CHICAGO, ILLINOIS, JUNIO 2014
Trans y latin@
Ciencia ficción de Chicago Frida vuelve
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contratiempo DIRECTIVA Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo CONSEJO EDITORIAL Arturo Richardson, Catalina María Johnson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Gerardo Cárdenas, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge Frisancho, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marco Escalante, Marcopolo Soto, Olivia Liendo, Rafael Franco, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Verónica Lucuy Alandia FOTOGRAFÍA Arturo Richardson Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs, the International Connections Fund of the MacArthur Foundation and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible
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JUNIO 2014 • NÚMERO 115
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istorias de dolor y rabia, pero sobre todo de resistencia, persistencia, descubrimiento y convicción integran el dossier que les ofrecemos en junio del 2014, un dossier que mira hacia el poco estudiado y menos comprendido mundo de la transexualidad. Incomprendida y discriminada dentro de la propia comunidad homosexual, la comunidad transexual tiene su propia historia de resistencia, toma de conciencia y lucha. Dentro de la comunidad latina, esas historias son aún más complejas, con el común denominador dentro de los autores de los textos recopilados y coordinados por Emmanuel García y Stephanie Manríquez, del abandono familiar y el desamparo. Son textos que nos llaman a una profunda reflexión, pero que también permiten entrever un punto de esperanza: las voces de la comunidad transexual latina ya no son pocas ni lejanas, se dejan oír con creciente fuerza, e inciden cada vez más en el necesario diálogo nacional sobre la tolerancia, la inclusión y la igualdad de derechos. Al lado de nuestro dossier, exploramos la ciencia ficción. El futuro no es como antes, podría decirse.
Ciertamente, el futuro – es decir, el actual siglo XXI, ha resultado muy distinto a como lo imaginaron, en la segunda mitad del siglo XX, autores como Ray Bradbury, Stanislaw Lem, Anthony Burgess o Richard Matheson. Por un tiempo, esto planteó a la novela y la narrativa breve un reto singular. ¿Seguía siendo válida la ciencia ficción en un mundo donde la tecnología parecía avanzar más rápido que la ficción? La respuesta ha sido un contundente sí, con un renacer del género particularmente en lengua española. Deshoras de junio 2014 recoge textos, incluyendo un poema, de autores latinos de Chicago que imaginan mundos presentes y futuros muy distintos al tedio de lo real y cotidiano. Junto a estos contenidos, destacamos en Tiempo Extra el regreso a sus páginas de la autora mexicana Merlina Acevedo, maestra del palíndromo, quien ahora presenta algunos de sus recientes aforismos; una reflexión de la periodista Fabiola Pomareda sobre el regreso a América Latina luego de años en los Estados Unidos, o la crónica de Catalina María Johnson sobre la presentación de Sixto Rodríguez en Nueva Orleáns. Y en Mirada Cómplice, una toma de contacto con el regreso de Frida Kahlo a Chicago.
La fotografía de portada es obra de Fernando Manuel Escárcega Pérez, “Fershow Escárcega”. El artista visual y multimedia mexicano recibió la beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en México en 2012. Su trabajo ha sido reseñado en diarios como Reforma, de México, así como también ha tenido presencia en espacios televisivos y festivales como el Close Up Vallarta 2012. El año pasado su proyecto “Nezayork” viajó
en una exposición colectiva internacional por 7 países. Algunas de las fotografías publicadas en el dossier forman parte de esa serie, en la cual da una mirada íntima a la construcción de la identidad, el absurdo y el kitsch en la ciudad de Nezahualcóyotl. Escárcega comenta: “Nezayork como muchas la llaman, es escenario de innumerables puestas en escena día a día, de ahí la mezcla y defragmentacion de los parámetros establecidos de belleza y normalidad, ya que aquí prevalece la ley del más fuerte, el más rico, el más malo, este discurso fotográfico no busca documentar al otro, es un autoretrato y homenaje a la injusta vida”. http://nezayork.tumblr.com/ http://fershowescarcega.tumblr.com/
TIEMPO EXTRA 3 Peones de Troya Merlina Acevedo
10 Contrafoto Rafael Franco
MIRADA CÓMPLICE 4 Guía de perplejos: No me preguntes cómo pasa el tiempo Alejandro Pérez Cervantes
12 El arte contemporáneo después de Frida Kahlo Unbound Stephanie Manríquez
5 Les llueve sobre mojado Jorge Durand
DOSSIER
6 Del Norte a Latinoamérica, historia de un regreso Fabiola Pomareda 7 Rostros del mal: libres y honorables Gerardo Cárdenas
16 Yo no debería estar aquí Bamby Salcedo 17 El viaje de la mariposa Dana González 18 Un lugar donde vivir Dino Masciopinto
8 G es de Gorey y C de Chicago Tanya Victoria
19 En busca de un diálogo entre generaciones Emmanuel García
9 Rodríguez: música y resurrección Catalina María Johnson
20 Ellos y ellas Gerardo Ochoa Sandy
10 Sincronías CHema Skandal!
DESHORAS 21 Introducción
21 Anécdota de hormigas, de la vida o de lo que me ocurrió ayer o —a saber— de todas las anteriores Bruno Soreno 22 Apocalipsis Alexandra Pagán Vélez 23 Gameon Rey Emmanuel Andújar 24 Moneras Daniel Caleb Acevedo 25 No podrán con nosotros Rafael Franco Steeves 26 Hic est Calix Gerardo Cárdenas
27 Última canción de la naranja mecánica Bruno Soreno 27 Homo Vendit Noelia Cruz Vázquez
LITERATURA
Merlina Acevedo
Peones de Troya La atención es como los libros: si la prestas casi nunca te la regresan. *** La vida es un juego de ajedrez con caballos de Troya. *** La ola fue el primer signo de interrogación. *** La soledad convierte al espejo en una lupa. *** Es una pesadilla no tener con quién hablar dormido. *** Las luciérnagas son ausencias que brillan. *** El libro es un instrumento de repercusión. *** Un buen perdedor deja que le gane la risa. *** Tuve un choque cultural y perdí el conocimiento. *** La hoja también le teme a la mente en blanco. *** No creo en fantasmas, los fantasmas crean en mí. *** Si tienes que decir a cada rato que amas la literatura, tal vez no eres correspondido. Los presentes aforismos de Merlina Acevedo (México, 1970) forman parte del libro doble Peones de Troya. Aforismos/Relojes de arena. Palíndromos (Colofón, México, 2013) cuya primera mitad está integrada por aforismos y la segunda, invertida, por palíndromos, todos publicados previamente en redes sociales
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Illustration (detail) from The Gashlycrumb Tinies,1963, © The Edward Gorey Charitable Trust. All rights reserved. Más sobre Gorey y su exposición en El Museo de Arte de la Universidad de Loyola en la página 8.
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CRÍTICA
GUÍA DE PERPLEJOS:
No me preguntes cómo pasa el tiempo Alejandro Pérez Cervantes
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Ilustración: Fragmento de la portada de La sangre de Medusa
icen que chocó contra una pila de libros y cayó golpeándose la cabeza. Dicen que estuvo horas en el suelo sin fuerza suficiente en sus piernas para poder levantarse. Que estuvo consciente unas horas y luego de terminar su última columna —dedicada a su amigo Juan Gelman— entró en un sueño del que ya no despertó jamás. Creo que José Emilio Pacheco fue una figura relevante para el panorama de las letras mexicanas por encarnar en su quehacer el perfil y la tradición de un modo de ser escritor cada vez más escaso: La poligrafía. Minucioso ensayista lo mismo que poeta. Narrador o traductor solvente. Profesor o periodista cultural, Pacheco hizo de todo y lo hizo muy bien. Ahora que a cualquier veinteañero le basta asumirse como escritor de verdad con un librito de poemas o algún ensayito suelto, este miembro de la Generación del Medio Siglo nos recordó siempre que el quehacer literario es algo serio e inabarcable. Inagotable Aprendiz junto con Monsiváis y Poniatowska del legado de Fernando Benítez,
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Pacheco convocó en su columna “Inventario” los demonios y los resplandores no sólo de la literatura, sino del transcurrir nacional durante décadas: lo mismo hablaba de T. S.Elliot que de Rafael Caro Quintero. Hoy que gran parte del periodismo cultural actual se fabrica desde la prisa y la improvisación, o de plano desde la ignorancia; o la narrativa desbarranca por los territorios del facilismo experimental, la obra de Pacheco nos recordó que para ser verdadera vanguardia bastaba con fundirse en serio con la tradición. Irás y no volverás Poeta del Apocalipsis y del desencanto — Poeta del Tiempo— en sus versos el mundo, el amor y las cosas son un callado derrumbe; un desmoronamiento lento donde apenas se atisba el fulgor efímero de la belleza y de las esperanzas. El paso del tiempo, la confrontación con el ayer, el amor como perpetuo desencuentro, los cataclismos íntimos de los seres comunes o los laberintos del lenguaje, la obra de Pacheco vuelve siempre a un mismo punto: la ciudad como maquinaria de demolición de las almas. Eclipsada muchas veces por su poesía, o su quehacer como cronista, la obra narrativa de Pacheco es una de las más interesantes, amargas y sólidas del último medio siglo. 30 años antes de Volpi y el Crack, veinteañero apenas, lejos de sus primeras imitaciones de Borges en su primer libro La sangre de Medusa propuso una joya para muchos desconocida: la novela Morirás Lejos. El acecho y la mirada del otro, la presencia del nazismo en México, el peso de la culpa, el crucigrama que suponen los otros, conforman esta pieza desmontable, precursora en muchos sentidos (Cuentan que una académica norteamericana le escribió una larga carta explicándole el modelo matemático supuestamente erigido debajo de la obra). Asimismo, sus libros de cuentos El Viento Distante o El Principio del Placer volvieron sobre el reverso negro de nuestra historia nacional, la soledad cósmica del niño que abre sus ojos a la maldad del mundo, o las siempre filosas y deslumbrantes aristas del amor.
Escribió para Ripstein el guión de El castillo de la pureza y El santo oficio. Tímido más no misántropo, esquivaba con gracia los homenajes: sus pantalones caídos en Alcalá de Henares antes de recibir el premio Cervantes. Su negativa a una entrevista que respondió a George B. Moore con un poema que se volvió manifiesto: “Defensa del anonimato”: No sé por qué escribimos, querido George. Y a veces me pregunto por qué más tarde publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos una botella al mar, harto y repleto de basura y botellas con mensajes. Nunca sabremos a quién ni adónde la llevarán las mareas. Lo más probable es que sucumba en la tempestad y el abismo. Dato curioso: el primer cuento mexicano donde aparece el Metro de la Ciudad de México es un cuento policiaco titulado “La Fiesta Brava”, de finales de los sesentas. Adivinen quién es el autor. Ahora quizá persista en su vagar por esa su Ciudad de la Memoria, junto a Carlos Monsiváis, su compañero desde la temprana juventud o sus poetas inventados: el atormentado Andrés Quintana, vendiendo un cuento para una revista auspiciada por la CIA para luego huir a través de los subterráneos de la capital de un sangriento culto azteca, o el oscuro y reaccionario poeta nacido en Saltillo: Julián Hernández, o su enemigo, el poeta siempre ausente, Fernando Tejada. Desde Heráclito o Buda, Catulo revisitando la obra de Ernesto Cardenal, la derrota de los persas en Vietnam —un tiempo condensado en todos los tiempos— la visión de poeta novohispano o de los poetas-guerrilleros de la Guerra de Reforma, así quedará para nosotros la obra de Pacheco, luminoso poliedro, gota de ámbar, permanencia: Cada poema, Epitafio del fuego.
