NÚMERO 124
DOSSIER: SALUD MENTAL
CHICAGO, ILLINOIS, JUNIO 2015
DESHORAS: LA LOCURA
POEMAS DE CAMILA CHARRY NORIEGA
VERANO MUSICAL EN CHICAGO
contratiempo DIRECTIVA Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo CONSEJO EDITORIAL Andrea Ojeda, Catalina María Johnson, Gerardo Cárdenas, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marcopolo Soto, Noelia Cruz, Olivia Liendo, Kim Potowski, Rafael Franco, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Verónica Lucuy Alandia
JUNIO 2015 • NÚMERO 124
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urante siglos, la locura fue un tema ligado a la fe religiosa, y su tratamiento visto desde una perspectiva de represión y contención. El psicoanálisis cambia este panorama, y el tema salud mental empieza a aparecer en los diccionarios y en el habla ya entrada la segunda mitad del siglo XX. De particular atención son los escritos de Oliver Sacks, quien desde la perspectiva de la neurología ha ido creando una ética de la salud mental. La salud mental, en cuanto sujeto de las políticas públicas es también un tema relativamente nuevo. La medicina se preocupó primero por el cuerpo que por la mente, ya que la mente era tema supuestamente espiritual y trascendental. Es sólo recientemente que entendemos a la mete como integrada al cuerpo, y que vemos en la atención a la salud mental algo tan primordial como la atención a la salud física. Con todo, la atención a la salud mental sigue padeciendo de ataques y limitaciones: los servicios de salud mental, tanto en materia de prevención como de atención, suelen estar entre los primeros
en ser recortados de los presupuestos públicos, sean federales, estatales o locales. De ahí la perspectiva de nuestro dossier, coordinado por Stephanie Manríquez, que a partir la situación actual de las clínicas de salud mental en Chicago, hace un análisis extenso y multidisciplinario del problema y revisa cómo la ciudad atiende a estos casos. El balance es preocupante. El dossier de este número de junio se relaciona, en otro nivel, con el tema de Deshoras, donde el poeta y narrador puertorriqueño Rafael Franco Steeves ha seleccionado cuentos que nos acercan a la perspectiva de la locura. Poe, Maupassant, Carroll, Melville, Bronte, Calvino, Papini, Merini y muchos otros autores han explorado las dimensiones interminables y vertiginosas de la locura. Rafael Franco nos aproxima a escritores de actualidad que también ofrecen su visión. Junto con ello, debutan en nuestras páginas la poeta colombiana Camila Charry Noriega; hacemos reseña de dos nuevas producciones teatrales; recomendamos conciertos para el verano y mucho más que esperamos disfruten.
COLABORADORES Arturo Richardson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge Frisancho, Marco Escalante DISTRIBUCIÓN South Side Weekly La revista contratiempo es una publicación gratuita que se imprime y distribuye diez veces por año a la comunidad hispanohablante de Chicago contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs, the International Connections Fund of the MacArthur Foundation and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible
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a ilustración de portada es una obra original para contratiempo de Salvador Jiménez titulada “Cognición y distorsiones / Cognition and distortions”. El artista mexicano ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas en Estados Unidos y México, en salas de The National Museum of Mexican Art, Koehnline Museum of Art, Mexi-Arte Museum, Indianapolis Art Center, The State Street Gallery y Casa de la Cultura, entre otros. “Mi trabajo es una combinación de pintura, fotografía, dibujo, collage, escultura, instalación, diseño gráfico y objetos encontrados. En él documento mi travesía para adaptarme a vivir en Estados Unidos, mientras miro lo que dejé atrás en México. El reto de ser bicultural es que actualmente vivo en dos mundos diferentes. Ni mi adaptación a una tierra extranjera, ni el regreso a mi madre patria estarán completas nunca. En todas partes soy un extranjero”, comenta. Más sobre su obra en http://www.jimenezdesignart.com/
© contratiempo nfp 1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. (312) 427 5450
TIEMPO EXTRA INFORMACIÓN SOBRE LA REVISTA, PUBLICIDAD O SUSCRIPCIONES: info@contratiempo.net ENVÍO DE COLABORACIONES: Gerardo Cárdenas gcardenas@contratiempo.net ENVÍO DE ILUSTRACIONES Y FOTOGRAFÍAS: Olivia Liendo olivialiendo@contratiempo.net VISÍTANOS EN: contratiempo.net issuu.com/contratiempo facebook.com/ Contratiempo @revcontratiempo
3 Poemas de Camila Charry Noriega 4 Cantar Entre el sol y la carne Eduardo Chirinos 5 Alejandro Zambra José de María Romero Barea 6 Los cuentos de Marina Perezagua Estremecimientos Gerardo Cárdenas 7 Les Liaisons Dangereuses en Chicago Tanya Victoria
8 Verano de pura pachanga musical Catalina María Johnson 9 Los pájaros vuelan en Chicago Tanya Victoria 10 Sincronías CHema Skandal! 10 Contrafoto Nacho Guevara
DOSSIER 14 Salud mental Stephanie Manríquez 15 Un paso al frente por la salud mental Anne-Marie Cusac 16 Microagresiones Frederick Lowe 18 Estatus y estigma afectan la salud mental de los inmigrantes Stephanie Manríquez
21 DESHORAS Rafael Franco Steeves 22 Aquella vez Max Resto 24 Nadie entiende a nadie David Caleb Acevedo 25 Síndrome de retirada David Caleb Acevedo 26 Justicia poética Alexandra Pagán Vélez
MIRADA CÓMPLICE 12 Unmasked: las caretas del hombre Stephanie Manríquez
20 Atrapado en una red de dolor e injusticia Martín Xavi Macías
27 Después de la hecatombe la hecatombe Bruno Soreno
POESÍA
Poemas de Camila Charry Noriega Calvario La res se tiende sobre la hierba y espera la herida la luz del cuchillo; ese segundo de olvido que conduce a lo otro. Para evitar el hambre la madre sumerge el rostro de su hijo en las entrañas tibias de la res; ese universo de carne y vísceras. En los ojos abiertos de la res muerta el niño se contempla un instante y comprende sus propios ojos, su voz sorda deformada por su aliento y por el aliento último de todo lo que existe.
Anatema Flotaban en el río los cadáveres de varias vacas jóvenes. Tras unos arbustos y estremecido por el agua que en medio de la muerte se movía un becerro apareció. Gemía y corría tras la corriente para alcanzar el fango que ya vencía los cuerpos. Desesperado sin entender los caprichos de Dios y el tajo de desdicha que le había tocado a la tarde bramaba y a su paso un hilo brillante de sangre iba dejando. Corría entre las ramas herido y triste. Lejos, en la sabana, aun el galope de los caballos fustigados por el grito de los asesinos rondaba las montañas; eco de batalla que se sostuvo toda la noche aunque ya no hubiese hombres ni vacas con quienes festejar esta matanza.
Camila Charry Noriega (Bogotá, Colombia). Ha publicado los libros Detrás de la bruma(Común presencia Editores),El día de hoy (Garcín Editores), Otros ojos (Elángel editor) y El sol y la carne (Ediciones Torremozas), al cual pertenecen los poemas seleccionados aquí. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés y rumano. NÚMERO 124
Ilustración de Mike Lay
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CRÍTICA
Cantar Entre el sol y la carne Eduardo Chirinos
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Escribo desde la desgarradura de la tarde cuando el último pájaro trina en una rama mientras lo imagino. Camila Charry Noriega
n epígrafe del poeta judío Jizchak Katzenelson (1886-1944) le bastaría a Camila Charry Noriega para definir y sustentar la poética de Entre el sol y la carne (Ediciones Torremozas, España): “Quiero verlos a todos, quiero mirarlos, quiero/ echar una mirada muda sobre mi pueblo asesinado,/y voy a cantar… Sí… ¡tomo el violín y canto!”. Esta declaración es tal vez la mejor respuesta al célebre dictum de Adorno según el cual “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. La fortaleza de Katzenelson fue, precisamente, atreverse a cantar en el mismo Auschwitz y tener el coraje de seguir cantado después de muerto. La verdadera barbarie, ahora lo sabemos, es callar por miedo, ceder a la parálisis que imponen los totalitarismos cualquiera sea su bandera. Los poemas de Katzenelson han sabido sobrevivir a su contexto sin olvidarlo porque— y en esto tenía razón Adorno—Auschwitz continúa calentando sus hornos en los cuatro rincones del planeta. Y Colombia dista mucho de ser la excepción. No voy a repetir aquí una historia que tiene más de cien años de terror y soledad, lo que quiero es dejar testimonio de mi lectura de los poemas de Camila Charry que no pueden leerse sin sentir frío en el alma: cada uno de ellos es una herida abierta de la que mana el
“Los poemas de Camila Charry que no pueden leerse sin sentir frío en el alma: cada uno de ellos es una herida abierta de la que mana el dolor más acendrado”
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dolor más acendrado. Pero entiéndase bien, no el dolor personal ante la crueldad de los acontecimientos, tampoco su crónica versificada, sino la encarnación visceral del dolor convertido en el eje de su mirada, en su propia enfermedad. Camila Charry se niega a ser espectadora, pero se niega también a disociar aquello que ve de aquello que siente, ofreciéndonos las más turbadoras alegorías de la violencia que haya leído en la más joven poesía colombiana. Tal ocurre, por ejemplo, en Anatema, donde un becerro corre tras la corriente que arrastra los cadáveres de unas vacas entre las que intuye a su madre; en Magdalena, donde tres soldados se divierten intentado desprender la cabeza de un perro que han colgado de una ceiba; o en Patria, acaso uno de las alegorías más sobrecogedoras de este libro: El niño recoge espigas de sol. Vuelve sereno y cantando por el campo. Revienta sobre su cuerpo el fusil del asesino; lo embiste la noche vuelan por el aire sus ropas como banderas de una patria con cualquier nombre. En estos poemas los conflictos personales (las tribulaciones amorosas, la relación con los padres, el vínculo con la escritura) se encuentrantan fuertemente entrelazados con los conflictos sociales que sumergen a la hablante en una despersonalización que, por momentos, parece ahogarla. Y esto, que a primera vista podría parecer una falla, es en realidad su mayor virtud: no hay mayor ofrenda para un poeta que diluir su personalidad en el universo enunciado, por más cruel o incomprensible que pueda parecer. Esta ofrenda, sin embargo, no se hace en nombre de ninguna ideología, tampoco de esa abstracción que llamamos historia: inútil buscar nombres propios entre los asesinos, inútil fechar algún evento, inútil extraer de ellos una lógica que permita entender tanta crueldad y tanto desprecio por la vida humana. Si estos poemas renuncian al sentido es porque aquello de lo que hablan carece de sentido; si estos poemas admiten el misterio y a la belleza es porque el misterio y la
belleza todavía son posibles en medio de la barbarie. Porque, aunque saben que la palabra ha muerto, es posible pedirle a Dios que nos proteja de nosotros mismos.
