Contratiempo 118 • Octubre 2014

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CHICAGO, ILLINOIS, OCTUBRE 2014

PILSEN SE TRANSFORMA

Ficción: lo oculto Magritte hoy Hip hop latino

NÚMERO 118


contratiempo DIRECTIVA Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo CONSEJO EDITORIAL Arturo Richardson, Catalina María Johnson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Gerardo Cárdenas, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge Frisancho, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marco Escalante, Marcopolo Soto, Olivia Liendo, Rafael Franco, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Verónica Lucuy Alandia

OCTUBRE 2014 • NÚMERO 118 No podemos entender la experiencia mexicana de Chicago sin entender ni conocer el barrio de Pilsen. En un sentido más amplio, no podemos entender la experiencia inmigrante y su sitio en la historia de la ciudad, sin abarcar Pilsen. Las calles, los edificios, los muros de Pilsen cuentan una larga historia de transformaciones, una sucesión de migraciones, una cadena de conflictos. Recuperar esa historia es fundamental para entender el presente, y prever el futuro de este y otros barrios de Chicago. En nuestro presente, Pilsen parece vivir un nuevo proceso de transformación derivado de otro tipo de migración. Hay quien lo llama “desplazamiento” o, en inglés, gentrification, desde una perspectiva crítica; y hay quien lo considera producto natural de los continuos cambios urbanos derivados de procesos económicos. Nuestro dossier, coordinado por Stephanie Manríquez reflexiona sobre esta polémica y aporta tanto la perspectiva histórica, como la social-comunitaria

y la artística. Corresponde al lector aportar sus respuestas y mirar en torno suyo, a su propio barrio, si no es Pilsen y preguntarse si lo mismo no estará ocurriendo frente a su portal. En nuestro número 118 continuamos el trabajo de reseñar las grandes exposiciones culturales que nos han visitado en el verano y en el principio del otoño. Si en el ejemplar anterior hablamos de las exposiciones en el Art Institute de Josef Koudelka y el Taller de Gráfica Popular, en este número nos concentramos en René Magritte (también en el Art Institute) y David Bowie en el MCA. Junto con esto, nuestros contenidos incluyen: el dossier sobre lo oculto, coordinado por Rafael Franco en Deshoras; el debut en nuestras páginas de la poeta uruguaya Laura Cesarco Eglin; un breve homenaje a Cerati; y una reflexión sobre el hip hop latino entre muchas otras cosas más. Ojalá, lectores, sean de su agrado.

FOTOGRAFÍA Arturo Richardson Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro

La fotografía que ilustra la portada fue tomada en Pilsen, Chicago, por Ignacio Guevara. Nacido en San José, Costa Rica, el artista emigró a Estados Unidos hace más de diez años. En Pilsen, menciona, experimentó una “retrospección en el tiempo”, Pilsen se transformó en un barrio paralelo a su barrio natal, Tibás. Durante varios años, Pilsen se apoderó de su atención y se convirtió en el sujeto principal de su fotografía. “La foto nace a partir de lo que encuentro, de lo que propone el lugar, de la inmediatez. El lugar tanto como quienes lo habitan son de igual relevancia”, menciona. Guevara reside actualmente en Nueva York .

contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs, the International Connections Fund of the MacArthur Foundation and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible

© contratiempo nfp 1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. (312) 427 5450

TIEMPO EXTRA INFORMACIÓN SOBRE LA REVISTA, PUBLICIDAD O SUSCRIPCIONES: info@contratiempo.net ENVÍO DE COLABORACIONES: Gerardo Cárdenas gcardenas@contratiempo.net ENVÍO DE ILUSTRACIONES Y FOTOGRAFÍAS: Olivia Liendo olivialiendo@contratiempo.net VISÍTANOS EN: contratiempo.net issuu.com/contratiempo facebook.com/ Contratiempo @revcontratiempo

7 Cerati: largo adiós a un ídolo Luis Alejandro Ordóñez

DOSSIER

3 Poemas Laura Cesarco Eglin 4 El revés del logos: La soledad de los animales Gerardo Cárdenas

8 El vigésimo aniversario de Sones de México Ensemble Catalina María Johnson

14 El futuro de Pilsen: los nuevos inmigrantes Leonard J. Domínguez

5 María Zambrano y “La generación del toro” Leonarda Rivera

9 El discreto encanto del hip hop latino de Chicago Héctor Luis Álamo

16 Una comunidad en transición Víctor M. Cortés

6 MCA: Exposición antológica de David Bowie Tanya Victoria

MIRADA CÓMPLICE 10 Magritte, Hoy (Esto no es un surrealismo) Gerardo Cárdenas

13 Introducción Stephanie Manríquez

17 La verdadera historia de un alzamiento Nicole Marroquín 19 Llegaron los hipsters Rafael Franco

20 Gustos, disgustos e implicaciones culturales Brenda Hernández

DESHORAS 21 Introducción Rafael Franco 22 Una historia de amor o las muertes de Montreal Luis Daniel Iturralde 24 Las gemelas Iva Yates 26 Avenida Normal (fragmento) Alex Bonner


POESÍA

POEMAS

Tentáculos

Laura Cesarco Eglin Laura Cesarco Eglin (Uruguay), autora de los poemarios Llamar al agua por su nombre (Mouthfeel Press, 2010) y Sastrería (Yaugurú, 2011), y la plaquette Tailor Shop: Threads (Finishing Line Press, 2013), con poemas de Sastrería traducidos con Teresa Williams. Los poemas “Recorridos” y “Tentáculos” forman parte del manuscrito inédito Los brazos del saguaro. “Complicidad” fue publicado en Llamar al agua por su nombre, y “Volver del cine en Sastrería”. Más información sobre la autora en http://laucesarco.blogspot.com

El abrazo del aguaviva de febrero es el único en 243 días contados. Los brazos de un ábaco se mantienen paralelos. Es más fácil calificar en colores los días pasados se resumen las horas de ir a recalcar que malagua no es adecuado para alguien que da un contacto tan íntimo, arde la huella del encuentro en los brazos y las piernas la arena me aleja el mar vivo

Recorridos Voy abriendo tu nombre despacio, intentando volver a él de alguna manera el entresueño me lo brindó como la brisa, un aroma que aletea yéndose aun sin terminar de llegar y cuando despierto abro los ojos despacio para no perder el recuerdo tuyo donde cada letra tenía sentido y se apalabraban a la red de venas—directo a la raíz entendía la trayectoria que hoy se resiste, a veces, la palabra en desuso muere, a veces cambia

Volver del cine Es cuando vuelve a casa del cine que empieza la película, cuando la piensa la tiene, porque mientras la miraba la perdía sabe enlazar las escenas, hacerlas fluir como deben con ella se anima a olvidar lo que cortó, quedó fuera al margen de la butaca está todo lo demás como la realidad sin razón que le pule el brillo a la locura: hambre ajustada al apetito, o no hacerse cargo de la proyección viene sin vacilar viene con sus ojos enfocados en la pantalla y la boca en la articulación

Complicidad

Ilustración: Auto retrato. Yvette Mayorga

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Un peñasco descabellado argumenta algas bajo el sol se descalabra en temblores, consintiendo la necesidad de renovarse, mueve sus hombros agitando tu ansiedad, guiñándome a mirar el espectáculo en el agua cuando se rompe la membrana de calma, el río sale de su cámara lenta con el staccato las piedras canturreando lo hondo las formas cambian, apoyándose en mi garganta se desata una guturalidad desenfrena el paisaje contratiempo

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CRÍTICA

El revés del logos: La soledad de los animales Gerardo Cárdenas

…sólo los animales recuerdan cómo ser felices. Laura en La soledad de los animales

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l siglo XXI nos recibe con una profunda inversión del logos: dos aviones comerciales, repletos de pasajeros, se estrellan contra las Torres Gemelas de Nueva York en nombre de una confusa reivindicación islámica. El primer atentado global del siglo, más allá de toda cuestión política, representa una reinterpretación del sentido de la militancia y el activismo. Es al mismo tiempo único y sintomático. A los ataques de Al-Qaeda seguirá también una reinterpretación de la guerra y la violencia: los actos de violencia pueden ocurrir en cualquier parte, por cualquier miedo, y la población civil es un blanco específico. La violencia es objetivo, y la militancia es accidente. Esta reinterpretación del logos de la violencia se traslada también a la acción de los grupos armados del narcotráfico. La violencia del narco se ejerce contra la población civil y contra el territorio, frente a un Estado cada vez más debilitado e incapaz de responder. El monopolio de la violencia, definido por Weber en torno al Estado, ha cambiado de manos. Los conceptos de violencia y militancia, y sus blancos específicos, se vuelven más diversos conforme se vuelve también más específico el ámbito de acción. En una cinta como The East (2013, dirigida por Zal Batmanglij), una célula anarquista –también definida como “ecoterrorista” – selecciona blancos específicos entre grandes corporaciones para llamar la atención sobre la destrucción del medio ambiente. De la militancia de los años 60 y 70, ocupada en sustituir al Estado por otros modelos, pasamos a una militancia del siglo XXI ocupada en hacerse sentir mediáticamente, por medio de golpes espectaculares, que llaman la atención sobre una causa pero cuyo objetivo es mucho más difuso y cambiante que el de sus antecesores. No es accidente que todo movimiento activista piense, en términos tan prioritarios, en su estrategia de comunicación tanto como en sus propios objetivos militares, sociales o políticos. En el centro de esta confusión impera la individuación (la causa no necesita ser masiva), lo cual plantea la inquietante cuestión de la subversión como acto de soledad, o específicamente de aislamiento. La soledad y el aislamiento que son los irónicos reversos de la medalla de la globalización, actúan también como catalizadores de la acción directa, violenta y mediática.

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En este marco, La soledad de los animales (La Cifra Editorial, México, 2014), sólido debut como novelista de Daniel Rodríguez Barrón (Ciudad de México, 1970), constituye un descarnado llamado a examen del enrevesado logos que nos propone el aún joven siglo. Con trazos precisos, cargados de una fuerte ironía, Rodríguez Barrón dibuja cinco personajes atrapados en luchas cuyo trasfondo es la lucha contra el aislamiento y la despersonalización de la sociedad. En torno a estos personajes, la lucha ideológica contra el maltrato a los animales, ya sea para cuestiones de esparcimiento o de investigación científica. La ambigua militancia de tres de los personajes describe un endeble compromiso ideológico bajo el cual hierven ansias de venganza contra enemigos anónimos e inasibles. No es coincidencia que el autor escoja, como especie de pilares de estos tres personajes (hijos todos del siglo XXI), a otros dos personajes con los pies firmemente puestos en el siglo XX: una curandera que es, a la vez, descendiente de idealismos y causas perdidas de un socialismo casi utópico; y un periodista que pudo ser y no fue, tan abandonado de sí mismo como su propia profesión, aburrido, cínico y solitario y cuya única motivación, cuya última esperanza, es el consuelo momentáneo de un trago o de una piel joven. En torno a estos personajes, y a la desesperada lucha por concientizar a una sociedad que ha volcado su desamor por el prójimo, en un amor cursi y plástico por sus mascotas, hay un trasfondo de una violencia seca, pertinaz, imparable que terminará por alcanzarles. Como mantra, esta frase: “Sólo los animales recuerdan cómo ser felices”. La lucha de los protagonistas es por liberar a cada animal, uno por uno, porque cada uno que sea liberado es uno menos que será torturado por razones recreativas o científicas. Es un último grito de batalla en una sociedad donde los humanos han olvidado las claves de su felicidad, y donde

su esclavización es espejo y reproducción de aquella de sus mascotas. A la ferocidad del excelente planteamiento de Rodríguez Barrón hay que añadir también su capacidad para la concisión. En sólo 110 páginas, el autor ha creado un universo aterrador de violenta ironía: las claves del logos están rotas, y en cada pedazo se encuentran las irreparables e individuales soledades.

Fragmento de portada de La soledad de los animales

Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, es director editorial de contratiempo. OCTUBRE 2014


NARRATIVA

María Zambrano y “La generación del toro” Leonarda Rivera

1 La filósofa española María Zambrano solía llamar a la Generación del 27 “la generación del toro”, y no por la afición que varios de ellos mostraran por los toros ni muchos menos por las elegías que Federico García Lorca y Rafael Alberti dedicaran a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías; el nombre aludía más bien a la lectura que la filósofa hacía de la Historia como una historia sacrificial que sólo podía ser explicada por las víctimas que le han sido ofrendadas, ya sean individuos o pueblos enteros. En una carta al poeta Emilio Prados, escribe que la Generación del 27, a la manera de un toro en el ruedo, también fue ofrecida en sacrificio. A ellos les perteneció el “exilio”, “la soledad” y la “muerte”; fueron, pues, entregados al ruedo donde se decide la Historia. Casi todos los integrantes de esta generación en algún momento recibieron un comentario, un artículo, un ensayo, por parte de María Zambrano: La poesía de Luis Cernuda, publicado en 1962; José Bergamín: pájaro pinto del mismo año; mientras que El poeta y la muerte. Emilio Prados, Pensamiento y poesía en Emilio Prados, Presencia de Miguel Hernández, Acerca de la Generación del 27, León Felipe, Bergamín crucificado, pertenecen a su pensamiento tardío; no así Un viaje: infancia y muerte (García Lorca), El destino de ser poeta: Presentación a Tres poemas juveniles, que fueron escritos en los años treinta. Zambrano vio en la poesía de la Generación del 27 “un lugar” donde acontecía eso que andaba buscando para su entonces incipiente discurso; vio en ella la imagen del descensus ad ínferos, el cual aludía a una experiencia fundamental del ser del hombre, pues descender a los infiernos no es otra cosa que sumergirse en el fondo oscuro de la vida misma. Si bien es cierto que esta noción tiene claras resonancias románticas (sobre todo de Gerard de Nerval y Jean Paul) y órficaspitagóricas, Zambrano dirá que esta noción tomó cuerpo en la poesía de algunos integrantes de la mencionada generación. A finales de los años treinta -algunos años antes de los escritos preparatorios a esa gran obra maestra que es El hombre y lo divino- la joven Zambrano piensa que frente al discurso lógico racional de la filosofía (cierta filosofía) había que construir una razón sustentada en el lenguaje de las entrañas, de los ínferos; había que construir una razón capaz de descender a los infiernos, más tarde esta idea se concretará en su propuesta de razón poética. Pero aquí nos interesa por el momento su NÚMERO 118

afirmación de que la palabra poética puede descender a los infiernos del ser. En ese momento su referente inmediato era la poesía de García Lorca, de Emilio Prados, de Luis Cernuda, e inevitablemente Pablo Neruda.