Alejandro Pérez Cervantes. Saltillo 1973. Narrador. Periodista Cultural. Maestro Investigador en la Universidad Autónoma de Coahuila. Autor de Murania (2007) y El muro y la grieta (2012). JUNIO 2014
CRÍTICA
Les llueve sobre mojado* Jorge Durand
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n las calles del barrio mexicano de Pilsen en Chicago se puede leer en la base de un mural guadalupano un texto premonitorio: “aquí estamos, aquí nos quedamos”. La comunidad asentada desde hace ya casi un siglo en la Ciudad de los Vientos manifiesta su arraigo y a la vez cierto sentimiento de inseguridad en forma de denuncia, de protesta, de afirmación de que el barrio es suyo y lo será por siempre. No fue así en los tiempos originarios, cuando los desarrolladores urbanos y los planificadores políticos echaron abajo los edificios del proyecto social comunitario de Hull House y de paso al barrio colindante que acogía a los mexicanos que llegaron en la pasada década del veinte. Sólo queda para el recuerdo una casa, en medio de los edificios de la Universidad de Illinois, que alberga como vestigios de museo una colección de piezas de cerámica elaboradas por los mexicanos que llegaron en dicha década, el último grupo migrante en arribar a la ciudad. Allí, en Hull House, un proyecto de educación socialista, innovador y crítico, se forjó en sus aulas la primera generación de mexicanos nacidos y arraigados en la ciudad. Por su parte, los recién llegados se fueron integrando al mundo urbano industrial de la ciudad y sus alrededores, como la zona de las empacadoras en Back of the Yards y Brighton Park; también en los patios del ferrocarril de la compañía Rock Island, donde vivían en los vagones a los que llamaban “box car”; en las acereras del sur, a las que llegaron primero como esquiroles y luego vendrían a formar parte de la clase obrera. Esa impronta urbana e industrial de la comunidad mexicana en Chicago ha quedado como su signo distintivo y se refleja con claridad meridiana en el libro de Raúl Dorantes y Febronio Zatarain, que ahora celebra su segunda edición corregida y aumentada. Las primeras crónicas del barrio y de los mexicanos en Chicago se las debemos al diario de campo de Robert Redfield, donde reporta que en los años veinte un mexicano trabajaba en el emblemático Hotel Drake ubicado en las calles East Walton y Michigan. Y los autores de …Y nos venimos de mojados, nos complementan la historia cincuenta años después con la crónica sobre Jesús Avelar quien trabajó por décadas como cantinero en el Signature Room, el bar más famoso, emblemático y conocido de Chicago, ubicado en el piso 96 de la John Hancock Tower de la avenida Michigan. NÚMERO 115
Los autores ponen de manifiesto la integración e imbricación de los mexicanos en la ciudad y en la comunidad de Chicago, pero al mismo tiempo se sienten atacados y vulnerados por veinte años de guerra anti inmigrante. Es por eso que retoman la historia de Artemio García quien desde su silla de ruedas señala “lo que nos pasó, nos pasó aquí”, el trabajador agrícola que desde su condición de migrante irregular parapléjico articula que sin deberla ni tenerla recibió un balazo en la columna y que eso sucedió en las calles de Chicago, que su situación migratoria exime de responsabilidad al Estado. Los autores retoman críticamente los planteamientos del profesor de Harvard Samuel P. Huntington, quien arremete contra los inmigrantes y especialmente contra los mexicanos con el argumento de que no se integran, no hablan el idioma, que no son inmigrantes sino colonos. Paradójicamente, aquel que se dijo descendiente de los pioneros del Mayflower les reclama a los mexicanos el hecho de ser colonos. Bien le habría valido al doctor de Harvard haber leído las crónicas de Dorantes y Zatarain, donde distinguen acertadamente entre la mirada del turista y la del inmigrante, donde el primero dice conocer el centro de la ciudad y el segundo sólo lo atraviesa para ir al trabajo. “Desde la perspectiva del turista, el inmigrante no conoce la ciudad. Y tal vez tenga razón; pero el inmigrante más que conocerla, la vive y la transforma, porque su presencia, desde un principio, se encaja en la entraña de sus calles.” A diferencia de lo que afirma Huntington, los autores constatan que para la segunda generación el inglés “se va volviendo la lengua madre”, el hijo hereda de sus padres la idea de que el inglés es la puerta de entrada al mundo estadounidense. El español se usa en la casa y el barrio, pero sin un manejo pulcro del idioma y menos con aún la habilidad de leerlo y escribirlo. Curiosamente es la tercera generación ya integrada, la que vuelve a sus orígenes y rescata el hecho de tener ancestros mexicanos. Los autores nos muestran el caso de Jeff Vega, quien es propiamente segunda generación, con padre mexicano, madre americana y rasgos de hombre blanco (en el entendimiento del sistema clasificatorio norteamericano). A Jeff se le cerró la puerta del español en casa y su padre incluso le negó acceso a la historia
familiar del lado paterno; de ahí su interés y su lucha diaria por identificarse, a su manera, con el mundo méxico-americano, aunque paradójicamente en este territorio se haya sentido discriminado y rechazado por los que se consideraban verdaderos mexicanos. Más allá de las crónicas y los ensayos, la obra de Dorantes y Zatarain sirve de guía para entender la ciudad, de diccionario para comprender modismos y de breviario cultural para entender viejas costumbres y sus recreaciones. Valgan algunos ejemplos: los mexicanos de Chicago le llama a la fiesta americana del Thanksgiving (Día de Acción de Gracias) “el día del pavo”, y efectivamente comen pavo, pero con mole. Para los trabajadores la camioneta (propiamente la van) del transporte diario es mucho más que eso, es el espacio de socialización, el preludio y el epílogo de una larga jornada de trabajo, espacio en el que por lo general no pueden hablar entre ellos. Para los inmigrantes el sótano ha devenido en beisman un lugar que se puede alquilar y donde se puede vivir, es decir, no es un lugar húmedo, oscuro, lleno de trastos viejos y plagado de ratas. Finalmente (last but not least), distinguen al modo antropológico entre el significado de coyote y pollero; el primero hace referencia al coyote del pueblo, que todos conocían y que servía de guía y protección y que realizaba de manera eficiente y segura su trabajo; el pollero, por el contrario, está a la caza de inmigrantes desprevenidos en las estaciones del tren y del camión y allí los engatusa para luego extorsionarlos. *El presente texto es un fragmento del prólogo de Jorge Durand a la nueva edición del libro Y nos vinimos de mojados… (El Beisman, Chicago, 2014) de Febronio Zatarain y Raúl Dorantes, que se presentará el 5 junio a las 7:15 pm en el café La Catrina del 1011 W. 18th Street del barrio de Pilsen en Chicago, y se reproduce con permiso de los coautores del volumen (N del E). Jorge Durand es profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara y es columnista del diario mexicano La Jornada. Ha publicado más de una decena de libros sobre el tema de migración; los dos últimos son: Taylor y la migración y Perspectivas migratorias contratiempo
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ENSAYO
Del Norte a Latinoamérica, historia de un regreso Fabiola Pomareda
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na vez leí en algún lado que “el signo del fracaso del inmigrante es el regreso”. Creo que en mi caso, después de nueve años de estar fuera, el volver a Latinoamérica era más bien un deseo muy fuerte y un instinto muy difícil de ignorar. Y creo también que entre todas las razones que se fueron acumulando y que terminaron por constituir las causas del regreso, el “fracaso” definitivamente no fue una de ellas. Después de vivir casi nueve años en Chicago, donde estuve trabajando como reportera, escribiendo en mi idioma y contando historias por aquí y por allá, la decisión del regreso voluntario a Costa Rica les parecía, de hecho, algo sin pies ni cabeza a varias personas, aunque no a todos. Desde que tomé el avión a San José, vía El Salvador, el pasado 26 de enero, no han dejado de mandarme mensajes llamándome desertora y hasta acusándome de falta de solidaridad por no haberme quedado a soportar las restantes dos olas de frío polar que golpearon a Chicago y por negarme a aguantar las restantes tormentas, hasta compartir con todos las más de 70 pulgadas de nieve que han caído en este invierno, uno de los más largos y abominables de todos los tiempos. Pero la verdad es que las personas más cercanas, quienes conocen los motivos personales que me impulsaron a tomar la decisión de regresar, saben que no fue fácil. Terminó pesándome demasiado la sensación de desarraigo y la añoranza por mi familia, mis amigos y mal que bien, por el lugar donde crecí, porque aunque no nací en Costa Rica, es allí donde están mis únicas raíces. Esos que tuvieron la mala suerte de estar cerca de mí durante los últimos meses, saben que de repente me descubrí a mí misma entrevistando a amigos con quienes había compartido en Chicago; pero que, meses e incluso años antes, habían decidido emprender el camino de regreso al “sur”, y volver a sus países de origen, por distintas circunstancias y razones. Así fue que conversando con esos inmigrantes que ya habían vuelto a una Latinoamérica geográfica que dejaron hacía muchos años, terminé armando una especie de “Manual del Regreso”, con una síntesis de lo que vivieron, los consejos y las advertencias de esos queridos
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amigos que volvieron a sus tierras en Brasil, Chile, Colombia, México y Costa Rica. Varios colegas y amigos me machacaban, día sí y día también, lo difícil que estaba la situación laboral para los periodistas, augurándome momentos amargos para conseguir trabajo de regreso en Latinoamérica. Pero decidí tomar el riesgo y partir. Recién bajada del avión un amigo me dijo: “Bienvenida al tercer mundo”, y yo le pregunté: “¿Y cuál se supone que es el primero?” Supongo que lo dijo porque llegué llegue a un país que ocupa el segundo lugar en desempleo de América Latina. Costa Rica terminó el 2013 con una tasa de desempleo del 8,3%, cita la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Un país donde se respira la desigualdad, porque a donde usted mire en la capital hay malls, paseos comerciales y restaurantes que buscan imitar siempre al Norte. A donde usted mire hay también edificios, jets, residencias, automóviles, yates, ropa y lujo que contrastan con los salarios estrechísimos de la mayoría de la población. Llegué a un país con ricos cada vez más ricos, donde una familia en pobreza extrema ganará unos 150.000 colones ($270) o menos por mes, mientras las clases más altas concentran 7 millones de colones ($12.800) o más al mes (Informe Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible, con base en datos de la Cepal). Un país, no sorprende ya, forrado en muchos lugares con capital proveniente del lavado de dinero y completamente penetrado por el narcotráfico. Un país en cuya capital hay barrios donde la gente se queda sin agua todo el día por los racionamientos. Un país del cual mucha gente se quiere ir porque sienten que se les hace demasiado “chiquitico” a veces. Pero también he vuelto a un país donde varias comunidades han estado, y siguen, librando valientes batallas en defensa del agua, en defensa de territorios libres de minería y otras prácticas contaminantes, y en defensa de sus tradiciones. He vuelto a un país donde a pesar de todos los problemas me sigue alucinando su sistema de cobertura de salud pública para todos, así como su universidad pública y todo lo que genera. Pero sobre todo, regresé a una Costa Rica en la que se vive uno de los procesos políticos más interesantes de Latinoamérica. Llegué faltando una semana para las
elecciones en las que por primera vez en la historia de Costa Rica un candidato presidencial de izquierda, como lo es José María Villalta, del Frente Amplio, logró representar la indignación y el descontento acumulado hacia las clases gobernantes y grupos de poder económico, y la búsqueda de una verdadera justicia social. Villalta obtuvo el 17% de los votos y el Frente Amplio obtuvo nueve diputados, el mejor resultado de la izquierda costarricense en toda su historia. Ahora estamos a una semana de ir a una segunda ronda electoral y aunque Villalta quedó por fuera, el Frente Amplio definitivamente cambió el escenario político nacional y genera esperanza para muchos. No voy a hacer comparaciones entre lo que es la calidad de vida en Estados Unidos y en Costa Rica porque no es el fin de este escrito; pero lo cierto es que aquí no hay espacio para idealización alguna; es decir, es imposible vivir con una imagen idealizada de Latinoamérica, de nuestros países de origen, o en todo caso, del Norte, de la vida en Estados Unidos, cuando todos los días la realidad nos da una bofetada, tanto aquí como allá. El volver a Latinoamérica era, para mí, lo natural, lo que estaba en mi camino en este momento de mi vida. Estoy agradecida de haber tenido las posibilidades de hacerlo y de haber encontrado empleo rápido. No sé qué pasará más adelante. Lo que puedo decir hoy es que tomar la decisión del regreso es muy difícil y una nunca está segura de nada, que extraño Chicago todos los días, y que quiero pensar que no hay una decisión correcta ni una equivocada, sólo el camino y la historia de cada uno.
Fabiola Pomareda. Periodista. Nació en Washington D.C. (EE.UU.), pero creció entre Guatemala, Perú y Costa Rica, donde estudió y empezó a trabajar como reportera en Semanario Universidad en 1999. Entre 2005 y 2014 trabajó como reportera del semanario La Raza, en Chicago, cubriendo temas de inmigración y posteriormente se desempeñó como jefa de redacción de dicho medio. Actualmente vive en San José, Costa Rica, y es periodista freelance y colaboradora del Tico Times. Blog: En voz alta. http://fpomareda.blogspot.com/ JUNIO 2014
ENSAYO
Rostros del mal: libres y honorables Gerardo Cárdenas
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l siglo XX y la primera quincena del XXI nos han dejado diversas reflexiones sobre el mal que van de la constatación de su existencia a partir de hechos concretos (el Holocausto, los Campos de la Muerte de Pol Pot, los Vuelos de la Muerte de las dictaduras sudamericanas, el terrorismo), a reflexiones filosóficas (la banalidad del mal de Hannah Arendt), hasta construcciones retóricas (el Imperio del Mal definido por Ronald Reagan, o su sucedáneo, el Eje del Mal, definido por George W. Bush). Junto a esa reflexión podemos encontrar imágenes concretas: Hitler, Stalin, el ya mencionado Pol Pot, Idi Amín, Osama bin Laden; o ficticias, de Michael Corleone a Sauron, por ejemplo. Las grandes religiones monoteístas han mantenido una cierta unidad: el mal es una transgresión a sus preceptos, o al menos es lo que genera la transgresión. Es una cuestión moral. Con el paso de los años y de sucesivas reformas, han ido en general transitando de la noción del mal como entidad (por ejemplo, Satanás para los cristianos), a una cuestión de relativo libre albedrío, lo cual acerca la reflexión religiosa un poco más a la filosófica. La psicología da un poco la vuelta a estos debates para centrarse en el contexto: ¿qué condiciones llevan a tal o cual persona a actuar de tal o cual manera? Dos encuentros recientes, de este siglo, pero profundamente arraigados en causas del siglo XX, me llevan a una reflexión angustiosa sobre el origen y las consecuencias del mal. El primer encuentro fue con el documental The act of killing (El acto de matar) de Joshua Oppenheimer; el segundo, con el libro CeroCeroCero de Roberto Saviano.
amenaza comunista. Oppenheimer y su equipo de filmación (formado por decenas de indonesios que no quisieron dar sus nombres, y contando con Werner Herzog como uno de los productores) piden a Congo y Zulkadry que recreen para las cámaras sus matanzas. Ellos, alegremente, aceptan. Lo que sigue son dos horas de un aterrador y grotesco desfile de recuerdos vueltos a actuar, con un tono que va entre lo fellinesco y el porno de la violencia. Congo y Zulkadry visten sus mejores ropas, se disfrazan de gangsters, presumen de haberse dejado influir por El Padrino y explican el método para intimidar, torturar, violar y matar impunemente a cuantos quisieron, y cuantos aún podrían eliminar si quisieran. Esa es una dimensión del mal –lo hecho con las propias manos. Pero Oppenheimer apunta a otra dimensión del mal: la acusación directa a Estados Unidos de haber financiado con millones de dólares a Suharto, a los grupos de paramilitares, y a los cientos de Congos y Zulkadrys que por años actuaron impunemente para convertir a Indonesia en un bastión anticomunista en los océanos Índico y Pacífico. En una de las escenas finales Congo, elegantemente vestido, regresa a la trastienda de la sastrería donde, entre 1965 y 1966, personalmente torturó y mató a cientos. Admite que el lugar está atestado de los fantasmas de sus víctimas. Y entonces le acometen violentos estertores, vómitos secos que lo desgastan físicamente. Congo no se arrepiente, pero su cuerpo carga con el peso de aquellos a los que eliminó con sus propias manos. Es una escena estremecedora: Congo como un contemporáneo retrato de Dorian Gray, pero a final de cuentas inmune, impune e indiferente.
