contratiempo chicago, illinois
nĂşmero 34
marzo 2006
La ciudad en el siglo XXI
Poetas bolivianos Entrevista a Mario Benedetti
directiva
dossier
3 Editorial
8 ¿De qué país hablamos? Miguel D. Mena
Frances R. Aparicio, Leon Fink, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Roberta Piedra, Moira Pujols, Josefina Ratto
9 Buenos Aires no se acaba nunca Leda Schiavo
directora ejecutiva
10 Metropolirritmos Susana Galilea
Moira Pujols
director editorial
11 Profecía en el sorteo de las ruinas Carlos Monsiváis
Raúl Dorantes
consejo editorial José Castro Urioste, Raúl Dorantes, Jorge Frisancho, Juan Mora-Torres, Fernando Olszanski, Ana Luz Pérez-Durán, Francisco Piña, Julio Rangel, Febronio Zatarain
jefe de redacción Febronio Zatarain
4 Gentrificación Kari Lydersen 6 Los suburbios: Nuevos puertos de entrada Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
corrección de pruebas Fernando Olszanski
diseño José Díaz, Dawn Joseph, Francisco Piña, Abel Sánchez
latiNidaD
Surgen mercados y servicios financieros en la comunidad latina: Problemas y estrategias
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diseño de portada Dawn Joseph y Abel Sánchez
asistente editorial y administrativo Ana Luz Pérez Durán
distribución José Guzmán
deshoras
14 Gestos María Luisa Rendón
18 Nívea Nieve; Momento de estudio de Fisiología Verónica Lucuy Alandia 19 Adiós a Mrs. Vanessa Verónica Lucuy Alandia
15 Crepúsculo; Hora Jorge Ayala Zelada
arte Pete Rodríguez
mirada cómplice
fotografía
Pete rodríguez Kari Lydersen
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Raúl Dorantes, José Guzmán, Kari Lydersen, Catherine Pedemonti, Antonio Pérez, Josefina Ratto
tiempo extra © contratiempoNFP
24 32,676 inocentes: Haga usted las cuentas Carlos Marín
542 S. Dearborn St. #1060, Chicago, IL 60605 312.427.5450
Para obtener más información sobre las distintas secciones de la revista, publicidad o suscripciones, escríbanos a info@revistacontratiempo.com
26 El caballero de la rosa León Liva Gallardo 27 Dios, entre liberales y conservadores Jorge Majfud
25 ¿Qué le pasó a las gemelas? Mary Louise Pratt Blind Mouth Singing Jay Nazario
acepta textos para su publicación Raúl Dorantes cartas@revistacontratiempo.com Fernando Olszanski deshoras@revistacontratiempo.com José Castro Urioste tiempoextra@revistacontratiempo.com www.revistacontratiempo.com
21 Conversando con un Ciudadano Ilustre: Mario Benedetti Beatriz Alem-Walker 22 Enhorabuena Sergio Pitol Herlinda Ramírez-Barradas 28 Ana Esparza: Historia de valor y generosidad Alejandro Escalona
23 Juan Díes: Expresión creativa de la tradición Moira Pujols
tiempo de sobra 29 se te olvida; impregnado y prendado om ulloa
29 Los que se quedaron en 1492 Verónica Esteban
n el marco de la historia occidental, Roma es la síntesis de lo que se propusieron ciudades como Atenas, Esparta, Alejandría o la lejana Mesopotamia. Todas ellas son fruto de la necesidad de congregarse, esto antes que nada con el fin de subsistir. Y en esa necesidad fueron surgiendo preguntas de carácter ontológico: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? De la diversidad de respuestas, aparecieron los templos, las ágoras, los teatros, etc. Pero para llegar al templo o al ágora era necesario el tiempo libre: tiempo del ocio, tiempo de reflexión. Y para tener tiempo libre era menester desarrollar otro aspecto fundamental de la sociedad: la economía. Así se empezó a dar la división del trabajo y con ello la diversificación de oficios y la aparición del dinero, en pocas palabras, el mercado. Decimos que Roma es la síntesis de este conglomerado dialéctico, ya que sólo con los romanos hubo claridad de que el progreso universal dependía del surgimiento de ciudades. En Roma aparece un Estado bien definido, que se encargaría de la construcción de acueductos, puentes, escuelas y carreteras que comunicaban a todos esos centros que en esencia se parecían a la Roma original. Desde la urbanización de Jerusalén, en el Medio Oriente, hasta la construcción de Mérida, en la Península Ibérica, queda clara la idea de que el bienestar del hombre depende de la propagación de ciudades así como del buen funcionamiento de las mismas. No es casual que al detenerse abruptamente el progreso en el Medioevo europeo diera como resultado el estancamiento de las ciudades. Con el Renacimiento resurge la ciudad. De nuevo se vive una expansión de la división del trabajo, y centros como Venecia, Florencia y Sevilla viven una intensa actividad comercial, cultural y científica. Esta actividad provoca la aparición de exploradores, como Marco Polo, o navegantes, como Vasco de Gama o Cristóbal Colón. En este periodo histórico, la idea del hombre universal no se limitaba al hombre del Mediterráneo; poco a poco fue incluyendo al hombre de Asia, África y América. Durante la Colonia, en el Nuevo Continente, los conquistadores españoles desplegaron una gran energía en la fundación de cientos ciudades: desde Santo Domingo, en el Caribe, hasta Guadalajara, en lo que se conocía como la Nueva Galicia, y desde San Francisco en el norte hasta Santiago de Chile en el sur. Casi todas ellas en su momento de fundación tenían un sello de los conceptos urbanos de Roma; no es casual que en muchas de ellas queden restos de los acueductos y pervivan las plazas públicas. Por su parte, en el siglo XVII, los ingleses y holandeses —distanciados de la polis griega y las civitas latinas— hacen lo suyo al fundar ciudades como Boston y Nueva York. Surgidas a partir del concepto de town, o pueblos granjeros, estas urbes se llegan a convertir en las metrópolis de nuestros días. En el siglo XXI, en el Continente Americano nos enfrentamos a dos tipos de espacios urbanos. En América Latina, hoy por hoy ciudad parece ser sinónimo de aglomeración humana, caos y crimen; la expansión desorbitada de centros como Río de Janeiro, Caracas y la Ciudad de México obedece a la aparición de favelas, asentamientos humanos o cinturones de miseria. La polarización económica es tal que en cualquiera de estas urbes encontramos a millones y millones de habitantes que viven en niveles de pobreza inaceptables a pocos kilómetros de mansiones ocupadas por familias que pertenecen a la élite económica mundial. Por ejemplo, entre los cien hombres más ricos del mundo se encuentran el ban-
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quero brasileño Joseph Safra y el empresario venezolano Gustavo Cisneros; y por si fuera poco, entre los cuatro hombres más ricos del mundo se halla el mexicano Carlos Slim Helú, magnate de la telefonía en Latinoamérica. El otro tipo de espacio urbano de nuestros días es el que vemos en la América anglosajona. Debido a que la historia de Estados Unidos ha estado determinada por el color de piel, las ciudades, a partir de la década de los cincuenta, se volvieron refugio de las minorías raciales. A diferencia de América Latina, los suburbios norteamericanos fueron creados por las clase media alta y por la aristocracia obrera. Fueron resultado de la segregación. Pues la comunidad blanca buscaba crear espacios exclusivos en las afueras de centros industriales, financieros y culturales como Chicago, San Francisco y Detroit. En nuestros días, las ciudades han vuelto a ser un atractivo para la clase media alta estadounidense. Y en la nueva conformación de estas ciudades, el color de piel ya no es tan preponderante. Los de mayor ingreso han ido desplazando a los de menor ingreso, que por cuestiones históricas tienden a ser de origen negro y latino. Proyectos habitacionales para gente pobre, como los Robert Taylor Homes o Cabrini Green, han sido destruidos para convertirse en edificios de condominios en los que se está tratando de impulsar el concepto de “mixed-income housing”, es decir, que junto a las familias blancas de clase media alta vivan familias de minorías de medianos, e incluso bajos ingresos, que reúnan ciertos requisitos. Sólo resta una pregunta: ¿a dónde fueron a parar los miles de personas que vivían en esos zonas habitacionales? En este número de contratiempo, intentamos responder a esta y otras preguntas. También hacemos un recorrido por las grandes urbes de las Américas. Esperamos, lector, que sea de su agrado.
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ancartas y vallas publicitarias que promocionan el proyecto de ley de la Ciudad de la Universidad como “el próximo gran vecindario de Chicago” y “el más reciente barrio ‘antiguo’”. Enormes carteles en la esquina de Roosevelt y Halsted que muestran jóvenes inquilinos de todas las razas disfrutando de la tranquilidad y el lujo de apartamentos y lofts que cuestan una media de $358,000. Este tramo de la Calle Halsted está prosperando y reluciendo con nuevas aceras lisas y filas de tiendas haciendo negocios saludables con todo tipo de cosas, desde teléfonos celulares hasta helado o libros. Pero la rúbrica “el próximo gran vecindario de Chicago” es como echar sal a la herida, teniendo en cuenta lo que tuvo que demolerse para hacer espacio para este nuevo tramo de, sobre todo, cadenas de tiendas. Ya no se podría decir con sólo echar un vistazo que la Calle Maxwell una vez fue el lugar donde nació el blues de Chicago, el rollicking, la calle en la que todo valía en la que por décadas llegaron oleadas de inmigrantes y personas en dificultades para buscarse la vida. El mercado de la Calle Maxwell fue reubicado a su lugar actual a varias cuadras, y aunque se sigue comprando barato cosas varias, los entendidos dicen que apenas es una sombra de su pasado glorioso. A finales del siglo XX la Calle Maxwell luchó amargamente por su supervivencia. A pesar de que las demoledoras y unos fuegos misteriosos derrumbaron edificios históricos de la Calle Maxwell y cuadras adyacentes en la Halsted, músicos como Jimmie Lee Robinson y Johnnie Mae Dunson celebraban conciertos de blues para animar el espíritu y salvar la zona histórica. Miembros del partido verde de Chicago que eran dueños de un edificio en el extremo este de la Calle Maxwell, lo retuvieron todo lo que fue posible, viviendo entre montones de periódicos, madera reciclada y un exuberante jardín comunitario prácticamente en la sombra de la Sears Tower. También aguantaron todo lo que pudieron una sastrería enfrente de Greens, una tienda de discos en la Halsted y un puñado de vendedores vendiendo herramientas en los baúles de sus carros, a pesar de que se estaba urbanizando a su alrededor. Pero ya todo eso ha desaparecido. Se han salvado algunas fachadas históricas pero ya no está la creativa comunidad sin tapujos que solía rodearlas. La Calle Maxwell se puede ver como el ejemplo más claro de la gentrificación de Chicago. Fue quizás el barrio más indicativo del pasado de Chicago: las olas de inmigrantes europeos y latinos que vinieron aquí; la Gran Migración de afroamenricanos que llegaron del Sur; fue el lugar donde se mezclaron los legados musicales, culturales y culinarios de estos diferentes grupos. Ahora es el ejemplo perfecto de los “nuevos” vecindarios que se están construyendo en áreas revitalizadas de todo Chicago: limpio, suficientemente atractivo, totalmente adecuado pero también completamente homogéneo y sin ningún sentido de historia o carácter. En toda la ciudad están teniendo lugar urbanizaciones similares, en las que se han demolido viejos edificios y se han dejado solares vacíos durante años, mientras los urbanizadores planeaban el futuro a la espera de un buen momento para construir en ellos. La Calle Maxwell ya está completamente gentrificada, pero un poco más al sur y al oeste en Pilsen la batalla de la gentrificación está en plena actividad. Como el área del Calle Maxwell, Pilsen está cerca del centro y es muy accesible por varias carreteras. Teniendo en cuenta lo bien situado que está, es sorprendente que no se gentrificara hace mucho tiempo. El segmento de la Calle Halsted que atraviesa Pilsen está irreconocible comparado el aspecto que tenía hace 10 años: casi todos los edificios han sido rehabilitados y convertidos en lofts y estudios para artistas, y hay muy pocos latinos. Pero si seguimos unas cuantas cuadras al oeste nos encontramos un Pilsen que sigue siendo un cruce de caminos de varios mundos. La Calle 18 está plagada de pequeñas tiendas que bien podrían haber sido trasladadas desde una calle en México. La mayoría de los carteles están en español, y se oye hablar español e inglés indistintamente en las tibias noches en las que las familias se congregan afuera. Pero la gentrificación está ocurriendo rápidamente debajo de la superficie.
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Los precios de la vivienda se han disparado; algunas familias han visto los impuestos sobre la propiedad inmobiliaria subir más del 200% en la última década y los alquileres han subido sustancialmente. Aunque muchos de los edificios todavía están en condiciones bastantes precarias, sería difícil de comprar una casa unifamiliar o un edificio de dos pisos por menos de $250.000. Muchos residentes están especialmente preocupados por un plan de urbanización de 400 unidades de apartamentos propuesto por el anterior Secretario de la Vivienda y el Desarrollo Urbano de los EEUU, Henry Cisneros, en el lugar de la fábrica de Herramientas e Ingeniería de la Calle 18 y Peoria. Hace varios años, residentes organizados en torno a la Pilsen Alliance y otros grupos consiguieron derrotar un plan de la compañía Concord Homes que pretendía construir varios bloques de esa zona. Pero ahora muchos tienen miedo de que proyecto de Cisneros tendrá una influencia inflacionaria más fuerte en el valor de la propiedad local. Se apartarán ochenta y dos unidades para inquilinos de ingresos moderados y bajos, con las 34 unidades más baratas a un precio cerca de $150.000 por uno o dos dormitorios. Los apartamentos “económicos” están pensados para residentes que ganan entre el 60 y el 70% del ingreso promedio de la ciudad; muchos residentes de Pilsen ganan mucho menos que eso. Las unidades de la nueva urbanización costarán hasta $699.000 a precio mercado. Entre la década de los sesenta y la década de los ochenta Pilsen no era particularmente un lugar fácil para vivir, de acuerdo a los antiguos residentes. La violencia y las drogas estaban desenfrenadas y los servicios de la ciudad eran a veces inexistentes. Los residentes tuvieron que lanzar una campaña activista para obtener la recogida regular de basura. La mayoría de los servicios que ahora existen en el vecindario se consiguieron gracias al activismo de la comunidad: la Preparatoria Benito Juárez, la Biblioteca Rudy Lozano y los pocos parques del barrio. Pero ahora los antiguos residentes cuyas familias crecieron luchando por estas cosas tienen miedo de que serán forzados a mudarse por el aumento del valor de la propiedad. Versiones distintas de esta historia se repiten en toda la ciudad, en el sudeste, el suroeste, el oeste y el norte. Ya han sido desplazados millares de residentes de viviendas de protección oficial, que han sido echados debido a la gentrificación de una forma menos sutil y más violenta que los residentes de Pilsen. A medida que los complejos de edificios de protección oficial de la ciudad han sido derruidos en los últimos ocho años mediante el polémico Plan de Transformación de la ciudad, los residentes han sido obligados a mudarse de las comunidades donde muchos de ellos habían vivido durante generaciones. Los complejos de protección oficial no eran precisamente lugares ideales para vivir, llenos de violencia pandillera, falta de interés y abuso de la policía y estructuras desmoronándose. Pero sin embargo eran sus hogares, con todas las redes sociales que hacían posible una vida digna aun sin recursos económicos. Los complejos de protección oficial se derribaron como parte del plan nacional Hope VI para convertir urbanizaciones públicas problemáticas en vecindarios de ingresos mixtos y reubicar a los residentes a lugares con mejores condiciones. Pero el proceso del reubicación hasta ahora dista de ser exitoso, ya que muchos residentes no han podido encontrar viviendas adecuadas con
La Calle Maxwell cercada por edificación de la University of Illinois en Chicago.
sus vales de la Sección 8 subvencionados por el gobierno. Y los activistas de la vivienda no pueden dejar de advertir cuán conveniente es que los primeros edificios que fueron demolidos estaban en áreas sumamente deseables por su terreno: Cabrini Green en el norte próximo y las Lakefront Properties que estaban frente al lago entre las calles 40 y 42 hasta que ellos fueran destruidas dramáticamente en 1998. Incluso el lugar donde estaban las infames Robert Taylor Homes, que se extendían varias millas a lo largo de la Calle State en el sur, tarde o temprano se convertirán en codiciados bienes raíces, a medida que se gentrifica el vecindario de Bronzeville. Bronzeville una vez fue un glamoroso centro de moda, de entretenimiento y cultura afroamericanos, donde Billie Holiday, Lou Rawls, Langston Hughes y muchos otros del mundo de la literatura, el entretenimiento y el comercio afroamericano trabajaron y actuaron. Cayó en la decadencia urbana durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX. Pero en la última década los precios de bienes raíces de las graystones y las brownstones que se alinean a lo largo de King Drive y las calles circundantes se han disparado y se ha establecido un puñado de tiendas y restaurantes elegantes en una urbanización de la Calle 47 y King Drive, en su mayor parte como la parte del polémico y problemático plan de reurbanización de la concejala Dorothy Tillman. Irónicamente uno de los últimos antiguos clubes auténticos de blues y jazz que había en el área, la conocida Gerri’s Palm Tavern en la Calle 47, fue cerrado como parte del plan de resurgimiento del “Distrito del Blues” del área. Se declaró que Gerri era estructuralmente poco sólido y teóricamente la histórica decoración del club se pondrá en un nuevo club o nuevo museo que honre el ilustre pasado de Gerri como eje interracial de energía intelectual y musical. Pero hasta ahora esto no ha ocurrido, e incluso si pasara como en la Calle Maxwell, una nueva encarnación nunca podrá recrear la historia y el ambiente del original. La mayor parte de los nuevos comerciantes y residentes del distrito Bronzeville son afroamericanos; de hecho muchos de ellos tienen familiares que vivieron en el área en su apogeo y se mudaron cuando se deterioró. Bronzeville
es un ejemplo, como Pilsen, de cómo la gentrificación no es un asunto blanco o negro. Pocas personas quieren que zonas descuidadas y llenas de crimen permanezcan de esa manera. No se puede argumentar en contra de una familia que ha vivido en un lugar por años y que finalmente se beneficia de los nuevos negocios o inversiones que se hacen en el área y ve aumentar un poco sus ventajas. La pregunta es cómo puede la urbanización y la “revitalización” avanzar orgánicamente de forma que beneficie y no desplace a los antiguos residentes o los que han luchado por establecer allí sus raíces. Cuando los grandes constructores tienen tanto más fácil el acceso al capital, los favores políticos y las tendencias de bienes raíces que el dueño de un negocio, propietario de una casa o inquilino, ¿es posible que la construcción tenga lugar en un terreno de igualdad de condiciones? La batalla sería suficientemente dura si se tratara sólo de una de las fuerzas del mercado libre, pero muchos analistas y activistas de política urbana ven un lado mucho más siniestro a la gentrificación. José López, el director del Centro Cultural Puertorriqueño y un antiguo activista anti gentrificación de Humbold Park, ve la gentrificación como parte de una estrategia de “desconcentración espacial” a través de la cuál fuerzas corporativas y gubernamentales desactivan el poder político de comunidades minoritarias privadas del derecho al voto al desarraigar a estas antiguas y bien establecidas comunidades esparciéndolas geográficamente. López y otros defensores de esta filosofía dicen que la tendencia nacional de gentrificar “ciudades interiores” y desplazar a los residentes pobres a los suburbios es una manera estratégica de prevenir la revuelta urbana y el crecimiento de movimientos políticos de oposición.