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A la poesía la “impureza” le viene de la carne, de las entrañas, del mundo sensible. Si la poesía es “un vivir según la carne” según nos dice en Filosofía y poesía, entonces no puede ser más que “impura”, terrenal, y fragmentaria. La poesía no lo puede decir todo, no puede ser depositaria de una verdad universal, única y definitiva, sino todo lo contrario, la poesía tiene un carácter limitado, provisional e inacabado. Su decir es un balbuceo. En la poesía se dice el ser. Y en primera instancia, lo que le preocupa a Zambrano es el ser del hombre; hombre que reside en la tierra, que es y sólo existe mientras está en ella. Fuera de ella, puede ser un ángel, un dios o un fantasma, pero mientras reside en la tierra es un ser finito, atado al cambio; forma parte de aquello que Platón designó “mundo de las apariencias”. La poesía es una forma de atarse a ese mundo de las apariencias, de aferrarse a él con los cabellos, con las uñas. La poesía es un lenguaje de los ínferos porque en cada metáfora el mundo y el hombre se desentrañan. Era de esperarse que la poesía “pura” de Paul Valéry no fuera bien recibida en el interior de un discurso que encuentra en la poesía un carácter eminentemente ontológico. En una nota final de Filosofía y poesía, Zambrano sostiene que el poeta francés hizo con la poesía lo que Platón con las ideas: la desterró del mundo sensible. La noción de poesía “impura” presente en Zambrano puede extraerse básicamente de

dos textos, el ya mencionado Filosofía y poesía (1939) y el ensayo Pablo Neruda o el amor a la materia (1937). Uno es el correlato del otro. Si la poesía “ha sido en todo tiempo, vivir según la carne. Ha sido el pecado de la carne hecho palabra, eternizado en la expresión, objetivado” (1), Residencia en la tierra es una muestra de lo anterior. Pareciera que esta caracterización de la poesía como asunto de la carne estuviera dirigida a confrontarse con la idea misma de la condenación platónica de la poesía. La imagen del descenso a los infiernos también había sido relacionada a la poesía en 1936, al redactar la introducción de una antología de la poesía de Federico García Lorca preparada por la propia Zambrano (2); lo cual nos sugiere la innegable presencia de poetas de la Generación del 27, y del propio Neruda, en la concepción de poesía que recorre algunos textos de Zambrano, donde la palabra poética es inseparable de las nociones “entrañas” e “ínferos”. En la introducción a la antología de García Lorca de 1936, Zambrano habla de las inmensidades que el poeta recorre en su interior, en las entrañas de su ser, para que la palabra poética pueda darse a la luz. Bajo esta perspectiva el poeta es aquel ser que lleva entre sus hombros el peso de su existencia y del mundo. Quizá la imagen que mejor lo simboliza sea la figura de Atlas soportando el peso del orbe sobre sus hombros. Pues el poeta debe asumir el sentir originario que, en tanto sentimiento de angustia y desolación, envuelve la vida humana.

Leonarda Rivera es Maestra de Filosofía por la UNAM y tiene dos libros de poesía publicados. Notas: (1) María Zambrano, Filosofía y poesía, FCE, México, 1987, p. 47. (2) Federico García Lorca, La poesía de Federico García Lorca, (Comp. María Zambrano), Santiago de Chile, 1936; reeditada por la Fundación María Zambrano, Vélez-Málaga, 1989. contratiempo

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Atlas John Singer Sargent


ARTE

MCA

Exposición antológica de David Bowie Tanya Victoria

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ue a mediados de los años 60 que David Robert Jones se rebautizó como Bowie en honor del creador de un cuchillo de combate. Y fue a partir de ese momento que Jones/Bowie, con su formación de actor, se lanzó al estrellato del rock con sus continuas y desafiantes metamorfosis, navegando entre el mod, lo hippie, el folk, el glam y la psicodelia, bailando entre los géneros músicales y sexuales hasta convertirse en un icono cultural del siglo XX. Tal vez su perspectiva diferente se deba a los colores dispares de sus ojos. Todo lo que ha sido y es Bowie está concentrado en un archivo personal de cientos de objetos, que el Museum of Contemporary Art presenta para subrayar los procesos creativos y el trabajo en colaboración con diseñadores y artistas, encapsulando la constante reinvención y evolución de la obra de Bowie. La muestra fue diseñada por el Victoria and Albert Museum de Londres, y ha partido en una gira mundial en la que el MCA de Chicago constituye la única escala estadounidense. La exposición recorre cronológicamente la obra de Bowie, desde su adolescencia a fines de los 50 hasta su retirada de las giras a principios de este siglo, y establece puntos de relación entre los profundos cambios sociales, culturales y artísticos de la segunda mitad del siglo XX, y la evolución creativa y musical del artista inglés. La primera sección exhibe fotografías y discos de sus principales influencias musicales, como Little Richard, y los bocetos que Bowie hizo para sus escenografías, así como los trajes y vestuarios que usó con sus primeras bandas. Esta sección finaliza con el lanzamiento de su primer gran éxito Space Oddity (1969) y el astronauta ficticio Major Tom. La segunda sección examina la evolución y complejidad de Bowie en la composición, grabación y producción de canciones, los vestuarios y escenografías que creó en su época más glam e histriónica, y su conexión con movimientos culturales como el surrealismo, el teatro brechtiano, el expresionismo alemán y el teatro kabuki japonés. En la tercera y última sección se muestra al Bowie pionero en el teatro, los conciertos y películas. La exposición es una completa inmersión audiovisual donde se presentan proyecciones dramáticas de algunos de sus vídeos musicales más conocidos, así como extractos de algunos de sus largometrajes, incluyendo Labyrinth (1986) o Basquiat (1996). La muestra pone énfasis en la rebelión constante de Bowie no sólo en la música sino

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en la estética y su ruptura con los esquemas más estrechos del rock, y establece también conexiones con la influencia que ha tenido en una gran cantidad de artistas contemporáneos. Tras salir de Londres, la exposición llega a Chicago vía Toronto, Sao Paulo y Berlín, para seguir en enero rumbo a París y concluir en Holanda. La muestra sobre Bowie se inauguró en el Museum of Contemporary Art el 23 de septiembre, y estará ahí hasta el 4 de enero del 2015. Más información en http://www.mcachicago.org

Tanya Victoria, mexicana, reside en el área de Chicago.

Original photography for the Earthling album cover, 1997. Union Jack coat design: Alexander McQueen in collaboration with David Bowie. Photo: Frank W Ockenfels 3. © Frank W Ockenfels 3.

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MÚSICA

Cerati: largo adiós a un ídolo Luis Alejandro Ordóñez

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e proponérmelo, podría construir con exactitud la línea cronológica con que descubrí aquellos grupos y cantantes, pero prefiero recordarlos en cambote: Charly García, Fito Páez, Los Abuelos de la Nada, Los Fabulosos Cadillacs, Aparato Raro, Los Prisioneros, Sentimiento Muerto, Desorden Público y, por encima de todos, Soda Stereo.

grupo, grabábamos los videos y los programas de televisión donde aparecían, hablábamos de ellos para medir quién tenía más información, quién los conocía mejor, queríamos parecernos a ellos, esperábamos con ansiedad los próximos discos, los próximos conciertos.

Como The Cure pero en español

Así nos explicábamos las primeras canciones que escuchamos de Soda, Nada personal, Juego de seducción, Imágenes retro, y los peinados de los tres tipos, que en aquel momento todavía no tenían nombre. Poco tiempo después hubiera podido decirlo al revés, que The Cure era como un Soda Stereo en inglés, después de todo ellos soñaron telarañas unos cuatro años antes que Robert Smith. Después de Nada personal llegaron Signos, Ruido blanco y Doble vida, así como el primer disco de la banda, y temas como Persiana americana, Sin sobresaltos, Final caja negra, Prófugos, Terapia de amor intensiva, Corazón delator, Un misil en mi placard, pasaron a formar parte de mi banda sonora para no abandonarla nunca. Más tarde, ya en la universidad, le siguieron Canción animal, Dynamo y Sueño stereo, agregándole a esa banda sonora (De) Música Ligera, Un Millón de Años Luz, En el Séptimo Día, Primavera 0. Difícil, sin embargo, explicar el profundo impacto que esas canciones tuvieron en mí y en buena parte de mi generación. Soda Stereo se convirtió en el día a día de todo mi bachillerato y de la mayor parte de mis años universitarios. Escuchaba Soda Stereo en el walkman, escuchábamos Soda Stereo en fiestas, escuchábamos a nuestros amigos formando bandas que querían sonar como Soda Stereo. Podíamos pasar horas discutiendo cuál era el verdadero temblor de Cuando pase el temblor. El profesor de psicología de cuarto año usaba Signos y sus significados ocultos para despertar algún tipo de interés en sus clases. En Ciudad de la furia encontramos el tema perfecto para hablar de los disturbios de Caracas en 1989. Ya con nombres, Gustavo Cerati, Charly Alberti y Zeta eran los ídolos que nunca antes habíamos tenido. Comprábamos revistas porque había una entrevista o una crítica al NÚMERO 118

común en la música. Para mí, el único culpable de la ruptura de Soda fue Cerati y no pude perdonárselo. Aunque sus discos paralelos a Soda están entre mis favoritos, simplemente no lo acompañé en su trabajo posterior. Sus nuevos discos los escuché esperando que sonaran no tanto como Soda sino como aquellas sensaciones y emociones que sentía cuando escuchaba a Soda en el bachillerato o en la universidad.

Como Cerati, grande y único Cerati

Como Soda, pero sin Charly y sin Zeta

Cuando Soda Stereo decidió separarse, algo se rompió y nunca pude volver a repararlo. Imaginaba a Soda envejeciendo juntos como los Rolling Stones, como U2, superando con la fuerza de la nostalgia la falta de entusiasmo que despertasen sus temas nuevos. Soda anunció su gira de despedida y no fui a ese último concierto (No estaba en Venezuela cuando se presentaron, pero estoy seguro que de haber estado no habría ido). Enrique Vila-Matas escribió que son los lectores quienes a veces traicionan a los escritores. Esa traición es más

Igual que en el último concierto de Soda, no estaba en Venezuela, pero estoy seguro que de haber estado en Caracas tampoco habría ido a ese, el último concierto de Gustavo Cerati. Los pormenores de esa última noche de Cerati consciente quedarán siempre en terrenos de la especulación. Caracas llevará para siempre sobre sus hombros el peso de la muerte de Cerati, como Medellín con Gardel, como Londres con Jimmy Hendrix, como Nueva York y John Lennon. Es cierto, pasaron cuatro años entre aquella fatídica noche y su muerte unos días atrás, pero en estos cuatro años asistimos solo a una larga despedida porque no podíamos aceptar que se marchara, queríamos verlo volver, como lo prometió en Ciudad de la furia. Me gusta pensar que pasó buena parte de estos cuatro años componiendo melodías, canciones por ahora imposibles de oír pero que estarán ahí, en el aire, en una especie de nebulosa esperando por cada uno de nosotros para cuando sí seamos capaces de oírlas. Desde hace cuatro años me cuesta mucho escuchar a Soda Stereo. Pero son canciones que significan demasiado como para silenciarlas por completo. Entonces venzo la nostalgia y la tristeza y pongo Signos, Nada personal o Canción animal. Y vuelvo a darle las gracias eternas a Cerati por todo lo que nos dio. Y también le pido disculpas por haberlo traicionado. Descansa en paz.

Luis Alejandro Ordóñez, escritor venezolano residenciado en Chicago, miembro del consejo editorial de contratiempo. Visítalo en su oficina: www.laoficinadeluis.com contratiempo

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Gustavo Cerati Fotografía: Carlos Martinez


MÚSICA

EL VIGÉSIMO ANIVERSARIO DE SONES DE MÉXICO ENSEMBLE

Canta y no llores Catalina María Johnson

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l compás de las melodías de Sones de México, nos mecíamos con euforia más diez mil personas abarrotadas en los predios del Pritzker Pavillion en el Millenium Park. Muchos se tomaron de la mano formando largas cadenas humanas, otros bailaban, y un señor de gran sombrero y botas se paró directamente ante el escenario y alzaba los brazos con las manos en puño cantando casi a gritos, “¡Ay, Ay, Ay, Ay! ¡Canta y no llores!”. Poblaban el escenario los actuales integrantes de Sones de México, la mayoría de los demás músicos que los han acompañado en sus veinte años de trayectoria, varias decenas de músicos invitados, y otras tantas decenas de bailarines de danza folclórica mexicana. Así culminó el gran concierto de celebración de los 20 años de trayectoria de Sones de México Ensemble, conjunto célebre de la ciudad, nominado a premios Grammy y Grammy Latino, fundado casi por chiripa en 1994 cuando Juan Díez dio un concierto como solista y se le ocurrió invitar a sus amigos y colegas René Cardoza y Víctor Pichardo. Fue tal el éxito del evento y el júbilo del público al escuchar sones clásicos mexicanos, que nació Sones de México. En estos 20 años han grabado seis álbumes: ¡Que florezca! (1996); Fandango on 18th Street (2002); Esta tierra Es tuya, (2007); Fiesta mexicana (2010); ¡Viva la Revolución! (2010); y 13 B’ak’tun (2013). Cada uno se distingue por el énfasis en el son mexicano, desde el son jarocho al huapango al son huasteco, son guerrerense y muchos estilos más. También se distinguen por incursiones innovadoras en nuevos territorios musicales, como una versión norteña de “Esta tierra es tuya” de Woody Guthrie o las composiciones originales inspiradas en el ciclo de las eras mayas en B’ak’tun 13. El concierto, parte del Festival de Sor Juana del National Museum of Mexican Art, fue realmente la perfección en cuanto a una producción complicada, y una verdadera hazaña en cuanto

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a la creación de diversos y complejos retablos de música y danza para cada canción. Los bailes folclóricos a cargo de tres diferentes compañías de baile de la ciudad, Mexican Folkloric Dance Company of Chicago, Mexican Dance Ensemble y Academy of Mexican Dance and Music, fueron un perfecto marco para la música. Extraordinarios músicos invitados dieron muestra de lo que puede ser el poder del alma mexicana expresándose al lado de sus hoy día hermanos ciudadanos de diversas etnias. Los irlandeses de Sean Cleland & The Irish Music School of Chicago unieron sus violines y cantos, y a la par bailarines folclóricos en atuendo mexicano bailaron el clásico step dancing irlandés con la postura perfecta y las pataditas y zapateado de piernas estiradas. El afroamericano Billy Branch acompañó con armónica y gran sentimiento una versión de La Bruja, elección sumamente apropiada para rendir tributo a la herencia afromexicana del son jarocho. El gran trompetista puertorriqueño Víctor García, conocido por su trabajo con Chicago Afro- Latin Jazz Ensemble entre otros proyectos, se dio un mano a mano con John Hagstrom, trompetista de Chicago Classical Brass Ensemble. Todo esto le dio a la velada un ambiente mágico. Por un lado, el público que parecía ser en su mayoría mexicano, se regodeaba al sentir su música celebrada en el corazón de la ciudad, junto al mero frijolito, rodeada de los rascacielos que denotan el triunfo y poder de esta metrópolis, en el escenario más privilegiado de la ciudad, el Pritzker Pavillion, con sus alas plateadas que levantan el vuelo gracias a la audacia del gran arquitecto Frank Gehry.

Por otro lado, el concierto fue todo un testimonio del camino que tantos han recorrido para hacer de Chicago su casa y hogar. Experimentamos en cuerpo y corazón la comunión en el saber que dejamos atrás nuestra patria y al mismo tiempo nos la trajimos muy dentro; sin embargo, ya arraigados en estas tierras lejanas, nos enriquecemos no solo al preservar nuestro legado sino al saberlo compartir, así como al celebrar la lucha y triunfo común con otros hermanos y hermanas de esta ciudad. Porque, ¡sí, señor! Todos hemos aprendido que hay que cantar y no llorar, ya que cantando se alegran, cielito lindo, los corazones. Catalina María Johnson es integrante del consejo editorial de contratiempo, escritora y locutora/ productora de Beat Latino, programación para estaciones de radio pública desde México, D.F. a Berlín. Favor de visitar www.beatlatino.com para ejemplos de la música mencionada.

