Contratiempo 107 • Septiembre 2013

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contratiempo DIRECTIVA Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo CONSEJO EDITORIAL Catalina María Johnson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Gerardo Cárdenas, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge F. Hernández, Jorge Frisancho, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marco Escalante, Marcopolo Soto, Olivia Liendo, Rafael Franco, René Rodríguez Soriano, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Tanya Victoria, Verónica Lucuy Alandia

SEPTIEMBRE 2013 • NÚMERO 107

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eptiembre conlleva la transición de verano a otoño, algo sensible en Chicago donde las estaciones del año son especialmente marcadas. Se terminan las largas horas de luz solar, el viento trae hacia la ciudad otro tipo de clima y las hojas muertas comienzan a acumularse. La transición es otro elemento a subrayar en contratiempo: después de muchos años en el segundo piso del 1702 de Halsted Street, nos mudamos al 1900 South Carpenter, todavía en Pilsen, en un local que compartimos con FMEL y Gozamos; el local, histórico, de Calles y Sueños. La casa, con su arquitectura típica de Pilsen, tiene mucha historia: una historia íntimamente ligada al arte de la comunidad latina en Chicago. En esa casa vivió en algún momento José Gamaliel González, cuya obra y trascendencia artística e histórica celebramos en Mirada Cómplice. En el local de 1900 South Carpenter seguiremos haciendo la revista, seguiremos llevando a cabo nuestros

talleres de escritura creativa, seguiremos organizando eventos. Seguiremos, en suma y como desde un principio, ligados al arte y la literatura de Chicago. El arte creado por la comunidad latina de Chicago tiene y mantiene dos claras vertientes: una mexicana, y la otra caribeña. En septiembre nuestro dossier, curado por el escritor dominicano Rey Andújar, examina el ejercicio de las artes en el Caribe, su ductilidad hacia lo multidisciplinario y transcultural, hacia lo sincrético. De Pilsen hacia el Caribe, y de ahí hacia el río de la Plata. La poeta uruguaya Silvia Goldman ha seleccionado y armado una estupenda selección de poetas uruguayos y argentinos jóvenes; a ellos, y desde las páginas de Tiempo Extra se unen la también poeta Viviana Abnur y el fotógrafo Alejandro Montini, con el trabajo poéticovisual Luna doble. Invitamos a los lectores a disfrutar estos contenidos, y a visitarnos en nuestra nueva casa.

FOTOGRAFÍA Arturo Richardson Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro © contratiempo nfp 1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. (312) 427 5450

La portada es obra de Mabel Manzano Casasnovas, egresada de diseño digital y bellas artes de la Escuela Altos de Chavón. La ilustración pertenece a una serie de este año llamada ‘Salmones del Caribe Insular’, la cual “trata o quiere plasmar un poco sobre cómo muchas veces tenemos que nadar/andar contracorriente”. Manzano posee experiencia en producción de desfiles de moda y espacios artísticos. Ha colaborado con diseñadores (Luis Hidalgo/ Jenny Polanco/ Cromcin Domínguez). Actualmente trabaja en la Revista Santo Domingo Times. Colabora como diseñadora y estratega en Grupo 7 Film + Video y Bacon Studio. Es fundadora activa y gestora cultural en MaRe unidadperformance y la Sociedad del Amor.

contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs, the International Connections Fund of the MacArthur Foundation and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible

TIEMPO EXTRA 3

INFORMACIÓN SOBRE LA REVISTA, PUBLICIDAD O SUSCRIPCIONES: info@contratiempo.net ENVÍO DE COLABORACIONES: Gerardo Cárdenas gcardenas@contratiempo.net ENVÍO DE ILUSTRACIONES Y FOTOGRAFÍAS: Olivia Liendo olivialiendo@contratiempo.net VISÍTANOS EN: contratiempo.net issuu.com/contratiempo facebook.com/Contratiempo @revcontratiempo

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Febrónimos Febronio Zatarain Luna doble Viviana Abnur Alejandro Montini

Las penas saben nadar en el Teatro Aguijón Jochy Herrera

DOSSIER 14 Caribe Múltiple

Rey Andújar 15 Carlos Vázquez Cruz

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Sobre Vonnegut Rey Emmanuel Andújar

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Entrevista con Lorea Canales La advertida desesperanza Gerardo Cárdenas

10 Contrafoto

La literatura de éxtasis en la obra de Juan García Ponce Vivian Sánchez

12 MIRADA CÓMPLICE

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José Gamaliel González: el artista a los 80 Gerardo Cárdenas

20 Un trago a la roca

Jochi Muñoz Leife, el pájaro malo Xavier Valcárcel de Jesús 17 A propósito de Restos

CHema Skandal!

en El acoso Carmen Zeta

16 Una mirada a Soy el

Arturo Richardson 10 Sincronías

18 Expresionismo

de lumbre y despedida de Xavier Valcárcel Nelson Ricart-Guerrero 18 Los Caribes del arte

contemporáneo Glenda Galán

21 DESHORAS

Poetas del Río de la Plata Silvia Goldman 21 Verónica Viola Fisher,

Ezequiel Zaidenwerg, Clara Muschietti, Paola Gallo, Laura Alonso, Alex Piperno


NARRATIVA

Febrónimos Febronio Zatarain

Fotografía: Mr Hayata

Leo las parábolas de Jesús y me angustio. Sólo imaginándome que de los dos hijos soy el pródigo, o de los labradores que recibieron el denario soy el último en ser contratado, me relajo.

* Sueño imposible de Dios: la nada.

*

Luego de un cuarto de siglo de haber salido en mi busca, me siento más obnubilado.

*

El aforismo me vuelve nítido; transparente como un pitecántropo.

*

Sobre las aguas del río, un ganso sigue a otro, yo también voy en el río, pero adelante no veo a nadie.

*

Hay una pareja de homeless tomados de la mano en una banca: los ojos emocionados, azules y en vela escuchan la voz de una piel retozada y azabache.

*

A la vera de la ruta para los corredores y las bicicletas, un anciano da uno, dos, tres pasos sobre un charco enlodado mientras los recuerdos, veloces, pasan a su lado.

*

Una señora jala un carrito repleto de bolsas de comida chatarra; una patada pone el balón en el aire y su rostro se ilumina.

*

Aunque el mundo llegue a ser el imaginado por Moro, desde esa cima presenciaré el alba del fracaso.

*

Espíritu vital: el que se despierta y ve que su ignorancia de sí es mayor que la de ayer.

*

Mejor remedio para el insomnio: aceptar que nunca volverás a dormir.

*

Todo es tedio. Por qué no te suicidas. Estoy esperando a que Dios me cuente un buen chiste.

Febronio Zatarain, mexicano. Es autor de la novela En Guadalajara fue (La Zonámbula, 2012). Reside en Chicago donde coordina el taller de escritura creativa de contratiempo, de cuyo consejo editorial es también integrante NÚMERO 107

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POESÍA

Luna doble Viviana Abnur (Buenos Aires, Argentina, 1964), poeta, ha publicado Quién asesinó a Bambi, (La Luna Que, 2002); Agosto (Alción Editora, 2007) y Delta, (Macedonia, 2009). Integra la antología de poetas mexicanos, españoles y argentinos nacidos en los 80’s Animales distintos, de la UNAM. Editó Tríada revista virtual de poesía argentina. Colabora con Esto no es una

Poesía: Viviana Abnur Fotografía: Alejandro Montini

revista, Lamás Médula y el Periódico de Poesía de la UNAM, México. Alejandro Montini (Córdoba, Argentina, 1958), fotógrafo autodidacta que intenta ser, como solían decir los Selk’nam -pueblo originario de Tierra del Fuego-, un “Mankancen”: un cazador de sombras.

a cambio

quebrada en dos como una naranja espero el tiempo del jugo de la pulpa su milagro ácido espero bañada y perfumada de pie como esperaba a mi padre los fines de semana en la estación en tanto en la ciudad por tu ventana entra la vida el viento se zambulle húmedo y el verano aturde con sus tacones de murga

construcción

oí decir que el problema está en el cielo o en la fragilidad de unas palabras lisas y chatas como platos superpuestos perduro ahí donde reposa el camalote su flor que mira al sol y flota blanca aferrada a la carne

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más arriba las telas nos ocultan edificios inacabados la bella perfección del hueco su vacío cada obrero en cada andamio lo conoce por eso las desliza suavemente y espía maravilla de la creación sobre el gris de la vereda rueda mi cáscara y sus semillas vigorosas

factores de fe

en el capricho o en al amor como la casa de Gaudí abriéndose paso entre la maleza perfidia perdurar así centímetros arriba del cimiento una vida entera entróncame empálame recibe de mí mi lengua madre común como una higuera primera y póstuma

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POESÍA

nocturno de cabras con peatones

vuelan tejas vidrios jaulas procesiones de zapatos viejos que colgaban de los cables bocas que besaron bocas por besar todo vuela y nadie logra vaticinar lo que trae el viento lo que es del viento se va se vuela alguien lo lleva fósforos tragados por la noche de un suspiro como húmedas constelaciones por el mar

circunscripto al centro de la ballena al hueco de sangre y agua desde siempre desde que tiene memoria un círculo acotado en oro y tripa bien guardados en un cofre circunciso privado de la mitad de sí refugiado en la ciudad -en un campo de maniobras- montado al tambor del general golpea fuerte mete ruido hacia arriba hacia el cielo por donde todavía se deslizan las franjas lúcidas del humo hacia atrás la calva señalando el lugar de la partida la vertiente misma el incendio la canción en estado bruto las manos enrojecidas

biblioteca de la memoria

así habló Zaratustra

poetas en el fin del mundo

ojo por ojo te voy a enterrar vivo hay un pozo que te espera en mi jardín ahí donde habitó la enredadera la margarita que regabas ojo por ojo vas a volver a la fuerza la mirada hacia esa madriguera que preparo cuidadosa para los dos sé que pronto llegarás con tu rictus familiar y mi costilla izquierda quebrada entre las manos NÚMERO 107

sola circunscripta a la línea de batalla la línea blanca a la fugacidad del duelo

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PERFIL

ENTREVISTA CON LOREA CANALES

La advertida desesperanza Gerardo Cárdenas

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on Los Perros (Random House Mondadori, México, 2013), la escritora mexicana Lorea Canales mete el cuchillo sin aspavientos en el momento actual de su país, y al abrir la piel se encuentra con la visión de dos hermanos que representan dos escenarios de la realidad, dos ópticas, y dos posibles destinos. En torno a la historia de los dos hermanos imperan la corrupción, la violencia, la injusticia y el constante distanciamiento de las relaciones humanas. La autora, que este mes presenta la novela en Nueva York, habló con contratiempo. En Los perros haces una disección brutal del momento que atraviesa México. ¿Por qué era necesario para ti verlo a través de la óptica de dos hermanos? Inicialmente lo pensé como una alegoría del país, entendiendo al pueblo mexicano como dos hermanos en pugna. Dos hermanos que pueden ser el norte y el sur, lo rural y lo urbano, hombres y mujeres, conservadores y liberales, cualquiera de los antagonismos que están en constante enfrentamiento. Pero después también lo vi como una lucha interna, como los hermanos que tenemos dentro, nuestros propios impulsos creativos y destructivos. La historia de dos hermanos que se destruyen es recurrente precisamente porque está encajada en la realidad y se presta para muchas lecturas. En la novela hay una sensación de caos, y de que el caos es irremediable. ¿Sientes perdido el país? No. Ni siquiera siento que el caos sea necesariamente negativo, sobre todo entendido como contrapunto del orden. El orden me da horror, es invariablemente jerárquico y rígido. Hace casi 700 años, cuando Dante describió las puertas del infierno, dijo “Dejad la esperanza todos los que entren aquí”. Yo creo como él que lo peor que nos puede pasar es perder la esperanza. Mi novela es desesperanzadora, pero simplemente como una advertencia, una especie de aviso: miren lo que puede pasar si perdemos la esperanza. Una sociedad sin esperanza estaría según Dante, infernal. Hay una fuerte crítica en tu novela a las figuras masculinas: tanto el macho alfa que es Miguel, como el intelectual metido a redentor que es Jorge, se ven rebasados y derrotados. Y la mujer de Miguel huye. ¿De dónde surge este planteamiento? En mi primera novela Apenas Marta (Plaza y Janés, 2011), las figuras masculinas son secundarias, y hubo quien se quejó que los hombres