Kari Lydersen es periodista independiente. Escribe en The Washington Post, The Chicago Reader y otras publicaciones Traducción: Verónica Esteban
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Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
ighwood se ubica a 20 millas al noroeste de Chicago, ya próximo a la frontera con el estado de Wisconsin. Casi al llegar a la desviación a Highwood, el expressway Edens deja de ser autopista para transformarse en una especie de avenida, pues de pronto hay semáforos y los autos y tráileres tienen que bajar la velocidad. En vez de salidas, nos topamos con vibradores y cruceros flanqueados por gasolineras y lotes de autos. Eso nos confunde y damos vuelta hacia el este en la primera oportunidad: estamos en la avenida Park West, que a nuestro parecer es el camino más rápido a Highwood. Este suburbio aparece en el Libro Guinness por tener el récord del mayor número de restaurantes per capita en los Estados Unidos. Tal vez por la abundancia de restaurantes se ha convertido en puerto de entrada para miles de mexicanos que buscan trabajo como cocineros, busboys o incluso meseros. Aunque el punto de referencia es obviamente Chicago, muchos mexicanos ya no llegan a esta ciudad sino a Cicero, Waukeegan, Aurora, Berwin, Desplaines, Highland Park, entre otros. Por un lado, en las últimas dos décadas, en Chicago el precio de las casas y del alquiler ha aumentado considerablemente debido a la política de desplazamiento que la Ciudad de los Vientos —como todos los grandes centros financieros del mundo— está experimentando. Por otra parte, los salarios tienden a ser un poco mejores en los suburbios para los que trabajan en la industria de los servicios y para aquellos que tienen experiencia en la rama de la construcción y de la jardinería. Estos dos aspectos, ya combinados, representan un ahorro para la familia inmigrante o para un inmigrante que viva solo. Highwood colinda con Highland Park, suburbio en el que ha residido un buen número de gente famosa y adinerada, por ejemplo, el ex basquetbolista Michael Jordan y el actor Mr. T. También en Highland Park se ha dado un fenómeno curioso: los niños de origen mexicano, sobre todo de los estados de Guerrero y de Oaxaca, conviven en las aulas de las escuelas públicas con niños de la clase media alta estadounidense. Este mundo académico bicultural ha hecho que los padres de familia anglosajones opten por apoyar los programas bilingües duales, en los que las materias son impartidas en inglés y en español. Es importante señalar que la clase media estadounidense tiende a apoyar los programas bilingües, pues se dan cuenta del beneficio cultural y laboral que representan para sus hijos; en cambio, los padres mexicanos tienden a rechazar los programas, en primer lugar porque creen que sus hijos ya hablan español, y en segundo porque creen que las oportunidades laborales solamente se amplían con el mejoramiento del inglés.
os quedamos de ver con Noé Briseño en el restaurante McDonald’s de Highwood a las diez de la mañana, pero por equivocación caímos en el de Highland Park. Al sentirnos desubicados, le preguntamos a una de las cajeras. Ella nos dijo en español que Highwood estaba a menos de una milla y que no era necesario volver a la autopista: “Sigan derecho junto a la vía del tren”. A esa hora de la mañana había una decena de trabajadores en el restaurante, todos de origen mexicano. Cuando la cajera estaba dándonos las instrucciones, tanto los que limpiaban como los que desde el fondo preparaban desayunos querían contribuir: “De aquí a Highwood solamente hay una luz”; “adelantito de la luz está un Domino’s, y ahí comienza Highwood”.
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Raúl Dorantes
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Jorge Guerrero
Seguimos las instrucciones y después del Domino’s Pizza pasamos los restaurantes Bertucci, Washington Garden, Froggy’s, Buffo’s, Little Italy, Miramar… n 1985, al terminar la secundaria, Noé Briseño entró al Colegio Militar, ubicado al sur de la ciudad de México. La inquietud por ser parte del Ejército y su atracción por las armas se la despertaron dos de sus tíos paternos, que ya tenían grado de capitán. Cuando se graduó de dicho colegio ya con su barra de subteniente, Noé fue enviado al 44 Batallón de Infantería, apostado en el sureño estado de Guerrero. Recuerda que, durante su primera campaña, estuvo tres meses en la sierra detectando sembradíos de marihuana y amapola, y en dos ocasiones los 36 soldados a su cargo tuvieron enfrentamientos con narcotraficantes. “Hubo bajas de ambos lados”, nos dice. En esos enfrentamientos, Noé Briseño no tuvo que ver con dichas bajas. Sin embargo, en septiembre de 1995 retornó a la sierra de Guerrero, y cerca de una ranchería llamada Los Girasoles su sección fue emboscada por un grupo de narcotraficantes. “Todos estábamos entrenados para una circunstancia así. Los que tenían que tirarse al suelo, se tiraron; los que tenían
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que replegarse, se replegaron. Desde mi posición definí dos blancos y les disparé”. En ese enfrentamiento, los narcotraficantes tuvieron seis bajas y el Ejército una. En 1992, Noé vino a Highwood a visitar a su hermano José María y a su tío Sergio, quienes había llegado a este suburbio en 1987. En las tres semanas de su visita conoció a Jorge Guerrero, un joven de Apaseo el Alto, Guanajuato, que trabajaba de cajero en el McDonald’s de Highland Park. En esas tres semanas Noé se quedó en el mismo apartamento que alquilaba Jorge y dos amigos. Ahí nació una amistad. orge Guerrero llegó al suburbio de Highwood en enero de 1987. Nos cuenta que en su tierra natal, mientras estudiaba la secundaria, veía a muchos inmigrantes que retornaban temporalmente manejando buenos carros. Muchos de ellos no habían terminado ni siquiera la escuela secundaria; su padre, Silvestre Guerrero, era profesor de primaria y no se había podido hacer de un carro. A Jorge también le llamaba la atención que sus primos, que habían sido enviados con muchos sacrificios a la universidad, se titulaban y conseguían empleos con malos salarios o de plano no podían
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encontrar nada. Ingresar a la prepa ya no le llamó la atención a Jorge. Lo único que sí lo capturó fue el Otro Lado; consideraba que el emigrar le garantizaría hacer realidad el sueño de comprar un auto: un Trans Am. Por eso, cuando su amigo Juan Núñez fue de visita no dudó dos veces en pegársele. Cruzaron por Tijuana, llegaron a Los Ángeles y de ahí tomaron un avión. El primer empleo de Jorge en el suburbio de Highwood fue de lavaplatos en la pizzería Buffo’s. Ahí trabajó casi todo el año, y luego encontró un puesto en la cocina del McDonald’s de Highland Park. Estuvo cuatro meses preparando cheeseburgers, McMuffins, chicken nuggets, etc. y posteriormente lo pasaron a la caja para atender a la clientela. Ya en este puesto se vio obligado a estudiar inglés. “Compré el curso de Inglés Básico y también fui a tomar clases en el programa nocturno de la Highland Park High School.” Cabe señalar que hasta 1988 Jorge era el único mexicano que estaba en la nómina de ese McDonald’s. “Casi todos eran blancos, y uno que otro negro”. Ya con el paso de los años, este patrón cambió: tanto en los restaurantes de Highwood como de Highland Park, los blancos y los pocos afroamericanos fueron dejando sus puestos, los cuales han sido ocupados por mexicanos. Después de cuatro años de atender a la clientela en el mostrador o tomando órdenes en el servicio de Drive TRB, Jorge Guerrero fue ascendido a gerente de turno. Y al inaugurarse el McDonald’s de Highwood, en 1998, lo nombraron gerente general del nuevo establecimiento. Nos cuenta que entró ganando el salario mínimo —que en 2006 es de $6.50 por hora—. El salario de un gerente va de los $30,000 a los $50,000 al año, dependiendo de la experiencia. En estos ocho años, Jorge ha tenido un excelente desempeño. Tan sólo en 2005 el McDonald’s a su cargo fue considerado el número uno en la región que comprende a los estados de Wisconsin, Indiana e Illinois; además, en marzo será galardonado con bonos, acciones y dinero en efectivo por haber puesto el establecimiento entre los mejores 100 del país. En Estados Unidos, el consorcio McDonald’s tiene 13,735 establecimientos. Jorge, como muchos mexicanos, no dejó de estar en contacto con su pueblo de origen. En uno de esos viajes se encontró con una Amalia Toledo, que había sido su compañera en la escuela primaria. Se casaron en 1993 y ahora tienen dos niñas. Y también como muchos mexicanos, Jorge construyó su casa en su pueblo y no ha dejado de mandar dinero a sus padres mensualmente. “Apaseo depende económicamente en un 80% de lo que enviamos los que estamos acá”. Pero Jorge sabe que su vida ahora, y en el futuro mediato, está más en Highwood que en Guanajuato. Por eso ya compró su casa y se hizo ciudadano estadounidense. Nos dice que solicitó la ciudadanía porque le interesaba votar y conseguir la residencia para su esposa y sus padres. omo ya dijimos, Noé Briseño vino a Highwood de visita en 1992. Luego retornó a México para reintegrarse a sus labores en el Ejército. En 2003 decidió darse de baja con el fin de trabajar como instructor en la Academia de Policía del Distrito Federal. Nos cuenta que en los 18 años que estuvo en el Ejército nunca fue testigo de actos de corrupción, y esto
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quizás porque la venalidad se da más que nada en los altos mandos castrenses. Para Noé, la disciplina que se inculca en el Ejército y la lealtad hacia las instituciones tienen un peso fundamental en el cuerpo moral de los soldados. La visión de Noé se confirma al repasar los recientes cinco años de la historia mexicana: las Fuerzas Armadas —a pesar de que el Partido Revolucionario Institucional perdió la Presidencia, luego de 71 años— han mantenido su lealtad hacia el jefe del Ejecutivo. Sin embargo, estando en la Academia de Policía, Noé se percató de que la corrupción, al menos en el Distrito Federal, va desde el policía de menor rango hasta los comandantes encargados de las Delegaciones. Para él, la causa más palpable de la corrupción es el bajo salario que recibe cada miembro del cuerpo policiaco. Su experiencia en el manejo de armas automáticas y semi automáticas le garantizaba un ingreso como instructor en la Academia o en cualquier puesto policiaco del país. Pero en octubre de 2005, tomó el avión y volvió a Highwood, ya no de visita sino para quedarse a trabajar por un tiempo. Los primeros dos meses trabajó como jornalero en la construcción; le pagaban diez dólares por hora y su semana era de 60 horas. Dejó este trabajo porque el contratista le quedaba a deber cada semana hasta que se acumularon casi dos mil dólares. Nos dice que tuvo que valerse de amenazas para que el contratista le retribuyera lo que le debía. Es común que los contratistas (sobre todo los de origen latino) se aprovechen de la vulnerabilidad de los jornaleros: en primer lugar les ofrecen un salario que está muy por debajo del establecido en el ramo de la construcción y a la hora de la paga le salen al trabajador con cuentas chinas; esto se da porque los convenios son verbales y la paga siempre es en efectivo. Por eso, al presentársele la oportunidad de trabajar de busboy en el Washington Garden, de Highwood, Noé Briseño no dudó en aceptar el puesto. Para Noé, su estancia en los Estados Unidos ha sido solamente para cambiar un poquito de aires. El ser soltero a sus 34 años le ha facilitado dar este salto sin mayores conflictos. No está echando raíces en Highwood, de ahí que piense seguir viviendo en el sótano del departamento que alquilan sus dos hermanos. Pues el inmigrante se arraiga al firmar un contrato de renta, al poner una línea telefónica a su nombre y al hacerse de muebles. Noé tiene pensado regresar al Distrito Federal en el 2007, ya que confía en que Andrés Manuel López Obrador ganará la Presidencia de la República. Cree que ese giro generará un cambio sustancial en la vida política, económica y social de México, y por supuesto en los cuerpos de policía de todo el país. “Me gustaría trabajar con el nuevo gobierno”. Por su parte, Jorge Guerrero tiene posibilidades de que a corto plazo se le ofrezca el puesto de supervisor de región. Y más a fu turo, si se presenta la oportunidad, le gustaría adquirir una franquicia y así administrar su propio McDonald’s.
Raúl Dorantes. Escritor mexicano. Director editorial de contratiempo. Febronio Zatarain. Poeta y periodista mexicano. Ha publicado Faltas a la moral.
Noé Briseño
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Otto Piron
de todos los helados, los helados que querrán ser los Helados Imperiales, los cines que querrán ser el Max, el Diana, el Rialto, el Colonial, y que sólo se quedan colgando de alguna llamada telefónica si es que Eduardo aparece en La Florida o María en Madrid o Tanya en Burdeos o Fidel en Praga o Pedro en Estancia Nueva o Juan Basanta doblando por alguna calle del Vedado. Lo que sobrevive es la constatación de haber sido sustentado por e el murito de Drake's, por el cubalibre del Café Atlánico, por aquella vellonera del barcito en el malecón donde podías darte a Carole King y del Panamericano con el verde lado del bosque de Joan Baez. El país es el rostro de lo que se quiere o no se puede dejar. El país pasa por la pantalla, los titulares, está aquí, en estos poros. El país está en el aire, inyectándonos el néctar del ahogo si es que el maestro Manzanero y la Sonia Silvestre del arañazo y el maestro Johnny Ventura está arrastrando sus pingüinos y oye qué rico mami. El país fue una vez la algarabía, el trabucazo en la Puerta de la Misericordia. Vuelvo a la Puerta de la Misericordia a 162 años del trabucazo y lo que no nos deja es el aroma de la fritura, la bulla del colmado, el pensamiento de que la vida estará en los pasteles de hoja de Pepe Rozón y el Pepe 30 años antes sacando la bola del canasto y el Pepe acabando con los blanquitos de Naco, dribleando como un loco, con la asistencia inmejorable de Manolo Prince y “Nacional”, el mejor tabaco, y la bandera, más arriba, mucho más. El país fue una vez el caminito a la escuela, el liceo o el colegio. Fue el mundo hasta el último bizcocho, el último refresco rojo, los últimos pantaloncitos cortos, la última vez que alguien nos cargó o que cantamos arroz con leche y el sun sun de la carabela Más tarde, el ajetreo de los carros públicos, los afanes del examen, el trabajito, las ocho de la mañana como el sable que caía y te destajaba para las próximas ocho horas y siete vidas, hicieron del país otra cosa, otra casa. El país comenzó a deshacerse, a convertirse en muchísimos otros paisitos cuando nos ajustamos el casco de motoristas y nos metimos en la algarabía de la lucha de clases, el partido, el triunfo, el deber, la superación, el título, el gustico, la movida. Entonces comenzaron los problemas con el cuerpo, los placeres, la imagen, la capacidad de convencer, de ser el mejor samurai, el gran guerrero, y todo aquello que recomiendan los libros de autoayuda, vida sana, equilibrio de las potencias, luna en saturno, y todo aquello
El malecón en Santo Domingo, República Dominicana.
Miguel D. Mena
Cuando a las once el sol parte el centro del honor cuando consignas y metas piden su paredón cuando de oscuro a oscuro conversan con la acción la palabra es de ustedes me callo por pudor (De una vez, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés)
epública Dominicana, país, pueblo, nación, es lo mismo: una geografía, una historia, una comunidad, un ser, la familia, el barrio, lo que conforta y desagrega. Techo, pared o puerta: todo es esencial. A veces es bueno escribir sobre el país sin tener un nombre, sin decir —casi como confesando un crimen— que se está fuera del país. Al que se va se le condena. Al irse, uno se lleva alguna cruz. Lo más visible, sin embargo, es atravesar migración después que ese sello gomígrafo ha estampado el pasaporte y estamos casi con un pie en otra geografía. Lo más invisible, es que siempre nos estamos yendo. Esa es nuestra marca. Siempre nos hemos estado yendo. Irnos, dejarnos, que nos dejen. Nuestra literatura es la confirmación de esa ida. Es “el espejo del recuerdo”, de Héctor Incháustegui Cabral, es el otro puerto de Juan Bosch, el país en el mundo de Mir que se borda y se desborda en Cuba o Guatemala, es el síndrome Ton, a René del Risco gracias, es la sensación de estar llegando tanto porque el crecimiento fue la excusa para no advertir que no todo tiene que crecer, que la ternura está en el zapatero, la esquina, el dulcito del colmado, el grito mañanero del marchante, las noches lagrimeras a fuego de boleros y bachatas, de “mi noche triste” y el maestro Camboy Estévez más desconsolado que un tiburón en una pecera. Nos vamos del barrio, de la familia, de la ciudad. La Isla es una tremenda madeja de tránsitos, mudanzas. Lo que queda es el recuerdo, la ciudad invisible flotando alrededor
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que te puede recomendar mi querida amiga Aurora Arias o el almanaque de Britol o la carta astral o las líneas de tu mano. Crecimos, nos hicimos, nos deshicimos. Ley de Lavoissier, no más, muchacha, tíguere, socio, pana, compadre. El país volvió a ser el estadio, la marcha, los éxitos televisivos, los discursos, las caravanas, el caravaneo, al ajetreo, vale, la cosa esa, la vaina, la misma vaina y joder, que no amanece. Tengo treinta años que salí del Liceo Estados Unidos y tengo treinta años que vuelvo, siempre que puedo, al Liceo Estados Unidos. Por suerte que la profesora Maritza Mejía (no sé si de Rivera) todavía está ahí. Tengo más de 25 años que salí del barrio —o me botaron— de Villa Francisca, y siempre vuelvo al barrio para ver si la palma que estaba en el patio de mi casa todavía sigue. Sí, todavía sigue, pero no sé hasta cuándo. “Nunca has de volver al sitio donde una vez fuiste feliz”, recomienda el maestro Sabina, y sospecho que no será tan nuevo el consejo. El país está aquí, con todos sus sabores, olores, colores. Muchos no pueden definir el país más que hablando de lo que se come, bebe, por donde se pasea, lo que se toca, como si el país sólo fuese esa materia, lo palpable. Tengo un país portátil. Hay más de millón y medio de dominicanos que tienen algo parecido. Creo que hay más de ocho millones en el país dominicano que también tienen algo parecido. ¿Qué país tienen los que viven en el país? ¿No tenemos todos el mismo país? Es curioso que le pregunte, que casi les ruegue a mis amigos que me definan lo que es el país para ellos y que sólo me respondan los que viven en Nueva York. ¿Es que sólo el país existe para los que no están en el país? Aterrizo en las Américas o en Puerto Plata y los del país antes de mí no han visto a muchísimos de los que están en el país. Me lo dijo una vez mi entrañable amigo Eric Raful, que me ve más a mí que a muchísimos que están en la Isla. ¿De qué país hablamos? ¿El del trabajo, las ocho de la mañana, el tapón estresante, el aire que no funciona porque el inversor cogió mucha lucha, la pantalla con problemas justo cuando Pedro Martínez todavía no tiene decisión? Todos tenemos el mismo país aunque el país en sí sea indefinible. Cada quien traza su raya, lo contornea. Es o puede ser la emoción del trópico, la frescura del aire, la inseguridad en la calle. El país lo es todo. Sigamos buscando y encontrando definiciones. Ahí está su salud. La salud está en el nunca llegar, en la definición que no concluye, en la Ithaca de Kavafis, que existe a pesar de todo.
Miguel Mena. Escritor y sociólogo dominicano residente en Alemania desde el 1990. Doctorado en la Universidad Libre de Berlín.