Fotografías: Sup. Luis Jahn Inf. Catalina María Johnson

OCTUBRE 2014


MÚSICA

El discreto encanto del hip hop latino de Chicago Héctor Luis Álamo

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o hacía falta que me dijeran que los latinos habían sido co-creadores del hip hop más o menos por la época en que nací. Eso lo sabía por el hecho de ser yo mismo un latino criado con hip hop, que creció con otros latinos que comían, dormían y respiraban esta música. Ni ellos ni yo hubiéramos pensado que los latinos que adoptaban al hip hop estábamos “actuando como negros”. Tal acusación nos hubiera ofendido hasta la médula, dado que vemos al hip hop como algo que es tan nuestro como de cualquiera otro. Y es nuestro. No sólo es la banda sonora de nuestra pobre, oprimida y metropolitana existencia, sino que la cultura hip hop es el alarido de nuestra alma colectiva. Sería inexacto decir que fuimos llevados al hip hop, dado que el hip hop sale de nosotros, o al menos de gente como nosotros. Lo reconocimos inmediatamente como uno nuestro, algo hecho en secreto y especialmente para nosotros, de la misma manera en que cualquier antillano se topa por vez primera con Martí. Hoy, el estatus de la escena hip hop latina de Chicago es más o menos el mismo que por todo el país, es decir: esquizofrénica. Si bien los latinos somos parte fundamental de esa cultura, como co-creadores e integrantes, los MC latinos están desparramados por toda la escena musical, como lo dijo hace poco un amigo mío. Ahí está Immortal Technique, de origen peruano, quien a mi modo de ver es el mejor artista latino de hip hop desde Big Pun. Pitbull, de Miami, ha llegado al estrellato internacional. Considerando la influencia mundial del hip hop, y tomando en cuenta la relevancia de los latinos en ciudades de los Estados Unidos, el hecho de que el ávido fan latino del hip hop pueda nombrar sólo a un puñado de artistas latinos dice mucho sobre su escasa representación en este género. La escena del hip hop latino de Chicago también sufre, porque el hip hop de Chicago sufre en general. Parte de la culpa la tiene la parcialidad del hip hop, con Nueva York y Los Ángeles como sedes de influencia. Y pese a la popularidad de raperos de Chicago como Common, Kanye West y Lupe Fiasco, cuesta trabajo nombrar más de cinco raperos de Chicago que sigan activos en la industria. Por otra parte, cualquier mero conocedor de hip hop de fin de semana podría recitar hasta diez nombres de neoyorquinos. Tal vez sea porque el hip hop latino están tan mal representado en los Estados Unidos, que en América Latina se ha disparado como simple necesidad de atender a la demanda. Grupos como Control Machete y Molotov de México, y Calle 13 de Puerto Rico, se han vuelto populares no sólo en sus respectivas regiones, sino también entre la NÚMERO 118

Fotografía: Lucio Villa

Fotografía: Lucio Villa

Mural: Primer lugar en la competencia de graffiti, obra de David Torres. Fotografía: ElevArte

comunidad latina estadounidense. Esta tendencia seguirá en crecimiento conforme el hip hop gane mayor arraigo en América Latina. Esta música se comunica directamente con las masas estranguladas de desarrapados en esos países, aunque su mensaje es universal y se conecta con audiencia latinas de Estados Unidos de cualquier procedencia. Pese al relativo olvido, la escena del hip hop latino de Chicago sigue en ebullición con creatividad y vigor. El hip hop es tan típico como el merengue lo es al Paseo Boricua, y tan característico como la música ranchera a La Villita. Los latinos, en especial las generaciones más jóvenes, están a horcajadas entre las dos culturas, las de sus países de origen y la de su nuevo país. Un visitante del Café Teatro Batey Urbano de la Division Street se encontrará con la poesía slam alimentada por la angustia de la diáspora y aplicada en las venas de la cultura hip hop. El hip hop permea muchos eventos en Humboldt Park y Logan, ya sea que se trate de la parada puertorriqueña, las Fiestas Boricuas o el Barrio Arts Fest. Este verano fui al Festival We Are Hip Hop, una celebración musical que incluía breakdancing, rap y hasta competencia de grafitis. Los artistas, hasta donde pude ver, eran en su mayoría latinos. El plato fuerte del festival era el grupo de baile Brickheadz que incluía a Beestboy y Chikis, cuyas destrezas gimnásticas enmudecieron al público que apenas alcanzaba a exclamar ¡uh! y ¡ah! entre tandas de aplausos. El concurso de grafiti fue igualmente cautivador. El artista David Torres se llevó el primer lugar por su obra sobre James Brown en la que su cabeza formaba la “O” de la palabra “SOUL”. El evento fue montado por Elevarte, originario de Pilsen, y llevado a cabo no en una sede negra del South Side como podría haberse esperado, sino en el mero Pilsen, apenas a una cuadra de los estudios de Cultura in Pilsen. No se organizaría una muestra de hip hop en Pilsen, si el hip hop no viviese ahí. Musicalmente hablando, el hip hop latino de Chicago es discreto, pero culturalmente nunca ha estado más fuerte. Lo que se necesita es que los miembros de dicha comunidad sigan haciendo presencia y apoyando a sus artistas, ya sea asistiendo a eventos que realcen esta música, o comprándola. En la medida en que la cultura hip hop enfrente a las fuerzas de la comercialización, tal vez la mejor manera en que los latinos la promuevan sea con sus pies y sus billeteras. Héctor Luis Álamo es ex director editorial de Gozamos; es articulista frecuente de Latino Rebels y forma parte de la plantilla de escritores de La Respuesta, además de ser columnista de opinión de RedEye y editor adjunto de Being Latino. contratiempo

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MIRADA CÓMPLICE

MAGRITTE, HOY (Esto no es un surrealismo) Gerardo Cárdenas

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agritte nos convoca, desde la subversión de lo visto. Lo visto no es lo que parece, sino otra cosa. Lo visto, es lo soñado, lo temido, lo pensado pero no dicho. Lo visto, es la ruptura entre objeto y realidad que se da a partir del siglo XX y que sólo poesía, artes plásticas y hasta cierto punto la música logran captar. Magritte, en la magna exposición del Art Institute nos recibe a oscuras porque cada cuadro debe ser examinado en su luz propia. El belga pintaba con luminosidad propia en un mundo cada vez más tenebroso, el de los 20 años de amenazadora penumbra entre las dos guerras mundiales. Curiosamente, podemos establecer claros paralelismos entre el mundo al que sólo el surrealismo aportó luz, y esta primera quincena del siglo XXI donde la información y la comunicación dicen estar en la palma de la mano y son nada; donde la guerra, la pobreza y la enfermedad son omnipresentes; donde las democracias son apuntaladas por títeres de utilería llamados presidentes y donde ya se escuchan los murmullos de nuevas dictaduras, sean estas califatos islámicos o recalentadas versiones del zar de todas las Rusias.

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¿Qué nos dice entonces, hoy, René Magritte? Los cuadros y objetos de El misterio de lo ordinario: 1926-1938 cubren el periodo cumbre en la producción del pintor, desde su primera exposición en solitario en Bruselas hasta su discurso “La línea de vida”, pronunciado en el Real Museo de Arte de Amberes y donde resume su relación con el surrealismo. Magritte clamaba por la libertad absoluta de creación, algo que muchas veces lo colocó en controversia con otros surrealistas. Hoy, más que nunca, es urgente y vital esa visión en un medio de una corriente homogeneizadora del arte, que codifica y simplifica para comercializar y facilitar el consumo. En la selección de esta muestra, me impresiona la angustia de Magritte – o, tal vez, su sarcasmo – ante la imposibilidad de la comunicación humana. Aún el contacto más íntimo, como el beso de Los amantes está limitado por el velo. ¿Qué tanta diferencia puede haber entre esto y las relaciones armadas a golpe de Twitter o Facebook, o distanciadas por la inmediatez de la tecnología? ¿Qué decir sobre la validez, hoy, de la perspectiva de Magritte sobre la ciencia homogeneizada y aburguesada en El terapeuta, de la aterradora soledad de La

condición humana o del misterio de El tiempo perforado al contraluz de la masiva crisis que hoy es la migración humana? Magritte concluyó su histórico discurso “La línea de vida” con un irreductible optimismo en la capacidad del arte para mejorar la condición humana, para dotarla de sentido, para darle alguna esperanza en un mundo que estaba a punto de volver a entregarse a una guerra brutal. No escapa Magritte a la ironía: apenas unos años antes, la gran exposición que le habían montado en París se había cancelado, antes de inaugurarse, porque la galería se quedó sin fondos. Pasada la Segunda Guerra, Magritte cayó en el olvido. El resto de los surrealistas le dio la espalda porque había decidido quedarse en Bélgica, bajo ocupación nazi, en vez de huir. Magritte vivió el resto de sus años como el hombre de Prohibida la reproducción que se busca en el espejo pero que no encuentra más que su propio pasado.

Los amantes -. The Lovers (Les Amants), 1928. Óleo sobre tela; 54 × 73.4 cm (21 3/8 × 28 7/8 in.). Museum of Modern Art, New York. Gift of Richard S. Zeisler. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014

Gerardo Cárdenas, periodista y escritor mexicano, es director editorial de contratiempo. OCTUBRE 2014


MIRADA CÓMPLICE

“Impresiona la angustia de Magritte — o, tal vez, su sarcasmo — ante la imposibilidad de la comunicación humana”

Sup. De izq. a der. El tiempo perforado - Time Transfixed (La Durée poignardée), 1938. Óleo sobre tela; 147 × 99 cm (57 7/8 × 39 in.). The Art Institute of Chicago, Joseph Winterbotham Collection, 1970.426. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014 Prohibida la reproducción - Not to be Reproduced (La Reproduction interdite), 1937. Óleo sobre tela; 81 × 65 cm (31 7/8 × 25 9/16 in.). Museum Boijmans van Beuningen, Rotterdam. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014 La condición humana - The Human Condition (La Condition humaine), 1933. Óleo sobre tela; 100 × 81 cm (39 3/8 × 31 7/8 in.). National Gallery of Art, Washington, D.C. Gift of the Collector’s Committee, 1987.55.1. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014 Inf. De izq. a der. El uso de la palabra - The Use of Speech (L’usage de la parole), 1928. Óleo sobre tela; 73 × 54 cm (28 3/4 × 21 1/4 in.). Private collection, Los Angeles. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014 El terapeuta - The Healer (Le Thérapeute), 1937. Óleo sobre tela; 92 × 65 cm (36 1/4 × 25 9/16 in.). Private collection. © Charly Herscovici – ADAGP – ARS, 2014

NÚMERO 118

contratiempo

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EDICIONES VOCESUELTAS Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial.

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04 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek

05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo

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contratiempo nfp es una dinámica y multifacética organización sin fines de lucro que se ha convertido en el epicentro del periodismo cultural y la literatura inmigrante en Chicago. La misión de contratiempo nfp es promover los aportes culturales de la población latina hispanohablante en Estados Unidos. contratiempo es

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or su cercanía al centro de Chicago, sus canales y múltiples cruces ferroviarios, Pilsen es el vecindario que por tradición ha acogido siempre a la población inmigrante trabajadora. Los polacos, checos y bohemios fueron los primeros en instalarse en la zona nombrándola Pilsen, en recuerdo a una de las ciudades más importantes de Bohemia, Plzēn. Con el proceso de urbanización a fines de los años 1950 – la construcción de las carreteras Dan Ryan y Eisenhower y la ampliación de UIC – méxico-americanos y mexicanos trabajadores se desplazaron hacia el barrio. A mediados de los 80 hubo un gran aterrizaje de mexicanos, mujeres, artistas, músicos, poetas y escritores. Y finalmente hoy día, Pilsen asimila nuevamente otro proceso de mutación, el cual contratiempo se dio a la tarea de analizar en este dossier. La incertidumbre por el futuro se convierte en rencores y críticas contra los nuevos residentes, incluyendo a hípsters, inversionistas y profesionistas latinos cuya relación con los habitantes más veteranos, sus tradiciones y costumbres, su cultura, sus edificaciones, sus luchas y, lo principal, su historia, aún está por definirse. ¿Podrá ser posible un desplazamiento total, tal como ha pasado en otros barrios de NÚMERO 118

Chicago? ¿O la influencia de su historia mexicana será lo suficientemente sólida? Cuando existe un desplazamiento, ¿quién se beneficia y qué pasa con aquellas personas que se van? ¿Acaso también nuestra comunidad que parte provoca a su vez desplazamientos en otra zona? Estas cuestiones son respondidas por Leonard J. Domínguez, quien fungió como director de la secundaria Benito Juárez y de la primaria Whitney y que ha sido testigo de los cambios de Pilsen por más de 25 años. Otro testimonio es el narrado por el escritor Víctor M. Cortés, en el que observamos la cúspide de un Pilsen que se dedicó a cubrir la necesidades de sus habitantes con la creación de gran cantidad de organizaciones, médicas, servicios sociales y migratorios, asistencia pública y para los trabajadores; las mismas que hoy se encuentran en declive; las necesidades de la comunidad y el nuevo habitante de Pilsen han cambiado. Sabemos también que Pilsen es una de las zonas más decisivas de la ciudad, políticamente hablando, debido a su activismo de base y su larga trayectoria de luchas laborales y migrantes, levantamientos, batallas y enfrentamientos policíacos. La instauración de la Benito Juárez representa uno de los éxitos de una comunidad organizada, en este caso por la educación

de sus habitantes. Pero poco sabemos de Froebel School, otro enfrentamiento por la educación con un polémico trasfondo racial, de la década de los 70s, que nos narra Nicole Marroquín, artista y profesora en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago; Brenda Hernández, administradora y entusiasta de distintos proyectos culturales nos expone las disputas culturales que enfrentan los residentes de Pilsen al defender sus históricas corrientes artísticas criticando o atacando con gran convicción las distintas posturas contemporáneas. A lo contemporáneo se le puede adjudicar las distintas y renovadas apariencias, los grupos urbanos se han hecho notar a lo largo de cada movimiento e ideología al paso de la historia. Los bohemios, los punks, los rastas, los hippies y los que llegaron ahora los hípsters y llegaron al barrio de Pilsen, dice y describe el escritor y cuentista Rafael Franco en una alusión ficticia hacia el nuevo integrante de la comunidad. Queda al lector responder a las preguntas de si el desplazamiento es benéfico para la comunidad y si nuevos y viejos habitantes se pueden enriquecer mutuamente. Texto introductorio y coordinación de dossier: Stephanie Manríquez. contratiempo

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Fotografía: Carlos Cardozo


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El futuro de Pilsen: los nuevos inmigrantes Leonard J. Domínguez