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no tuvieran un papel más protagónico y heroico. Ahora que escribo desde lo masculino, aparentemente surge este reproche. Yo no sé si me representación de lo masculino sea acertada o no. Pero sí sé que la literatura a lo largo de su historia ha olvidado a las mujeres, tanto como personajes y cómo creadoras. Y que las mujeres callan. Ser una mujer que no se calla te pone en muchos problemas. Las últimas páginas de Los perros son desgarradoras. ¿Por qué escogiste el refugio de perros como metáfora, y como final? Afuera del reclusorio había estos perros, tal y como los describo. Seguramente todavía están ahí. Pero adentro del reclusorio hay 12 mil internos, encerrados por años. La mayoría son muy jóvenes, tienen familias, hijos que han dejado desprovistos y que inclusive son ahora ellos los que tienen que mantenerlos, pues es casi imposible sobrevivir ahí dentro sin ayuda externa. Es desgarrador, la novela no podía ser de otra forma. Para escribir la novela tuviste muchas conversaciones con presos. Al final, la cárcel se vuelve un personaje con vida propia. ¿Por qué fue tan importante para ti introducir la perspectiva desde el penal? Cuando empecé la carrera de derecho, ya tenía yo un pensamiento literario, humanista muy formado. La teoría del derecho penal es una de las materias más fascinantes porque ahí se encuentra a lo largo de la historia la transición de nuestro entendimiento de lo que es el castigo, el perdón, la redención, inclusive el humano. En el medievo uno de los castigos comúnmente usados era embarrar a prisioneros con miel para que poco a poco fueran carcomidos por los insectos. La idea era imponer el mayor castigo corporal. Ahora el castigo corporal está supuestamente prohibido, pero no así el psicológico, entonces llegamos hasta el absurdo de Guantánamo, donde se tortura a los prisioneros con repeticiones de música, luz, agresiones a símbolos religiosos, amenazas con perros, encierro solitario, pero sin jamás tocarlos. Surgen muchas preguntas. He leído recuentos de prisioneros en cárceles chinas, turcas, caribeñas, inglesas, españolas, nórdicas, rusas, francesas, chilenas, en fin, cada una tiene

sus particularidades que reflejan a la cultura donde están inmersas.

Lorea Canales

En la novela vemos un México altamente sofisticado y tecnológico en el que las personas se comunican cada vez menos. ¿Por qué te pareció tan importante resaltar esa ironía? No creo haberlo hecho en forma consciente. Dejo que los personajes tracen su propio camino y simplemente así se dio. Todos estamos pegados a nuestros teléfonos, computadoras, coches, bocinas, pantallas… ¿Es Los perros parte de un proyecto literario más amplio, es decir, habrá continuidad a la temática en una nueva novela? Seguramente el lector podrá encontrar muchos paralelos en mis novelas. No hay una continuidad temática en sí, porque siento que agoto los temas, o me agoto yo, y paso a otros intereses, pero sí, ojalá, algún día llegue a tener algo así como una obra y se pueda leer como un conjunto. Falta mucho para eso, apenas estoy empezando. ¿En qué otros proyectos literarios estás trabajando? Estoy pensando en una tercera novela. Y me surge una leve sonrisita pensar en ella, lo cual es una buena señal. Gerardo Cárdenas, escritor mexicano, es director editorial de contratiempo. Su volumen de relatos A veces llovía en Chicago (Vocesueltas/Magenta, 2011) ganó el Premio Interamericano Carlos Montemayor 2013 a mejor libro de relatos publicado en 2011 o 2012

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CRÍTICA

La literatura de éxtasis en la obra de Juan García Ponce Vivian Sánchez

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Un buen escritor nos conmueve más que la palabra de Dios. -Al Ghazali

ólo durante este verano cáustico mi edad será de treinta y cinco años, los mismos que tenía Juan García Ponce en 1967 cuando a él le llegó la esclerosis múltiple y los doctores le pronosticaron que viviría seis meses. A mi verano le queda un mes de 52 grados centígrados. A Juan García Ponce, para quien la vida y la literatura eran inexorablemente una misma, se le prolongó tanto la agonía física como el éxtasis literario treinta y seis años más y en diciembre del 2003 falleció en su casa de Coyoacán, Ciudad de México, a causa de un paro respiratorio. Se pudiese pensar que la paralización paulatina y dolorosa fue un castigo de los dioses o de la vida (dejo a Dios a un lado, porque Juan no creía en él) por ser tan paradójica. Juan García Ponce, el escritor que ha sido llamado perverso e inmoral, que escribe sobre sexo, de sirvientas indígenas que se masturban pensando en su patrón; de niñas bien con un sinfín de parafilias; de compadres que intercambian esposas; sobre la primera vez de una mujer teniendo relaciones anales y de los encuentros lúdicos de dos niñas vírgenes con muñeca u olote en mano. Ese Juan indomable encarnó un castigo como un Prometeo que en lugar de fuego se atrevió a regalarle novelas eróticas a los mexicanos de doble moral y de open mind por igual, exaltando y valorando el poder sexual femenino, centrándose en la mujer como origen, causa, efecto y fin del erotismo, de la vida y del arte en sí. El escritor cachondo, erótico y viril mexicano, (que le decía pendejita, en lugar de Elena, a la Poniatowska cuando eran estudiantes), se consideraba un escritor intimista y así es, sus historias suceden dentro de espacios, en habitaciones, en camas, en casas dentro de un coche o en el probador de una tienda de ropa. Juan García Ponce después de escribir un par de relatos sobre el movimiento estudiantil de 1968 en México y nuestro holocausto del 2 de octubre en Tlatelolco, fue contra la corriente y se alejó de todo tema político y social nacional o latinoamericano y optó por consagrarse a la literatura de éxtasis. El éxtasis es cualquier emoción que nos hace estremecer hasta el arrebato, desde las emociones más naturales hasta las más extremas, como por ejemplo un gran duelo o una felicidad indescriptible, algún placer inaceptable, una traición rencorosa, una pasión obsesiva o una tragedia ignominiosa. Como lectores lo hemos

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experimentado mayormente con la poesía, debido a que el éxtasis es el estado anímico del poeta; pero también nuestros sentidos e imaginación han sido trastocados por una novela, un cuento, un ensayo o una obra de teatro. De acuerdo a la división del arte que hace Nietzsche, la obra garcíaponciana encaja en lo dionisiaco, aquel que depende de la intoxicación emocional y orgiástica de carácter sexual. El filósofo alemán lo dijo así: “El deseo por el arte y la belleza (estética) es un anhelo indirecto por el éxtasis del deseo sexual que se comunica con el cerebro.” Por lo tanto, si el éxtasis es la voz del cuerpo, entonces García Ponce hizo de su esclerótico cuerpo un santuario de concupiscencia erótico. Él domina con genialidad el tema de las pasiones del alma que están irremediablemente vinculadas al acto sexual. Juan era un ser maravillosamente lúcido, brillante, un virtuoso, un intelectual. Quienes tuvieron el honor de conocerlo coinciden en que su personalidad era vivaz y alegre, se reía a carcajadas, era humilde, siendo un hombre tan culto, su dignidad y ética lo mantuvieron fiel a sus principios, odiaba la hipocresía y la mediocridad. Esto le provocó enemistades y no ganarse becas literarias, que finalmente fue lo de menos porque no afectó en su producción literaria. Se publicaron más de cincuenta libros de su autoría --su prolífica obra está conformada por ensayos, guiones, traducciones, críticas de artes plásticas, cuentos, dramaturgia y lo más memorable: sus novelas obscenas, sexuales y vívidas--. También realizó estudios, tradujo y escribió sobre el marqués de Sade, Georges Bataille y Pierre Klossowski, entre otros. Los escritores eróticos se estudian entre ellos, ya lo hizo Georges Bataille sobre Sade, también Henry Miller sobre D.H. Lawrence y Juan García Ponce no fue la excepción. Fue también promotor cultural, fundador, director y colaborador de múltiples revistas y suplementos culturales. Juan García Ponce, atado por el propio peso de su amorfo cadáver, siente compasión y rabia cuando en el reflejo de un vidrio o de un cuadro, de su casa sin espejos, se presenta ante sus ojos aterrados la imagen de su cuerpo infértil, y al mirar que en la negrura de la entrepierna

languidece su falo, se atraganta con sus propias lágrimas. Cuando el cuerpo se paraliza ¿qué sucede con la mente? Presenciar la muerte de tu propio pene, no volver a eyacular jamás, aceptar que las erecciones nunca volverán, y seguir vivo. ¿Cómo gozaba Juan, siendo un erótico paralizado? Encerrado en su intimismo y creando historias eróticas mexicanas, en las que nos reconocemos en silencio. La literatura garcíaponciana entra en la clasificación de literatura de poder, creada por Thomas de Quincey (crítico británico del siglo XIX), por ser la que nos mueve y nos enseña por medio de pasiones, deseos y emociones las capacidades morales o inmorales del ser humano. Quiero finalizar con este fragmento de Reflexiones, para escuchar la voz de Juan García Ponce. “No quiero lectores cultos, no quiero prejuicios, no quiero tomas de posición, no quiero nada. Simplemente quiero seres que entren en la trama por el lenguaje. Para mí es una obscenidad negar tu autenticidad, tu origen. Por eso cuando aquí hicieron una ley contra la obscenidad y me preguntaron ¿qué te parece?, yo dije: obsceno […] Mi vanidad de escritor es tan infinita que quiero tocar la literatura. Creo que la literatura es grandiosa, importantísima y que sólo la tocan los elegidos, así que fíjate qué vanidad tener la pretensión de ser uno de los elegidos”. Vivian Sánchez (Mexicali, México), es escritora freelance de ficción, poesía y ensayo contratiempo

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Juan García Ponce


ESCENA

Las penas saben nadar en el Teatro Aguijón Jochy Herrera

… y yo estaba más sola que Robinson en la isla porque yo no tenía un viernes, ni siquiera un triste martes. ¡Coño, qué sola estoy! ¡Qué casa en silencio, qué timbre que no suena, qué cama tan grande, qué cocina tan fría, qué manos tan vacías, qué boca sedienta, ojos inquietos, noche negra! No hay nada que hacer…

E

s el diálogo interior de una actriz ahogada por el desamor y la frustración narrando, entre lirismo y humor y a sorbos de alcohol, cuán difícil ha sido su vida profesional; tras ser rechazada en múltiples castings ella aprovecha un festival de monólogos para contar su historia vivida entre la mediocridad y la grandeza. Una historia que como en la Cuba contemporánea revela el discurso de lo racial y lo político; los altibajos de una mujer que no sabemos si ha escogido el monólogo y la soledad para su catarsis o si es la soledad que la ha obligado a monologar. No pudo haber sido seleccionado alguien más adecuado en Chicago que la experimentada Rosario Vargas para asumir este rol en Las penas saben nadar, obra premiada del aclamado dramaturgo cubano Abelardo Estorino a estrenarse este mes en el Teatro Aguijón justo en la víspera del 25 aniversario de su fundación. La dirección recae en los hombros de Sándor Menéndez, otro cubano residente en esta ciudad por varios años y quien recientemente desempeñó el rol de Juan Preciado en Pedro Páramo, una cooperación entre el Goodman Theatre y la respetada compañía cubana Teatro Buendía de la cual formó parte durante una década. Cuestionado sobre su experiencia de actor y director tanto en Cuba como en EE.UU. Menéndez indica que su trabajo teatral en su

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isla nativa representó una academia de artesanía escénica en el sentido metafórico y literal. “Aquí, por otro lado, mi lucha es con el tiempo, siempre hay una fecha que nos obliga a tener una obra en tiempo récord y es desesperante. Cuando piensas que todo comienza a florecer, te bajan de la escena y nunca más vuelves a hacer ese personaje, es triste pero así va y me acostumbro aunque me duela”. Dentro de los diferentes formatos de la dramaturgia y el teatro, el monólogo se distingue por la unipersonalización de la escena hecho que justifica y sostiene el esqueleto en el que actor o actriz vacían sus interioridades en el soliloquio. Tal cual la Ofelia (¿o el Shakespeare?) del acto III de Hamlet que abraza la introspección al preguntarse: ¿…ser o no ser…? Rosario Vargas acierta con tal caracterización de este formato definiéndolo como un medio de descubrimiento, investigación, experimentación y búsqueda donde “a diferencia de los roles compartidos, no hay conflicto entre personajes; es un acto exclusivamente confesional que exige intimidad y visceralidad”. A mi juicio, uno de los logros de la colombiana Vargas en Las penas saben nadar es justamente el ejercicio expresivo donde el diálogo interior entre personaje y actriz adquiere manifestaciones que transitan ininterrumpidamente desde el pesar, la amargura y el desamor, al más profundo lirismo, de una escena a otra durante toda una hora. Ser actor y dirigir una obra, en particular un monólogo, podría representar un importante desafío para cualquier dramaturgo ya que ambos trabajos le requieren asumir roles encontrados durante la puesta en escena; a juicio de Menéndez (quien a propósito, enseñó interpre-

tación en la Escuela Nacional de Teatro de La Habana) predomina en este ejercicio el trabajo del actor. “La mano del director está como un sostén encaminando ese aparato violento que es el artificio escénico; como director, por curiosidad o porque no queda de otra, te pones a inventar sobre las tablas y creas un universo que debe hacer otro”. Artesano de la magia teatral, Menéndez sabe explotar la picardía y la complejidad (tan típicamente cubana) del personaje de Las penas a beneficio de Rosario Vargas quien a todas luces se siente cómoda en las aguas imaginarias de una obra donde Greta Garbo, Ana Karenina y Bernarda Alba visitan el alma de su protagonista. Rosario Vargas no cesa en su empeño por hacer teatro en español en un país donde el mainstream cada vez quiere ser más anglo; prefiere ver las dificultades como retos apuntalando su mirada optimista “apoyada ahora en los hombros de jóvenes colaboradores, quienes forjados en el rigor y la disciplina donde se acrisolan los verdaderos artistas, continúen la misión de Aguijón, ese hogar de nuestros sueños”. Y entre esos jóvenes se distingue el Sándor Menéndez que agradece la suerte de haber encontrado en Chicago un colectivo sublime y cercano a sus ideas como trabajador de la dramaturgia; un teatro que en sus palabras “apuesta por resistir y quedar en la memoria de creadores y espectadores”.