Leda Schiavo
la clase media y baja cada vez come menos y peor y tiene que buscar en sitios recónditos los lugares a los que no llega el turismo. Hay un Buenos Aires obsceno en el nuevo barrio de Puerto Madero y aledaños, donde corren los dólares de los turistas y el dinero de la minoría nativa que pudo prosperar. Hay un Buenos Aires que se refugia en los barrios y en las múltiples ofertas culturales que ofrece la ciudad, muchas de ellas gratuitas. Algunos turistas tenían en su itinerario seguir a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en su reclamo por los desaparecidos. La Asociación acaba de disolver las marchas por considerar que el gobierno actual es su amigo. Los llamados cartoneros, que seleccionan la basura depositada en la calle, están en todas partes en la ciudad. Arrastran carritos con cartones, botellas, y todo tipo de desecho de algún valor. A veces encuentran bolsos robados, como pasó con el mío, y tratan de encontrar al dueño para pedir una recompensa, ya que los ladrones suelen dejar los documentos personales. Los cartoneros forman parte del paisaje ciudadano como resultado del aumento de la pobreza y la desocupación. Hay una organización y quizás una mafia, porque un tren, llamado el Tren Blanco, los lleva a los lugares donde les reciben la basura reciclable. También forman parte del paisaje ciudadano los piqueteros, desocupados que se manifiestan para pedir trabajo o aumento en el salario social, de menos de cien dólares. Algunos van encapuchados y con palos, con lo que logran meter miedo a los burgueses. Cortan los puentes de acceso a la ciudad y algunas calles céntricas, una de las razones por las que el electorado de la capital se volcó a la derecha en las últimas elecciones.
El autor español Vilas-Matas escribió una novela titulada “París no se acaba nunca” como homenaje a esta frase de Hemingway en “París era una fiesta”. Durante mucho tiempo los argentinos creímos en el utópico eje París-Buenos Aires, y como muestra basta leer Rayuela, de Cortázar. Los porteños somos insoportables y hemos vivido como europeos exiliados, creyendo que París estaba ahicito nomás, enfrente, cuando la realidad geográfica es muy otra. Es verdad que parte de la ciudad se diseñó siguiendo el modelo que el barón de Haussman impuso en París, y que, como siempre se nos dijo que la cigueña traía a los bebés desde la ciudad luz, mi generación fue tan afrancesada como lo fueron las generaciones sucesivas a partir, digamos, de la generación de 1880, la que fundó la ciudad moderna. Todo argentino que se preciara iba a París, si podía; la ciudad era la capital del siglo XIX y también de gran parte del siglo XX. Como en todas las especies el deterioro ejerce su dominio, ahora los argentinos con plata van a Miami, que viene a ser la Babilonia de los babiecas. Borges escribió “a mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires / la juzgo tan eterna como el agua y el aire”, pero Borges era mentiroso, porque también escribió Los años que he vivido en Europa son ilusorios Yo he estado siempre (y estaré) en Buenos Aires
(...) no lleva plata el Río de la Plata lleva resaca, tiempo, mufa y odio, y la patria argentina es una mina con mucho corazón y poca plata
Buenos Aires se formó sobre la nada en 1536, no había en la zona ciudad por conquistar y los indios nómades, que no se asustaron ni de los caballos ni de los arcabuces, lograron que los españoles pasaran hambre y decidieran volverse al barco. Pero era necesario frenar el avance de Portugal. Buenos Aires fue fundada por segunda vez en 1580 y creció olvidada de la corona española y favorecida por el contrabando. La ceguera imperial quería que todos los productos llegaran desde el virreinato del Perú y las aduanas secas del interior. Largo viaje el de las mercaderías, desde el Pacífico tenían que atravesar montañas y desiertos, hasta llegar al otro lado del continente. El monopolio comercial impuesto por España por esta vía tan difícil era un disparate, de modo que el contrabando fue una necesidad de supervivencia. Buenos Aires entró en el mundo de la cultura al crearse el Virreinato del Río de la Plata en 1776 y el comercio la engrandeció. Por la ciudad portuaria entraron las ideas de la Ilustración, y en 1810 los criollos buscaron la independencia. La Ciudad creció y se hizo cosmopolita, los inmigrantes europeos contribuyeron a su engrandecimiento. El Buenos Aires del siglo XXI ha sido descubierto por los turistas, quienes encuentran todo terriblemente barato y no pueden creer lo bien que comen y beben. Lamentablemente
Leda Schiavo. Poeta argentina. Autora de Con las debidas licencias.
Josefina Ratto
y sin embargo no quiso que lo enterraran en su ciudad, a la que había cantado con tanto amor, y ha privado a sus compatriotas de irle a poner una flor en el cementerio de la Recoleta, “el lugar de mi ceniza”, donde están enterrados sus antepasados. Yo, que no puedo ser Borges, trato de superarlo por lo menos en esto. La Argentina y el Río de la Plata nacieron de múltiples equivocaciones. Una leyenda hablaba de la Sierra de la Plata, que se suponía estaba remontando el Paraná y de ahí los nombres. Pero ni en el país ni en el río los aventureros pudieron saciar nunca su delirio de metal precioso. Como escribe Graciela Reyes
Buenos Aires es la ciudad del tango, también por supuesto Montevideo, porque compartimos con los hermanos orientales —orientales porque están en la margen oriental del Río de la Plata— la pasión por el tango, el candombe y el mate amargo. Lamentablemente vamos a compartir las papeleras que se están asentando en el río Uruguay, pero este es otro tema. El tango, esa diablura, dice Borges. Hay tango for export y hay tango para todos. Siempre es bueno, los tangueros no se equivocan. Cuando yo era joven solamente los viejos bailaban el tango, hoy es un delirio, las academias prosperan y el tango nos hipnotiza. Y Buenos Aires tiene algo que hipnotiza también. Será la gente, que es expansiva, a veces excesivamente; será nuestra idea de la libertad, que colinda con la anarquía; será la vida nocturna, siempre febril; será la buena carne y el buen vino; será la pasión que florece en las calles, en cada esquina; quién sabe. Todo es posible en Buenos Aires, lo digo deveras, si venís sentirás que estás vivo, che, hasta te pueden robar o maltratar, pero vale la pena. Aquí todo es diferente, a la luna, los cuernos le salen del otro lado y el agua se va en el resumidero haciendo círculos al revés. Esto es el sur del sur, entiéndanlo, y estamos cabeza abajo en el globo terráqueo. Y pensemos que no se va a acabar nunca, aunque si se sigue derritiendo el hielo de la Antártida, tendremos que imitar a Noé. Pero quizás no se acabe nunca. Que no se acabe.
Avenida de Mayo, en Buenos Aires. contratiempo
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Susana Galilea
la otra —desayunando sobre la marcha, como casi todos en esa ciudad—, contemplando la marea humana que subía por las escaleras para dirigirse al trabajo en algún loft ultrachic del barrio de Soho. Una muchedumbre a todas luces infinita iba surgiendo de la estación subterránea, y nadie se apartaba para dejarme pasar. Seguí paralizada unos minutos, sin entender cómo me las había arreglado durante tantos años para resolver este tipo de contrariedades, cuando sentí despertar en mí un reflejo del todo familiar. Sin la más mínima vacilación, embestí contra el gentío que seguía emergiendo de las profundidades... y la marea se abrió a mi paso al impecable unísono. Abrirse paso y hacerse a un lado. Abrirse paso y hacerse a un lado. Abrirse paso y hacerse a un lado. En apenas un año ya había desaprendido la coreografía básica en la que se inspira ese insólito experimento humano que es la ciudad de Nueva York. Esa delirante, desmedida, deslumbrante coreografía que había sido mi entorno cotidiano y mi realidad más palpable durante los últimos veinte años. Hasta que, saciada y exhausta, empecé a sentir el irreprimible anhelo de probar otro compás.
¿Pero dónde está todo el mundo? l principio no los veía. Gente. Apresurándose. Irascibles. Eufóricos. Nada más desembarcar en el aeropuerto de O’Hare —con sus terminales relucientes y los acordes jazzísticos de su hilo musical—, apenas un par de horas después de haber perdido de vista la mugre y el estrépito del gargantuesco aeropuerto de Nueva York, ya podía sentir cómo se desprendían de mí varias capas de crispación. Y cuando por fin me depositaban frente a la casita azul de West Town —mi futuro hogar en mi futuro barrio—, y echaba un vistazo a mis alrededores, mi primera pregunta siempre era la misma: “¿Pero dónde está todo el mundo?”. Habituada como estaba a la dicotomía neoyorquina por excelencia —ese continuo alternar entre abrirse paso y hacerse a un lado—, todavía recuerdo la intensa sensación de vértigo que me asaltaba en mis primeros paseos por los inesperadamente apacibles vecindarios de Chicago. Inmersa en parámetros infinitamente más relajados en cuanto a la densidad humana y arquitectónica, me resultaba difícil calibrar la distancia que me separaba de fachadas y vehículos, y en más de una ocasión llegué a perder del todo el equilibrio sin causa aparente. A mis amistades en mi nueva ciudad, intimidados por el estereotipo de la inhóspita jungla urbana que acababa de dejar atrás, les resultaba chocante que declarara sentirme desprotegida y tensa caminando por calles prácticamente desiertas. Y aunque algún vestigio de lógica neoyorquina me sigue dictando evitar las aceras despobladas o adentrarme por callejones en solitario, con el tiempo llegué a superar en gran medida esa inexplicable sensación de acecho. Tal vez uno se convierte en ciudadano de un lugar cuando desarrolla instintos certeros sobre qué ingredientes constituyen una amenaza y cuáles son del todo normales en el entorno que habita. La prueba la tuve al año de mudarme a Chicago, cuando regresé a Nueva York para recorrer mis antiguos parajes. Todavía puedo verme detenida frente al umbral de la estación de Prince Street, con un café en una mano y un croissant en
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Catherine Pedemonti
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hora ya los veo. Gente. Apresurándose. Irascibles. Eufóricos. Han pasado tres años desde que decidí instalarme en Chicago, casi cinco desde que visité la ciudad por primera vez —y sin querer me dejé cautivar por esa singular alquimia hecha de acero, cielo, agua y tierra. Y por ese lago tramposo que, sin duda alguna, se cree mar. Ya entendí que en este nuevo contexto los puentes son enlaces, y no vías de escape; que los ríos son arterias, y no fronteras ondulantes; que no es necesario amarrar con cadenas las mecedoras instaladas en los soportales, porque nadie se las va a llevar. Nueva York ha pasado a ser una ciudad que me encanta añorar, y que nunca deja de maravillarme cuando hace su aparición en la gran pantalla. Aunque imagino que me resultaría imposible volver a vivir en un lugar donde, ya se circule por los enclaves más privilegiados o por los barrios más desatendidos, no queda más remedio que acostumbrarse a compartir la acera con auténticas cordilleras de basura y escombros —hasta el punto de dejar de verlos. Y es que Nueva York es una ciudad que se precia de vivir con las entrañas al descubierto, una metrópolis demasiado abigarrada para permitirse el lujo de andarse con complejos o con rodeos. En contraste, siempre tuve la impresión de que Chicago era una urbe empeñada en mantener a raya sus excentricidades, mediante una (quiero creer que engañosa) apariencia de inmutabilidad bajo la que guarda celosamente sus secretos y sus deslices. O tal vez lleve más tiempo compenetrarse con el quisquilloso temperamento de esta nueva pareja de baile. Charlando con una amiga sobre la iniciativa “One Book, One Chicago” —mediante la cual cada pocos meses se elige un título que contará con el respaldo del Ayuntamiento y de las Bibliotecas Públicas para
alentar a la ciudadanía a leer y discutir la obra—, le comenté que no imaginaba que algo así pudiera funcionar en una ciudad como Nueva York, porque nunca iban a conseguir que se pusieran todos de acuerdo. Aunque hice el comentario medio en broma, jugando con la fama de díscolos de los lugareños, mi amiga me informó de que efectivamente se había intentado introducir el programa en la Gran Manzana —y la iniciativa se abandonó tras un único intento, ¡porque no hubo manera de lograr un consenso! Al escucharlo no pude evitar una carcajada y una punzada de orgullo ajeno: en ese momento me sentí tan íntimamente neoyorquina, tan profundamente en sintonía con la canallesca médula de esa metrópolis, como cuando me toca sortear uno de esos cruces sin semáforos que abundan en Chicago —y aunque todos los vehículos se hayan detenido para cederme el paso, aun así no me decido a cruzar. Una intersección de cuatro vías sin señalizar, ese instante de exquisita dinámica sujeta al recato y libre albedrío de los conductores... No, no, sería algo impensable en el hervidero de Manhattan. De vez en cuando todavía se me puede encontrar parada en una esquina —fingiendo que estoy esperando a alguien o que se me desató un cordón—, para que los conductores entiendan que deben seguir su camino. En ocasiones así me siento tan obcecadamente desincronizada como la primera vez que me enfrenté a un buzón de correos en los Estados Unidos, recién llegada de la vieja Europa, convencida de que tarde o temprano encontraría la dichosa ranura... todo esto, parece que mi sentido de las distancias no es lo único que se está adaptando a las dimensiones de este nuevo paisaje. En Nueva York, ante el insondable batiburrillo francoespañol que caracteriza mi acento, solían tomarme por una europea de origen germánico. Alemana, la mayoría de las veces. Y de vez en cuando incluso rusa o israelí —aunque no dudo que las curvas semíticas de mi nariz fueran un factor determinante. Recientemente, para mi gran asombro, la muchacha que sirve las bebidas en mi cafetería favorita me preguntó si mi acento al hablar en inglés era puertorriqueño. No le habría hecho caso si no fuera porque la susodicha es hija de caribeños, y cabe asumir que tiene el oído entrenado. Curiosamente, durante mi época de salsera empedernida en los antros latinos de la Costa Este llegué a escuchar que bailaba como una boricua, pero nunca a nadie se le ocurrió confundir mi acento con el de la isla. Un par de años deambulando por las remolonas planicies del Midwest, y hasta mi pronunciación osa marcarse un devaneo más ocioso. Y es que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
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Susana Galilea: Barcelonesa radicada en Chicago. Es traductora independiente y colaboradora habitual de contratiempo.
Kari Lydersen
Carlos Monsiváis
El presente texto fue publicado en el diario El Universal, de México, el domingo 8 de enero de 2006. Lo reproducimos con la autorización del autor. En la ciudad latinoamericana del siglo XXI al vez sea más práctico un epitafio que una profecía, tal vez sea más teórico un exorcismo que un cementerio de proyectos urbanos. ¿Qué vaticinios se sostienen ante esa incógnita desmedida, la ciudad latinoamericana del siglo XXI, con su mezcla de alta tecnología y miseria, de globalización y explosión demográfica pese a todo, de americanización y costumbres todavía monolingües, por así decirlo? Por lo menos, ya no hay incertidumbre respecto de las urbes latinoamericanas de fines del siglo XX. Casi por doquier, el mismo paisaje interminable de las franquicias, de McDonald’s a Blockbuster a Domino’s Pizza; el infinito de las barriadas populares (chabolas, pueblos jóvenes, ranchos, colonias populares, ciudades perdidas, favelas) donde la lucha por la vida es una variable dependiente de los índices de empleo; el despilfarro y la ostentación de los edificios posmodernos que reúnen la magia de lo hecho en serio y la fantasía de huir de la ciudad donde se vive rumbo a la ciudad idéntica en donde se desea vivir; los embotellamientos donde el automovilista y los pasajeros de los autobuses se sumergen en el verdadero ritmo del vértigo urbano, la lentitud... En materia de macrociudades, un método de negociación con la pesadilla es asilarse la repetición. “A la ciudad que fueras haz como si la desconocieras”. ¿Qué es diferente en las novedades de Bogotá, Caracas, Lima, Buenos Aires, Montevideo, ciudad de México, Quito, La Paz, ciudad de Guatemala, San José, San Juan, Asunción, San Salvador, Tegucigalpa, Managua? La Habana sí es distinta, entre otras cosas por la monstruosidad del bloqueo, pero las demás capitales tienden a ser iguales por lo menos en la zona del consumo preferencial.
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¿De dónde voy a sacar tiempo para hallar un espacio? or sobre todas las cosas, las megalópolis latinoamericanas del siglo XXI proclaman la victoria del espacio sobre el tiempo. Tiempo habrá siempre, espacio ya no. Mientras las urbes se extienden hasta alcanzar la ciudad más próxima y la siguiente, los habitantes se confinan en departamentos y casas pequeñas; los millonarios y los multimillonarios comparten el espacio amplísimo de las fortalezas que fueron residencias con sus medidas de seguridad y sus guardaespaldas y su filosofía última: la soledad perfecta de un triunfador exige en el cuarto de al lado a 20 personas convenientemente armadas. En las ciudades latinoamericanas del siglo XX se viajó de la convivencia familiar al autismo televisivo, del sol implacable de los llanos al recuerdo vago de los cielos azules y las regiones transparentes, de la familia tribal a la familia nuclear, de la numerosa descendencia a la parejita de niño y niña o al hijo único, de la intolerancia a la tolerancia iniciada como resignación, del patio de vecindad como ágora al encuentro apresurado en el condominio, del culto a la honra a la estrategia del adulterio como remodelación del matrimonio, del aprecio de lo moderno a lo tradicional que ya es lo decorativo, de la gana de provocar la envidia al miedo de incitar la codicia de los extraños. Al hablar de espacio me refiero casi naturalmente al espacio físico y no al espacio social, asunto muy diverso. En el espacio social contienden varias tendencias: la transformación de lo público en lo privado, la pérdida del Centro de la ciudad y la rehabilitación tecnológica del Centro, la geografía de la exclusión y la geografía de la inclusión pese a todo, la globalización y la exaltación del localismo, la creación cuidadosa de la utópolis de los muy ricos (“no nos va a pasar nada
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Caracas desde los márgenes.
mientras no salgamos solos”) y la densidad de exópolis, ese don migratorio que localiza vastas extensiones de terrenos vacíos y al cabo de 20 años los exhibe como ciudades medianas o grandes. (A la exópolis también podría definirla un hecho cada vez más frecuente: las ciudades se fugan de casi todas sus tradiciones entrañables.) En el espacio social las personas se enfrentan al sistema de aceptaciones y rechazos que forma su idea de ciudadanía. “Si hasta aquí puedo entrar, hasta aquí valgo”. “Tengo un vecino tan parecido a mí que si no intercambiamos esposas es porque él es viudo” i un fenómeno marca en América Latina las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI es la aparición del sentimiento urbano —tumultuoso, desenfadado, impúdico (según las normas tradicionales), extrovertido— que, digamos, los talk shows divulgan. Al oír las venturas y desventuras de sus participantes, uno se instala de inmediato en el mundo intercambiable donde los vecinos van y vienen y si se quedan es por su culpa. En este ámbito el nomadismo es la búsqueda domiciliaria del arraigo, y lo temible no es el qué dirán sino el porqué no dicen algo. Todo congestionado y a punto del estallido de cuerpos: el vagón de Metro, el autobús, el tráfico, el departamento que incorpora a la familia del hermano recién llegado del pueblo, el empleo informal. De estas ciudades del deterioro se desprende el ánimo que divulga lo antes silenciado y oculto, lo que provoca la alarma del temperamento conservador. Entre abusos de los conductores de los programas, ahítos de morbo, los talk shows delatan la tendencia incontenible de la ciudad que es un bosquejo de la arquitectura de aluvión: vivimos a tal punto dentro de la multitud que si se confiesa la intimidad en voz alta se enriquece la identidad colectiva. Este fin-de-la-intimidad es el nuevo sentimiento urbano y es el sentimentalismo
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que generan las ciudades latinoamericanas. ¿Quién quiere guardar secretos si ya sabe que a nadie le importan? He aquí lo fundamental: si la vida privada ya no interesa, los secretos no financieros o delincuenciales, e incluso ellos en ocasiones, sólo cobran sentido cuando se proclaman en el ágora de ágoras, el estudio televisivo. Y los reality shows, cuya cumbre es Big Brother, ponen a prueba lo ya inocultable: la convivencia en las grandes urbes es el equivalente de la prisión que se soporta en espera de las cámaras de televisión. El close up televisivo es la biografía del alma. ¿O alguien cree todavía en las personalidades en blanco y negro? En este debut del milenio se evidencian numerosos cambios, así por ejemplo, la internet es el Baron Haussman, el constructor de las grandes avenidas de la era electrónica, el creador de los inesperados bulevares del conocimiento, la comunicación y el ligue. Los rasgos de lo cotidiano en los estados-nación, la familia como el caparazón, las instituciones como fraguas síquicas, la vida social como la gloria de la intimidad, los “tacones cercanos” que han cimentado la noción de lo urbano, se ven reemplazados por las computadoras, el DVD, el IPod, las tarjetas de crédito, los faxes, el e-mail, el bipper, el celular, que es la muerte del soliloquio, el horizonte digital en suma. Se borran las geografías precisas y al Centro antiguo de las ciudades, el lugar sin límites de la literatura y el cine, cada vez asisten menos los jóvenes en horario diurno. Si éstos y los adolescentes suelen sentirse que viven dentro de un videoclip de MTV, los adultos buscan reagruparse en un comercial televisivo. El sentido de la realidad cambia de manos y lo fragmentario es la experiencia básica de la unidad ciudad.