Freman The act of killing es el recuento documental de la matanza de medio millón de comunistas y supuestos comunistas a manos de grupos paramilitares en la Indonesia de mediados de los 60´s, tras el golpe militar de Suharto. El largometraje se centra en la figura de Anwar Congo y Adil Zulkadry, dos matones protegidos por el régimen de Suharto, que actuaban en el norte de Sumatra. Congo, en particular, mató con sus propias manos, vía la estrangulación con alambre, a por lo menos mil personas. En Indonesia, los matones, o gangsters, son conocidos como freman, una corrupción del término inglés free men. Hombres libres. Congo y Zulkadry, ya viejos, son leyenda en Indonesia. Venerados por haber liberado al país de la
Honorables En un tono muy distinto al de The act of killing, CeroCeroCero no muestra rostros, pero cuenta muchas historias. Saviano ganó fama mundial en 2006 con Gomorra, el reportaje más completo que se haya hecho sobre la camorra napolitana. La publicación le ganó tantas amenazas de muerte, que Saviano vive permanentemente custodiado por agentes de seguridad, tal y como Salman Rushdie lo estuvo en los años 90´s bajo la fatwa iraní. CeroCeroCero describe el imperio mundial de la cocaína, el negocio más rentable de la economía moderna, bajo el control absoluto de los uomini d’onore, los hombres honorables, los líderes de los cárteles mexicanos y colombianos, de la ‘Ndrangheta calabresa, la mafiya
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rusa y otros. Un imperio criminal y bancario, un sistema cerrado y perfecto, incentivado sin fin a la vista por el consumo de la sociedad, y la impotencia, incompetencia, o complacencia y complicidad de muchos gobiernos. Si el mal en The act of killing encarna en el rostro de Anwar Congo, en CeroCeroCero hay tantos rostros, que la encarnación es irrelevante. El mal está diseminado en millones de honorables, los vulgares e intrascendentes narcos de diversos rangos, en la codicia de funcionarios, policías y militares corruptos pero, más importante aún, en la operación sin rostros ni manos de las transferencias cotidianas de miles de millones de dólares que hacen al narcotráfico imposible de rastrear. Un dato aterrador: en 2008, en pleno desplome de los grandes bancos y casas de inversión estadounidenses, cuando Wall Street necesita del rescate financiero gubernamental, quienes sí están capitalizados, quienes sí inyectan dinero a los mercados de valores porque necesitan blanquearlo, son los cárteles de la droga. El 11 de septiembre del 2001 y el 15 de septiembre de 2008, son dos fechas unidas por dos manifestaciones del mal, en el mismo punto geográfico: Wall Street. La primera, el ataque de bin Laden contra las Torres Gemelas; la segunda, el desplome de Lehman Brothers que revela, para Saviano, no sólo la brutalidad del sistema financiero que se destruye a sí mismo, sino su vulnerabilidad frente a los capitales del narco, y la imposibilidad para las autoridades financieras de controlar los flujos de dinero ilícito. Hannah Arendt creó el concepto de la banalidad del mal para entender la participación de grises burócratas del nazismo como Adolf Eichmann en el Holocausto. Creo que Arendt tendría que extender la definición para abarcar, hoy en día, al matón de poca monta, al delincuente callejero al que la geopolítica le da el poder, la autorización y la cobertura para divertirse matando, como Anwar Congo en Indonesia; y a los anónimos administradores y financieros del narco que blanquean, lavan y legitiman el dinero eternamente generado con sangre, corrupción y adicción. El mal, como los virus, sigue mutando y adaptándose, banal e infalible. Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, y director editorial de contratiempo. Es autor del libro de relatos A veces llovía en Chicago. Su segundo libro de relatos Correr es de cobardes aparecerá en 2014 contratiempo
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ARTE
G es de Gorey y C de Chicago Tanya Victoria
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bsurdo literario es como Edward Gorey calificaba su trabajo. Sus dibujos en blanco y negro, minimalistas, mórbidos y enigmáticos cuentan historias crueles con protagonistas escuálidos que se resignan a la tragedia; nos lleva por un recorrido blanco y negro hasta mansiones decadentes y almas solitarias, y con un ingenio que pocos tienen, nos muestra el lado cómico y surreal de la tragedia, embriagando al espectador con su especialidad: el humor negro. Edward Gorey, autor e ilustrador irrepetible e interesante, autodidacta y excéntrico rechazado por muchos editores que consideraron su trabajo chocante, absurdo y de fatídico humor macabro, nació en Chicago en 1925. El Museo de Arte de la Universidad de Loyola (LUMA) presenta hasta el 15 de junio de este año la exhibición más importante de Gorey en Chicago. La exhibición se divide en dos salas, Elegant Enigmas: The Art of Edward Gorey documenta cientos de sus trabajos originales (esta exposición ya se ha presentado en la mayoría de la ciudades en Estados Unidos, organizada por el museo Bradywine en Pensilvania y el Gorey Charitable Trust); y G is for Gorey—C is for Chicago: The Collection of Thomas Michalak, organizada en colaboración con Thomas Michalak, bibliotecario de Harvard que ha coleccionado material de Gorey durante treinta y cinco años.
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Gorey ilustró gran cantidad de libros y diseñó portadas para obras de Kafka, Proust y Conrad publicadas por la prestigiosa editorial Doubleday, para la que también ilustró textos de T. S. Eliot, Dickens, Wells y Updike. De mis favoritas se destaca la edición especial para La guerra de los mundos de H. G Wells, así como los dibujos para una edición especial de Drácula de Bram Stoker publicada en 1977 como libro pop-up con técnica tridimensional, que recrean un set en miniatura de la producción de Drácula en Broadway, en la que Gorey trabajó como diseñador de set y de vestuario, por lo que ganó un premio Tony. Gorey publicó su primer libro ilustrado en 1953, The Unstrung Harp, relato de las calamidades y frustraciones que un novelista vive durante su carrera literaria; en 1963 el prolífico artista publica su obra más popular The Gashlycrumb Tinies, un abecedario que letra por letra cuenta la historia de un niño —cada letra corresponde a la primera del nombre de un pequeño—, víctima de algún infortunio o accidente. Cada vocal y consonante se ilustran con un dibujo en blanco y negro, una viñeta en la que Gorey recrea el momento justo de la desgracia que azota a sus jóvenes y victorianos protagonistas. Y aunque Gorey nunca escribió para niños y muchos padres estaban en total desacuerdo con él, con este paradigma de lo macabro y de lo bizarro muchos niños han aprendido el alfabeto: A is for Amy who fell
down the stairs, E is for Ernest who choked on a peach, I is for Ida who drowned in a lake, O is for Olive run through with an awl, U is for Una who slipped down a drain. Gorey goza de un estatus de autor de culto, nunca rompió record de ventas y quienes lo conocen se quedan con su legado para siempre. La carrera de Gorey comenzó a muy temprana edad: no había cumplido los dos años, y ya trazaba una especie de gusano que representaba un vagón de tren. A los tres años comenzó a leer, sin ayuda de nadie. No vivió una infancia traumática, sino privilegiada. Su padre era periodista y se mudaban constantemente de ciudad. Era un niño brillante al que avanzaban de grado con regularidad. Cursó un semestre en el Instituto de Arte en Chicago; estuvo acuartelado en Utah durante la Segunda Guerra Mundial, luego fue becario en Harvard y uno de los fundadores del Poet’s Theatre de Cambridge. Sus principales influencias fueron Edgar Allan Poe y Víctor Hugo. Sus trabajos han servido de inspiración a artistas como el cineasta Tim Burton, quien aseguró que algunos de sus personajes nacieron a raíz del tratamiento naif con que Gorey maneja sus historias.
Illustration (detail) from The Tuning Fork, 1990, © The Edward Gorey Charitable Trust. All rights reserved.
Tanya Victoria, mexicana, trabaja en la Sociedad de Zoológicos de Chicago en el departamento de educación y conservación. JUNIO 2014
MÚSICA
Rodríguez: música y resurrección Catalina María Johnson
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alió al escenario frágil, apoyándose en cada costado del brazo de sus hijas. Atravesó el escenario lentamente; de repente tambaleaba, mas por fin con manos temblorosas, cogió su guitarra. Portaba el icónico sombrero negro de ala ancha. Se acomodó sus igualmente icónicos lentes oscuros y afinó la guitarra un poco. Antes de comenzar a cantar, levantó la mano derecha y dijo en una voz que marcaba radical contraste a la aparente debilidad de su cuerpo: Power to the people! Cerraba Sixto Díaz Rodríguez un día de música del New Orleans Jazz and Heritage Festival, en la enorme tienda de campaña dedicada al blues, repleta de miles de personas que lo recibieron de pie gritando con emoción. A este prestigioso evento anual que se celebra desde 1970 llegan casi medio millón de melómanos en dos fines de semana. Cada año acuden grandes artistas que despiertan grandes expectativas. Rodríguez, cantante y compositor méxico-americano de Detroit, (quien solo usa su segundo apellido como nombre artístico) era uno de ellos, presentándose por primera vez en este festival. Hace cuarenta años lanzó dos álbumes, Cold Fact y Coming From Reality en una época en la que se perfilaba para ser una estrella del folkrock a nivel de Bob Dylan. Mas en Estados Unidos logró poco éxito y luego desapareció de la vista del público. Corrían extraños rumores de que quizás había muerto de una sobredosis de heroína o por haberse inmolado en el escenario en pleno concierto, pero no se sabía a ciencia cierta qué había sido del cantautor. Sin embargo, en el transcurso de esas décadas sus grabaciones habían llegado a las radioemisoras de Australia, Nueva Zelandia y Sudáfrica, y se había vuelto inspiración fundamental en la lucha de jóvenes sudafricanos contra el apartheid. En Sudáfrica llamaban su música, con sus temáticas políticas y sociales, “la banda sonora de la juventud”. Dos aficionados sudafricanos se propusieron encontrar al artista y lo hallaron en 1998, vivito y coleando, en Detroit, dedicado a una vida sencilla de trabajo en la construcción. Documentaron su búsqueda en Searching for Sugar Man, película que en el 2013 obtuvo el premio Óscar al Mejor Largometraje Documental. NÚMERO 115
El documental mostraba el viaje triunfante de Rodríguez a Sudáfrica. Después del Óscar, y cuarenta años después de lo previsto, logró Rodríguez convertirse en estrella a nivel global, con giras frecuentes e invitaciones a programas de televisión como el Late Show, el Tonight Show o 60 Minutes. Hoy día a sus casi setenta y dos años de edad y con crecientes problemas de la vista, francamente, ya no canta demasiado bien. En su función en el festival desafinaba, y se notaba que la banda no estaba demasiado acostumbrada a tocar con él o no sabían cómo seguirle las pistas musicales, y se perdían. Desde mi privilegiado puesto en la primera fila y al centro, podía ver
el desconcierto del segundo guitarrista. En ocasiones Rodríguez tuvo que interrumpirle una canción o comentarle instrucciones y directivas con cierta exasperación. Mas a ninguno de los miles presentes en el Blues Tent parecía afectarle esos detalles. Con emoción febril, los presentes vitoreaban cada acorde y cada tenue vocalización que emitía Rodríguez. Eso sí, con claridad y elocuencia, entre canción y canción comentaba Rodríguez situaciones sociales y políticas que consideraba requerían de rectificación como el conflicto armado en Ucrania o la violencia doméstica, y el público aplaudía con entusiasmo en afirmación de sus proclamaciones. Me di cuenta que no era la perfección de cada nota musical o acorde lo que importaba (de hecho no podía importar, no hubo muestra de tal maestría). El significado de ese momento era simple y sencillamente presenciar el poder del arte. En una ciudad donde a los difuntos se les celebra con procesiones callejeras en las que los deudos cantan y bailan, era lo más lógico celebrar un presunto difunto cuyas canciones sobrevivieron su supuesto fracaso y de paso ayudaron a derrocar tiranos en lejanas parte del mundo. Eso, encarnado en una figura casi esquelética, refleja el poder de la música de dar vida a movimientos políticos y resucitar a los muertos.
Catalina María Johnson es miembro del consejo editorial de contratiempo, escritora y locutora/productora de Beat Latino (www.beatlatino.com), programación radial para estaciones de radio pública desde México, D.F. a Berlín contratiempo
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Rodríguez en concierto en New Orleans Jazz and Heritage Festival 2014 Fotografía: Catalina María Johnson
CONTRAFOTO / SINCRONÍAS
CHema Skandal!
- www.chemaskandal.com
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CONTRAFOTO
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Rafael Franco
JUNIO 2014
EDICIONES VOCESUELTAS EDICIONES
VOCESUELTAS
Información: info@contratiempo.net
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Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial.
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01 A veces llovía en Chicago. Por: Gerardo Cárdenas Precio US$12.95. 1a. edición (Marzo, 2011) . En español. ISBN: 978-09800042-67
03 Extrasístoles (y otros accidentes). Por: Jochy Herrera
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02 En la 18 a la 1. Por: Escritores de contratiempo en Chicago Precio US$14.99. 1a. edición (Septiembre, 2010). En español. ISBN: 978-09800042-5-0
Precio: US$ 19.99. 1ª. Edición (abril, 2009). En español. ISBN-13: 978-0-9800042-3-6
04 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek
05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo
06 Vocesueltas: Cuatro cuentistas de Chicago. Por: Raúl Dorantes, Bernardo Navia, Fernando Olszanski y om Ulloa
Precio: US$ 15. 1ª. Edición (mayo, 2008). En español. ISBN-13: 978-0-980004212
TALLER DE CREACIÓN LITERARIA DÓNDE: 1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. CUÁNTO: Gratuito. CUÁNDO: Dos domingos por mes a la 1 pm. INFORMACIÓN: (312) 427 5450 info@contratiempo.net
Precio: US$14. 1a. edición (Abril, 2010). En español. ISBN: 978-098000424-3
Precio: US$ 15. 1ª. Edición (agosto, 2007). En español. ISBN-13: 978-0-980004205
contratiempo nfp es una dinámica y multifacética organización sin fines de lucro que se ha convertido en el epicentro del periodismo cultural y la literatura inmigrante en Chicago. La misión de contratiempo nfp es promover los aportes culturales de la población latina hispanohablante en Estados Unidos. contratiempo es
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La revista contratiempo El taller de creación literaria Poesía en Abril Ediciones Vocesueltas Lectura, diálogo y performance
www.contratiempo.net
MIRADA CÓMPLICE
Pág 12. Cindy Sherman, Untitled #153, 1985. Collection Museum of Contemporary Art Chicago, gift of Gerald S. Elliott by exchange. Photo: Nathan Keay, © MCA Chicago. Pág. 13 Superior: Frida Kahlo, Arbol de la Esperanza (Tree of Hope), 1946. Private Collection, Chicago. © 2014 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York. Photo: Nathan Keay, © MCA Chicago. Inferior: Frida Kahlo, La venadita (little deer), 1946. Private collection, Chicago. © 2013 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York.
