contratiempo DIRECTIVA Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo CONSEJO EDITORIAL Arturo Richardson, Catalina María Johnson, CHema Skandal!, Esmeralda Morales-Guerrero, Febronio Zatarain, Gerardo Cárdenas, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge F. Hernández, Jorge Frisancho, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marco Escalante, Marcopolo Soto, Olivia Liendo, Rafael Franco, René Rodríguez Soriano, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Tanya Victoria, Verónica Lucuy Alandia
JUNIO 2013 • NÚMERO 105
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al vez es inevitable relacionar los meses de primavera con el amor, al menos en el imaginario colectivo. Ciertamente, el clima es más propicio. No fue ésta, sin embargo, la motivación del ensayista dominicano Jochy Herrera, miembro de nuestro consejo editorial, para coordinar el dossier que presentamos en nuestro número 105, y que mira al amor como un fenómeno integral, donde lo físico y biológico no está divorciado de lo histórico ni lo poético, sino que constituyen un todo que refleja la extrema complejidad del fenómeno amoroso… y la enorme dificultad de definirlo. De la mano del dossier van los trabajos poéticos seleccionados por el propio Jochy Herrera para la sección Deshoras, que desde una gran diversidad de voces y enfoques
glosan la naturaleza inasible de lo amoroso. Tal vez el lector querrá alternar la lectura de cada ensayo con la lectura de los poemas que ofrecemos de Ledo Ivo, Rosa Silverio, Mario Bojórquez, Jorge García de la Fe y Rei Berroa. En este número 105 debuta en contratiempo otro poeta, el mexicano Fausto Alzati, una voz original e iconoclasta, de quien publicamos algunos poemas de su libro Poemas perrones pa’ la Raza. Ofrecemos también una entrevista exclusiva con el poeta español Juan Carlos Mestre, Premio de la Crítica 2013 en España y uno de los homenajeados, junto con la mexicana Coral Bracho, del VI Festival Internacional Poesía en Abril. Gaspar Orozco, Vivian Sánchez, Adrián Soto, Rey Andújar y Tanya Victoria completan la oferta de firmas en este ejemplar. Esperamos sea de su agrado.
FOTOGRAFÍA Arturo Richardson
Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro © contratiempo nfp 1702 South Halsted St., Chicago Il 60608 (312) 666 7466 contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs, the International Connections Fund of the MacArthur Foundation and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible
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La portada y las imágenes que acompañan el dossier son obra original para contratiempo de Ignacio Guevara. Educador, escritor y fotógrafo costarricense, Guevara publicó varios de sus cuentos en la antología de escritores de contratiempo En la 18 a la 1. El artista explica: “Estas fotografías son autoretratos; mi torso es el lienzo de una proyección. El tiempo de exposición largo, para captar el movimiento. Un monitor me permitió ver las imágenes inmediatamente para hacer los ajustes necesarios”.
TIEMPO EXTRA 3
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Noches quizás, Apartamento 201 y Ya la agarraste de lote baldío. Fausto Alzati
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Juan Carlos Mestre: La poesía frente a los discursos de dominación Jochy Herrera Wendell Berry: La mano en la tierra Gaspar Orozco
Aguantando jalones: hold on susan Rey Andújar
El pulso interno del relato Adrián Soto
del amor Jochy Herrera
y deseo en el amor Basilio Belliard
DESHORAS 22 La nieve y el amor
Lêdo Ivo (Traducción de Mario Bojórquez) 23 Serenidad
y Después de la búsqueda Rosa Silverio
18 Vicisitudes de la batalla 10 Contrafoto
Rafael Franco 10 Sincronías
CHema Skandal!
MIRADA CÓMPLICE 12 Jun Kaneko:
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DOSSIER 16 Sobre los orígenes
17 Naturaleza, cuerpo 9
4
Henry Miller, el profeta al desnudo desde el Trópico vislumbra el caos Vivian Sánchez
Leyendas, mitos y verdades Tanya Victoria
amorosa Marco Escalante 19 Alguna visiones
del amor en la poesía Graciela Reyes y Leda Schiavo
24 Casida del odio
Mario Bojórquez 26 Amor, ¿qué voy a hacer
con tanta ausencia? y Google Earth Jorge García de la Fe 27 Sin Dejar
20 ...Y el final del amor
Jochy Herrera
Ningún Detalle Rei Berroa
POESÍA
FAUSTO ALZATI Noches quizás
Apartamento 201
Eres poema que se duerme pero sueña. Eres satélite que me habla de dulzura, inequívoca;
El evento más hermoso de esta mañana fue su sonrisa sudorosa después de venirse. Y las instancias de su risa que reverberaron en la habitación por horas.
una ciudad de hologramas, derramando luces en un vaso infinito, mamita. Eres mente que se torna piel torna-sol torna-mesa, que mezcla misterios con gemidos; frágil bestia cantando a latidos. Eres un beso que interrumpe la locura; un pecho abierto, que se rinde al silencio. Eres una extraña fruta, envenenando la certidumbre; una sonrisa a destiempo, la rabia de la mar, mamita. Eres aquello que nos llama, aquello que nos mata: una hambre traviesa, esa sed sin nombre, la manecilla que tuerce, esa fantasía olvidadiza (-quebradiza, mantequilla, sutura, mercurio, fractura, saliva, arcoíris, orquídea, licuadora, leche, miel). Eres la guerra de sombras; el remate del trueno.
Ya la agarraste de lote baldío Si sigues así, vas pero que vuelas para amanecer a gritos de “cámara hijo de su perra madre, se acabó la fantasía”. Y con el tiempo, lo vas a agradecer. Vas pero que vuelas para andar rapado y hasta adelante en chor y chancla, intimando con la pared, viendo a ver quién te corre las tres. Y con el tiempo, lo vas a recordar. Vas pero que vuelas, para conocer el valor terapéutico, de ponerle perlas a las canastitas de quinceañera, mientras te mientan todita tu pink floyd, nomás porque te tiemblan las manos de ansiedad. Vas pero que vuelas para pedir doble te de caldo de oso, contar tus tortillas y echar humildad. Vas pero que vuelas, para aprender a patea r a quien se le trepe el muerto, de noche con tus chanclas de almohada, rezando porque tu familia te traiga cigarros. Vas pero que vuelas para escuchar 10,000 veces al día: valore, pinche mojón con ojos, valore.
Ilustración: Frits Ahlefeldt-Laurvig
Y con el tiempo, vas a valorar. Síguele, síguele que ahí vas.
Ere s diluvio de risas; una vereda invisible. Eres nunca, mamita. Eres quizás, mamita. Eres no sé, mamacita. Eres tal vez. Y me regalaste un pasaje. NÚMERO 105
Poeta “al chile”, dotado de un especial ritmo, cadencia y desmadre, Fausto Alzati Fernández (Ciudad de México, 1979) fluctúa entre, como él mismo dice, José Gorostiza y Biggie Smalls, T.S. Elliot o Daddy Yankee. Huye de sofisticaciones, e inyecta gasolina en sus versos. “El modo en que contamos lo que vivimos tiene un tono y un vaivén singular”, dice Alzati en su libro Poemas Perrones pa’ la Raza (Mono, 2012) del que seleccionamos los poemas incluidos en esta página. Además de este poemario, Alzati ha publicado Inmanencia Viral (FETA, 2009) y Buda, Drogas y Pop (Textofilia, 2013); colabora para varios medios nacionales e internacionales, es conferencista y tallerista, docente en Centro de Estudios Críticos 17. Mantiene el blog Al Servicio de Quizás (www.ataraxiaultiple.blogspot.com). En Twitter, está en @faustoaf contratiempo
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PERFIL
JUAN CARLOS MESTRE
La poesía frente a los discursos de dominación Jochy Herrera
La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse…
Juan Carlos Mestre. Foto: Arturo Richardson
Homenajeado en Chicago por el VI Festival Internacional Poesía en Abril, Juan Carlos Mestre (León, España, 1957) ha dejado en esta ciudad amigos, emociones y huellas. Una estela residuo de una figura difícil de alejar de la memoria de Poesía en Abril, evento que también reconoció la sideral, poderosa y grácil voz de la mexicana Coral Bracho. Mestre —como un húsar que carga la verdad al hombro— conversa aquí de temáticas, ansiedades y de su voz poética tras haber recibido el Premio de la Crítica española justamente el 13 de abril del año en curso, fecha del reconocimiento que contratiempo y DePaul University, en complicidad con el Instituto Cervantes, le otorgaban en los mágicos espacios de Poetry Foundation. ¿Qué decir del poeta? Exquisito grabador, bardo y titiritero que abraza un bandoneón en último recurso analgésico contra el dolor, ése que sólo la música sabe aliviar, Mestre debuta en 1982 con Siete poemas escritos junto a la lluvia. Desde entonces no cesa de provocar ni construir alrededor de esa caja de herramientas que es la poesía. Títulos como Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis 1985), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, Visor, Madrid), La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía) y La casa roja (Premio Nacional de Literatura 2009), para algunos, conforman la armadura donde el texto encarna una forma de “resistencia a la legislatura del mal”. Y ello lo ha confirmado Juan Carlos al indicar a la prensa ibérica, desde su móvil y en el asiento delantero de mi auto, que “tal como pensaba Rosa Luxemburgo, cada lágrima que corre allí donde podría ser evitada es una acusación” y que la poesía “es el testigo incómodo de la conciencia, el imperativo categórico de la memoria como derecho indeclinable de las víctimas”.