Carlos Monsiváis. Escritor mexicano, autor de Entrada libre y Aires de familia.
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D. Garth Taylor, Mari Gallagher, Francisco Menchaca, Robin Newberger l potencial económico del mercado latino ofrece una gran fuente de negocios nuevos para las instituciones financieras. Los latinos son el mercado de consumidores que está creciendo con más rapidez en los Estados Unidos, con un poder de consumo de aproximadamente 700 mil millones de dólares y se espera que llegue al billón de dólares para el año 2010. Este mercado potencial se relaciona con la comunidad que no ha sido “bancarizada” porque es la que menos servicios bancarios utiliza en este país. Muchas instituciones financieras están buscando la manera de comenzar una relación bancaria con esta comunidad para que eventualmente puedan ofrecerles una mayor cantidad de servicios financieros. Las políticas del gobierno estadounidense también están fomentando actividades dirigidas al mercado latino. Algunas de las preguntas que surgen relacionadas con el tema son las siguientes: ¿qué servicios financieros necesita la comunidad latina?, ¿la primera generación de latinos (aquellos nacidos en otro país) representa un mercado diferente a la de la segunda y tercera generación de latinos?, ¿en qué momento los latinos se familiarizan con un mayor número de servicios bancarios, como las tarjetas de créditos, depósitos electrónicos, préstamos hipotecarios, bonos, acciones o es algo que se da hasta la segunda o subsiguientes generaciones?
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La generación y el uso de servicios financieros a comunidad latina generalmente se familiariza con los servicios financieros que ofrecen los bancos durante la primera generación. Por ejemplo, de los inmigrantes latinos que han estado en los Estados Unidos por un “periodo breve de tiempo”, 37% posee una casa; 3% además cuenta con otro tipo de propiedades; 60% tiene algún tipo de vehículo; y 23% posee dos o más vehículos. De este porcentaje de latinos que poseen casa, 37%, se encuentra por debajo en el reporte del Censo que señala que 50% de todos los latinos posee casa y a la vez se encuentra por debajo del porcentaje del promedio estadounidense nacido en la región de Chicago: 67%. De esta manera, ese 37% que posee una casa y el 60% que cuentan con al menos un vehículo, demuestran que para los inmigrantes latinos acumular activos es un acto que ya se ha establecido. Esto quiere decir que esta comunidad está lista para recibir otro tipo de servicios de las instituciones financieras. El gran brinco para poseer una casa y varios vehículos por hogar reside en la primera generación. Entre aquellos de esta generación de latinos que han estado en los Estados Unidos por 12 o más años, el porcentaje de los que poseen una casa es de 60% —aproximadamente el mismo para la segunda u otras generaciones de latinos; 37% dice tener dos o más vehículos— casi se acerca al porcentaje de latinos de la segunda generación que tiene igual número de vehículos: 45%. Al pagar este tipo de activos, la primera generación se familiariza con estos y otros servicios financieros. La única excepción es la apropiación de bienes raíces, ya que el brinco para obtener este tipo de activos se da entre la primera y segunda generación.
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Sobrepasar las barreras para tener acceso a los servicios financieros ara poder entablar relaciones financieras con la comunidad latina, las instituciones necesitan productos, procedimientos y estrategias para sobrepasar las barreras que tiene el mercado latino.
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Algunos estudios que se han hecho sobre la comunidad inmigrante, señalan que entre la primera generación de inmigrantes latinos, el estatus migratorio está fuertemente relacionado con el tipo y número de relaciones con las instituciones financieras. Entre la primera generación de latinos que ya se han hecho ciudadanos representan el doble de aquellos que no lo han hecho al usar o tener una cuenta de cheques, hacer pagos electrónicos y tener tarjetas de crédito o débito. La clave para tener acceso a los servicios financieros reside en la posibilidad de documentar uno su identidad, ingreso y crédito de tal manera que sea aceptable de acuerdo a las reglas y procedimientos del sistema bancario estadounidense. La licencia de manejar de este país es uno de los documentos principales que pueden obtener los latinos de la primera generación para que tenga acceso a los servicios financieros. Para trasponer algunas de las barreras que tienen los latinos para tener acceso a los servicios financieros —particularmente entre los de la primera generación que llegaron más recientemente—, las instituciones financieras están explorando nuevos procedimientos para documentar la identidad y el ingreso, y nuevos productos que son de alto interés para este grupo y otros servicios para incrementar el conocimiento y el uso de estos productos. Nuevos procedimientos: Matrícula consular y números ITIn ara ayudar a familiarizarse con las reglas y expandir los servicios a los latinos que no tengan una licencia de manejar estadounidense o un número de seguro social, los reguladores de bancos estadounidenses y agencias que supervisan los procedimientos cada vez están permitiendo el uso de documentos “no tradicionales” como la “matrícula consular” que expide el gobierno mexicano a sus ciudadanos que viven en el extranjero o el número ITIN (Individual Tax Identification Numbers) que expide el Servico de Rentas Internas (IRS) a la gente que no es elegible para obtener un número del seguro social (quizá por el estatus migratorio), pero que
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tiene que reportar su ingreso al INS. Nuevos Productos financieros a industria banquera ha tendido enfocar en el servicio “cuenta de cheques gratuita” como una estrategia para desarrollar relaciones con la comunidad latina que no ha sido bancarizada. Este tipo de cuentas no ha sido lo suficientemente llamativa para que atraiga a los clientes potenciales que no recurren a los servicios que ofrecen las instituciones financieras. Estas personas, generalmente reportan que encuentran pocos problemas para cambiar sus cheques y para pagar sus facturas. Aproximadamente dos tercios cambia sus cheques en las tiendas de abarrotes donde hacen sus compras u otro tipo de tiendas, y los giros de pago son baratos. Además, las cuentas de cheques gratis no podrían resultar tan gratuitas ya que requieren a habilidades matemáticas y de administración financiera. Al abrir una cuenta de este tipo, en algunos casos podría resultar hasta un acto irracional ya que si no se sabe administrar bien la cuenta se podría terminar pago recargos por ciertos servicios.
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Nuevos Servicios: Educación financiera n estudios del mercado de giros en Miami y Los Ángeles encontró que aproximadamente un 75% de los inmigrantes latinos de la primera generación dijeron que carecían del conocimiento necesario sobre las opciones disponibles para mandar giros y que había hecho muy poco para explorar el mercado. Aproximadamente un cuarto de la primera generación de hogares latinos en el área de Chicago reportó la necesidad de consejería financiera.
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El siguiente reporte fue producido por el Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame en asociación con Metro Chicago Information Center (MCIC). Si desea leer el reporte completo o requiere mayor información del Instituto llame al (574) 631-4440 o escriba a latino@nd. edu. También puede visitar Chicago Fact Finder ww.nd.edu/~chifacts. Traducción: Francisco Piña
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Debido tal vez a la mediterraneidad, a la geografía, a las secuencias históricas que han sacudido a Bolivia en los últimos años, no se han dado a conocer muchos referentes literarios de este país en el área de Chicago. Y es una lástima que un país tan rico en tradiciones y en historia, y además con una literatura colonial madura y reflexiva y con una generación emergente de nuevos narradores y poetas, no se encuentre tan seguido en los estantes de las librerías y las bibliotecas. Hoy Bolivia es noticia no por su literatura, sino por una reparación histórica donde por primera vez en la historia del país, gobernará un presidente de origen indígena. Pero en deshoras nos interesa mostrar otra óptica el país, la literaria, la creativa, la que provoca el intelecto y seduce los sentidos. En esta entrega de deshoras, dedicamos nuestras páginas a creadores bolivianos, uno radicados en el área de Dekalb, y los otros con fuertes lazos con esta zona del país. En la entrega narrativa, la autora muestra una fuerza inusual en el relato, apoyada en un certero sarcasmo y en un cinismo a prueba de cualquier escrúpulo. Nos lleva hasta la muerte casi sin remedios y sin escalofríos, absurda y natural a la vez. En poesía en cambio, las obras de hoy nos muestran un patrón nostálgico. Los versos nos llevan a tiempos perdidos en nuestros recuerdos, a la juventud que miraba con ojos desorbitados todo lo nuevo, mezcla de atrevidos y siempre dispuestos a la sorpresa, otros caminan por el estudio de los gestos y trata de descifrar los mensajes escondidos en cada movimiento, en cada palabra que no se dice pero que se grita en silencio interpretativo. Hay otros que describen la sorpresa del encuentro, la llegada del inmigrante a un nuevo yo reflejado en lejanía, en el descubrimiento ineludible de la nieve, como cualquiera que llega de nuestros países a estas tierras del medio oeste y aprende los nuevos elementos con los que tendrá que batallar cotidianamente, y encontrar en ello un paralelo de la propia historia que se vuelca al papel en palabras desbocadas. En fin, la literatura que presentamos en esta edición de deshoras,
enfocada en autores bolivianos, nos trae un poco de la añoranza por la tierra del pasado, el desafío de lo nuevo y lo desconocido, y la fantasía de la creación de un momento rotundo y desopilante. Trae esencia hispana, trae materia de tierra milenaria y lamentos de siglos. Nos brinda a nosotros mismo, inundándonos de palabras que nos regocijan y calman la ansiedad que genera la estimulación y la poesía.
Gesto que endurece los ojos, gestos que forman palabras, en la carrera incontrolable, de llegar a alguna parte. Gestos que llegan sin saber por qué se parte, porqué se parte a solas y porqué en compañía, pero antes de partir su vena se coloca en las manos, y hace gestos de traza cuadrada. Un gesto de abrazo: un tanque donde me ahogo, un gesto de camino estrecho: un camino intransitable. Pasada pluma: El pensamiento, que va al gesto de las bocas, donde el sabor del ron enciende todas. La piel se convierte en espejo, y por largos minutos gesticula sus curvas, sus pendientes recorre, al pico más brillante, y de la estable meseta, a la profundidad más oscura. Un gesto forma la palabra, un mismo gesto gesticulado la roba, gestos que hacen un nido en el cuerpo, y salen sin robar nada: ni lo gesticulado ni la palabra. Gestos gestosos mofadores, cuando quieren delatan, gestos que quedan mal en la piel, que no debieran vivir en el ojo o en la mano. Las manos son dueñas de levantar los gestos, temprano en la mañana al techo, al salir al trabajo: por la puerta. Gestos que recorren y doblan la esquina, gestos que encuentran al grito gestos:
María Luisa R endón
Ges t
sonando un grito Gestos que quieren tocar el grito asir el grito, el gesto o sacarla del grito con otro grito. Pero los gestos actúan sin permiso, cuando el más avezado gesto le encuentra desnudo, construye lo que quiere para apoyarse le dobla, o le corta la oreja. Hay gestos que se apoderan de nosotros que nos arrastra y confunde en otros gestos Gestos creciendo reverso revelan pasiones extrañas gestos de físicas batallas gesticulando incesantemente gestos de persistente acción, sostenidos, aún hablan sin gestos Gestos de dentro y fuera presionando, luchan para cavar y acabar gestos rodeando y aprisionando la original forma. Pero cuando un amor, nace, nos rebalsan los gestos desnudos nos arma, en medio de gestos desiertos, como el silencio: antes de elaborarse el sonido. Y sin dilación Los gestos, entre gestos sin paredes, acaban un camino, interminable de postergación. Crecen en las manos gestos, nacidos del gesto de abrazo y hace escalas invisibles con el gesto de los dedos, y se encuentran nuestros dedos que no recuerdan haber salido ni de nuestros cuerpos ni de nuestros gestos.
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María Luisa Rendón, nació en Asunción, Paraguay el año 1962, durante el exilio político de su padre, pero tiene doble nacionalidad, boliviana-paraguay, creció enteramente en Bolivia. Odontóloga, docente en la Universidad Mayor de San Simón. Tiene publicados los poemarios Huellas y Revelaciones, y el libro Manual lexicográfico para odontología. 14
deshoras
Jorge Ayala Zelada
Crepúsculo árbol gotas de silencio de encanto crepuscular encuentro
Piruetas en la pira del tiempo orden en los libros del Quijote, piruetas hace el fuego juego en la noche.
Hora La hora señora llega y se detiene se entretiene conmigo, me acaricia, me besa, me deja, aprovecho el tiempo:
Pete Rodríguez
para encender un cigarro.
Edificio APO
Jorge Ayala Zelada, nació en la ciudad de Sucre el año 1953, pero él no tiene en absoluto el aire conservador, medio enrarecido de la Ciudad Blanca. Abogado, docente en la Universidad Mayor de San Simón. Tiene publicado el libro Naranjo Azul y se encuentra inédito el libro Lágrimas del Bosque. deshoras
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Detalle del edificio APO
Pete Rodríguez: Cronista de la calle 18
En las paredes del corredor que lleva al estudio de Pete Rodríguez sólo quedan vestigios de cinta adhesiva y pintura descarapelada, luego de haber sido despojadas de las capas y capas de arte, fotografías y memorias coleccionadas en casi 40 años de llevar una vida bohemia en un barrio bohemio. No me importa ya, ya todo ha cambiado, ya no es como era antes , dice Pete, de 47 años, al subir las escaleras que en un tiempo estuvieran decoradas con incontables fotografías de músicos de jazz, bellas mujeres, grabados, estrafalarias obras de artistas locales, y fotos de sus compas en eclécticos marcos. Estas paredes parecían estar vivas, le daban a uno la sensación de penetrar en un limbo eterno y pulsante en donde todas estas hermosas jóvenes, tipos vividores, pintores, poetas y músicos permanecen sonrientes como congelados en una juventud y felicidad eterna. Pete ha vivido en esta esquina la mayor parte de unos 35 años, quitando unos añitos en la universidad y otros en el Marine Corps; él ha sido testigo del ir y venir de diferentes épocas y ha estado en el centro de todas ellas, viviendo la experiencia y capturándolo todo en sus fotografías. Son memorables aquellas fiestas de Pete en la azotea del edificio que parece un castillo, durante las noches de verano donde se disfrutaba del esplendor del paisaje de los edificios de Chicago, donde se asaba carne y se bebía cerveza en un entorno único pintado de plateado. Así
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mirada cómplice
como el improvisado café instalado en la banqueta afuera de su puerta, con una alfombra persa de imitación en el pavimento, unas cuantas sillas, una pintura barata apoyada contra el muro de ladrillo y una buena dotación de ron y coca cola. Él conoce a todo el que pasa por ahí, y no sólo sabe la historia de sus vidas sino que también te la cuenta. Como la de las señoras ya no tan jóvenes que él ha visto crecer desde niñas. Te cuenta lo bellas que eran todas ellas la mayoría todavía le parecen hermosas. Las prostitutas. Los artistas. Los policías. Él ha fotografiado prácticamente a todos en alguna ocasión. Ha capturado la delicada inocencia de la activista adolescente de piel luminosa, la sensualidad escondida de una ama de casa insegura, o la paz interior en los tibios ojos cafés de cierto famoso artista del grabado. La mayoría de los que pasan por ahí le brindan una sonrisa o unas cuantas palabras. Aunque Pete es muy reservado sobre sus propios logros artísticos y no se considera a sí mismo un artista , su prolífico portafolio de fotografías constituye una crónica del movimiento creativo, político y de contra-cultura de este país y del mundo, que incluye desde músicos de Nueva Orleans y bohemios en París hasta el cementerio Graceland en Chicago. Durante cinco años Pete vivió en el apartamento del sótano del edificio del Jumping Bean, aquello parecía una cueva que compartía con sus dos gatos, y también ahí tenía un tapiz de múltiples capas de
Kari Lydersen
recuerdos y fotografías. Hace 18 años se mudó al tercer piso. Este lugar, con su altísimo techo inclinado de paneles de vidrio, ha sido desde entonces su estudio y lugar de reuniones. Es un honor para los artistas y fotógrafos locales exhibir su obra en esas paredes, mezcladas con las fotografías del propio Pete. Jimi Hendrix en el estéreo, whiskey o tequila en la mesita de centro y un desfile de personajes que no cesa de entrar y salir. Pete creció en el barrio, él y sus cuates jugaban a la tráis y a la pelota en los patios todos llenos de diente de león y en los callejones de la calle 18. Él te los señala al pasar. Pete iba a la iglesia de San Pío, y todavía mantiene contacto con el padre. Asistió a la escuela secundaria De La Salle, unas millas al sureste de Pilsen, donde también asistió el ahora alcalde Daley. Los hermanos (que administraban la escuela católica) eran muy estrictos , afirma Pete. Te obligaban a ponerte corbata todos los días, y te mandaban a la detención por usar zapatos que rayaran el piso. Eran unos disciplinadores. Él formó parte de los Cullerton Boys, un grupo de muchachos que se reunían para jugar fútbol y básquetbol. Si algún culero se metía con nosotros, lo golpeábamos nosotros hacíamos deporte y estábamos más fuertes . De adolescente trabajó de botones en un muy exclusivo club atlético del centro, donde Daley y otros políticos lo saludaban de mano. También fue empleado de la compañía de gas. En esa época la gente llegaba a la oficina con los niños y la abuelita temblando de frío y llorando a suplicar que les reconectaran el gas. Ahora solamente se llama a un número de teléfono . Pilsen en la década de los 70 y los 80 era un caldero de actividad política y de cambio. Por primera vez en la historia de Chicago los representantes latinos estaban adquiriendo poder, suceso a raíz de una coalición multirracial progresiva de la que formaba parte el entonces alcalde Harold Washington. En esa época, Pete era uno de los miembros principales de InkWorks, una imprenta colectiva que producía literatura para dirigentes políticos como Washington, el ahora representante congresional Luis Gutiérrez y el legendario candidato a concejal y activista social Rudy Lozano, quien fuera asesinado en 1983. En una ocasión, Washington y otros políticos independientes asistieron a la inolvidable exhibición
DIEZ Y OCHO Galería , llevada a cabo en las instalaciones de InkWorks, y a partir de entonces, el sitio se convirtió en un lugar importante para la exhibición de las obras de artistas locales. Pete afirma que la notoria actividad artística que tiene lugar en Pilsen en la actualidad y que incluye la muy de moda escena de East Pilsen y al Centro Museo de Bellas Artes Mexicanas han sido de cierta manera producto del movimiento artístico que surgió alrededor de InkWorks. Además de promover el trabajo de artistas, InkWorks se convirtió en foco en un movimiento sumamente creativo, progresivo e internacionalista. Se organizaban actividades de beneficio en contra del apartheid en Sudáfrica, de apoyo a los sandinistas en Nicaragua, y para la unidad racial y el cambio político en Chicago, entre otras cosas. Con frecuencia iban a tocar famosos músicos de jazz y de música latinoamericana. Era una de esas raras ocasiones en que la fiesta constante se combinaba a la perfección con el trabajo duro y el activismo político. InkWorks ya no existe, también se ha esfumado mucho de ese espíritu de lucha y de esperanza que caracterizaba al Pilsen de esos días. Pete es un personaje que continúa manteniendo viva la historia oral de esa época, y al mismo tiempo trata de transmitir a los jóvenes y a los recién llegados ese espíritu. Pero todo cambia, y Pete lamenta el aburguesamiento que se está dando lugar en Pilsen. Todo es por dinero. Ve lo que está sucediendo con los condominios, toda la gente adinerada mudándose a Pilsen, se les ve por las mañanas paseando a sus perros. En la basura ya te encuentras cajitas de tofu. Le gente con dinero siempre encuentra el modo de meterse. Para qué luchar contra eso, está pasando por todo el país . Él ha visto a muchos de sus parientes y amigos dejar la vida artística y asentarse para llevar una vida más estable. Pero eso no le cuadra a Pete. Yo siempre he sido un bohemio. Con mi GI bill me hubiera podido comprar una casa, podría estar trabajando como loco, besándole las nalgas a alguien a quien no soporto. Pero no hubiera podido hacer todo lo que he hecho. Mi riqueza está en mis experiencias. Uno escoge morirse con un millón de dólares o con un millón de recuerdos. No se le puede poner precio a la amistad, a una sonrisa genuina, o a la buena música. Eso es intangible . Pilsen desde el edificio APO mirada cómplice
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Verónica Lucuy Alandia
Nívea Nieve A Enero y Febrero
No te amaría menos sin ése terco mutismo tuyo, tu resplandor agresivo, o ésa sutileza que martillante cae sin apuro. Pero reconozco, nívea, en tu silencio, lo que peligrosa callas: Así tan blanca, sé lo que tu corazón oscuro oculta.