Fotografía: Arturo Richardson

Jochy Herrera, miembro del consejo editorial y la mesa directiva de contratiempo. Autor de Cuerpo [Accidente y Geografía] (SANTUARIO, 2012)

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CRÍTICA

Sobre Vonnegut Rey Emmanuel Andújar

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a había escuchado hablar de Kurt Vonnegut en Nueva York pero no fue hasta mudarme a Chicago que me arrebaté con su lectura. Aunque anterior al embrujo como tal hubo un tanteo. Fue en Myopic Books, una librería de viejo en el mágico Wicker Park. Allí vi cómo cerca de la registradora se alineaban los títulos, muchas veces la misma obra en variadísimas y muy usadas ediciones. Leí varias páginas de Slaughterhouse Five de pie y todavía me arrepiento de no haberlo comprado pero acababa de mudarme y estaban el stress y la mujer y las cajas de libros. Salí raudo de la librería y frente a dos cervezas medité sobre el bombardeo en Dresden. Era el fin del verano. Ese invierno me encontró trabajando el turno calavera en un hotel cerca del lago. Mis obligaciones no merecen ser reseñadas pero para esta historia vale la pena decir que mi oficina queda en un sótano que da al basurero del hotel. Allí se reúnen los fumadores. Yo trato de evitarlos porque para mí el fumar es también el placer de la soledad y camino diez, quince pasos más allá, hacia la parte de la acera que varios homeless men han hecho hogar y territorio. Por coincidencia no había ninguno ese día. Luego de varias cachadas, una grieta en el muro llamó mi atención. Habían allí varios libros, recuerdo que de autoayuda y una que otra noveleta policial y entonces el colmo: una edición cubierta suave de Breakfast of Champions. Más que nada, Breakfast trata sobre el desequilibrio. Dwayne es un tipo well to do, es decir con una gran parte económica de su vida resuelta. Incompletan este cuadro la ausencia de lo familiar, ya que la esposa ha muerto y con el hijo, un pianista homosexual de cabaret, no mantiene relaciones. Del sexo se alivia con la asistente, la Srta. Pefko. Este hombre, que vive y se acepta como un fantasma más, despierta un día a la idea de que es probable ser otro, reinventarse, escapar de la pequeñez de lo cotidiano. El escapismo es un tema que me interesa bastante, por lo tanto, la lectura de Vonnegut me acerca a la nostalgia del universo Onetti en el plano metafísico y, en el plano de lo psicofísico, al laboratorio del actor de Loraine Ferrand, en donde se trabaja la tesis de que el imaginario despega desde la dilatación en búsqueda de la espectacularidad… y la espectacularidad deviene de pensarse extracotidiano. No excelso ni extravagante sino a contracorriente. A partir de la lectura una novela de Kilgore Trout, Dwayne entiende que si hay un dios éste existe en él, en el hombre como lugar experimental de lo divino. Así, el Creador del Universo le comunica un gran secreto a Dwayne: NÚMERO 107

eres el centro y todo satelita alrededor tuyo; los otros y las otras son robots. He aquí la maravillosidad de la escritura de Vonnegut. El libro de Kilgore, uno entre una vastísima producción, no dice “Dwayne”, sino que se refiere a un lector o lectora, generalizado: quien se disponga a la lectura se convertirá de facto en el recepcionista de la voz de Dios. En cierta forma somos un poco Dwayne y compartimos su locura y paranoia. Las dos líneas narrativas que definen el texto, la vida de Dwayne y los oficios y travesías de Kilgore, permiten leer a Breakfast también desde el desasosiego de quien escribe. Trout es un escritor de ficción que hasta su encuentro con Eliot Rosewater -personaje importante en la mitología Vonnegut- es totalmente desconocido, no obstante su prolífica producción. La mayoría de sus cuentos y novelas son adquiridos por revistas pornográficas de poca monta. En la escritura se deja claro que esta es la articulación de un ensayo filosófico: la escritura como el estado del orden, del bien, compartiendo carátula con el sexo abierto, el cuerpo expuesto, fotografiado más por gusto que por mera estética o bien trastornando el sentido de la estética en el mismo estado del orden. Vonnegut resume drásticamente el acto de la escritura planteando que gusto con estética, en vez de excluirse, deben aunarse y que el resultado de este apareo es el goce. El mismo, quiero aclarar, goce que resaltó Barthes en la escritura de Severo Sarduy: un lenguaje vivo gracias a la apertura de su propuesta dialéctica. Desde el comienzo de la novela Vonnegut se identifica como escritor y personaje, presenta las cartas con las que va a jugar y a perder de forma inmediata. Recordando a Dave Eggers, puede hablarse aquí del deseo no solo de crear una ficción sino de afectar su naturaleza (des) cribiéndose al escribirse. Sería muy simple llamarlo autoficción, término del cual me he cuidado ya antes. Prefiero en todo caso, como escritor de ficciones que también soy, hablar de crónica. La

novela como recuento de la propia escritura. ¿Y la lectura? Acudo a una sabiduría de Borges relacionada con la humildad y el gozo: En la lectura es que está el gusto. ¿Y la coincidencia? Dar con Breakfast en la calle, en aquella grieta, puede ser el pie para otras historias: Soy ahora parte del destino de esta novela ya que, por la forma extracotidiana en que llegó a mis manos, el texto se cumple en mí, conmigo. El segundo libro que leí del hombre fue Slaughterhouse Five. La novela la robé una tarde del verano después en la casa de una mujer aborrecida de la vida, con una energía sexual muy mala, en un apartamento en la Milwaukee Ave. Ese verano tormenteó mucho desde un juego de ventanas que regalaba el Blue Line Train, sin parar, back and forth. Rey Emmanuel Andújar, poeta, cuentista y novelista dominicano. Es integrante del consejo editorial de contratiempo

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CONTRAFOTO / SINCRONĂ?AS

CONTRAFOTO

Arturo Richardson

CHema Skandal!

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- www.chemaskandal.com

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EDICIONES VOCESUELTAS Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. VOCESUELTAS Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis Información: libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento info@contratiempo.net y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial. EDICIONES

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01 A veces llovía en Chicago. Por: Gerardo Cárdenas

02 En la 18 a la 1. Por: Escritores de contratiempo en Chicago

Gerardo Cárdenas urde un mosaico de tramas y memorias que se confunden, difuminan y entroncan hasta el punto de hacernos olvidar o recordar qué porcentaje de espejismo yace o subyace en lo que él cuenta o el lector infiere que ocurre en Chicago y sus alrededores. — René Rodríguez Soriano

Este libro es, además de antología, una muestra, y también un repertorio: selecciona lo más representativo de cada autor, muestra la diversidad de su talento, y documenta el estado de la literatura hispánica en su estancia en Chicago. — Julio Ortega

03 Extrasístoles (y otros accidentes). Por: Jochy Herrera

04 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek

Las páginas de Extrasístoles nos dejan la impresión que el autor es un espíritu esencialmente ávido y curioso: no solamente un especialista en cardiología, sino un humanista a quien, como a Terencio, “nada de lo humano le es ajeno”. Para nuestra buena fortuna como lectores. —F. González-Crussí

Si es un misterio porque el ser humano narra, el que un individuo decida narrar por escrito, y además en una lengua que aprendió de adulto, es un doble misterio. Stanislaw escribe para entrar en diálogo con los hispanoparlantes de Chicago. —Paul A. Schroeder Rodríguez

05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo

06 Vocesueltas: Cuatro cuentistas de Chicago. Por: Raúl Dorantes, Bernardo Navia, Fernando Olszanski y om Ulloa

Desarraigos es la conjunción de cuatro voces en el desasosiego, voces bien plantadas en el terreno de la poesía. Cuatro latinoamericanos en Chicago entregando al mundo sus visiones y sus cantos. Vale la pena entrar al mundo al que nos invitan, pasar al otro lado del espejo. —Hugo Gutiérrez Vega

Es en Chicago donde precisamente un grupo de escritores, reunidos en torno a la revista contratiempo, lanzan esta antología de cuentos, que mucho prestigio ha de dar tanto a los autores y a la literatura en español de esa metrópolis como al español que se escribe en Estados Unidos. —Luis Leal

Precio US$12.95. 1a. edición (Marzo, 2011) . En español. ISBN: 978-09800042-67

Precio: US$ 19.99. 1ª. Edición (abril, 2009). En español. ISBN-13: 978-0-9800042-3-6

Precio: US$ 15. 1ª. Edición (mayo, 2008). En español. ISBN-13: 978-0-980004212

Precio US$14.99. 1a. edición (Septiembre, 2010). En español. ISBN: 978-09800042-5-0

Precio: US$14. 1a. edición (Abril, 2010). En español. ISBN: 978-098000424-3

Precio: US$ 15. 1ª. Edición (agosto, 2007). En español. ISBN-13: 978-0-980004205

TALLER DE CREACIÓN LITERARIA “Contratiempo es la fragua donde se forja el nuevo escritor. Antes de llegar a él, este neófito de la palabra se encontraba en un modesto sótano, en un desván o en la penumbra de una sala. Ahí sostenía un diálogo íntimo e intrascendente con el silencio. El taller es el yunque donde ese diálogo es expuesto a los marros de la crítica severa y alentadora; la palabra se vuelve el pincel que plasma sobre el lienzo estadounidense la imagen de Latinoamérica”. Jesús Guerrero Martínez, escritor participante en el taller DÓNDE: 1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. CUÁNTO: Gratuito. CUÁNDO: Dos domingos por mes a la 1 pm. INFORMACIÓN: (312) 427 5450 info@contratiempo.net


Fotografía cortesía: González Collection

MIRADA CÓMPLICE

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MIRADA CÓMPLICE

Obras de José Gamaliel González

José Gamaliel González: el artista a los 80 Gerardo Cárdenas

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oda historia del arte mexicano de Chicago, y toda comprensión del fenómeno artístico que desde los años 60 se ha venido expresando en talleres, galerías y en los muros mismos de Pilsen, La Villita, Humboldt Park y otros barrios, tiene necesariamente que incluir y, en más de un sentido, comenzará por la obra de José Gamaliel González. González y sus contemporáneos –Gamaliel Ramírez, Adrián Lozano, Ray Patlán, Mario Castillo, Carlos Cortez, Marcos Raya, Alejandro Romero—desarrollaron el entramado de artes visuales que han dado a la comunidad latina de Chicago un punto central de identidad, y han formado a las posteriores generaciones hasta llegar al momento actual. La labor artística de González y sus contemporáneos no se limita a las obras que produjeron. Como artistas, entendieron los sucesivos momentos que vivía la comunidad y se aliaron a otros artistas, particularmente a poetas y escritores para darle forma, ya a fines de la década de los 70

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del siglo XX, a una identidad de la cultura latina de Chicago a través de publicaciones como la Revista Chicano-Riqueña, The Rican o Abrazo. Era esencial que nuevas generaciones de residentes latinos de Chicago, artistas o no, conociesen y entendiesen la obra de González, el contexto en el que creó y el impacto que ha tenido y sigue teniendo. En estas páginas, presentamos algunas imágenes de la exhibición José Gamaliel González: The Work and Life of a Chicago Mexican Artist and Activist que a lo largo de agosto se presentó en la galería Carlos & Domínguez Fine Arts Gallery en Pilsen. La exhibición se ancló en torno a un CD sobre la vida y la obra de González, editado por Marc Zimmerman y diseñado por Alex Magaña, y que va también de la mano de la autobiografía del artista, Bringing Aztlán to Mexico Chicago: My Life, My Work and My Art (University of Illinois Press, Chicago, 2010), editada y prologada por Zimmerman. contratiempo