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La oscuridad, llámese ella mentira o dueña de las víctimas ¿Puede acaso ser confrontada con la poesía? ¿Son tus poemas una forma de resistencia contra la aparente agonía de la luz? Todo poema es un acto de delicada resistencia ante y contra los diversos grados de fuerza y de dominación que ejerce el poder sobre el lenguaje. La oscuridad acaso sea esa zona donde las excavaciones de la voz se reencuentran con la sonrisa inmaculada y pura de los muertos, los antepasados civiles de la razón del habla, los borrados de la felicidad y del sueño, las víctimas morales de todos los actos de crueldad que siguen bajo la intemperie de las estrellas esperando la restitución de su tan real como imaginario y aún hoy pendiente derecho a la justicia. Mis poemas se orientan en alguna de esas direcciones, aspiran, diría yo, a esa iluminación sobre las zonas borradas por el discurso del autoritarismo, quisieran contribuir a la restitución, a activar la fraternidad en el alma del mundo, oponiendo su resistencia, en la medida de que las palabras sean capaces de hacerlo, a las ideologías tóxicas de la ferocidad financiera y el utilitarismo mercantil, el secuestro del lenguaje por la retórica de la publicidad de consumo y la demagogia política, todo lo que ha desplazado la dignidad humana del lugar central de la reflexión y el esmero de la fraternidad social. La gran mentira es la estructura impuesta por los intereses oligárquicos a la sociedad civil, el secuestro que estos han ejercido sobre la democracia participativa y las formulaciones progresistas de relación ciudadana. Claro que le compete a la poesía inmiscuirse en estas cuestiones, ella es la figura irradiante de lo humano, el proyecto de las enunciaciones de la felicidad como primera aspiración legítima de los lenguajes del porvenir, la poesía como respiración de la otra verdad que alienta el proyecto espirtual de lo humano, el gran e inocente juego de las poéticas del desafío frente a los evidentes síntomas de medievalización de la modernidad Hace más de dos siglos Hölderlin advirtió que la poesía era la más inocente de todas las ocupaciones, y Mestre, cómplice de Walter Benjamin —avisador del fuego él— sentenció que la palabra Justicia significa quizás futuro. Entonces ¿Qué hacer con la palabra que ha sido silenciada, apropiada por los mercaderes? Hölderlin pensaba que todo lo que existe había sido alguna vez imaginado. Es difícil imaginar que la realidad actual no haya sido realmente diseñada en los términos de catástrofe que el presente refleja como perverso espejismo de las utopías permanentemente aplazadas de la felicidad colectiva y la justicia JUNIO 2013
PERFIL
social. La reconstrucción a través del lenguaje poético del alma del mundo en términos de bondad armónica perdurable está ligada al remoto empeño de la reconstrucción de la sociedad, como soñaba Wilde, sobre unas bases más justas y diferentes que impidan algún día el sufrimiento humano y posibiliten una relación de equilibro y paridad para con el resto de los seres vivos. Acaso sea ya demasiado tarde y la agresión se haya consumado hasta llegar a un punto sin retroceso, pero merece la pena seguir intentándolo, oponer poemas y formulaciones de conciencia a la usura y su cifra miserable de acumulación de dolor y muerte, de sufrimiento y plusvalías, episodios tan vinculados en su cruel y desencadenante consecuencia. La poesía, es mi actual percepción del hecho, no debe desatender en ningún caso lo inmanente a su esencia, es decir la de posibilitar el sueño pendiente de ser soñado, la enunciación vocal de lo silenciado, pronunciar en términos de armonía tonal la ética de los lenguajes constructores de porvenir, no un único vértigo, sino un múltiple y heterodoxo coro de voces, de apreciaciones disímiles de las paradojas de la verdad, acaso ese sea ya uno de los últimos relámpagos de su función, tal como ahora la conocemos, en medio de las tormentas terrestres. Ciertamente, el avisador del fuego benjaminiano anuncia, enuncia la posibilidad de las grandes catástrofes, pero no para describirlas, sino para al nombrarlas desactivarlas y evitar que se cumplan. La tarea siempre es la reconstrucción, las palabras han sido hechas para ayudar a construir la casa de la verdad, no para destruirla, restituir los significados hurtados por las prácticas retóricas de dominio a la semántica de su anhelada justicia, a la hospedería de su remota misericordia, a los apasionamientos críticos de las utopias de la libertad. No hay futuro sin dignidad civil, no hay dignidad sin un lenguaje que articule las formulaciones de una ética de la conducta, de su piedad hacia y para con el otro, el diferente, el extranjero, el huérfano, la viuda, los solos en el desamparo de los humilde y la intemperie de los postergados… En La casa roja (2008) declaraste que vives extraviado entre dos rosas de sangre: la que tiñe la calamidad de impaciente belleza y la que tiñe la aurora con su astro eucarístico ¿Podrías regalarnos una que otra pauta para conservar el optimismo que a veces parece morir? Toda la poesía es un regalo de lo invisible, un don de naturaleza espiritual pero no una visión necesariamente optimista, a veces todo lo contrario y su extrema percepción como lenNÚMERO 105
guaje del límite oscila al borde del pesimismo. Lo poético en cuanto da cuenta del fracaso de las épicas del Ser, es también testimonio moral de un yo semejante ante la barbarie, de una participación en la ruina, de su responsabilidad colindante con la incapacidad del no lograr impedir, del no poder contra las figuraciones y los fantasmas del mal. Entonces sólo se me ocurre reiterar aquel ya viejo pensamiento que nos recuerda que la esperanza lleva siempre mucho más lejos que el miedo y dar continuidad a los mandatos del sueño, el áun es posible de las utopías. Digamos que la impaciente belleza de la demorada esperanza, por ahí va el camino que acaso conduce a ninguna parte, es decir al lugar sin llegada del nunca, al aplazamiento permanente de lo buscado, ese perpetuo viaje sin retorno que es la misma vida, pero que aún así, es el único lugar que puede ser vivido con dignidad, el lenguaje poético dando cuenta de las contradicciones de la aspiración humana por construir armonía y demolerla, por buscar salvación y generar catástrofe. Después de todo lo que sobrevive a San Juan de la Cruz, a la Inquisición, a los conventos de la ortodoxia, es el siempre inocente lugar de lo no humillante, lo nacido para la súbita y desafiante honradez de la imaginación, “el ciervo vulnerado que por el otero asoma”. No hay otra alianza, todo eco del amor que fue funda otro encuentro en el porvenir. Además de una taza para el agua, de la llave que abre el sueño de las muchachas dormidas y de un tintero para el himno de la desobediencia ¿Qué más lleva un poeta en la mochila? Pues tal vez todo lo que pudiera llevar cualquier ciudadano para la necesidad de la travesía, pan para el pan y la historia del Movimiento Obrero de las hormigas, necesidad y esfuerzo, el tratado mágico que da amparo a las religiones del bien y el relámpago de su superstición sobre los inexplicables misterios del universo, las brújulas imantadas por el deseo y el libro tibetano de los muertos… Quién sabe qué sueños pendientes de ser soñados tienen otros, qué insomnios perpetuos tras la llegada al gran silencio… Y cualquier otra cosa invisible, siempre que le quite espacio al cansancio de las creencias en lo Absoluto y las seguridades del Saber. Imprescindible una goma de borrar, para borrarse.
del lenguaje, todo vuelve a nacer cuando lo que vuelve a ser pronunciado por una voz sin boca es oído por un otro errante en busca de rostro, es ese reencuentro con la memoria de lo ancestral lo que hace retornar infinitamente al Ser hacia su más remoto destino: lo inimaginable de la imaginación, el permannete milagro del futuro. ¿Qué aguarda la tinta de tu pluma tras este premio de la Crítica? Los premios han sido hechos para los caballos de carreras, no para los poetas. Los poetas son pájaros solitarios, no ornitólogos que aspiran a la condecoración civil de la recompensa por los servicios prestados a la cátedra de los forenses del canto. Vivo al margen de esa expectativa y tampoco sufro con sus consecuencias. Episodios sin argumento, sucesos para dejar ahí, sobre la repisa de las flores mustias. Todo lo demás relacionado con la hipótesis creativa es para mí un misterio, yo carezco de método, no hay cálculo en mi poesía, no hay negocio de posibilidad, la poesía ha sido mi única posibilidad y mi vida está vinculada estrictamaente a su azar, dependerá del próximo sueño, de las lecturas estimulantes, de la causal casualidad de los desistimientos y los vínculos. Nunca he escrito lo que he deseado, sino lo que me ha sido más cercano a la idea posible de lo deseante, y eso es lo único que puedo resolver en cuanto logro del imaginario. Vivir en la poesía es muy distinto a escribir poesía, no necesariamente se da con facilidad el paso de un lugar a otro; para mi vivir en la escritura y escribir sobre lo vivido no son actividades complementarias, sino difusas y muchas veces contradictorias, sobre todo cuanto la escritura se revela como única posibilidad real de la vida. Lo probable será entonces el extravío, la exacta incertidumbre, eso que en todo hablante con pretensión de escritura es imantación de “un no se qué que queda balbuciendo” del frailecillo descalzo.
Jochy Herrera, miembro del Consejo editorial y la Mesa directiva de contratiempo. Autor de Cuerpo [Accidente y Geografía] (SANTUARIO, 2012)
¿Cuándo acabará la muerte? La muerte acaba el día en que nacemos, como concluye el inútil prestigio del silencioso vacío en la mañana del habla; la poesía da cuenta de esa otra realidad que se emancipa de lo real verosímil en los espejos sin reflejo contratiempo
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CRÍTICA
WENDELL BERRY
La mano en la tierra Gaspar Orozco
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i se tuviera que reducir el pensamiento del ensayista, novelista y poeta estadounidense Wendell Berry a una sola idea, sería tal vez ésta: la armonía del hombre –y en última instancia, su supervivencia- depende de la profundidad del nexo que establezca con la tierra que le sostiene. De esta idea central se desprenden otras: la importancia de las pequeñas comunidades como forma de organización, la relevancia de la agricultura como medio espiritual y económico para estas comunidades y la denuncia del uso de la tecnología en la destrucción simultánea de la naturaleza y del tejido social. No se crea que Berry habla de ecología al modo superficial en el que la manipulación del tema ambiental ha degenerado en los últimos años. Su filosofía, que ha expuesto en su poesía, en sus ensayos y en sus novelas, es bastante más compleja y merece un cuidadoso análisis. Se le podría ver como un heredero de Thoreau, pero también como un continuador de la línea de Worsdworth, es decir, la tradición lírica inglesa de visión de la naturaleza, y a través de ella, de exploración filosófica.
