poco en el proyecto. La actriz, dramaturga y directora sinaloense caracteriza de “genial” la asistencia del público a la obra, en cartelera actualmente hasta el 13 de febrero. “Creo que la gente está contenta de que después de un año hayamos estrenado algo nuevo, pues el año pasado, a petición popular, repetimos una de nuestras producciones”. Según la descripción del programa, las historias tienen algo de autobiográficas. ¿Cómo llegan estas cuatro en particular al escenario? ¿Nacieron a partir de experiencias compartidas por las autoras? Tres son verídicas. Las de Miranda González y Marisabel Suárez las dirigí yo, y se basan en cuestionamientos que aún se plantean en su vida real. Diane Herrera relata su historia. La mía no es verídica. Soy muy cobarde, así que yo armé una mujer de muchas otras. Ninguna de nosotras había escrito un monólogo antes; estos monólogos se incubaron en un taller, donde empezamos trabajando diez monólogos de distintas mujeres en enero de 2004, y presentamos nueve como lectura. Luego se presentaron ante un panel de jueces durante cinco horas, porque no queríamos escogerlos nosotras mismas. Sólo podíamos escoger cuatro. Una mujer de 57 años presentó su monólogo

Al describir la obra, hablan del carácter contradictorio de la vida de las latinas. ¿Qué quieren decir con esto? Se ve en todo. Marisabel toca en su obra el tema de que su mamá es “cubana de Miami”, y dice que Miami es Cuba. Su familia fue a Cuba en 1979 y cuenta que su mamá desapareció tres días, y que regresó cambiada. Nunca nadie habló de lo que le pasó en esos tres días. Miranda, por otro lado, se acaba de enterar hace dos años de que no es puertorriqueña sino afroamericana. Todavía lo está asimilando: no supo qué hacer al descubrirlo. Se explora los matices escondidos de nuestro racismo. Diana habla del sexo. Mucho. Pero habla de que en su familia hay un vestido de novia que se lo puso su mamá, su tía y su abuela, pero que a ella no le toca por ser más “pluma”. Lo mío es ficción. Es una mujer que se casa con un “gringo” catedrático de la Boston University, y se siente atrapada. No quiere a sus hijos porque siente que no le pertenecen. En un parque le preguntan si es la niñera de los chicos. “I can't stand ugly Americans” dice el personaje. Me dio miedo un poco porque les digo hicks en la obra, pero nadie [anglosajón] me dice nada. No sé si no me lo quieren decir o se sienten culpables. ¿Qué cualidades de la mujer latina se ponen de relieve en la obra? Las experiencias son tan variadas. Me llamó la atención —aunque no se trata tanto de una cualidad— que las dos características etnográficas de los monólogos originales fueron los temas de la identidad y la representación de la mamá y la abuela. Siete de las originales. Ni padres, ni abuelos; algo vemos las mujeres en esa línea materna. Eso me llamó mucho la atención, aunque temáticamente no existe una cualidad por excelencia. Eso es lo que me gusta de nosotros, que tenemos puntos de vista diferentes. ¿Qué significa para las actrices de Teatro Luna protagonizar roles esbozados por otras mujeres? ¿Están en desventaja generalmente en lo que respecta a la complejidad de los personajes que les toca representar? Primero que nada, empezamos Teatro Luna porque no encontrábamos buenos papeles en el teatro de Chicago. La hacíamos de prostitutas, sirvientas y niñeras. Todavía sigue eso, pero ahora tenemos un espacio artístico donde explorar. Yo sé que la razón por la cual escribí este monólogo es que a mí me dan la oportunidad de ser la chistosa, la “desmadrosa”, pero no tengo oportunidad de hacer papeles serios. Nadie me los va a dar, nunca me los habrían dado en un casting. Estamos superagradecidas con el Goodman porque ahora hay más teatro latino. Mariela in the Dessert, por ejemplo, es un personaje así, pero la que viene, Doll House, es una niñera. En Bernarda Alba hago de Poncia pero en American Theatre Company se va a hacer Living Out y voy a hacerla de niñera. El tema está muy bien, estudia la relación entre las niñeras y las mujeres que las contratan. Es otra cosa. Somos tantas cosas.

Yo soy la única dramaturga latina en Chicago Dramatists. No han tenido otros, no porque les impidan la entrada, sino porque no hay dónde incubar, dónde cometer errores. Yo acabo de escribir mis primeros personajes masculinos. Mi plan maquiavélico es que ahora que las escritoras han empezado con un monólogo digan, pues si puedo con un solo, también puedo con una escena, y luego con una obra. Como directora y fundadora, ¿ves paralelo el desarrollo de la compañía y del teatro latino en general? ¿O están ustedes muy a la vanguardia de la realidad del teatro en el país? Pues no sé si afectemos. Yo sí sé que en la pasada temporada de teatro tenían papeles protagónicos para mujeres y hace tres años no. No sé si hay algo en el aire o en el agua o qué. Las actrices latinas son las que están fuertes: Charín Alvarez, Sandra Márquez, etc. Luego están las mujeres de Aguijón, que llevan ese teatro. Fundamos la compañía en 2000 y desde que empezamos no hemos parado de hacer material original. Es lo que me gusta de Teatro Luna, que uno arma su propio material. A nosotras nadie nos dijo vengo a ayudarte. Nosotras tuvimos que hacerlo. Y ahora ya nos empiezan a escuchar. Ya estamos haciendo el crossover, a la Ricky Martin [entre risas]. Estamos haciendo giras, por ejemplo, una semana en el norte de California, vamos al Smith College, Pensilvania. En Chicago, seguimos haciendo la lucha, y eso me gusta y no me gusta. Me gusta porque podemos equivocarnos más. ¿Y eso de Chicago por qué será? No sé. Me gustaría que las oportunidades estuvieran aquí para no tener que salir. Será como dicen que no se es profeta en su propia tierra. Y es única nuestra compañía, y ya hay sed. Las universidades y festivales nos invitan porque no hay eso [teatro latino]. Además de que el trabajo que hacemos es bueno porque parte de la verdad. Si cuentas historias con honestidad a la gente le llega. ¿Cuál es el próximo proyecto de Teatro Luna? S-E-X Oh! Se presentará del 13 de marzo al 13 de abril en el Atheneum, en el festival del Performing Arts Chicago. Éste es un proyecto de ensemble; se escribe en grupo. Nos ha llevado mucho tiempo por el tema fuerte de la violación. Escribirlo es como una terapia, por eso no se puede apurar el proceso, toma tiempo. Nos da un poquito de miedo porque siempre tocamos los temas serios con humor, pero esto es un nuevo reto, porque aquí no podemos hacer lo mismo. ¿Y de esta obra, qué experiencia puede esperar el público? Mucha risa y mucha lágrima. La gente siempre viene y nos dice, “ésa era mi abuela”. “Así también me tratan.” “Yo soy igual.” En cuatro historias vas a encontrar algo para identificarte. SÓLO Latinas 7 de enero al 13 de febrero Viernes y sábado a las 7:30 P.M. y domingos a las 3 P.M. Lugar: Chicago Dramatists, 1150 W. Chicago Ave. Taquilla: $15 y $10 estudiantes Información: (773) 878-LUNA