Portada de El sol y la carne, de Camila Charry
Eduardo Chirinos, poeta peruano, perteneciente a la llamada Generación del 80 de la poesía peruana. Es profesor de literatura española e hispanoamericana en la Universidad de Montana, y autor de más de una treintena de volúmenes entre poesía, ensayo y narrativa. JUNIO 2015
CRÍTICA
Alejandro Zambra: jugar el juego José de María Romero Barea
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e dibujan lentos cuadros de movimiento que retratan estados de tensión psíquica. En la sección I, “Término excluido”, se nos insta a “marcar la opción que corresponda a la palabra cuyo sentido no tenga relación ni con el enunciado ni con las demás palabras”. Así, el término “Facsímil” incluye (o excluye) las acepciones “copia, imitación, simulacro, ensayo, trampa”; “Educar” implica (o no) “enseñar, mostrar, entrenar, domesticar, programar”; “Copiar” (no) es “cortar, pegar, cortar, pegar, deshacer”. O tal vez sí. Las soluciones se revelan como no-solución. “Borra” (tal vez) quiere decir “quita, anula, corrige, suprime, sedimento”. “Familia” son “los familiares”, pero también “los herederos, los sucesores, los alfajores, la pedofilia”. Los términos desafían la noción de autenticidad en el contexto de una novela sobre el arte de la falsedad, una ficción existencialista en la que un acto gratuito es reinterpretado como un gesto desafiante de libertad. El narrador de Facsímil (Sexto Piso, 2015) concibe una ambición inaudita: partir de los exámenes de ingreso a la educación universitaria en Chile y en su lugar crear una obra de arte. Ese es el concepto detrás del último libro del escritor experimental Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975). La novela sigue, paso por paso, las distintas pruebas del examen. El lector se sume, al mismo tiempo, en los pensamientos del narrador, mientras realiza el trabajo de una prueba de aptitud. En la sección “Plan de redacción”, se nos insta a “elegir el orden más adecuado para construir un buen esquema”, a través de arcanos brillantes y traviesos. El espíritu es burlón y festivo. A los familiares “los clasificas en dos listas: los que amas y los que no amas. (…) los que no deberían estar vivos y los que no deberían estar muertos (…) los vivos y los muertos”. Uno podría elegir, cortar y pegar hasta el infinito. En la sección “Comprensión de lectura”, al tiempo que se nos presentan “tres textos, cada uno seguido por preguntas o problemas basados en su contenido”, se repasan, de forma obsesiva, los principales temas. En el texto nº 1, el pasado es un fracaso. “Con tantas guías, pruebas parciales, globales y de coeficiente dos, era imposible que no aprendiéramos algo”. La acción es deliberadamente NÚMERO 124
lenta, al tiempo que nos acercamos al corazón conceptual del relato: “No había que escribir, no había que opinar, no había que desarrollar nada, ninguna idea propia: solo teníamos que jugar el juego y adivinar la trampa”. El texto nº 2 es el autorretrato de un hombre vacío. Es tentador leerlo como una alegoría de la ansiedad de la influencia: la del autor, mientras trata de escribir una novela, la del lector, mientras trata de descifrarla: “Supongo que el día de mi matrimonio estábamos felices, aunque me cuesta entenderlo, me resisto a aceptar que en ese tiempo tan agrio fuera posible alguna clase de felicidad”. Zambra trata de crear un idioma, pero no es libre. Domina la gramática y la sintaxis, pero las palabras no tienen sentido: “lo urgente es que Pinochet vaya a la cárcel, que lo juzguen, que lo hagan mierda, lo urgente es encontrar los cuerpos de los muertos, lo urgente es la educación”. Habría que inventar un nuevo vocabulario, un nuevo conjunto de signos. Tendría que ser algo identificable a primera vista, y sin embargo, algo diferente: “Vivimos en el país de la espera, dijo entonces el poeta”. El texto nº 3, por último, es el retrato de un hombre que es todos los hombres. “Espero que el tiempo borre casi todas mis palabras y conserve sólo el murmullo quieto y cálido del amor”. El narrador repara, para su horror (y el nuestro), en que “todo el mundo se borra, la vida consiste en conocer personas a las que primero amas y luego borras”. El héroe cifra su felicidad en la posesión de un “control remoto (…) para que borres todo lo malo (…) para que manipules y deformes y congeles las imágenes (…) que nos veas en cámara lenta o normal o rápida (…) o que no nos veas más”. En Facsímil, Zambra logra detener el tiempo. En silencio, como un fantasma, se mueve a través de las distintas pruebas del examen. El efecto es siempre cambiante. Las historias abarcan varios géneros: romance, misterio, thriller, ensayo y comedia. Al igual que Raymond Queneau e Ítalo Calvino antes que él, el
autor chileno juega con las limitaciones de escritura. La vida también está sujeta a las listas, parece decir, está hecha de pruebas. No importa si conoces las respuestas. Lo que importan son las preguntas. José de María Romero Barea (Córdoba, España, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Autor de Poesía (qué si no), cuya primera sección, el corazón el hueco, consta de la trilogía Resurrecciones (Asociación Cultura y Progreso, 2011), mil novecientos setenta y dos (Ediciones en Huida, 2011) y Talismán (Editorial Anantes, 2012), del que la plaquette ridículo ciego feliz en mi sitio (Q Ave Press, 2012) es un adelanto. Ediciones Alfar edita en 2015 su poemario un mínimo de racionalidad un máximo de esperanza.
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Portada de Facsímil de Alejandro Zambra
CRÍTICA
LOS CUENTOS DE MARINA PEREZAGUA
Estremecimientos Gerardo Cárdenas
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scribe Marco Escalante en Malabarismos del tedio que una de las maravillas de la literatura es que una obra adquiera vida propia y se desprenda de su autor. Tal es la sensación que me queda tras leer la colección de cuentos Leche (Los libros del lince, Barcelona, 2013) de la española Marina Perezagua. Sostenidos por dos pilares —los relatos “Little Boy” y “Leche”, que da nombre al volumen—los 14 cuentos me dejan con una sensación de estremecimiento. Pese a que es apenas su segundo título (en 2011 publicó Criaturas abisales y tiene una novela en preparación), veo en Perezagua a una escritora capaz de llevar de la mano al lector a territorios insospechados, jugar con él, seducirlo, y dejarlo en una esquina solo, aterido, confundido, fluctuando entre el terror y la nostalgia. No sé si los teóricos de la literatura cuentan al estremecimiento entre las reacciones posibles frente al texto. Yo sé que pocos libros me han causado esa reacción: sin duda Noche de Elie Wiesel, Viaje al fin de la noche, de LouisFerdinand Céline, o Justine, el primer volumen del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Aclaro que el estremecimiento no es el del horror. Es un estremecimiento que proviene de la revelación (y ya decía Escalante que en la literatura es más importante la revelación que el ocultamiento) de que la experiencia humana no tiene límite. Todo extremo, toda monstruosidad, todo exceso cabe dentro de lo que los humanos podemos hacer; nada soñado es irrealizable, nada es impensable. Perezagua bucea en esas aguas, y va hasta el fondo, revelándonos el rostro impensable de las criaturas abisales, que es nuestro propio rostro, y la oscuridad impenetrable de la profundidad, que es la oscuridad de nuestros pensamientos. Me detengo particularmente en “Little Boy”, el primer cuento del volumen y el más largo. Lo describo, o intento, en pocas líneas: Hiroshima, la primera bomba atómica, y su impacto en los mal llamados sobrevivientes. La autora rescata para nosotros la palabra japonesa hibakusha, que significa “persona afectada por la explosión” y con ello nos da ya una pista
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terrible: nadie ha sobrevivido, todos fueron afectados, vivos y muertos están hermanados en un mismo, desollado horror. Ese pudor, esa vergüenza del “sobreviviente” me devolvió a Noche de Wiesel. El sobreviviente siente la culpa de haber atravesado el infierno y emergido del otro lado. La sensación perdurará toda la vida. Algo así pasa con “H.”, la mujer a quien la narradora de “Little Boy” conoce y que es una hibakusha. “H.” sobrevive de muchas maneras, o para decirlo mejor, hay más de una explosión que la ha afectado profundamente. “Little Boy” nos bombardea con imágenes terribles. Perezagua utiliza viñetas visuales inolvidables para ilustrar el horror de la explosión, el horror de la pérdida, y el horror de la supervivencia. De nuevo, revelación versus ocultamiento. Nada escapa a la lupa de la autora, y por ende nosotros no podemos escapar. No menos vertiginosos y reveladores son cuentos como “El alga”, “Él”, “Aniversario”, “Homo coitus ocularis”, “MioTauro”, “Las islas”, “El piloto” o “Un solo hombre solo”. Perezagua es leopardo que juega con su presa antes de darle la dentellada final que le partirá al espinazo —igual no es coincidencia que la bellísima ilustración de portada, que es reproducción de una acuarela de Walton Ford, nos muestre a un leopardo abatiendo a un cebú. Así, llegamos agitados, asustados, pero de alguna manera todavía vivos a “Leche”, el relato que cierra el volumen. Ahí nos espera Perezagua para darnos la puntilla, para partirnos en dos la columna en apenas seis páginas, y llevarnos a la rama donde terminará de devorarnos. No menciono siquiera el tema de “Leche” porque creo que los lectores deben llegar hasta ese relato con un cierto vértigo y una bendita ignorancia. No hay sobrevivientes, sólo somos hibakusha. Los cuentos han adquirido vida propia para nuestro continuo estremecimiento.
Leche de Marina Perezagua.
Gerardo Cárdenas, escritor y periodista cultural mexicano, es director editorial de contratiempo. JUNIO 2015
ESCENA
Les Liaisons Dangereuses en Chicago Tanya Victoria
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a compañía de teatro AstonRep, relativamente nueva ya que se formó en el 2008, tiene en su haber 14 producciones, entre las cuales destacan Rabbit Hole, Doubt, Wit y Close, todas merecedoras de óptimas críticas. La compañía está formada por un conjunto de artistas comprometidos con desarrollar y presentar espectáculos que provoquen una íntima experiencia teatral, a fin de que el espectador siga hablando de la obra después de salir del teatro. En esta temporada, Aston Rep lleva a escena una adaptación de la novela de Choderlos de Laclos Les Liaisons Dangereuses, conocida en español como Las relaciones peligrosas o Amistades peligrosas, según se esté en América Latina o en España. La adaptación de la novela de Laclos corre a cargo de Christopher Hampton, escritor y director, quien ya la había llevado al cine y obtuvo un Oscar a mejor guión para largometraje, y que además ha escrito el libreto de otras cintas como Total Eclipse, The Philanthropist, Savages y Atonement, esta última adaptación de la novela homónima de Ian McEwan. Hampton también fue galardonado en Venecia por Imagine Argentina, además de que obtuvo dos premios Tony por su libreto del musical Oliver. La trama de Les Liaison Dangereuses nos lleva a una Francia prerrevolucionaria a fines del siglo XVIII, y a una fuerte crítica de una sociedad en plena decadencia moral, encarnada en personajes ambiguos, cínicos, irreverentes y libertinos como el caballero Danceni, el vizconde Sebastián de Valmont y la marquesa Isabelle de Merteuil, quienes presos del aburrimiento aristocrático juegan a la seducción. La novela busca rescatar un análisis psicológico de la decadencia aristocrática a partir de una visión del sexo como única liberación para el aburrimiento y la abulia. La obra teatral está dirigida por Charlie Marie McGrath, quien ha centrado su carrera principalmente en obras de teatro de lenguaje sofisticado. El reto de McGrath es trasladar el barroquismo de Laclos hacia algo que sea relevante para el público contemporáneo. McGrath tiene una sólida reputación como NÚMERO 124
Emma Ladji, Sara Pavlak McGuire y Tim Larson en Les Liaison Dangereuses. Foto: Danielle Moore.
directora que logra crear para el público ambientes concretos y cálidos que, a su vez, ayuden a navegar hacia una reflexión profunda en torno a la temática de la obra. Les Liaisons Dangereuses se presenta hasta el 21 de junio en el West Stage del Raven Theatre,
en el 6157 N. Clark St., en el norte de la ciudad. Más información en el 773-828-9129 y en la página web http://www.astonrep.com. Tanya Victoria, mexicana, es colaboradora de contratiempo. contratiempo
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MÚSICA
Verano de pura pachanga musical Catalina María Johnson
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espués del invierno tan feroz que nos tocó, llega el verano con una serie de visitas musicales que nos pondrán a bailar a los ritmos de la cumbia, el son jarocho y mucho, pero mucho, rock en español. A continuación les ofrecemos nuestras recomendaciones
de lo mejor de los próximos meses y ¡a gozar se ha dicho! Catalina María Johnson es miembro del consejo editorial de contratiempo, escritora y locutora/productora del programa radial Beat Latino (www.beatlatino.com), que se escucha de México a Berlín.
Ondatrópica. Foto: cortesía de Ondatrópica
Downtown Sound (1 de junio al 23 de julio, Millennium Park) Este año, “Downtown Sound” la serie de conciertos de la ciudad en el Pritzker Pavilion de los lunes y los jueves, promete maravillosas noches de verano musicales. En cuanto a música latina, el 16 de julio dará función por primera vez Ondatrópica, super grupo de música colombiana lidereado por Will Holland, DJ/Productor/multiinstrumentista británico conocido por su nombre artístico, Quantic. El telonero será Helado Negro, reconocido artista experimental electrónico ecuatoriano. El 23 de julio habrá un concierto de son jarocho de ambos lados de la frontera, a la norteamericana con David Wax Museum, y a la veracruzana con Los Cojolites.
Los Crema Paraiso. Foto: cortesía LCP Novalima. Foto: Vito Mirr
Novalima (20 de junio, Taste of Randolph Street) Llegan de nuevo a la ciudad este colectivo pionero de la música electrónica afroperuana, cuyos ritmos cobran delicioso impulso gracias a potente y cristalina voz de la vocalista Milagros Guerrero. Además, suele animar con gran encanto al público y como dice una de las clásicas canciones de la banda, a todos “se les van los pies” y se arma tremendo bailongo.
Las Cafeteras. Foto: cortesía Las Cafeteras
Las Cafeteras (23 de junio, Martyrs) Nos visita de nuevo este colectivo de chicos activistas californianos que se dedica la tradición del son jarocho mexicano, en el marco de una lucha contemporánea por transformar realidades sociales que a inmigrantes y otras minorías del país.
Ruido Fest (10, 11 y 12 de julio, Adams/ Medill Park) Sin duda el mayor acontecimiento en cuanto a la música indie latina en toda la historia musical de los festivales de la ciudad se dará en los tres días inaugurales de Ruido Fest, el primer festival de esta índole con varios escenarios y a lo largo de tres días. La cartelera es un sueño hecho realidad: los grandes como Café Tacvba y Zoé, y varias decenas más que incluyen muchas bandas como Los Aguas Aguas y Rey Pila que nunca han venido a Chicago. ¡Imperdible!
Bajofondo. Foto: Picky Talarico SLV. Cortesía: SLV
SLV (15 de julio, Martyrs) Hemos sido aficionados de la cantante, compositora, tecladista y guitarrista oriunda de San Diego, Sandra Lilia Velásquez, desde que fundara Pistolera en Nueva York hace una década. Hoy día, Velasquez le da otro giro a su trayectoria con un proyecto nuevo en el que canta en inglés y se acompaña por Sean Dixon en bajo, percusión e instrumentos electrónicos. Juntos, crean un dulce electro-synth pop con mucho soul.