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SOÑAR EN DESEO

Una mirada a Soy el Leife, el pájaro malo Xavier Valcárcel de Jesús

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os sueños, según el psicoanálisis, son el resultado de nuestra propia actividad anímica, representada o manifestada a través de imágenes visuales y sonidos que acontecen en el estado de profunda relajación fisiológica llamado sueño. Los mismos, proyectados desde el universo simbólico, muestran interrelaciones que reflejan algún aspecto del inconsciente o de la vida. Según el surrealismo, los sueños pertenecen a un plano diferente, alterno y superior, donde la libertad reina. Por ello los surrealistas reivindicaron el sueño, junto a la escritura automática, como una de las vías fundamentales de la liberación de la psique, fuerza vital del alma. Ambas acepciones del término sirven muy bien para enmarcar un comentario acerca de Soy el Leife, el pájaro malo (Erizo Editorial), el más reciente poemario del pintor, fotógrafo y poeta Nelson Ricart-Guerrero. Esto, tomando como punto de partida que el espacio de la poesía en esta propuesta, que en palabras de su autor sirve también como una pequeña obra de teatro, es el de los sueños, ese espacio surreal, onírico, de encuentros, donde se da lo imposible en el lindero de la realidad y la fantasía. Sin embargo, no es este poemario acerca de los sueños. Se centra esta propuesta en un sueño: el del deseante, que mirado psicoanalíticamente podría tratarse del deseo en sí. Ricart-Guerrero nos presenta una exploración poético-onírica-teatral en la que se enfoca en el deseo, pero en el deseo como búsqueda. “¿Qué te puedo ofrecer yo, que ando/ buscando?” Esta pregunta tal vez resume la intención fundacional de la propuesta poética, o su conflicto. El Leife es un hablante lírico que desde un estado carencial ha emprendido una búsqueda a fin de encontrar las cosas por las que padece. Sabe el lector, a través de la lectura, que lo que busca, o lo que desea, es al menos una mirada amorosa o un abrazo. No obstante, -esta propuesta es deliciosamente homoerótica- el Leife precisa de otro a través del cual lograrlo. Así, amor y amante se completan y configuran en un triángulo junto a los objetos de deseo. El conflicto, sin embargo, radica en su consecución. Ante esto, el sueño y el transformismo aparecen como estrategias para el logro. El sueño es el espacio donde el pájaro malo, buscador, deseante, se transforma una y otra vez a conveniencia del otro, o del deseo, a fin de convertirse en el amado. El transformismo es, pues, pensando aquí en el ritual performativo de transformación de la realidad a través del cual se hace posible transitar de una identidad a otra mediante la caracterización, la artimaña, el señuelo, la añagaza. “Soy el leife, el pájaro malo el que sabe volar”

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“Puedo ser agujero, caverna, lugares de goce, lecho de majagua y canto de sirenas nostálgicas” “Me transformo en materia, soy lo que tú quieras… desde árbol frondoso […] Estoy en todas partes.” El Leife, el pájaro malo, es ficción y realidad, es deseo y es carencia, es hombre, pájaro y mujer, es malo y bueno, es un diablo, una serpiente emplumada venenosa y es un ángel; es todo al mismo tiempo y sucesivamente, un ser o una psique que busca y espera y busca, como un niño con hambre, ser el amado nuevamente. Y digo nuevamente, porque a lo largo del poemario hay una evidente conciencia y una sapiencia vieja del amor manifestándose. Incluso la seducción o el transformismo parecen ser estrategias para el regreso a algo, para el olvido de algo, para librar la culpa. Pero el sueño en el poemario es un espacio de misterio y confusión. Los objetos de deseo, el amor y el otro deseado, son nuevos y no. Eso, aunque uno sospeche que este libro encierra una historia de amor. “En este sueño estamos Aquí nos encontramos para amarnos sin tiempo, en un derroche de cantos y cenizas de fuegos antiguos” “Soñar que duermo y que soñamos, soñar que contigo me despierto, soñar que en el mundo misterioso que soñamos, con nuestros cuerpos se visten nuestras almas, para rehacer en el sueño lo que en vida desde hace tantos años compartimos” Con respecto a la Voz, no quiero que pase desapercibido que, además del Leife y el otro, en el sueño hay una Voz también lírica, que sirve como voz de la conciencia, como guía, narradora y testigo. Tal como dice en la contraportada del libro, “la Voz que se escucha puntualiza el entorno guiando las palabras por el juego de la seducción”. El regalo, el misterio, el abrazo, el temblor, el lugar, el vértigo, son algunas de estas. Tampoco debe olvidarse el entorno que puntualiza esa Voz, puesto que ese ambiente es la geografía del sueño. Así, y aunque es simbólico, ese entorno da cuenta del mundo caótico del que sueña. No sorprende pues que el sueño esté sacudido por desastres, catástrofes, temblores, incendios, vendavales con polvo de desiertos. Ello, a su vez, da cuenta de una convulsa y excitada naturaleza del deseo. Este libro poetiza el movimiento afectivo hacia algo que apetece. Pone de manifiesto la aún vigente y humana necesidad de un otro para la consecución de

la experiencia amatoria. Con una estética particular y brillante, Nelson Ricart-Guerrero ha llevado el homoerotismo a un plano universal, visibilizándolo con carencias y necesidades comunes a todos los de nuestra especie. Es este uno de sus logros más sublimes. Hay una consciencia y un subtexto que no ignoran el mundo de hoy, ni las mentiras del Bien: las voces lejanas, el polvo de la historia, el miedo, la naturaleza de la marginación hacia el homosexualismo. “Nuestros cuerpos hacen temblar al mundo” “Somos un puñado de ceniza abandonado/ al mundo.” “Hombres así pueden violentar el/ silencio de las aguas lisas...” En este libro se transparenta la carencia a través del deseo. El que desea crea fantasmas, artificios imaginarios y representaciones sustitutivas para aplacarla. Ha acertado el poeta al establecer el sueño como espacio. Ahí, el catálogo de artificios imaginarios y representaciones sustitutivas. “En mi sueño…/ Imagínote mar, suéñote deseo” “En los mitos que me invento dos cuerpos al rozarse se convierten en tierra devastada por incendios” Yo soy el Leife, el pájaro malo, es un poemario que encierra un mundo onírico en el que el deseo y los objetos del deseo son posibles, aunque en el sueño también tenga que emprenderse una búsqueda con artimañas cuestión de lograrlo. Como espejo donde vernos, este poemario refleja nuestra naturaleza del deseo, la apetencia humana. Todo deseo transforma nuestra realidad. No había tenido el placer de leer una propuesta poética que tratara el deseo de esta forma. Mucho menos me había topado con un homoerotismo poético tan elegante y tan bien anclado en la tradición Caribe. Y esto lo digo, porque aunque el Leife tiene todo el origen y una genealogía occidental detrás del nombre, el pájaro malo, afortunadamente y para el gusto de todos, es nuestro, caribeño. En torno a él y sus alas, las majaguas, la yaguas, las caracolas, el mar, los perros en la noche de Gazcue.

*Este texto fue escrito para y leído en la presentación oficial del poemario, el jueves 9 de mayo de 2013, en la Librería Libros AC Barra & Bistro en Santurce (San Juan, Puerto Rico). Xavier Valcárcel (San Juan, 1985). Es escritor y artista visual. Su obra ha sido publicada en distintas revistas literarias y académicas, así como en varias antologías. Su más reciente poemario tiene por título Restos de lumbre y despedida (San Juan, 2012).

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A propósito de Restos de lumbre y despedida de Xavier Valcárcel Nelson Ricart-Guerrero

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ací en la isla de al lado 32 años antes que Xavier. Conocí las ilusiones de creer en un mundo mejor, cuando este se dividía en dos bloques y cada uno de ellos representaba la opción ideal según desde donde la viviésemos. Como latinoamericano me indignaba la injusticia y el imperialismo. Aún me indignan. Pero en aquel tiempo sólo los veía desde donde me tocaba vivirlos. Acepté el endiosamiento de líderes mesiánicos y carismáticos sin querer reconocer que la sola idea del Caudillo libertador es una de las más grandes aberraciones de los romances nacionales. En los 70 denunciamos el consumerismo y sufrimos del aislamiento y vacío cultural ligados a nuestra insularidad. En ese tiempo, Casa de las Américas reinaba como faro en un continente ahogado por dictaduras sangrientas y nos nutría haciéndonos pensar que nuestros pueblos eran uno. Muchos dejamos el barco y nos fuimos a Europa con los ojos abiertos en busca de otros aires. Luego cayó el muro y llegó el desencanto. Quisimos escuchar otras voces y asumir otras heridas… Muchos, muchos años después conocí Anzuelos y carnadas de Xavier Valcárcel y Ángel Antonio Ruiz Laboy y quedé embelesado. Luego tuve entre mis manos Palo de lluvia del mismo Xavier. En ambos casos, aun considerando el lenguaje como sujeto principal de lo escrito, la manera de tratar lo orgánico no se inscribía directamente en la tradición regional barroca de nuestra literatura Caribeña hispanohablante. Reconocí entonces, en ese rehacer del lenguaje, una contemporaneidad y un soplo saludables y otra maneras de reorganizar el caos. Xavier Valcárcel nos inicia a su texto con dos citaciones esenciales. La primera se refiere a La poesía piensa de Yvan Silén y la segunda a Donde de Eduardo Lalo. Relaciona de entrada el acontecer, los aconteceres como un todo con la comprehensión del fragmento y su valor fractual. En su epílogo retoma estas citaciones haciéndolas ya enteramente suyas a partir de la experiencia vital y literaria que nos propone y en la que nos implica de manera consciente, pues al leerle leemos el mundo que compartimos, un mundo donde los flujos numéricos sustituyen la reflexión sobre lo que vivimos y lo que somos. Así los Restos de lumbre y despedida son también nuestros, poco importa en qué lugar del mundo nos encontremos ni la edad que tengamos. Cada página escrita es un grito universal y comprehensible para los que nos interesamos a las cuestiones esenciales del ser en este mundo globalizado que nos ha tocado vivir. Así en la exégesis del texto me he detenido en ideas y fragmentos, en restos que me han interpelado particularmente y cuya interpretación a sabiendas personal sobrepasan quizá el pensamiento del autor. Diría que en esta posibilidad reside la belleza

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y la universalidad de sus propósitos. Cuando nos habla de miedo pienso en la proyección o la sombra, en la duplicidad o el encuentro con ese que soy y que he sido, “Nada queda conmigo. Nada distinto es posible hacer donde se es duplicidad, esa vuelta de carnero, ciclo otra vez, la imagen perseguida de un nosotros viejo…Sospecho es por eso que yo también saludo al miedo”. La casa aparece como matriz en su quietud, unidad de la lengua que se escribe, grafema: “…pero sólo la casa exhala sentada en la posición del loto, de siempre quieta, rendida ya, de ser otra vez grafema”. La luz, mientras, desvela el misterio, “en las losas del piso, faltas de exploración, pese a tanto sedimento de privacidad mapeada…” Así la luz es aquí metáfora de un saber profano y doloroso que sólo puede trascender con la experiencia alucinatoria que nos distancia de lo que asimilamos a lo real. Es también el sol que nos arde las pupilas dilatadas cuando arrebatados nos vamos por los caminos del no estar, “Nos hemos drogado tanto últimamente que no recuerdo el tiempo”. Luz igualmente trascendente cuando nos sirve como soporte de la reflexión, como toma de consciencia que comunicamos. La luz del texto que hacemos nuestro al sentirnos compartir la experiencia tanto individual como política y social, “Soy…paisaje en la luz por quemarse” o bien “ese todo que existe frente a la luminosidad”. El poeta “junta cigarros dispersos, recibos, poemas”, como hace inventario tanto del legado cultural adquirido como de lo que llama la infoxicación y que Antoine d´Agata define como “esa opresión que genera la abundancia de imágenes estereotipadas y su desmultiplicación por las industrias culturales frente a las cuales el vivir es lo que está en juego”. Y así como toda una generación vibró en una ola de nostalgia con Me acuerdo de Georges Perec, igual he vibrado al reconocerme en el asentamiento de datos propuestos por Xavier, restos de la contemporaneidad que compartimos convirtiéndonos en un nosotros. Pero…¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué cifra nos correspondería como camaradas, acólitos, ciudadanos o simplemente como seres deseantes? Tipificando su soledad, el poeta nos lleva a la nuestra e identificándonos nos situamos de nuevo en el nosotros: “Ando entre los y las y los, aquí no hay nada diferente”. Pero el nosotros es un espacio vasto y paradójicamente íntimo en el que podríamos estar y no estar, el espacio mental y palpable de Xavier. Tendría mucho más que decir sobre esta obra que el autor presenta “como una propuesta en reacción (no como un hacha de piedra) a la producción literaria y artística contemporánea de y en mi país”, pero he de dejarle al lector el placer de sus relieves y matices, el espacio de un nosotros posible… En lo que

se refiere a la luz, si Xavier el Poeta es y está, si sus palabras, sus cifras y sus versos son fulguraciones he de preguntarme como Yo y no como nosotros donde procurarme los restos de la despedida. Dedico, a posteriori, este poema a Xavier : Saltabas sobre los lugares comunes. El espacio era el mismo, amplio y transparente, amplio y turbio. En la noche, una pena hace vibrar las estrellas. Tu cuerpo brilla. El espacio es el mismo Tomado de Sólo quedan las palabras, P.56, Isla Negra Editores 2009.