Integrantes de Teatro Luna: Diane Herrera, Tanya Saracho, Maribel Suárez, Coya Paz y Miranda González. Foto: Johnny Knight

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cana, guatemalteca, salvadoreña, hacia Texas, California, Nuevo México, Arizona, Illinois o hacia la frontera norte: campesinos hartos de moverse en el filo de la navaja entre el caciquismo y la pobreza extrema; militantes políticos que huyen para preservar la vida; jóvenes incapaces de un minuto más de monotonía pueblerina; familias cuyo anhelo de oportunidades convierte el viaje en travesía legendaria; modificaciones del perfil migratorio (se sabe de buen número de indocumentados que mientras huyen de la Border Patrol, escriben y reescriben sus ponencias y tesis de doctorado); cambio mental a marchas forzadas por el aprendizaje de la tecnología; hostigamientos raciales, inseguridades y asombros; esfuerzos por captar en un instante lo que se asimila a lo largo de los años... en síntesis, los comportamientos y actitudes que anuncian o denuncian sed de cambios, desesperación, grandes ilusiones: “Vámonos de aquí, a cualquier lugar que no sea éste, me cansé de ver los nopales, las gavillas de robavacas, los ladrones del Banco de Crédito, las oficinas de la burocracia, el mercado, la oficina. Vámonos, el mundo es ancho y a lo mejor resulta que no es tan ajeno, ya esto se acabó para nosotros, vámonos, mano, y que luego se nos unan las familias”. ¡Bienvenidos a Laredo, Texas!

La frontera

segura

y

moderna Carlos Monsiváis Un mensaje del presidente Vicente Fox al presidente de Estados Unidos, George W. Bush: “La frontera (de México) será segura y moderna” (1 de febrero de 2005). Lo primero se entiende a la luz de las protestas (insolentes) del gobierno estadounidense, ¿pero una frontera moderna, cómo se define? De muy diversas maneras, el concepto de frontera es sinónimo de migraciones. La frontera, realidad jurídica, sucesión de hechos políticos, edén del crimen organizado, es también un llamado a la esperanza al empleo inconseguible en la tierra natal, el porvenir de otra manera inexistente para los hijos, el arribo a la modernidad tan inalcanzable (ahora: la rapidez para globalizarse). La frontera divide y unifica, es el signo de lo imposible y es la certeza de lo que se alcanza a golpes de voluntad. Échale ganas. Las migraciones reinventan las naciones. Los centros de miles o de millones de mexicanos en Norteamérica, de ecuatorianos en España y Estados Unidos, de dominicanos en Nueva York, de asiáticos en California, de uruguayos y argentinos en varios países, de africanos en España y Francia, de turcos en Alemania, de salvadoreños en Norteamérica, ejemplifican lo anterior. La frontera, The border, es hoy el punto de partida de la reestructuración de los países, el punto culminante de acceso a la globalidad. Si, según el economista Thomas Friedman, a la globalidad la explica la consigna: “Nadie está a cargo”, las fronteras insisten en que todavía hay responsables. “Me fui de Comala porque me dijeron que en Los Ángeles vivía mi padre, un tal Pedro Páramo” Si algo se conoce de las migraciones de México a Norteamérica es 28

el sistema de viajes de la gran mayoría de sus residentes: Del rancho, que es el tedio redimido por las sensaciones periódicas de importancia a la ciudad, donde el anonimato aproxima a las diversiones cambiantes… De la ciudad pequeña a la obtención de todas las libertades desconocidas… De la mirada fija en utopías a las oportunidades en serie… Del goce del aprendizaje del inglés al recuerdo de los cielos azules y las regiones transparentes… De la familia tribal a la familia nuclear… De la numerosa descendencia a la descendencia ajustada al tamaño del departamento… De la intolerancia a la tolerancia iniciada como resignación ante la conducta ajena, que no se puede modificar… Del ágora creada en un patio de vecindad al saludo apresurado en el condominio… De las veladas familiares al autismo televisivo… De la protección violenta de la honra a la fe en el divorcio como autocrítica de masas… Del recelo idolátrico de lo moderno a la adoración amnésica de lo tradicional… De la gana de provocar la envidia al miedo de incitar la codicia de los extraños. “No se vino todo el pueblo porque necesitábamos escribirle a alguien” Entre los migrantes, el tiempo invertido en las esperas es su genuina matriz formativa. Esperan en la línea, en los autobuses, en las colas para obtener la visa estadounidense, o para conseguir trabajo fijo, o para hacerse de vivienda, agua y transporte, o para cruzar clandestinamente a pie, en camionetas, en vagones de tren. Mientras lo hacen, imaginan a ratos cómo serán sus casas y sus departamentos, y al hacerlo se guían por la perspectiva utilitaria: deben caber más personas que cosas, los muebles no deben ocupar mucho espacio por si llegan los parientes, las camas deben ser muy anchas por si hay visitas, a los niños les toca entender que la promiscuidad y la promiscuidad habitacional no es sino una pausa entre la pobreza extrema y el ascenso social, y el apretujamiento no es promiscuo. Esto se advierte en el siglo XX, en la ruta mexi-