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Bajofondo (16 de julio, Concord Music Hall) Será un placer darle la bienvenida de nuevo al colectivo de artistas fundado a principios de la década del 2000 por el reconocido músico/compositor argentino Gustavo Santaolalla (más de una decena de Grammys y dos premios Oscar). Liderados por Santaolalla, los conciertos de Bajofondo siempre brindan momentos de gran emoción con temas que fluyen rápidamente de la melancolía al éxtasis en lo que Santaolalla ha llamado “un tango cósmico”.
Tribu Baharú. Cortesía Tribu Baharú
Tribu Baharú y Los Gaiteros de San Jacinto (18 y 19 de julio, Gran Festival Colombiano de Chicago, Copernicus Center) Para celebrar el Día de la independencia de Colombia, este festival presentará dos días de entretenimiento para todas las edades. Llegan por primera vez a Chicago Tribu Baharú, super energética agrupación de champeta del caribe colombiano. También darán concierto Los Gaiteros de San Jacinto, leyendas vivas de la cumbia.
Meridian Brothers. Foto: Nataly Guzmán
Meridian Brothers (21 de julio, Mayne Stage) Hace su debut en nuestra ciudad este cuarteto bogotano de música tropical sicodélica que retoma ritmos tradicionales como el vallenato de su tierra y le dan un giro psicodélico y electrónico con toques surreales, creando realmente una de las propuestas musicales más originales de la escena indie latina. JUNIO 2015
ESCENA
Los pájaros vuelan en Chicago Tanya Victoria
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e las cintas de Alfred Hitchcock, la que tal vez sea más recordada es la escalofriante Los pájaros. Muchos de quienes la disfrutaron y la siguen disfrutando tal vez ignoren que el largometraje es adaptación del relato homónimo de Daphne du Maurier, parte del volumen Bésame otra vez, forastero (1952, y la traducción al español de 1953). Du Maurier escribió otros relatos y novelas de suspenso que fueron llevados con éxito a la pantalla, como Rebecca o Don’t look now (Amenaza en la sombra). La gran diferencia entre el relato de la autora, y la cinta de Hitchcock, es que mientras la última se centra en el ataque inexplicable de los pájaros, el primero se enfoca NÚMERO 124
en lo que pasa entre los seres humanos blanco del ataque, encerrados en una casa. Por la línea original de Du Maurier transcurre Los pájaros, adaptación teatral a cargo de Conor McPherson que en este junio presenta Griffin Theatre Company bajo la dirección de Kevin Kingston. McPherson y Kingston han entendido que la tensión, suspenso y terror del relato original necesitan ser acompañados por un excelente trabajo de iluminación y sonido, y una constante progresión en el trabajo actoral, para ofrecerle al público un producto multidimensional que vaya más allá del susto y el misterio. La adaptación total logra algo que también fue central para Du Maurier y Hitchcock:
ubicar el drama humano, el encierro en una casa como protección contra el ataque, como símbolo del aislamiento social, como juego para explorar lo inexplicable y lo imposible, como violento golpeo contra la rutina. Los pájaros se presenta del 6 de junio al 19 de julio en el Wit Theater, en el 1229 W. Belmont Avenue, en el norte de la ciudad. Más información por el 773-975-8150 o en la página web http://griffintheatre.com/the-birds/. Tanya Victoria, mexicana, es colaboradora de contratiempo. contratiempo
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CONTRAFOTO / SINCRONĂ?AS
CHema Skandal!
CONTRAFOTO
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- www.chemaskandal.com
Nacho Guevara - www.nachoguevara.com
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EDICIONES VOCESUELTAS
EDICIONES
VOCESUELTAS
Información: info@contratiempo.net
Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial.
PROGRAMAS DE CONTRATIEMPO EN CULTURA IN PILSEN 1900 South Carpenter Street Chicago, IL 60608 ¡Gratuitos y abiertos al público!
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MIÉRCOLES de PROHIBIDO LEER 8 pm Estas noches son parte del desarrollo de los talleristas en contratiempo. Los participantes traen sus escritos a las tablas en un performance poético para adquirir dominio del escenario. Participan miembros de taller de contratiempo ¡y tú!. Coordinado por Marcopolo Soto y Miguel Marzana. Consulta las próximas fechas en facebook.com/eltallerdecontratiempo
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VIERNES de CINEFORUM 7pm Ciclos temáticos de cine sobre la condición humana que crea nuevo espacio para compartir, elaborar ideas o confrontarlas, y crear mecanismos de consenso y solidaridad, tan vitales en el ejercicio de la participación política. Moderado por Julio Rangel. Consulta las próximas fechas en facebook.com/ContratiempoCineforum
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01 A veces llovía en Chicago. Por: Gerardo Cárdenas Precio US$12.95. 1a. edición (2011) . En español. ISBN: 978-09800042-67 02 En la 18 a la 1. Por: Escritores de contratiempo en Chicago. Precio US$14.99. 1a. edición (2010). En español. ISBN: 978-09800042-5-0 03 Extrasístoles (y otros accidentes). Por: Jochy Herrera. Precio: US$ 19.99. 1ª. Edición (2009). En español. ISBN-13: 978-0-9800042-3-6 04 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek. Precio: US$14. 1a. edición (2010). En español. ISBN: 978-098000424-3 05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo. Precio: US$ 15. 1ª. Edición (2008). En español. ISBN-13: 978-0-980004212 06 Vocesueltas: Cuatro cuentistas de Chicago. Por: Raúl Dorantes, Bernardo Navia, Fernando Olszanski y om Ulloa. Precio: US$ 15. 1ª. Edición (2007). En español. ISBN-13: 978-0-980004205
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DOMINGOS de TALLER 1 pm El taller es un punto de encuentro para el desarrollo de los poetas y escritores hispanohablantes de Chicago y suburbios y es parte vital de la misión de contratiempo en la comunidad inmigrante. Coordinado por Febronio Zatarain. Consulta las próximas fechas en facebook.com/eltallerdecontratiempo
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¿Más info? www.contratiempo.net o escríbenos a info@contratiempo.net
MIRADA CÓMPLICE
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MIRADA CÓMPLICE
Unmasked: las caretas del hombre Stephanie Manríquez
superposición de la diosa azteca Tonantzin, y el nombre Guadalupe, que procede un árabe peninsular latinizado (wādi-al- lupus, o sea: río de los lobos). Esta virgen está contrapuesta a la cultura estadounidense, en especial a la cultura del terror, al enmascaramiento a lo Jason, o a lo jugador de hockey, o acaso a una simple fachada y referencia a la Santa Muerte. CHema mexicaniza también la máscara de Guy Fawkes, icónica para el movimiento de Occupy Wall Street o Anonymus, y nos lleva al encuentro de Emiliano Zapata, o de un diablo, los cuales utiliza en el contexto de luchas sociales. A lo largo de Unmasked! también encontraremos piezas alusivas a la cultura griega y a su uso de máscaras teatrales, yuxtapuestas a máscaras de lucha libre y pasamontañas de guerrilleros, dualidades de lo correcto y lo incorrecto, de lo aceptable y lo inaceptable, como se ve en la confrontación entre dos individuos vestidos de negro que portan máscaras anti-gas, luchando en el mismo campo donde uno puede ser un policía mientras que el otro puede ser un miembro del black block.
Bien dijo Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad: “Máscara el rostro y máscara la sonrisa”.
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l ser humano, desde siempre, ha utilizado distintas caretas; ha adoptado máscaras para subsistir en sociedad, para aparentar y ser, sin realmente serlo. Cultural e históricamente las máscaras han estado presentes en luchas, ritos y tradiciones, aunque la careta más poderosa que se ha creado es más reciente: el internet. Pocos son los rostros disfrazados que salen de esa ilusión y encaran al mundo real. Uno de ellos es el rostro enigmático de un personaje (ficticio), CHema Skandal! Su máscara es simplemente un gusto por la cultura popular mexicana y la lucha libre, además de una crítica a la personalidad y a la ironía de no develar su identidad como artista gráfico, ya que humildemente prefiere que su obra hable por él. Por tanto, no existe nadie detrás de aquella máscara física, lo que vemos es el verdadero rostro de CHema Skandal! La tentación más preciada de un enmascarado es desenmascararse. Su trabajo más reciente es una serie completa sobre el comportamiento global ante distintos acontecimientos sociales: Unmasked! —un análisis a base de caretas veneradas que movilizan a las masas pero sobrepuestas erróneamente para sosegar el dolor de la justicia quebrantada. Desde un horizonte lejano y en su condición como migrante, CHema vigila los pasos de sus compatriotas mexicanos en el extranjero, y reprueba la actual situación de su país de origen. Chema ve la mexicanidad de aquí y de allá como un objeto cambiante, y se apropia de acontecimientos, acciones, objetos e imágenes NÚMERO 124
para readaptarlos como mitos entrañables. Tal es el ejemplo de las narco-guerras y sus cuerpos destazados y cabezas rodantes que remiten a este artista gráfico a las guerras floridas de los aztecas. CHema retoma también personajes y moldes que se entrelazan en varias realidades, como la Virgen de Guadalupe, que es una
Unmasked! es una serie que nos hará cuestionar quiénes realmente somos. La exposición se presenta entre el 12 de junio y el 10 de julio, en la galería Rational Park (2557 W. North Avenue). Más información en la página web: http://www.rational-park.com. Stephanie Manríquez es integrante del consejo editorial de contratiempo. contratiempo
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Ilustraciones de CHema Skandal!
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Salud mental L
os golpes que atentan en contra de los servicios públicos de salud mental no cesan; continuamente los residentes del área de Chicago se ven amenazados con recortes presupuestales, la clausura de clínicas y la carencia de prestadores de servicios. Desde hace más de dos años el gobierno del alcalde Rahm Emanuel decidió cerrar seis de sus doce clínicas de salud mental, dejando un saldo devastador en fallecimientos, hospitalizaciones de urgencia, encarcelamientos y un gran descontento e indignación en activistas y pacientes. Los servicios de salud mental en Chicago satisfacían las necesidades de residentes e escasos recursos y de minorías; dos de las clínicas, ubicadas en Logan Square y Brighton Park, ofrecían servicios bilingües. En conferencia de prensa, Toussaint Losier, miembro activo del Movimiento por la Salud Mental, creado a raíz del cierre de las seis primeras clínicas, mencionó que esta crisis no es cuestión de presupuesto, ni una cuestión política, sino una cuestión de vida o muerte para ellos, los enfermos que padecen de alguna enfermedad mental. Y es que, muchos de estos enfermos se han quedado sin un departamento de psiquiatría que administre
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y provea el medicamento para llevar una vida normal, las terapias grupales se han reducido y el personal disponible— terapistas y psicólogos— es insuficiente. Ellos dependen de esta base que les permite crear un equilibrio o pueden terminar en la calle, en algún hospital, en la cárcel o hasta muertos. Otro factor secundario es la reubicación de pacientes; la inconveniencia y los largos trayectos hace que su movilidad se convierta en una travesía, que puede alterar y provocar situaciones nerviosas y/o ansiosas, además de una gran pérdida de tiempo y un gasto adicional por costo de transportación. Se hace caso omiso a la vulnerabilidad de los pacientes, pese a que ha aumentado el número de llamadas de emergencia en 37.5% para situaciones de crisis mental; o que las personas que sufren de alguna enfermedad mental están recurriendo a cometer delitos para poder tener acceso a servicios en la cárcel del Condado de Cook, donde ya suman un tercio de los detenidos. En colaboración con el programa Social Justice News Nexus de la Escuela Medill de Periodismo de Northwestern University, dirigido por Kari Lydersen, contratiempo presenta historias realizadas por algunos de los periodistas seleccionados a participar
en su ciclo 2, enfocado en el tema de salud mental en Chicago. La periodista Anne-Marie Cusac nos dará un recorrido sobre las constantes luchas que han afrontado las clínicas de salud mental en Chicago a lo largo de los años; por otro lado, siguiendo el trabajo que realiza Frederick H. Lowe para The NorthStar News & Analysis, una revista digital enfocada en temas que afectan a hombre afroamericanos, el autor nos narra una historia sobre las formas de microagresión racial que puede ocasionar inestabilidad en la salud mental en hombres de color. Martín Macías, activista y periodista independiente, cuestiona el papel policial dentro de una intervención en momentos de que algún ciudadano se encuentre en alguna crisis mental y cuáles pudiesen ser los pasos a seguir. Al coordinar el dossier, y como periodista integrada al programa, he elaborado un panorama de familias con diferentes estatus migratorio y los estigmas y barreras que enfrentan en materia de salud mental.