Un viejo poema, que me trae nostalgia por mis años de estudiante de Odontología en la Universidad Mayor de San Simón. Que años, la vida era tan otra, el país mío tan otro, yo misma tan otra
Momento de estudio de Fisiología Cansancio, entonces tedio, Y entonces, entumecimiento total. De las páginas de mi libro los axones y dendritas se resbalan En mi se desajustan fluidos y humores cerebrales De aurículas y aortas alucino sincopes desacompasados Sin calorías, Caigo Al Sueño suave halago que baja tintineante por mi espalda . Flojera, sancionaría mi abuela Pero Guyton indulgente diría astenia. Desde las sabanas Tú me dirías Ven. Y el cansancio se revelaría Diluyendo al sueño Empujando a cada músculo A toda hormona A saltar y abrirse Para amarte, Mansa Felizmente Amarte.
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deshoras
Verónica Lucuy Alandia
Una tarde caliente, espantosamente calurosa de nubes cobrizas y moscas pegajosas, mi cabeza infecta fue emboscada por una maraña de desvaríos, éstos me persiguieron largas horas hasta atraparme. Seguramente debo asumir demencia, demencia y perversión. Asumir con calma una demencia franca y meditada resulta saludable para la mente y el espíritu. Es posible compartirla, la demencia tiene un lenguaje puro, lozano, retorcido, capaz de comunicarse telepáticamente con otras mentes afines, recibe respuestas cómplices como una risilla ladina y oscura o una mirada indescifrable. Gracias a éste gentil medio telepático llegó, bordeando el atardecer en su bicicleta azul, Leka, yo esperaba en la puerta de calle envuelta en una sombra. Frenó delante, me miró fijo y preguntó lo que sucedía, manteniendo la mirada sonreí como si saborease un beso secreto o un chocolate suizo: con inocencia y deleite. Qué sucede, preguntó con un aviso de incomodidad y desprotección en la voz. Hubo un largo segundo de silencio. Tengo un imperioso deseo de matar, le dije lentamente, acariciando cada palabra con la lengua, los labios y los dientes. La palabra matar daba suaves vueltas en mi boca. Leka sonrió como un duende nocturno, guardó la bicicleta en el garaje y caminamos por la entrada de árboles en silencio, pasamos el portón y continuamos por el gran
Pete Rodríguez
Adiós a Mrs. Vanessa
Esquina de las calles Bishop y Dieciocho, en Pilsen
jardín de Mrs. Vanesa hasta el fondo, nos sentamos en dos sillas con la espalda hacia la puerta de entrada de su vieja y magnífica casona. La penumbra adornaba bellamente el jardín estático, como una fotografía antigua. Yo inicié el diálogo, en un susurro conté a Leka los planes que había urdido en enfermizo silencio para matarla rápida y limpiamente, que resulte doloroso para ella no me importaba, me placía, me embriagué imaginando su grotesca y esquelética forma convulsionada de dolor y espanto a mis pies, imaginando sus manos arrugadas extendidas y tiesas en al alfombra, paralizadas en el intento de buscar una salida o ayuda, imaginando la mueca de sus labios seniles deformada en un arco negro por un grito que no llegó a salir. Reuní 16 caprichosas formas de asesinarla con buen gusto, elegancia y extrema malicia. Para el demente todo resulta fácil y elemental. El jardín estaba impregnado del aroma enmohecido peculiarmente agrio de la muerte, de ésa que asesina por la espalda, a la que poco a poco yo había ido llamando con mis planes de perversa agonía, se sentía en la piel su trémula danza, respirábamos frío, temblábamos suavemente mientras hablábamos, las Erinias se relamían a nuestro alrededor esperando inútilmente una victima sangrante. Leka me escuchaba y sonreía con complicidad, vivimos ése espacio como un regalo de la noche, sintiéndonos súcubos, sintiéndonos sombras.
Si Mrs. Vanesa hubiese sabido, apenas sospechado, que deseaba matarla, tan dulce y espontáneamente como una niña desea una galleta, que acechaba hambrienta en la puerta de su cubil, se hubiese acercado en silencio absoluto, por detrás, como una víbora o una metástasis y nos hubiera liquidado violentamente. Hubiese aparecido despeinada, sus largas canas brillarían con la pálida luz de la luna creciente, sin dientes, con la mandíbula prominente y abultada hacia delante, los labios sueltos y flácidos gesticulando como las viejas en un incesante abre y cierra tembloroso, sus redondos ojos brillando como colmillos, su huesuda mano agarrando un mazo duro que caería sobre nosotros como en un matadero, ella sí tendría la facilidad de despedazarnos y desaparecernos sin el menor sentimiento por la basura, el baño o los animalejos que abundan en su jardín interminable. En ella resplandece la vileza, es la perfecta bruja inválida y lastimera, de mirada sucia, hábil tejedora de redes, hábil predadora. Ella es capaz de intimidar a la muerte misma, la astuta, la nociva hierba mala: Mrs. Vanesa. Si hubiese existido apenas una minúscula fibra de ternura o calidez en tu ser yo misma habría corrido a salvarte de mis manos asesinas, ¡oh! Mrs. Vanesa, los hechos deben seguir su inevitable curso, no hay tregua alguna. El eco sordo de una carcajada histérica se esparció lentamente por el jardín como una niebla y nos congeló la voz, el contorno oscuro que nos envolvía se detuvo: Apareció entre los árboles en sepulcral silencio armada de una guadaña dorada una hermosa figura, nos miró por un fugaz segundo con el borde del ojo, sin voltear, y sonrió complaciente. Sabíamos lo que se avecinaba, sólo quedaba retirarnos con satisfacción infinita; que fácil había sido, de alguna misteriosa forma habíamos conseguido su anhelada presencia, la vimos avanzar lenta y flotante por el jardín hasta la puerta de la casa en busca de un cuerpo, el elegido, el maldito, el cuerpo de Mrs. Vanesa. Que triunfo delicioso, que victoria más encantadora. Debía ser un acto íntimo y optamos por retirarnos. Caminamos hacia mi casa al otro extremo, felices y en calma. Leka se marchó casi en silencio y yo me acosté limpiamente satisfecha.
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Barbería Central desde el edificio APO
Me despertaron en la mañana los gritos estridentes y patéticamente teatrales de Mrs. Vanesa, la vi por la ventana, corría hacia la casa con su camisón floreado de seda fina. El desconcierto y la ira me hirieron, mi repulsión y odio por ella crecieron excedidamente. Lloraba y gesticulaba groseramente, había encontrado a la pobre Renata muerta en el baño, se había caído y golpeado fatalmente la cabeza en el extremo afilado de la tina. Vanesa no tuvo reparos en cambiar su vida por la vida intachable de la fiel y dulce Renata. ¿Cuál había sido el precio? Un trueque indignante, injusto, inaceptable. Definitivamente fue un error respetar la intimidad de la muerte, no imaginar que quizá era una infeliz principiante y que fácilmente podía ser negociable o engañada por la sagaz astucia de Mrs. Vanesa. La bruja horrible debió reírse entre dientes mientras fingía su llanto dolido. Un error particularmente doloroso que tuve que enmendar y compensar con
la implacable venganza de mis manos sobre la soga que rodeó su cuello aborrecible un par de noches después. Nadie cuestionó su muerte, era perfectamente comprensible que la hermética y arcana mujer se quitase la vida, sin su Renata, inseparable compañera y esclava, la pobre Mrs. Vanesa no se acostumbraría a vivir. Murió hermosamente Mrs. Vanessa, murió oscilando al ritmo de las olas lejanas, pataleando torpemente en el vacío, con su mirada perpleja y estúpida clavada en mi frente, sujeta por una soga vieja y un nudo perfecto, como los nudos marinos que el Capitán le había enseñado a hacer en sus largos viajes y yo secretamente aprendí en sus libros. La encontró el jardinero, casi ocho horas después. Entró en la casa pálido y asustado a darnos la noticia, seguramente pensando que la muerte de una mujer como ésa era de mal agüero
Verónica Lucuy Alandia nació físicamente en la ciudad de Cochabamba el año 1975 y espiritualmente en la ciudad de La Paz, su ciudad amante. Odontóloga, actualmente en proceso de iniciar una maestría. Tiene dos poemarios inéditos, sin títulos definidos. 20
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y a la gente de teatro, de varias generaciones. Somos pocos de la generación del 45, los que todavía vivimos. Fue uno de los choques emocionales serios que tuve cuando volví, y pregunté por mis amigos (la gente de su generación). “¿Y aquel y aquel otro?”… “Murieron”. Y uno se da cuenta que los amigos y los compañeros de antes ya no están.
Beatriz Alem-Walker Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero Mario Benedetti Mario Benedetti comenzó su carrera de escritor en Uruguay a la vez que desarrollaba otras tareas: fue taquígrafo, contable, funcionario público y periodista del respetado Semanario Marcha y del periódico El Diario. En 1971 fue nombrado director del Departamento de Literatura de la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. Ese mismo año fundó junto a otros uruguayos de relieve el Movimiento de Independientes “26 de Marzo”. Hoy en día vive en España la mayor parte del año y pasa el invierno madrileño
en el verano del Uruguay. Benedetti nació en 1920 en el departamento de Tacuarembó, en Uruguay. Su trayectoria en las artes y las letras lo han transformado en un Ciudadano Ilustre del Mundo. Algunas de sus novelas y obras de teatro han sido llevadas al cine en diferentes países, sus versos han sido musicalizados por Viglietti pero también por Nacha Guevara y Joan Manuel Serrat, entre otros. La investigación que yo realizo es sobre el teatro como precursor de la memoria colectiva, lo cual me lleva a preguntarle sobre Pedro y el Capitán. Hábleme sobre Pedro y el Capitán. ¿Cómo surgió la idea para esta obra? Pedro y el Capitán es la única obra de teatro que he escrito con un nivel que acepto. He escrito otras con las que no estoy satisfecho. Esta obra trata de la relación entre torturador y torturado, la escribí mientras vivía en el exilio y se basa en hechos de la realidad. Relatos que me llegaron a través de gente conocida sobre lo que estaba pasando en Uruguay. Aunque el tema es la tortura, la tortura no aparece en escena. La tortura es algo tan terrible que no puede representarse. Un actor tendría que simular tal atropello pero la tortura no fue simulada sino sufrida en carne propia por muchos, en escena se la puede insinuar pero nunca representar. Pedro y el Capitán se presentó en escenarios de varios países y fue llevada al cine en México, y la dirigió un amigo mío, el gran Atahualpa del Choppo. Como escritor que vivió en la época de la dictadura en el Uruguay, ¿qué efecto tuvo la misma en su vida y su obra?
Bueno, yo me tuve que ir rápidamente. Estuve exiliado por doce años, primero fui a la Argentina donde fui amenazado de muerte, y me dieron 48 horas para abandonar el país. Luego me fui a Perú donde me metieron preso. De Perú pasé a Cuba, donde estuve dos años, donde integré la Casa de las Américas y dirigí un Centro de Literatura. Después me fui para España. En España empecé a ser más conocido, y a partir de entonces pude vivir del periodismo. Empecé a colaborar asiduamente en El País, de Madrid. Estuve primero en Mallorca, pero me tuve que ir porque el clima me perjudicaba el asma, y me fui a Madrid donde el clima es más seco. Despues de muchos años de exilio, finalmente pude volver, primero a Buenos Aires y luego a Montevideo. Justamente mi primera aparición en público, fue junto a Viglieti en el teatro 18 de julio, haciendo el recital A Dos Voces, y conmemorando los dos regresos: el de él, y el mío. ¿Cree usted que se deben de preservar los eventos uruguayos de 1973 a 1985 en la memoria colectiva, o uno debe de olvidar y seguir adelante? Se debe de seguir adelante, pero no podemos olvidar. Lo que nos pasó en todos esos años de dictadura no lo debemos olvidar. Algunos de los políticos de derecha dicen que “no hay que tener ojos en la nuca”. Claro, a ellos les conviene que no tengamos ojos en la nuca. Pero nosotros no tenemos que olvidar, entre otras cosas para que no se repita. ¿Considera que el teatro es un buen instrumento para conservar la memoria de un pueblo sobre su propia historia? Bueno, toda la cosa cultural es buena para conservar la memoria, especialmente el teatro. Pero la tarea de conservar la memoria recae en el ciudadano particular, no en los gobiernos, porque los gobiernos a la cultura la tiran por la borda. Cuando volví del exilio, yo había aprendido mucho de los ‘ciudadanos de a pie’ en cada uno de los países donde estuve, pero no de los gobernantes. ¿Qué otro consejo me daría para esta tarea de investigación sobre el teatro como guardián de la memoria colectiva? Primero, que trate de entrevistar a los autores
Allí terminan mis preguntas, y Benedetti procede a contarme sobre la gente de su generación, mientras advierto que varios de los nombres que menciona son otros grandes de la literatura uruguaya, pero para él son simplemente sus amigos, muchos de los cuales ya fallecieron. Idea Vilariño, que vive aún; Emir Rodríguez Monegal, que murió en Estados Unidos; Carlos Maggi, que sigue escribiendo; Sarandí Cabrera, que según él es el mejor crítico que ha tenido el país, ya murió; y Carlos Martínez Moreno, que murió en México. Con Andamios, que publicara en 1997, Bendetti volvió a incursionar en el terreno de la novela. Cuenta con 75 capítulos que son, como el título lo dice, “andamios”, o sea esas construcciones (no permanentes) que se utilizan cuando se construye un edificio o cuando se lo renueva. El mismo proceso por el que ha pasado la democracia uruguaya en la reconstrucción después de sus doce años de dictadura. La obra de Benedetti es una obra comprometida con la realidad de su país. Un realismo que el escritor ha llevado a sus novelas y a parte de su poesía, porque no es fantasía la que crea cuando escribe: A si pudiera elegir mi paisaje eligiría, robaría esta calle, esta calle recién atardecida en la que encarnizadamente revivo y de la que sé con estricta nostalgia el número y el nombre de sus setenta árboles. Antología poética, (2000).
Como uruguaya autoexiliada que vive y respira aires foráneos, mi añoranza se siente comprendida por el autor de estos versos, es como si él supiera sin conocerme demasiado bien, lo que yo he sentido, o como si lo hubiera sentido él mismo. Desde que era una adolescente he leído sus novelas y poesías, sus palabras han tocado la vida de muchas generaciones pasadas y seguramente de las que vendrán. Es un honor ser su conciudadana, pero más que nada es una responsabilidad, la de representar como lo ha hecho Mario Benedetti, a nuestro pequeño paisito de la mejor manera posible en el mundo. Como lo ha dicho él: Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero.
Beatriz Alem-Walker es catedrática en el Departamento de Lenguas Extranjeras en Abilene Christian University.
l e t r a s
Herlinda Ramírez-Barradas
El premio Cervantes acaba de ser concedido al escritor mexicano Sergio Pitol. Nacido en 1933, forma parte de un distinguido grupo que empieza su carrera literaria publicando, en los años cincuenta, en la Revista Mexicana de Literatura. Compañeros de su generación son escritores de la talla de Inés Arredondo, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo y Carlos Monsiváis. Sergio Pitol es conocido por su excelente trabajo como traductor de autores geniales y difíciles como Henry James, Joseph Conrad y Witold Grombrowicz. Viajó desde 1960 por varias ciudades de Europa y Asia, vivió en Roma, en Pekín, en Barcelona y tuvo cargos diplomáticos 22
tiempo extra
en Varsovia, Budapest, París, Moscú y Praga. Después de casi treinta años de recorrido por el mundo, a finales de 1988, regresó definitivamente a México. Declara Pitol en El arte de la fuga: “Durante mi ausencia publiqué varios libros; algunos se tradujeron a otras lenguas, recibí premios, ¡todas esas cosas! Volví al país con el propósito de emplear mi tiempo y mis energías sólo a la escritura”. Efectivamente, radicado desde hace casi diez años en una pequeña ciudad veracruzana, Sergio Pitol ha hecho de su escritura una patria poblada por los personajes de sus libros. Sobre sus primeros cuentos publicados en 1959, el propio escritor relata en su Autobiografía (1967) que”fueron recibidos por la crítica, público y amigos con una indiferencia sepulcral”. Eso, añade, “me produjo una decepción enorme, y durante varios años dejé de escribir”. Afortunadamente, Sergio Pitol no optó por el silencio.