“Si me quedo, maltrato mi nostalgia” El relato es típico y es clásico de cualquier migración en cualquier lugar del planeta. Irse es arriesgarlo todo, quedarse es aceptar que ya nunca más se arriesgará algo. Los nómadas aspiran a un nuevo sedentarismo, los sedentarios, como técnica compensatoria, reelaboran imaginativamente el sitio de donde no han salido (A ese viaje-alrededor-de-micuarto-o-de-mi-rancho se le llama “idealización” o “demonización” del terruño o de la ciudad). Y el recorrido, así se haga a solas, es asunto de la tribu. Alguien del pueblo, de la ciudad, de la colonia, del trabajo, de la familia se lanza, y tras él van los parientes, y tras los parientes a veces va la comunidad entera. Esa que ya abandona a los antropólogos dedicados a investigar hábitos de arraigo en el sur de Oaxaca o en el norte de Jalisco. Las exhortaciones son órdenes: “Vente, ¿qué haces allí? Ya viene la temporada de la pizca, la familia con la que trabajo me aseguró que sí te ayuda, vivirás con nosotros, recibí tu carta, órale, algo se podrá hacer, no te quedes en el hoyo”. En este siglo, millones de latinoamericanos nómadas parten dejando solos a muchísimos más millones de sedentarios. De modo invariable, a los migrantes se les asocia con la modernidad que una vez vislumbrada seduce o da pavor, porque, desde fines del siglo XIX, no sólo y tal vez ni siquiera centralmente, son las fatalidades de la geografía las que obligan a los mexicanos a definir lo moderno a partir de lo estadounidense, sino la sensación de anacronismo que surge al comparar las capacidades tecnológicas y los conocimiento del mundo. Lo declaren o no, lo sepan o no, los migrantes quieren ser modernos, trasladarse también de una condición cultural a otra, de una vivencia planetaria a otra. ¿Eso significa que México es un país atrasado? Esto alude por lo pronto a un país donde la ansiedad de los migrantes convierte en sinónimo a modernidad y oportunidad de trabajo.

Carlos Monsiváis es escritor. Es autor de Escenas de pudor y liviandad, y Los rituales del caos, entre otros libros.


Newyorktitlán Lisa Antillón Kantrowitz Cuando pensamos en migrantes mexicanos damos por hecho que trabajan en los campos agrícolas de los estados fronterizos o en ciudades como Chicago y Los Ángeles. Sin embargo, un número creciente de mexicanos está eligiendo una ciudad que hasta hace unos años era un destino poco frecuente: Nueva York. ¿Por qué han elegido esta ciudad? ¿De qué estados de la República Mexicana provienen? ¿Cómo se compara su situación socioeconómica con la de otros grupos? ¿Qué lecciones hay para México? El estudio “The State of Newyorktitlán: A Socioeconomic Profile of Mexican New Yorkers” del doctor Francisco L. Rivera Bátiz, profesor de la Universidad de Columbia, indica que los mexicanos son el tercer grupo latino más grande después de los puertorriqueños y los dominicanos, y que creció 203% entre 1990 y 2000. Este estudio, basado en el Censo de Población y Vivienda de 2000, revela el acelerado crecimiento de la población mexicana en las últimas tres décadas: de 7,893 en 1970 a 25,577 en 1980 a 61,722 en 1990 a 186,872 en 2000. El número de mexicanos llega a 300,000 cuando se incluye a indocumentados y visitantes “temporales”. Este crecimiento se explica, en primer término, por una mayor migración durante la década de los noventa impulsada por la crisis económica de 1994–1995. En segundo término, refleja una mayor movilidad geográfica en respuesta a la saturación de los mercados laborales del oeste y suroeste de los Estados Unidos, a la legislación anti-inmigrante del estado de California