Foto: Magdalena Roeseler
Stephanie Manríquez es integrante del consejo editorial de contratiempo. JUNIO 2015
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Un paso al frente por la salud mental Anne-Marie Cusac
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uando Sharon Nichols le dijo que no a tres muchachos que llamaron a su puerta en el verano del 2009, no sabía que su vida estaba a punto de cambiar. Nichols despidió a los muchachos pero les aceptó un boletín producido por la Coalición para Salvar Nuestros Centros de Salud Mental, un grupo que urgía a autoridades de Chicago a que respondieran a los deseos de votantes locales, que poco antes habían aprobado un referendo no vinculante, para que les aumentaran sus impuestos a fin de expandir los servicios de salud mental, una estrategia emergente que ha logrado un inesperado apoyo bipartidista. Pero la ciudad no parecía dispuesta a acceder. Al leer el boletín, Nichols se acordó de un refugio para mujeres sin hogar donde trabajó como voluntaria a fines de los 90 a sugerencia de su párroco. Varias de esas mujeres sufrían de padecimientos mentales, pero hubieran podido calificar para trabajos y vivienda si hubieran tenido acceso a tratamiento. Nichols, de 67 años, ex gerente en la Universidad de Illinois en Chicago y jubilada, pensó: “estos muchachos van de puerta en puerta, haciendo algo que yo debería estar haciendo”. Y así fue tras ellos. Cuando se enteró que no habían conseguido nada en esa cuadra, se los presentó a sus vecinos y, poco tiempo después, se integró a la coalición. El grupo, ubicado en el noroeste de la ciudad, se formó en 1991 cuando autoridades municipales ponderaban la posibilidad de recortar fondos para la entonces vibrante red de clínicas de salud mental de Chicago. Las clínicas de Chicago, creadas en los años 60 con una mezcla de fondos municipales, estatales y federales, se habían convertido en “un sistema floreciente y sorprendente”, decía Michael Snedeker, director ejecutivo de la coalición. En las clínicas se ofrecían servicios de consejería para individuos, parejas y familias e, in situ, en escuelas y centros para la tercera edad. En los años 80, bajo el presidente Ronald Reagan, el gobierno federal retiró los fondos para salud mental y el apoyo estatal también disminuyó drásticamente. Según un informe del Centro Juez David L. Bazelon para Leyes de Salud Mental, de Washington, D.C., “para 2006, ajustado al crecimiento poblacional y la
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inflación, el gasto en salud mental por estado representaba menos del 12 por ciento de los ocho mil millones de dólares invertidos en 1955”. Salvar a las clínicas públicas de Chicago se convirtió en una batalla continua. Trabajando con el ex concejal William Banks, los activistas impidieron el cierre de la clínica de North River. Pero en las dos décadas siguientes la ciudad cerró otras clínicas y redujo los servicios disponibles en las que quedaron abiertas. “Se hizo evidente que la ciudad estaba empecinada en ir desgastando el sistema de salud mental”, dijo Snedeker. En 2004, la coalición recogió firmas suficientes para introducir un referendo no vinculante en cinco distritos de North River pidiendo un aumento en impuestos prediales para expandir los servicios de salud mental. Casi 58 por ciento de votantes lo aprobaron. Era una fuerte declaración, pero la ciudad no hizo nada. La coalición introdujo un referendo más específico en la boleta de noviembre de 2008, proponiendo un aumento de .004 por ciento en los impuestos prediales, que pasó con casi 71 por ciento del voto. Si bien los funcionarios electos suelen acudir a grandes extremos para evitar aumentos fiscales, Snedeker dijo que el referendo demostró que la gente “no está en contra de los impuestos. Lo que está es en contra de impuestos superfluos”. Pero, de nuevo, el Concilio Municipal no hizo nada. Los activistas intentaron una táctica diferente. En 2010 fueron a Springfield para pedirle a la legislatura de Illinois que introdujese una iniciativa de ley que autorizase a comunidades de Chicago a aprobar referendos vinculantes para incrementar los impuestos prediales a fin de financiar los servicios de salud mental. Los representantes estatales Sara Feigenholtz (D) y Patricia Bellock (R) y el senador estatal Ira Silverstein (D), copatrocinaron el Acta de Expansión de Servicios Mentales Comunitarios. Bellock convenció a otros republicanos asegurándoles que la ley daría opciones fiscales directamente a los votantes. La ley fue aprobada. Los activistas de North River hicieron entonces un levantamiento previo al referendo en sus distritos. Nichols habló con gente de su barrio mientras paseaba a sus perros. Las conversaciones lograron esclarecer la gran necesidad de servicios de salude mental. “La gente me contaba historias sobre parientes suyos que los necesitaban”, dijo Nichols.
El 6 de noviembre de 2012 el referendo fue aprobado con casi 74 por ciento del voto. “Fue la sensación más maravillosa del universo. Ganamos”, dijo Diana Bryant, activista de la coalición y paciente del Centro de Salud Mental de North River. El voto tuvo lugar en un momento clave. Entre 2009 y 2012, Illinois había recortado el presupuesto para servicios de salud mental en 32 por ciento, uno de los recortes más drásticos de cualquier otro estado. En la primavera de 2012, Chicago cerró la mitad de sus 12 clínicas de salud mental. Las seis que quedaban tenían una capacidad total de cuatro mil pacientes. Eso dejaba a la clínica de North River como la única en todo el Lado Norte de la ciudad, donde vive más de un millón de personas. El centro de North River atiende sobre todo a personas con enfermedades mentales severas, lo cual deja con muy pocas opciones a personas de bajos ingresos que necesitan servicios. La nueva ley entró en vigor en 2014, y ha generado más de medio millón de dólares, suficientes para abrir el Centro Kedzie, que provee consejería gratis y de bajo costo a residentes del área. Ubicado en un nuevo edificio, el Centro Kedzie abrió sus puertas el 29 de octubre de 2014. Su directora ejecutiva, Ángela Sedeño, dice que el Centro ha contratado a cinco especialistas de tiempo completo (incluyéndola a ella) y está recibiendo a cinco clientes potenciales por semana, al menos 60 por ciento de los cuales hablan español. Uno de ellos, que fue referido, dijo que en otra clínica había una espera de tres meses para hacer una cita, en tanto otro, un adolescente, dijo que sólo le daban cita a las 11 de la mañana, por lo que hubiera tenido que faltar a la escuela. Sharon Nichols es ahora parte de la Junta Directiva de la coalición, que aún busca aprobar referendos en otros barrios. Su trabajo en el último referendo le reveló “la generosidad de la gente de Chicago. Te das cuenta cuántos se sienten comprometidos con sus vecinos”, dijo. Anne-Marie Cusac, periodista, ganó el Premio George Polk y es profesora adjunta del Departamento de Comunicación de la Universidad Roosevelt. El presente trabajo lo escribió con apoyo del Social Justice News Nexus de la Escuela Medill de Periodismo de Northwestern University, y fue publicado originalmente en la revista In These Times. contratiempo
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Microagresiones: una forma sutil de racismo Frederick Lowe
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arcus Murray caminaba el otro día por Hyde Park. Vestía pantalones de hacer ejercicio y un suéter con capucha. La capucha no cubría su rostro, y sus manos las llevaba guardadas en los bolsillos. Marcus Murray cree que tenía una expresión plácida en su rostro. Sin embargo, notó el miedo en los ojos del hombre blanco con quien se cruzó en la calle, y quien acercó más a sí mismo a sus hijos. Fue por ello que Murray, director ejecutivo de Project Brotherhood, un grupo de hombres afroamericanos del vecino barrio de Woodlawn, hizo algo para tranquilizar al otro sujeto. Murray se sacó las manos de los bolsillos, para que pudieran ser vistas. “Tienes que ser casi perfecto para apaciguar las preocupaciones de los blancos”, dijo. Murray se sintió víctima de una microagresión, una forma común de racismo dirigida contra hombres afroamericanos. Las mujeres de todas las razas y grupos étnicos abrazan sus bolsas con miedo cuando ven a un hombre negro. A veces, cruzan la calle a la carrera para evitar estar cerca de ellos. Los guardias de seguridad de las tiendas siguen a los hombres afroamericanos porque temen que hayan entrado a los establecimientos para robar, no para comprar cosas. El empleado que atiende en el mostrador pregunta quién sigue en la línea, ignorando a un hombre afroamericanos que estaba adelante. Un agente de la Chicago Transit Authority, también afroamericano, le pide a otro hombre negro que pase por segunda vez por el lector su tarjeta Ventra, para asegurarse que es legítima. La American Civil Liberties Union de Illinois informaba recientemente que los hombres de raza negra de Chicago constituían el 72 por ciento de todas las detenciones policiales, pese a que sólo constituyen el 32 por ciento de la población de la ciudad. En Englewood, un distrito policial afroamericano, se practican 266 detenciones por cada mil residentes, contra 43 detenciones por cada mil residentes en el distrito predominantemente blanco de Lincoln/Foster, según el informe titulado “Detención y cateo en Chicago”. Hay muchas más formas de microagresión, tantas que sería demasiado numerosos mencionarlas. Lo cierto es que los afroamericanos
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no se están inventando estos incidentes. El año pasado, la Oficina de la Procuraduría Estatal de Nueva York, multó a Macy’s Inc., una de las cadenas de tiendas de departamento más grandes de la nación, por más de 650 mil dólares luego de que varios clientes afroamericanos fueron seguidos por guardias de seguridad en sus 42 almacenes de la ciudad, incluyendo el emblemático almacén del área de Herald Square. Esa fue la segunda vez que la Oficina de la Procuraduría Estatal de Nueva York multaba a Macy’s por su tratamiento de clientes afroamericanos. Pero la multa fue casi nada para la cadena, que reportó ventas por 28 mil millones de dólares en el periodo de 52 semanas que concluyó el 31 de enero del 2015. Las microagresiones no vienen nada más de
hombres y mujeres blancos, latinos o asiáticos, o de otros grupos étnicos y raciales. El racismo es algo muy complicado, y hasta los afroamericanos usan racismo entre sí. Dado que las mujeres afroamericanas son mejor vistas por la sociedad blanca, muchas veces sienten que ellas pueden tratar a hombres negros de la misma manera en que blancos, asiáticos y latinos tratan a los hombres negros. Murray es un personaje conocido nacionalmente como orador sobre temas que afectan a los hombres afroamericanos. Hace poco vino a la Universidad de Illinois en Chicago para pronunciar un discurso, y una recepcionista afroamericana, sin preguntarle nada, le dijo que para hacer entregas tenía que ir a la parte posterior del edificio. Yo también sufrí una microagresión a manos
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de una mujer negra en el Art Institute of Chicago, del cual soy miembro. Mi mujer, mi hijo y yo fuimos a ver una exhibición de fotografía en la sección de arte moderno. Tras ver la exhibición, me metí en la tienda de regalos mientras mi mujer y mi hijo hojeaban folletos. La mujer, que era guardia de seguridad, me vio y le dijo a su compañera blanca, “voy a ver que está tramando éste”. Se paró a centímetros de mí, vigilando cada movimiento mío, y su compañera se paró frente a mí. Cuando mi mujer y mi hijo se aproximaron, la guardia afroamericana le dijo a su compañera “vámonos” y ambas se marcharon. Tras el incidente, escribí una carta a la gerencia del Art Institute, y pese a que el director del museo me escribió una carta de disculpas y me envió dos libros, decidí no renovar mi membresía. Las microagresiones no son en modo alguno formas abiertas de racismo como las exhibidas por grupos como el Klu Klux Klan o los cabezas rapadas. Las microagresiones vulneran cada día, poco a poco, la autoestima de los hombres afroamericanos, causando enojo y paranoia. “Las microagresiones raciales son indignidades verbales, de comportamiento y de ambiente diarias, breves y comunes, sean intencionales o no intencionales, que comunican sesgos raciales negativos, hostiles y derogatorios, en contra de grupos o personas específicos”, escribieron los autores del trabajo de investigación Microagresiones raciales contra los afroamericanos: implicaciones para el tratamiento, publicado en el 2008 por la revista Journal of Counseling and Development. “Las microagresiones raciales tienen un impacto dañino y acumulativo sobre la gente de color al atacar su sentido de integridad, invalidándolos como seres raciales y culturales, y drenando sus energías espirituales y psíquicas. Los afroamericanos suelen reportar sentimientos de ira racial, frustración, baja autoestima, depresión y otras fuertes emociones cuando son sujetos de microagresiones”, agregó el informe. La revista Journal of Black Psychology publicó en diciembre de 2013 un trabajo titulado Microagresiones y la continua disparidad en materia de salud mental: afroamericanos en riesgo de traición institucional. Un aspecto de este estudio se enfoca en si las microagresiones perpetúan las disparidades mentales a nivel institucional. NÚMERO 124
Cabe preguntarse si las microagresiones causan enfermedades mentales. El doctor Waldo Johnson, profesor adjunto de la Escuela de Administración de los Servicios Sociales en la Universidad de Chicago, dice que no por sí mismas. “Ninguna de estas cosas, por sí solas, causan enfermedades mentales, sino la experiencia colectiva de las mismas, la experiencia acumulada de varias clases de microagresiones en las que los hombres negros son vistos como indignos de confianza”, dijo Johnson, quien es editor del volumen Trabajo social con hombres afroamericanos. Sin embargo, Murray cree que las microagresiones, por sí mismas, sí que causan padecimientos mentales entre los hombres negros. “Causan ansiedad, depresión, presión arterial elevada y baja autoestima. Los hombres afroamericanos nos vemos como los demás nos ven, y eso es bajo una luz negativa”, dijo. Las microagresiones tienen el efecto de golpear diariamente a los hombres negros, dijo Daniel Jean, ex director del Woodlawn Adult Health Center que hasta el 2012 trataba a hombres afroamericanos de la comunidad que sufrían padecimientos mentales. Si bien son los hombres negros los que sufren el mayor impacto de las microagresiones, las mujeres negras también son afectadas por los insultos. “No las considero microagresiones porque micro significa pequeño. Estas agresiones son usadas activamente para destruir la autoestima de una persona de color”, dijo N’Dana Carter, activista de salud mental del área de Chicago.