Su vida ha sido un proceso de búsqueda, de experimentación, de lectura constante y de apasionada producción literaria. Sus cuentos, novelas, ensayos, colaboraciones en periódicos y revistas han dejado huellas profundas en el medio cultural mexicano. A la fecha, la importancia de Sergio Pitol como escritor dentro de la literatura mexicana e hispanoamericana es incuestionable: los premios y las múltiples ediciones de su obra traducida a varios idiomas dan prueba rotunda de su calidad artística. Los cuentos de Pitol están contenidos en varios libros: Victorio Ferri cuenta un cuento, Infierno de todos, Los climas, No hay tal lugar, Del encuentro nupcial, Vals de Mefisto y Cementerio de tordos. En 1981, Vals de Mefisto, con el título original de Nocturno de Bujara, ganó el premio Xavier Villaurrutia. En 1982, Cementerio de tordos ganó el Premio Latinoamericano de Narrativa Colima. No obstante la calidad de todos sus cuentos, los cuatro que conforman el Vals de Mephisto: “Mephisto-Waltzer”, “El relato veneciano de Billie Upward”, “Asimetría” y “Nocturno de Bujara” forman un perfecto cuarteto narrativo que coloca a Pitol entre los narradores más sólidos y significativos de la cuentística latinoamericana contemporánea. Además de cultivar el cuento, Sergio Pitol ha escrito varias novelas: El tañido de una flauta, Juegos florales, El desfile del amor, Domar a la divina Garza y La vida conyugal. Las tres últimas forman el llamado Tríptico de carnaval, sus novelas más
celebradas. Con la primera, El desfile del amor, Pitol ganó en 1984 el Premio Herralde de Novela. El texto trata de un historiador que investiga un hecho de sangre ocurrido en la ciudad de México en 1942, pero se encuentra con las versiones discordantes de varios testigos. La verdad del suceso se confunde con la ficción que, irónicamente, resulta ser retrato fiel de una época. Domar a la divina garza, la segunda novela del Tríptico, se sitúa en la casa de una familia que quiere pasar la tarde armando un rompecabezas, cuando recibe la inesperada visita de Dante Estrella. Porque comienza a llover, Estrella se siente con licencia para contar su historia con la que logra, a pesar suyo, entretener a sus anfitriones. En la Vida conyugal, una pareja burguesa, con fuertes ataduras con el PRI, basa su relación en la capacidad de sobrevivir sus intentos de asesinarse. En una entrevista, Pitol dijo que El Tríptico de carnaval lo escribió cuando era embajador en Praga “como una revancha, una explosión contra lo protocolario”. Las novelas de Pitol, aunque tengan a México como telón de fondo, son conocidas por el enmarañado diseño de la trama y por las innovaciones formales que las llevan a ocupar un lugar destacado dentro de la narrativa escrita en español. Los intereses literarios y existenciales de Pitol se ponen de manifiesto en sus ensayos recogidos en varios volúmenes: De Jane Austen a Virginia Woolf, La casa de la tribu, Soñar la realidad y Pasión por la trama. De difícil clasificación son sus últimos libros, El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena: bitácoras de encuentros, sueños, viajes y, desde luego, lecturas. Aparte de las mencionadas, Pitol ha sido merecedor de otras distinciones entre las que se encuentran el Gran Premio de la Asociación de Cultura Europea, el Premio Nacional de Literatura y Lingüística y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Según reporta El Cultural.es, El Premio Cervantes, el más importante en literatura en español, lo ganó Sergio Pitol “por mayoría” cuando el jurado lo escogió de entre escritores tan importantes como el peruano Alfredo Bryce Echenique, el uruguayo Mario Benedetti y el español Juan Marsé. Este año, Sergio Pitol es el tercer premio Cervantes mexicano, después de Octavio Paz (1981) y Carlos Fuentes (1987). El escritor camina por las calles de Xalapa, su lugar de residencia. Los que somos de ahí nos sentimos privilegiados de tenerlo entre nosotros: lo saludamos, lo felicitamos y él nos extiende la mano sonriendo. Nosotros le agradecemos su amable saludo y, sobretodo, le celebramos su pasión por la escritura. Enhorabuena, Sergio Pitol.
Herlinda Ramírez-Barradas, con una especialización en Letras mexicanas, es Profesora Asociada en la Universidad de Purdue Calumet.
m ú s i c a
Moira Pujols Juan Díes ha sido una constante para los que hemos frecuentado las Peñas y los conciertos de verano del Old Town School of Folk Music (OTSFM). Pero después de 13 años como responsable de asuntos comunitarios de esta institución, Díes dejará su puesto para dedicarse de lleno a Sones de México, agrupación que ha dirigido desde sus inicios. Para Díes, en un principio el atractivo del trabajo en OTSFM fue la oportunidad de influir en un cambio de lo que entonces se entendía por música folk; esto con el fin de darle cabida a las diversas etnias de Chicago. Y sí, a partir de 1993 buscó no sólo cambiar la música que presentaba la escuela sino también el perfil de su público. En la medida que las distintas comunidades se sintieron invitadas a cultivar su música y se aceptaron distintas tradiciones musicales en el OTSFM, un público cada vez más diverso comenzó a apoyar los programas y las clases. “En esa época el OTSFM tenía una manera diferente de ver las cosas, que me gustaba: no trataban los asuntos comunitarios como obra de caridad. Yo me reportaba directamente al director de la escuela, y trabajaba con la gente de marketing, las escuelas, los programas educativos, de niños, la tienda de música; todo esto para empezar a realizar cambios en cada nivel de la institución.” Luego, explica Juan, ocurrió en la organización lo que también constituyó una tendencia en muchas organizaciones de Chicago: los programas de inclusión y diversidad étnica se diluyeron muy rápido, antes de que calaran verdaderamente la fibra de las instituciones. “Las fundaciones nos hicieron cambiar antes de que llegaran las cosas a este punto; por ejemplo, el staff no se había diversificado. Me puse a pensar en qué otros cambios podría lograr, y me di cuenta de que las batallas a librar ya se habían dado. Y quizás era el momento para que otra persona llegara a hacer otros cambios, o a adaptarse.” De hecho, últimamente las actividades de Juan Díes han girado más en torno a los proyectos especiales de la escuela. Su última colaboración será un evento, que durará dos semanas, patrocinado por el Smithsonian Institute este verano en Washington, llamado Música Latina en Chicago. En este evento participarán 100 artistas latinos de esta ciudad. Ahí expondrán y hablarán de sus proyectos: música, danza, murales; incluso, se edificarán réplicas de las calles de nuestra ciudad.
Una vez concluido el proyecto, su concentración será Sones de México. Este grupo existe desde 1993. Me cuenta que fue después de grabar el segundo de sus tres discos que empezaron a surgir dificultades al momento de tener que reemplazar a varios músicos. “Fue difícil, porque los músicos que tocan el estilo de música de Sones de México los hemos tenido que entrenar nosotros mismos. No existe esa tradición aquí; es un estilo especializado que la gente reconoce, pero pocos lo han tocado; aquí en Chicago se toca mariachi mayormente. Entonces creo que nos tardamos dos o tres años en estabilizarnos otra vez con un total de seis integrantes: ahora lo integramos Víctor Pichardo, Renato Cerón, Joel Martínez, Lorena Iñiguez, Juan Rivera y yo.” La mayoría de los integrantes de Sones de México, además de tocar con el grupo, se dedica a la educación musical o de danza, y por esto surgió entre ellos la idea de crear una escuela. La escuela sería el enfoque de servicio público de la organización; sería una fuente de trabajo para los integrantes del grupo, y haría hincapié en el género del son de diferentes regiones. “Quizás llegue alguno a partir de que le interesa cantar como Vicente Fernández o Juan Gabriel, y está bien, pero ya sería tangente a nuestra misión. Nuestra misión es el folclor, tanto en la música como en la danza. Hemos hablado incluso de la construcción de instrumentos”. El Proyecto Resurrección, ubicado en el barrio de Pilsen, les ha ofrecido comprar un edificio, acondicionarlo, y fundar la escuela. La idea del proyecto es que la esquina de la Paulina y 18th Place se convierta en un centro
donde se dé una confluencia de lo artístico y comercial en la comunidad. Precisamente por la experiencia de haber tenido que capacitar a sus propios músicos, incluso cuando alguno ingresó al grupo sólo de danzante, es que buscarían formar músicos profesionales en la escuela. “No hay un solo programa de educación musical dirigido específicamente para cerca de un millón de hispanos que viven en el área metropolitana. Hay escuelitas de órgano y demás… Quizás solamente en California o Nueva York”. Sones de México busca ser un recurso para los maestros de escuela, también. “Muchas veces bajan (de Internet) La Bamba de Richie Valens para enseñar danza a los niños, como Dios les da a entender. Entonces, es una gran oportunidad para nosotros.” “A veces lo mexicano se piensa sinónimo de poco sofisticado; no sé si la gente
asocie la música mexicana con algo complejo. Es verdad que se baila la música y se toma tequila, pero hay que reconocer en ella también la técnica y que es un medio que te lleva a respetar el acervo cultural de México”. Juan es de San Luis Potosí, donde se toca el son huasteco. Del sur, Veracruz, es el son jarocho, “que es otra cosa, se puede conocer el mapa cultural de México a través de su música: según donde se toquen las jaranas, las redobas...” Confirma que no se ve tanto la influencia de la música mexicana en otros géneros musicales en Chicago, como, digamos, se da en California. Chicago, a diferencia de otras ciudades, opina Juan, es muy insular. “Las bandas polacas tocan su polka. Aquí no vas a ver tantas representaciones de la Virgen de Guadalupe con chamarra de cuero en una Harley Davidson, por ejemplo. Y yo particularmente pienso que, en el tema de híbridos musicales, hay que dominar primero los estilos tradicionales, y luego ya haces lo que quieras. Me molesta cuando se hacen los híbridos por falta de conocimientos: me gusta la música tradicional. Conocerla bien. Hacerla bien.”
Moira Pujols es directora ejecutiva de contratiempo.
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Carlos Martín Publicamos el siguiente artículo en el momento en que la escalada de violencia en Irak se incrementa, en lo que los medios de comunicación reconocen abiertamente como una guerra civil entre chiítas y sunitas. Días después de los ataques del 11 de septiembre, mi hermana me llamó asustada desde Madrid. Sus comentarios fueron más allá de lo que cualquier neoyorquino pudiera haber pensado en aquellos momentos de tragedia. Me comentó que lo que había que temer realmente era la posible reacción violenta del gobierno estadounidense, pues el gigante se había despertado. Sin pensar, le dije que era imposible que los Estados Unidos pudiese invadir otro país sin una sólida justificación. No podía imaginarme a amigos cercanos apoyando esta ridícula causa por “la libertad y democracia”; creía que los estadounidenses ya habían aprendido la lección con Vietnam. Recordaba cómo Full Metal Jaket y Apocalipsis Now tuvo una gran calada en mi familia, pues veíamos en ambos filmes un alto nivel de autocrítica y humildad y creíamos que eso se había extendido a los estadounidenses. Pero ¿dónde estaba metida esa generación hippie-antibélica cuando las hordas republicanas impulsaron el primer genocidio del siglo XXI? Quizá estos pacifistas nunca existieron y fue otra invención de Hollywood, o acaso la comodidad y el conformismo no dejó pensar en las consecuencias reales de la ocupación. Finalmente, pese a que la gran mayoría de los habitantes del Globo se oponían, la agresión se llevó a cabo. De acuerdo con la organización Bodycount, hasta el pasado 17 de enero habían muerto 32,676 civiles, de los cuales el 40% son niños y mujeres. Del número de heridos mejor ni hablar… ¿De qué forma afecta esto al estadounidense medio? ¿Hay una verdadera reflexión sobre el origen y destino de este horror que la Historia insiste en repetir? Hagamos más cuentas. El presupuesto para gastos de defensa subió un 7%; ahora es de 440 mil millones de dólares, que servirán para exterminar a otros 4000 civiles en Irak. ¿Quién paga por esta sangría? Yo y todos ustedes que contribuyen con sus impuestos de forma religiosa. Es claro que mientras más bajo sea el salario anual que percibamos, menor es nuestra participación en esta matanza; pareciera que la solución 24
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Cam Cardow: Remembranza. The Ottawa Citizen, caglecartoons.com
podría ser que dejáramos de trabajar. Algo imposible. De forma paralela se juzga hoy en Bagdad al más malo de todos, Sadam Hussein, por la muerte de 175 civiles kurdos... Hasta un niño vería que 32676 es mayor que 175. La razón por la cual algunos estadounidenses no notan la diferencia entre ambas cantidades tal vez responda a una severa regresión infantil colectiva; una vuelta a lo que Jean Piaget llamaba fase de pensamiento pre-operacional donde aún no se es capaz de pensar en términos de cantidades y volúmenes. Esta regresión ha hecho del país más desarrollado el país más violento del mundo, externa e internamente, yo diría. ¿Por qué el resto del mundo entendió las matemáticas y los estadounidenses no? Es un misterio; a lo mejor el famoso No child left behind consigue mejorar este problema de aptitud aritmética. Hoy en día se siguen escuchando en la televisión duros debates defendiendo la causa del Ejército estadounidense. Las grandes palabras tremendamente relativas como democracia y libertad son continuamente escupidas por Bush y los demás manipuladores, haciendo a la mente americana reflexionar sobre el verdadero horror. Entonces ¿a quién hay que responsabilizar y por tanto juzgar? ¿A los que ponen las bombas en sitios públicos, a los que han empezado y sostenido la guerra? ¿A los diminutos aliados que la apoyan? La respuesta: hay que responsabilizar a todos los mencionados pero sobre todo a quien ha empezado toda esta pesadilla. El caso es que las consecuencias de quitar a un dictador han generado mucho peores…
Hoy en día tenemos más “yihadistas” enviados desde todos los puntos del mundo a luchar en Irak y que más que nunca están dispuestos a dar su vida por el Cielo y Alá. Pobres diablos, si dudaran de la existencia de Dios, lo pensarían dos veces. A esto hay que sumar el cabreo y frustración generalizados en el mundo, incluido los Estados Unidos. Un periódico europeo resalta: ...esta guerra preventiva hizo saltar en mil pedazos el derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas. Además de gravísimas consecuencias políticas y estratégicas, ha supuesto algo mucho más grave, la pulverización de los valores morales y jurídicos sobre los que se levanta nuestra civilización occidental.
Lo más curioso de esta guerra es que enemigos históricos como Bin Laden y los iraquíes ahora luchan como hermanos contra los “infieles”. Se ha derrochado mucha tinta en la crítica a la Guerra de Irak, invasión ilegal e inmoral, pero me parece justo referirme al carácter genocida de este conflicto al menos para recordar a aquellos que sin quererla ni deberla han dejado de existir. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, muchos nazis fueron juzgados por crímenes contra la humanidad; no sólo fueron juzgados los oficiales que ordenaron o participaron en el asesinato de millones de judíos y no judíos, sino también aquellos que lo apoyaron como abogados cercanos a las huestes Nazis. A fines del siglo XX y lo que va del XXI los tribunales internacionales han juzgado a dictadores genocidas de Latinoamérica -apoyados por los Estados Unidos-, de los Balcanes y de la olvida-
da África. La lógica de esta institución internacional es perseguir a aquellos que matan masivamente a inocentes o también a aquellos que de alguna forma instigan la creación de escenarios como el de Irak, escenario perfecto para la violencia más brutal. La pregunta moral del siglo XXI es cuál es la lectura que los jueces de Nurenberg hacen de la invasión de Irak. ¿Quién es el culpable de esto y de otras atrocidades que no muestra la televisión corporativista? Yo lo tengo muy claro: si los Estados Unidos tuviese el poder minúsculo que tiene Irak, la famosa baraja de naipes de los iraquíes más buscados estaría compuesta por los políticos y militares de alto rango estadounidenses que han participado directa o indirectamente en el asesinato de casi 32,676 civiles. Además, una vez capturados, se les juzgaría como responsables en el tribunal internacional de La Haya. Curiosamente muchos de los culpables justificarían sus acciones siguiendo órdenes de superiores, o que no sabían que habían muerto tantos, exactamente las mismas excusas que los Nazis nos dieron en Nurenberg. Ateniéndome a la libertad de expresión que al menos parece seguir existiendo en este santo país, me atrevo a decir que aquí un claro dictador que debe ser juzgado es el señor George W. Bush, presidente de los Estados Unidos. ¿Por qué los estadounidenses no nos defienden de su propio dictador que ya ha acabado con todas las esperanzas pacifistas? Mientras el horror no les afecte el bolsillo, no habrá una mayoría sólida que trate de parar esta locura. Si alguien de otro planeta tuviese que evaluar lo que ha pasado en los últimos cinco años, pondría a los Estados Unidos como el responsable número uno de las atrocidades que la gente del Medio Oriente han tenido que soportar. Pareciera que en la actualidad no hay manera de aplicar la justicia.
Carlos Martín. Español. Es profesor del Truman College de Chicago.
Nerilicon: Las próximas tropas. Milenio, Mexico, caglecartoons.com
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Mary Louise Pratt En medio de toda la fanfarria que rodeó la planificación del reemplazo del World Trade Center, se escapó algo crucial: eran dos las torres, no una. Eran gemelas. Algo importante se ha dejado de lado en el afán de reemplazarlas con una sola fortaleza gigante y puntiaguda, que en su versión actual se llama Freedom Tower. Nueva York ya tiene monolitos puntiagudos –el Empire State, el edificio Chrysler—. Y los queremos. Pero en este país, las torres gemelas tocaban otras fibras sensibles en nuestra psiquis colectiva. Hombro con hombro, cada una definida por la otra cual norte y sur, su esencia conjunta emanaba una especie de apoyo, no de desafío. La gente las veía como una pareja de torres, no opcional sino obligadamente unidas. Nadie tenía su “torre favorita”. De haberse destruido una sola, se hubiera notado para siempre la falta en la otra. Eran altas, es cierto, comunicaban poder; hasta dominación. Pero no eran todo esbeltez, tenían una conexión horizontal. La torre con la que se propone reemplazar a las gemelas evoca un Estados Unidos conocido: alto, desafiante, fortificado para protegerse del mundo, presto a lanzarse solo siempre que sea necesario. Su libertad consiste en no sufrir de las limitaciones que sufren los demás. EE.UU. ha mostrado esa cara al mundo desde hace ya un tiempo. Pero el duplo que eran las torres gemelas evocaba un EE.UU. distinto, dominante claro está, de dimensiones más allá de lo natural, pero conectadas y en convivencia, conscientes de que es con cooperación que se hacen las cosas, que son las relaciones y los encuentros lo que hacen a la persona. ¿Pero qué tipo de relaciones? El comercio mundial, para empezar, que nadie puede hacer solo. La empresa, donde las alianzas son pan nuestro de cada día. También están los lazos de pareja y la monogamía, la estructura social prevalente en el país. En efecto, las torres (una un poco más alta que la otra) eran una réplica de la pareja clásica del cuadro “American Gothic”, y de las parejas míticas del Oeste pionero: el vaquero y su acompañante, Lewis y Clark, Huck y Jim, Bonny y Clyde, Thelma y Louise. Hacían eco también a la duplicación que es parte esencial de la experiencia del inmigrante, donde el corazón dividido vive aquí y allá, en el idioma de antes y el de ahora, con una vida detrás y otra adelante. Quizás, más que nada, las torres reflejaban nuestro ideal cívico de equidad, imágenes
equivalentes, una al lado de la otra, separadas pero iguales, una persona, un voto. Tú a lo tuyo y yo a lo mío; si yo puedo ser presidente, tú también; tú lucha por tus derechos y yo por los míos. Estamos en lo mismo, pero no somos lo mismo, no somos uno. No será solidaridad, pero sí por lo menos reconocimiento mutuo. En su orientación Norte-Sur, las torres se alineaban como el eje de nuestro hemisferio, donde América significa mucho más que sólo los Estados Unidos. En la mitología maya, los responsables de la creación del mundo fueron dos pares de hermanos gemelos. El primer par no logró derrotar a los Señores del Infierno, quienes lo querían todo para sí mismos. Pero los segundos gemelos, Hunahpu e Ixbalanque, sí lo hicieron, tendiéndole una trampa a los Señores, con el resultado de que pidieron su propia muerte. Eso sí es una historia americana (en el sentido hemisférico de la palabra). Las ciudades mesoamericanas, de las más antiguas del mundo, frecuentemente tenían torres gemelas—un par de pirámides a cada lado de una cancha. Muchas cosas venían en pareja. Al nacer, cada persona tenía un doble animal secreto, su nahual, que servía de ancla espiritual en su vida. Más al sur, entre los pueblos andinos, la vida se organizaba según el equilibrio cósmico entre los opuestos complementarios: el sol y la luna, lo masculino y lo femenino, lo salvaje y lo domesticado. En la América más amplia, muchas cosas vienen en pareja. Las estructuras afiladas que quieren llegar al firmamento han salpicado el mundo desde principios de la era cristiana, estirándose hacia arriba, apuntando las aspiraciones humanas hacia el cielo, y atrayendo la mirada divina hacia la tierra. Esto no era lo que nos pedían las torres gemelas. Sus techos planos se construyeron para que aterrizaran helicópteros, no ángeles. Pero el que fueran dos significaba algo. Los sicólogos nos dicen que los gemelos frecuentemente desarrollan un vínculo en el que son personas diferentes pero influyen continua y profundamente en el otro. Quizás ésa era la posibilidad que representaban las torres para nosotros. Pero fuera lo que fuera, no lo reemplazará una afilada y solitaria torre. Las gemelas eran algo distinto.