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hicago gusta llamarse a sí misma la “ciudad de barrios” y esta frase se usa en materiales promocionales del Departamento de Turismo. Hay recorridos de barrios en los que se puede pasear en viejos tranvías por Chinatown, Greektown, Andersonville, Little Italy y Pilsen. La expectativa tanto de turistas como de residentes es que, cuando van a esos barrios, los encontrarán llenos de gente de una cultura en particular, con tiendas y restaurantes que muestran mercancía y cocina de esa cultura. Esto es verdad en Chinatown, donde hay muchos restaurantes chinos, tiendas de curiosidades, un centro cultural, un centro comercial y donde viven muchas familias chinas. Pero eso ya no es verdad en Greektown, que ahora solo tiene algunos restaurantes griegos y una panadería en un tramo de la Halsted al oeste del Loop. Sería difícil encontrar alguna familia griega. Igualmente Andersonville en el norte de Chicago a lo largo de Clark Street tiene un par de restaurantes y una panadería sueca, pero hay muy pocos suecos en el barrio. Si bien Little Italy, ubicada a lo largo de Taylor Street entre Morgan y Ashland, tiene varios restaurantes italianos, una charcutería y un puesto de limonada italiana, y aún viven algunas familias italianas, uno no siente estar en una auténtica villa italiana. En todas esas áreas, la Ciudad de Chicago promueve el orgullo étnico de gente que ya no vive ahí, promoviendo Festivales de Barrio con comida y entretenimiento étnicos. Y, ¿qué tal Pilsen, que por largo tiempo ha sido percibido como un sólido enclave de la gente y la cultura mexicanas? ¿Cuál será el futuro de Pilsen? ¿Se volverá como Greektown, Andersonville y Little Italy, con algunos restaurantes mexicanos, un festival de barrio dedicado a la cultura mexicana (Fiesta del Sol), pero con pocas familias mexicanas que aún residan ahí? ¿O será más como Chinatown y se mantendrá con una comunidad con fuerte influencia mexicana, con restaurantes, panaderías, iglesias, escuelas e hispanohablantes en la mayoría de los comercios? Pilsen creció rápidamente tras el Gran Incendio de 1871, y en él pululaban fábricas de todo tipo al punto que se convirtió en el corazón industrial de Chicago. Para satisfacer la demanda de vivienda y la expansión hacia el Oeste, se desarrolló una gran industria ma-

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derera a lo largo del río Chicago en el lado sur de Pilsen, por donde llegaba la leña procedente de los bosques de Wisconsin y Michigan. Muchos de los trabajadores de esas fábricas y aserraderos venían de Europa del Este. Al final del siglo XIX y principios del XX muchos inmigrantes de Bohemia, Checoslovaquia y Polonia trabajaban y vivían en Pilsen. A lo largo de la mayoría del siglo anterior, Pilsen se volvió el puerto de entrada para inmigrantes de muchos países que buscaban trabajo, vivienda barata y la comodidad cultural de vivir con gente parecida a ellos. Muchos edificios de unidades múltiples, de ladrillo, se construyeron para alojar a estos trabajadores y sus familias. Esos edificios fueron construidos en el estilo arquitectónico del Este de Europa y de los pueblos de donde provenían los inmigrantes. Pero, conforme las economías de la industria y la manufactura se vieron afectadas por los cambios tecnológicos y las necesidades laborales, también se vieron afectados los barrios que cambiaron debido al deterioro de los edificios y a nuevas oleadas de inmigrantes que llegaban buscando trabajos, transporte y vivienda. En Pilsen, conforme las fábricas se fueron de Chicago, también se fueron los checos, bohemios y polacos, y los nuevos inmigrantes mexicanos tomaron alegremente su lugar tras haber sido desplazados, junto con muchas familias italianas, de las áreas vecinas a la Universidad de Illinois en Chicago y de las nuevas autopistas Eisenhower y Kennedy. Ahora, más de sesenta años después de ser preferentemente habitado por familias y negocios mexicanos, Pilsen está viviendo lo que los especialistas llaman cambio demográfico, y los activistas comunitarios se refieren como “desplazamiento”, un término que implica tanto un cambio en la conformación étnica y racial del barrio, como en la clase económica. Este cambio demográfico suele ser alentado por la especulación inmobiliaria y/o por la manipulación de tensiones y miedos raciales. Hay también sospechas de una presión deliberada para expulsar a comunidades étnicas. No hay duda que el lado Este de Pilsen, entre Canal Street y Peoria Street ha sido “desplazado” en mucho debido a dos terratenientes que han comprado muchas de esas propiedades a lo largo de los últimos treinta a cuarenta años, para rentarlas a

jóvenes profesionistas, mayoritariamente anglosajones, muchos de los cuales son artistas, solteros y sin hijos. El resto de Pilsen ha experimentado algunos cambios demográficos en esa dirección pero esto tiene que ver menos, diría yo, con el desplazamiento que con fuerzas económicas naturales. Una de las razones por las cuales no suscribo la teoría del desplazamiento en Pilsen, es porque Pilsen ya no es el puerto de entrada para inmigrantes mexicanos que fue en el pasado. En los últimos treinta o más años, los inmigrantes mexicanos han encontrado trabajos, mejores viviendas y tal vez un sentido de seguridad para sí mismos y sus familias en los suburbios y pequeños pueblos fuera de Chicago, y de hecho por todas partes en los Estados Unidos. Casi cada suburbio y condado en torno a Chicago ha experimentado un crecimiento significativo de poblaciones inmigrantes, especialmente de mexicanos. Cícero y Berwyn, al suroeste de Chicago, ya son mayoritariamente mexicanos con tiendas, restaurantes, etcétera que atienden a la cultura y tradiciones mexicanas. Cuando las familias mexicanas empujaron a otros grupos étnicos que vivieron en Cícero y Berwyn por décadas, ¿se podría haber aplicado el término desplazamiento? ¿Fue un desplazamiento en reversa? No creo que nadie haya bautizado ese proceso. El asunto es que Pilsen ya no es, ni necesita ser, el primer lugar al que los mexicanos lleguen para encontrar el “Sueño Americano”, sea lo que sea que eso signifique hoy en día. No hay grandes jardines donde jugar; las escuelas, si bien muy mejoradas, no son de las mejores; las oportunidades de trabajo son limitadas. Los propietarios mexicanos tienen que recurrir a jóvenes profesionistas, que suelen ser nuevos en Chicago y que buscan

Creo que Pilsen se transformará en una comunidad mixta en todo el sentido de la palabra. Habrá familias mexicanas y jóvenes profesionistas junto a familias anglosajonas y otros jóvenes profesionistas. Las escuelas cerrarán o evolucionarán para satisfacer las demandas de las jóvenes familias de la comunidad.

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trabajos, vivienda barata y su versión del Sueño Americano. Como las primeras olas de inmigrantes, muchos de estos jóvenes profesionistas también provienen de orígenes humildes en los pequeños pueblos del Medio Oeste de donde salieron. Una gran diferencia entre este grupo de inmigrantes y los que llegaron antes, es que mayoritariamente no tienen niños, ni prisa por empezar una familia. Por lo menos una primaria en Pilsen pudo haber sido cerrada en el pasado curso escolar, de no haber sido por la fuerte protesta comunitaria y la probable intervención del concejal Solís. Otra diferencia, creo, es que éstos sí aprecian la cultura y cocina mexicana. Aman la comida mexicana y les gusta ver a los niños que juegan en las aceras. Lo que les preocupa es lo que les preocupa a todos los que viven en Pilsen: la violencia ocasional causada por los restos de las pandillas que siguen peleando en las calles las batallas de hace años. Afortunadamente, ese tipo de violencia va en disminución. De la misma manera, el que algunos arrendadores construyan condominios en antiguos terrenos baldíos no es parte de un complot siniestro para expulsar a la comunidad mexicana, sino que responde a una ley básica de los bienes raíces: la tierra tiene que ser utilizada al máximo. Cuando los edificios se deterioran al punto que tienen que ser derribados, cualquier nueva construcción solo estaría justificada si se le puede sacar ganancia. Eso era verdad cuando Pilsen fue erigido, y sigue siendo verdad hoy. Si esos condominios no fuesen construidos, los lotes seguirían baldíos y ni siquiera los jóvenes profesionistas mexicanos que quieren volver a la comunidad tras graduarse de la universidad para encontrar buenos trabajos, estarían interesados en volver a Pilsen. Creo que Pilsen se transformará en una comunidad mixta en todo el sentido de la palabra. Habrá familias mexicanas y jóvenes profesionistas junto a familias anglosajonas y otros jóvenes profesionistas. Las escuelas cerrarán o evolucionarán para satisfacer las demandas de las jóvenes familias de la comunidad. Las zonas comerciales de Ashland Avenue, la 18 y Blue Island Avenue ofrecerán una mezcla de establecimientos mexicanos con otros que atiendan a los nuevos inmigrantes. Nuevas tiendas de ropa y muebles NÚMERO 118

Fotografía: Leonard J. Domínguez

de segunda mano se irán abriendo. Los bares recibirán a todos los que estén dispuestos a pagar un poco más por cierta atmósfera y cervezas artesanales y eso incluirá a los jóvenes profesionistas mexicanos. México dio la bienvenida a muchos exiliados europeos durante y tras las dos guerras mundiales, y estos no solo agradecieron la hospitalidad sino que se asimilaron a la cultura mexicana y se convirtieron en miembros destacados de la sociedad mexicana. Tal vez por ello mucha gente de Pilsen no teme que su bienestar o sentido de la mexicanidad queden comprometidos con la llegada de estos nuevos inmigrantes. Los mexicanos de todas partes siempre estarán orgullosos

de su historia y cultura, y saben que si bien algunas familias se están yendo de Pilsen en busca de una vida mejor, habrá influencia mexicana en Pilsen por mucho tiempo.

Leonard J. Domínguez es profesor adjunto en National Louis University. Fue vicealcalde para Educación, Jefe de Políticas de las Escuelas Públicas de Chicago y director de la primaria Eli Whitney y de la secundaria Benito Juárez. Fue cofundador y director de la revista Nit&Wit Literary Arts Magazine de 1977 a 1985. Email: feriadelaluna@yahoo. com, Twitter: @feriadelaluna contratiempo

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Una comunidad en transición Víctor M. Cortés

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a comunidad de Pilsen fue el “puerto de entrada” para inmigrantes europeos desde principios y mediados del siglo diecinueve. Los irlandeses y alemanes fueron los primeros grupos en poblar esta comunidad. Le siguieron los checoslovacos, lituanos, polacos y croatas, y, a principios del siglo pasado, arribaron los italianos a la sección de Pilsen que se le conoció como “la pequeña Italia” al suroeste de la comunidad. La migración mexicana a Pilsen tuvo su auge a principios de los años 50, aunque desde años antes ya habitaban algunas familias mexicanas en el área donde se construyó la Universidad de Illinois (UIC). La construcción de esta universidad fue parte del “Chicago 21Plan” que se presentó oficialmente en 1973, pero que se venía implementando desde 1955. El objetivo era revitalizar las comunidades alrededor del centro de la ciudad y atraer a la población anglosajona de clase media que había abandonado Chicago en los años 60. Es preciso mencionar que en gran parte el “Chicago 21 Plan” se ha implementado con fondos del TIF (Tax Increment Financing). Con la llegada de nuevos inmigrantes y la paulatina estampida de los grupos europeos hacia los suburbios, Pilsen se fue transformando en el “puerto de entrada” de los “nuevos mexicanos” que traían consigo sus tradiciones culturales, necesidades económicas y sueños no logrados en su país. Los rótulos de los negocios en la calle 18 fueron cambiando de nombre y de idioma. Las tabernas, antes frecuentadas por los antiguos inmigrantes europeos, empezaron a dar cabida al mexicano y el acordeón ya no tocaría más polkas polacas; ahora serían polcas norteñas las que mitigarían la nostalgia del nuevo parroquiano. Las iglesias de construcción estilo europeo ahora ofrecían misas en dos o tres idiomas (polaco, inglés y español). Los nuevos feligreses acudían a estas iglesias no solamente a recibir el ritual dominical, sino a buscar orientación laboral y médica. Esas necesidades y la preocupación de los nuevos jóvenes de Pilsen, para muchos de ellos ésta era la única comunidad que conocían pues arribaron con sus familias a muy temprana edad, dieron paso al surgimiento de agencias y organizaciones que vinieron a satisfacer, en gran parte, esas carencias de servicios y orientación: Howell House, antiguo centro comunitario presbiteriano fundado a principios del siglo XX, pasó a ser Casa Aztlán donde ahora ofrecían servicios médicos, clases de inglés y clases de preparación para tomar el examen de ciudadanía. Centro de la Causa también proporcionaba servicios similares en el este de Pilsen. La organización Pilsen Neighbors Community Council

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(PNCC) en la calle 18 orientaba sus esfuerzos a la participación de padres y madres en las escuelas publicas de la comunidad. A mediados de los 70, junto con otras organizaciones y activistas PNCC fue muy importante en la lucha, que duró varios años, para conseguir que la ciudad de Chicago y la Junta Escolar dieran luz verde a la construcción de la única escuela secundaria en Pilsen, la Benito Juárez Community Academy en 1977. También a principios de esa misma década surgió la Asociación Pro Derechos Obreros (APO) con enfoque estrictamente laboral comunitario: organizaba trabajadores para que solicitaran empleo en empresas y hospitales. En esos tiempos la fuerza laboral latina era casi inexistente en esas instituciones, y después de agotar esas vías sin éxito, pasaba a la acción directa; organizaba manifestaciones masivas hasta lograr que aceptaran empleados latinos bilingües. La lista de organizaciones y agencias de servicio social en Pilsen creció a la par de la nueva comunidad: Mujeres Latinas en Acción, El Hogar del Niño, Instituto del Progreso Latino (que vio la luz en Casa Aztlán), 18th Street Development Corporation, Spanish Coalition for Jobs, BASTA, Legal Assistance Foundation. Todas estas instituciones fueron claves en el desarrollo de la joven comunidad. El arribo y crecimiento de la nueva población mexicana también trajo consigo necesidades educativas; la decena de escuelas ya no eran suficientes para albergar la creciente población infantil en edad escolar. La mayoría de las escuelas fueron reacondicionadas, se construyeron salones de clase provisionales en los patios aledaños a las edificaciones escolares aunque más que salones de clase semejaban vagones rectangulares de tren con una sola puerta de entrada. La sobrepoblación escolar se convirtió en un grave problema y para solucionarlo gran cantidad de estudiantes eran transportados diariamente a escuelas menos pobladas, aunque lejanas. Para atender los problemas de salud la comunidad contaba con una pequeña clínica pública donde a diario se veían enormes filas de gente en espera de cita, a veces hasta por semanas. El Cook County Hospital era otra opción para los residentes, aunque una nueva y mejor opción, de costo moderado, llegó con la inauguración del Centro Médico Alivio en los límites del barrio, a principios de los 80. La expresión cultural ha sido latente desde la llegada de los mexicanos a Pilsen. En las paredes de infinidad de edificios y puentes se aprecia el trabajo de los jóvenes artistas que, en su mayoría, radican en esta comunidad y dan un toque de resistencia (“aquí estamos y de aquí no nos vamos”). Los murales en el

edificio de la desaparecida Casa Aztlán, las exhibiciones de artes plásticas que anualmente se organizan en los estudios de estos artistas son expresión de pertenencia y resistencia al fantasma del “Chicago 21 Plan”. Otra muestra de resistencia a los efectos de transición o desplazamiento fue la aparición de organizaciones como The Resurrection Project, con la tarea de reconstruir y construir viviendas y ofrecerlas a los habitantes de Pilsen a costo accesible. En los años 90 y principios de este siglo se hizo más visible el fenómeno de “reacomodo” demográfico en Pilsen: parejas de jóvenes anglosajones se mudaron a los departamentos que antes habitaban familias mexicanas, que por el creciente costo de las rentas no pudieron seguir viviendo en su comunidad. Con la recesión económica de 2008 aumentó el desplazamiento de los mexicanos de Pilsen, puesto que muchos perdieron sus empleos y los que habían comprado casa les fue imposible seguir pagando sus hipotecas y/o impuestos prediales. Al mismo tiempo que este éxodo crecía, la aparición de estos jóvenes anglosajones aumentaba. Ahora en las calles de Pilsen su presencia empieza a superar a la mexicana. Las franquicias de fast food están reemplazando las tradicionales taquerías y restaurantes mexicanos, o bien los restaurantes mexicanos ya ofrecen platillos atractivos para los recién llegados. Es indudable que el Pilsen de los 60 y 70 es ya sólo un recuerdo, pero la población mexicana que resiste esa transición será el catalizador para la coexistencia de la nueva población y la conservación de la cultura mexicana en Pilsen.