Carter dijo que ella hacía pesas como parte de una rutina de ejercicios para mejorar su salud. Un día, mientras caminaba por un puente del área de Marina City, vio a un hombre blanco que se le aproximaba. “Bajó los hombros y se agachó, caminando como un padrote”, contó Carter. Cuando llegó cerca de ella, le dijo: “hola, nena”. Carter llevaba puesto su cinturón de levantamiento de pesas y le gritó al hombre que lo golpearía con él si no se alejaba. “Por ser un hombre blanco, asumió que podía conquistarme puesto que yo soy una mujer negra”, dijo Carter. Carter mencionó que antes hacía frente a las microagresiones comiendo de más, y que aumentó cien libras comiendo galletas, papitas y otros alimentos poco sanos. Los hombres afroamericanos enfrentan las microagresiones de otras maneras. Cuando Darryl Gumm, presidente del Community Mental Health Board de Chicago, es seguido dentro de un almacén, suele pedirle al guardia que le ayude a encontrar algo. “Algunos lo hacen, pero otros se van”, dijo Gumm, quien también ha dejado de comprar en ciertas tiendas debido a ese tipo de tratamiento. “Simplemente les digo que me han perdido como cliente”, agregó. “No han de querer nuestro dinero, o de lo contrario no nos tratarían de esa manera”, dijo David Thierry, propietario de una pequeña empresa. Murray dijo que, cuando era joven, se enojaba todo el tiempo por la manera como otros lo trataban por ser un hombre negro. Ahora que entiende las microagresiones, ya no se enoja tanto. Cuando a mí me siguen en una tienda, lo cual suele suceder, le escribo cartas a los gerentes. Eso me ayuda psicológicamente, pero mis cartas no logran cambiar el racismo sistemático de las tiendas.
Las microagresiones no son en modo alguno formas abiertas de racismo como las exhibidas por grupos como el Klu Klux Klan o los cabezas rapadas. Las microagresiones vulneran cada día, poco a poco, la autoestima de los hombres afroamericanos, causando enojo y paranoia.
Frederick Lowe escribió esta historia como parte del programa Social Justice News Nexus de la Escuela Medill de Periodismo de Northwestern University. La historia fue originalmente publicada en NorthStarNews.com. contratiempo
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Foto: Magdalena Roeseler
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Estatus y estigma afectan la salud mental de los inmigrantes Stephanie Manríquez
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asi 40 años han pasado ya desde aquella primera vez que pisó suelo estadounidense. Un joven que tan sólo alcanzó a terminar el primer año de primaria y que por ser el hijo mayor le tocó apoyar a su familia; su padre lo trajo a trabajar con él. En el ir y venir entre Recoveco, Sinaloa, y Chicago, conoció a su esposa: una chica, empleada doméstica, que tuvo la oportunidad de ir a la preparatoria gracias a la gente con quien laboraba. Pero en busca de un mejor porvenir, los recién casados decidieron arraigar de este lado de la frontera. Al pasar los primeros años nace su primogénito, un varón y después su hija Manuela Pérez. A simple vista pudiese parecer una familia modelo, ejemplar, pero lamentablemente su bienestar emocional se encuentra quebrantado ante la presencia de un padre alcohólico y violento; una madre con presión alta y estados psicóticos; un hermano que sufrió una lesión cerebral que lo ha deshabilitado emocionalmente; y Manuela diagnosticada desde los 13 años con depresión maniaca o trastorno bipolar, y que ya ha sobrevivido a un primer intento de suicidio. Con escasa educación sobre el tema, sus padres se negaron a aceptar su diagnóstico. “Esa gente (refiriéndose a los doctores) sólo están inventando, ¡que dramáticos!,” recuerda Pérez, de 31 años de edad. La falta de entendimiento ante los problemas de su familia la arrastró a sobrellevar su enfermedad y los traumas de su niñez en silencio. Creció en un ambiente hostil, debido al alcoholismo de su padre, y el choque entre la cultura estadounidense de la escuela y la cultura de casa, cargada de tradiciones muy convencionales de una región rural mexicana. Como dice ella: “crecí con un pie aquí y otro allá, nunca me hallé. Crecí confundida, mis padres no me entendían, ni mis maestros, ni mis amigos. Ni de aquí, ni de allá”. Enfrentar situaciones adversas como migrante en Estados Unidos es parte del día a día. Hablar sobre ello, nunca. En comunidades de origen latinoamericano, nuestra idiosincrasia nos dicta una serie de reglas moralistas que asfixian nuestro bienestar, nuestra salud mental. Somos una comunidad que silencia las aflicciones para aparentar cierto grado de fortaleza —estas se deben quedar en casa o, peor aún, se deben guardar.
choque cultural y la indefinición legal dilatan el progreso y abruman la estabilidad emocional del migrante. Hacen caso omiso a su bienestar mental; no les es permitido desviar la mirada hacia un solo individuo, ni aunque se trate de uno mismo. No existe una calidad de vida individual, el enfoque vital es la familia como unidad; la familia es un frente, un vínculo hacia su nuevo entorno y a la cual el recién llegado se aferra para amenizar su transición; es una base sólida aunque vulnerable, que enfrenta una serie de dilemas llevaderos aún sin resolver. Las características de la familia migrante varían tanto como las circunstancias de su llegada; por tanto, del estado migratorio de las familias hispanas dependerá parte de la repercusión emocional sobre cada uno de sus miembros. La desfavorable situación socio-política, el miedo y la ansiedad que se presentan ante la constante amenaza de ser deportado, generan, sobre todo en los adultos una acumulación a la que se unen las responsabilidades familiares y la urgencia de sustento económico. El aumento en estados depresivos por el aislamiento y aculturación les ha impedido ser parte activa de su comunidad y a los hijos les impide fungir roles plenos de adultos para apoyar a sus padres con el idioma y los choques culturales. Esta situación facilita el desarrollo de desórdenes mentales químicos como la bipolaridad o la psicosis, totalmente ajenas al efecto migratorio, y que en vez de ser atendidos son claramente ignorados. La reflexión actual sobre el estado de vulnerabilidad en la salud mental de las comunidades latinoamericanas en Chicago es un tema nuevo, a pesar de que el problema es añejo —ha sido parte de la lucha por subsistir en un país ajeno e individualmente tratado de manera sigilosa. Lidiar con temas de salud mental públicamente es un reto que tenemos como comunidad para crear conciencia sobre un hecho que devalúa nuestra calidad de vida. Esto es particularmente notorio en áreas como La Villita, un vecindario donde se encuentra una de las más altas concentraciones de mexicanos y mexicoamericanos en el Medio Oeste; una comunidad migrante, trabajadora y con un nivel socioeconómico bajo, en el que el mayor reto será sensibilizarnos culturalmente para entender su estructura familiar y sus procesos de cambio.
La familia y su estado migratorio
Los estigmas
Las familias migrantes han venido en busca de una mejoría socio-económica y educativa para sus hijos, pero desafortunadamente el
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“La comunicación dentro de mi familia es complicada, cada miembro padece de su propio desorden mental sin admitirlo, con
excepción de mí,” dice Pérez, quien creció en los vecindarios de Pilsen y La Villita. Para ella, el camino hacia la auto-aceptación ha sido largo; dos intentos de suicidio, seguidos por seis distintos tratamientos psiquiátricos y medicamentos diversos, con temporadas de refugio en el alcohol y las drogas ilícitas, tan sólo para controlar aquellas emociones desbordantes por algunos instantes — aquellas olas emocionales que se elevan a una felicidad ficticia donde se quería “comer al mundo en una mordida y se derrumbaban al querer apagar al mundo, al no querer despertar jamás”. Añade que “por mucho tiempo, insistí sobre la gravedad de la condición de mi hermano, pero mi familia se negaba a aceptarlo por ignorancia y estigmas de su rancho”. Finalmente, ella misma tuvo que tomar cartas en el asunto y conseguir una orden judicial que le daba poder para institucionalizar a su hermano temporalmente, para su mejoramiento y consumo apropiado de medicamentos. Después de un tiempo, sus padres se pudieron percatar de la disminución de sus comportamientos erráticos y negligentes, y de su progresión hacia un mejoramiento. Mirna Ballestas es psicóloga clínica, directora del programa Bajo el Arcoíris del departamento de psiquiatría del hospital Mount Sinai y miembro de Raíces al Bienestar, una coalición de distintas entidades para la abogacía y la concientización sobre salud mental en La Villita. Ballestas explica que dentro de la población latina en general, el término enfermedad mental o inclusive salud mental son difíciles de digerir, son conceptos muy ambiguos e inclusive son, en la mayoría de los casos, asociados con la locura. La gente comienza a ser más receptiva a ellos cuando son utilizados bajo alguna experiencia o contexto más personal y se les demuestra cómo afectan su bienestar emocional y el impacto que pueden tener en sus familias y comunidades. “Los cambios dentro de comunidades como La Villita son mucho más lentos que cualquier otra población; debido a su cultura toman más tiempo y en el caso de la salud mental no es la excepción. La gente esta consciente de la problemática y aunque no los identifique como tal, es un estilo de vida”, dice Ballestas. “Existe mucho dolor y trauma en la comunidad,” puntualiza. “Muchas familias — de primera generación — por su pasado y desde su país de origen están acostumbradas a pensar que la disfunción familiar, violencia doméstica y alcoholismo no van a cambiar.
Foto: Magdalena Roeseler
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Se crea una mentalidad complaciente sobre el abuso, el maltrato y que seguirá porque es lo que mereces. Mientras que muchas otras familias inmigrantes han dejado atrás su sostén, otras son familias disfuncionales en transición, han abandonado a algún miembro o están por reunirse con él”. Estas dramáticas transiciones, pérdidas significativas aunadas a los procesos migratorios se hacen notar en los altos niveles de desórdenes emocionales, en los trastornos de estrés postraumático y en la depresión. Según un reporte publicado por la alianza Raíces hacia el Bienestar — Roots to Wellness — en Noviembre del 2014, un 21% de la población adulta de La Villita sufre algún tipo de enfermedad mental; de los enfermos, un 35% padecen algún tipo de estado depresivo, mientras que el 19% se debate entre desórdenes postraumáticos, ansiedad generalizada y trastornos de pánico. Dentro de este mismo reporte, se estimó que unos 10 mil 500 individuos dentro de la comunidad sufren algún tipo de enfermedad mental, y que solamente tres mil 100 personas buscan o reciben algún tipo de servicio. Usualmente, para atender a los servicios de ayuda, se necesita de una tercera persona. Un observador que haya analizado cierto comportamiento o una descompensación emocional del individuo. Estos pueden ser los médicos generales, trabajadores sociales, maestros, consejeros o alguna persona cercana. Ballestas menciona que “la información de boca en boca es un gran apoyo para las familias. Es la manera más cómoda, confiable y receptiva; por ejemplo, madres que hablan con otras madres sobre los recursos recibidos”. Poco a poco las personas no solo están siendo educadas sobre la importancia de la salud mental, sino también sobre el bienestar emocional de un individuo y los efectos alrededor de éste en la familia, las amistades, la comunidad, la escuela, y cualquier área donde se manifiesten socialmente. Esta educación se debe al incremento de concientización y recursos que están ofreciendo agencias, organizaciones y servicios de salud; todos estos se encuentran involucrados en terrenos receptivos y zonas seguras, proveyendo voz y fuerza comunitaria en escuelas, iglesias, centros comunitarios o ferias de salud. “El tema de la salud mental comienza a tener relevancia dentro de esta comunidad: las familias han comenzado a recibir la información, han podido crear una dinámica familiar NÚMERO 124
distinta con un efecto poderoso de mejoría al cual, ahora se aferran,” finaliza Ballestas. Aún existen muchas carencias y retos que afrontar para el migrante y su familia. Para fomentar un bienestar emocional sano debemos mejorar como individuos, erradicar los estigmas e impedimentos que nos ponemos como individuos y como sociedad. Estar conscientes de un crecimiento como comunidad sano y para ello es necesario la educación y la sed por mantenernos informados. Hacer a un lado la ignorancia y la pena para buscar y exigir recursos que nos beneficien, pero sobre todo mantener un diálogo abierto. Manuela Pérez actualmente es artista comunitaria y organizadora de eventos de arte en Pilsen y La Villita, y radica en Wisconsin. Pérez es asistente de enfermería, vive con su pareja y su hijo de casi dos años de edad. En familia sobrelleva su enfermedad, está consciente de los ciclos y de cada factor que
conlleva sus cambios de humor. Ella dice que “es cuestión de ser honesta conmigo misma y de una comunicación constante, diaria”. Y luego añade: “educarse uno mismo es poder hacer las paces con tu pasado, contigo misma y aceptarte. El haber atentado contra mi vida es un hecho que ahora considero alarmante. He aprendido a identificar esas olas, esos detonantes, y soy capaz de auto-analizarme, calmarme, pensar, dar un paso atrás, estabilizarme y seguir adelante”.