Nelson Ricart-Guerrero nació en Santo Domingo en 1953. Es escritor, artista plástico, cirujano dental y reside en París. Es el autor de Boca de tiempo roto (Editorial Letra Gráfica, 2005), Sólo quedan las palabras (Editorial Isla Negra, 2009) y Soy Leife, el pájaro malo (Erizo Editorial, 2013) contratiempo

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Los Caribes del arte contemporáneo Glenda Galán

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ablar de arte caribeño supone contemplar un Caribe múltiple, interconectado por vivencias comunes y realidades particulares, expresadas con gran creatividad a pesar del débil apoyo institucional con el que cuenta esta factoría en algunos de los lugares que la conforman. El arte del Caribe de habla hispana es un punto de encuentro de culturas que a pesar de fraguarse en la cotidianidad de cada país, pone de manifiesto sus raíces comunes en diversos aspectos. En la última década, el desarrollo de las redes sociales ha proporcionado a los artistas caribeños de todas las disciplinas, un acercamiento al panorama mundial creativo, que a su vez ha generado cambios significativos en cuanto a su forma de expresión. Es el caso del performance y las instalaciones, en una zona geográfica donde la pintura ha tenido siempre un peso de suma importancia. Otros factores de gran impacto en la expresión y temática del arte caribeño, son las migraciones, evidentes en el proceso de transculturación por el que atraviesa esta zona geográfica. Así como el cambio de sistemas de producción (de la plantación de tabaco, caña, o banana, a la industria turística). Estos elementos unidos a la búsqueda de una identidad propia y a la vez regional, han hecho del arte caribeño un laboratorio en el que los artistas demuestran una gran capacidad creativa y compromiso, con discursos que van más allá de lo puramente nacionalista. Hay una musicalidad que persiste en el decir de la obra caribeña contemporánea, que en repetidos casos mira y cuestiona la desigualdad social, la raza,

la migración, temas muy diferentes al estereotipo que muchas personas tienen sobre el arte del caribe, en el que abundan palmeras y colores vibrantes, presentes en las tiendas de souvenires de hoteles todo incluido. El arte de los Caribes se sube a los flamboyanes, para contemplar desde allí un mundo donde se hace presente la marginalidad cultural experimentada en el exilio, el peligro de transitar por las calles o los estragos de la deforestación. Caribes donde las fronteras se van diluyendo en aguas navegadas por yolas, que a pesar de zarpar hacia lo global, transportan la visión de quien nace bajo el sol ardiente que no descansa. Como dominicana residente en Miami, una ciudad que ha abierto las puertas a cientos de artistas caribeños, quienes han adoptado esta ciudad como casa, sin olvidar sus raíces (como es el caso de Máximo Caminero, Ada Balcacer, Sergio Payares y muchos otros), percibo nuestro arte como una mezcla de sabores, donde cada artistas cocina su obra con recetas propias, utilizando algunos ingredientes comunes, que le dan un particular sabor a cada una de sus piezas. Casos como el de Gerard Ellis, en cuya obra la nostalgia de un niño retrata mundos con los que podemos identificarnos sin importar geografías, hacen aún más fácil proponer la existencia de varios caribes artísticos, que conviven y fluyen sin atropellarse. Máximo Caminero, por ejemplo, convierte su mundo interior en metáfora a través de elementos ancestrales recurrentes en su obra como búsqueda de una identidad propia, lo anterior contrasta con la trayectoria de otros artistas de la región que exponen, por ejemplo un Caribe más rural con su ganadería y paisajes. Si ob-

servamos la obra de cada uno de los artistas adheridos a esta zona geográfica aún en la diáspora, nos daremos cuenta que sus discursos han ido evolucionando a través del tiempo, y hoy son muchos los que se adhieren a nuevas formas de expresión como la audio visual, tendencia que los convierte en artistas polifacéticos, otra característica que poseen muchos de los actores de la escena artística contemporánea. Ejemplo de ello es Raúl Morilla, quien dibuja, pinta y además crea instalaciones utilizando el recurso audiovisual, que le permite otra forma de lenguaje . En la actualidad el Caribe artístico se expande, proponiendo obras, cada vez más universales, que suscitan respeto y admiración por su elevada calidad y rigurosidad. (José García Cordero es una muestra más que elocuente). Son muchos los nombres y las obras que definen el arte caribeño, es mucho más el talento y entrega de nuestros artistas, ya sea en intervenciones de espacio público, escultura, performance, pintura, audiovisuales y en todo lo que les permita expresar la alegría del sol que disfrutan, que perdieron o el sonido de mares internos que bañan de color los espacios donde navega la creatividad sin límites, de un lugar enclavado en el mismo trayecto del encuentro. Glenda Galán es dominicana, artista visual y escritora. Es egresada de la Escuela de Publicidad en UNIBE y de periodismo por la Universidad de Miami. Ha publicado Mar de fugas y Guayabas y fresas. Ha sido premiada con un Emmy por su trabajo televisivo y sus poemas han sido reconocidos en distintos certámenes.

Expresionismo en El acoso Carmen Zeta

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n acercamiento a la impresionante producción literaria de Alejo Carpentier que incluye, entre otros escritos, múltiples ensayos, cuentos y nueve novelas provoca un inmenso placer intelectual. En su obra se combinan un amplio conocimiento y particular manejo del lenguaje, una cultura vasta y una profundidad interpretativa extraordinaria. Un vistazo a la extensa bibliografía existente comprueba que ha sido, a través de los años, uno de los escritores hispanoamericanos más comentados y estudiados.

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No es extraño, dado que la complejidad de la obra de Carpentier provee un terreno fértil para la investigación y el análisis. De primera intención, El acoso (1955) puede considerarse, en cierto sentido, una novela atípica dentro de la totalidad novelística de Carpentier. El texto se recrea en un ambiente de desesperanza y angustia, consecuencia lógica de las formas literarias de la obra de Carpentier, en especial, la aspiración a la transformación de la realidad y la concepción esencialista del hombre. En las novelas de Carpentier, el

hombre se encuentra permanentemente en búsqueda. Es el caso de Ti Noel en El reino de este mundo, del protagonista de Los pasos perdidos, de Esteban y Víctor Hughes en El siglo de las luces. Esa búsqueda les lleva a una concepción nostálgica del pasado. En El acoso esta pesquisa se centra en el concepto de la historia repetitiva que se relaciona con la concepción esencialista del hombre. El ansia “por alcanzar el entendimiento de lo grande” (El acoso 11). Uno de los elementos que más ha destacado la crítica en El acoso es la utilización que hace Car-

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pentier de estructuras musicales dentro de su obra. No es extraño, puesto que la música es una de las grandes pasiones de este escritor. No es sólo la música motivo recurrente en ésta y otras novelas de Carpentier; la pintura1 también ocupa en ellas un lugar destacado. En Los pasos perdidos se refiere a los cuadros de El Bosco y en El siglo de las luces el cuadro Explosión en una catedral posee un lugar privilegiado. Estableceré algunas de las relaciones que presenta El acoso con la estética expresionista. Los primeros trabajos de los expresionistas alemanes revelan el impacto directo de Van Gogh, Gaughin y Munch. Uno de los cuadros más famosos de Munch es El grito. El acosado en la segunda secuencia se describe por momentos al borde del grito: “... esos violines que parecen aserrar las cuerdas, desgarrando, rechinando en mis nervios; esto crece, crece, haciéndome daño; suenan dos mazazos; otro más y gritaría...” (23). Más adelante se reconoce “...traído por la inexorable Voluntad a donde un lenguaje sin palabras acaba de revelarle el sentido expiatorio de los últimos tiempos” (25). En El acoso se reitera la importancia de la palabra. Por medio de la palabra puede reconstruirse: “El “hoy”se reiteraba en una apetencia sin fecha –podía ser el “hoy” de ayer o el de mañana– que renacía con idénticas palabras...”(30); o la palabra puede poseer un efecto devastador: “al medir el abominable alcance de lo dicho...”(90), “los tiempos de la sentencia pronunciada a distancia...” (108); o la palabra resulta insuficiente para la comprensión de la realidad: “Pero no entendía en palabras ni en imágenes. Era su cuerpo todo, sus poros, el entendimiento hecho ser, quienes entendían.” (61). Las palabras, al perder su eficacia comunicativa, se transforman: “Eran gemidos las palabras con que los atormentados, los culpables, los arrepentidos se acercaban a la Santa Mesa...”, o bien “...Con sollozos, con imploraciones, se dirigían los indignos, los caídos, a los divinos intercesores...”(58). El silencio es el resultado de las palabras que no han debido pronunciarse, el silencio es la manifestación, irónicamente muda, de la culpa. “Y luego de lo dicho, del verbo que es término, de la palabra que es desplome de creación, se alarga el silencio” (112). En El acoso Carpentier utiliza características relacionadas con la estética expresionista. Su obra se desarrolla en la ciudad, presenta al individuo que perece en espera de una “Gestión” que no llega a realizarse, que va de un lugar a otro en busca de refugio, que se encuentra en lugares cada vez más inhóspitos. En medio del gran caos, ante su inmensa desesperación, el hombre recurre a la religión y enfrenta un nuevo fracaso. Paralelamente, otro individuo sucumbe ante los instintos y abandona sus ideales. En esa ciudad, existen elementos de contacto entre estos individuos: la vieja nodriza, Estrella, un billete y sobre todo, la música. La primera representa la inocencia, la segunda la caída. El billete es la prueba de lo material, lo tangible y la música es el otro lenguaje que está sobre todo y todos. Carpentier crea una atmósfera baja, característica de la pintura expresionista. Para ello recurre al uso de una iluminación escasa - “iluminación de tabernáculo” (10), “en esos días sin luz” (11), “la luz del faro parecía cansada de parpadear en redondo (48), “aquel rincón que no alcanzaba la luz de un foco cercano” (123) - la utilización de ciertos colores en tonos oscuros o gradación: rojo “vigas, en rojo oscuro” (29), “cresta de corales” (36), “vestidura de púrpura” (71), “se espesaban las nubes, tintas de rojo-morado por