Wendell Berry. Foto: David Skinner
Un gorrión canta en otoño De alguna manera se sumó todo en cantotierra, aire, lluvia y luz, el trabajo y el calor, la mortalidad de los jóvenes. Me liberaré de otras voces, entraré al silencio de las mías, para escuchar el canto con claridad. Bosques Separo las ramas salientes y entro bajo los santos árboles que me bendicen. Aunque soy silencio a mi alrededor hay cantos. Aunque soy oscuro a mi alrededor hay visión. Aunque soy pesado a mi alrededor hay elevación. El vidrio frío Entre el mundo de los vivos y de los muertos hay un vidrio frío y claro: el hombre que se acerque mucho lo empañará con su respiración o tendrá que contener el aliento Desde la Distancia Somos otros y la tierra, los vivos de los muertos. Al recordar quiénes somos, vivimos en la eternidad; todo acto solitario es obra de comunidad Para Wendell Berry la tierra es, como dice él, una droga divina. El entender sus ritmos y movimientos nos permite entrar en la muerte y regresar regocijados. El poema es el instrumento que nos permite afinar el espíritu para que uno pueda despertar en la noche/ y escuchar que llueve/ y regresar al sueño. La suave y difícil batalla del poeta se da por la simplificación de la vida para enriquecerla. Gaspar Orozco es poeta y traductor mexicano. Ha publicado seis libros de poesía. Autocinema y Plegarias a la Reina Mosca son los más recientes. Co-dirigió un documental sobre la vida de los músicos mexicanos en el metro de Nueva York. Vivió los últimos 10 años en Nueva York y ahora vive en Los Ángeles
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CRÍTICA
El pulso interno del relato Adrián Soto Lo real no se borra en favor de lo imaginario, se borra en favor de lo más real: lo hiperreal. Más verdadero que lo verdadero: como la simulación. Jean Baudrillard
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o comprendo por entero a qué se refiere la gente ordinaria cuando habla de la necesidad de experiencias para la creación de obras literarias. Para mí las cosas funcionan de manera distinta, o quizá ciertos individuos sean incapaces de penetrar en los misterios del proceso creativo; un ejemplo simple: en el mundo agotado en que vivimos se ha frivolizado tanto la idea del viaje que carece ya de todo vestigio de una experiencia trascendental; cualquier individuo, incluso el menos espiritual, es capaz de viajar a la India o al Japón y regresar siendo exactamente la misma persona que partió, pero con unas cuantas anécdotas más que relatar; estos sujetos consideran el viaje como si se tratara sólo de una pausa necesaria en sus vidas, que se cierran al terminar ese periodo, para que sus existencias recobren su fluir ordinario; en nada ha sido perturbada su vida interna, en nada ha sido transformada su esencia. Así pues, las personas ordinarias consideran que una experiencia es un motivo para escribir, piensan que los grandes escritores viven situaciones extremas antes de ponerse a trazar la primera línea de una novela, no comprenden que comenzar a escribir una obra es ya una situación extrema, y que lo vital que surge en la novela no proviene exclusivamente de la experiencia, sino del entusiasmo que produce el mismo proceso de escribir, es ahí donde el escritor revela su esencia: pues vive y sufre con sus personajes, porque la más profunda verdad de la vida misma surge de la ficción, se manifiesta en la ficción y adquiere dimensión en la ficción. Para mí una historia real es una historia cuya verdad irradia de los hechos relatados y no de su vínculo con la realidad; en otras palabras, cuando el cuentista o el novelista siente profundamente aquellas historias, y proyecta al exterior aquellas imágenes transfiguradas en su interior, revitaliza algo que sólo intuía como una latencia detrás de las manifestaciones del mundo, bajo la forma de una posibilidad. El escritor extrae esa posibilidad como si se tratase de un espectro al cual da forma, sangre, vida…; y sólo en su entusiasmo lo conduce a una verdadera existencia, más profunda y significativa que los acontecimientos contingentes de aquello que llamamos realidad. Por tanto, la verdad en una historia debe surgir del mismo acto de narrar, eso es a lo que llamo el pulso interno del relato, la constancia de la verdad que NÚMERO 105
esconden nuestras historias: la penetración de la realidad, la destrucción de un mundo en del que surge otro, allanando los límites de su primer agotamiento. Es por esta razón que la literatura realista apenas logra rasguñar la superficie de la manifestación material del mundo, sin penetrar en su esencia; pues existe una íntima relación entre el universo que percibimos y aquel que nos revela el escritor; él concentra esa realidad en su interior y la proyecta sobre la superficie traslúcida de la existencia, haciendo surgir asombrosas relaciones: un aura que destella sobre el mundo, cubriendo objetos y acontecimientos; y es como si nos transportaran a remotas alturas, sobre templos nevados y ancestrales, hacia el jardín invernal en que el ruido del universo se apaga, la atmósfera absorbe nuestras voces y el aire comprime nuestro pecho en los abismos del ser. El momento en que surge el impulso interno del relato es un instante peligroso; este penetrar, este vuelco hacia uno mismo es un acto de violencia, de autoinmolación: el profundo y perturbador engaño en que surge el extrañamiento de nuestra imagen refractada. Dicho momento debe gestarse en la negación del mundo, la negación del ego, la negación de Dios…, para que de los abismos de la existencia irradie una nueva luz, la esperanza de un mundo transfigurado. Adrián Soto (Ciudad de México, 1979). Poeta, ensayista y traductor. Ha publicado la biografía Quetzalcóatl, la efigie de luz (EMU) y el prólogo al ensayo La Cristiandad o Europa de Novalis (UNAM); además de ensayos, poemas y traducciones en las revistas Hotel, Aeda Lamm, Aion, Literalgia, Quehacer editorial, Punto en Línea y el Periódico de Poesía de la UNAM. Correo: valijaestelar@hotmail.com Foto: Horia Varlan
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CRÍTICA
Henry Miller, el profeta al desnudo desde el Trópico vislumbra el caos Vivian Sánchez
“La obscenidad es un proceso de limpieza, mientras que la pornografía sólo se suma a lo turbio.” Henry Miller
H
enry Miller (1891-1980), polémico escritor norteamericano, considerado un genio literario, cuyo legado es determinante para la literatura moderna es para mí un espécimen de una fascinante fusión de místico erótico, sátiro y profeta liberador. Adelantado a su tiempo, en su escritura, es como un libertador de la esclavitud psicosexual que prevalecía en la cultura occidental a causa de las convenciones y prejuicios socio-culturales. El erotismo de Henry Miller carece de tabúes sexuales. Sin pensarlo dos veces, narra lo que vive, lo que respira y lo exhala todo en el teclado, por lo tanto, asusta por ser brutalmente honesto y por tendencia general ha sido considerado obsceno e incluso pornográfico. En la obra de Miller hay algo más que sexualidad, existe caos existencial, purgatorio físico y moral y la búsqueda de redención. Como precursor de la Generación Beat y la revolución sexual, el fue capaz como nadie de hablar de manera mundana de la elevación del alma desde la obscuridad a la grandeza. Miller lo logra con el tópico universal que es el caos, el más universal de los temas que nos une a todos como ninguna otra fuerza. Él sabe que somos capaces de experimentar la vida sola-
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mente a través de nuestros sentidos y lo que no es comprensible para uno o más de nuestros cinco sentidos nos provoca confusión y esa es la esencia del caos. El otro caos, el histórico, para Miller acababa de suceder con la violencia delirante, desasosiego irreparable de la Primera Guerra Mundial, la amenaza de una segunda y el shock de la Gran Depresión de 1929, eventos que dejaron a Europa y Estados Unidos bajo el efecto de la neurosis de guerra colectiva. Para 1930, Miller ya había publicado dos novelas en Estados Unidos que fueron desestimadas y un día del año antes mencionado, decide expatriarse en París llevando consigo solamente dos cosas: la ropa que llevaba puesta y la determinación de vivir para escribir como único oficio y raison d’être. En 1934 se publica en París Trópico de Cáncer, novela infame y radical, escrita en 1931, la cual es irremediablemente autobiográfica. Es un testimonio sobre sus experiencias en condición de sobrevivencia física y anímica en la Ville lumière. A partir de entonces y hasta la década de los sesenta Trópico de Cáncer estuvo censurada en Estados Unidos por obscenidad. En esta novela Miller declara su postura antiliteraria e irrumpe con los estigmas morales y estilos literarios de la época. Una de las características “anti-literarias” es la adición del narrador múltiple que sustituye a la tercera persona omnipresente creando una trama impulsada por historias basadas en el pasado (otra es el flujo de consciencia de un subconsciente delirante). Su postura filosófica es anarquista, una combinación de algo de Nietzsche (el hombre es un animal cuyo pensamiento está determinado por su voluntad primitiva basada en impulsos e instinto) y de algo de Schopenhauer (somos temporales, finitos, transitorios, de ensueño). En Trópico de Cáncer el autor nos invita a sumergirnos en el caos del anti-héroe Joe, el personaje principal quien nos describe el placer crudo y vívido --así como nos puede hablar de su miembro enhiesto de sátiro a pesar de tener días con el estómago vacío, también nos habla de la relación que el encuentra entre las heces y Dios--. De hecho Joe es un don nadie, un miserable, un inútil que recorre las calles de París. Ese alguien que es Henry y es Joe, que se atrevió a abandonarlo todo: país, esposa, amigos y estilo de vida americano, anda en harapos y ayuno en la ciudad como lo han hecho otros “iluminados”. A esto se le puede llamar el viaje al otro lado del propio ser. Este concepto lo practicaban los toltecas, Carl Jung lo teorizó y es la base del budismo. Cualquier persona que desee una transformación íntegra (mente, cuerpo y espíritu), tendrá que abrazar a su sombra, sumergirse en el caos, para llegar
al “otro lado”, y así poder sentirse y estar vivo. Ya lo dijo Miller: estar muerto mientras se está vivo, esa es la verdadera muerte. Miller quiere que sigamos su ejemplo, el de tomar a la vida de las entrañas y cambiar la forma en que percibimos nuestra comúnmente limitada realidad. Leer Trópico de Cáncer en el 2013 nos hace pensar que fue escrita recientemente, incluso en este siglo. Miller, el animal erótico, es capaz de excitarnos y asustarnos, su gracia proviene de la energía del tour de force que logró al unir la libertad sexual con la libertad creativa. Sus descripciones sexuales son pincelazos salvajes donde nos habla sobre esa dosis precisa de misoginia que cualquier hombre ha experimentado alguna vez al penetrar a una mujer, debido a que usa el pene masculino como símbolo de los horrores de la sociedad disfuncional. Nos habla de las prostitutas que nacieron para serlo y de las prostitutas que fracasan debido a su antipatía por el oficio, al mismo tiempo que nos revela la guerra de los sexos con toques de comedia. Después nos vuelve a hinchar la carne, sentimos espasmos eléctricos, nos levanta los poros y permanecemos en guardia. Nos recuerda que el deseo es parte de nuestro instinto animal y no debemos sentir vergüenza. Nos sumergimos en los detalles obscenos y fluimos, mientras Miller va destrozando tabúes. El lector abre el libro, tal cual se separan las piernas de una mujer y se adentra en lo más sagrado de la sexualidad que solo puede ser apreciada y gozada en su estado más vulnerable. Al cerrar el libro será nuestra decisión como lector, con cuánta violencia (caos) o ternura (redención), con cuáles imágenes (perversas o sutiles) y versatilidad (posiciones del Kamasutra) haremos el amor o tendremos sexo la próxima vez para renacer después de la petit morte o muerte chiquita y sentirnos realmente vivos. En 1940 Miller volvió a los Estados Unidos y por azares del destino llegó a Big Sur, California, lugar que inmortalizó por su presencia y su otro oficio, el de pintor. Las obras más sobresalientes de Miller son Primavera Negra, Trópico de Capricornio, Sexus, Plexus, Nexus (este compendio también es conocido como Rosy Crucifixion). Cabe mencionar que Miller gozó de una vida sexual plena incluso a sus ochenta años y se sospecha que la longitud de su pene era de seis pulgadas, o bien, 15.24 centímetros. Vivian Sánchez (Mexicali, 1978), escritora freelance de ensayo, ficción y poesía. Correo electrónico: viviansanchbraj@gmail.com Ilustración: Fragmento de la portada de Trópico de Cáncer, edición de Bernd Dietz