Noe Hernández, La Virgen de la Libertad. Foto: María Salgado

y a un mayor control de la patrulla fronteriza que hizo que muchos inmigrantes se alejaran de los estados fronterizos. ¿De dónde son? Mientras que la mayoría de los mexicanos radicados en los Estados Unidos proviene de Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas, el 47% de los mexicanos de Nueva York son poblanos. Puebla se encuentra en el segundo grupo de estados más pobres de México y la mayoría de los inmigrantes proviene de las zonas rurales. En este estado, la participación de la agricultura en el PIB disminuyó de 15% en 1970 a 3% en 2000 y de acuerdo con datos del Mexican Migration Project, el 37% de quienes migraron recibía sueldos menores al mínimo cuando vivía en México. México es un país expulsor de mano de obra cuya segunda fuente de ingresos son las remesas. Por eso es especialmente interesante conocer el ingreso de estos mexicanos y los factores que lo determinan. Los mexicanos tienen el ingreso per cápita de los hogares más bajo de todos los grupos Noe Hernández, Cristo cibernético. Foto: María Salgado étnicos y raciales de Nueva York: $10,231 dólares comparado con $12,206 para los los mexicanos llenan un nicho entre la fuerza de hispanos y $22,402 para el promedio de la trabajo poco capacitada que otros trabajadores población; es el grupo con mayor número de no quieren llenar. personas que viven bajo la línea de la pobreza: ¿Cómo mejorar el estatus socioeconómico 33%, comparado con 31% para los hispanos, de este grupo de mexicanos? La clave reside 25% para afroamericanos y 21% para el promeen la educación. Así por ejemplo, el Consulado dio. Sin embargo, estos ingresos representan un General de México en Nueva York ofrece en salto gigantesco respecto a su situación anterior: coordinación con el Instituto Nacional para la según datos del INEGI, el ingreso per cápita del Educación de los Adultos (INEA) clases grahogar promedio en las zonas rurales del estado tuitas de alfabetización, primaria y secundaria de Puebla fue de $827 en 2000. ¡Doce veces abierta en donde los alumnos obtienen un certifimenor a lo que ganan siendo los más pobres cado con validez oficial tanto en México como de Nueva York! en los Estados Unidos. El Consulado también Los bajos ingresos de los trabajadores mexicanos se explican por varias razones. Además de trabaja de cerca con la City University of New su juventud y su estatus migratorio, la educación York, institución que recibe estudiantes independientemente de su situación migratoria. es un factor determinante en una sociedad que Asimismo, existen decenas de organizaciones premia el logro educativo y la capacitación. Los niños mexicanos entre los cinco y los 14 años se civiles dedicadas a la alfabetización y capaenlistan en las escuelas en un porcentaje muy si- citación. Los protagonistas de esta historia estaban entre milar al promedio de la ciudad: 95% comparado los más pobres de México, son hoy los más pocon 98%. Este porcentaje disminuye drásticabres de la ciudad más competitiva del mundo y, mente a 64% en el grupo de 15 a 17 años y aún así, se las ingenian para enviar dinero a sus cae a un preocupante 28% en el grupo de 18 a familias y comunidades. Algún día, quienes de19 años. Sólo el 18% tiene algún tipo de educacidieron quedarse en México tendrán un ingreso ción superior y únicamente el 9% completa un suficiente para cubrir todas sus necesidades. Ese grado universitario. Según Rivera Bátiz, “... el bajo nivel de retención (escolar)... de los adoles- día, nuestros paisanos de Nueva York terminarán la preparatoria en lugar de lavar platos para concentes mexicanos... aunado al bajo nivel de estribuir con la segunda fuente de ingresos del país colaridad de los inmigrantes mexicanos adultos que los expulsó. hace que, de todos los grupos raciales y étnicos de la ciudad de Nueva York, los mexicanos tengan, por mucho, el logro educativo más bajo”. Lo mismo sucede con el dominio del idioma Este texto se publicó en el diario mexicano Reforma. inglés. Hasta un 57% de los encuestados por el Se publica con autorización de la autora. Censo respondió que no hablaba inglés o que no lo hablaba bien. Estos factores explican por qué 29


Un buen trabajador de

N.C. espera

deportación

la

Leon Fink El 4 de noviembre, Luis Alberto “Beto” González, de 38 años y residente de la pequeña localidad de Hudson, N.C., fue detenido por exceder el límite de velocidad cuando se dirigía a su trabajo en una distribuidora de alimentos cercana en Lenoir. El oficial que lo detuvo sometió su nombre al chequeo computarizado que se ha vuelto rutinario, y rápidamente descubrió que el último permiso válido de trabajo de Beto y la extensión de su solicitud original de asilo político de Guatemala habían expirado en 2000. Beto fue arrestado y detenido inicialmente en Charlotte, y posteriormente fue trasladado a una cárcel de condado en Luisiana vinculada con el Department of Homeland Security (Departamento de Seguridad Nacional). Permanece allí hasta la fecha, en espera de ser deportado. Mientras tanto, su esposa guatemalteca y sus cuatro hijos (el mayor asiste al jardín de niños) también afrontan graves penurias. El sueldo de Beto mantiene en pie no sólo a su familia, sino a las mismas paredes; hace cuatro años la familia se mudó del apartamento donde vivía apretada a una pequeña casa que Beto estuvo pagando diligentemente. Sus amigos ya intentan vender la casa para poder costear las necesidades más inmediatas de la familia.

Por lo que cabría preguntar, ¿qué pasa aquí? Bienvenidos al nuevo mundo de los trabajadores estadounidenses sin la debida documentación. Tan sólo el año pasado, según un informe que publicó recientemente The New York Times, más de un millón de no ciudadanos fueron expulsados o se vieron abocados a la “salida voluntaria” de los Estados Unidos. Entre la desolación de las familias rotas, se estima que cada año decenas de miles de niños se quedan sin padre o madre debido a una deportación. El mecanismo jurídico para las deportaciones sumarias ha estado vigente desde que las reformas inmigratorias de 1996 eliminaran el mérito individual, el buen carácter moral o incluso las dificultades económicas extremas como motivos para cancelar el proceso de deportación de individuos que hayan violado una orden previa de salida del país. Pero la mentalidad imperante tras el 11 de septiembre ha desencadenado este mecanismo. En el afán por incrementar la seguridad de las fronteras nacionales, se ha capacitado a la policía estatal y local para identificar con mayor eficacia a infractores extranjeros. La combinación de la nueva eficacia administrativa y la inflexibilidad de las leyes genera casos como el de Beto: tanto delitos relativamente menores como los más graves ahora pueden llevar igualmente a la expulsión acelerada de Estados Unidos. Y ni el vínculo con un cónyuge estadounidense, ni (como es el caso de Beto) hijos nacidos en los Estados Unidos detienen automáticamente el proceso de expulsión. Por supuesto, es fácil tener sentimientos encontrados hacia gente como Beto. Sí, claro, es una lástima que tenga que renunciar a su sueño americano, pero apostó (con la ley) y perdió, ¿entonces por qué debería preocuparnos? Los Betos de este mundo, que aceptan trabajar por una miseria y de ese