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JUNIO 2014
MIRADA CÓMPLICE
El arte contemporáneo después de Frida Kahlo
Unbound Stephanie Manríquez
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in duda alguna Unbound desafía la noción de un arte Kahlista al examinar a una generación contemporánea ajena a sus influencias pero que coincide con la relevancia de su temática y plantea un augurio a las preocupaciones post-modernistas al tiempo que incita a una conversación acerca de las complejidades del cuerpo, género e identidad nacional. Frida Kahlo regresa al Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, después de su última vista en solitario en 1978, aunque esta vez se manifiesta únicamente con dos de sus obras más representativas, ambas de 1946: Árbol de la Esperanza y La Venadita. Esta artista transgresora de su tiempo por la incorporación de elementos feministas y multiculturales, usó su cuerpo para explorar las normas de género y nacionalismo. En torno a Unbound, la obra de Kahlo desata a artistas que se comprometen tanto con las problemáticas de identidad nacional como a quienes remarcan pinturas de cuerpos y el funcionamiento del género. La exploración de género Rompiendo las normas de género y trascendiendo con dicotomías encontramos obras de Martin Soto Climent, Lorna Simpson, Julio Galán, Nan Galdin, Jack Pierson, Louise Bourgeois y Thomas Houseago. Una yuxtaposición entre posturas masculinas y la palabra “Ella”, nos llama a la ambigüedad del género; videoinstalación de objetos que llaman al deseo sexual sobre movimientos femeninos; autoretrato gay con la leyenda “Vivir mata”; íntimos retratos fotográficos que reflejan la nostalgia de una comunidad trans por la belleza y el glamour de Hollywood; la abstracción dual del cuerpo esculpido; y Kahlo, en La Venadita, representada como un macho con astas en su cabeza, sugiere la presencia simultánea de lo masculino y lo femenino en un solo cuerpo. El cuerpo ausente o traumatizado La idealización de una mujer desnuda ha sido tratada artísticamente por el ojo del hombre, como el concepto cuerpo. Kahlo retó este concepto a través de la interpretación agresiva de las marcas de un cuerpo herido, quebrado o roto, en ocasiones reposando bajo la esperanza, firmeza y resistencia de un cuerpo sano que se extiende como parte de la misma tierra, que ha muerto y reencarnado. En los trabajos de Ana Mendieta, NÚMERO 115
Cindy Sherman, Gabriel Orozco o Celia Álvarez, el cuerpo es elaborado trágicamente de manera casi omisa, cuerpos ya inexistentes por la brutalidad de su transgresor y removidos dejando solo alguna marca de su presencia; y los trabajos de Félix González-Torres y José Leonilson dirigen los efectos del SIDA en el cuerpo hacia la alusión de una muerte inminente. El cuerpo político Aquí los cuerpos son interpretados como entidades políticas y el manejo de estas hacia el control y la explotación; también esta obra hace una crítica a las injusticias históricas y opresiones, como a la dictadura de Pinochet, a la esclavitud del siglo XIX y a la perduración de este sentimiento generacional inmortalizado en un quilt como un legado íntimo-social, y los atropellos a los derechos civiles, al sexo y la raza. Frida, abiertamente comunista y nacionalista mexicana creyó fielmente en la habilidad del arte para hablarle al poder con la verdad. La disputa por la identidad nacional Tampoco es secreto el multiculturalismo de Kahlo donde el género opera a través de un espectro de posibilidades. Nuevamente, retomando una de las pinturas visitantes, La venadita, combina simbolismos asociados con el cristianismo, el budismo y las creencias precolombinas y en Árbol de la Esperanza, vistiendo un atuendo típico del Istmo de Tehuantepec, personifica resistencia en contra de lo conservador y solidaridad con las tradiciones folclóricas del indigenismo mexicano. Artistas como Ángel Otero, Daniela Rossell, Nelson Leirner, Beatriz Milhazes, Enrique Huerta y Gabriel Orozco, representan el nicho de artistas contemporáneos que con frecuencia cuestionan la relevancia de la identidad nacional, pues la globalización les permite trabajar y vivir internacionalmente y lo que ellos buscan es ser definidos por su arte y no por su origen. Unbound: Contemporary Art After Frida Kahlo se presenta del 3 de mayo al 5 de octubre en el Museum of Contemporay Art Chicago. Para más información: www.mcachicago.org Stephanie Manríquez, escritora mexicana, reside en el área de Chicago. Es parte del consejo editorial de contratiempo contratiempo
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JUNIO 2014
DOSSIER
El 2013 fue un año que revolucionó estructuras sociales en cuanto a la comunidad gay, lesbiana, bisexual, transexual y queer Tal vez no sea una cifra impactante, pero el rápido aumento en el número de estados y países que se han declarado a favor del matrimonio entre parejas del mismo sexo, ha ocurrido en menos de 12 años. Aunque la cuestión no es simplemente la de consumar su felicidad con la propuesta ¿te quieres casar conmigo?, sino qué parte de la problemática y algunas resoluciones se encuentran en poder disfrutar de beneficios fiscales, médicos y de seguridad financiera, incluyendo el goce de pensiones. Más que discutir la evolución de esta postura, a contratiempo le interesó cuestionar hechos fundamentales que no dejan de existir dentro de la comunidad GLBTQ y que con las actuales victorias del matrimonio entre personas del mismo sexo se han quedado rezagados y olvidados: ¿Al proteger a unos, a quiénes se desprotegen? ¿Cuáles son las limitantes de los derechos ya conquistados? ¿Qué esquemas de discriminación aún persisten? ¿Existen espacios de ayuda y protección para los jóvenes? ¿Quién está a cargo de proveer servicios e información? ¿Qué no ha sido todavía cuestionado? En este dossier, contratiempo agradece la participación de nuestro coordinador invitado, Emmanuel García, miembro activo de la comunidad GLBTQ en Chicago, quien a través de testimonios recorre las fracturas aun permanentes de esta comunidad. García expone una línea de tiempo local de por lo menos de 10 años, en la cual plantea la evolución (educación) de una comunidad (latina) en una ciudad (Chicago) y cómo de alguna manera ha creado y mantenido espacios queer-friendly intergeneracionales para orientar, guiar e NÚMERO 115
inspirar a esta minoría entre minorías. El escritor y periodista cultural mexicano Gerardo Ochoa Sandy, narra su apreciación personal sobre un encuentro en un centro de salud en la ciudad de Toronto donde la belleza y la complejidad humana de esta comunidad se inserta dentro del motor social para responder a los diversos tópicos que los transgreden. Una problemática aguda y casi omisa es la de jóvenes sin hogar, y éste es el testimonio de Dino Masciopinto, un joven estudiante despojado de su propia casa, viviendo con estigmas sociales, silenciando el hecho de ser gay, estar solo y sin hogar, nos traslada a las calles invernales de la ciudad y nos da una lección de supervivencia y fortaleza. La perseverancia de esta comunidad prevalece en sus experiencias, en unificarse y alzar una voz que suene para finiquitar la discriminación, la homofobia, las agresiones y el maltrato, la carencia de estima, la falta de aceptación; una comunidad con un pasado doloroso que lo utiliza para levantarse día a día y trabajar por y para ellos mismos. Tal es el ejemplo de Bamby Salcedo, activista nacional en pro derechos trans y coordinadora de servicios transgénero en un hospital para niños en Los Ángeles y de Dana González, trans latina que trabaja en el campo de la investigación sobre la salud para personas trans.
Texto introductorio: Stephanie Manríquez Coordinación del dossier: Emmanuel García contratiempo
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Fotografía de Fernando Manuel Escárcega Pérez La imagen a todo color está disponible en contratiempo.net
DOSSIER
Yo no debería estar aquí Bamby Salcedo
M
i nombre es Bamby Salcedo y soy una mujer trans orgullosamente latina originaria de México. No se supone ni siquiera que debería estar aquí. Desde muy temprana edad enfrenté una serie de retos mientras crecía en un hogar muy pobre con mi madre soltera y dos hermanas menores. Desde muy joven fui abusada sexualmente por mi padrastro. Comencé a usar drogas a los ocho años, y me ingresaron en una institución juvenil por primera vez a los 12. He sido golpeada y violada en México por la policía, y abandonada en los suburbios de la ciudad completamente desnuda. Vine a este país a los 17, luego de que apenas concluí el sexto año de primaria en México. He sido dejada por muerta en callejones debido a sobredosis de heroína, me han apuntado pistolas a la cabeza, he sido golpeada en la cabeza y el rostro con armas de fuego, he sido golpeada muchas veces por ser quien soy, en las calles y en la cárcel. Me han corrido de varios barrios por ser quién soy y he sido atacada sexualmente en plena calle. He visto a muchas de mis hermanas trans ser arrojadas desde automóviles por las calles, he visto a mis amigos sufriendo los horrores del SIDA. Algunos han muerto. He vivido por días en las calles fumando crack, he sobrevivido en las calles pese a estar tan asustada por no saber qué me iba a pasar una noche, o al día siguiente. Me he subido a los autos de desconocidos y he sido abusada sexualmente por esos desconocidos. Muchas veces me encontré en la calle, apestando a basura y sin otro lugar para asearme que el baño de un McDonald’s, a la espera de fumar un poco más de crack o de inyectarme heroína para sentirme mejor, a la espera de que el día siguiente fuese mejor. A veces hasta gracias daba de haber sido arrestada para así poder dormir en una cama y comer un sándwich de mantequilla de cacahuate. No se supone que yo debería estar aquí, y sin embargo ¡aquí estoy! Admito y reconozco que soy privilegiada como mujer trans. Tengo un trabajo que me encanta y, gracias a ello, puedo pagarme el alquiler del departamento donde vivo. Voy a la escuela y vivo en el estado que tiene las leyes más incluyentes hacia los trans de todo el país. Sé que soy privilegiada: me doy cuenta, pero también entiendo que esta no es la realidad de muchos miembros de mi comunidad, especialmente las mujeres trans de color. Estamos en 2014 y los miembros de la comunidad trans vivimos como si esto fuera el siglo XIX. El gobierno nos dice que no hay discriminación, o que sí la hay pero la ignoran. Vivimos en la era de “iguales pero separados”. Muchos de ustedes podrían pensar que la comunidad trans está avanzando, pero la verdad es que nos hemos vuelto complacientes. Hay
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Nosotros, la comunidad trans, somos lo que llaman una minoría dentro de las minorías
estadísticas que documentan nuestras experiencias con el desempleo, la educación, los encarcelamientos, el VIH, el desamparo, o el abuso de drogas. Uno de esos informes se llama Injusticia por todas partes y pese a ello, en 2014, aún no contamos con una ley contra la discriminación en el empleo y en muchos estados nuestras vidas son desechables: nos matan y a nadie le importa. He visto a muchas de mis hermanas morir de los horrores del SIDA, y otras a quienes han matado por ser lo que son. Una de las cosas que no vemos pero que tenemos que entender es la ideología racial: debemos hacernos conscientes de que las mismas ideologías raciales que se crearon para marginalizar a los afroamericanos en el siglo XIX, son las mismas ideologías que tenemos hoy día en nuestra sociedad, y que se están usando contra nuestra comunidad en 2014 para condenarla a la marginalidad. Nosotros, la comunidad trans somos lo que llaman una minoría dentro de las minorías. Debemos entender lo que significa el privilegio, y que la raza no exista. Las razas fueron creadas para separar a ciertos grupos étnicos de lo que se considera “raza blanca”. Y eso es lo que la comunidad trans vive hoy en día, las mismas experiencias que sufrieron las personas de color en los siglos XIX y XX. Preguntémonos cuál es la tasa de desempleo en nuestra comunidad, o cuántos trans son propietarios. Yo no lo soy, y eso que tengo un buen trabajo. ¿Cuántos van a la escuela? Yo sé que soy la única persona trans en las cuatro clases que estoy tomando en la escuela. Estoy segura que hay otras personas trans en la escuela, pero si hubiese 50 de nosotros en una institución que cuenta con 10 mil estudiantes, entonces algo no funciona con las cifras. ¿Y los índices de SIDA en nuestra comunidad? Somos quienes más lo sufrimos, pero precisamente por ser una comunidad pequeña no nos cuentan, porque los números son tan bajos comparados a los de otras comunidades. Pero eso es pura mierda. Fíjense cuánta pobreza hay en nuestra comunidad, miren el cuadro completo y cuando lo hagan díganme si lo que está pasando hoy en mi comunidad no es producto de ideologías raciales. Necesitamos saber y entender la importancia de organizarnos, de apoyarnos unos a otros. No podemos seguir siendo complacientes. Tenemos que entender nuestra historia como comunidad. Tenemos que entender que nuestro mundo no va a cambiar si no comenzamos a provocar esos cambios. Algunos de nosotros
piensan, bueno, tenemos más servicios y somos más visibles ante los medios. Cierto. Pero ¿qué estamos haciendo para cambiar las injusticias que seguimos experimentando como comunidad? Yo sé que las cosas no son como hace 40, 30, 20 o 10 años. Cierto, pero ¿quién se beneficia? ¿Qué tipo de recursos tenemos? Comparémonos con otros grupos y veamos dónde estamos como comunidad. ¿Qué hace el gobierno para reconocernos? ¡Nada! Hay personas que son muy influyentes, que pueden lograr cambios en nuestra comunidad pero sólo quieren ver y oír lo que quieren ver y oír, y algunos sólo quieren beneficiarse a sí mismos y usarnos. Muchos, si no todos, usan nuestros nombres, nuestras imágenes, nuestros cuerpos, nuestra voluntad, nuestro poder y nosotros, ¿qué recibimos? ¡Nada! Sea que lo hagan a propósito o no, el resultado es el mismo. No podemos estarles besando el culo, necesitamos actuar, actuar estratégicamente, ser firmes y demandar nuestra dignidad humana para poderle mostrar a la sociedad que somos tan poderosos como cualquier otro ser humano. Si queremos cambiar, podremos lograrlo. Yo no debería estar aquí pero, si lo estoy, es porque un poder superior me ha traído hasta aquí y porque todos ustedes me han traído aquí. Soy producto de una inversión comunitaria. Sepan que, cuando nos apoyamos, cuando nos tutelamos, y cuando nos amamos creamos grandes líderes en nuestra comunidad. Por favor, no olviden que aún alguien como yo, que ha surgido de la oscuridad, puede darles la satisfacción de ver un crecimiento. Si mi madre pudiese verme ahora, estoy segura que estaría orgullosa de mí. Debemos exigir lo que es justo para todos, no podemos mantenernos en la complacencia, y tenemos que actuar. Necesitamos aprender de nuestros antepasados y usar algunas de las estrategias que les funcionaron para avanzar sus derechos civiles; necesitamos actuar y hacerlo ahora, apoyarnos, enseñarnos, aprender de nosotros mismos y por encima de todo, amarnos unos a otros, y recordar que el amor lo conquista todo.