Fotografía: Carlos Cardozo

Víctor M. Cortés, escritor mexicano, residente en Chicago desde 1972, presidente y miembro activo de la cooperativa Salsedo Press. OCTUBRE 2014


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La verdadera historia de un alzamiento Nicole Marroquín

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a Escuela Froebel fue construida en 1885 en la esquina de Clayton Street y Robey Avenue, lo que ahora son la Calle 21 y Damen, y nombrada en honor a Freidrich Willhelm August Fröbel, el especialista en educación temprana que acuñó el término Kindergarten en 1840 y que le mostró al mundo que el juego es una parte importante del desarrollo infantil. En 1962, la escuela fue remodelada y convertida en la Rama Froebel de la secundaria Carter Harrison. La escuela recibía a estudiantes de noveno grado de Cooper, Jungman, Pickard, Whittier y Jirka que luego pasaban a Harrison en el décimo grado. El edificio se alzaba dos pisos por encima de otros, y en sus últimos años tuvo la distinción de ser la escuela más antigua de la ciudad. No había oído hablar de la Froebel hasta hace unos meses, a pesar de que soy profesora de artes desde kindergarten hasta secundaria y vivo a dos calles de donde estuvo la escuela por 90 años. En 1968, estudiantes latinos y afroamericanos de la secundaria Harrison (en 23 y California, que ahora son las primarias Saucedo y Telpochcalli) abandonaron la escuela en protesta por las deplorables condiciones y pésimos maestros, y exigieron que la escuela hiciese más por atender las necesidades de los estudiantes, desde mejores maestros, más libros en la biblioteca, cursos más incluyentes, y la incorporación de maestros bilingües y afroamericanos. En aquel entonces, los estudiantes que no dominaban el inglés eran enviados a salones para estudiantes con discapacidades mentales donde, una asumiría, se quedaban hasta que abandonaban la escuela. Entre 70 y 80 por ciento de los estudiantes de Pilsen no se graduaban. Tras las protestas del 68, la Harrison contrató sus primeros maestros bilingües y el anuario de 1973 mostraba grupos y clubes afroamericanos, chicanos y puertorriqueños. Pero, sin participación alguna de la comunidad, la Junta Escolar de Chicago anunció su decisión de cerrar la Froebel. Para junio, las tensiones explotaron y la escuela salió en las noticias nacionales. Mi amigo Pete Rodríguez me dijo lo que pasó en esa escuela una mañana mientras tomaba café con su amigo Bill Campillo, también maestro. Bill comenzó a describir la cobertura del canal 2, donde se podían ver pupitres, sillas y ladrillos salir volando por las ventanas, y un estudiante en el techo que alzaba su puño en señal de triunfo. ¡No podía creer que estudiantes de noveno grado hubiesen tomado la escuela! ¿Fue esa la versión Medio Oeste de un triunfo chicano sobre el abandono educativo y la lucha por los derechos civiles en las escuelas? NÚMERO 118

Seguí investigando el alzamiento en los periódicos y en textos académicos. Hubiese creído que el caso Froebel sería bien conocido por haber jugado un papel en la lucha comunitaria por una nueva escuela y que llevó a Daley al compromiso para construir la secundaria Benito Juárez. Tuve suerte de encontrar una etnografía escrita por un estudiante de doctorado de Northwestern que estuvo ahí, lo cual me proporcionó una visión distinta de lo ocurrido. Cuando encontré unas fotos del Chicago Tribune y las estudié, las últimas esperanzas que tenía de recuperar una inspiradora historia de la lucha por los derechos civiles en Froebel se desvanecieron y lo que surgió fue una historia muy complicada. Lo que ocurrió el 5 de junio de 1973, el alzamiento, involucró a una serie de actores, incluyendo los alumnos de noveno grado pero también activistas, Boinas Pardas e informantes de la policía. El alzamiento no puede aislarse de la violencia y el tráfico de narcóticos que afecta a los jóvenes. Cuando leí que alumnos de noveno grado se habían hecho fuertes tras las puertas de la escuela para poder beber cerveza en el techo, pude ver la grave situación que generaron y me di cuenta que me había dejado ilusionar. Ese día, un reportero blanco del Chicago Defender entrevistó a una joven “española” que marchaba frente a Froebel, que le dijo que los muchachos protestaban para mantener la escuela abierta a fin de no tener que ir a Harrison con alumnos negros. Mi última ilusión desapareció. Más de 100 policías en uniforme antimotines asaltaron la escuela ese día, respondiendo al llamado de un oficial que recibió un ladrillazo en el rostro arrojado desde el cuarto piso. Ocho estudiantes fueron arrestados y, según la gente, apaleados por la policía. Hay reportes que describen cómo miembros de cuatro organizaciones callejeras llamaron a una tregua y participaron en manifestaciones para mantener la paz. La gente culpó a los estudiantes de la vecina Gads Hill, a las pandillas, a los soplones y hasta a los Boinas Pardas por instigar la violencia. La verdad es que no fue un alzamiento, ni una victoria de derechos

Si la comunidad mexicana y méxicoamericana no cree en construir unidas accesibles en Pilsen y La Villita, entonces es muy posible que sus gentes más vulnerables, incluyendo ancianos, madres solteras y familias numerosas ya no puedan vivir ahí.

civiles, pero tampoco una fiesta que se salió de control. Fueron muchas cosas de las que casi no se ha escrito, y que generaciones futuras no conocerán a menos que trabajemos para recuperar la historia, con sus fallas y brutalidad. Un residente de Pilsen me dijo que durante los motines de 1968 vio a una fila de soldados de la Guarda Nacional parados sobre las vías del tren en la 16, apuntando con sus armas al norte, hacia los incendios del West Side donde afroamericanos furiosos se echaron a la calle tras el asesinato de Martin Luther King. Pilsen no solo fue forjado por la gente que vive dentro de sus fronteras fortificadas, sino por la ciudad y el legado de brutalidad de una nación fundada en una ideología racista. Recuerdo lo que Maxwell Street era en 1988, y qué tanto han cambiado Taylor Street y Chinatown. La repentina remoción de la comunidad negra es, para mí, una pieza central en la narrativa del desplazamiento en Pilsen. No es nada más algo que pasó antes que Pilsen fuese presa de especuladores inmobiliarios, sino pieza central del mismo plan para transformar el Lower West Side. Puede que también Pilsen sea barrido del mapa, o simplemente que sus viviendas más antiguas sean demolidas como les pasó a miles de familias trabajadoras en los multifamiliares públicos al norte de Pilsen. Si la comunidad mexicana y méxico-americana no cree en construir unidas accesibles en Pilsen y La Villita, entonces es muy posible que sus gentes más vulnerables, incluyendo ancianos, madres solteras y familias numerosas ya no puedan vivir ahí. La gente se mudó a Pilsen, en muchos casos, porque no tenía opción. El Plan de Chicago incluía desarrollos de vivienda racialmente restringidos y aún cuando esos fueron prohibidos aún afectan a negros y latinos. Pero hubo épocas en las que trabajadores mexicanos y negros tenían a sus hijos en las mismas escuelas, e iban juntos a la compra y al trabajo. He visto las fotos. Hemos sido pobres, desempleados y hemos convivido en una ciudad hostil y violenta. Pero a la hora de lucha por la justicia hemos peleado entre nosotros. Esta no es una bonita historia de lucha por la justicia, y no debemos alejarnos de ella porque sea complicada y desagradable.

Nicole Marroquín es artista interdisciplinaria e integrante del colectivo femenil de artistas Multiuso. Ha exhibido local e internacionalmente y da clases en el Departamento de Educación Artística de la Escuela del Art Institute. contratiempo

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Llegaron los hipsters (INSPIRADO EN LLEGARON LOS HIPPIES DE MANUEL ABREU ADORNO) Rafael Franco

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o me pregunten por qué ese barrio y no otro. La verdad, lo más seguro, es pura cuestión cronológica. Ahora bien, la razón del asunto debe de residir en la matemática, en los números – las consideraciones económicas. Pero para mí, igual son esotéricas. El tema es que llegaron; dos o tres al principio, luego en grupitos, de cinco o seis. Llegaron con hambre, sed y con ganas de comprar. Llegaron con libretas de dibujo en las mochilas, libros de texto y calendarios de clases engrapadas a los programas de estudio. Llegaron con los periódicos marcados con grandes círculos en los clasificados. Llegaron con mapas y algunas direcciones escritas. Llegaron con diccionarios, poemas y con variadas cosas para leer. Llegaron con melenas, playeras y en chancletas de cuero. Llegaron sin afeitar y con pareja. Llegaron en verano y en primavera, llegaron con amplias sonrisas, los ojos rubios y el pelo verde, a veces azul. Llegaron los hipsters a la dieciocho. Yo llegué en guagua por la Ashland a una oficina de trabajo temporero. Llegué solo y sin pareja. Llegué sin periódico y sin poemas. Llegué tarde a la cita de trabajo. Llegué en mangas de camisa, pantalones y con el pelo recién recortado. Llegué luego de 108 días en el Grupo Segunda Vida. Llegué sin mapas y sin medias pero con zapatos cerrados. Llegué en enero en medio del invierno, sin guantes ni bufanda y con el pelo mojado. Llegué pensando en la Parada 18 en Santurce y en la isla del pasado. Llegué con suspiros y con el orgullo hecho trizas. Llegué con la nieve, el viento y con el cielo nublado. Llegué maravillado y con los dedos cruzados. Llegué con algo de sol ese día y con los labios partidos. Llegué, firmé y comencé con el trabajo. Llegué y el raitero me llevó con los otros a la fábrica de lechugas. Llegué a la Dieciocho pasado el medio día. Plzen, Pilsen y la Europa Oriental. Pilsen a lo largo de la Dieciocho. Pilsen y una milla de la Halsted a la Ashland. Pilsen y los edificios del centro no se ven tan lejos. Pilsen desde la Western hasta la autopista elevada. Pilsen entre la Cermak y la Roosevelt. Pilsen y el Museo Nacional de Artes Mexicanas. Pilsen desde Harrison Park hasta Dvorak y la piscina. Es más, Pilsen abarca toda la carretera hasta el lago, Canadá y la Frontera, inflándose, aumentando en tamaño, tragándose el cielo, las nubes y toda la inmensidad y la continuidad de los parques – desde Wicker Park NÚMERO 118

hasta Central Park. Pilsen de adentro hacia fuera, o no, mejor, de afuera hacia adentro. Pilsen desde Europa Oriental a México. Y el puertorriqueño siempre en el medio. Llegaron al Festival del Sol o a saborear un brunch en Nightwood. Llegaron a Los Comales y la Casa del Pueblo. Llegaron como hordas posmodernas del norte en busca de alimento. Llegaron con sus bultos de mensajeros al hombro y con los mahones ajustados. Llegaron en bicicletas con un solo cambio fijo. Llegaron con tocadiscos de pasta y con Bukowski debajo del brazo. Llegaron discutiendo a Foucault y a Sontag. Llegaron citando a Barthes y a Umberto Eco. Llegaron burlándose de Jerry García en la esquina de los tamales. Llegaron analizando la situación laboral del Death Star de Star Wars mientras escuchaban a Arcade Fire y Vampire Weekend. Llegaron con audífonos y con tarjetas de crédito. Llegaron con tabaco de enrolar American Spirit, Drum y un poco de mariguana hidropónica. Llegaron con bolsas llenas de filtros de algodón para sus cigarrillos caseros. Llegaron durante el primer año universitario, vegetarianos y pescetarians. Llegaron también algunos vegans. Llegaron de Michigan, Minnesota, Iowa y Wisconsin. Llegaron muchísimos desde de los suburbios y llegaron de Ohio, Idaho y Washington también. Llegaron con vitaminas, pacholí y cantidad de incienso. Llegaron con semillas, nueces, almendras y maníes mezclados con frutas secas y a veces con trocitos de chocolate o algunas pasas cubiertas de chocolate. Llegaron con hierbas finas, sal del mar y azúcar morena. Llegaron a sembrar especias en la calle y las chicas llegaron para dejar de afeitarse las piernas. Llegaron y dijeron que pertenecían al 99 porciento. Llegaron en busca de alojamiento adecuado. Llegaron a protestar la Reserva Federal y a ocupar a Maxwell Street, Wicker Park, Santurce, Green Pointe, el Viejo San Juan, Loisaida y a Santa Rita. Llegaron y parecían como aquellas deportivas; estaban en todas partes. Llegaron en grupos de tres, por supuesto, a veces de cuatro, rara vez de cinco, pero por lo general en pareja. Llegaron y no sabíamos a qué habían llegado. Llegaron buscando algo de pastillas, yerba barata para fumar y LSD. Llegaron con DMT y Moli, llegaron con XTC y Jane’s Addiction. Llegaron y en vez de flores en el pelo, tenían aros en las narices, las cejas, a través de sus lenguas. Llegaron y tenían hasta el ombligo atravesado por el metal. Llegaron y

tenían tatuajes estilo retro y las tiendas de tatuajes se difuminaron como un polen maligno que dejaba marcas en el cuerpo. Llegaron buscando estudios, apartamentos de un cuarto, tres cuartos o sótanos vacíos. Llegaron de UIC, de DePaul, de Roosevelt University y de Harold Washington College. Llegaron con fondos fiduciarios en el banco y con una idea general. Llegaron Pod Majorski se hizo una millonada. Llegaron en autos, bicicletas, en el CTA y en Vespas. Llegaron y en vez de hacer la señal de la paz con los dedos, extendieron el dedo anular a las autoridades. Llegaron y en vez de tie-dyes, traían el símbolo de la anarquía en sus camisetas negras. Llegaron con sus calcomanías de Black Flagg en sus vehículos. Llegaron para renovar sus contratos de arrendamiento. Llegaron con sus iPods y sus iPads y sus iPhones y ay bendito la pobre Marta no entendía una sola palabra de las que decían. Llegaron con teléfonos inteligentes y buscando una conexión al internet. Llegaron con sus tabletas de alta tecnología y un millón de diferentes “apps”. Llegaron para Tuítear, Facebúkear y para montar sendas fotos en Instagram. Llegaron con touch screens y llegaron para presionar uno para continuar en inglés y dos para continuar en español. Llegaron para discutir cuál era la mejor: Breaking Bad, The Walking Dead o Lost. Llegaron con Sandman y 100 Bullets, Preacher y Maus I y II. Llegaron pero viajaban millas para poder comprar en Dominick’s y Trader Joe´s. Llegaron para protestar el abuso policíaco, la cultural corporative y la banca occidental. Llegaron y maldijeron al presidente, al Senado y al Congreso norteamericano. Llegaron para conectarse al Wi-Fi, llegaron para Semper Fi y llegaron con Catcher in the Rye. Llegaron para ejercer sus derechos civiles y llegaron a gentrificar el Sur, el Norte y el Este. Llegaron pero nunca se atrevieron a seguirlo hasta el lado Oeste de la ciudad. Llegaron los hispters a Pilsen y allí se quedaron. Rafael Franco, escritor puertorriqueño, integrante del consejo editorial de contratiempo. Ha publicado la novela El peor de mis amigos (Callejón, 2007), y la colección de cuentos Alaska (Ed. ICP, 2007). Tradujo Llegaron los hippies, de Manuel Abreu Adorno. contratiempo