Mary Louise Pratt es catedrática en el Departamento de Lenguas y Literaturas en Español y Portugués de la Universidad de Nueva York. Traducción: Moira Pujols
teatro
Peter Fitzsimmons, Marcus Castillo y Laura Crotte en Blind Mouth Singing.
Jay Nazario El Teatro Chopin celebra sus quince años en el 2006 y es imposible no percatarse de la calidad de sus producciones teatrales así como del calibre de los actores que engalanan este pequeño pero acogedor espacio. El teatro y sus producciones no sólo han evolucionado sino que se han añejado elegantemente, cual buen vino que ha de disfrutarse en buena compañía. Esta tarde dominical he asistido a la producción de Blind Mouth Singing, obra escrita por Jorge Ignacio Cortiñas y dirigida magistralmente por Loy Arcenas. El tema central es ecuménico. Vemos una serie de situaciones y personajes que pintan al núcleo familiar con unos matices complejos, íntimos, graciosos y a veces simplemente atemorizantes. Es el caso de Reiderico, un joven que rezuma humildad y personifica a aquel individuo sin ánimos suficientes para concretar sus sueños. Reiderico se arma de valor y esperanza mientras sostiene conversaciones internas y externas con las entrañas de un pozo de agua en el cual se reflejan sus más íntimos pensamientos, sueños, ideas y temores. Marcus Castillo ha sido, sin duda, la opción ideal para personificar a Reiderico. Este joven y talentoso actor, a través de Reiderico, nos brinda un autoanálisis estilo Jekill & Hide de nuestras propias limitaciones e inmenso potencial como individuos, así como el precio a pagar cuando nos entregamos a la resignación. Su madre, una mujer altamente infeliz, con tendencias casi anacoretas y con un doloroso pasado siempre vivo en sus
acciones, se ha resignado a una existencia mediocre y considera la felicidad un sueño iluso y doloroso que debe ser evitado a toda costa. Laura Crotte adopta este papel en cuerpo y alma. El elenco se viste de gala con la participación de Bolivia, un personaje entrañable, adaptado por la talentosa actriz Lisa Tejero, en el papel de la tía. Aquí procedo con cautela, pues el personaje de Bolivia se presta para varias interpretaciones, pero vale decir que este personaje central encierra gran parte del mensaje que propone Blind Mouth Singing y Lisa lo aborda con un sentido del humor y una disciplina ejemplares. Peter Fitzsimmons, en el papel de Gordi, el hermano sabandija de Reiderico y Marvin Eduardo Quijada (Lucero) cuyo papel no puedo divulgar sin revelar algo al lector, se entregan a sus papeles con igual anhíco que sus contrapartes y nos proveen dos personajes memorables. Blind Mouth Singing no presume proponer o resolver…simplemente presentar, y tal vez, hasta cierto punto cuestionar aquellas barreras que todo ser humano debe por lo menos tratar de sobrepasar para poder determinar aquello que deseamos y aquello que en realidad nos da satisfacción. En el proceso, presenciamos con anticipación el desarrollo y desenlace de una hecatombe familiar y emocional…y debo admitir que el final, aunque un tanto previsible, como tantas cosas en la vida…fue mucho, pero mucho mejor de lo que hubiera imaginado.
Jay Nazario. Actor dominicano. Vive en Chicago.
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Dan Rest/Lyric Opera of Chicago
opera
León Leiva Gallardo
Susan Graham (Octavian) and Camilla Tilling (Sophie von Faninal) en la producción Der Rosenkavalier en el Lyric Opera of Chicago.
Dan Rest/Lyric Opera of Chicago
El Lyric Opera de Chicago se viste al estilo imperial, los primeros años de la emperatriz María Teresa, cuando Viena era la capital de la música y quizá la capital del mundo. Las costumbres y estilos de la Viena imperial competían con los de Francia, pero en los salones suntuosos imperiales ya pululaba un ambiente de decadencia que habría de irrumpirse con las nuevas noticias de la rebelión burguesa. Todo esto lo habría de hacer más que obvio Richard Strauss, quien, con la colaboración del poeta y dramaturgo Hugo Von Hoffmansthal, daría un tono burlesque y rococó a su inusitada y
jocosa obra: El caballero de la rosa, de Richard Strauss. Der Rosenkavalier se presenta por primera vez en 1911, después que Strauss ya hubiera producido Salomé y Electra, dos obras maestras basadas en la Historia y la mitología respectivamente. Imaginarse a un Strauss rococó era tan inusitado a comienzos del siglo XX como quizá lo es para nosotros, que estamos acostumbrados a saber de él en términos de sinfonías poéticas propias de lo moderno. La manera más fácil de comprender tal desfase es tener en mente que la ópera de antaño tenía la misma popularidad que el cine tiene en nuestros días, que la ópera era el entretenimiento predilecto de los europeos y que las casas operísticas se
Susan Graham (Octavian) y Anne Schwanewilms (The Marschallin) en la producción Der Rosenkavalier en el Lyric Opera of Chicago. 26
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proyectaban a una audiencia media. Strauss compuso Der Rosenkavalier por medio de fragmentos de ritmos y melodías (de danzas) franceses decadentes y, sorprendentemente, valses anacrónicos, pues se sabe que el waltz no se escucha sino hasta mediados del siglo XIX. Pero a Strauss le importaban más, en esta obra, los efectos decadentes que la exactitud histórica. Para ello tuvo que acudir al poeta Hoffmansthal quien era muy conocedor del teatro clásico francés y quien, sin mucha vacilación, aprovechó retazos de Moliere para crear sus personajes. En esta divertida mofa de costumbres no es demasía entrever al Tartufo o al Misántropo en vestuario a la Fragonard, el pintor rococó, y tampoco lo son los temas de conflictos e intrigas de clase. El resultado total es un espectáculo que bien se puede llamar “teatro burgués”, una “telenovela” de amor en escenario operístico (en el cine de Hollywood, un “romantic comedy”). La mayoría de los aficionados a la ópera estarían de acuerdo con la idea de que ésta es la obra indicada para iniciar a un joven o a una jovencita al mundo operístico. La obra comienza con trucos de identidad, Octavian, de apenas 17 años, representado cabalmente por la mezzosoprano Susan Graham, se viste de criada para procurar la compañía de su amada que lo supera por varios lustros, la elegantísima y noble Marshallin (Anne Schanewilms, soprano); pero luego se vuelve presa del arrogante BaronVon Ochs (Franz Hawlata, bajo), quien busca la ayuda de su prima, la Marshallin, para pedir la mano a una recién ennoblecida, Sophie Fannina (Camilla Tilling, soprano), jovencita que se supone de la misma edad de Octavian. El Barón Von Ochs se aprovecha de la costumbre de emparejar familias, con una rosa de plata, para salirse con sus burlas. Al final, y después de varias confusiones, el Caballero de la Rosa, el mismo Octavian, asignado por la Marshallin, y quien sirve de enviado especial a la casa Fannina, termina enamorado y correspondido por Sophie
Fannina (quien detesta al Von Ochs). Además de ser una trama de simple amor juvenil, el asunto se ocupa de profundizar en el personaje de la Marshallin que sacrifica su amorío con su primo Octavian (¡incesto feliz!) a sabiendas de que ella ya está en la edad de albergar sentimientos de abnegación. El personaje sufre un cambio sustancial en el último acto e inesperadamente la Marshallin hace todo en su poder por ver que Octavian y Sophie se casen, por ende el efecto del Caballero de la Rosa. La rosa de plata, símbolo de la unión de dos seres que se aman, termina entre los menos esperados, dictando así la veracidad del amor y la mendicidad del matrimonio procurado. La nobleza de la Marshallin sobresale, como también trasluce el amor de los jóvenes. Por supuesto, todo final feliz. Richard Strauss, genio de la grand orchestra, superado sólo por Wagner, no tuvo muchos recatos al componer una obra llena de su conocida entrega descriptiva. Desde el preludio hasta el final, la música revela no sólo los cambios de escena y los indicios dramáticos, sino también los reveses de ánimo de los personajes, por decir, bastante volubles. De modo que la obra oscila entre lo cómico y lo dramático. Los duetos entre Octavian y Sophie demuestran el esplendor del lirismo amoroso y el trío de la Marshallin, Sophie y Octavian se roban el show no sólo en esta obra sino en varias del repertorio operístico. Esta es una obra para mujeres, dos sopranos y una mezzosoprano, de entrega emocional y de intensidad de voz. El final es verdaderamente impresionante: lirismo como reino propio de la mujer.
Der Rosenkavalier 4 y 11 de marzo a las 7:30 PM Lyric Opera de Chicago, 20 North Wacker Drive Chicago, IL 60606 León Leiva Gallardo. Escritor hondureño residente en Chicago.
t e o l o g í a
Jorge Majfud
En Estados Unidos es casi unánime la idea de que los conservadores son gente religiosa y compasiva, mientras que los liberales son progresistas, están siempre a favor de los cambios y de la socialización de la compasión. Si en América Latina un liberal es un indigno servidor del imperio americano, en Estados Unidos es un estúpido izquierdista, en ocasiones algo menos que un traidor a la nación bendecida por Dios. Pero éstas no son sólo definiciones populares; los discursos moralizantes siempre van acompañados con algún tipo de práctica que los confirman o los contradicen. Por ejemplo, no pocos compasivos conservadores angloamericanos son aficionados a las armas. Con frecuencia son los mismos que se escandalizan del horrible espectáculo que dan los españoles torturando y matando a un toro por placer, mientras su deporte favorito es salir a matar ciervos, pájaros y todo bicho que se mueva, no por compasión sino como civilizada diversión. Hay excepciones: algunos millonarios salen a matar animales para alimentarse, lo cual es un argumento respetable, propio de un alma compasiva. O es un problema de tamaños o simplemente es la vieja historia: los salvajes son los otros, no nosotros. Los mapas de la Europa medieval nombraban a África con el nombre “Barbaria”; para los antiguos griegos y romanos, en cambio, los bárbaros eran los rubios del norte, de la periferia del imperio, and so on. La última tendencia indica que para ser considerado un buen liberal —si los hay, porque esta calificación ya se usa como insulto— hay que tener al menos valores y principios conservadores. Esta simplificación es producto de la escolarización realizada por los medios de desinformación, especialmente por las radios, donde se opera una paradoja histórica muy común en otros países: los antiguos liberales republicanos son ahora los más radicales (y a veces enfurecidos) conservadores. Como ya vimos, después del término “conservador” el adjetivo asociado por la repetición del discurso social es el de “compasivo”, lo cual indica una eterna sospecha de que un conservador no es un ser compasivo. Algo así como decir “religión tolerante” o “socialista democrático”. Si es socialista debería ser democrático, pero como la historia del siglo XX ha demostrado una tendencia opuesta, se une el adjetivo como una forma de aclaración, de advertencia inconsciente. Lo curioso, lo paradójico, es que si hay un calificativo o una condición difícil de acoplar a la categoría de “conservador” es la de “ecologista”. En resumen, según los más radicales, la compasión conservadora consiste en que
la limosna que reciben los necesitados sea recibida de la propia mano del donante, en ocasiones a través de una iglesia (de paso Dios se entera) pero nunca a través de un sistema abstracto, impersonal como el Estado. Para que esta lógica funcione, claro, no deberían existir los impuestos —no por casualidad en Estados Unidos las donaciones caritativas se descuentan de los impuestos. Es como matar dos pájaros de un tiro, aunque el santo desconfíe. La genial idea económica que domina el pensamiento conservador de los últimos cuarenta años es la siguiente: si las clases altas se enriquecen más de lo que ya son, esta riqueza desbordará hacia las clases bajas. El éxito no hay que castigarlo, por lo tanto cuanto más rica una persona menos impuestos debería pagar. Una vez, un elocuente arengador radial dijo que los negros pobres de Estados Unidos poseían más riquezas que los negros de las clases medias de África, por lo cual cada negro debía de sentirse privilegiado por haber nacido en este suelo y no en la tierra de sus antepasados. Faltaba que cada afroamericano se lo agradeciera también a aquellos que sirvieron de agentes de inmigración para los asuntos africanos en el siglo XIX. Estas observaciones revelan una mentalidad irreversiblemente materialista; ignora que la violencia moral no se mide en dólares sino en relaciones sociales (lo que puede ser una bendición en un contexto, en otro es una humillación). Esta idea, la idea de las clases bajas recibiendo los beneficios que desbordan de las clases altas, aparentemente dista mucho de ser compasiva, propia de una moral religiosa donde todos somos “hijos de Dios”. El principio universalista y democrático de Jesús queda anulado, pero es anulado por otra idea religiosa mucho más antigua: Dios ha querido que haya “grupos elegidos”. No obstante, la idea de que la riqueza cuando se acumula en exceso desborda naturalmente, asume que el ser humano tiene un límite en sus ambiciones. Idea que ha sido refutada históricamente por la práctica, con casos honrosos. Casos honrosos que son repetidamente puestos como ejemplos sin considerar que son ejemplos por significar una excepción a la regla y no la regla en sí misma. Pero el punto que me interesa ahora es el primero. ¿Qué relación lógica, necesaria o, al menos, histórica existe entre ser conservador y ser un espíritu religioso? No vamos a refutar la inocente idea de que para ser religioso hay que ir a la iglesia. Bastaría con que una sola persona se declare profundamente religiosa y anticlerical, religiosa y antidogmática, religiosa e indiferente ante todo tipo de ritual o demostración pública para anular esta condición necesaria. ¿Quién podría negarme el hecho de autodefinirme religioso sin religión? Por un lado, podríamos pensar que está en la tradición religiosa la idea (aunque de origen
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p o l í t i c a
griego) de que “todo pasado fue mejor” y, por lo tanto, cualquier cambio nos corrompe cada vez más. Por el contrario, la “esencia” del progresismo (pilar central de la antigua Modernidad) es, precisamente, que la historia evoluciona para bien: “todo futuro puede ser mejor”. Ahora, el consenso de que para ser una persona profundamente religiosa debe ser al mismo tiempo conservadora se choca de cabezas con la historia. No conozco un solo líder religioso que haya sido conservador, aunque sin duda eso se debe a mi vasta ignorancia. Tal vez mi conocimiento se limita sólo a los más grandes revolucionarios: Moisés, Buda, Jesús, Mahoma, etc. Incluso Martín Lutero. ¿Que no fue el padre de los conservadores sino un revolucionario? No por casualidad su reforma se llamó “protestante”, aunque bastaría con decir que fue una reforma. Un teólogo podrá decir que una parte de su reforma ponía el acento en un regreso a los antiguos testamentos, pero aún en ese punto, “regreso” significó una profunda confrontación a siglos de autoridad de la iglesia a la cual pertenecía el mismo Lutero. Y si bien fue políticamente conservador en algunos momentos de la lucha de los campesinos, no es menos cierto que sus reformas terminaron por liquidar el orden medieval de organización social, además de negarles al Papa y a su Iglesia la autoridad de interpretar los textos sagrados. Su reforma fue un arriesgado acto de desobediencia y una revolución en las estructuras sociales de su época. Aún menos en Jesús podemos descubrir algo que pueda ser calificado de conservador. Por el contrario, abundan los ejemplos de su desinterés por el dogma y las convenciones sociales y religiosas de su época. No me imagino al hijo del carpintero saliendo de caza con un grupo de ostentosos fariseos o recriminándole a la viuda por su miserable moneda. Más que desinterés por el poder y el protocolo: sosegado desprecio. Bastaría con recordar cada uno de sus cuestionamientos a la ley, al orden establecido por su propia religión y por la estructura política del Imperio: no se enfrentó al poder político tirando bombas o promoviendo guerras sino negando su valor en la vida humana, es decir, dejando de reconocer la autoridad, desobedeciendo. La idea de dar al César lo que era del César es un desprecio y no una claudicación. Cuando salvó a la mujer adúltera de una muerte segura que imponía la ley de Moisés, lo hizo anulando esta misma ley; no declarando que la ley debía ser ignorada, quebrantada, sino procediendo con un razonamiento muy simple e implacable: “el que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Si la ley permanecía vigente, ya no podía haber un juez sobre la tierra que la aplicara. Que es lo mismo que su anulación. Claro que si Jesús hubiese hecho la misma pregunta en nuestros orgullosos tiempos más de un
pecador hubiese arrojado no una piedra sino una maravilla de la ciencia. ¿Qué no diría Cristo de aquellos cristianos compasivos que defienden con ardor y serenidad la pena de muerte? No estaría de más recordarle a aquellos puritanos que se golpean el pecho por su alta moral, que no sólo el orgullo es el peor de los pecados, profusamente mencionado en sus libros sagrados (y en los mismos escritos luteranos), sino que el mismo Jesús, cuando fue abandonado y negado por alguno de sus discípulos, fue seguido y llorado en soledad por una prostituta, María Magdalena (aunque los teólogos de batalla han hecho inhumanos esfuerzos por demostrar que Magdalena no era prostituta). Olvidan también que la doctrina calvinista de la riqueza material como signo de ser uno de los elegidos por Dios, se derrumba ante una sola frase de Jesús: “Más fácil será que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos”. Hay que ver a Jesús, el hijo de un pobre carpintero que nunca realizó su sueño americano (o romano) porque tampoco le interesaba, cambiando su burro por un Suburban Utility Vehicle o por los confortables primera clase de los aviones que usa el Papa. O la subversiva costumbre de Jesús de rodearse de pobres y enfermos, gente de una unánime clase baja, viudas y quién sabe qué otros marginados que fueron borrados de la memoria de la humanidad trescientos años después, en el Concilio de Nicea, cuando se eliminaron decenas de evangelios que inmediatamente pasaron a ser declarados “apócrifos”. O su único momento de furia, expulsando a los mercaderes del templo, tan bien representados hoy en día por las obscenas alianzas “morales” entre políticos, firmas financieras, petroleras e iglesias. (*) La expresión “God bless America” (Dios bendiga América) ha sido, en ocasiones, parafraseada y contestada por otros americanos que prefieren decir: “God bless America and every country in the world” (Dios bendiga a todos los países del mundo). Paradójicamente, estos “liberales” han sido acusados de traidores. Paradójicamente estas acusaciones han venido de sectores conservadores, es decir, de aquellos que profesan la religión del Amor universal de Dios. Claro que la condición de liberal o de conservador nada tiene que ver con el valor moral de cada individuo. La mentira y la estupidez no es propiedad de ninguno. Pero hay momentos en la historia en que uno de los bandos acumula todo el poder, la soberbia, la mentira propia y estupidez ajena. La costumbre entre los más poderosos es negar acciones inmorales o tomar total responsabilidad por sus errores. En ambos casos las consecuencias son las mismas: ninguna.