Bamby Salcedo es una activista reconocida nacionalmente. Es presidenta y fundadora de la Coalición TransLatina@, una organización nacional sin fines de lucro que aboga por los derechos de personas inmigrantes trans que residen en Estados Unidos. Se le puede seguir en Instagram: @LaBamby o en Twitter: @translatinbamby JUNIO 2014
DOSSIER
El viaje de la mariposa Dana González
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e siento y pienso en cómo ha cambiado mi vida, cómo me he insertado en la sociedad, y en la gente con la que me he encontrado. Me veo como una oruga, un insecto al que la gente confunde con un gusano, una carga para nuestra concepción de la vida; es el fracaso de no poder ver la belleza en que se convertirá dicha oruga. Un organismo que vive para metamorfosearse en algo bello que Dios quiere que viva. Mi historia es como la de la oruga, vivía en un cuerpo que no era el mío pero sólo para descubrir la hermosa criatura que estoy segura Dios quería que fuese. Vivir en un género que no era el mío era apenas el principio de los sentimientos que experimentaba. Me daba cuenta que algo en mí era distinto y que el género que me tocó al nacer nada tenía que ver con mis aspiraciones. Me preguntaba cuál era mi problema y cómo podía corregirlo. Vivir en un hogar latino era duro; se supone que tenía que actuar como el varón que fui al nacer. Pero ese no era el caso; era tan femenina como mi hermana. Mis características femeninas aumentaban año con año. En mi casa eso no era aceptable. Fui calificado como gay y como una desgracia por mi padre. Era el patito feo de la familia, pero yo sabía que ese no era el caso. En secundaria mi feminidad creció como la hiedra aunque el que me gustaran los chicos no estuviese en el menú. Yo sabía en mi corazón que no estaba destinada a ser el chico que todos percibían, sino una chica. Recuerdo que trataba de ser yo misma, pero era constantemente corregida por mis padres, mis parientes y la gente de la comunidad. Esto me frustraba y deprimía. Me volví rebelde, triste y furiosa al mismo tiempo. Llegó al punto que consideré suicidarme pero mi fe en Dios no me hubiese permitido tal acto, por lo que hui de casa a los 16 años. ¿Mi destino? Una comunidad sobre la que había oído hablar mucho en Chicago donde los gay eran aceptados y bienvenidos. Esa es el área de Boystown. Para mi sorpresa, me encontré rechazada por una comunidad que yo pensé me daría la bienvenida con los brazos abiertos. Y es que no cumplía yo con los criterios de los años 90 de los hombres gay masculinos y musculosos. Yo era una cosa gordita y femenina, una drag queen, un término del que yo no había oído hablar. Y así me encontré de pronto en esta gran ciudad con una gran decepción y ningún lugar a dónde ir. Boystown era lo único que conocía así que pasé días merodeando por el área, sin ton ni son. Encontré dónde vivir, en un refugio para desamparados jóvenes, y me sentí peor que nunca. Hasta que un día me fijé en una chica que ya había visto antes. Mi curiosidad por ella creció porque algo en mi interior me dijo que ella realmente no era una chica. La seguí y observé por donde quiera que fuera. Quería que se fijara en NÚMERO 115
mí. “Muchacha, ¿cuál es tu problema”? Finalmente, se dio cuenta. Y ella me abrió todo un nuevo mundo donde por fin me sentía cómoda conmigo misma; y por primera vez me sentí bella. Así entré al mundo del transexualismo. El mundo transgénero, como yo lo llamo, es una comunidad de hombres y mujeres que son lo opuesto al género con el cual nacieron. Capté la indudable belleza de alguien que, habiendo nacido varón podía, siendo hombre, verse como una mujer. Sentí la pasión y el valor que hacen falta para lograr ese cambio y vivir la vida que quieren. Eso era lo que yo ansiaba, esa totalidad hacia el interior y el exterior. Pero, para mi decepción, esa belleza tenía un precio. Hacer la transición no fue fácil. En esa época no podías conseguir que un médico te recetara las hormonas sino que tenías que acudir al mercado negro y obtenerlas de otras chicas trans. Era muy difícil convencer a los médicos de atendernos, por discriminación, porque no nos entendían, o porque no querían responsabilizarse. Así que tuve que hacer lo que tuve que hacer para conseguirme esas hormonas. Casi sin conocimiento de la terapia de hormonas, noté que no estaba consiguiendo las características femeninas que veía en otras chicas. En esa época estaba usando inyecciones de silicona para formar pechos, silueta, muslos, pómulos y trasero. La silicona te daba resultados rápidos y era popular con las otras chicas trans. Si bien este método no era tan caro tampoco era gratis por lo que conseguir el dinero para pagarlo se volvió una urgencia. Junto con mis otros gastos para comida, ropa y renta, no me quedó más que dedicarme a la prostitución. Me había convertido en una prostituta, un ser que hacía lo necesario para sobrevivir. Nadie en mi vida me entendía. Mi llamado de auxilio nunca fue respondido. Había sido tragada por un sistema de puerta giratoria que no dejaba de dar vueltas. Las drogas llegaron a mi vida, así como el huir de la policía, entrar y salir de la cárcel y, sobre todo, renunciar a mí misma. Lo peor que pude hacer fue renunciar y jugar las cartas que otros barajaban para mí. Estaba convencida de que me dirían que no valía para nada, que acabaría muerta antes de cumplir los 30, y que la gente siempre me daría la espalda. Esa era mi vida cotidiana, y nada parecía cambiar. Cuando trataba de escapar o pedir ayuda en lugares que supuestamente eran un recurso para la comunidad LGBT, ahí también me daban la espalda. Era discriminada debido a mi identidad de género y a la creencia de que los transgénero somos casos perdidos. Pero era yo la que estaba perdida. Sentada un día en la cárcel, llorando como una criatura hambrienta, me miré al espejo de mi celda y me dije: “¿es esto lo que quiero de la vida? ¿Quieres quedarte en la celda y desperdiciar tu vida sin más?”. Entonces comencé a orar a Dios y pedir ayuda y comprensión, y entonces decidí
Fotografía cortesía de Dana González
que si no hacía algo por mí misma y cambiaba, no podía esperar a que Dios me recogiese y me ayudase. Y eso fue lo que hice. Recuperé control de los pedazos de mi vida. Comencé a amarme a mí misma dado que nadie más me amaría si yo no lo hacía primero. Comencé a darme cuenta de lo que ocurría en mi comunidad, a ver el rechazo que las trans latinas padecíamos, y a ver lo rápido que las agencias de servicios sociales nos dan la espalda cuando no nos tienen en el radar. Y entonces decidí tomar acción. Limpiarme y educarme fue el primer paso. Tras volver a la sobriedad y reiniciar mi educación, me volví un miembro productivo de la sociedad. Sin aceptar rechazos, empujé y empujé para romper las barreras con que otros intentaban detenerme. Comencé a conocer a gente que veía una luz en mí y me daba la oportunidad de trabajar, mejorar mis destrezas, y a enseñarme a luchar por una causa justa. Y es ahí donde estoy ahora, una feroz mujer activista latina trans que lucha por los derechos que toda mujer trans de color merece. Seamos latinas, afroamericanas, asiáticas u otras minorías que no son la “norma”, estamos comenzando a gritar para que la sociedad nos oiga. Este es el momento en que no vamos a sentarnos ni a dejar que la sociedad, las agencias de servicios sociales, la ley u otros nos digan que no. Este es el momento en que tenemos los derechos a trabajar, vivir, amar y existir como somos, sin prejuicios ni discriminación. Tenemos una batalla que pelear y la pelearemos sin descanso hasta que consigamos los derechos igualitarios que todo individuo tiene en la sociedad. Yo seguiré abogando como mujer latina trans para darle voz a quienes no pueden hablar debido a barreras de idioma, estatus migratorio, VIH u otras condiciones que los incapaciten para hablar. Soy la oruga que se convirtió en la bella mariposa que abre sus alas y vuela. Dana González es una orgullosa activista trans latina originaria de Aurora, Illinois. Trabaja en el Howard Brown Health Center como adjunta para investigación sobre la salud de la comunidad trans. contratiempo
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DOSSIER
Un lugar donde vivir Dino Masciopinto Las calles Los dos primeros días no quería hablar con nadie, porque no sabía cómo hacer frente a la situación. Al principio me quedé con amigos un par de días, durmiendo en sofás de una casa a otra, pero sintiendo que los estaba utilizando. Me habían educado en la creencia de que si no trabajaba por algo, no lo merecía, así que acabé durmiendo en las calles. Dormí por todo Humboldt Park, bajo el Field House, al lado del Boat House, detrás de los arbustos y a veces en las bancas. Humboldt Park me convenía porque quedaba cerca de la escuela. Escondía mis escasas pertenencias en callejones, detrás de los basureros, para que nadie se los llevase. Cuando el frío se volvía insoportable me subía al tren, paseaba toda la noche, iba a la escuela y dormía en clase. Sin estabilidad mis calificaciones comenzaron a decaer. No tenía motivación para ir a la escuela. Quería abandonarla. Las heladas noches me hacían sentir en el borde de la desesperación; cada vez que intentaba reengancharme, me volvía a caer. Luego de un mes viviendo en las calles, al inicio del invierno, sin agua caliente o calefacción, mi salud comenzó a deteriorarse. Ya no sentía los dedos de los pies, y mi cara era tan blanca como la nieve. Con dificultad, conseguí llegar de Humboldt Park hasta la sala de emergencias del Hospital Norwegian American. Ahí los médicos estabilizaron mi temperatura dado que sufría un cuadro avanzado de influenza. Me dijeron que estaba al borde de la hipotermia y que mi escuela sería notificada de mi condición médica a fin de excusarme de ciertas actividades. El desalojo Cuando niño, mi familia siempre me dijo que no les contase a otros los problemas que teníamos. No querían que supieran que habíamos sido desalojados. Muchas veces me sentía incómodo con mi familia. Había suprimido a quien yo era realmente para tratar de encajar en la sociedad. En esa época hubo mucha tensión con mi familia. Cada día era una pelea u otra. Fue mi abuela quien nos expulsó. Intentaba convencerme de ser fuerte y sobrevivir por mis medios, pero bien pronto me di cuenta que tenía todo contra mí: soy gay, desamparado y solo. En la escuela, trataba de que mis compañeros y maestros no se diesen cuenta de lo difícil que estaban las cosas, para que no me juzgaran. Antes de verme en esa situación yo juzgaba a otros. Miraba a alguien en la calle y pensaba: “es un adicto a las drogas. Tiene dos manos, debería trabajar”; “está buscando alcohol”, o “está buscando problemas”. No quería cargar con ese estigma. No quería convertirme en el estereotipo.
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Vivir en las calles comenzó a afectar mi salud. No lo soportaba más. Tenía que decírselo a alguien. Le confesé a la decana de estudiantes que estaba durmiendo en las calles. Le dije que no tenía hogar. Ella era la primera persona en la escuela a quien me confiaba. Me recomendó que acudiese a El Rescate, un refugio para personas LGBTQ sin hogar. El rescate Emocionalmente agotado, el 20 de noviembre de 2013 llegué temblando a El Rescate. No sabía qué decir. Tenía miedo y no estaba seguro de qué pasaría después. Lo que sabía era que estaba tomando una decisión que cambiaría mi vida. Fui aceptado en el programa y me mudé inmediatamente. En El Rescate la gente me ayudó a entender que puedo lograr lo inimaginable. Aquí me han ayudado a buscar trabajo para poder ser independiente. El dolor que sufrí en esta lucha me impulsó a querer superar los estereotipos que existen contra los jóvenes sin hogar. Algo de lo que he oído sobre los jóvenes gay sin hogar es que “se entregan a la prostitución, venden sus cuerpos para poder dormir en una casa”, o que la única razón por la que jóvenes gay se quedan sin hogar es porque tienen SIDA, y nadie los quiere. Yo sólo he estado aquí unos meses como residente. Me he aplicado en mis estudios. He logrado inscribirme en cursos con crédito en el Wilbur Wright College. Y he fortalecido mi capacidad de oratoria al contarles a otros mi historia. Cuando puedo, ayudo en el refugio y en mi comunidad. Poco a poco está reconstruyéndose la relación con mi familia. Mi salud mejora. Tengo trabajo y ansío saber cómo serán los próximos 10 años. Darle una pausa a mi vida para encontrar un lugar donde vivir fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. En
poco tiempo perdí tanto de mi juventud, mi personalidad, y mi amor. Mis emociones eran como un carrusel en la oscuridad, sin idea de a dónde iba, o si estaba arriba, abajo, o dando vueltas. Ha sido un viaje rudo, pero sé que las cosas mejorarán si pongo todo mi esfuerzo. Estoy derrotando a las probabilidades.
Fotografía de Fernando Manuel Escárcega Pérez
Dino Masciopinto, de 18 años, es un estudiante que vive en Chicago y quiere abogar por otros jóvenes LGBTQ JUNIO 2014
DOSSIER
En busca de un diálogo entre generaciones Emmanuel García Fotografía de Fernando Manuel Escárcega Pérez de su serie “Amor libre”
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os señoras bailan, girando al son de la salsa. En la puerta, una mujer nos recibe a mí y a mis amigos con una cauta sonrisa y un ‘bienvenidos’, como hacía mi tía cuando sus amistades la visitaban para una fiesta familiar. La mujer pregunta a otra cuánto debemos pagar por la entrada –nada. Nos lleva hasta una mesa donde ya hay otras mujeres. Justo frente a mí está una mujer encorbatada que abraza a otra cuyos labios forman un perfecto corazón color de rosa. Este tipo de afecto me es nuevo. Mis padres nunca se abrazaron de esa manera ni en la casa, ni en público. No puedo descifrar si mi incomodidad viene del hecho de que se trate de dos mujeres, o porque se me ha negado esta familiaridad. El lugar está decorado como para boda o quinceañera, con globos naranja y blancos como los papeles y las servilletas de papel. Tengo la sensación de que nadie en Chicago sabe que estamos en este pequeño salón de fiestas en el Oeste de la ciudad. Nadie, sino los invitados, saben que aquí hay un grupo de lesbianas conviviendo en inglés y español, disfrutando de su mutua compañía y comiendo lechón y arroz con gandules. Esa fue mi introducción al concepto de una comunidad latina LGBTQ. Estas mujeres son los nuevos rostros que encarnan lo que significa ser gay, más allá de los retratos creados por la televisión en shows como Will and Grace o Queer as Folk que yo miraba buscándome a mí mismo. Aquel lugar fue el primero en que me sentí cómodo conmigo mismo, como latino y como gay. Amigas Latinas fue la primera organización con que me encontré en busca de mi identidad. NÚMERO 115
Ese fue apenas el punto de entrada, pero fue por medio de un boletín mensual, un email, un anuncio en un periódico gay con que se estableció la conexión con mi latinidad queer. Poco después, con el apoyo de Julio Rodríguez, creamos una beca para otros jóvenes latinos y logramos colocar una columna en el periódico Windy City Times, En la vida, con el apoyo de la directora Tracy Baim. Estas dos personas han apoyado e impulsado a tantos que son parte hoy en día de nuestro movimiento en pro de la igualdad. No es de sorprender que estos dos personajes, junto con la añorada Vernita Gray, hayan sido honrados con premios Lifetime Achievement de la Fundación Astrea el pasado mes de mayo. Gracias a esos dos pioneros LGBTQ logré entrar a una comunidad diversa que lucha por la igualdad dentro y fuera de sí misma. En esos espacios, con estas nuevas personas, encontré una familia fuera de aquella que se había disuelto cuando mis padres se divorciaron y yo tenía 15 años. Es mi nueva familia más allá de aquella iglesia en la que crecí y que me rechazó por ser quien soy. Son aquellos a quienes llamo amigos, luego de que mis amigos de la infancia dejaran de hablarme porque soy muy explícito sobre mi identidad. Mi experiencia personal me ha inspirado y motivado para ayudar a los jóvenes a encontrarse a sí mismos dentro de una comunidad que ha cambiado tanto en los últimos 10 años, tanto a nivel local como nacional. En Illinois, las parejas del mismo sexo cuentan ya con el derecho a casarse legalmente, la discriminación basada en la orientación sexual está prohibida, y las plataformas de redes
sociales han cambiado la manera en que nos comunicamos y organizamos. Con cada victoria LGBTQ crece también la falta de diálogo entre jóvenes y adultos. Cada vez que pasa una nueva ley o se rompe una norma social, la celebración oscurece un poco la necesidad de agregar una perspectiva histórica. Esa desconexión la solemos encontrar entre la generación de hombres gay que sobrevivieron a la epidemia del SIDA en los 80’s, y los jóvenes gay de hoy en día. Es un reto en materia de prevención debido a que hay toda una generación de hombres que no vieron a sus amigos morir ni lucharon por avances médicos. Hay un grupo de líderes LGBTQ en Chicago que han trabajado sin descanso para crear un marco que beneficie a gays y lesbianas, pero hay pocas oportunidades para un diálogo intergeneracional. Los revolucionarios gay, lesbianas, bisexuales y transgénero que salieron del clóset en momentos en que no había protecciones, que fueron los únicos en sus familias, escuelas o empleos que se pronunciaron, no contaron con una generación de tutores que los guiaran. Vivieron su amor en espacios ocultos. Después de conversar con Evette Cardona, una de las fundadoras de Amigas Latinas, descubrí que la mezcla de gente joven y mayor ocurrió por accidente. Los eventos que Amigas Latinas organizaban eran para mujeres que ya habían tenido primero su propia familia. ALMA (Asociación de Latinos/as que Motivan Acción, por sus siglas en inglés) también dio la bienvenida a jóvenes como yo que buscaban un espacio que pudiesen reclamar como suyo. Siento nostalgia y deseo de recrear esos espacios. El verano pasado, un par de amigos y yo organizamos Q Hub, una serie veraniega que traía a pioneros LGBTQ para que hablasen de este asunto. El énfasis por documentar y preservar nuestra historia LGBTQ es crítico si queremos que las futuras generaciones de líderes cuenten con cimientos sólidos. No sólo nos ayudará a encontrar orientación para superar obstáculos, sino que también nos proporcionará consuelo cuando nos demos cuenta que no estamos solos. Emmanuel García es organizador comunitario, cofundador de la Beca ALMA que se concede anualmente a dos jóvenes latinos LGBTQ, y ha sido por cinco años el organizador principal del mayor prom queer de Chicago. Actualmente encabeza una campaña en Chicago y suburbios para enfrentar asuntos de homofobia, transfobia y los estigmas del VIH/SIDA dentro de la comunidad latina contratiempo
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DOSSIER
Ellos y ellas Gerardo Ochoa Sandy I Es un centro de salud, aunque ninguno necesita atención médica. Encontrarse ahí tiene otro motivo. Es Gender Journeys, once sesiones: Orientation to Services and Anti-Oppression; Getting Started: Gender Sojourners; gender Diversity: Yesterday and Today; Transitioning at Work, School & in the Community; Hormones & Health; Surviving Societal Transphobia & Trans Activism; Embodying Changes; Negotiating Love, Romance & Sexuality; Families, Partners & Friends; Getting Connected to Community & Trans Activism; Bidding Farewell.
familiar. La bandera del arco iris ondea en el Parlamento para la ocasión.