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Manuel Ponce, habitante de Pilsen Fotografía: Carlos Cardozo


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Gustos, disgustos e implicaciones culturales Brenda Hernández

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n los últimos años Pilsen ha sido punto central de algunas disputas culturales, desde el calendario azteca en las aceras, hasta murales sobre tlacuaches: los habitantes de Pilsen y sus fanáticos defienden sus gustos por las artes y la cultura con fuerte convicción. Tales disputas han incluido el tipo de música que podía tocarse en ciertas sedes, o hasta si ciertas sedes, tiendas, galerías o restaurantes deberían existir o no. Los artistas alegan sobre lo que la gente de Pilsen ‘quiere’ o ‘necesita’ en el arte, y sobre los tópicos que deben ser cubiertos en relación con su pasado y presente cultural. En materia de arte público (especialmente en Pilsen), dominio público y legado cultural de una comunidad, ¿quién tiene derecho a decidir? ¿Puede haber compromiso? ¿Debería haberlo? Tantas preguntas pueden surgir cuando nos interesamos por un conflicto, y en ese caso el conflicto surge debido a diferencias en gustos estéticos. El dilema actual no es ni el primero ni el último; a lo largo de la historia artistas, curadores, aficionados y furibundos críticos han discutido los temas del valor cultural, las predilecciones estéticas y el gusto. Los artistas y gestores culturales siempre toman decisiones estéticas basadas en su propio interés, y a veces el interés social se vuelve intencional y su contexto central a su obra. Como sociedad, otorgamos valor a artistas cuya estética y creencias son afines a nuestro gusto, y de ahí derivamos juicios que se vuelven valores de los que se crean jerarquía, por lo que surgen diferencias y conflicto. El ciclo es inevitable –después de todo somos humanospero también saludable hasta cierto punto. Cuando hay conflicto y desacuerdo es porque estamos expresando nuestros juicios, mostrando nuestra humanidad y creando cultura. Esto puede ser idealista y utópico; la historia nos demuestra que el contexto es clave y que hay peligro cuando el poder y nuestro ego abrigan ilusiones de superioridad intelectual o cuando, peor aún, victimizamos a comunidades para sentirnos mejor con nosotros mismos y quitarnos de encima alguna culpa. A fines de los 70 dos artistas, cansadas de los prejuicios, llegaron a la conclusión que aquéllos venían de una historia muy antigua basada en valores jerárquicos y patriarcales. Más aún, esos valores y sistemas quedaban enmascarados bajo la simulación de la moralidad civil. Valeria Jaudon y Joyce Kozloff eran esas dos artistas, y sus experiencias las llevaron a escribir el artículo “Nociones histéricas del arte del progreso y la cultura” (1977-78) para la revista Heresies.

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Jaudon y Kozloff, en aquel entonces, exploraban lo decorativo en su pintura y su trabajo fue criticado y minimizado no por razones técnicas o conceptuales sino por la desaprobación que el mundo del arte sentía por lo decorativo. Ellas llegaron a la conclusión que la historia del arte, especialmente la occidental, y los acontecimientos del arte moderno, se han construido sobre jerarquías que favorecen y glorifican al genio individual del varón y crean inconsistencias con lo que es considerado arte culto o popular, bueno o malo. Si bien citaron muchos ejemplos para validar su análisis histórico y teórico, hay una reflexión que ilumina mucho la continua lucha de Pilsen con varias formas de arte público. Primero, que el arte moderno ha valorado manifiestos que alientan a los artistas a practicar el arte como si fuera un instrumento de guerra y virilidad, un llamado a las armas contra el estatus quo, o un arma en sí mismo. Tales manifiestos han sido firmados por artistas como Diego Rivera que en 1932 escribió “quiero usar mi arte como arma”, o Picasso, quien en su “Declaración sobre el artista como ser político” afirmaba que la pintura es un instrumento de guerra para atacar al enemigo. Consecuentemente, aquellas formas de arte que no puedan ni quieran ser armas metafóricas, serían despreciadas, ninguneadas y devaluadas. Como sociedad, hemos admirado y creemos ciegamente en esos artistas y su obra, convirtiéndolos en ideales creativos, ejemplos de lo que el arte ha sido y debe ser. En Pilsen, no debería sorprendernos que cuando se crea un arte no socialmente consciente, los artistas y la comunidad se enfurezcan. Este barrio, cuya rica historia mexicana lo ha hecho lo que es hoy en día, mantiene sentimientos románticos por esos mismos artistas al tiempo que desprecia a los otros, disminuyendo su valor y práctica. Los artistas asumen esos valores y jerarquías en su obra por muchas razones, tal vez por elección propia, y tal vez porque así fueron instruidos. Cuando hablamos de arte, la crítica y enjuiciamiento de ese contexto debería ser una constante, de lo contrario seguiremos luchando con nuestras crisis internas para satisfacer esos ideales que todos consideramos tan elevados. Imágenes extraídas de Memoria, video documental de Amanda Gutierrez

Brenda A. Hernández se considera una esteta, entusiasta cultural y joven embajadora de las artes. Ha escrito para contratiempo y AREA y ha trabajado como curadora en barrios de la ciudad. Actualmente dirige programas juveniles del Yolocalli Arts Reach. OCTUBRE 2014


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La Facultad X no es un ‘sexto sentido’, sino una ordinaria potencialidad de la consciencia. Debe estar claro… que es la llave para la experiencia de lo oculto, como también para el futuro entero de la raza humana. Colin Wilson, Lo Oculto; una historia, Random House, 1971

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l escritor británico Colin Wilson propone la existencia de esta Facultad X como necesaria para poder acceder a las experiencias de lo oculto. Durante su investigación, entrevistó una multiplicidad de autores y adeptos de lo oculto. Entre ellos se encontró el célebre poeta Robert Graves. A través del contacto con el poeta, Wilson quedó convencido de que la experiencia de lo oculto está fundamentada en la antigüedad, en el culto a la llamada ‘Diosa Madre’ o ‘Diosa Blanca’ que precede a la religión cristiana. La ‘sabiduría lunar’ femenina en contraposición con el masculino ‘conocimiento solar’. La experiencia de lo oculto surge de esa transformación cultural humana, según Wilson. En la época moderna, la experiencia de lo oculto podría entenderse como una perseverancia de la naturaleza ‘lunar’ del ser humano. Sin embargo, la literatura ––prima bastarda de la historia–– nunca se conformó con los parámetros aceptados por la corriente principal. De ahí que el sello de lo Oculto pueda abarcar desde

las criaturas más insólitas y sanguinarias que poseen a los seres humanos, como es el caso del cuento del boliviano Luis Daniel Iturralde, o la insistencia de las figuras milenarias de esa época remota del culto a la ‘Diosa Madre’. Tal es el caso del relato de la boricua Iva Yates, cuyas gemelas componen una curiosa manifestación de esa inmortal sabiduría lunar, originaria del inconsciente, o del mundo onírico. Por otro lado, un autor como Alex Bonner, oriundo de nuestra querida ciudad junto al lago, se adentra un poco más a los márgenes de esa cultura ocultista. El fragmento de su primera novela Avenida Normal, no sólo propone un curioso juego de palabras, sino que nos presenta la manifestación de un ser esperpento proveniente de otra dimensión. En lo personal, no puedo aguantar a que salga la novela a finales de octubre para adentrarme aún más en ese fascinante mundo paralelo que parece subsistir debajo de la superficie cotidiana. Bonner presentará la novela con el sello independiente Back To Print, en evento del 30 de octubre en el bar Cole’s de Logan Square. Bienvenidos, amigos lectores. Es hora de descubrir lo que se esconde debajo de la superficie de nuestro diario vivir. Introducción y selección de textos a cargo de Rafael Franco.

Ilustraciones: Elizabeth Torres

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Una historia de amor o las muertes de Montreal Luis Daniel Iturralde

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odo empezó en la infancia. Una tarde calurosa de julio, con el paso cansino y fofo que tenías de niño, te dirigías a casa después del colegio cuando la viste… estaba de pie, esperando a dos puertas de la tuya, con el pelo negro recogido en un moño y los ojos radiantes, y supiste que ya nada sería igual. ¿Cómo podía semejante belleza vivir tan cerca de tu casa sin que te hubieras dado cuenta? Alguien abrió la puerta por el intercomunicador y la niña, sin mirarte siquiera, se perdió en el edificio vecino. Como te enterarías más tarde, se llamaba Raquel y era nueva en el barrio. Nadie sabía nada más. O casi. Ciertos niños, que adoptaban al contarlo un aire entre entendido y malicioso, añadían que, después de escapar de la escandalosa escena en la cual su padre, que era quebequense, mató a su madre boliviana a puñaladas, Raquel fue a parar a un orfanato de donde finalmente una tía lejana –enfermera de oficio– la rescató, llevándosela a vivir allí, a uno de los suburbios más desfavorecidos de Montreal. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Dios! –era la frase de “Pedro Navaja” que entonaba siempre mamá, quien inmigró a Montreal a principios de los ochenta, persiguiendo los sueños de fama que la acechaban desde República Dominicana. Al fin acabó aceptando que cantar no era lo suyo. Las carcajadas y burlas hostiles del público en las soirées karaoke que se armaban cada miércoles en una cantina de mala muerte al norte de la ciudad fueron remedio suficiente. Ahora era mucama en un hotel cerca del aeropuerto y sólo cantaba mientras refregaba los baños. Pero esa frase –la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida– se te quedaría grabada, y te la repetirías varias veces en momentos importantes de tu existencia, porque sabías que en ella se cifraba tu destino. Como aquella calurosa tarde del mes de julio, cuando fuiste picado por el insecto más venenoso y sigiloso de todos: el amor a primera vista. Esto te obligó a prometerte a ti mismo que, pasara lo que pasara, permanecerías en la órbita de Raquel, como una mosca alrededor de una lámpara. Habiendo nacido con el sol en Tauro y Acuario como signo ascendente, eras testarudo como una mula y al mismo tiempo un gran idealista. Te sentías tan atraído por lo insólito, que varias veces pudiste haberte matado de niño. Como cuando te lanzaste del segundo piso con unas alas fabricadas a base de plumas de pavo real y un ventilador portátil amarrado a la espalda, aterrizando sobre los rosales de la cuadra y fracturándote el tobillo.

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O como cuando (tenías doce años, lo recuerdas bien) te pusiste a hervir agua en una olla enorme, donde echaste a un gato negro callejero para luego desmenuzarlo y tragarte sus huesos frente a un espejo con la certeza de así volverte invisible, según afirmaba un libro de magia medieval que habías encontrado en una venta de garaje (dicho festín, por supuesto, te ocasionó una gastritis endemoniada que te postró en cama durante varios días). Y sin embargo, ahora que estabas en secundaria, te limitabas a soñar cada noche con Raquel. Soñabas que la llevabas de viaje a lugares inimaginablemente exóticos, que juntos iluminaban el planeta con sus cuerpos entrelazados en el aire, que ayudaban a los pobres del mundo organizando fiestas gigantescas llenas de personas célebres. Soñabas y a la vez sentías que dar un paso hacia ella hubiera sido la mayor locura de todas cuantas habías hecho. Te enteraste cuando caminabas hacia la parada del bus y los viste besarse. Qué sentimiento más amargo, ¿no, Boris? Tuviste que girarte y apretar el paso hasta tu casa, aunque sintieras las manos húmedas, los ojos ardientes, el corazón nauseabundo. Raquel y Jason, capitán del equipo de fútbol canadiense y reconocido abusador de menores y débiles en los pasillos y los baños del liceo. Justo él. Decidiste por un tiempo alejarte de Raquel y de tus fantasías con ella, y fue entonces cuando descubriste el alcohol y algunos narcóticos que te ayudaron a ver la vida desde otro ángulo. Fueron años de adolescencia llenos de altibajos en los cuales experimentaste el verdadero peso del mundo. Y entre las sombras veías a Raquel ––no podías evitarlo–– convirtiéndose en la chica más cotizada del liceo. Todos querían salir con ella, chicas y chicos. La niña de pelo recogido, que viste por primera vez hacía tantos años, hoy era una mujer de formas desbordantemente sensuales y sonrisa carnicera. Te enteraste después. Una fría tarde de febrero –ya era el último año de liceo–, Iturbide, profesor de Filosofía, la hizo quedarse después de clases para jactarse de su conocimiento sobre los cuadros de Klimt, Manet y Gauguin, que Raquel admiraba, y donde –según él– se contemplaba el cuerpo de la mujer como algo sagrado, mientras una compañera la esperaba en el pasillo ya casi desierto. Cansada de esperar, ya iba a retirarse cuando a sus espaldas la puerta se cerró con un discreto clic y, poco después, se oyó un alarido sofocado. A las pocas semanas empezaron a sucederse las muertes. El primero fue Pierre. Al saber lo de su desaparición súbita, no disimulaste tu

alegría, pues sabías perfectamente quién era. Durante semanas todos buscaban a Pierre, pusieron anuncios en los diarios, en Internet, en la televisión, en la radio, pero nada se supo de su paradero. Después fue Vladimir el skinhead, como le decían en el liceo, cuyo cadáver fue encontrado en el baño de un motel a las afueras de la ciudad. Luego hubo otras muertes, y la policía de Montreal se mostraba discreta, pero tal vez en el fondo sólo estaba perpleja. Ya no eran sólo adolescentes o jóvenes, sino toda suerte de hombres, de todas las edades y condiciones. Sin embargo, aunque al principio no podías eludir las noticias que afectaban directamente al liceo, en esa época ya no estabas pendiente de los detalles de los asesinatos. Ahora eras un jugador indispensable del equipo de hockey del colegio y eso te convertía en alguien importante. Aunque seguías siendo bastante feo y gordo, tu fama como defensa del equipo era notable en la liga intercolegial. El público te había apodado el Negro. Sin embargo, el año en que comenzaron las muertes, tu equipo perdió la final por un error tuyo. Al despejar el disco contra la pierna de otro defensa, provocaste el autogol. Esa noche, tan cansado y triste como tantos años atrás, volvías a casa en la oscuridad de la desolada calle Emile Journault y, de repente, a la altura del parque Jean Martucci, escuchaste unos gritos. Sin pensarlo, soltaste tu bolso, agarraste el palo de hockey y te adentraste en el parque. Aunque esa noche había luna llena, casi no había claros entre los frondosos árboles. Lograste ver una cabeza que rodaba por el césped entre unos pinos negros. Te estremeciste de pavor y, cuando quisiste reaccionar, sentiste un dolor quemante en la espalda. Con todas tus fuerzas, diste un palazo volviendo el cuerpo y escuchaste un aullido. Sin mirar atrás, corriste como un loco entre los ramajes, que te lastimaron la cara. Ingresaste en el bosque de Sainte-Sulpice, que olía a humo. Una pareja de inuits bebía alrededor de un turril encendido. De pronto el hombre se tiró al suelo, agarrándose el cuello. La mujer gritó y, de un salto, se aferró a tu cuerpo adolorido. Entre el humo y los destellos que despedía el fuego, algo se acercaba, rampante. Eras consciente de que morirías allí mismo si no reaccionabas. Empujaste a la mujer y reanudaste la fuga. Demasiado tarde. Sentiste la sangre manar de tu brazo, por debajo del abrigo de lana, cálida y abundante. Una mirada radiante te taladraba los ojos, o eso creíste ver, mientras perdías el sentido. Soñaste que viajabas con Raquel, bajo un