(*) Mateo 21:12: Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; (21:13) y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Jorge Majfud. Escritor uruguayo (1969). Estudió arquitectura. Enseña literatura latinoamericana en la Universidad de Georgia, Estados Unidos.
tiempo extra
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obituario Ana a arriesgar la vida en formas aún más peligrosas para inmigrar en busca de trabajo. Ignorar el hecho de que 11 millones de indocumentados viven y trabajan —y a veces se enferman de gravedad— entre nosotros es pretender absurdamente que ellos no existen y que este país no se beneficia con su trabajo. El legado de Ana nos recordará cómo una foto impactante de una niña enferma de gravedad unió a mucha gente aquí en Chicago y alrededor del país para salvarle la vida, sea cual fuere su estatus migratorio. Su vida, después de todo, ha sido una historia estadounidense de valor y generosidad.
Primero fue la fotografía: una imagen estremecedora de una niña cuyo rostro estaba tan hinchado que parecía deforme. Su madre, María Muñoz, la abrazaba por la espalda. Esa foto se convertiría rápidamente en una poderosa imagen en la lucha para salvar la vida de una niña. Ana Esparza, una niña mexicana indocumentada de 11 años, necesitaba urgentemente un trasplante de hígado. Sufría de cirrosis, hepatitis autoinmune y colitis ulcerativa; tenía la cara hinchada a causa de los esteroides que tomaba como parte del tratamiento. Detrás de esa fotografía se halla una de las historias más asombrosas y notables de supervivencia y respuesta comunitaria que se haya presenciado en Chicago en años recientes. Ana se convertiría en un símbolo de empuje nacional para ayudar a niños indocumentados que necesitan un trasplante de órgano. De manera contundente, su caso reveló la dura realidad de los niños indocumentados con enfermedades graves, sin acceso a la ayuda federal y carentes de un seguro de salud adecuado. Este asunto ahora se ha convertido en parte del debate nacional en torno a la reforma migratoria y cómo Estados Unidos deberá lidiar con más de 11 millones de personas indocumentadas que viven actualmente en el país. Aunque el Children's Memorial Hospital había tratado la enfermedad del hígado de Ana durante dos años, el hospital no podía realizar la operación —cuyo costo era de 500,000 dólares— porque el Medicaid no lo reembolsaría. Eso desató uno de los esfuerzos comunitarios más asombrosos para salvar la vida de un niño, ajeno a su estatus migratorio. En abril de 2001 el semanario en español ¡Éxito!, propiedad de Tribune Co. y predecesor del diario Hoy Chicago, publicó la fotografía en portada y un artículo en el que se detallaba su caso; los medios de comunicación en inglés levantaron la noticia. En cuestión de meses se recaudaron casi 200,000 dólares. Ana y otros niños indocumentados, con enfermedades graves, incluso llegaron a conocer al presidente mexicano, Vicente Fox, cuando éste 28
tiempo extra
vino a Chicago en julio de 2001. En un acto en la Escuela Secundaria Benito Juárez, Fox se retrató con los niños y prometió ayudar. Pero Fox regresó a México y jamás cumplió la promesa. Después que la historia de Ana trascendiera a los titulares nacionales, el Centro Médico Jackson Memorial de la Universidad de Miami, se ofreció para realizar el trasplante. El dinero recaudado se usó para cubrir parte de los costos. El hospital se haría cargo del resto. Entonces, Ana y los médicos se quedaron a la espera de un hígado disponible. En una sucesión de hechos notables y trágicos, un pandillero mató de un tiro al joven Erick Navarrete, de 17 años de edad, el 22 de julio de 2001. Cuando a la madre de Erick le comunicaron su muerte en el hospital, le pidieron que donara sus órganos. Ella ordenó donar el hígado de su hijo a Ana Esparza. La operación fue un éxito. Durante los cinco años siguientes, Ana vivió una vida casi normal con su mamá y sus dos hermanos menores en Cicero. En julio pasado celebró sus XV años en la parroquia Precious Blood. Las fotos son las de una niña simpática en edad de crecimiento. Estudiaba en el Centro Morton Freshman de Cicero. Ana Esparza murió el pasado domingo 19 de febrero en el Hospital Children´s Memorial a consecuencia de complicaciones ya que su cuerpo había rechazado el hígado. Su vida es un reto para todos nosotros; Ana Esparza Antonio Pérez – Chicago Tribune
Alejandro Escalona
nos lleva a pensar en la búsqueda de formas más humanas y eficaces para resolver la cuestión migratoria que desafía a nuestro país. Construir muros y militarizar la frontera sólo forzaría a gente como la madre de
Alejandro Escalona es editor en jefe del diario Hoy Chicago. Una versión de este texto se publicó previamente en el Chicago Tribune.
se te olvida…
impregnado y prendado
om ulloa
cuando miento nunca lo hago piadosamente. mis mentiras son obscenas y cargadas de malevolencia. es la belleza infinita del mentir sin culpabilidad lo que ejerce el deseo de hacerlo. por eso créeme cuando te digo que no te estoy mintiendo, ahora. tal vez lo hice antes, o después lo haré, pero ahora es verdad que sólo te estoy haciendo un cuento. y debes escucharlo con atención para que no se te escape el detalle indispensable de la verdad. es cierto que a veces, de tan tupida la narración, todo parece una mentira. como la misma realidad, que se enreda y se desenfrena y luego resulta que todo fue un sueño. o la historia, compuesta sólo por los ganadores. los que pierden no hablan ni mienten, sólo se funden en otros idiomas, en otras letras. pero a mí la historia me absolverá, verás. se comprobará mi mentira en su debido momento, pero ahora te hablo con hechos ciertos que ocurrieron en algún momento, vaya usted a saber cuándo, pero sí. así fue. así cómo te lo estoy contando, todo seguido como un dictado arrebatado, sin comas ni puntos debidos y atentos porque la verdad es desesperada y por eso no cree en las pausas. la mentira, por su lado, está concebida en un aparte mental, en una serie de puntos seguidos entre guiones. apartes, ves, destinados a ser falsos. por eso, ahora que no te miento no me crees aunque todo sea cierto y haya ocurrido. drama, sí, es drama y no ficción. teatro, puro teatro sobre las tablas. un pon en escena la obra y arriba el telón. que salgan las actrices disfrazadas de mujeres enjoyadas, prendadas de mí entre las cejas y en el vientre, zurcidas por la corriente del hilo de mi voz sincera. y ellas salen, ansiosas de que el público las aplauda por estoicas y dramáticas, que yo, el dramaturgo de turno las pinto y las despinto con la verdad que quiere ser mentira y no se deja, no se deja desmentir porque la verdad es fiera y no miente. por eso insisto que me escuches el cuento. el cuento que puede llegar a ser de tan exagerado la pura verdad.
no me gustan los ecos. ni los humbertos. aborrezco los ruidos intensos que no sean música. o la música que no me produzca un intenso ruido interior. no me gustan las voces secas. las sequías densas me inundan en el desconsuelo. aborrezco a los fernandos y las isabeles me enloquecen de rabia. no tolero a los católicos. no me gustan los despilfarros de voz, siempre agrietando las ondas sonoras en busca de qué. de un eco, de eso, de un eco que los repita y verifique. no me gustan los falsetes ligeros que se esconden detrás de los hombres adiestrados en educar los sonidos vulgares de las desmedidas conversaciones entre tantos, entre muchos para que todos queden en nada. en la nada. enlanados en lino fino. tejedores de sonidos a punto y aguja. apunta y agujerea el hilo de esta conversación sin fin, y cállate. cállate ya que no me gustan las voces únicas que resoplan y rondan, riman ideas, razonan con autoridad. tampoco me gustan los silencios concurridos. los panchos y los pacos son tan poca cosa de tanto francisco. las marías son malditas sobre todas las mujeres y las zonas libres son confusas en sus libertades y no convencen de sus libertinajes. los federicos me enternecen y las lucías me avivan el olfato. los certámenes de suerte fija son absurdos como las mujeres que se llaman carmen y las que se nombren pilar, pilares de sal y arena son y no mires para atrás que en ellas te quedarás, enterrado fijo. entre las juanas y las manuelas todas tienen voces de beneficiencia y encomiendan castigos lentos, por eso tampoco ansío hablar en coro como me abstengo del silencio en comunidad. para gritar no hay que elevar la voz, digo. se puede sugerir el grito en silencio. la insonoridad de la existencia al margen de los ruidos se desliza y disimula la angustia. silenciar el alma es fácil, así llegas dispuesto con el bozal en mano y te lo ajustas delante del espejo. es un efecto como el del antifaz sin agujeros en los ojos para no ver tanto espanto y llanto, que mira que canto. como las micaelas en celo y los jesús que lo saben todo me atrofian el pespunte de una idea fija, en cruz. las penélopes son majestuosas vírgenes esdrújulas y graves son tus ojos, que ojos que no ven… y aguda tu boca, que en boca cerrada… tus ojos nunca verán las moscas que entran en tu póstuma boca abierta y por eso no sienten nada al ver latir tu corazón inerte, silente, oyente, miembro y órgano de un cuerpo, un cuerpo atrofiado de literatura que se desploma entre dios-gustos y nombres comunes de mujer. un cuerpo sonoro y atento, enjoyado e impregnado de astillas cristalinas y de olores densos que resbalan de poro a poro, de epi-a-dermis. del ojo al zafiro. del azabache al zafiro al llanto. piedras y prendas en busca de diamantes, rubíes. un cuerpo vencido, impregnado y prendado. om ulloa es autora de selectos lapsos de memoria (una serie de fetos) y prendas de mujer.
Los que se quedaron en 1492 Verónica Esteban
Como si hubiera vuelto al medievo, a la época de las ventas y los asaltadores de caminos, el otro día me echaron de un restaurante del centro de Chicago. La venta en cuestión se llama 1492 Tapas Bar (controvertido nombre para empezar, dados los tiempos que corren), con un sobrenombre con aspiraciones de clarificador, “Spanish Cuisine”, que en el mejor de los casos es inexacto. Por si quedaba alguna duda, según se entra al local, hay una bandera española de considerables dimensiones colgada de la pared. Dicho esto, me congratula añadir que durante el penoso incidente que aquí nos ocupa no me tropecé con ningún compatriota que trabajara allí. Resulta que estaba con un grupo grande. Celebrábamos el cumpleaños de una amiga. Iba a ser una sorpresa y ciertamente lo fue: para ella y para el resto. Como es frecuente en estas situaciones, había cierto barullo: “que si después de que llegue la homenajeada nos vamos a otro sitio”, “dicen que está a punto de llegar”, “no sé si pedirme otra cerveza”, “pero entonces ¿cuánto más nos vamos a quedar aquí?”. Esas cosas. Pedimos unas tapas y una botella de vino (terriblemente servida en cinco copas, o debería decir, cuatro copas y media –pero ésa es otra historia), y periódicamente saludábamos a los que iban sumándose a la celebración. Al parecer se había querido reservar una sala para el ágape en cuestión, pero por alguna razón no resultó y la cosa se fue resolviendo juntando mesas a las dos o tres originales, según iban llegando más personas. Por fin llegó la agasajada y entre abrazos, besos y sonrisas, decidimos finalmente marcharnos a otro lugar porque el ánimo general estaba particularmente danzarín. Pero hete aquí que cuando nos disponíamos a pagar, uno de los encargados del restaurante nos comunicó que en vista de que no habíamos consumido lo que ellos esperaban (es decir, que no habían ganado el dinero ambicionado), nos iban a cobrar $200 por el alquiler del espacio (léase pasillo frente a la barra). La negativa fue directamente proporcional al grado de desfachatez. Hubo más que intercambio de opiniones. Insistían en que aquello no era una cafetería (dime de qué presumes y te diré de qué careces), nos largaron una diatriba sobre cómo en “nuestros países siempre hay algún vivo que se aprovecha de la situación” (se cree el ladrón que todos son de su condición), nos retuvieron las llaves del coche que habíamos dejado con el valet parking y nos echaron a gritos de un modo que uno pensaría que sólo ocurre en las películas: “¡Márchense de aquí!, ¡fuera! y ¡no vuelvan!”. También llamaron a la policía, quien nos dio la razón y se aseguró de que nos devolvieran el coche sin mayores incidentes. Con esto lo que me gustaría es aconsejar al lector que de andar por el 42 E. Superior con ganas de comerse un pincho de tortilla española, más le vale pasar de largo: al 1492 Tapas Bar le queda mucha historia por recorrer y su tortilla está más bien tirando a pésima (al pan, pan, y al vino, vino).
Verónica Esteban. Española. Licenciada en Filosofía, traductora, intérprete y periodista.
tiempo de sobra
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Ajedrez Torneo de ajedrez Niños y adultos 11 de marzo Biblioteca Rudy Lozano 1805 S. Loomis St. Chicago, IL 312.746.4329
Arte VIII bienal de arquitectura española 3 de marzo: 6:00 PM River East Gallery, 435 East Illinois Chicago, IL 312.335.1996
RASKUAChe: Patricia Acosta, Juan Chávez, Héctor Duarte, Kenneth Morrison, Oscar Moya, Marcos Raya, Ricardo SantosHernández, Gabriel Villa Del 3 al 28 de 31 de marzo The Art Center, 1957 Sheridan Road Highland Park, IL 847.432.1888
Día internacional de la mujer 4 de marzo: 6:30–11:00 PM Casa de la Cultura Carlos Cortez, 14440 W. 18th St Chicago, IL 773.317.0036
ThodosDance 11 y 12 de marzo Cindy Pritzker Auditórium, 400 S. State Street, Chicago, IL 312.266.6255
Marian Amies 31 de marzo al 22 de abril Galería Polvo, 1458 w. 18th st. 1R Chicago, IL 773.344.1940
La peña Old Town School of Folk Music Hip-hop Summit Night 8 de marzo Emilio Solla 15 de marzo; Son Trinidad 22 de marzo Africaribe 29 de marzo; Plena Libre 31 de marzo 4544 N Lincoln Ave. Chicago, IL .773.728.6000
Café Batey Urbano Café teatro Jueves: Open Mic 2647 W. Division 773.394.5206
Ricardo Lemvo y Makina Loca 4 de marzo HotHouse, 31 E. Balbo Chicago, IL 312.362.9707
Hubbard Street Dance Chicago 22 de marzo a 9 de abril Harris Theater for Music and Dance Millennium Park Chicago, IL 312.334.7777
Ché Café arte, lecturas 1058 W. Taylor St. 312.850.4665 Décima Musa Jueves de trova con Ramón Marino 1901 S. Loomis 312.243.1556
American Ballet Theatre 29 de marzo a 4 de abril Civic Opera House, 20 N Wacker Drive Chicago, IL 312.332.2244
Perú negro 5 de marzo HotHouse, 31 E. Balbo Chicago, IL 312.362.9707
Música Cristina Branco 4 de marzo Old Town School of Folk Music, 4544 N. Lincoln Ave. Chicago, IL 773.728.6000
efebos Viernes: Trova con Luis Badillo 2123 S. Blue Island 312.633.9212
Teatro Voyeurs de Venus 9 de marzo a 16 de abril Chicago Dramatists, 1105 W Chicago Chicago, IL 312.633.0630
Kristoffer's Café Ajedrez y ricos postres 1733 S. Halsted 312.829.4150
Guantánamo: Honor Bound to Defend Freedom 26 de marzo TimeLine, 615 W. Wellington Ave Chicago, IL 773.281.8463
Mi Cafetal Miércoles: Trova cubana 1519 W. 18th St. 312.738.2883
Danza Reencuentros: Jesús Acuña, Harold Allen, Roger Brown, Miguel Cortez, Jeff Abbey Maldonado, Ed Paschke, Eufemio Pulido y Alejandro Romero miércoles a domingo de 12 a 5 PM Prospectus Art Gallery, 1210 W. 18th St. Chicago, IL 312.733.6132
Lola Pfeiffer y su organic influenciado 12 de marzo HotHouse, 31 E. Balbo Chicago, IL 312.362.9707
Blind Mouth Singing Teatro Vista De Jorge Ignacio Cortiñas; Dirección: Loy Arcenas Del 6 de febrero al 5 de marzo Chopin Theatre, 1543 W. Division Chicago, IL 312.498.4067
Danilo Pérez Trío 21 al 26 de marzo Jazz Showcase, 59 W Grand Ave Chicago, IL 312.670.BIRD
River North Chicago 10-12 de marzo Harris Theater for Music and Dance Millennium Park Chicago, IL 312.334.7777
Viva la trova 24 de marzo. Homenaje a Luis Eduardo Aute Teatro Aguijón, 2707 North Laramie Ave Chicago, IL 773.637.5899
Palabra pura La serie de lectura de poesía bilingüe Palabra pura, una colaboración del Guild Complex, contratiempo, el Instituto de Estudios Latinos de Notre Dame y el Centro Cultural Rafael Cintrón Ortiz de UIC, se inaugurará el 15 de febrero de 2006 en Chicago. Poetas: Orlando Ricardo Menes y Beatriz Badikian Fecha: 15 de marzo, 2006 Hora: Las puertas abren a las 8:00
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Las lecturas comienzan a las 8:30
Lugar: California Clipper, 1002 N. California, Chicago Entrada gratuita Para mayor información, consultar www.guildcomplex.org o 773.227.6117
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Viernes con contratiempo Serie de charlas y lecturas de literatura y humanidades del 14 de abril al 26 de mayo de 2006 copatrocinan: por DePaul University, University of Illinois at Chicago, University of Chicago, Roosevelt University y el Centro Museo de Bellas Artes Mexicanas Ponentes invitados Frances Aparicio, Priscilla Archibald. Kelly Austin, Raúl Coronado, María Elena Durazo, León Leiva Gallardo, Agnes Lugo Ortiz, Olivia Maciel, Eliseo Medina, Juan Mora Torres, Angel Quintero Rivera, Febronio Zatarain Apoyan Chicago Center for Working Class Studies, the Pilsen Book Club, Casa Michoacán y Nuestra América. Información: (312) 427 5450 o eventos@revistacontratiempo.com
Exposición de f otografía Esta exhibición muestra el registro de las visitas que realizó la Voz de los de Abajo a Honduras. La exposición muestra parte del trabajo de solidaridad con las comunidades campesinas e indígenas y tiene como fin intercambiar información sobre la vida de esas comunidades y, además, busca un futuro mejor para los hondureños. El intercambio comenzó en noviembre de 1998 a raíz del huracán Mich,el cual afectó a miles de hondureños. Desde entonces la Voz de los de Abajo ha venido realizando un trabajo de solidaridad con las comunidades más pobres de Honduras. Como parte del intercambio también ha llevado donaciones materiales y económicas recolectadas en Chicago por amigos y organizaciones solidarias con el pueblo hondureño. En la muestra participan miembros de la Voz de los de Abajo y presentan un registro del trabajo que han venido realizando en los pasados siete años. FOTÓGRAFOS PARTICIPANTES: Miguel Vázquez Kari Laydersen Alexy Lanza Victoria Cervantes
Apertura, charla y comida: 4 de Marzo: 7:30 PM La muestra cierra el 25 de marzo. Casa Michoacán 1638 S. Blue Island Ave. Chicago, Illinois