JUNIO 2013
CRÍTICA
Aguantando jalones: hold on susan Rey Andújar
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Me acuesto a soñar encuentros sussy santana
eitero que el libro bueno es el que me empuja. Corre, escribe rápido, todavía con el tremor del relámpago en la punta de los dedos de mi madre. Escribir con algo aferrado. Tanto de miedo como de furia. Escríbelo ahora: si te quitas la chaqueta se rompe el beneficio. La escritura de Santana es apabullante y luminosa. No es la nostalgia manida, no es el puño cerrado en falso blandiendo el pecho tricolor y mucho menos el momentito de vulgaridad o indecencia para que se vea que sí, que somos modernos y podemos atrevernos con la estructura. ¿Puede hablarse de estructura? Claro que sí. La literatura dominicana no es un hecho aislado. Lo demuestra una tradición de movimientos, agrupaciones y generaciones poéticas, o bien segmentos desde donde puede trazarse una línea que justifique los atrevimientos de un lenguaje [por no llamarlo literatura; por no alejarlo-terminarlo] que se declara vivo. Cuando hablo de vitalidad me refiero a lo siguiente: la poesía es el momento en donde la lengua se detiene y registra; regularmente el sujeto testigo de ese estremecimiento en el habla, se hace acompañar de una voz que perdura, que desubica, que pone a quien leyere a releer o a tirar el libro con fuerza hacia una ventana sin poder exigir porqués. Pelo bueno plantea desde la dualidad, lo cual no es una salida fácil. Me explico: esta poesía pesa porque contradice el inicio de su propia tradición. Ya antes del Vedrinismo, Salomé y Gastón Deligne insistían en una escritura que apostaba a una identidad, una suerte de aleación mística entre lo taíno y lo peninsular. Quizás las conversaciones posteriores cambiaron en el ritmo, pero la intención patriotera siempre anduvo por ahí amenazando lo mejor del ejercicio. No es arriesgado decir que por motivos que estriban más en lo sociológico que lo espiritual, la escritura del ahora en Sussy Santana retrata a un ser que no cree en nadie; que se sabe múltiple y afectado. El aferrarse a un imaginario de banderitas, pañuelos agitados y gorras bipartidistas es parte de un cansancio colectivo al que hay que rebelarse. La resignación es una trampa, Saber que un hijo envejece en la distancia y que sigue perdiéndose el día del niño, el de la madre, el cumpleaños, la navidad, un día soleado, uno lluvioso. (27)
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Es el mega coro que redobla allende la Mediaisla, ya que en la isla (Manhattan rodeada de agua por todas partes), la realidad dominicana se repite en la guatemalteca o en la mexicana. Cuando Sussy marca Hispanic en los miles de formularios y cuentas que convierten el buzón en una cueva de alacranes (49), se mide a la miseria de los tantísimos cuerpos que también compraron oro del que cagó el mono y se encuentran aguantando, esperando un cheque que se convertirá en remesa, en cerveza fría y Air Jordans, en blocks, varillas y cemento para muros de la vergüenza, torres y ensanches con fantasmas y acceso privado. Si he dicho estructura es porque al hacerle justicia a esta escritura [justicia como justificación, a manera de centro, nunca como reglamento] hay que pensar en la mentalidad y el comportamiento, conceptos cartesianos asociados a la construcción de un cuerpo: un Body of Werk [dígase Josefina Báez o la gran conversación que es la Autología del Performance], literalmente. Sería iluso pretender el cuerpo alejado de la poesía. Ivan Silén ha dicho que el cuerpo, en poesía, se piensa. En este sentido el cuerpo es una forma dual. Art Berman explica que los estructuralistas no han podido formular la pregunta “¿es la mente un ente material?”, y añade “el que no exista un órgano del cuerpo al que podamos denominar ‘mente’, no quiere decir que sea inexistente.” Lo que hace la estructura, para alivio de las academias, para el desgarre de las poetas, es decir sabiamente que la mente sucede de forma cerebral. ¿Y el comportamiento? El cuerpo tiene un alma propia. Para usar una energía bastante Anamaría Dávila, puedo decir que el cuerpo manda y va. He aquí la dualidad. El cuerpo caribe que viaja poco por necesidad, pide quedarse, pide playa con cocotero, pide un tíguere y un sankysexy, El Sexy Sanky es un dios de arena una blasfemia romántica flotando en agua de sal. El Sexy Sanky recibió un premio glorioso: Un misil submarino que dispara cuentos colorados Y ataca túneles extranjeros (71)
dejan huérfana, transparente y llorando. No es fácil esto de la poesía, sobre todo si se escribe alejada de la pretensión y de la justa medida. Le pregunto acerca de su proceso creativo, ya que escribe en español o en inglés [que no es spanglish, y no es lo mismo, sumánifica ¡no!] y también recurre al performance. Me aclara que el texto elige su medio y que es muy crítica consigo misma; luego las cosas pasan por el cedazo de sus hijas, que son más exigentes aún. Supe de Santana hace un tiempo, gracias a un esfuerzo antológico que hiciera la Revista Ping-Pong. Me llamó la atención el personaje de La poetera. Un año después, recibo desde el cielo de la costa este un paquete con sus textos y un trabajo discográfico de muy clara factura. No todo el mundo puede leer su poesía, pero hay duendes que cuando le ponen timbre a la tinta, cambian el orden estructural de las cosas. Sé de Loraine Ferrand, Homero y Frank Báez, Xavier Varcálcel: gente que hacen del poema un registro totalmente nuevo. Recitado, el poema adquiere otros rasgos y sombras. El poema crece. Pelo bueno es bueno por lo arriesgado de su propuesta: puede hablarse de lo mismo sin temor a repetirse. La poesía debe confiar en el ritmo de su propia respiración. Repito que no se trata de resignaciones. El asunto es perdurar: aunque no todos queramos el alisado, estamos en la misma tómbola aguantando la quemazón y los jalones. Rey Andújar, escritor dominicano e integrante del consejo editorial de contratiempo
Pero no es la burla o la ironía barata, que es muy peligrosa: no es siempre cute que el payaso se ría frente al espejo. En conversaciones [apresuradas; intercambios violentos y a ráfagas; todo con ella es inesperado] la autora aclara que desconfía de las palabras, tiene con ellas una relación de amor y odio porque la contratiempo
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CONTRAFOTO / SINCRONĂ?AS
CONTRAFOTO
Rafael Franco
CHema Skandal!
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- www.chemaskandal.com
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EDICIONES VOCESUELTAS Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. VOCESUELTAS Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis Información: libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento info@contratiempo.net y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial. EDICIONES
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01 A veces llovía en Chicago. Por: Gerardo Cárdenas
02 En la 18 a la 1. Por: Escritores de contratiempo en Chicago
Gerardo Cárdenas urde un mosaico de tramas y memorias que se confunden, difuminan y entroncan hasta el punto de hacernos olvidar o recordar qué porcentaje de espejismo yace o subyace en lo que él cuenta o el lector infiere que ocurre en Chicago y sus alrededores. — René Rodríguez Soriano
Este libro es, además de antología, una muestra, y también un repertorio: selecciona lo más representativo de cada autor, muestra la diversidad de su talento, y documenta el estado de la literatura hispánica en su estancia en Chicago. — Julio Ortega
03 Extrasístoles (y otros accidentes). Por: Jochy Herrera
04 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek
Las páginas de Extrasístoles nos dejan la impresión que el autor es un espíritu esencialmente ávido y curioso: no solamente un especialista en cardiología, sino un humanista a quien, como a Terencio, “nada de lo humano le es ajeno”. Para nuestra buena fortuna como lectores. —F. González-Crussí
Si es un misterio porque el ser humano narra, el que un individuo decida narrar por escrito, y además en una lengua que aprendió de adulto, es un doble misterio. Stanislaw escribe para entrar en diálogo con los hispanoparlantes de Chicago. —Paul A. Schoeder Rodríguez
05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo
06 Vocesueltas: Cuatro cuentistas de Chicago. Por: Raúl Dorantes, Bernardo Navia, Fernando Olszanski y om Ulloa
Desarraigos es la conjunción de cuatro voces en el desasosiego, voces bien plantadas en el terreno de la poesía. Cuatro latinoamericanos en Chicago entregando al mundo sus visiones y sus cantos. Vale la pena entrar al mundo al que nos invitan, pasar al otro lado del espejo. —Hugo Gutiérrez Vega
Es en Chicago donde precisamente un grupo de escritores, reunidos en torno a la revista contratiempo, lanzan esta antología de cuentos, que mucho prestigio ha de dar tanto a los autores y a la literatura en español de esa metrópolis como al español que se escribe en Estados Unidos. —Luis Leal
Precio US$12.95. 1a. edición (Marzo, 2011) . En español. ISBN: 978-09800042-67
Precio: US$ 19.99. 1ª. Edición (abril, 2009). En español. ISBN-13: 978-0-9800042-3-6
Precio: US$ 15. 1ª. Edición (mayo, 2008). En español. ISBN-13: 978-0-980004212
Precio US$14.99. 1a. edición (Septiembre, 2010). En español. ISBN: 978-09800042-5-0
Precio: US$14. 1a. edición (Abril, 2010). En español. ISBN: 978-098000424-3
Precio: US$ 15. 1ª. Edición (agosto, 2007). En español. ISBN-13: 978-0-980004205
TALLER DE CREACIÓN LITERARIA “Contratiempo es la fragua donde se forja el nuevo escritor. Antes de llegar a él, este neófito de la palabra se encontraba en un modesto sótano, en un desván o en la penumbra de una sala. Ahí sostenía un diálogo íntimo e intrascendente con el silencio. El taller es el yunque donde ese diálogo es expuesto a los marros de la crítica severa y alentadora; la palabra se vuelve el pincel que plasma sobre el lienzo estadounidense la imagen de Latinoamérica”. Jesús Guerrero Martínez, escritor participante en el taller DÓNDE: 1702 S. Halsted, Chicago IL 60608. CUÁNTO: Gratuito. CUÁNDO: Dos domingos por mes a la 1 pm. INFORMACIÓN: 312 666 7466 info@contratiempo.net
MIRADA CÓMPLICE
JUN KANEKO
Leyendas, mitos y verdades Tanya Victoria
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a exposición gratuita que se presenta hasta el 4 de noviembre del presente año, en la Galería Boeing del Millenium Park, llamada Legends, Myths and Truths, del escultor japonés Jun Kaneko, invita a un recorrido que encuadre las 35 piezas hechas con exactitud y contundencia. En la parte sur se presentan los “Dangos”, término que se refiere a los dumplings, o bolitas fritas hechas de harina de arroz, y que se traduce como “redondez”. A simple vista las esculturas son objetos ovalados, pesados, que de lejos parecen huevos alargados y formados en hilera se ven como soldados simétricos. Observándolos de cerca, sus características son muy particulares, tan detallados e inmersos en líneas horizontales, verticales y círculos, que el conjunto de la pieza pareciera como un óleo tridimensional de inflados lienzos. Los “Dangos” son elaborados con cerámica y hechos a mano, logrando una riqueza cromática. Por usar una descripción romántica, esta exposición representa el espacio y tamaño del silencio. El proyecto llevó tres años de trabajo, y la última pieza se terminó dos semanas antes de la inauguración. Tras la elaboración de la escultura, el secado tardó cuatro meses y el cocimiento en hornos 35 días. De cada diez piezas, sólo suelen sobrevivir tres. En la parte norte se encuentran 17 coloridas esculturas que representan a los “Tanukis”, palabra que significa “mapacheperro”, una criatura que pertenece al arte folklórico japonés. Para algunos representa prosperidad, ya que con sus enormes ojos observa y cuida a la humanidad, aunque también se le conoce como el duende que utilizando magia negra se adueña de la naturaleza para causar problemas. El duende puede asumir diferentes formas, ya sea de plantas, niños o peces. El “Tanuki” no solamente forma parte de la mitología en Japón, sino que también es un pequeño mamífero nocturno que vive al este de Asia. Kaneko, quien reside en Nebraska, es especialmente reconocido dentro del mundo del arte contemporáneo por sus enormes esculturas de cabezas que reorganizan y reinventan la geometría, mostrando minimalismo a gran escala. Tras detallar mi punto de vista sobre las esculturas en la exposición que se presenta en Chicago, se me facilita definir los parámetros de su trayectoria y sumergir a los lectores en el delicado lenguaje escultórico que Kaneko maneja. Kaneko combina la identidad de los artistas de Oriente y Occidente en sus obras, utilizando los elementos de las estéticas estadounidenses y japonesas. Tanya Victoria es integrante del Consejo Editorial de contratiempo