modo perjudican a los trabajadores nacidos en el país, son una amenaza para el nivel de vida estadounidense. En noticieros por cable como Tonight con Lou Dobbs, a los estadounidenses “corrientes” se les alerta constantemente de que la “invasión de extranjeros indocumentados” está socavando sus propios sueños americanos. Pero estos estereotipos no hacen justicia al Beto real. En 1995, con 28 años, aceptó uno de los puestos más indeseables de la planta procesadora de pollos Case Farms en Morganton, colgando aves vivas de ganchos durante toda la jornada. Y cuando la fuerza laboral de la planta, compuesta en su gran mayoría por inmigrantes, se rebeló contra la insuficiencia de pausas para ir al baño y la aceleración de la línea de producción, Beto asumió un papel de liderazgo en lo que llegaría a ser, y en la actualidad sigue siendo, una continua lucha por la justicia básica en el lugar de trabajo. En 1996 se unió a un seminarista en una huelga de hambre para reclamar un convenio colectivo de trabajo. Incluso después de dejar la planta procesadora por un trabajo mejor pagado, Beto siguió apoyando a sus compañeros de trabajo y amigos en la fábrica. Para docenas de trabajadores hispanohablantes recién inmigrados a Morganton, Beto no es una anónima “ave de paso”. Más bien, es un líder dentro de una comunidad extensa, una comunidad de la que dependen los estadounidenses “corrientes”, lo admitan o no. En última instancia, ¿quién merece de verdad la protección de los derechos y nivel de vida estadounidenses? ¿Tan sólo quienes hayan nacido bajo su amparo? ¿O acaso también el inmigrante que ha trabajado duro para salir adelante, por el bien de su familia y de su comunidad más amplia? Sin duda Beto González refleja este último caso. Para gente como él, la única esperanza a largo plazo es una reforma compasiva de las leyes de inmigración estadounidenses. La reunificación de las familias, la legalización y la apertura de vías hacia la ciudadanía para contribuyentes responsables, así como el refuerzo de las fronteras, podrían formar parte de una nueva combinación. La lucha contra el terrorismo no debería sumir a millones de familias ya de por sí desfavorecidas en un estado de terror.

Leon Fink, antiguo catedrático de historia en UNC-Chapel Hill y actualmente en la Universidad de Illinois en Chicago, es autor de The Maya of Morganton: Work and Community in the Nuevo New South. Las contribuciones para financiar la defensa legal y el apoyo a la familia González pueden dirigirse a: St. Charles Borromeo Catholic Church, 728 W. Union St., Morganton, NC 28655. Traducción: Susana Galilea

Beto González trabajando en Case Farms Chicken Factory, 1996. Foto: cortesía de Beto González

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Walt Disney la manufactura de la fantasía

y

Jochy Herrera …make money is our only objective. Michael Eisner, CEO

Walter Elias Disney, catalogado de Esopo moderno por sus herederos, nace en Chicago en 1901 de familia irlandesa-canadiense-alemana. Considerado por muchos el padre de la animación cinematográfica, ganador de 40 Óscares y más de 900 títulos honoríficos, inició su carrera marchándose a Hollywood a los 23 años de edad. Previamente participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancia de la Cruz Roja, luego de ser rechazado por el servicio militar dada su minoría de edad. Los siguientes 40 años serán testigos del desarrollo de una de las más poderosas empresas de entretenimiento: The Disney Company y subsidiarias, con ganancias netas de 27 mil millones de dólares en 2003. Walt Disney, quizá más que ningún otro icono, representó el American Way of Life ante generaciones testigos de los tumultuosos eventos del siglo XX. Orígenes Las contribuciones de Walt Disney a la cinematografía son indudables: combinó caricaturas con acción en vivo, incorporó el Technicolor a la animación en 1932 y más que nada, fue pionero en el uso masivo de dibujantes en una sofisticada división de trabajo durante la producción de cartones animados. Sin embargo, detrás de la creatividad e imaginación del mundo Disney yace un complejo historial sociopolítico que

ha sido merecedor de un sinnúmero de textos, videos y ensayos: desde el legendario Para leer al Pato Donald, de Ariel Dorfman (1971) hasta From Disney to Woodstock: How Disney created the counterculture, de Douglas Brode (2004). Los biógrafos de este personaje coinciden al sugerir que desde temprano sus prácticas corporativas dejaban mucho que desear: en 1941, la Asociación de Actores y Empleados Cinematográficos de Hollywood protagonizó una huelga en reclamo de mejores beneficios. Walt Disney recurrió a truhanes rompehuelgas creando un sindicato paralelo y cancelando masivamente a empleados mientras guardias privados los intimidaban. Resentido ante las victorias laborales, justificó su conducta en una supuesta trama comunista que se proponía penetrar la industria. Ello le motivó a ser un entusiasta colaborador ante el Comité de Actividades Antiamericanas presidido por el senador Joseph McCarthy y a apoyar la famosa lista negra de Hollywood. Disney fue también informante del FBI y publicó anuncios en periódicos de la época donde acusaba de comunistas a líderes laborales. Todo esto a pesar de su humilde origen y que su padre era un ardiente socialista. Aunque se opuso a la interferencia gubernamental en las compañías privadas, Disney solicitó y dependió de fondos federales. Para 1940, el 94% del trabajo de sus estudios consistía en “asignaciones especiales” relacionadas con documentales y películas propagandísticas sobre las fuerzas armadas durante la II Guerra Mundial. Ciencia, postguerra y Corporate America Justo antes del lanzamiento de Blanca Nieves y los Siete Enanitos en 1938, Walt Disney firmó acuerdos autorizando a compañías de juguetes, ropas, comidas y libros a promocionar y vender productos basados en sus clásicos personajes. Esta técnica de mercadotecnia conocida como Synergy trajo grandes ingresos a la empresa, diversificando su mercado hasta el punto que en el presente, The Disney Company mantiene contratos globales similares con mega-corporaciones como McDonald’s que generan ingresos de $25 a $45 millones por película. El acceso a los niños y jóvenes le brindó a Disney un potencial de mercadeo sin precedentes en el renaciente capitalismo de la época. Ello fue aprovechado por grandes empresas que, en concubinato, participaron en la construcción de los legendarios parques de entretenimiento Disneyland y Disneyworld: Monsanto diseñó La casa del futuro, General Electric El carrusel del progreso, donde una ama de casa electrónica trabajaba en una cocina futurista; General Dynamics, productor de reactores nucleares, financió el juego del Submarino Atómico y Richfield Oil Co. diseñó Autopia, autovía del futuro donde los pequeños conducirían los autos que comprarían en su adultez. Durante los años de la Guerra Fría, Disney Studios mantuvo una cercana relación con el gobierno norteamericano a través de documentales diseñados con el fin de popularizar e idealizar avances tecnológicos como la carrera atómico-armamentista y la exploración espacial: Our Friend