Stephanie Manríquez, escritora y periodista mexicana, es integrante del consejo editorial de contratiempo. El presente texto es un fragmento del publicado originalmente en The Gate Newspaper como parte del programa Social Justice News Nexus de la Escuela Medilla de Periodismo de la Universidad Northwestern. contratiempo
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Atrapado en una red de dolor e injusticia Martín Xavi Macías
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stá plenamente demostrado que el olor es un poderoso despertador de la memoria de largo plazo. Cuando me encuentro con los ácidos olores de las habitaciones no ventiladas, recuerdo aquel día de abril del 2012 cuando la policía le notificó a mi familia que mi hermano, que había desaparecido días antes, había sido localizado y se le podía visitar en el hospital John H. Stroger, mejor conocido como el Hospital del Condado de Cook. Mi hermano había sido diagnosticado, dos años atrás, como esquizofrénico. Depende totalmente del cuidado familiar intensivo. Suele desorientarse, pero nunca se había ido lejos de casa. Al entrar en su habitación de hospital, me sentí algo aliviado al verlo vivo; pero aterrorizado por la condición en que lo encontré. Lo primero que noté fue su semblante desfigurado, golpeado e hinchado con costras de sangre seca que no habían sido retiradas. No podía tocarlo pero era inconfundible, tan pronto me le acerqué, el ácido y metálico olor del spray de pimienta. Tenía dos alguaciles a su lado, y estaba esposado a la cama. Tenía muchas preguntas que urgían respuesta: ¿por qué este joven, mi hermano, que sufre de enfermedad mental, está esposado a una cama y cubierto de spray pimienta? Cuando desapareció, nuestra familia colaboró con la policía en los tres días de búsqueda. Hubo muchos obstáculos: no llevaba identificación, y tenía meses sin hablar. Estábamos buscando a un hombre anónimo. Por las noches, mi madre no dormía y lo buscaba en coche por la ciudad, visitando inclusive las morgues de los hospitales. ¿Cómo reaccionaría ante la detención y el interrogatorio de la policía? ¿Se daría cuenta de lo que pasaba? Eran preocupaciones que no sabíamos cómo resolver, y no contábamos con recursos en nuestra comunidad para ayudarnos a entender mejor la situación. Debido a negativas experiencias del pasado con la policía, teníamos muchas reticencias a involucrar a los oficiales en cualquier situación de crisis que involucrase a mi hermano, por miedo de que algún agente sin entrenamiento provocase una tragedia. La policía intentó calmar nuestros temores, asegurándonos que contaban con oficiales entrenados para manejar a jóvenes
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con padecimientos mentales. Tras mi visita al hospital, la policía explicó que lo habían recogido apenas a dos cuadras de la casa, y menos de una hora después de que había aparecido. Fue arrestado debido a un incidente cuyos detalles aún desconocemos. Sabemos que de ahí fue transferido a la Cárcel del Condado donde, tras su internamiento, se reveló que necesitaba cuidados psiquiátricos. Fue llevado al Hospital Cermak, y luego transferido al Hospital del Condado para ser atendido de sus heridas. No quedó claro cuándo fue golpeado o rociado con el spray. Sí está claro que durante la crisis, mi hermano necesitaba cuidados de salud mental profesionales, y no la celda donde lo puso la policía. Con la mitad de las clínicas de salud mental de Chicago cerradas en 2012, y la Cárcel del Condado de Cook convertida en la principal proveedora de servicios de salud mental del condado, no debe sorprender a nadie que mi hermano hubiese acabado ahí en vez de una clínica u hospital. Aún si un oficial entrenado lo hubiese encontrado aquella mañana y lo hubiera querido conectar con un proveedor, las opciones hubiesen sido muy limitadas en el Lado Suroeste de la ciudad, donde vivimos. De hecho, la clínica de salud mental más cercana, en Las Empacadoras, cerraría ese mismo mes por orden de la alcaldía. El mapa de salud pública de Chicago muestra importantes carencias en materia de cuidados psiquiátricos a nivel de clínicas y hospitales. Cuidar de un pariente que padece enfermedades mentales presenta muchos retos cuando no hay una red de apoyos, o la misma está siendo destrozada. Por todo Chicago, la policía se encuentra con muchas situaciones de crisis que involucran a pacientes mentales. Capacitar a los oficiales es un enfoque lógico, pero quedan muchas preguntas por contestar: ¿debe la policía evaluar la condición mental de una persona? ¿queremos que oficiales armados intervengan en situaciones de crisis de salud mental? ¿hubiese terminado mi hermano en prisión si se hubiese encontrado con un oficial capacitado que hubiese podido interpretar su comportamiento como sintomático de un padecimiento mental?
El caso de mi hermano demuestra la naturaleza reactiva del sistema de justicia criminal y de las instituciones correccionales, y revela los retos que seres queridos y activistas enfrentan cuando tratan de garantizar la seguridad de aquellos a quienes cuidan. También expone la falta de servicios para personas con capacidades físicas o cognoscitivas diferentes, especialmente cuando atraviesan una crisis. Nuestras mentes y cuerpos son más frágiles de lo que admitimos. ¿Cómo garantizaremos nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos y vecinos en momentos de crisis? Estos sucesos representaron un fuerte retroceso en la salud de mi hermano y un acontecimiento traumático para mi familia. Hoy en día se encuentra relativamente estable y más seguro. Reflexionando sobre su situación actual, parece que aquellos sistemas de salud y seguridad pública legal, que se supone debían ayudarle, terminaron entrampándolo. Cuando los síntomas de enfermedad mental fueron ignorados o malinterpretados por la policía y las instituciones correccionales, se retrasó innecesariamente su curación. Pero esta crisis no tenía por qué haber sido inevitable. Tenemos que cambiar radicalmente la manera en que entendemos la seguridad, y por ende reconfigurar los sistemas existentes que se supone deben proteger a las personas que viven con enfermedad mentales, y a quienes conviven con ellos en la comunidad. Debemos explorar alternativas a la intervención oficial y expandir apoyos a partes de la ciudad que tienen poco o ningún acceso a los cuidados de salud. Nadie tiene por qué sufrir, porque nadie es dispensable.
Este artículo fue escrito por Martín Xavi Macías como parte del programa Social Justice News Nexus de la Escuela Medill de Periodismo de la Universidad Northwestern. Martin Xavi Macias es escritor, activista, productor multimedios y periodista independiente que escribe sobre urbanismo radical, salud mental y solidaridad internacional. Su cuenta en twitter es @martinmaciasjr JUNIO 2015
DESHORAS
La locura
se podría decir que es hasta sinónimo de literatura. El dislate de la mente asume todas las formas posibles, todas las estructuras habidas y por haber, y las inexistentes también. Podríamos decir, por ejemplo, que Ciudades Invisibles, de Ítalo Calvino, es un libro sobre la locura. Lo cierto es que la locura tiene voz, a veces plurales, y cuenta, relata, comparte su soliloquio por necesidad, por default. Max Resto nos lleva a un futuro pluscuamperfecto y distópico en su cuento, parte de la novela en cuentos Trámites en Talipe. Con igual dominio de la lengua, Caleb Acevedo nos traza la absoluta insanidad de la adicción, ¿a qué? No importa. También suele la locura recurrir a la violencia, siendo una condición netamente humana, como vemos en el cuento de Pagán Vélez. ¿Existe la meta-locuratura?. Luego de deslumbrar a la isla del desencanto con su oda a la locura onomástica, Todos los nombres el nombre, Bruno Soreno nos convida una hecatombe con más capa que una cebolla blanca grande. Los caminos a la locura son muy variados en la literatura contemporánea, si no es que sea uno de los temas principales de cualquier literatura mundial. No quisiéramos privar a nuestros lectores de un poco de locura para culminar un invierno interminable en la tercera costa de Norteamérica. Max Resto es guionista, novelista, cuentista, productor, actor y director de teatro y cine, criado en Cidra, Puerto Rico. Su obra Zombies: The Musical fue llevada a escena off-Broadway en 2014. Es autor de la novela de ciencia ficción Trámites en Talipe. David Caleb Acevedo es autor de desongberd, colección de cuentos con la que ganó el Premio Nacional de Cuento 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Alexandra Pagán Vélez es profesora universitaria y autora de varias colecciones de cuentos. Bruno Soreno es el autor de Todos los nombres el nombre, Colección Maravilla 2013 y más recientemente, Bar Schopenhauer, Editorial UNE 2015. Novelista y cuentista.
Ilustración de Mike Lay
Introducción y selección de textos a cargo de Rafael Franco Steeves. NÚMERO 124
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Aquella vez Max Resto
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e decidido asumir el papel del cronista. Me tomaré la libertad de relatar todos los hechos, no como fueron, pero sí como los recuerdo. Punto por punto y desde el principio. No para entregarlos prístinos al futuro, éstos no son dignos de tanto, más bien lo hago para conservar mi lucidez, tratar de rescatar mi cordura de entre tanta demente irrealidad y resolver así mi vida. El primer oficial había muerto tres días antes. Sólo él mantenía unidos dos puntos tan disímiles como lo son la anarquía del combate y el orden de la autoridad. Recibió un tiro de alto calibre en medio de la espalda, dio un giro un tanto dramático sobre la punta de su bota izquierda y aterrizó en cámara lenta sobre un mullido lecho de alambre de púas con el pecho abierto en flor, por donde escapara el mortal proyectil, expulsando por doquier unos fluidos borbotones bermejos, coronados a su vez por un vaporizo gris, turbulento y efímero. Nosotros nos le quedamos mirando con una actitud que pretendió estar marcada por la angustia, como quien observa un naufragio desde la distancia, mas, sin embargo, rayaba con más acierto en la curiosidad. Una curiosidad desmedida, molesta, extraña, de las que corroen el interior con un ardor visceral profundo y doloroso. Contemplamos aquella escena por un espacio de tiempo prolongado y hueco, matizado por las insistentes y lejanas detonaciones del combate. El más afectado había sido el Charo. En la cadena de mando él era el siguiente. Con sus ojos grandes y brillantes como los de un cachorro cautivo y asustado pegados al cadáver pretendía evadir su deber con aquella eficiente perplejidad. No quería enfrentar nuestra mirada porque sabía que ésta contenía interrogantes para las que no precisaba respuesta. Mientras nos dejábamos llevar a la deriva, arrastrados por aquel turbio mar de desamparo, el Jaco se había alejado del grupo sin ser notado, se había despojado de sus ropajes, había descartado los chancletones de hule que siempre usó, se recogió el pene en dos vueltas de una toalla mugrienta que se ató a la cintura y, con un gesto ceremonial rígido y mecánico, se trazó una herida profunda y larga sobre la tetilla derecha. Esta se abrió limpia, dejando al descubierto un tejido adiposo blancuzco y granular. De pronto, unas gotitas de sangre minúsculas y dispersas comenzaron a invadirla y al rato la laceración se presentaba elíptica y carnosa como los labios de carmín de una doncella amada. El Charo abrió su casaca y respiró hondo, se dio la vuelta y se alejó en silencio. Jacinto, callado y macabro, con su piel negra como la noche, pero más lustrosa y enigmática, unos dientes blancos y notorios que facilitaban la localización del grupo en la oscuridad por los francotiradores y los ojos amarillos de un animal de presa o un felino salvaje, se acercó al cuerpo del oficial agarrándole las piernas,
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le colocó el pie con firmeza sobre la barriga y le arrancó las botas, que guardó en su morral. Seguido el acto, recuperó también su fusil, que volara varios metros a un lado por la turbulencia del infame impacto, y trotando con el mismo júbilo febril de un niño al que le sobran las golosinas se nos adelantó hasta el refugio. Una lluvia inquieta, continua y tan cadenciosa y persistente como las detonaciones de un combate que a cada minuto se hacía más irreal y confuso, había comenzado temprano aquel día y se prolongó por toda una eternidad. Charo, sus miembros entumecidos por un cansancio pasmado, impreciso y ancestral, abandonó el grupo a su suerte desde la tarde anterior, cuando muriera el primer oficial. Lo habíamos seguido a todas partes en espera de la limosna de la autoridad, pero él nos esquivaba con una tenacidad que nunca consideramos posible en un ser de su carácter. Hasta el momento mismo de su desaparición se nos hizo imposible arrancarle algún gesto de reconocimiento o la caridad de una frase. Todo el tiempo se lo pasó midiendo la distancia entre él y aquel horizonte de holocausto que se extendía hasta más allá del límite mismo de la miseria y el desencanto y cuyo estruendo continuo y mortificante nos daba a todos el motivo de ser. Había desechado su quepis, horadado en la corona por el uso y con la visera opacada por la mugre. La roída casaca le provocaba más calor según transcurría el tiempo. Los pantalones le oprimían inmisericordes y las botas, nítidamente atadas a la altura de las rodillas con un cintillo de cuero, le impedían la circulación, le cortaban la respiración, le molestaban para vivir. Había desmontado su fusil con demasiada parsimonia. Lo limpió y aceitó con esmero, colocando todas las piezas con cuidado sobre un cajón de madera. Nos parecía fingido tanto rigor, pero nos mantuvimos al margen de una acción que preferimos honrar con nuestro respeto, silencio y distancia. Chango sacó un manojo de cartas gastadas por el uso y obligó a todos a tocarlas con la punta de los dedos. Las puso sobre el piso de tierra compactada y nítidamente barrida en un orden ambiguo e incierto que nos pareció fingido y muy artificioso para ser veraz, pero que no adolecía de cierto estilo y gracia. Aunque mucho se desconfiaba de las capacidades adivinatorias del Chango, agradecimos aquella gestión rara y reconciliadora y hervíamos de expectación. Este recogía las cartas una a una y nos descifraba un futuro simple aunque extraño, donde florecían los antiguos sentimientos de sosiego y las olvidadas hazañas de la ingenuidad. Lo dictaba en voz alta y clara y lo colocaba en un mapa astral imposible y remoto, auxiliado por un lirismo que dejaban el espíritu navegando en la suave dulzura de algo que se desvanecía al tacto como el dulce de merengue se deshace en la boca. Charo dejó su fusil descuartizado y doliente, supurando fluidos aceitosos por sus