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las luces de la ciudad” (98); verde “cifras verdinegras” (34), “un caldo de césped, una sopa de hojas, una ensalada de grama” (64), “las venas hinchadas, verdes, en la sien y en el cuello” (77); amarillo “sobre una tajada de calabaza apenas desprendida de la cáscara” (74), “las llamas de los cirios” (81), “la escasa brisa de una noche de nubes muy bajas, tintas de ocre hacia la Colina” (82). Es usual la combinación de esos colores en algunas imágenes: “de confites verdes, rojos, opalescentes, llenos de almíbares con sabor a menta, granada y absintio” (39), “pintura sin sentido, en rojo, verde y negro” (49), “los verdes untuosos del chícharo, el arroz teñido de azafrán, la crujiente tersura de los hojaldres” (66), “de lo ocre a lo cenizo, de lo verde a lo morado” (85). En una cantidad considerablemente menor se utiliza el azul y el anaranjado: “tabla pintada de azul” (76), “había escrito sobre uno de esos pliegos pautados en azul” (98), “junto a las columnas embadurnadas de anaranjado y azul” (105). En la creación de esa atmósfera oscura y pesada, Carpentier se vale de la reiteración de sombras, penumbras, negro: “abejeada de sombras” (10), “a la sombra de las cercas” (35), “la hora de las sombras largas” (39), “los focos que lo dejaban en sombras” (50), “a la sombra de los pilares”(59), “los álamos pintaban anchas sombras en la acera” (84), “olorosas penumbras” (85), “apagó todas las luces y quedó agazapado en tinieblas” (99), “él regresaba a las sombras” (100), “las penumbras de una capilla” (135), “volvieron las sombras a la nave” (136); “solemnidad de dignatarios enlutados” (10), “salen de hoyos negros” (22), “la esquina de una calle obscura” (86), “sacaban tintas negras del encaje de su mantilla” (92), “saltó a la oscuridad” (101), “hasta apretarse en negruras” (113), “esquelas orladas de negro” (124), “las negras gateras, de las que aún colgaban cadenas mohosas” (126), “los santos de caras negras” (138). En la novela son frecuentes las imágenes que producen sensación de encierro: “en el cuarto de las criadas cuyo tragaluz se pintaba, como una geometría más, entre los rombos, círculos y triángulos de una decoración abstracta.” (9), “aquella contaduría del ancho de una gaveta” (11), “en la obscuridad... había empezado el verdadero encierro” (45), “galería subterránea” (111). De igual modo, se destacan las imágenes que producen sensaciones de enfermedad, podredumbre o deterioro: “la fruta en trance de pasarse” (45), “capiteles cubiertos de pústulas reventadas por el sol; fustes cuyas estrías se hinchaban en abscesos levantados...” (51), “la idea de que estaba amarillo, demacrado, sucio desde dentro” (63), “girara en lo enmohecido” (76), “sus ojos se ahondaban en la piel mate, algo terrosa, de los crecidos en el humo del carbón de leña” (95), “la voz enmudeció en la bocanada de sangre” (114), “dejando la tierra cubierta de coágulos polvorientos” (146). Es significativo que hasta el agua sea reflejo del deterioro: “la orilla del agua estancada” (36), “agua grasienta” (50), “olor del agua podrida bajo los nardos olvidados” (109), “estanque de aguas turbias” (110). El blanco se utiliza en raras ocasiones para crear una atmósfera baja de contraste mayor. El blanco está asociado a la luz, a la redención, a la posibilidad de salvación: “la zarza ardiente... en aquella brasa que la vieja elevaba a su cara” (25), “La visión de la vieja, tocada de blanco” (39), “bajo una luz suavemente aneblada... de una blancura difuminada, opalescente” (129). La vieja nutre, acoge. La iglesia representa “asilo y amparo” (135). La secuencia quince es uno de

los ejemplos mejor logrados del contraste entre luz y oscuridad, principio y fin. Al inicio de la secuencia: na iglesia se iluminó en la noche, U rodeada de ficus y de palmeras, rebrillando por todos los florones de su campanario blanco, más espigado sobre las luces que le salían de las gramas. Se le encendían los vitrales; se le prendían los púrpuras y los verdes del rosetón mayor. (133) y al final: “De súbito se apagaron todas las luces de la fachada, se obscurecieron los rosetones, y la iglesia se hizo una con las sombras de las palmeras” (139). La presencia de determinados colores en las distintas secuencias en que está dividida la novela está íntimamente relacionada con los elementos temáticos que se desarrollan en las mismas. Cada color equivaldría a un motivo: el rojo se relaciona con la sangre y la culpa, el amarillo con el deterioro y la enfermedad, el verde con los bajos instintos y el sexo, el blanco al estado de pureza y a los aspectos relativos a Dios, y el negro al encierro y a la muerte. De acuerdo al desarrollo de la acción la presencia, predominio o ausencia de un particular color en cada secuencia enfatizará las sensaciones prevalecientes en cada momento. Eso explica que el blanco aparezca solamente en las secuencias 8, 10 y 15 y que el negro permanezca a través de todas las secuencias. Se produce un aumento en las alusiones al rojo, a modo de crescendo, a partir de la secuencia 10 que culmina en una acumulación de elementos, que a su vez constituye una síntesis extraordinaria, en la secuencia 17: os palcos, todos rojos en su penumbra; el raso L encarnado de las sillas; el terciopelo carmesí de los barandales; el color vino de las alfombras; palco como casa, como alcoba, como lecho de altos bordes... como bajo tejado, rojo como las tejas de la sastrería; echarme como perrro, en lo muelle, lo envuelto, en lo que ablanda el suelo; volver a las chozas de la infancia... (153-154) El uso del color en El acoso es muestra de la inigualable maestría de su autor en la creación de atmósferas y de estructuras elaboradas. En esta novela Carpentier se convierte en el pintor de las palabras. La observación que realiza Volek refiriéndose a los “impulsos”, bien puede aplicarse en este caso al color: a elaboración y organización de los “impulsos” L en una estructura artística orgánica establece una unidad superior a toda inspiración literaria parcial. La capacidad de selección consciente y de síntesis es un rasgo característico de Carpentier... ( 434)

Carmen Z. Pérez es catedrática en la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Posee un doctorado en Literatura caribeña del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Con Isla Negra Editores ha publicado Pública Intimidad (Cuentos, 2003), 3 + III x Z (Teatro, 2011) y Luz, sombra y color en el Siglo de las luces (Ensayo, 2013). Es teatrera y artista plástica contratiempo

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Un trago a la roca Jochi Muñoz

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n un lugar y tiempo remotos, un hombre se daba a la tarea de subir cuesta arriba una misma roca una y otra y otra vez, y al llegar a la cima de la montaña, indefectiblemente, la roca se precipitaba hacia la sima. La causa de su aparente testarudez al repetir la señalada acción, varía de autor en autor. Todos coinciden, eso sí, en señalar que era un castigo de los dioses (los del Olimpo, no los afroantillanos), aunque los estudiosos no se ponen de acuerdo en el por qué de este eterno e inmisericorde castigo. Lo penoso de este asunto, de mover la roca, es que el infortunado hombre no logra conseguir el perdón de su pecado ni recibir otro tipo de remuneración alguna. Es trabajar por el trabajo. La imagen nos viene al dedillo para representar al individuo tenaz, perseverante, aplicado en llevar a cabo su labor. Cualquier labor en cualquier campo, pero que me apetece dirigirla a la representación del artista comprometido, y, más específicamente, al performero. Y, estrechando aún más el embudo, al performero de esta mediaisla: República Dominicana. No fue sino hasta fecha reciente que, en nuestro país, ese “trabajo” que hicieron algunos artistas desde la década de los ´60, que no era ni danza ni teatro ni, por supuesto, nada asimilable a las artes plásticas, fue tomado en cuenta y colocado en una posición en que podía codearse con la pintura, el dibujo, la escultura, el grabado, la fotografía. Estos y el Performance, empezaron a hablar de tú a tú. Vemos cómo la Bienal Nacional de Artes Visuales y el Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, nuestros dos principales certámenes de arte, desde 2009 y 2010, respectivamente, así lo han hecho, con el beneplácito de artistas y gran parte del público, y hasta premios se ha llevado. El centro que degusta de la periferia. Pero, ¿qué caráchiba es eso de performance, tanto para gente ligada al arte como para la gran mayoría de la población? Es sin dudas, al igual que en los ´60, un asunto extraño, incomprensible, difícil de asimilar, y, ¿por qué no?, facilista, para muchos de sus detractores. Como artistas, debemos tratar de clarificarnos qué es eso; “con qué se come”, como lo expresara una vez el mexicano Pancho López. O, yendo un poco más lejos, como se preguntó, la también mexicana, Rocío Boliver al iniciar una charla ante un grupo de estudiantes, “¿Para qué sirve la Performance?”, contestándose, a seguidas, “No tengo la más puta idea”. Esto, buscando provocar en el auditorio esa desazón tan indispensable para llegar a acercarnos a las cosas. Si en nuestras cabezas no tenemos arreglado el mobiliario, será muy difícil deambular por sus habitaciones.

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Las definiciones de performances son incontables. Pero, tranquilos, no nos asustemos, que no vamos a agobiarnos con la lectura de las mismas, aunque sí voy a destacar una frase en particular: “Definir el performance es redactar su epitafio.” Los performeros venimos de campos diversos. En mi caso, de la danza, cuyos códigos de movimientos fui asimilando y archivando en mi cuerpo durante mi fase de preparación como intérprete. Cuando se me despierta el deseo de la creación, empleo ese bagaje a discreción, a la vez que me aventuro por otros senderos en busca de nuevos materiales. En ese transitar, en 2006, llego a los predios del Performance Art, y en él encuentro el medio idóneo para canalizar mis pulsiones de modo apropiado. Al crear, parto de que el arte existe para comunicar una verdad, en un proceso reflexivo que no sigue los parámetros objetivos del reportaje periodístico, sino que los elementos involucrados han de pasar por el tamiz, eminentemente subjetivo, del hacedor de arte. No basta con ponernos dos matas de lechugas en la cabeza y hacer tres maromas, y ya eso es un performance, si ese “hacer tres maromas” no está sustentado en un proceso de conceptualización sólido que haga que lo que emprendamos se sostenga en pie. Para los que en realidad tenemos interés en esta disciplina, nunca será suficiente lo que podamos leer, estudiar, ver…reflexionar. Hay que volver a esto una y otra y otra y otra vez (como el señor aquel que movía la roca). Y siempre, reflexionar. Puede que el espectador no comprenda de inmediato el por qué de esa cosa realizada por el performero. Lo que se espera, es que se marche a su casa con el gusanillo de la interrogante, y que, eventualmente, tras pensar en la obra, ésta pueda cobrar sentido cuando el espectador extrapole lo planteado en ella, a planos alejados de lo meramente personal del artista. A veces me sonrío al acordarme de las muchas observaciones que me han hecho (y de casos en que no me lo externan, pero sé que lo piensan) de que lo que hago… mejor expresado, de que lo que hacemos los performeros, es fácil y no conlleva mayores esfuerzos. Eso último es una trampita en la que caen muchos espectadores, y peor, algunos artistas que desean incursionar en la disciplina “porque es cool”, aventurándose por estas sendas sin parar mientes en lo que hacen; sin entrar en una dialéctica interna, esto es, sin adentrarse en los tan necesarios momentos de reflexión. El resultado obtenido por ellos, no tenemos ni que comentarlo. Estamos conscientes que, al igual que en todas las esferas de la actividad humana en que hay buenos y

malos “trabajadores”; el campo del performance no escapa a esa situación. Tengo la suerte de contactar con profesores, compañeros y amigos generosos, cuyas atinadas conversaciones me han llevado, casi siempre, a repensar, a modificar, a desestimar proyectos tras someterlos a horas de reflexión, para evitar así, “moverme a la ligera.” Entraba en arduas batallas en las que, muchas veces, creía que iba a desfallecer. Tal es el caso de la pieza Como si las mismas olas mojasen siempre los mismos pies, recién realizada el pasado 29 de junio, en el Miami Performance International Festival 2013, en Miami Beach. Habían transcurrieron 10 añitos desde el primer boceto de la misma hasta el definitivo que llevé a este evento. Esa palabra, reflexionar, es la clave para poder realizar un trabajo digno que conduzca a la indispensable profesionalización, y, en esa misma medida, entonces, poder demandar apoyo y, más aún, y más importante, concitar el respeto de los demás hacia este oficio. De no hacerlo, estaremos fritos. En el deambular por esos caminos, el performero gana mucho en madurez artística, sin dudas, y, a excepción de unos pocos, nada en lo monetario. Pero, no desmaya; es incansable y tenaz, como un guerrero, como un Quijote, como Sísifo (que así se llamaba el señor de la roca), en su constante accionar para comunicar una verdad: su verdad. A parte de los dos certámenes de arte mencionados que le dan cabida al Performance Art, en nuestro país no existe ninguna institución que destine, permanentemente, fondos para proyectos de investigación y/o creación en el área. Muy al contrario, lo poco o mucho que se realiza depende, en su casi totalidad, de la buena voluntad (y de los ahorros) de los artistas mismos. De ahí, que casi todos los performeros que conozco son “artistas multidisciplinarios”, o trabajan en alguna otra actividad ajena, que le permite subsistir, y agenciarse los fondos para llevar adelante sus proyectos. Pero esto sería tema para otro escrito, u otro performance.