The Atom y Man in Space bastan como ejemplo. En ambos proyectos trabajaron Wernher von Braun y Heinz Haber. El primero se había desempeñado como asesor de las fuerzas armadas norteamericanas y previamente, durante la Segunda Guerra Mundial, del ejército alemán. Von Braun fue miembro del Partido Nazi y General de la SS. Sus cohetes fueron construídos en la factoría DoraNordhausen lugar donde murieron más de 20 mil prisioneros. Diez años después de la liberación de Dora-Nord, von Braun instruía a los animadores de Disney en el diseño del proyecto Rocket to the Moon. Heinz Haber, por otra parte, fue un protegido del Dr. Hubertus Strughold, director del Luftwaffe Institute for Aviation Medicine en Alemania y subsecuente asesor de aviación en la armada estadounidense tras la derrota Nazi. Prisioneros del campo de concentración Dacha, cerca de Munich eran utilizados en el mencionado instituto con el propósito de conocer los efectos de la altura en los pilotos alemanes. (Detalles sobre este tópico aparecen ampliamente documentados en Fast Food Nation de Eric Schlosser, Perennial 2001.) ¿Por qué Disney? Janet Wasko, profesora de Comunicaciones y Periodismo en la Universidad de Oregón y autora de Understanding Disney (Polity Press, UK 2001), afirma que criticar dicha empresa es un desafío dada la creencia popular de que sus productos, 31


a diferencia de otras corporaciones, son inocentes y placenteros; que no pueden ser dañinos si provocan felicidad y fantasía. Su texto analiza el universo de Disney a partir de la noción de manufactura de la fantasía: producción y consumo desde una perspectiva económica e ideológica. Un universo fabricante de sueños y objetos en pos de beneficio monetario a expensas de vírgenes mentes infantiles inundadas de estereotipos históricos, generacionales, sexuales, físicos, étnicos y religiosos. Todo a manos de un grupo de “creadores”en uno de los seis más grandes conglomerados de comunicaciones del mundo (The Disney Company opera 72 estaciones de radio, ABC-TV y 10 canales subsidiarios, ESPN, Disney Chanel, Toon Disney y SOAPnet. Es además propietaria de Walt Disney Pictures, Miramax, Touchstone Films, Hollywood Films, Dimension Films, The Fox Family, The History Channel, Mammoth Records y Buena Vista Home Entertainment). Disney Publishing es la impresora de libros infantiles más grande del mundo, además de producir medios “educativos” para el desarrollo infantil a través de The Baby Einstein Company. Los diez parques de diversiones que la corporación opera en Tokio, Hong Kong, París y Estados Unidos, junto a sus 35 resorts, cruceros y hoteles, son responsables del 25% del total de los ingresos anuales de Disney Company). Curiosamente, la cinematografía, propósito inicial de la compañía, apenas genera el 27%. Robert Pettit, Profesor de Sociología en Manchester University, Inglaterra, argumenta que la importancia del mundo Disney radica en su rol de proveedor de historias que construyen la imaginación infantil a partir de mundos irreales y repetitivos. Historias que desplazan la creatividad a favor de una comercialización de personajes dirigida a mentes aún incapaces de resistir o criticar sus planteamientos. Estos comentarios acompañan su crítica al poderoso documental Mickey Mouse Monopoly producido por Chyng Sun y Miguel Picker (www.mediaed.org/videos/mickeymousemonopoly/ studyguide/html). Raza, género y etnicidad en el mundo Disney Estas representaciones en las caricaturas y largometrajes son notables por la poca frecuencia con que se muestran, y en la opinión del profesor Pettit, cuando aparecen, lo hacen para reforzar estereotipos culturales acerca de grupos particulares: los latinos son chihuahuas irresponsables en Lady and The Tramp; los afroamericanos son los cuervos deshonestos de Dumbo, los orangutanes de Jungle Book o los ausentes en Tarzan; en Aladdin los árabes son bárbaros, tan salvajes como los aborígenes de Pocahontas, un filme que generó controversia entre las minorías indígenas. El activista Russell Means (la voz del personaje Powhatan) lo describió como la mejor y más responsable película sobre los indígenas salida de Hollywood. Winona LaDuke, candidata vicepresidencial junto a Ralph Nader, por el contrario, definió Pocahontas como un travesti de la historia indígena norteamericana. Los personajes femeninos en las películas de Disney, ya sea Blanca Nieves, la Ariel en The Little Mermaid o Belle en Beauty and the Beast, todos, normalmente presentan una versión distorsionada de la femineidad: mujeres de cuerpos atractivos y seductores necesitadas de un hombre que las rescate y siempre dispuestas a un sacrificio para complacerle. El Disney postmoderno Deconstructing Disney: Chicano/a Children and Critical race Theory (Aztlan, 2000) es un ensayo de la autoría de Gabriel Gutiérrez donde se define la orientación de la empresa durante la década pasada: su programa ideológico dejó el conservadurismo de los últimos 40 años y abrazó el muticulturalismo liberal de los noventa. Con una agenda que ha coqueteado con el mercado hispanohablante y que incluye personajes de diversidad racial, que usa voces de celebridades como Whoopi Golberg, que produce películas sobre otras etnias como Mulan, que promociona Gay Day en Disney World y anuncia la inclusión de compañeros domésticos en sus planes de seguro médico, parece evidenciarse un intento de abrazar la onda liberal posclintoniana. Sin embargo, tras esta nueva agenda, en opinión de Gutiérrez, está el mensaje de que la diversidad puede existir solamente si está subordinada a los ideales dominantes y que aquellos que son diferentes deben asimilarse a la mayoría.

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A la muerte de

Luisiana Meléndez A pesar de que ninguna de las reglas concebidas para sentirse más lleno de vida es válida, resulta saludable seguir formulándolas.