múltiples orificios, y se dirigió al rincón que usábamos como cagadero. En las sofocantes noches de encierro, cuando la proximidad del fragor del combate nos impulsaba a la resignación y cada proyectil que cortaba el espacio con su zumbido nefando podía ser nuestro último contacto con la guerra, el tórrido fermento de aquel rincón hacía de la rispidez de la muerte un toque rebosante de gloria, bienaventuranza y emancipación. No nos dimos cuenta al momento, así que, cuando miramos, Charo se había bajado el pantalón y flotaba plácido sobre un montón humeante de mierda fresca y aromática, del color de la hierva. Rodeado por unos montículos secos, oscuros y agrietados por la desidia del tiempo, que despedían el hedor confuso del encierro y la desesperanza, éste se hacía cada vez más inasible e irreal. Observamos perplejos a un Charo en actitud pétrea, tan agrietado y oscuro como la mierda vieja, que se deshacía sin prisa y con un reposado amague de consideraciones estéticas en un mojón tierno y raro que crecía como la voluntad con unas oscilaciones lentas y melodiosas. Todos abandonamos al Chango, la última carta entre los dedos y lanzando blasfemias, cuando el Charo se volvía hacia nosotros con una mirada tan triste como el tiempo. Nosotros, inmóviles y aterrados, lo observamos incorporarse, acomodarse el pantalón sin siquiera molestarse con el rollo de papel que tenía a su lado, salir por la puerta seguido del olor acre de su propio interior y desaparecer para siempre de nuestras vidas. Sólo entonces reparé en Chango. Este sostenía entre los dedos la carta de la muerte y me observaba con emoción desde más allá del terror. Jaco se pasó el día siguiente bajo la lluvia, con el pené dolorosamente anudado en la toalla, limpiándose la multiplicidad de heridas que se auto-infligía y esquivando los fogonazos que el enemigo le disparaba desde el otro lado. Jacinto había establecido en medio del lugar no sólo la desaparición del Charo sino también, la improbabilidad de su regreso. Reconstruyó el fusil que éste dejara desmembrado sobre el cajón y lo guardó como suyo. Sacó las botas que en su tiempo pertenecieran al primer oficial y, desnudándose por completo, se sentó a lustrarlas. Mario, un gigante grotesco, de ademanes lentos y cansados y la mirada extraviada de un masturbador recalcitrante e irredento, se entretenía en perseguir a Lucio, el más joven y tierno del grupo. A media tarde había comenzado a cercarlo con recursos de damisela desamparada y el chico, consumido por el pavor, trataba de evadirlo en el apretado recinto. Yo los miraba desde mi litera con el fusil firmemente empuñado y una afilada daga debajo de la almohada. El Chango, desde que desapareciera el Charo la tarde anterior, evadía mi contacto como si temiese mortal contagio. Con la carta de la muerte pegada a la frente me seguía con sus dedos en señal de cruz desde la esquina donde se refugiaba. JUNIO 2015
DESHORAS
Ya entrada la noche Mario logró empuñar al pobre de Lucio. Todos pudimos ver como lo sorprendió por la espalda cuando este se disponía a dormir. Lo agarró y le rompió la ropa encima como quien despluma un avecilla. Lo escuchamos susurrarle obscenidades sutiles al oído. Lucharon hasta caer al suelo, bufando como rumiantes agónicos. Al pobre de Lucio no le quedó aliento suficiente para gritar al momento que Mario se tensó sobre él, blandiendo su masculinidad rígida y pulsante como un reptil venenoso. En un momento Mario se incorporaba del suelo con el muchacho suspendido de un abismo de dolor, agitándose indefenso, sus extremidades presas de unos espasmos entrecortados. Naturalmente afectado quise protestar, pero notando el ambiente carente de acción a mí alrededor preferí mantener mi lugar. Todos se volvieron súbitamente al escuchar el chasquido seco de mi fusil cuando introduje con decisión inalterable un casquillo nuevo en la cámara de detonación. Sólo el Chango, volviéndose repentinamente contra la pared, tensó la cruz de sus dedos en dirección mía y gritó. Jancito terminó de lustrar las botas y ahora se paseaba de un lado a otro del refugio calzándolas sin estilo y completamente desnudo. Lucio sollozó por un rato con el mismo llantito quedo y desolado de una señorita mancillada, irritándome sobremanera. Al rato se quedó dormido en brazos de Mario. Jaco entró al refugio respirando con agitación, el cuerpo cruzado de heridas y un brazo desgajado a la altura del codo por un fogonazo de metralleta. Nadie le prestó atención cuando éste cayó al suelo dominado por una risa tonta como de idiota pueblerino y se desangró con lentitud en medio del lugar. Más tarde ya no quedaba luz. Las detonaciones y alaridos de la guerra, ahora más cercanos, lo invadían todo. Alguien arrastró fuera el cuerpo del Jaco, lampaceando un poco el espeso charco de sangre que allí dejó. En la oscuridad no se podía identificar más que los ojos brillantes de los muchachos que, recostados contra la pared, observaban el discurrir de la noche con desconfianza. No fue difícil señalar con acierto cuando entró la muerte al lugar. No el acto, porque éste estaba ya presente por doquier y la guerra es capaz de hacerlo suyo prescindiendo de justificaciones, no. Era la muerte misma, el ser, no el sentimiento. No lo que recorre los miembros inertes de un cadáver hasta ponerlos fríos. No la sangre que se precipita tibia en torrentes nerviosos y sin dirección. No esa sensación de terror y desesperanza al verla consumada, no. Era la muerte misma. Ese ardor interno premonitorio que nos asegura su cercanía, ese dilatar de las pupilas cuando su proximidad es tal que se imposibilita el eludirla, esa presión en el cuello que nos impide respirar. Eso era, eso entró al recinto escudado por el escándalo de la guerra y precedido por el encanto frío de su reinado, eso. NÚMERO 124
Poco después, y facilitado por una breve tregua en el combate, escuchamos cómo algo se movía con cautela en la oscuridad. Un taconeo lento y en extremo marcado, alguien que cruzó el lugar deteniéndose sobre el charco de sangre dejado por el Jaco y que luego continuó, emitiendo sobre éste un sonido de succión suave y húmedo como el sexo, pero sin sus placeres. Una luz buscó vida en medio del cerrado refugio y Jacinto se materializó lentamente como un espectro, idealizada su desnudez por los fulgores rojizos de la linterna de gas, una sombra que se alargaba por la pared y lo acaparaba todo. Jacinto colocó la linterna sobre un cajón de madera y se sentó a suspirar quedo mientras levantaba las botas pared arriba y su superficie negra y suave, cuidadosamente lustrada, devolvía la luz con nitidez inquietante. Eran unas botas de fino corte, cuero tierno, suma elegancia. Altas como las de un presentador circense o un domador de fieras. Jacinto se dejaba hipnotizar por su belleza. Sus piernas, muy flacas, no las llenaban con la suficiente dignidad. Su cuerpo no poseía la autoridad para calzarlas con decoro. Con las piernas al aire, sentado sobre un descorchado taburete de cuero, recostado contra una litera vacía y la cabeza caída con desgano, el Jacinto nadaba con placidez por el denso néctar del júbilo. Por entre sus piernas se le escapaban unos testículos grandes, oscuros como el pecado, pulsando con vida propia y despidiendo la brillantez nauseabunda de un invertebrado marino. El detonar de proyectiles a nuestro alrededor cobró nuevos bríos. La muerte caminaba, recorría nuestro espacio. Ya no la guerra, la muerte existe independiente de ella. La guerra la hace suya, la simplifica, la hace cómoda, la identifica en su ruta y la prostituye. La guerra se nutre de muerte, pero la muerte es capaz de ser un evento aparte, único y nefasto por sí solo. Lucio se levantó. Trató de dar unos pasos, pero cayó. En el lecho quedaba Mario, una herida profunda y tersa separaba su cuello. En su cara, intacta la burla de un final de sueño, rodeado de sensaciones sencillas, pero sublimes y placenteras. El muchacho se arrastró hasta el centro del refugio buscando la luz. Su cuerpo, una confusa mezcla de tierra, sangre, excremento seco, saliva y semen, sus contorsiones según las explosiones de afuera, mas no por miedo, éstas le añadían ritmo a su sufrir, lloraban su llanto. Jacinto se volvió para verlo. Una sonrisa maligna se dibujó en su rostro, sus dientes, grandes, blancos y perfectos, duplicaron la luz del lugar. Estiró el brazo y lo agitó ordenándole al muchacho que se acercara. El chico se desplomó exhausto. Tendido sobre el espeso charco dejado por el Jaco lloró desconsolado su desamparo, a la deriva en un rojo mar sin fronteras. Jacinto se levantó, sus testículos y pene, como alocados péndulos de carne, se agitaban precediendo sus movimientos y haciendo todo más irreal.
Las explosiones de la lucha en el exterior ahora levantaban el polvo milenario depositado por el abandono sobre vigas, muebles y repisas. Todo fue un movimiento tan fluido, la acción fue a la vez tan clara, fina y plácida como si hubiese sido algo por tiempo planificado y cuidadosamente ensayado. Jacinto se acercó, Lucio, que en un inhumano esfuerzo levantó un cuchillo hasta entonces escondido, amagó un golpe, Jacinto lo detiene, arrebata el arma, arremete. El cuchillo entró limpio entre la mirada atónita del muchacho que, al instante, suspendió el jadeo triste que lo animaba. El tope de la cabeza de Jacinto se desprendió por completo, describió un arco amplio seguido por un torrente carmesí y fue a pegarse contra la pared por encima de un Chango que aullaba desconsolado. El disparo entró por la boca con un chasquido sordo, reventado aquel cráneo con un deleite artificioso. Recargué tan pronto pude y me coloqué contra la pared. Un no sé qué me daba la extraña sensación de que entre todo aquel caos, el disparar mi fusil representaba una falta imperdonable. Todos se me quedaron mirando con cautela, apuntándome cada cual a su vez con su propio fusil. Algunos aprovecharon el breve momento de indecisión, se abalanzaron sobre el cuerpo de Jacinto y se peleaban a brazo partido el par de botas manchadas de sangre. Chango estaba entre ellos, la carta de la muerte aún adherida a su frente. Yo alcancé la puerta. Llovía aún, una llovizna triste y sin sentido, pero la artillería que fulminaba el lugar había cesado ahora para siempre. Corrí como un demente. Mi estómago ardía, mi pecho retumbaba casi hasta reventar, la muerte aullaba a mis espaldas e imprimía velocidad a mis pies. Llegué hasta el lugar donde tres días antes muriera el primer oficial. Este yacía plácido sobre un mullido lecho de alambre de púas y en el agujero de su pecho florecía un ramo de lirios. Fue entonces cuando me volví para ver como el refugio se hinchaba lentamente, se agrietaba y deshacía en hermosos fragmentos luminosos que se elevaron hasta el cielo y ducharon el campo con una llovizna de florecitas grises y luciérnagas multicolores. ¿Cómo salí de allí? No sé. Llevo años buscando saberlo. Sé que fue la guerra o la muerte misma lo que hizo de aquella noche la pesadilla que es. Me la pasé en vela con el fusil tan fuertemente empuñado, que mis dedos sangraron por las puntas como si alguien los ordeñase lentamente. Fue una noche insomne, inquieta, martirizante. No muy diferente de las miles de noches que le siguieron. Desde entonces, y a pesar de dormir poco y mal y de otros síntomas de locura, no puedo negar que me la paso rondando los alrededores de Talipe, fusil en mano, uniforme planchado e impecable, quepis nuevo, botas negras atadas a la altura de la rodilla con cintas de cuero, pacientemente esperando la próxima guerra y echando de menos a los muchachos. contratiempo
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Nadie entiende a nadie David Caleb Acevedo
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ërranosk, el mílifen, se acerca a Mïtraldolk, también mílifen, Rey de la Tierra de Shinar. —Su Majestad. —¿De qué se trata ese proyecto del que me han estado hablando? —Es una torre altísima. —¿Cuán alta? —700 kilómetros hacia el espacio para llegar a la exósfera. —¿Por qué tan alta? —Según mis cálculos, la altura es necesaria para colocar los halciones cósmicos. Las máquinas que se nutren de la luz estelar. —¿Cuánto tardaría esta torre en construirse? —Si la construimos utilizando a los humanos disponibles, y si los ponemos a reproducirse para tener futura mano de obra, 405 años. Si utilizamos la mitad de los humanos en un ejército que haga escaramuzas en las naciones alrededor, y tomamos esclavos, entonces 25 años. —Da la orden. Tienes un año para preparar a los soldados. También, dales incentivos a todas las mujeres que se reproduzcan más de una vez y manipula la cultura para que una mujer pueda tener más de un esposo. En la aldea de Shinar, Tërranosk adiestra a otros mílifens con una historia que representarán en teatros rodantes de marionetas. En ella, Eva tiene un romance con Adán, Eván, Emmanuel y Caftán. Se casa con los cuatro y tiene muchos hijos. Las mujeres humanas observan aquello y miran a sus esposos. Luego miran a los hombres jóvenes solteros, y lo que es natural ocurre. Las mujeres toman muchos esposos que las mantienen ocupadas durante las noches largas y frías. Los esposos que no pueden estar con su mujer durante alguna noche, por darle espacio a algún compañero de turno, comienzan a tocarse y consolarse entre ellos mismos. —¡Excelente!—exclama Tërranosk, mientras acaricia una pequeña caja de madera con diseños de plata. En una década, la nación de Shinar se vuelve seis veces más grande y la ciudad se divide en siete comarcas. Pronto el ejército es tan grande que el Rey Mïtraldolk da la orden y conquistan las naciones circundantes de Ashäk, Gálinor, Moäm y Zárradok. Mientras tanto, la labor esclava también aumenta en número y la torre queda construida en su primera fase. —¿Cómo vamos? —pregunta el Rey un día. —Llegamos a la primera parte de la atmósfera. Ahora, con nuestros jetterplacks, nuestros esclavos podrán resistir la presión del vacío sideral y continuar construyendo. —¿Cuánto tiempo más?