Ilustración: Kevin Anderson kevartist.com

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sol resplandeciente. Estabas en un barco –– percibías el vaivén de la marea––, navegando por un lago cristalino con decenas de islas a la vista. De repente las islas se transformaban en rostros con diferente genio, algunos furiosos, otros enajenados, y aun otros excesivamente amigables. Todos los llamaban, invitándolos a quedarse en sus respectivas islas. Pero ustedes seguían viajando, indiferentes a aquellas súplicas. Despertaste transpirado. Pensaste que todo había sido una pesadilla hasta que viste el cuerpo del inuit, desangrándose a pocos metros del turril apagado. Recordaste todo y, con renovadas palpitaciones, te dolió el brazo. Te incorporaste y, como si formara parte de tus NÚMERO 118

recuerdos, percibiste el llanto de una mujer. Venía del fondo del bosque. ¿De dónde sacaste valor? Penetraste entre la arboleda y, siguiendo el rastro del sollozo, la encontraste. Por supuesto, era ella. Tenía la ropa desgarrada y las manos y la boca manchadas de sangre. Lloraba y gritaba con todas sus fuerzas, golpeando el suelo. La tomaste entre tus brazos, largamente. Te sorprendió que, pese a las formas desbordantes que tantas veces habías admirado, fuese en realidad tan ligera. Pues cuando se hubo calmado, te la llevaste a casa. La policía, al parecer, no entendió nunca lo que ocurrió en ese invierno y esa primavera irrepetibles. Todos los cadáveres mostraban

mordeduras y desgarraduras provocadas por una bestia salvaje, lo cual resultaba imposible en plena ciudad de Montreal. Luego del asesinato del parque Saint-Sulpice, pusieron a dormir, mediante inyección letal, a una pareja de lobos viejos que por esas épocas se habían escapado del Biodôme, y no se habló más del caso. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¿no, Boris? Rara vez puede uno afirmar que el mundo es un espejo transparente de nuestros deseos. Pero en cierta forma todo es perfecto, o más bien justo, pues las cosas terminan por equilibrarse. Claro que el balance tiene a veces tantos ingredientes, que la simple consciencia humana no puede entender su fruto. Ahora haces el amor con Raquel en tu cuarto universitario, en la cocina, en el baño, en la cama de tu madre, en el cuarto de las muñecas en casa de la tía de Raquel, en las aulas ya vacías de la universidad, debajo de las mesas, ya de madrugada, en la biblioteca, en el auto destartalado que te regaló tu madre por el bachillerato. Están violentamente enamorados. Nadie entiende por qué Raquel escogió a un hombre tan poco atractivo. Lo cierto es que, cada día más delgado, sólo tú pareces capaz de responder a su hambre insaciable, a su ternura devoradora. Con la piel de la barriga del viejo Iturbide ––es la última víctima, te lo ha prometido–– has fabricado un tambor incaico llamado Runatinya. Juntos lo tocan de noche y parece que, poco a poco, Raquel va abandonando su rencor animal hacia los hombres. Tu madre los acompaña a veces con pregones medianamente afinados. Luis Daniel Iturralde, boliviano. Ha participado de festivales junto a grandes músicos en Canadá, Japón, Marruecos, Argentina y Bolivia. Dirige el Teatro NUNA Espacio Arte en La Paz, y es líder del ensamble de percusión Bloco Runatiña. Ha publicado cuentos en las editoriales bolivianas El Cuervo y Kipus. contratiempo

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Las gemelas Iva Yates

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odo terminó allí, en medio del agua, de los árboles, bajo el cielo oscuro y en la selva inhóspita. El agua fue la emulsión en donde se mezclaron los fluidos y los llevó río abajo. Lejos… lejos de todo. Uriana se levanta compungida. Mira el reloj y ve que es tarde en la mañana. A lo lejos escucha a alguien en la cocina, el agua corriendo; huele a almuerzo ya en proceso. Entrada la mañana ya no hace tanto frío. Puede ver la ventana desde la cama. La saluda el mismo color de todos los días: gris. Suspira y decide que es mejor seguir con la rutina del día como si nada. De camino al baño se tropieza con Ulima. No la mira a los ojos. Se mueve hacia la izquierda para llegar a su destino. —Tenemos que viajar —dice a modo de buenos días. —Ya lo soñé —contesta Uriana, pasándole por el lado a su gemela sin prestarle mucha atención. Ulima la sigue hasta la puerta del baño. Uriana se para justo bajo el marco, bloqueando el paso a su hermana. —¿También te vas a meter en la ducha conmigo? —No. Sólo quería saber qué habías soñado. Uriana cierra la puerta. No quiere hablar de sangre ni de muertes ni de nada que le recuerde lo que son. Al contrario. Quiere lavarse el cuerpo para deshacerse de la putrefacción que ha tomado residencia en su piel. Una vez Uriana termina de asearse, las gemelas se sientan a tomar café. Ya eran pasadas las nueve de la mañana; tarde para los estándares de algunos, demasiado temprano para el de las gemelas. La muchacha de servicio pone los platillos, las tazas con café ya servido, las cucharas, la leche caliente y el azúcar frente a ellas. En silencio, Uriana echa leche y azúcar a su taza. Ulima echa sólo azúcar, varias cucharadas. En la mesa también se encuentran los periódicos predilectos de las gemelas: El Espectador para Uriana y El Tiempo para Ulima. La muchacha continúa sus faenas y, sin decir palabra, pone frente a cada gemela una arepa: sólo mantequilla para Ulima, mantequilla y queso para Uriana. La muchacha está acostumbrada a los silencios interminables. Le parece que las jovencitas se comunican sin decirse nada. Siente escalofríos cada vez que lo piensa. De por sí, ellas son extrañas. No nacieron el mismo día, por eso de que una nació cerca de la medianoche y la otra después, pero ambas llevan el mismo pelo oscuro y piel de alabastro. Lo que no sabe la muchacha es que ambos días los planetas y los astros se alinearon para darles los dones que las caracterizarían por el resto de sus vidas. Nunca pasan mucho tiempo en ningún lugar. Es como si tuviesen una misión que cumplir y, una vez terminada, continúan su travesía por el mundo. Así fue que un día terminaron

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en la gris ciudad de Bogotá, que a veces se les parecía a Londres pero sólo por lo monocromático que podían ser los días. Ulima decide terminar con la testarudez de Uriana. Dobla su periódico en dos y pregunta: —¿Cuándo viajamos? —Todavía no he visto el día ni la hora. —¿Y no que habías soñado ya? —No terminé de soñar. Algo o alguien me despertó. ¿Y tú? ¿No has recibido mensaje alguno? Uriana mira la página del periódico que tiene de frente fijamente aunque, en realidad, no lee. Se encuentra sumida en los recuerdos del sueño —sangre, un río de sangre. —Usualmente eres la que recibe las fechas más exactas. A mí no me ha llegado nada concreto, sólo que pronto iríamos a la selva —dice Ulima. Entiende que su gemela le esconde algo. La conoce demasiado bien como para caer frente a sus artimañas. —¿Así que también viste la selva? —pregunta Uriana, esta vez mirando los ojos de su otra mitad con detenimiento. —Sí —contesta Ulima, enfrentando el reto en los ojos de su hermana. Con ese monosílabo queda todo decidido. Dos días después, las gemelas abordan en Bogotá el avión que las llevaría a la Amazonía. Les hubiese gustado llegar en bus; es la mejor manera de conocer la geografía de cualquier país pero el camino al municipio de Leticia se encuentra impedido por la selva misma y los caudalosos fluviales que lo recorren. Antes de emprender el viaje, llevaron a cabo los rituales que heredaron de sus ancestros. A solas, sin que la muchacha estuviese en el apartamento, quemaron sahumerios de Boswellia sacra y Calendula officinalis, invocaron la presencia de sus antepasados, pidieron su protección con vehemencia y quemaron la ofrenda de sangre en el caldero para apaciguar su sed. Este es el ritual de protección por excelencia, el que heredaron en el libro de conjuros de la familia. Siempre había funcionado en el pasado, pero ambas mujeres sintieron que algo no estaba bien, aunque ninguna pudo determinar qué las hacía pensarlo. La hora y cuarenta y cuatro minutos que están en el avión de Aero República transcurre sin inconvenientes. Uriana no le dirige la palabra a Ulima y viceversa. El silencio entre ellas es algo habitual, cotidiano. Uriana lee el periódico, Ulima escribe en una libreta que siempre lleva consigo. Al llegar al aeropuerto en Leticia, recogen sus equipajes y se dirigen al Hotel Anaconda. Habían hecho la reserva de cuartos individuales pero con puertas que se comunicaban. Esperaban encontrar chozas junto al río pero el hotel tiene todas las comodidades modernas a las que están acostumbradas. Todo tiene su momento, su propio ritmo. A ellas les toca descubrir cuál es ese ritmo. Mientras, caminan por el pueblo, observan a los

habitantes. Esperan poder reconocer al hombre que ambas soñaron y así dejar ir la compulsión que las mantiene inmóviles en la Amazonía. Por las tardes, luego del almuerzo, las gemelas se sientan a la orilla del Rio Amazonas a ver los barcos ir de un lugar a otro. Algunos llevan pasajeros. Otros traen frutas y verduras para la venta en el mercado. El vaivén de los botes crea olas en el río. Un sol tenue pero persistente toca la piel de ambas. El ruido de los barcos, las aves y los micos se entremezcla para crear una sinfonía sin igual. A cambio, el silencio entre las hermanas se hace mucho más notable. Uriana cierra los ojos. Ulima está pendiente a todo. Quiere irse de la selva lo antes posible; huir del mal olor que llevan las aguas del río, de la humedad incesante y los insectos que le llevan la vida poco a poco al posarse sobre ella. Uriana, por su parte, quisiera huir de lo que le espera. Sabe que a Ulima no le pesa su don y, ¿cómo ha de pesarle? Ella ve sólo cosas positivas. En cambio, el de ella es más una maldición que otra cosa. Cierra los ojos para no precipitar los eventos y quizás, en parte, para evitar que sucedan. Sentadas junto al río una de las tantas tardes que hicieron lo mismo, Uriana lo ve. Llega en barco, su estatura de más de un metro sesenta y pelo negro con destellos azul oscuro son un faro que lo ilumina, aún en la distancia. Trata de no mostrar que lo reconoce, de hacer lo posible para que Ulima no lo vea. Mantiene los ojos fijos, en la nada. Entonces, escucha el grito ahogado de su hermana y sabe que es inevitable. Que todo pasará. Ulima ve al hombre de la premonición en el barco. Sabe que Uriana lo vio antes y no dijo nada. Le permite ese pequeño consuelo. El destino es el destino. Sabe que es inútil gastar energía innecesariamente. Una inhalación profunda denota sorpresa fingida y el rumbo ya está determinado. Por dos días, las gemelas siguen al hombre por la ciudad junto al río. Observan que favorece un café en particular en las tardes así que deciden, en el tercer día, hacer lo mismo. —Ulima, no creo que debamos estar aquí. ¿Crees que es el mejor lugar? —Es el lugar perfecto. No seas tonta. —Me rehúso a ser parte de esto. —Puedes rehusarte todo lo que quieras. No importa. Sabes lo que pasará. No hay razón para evitarlo. Yo quiero salir de esta selva infernal lo antes posible. —Yo no haré el acercamiento. Lo siento. Ulima viste su traje de algodón ceñido a la cintura que muestra una cantidad modesta de busto. Saca un espejo de su bolso y verifica que todo esté en orden. Satisfecha con su apariencia, se acerca hacia el hombre en la fila. Se para justo detrás de él y escucha que ordena un tinto y un milhojas. Ella frunce el ceño. “¿A quién le gustan los milhojas?”, se pregunta. Le echa un vistazo a su hermana, sentada en la OCTUBRE 2014


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mesa con su café en la mano pero sin consumirlo. “No importa. Hora de actuar.” Entonces, tropieza con el hombre. —Ay, qué pena con usted, señor. Discúlpeme, por favor. Me distraje mirando hacia el río y pensé que se había movido. —No se preocupe, señora, que no ha pasado nada. Ulima sonríe una sonrisa que llega hasta sus ojos, los cuales brillan con inocencia y sensualidad reprimida. —Qué amable de su parte. A ver, le invito su orden. Antes de que Ulima pueda decirle a la empleada que va pagar la orden del hombre, él dice: —Por favor, no se preocupe. Ya está pago. Permítame mejor el placer de invitarla a usted. —¿Cómo va a ser? No le puedo aceptar nada. Además, no iba a pedir para mí nada más. Está mi hermana también. Ulima se gira hacia al lado un poco para hacer visible la mesa en la que está sentada su gemela. El hombre sonríe. —¿Son gemelas? —Sí, ¿cómo sabía? Él, al entender cuán estúpida fue su pregunta, calla y en vez pregunta sus nombres. Se dirigen a la mesa con sus cafés y postres. Una vez hechas las presentaciones, consumen el café y los dulces de repostería, acompañados de una conversación amena y neutral. Deciden encontrarse al otro día, a la misma hora, en el mismo café. Uriana no soporta pasar tiempo con ellos. Ve cómo él la mima y la consiente y la besa. Dentro de ella, hierve un sentimiento desconocido. Está mezclado con otros que tampoco entiende, por lo que es una compañera de paseos muy irascible. Llevan dos semanas en la Amazonía y todavía no ha soñado el próximo paso. En varias ocasiones, trató de provocarlos. Hizo más de un ritual, a espaldas de Ulima, y no dieron frutos. O, al menos, no el que ella quería. Sí, su sangre se está transmutando. Ulima va de paseo en la selva junto a él. Caminan a orillas del río tomados de la mano, como les gusta hacer luego de tomar el café de la tarde. El ir y venir de los barcos es un aliciente de paz. Días antes, acordaron ir río abajo hacia Brasil. Quieren visitar la población de Benjamín Constant, donde podrán deleitarse con los platos típicos del país y caminar por las antiguas calles. Uriana, aunque no quiera, irá con ellos. Siempre han viajado juntas y esta no será la excepción. Él la saca de sus pensamientos. —¿Ulima? —¿Sí? —Sé que es un poco precipitado lo que te voy a preguntar, pero ¿considerarías vivir conmigo? Ulima no tiene palabras. Esa pregunta no es para ella. Lo sabe. Sabe lo que debe responder. NÚMERO 118