El pasado 28 de diciembre murió a la edad de 71 años Susan Sontag, mujer rebelde y militante de las más diversas arenas políticas y creativas, dejando atrás un historial de desafíos a convenciones consideradas por muchos como sólo pertinentes a su sexo, generación y quehacer intelectual. Sontag ejerció con afán y rigor diversos roles en su vida personal y profesional, casi siempre desconcertando a todos aquellos que creían haberla descifrado. Inició su carrera como escritora de ficción, renglón con el que mantuvo un vínculo que se prolongó hasta el pasado reciente con la publicación de In America (Farrar, Straus & Giroux, 2000) Esta, su última novela, recibió el National Book Award. En ella se enfoca, a través de ficción histórica, en la vida de la actriz polaca Maryna Zalewska. Pero quizás fueron sus ensayos los que mejor recogieron el diversísimo fluir de su curiosidad e inquietud. Habiendo ejercido una vida en constante búsqueda de renovación y pluralidad, Sontag logró comulgar pasión y rigor académico produciendo vibrantes textos sobre fotografía, política, feminismo, además de obras de teatro y guiones cinematográficos que mas tarde dirigió. Su profundo humanismo la llevó a asumir posiciones muchas veces controversiales sobre la censura, el ejercicio de la sexualidad, la guerra de Vietnam, el conflicto armado en Sarajevo, la ingerencia de los Estados Unidos en Israel y el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre. Con valientes pronunciamientos enraizados en firmes convicciones y experiencias personales, Sontag reflejó su visión de la

labor intelectual: como el producto de intereses y circunstancias individuales que encuentran su mejor vía de expresión en la encarnación de lo colectivo. Tal es el caso de Illness as a Metaphor (Farrar, Straus & Giroux, 1978) un texto que explora la condición de enfermedad como metáfora, escrito a raíz de su lucha personal contra el cáncer. Susan Sontag recibió numerosos premios y reconocimientos tanto en los Estados Unidos como en otros países. Pero quizás lo más auténtico de su legado fue haber encarnado, para mujeres de varias generaciones, clases sociales y etnias, un modelo de posibilidades ilimitadas pletórico de una humanidad simultáneamente magnífica y vulnerable. Las mujeres y hombres del mundo que la hicieron icono, ensombrecen hoy ante la pérdida de quien ejerció una militante adhesión a principios intelectuales y políticos, sin perder nunca su carácter multifacético, valiente y controversial. Con su muerte, Susan Sontag valida el significado de la integridad y la coherencia como fórmula para seguir viviendo en la memoria colectiva de la humanidad.

Luisiana Meléndez es investigadora en el área de Educación Pública, en Chicago.


Hannah Arendt y la necesidad de pensar

om ulloa

Héctor Raúl Solís Gadea Un amigo me ha dicho que la humanidad está llegando a su fin. Su argumento reside —o, al menos, así creí entenderlo— en el hecho de que esta sociedad que tenemos, de imágenes y mediaciones simbólicas, consumismo irrefrenable e individualismo posesivo, cultura light y superficialismo narcisista, está aniquilando todo aquello que define a lo humano en tanto proyecto trascendente de vida civilizada. Los ejemplos de ello abundan y no necesito mencionarlos. Alguien podría decir, sin embargo, que a lo largo de las diferentes épocas de la historia el proyecto de lo humano ha estado en crisis y amenazado por fuerzas que se le oponen. Y no le faltaría razón: en modo alguno, que se sepa, ha sido posible erradicar de la faz del planeta las manifestaciones de la barbarie. Empero, el punto es que en nuestro tiempo los mecanismos para instalar la estupidez en la mente de las personas son más eficaces que nunca y las consecuencias de ello pueden ser verdaderamente catastróficas y dramáticas. Hannah Arendt (1906-1975) hizo de este problema una de sus preocupaciones fundamentales. Judía nacida y radicada en Alemania (antes de refugiarse en Francia y residir definitivamente en los Estados Unidos), Arendt vivió los estragos del nazismo y el arribo de la sociedad totalitaria. Me atrevo a decir que esa circunstancia definió su vocación intelectual y política. Dos son, en mi opinión, los puntos que articulan su quehacer: 1) la necesidad de comprender la realidad histórico-política y sus horrores; y 2) la necesidad de construir una teoría de lo político que combine la necesaria pluralidad humana con la libertad de acción, que conjugue la disposición a construir de forma concertada un mundo público con la capacidad de hacer irrumpir lo nuevo. Fuera de la acción social concertada, más allá de la comunicación entre iguales, no hay construcción posible de un mundo público; en otras palabras, no hay política como tal. La antítesis organizada de esto último es el totalitarismo: la disolución de los lazos que unen a los seres humanos, la atomización individual, el extravío entre la masa. Pero quizás valga la pena centrarnos en su preocupación por comprender la realidad, en la medida en que pensar y razonar constituyen requisitos para discernir y actuar en lo público de manera moralmente responsable. Cuando Arendt asistió como observadora al juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1961, —juzgado por sus crímenes contra el pueblo judío— se sorprendió por su carácter mediocre y común: “ni demoníaco ni monstruoso”. Un hombre como todos: ninguna encarnación del mal absoluto; ningún villano resuelto a hacer irrumpir la maldad en la tierra; tampoco un resentido o envidioso. Más bien, un hombre superficial dedicado a hacer su trabajo y obedecer órdenes sin importarle las consecuencias o las implicaciones morales de aquéllas. La conclusión que ella extrajo es la de que el mal es banal: su cristalización, su traducción en actos monstruosos, no exige tanto hombres crueles como hombres superficiales; no seres estúpidos sino incapaces de pensar. Pensar o no pensar; ésa parece ser la cuestión clave de la que depende, en última instancia, (eso creo yo, valiéndome de Arendt) la preservación de lo humano. No en balde Arendt dedicó su última obra —que dejó inconclusa, por cierto, cuando un infarto la sorprendió en su apartamento de Nueva York mientras departía con unos amigos—, (La Vida del Espíritu), a explorar las implicaciones de pensar.