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Fotos 1, 2, 3, 5, 6 y 7: Takashi Hatakeyama Foto 4: Jyoti Srivastava
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Sobre los orígenes del amor Jochy Herrera
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icen los doctos que el amor no es más que un proceso de la fisiología cerebral, mas éste ha sido un fenómeno que a través de la historia de Occidente trazó pautas, motivó guerras, justificó lo vil, explicó lo terrible, adornó lo obvio, engrandeció los sueños y sobre todo, fue appetito di bellezza al parecer de Lorenzo el Magnífico. Es decir, se convirtió en sentimiento, en hecho que ha convivido junto a esa cosa llamada Pasión. No se pretende en este texto introducir taxonomías sino explorar el momento en que apareció el amor en la especie y en esta vapuleada civilización; más bien indagar sobre la filogenia del amor. Y comprender el instante en que el humano se hace capaz de amar, descubrir eso que marca la ontogenia del amor, la adquisición biológicosocial del atributo que presuntamente nos hace superiores respecto a nuestros hermanos del reino animal: la voluntad de desear. De amar, aquello sobre lo que en una docena de palabras Stendhal advirtió dos centurias atrás: “Basta un pequeño grado de esperanza para causar el nacimiento del amor”. Los animales unicelulares reaccionan ante ciertos estímulos hecho que evidentemente no puede ser llamado sentimiento. Por igual, es de todos conocido que los primates no amaban y que los niños nacen desprovistos de la conciencia sobre el amar; digamos que sienten atracción, necesidad filial de apego y hasta se comportan instintivamente como si de veras amaran, mas no son capaces de ejecutar dicho acto de forma voluntaria ni con claridad cognitiva propiamente hablando. ¿Cómo y cuándo arriba entonces el amor al ser humano? En el ensayo Amor: inicio y fin en el cerebro Enrique Burunat explica el esqueleto necesario para la adquisición de dicha capacidad: ésta comienza a forjarse con el desarrollo de los ganglios, estaciones de procesamiento de órdenes nerviosas, y del tubo neural desde donde crecerá el cerebro y el notocordio, sostén de la médula espinal primitiva. Se hace necesaria también la mielina, aislante que permitirá la transmisión de impulsos sin pérdida de la señal moduladora del intercambio medioambiente - memoria, ejes esenciales en la conformación del sentimiento. La mielinización del área frontal del cerebro y los demás procesos hormonales que acontecen en el cuerpo púber son completados entre los quince y veinte años de edad momento en que al parecer, biológicamente hablando, el hombre “se hace capaz de amar”. A su vez, el contacto físico a través de la piel en la comunión de pareja, el acurrucarse,
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no sólo estimula la atracción mutua sino que provocará reacciones químicas placenteras que quedarán fijas en los circuitos de la materia gris encargados de procesar eso que llaman amor. Es así como células, fibras, proteínas y calor entretejen ese “mal” que difiere de todos los males; mal que place y complace; causante de una forma de dolor que hace casi enloquecer por un Otro, como narran las palabras de Chrétien de Troyes hablando del amor al amor: “…sufro gratamente, y tanta alegría hay en mi dolor que estoy enfermo de delicias”. Mal, en fin, que representa el enamoramiento, ese estado de imbecilidad transitoria a que se refería Ortega y Gasset. El Banquete de Platón relata la visión del amor en el pensamiento helénico destacándose en particular el argumento de Aristófanes sobre sus orígenes: En un principio la Tierra la habitaban personas de apariencia esférica dotadas de dos cabezas y cuatro extremidades, que podían ser hijos del Sol y tener dos sexos masculinos, de la Tierra y tener dos femeninos, o de la Luna y ser hombre y mujer simultáneamente. Disgustado por la arrogancia de estos seres Zeus envía un rayo que los parte en dos separándolos eternamente de sus otras mitades; así surge el amor, el anhelo del complemento que nos falta y para algunos la justificación metafórica de la heterosexualidad y la homosexualidad. Psicólogos y neurocientíficos explican hoy el amor no sólo como eje fundamental para la manutención de la especie sostenido él por el impulso sexual, la atracción y el apegamiento, tal como establece la investigadora norteamericana Helen Fisher, sino como fenómeno histoquímico y eléctrico, explicable y localizable gracias a las imágenes de la resonancia magnética cerebral. Ya conocemos las neuronas del mesencéfalo donde se producen hormonas que inducirán la exaltación del corazón y la piel, la euforia y esa “necesidad” de la pareja que interpretamos como enamoramiento. Conocemos también el área del tegmento, la substancia negra, el núcleo accumbens y el hipotálamo, lugares que han dejado de ser obscuras asignaciones de la neuroanatomía médica para convertirse en la paradigmática comprensión científica de aquello que una vez fue misterio; lo que Stendhal describió como la “cristalización” del amor. En el monumental tratado El amor y Occidente Denis de Rougemont establece que los primeros amantes “apasionados” vivieron en la Francia del siglo XI, tiempos donde por primera vez el amor es reconocido como pasión cultivable; a su parecer, ello ocurre como reacción hacia el cristianismo y en particular
hacia su doctrina del matrimonio por parte de aquellos “cuyo espíritu, por naturaleza o por herencia, era aún pagano”. Ese sentimiento fue llamado Cortezia –amor cortés– y al parecer nació resultado de la fiereza de las costumbres feudales donde el varón era beneficiario único de las posesiones materiales. Octavio Paz anotó sin embargo que allí había nacido “la filosofía actual del amor, no el viejo sentimiento amoroso reconocido antes por la humanidad” de seguro haciéndose eco de las afirmaciones de Orfeo: “Amor es el más antiguo, perfecto en sí mismo y mejor consejero”. Johan Huizinga contrastó aquellos enunciados sobre el amor cortés en la obra El otoño de la Edad Media afirmando que “…fue la violencia de la pasión misma la que impulsaba a la sociedad de la última Edad Media a dar a su vida erótica la forma de un bello juego, sometido a nobles reglas (…) conformando de tal forma en la aristocracia ‘un freno para el desenfreno’ (…)” Aún más, Huizinga desafió las formas del trato amoroso de la época recordándonos que “el ideal del amor, la bella ficción de lealtad y abnegación, no tenía plaza en las consideraciones harto materiales con que se contraía matrimonio. Sólo podía vivirse en la forma de un juego encantador o regocijante”. André Comte-Sponville ha declarado que en la emergencia del amor como valor supremo –que no místico– la mujer ha jugado un rol fundamental: “El amor es un invento de las mujeres, no habría existido sin la maternidad. Una humanidad exclusivamente masculina se habría contentado con el sexo, la guerra, el dinero y el fútbol”. Entendiendo que esta podría constituir una forma de misoginia invertida, optaría por acoger el discurso de Paz cuando decía que “todos los poetas de todos los tiempos han afirmado que el deseo es testimonio de nuestra condición desgarrada. Asimismo, es una tentativa por recobrar nuestra mitad perdida. Y el amor, como la imagen poética, es un instante de reconciliación de los contrarios”. Es justamente ésta la génesis del amor que la ciencia ignora, no por ‘ignorancia’ sino porque no le compete; ya que no puede, ni debe, ni logrará, ella, poetizar esa Carta de creencia que constituye el amor en palabras del propio Paz: Amar: hacer del alma un cuerpo / hacer de un cuerpo un alma / hacer un tú de una presencia.
Jochy Herrera, miembro de la Mesa directiva y del Consejo editorial de contratiempo; autor de Cuerpo [Accidente y Geografía], SANTUARIO, 2012
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Naturaleza, cuerpo y deseo en el amor Basilio Belliard
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uando los cuerpos se acoplan en la sexualidad reproducen el mismo discurso histórico, ancestral e instintivo. Así pues, no hay historia del hombre sin una historia del cuerpo; ni historia del cuerpo sin una historia del desnudo. El cuerpo es naturaleza y es cultura. Instintivamente, los cuerpos hacen el sexo para la reproducción; para que haya sociedad, mundo. Mas nos enamoramos de un cuerpo buscando un alma. Y atravesamos con la mirada el cuerpo deseado buscando la satisfacción de un deseo. En ese sentimiento amoroso a veces ignoramos donde reside la pasión, y en dicho proceso, cuerpo y atracción producen la llama que enciende el deseo erótico. El cuerpo por tanto es el objeto del placer y del dolor, de la vida y de la muerte, de la reproducción y del erotismo. Es salud y enfermedad: lo sagrado y lo profano lo anhelan, lo atraen o lo seducen. Nacen del cuerpo en búsqueda de belleza. Todo amor es un deseo universal que se alimenta de la atracción de los cuerpos: objetos de la sexualidad que crean una suerte de mística que es simultáneamente espacio del instinto y del deseo. Topografía simbólica del universo, protagonista de un ritual (el erótico) que hace posible la encarnación del tiempo y la totalidad para reconciliarnos con lo “real” del mundo, en palabras del poeta Plinio Chahín. El cuerpo del amor es el mismo de la muerte. El que expresa la felicidad de la belleza, también se corrompe –o pudre– con la muerte. Se desnaturaliza con el cese de la vida: se enferma; se descompone y se hace polvo y ceniza. El cuerpo tiene una forma determinada por la naturaleza, la voluntad o el ejercicio aunque también sea diversión y fiesta, como objeto de cultura. Cada cuerpo es diferente, único e irrepetible, más allá de la raza, ambiente y credo religioso, y según los pensadores de la antigüedad es además el “castigo de la lengua” y la “cárcel del alma”. Deseamos el cuerpo del otro en la relación de pareja porque anhelamos la eternidad. Nos enamoramos, atraídos por los ojos, los labios, el rostro y la piel de la mujer o del hombre. Aunque nos enamoremos de las ideas, el estilo o la moral del otro –como quería Platón–, ese amor entra por el cuerpo. Unos buscan un cuerpo bello por vanidad y ansia de felicidad y otros para engendrar hijos bellos, mas el ser humano esencialmente ama al otro para encontrar lo que no posee. En tal aventura el amor glorifica entonces el cuerpo, a pesar de que éste ha sido menospreciado desde la tradición platónica y cristiana en aras de divinizar el alma, hasta la
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modernidad que hoy ha hecho de él un mero material de consumo. El alma, por su parte, no encarna sino es en un cuerpo. Los cristianos la suponen como entidad inmortal e inseparable para el cuerpo, como el idealismo, que la ve con anterioridad al cuerpo, en tanto objeto deseante del amor. Por tanto, para que exista el amor, tiene que haber una persona que represente el cuerpo. Inexorablemente, amamos un cuerpo, pero éste es mortal, eso nos hace infelices y seres trágicos. Sin embargo, en el amor, cuerpo y alma son uno y el otro al unísono: “El amante ama al cuerpo como si fuese alma y al alma como si fuese cuerpo”, dice Octavio Paz. No hay amor sin cuerpo, aunque al amor lo enciende el alma. El erotismo nace no del alma sino del cuerpo que le insufla pasión. Ya lo expresó Jorge Souza: “…los cuerpos, cuando se aman, transforman el espacio cotidiano y establecen en él su propio paraíso; abren una grieta en el continuo del tiempo y se quedan inscritos en algún punto, para siempre”. Basilio Belliard, poeta, crítico y ensayista dominicano; Premio Nacional de Poesía 2002. Autor del ensayo Soberanía de la pasión SANTUARIO, 2012.