Pero eso no es lo que sale de sus labios. Cierra los ojos y responde con un firme “sí”. Uriana siente el momento en que su hermana cambia. Es como si los lazos que siempre las han unido estuviesen algo más sueltos, no rotos por completo, pero mucho menos cercanos que antes. Esta selva las ha cambiado a las dos. Sigue empacando las maletas para el viaje río abajo. Tira las cosas dentro, sin preocuparse por doblarlas o acomodarlas bien. Observa a Ulima de reojo. Parece brillar desde adentro. Está ensimismada, empacando en el cuarto, pero su mente se encuentra en otro lugar. Él llega y el brillo de Ulima se intensifica. Cuando se acercan para saludarse, Uriana ve el aura combinada de los dos y capta lo que Ulima le ha estado ocultando. El secreto que cambia todo. Ella. Es ella. Pero esta no es ella. ¿O sí? Ahora entiendo que no somos bendecidas. No. Esto es una maldición. Uriana tiene su propio camarote en el barco. Su hermana y el hombre comparten el otro, ambos adyacentes. El plan está formado. Sólo toca encontrar el momento adecuado para llevarlo a cabo. Luego de la deliciosa cena, Ulima no se siente bien. —Hermana, ¿no te asentó la cena? —dice Uriana con preocupación fingida. —Parece que no. El hombre interrumpe la conversación entre las hermanas y dirige su pregunta a Ulima. —¿Por qué no te llevo a nuestro camarote para que te recuestes? Ulima iba a decir algo pero Uriana interrumpe. —No, ¿cómo es posible? Mejor la atiendo en el mío y así usted puede descansar. Él comenzó a objetar pero Uriana no se lo permite. —Toda la vida la he cuidado. No voy a dejar de hacerlo ahora. Váyase a descansar que tan pronto ella se alivie, yo le aviso. ¿Vale? Él entiende que no hay manera de discutir con estas hermanas, así que se retira a su camarote. En cambio, Uriana lleva a su hermana del brazo. Una vez dentro, le quita la ropa para que esté más cómoda, le pone una de sus pijamas y la acuesta en su cama. Uriana se sienta en la butaca, mira el reloj y espera. Ulima regresa al cuarto en medio de la noche. Él no la siente hasta que ella está entre las sábanas de la estrecha cama. —Amor, ¿cómo te sientes? Estaba… Ella lo silencia con un beso. Tomado por sorpresa, él tarda en responder los avances de su amada pero al notarla bien se deja llevar. De tanto besarla, tiene los labios adormecidos. Más agresiva que nunca, ella dirige su mano al sexo que había comenzado a despertar. Él, excitado con esta nueva manera de amarse, hace lo mismo. Respiran el aire el uno del otro, se muerden los labios, hasta que las manos ya no son suficientes y ella, con una fuerza que él

Ilustración: Gemelas, Elizabeth Torres

nunca sospechó, cabalga sobre él. Ella se tumba sobre el pecho del hombre y pone sus manos en el cuello de él. Las usa para balancear el movimiento de sus caderas. Aprieta y aprieta y aprieta hasta sentir los movimientos desesperados de él bajo su yugo y lo deja ir. Ella siente cómo él la llena con su semilla, lo cual precipita su propia erupción. Él vuelve en sí para descubrir los jugos producto del acto amoroso sobre su cuerpo. Trata de moverse pero no puede. Una sensación extraña oprime todos sus sentidos. Siente que está en un cuarto acojinado, a prueba de sonido. Trata de hablar pero las palabras se le quedan estancadas en la garganta. Su último pensamiento fue para Ulima y en sus ojos que brillan como estrellas. Uriana regresa a su cuarto, confiada en que su gemela se encuentra durmiendo. Se baña para deshacerse del olor desagradable que se le ha pegado a la piel. Mira lo tranquila que descansa Ulima, lo apacible que se ve. Levanta la cobija y se acuesta a su lado. Se acerca a ella y le susurra al oído, “ahora estamos solas de nuevo”. Ulima abre los ojos. Los destellos de luz que emanan de ellos iluminan el cuarto. Uriana teme que su gemela las destruya a ambas con la energía que emana de ella. La cama comienza a vibrar. En vez de alejarse de Ulima, la abraza fuerte. Un pequeño gemido se escapa de sus labios. La luz que estaba punto de estallar se contiene una vez más dentro de Ulima. La cama deja de moverse. Al fin, el cuarto queda a oscuras de nuevo. Ambas cierran los ojos y esperan no soñar. Iva Yates (San Juan, Puerto Rico, 1978). Periodista, escritora y traductora. contratiempo

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Avenida Normal (FRAGMENTO) Alex Bonner

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illy almorzaba en el lugar silencioso detrás del centro acuático. Los aromas a pastel de carne, a grama recién recortada y la sutil decadencia del otoño cercano lo envolvían. Era uno de los pocos momentos de soledad en paz que Billy había encontrado desde su llegada a Ravenswood. Pero enseguida, el viento comenzó a soplar a través de los árboles cada vez con más fuerza y a sus márgenes Billy podía escuchar los susurros que traían. Comenzó a ponerse un poco inquieto, así que decidió que era tiempo de seguir su rumbo. Consultó su calendario de clases una vez más y se percató que Teoría Avanzada se llevaba a cabo en un edificio llamado el Santuario. Lo encontró al final de un camino de adoquines por el bosque. Parecía que en cierto momento había sido la capilla de piedra de la escuela, pero ahora tenía todos los vitrales pintados de negro y las escaleras estaban recubiertas de velas derretidas. Empujó la pesada y enorme puerta de madera y se topó con un enorme salón que parecía aún más grande que el exterior del edificio. El parqué de piso estaba cubierto de mantas de bambúas y una chimenea crepitaba al otro lado del salón. Habían dos gigantes gabinetes góticos acomodados simétricamente en cada extremo del salón y una pequeña fuente borboteaba en una esquina. Billy dejó caer su bulto y el impacto genero un grave eco. —Hola. —Un hombre muy bien parecido, con el pelo corto rojizo y rubio, apareció y sorprendió a Billy tanto, que apretó los puños y se preparó para cualquier eventualidad. —¿Sabes? La gente siempre está apareciéndose de la nada en esta escuela. —Billy se volteó hacia el hombre y poco a poco aflojó los puños. El hombre continuó sonriendo ampliamente. —Sí, me he dado cuenta de eso. Supongo que aquí hay muchas sombras para uno esconderse. —El hombre gestionó con el brazo hacia lo que parecía una pared de piedra, pero cuando Billy se fijó, se percató de que era una ilusión óptica que escondía una puerta. —Bueno, eso no es espeluznante para nada, mano. —Billy quiso asomarse para ver qué era lo que había detrás de la puerta, pero el hombre la cerró con cierta delicadeza. —Ya estudiaremos la puerta esta, pero primero vienen las presentaciones. Yo soy el Dr. Julius Flowers. —Él extendió su mano y se la dio a Billy con calidez—. Yo soy el profesor de Teoría Avanzada. Yo sentí tu llegada a la escuela y me aseguré de que cayeras en mi clase, para contestarte la pregunta de porqué estás aquí. —Sentiste mi llegada. —Billy comenzó a pensar que todos los profesores de la facultad

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estaban borrachos o locos, o ambas cosas a la vez. —No seas tímido, Billy. ¿De verdad quieres que crea que no puedes alcanzar más allá y sentir ciertas cosas cuando te concentras? ¿Qué no tienes encontronazos con cosas que no puedes explicar? ¿Qué por alguna razón, la gente no se siente trastornada o cautivados por tu presencia? —El Dr. Flowers hablaba con una voz que resonaba y aliviaba a la misma vez. Billy podía sentir algo acerca de este hombre, algo como ondas subsónicas que transmitían algo más que las meras palabras que decía. Tranquilizaba a Billy con sus palabras y no había nada que Billy pudiera hacer para resistirlo. —¿Dónde están los otros chicos de la clase? —Billy comenzó a darse cuenta que los dos no hacían nada para rellenar el espacio del salón. —Sólo hay otros cuatro estudiantes en la clase contigo, pero cada uno tiene su propia asignación para el día de hoy. Pensé que prefería conocerte mejor primero. Tal vez te abacorarías si no te facilito la integración a mi currículo. —El Dr. Flowers caminó hasta el hogar en la chimenea. Una tetera recién comenzaba a hervir y a chillar. Había un elegante puesto de té Inglés para dos sobre una pequeña mesa junto a la chimenea. Dr. Flowers sirvió dos tazas de té y luego se sentó al estilo indio en una de as mantas en el medio del salón. Le ofreció la otra taza a Billy. —¿Metió rufis en el té? —Billy sólo bromeaba a medias. —Ya te enterarás. —El Dr. Flowers continuaba ofreciéndole la taza a Billy. Billy la agarró y se sentó sobre las rodillas al otro lado del extraño hombre, que de hecho olía fuertemente a flores. —Este es un simple té de jengibre. Te ayudará a relajar la mente y el estómago. Mientras hacemos nuestro primer ejercicio. —El fuego crepitaba holgadamente en la hoguera mientras que se podía escuchar el viento azotando levemente las ventanas afuera. Dr. Flowers tronó los dedos y todas las luces del salón se apagaron, dejándolos a ambos bajo el tenue resplandor anaranjado del fuego. —¿Esta es la parte en la que me tengo que quitar la camisa para entonces tomar unas Polaroids de las cuales nunca le hablaré a mis padres? —Billy tomó pequeños sorbos de té caliente, el cual le recordaba al extraño, burbujeante té que su madre hacía cuando estaba en casa. —Esta es la parte en la que comienzas a domar esa bestia que tienes viviendo adentro de ti. —El Dr. Flowers le clavó los profundos ojos directamente. Billy asintió con la cabeza. El Dr. Flowers comenzó a hablar—. Primero: cierra los ojos y piensa en la primera casa en la que viviste. NÚMERO 118

Casi de inmediato, la mente de Billy se llenó con las imágenes y memorias deterioradas de la casa de su niñez: un bugaló aquí mismo en Chicago. ¿Habrá quedado cerca de aquí? Eso no se le había ocurrido a Billy anteriormente, pero recordó su habitación con la pintura de un oso sobre la pared, recordó también a su madre en la cocina preparándole el desayuno en el nicho de la cocina, recordó la alfombra peluda color verde, aromas a medio recordar de jabones y polvo de aserrín de pino. La casa comenzó a tomar forma dentro de su mente. La voz del Dr. Flowers entró en las memorias como una escuela de peces a través del agua. —¿Estás sentado dentro de la casa? —Billy asintió con la cabeza—. Muy bien, date cuenta que ahora hay una ventana negra en la casa. No estaba allí anteriormente. La casa se torna real en la mente de Billy, perfectamente claro como el cristal, al punto de que la luz de sol se registra aún más fuertemente a través de la atmósfera de hace doce años atrás. Las ventanas se llenan de la luz del sol y el resplandor es tal que Billy piensa que está mirando directamente al astro solar. Billy se aleja de las ventanas porque detecta los susurros otra vez, vienen del baño en la parte de atrás de la casa. El sigue por intuición a través de los pasillos y el olor a pájaros lo envuelve. Los susurros aumentan en volumen. —Está en el baño, debajo del lavabo—, dice Billy, su mente ahora aferrada a la vieja casa. Escucha al Dr. Flowers hablar otra vez. — Acércate a la ventana, Billy, pero no la abras todavía. —Billy vuelve a asentir. Se mete al baño de la vieja casa, pero es muy chico para ver por encima del estante. Sin embargo, el espejo se mueve como un líquido y se hace difícil de contemplar. Los susurros salen de debajo del lavabo. Abre las delicadas puertas pintadas. Allí, detrás de la tubería y el Drano hay una ventana tapada con bolsas negras de basura desde el otro lado. La voz del Dr. Flowers está allí junto a él ahora. —Billy, ¿escuchas algo desde el otro lado?— Billy asiente nuevamente, y entonces siente, más que escucha, contestar: —Susurros. —No abras la ventana, Billy. Sólo quiero que sepas que está allí, ¿está bien? Quiero que comiences a separarte del ejercicio. Lentamente regresa sobre tus pasos—. Billy corta de repente la voz como si se tratara de una llave de agua. —Que se joda —piensa Billy con tanto volumen que el eco rebota por todo el baño, causando ondas que se propagaron por la superficie líquida del espejo. Billy se mete debajo del lavabo y trata de abrir la ventana pero sus

pequeñas manos no son lo suficientemente fuertes para hacerlo. Pero entonces arrancan el plástico desde el otro lado y aparece el semblante pintado de un arlequín maquillado con los rasgos grotescos de un cadáver con la piel pintada de negro, en fin, un payaso infernal: el rostro perverso mellado enseñando una horrible sonrisa. —¿Qué esperas Billy?— y el brazo del payaso rompe el cristal de la ventana y lo agarra para tratar de llevárselo al otro lado de la ventana. Billy muerde el rostro del payaso y arranca la piel blanca y putrefacta del payaso. El esperpento retrocede con profundo dolor y emite un grito gutural y sanguinario que le sopla el pelo a Billy. El sabor de la carne en la boca de Billy lo hace convulsar, como si mordiera cientos de huevos podridos que le bajan luego por la garganta. El payaso lo suelta, retrocede y se pierde por la ventana hacia adentro. Billy despertó para encontrar al Dr. Flowers vomitando dentro de un cubo. Billy trató de escupir el asqueroso sabor de su boca. —¿Qué carajo fue eso? —Te dije que no abrieras la ventana todavía —dijo entre vómitos. Ambos, Billy y el doctor estaban sudando profusamente. Al fin y al cabo, el Dr. Flowers se recompuso—. La próxima vez, hazme caso, ¿entiendes? —Entonces procedió a ayudar a Billy a levantarse y a caminar hasta la puerta. —¿Sería posible que pueda tomar natación o algo por el estilo, en vez de esto? A la verdad que ya tengo suficientes preocupaciones. —No. —El Dr. Flowers abrió la puerta y depositó su mano sobre el hombro de Billy. —O completas el curso, o serás expulsado. De eso me aseguro yo. —¿Y este tipo de locuras es lo normal aquí? —Billy no había sentido temor ante nada por algún tiempo ya. —Chico, no tienes idea. —El Dr. Flowers cerró la puerta y Billy se percató del claroscuro de la nochecita. Ya casi oscurecía. —¿Pero, cuánto tiempo estuve ahí adentro? ¿Eso era un maldito payaso? ¿Y dónde está mi puto bulto? —susurró para sí. Empujó la puerta y la abrió. El Dr. Flowers ya había desaparecido. Agarró su bulto y salió disparado de ese salón que había obtenido un aire seriamente tenebroso. Alex Bonner, residente en Chicago. En 2008 ganó el Storyslam de la ciudad y en 2009 ganó el voto popular del National Storyslam. Avenida Normal es su primera novela. contratiempo

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Ilustración: Kevin Anderson kevartist.com


Characters Panel y recepción

Autores y traductores conversan sobre la experiencia de escribir la voz de otro. Panelistas: Brenda Lozano, Mauricio Tenorio, Daniel Borzutzky y Gerardo Cárdenas Moderadora: Moira Pujols

MAKE

Jueves, 16 de octubre de 2014 7:00 pm LITERARY MAGAZINE

Cultura in Pilsen 1900 South Carpenter, Chicago Programación completa del festival Lit y Luz en www.litandluz.com

12 DE DICIEMBRE

“OCTAVIO PAZ: DE LA PALABRA A LA MIRADA” 21 de octubre de 2014 / 6 pm Conversación con el escritor mexicano Jorge F. Hernández y el escritor dominicano Rey Andújar.

Marca la fecha en tu calendario

Al diálogo le seguirá la recepción inaugural y visita guida de la exposición de libros de Octavio Paz ilustrados por Rufino Tamayo, Juan Soriano, Vicente Rojo, Marcel Duchamp, Antoni Tàpies y más... Instituto Cervantes 31 West Ohio St. Chicago, IL 60654 312. 335.1996 chicago.cervantes.es

Fiesta anual de recaudación de fondos de contratiempo

Admisión gratuita. RSVP www.brownpapertickets.com


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