normas anormales

¿Qué significa pensar? ¿Dónde estamos cuando pensamos? Arendt distingue, siguiendo a Kant, entre razón e intelecto. El intelecto busca la verdad objetiva de las cosas (como la tarea del científico, por ejemplo). En cambio, la razón busca la significación de las cosas. Pensamos para entender cómo funciona objetivamente el mundo, pero también para comprenderlo y captar su significación profunda. Narramos lo acontecido porque es una forma de darle sentido. Cuando pensamos para comprender nos vemos obligados a enfrentarnos al mundo desnudos: sin estereotipos, sin frases hechas y sin las adhesiones a lo convencional. Arendt explora la tradición filosófica para, a su vez, pensar sobre el pensar. No es unívoco, de ningún modo, lo que significa pensar y comprender. Para Hegel, según Arendt, pensar es un intento de reconciliación con el mundo, construcción de un sentido articulado de las cosas. Para Sócrates, en cambio, pensar es asombrarnos continuamente, despertarnos, incomodarnos. Al mismo tiempo, el pensamiento es como un viento fuerte que todo lo cimbra y destruye las creencias. Arendt reconstruye los fragmentos legados por la tradición filosófica y nos muestra que el pensamiento tiene la condición de negarse a sí mismo: desanda su propio camino y descongela lo pensado. Por eso, la vocación real del pensar es oponerse a todo sistema que lo petrifique y lo dé por concluido. De allí que Sócrates no se planteara la construcción de ninguna doctrina y tampoco se propusiera decir la última palabra. No supone que sabe las soluciones, simplemente pretende señalar los problemas. Arendt afirma que cuando pensamos no estamos en ninguna parte. El pensamiento se retira del mundo sensible y visible. Ésa es la razón de que quienes piensan se asemejen a los muertos. El espíritu se abre a una vida interior alejada de las preocupaciones y sensaciones del mundo ordinario: sólo se ocupa de las representaciones de las cosas des-sensorializadas y, a un tiempo, plenas de significación profunda. El pensamiento conecta, mediante metáforas, lo visible y lo invisible. Da orden a lo que perciben los sentidos. También nos permite satisfacer esa profunda necesidad de comprensión. Cuando pensamos estamos en una situación que Arendt llama solitud. En la solitud ocurre un diálogo entre los dos-en-uno que somos todos. El no pensar, el acallar el diálogo interior, es lo que buscan quienes no soportan estar a solas consigo mismos (en solitud, no soledad) porque sus dos-en-uno que son, no son amigos: uno, testigo inevitable de los actos del otro, tiene muchos reclamos que hacerle. ¿Será por eso que la sociedad contemporánea nos provee los medios para no estar en solitud y, en consecuencia, no vernos obligados a pensar? El no pensar al que nos condiciona el orden contemporáneo, entonces, contiene el riesgo de poner fin a lo humano. Por consiguiente, reconstruir y revitalizar el proyecto de lo humano pasa por desarrollar, al máximo, las capacidades de pensar, criticar, examinar, comprender.

Héctor Raúl Solís Gadea es sociólogo mexicano egresado de la New School Social Research de Nueva York. En la actualidad, es Director del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Guadalajara.

y ven acá, si a mí no me da la gana de empezar el cuento por ahí, dime qué, qué vas a hacer tú entonces. porque no hay regulación que diga que el cuento debe empezar por el principio, y tampoco que debe tener un final. hay muchas cosas en la vida que se quedan en veremos, y nada, la vida sigue. así que bueno, sigue husmeando en los canalitos de mi estilográfica buscando el principio del fin, a ver si lo hallas. sigue buscando las normas anormales que me dominan. en ese caso, avisa. manda un telegrama, haz señales de humo en ésta mi dirección porque en la normalidad está el susto, el espanto. entonces aclárame las dudas, los personajes anormales. en realidad, hubo mucha gente que pasó por aquí, por este mundo, que nunca se dejó entender. así que arrímate a mi cuartilla arrugada y suspira entre líneas algún suceso secreto que se convierta en realidad ficticia que logre entretener a los aburridos de mirarse día a día y sentirse desafiados por el arte de no ser, de no crear. a ver, pues, cuánta vida le das al muerto que vive en la tinta, al difunto que respira leve entre teclas empolvadas. a ver, dale y levántalo del suelo, del basurero a donde casi cae por descuido, por desdén. sóplale vaho de ideas, a ver qué hace. en ese murmullo, todo depende del oído en que caiga. si es una oreja peluda y ya vieja, unas bellas mujeres alegres se pueden convertir en putas tristes. si es una oreja parada y alerta, casi militar, se puede convertir en una jauría merodeando calles de ciudad. si es un hidalgo loco, toda una lengua puede sufrir las graves consecuencias. así que entonces qué. niégame que todo es relativo, acondicionado a circunstancias y al montón de palancas y ejes en movimiento que lo deciden todo. por eso me doy el gusto de empezar el cuento sin final, el cuento que no dice nada nuevo. el cuento que enajena y desespera porque va rodando sin comas ni pausas, si para ese detente está la muerte.

om ulloa es autora de selectos lapsos de memoria (una serie de fetos) y prendas de mujer.


ARTE

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Mestizarte te invita a recordar este mes de febrero al grabador, poeta y amigo Carlos Cortez 12 de febrero, 6 P.M.: Peña musical: poesía con recuerdos

prehispánica, Ballet Oseloth Cuhuacoalt 25 de febrero, 6 P.M.: Obra de teatro: Las rejas dirigida por Roma Díaz

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27 de febrero, 6 P.M.: Exhibición de Oscar Abreu en homenaje a Carlos Cortez

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TEATRO

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de Carlos Cortez 19 de febrero, 6 P.M.: Ofrendas para Carlos Cortez: Danza

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Casa de la Cultura

Casa de la Cultura Mestizarte

Pecados de María, La Parka, Aire Mystico La justicia 25 de febrero 9 P.M. 3901W. 26st (773) 522-0041

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