Jochi Muñoz ( San Francisco de Macorís, República Dominicana, 1954). Graduado Suma Cum Laude en Psicología Industrial por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y Máster en Artes Escénicas de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Su extensa formación en danza incluye lo folklórico, el ballet y la danza moderna. Ha realizado estudios superiores en música y tiene en su haber diversas publicaciones

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Verónica Viola Fisher

POETAS DEL RÍO

DE LA PLATA A caballo entre la generación de los 90 y la del nuevo milenio, los poetas argentinos aquí seleccionados permean los espacios domésticos doblando las hablas y los gestos de lo cotidiano. Nada aquí de “aguzar los silencios / hasta la transparencia”, como sugería Paz, sino que de lo que se trata es de “hacer sapito”, juego infantil que consiste en tirar una piedra plana al ras del agua para que rebote y que da título al libro de Viola Fisher. Las palabras son piedritas lanzadas al espacio del poema amenazando la armoniosa escena que éste monta de la vida cotidiana. Y es que en él rebota la palabra-piedrita cuestionando la verdad, la lengua y hasta el nombre dado por los padres. Lo político aparece en lo chiquito, en esa sílaba (“da”) que reclama “Viola” para su apellido, en el exceso de “zetas y esa cu y la doble ve” con que se pelea Zaidenwerg. Palabras-piedritas para jugar, herir y hasta para hundirse uno. Hay algo perverso en esa dicción cotidiana que nos arropa con su tono “niño”, pero que a la vez nos pone la piel de gallina y nos hace preguntar, como en los poemas de Muschietti, por lo esencial: lo que somos, lo que vemos y lo que hacemos ante el llanto ajeno. En los poetas uruguayos aquí seleccionados se notan aún las huellas dejadas por el neobarroco (distorsión de la sintaxis, énfasis en la plurivalencia de las palabras y su sonoridad) pero, sobre todo, en su escritura reverberan las imágenes exquisitas e indomesticadas de la gran Marosa di Giorgio. Gallo le saca la raíz salvaje a las palabras, abre sus tallos y deja que se desborden devolviéndonos su balbuceo, una sílaba mínima que con su nacimiento nos traga. En Alonso las palabras empujan, atrapan, ponen huevos, nos ahogan con su “cacareo emplumado.” El talentoso Piperno nos remonta incluso mucho antes, al encuentro fortuito del paraguas y la máquina de coser de los Cantos de Maldoror. Quien entre en sus versos parirá con ellos “una isla horrible” y, acaso, si llega a darles una pitada, hará brillar a valentina. Silvia Goldman

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En otro idioma mi primer apellido es un color pero en mi país se utiliza como verbo Cuando me pusieron mi primer apellido cuando me lo pusieron con fuerza era yo muy chiquitita y no podía hablar para explicarles que se olvidaban, para mí la última sílaba que haría ese apellido definitivamente mío perteneciente a mí La sílaba agregada en otro idioma no es un color, significa que el sujeto u objeto es de ese color pero en mi país se utiliza con otro contenido Es diferente mi primer apellido a mí porque carece de un final apropiado de una terminación correcta En otro idioma mi primer apellido quiere decir violeta Estoy incompleta Me falta la sílaba “da”, al último doy por sentado que se entiende aunque estuviera completa en mi apellido no sería yo entera, algo me han quitado Cuando nací y hasta cuando fui concebida, en mi país en mi lengua

x De hacer sapito Hay que entender mal todo lo dicho todo lo escrito y todo lo hecho. Hay que entender nada, pero bien. Sentidos con estímulo. Con entrada. Atentar contra el oído fue Atentar contra la vista fue Imperios griego, romano, germánico, inglés, francés, yanqui Atentar contra el gusto fue Atentar contra el olfato fue Imperios persa, chino, ruso Todos con grandísimas extensiones /y si la forma es extensión del contenido Hay un solo imperio con gran contenido y que aún no tiene forma Hay muchas formas de interpretación para ese único contenido En el sistema nervioso el tacto es el único sentido que tiene estímulo y además, respuesta entrada y salida

x De Notas para un agitador

Verónica Viola Fisher nació en 1974 en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado Notas para un agitador (La calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2008); Arveja Negra (Vox, Bahía Blanca, 2005), hacer sapito (Gog y Magog, Buenos Aires, 2005), Reedición. A boca de jarro (Edición a Secas, Buenos Aires, 2002)

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Ezequiel Zaidenwerg Doxa Me quedé y me olvidé de que tenía que haberme quedado, trabajando, quizás. Y abrí los ojos, grande, hice una carpa con los codos y el encuentro de las manos. Puse la cara encima. Esa película abrasiva, el halo capilar que empieza a titilarme entre las palmas, eso no puede ser mi gloria. No me glorío en nada que avise cuando va a manifestarse; o nunca me glorié, o nunca supe en qué gloriarme, y cómo. Y estos ojos, la piel de la nariz, el caracol de los oídos, el breve vaso de agua de la conciencia, eso, sólo lo puedo ver cuando me miro en el espejo, o lo ven los demás sin que yo mire, o me miro en los otros. Y está bien que así sea, supongo. ¿Adónde está mi roca, me pregunto, mi fuerza, mi peñasco, entonces? Tiene que haber alguna cosa en mí que brille más allá de mí, o vaya a hacerlo alguna vez, o lo haya hecho, quizás sin darme cuenta yo. Y se me ocurre algo: cuando era un embrión, cuando me hicieron, la bola de epitelio que intentaba, ajena a mí, actuar la simple forma que era yo, miraba toda para afuera, un tubo dado vuelta, dado vuelta de nuevo, con el estómago y el hígado indistintos, y los oídos y la boca: la misma superficie, un guante solo, única esponja-flor posada sobre el mismo, único, eje, fisonomía pura en el abigarrado aire del vientre de mamá. Debía haber un brillo ahí que se perdió cuando la cara ya formada se tragó todo el resto, cuando por un pudor que no me dieron a elegir –acaso el artificio le reclama al artífice: “¿por qué me hiciste así?”?– un resto de esa gracia se ocultó en las sucesivas dimensiones desplegadas, aquel aumento sordo de espesor y de entidad que me permitiría ver el mundo como un mundo, luego. Y ahora estoy pensando en esa parte que quedó indigesta, y hay algo que me arrastra, una corriente subcutánea o algo menos solemne acaso, al nombre que me dieron para darme la fuerza. Taparon con un nombre irreprochablemente israelita una mitad de mí. ¿Qué era lo que querían, que supiera que si quería ser más parecido a lo que fuera a ser, iba a tener que ser distinto de eso? Mi gracia: un trabalenguas perfectamente hebreo. ¿Acaso se trataba de algo así como un Scrabble de la identidad, pensaban que a su hijo le darían más puntos en la vida por tantas zetas y esa cu y la doble ve? Si había alguna cosa en mí que no era idéntica a sí misma, ¿no era mejor, acaso, hacer visibles las costuras? Si a fin de cuentas la matriz que me engendró jamás escuchó hablar, de chica, sobre el ghetto, ni tuvo que saber qué cosa es el exilio en carne propia hasta que, bueno, se exilió papá. Si además, fueron ellos los que me criaron, los de la parte árabe, del Líbano, católica, o católica a su modo, que borraron de mi nombre. Ellos también tenían a su hijo en el exilio: acaso también él estableció su alianza en el desierto, y lo llevaron como a Elías. Pero pagó la sangre, porque era de otro pueblo. Y el sarcoma le recubrió la espalda como un mapa. ¿Querían que yo fuera su Eliseo, que tomara las dos terceras partes de su gracia? Hasta les daba, a veces, por llamarme con su mismo apodo. Fue demasiado para mí, un árabe imposible;

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para un judío errado, un circunciso fraudulento, que consagró su alianza en el quirófano con el celoso dios de la fimosis (me acuerdo lo que era, una campana henchida, un girasol de agua si orinaba). Fue demasiado para mí. Pensé que era mejor hacer como con una herida que quisiera suturarse desde adentro para dejar la cicatriz cubierta y proteger mejor la piel. Se me rompió de todos modos. Engordé y se me rajó, como una copa de cristal muy burdo. Se llenó de estrías, una retícula delgada, discontinua, sobre el plano vertical de las axilas a las nalgas, mezcla del diseño de un árbol genealógico desnudo de su fronda y el mapa del genoma. ¿A qué o a quién había que culpar, a la genética, a la frágil epidermis de mamá, o a aquella fuerza primigenia desatada, esa dispepsia primordial que haría de la indigestión la principal de mis pasiones? La respuesta pugnaba por caer en saco ciego, disfrazada de un confiado escepticismo sin objeto que, después, demostraría ser una nesciencia temerosa, replegada sobre su propia falta: ¿la eludía o solamente la estaba difiriendo? No sabía que sabía. Y elegí aferrarme a la intuición, un poco frívola y pueril, de que mi centro geográfico, mi casa, no podían ser el fuelle alveolar y el abanico delicado del espíritu. Y ahora, que me quedo y que me olvido, que clavé mi tienda con los codos y los brazos, y la cara sumergida entre las palmas, como un cántaro que cae dado vuelta y que se quiebra, sin saberlo, al lado de la fuente, estoy cayendo en una edad en la que necesito un sustituto digno para el alma: para ponerme en marcha, y recordar y recordarme. Un sucedáneo digno de un prosélito forzoso. Y el asiento de mi amor, la sede de mi juicio, debe ser, por ende, ese baluarte hepático, la gloria polvorienta de mis antepasados, los que no volvieron: el saco ponderal, la piedra hueca, la copa sucia en la que se mezclaron.

x De Doxa, 2007

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Lo que el amor les hace a los poetas no es trágico: es atroz. Les sobreviene una luctuosa ruina a los poetas que el amor captura, sin importar su orientación o identidad poética. El amor lleva al total desastre de la uniformidad a los poetas gay, a los poetas pansexuales y bisiestos, y a las poetas y poetrices feministas, fementidas o veraces; a los obsesionados con el género y a los degenerados por igual, y a los perversos polimorfos: y hasta los fetichistas de los pies del verso capitulan a las plantas del amor, que no distingue ideología, programa ni poética. A los vates de la torre de marfil los precipita del penthouse ebúrneo directo a planta baja. A los apóstoles del Zeitgeist, que proclaman sin empacho que la lírica está muerta, les permite insistir en el error y en sus prolijas parrafadas. Les produce una hemorragia palatal a los que comban parcos aforismos diagonales, a los herméticos de lata, a los que envasan sus versos al vacío, a los falsarios del silencio, y a los que fraguan haikus castellanos al itálico modo. A los puristas de la voz les corta en seco su dulce lamentar, y a los maniáticos del ritmo les quiebra las falanges, y estropea el íntimo metrónomo que llevan junto al corazón para marcar el paso de sus versos. Les compone el sensorio a los videntes y malditos y demás rebeldes e insurrectos sin razón ni causa poética, y les cura el desarreglo razonado de todos los sentidos. Desaloja de su noche oscura a los que piden luz para el poema en las cavernas del sentido, y los devuelve sin escalas a la trasnoche de la carne literal. Lo que el amor les hace a los poetas, con paciencia y mansedumbre, mientras las mariposas lentamente les ulceran el estómago y el páncreas poco a poco deja de funcionar, es harto inconveniente. A los que buscan con ahínco y precisión de cirujano la palabra justa les arruina el pulso, y en lugar de dar la vida, la aniquilan en su afán. Y a los que con ardor y devoción persiguen un absoluto en el poema, como un grial todo de luz, tirante, diáfana y febril, les nubla las certezas, y el deseo mismo de saciar su ansiedad. Lo que el amor les hace a los poetas, inadvertidamente, mientras cosen y cantan y se atoran de perdices, es agudo, terminal y fulminante. Es un torrente arrollador de prosa, que espolea y multiplica, en progresión exponencial, a los zopencos y palurdos de la poesía: a los que cortan sin razón sus versos diminutos; a los jinetes compulsivos; a los diseñadores tipográficos del verso; a los que quiebran la sintaxis sin saber torcerla; a los que escarban en el éter a la busca de inauditos neologismos inaudibles; a los modernos sin pretexto; a los que creen descubrir la pólvora en sus versos balbucientes; a los contestatarios automáticos y a los porno-poetas; a los que sueltan grandes nombres por la densa fronda de sus poemas, como Hansel y Gretel arrojaban migas; a los que impostan en su voz vacante los mohines de una infancia lobotomizada; a los poetas bellos y felices, caprichosos; NÚMERO 107

a las tribus urbanas y los groupies de la poesía pubescente; a los poetas pop y los rockstars del verso; a los videopoetas y performers; a los ovni-poetas, voladores o rastreros, identificados; a los objetivistas sin objeto ni vista; a los que exigen que el poema se vista de mendigo; a los filósofos poetas; y a los cultores convencidos de la “prosa poética”. El amor, que mueve el sol y a los demás poetas, los lleva hasta el postrero paroxismo: los convierte en tierra, en humo, en sombra, en polvo, etcétera: en polvo enamorado. Y si resulta todavía que entre ellos se aman amorosos los poetas pares, felices en su amor solar sin escansión, como si fueran en verdad el uno para el otro un agujero negro de opiniones nebulosas, tácitas palmaditas en la espalda y comentarios al pasar, enanos, enfriándose, se absorben entre sí y desaparecen.