Fotografía: Ignacio Guevara
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Vicisitudes de la batalla amorosa Marco Escalante
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n su espléndido esquema sobre Salomé, señala Ortega que lo que diferencia de manera sustancial a la mujer del hombre, es su capacidad de entrega. En la lid amorosa la mujer tiende a dar; el hombre en cambio a tomar. Leyendo hace muchos años una novela corta de Stendhal, se me fijó en la memoria un pasaje ilustrativo: Ernestina recibe un ramo de flores de su enamorado y antes de leer la nota que acompaña al arreglo, se entrega a la contemplación de los pétalos, las hojas y los tallos armoniosamente reunidos, como si el amor en sí fuese el misterio, más que los seres específicos que lo protagonizan. Un hombre, dice Stendhal, hubiese leído la nota primero. Y claro, la paciencia, el rito, el tranquilo paseo del espíritu por sobre todas las cosas que adornan al sentimiento amoroso, van en consonancia con el don femenino para el sacrificio y la entrega; mientras que la premura y la ansiedad son perfectamente compatibles con la condición de cazador que define al hombre. La mujer, como arquetipo, tiene una visión casi mística del sentimiento amoroso, el amor la sobrepasa a ella y a su amado, se extiende a las flores, a los animales, a la tierra, al universo y finalmente a Dios; el hombre en cambio es un experto en la estrechez animal de sus dominios, ama como el león, con pasión y tedio, fascinación y hartazgo, fidelidad y abandono: llega, vence y se marcha, como un César agotado de la extensión de su reino. Ortega, sin embargo, aclara que más allá de los arquetipos, los hombres reales participan de muchas cualidades femeninas, lo mismo que las mujeres tienen dentro suyo una considerable dosis de masculinidad; los territorios de los géneros son poco discernibles, constantemente sus límites son violados, por sus fronteras penetran seres supuestamente ajenos a su soberanía y pureza y ya no es raro el misterio de un delicado o una virago. Precisamente la batalla amorosa es un territorio particularmente rico para introducirnos en la ciencia de la mágica caída, aquella por la cual un hombre claudica de su condición viril y una mujer se transforma en varonil dominadora. Recuerdo a este propósito una película alemana ejemplar: El Ángel Azul, de Josef von Sternberg. Allí el profesor Rath lleva una vida al estilo de Kant, rodeado de libros que lee y repasa cada día con una disciplina germana, siguiendo hábitos de moderación y austeridad donde la única excepción es la gula; hasta que una broma cruel de sus estudiantes le abre las puertas al misterio de Lola; enamorado de sus piernas desde el primer instante, el profesor pretende el amor de esta bailarina inalcanzable
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con el arma que todo hombre que se precie de Don Juan esconde: la humildad; y como Lola era el demonio encarnado, saca ventaja de la circunstancia y no para en su misión hasta hacer del profesor un verdadero payaso. Lola y el profesor Rath, personajes antitéticos, son de alguna manera uno solo, juntos se convierten en el termómetro del sentimiento alemán de esos días. Alemania, la nación vejada en la Primera Gran Guerra, de pronto reniega de sus filósofos anacoretas: tanta teoría, tanta idea... y tan poca acción, tan poca vida. Lola y los estudiantes representan a una nueva generación que rechaza a la clase intelectual en nombre de un compromiso activo con la historia. Orgullo y virilidad, todo aquello que posee Lola, clama ya por la Alemania de Hitler, nación que ha de liberarla del vodevil para insertarla en la domesticidad que en el fondo de su corazón anhela. El sentimiento de la película es perverso: no hay en ella una pizca de piedad por este hombre que abruptamente renuncia a su condición de macho para someterse por entero a la voluntad de una mujer maligna. Aquí no estamos presenciando el triunfo de la banalidad sobre la erudición, sino el de la acción sobre la pasividad anquilosada. Una película americana ofrece otra perspectiva. De la esclavitud humana, protagonizada por Bette Davis y Leslie Howard, narra la historia de una camarera, Mildred Rogers, que hace y deshace a voluntad la atormentada vida de un estudiante que se enamora de ella. Philip Carey, el estudiante, es un fracasado: su sueño es hacerse médico, pero entra en el mundo de la medicina del modo más humillante: como objeto de la curiosidad científica por una extraña cojera que es producto de su accidentado nacimiento. A Carey, en realidad no lo maltrata una mujer, sino la vida; y por eso su respuesta, esa manera sublime de abrir los brazos, de entregarse sin condiciones a su fatal destino, está a la medida de su verdugo y su desgracia. Es admirable y propio del tempe-
ramento anglo el hecho de que nuestro héroe se entregue a cada nueva debacle con el terno bien planchado, la camisa sin arrugas, la corbata en su lugar, el pelo siempre peinado, como si tal cosa fuese una manera de plantear que el dolor, perfecto y redondo, hecho y consumado, no se lleva bien con las quejas. En su noble sacrificio, en su fracaso que ya no lo sorprende, este hombre ha sabido conservar la virilidad del capitán derrotado: no le ha afeado la cara la mueca del llanto. El sentimiento del filme es igualmente grave, porque una pena de amor, resume al final todas las penas que proporciona la existencia...y una pequeña batalla, encierra el germen de toda la guerra. El amor, ese territorio accidentado en que a menudo interactúan víctimas y verdugos, y que muchas veces culmina en el crimen o el desfalco, tal vez sea la vivencia que mejor permite calibrar el temperamento de una mujer o un hombre. O tal vez sea al revés. Acaso por obra del amor se diluya el temple, la fortaleza moral edificada en la lucha contra adversidades más llevaderas, y quede del amante un residuo irreconocible, un enigma sin claves. Tal vez sea cierto que el amor educa y nos hace más fuertes. Tal vez sea igualmente cierto que en cuestiones de amor, toda la experiencia, todo el conocimiento adquirido en el correr de los años, se lo lleve en un segundo la desesperación.
Fotografía: Ignacio Guevara
Marco Escalante, escritor peruano, es integrante del Consejo editorial de contratiempo JUNIO 2013
DOSSIER
Alguna visiones del amor en la poesía Graciela Reyes y Leda Schiavo
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l amor es uno de los temas más tratados por la literatura y, en especial, por la poesía, pero hay casi tantos tipos de amor como de poetas y los objetos del amor son muy variados. Para poner un marco restrictivo a un tema inabarcable, vamos a limitarnos a algunos tipos de amor en la poesía, cuando la destinataria es la mujer. El amor no correspondido es tema predilecto de la poesía de todos los tiempos y culturas. Nos ha dejado, entre tantos otros, los endecasílabos de Garcilaso. En la Égloga primera, el pastor Salicio se lamenta en versos famosos: Oh más fría que mármol a mis quejas/ y al encendido fuego en que me quemo, / más helada que nieve Galatea… Los endecasílabos son dulces por la forma –la acentuación, las aliteraciones– pero amargos por caer en la tradición del tema de la mujer cruel, la belle dame sans merci. Para Garcilaso el amor es un mal o enfermedad (dulces prendas por mi mal halladas…), es locura, miedo, lucha, religión, siguiendo la tradición del amor cortés y de la poesía petrarquista. El Soneto a Laura, la amada inasequible de Petrarca, ilustra el dolor y el éxtasis de amar: Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra,/ y ardo y soy hielo, y temo y todo aplazo/ y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra/ y nada aprieto y todo el mundo abrazo. El amor cortés, que se inició en Provenza en el siglo XI, es una convención literaria según la cual la mujer es ama y señora despótica del enamorado, que suele conformarse con una mirada o una sonrisa. Es un amor imposible, nunca consumado. Para una sociedad estratificada y estática, corresponde un amor de vasallo a señora. En otro de los prototipos poéticos del sentimiento amoroso, se lo presenta como sufrimiento y cárcel, derivación del mito de Eros o Cupido. Cupido lleva en su aljaba dos tipos de flecha, una de oro y otra de plomo. A veces el travieso niño se divierte clavando una flecha de oro a uno y una de plomo al otro miembro de la pareja, con lo que toda unión se hace imposible y la tragedia es segura. El amor producto de un flechazo de Cupido es una fatalidad, pero no es la única: también existe la fatalidad de beber un filtro que enajena, como pasa en las diversas versiones del amor entre Tristán e Isolda. Los enamorados se convierten en víctimas de un poder que excede a su voluntad y la desgracia es inevitable. Estos temas persisten hasta hoy en las canciones populares, en el tango, en el bolero: canciones como Receta para un filtro de amor infalible, que canta Juan Manuel Serrat, o en la tradición del gualicho o brujería para enamorar a alguien. NÚMERO 105
La idea del amor como desgracia ineluctable procede de los clásicos. El durus amor, amor duro, amor empedernido, el que lleva al adulterio y al suicidio, condena a sus víctimas al castigo eterno del infierno, como se relata en los bellísimos hexámetros del canto VI de la Eneida, cuando Eneas visita el Hades. En otra estilización poética, dentro de la idea del amor como desgracia, tenemos los muchos poemas de amor a la amada muerta. En la Égloga primera de Garcilaso, el pastor Nemoroso expresa su dolor por la muerte de Elisa y se la imagina en el cielo: Divina Elisa, pues agora el cielo/ con inmortales pies pisas y mides/ y su mudanza ves, estando queda... Amadas muertas que sobrevivirán eternamente: la Beatriz de Dante, la Laura de Petrarca, la Elizabeth Siddal de Dante Gabriel Rossetti, la Elvira de José Asunción Silva… En pleno romanticismo, José de Espronceda escribe los célebres versos del Canto a Teresa, que es tanto una explosión de amor como una diatriba contra la mujer que fue su amante, muerta en plena juventud tras una vida turbulenta. Teresa es tanto “ensueño delicioso del deseo” como “estanque de aguas corrompidas”, ya que abandonó al poeta y a la hija de ambos por otro amante. Las mujeres suelen ser angelicales en la tradición del Renacimiento y del romanticismo conservador, como la Inés “ángel de amor” del Don Juan de Zorrilla. Pero en el bajo romanticismo abundan las mujeres perversas, que empujan al hombre a la perdición. Hay además una transición del ideal de belleza rubia a la mujer morena: las morenas, dice Manuel Machado, tienen “los cuellos enarcados de sierpe o de paloma”. El más conspicuo representante de esta tradición es Charles Baudelaire, amante de la mulata Jeanne Duval. Precursor del movimiento decadentista, el poeta se deleita en la corrupción física o moral, transgrede los límites de lo aceptable en su tiempo con Las flores del mal, por lo que fue llevado a los tribunales. La primera edición del libro apareció sin seis poemas que fueron censurados. En el primero, Las joyas, el tema es un encuentro sexual con una mujer que tiene la “piel color de ámbar”. El tercer poema de esta serie, titulado “A la que es demasiado alegre”, es un poema