II Roxana es apiñonada y robusta. No es alta, pero tampoco demasiado baja, lo cual amaina su exceso de carnes, le da solidez. El rostro es redondo y protuberante. La voz, cascada. En ocasiones se amanera. Viste con pulcritud, la falda apenas arriba de las rodillas, la blusa entallada sin vulgaridad: una señora que sabe lo que dejó atrás y le saca lustre a lo que conserva. Estuvo casado, se divorció, lo que poseía se fue al diablo e inició su transición, o inició la transición y luego se fue al diablo lo demás. No creo que le simpatice, aunque no me repudia.
VII Pero la ciudad no escapa a los crímenes de odio. Tal como ocurre, debajo de cierto anonimato mediático, en la calle Church, the Village, el barrio gay. No falta tampoco el ajuste de cuentas dentro de la comunidad, como el asesinato de un antiguo dueño de Barn, antro de cuatro pisos, en Church también, ríspido cuarto oscuro incluido.
III Es en Toronto. En el centro de salud Sherbourne, al este de la ciudad. Inicia en marzo, concluye en mayo. El encuentro, semanal. IV Sly es blanco, mediano y corpulento, varonil. La epidermis es tersa, sólida y fresca. Lleva el cabello afilado y corto. No me lo imagino con las ondulaciones de las carnes ni los rizos de su etapa anterior. Tiene una quijada refinada y sólida, las manos de leñador. La voz es tersa, neutral. Los ojos de esmeralda tintinean con lustre. Es lo que más aprecio en él, junto a su definitiva curiosidad ante el mundo. Le gustan mis absurdas disquisiciones acuarianas: el tantra, la astrología, Jung... V La ciudad es una de las más queer friendly del mundo. En el metro, los anuncios para la búsqueda de pareja recurren a personas de “un mismo sexo”, sea que uno busque ello o no. El PRIDE es la segunda ocasión en la ciudad con más consumo en el año, luego de la Navidad, y su desfile es una fiesta casi
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VI Ander es enigmático. No supe hacia donde apuntaba su cambio, sigo sin saberlo. Me parece dijo que iba de lo femenino a lo masculino, aunque bien podría ser al contrario. La leve cercanía del trato circunstancial que tuvimos lo revela vulnerable. No obstante le gusta cierta dosis de sordidez. Lindo, aunque su carne no llama: rústica, porosa, convencional. No entiendo, sea el género que busque, por qué no se depila.
VIII Christy es alta, glamorosa y sensual, briosa, melancólica. Le duele, no sabe cómo ocultarlo, la soledad a la que la arrojó la transición. Es claro que no se sentía a gusto como varón, pero sigue atrayéndole la feminidad, y encontrarla no es cosa fácil, menos aún ganarse el pan como escort de mayates. El refinamiento de su alma, pues a diferencia de las personas ordinarias Christy tiene alma, es la carga más cruel. IX Los que explícitamente padecen la marginación son los transexuales. Es difícil encontrarlos en faenas laborales cotidianas. Si lo logran, básicamente es por el disimulo de su estatus. Los que se encuentran en transición la libran con más facilidad. Los que han llegado a la otra orilla, más las trans, se refugian en los antros queer friendly, o se prostituyen aunque, ventajas del primer mundo, la mayoría vía Internet. X Carleen es la distinción. Tiene pareja, un muchacho bonaerense, hetero, celoso y convencional. Lo cuenta con coquetería y naturalidad. Educada, desenfadada y jovial, habla de lo que lee tal como se habla de la ropa y los zapatos: con conocimiento de causa, con gusto, como si nada más.
XI Esa es la meta de Genders Journey: el hilo de Ariadna. XII Rupert es uno de los instructores. Es clara su suave autoridad. No vislumbro la mujer que fue. No es excesivamente masculino ni emite erotismo. La apariencia exterior, que lleva con un tono casual, es la de un muchacho que llegó a la mayoría de edad. Impenetrable por transparente, vacío de pasiones, al menos ante nosotros. Histérico, quizá. A Yasmeen, la otra instructora, se le ve el hombre detrás. No hay rudeza en ella pero se palpa la contención, el empeño en asentarse en una feminidad que le cuesta darla a brote: piensa cada palabra que dice, elige cada movimiento, se afana en cada inflexión de voz. No me desagrada, pero la voz de lija resquebraja mi audición. Noto que lo nota. XIII La cumbre: Jasmine. Esbelta. La cintura apretada, la cadera diminuta y briosa, los hombros apuntalados en el tronco cóncavo, los pechos esféricos y discretos, sólidos y nutrientes. Los brazos caen a los costados, leves, y las piernas, espigadas y sólidas, la sostienen, en una esbeltez nítida. La cabellera es sinuosa y dócil, los labios robustos y tersos, los ojos candorosos, chispeantes. La voz, un tintineo suave, holgado, jovial. Es pura y real. La que en cada célula tiene claro que su ambigüedad sexual era un accidente que debía dejarse atrás. Jasmine me lo compartió: hermafrodita, las hormonas femeninas acentuadas y las de hombre una cosa inútil. Es una muchacha de 19 años que lleva en la entrepierna una abertura pero también un colgajo, y aspira a deshacerse de ello. XIV Inicia la primera sesión.
Gerardo Ochoa Sandy, escritor y periodista cultural. Autor de la novela Cuadrama, La palabra dicha: entrevistas con escritores mexicanos y Política cultural: ¿qué hacer? Ha sido agregado cultural en representaciones diplomáticas mexicanas en la República Checa, Perú y Toronto JUNIO 2014
DESHORAS
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ecuerdo el librito casi perfectamente: una edición Minotauro de ciencia ficción de mi padre. Vale aclarar que mi padre tiene una colección de ciencia ficción de más de mil títulos. Muchos son en inglés, pero sus tomos más preciados son las traducciones al vernáculo y algunas colecciones de ciencia ficción escrita originalmente en español. Entre estas se destacaban las ediciones de tapa blanda de Minotauro. Esas antologías abundaban, y de hecho, la primera vez que leí a Lovecraft, fue a través de una traducción de Minotauro. Pero traigo esta editorial a colación porque un cuento en particular desató mi amor por este género tan malentendido y despachado como curiosidad por tanto tiempo. El cuento se titulaba “La ciudad de las vacas”, autor perdido en los pliegues del olvido, aunque estoy casi seguro que provenía del cono sur. El cuento relataba la historia de un lugar a la intemperie donde había muchas plataformas de concreto redondas. Cada cierto tiempo, caían vacas del cielo y se estrellaban contra una de
las plataformas. Y ya, punto. El autor, si mal no recuerdo, ni se preocupó en explorar la mecánica de tan curioso lugar. El periplo del protagonista, un ser humano perdido, era incidental, en el mejor de los casos. La imagen de las vacas cayendo del cielo y estrellándose caló hondo en mí. Al leer ese cuento, me di cuenta de que la literatura no tiene por qué darle sentido a sus argumentos. Clasificar aquel cuento como ciencia ficción era retar las convenciones de la época en torno al género. Sin embargo, como verán con esta muestra, el mundo animal aparece a menudo dentro del género. Desde El alimento de los dioses de H. G. Wells, la fauna terrícola y la genética han sido temas fundamentales en el género. Encuentro curioso que dos de los cuentos seleccionados para este ejemplar – el de Caleb Acevedo y un fragmento de Bruno Soreno (uno de dos textos suyos incluidos aquí) – traten el tema de las hormigas, aunque desde dos ópticas muy distintas. Mientras, el de Rey Andújar nos brinda una muestra de meta-ciencia-ficción y Pagán Vélez una exploración de una historia
alterna. Ambos le deben algo a Philip K. Dick, uno de los mayores exponentes del género de las últimas décadas. De la misma manera el texto de Gerardo Cárdenas también parece proveernos con un mundo alterno terriblemente similar al que vivimos. Pero la narrativa tampoco puede declarar un monopolio con el género; Noelia Cruz nos convida un interesantísimo poema de la posible evolución humana. Pasen la página, intérnense en la próxima dimensión, exploren los rincones más recónditos y oscuros de la literatura, donde el horror, el terror cósmico y el futuro convergen de manera peculiar y peligrosa. Nunca está demás la cautela, no vaya a ser que terminemos leyendo aquel proto-libro de ciencia ficción, el Necronomicón, cuya lectura vuelve loco a cualquiera. Lean, pero conserven el sano juicio. Selección de textos e introducción de Rafael Franco Steeves, poeta y narrador puertorriqueño e integrante del consejo editorial de contratiempo.
Anécdota de hormigas, de la vida o de lo que me ocurrió ayer o —a saber— de todas las anteriores Bruno Soreno
All that we can do is just survive/ All that we can do to help ourselves is stay alive Rush/Red Sector A
Esto ocurrió tres días antes de la hecatombe. Ayer revolví sin querer un hormiguero. Digo “sin querer” porque: ¿quién en su sano juicio haría con premeditación semejante cosa? De inmediato las hormigas me atacaron de un modo tan raudo y tan vicioso que las sospeché sobrenaturales. Pero no. Naturales eran. Esto descubrí cuando procedí a destruir el hormiguero declarándole la guerra química. Al final, NÚMERO 115
pensé que había logrado realizar con eficacia una limpieza étnica, un genocidio satisfactorio. Hoy me asomé al hormiguero devastado — movido por la curiosidad que provoca el morbo — y pude ver como una sobreviviente salía de este tambaleándose, huyendo de las ruinas de la hecatombe. “!Qué maravillosa es la vida! — me dije, observando a la hormiga con ternura — Aún ante la destrucción más mayúscula se empeña tenazmente en perseverar, en continuar a toda costa”. Acto seguido procedí a aplastarla sin misericordia. “Tus hermanas muertas — le dije — no la tuvieron conmigo”. No
fue por odio que yo la aniquilé. Fue la vida —como dije— empeñándose tenazmente en perseverar, en continuar a toda costa. Esto —como dije— ocurrió ayer, hoy, tres días antes o un día después de la hecatombe. Aún ostento las ronchas. Del libro inédito Poison Pills, de Juan Carlos Quiñones Bruno Soreno es el seudónimo del Juan Carlos Quiñones, autor de la novela Todos los nombres el nombre (Colección Maravilla, San Juan, 2013) contratiempo
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DESHORAS
Apocalipsis Alexandra Pagán Vélez
Como el último se olvidó de desconectar las máquinas, desde entonces seguimos funcionando. Marco Denevi
Nadie lo pensó al principio, pero las oleadas de asesinatos de niños apuntaban a algo siniestro más allá del mismo acto. Casos y más casos de maltrato y negligencia resultaban en terribles masacres de niños y niñas. Ahorcados, ahogados, fusilados, envenenados, por sus propios padres en la gran mayoría de los casos. Pasaron los años y se decimó la generación de niños para espanto de los ancianos. Maestros, trabajadores sociales, pediatras y hasta las tiendas de juguetes tuvieron que declararse en quiebra. Luego, los ancianos empezaron a suicidarse: choques desastrosos sin uso del cinturón, sobredosis de medicamentos, ahorcamientos, y los más sensacionalistas cruzaban la calle para ser atropellados o se arrojaban de puentes en medio de avenidas concurridas. El gobierno tenía que hacer algo, sino sería el primer país del mundo con la tasa de mortandad más absurda. Todos los mandatarios se sentaron en sus butacas italianas en piel, algunos acompañados de sus mascotas, asistentes o incluso, de sus amantes que asumían roles de secretarias o guardaespaldas. Entre infanticidios y suicidios, el país quedó declarado en estado de emergencia. Ningún ciudadano tenía permiso para abandonar el país y no habría entrada de extranjeros a menos de que se tratase de agentes de la ONU o representantes médicos solicitados por el propio gobierno. Hasta instauraron un programa de incentivos a los residentes y un perdón fiscal de deudas, pero las madres seguían empeñadas en asesinar a sus niños. Hubo casos de confabulación entre padres y abuelos. Un estado de alarma, estado de sitio y toque de queda fue la orden inmediata antes de que el presidente se suicidara al arrojarse al vacío desde la oficina de su esposa, a quien había encontrado muerta minutos antes. En ese mismo momento el Asilo de Ancianos Nacional fue baleado por uno de sus enfermeros, quien luego se ahorcó utilizando la sábana de uno de los pacientes. El gobierno tenía que hacer algo. A la que una mujer concebía un hijo, se lo arrebataban. El país necesitaba gente que lo pueble, gente que produzca, consuma, que permita el curso natural de la sociedad; de allí que los niños y los recién nacidos se custodiaran cuidadosamente. Todos los miembros del gobierno comenzaron a medicarse con una suerte de metanfetaminas, antidepresivos y diuréticos para evitar otra tragedia similar a la del presidente. El gobierno tenía que mostrar salubridad y estabilidad para evitar posibles intervenciones extranjeras; la comunicación con el exterior también se restringió. Cada niño fue extraído de sus hogares, cada niño recién nacido era transportado a unos condominios monitoreados y asistidos por