x De La lírica está muerta, 2011

Ezequiel Zaidenwerg nació en Buenos Aires en 1981. Publicó Doxa (2007) y La lírica está muerta (2011). Desde 2005, administra el blog http://zaidenwerg.blogspot.com, dedicado a la traducción de poesía. Vive en Nueva York contratiempo

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Clara Muschietti El paso se interrumpe un camión descarga lácteos en un mercadito los hombres hacen fuerza el chino del mercado da instrucciones yo pienso en la cadena, en la cadena alimentaria de las cosas, lo mejor que puede pasar es que se vendan todas las leches. En qué franja del mundo estoy en la que hace qué en la que cree en qué en la que jamás piensa en qué qué soy exactamente

Estoy en la franja de los que le deben al psiquiatra de las chicas con mucho corazón y muchos lunares en la franja de los que a veces duermen mal de noche.

x De Karateka (El fin de la noche 2009)

qué virtudes tengo en qué franja de la bondad entro. En el medio de la calle hay un auto dado vuelta lo custodia una mujer policía ya no hay personas no hay accidentados queda un auto dado vuelta un auto que ya no sirve tanto me preocupo por la vida de las personas que iban adentro cuántos eran si había niños, una mujer embarazada un anciano o alguien feliz. No tengo idea de mi coeficiente mental cuánto es, que número tiene en qué franja estoy tengo una enfermedad crónica me pregunto cuánta gente habrá en la franja de los enfermos crónicos. Mi vecina está recién operada de la garganta tiene un hilito de voz ella está en esa franja su hija está en la franja de los niños con problemas de peso yo estuve en la franja de los niños fóbicos de las nenas a las que le comieron la lengua los ratones. En qué franja cabe mi felicidad de hoy en qué segmento va no sé nadar estoy en una franja que no me queda bien a mí dejame en el agua que no me voy a morir estoy en esa franja. Nadie sabe en qué franja horaria está mi hermana ese continente no está en esta franja mi hermana está en la franja de las mujeres altas yo estoy en la franja de las bajas y la miro como cuando era chica hay una franja que nos unirá siempre la franja de los hijos de Mónica y de Ulises. Se bifurcan las franjas de la identidad tanto que dan ganas de correr hacia la preexistencia. En el bebé diminuto que vi en el subte iba la gracia la vida frágil nueva en la madre del bebé diminuto que vi en el subte iba el miedo a lo inmanejable. La franja de los recién nacidos es la franja efímera.

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(Inédito) El llanto de un animal no me deja se filtra desde algún departamento vecino miro el monitor, paso una y otra vez las imágenes prácticamente iguales, una cara de mujer madura la diferencia es una mueca casi imperceptible el llanto del animal es más fuerte me asomo al pulmón del edificio y no se ve nada se escucha el llanto agudo vuelvo a mi silla y miro la cara paso las fotos de nuevo y no me doy cuenta si es mejor que sonría apenas me paro, me estiro y el llanto del animal marca el ritmo miro la cara desde donde estoy qué raro, desde lejos cambia, la mirada parece amenazadora vuelvo a la silla, perdí el rumbo del día número 7 del mes número 6 no almorcé y ya es tarde para hacerlo, tendré que asumir que este día tendrá una comida menos y un factor externo clavado en el centro, vuelvo al pulmón me asomo el viento me confunde, no sé ni siquiera desde que lado viene el llanto alguien grita que callen al animal el animal deja de llorar durante unos segundos y aúlla con fuerza suena el teléfono, atiendo mi madre me pregunta como estoy y se horroriza por el llanto propone que hablemos después, corta antes dice: pobre animal y no sé qué del mundo cierro los ojos y la cara de la mujer aparece intacta en mi memoria, ya está, ya es parte de lo que voy a recordar me siento al borde del pulmón acompaño al animal, pienso si estará atrapado, sintiendo dolor físico o simplemente solo suena el teléfono de nuevo pero no atiendo voy a la cocina, enciendo la hornalla miro el fuego, el animal deja de llorar de golpe apago el fuego y me arrepiento que venga un resplandor, que venga ahora, pasan las horas y a veces es difícil organizarse.

Clara Muschietti (1978), fotógrafa y poeta. En 2007 publicó su primer libro La campeona de nado (iROJO). Participó en las antologías Poetas argentinas 1968-1980 compilada por Andy Nachón (Ediciones del dock) y Un libro oscuro (Bajo la luna, 2012). En 2009 publica Karateka (El fin de la noche).Dicta talleres de poesía SEPTIEMBRE 2013


DESHORAS

Paola Gallo Mangangá I ABRE abrilo que lo abras ABRÍ. -La raíz está al aire, la raíz salvaje diría la Señora Marosa. SALE sesale sin más del lenguaje: el lenguaje de la tierra firme y del bello tallo entrega de volverme flor sin más. -Entre los higos destripados sobre el pasto, dijo Rhoda, quedará acorralado por siempre lo incomprensible. Veo un gangoso cuajo niña un gajo que no ves y traga, al menos que… DESAHOGO ahoga lo haga Al menos que –dijo el Gaga elevando alto el pescuezo y las antenasel Gaga amargo venga, llegue con su lengua rugosa y mire mangangá diciendo: Ga Ga GaGa GaGaGa Tra GaGaGa TraTraGa GaGa Ga Ga Ga TraGa GaGa Ga y en un hilo entonadísimo de zumbidos ásperos GaGaGa TraTraGa GaGa Ga Ga TraGa todo lo vasto y solo mío que tengo en este yo por venir.

Inédito II Punto de fuga dónde una escritura del tamaño de lo que falta no tengo para vos pared más blanca ni más maciza donde exhibirte donde llenar tu no dicho mi no inoculado fuera de quicio.

x Del libro Alimaña (Montevideo, Editorial Estuario 2011)

Palabras como cuchillos III Promiscua rumiante déjate ya, ahora sabes cómo curtir males irreparables: escribe. Del libro Alimaña (Montevideo, Editorial Estuario 2011)

Paola Gallo (Montevideo, 1980), poeta, realiza una Maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, México. Publica Alimaña (Editorial Estuario, 2011), su primer libro de poesía, ganador del 2do lugar de los Premios Anuales de Literatura 2010 organizados por el gobierno de Uruguay. Ese mismo año recibe 1er lugar la categoría Ensayo por su trabajo El decir de lo indecible: los rodeos del deseo en la obra de Alejandra Pizarnik (Editorial Estuario, 2011) NÚMERO 107

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Laura Alonso geometrías del encierro y de caer en línea nació el deslinde todo lo fue de un ojo tuerto para las aves de corral a empollarse de ellas entre marcas que las decían afuera: el cazador, el peligro, la muerte -no mires! mas avisa del sol cuando dé su pelambre por poca (aprieta un botón / concuerda el cronómetro) a caminar en círculo fueron a honrar el punto de la rueda donde converge de cría el giro y se nombra: rueda a moverse a –de hacia y de hacer ni hache en atraparse de parte como si meditar se pudiera mientras se empuja o se pone un huevo pero no de nacer otro si no de ponerlo, nomás –porque HAY que, dicen y son también otras aves no paraíso inocentes y todo vino de remolinos al centro –eso que como Dios, en todas partes y en ninguna y al árbol lo vertical por su tronco y a la palabra por sola cosa / sí SoLO / si la geometría rindió gramática reparto asunto de atar puntos bien ataditos y en jaula y nada de querer tenga volar ese gallináceo nada de decir mar si usted nonada, se ahoga hace de puntos en tierra obcecado con el punzón de su pico como de cruce alambrada de más montada en las plumas el maíz al final sólo por grano –punto otro hasta materia compacta de sola vuelta diga maíz y entiéndase de eso necesidad acuciante incluso si sobra y consistir a moco de pavo el todo rostro al levantar del piso la gacha caminó la cosa para adentro o el gallinero creció – que más o menos da igual otro trazado el portón miró de abierto a las aves tan concentradas en conservarse emplumadas y alguna vez la comadreja o cuchillo en el cogote –también la línea, por si no entiende con sangre entra un cacareo cansino no más arriba cuadrado cerca con cielo a precisión de geómetra

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agrimensor y compás planimetría: palomares, pabellones cubo al cubo, caja en caja (pantallas, pastillas, bombones, latas) ángulo por la palabra donde detiene igual movido -tilde un mandato donde coagula la raya –la opacidad del barrote pie le calimba, ¡siga la flecha! fino de traza de látigo a pirámide, ¡qué ingeniería! ¡qué altura! desborde supo a Nilo a 0 Wharton cerar los medios rumbos en el tendido al cordel la naranja cosa de esfera mirada por gajo moja de Greenwich tantos grados a derecha o a izquierda -trigo no: métrica y otro que aprieta el maíztanta la regla en hechura que se encueró de pulmón tanto lo número tos de cacareo emplumado y se contesta el sí mismo con esa cosa de triste animalito enjaulado

x Del libro espejismo en reiteración real (editorial Paréntesis, Colección Aedas, Montevideo, 2011 Laura Alonso (Montevideo, 1970), poeta y docente en la Facultad de Arquitectura y en la Licenciatura de Paisaje (Universidad de la República). Premiada en el concurso de cuentos “Eróticamente” organizado por el semanario “La República de las Mujeres”; segundo lugar del Premio Anual de Literatura 2008 por su poemario Tratado sobre huecos (Estuario Editora, 2009) y Primera Mención por Poesía rota (aún inédita) en el Concurso Literario Municipal (2009) de Montevideo. Editó la plaqueta diáspora la lengua (Yaugurú, 2010), desprendida del libro espejismo en reiteración real (Paréntesis, Colección Aedas, 2011)

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Alex Piperno fundación de la isla parece que ahora parimos una isla horrible y le pusimos nombres en la cabeza a todo lo que se mueva parece que parimos la mayoría porque se encontraron copias diminutas de la mayoría comiendo bocaditos de leche en el valle de todo lo que se mueva comiendo bocaditos que eran todos nuestros hasta hartarnos y también sigo comiéndolos para volverme yo mismo una isla llena de pequeñas niñas a quienes correr porque se desgajan como mandarinas de leche tengo que apretarle el abdomen para que se quede trancada lo siento que parece que no va a dejar de parir nunca o porque adentro tiene convicciones astilladas en la panza que son como unos perros muy prudentes por ejemplo la cabeza de un ascensor que le pusimos adentro alguna cosa religiosa por ejemplo la cabeza de miraglo le pusimos las ranuras de una mala manera y ahora es una bolsa amarilla que hace cálculos gratis de nuestra descendencia hace sorteos llenos de poca manera y escribe cualquier nombre en los pedazos que se le caen y siempre el mismo nombre ni siquiera importa por ejemplo la cabeza bien pop de cualquier cosa desde el interior de una barracuda pienso por ejemplo en la cabeza de las pequeñas niñas y me regocijo si le pegara palmaditas en las cabelleras que usan se les mueven con el viento dejando por un rato dibujos bien bonitos parece que nosotros es un pez con cola de aire de usar en ocasiones siempre difusas también el pez le sale por el corredor igual y tiene ritmo con cualquier porquería eso a veces llega a angustiarme tanto x valentina se metió en una maquinita que cualquier cosa que entra quedaba doméstica valentina se mete con los brazos todos chamuscados porque la manía que se inventa es un tubo portátil y enseguida cae adentro de nuestro bolsillo como si flotara en medio de una aspirina entonces dice soy la empleada favorita de los niños rey y se arma un cigarro con las láminas de todo lo que dice en lo que dura la caída valentina organiza numerosas marchas también la máquina se arma como un cigarro que funciona parece una colección de negros trabajando sin respiro valentina vivía en un cigarro incluso antes de llegar a la costa que lo prendemos a la noche mientras hacemos el camino de irse enamorando de cualquier porquería y da unos motores de tractor que la isla por fin empieza a sonar como un suburbio el paisaje trabaja y se va a agregando a sí mismo con pavor increíble valentina dura adentro del cigarro como un habitante que no molesta y cuando alguien pega una pitada valentina brilla

x De Los estándares de belleza en los pastizales

Alex Piperno (Montevideo, 1985) publicó los libros de poesía Confirmación del paraíso (Montevideo, 2007), Sahara (Santiago, 2009, Guatemala, 2010, México, 2011), Maschwitz (Montevideo, Fondo Concursable para la Cultura MEC, 2010), Bagrejaponés (Colectivo, Montevideo, 2010) y Los estándares de belleza en los pastizales (Montevideo, 2011)

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