atormentado y un tanto sádico, inspirado según algunos críticos, en su relación con Jeanne Duval: y castigar tu carne alegre,/ y maltratar su absuelto seno,/ y a tu costado sorprendido/ herir profunda y ampliamente. Otros poemas censurados se refieren a amores lésbicos, un tema que reaparece en autores de fin del siglo XIX y principios del XX. La exaltación del amor realizado, feliz, es también tema de la poesía de todos los tiempos. Neruda: Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría, / cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. Alegría frágil, pasajera, a veces nostalgia, a veces puro deseo. Lo que la hace eterna es su sublimación poética. Amor no correspondido, amor como locura, como pecado, como cárcel, como transgresión y como alegría…: estas y otras visiones reproducen líricamente la realidad polifacética del amor real, que puede ser éxtasis y suplicio en unas horas, o exaltación y aburrimiento casi simultáneos, y puede causar, como en la poesía, felicidad, desesperación, locura y muerte. La estilización literaria intensifica, desmenuza y reinterpreta, según normas que van cambiando, las facetas de un sentimiento que nos obsesiona. Sin duda, el amor seguirá siendo uno de los temas predilectos de los poetas y de los lectores, y el objeto amoroso será siempre una gran inspiración para la poesía y para la vida. Graciela Reyes y Leda Schiavo, poetas argentinas, ambas profesoras eméritas de la Universidad de Illinois-Chicago y autoras de numerosos poemarios
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Fotografía: Ignacio Guevara
DOSSIER
...Y el final del amor Jochy Herrera
...este amor, ya sin mí te amará siempre. Ángel González
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as consecuencias que la muerte del amor pueda ejercer sobre nuestra conducta o visión de la realidad han variado a través de la historia; el desamor, a título de ejemplo, arrastra sus víctimas a las profundidades del dolor, a ese pesar que representa la ruptura unilateral, la decisión de dejar un querer sin aprobación que ha inspirado óperas, tragedias, mitos y leyendas que persiguen expresar el estado de ánimo de sus protagonistas. Un casi inevitable dejo de melodramatismo se asoma al intentar enumerar tales sensaciones: Duelo, soledad, tristeza, maldad, depresión y desesperanza. Adjetivizaciones que guardan semejanza con la temática de un poema, con un bolero o cualquier bachata popular. Sin pretender elaborar una poética del fin del amor y comprendiendo el poder expresivo de dicho género, cabría revisar aquí algunos párrafos que sobre el tema nos legaron Pessoa, Vallejo, Ángel González y Enriquillo Sánchez en sus respectivos trabajos literarios: Pero si tu me olvidas / quedaré muerto sin que nadie lo sepa / Verán viva mi carne / pero será otro hombre –oscuro, torpe, malo– el que la habita, contaba el fenecido madrileño; Yo te seguía a través de los puertos y el olvido / Era el viento, era la noche, eran tus ojos / Mis ojos estaban solos sin tus ojos de llovizna y de brea / Nuestros tristes ojos perdidos desde entonces en la noche, respondía el dominicano Sánchez. Joaquín Sabina, por su parte, advierte sabiamente sobre el amor aludiendo a su poderío y relativa perpetuidad: ...porque el amor cuando no muere mata / porque amores que matan nunca mueren. Parecería que únicamente la ausencia, sólo el fin, es capaz de descifrar aquel ánimo, observación que Stendhal ya había expresado al indicar que el rasgo esencial del amor es que sólo es reconocible en la experiencia de la pérdida irreparable. ¿Cuánto dura la pasión? A decir de los neurofisiólogos, los seres humanos están cableados, digamos, biológicamen-
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te programados para sentirse apasionados durante dos a cuatro años ya que la atracción del enamoramiento responde a procesos químicos de duración predeterminada en los cuales no sólo se agotan las hormonas mediadoras, sino que el cerebro deja de responder a ellas resultado del adormecimiento de sus receptores. “El asunto amoroso inicial que revela al hombre como una “máquina de amor”, no tiene otro objetivo primario que el de la procreación a fin de preservar la especie”, comenta la experta Cindy Hazan de la Universidad Cornell de Nueva York. Y nos avisa que “El amor posee un tiempo de vida lo suficientemente largo para que la pareja se conozca, copule y tenga un niño. En términos de la evolución, no necesariamente de corazones palpitantes y sudor frío en las manos”. Amor a plazos fijos, diría yo; al parecer amar exclusivamente para la conservación de la especie de acuerdo a tal apreciación antropológica. El final de una relación amorosa desencadena una pléyade de respuestas neurobioquímicas más predominantes en el cerebro masculino donde los desniveles de la serotonina y los receptores de la dopamina inducirían estados depresivos, ansiedad y obsesión e incluso conductas agresivas desafortunadamente harto conocidas. Un psicólogo podría identificar fácilmente los síntomas causados por el corazón roto de amor provocados éstos a su vez por el hipotálamo, la corteza paralímbica, el núcleo estriado ventral, el tálamo y la amígdala cerebral: Disfunción alimenticia y del sueño; desinterés y falta de disfrute; deficiencia cognitiva, lentitud física e inactividad motora; y finalmente, la pronunciada angustia que usted, lector, probablemente sintió alguna vez en su historial de paciente del amor. Las sensaciones descritas más arriba corresponderían a lo que es conocido como Trastorno Depresivo Mayor, pero existe también el llamado Síndrome de Abstinencia del Amor donde el sujeto paradójicamente se aleja de situaciones o estímulos que pudiesen paliar su pena en pos de memorias o huellas del amado a pesar de que ello provoque más dolor. Esta conducta, predominante entre las mujeres, es comparable con la expresada por un adicto tras suspender bruscamente el uso de una droga. El amor droga, que gracias a la oxitoxina y la
dopamina liberada por el cerebro herido tras la ruptura nos recuerda el tacto, el olor, la voz del que ha partido, en algunos por el resto de nuestra existencia y en otros, según las neurociencias, por los seis meses a dos años posteriores, período presuntamente necesario “para la completa recuperación del pensamiento” según plantea Enrique Burunat. El amor más allá de su muerte Asumamos que en lenguaje científico dicha muerte es la culminación neurobioquímica de una peculiar aventura-batalla: la consumada entre dos soldados bajo el comando del corazón cerebral. En su comprensión filosófica, por otra parte, aquel evento señalaría la extinción, el estremecimiento de lo que solamente es memoria de lo perdido, fenómeno carente de futuro y de pasado, porque “no hay memoria del amor” según el mexicano Raymundo Mier. Hablamos aquí tanto de la transitoriedad del amor como de la extinción de la esperanza, el vaivén vivido en la gesta y en la épica que representa el amar. Mas urge advertir que escudriñar, estudiar su física, lo físico, en este caso, es incuestionable tarea del conocimiento, mas interpretarlo, es y debe ser, propósito exclusivo de la filosofía; su expresión, objetivo fundamental de la literatura. Pregunto entonces, como ya lo hizo la médica argentina Amalia Pati: ¿No haría bien devolver el amor a la literatura? Consecuencia de tal cuestionamiento o súplica –exigencia, quizás– debo citar la salva de latidos que en voz grave, emanada del barroco siglo XVII, provoca el amor postmortem depositado en la letra de Francisco de Quevedo. Genio, que atrapado entre el alma a quien todo un Dios prisión ha sido y las venas que humor a tanto fuego han dado, sentencia sin dejar dudas, el destino del amor y los amores; su desenlace en el campo de batalla o en la escaramuza que constituye el intentar querer amar: Su cuerpo dejará, no su cuidado / Serán ceniza, mas tendrá sentido / Polvo serán, mas polvo enamorado. Jochy Herrera, miembro de la Mesa directiva y del Consejo editorial de contratiempo; autor de Cuerpo [Accidente y Geografía] SANTUARIO, 2012.
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n el análisis del crear poético con justificada razón pocas veces se intenta explicar la poesía sobre el amor; más que trabajar en una idea en referencia a dicha temática, el escritor trata de verter en el texto aquello que siente como cree que lo siente, conformando a través de tal acto una suerte de ars amandi donde el díptico lector-poema deja el autor a un lado. No le necesita, porque su texto se ha transformado y ha dejado de pertenecerle; el fajo de versos aquí organizado, a nuestro parecer, es un espejomuestrario de aquello. Su robusto poder expresivo casi obliga a prescindir introducción alguna de sus autores; son textos que provocan y sacuden, que merodean entre esferas del sentimiento amoroso frecuentemente ignoradas, por omisión o comisión, y entre ciertas dimensiones del existir humano como el odio, el desamor, la agonía y el duelo del amor que muere, heterosexual o no. Mario Bojórquez (México) salta de lo intangible a lo contundentemente real del amor y todas sus derivaciones en el poema “Casida del odio” que contrastamos aquí con su propia traducción de “La nieve y el amor” del fallecido poeta brasileño Lêdo Ivo; Rosa Silverio (República Dominicana) viaja entre las sombras de la ausencia del amor, dolida y a la vez poderosamente viva, al igual que Jorge García de la Fe (Cuba) en el poema “Amor, ¿qué voy a hacer con tanta ausencia?” Por último, en franca denuncia antimoralista Rei Berroa (República Dominicana) se pasea entre las fronteras de la atracción sexual para terminar denunciando esta época, esta edad tan “obstinadamente masculina” que nos ha tocado vivir. Jochy Herrera Fotografía: r. nial bradshaw
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Lêdo Ivo (Traducción de Mario Bojórquez)
La nieve y el amor En este día de calor ardiente, estoy esperando la nieve. Siempre estuve a su espera. Cuando niño leí Memorias de la Casa de los Muertos y vi la nieve cayendo en la estepa siberiana y en el abrigo roto de Fédor Dostoievski. Amo la nieve porque ella no separa el día de la noche ni aleja al cielo de las aflicciones de la tierra. Une lo que está separado: los pasos de los hombres condenados al hielo oscurecido y los suspiros de amor que se pierden en el aire. Es necesario tener un oído muy fino para oír la música de la nieve cayendo, algo casi silencioso como el rozar del ala de un ángel, en caso de que los ángeles existan, o el estertor de un pájaro. No se debe esperar la nieve como se espera al amor. Son cosas diferentes. Basta que abramos los ojos para ver la nieve caer en el campo desolado. Y ella cae en nosotros, la nieve blanca y fría que no quema como el fuego del amor. Para ver el amor nuestros ojos no bastan, ni los oídos, ni la boca, ni aún nuestros corazones que laten en la oscuridad con el mismo rumor de la nieve cayendo en las estepas y en los tejados de las cabañas oscuras y en el abrigo roto de Fédor Dostoievski. Para ver el amor nada basta. Y tanto el frío del invierno como el calor escaldante lo alejan de nosotros, de nuestros brazos abiertos y de nuestros corazones atormentados. Fiel a mi infancia, prefiero ver la nieve que une el cielo y la tierra, la noche y el día, a ser presa indefensa del amor, el amor que no es blanco ni puro ni frío como la nieve.