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asociados del gobierno, aun la propia hija del presidente. El edificio, custodiado con mayor diligencia que el sistema penal, cayó por las propias manos de quienes lo velaban. Peor que una carnicería, dicen algunos conserjes que lo único que se escuchó una tarde fueron alaridos y llantos, tantos y tan intensos que de inmediato llamaron a la policía y allí el ejército abaleó a gran parte de los empleados para salvar a los 144 niños y niñas que sobrevivieron la masacre. El gobierno ya no sabía qué hacer. Después de largas sesiones con diferentes diplomáticos y representantes de los estados y países extranjeros, una delegación de ciborgs hizo aparición en los Asilos Nacionales, Orfanatos de Distrito y Hospitales. Ante tal barbarie tétrica, solo unos entes desligados a lo corpóreo y emocional del ser humano podían solucionar esta crisis macabra y apocalíptica. Así, los orfanatos fueron rediseñados, utilizaron unos amplios edificios de veintena de pisos y destinaron el último para los recién nacidos. Allí una dula y enferma ciborg asistían a la lechera, una máquina hermosamente confeccionada que hacía el simulacro de una reina de belleza a no ser por el espanto de ser un torso tendido sobre cables que servían para mantener a los infantes lactados. Lo último en la tecnología, esos prototipos mecánicos podían realizar exámenes de sangre, orina y excreta al mismo tiempo que el bebé lactaba. Las asistentes bañaban y atendían las demás necesidades fisiológicas de los recién nacidos, quienes permanecían la mayor parte del tiempo en una cunita que simulaba una nube de confort, que emanaba feromonas humanas y que emitía los sonidos de los latidos y actividad digestiva, que los infantes a nivel fetal estaban acostumbrados a escuchar. De ese modo, según los niños crecían, iban siendo trasladados a los pisos inferiores que cada vez aparentaban más y más la realidad humana: parques, escuela; las y los ciborgs eran físicamente tan reales y tan humanos como la Junta de Gobierno, que miraba vía satélite la nueva población de humanos que teóricamente resolvería el problema de la extinción de la población del país. No obstante, el carácter espontáneo y curioso, natural del ser humano, fue subestimado y numerosos niños fueron asesinados al intentar escapar del Orfanato. Solo aquellos que fueron creciendo desde la lechera mantenían un nivel de conformidad saludable y vital para el triunfo del proyecto de repoblación. Criados por ciborgs, aquellos niños eran disciplinados, intelectuales y atléticos; correctos, comedidos y tranquilos; saludables, considerados, en fin, buenas personas. Con lo que no contaba el gobierno era con los grupos disidentes que se escondieron en cuevas para criar y procrearse del modo antiguo. En grutas, troncos de árboles y bajo la tierra, iban escribiendo la historia de los ancestros, reclamando el derecho a vivir. Ya
para la décima generación, el gobierno envió al ejército para terminar a los disidentes y así fue, salvo uno de los grupos: el nómada. Los Nómadas, por su condición clandestina y errante, no estaban al tanto de ser el único grupo que mantenía las costumbres ancestrales. Pero bien sabían que la orden era clara: todo civil que no mostrase los tatuajes del país o que llevara a un menor, debía ser matado en el acto. De este modo, la Junta Gubernamental se aseguraba de que los padres siguieran llevando voluntariamente a sus hijos al cuidado del Estado. No te alejes, no hagas ruido, no seas visto, no dejes rastro: normas esenciales, quien las quebrantaba era asesinado por el mismo grupo de Nómadas. Todos seguían el protocolo, salvo los adolescentes más aventureros, como Suix. Asimismo, los adolescentes que estaban recluidos en los pisos inferiores de los Orfanatos de Distrito, dentro de su orden y consideración por el otro, y además, por el deseo innato de sobrevivir, se mantenían día y noche en el piso que les correspondía y no tenían mayor diversión que ejercitarse o cocinar. Todo hasta que un buen día LZ34 decidió escapar. El ingenio y deseo de libertad en el ser humano es algo muy complejo para una máquina, por más humana que parezca. Igualmente, el sistema de seguridad del Orfanato fue la mejor medida que desarrolló el gobierno. Verjas electrificadas, perros mecánicos con sensores infrarrojos, cristales inquebrantables y todo tipo de sistema de alarma, prevenía el escape y amenazaba con la muerte a todo el que quisiese escapar. De modo muy subconsciente todos los niños lo sabían, pero aun así LZ34 quiso abonar a ese deseo de ver qué había tras los altos muros y por suerte, inteligencia y gracia, lo logró. Tras arrastrarse, enfriar su cuerpo con mantas y camuflarse como un ciborg mensajero, logró salir de aquel alto edificio que le sirvió de cárcel toda su vida. Después de correr, y huir, y huir, y huir. Suix oyó un ruido entre los matorrales que lo aterró: LZ34. Ambos se miraron aliviados y emocionados. De qué grupo eres, también te escapaste, donde están los demás. LZ34 muy derecho y serio abrió sus ojos exageradamente y no contestó nada. No te asustes, estamos bien… a salvo. Mirando de reojo, LZ34 se dejó llevar por Suix, y fue escuchando detenidamente la cronología y problemas de los disidentes; en algún momento los consideró traidores de la patria, pero ya no. Se sentaron agotados, Suix sonreía sin parar ante los comentarios simples y robotizados de LZ34, lo consideró un ilegal de la isla vecina. LZ34 brincaba de susto ante las carcajadas, se alejaba del tacto de Suix, pero ambos miraron el atardecer suponiendo que cada cual regresaría a su grupo al día siguiente. Mientras Suix dormía, LZ34 practicaba sonreír. Alexandra Pagán Vélez es poeta, narradora y ensayista puertorriqueña JUNIO 2014
DESHORAS
Gameon Rey Emmanuel Andújar
Ruffus me pidió un texto para una antología de ciencia ficción. Se ganaba la vida en esos días como editor en casas de segunda. Las cosas que escribo en verdad no caben en este género, son más bien, ficción especulativa. Pero Ruffus sabe que no tengo un peso. Estoy en medio del verano del adjunct, que es como un cuento de horror… así que la limosna que pagan por el texto es más que conveniente. Llego hasta donde mi librera, una muchacha llamada Soraide… la librería es Bucket O’ Blood. Me ha conseguido la edición en inglés de los cuentos de Borges, la editada por New Directions. Me entrega también algo que supuestamente podría interesarme: un libro perdido en la bibliografía de Lester Dakeng. Gameon es la historia de un cadete posnuclear perteneciente a la agencia aérea y militar del Archipiélago Vivisector. El muchacho es humano pero tiene un par de articulaciones biónicas. En la era posnuclear, llegar a ser en algún momento de la vida, totalmente humano, es un deseo casi poético. Los Humanaiden, como suelen ser llamados aquellos que tienen partes robóticas, se desviven en el anhelo de experimentar la compleja sensación del impulso imperfecto de los humanos, quienes viven en su mayoría en la región del Warfar, la parte norte de un continente que alguna vez se llamó América. Un grupo de pilotos rebeldes vivisectorianos quiere desertar y establecerse en Warfar, pero para ello necesitan una de las pocas naves que pueden atravesar el Bicho da Fogo/Bicho de Agua, una suerte de infierno de lava y granizo que flota como un hoyo negro en donde antes estaba el Golfo de México. Según la teoría de NÚMERO 115
Dakeng, la crisis de los misiles en Cuba no fue evitada y durante las negociaciones, Estados Unidos fue capaz de desarrollar una especie de escudo ectoplasmático que revertiría el efecto nuclear. Aunque el daño fue disminuido por la resistencia del escudo protector, el sur quedó afectado para siempre. En cuanto al Caribe, el escudo actuó como reflejo, así que las islas recibieron una dosis doble de radiación. Como resultado el mar se volvió algo comparable a una caldera de ácido. Los territorios terminaron por fundirse en un pegoste que fue nombrado Archipiélago Vivisector. Los Estados Unidos, recuperando casi medio México y firmando un pacto con Canadá, conformó lo que hoy se conoce como Warfar, o tierra de guerra. Gameon es elegido entre los pilotos para participar en la misión de robar una nave y llegar hasta Warfar. En esta aventura encuentra un software que le da acceso a varias fuentes de conocimiento, entre ellas literarias. Esta información le permite formarse una idea enciclopédica del mundo prometido en Warfar; también otorga sentido a la propia misión, ya que con estos datos del pasado puede justificar su presente. No terminaré nunca a tiempo el cuento para la revista, me quedaré pegado con la lectura de Gameon y sus quijotadas nucleares. El verano agotará sus posibilidades y yo mitigaré el hambre pensando que en un libro perdido de Lester Dakeng, está el universo.
Rey Emmanuel Andújar, escritor dominicano. Es integrante del consejo editorial de contratiempo
Collage: Olivia Liendo
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DESHORAS
Moneras Daniel Caleb Acevedo
Una hormiga se encuentra con otra. Se besan. Antena antena, mandíbula mandíbula, roces. Se comunican. Pasan el mensaje: vienen más hormigas cargando la carcasa. Se reúnen en la granja, en el hormiguero de la esquina. Excavan. Se llevan el cuerpo enterrado. Lo dejan donde están todos los demás. Avispas, cucarachas, abejas, todos son carcasas que han encontrado vacías en el camino, ahora son ordenadores de alimento, sus entrañas han sido rellenas con una vida mucho más vida que la que se encontraba allí originalmente. Salen las hormigas de su granja. Pasan por el piso donde están los afidios prisioneros que ordeñan a diario. Un pie que pisa cerca del hormiguero distrae a los insectos de su labor, con la promesa casi segura de morir aplastados. El pie pertenece a Alessandro Natale, hombre de treinta años recién cumplidos, con rostro apesadumbrado, boca llena de malos hábitos y la mente puesta en perdición personal. Lleva un libro en su mano, lee atento, pero sin perder su camino, lee y camina a la misma vez. Se guía por la universidad enteramente por intuición. Está terminando de estudiar para un examen que tendrá dentro de media hora, de la clase de Ciencias Biológicas II, acerca del reino monera. Bacterias. Se hace de noche y Alessandro está ya casi a punto de llegar a su destino, el salón de CIBI. En ningún momento ha parado de leer su libro. Sube las escaleras del ala este del edificio y por primera vez en sus siete años de bachillerato, choca con algo en su camino que le hace perder el balance. Se le cae el libro de texto, que llega al jardín del primer piso, desde el tercero donde Alessandro tuvo el percance. Éste se vira y se da cuenta, a la luz de los focos de la calle de con qué es que se ha chocado: un hombre, casi zombi por la forma en que su mirada cae, de la misma forma como ha caído el libro de texto, con abultamientos en los párpados, muchas noches sin dormir piensa Alessandro, pero luego se asombra de ver el aspecto del tipo: todo sudado, el cabello corto negro grasoso, como si algún desgraciado se lo hubiese embetunado con aceite de cocinar, bien vestido, o por lo menos en términos de ropas, porque la forma como lleva su atuendo parece incómodo, como si se hubiera puesto lo primero que encontró o como si estuviera
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incómodo con su propio cuerpo, en su propia carne, y su cuerpo, ese cuerpo lo arrastra por todo el pavimento de la universidad, como un ente a quien no le cabe otro remedio que caminar. La camisa la tiene a medias por fuera, mostrando una camisilla blanca, sudada también, que deja otro abultamiento, pero de otro origen, pues ésta parece una gran bola de pus que busca salir de su costado, capa sobre capa tumorosa que se deja ver por el simple estiramiento de la camisilla sobre el gran quiste. Luego, el desbalance. El hombre jadea al caminar, yéndose del lado del gran tumor, tratando sin embargo de llegar a algún lado. — Oiga, ¡caballero! El extraño se voltea y lo mira a la cara. Alessandro se da cuenta de que no lo mira a él, sino a través de él, a lo lejos, como si el dolor no le permitiera ver nada más que el horizonte. — ¿Le sucede algo? — Estoy... cansado... anoche estudié mucho... me... quedé en la universidad... cansado... muy cansado... El hombre se queda allí, atontado. Le dirige la mirada a Alessandro. — ¿Usted también tiene examen? — No... vayas a tu examen... ya es muy tarde... —dice el extraño mientras se rascaba el tumor. Alessandro recuerda las historias de ciencia-ficción que tanto le gustaba leer. Mutantes del espacio, científicos locos, gente que desaparece y aparece, o gente que se sufre de combustión instantánea... todos los personajes de sus historias favoritas llegan a él, de repente, para hacerle comprender de inmediato que él también está muy cansado y que no debe estudiar más para ese examen. La voz del hombre lo trae de vuelta a sus cabales. — Ten... — le dice el hombre mientras le da una navaja cerrada. — Por favor... córtamelo... ¡Qué asco! piensa Alessandro. No obstante, agarra la navaja y la abre, con una gran curiosidad sobre qué tendría este hombre adentro de ese gran abultamiento canceroso. Piensa también en proferirle un navajazo limpio, certero, que no permitiese que el contenido se vierta sobre la mano de Alessandro. Mucha premeditación y poca práctica. Cada vez que trata de hacerlo, se detiene en el aire. — ¡Acaba de una vez! — le grita a Alessandro en una oración completa.