Fotografía: r. nial bradshaw
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Rosa Silverio
Serenidad
Fotografía: r. nial bradshaw
Hoy no hay rumor en mi alma, ni viejas telarañas, ni gusanos olvidados. Hoy sólo me habita la tristeza y el ala de un pájaro. Hoy carezco de fórmulas y tretas. Me he vuelto una serpiente inofensiva que enrosca sus ansias en la punta de la rama. He renunciado al tren y los caminos, he dejado mis carnes para los buitres y mi último beso lo subí a un barco imaginario con destino a ninguna parte. Hoy me he despojado del vestido azul, de los zapatos de tacón alto que tanto me gustaban. Hoy también dejé de fumar. Me he tendido sobre la cama grande pensando que es un ataúd, un charco, o un agujero que me traga y me devuelve inocente e impoluta, sin rasguños ni manchas, sin temores infantiles, sin alcohol en la sangre ni pastillas para dormir en el estómago. Hoy he imaginado que soy una gasa o un ángel, que tras de mí no hay nadie, que el chuchillo nunca quiso atacarme, que las manos nunca estrujaron mis senos y el falo no se propuso rasgar las cobijas de mi ser. Hoy he soñado y he vuelto a ser una mujer ilusionada, una muñeca intacta y transparente, un arrecife y la punta de un iceberg. He vuelto a ser el tiempo y la oruga, y nada hay más hermoso que refugiarse en la crisálida y dejarse arropar por la ternura de lo triste. Hoy las olas ya no arrasan la playa, el mar está dormido, sereno, impasible. Yo me aferro a su seno como una ostra solitaria, Como un pescado blanco o una estrella, Sin pretensión de ir a alguna parte, sin secretos ni temblores en el alma, sin aleteos ni flores, con serenidad y abandono.
Rosa Silverio
Después de la búsqueda He hallado el vaso roto y la maleza, la fiebre y la abnegación de los gusanos, el adiós, los enemigos, la azotea, el edificio perfecto, el alcohol y sus guitarras, las revistas, las modas y las tiendas, el atardecer, la risa y la mentira. Pero no encontré el amor entre las piedras ni en las manos azules del amigo. Por eso mi soledad de puente y de farola, mis murciélagos muertos, las embarcaciones perdidas, mi corazón cansado. NÚMERO 105
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Mario Bojórquez
Casida del odio I Todos tenemos una partícula de odio un leve filamento dorando azul el día en un oscuro lecho de magnolias.
II Todos tenemos una partícula de odio macerando sus jugos, Fotografía: r. nial bradshaw
enmarcando su alegre floración, su fruta lánguida. ¿Pero qué mares ay, qué mares, qué abismos tempestuosos golpean contra el pecho y en lugar de sonrisas abren garras colmillos? Levanta el mar su enagua florecida, debajo de su piel va creciendo una ola dispersada en su vacua intrepidez elástica. Levanta el mar su odio y el estruendo se agita contra los muros célibes del agua y atrás y más atrás viene otra ola, otro fermento, otra forma secreta que el mar le da a su odio, se expande sábana de espuma, se alza torre tachonada de urgencias; es monumento en agua de la furia sin freno.
III Todos tenemos una partícula de odio y cuando el hierro arde en los flancos marcados y se siente el olor de la carne quemada hay un grito tan hondo, una máscara en fuego que incendia las palabras.
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IV
VII
que fueron hechos para albergar amor
Todos tenemos algo que reprocharle al mundo su inexacta porción de placer y de melancolía su pausada, enojosa, virtud de quedar más allá en otra parte donde nuestras manos se cierran con estruendo aferradas al aire de la desilusión; su también, por qué no, circunstancia de borde, de extrema lasitud, de abismo ciego; su inoportunidad, sus prisas
retuercen hoy los músculos, bombean
VIII
los jugos desesperados de la ira.
Todos tenemos algo que decir de los demás y nos callamos.
Todos tenemos una partícula de odio. Y nuestros corazones
Y nuestros corazones otro tiempo tan plenos
Pero siempre detrás de la sonrisa de los dientes felices, perfectos y blanquísimos en sueños destrozamos rostros, cuerpos, ciudades.
contraen cada fibra Nadie podrá jamás contener nuestra furia. y explotan. Somos los asesinos sonrientes, los incendiarios, los verdugos amables.
V (CODA) Todos tenemos una partícula de odio un alto fuego quemándonos por dentro
En alguna parte de nuestro cuerpo hay una alarma súbita, un termostato alerta enviando sus pulsiones, algo que dice: ahora
una pica letal que orada nuestros órganos. Sí, porque donde antes hubo sangre caliente, floraciones de huesos explosivos, médula sin carcoma, empecinadamente, tercamente,
y sentimos la sangre contaminada y honda a punto de saltarse por los ojos, las mandíbulas truenan y mascan bocanadas de aire envenenado y la espina dorsal, choque eléctrico, piano destrozado y molido por un hacha y los vellos, las barbas y el escroto, se erizan puercoespín y las manos se hinchan de amoratadas venas, el cuerpo se sacude, convulsiones violentas y todo dura sólo, apenas, un segundo y una última ola de sangre oxigenada nos regresa la calma.
nos va creciendo el odio con su lengua escaldada por el vinagre atroz del sinsentido.
VI Todos tenemos una partícula de odio y cuando el índice se agita señalando con fuego, cuando imprime en el aire su marca de lo infame, cuando se erecta pleno falange por falange, ¡Ah! qué lluvia de ácidos reproches, qué arduos continentes se contraen. El gesto, el ademán, la mueca, el dedo acusativo y la uña, ¡ay! la uña, corva rodela hincándose en el pecho. NÚMERO 105
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Jorge García de la Fe
Jorge García de la Fe
Amor, ¿qué voy a hacer con tanta ausencia?
Google Earth
Amor, ¿qué voy a hacer con tanta ausencia? Esa enorme antiflor que, transparente, desampara mi boca penitente de tu lengua invasora. ¿Qué indecencia revivir el gozoso desatino? Desparramados trapos por el suelo gimiendo quieren contemplar el duelo de dos arcángeles ardiendo en vino y rosas. ¿Qué mortales días volaron por la turgente fruta de tus dedos? ¿Adónde iré esta noche con la sombra de los rudos atletas que cruzaron espadas en gimnásticos enredos? ¿Qué caracola férvida nos nombra?
Fotografía: r. nial bradshaw
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Te conocí en la calle Clark bajo un estado de imperiosa necesidad. Parecíamos aves al borde de sus miedos buscando abrigo en algún árbol. Apenas estamos estrenándonos en ese viejo oficio de olfatearnos a contrapelo de pudores y reticencias. Te pedí que habitaras este cuerpo sin hacer demasiadas preguntas. Podría responderte que soy un solipsista y me llamo David Hume, pero eres un humilde cocinero de restaurante italiano que vino hace poco de Michoacán y no me sienta una pose diletante. El invierno es un animal gregario; y desde que tu piel me abrió apetitos extrafilosóficos, ¿acaso no estoy sobre un lecho de rosas? ¿Quién puede decretar que tú, como fenómeno, no existes, y que yo no soy más que un complejo de sensaciones? Como ahora estás cocinando en ese restaurante italiano de la calle Clark, y quizás pensando en Michoacán, me permito usar entelequias que serán reducidas al absurdo con tu inabominable abrazo de hombre que llega de la nieve. Entonces, olvidaré cualquier examen racional acerca de la naturaleza humana y bucearé con fruición un poco más abajo de tu vientre. Un tarde, después de arder, intercambiaremos al descuido nuestras prendas íntimas. Esa noche, soñaré que ando perdido por un pueblo de Michoacán; y tú, por un barrio de Matanzas, que nos husmeamos sin pretensiones epistemológicas, que ya nos pertenecemos sin remedio. Despertaré poseído por el mismísimo David Hume. Me levantaré, iré a la computadora, accederé a Google Earth, bajaré a Chicago, caminaré por la calle Clark, entraré a un restaurante italiano, y, bajo un estado de imperiosa necesidad, te traeré a mi cama.
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Rei Berroa
SIN DEJAR NINGÚN DETALLE Cuéntaselo todo a la mujer. Dile por qué se encuentra acompañada en sus vacíos, por qué tus gatos tienen nombres de astronautas misteriosos o instrumentos musicales y por qué, sin darse cuenta, irrumpe en carcajadas cuando está frente a tus nalgas temblorosas como enormes mejillas que han perdido su lugar y dirección en los orígenes del cuerpo. Antes de que venga blandiendo la verdad que encontró no importa dónde, tirada a la vera de la calle, de boca de tu amigo o tu enemigo, leída en la sección de sociedad del vespertino o en la sala de un museo o del mercado, Cuéntaselo todo a la mujer. ¿Has tratado realmente de entender su distante timidez, su parca risa, sus amores escondidos a la sombra de su sueño, su paso leve y su compás cerrado?
hasta hacer sangrar esas partes de tu cuerpo que te escuecen mas no conoces, que nunca el ojo ha visitado y necesitas, a las que nunca mencionas por temor a ser tachado de vulgar, maleducado, improcedente en una conversación como ésta en que no se debe mencionar el adulterio, la inmundicia, el puterío y todo debe ser higienizado según las morales normas de esa otra lengua o el oído. Aunque hagas temblar de rubor al sumo sacerdote y sus papiros, cuéntaselo todo a la mujer. Ella ha sido madre y todo lo contiene, en ella todo nace, todo en ella se termina. No olvides ni un detalle. Esto te curará seguramente del mal de ser varón en esta edad todavía hoy obstinadamente masculina.
Esbelta como hatillo de silencios, mastica cada sílaba en tu nombre con su ritmo entre sensual y reciclable buscando pronunciar con parsimonia toda consonante, las vocales, y poder con ellas dibujar las redondas anteojeras de las horas, el bigote encaneciéndote de ayer a aquesta parte la nuca juvenil que prolongaba hasta hace poco los años aquellos de vino y rebeldía, la piel aceitunada del llanto de la tierra y el constante fluir de tu sangre en las heridas de la risa, halcón que llevas sobre el hombro para perseguir tu pesadumbre y apuntalarla a picotazos.
Fotografía: r. nial bradshaw
Cuéntaselo todo a la mujer. Revélale tus dudas y temores, tus aciertos al momento de triunfar, tus desatinos en el sueño y el trabajo. Cuántas veces rozaste sin queriendo los pechos que viajaban frente a ti en el metro inevitable del deseo. Quién metió su mano en la entrepierna y cómo te dejaste llevar y traer con las señales que te daban de un pedazo de vivir en el anverso del oído o una gota de morir escondida debajo de la lengua que atrapabas con los dientes sin saber si era lengua o era sombra que comías, si era a Dios o a Lucifer a quien mordías o atrapabas, ángel caído o por caer, soledad eterna, compostura. Si era un sueño de mujer o de hombre o desvarío, y tú no eras sino un grano pegado a las paredes del duodeno, tembloroso, ají-picante, rascándote tu cóccix, el trasero, el omoplato NÚMERO 105
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