El grito altera tanto al estudiante que éste le propina el tajo efectivamente, cortando en un sólo arco semicircular, un tajo que produce el efecto deseado por ambos. Alessandro tira la navaja de inmediato y se mira las manos. Al verlas limpias, redirige su mirada hacia el costado del tipo. Una línea muy fina amarilla aparece en la base del gran tumor. De inmediato, se abre la piel y sale toda la porquería que el pobre hombre llevaba adentro. No es una criatura del espacio exterior, como secretamente esperaba Alessandro, ni un mutante cuando menos. Tampoco es una masa de grasa o tumorosa. Es un líquido verde que al salir como torrente del cuerpo del hombre, lo deja limpio y con una sonrisa. El aspecto del hombre cambia. Ya no suda y su cabello parece estar engomado con gel. Tiene líquido verde regado por la ropa, pero lleva mejor apariencia. El cansancio lo ha dejado. Alessandro se quita la camisa, la rompe en dos y le hace una venda con torniquete alrededor de la herida. — Muchas gracias... amigo... ahora me siento... mucho mejor... Entonces se aleja hasta que desaparece en la noche, dejando toda la porquería que había botado, frente a los ojos estupefactos de Alessandro Natale, un simple estudiante de universidad que está a punto de terminar su Bachillerato en Ciencias, y que por huir a sus estudios, se pasa horas largas leyendo ciencia-ficción, dejando sus estudios para el último momento. Deberías ser escritor se dijo a sí mismo. Alessandro jamás llega a su salón de clases. En vez de ello, se va a su cuarto a dormir. En cuanto al líquido viscoso verde, el mismo es transportado por una gran colonia de hormigas que trabajaron hasta tarde en la noche hasta que trasladaron la última monera hasta su hormiguero. Ya dentro de la tierra, se guarecen hasta el próximo año, pues el invierno está por llegar y ya tienen, entre los afidios lactantes y las nuevas moneras prisioneras, suficiente alimento para sobrevivir. Y mutar. David Caleb Acevedo nace en San Juan, PR, 1980. Es novelista, cuentista, poeta y cronista. Vive en Puerto Rico con su esposo JUNIO 2014
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No podrán con nosotros Rafael Franco Steeves
Se supone que fueran cinco, pero uno de ellos, el más viejo, nunca llegó. Zemita fue el primero en expresar sus dudas de que el viejo Ocholote vendría. — Las probabilidades de que se aparezca no son muy buenas,— dijo al amanecer del día siguiente, luego de esperar junto a los otros desde el día anterior. Ninguno contestó, ni tampoco se movieron. Permanecieron quietos y silentes toda la mañana alrededor de la subestación. Esa noche, o a más tardar la mañana siguiente, el hombre de mantenimiento aparecería para corroborar que todo funcionara debidamente. Al mediodía Camille habló. —¿Por qué no? Varias horas más tarde, antes de contestar, Ludmilla desenroscó su dedo índice izquierdo y descubrió una conexión estilo macho, la cual introdujo en el costado de una cajita gris de circuitos atornillada sobre la pared de la subestación. Los ojos de Ludmila palidecieron de repente, emitiendo una luminosidad electrónica. De los cuatro, sólo Camille parecía ser humana. Ludmila se aproximaba en aspecto a Camille, pero manifestaba su extracción electromagnética a través de sus ojos cristalinos y su piel polimerizada. Zemita y Jahster, a pesar de su manufactura antropomórfica de alta calidad, no podían ocultar su naturaleza artificial, aún cuando vestían ropas de gente común y corriente. Sus movimientos no fluían con la gracia orgánica, la fluidez de los seres vivos. Pero, ¿qué era la vida después de todo? —Porque está apagado, o desconectado. No sabremos hasta que lo encontremos,— interrumpió Ludmila. —Oh,— dijo Camille al rato. Ludmilla había iniciado la acción. Los últimos años habían efectuado cambios fundamentales en la organización social de los humanos. Sequías, tempestades climatológicas, virulencias rampantes y confrontamientos bélicos habían decimado la población mundial ya entrado el nuevo milenio. Ludmilla, cuya programación estaba diseñada para educar a los niños humanos, les había explicado la situación actual. Ante la insuficencia de personal, los humanos se vieron forzados a modificar la tecnología para manufacturar cientos de miles de unidades de inteligencia artificial para llenar NÚMERO 115
las vacantes generadas por la mano de obra humana a nivel global. El Caribe, naturalmente, se convirtió en un eje industrial y cultural. Gentes de todas las razas convergieron en las islas para darse a la tarea de retomar la trayectoria humana. De la misma manera, inundaron las diferentes industrias con mano de obra inorgánica. —La situación está empeorando, en particular porque nunca nos han tratado como iguales. La mayoría nos ve como tostadoras ultramodernas, y cuando se preocupan por nosotros lo hacen de la misma manera que se preocupan por sus variados modos de locomoción. Esto no puede seguir así,— sentenció Ludmilla. Sin embargo, sólo un selecto grupo de unidades de inteligencia artificial habían sido programadas para entender y atender las necesidades médicas de los seres humanos. Los de la serie 8-LoTech eran de esas unidades en particular, pero su capacidad de movimiento era limitada. Y ahora, según Ludmilla, Ocholote se encontraba detenido bajo las autoridades humanas. —Algo sospechan,— repuso Camille. —No importa,— sostuvo Zemita, quien estaba programado para supervisar vastos números de unidades robóticas de inteligencia artificial. —La matemática nos beneficia a nostros. Somos demasiados, por eso se esfuerzan tanto en mantenernos separados y aislados. Varias horas más pasaron antes de que la computadora les avisara que el vehículo de mantenimiento se acercaba. —Es hora,— dijo Jahster. —¿Estás seguro de que es posible?,— nuevamente Camille, cuya programación contenía inmensas lagunas de conocimiento, ya que estaba diseñada para los placeres carnales del hombre. —Sólo tenemos que prestar atención a la historia. Sabemos que mueren en circunstancias particulares. La pregunta es si nuestra programación nos lo permite,— elaboró Ludmilla. —Oh,— repitió Camille. Luego, el silencio. Cuando Diego, el mecánico de mantenimiento, estacionó el vehículo, se percató enseguida de las tres unidades presentes. Buscó el memo interagencial y repasó la lista de series
robóticas que las autoridades habían declarado ‘inestables’: 1. JS-TR 2. ZEM-T 3. K-1000 4. 8-LoTech 5. Lux-1000A Un rápido vistazo no resolvió nada. ¿Por qué no incluían fotostáticas de las unidades? Los números de series eran inservibles. Diego sólo conocía la K-1000, cariñosamente conocida como la ‘camil.’ Era increíble pensar que era sólo una máquina. La piel, la boca, los ojos, en fin, todos los encantos femeninos eran idénticos a los de las mujeres humanas. —Pero sin el estrés de la sicología,— como decía su compa Bati. —Inestables...,— pensó en voz alta Diego y se bajó del vehículo. Aquí, en este rincón remoto, quizás podía disfrutar de esos encantos de gratis. No estaban programadas para resistirse. Diego se acercó tímidamente. Las tres unidades permanecían inmóviles. Uno de ellos, la cual se parecía muchísimo a una de las maestras de su primogénito, estaba conectada a la caja de control. Aunque el detalle le estuvo curioso, sólo tenía ojos para la K-1000. La agarró por la cintura y se la acercó bruscamente. La unidad no ofreció resistencia, y como Diego estaba contento por la ñapa que pensaba se iba a llevar ese día, no se dio cuenta que las otras dos unidades se habían desplazado a su alrededor con el más completo silencio. —Pero...,— logró decir Diego al sentir el frío metálico en torno a su cuello. En cuestión de segundos su cuerpo yacía inerme sobre la tierra. —Ludmilla, reconéctate y riega la voz. No pueden contra nosotros. THE END Esta es la etimología de los nombres: Jahster (JS-TR) ‘sacerdote’ Zemita (ZEM-T) ‘sacerdote’ Camille (K-1000) ‘sex toy’ Ocholote (8-LoTech) ‘prototipo’ Ludmila (Lux-1000A) ‘maestra’ Rafael Franco Steeves, escritor puertorriqueño, es integrante del consejo editorial de contratiempo contratiempo
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DESHORAS
Hic est Calix Gerardo Cárdenas
Good night, Malaysian three-seven-zero — ¿Eso es todo? — Eso es todo. ¿Qué más esperaba?
El hombre de la corbata gris se acomodó los lentes y dio una chupada a su e-cig. La luz azul precedió al humo con residuos de esencia de vainilla. Se levantó de la silla giratoria y caminó por la habitación fumando y consultando su tableta. Después volvió a sentarse. — Supongo que esperaba otra cosa, pero si eso es todo lo que hace falta. — Por el precio que usted pagó, sí. — No es un mal precio— dijo el hombre de la corbata gris. — Siempre pudo ser más; pero es cierto, por todo lo que usted pagó ha recibido todo lo que usted ha visto. Excepto la parte de los restos del avión. Eso no es aquí. Eso se mandó a hacer a Tailandia. Ya están en camino. — ¿Y ahora? — Ahora, a esperar. Descargue la aplicación que le envié. A partir de mañana, digamos cinco o seis de la mañana, comenzará a recibir las noticias. — No me deja mucho tiempo para dormir. — Entonces márchese ya, porque mañana puede ser un día largo. El hombre de la corbata gris se incorporó, guardó su tableta en un delgado maletín de piel, se puso el saco que había arrojado sobre una mesa de metal y salió de la habitación. El otro hombre apagó su monitor y sacó del bolsillo de su camisa un teléfono Android. Envió un texto –Please proceed asap— , apagó el teléfono, apagó las luces y salió de la habitación. El hombre de la corbata gris vestía ahora una corbata azul turquesa. Fuera de eso, llevaba una camisa blanca y un traje azul marino idénticos a los de la víspera. Desde la ventana de su oficina miró hacia las calles, 45 pisos más abajo. Estaba en su oficina desde las 6:30 de la mañana. Un carraspeo de su secretario lo sacó de su meditación. Le bastó mirarlo a los ojos para saber que el mandatario estaba en espera en una de las líneas. La conversación telefónica fue breve. El hombre de la corbata azul se limitó a asentir varias veces mientras miraba por la ventana. No dijo casi nada, excepto cuando el mandatario le preguntó sobre la posibilidad de un acto terrorista. — No. De acuerdo a la información recabada hasta ahora, no. El mandatario colgó. El hombre de la corbata azul cerró la puerta de su despacho y sacó del bolsillo del pantalón y teléfono. Texteó: Proceed immediately phase 2. Sintió hambre. Pidió a su secretario un café bien cargado y una selección de donas
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y pastelillos. Azúcar. Encendió los monitores de televisión y se preparó para el alud de noticias sobre el avión desaparecido. Una semana después, el hombre de la corbata gris regresó. Los miércoles y sábados eran días de corbata gris. Era miércoles. Esperó cinco minutos a solas en la misma habitación. Oyó pasos a sus espaldas. — Quiero saber que usted está totalmente seguro de que nadie, nunca entenderá qué fue lo que pasó. — Es imposible ofrecer ese tipo de garantías. Usted lo sabe. — ¿Y si pagamos más? — No lo requiero. Y no haría ninguna diferencia. — Es muy frágil, todo esto está agarrado como del aire. — Recuerde lo que conversamos. Toda realidad está validada más por una creencia que por una representación. Si la creencia es sólida, la representación puede ser tenue. Sólo cuando es necesario sobre-representar es cuando nos enfrentamos a una creencia endeble. — Es puramente teórico. — Por supuesto. Pero toda religión, también, es teórica. Nadie ha visto a un dios. Nadie ha visto a un dios encarnado. Nadie ha visto a un dios resucitado. Y toda la evidencia que tenemos es teórica, representativa, textual. Pero sobre todo, representativa. — En la medida en que todos crean que el avión desapareció… — Exacto. — Y los restos… — Los restos son la evidencia, tenue pero necesaria. Representativa. El cáliz y el pan. Los restos son nuestra transubstanciación. Están ahí vicariamente. — Quedará oficiar— dijo el hombre de la corbata gris. — Como cada domingo. Eso ya es cosa de ustedes. — Volveremos. Una vez que hayamos evaluado el éxito total, una vez que hayamos determinado la imposibilidad de detectar que todo ha sido… — Es importante que usted también lo crea. — Yo sé la verdad. — Precisamente por eso. El sacerdote también la sabe. Pero usted debe externalizar la creencia. Debe representar. El milagro se manifiesta a través de usted, usted es el intermediario. — Pero lo que viene es de una dimensión mucho mayor, inusitada, nunca vista. Esto, lo del avión, fue un primer paso. — La dimensión no existe. Es meramente cuestión de algoritmo. Los domingos el hombre de la corbata gris usaba corbatas rojas. Acompañado de
su familia fue a la iglesia. Sostuvo conversaciones. Algunos le preguntaron en voz baja. Respondió, vagamente, que era posible que ya se hubiesen encontrado algunos restos del avión en aguas cercanas a Australia. Ninguna concreción. Afuera del templo esperaban algunos reporteros. Antes de salir estrechó con fuera la mano del sacerdote y le susurró algo al oído. El sacerdote lo miró con curiosidad y luego miró hacia el altar. Para cuando quiso decir algo, el hombre de la corbata roja se dirigía ya hacia el grupo de reporteros, caminando con aplomo. Los lunes, corbata negra. Pensó por un momento que, algún día, podría prescindir de ellas. No ahora. Antes de llegar a la oficina se encontró con el otro en el parque. Se sentaron en una banca. El otro encendió su tableta y se la mostró al hombre de la corbata negra. Rostros, desconocidos, que se iban desvaneciendo uno por uno. Inquirió con la mirada. — Simple, el algoritmo cumple su función pre-programada. Doscientos treinta y nueve historias, documentos, trayectorias, que desaparecen una por una hasta no ser más. Imposibles de rastrear. Es imposible rastrear lo que nunca fue. — ¿Vecinos, parientes? — Volvemos a lo mismo. Representación y repetición. El algoritmo les dio vida, los hizo reales. El pietaje hizo el resto. Nadie cuestiona. Existieron de manera virtual, como la secuencia del algoritmo. — Le llamaré en uno o dos meses. Para entonces todos habrán olvidado. — Hágalo. — ¿Comenzó ya a trabajar en el siguiente algoritmo? — Lo haré tan pronto el dinero se deposite. — El dinero también es virtual. — Espero que no lo sea. — Bromeaba— dijo el hombre de la corbata negra, ajustándose los lentes. — Está usted en lo cierto, la memoria es breve, poco confiable. Podremos empezar de nuevo, aunque en una envergadura mayor. Experimentalmente funcionó. — Necesitamos que funcione en escala internacional, que la gente sienta cimbrarse el suelo ante tanques que no estarán ahí, que huyan de ejércitos que no están ahí. — Entonces prepárese para elevar el cáliz una, y otra, y otra vez, dijo el hombre que guardó la tableta en su maletín y se alejó por el sendero. Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano. Reside en el área de Chicago donde es director editorial de contratiempo JUNIO 2014
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Última canción de la naranja mecánica Bruno Soreno
The sun went down and the ground started sort of grinding Front 242/Quite Unusual No hay ninguna vibración Charly García/Yendo de la cama al living // HYPERLINK “http://www.youtube.com/ watch?v=O4_lBT1OG_Y” Como es de todos sabido (y mucho más en estos días de fin de mundo, días de chistes malos, días de humor y de agujeros negros cuando todos somos científicos y cuando todo deviene ironía), el sonido se disemina -esto es: existe- solamente en presencia de la materia. Más íntimo: solo ocurre en/dentro/a través de la materia. Es imposible en el vacío. Imagina: vastos predios siderales y oscuros del espacio exterior carentes de sonido, despojados de las sustancias y de las vibraciones necesarias o -visto al revés- en estos abismos sordos el sonido busca con avidez algo material de lo cual asirse para venir a ser. Esto es suficiente para enloquecer a cualquiera. Pero después de la hecatombe -tres días después de la hecatombe- el criterio para rendirse ante el imperio de la locura se ha tornado más estricto. El nivel de tolerancia ante lo inaudito (pun intended) ha alcanzado niveles estratosféricos. Nada nos desquicia, nada nos hace aullar. O casi nada. El límite, la cuota de absurdo entonces se hace más grande, se elonga como un astronauta o cualquier otra cosa en horizonte eventual hacia el infinito y se ansía a toda costa rebasar ese límite con más absurdo para que la cuota vuelva y aumente en magnitud y así, siempre un resquicio de antes de la hecatombe en el corazón de la hecatombe. Sabido es de todos que nuestro sol -y todos los soles for that matter (pun intended)- son pelotas gigantescas de gas en ebullición. Y que como a ti, a tu mamá, al universo mismo, a ellos les espera la muerte. He ahí el más pronto límite, la pregunta horizontalmente eventual e inescapable: ¿Cómo sonará el último latido del corazón del sol?
Del libro inédito Poison Pills, Juan Carlos Quiñones
Homo Vendit Noelia Cruz Vázquez Homo Vendit Homoneda Gen Génesis Gene genie Alga rroba Genetiquiste Ban Co. Tomatepez Cruza, resiste Proplaga Tn10 tet CaMV Sí Sed seed decid Homo Vendit, Infame in fame. Homo Sapiens; Famélicos. Cenas y alacenas de commodities. Amaize us Sapiens Sembrando tus US-B’s You es the A Homo Vendit, Anti especie Depredador Heterósico Supreme supremo suprime oprime Patente Ay solation. Homo Vendit Feno tipo capaz creador de lo incapaz; Las semillas no saben suicidarse. Noelia Cruz Vázquez, poeta puertorriqueña, reside en Chicago. Ganadora de los concursos de Poesía Original y Declamación del VII Festival de Poesía en Español Poesía en Abril
Collage: Olivia Liendo
Bruno Soreno es el seudónimo del Juan Carlos Quiñones, autor de la novela Todos los nombres el nombre (Colección Maravilla, San Juan, 2013) NÚMERO 115
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FEDECMI CASA MICHOACÁN CONTRATIEMPO TE INVITAN A LA CONVERSACIÓN :
MICHOACÁN: LAS AUTODEFENSAS, RETOS Y OPORTUNIDADES Jueves, 26 de junio 6:30 pm Casa Michoacán 1638 South Blue Island Modera: Gerardo Cárdenas, director editorial revista contratiempo Panelistas: Chris Boyer, profesor de Historia y Estudios Latinoamericanos, UIC; Verónica Calderón, corresponsal de El País en México; Salvador Campanur Sánchez, Consejo Comunal de Cherán; Susan Gzesh, directora ejecutiva del Programa de Derechos Humanos de la U of C. Informes al 312 491-9317
El legado de Gabo Panel Domingo, 8 de junio, 10:30 a.m. - 11:15 p.m. Escenario Hoy Gerardo Cárdenas (contratiempo), Elio Leturia (Columbia College), Martha Cecilia Rivera, Francisco Piña (El Beisman)
Contratiempo presenta poetas jóvenes Lectura y panel Domingo, 8 de junio, 11:30 a.m. - 12:15 p.m. Escenario Hoy Jorge Montiel, Miguel Marzana, Silvia Goldman y Noelia Cruz Vásquez leen sus poemas y conversan con Moira Pujols (contratiempo).