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—Una década. —Bien. Otra vez, Térranosk usa los teatros rodantes para convencer a las niñas de embarazarse más temprano y de tener muchos amantes. Se comienzan orgías en plena luz del día entre personas de todas las edades hasta el punto de que se abole el concepto de la familia. El sexo y el amor revuelven alrededor de la Torre. Niñas se acuestan con viejos, viejas con niños, jóvenes con mujeres maduras, y así por el estilo, hasta que la población, triplica su crecimiento. Pronto comienzan las representaciones teatrales sobre hombres que flotan usando equipo de oro, como las armaduras de los mílifens, decoradas con motivos aviares y pequeñas alas que emiten fuego y hacen que la gente que flota se pueda mover de un lado a otro. A muchos les agrada la idea, porque Tërranosk ha comprendido desde bien temprano en el juego que el teatro seduce. Diez años más tarde la Torre queda terminada. —¿Cómo le llamaremos? —pregunta el Rey Mïtraldolk. —Babel. —0— El día que se conectan los halciones y la energía del cosmos corre a través de los abanicos en forma de luz azul hacia la Tierra, Dios despierta de su aburrido descanso. Había dormido 27,000 años luego de su pataleta de ira con el Diluvio. —0— Tërranosk reúne a su familia. Pronto se mudarán al mismo tope de Babel. —Papá, ¿por qué tenemos que irnos? —Porque los cielos están negros y todo esto se puede ir al carajo en segundos. Los humanos nunca recuerdan. Pero los mílifens vimos las aguas caer desde nuestras naves. Un día del mes nono, la familia se instala al tope de la torre. Entonces abre la pequeña caja de madera y diseños de plata y extrae un instrumento particular. Se trata de una concha de nácar conectada a cristales con luces y piedras preciosas con luces y metales preciosos que brillan con la luz. Se lleva el auricular al oído. —Dios, ¿estás ahí? ¿Por qué no contestas? —0— Los libros sagrados borrarán todo resquicio de los mílifens. Se les confundirá con los néfilim. La biblia, la tora y el corán le echarán la culpa a los humanos, la hubris. Pero en el lado oscuro de la luna, en la ciudad de Terranbrandfört, los mílifens recordarán que nunca
se trató de hubris. Tërranosk solo quería estar más cerca de dios. El fatídico día llega. Dios contesta su llamado con un chirrido que parte los cielos y afecta a todo el que puede escuchar que escucha. Todos los habitantes de Babel y Shinar se quedan sordos por un minuto completo. El Rey Mïtraldolk se persona al apartamento de Tërranosk. —Gug nuk ggu anku? —¿Qué? —pregunta Tërranosk. —Gug nuk ggu anku, gugunak gu?! Su hijito se le acerca. —Nai, wiki den sa. Nei ji ne, ne gozarea. Dandaro ne, akutine, dega eska. —¿Qué? —Sasai sichi ichni den, dachi, —le asegura su esposa. —¿Qué? De repente, escucha con calma. Las miles de lenguas forman un coro infernal en donde nadie entiende a nadie. Grandes clanes se rompen porque como no se entienden, ya nadie quiere tener sexo con nadie. Los mílifens, que eran los únicos que habían conservado la antigua semblanza de la familia, se retiran tristes a distintas partes del mundo, porque nunca logran recordar su lengua original. Algunos se suicidan. Tërranosk se monta en su nave y luego de destruir Babel con un rayo, regresa a su ciudad natal en el Lado Oscuro de la Luna, en donde muere triste, loco y solo.
Ilustración de Mike Lay
JUNIO 2015
DESHORAS
Síndrome de retirada David Caleb Acevedo
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l día que dejo mi vicio no pasa nada. El verdadero cuento comienza a los cuatro días de romper en frío. —Esto será interesante, —dice el Dr. Morgan, psiquiatra. —Deberías llevar un diario. Tú sabes. Por la ciencia. —Ok. —Pero ten cuidado. Llevas años en tu vicio. Esto va a ser duro. —¿No me dará narcolepsia? —De hecho, lo único que te puedo asegurar es que eso mismo es lo que te pasará. Comienzo el díario al cuarto día:
…sudor frío… escalofríos… temblores… quiero comer, pero no me da hambre. O mejor dicho. No me quiero parar del sofá para comer.
Quinto día
Igual que ayer. Como algo pero lo vomito a la media hora. Vomito el verde de las tripas. Hoy es un día de vómitos.
Sexto día
Me baño. Da igual porque siento una peste maldita. A muerto. Anoche no dormí nada. Cada vez que me quedaba dormido, mi cuerpo se levantaba, sobre saltado. No me puedo dor-
mir porque tendré pesadillas. Maldito examen de matemáticas. No puedo llegar al salón sin ropa interior porque el avión se va a caer y no puedo llegar al hospital con el pantalón lleno de mierda.
Séptimo día
Me baño siete veces durante la noche. No puedo dormir. La Sra. Manzano me increpa. “¡No estudiaste! Le voy a enviar una nota a tu mamá”. Comienzo a llorar y caigo por la madriguera. Esa sensación de caer hace que me orine encima. Pero despierto y estoy seco. Me levanto, me masturbo, eyaculo. Me masturbo cuatro veces más. Me acuesto. Entonces estoy demasiado cansado para dormir. Me cuestiono si es necesario tener algo de energía para poder dormir, si hasta el ejercicio de apagar la mente, cerrar las cortinas, e irme, involucra alguna inversión calórica. Pero la Sra. Manzano me pasa la mano cariñosamente por el rostro. “Eres incorregible”, dice mientras se sube la falda. No lleva ropa interior. Me lleva la mano para que toque y me hala un hoyo negro. Despierto y estoy en el piso del baño. Me he caído y abierto la cabeza con el golpe. Hay sangre por todos lados. Me ducho. Caigo de nuevo. Amanezco y son las 12:30. Amanezco en la medianoche. Dos días después. LOL.
Noveno día
adsbh nsdiogp iowy niñcfsjoif´wieuo´cnos djfpwer9uin vfsd jksar93fs ndfjio ¡cabrones! ¡Denme pastillas para dormir, cabrones! ¡Hijos de putaaaaaaaaaa!
Décimo día
La peor noche. Caigo por el despeñaderoiocrh 3489fj kjcaslk jdklsaj90r23 ds, me orino-no me orino, vueloooooooooooooooooooo, me doy contra la cabeza, y florezco, MI CABEZA es una amapola, coño, cd 89’gf3hyqf49cn klfadjs ci dsfhagio denme pastillas, puñeta, me voy a morir, cabrones.
Decimocuarto día
Normal. Anoche pude dormir. Por lo menos cinco horas. Estas cosas son graduales.
Decimoquinto día
Ya puedo comenzar mi vicio otra vez. —¿Cómo te sientes, Roger? —pregunta el psiquiatra. —Mucho mejor, doctor. Creo ya que puedo comenzar a leer otra vez. NÚMERO 124
contratiempo
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Ilustración de Mike Lay
DESHORAS
Justicia poética Alexandra Pagán Vélez
A Pacho
C
uando sostuvo la escopeta entre sus manos, respiró profundo. Estaba harto de la estupidez de su familia, harto de no tener dinero, harto de ser un white trash que no sirve para nada: harto, harto, harto. No estaba deprimido, estaba furioso, rabioso, harto. Miró hacia la sala donde su padre veía televisión y a lo lejos su madre reñía entre dientes, tiraba los trastes, se secaba el sudor con el antebrazo, y gruñía por la falta de dinero y la gotera del trailer. Su bata estaba decorada con gotas de grasa y las pantuflas con ketchup. Esa mujer solo sabía discutir, fregar platos, insultar, regañar y joder; joder con una perseverancia que merece reconocimiento por la dedicación y maestría en el arte. Cómo la detestaba, estaba tan harto de ella que no podía comprender ni imaginársela de alguna otra forma. Buscaba pretextos y siempre encontraba uno porque genuinamente su trailer es una cochinada por los largos años de uso y descuido. Mientras, su padre elevaba el volumen del televisor convencido en ignorarla. Descansaba sus manos en la enorme barrigota de cervecero, aquella que desde niño empezó a desarrollar y a aprender a utilizar como instrumento musical y hasta de marioneta para su nieto. Tenía las piernas abiertas y estaba plantado en el couch que alguna vez rescató de un basurero. Tan solo vestía su ropa interior, recién había llegado de su trabajo y, como tenía por costumbre, se sentó a ver los programas de Fox en lo que esperaba a que le sirvieran la cena: hot dogs y mashed potatoes que complementaría con su Coors Light. Entonces, comería, vería el televisor y bebería cervezas hasta que quedara dormido. Así, tirado en el couch hasta el otro día que se levanta a las 6:00 de la mañana para tomar el bus, el tren, el bus y caminar hasta la Ford Motor Company y trabajar. Rutina sagrada. Asqueado de su suerte, de sus padres, de su vida, de sus vecinos, de su exnovia y de sus amigos apretó la escopeta por la culata. Notó que sus manos y sus pies estaban resbalosos, como la cocina, como las paredes, como la mesa, como la frente de su padre. La excitación hacía que sudara copiosamente, su camiseta estaba mojada en las axilas, en el centro del pecho y en su espalda. A lo lejos, Madonna entonaba “American Dream”. Los vecinos del trailer que quedaba más abajo siempre escuchan a Madonna con el volumen más alto y a Snoop, P. Diddy, Christina
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Aguilera, Missy Elliot, J Lo, Busta Rhymes... Alguna vez entró a buscar harina para el café y pudo admirar el equipo de sonido de última que graciosamente estaba colocado justo arriba de la puerta de entrada. Lo habían adquirido de un robo que algunos chicos hicieron a Target. “We ain’t gonna buy anything hot, boy,” le dijo el padre y así desperdiciaron la oportunidad perfecta de tener un televisor con pantalla gigante a precio de mercado de pulgas. “This ain’t gonna happen no more,” masculló convencido de su empresa. A través de la ventana veía un columpio formado con una goma de truck y un árbol inmenso que aseguraba sombra y frescura al trailer de sus padres. Gracias a ese árbol su trailer no se inunda cuando llueve; sin embargo, cuando la lluvia es torrencial, la cocina se inunda y por eso tuvieron que retirar la alfombra. El problema ahora es que los gabinetes de la cocina están acolchonados por efecto de las gotas y se están desprendiendo en hojas que muestran distintas capas de grasa colectadas a lo largo del tiempo. Recordó las veces que trepó ese árbol y las veces que cayó de él. Rió, recordó a John y sus dientes rotos, recordó los juegos de fútbol y a Trisha. Trisha fue el amor de su vida, tenía su nombre tatuado en el hombro. Trisha, con su risa y su cuerpo en la distancia. Trisha y las escapadas al building abandonado. Trisha... “Shut up, stupid bitch!” gritó el padre hastiado. Nuevamente miró la escopeta, abrió la gaveta que tenía al frente y sacó un solo cartucho. Los gritos de sus padres y el sonido del televisor ensordecieron el ruido que hizo al cargar la escopeta. Ensimismados en sus insultos, los padres no se percataron de que su hijo se sentaba en la silla del comedor que quedaba justo al lado del televisor. Con extrema dificultad colocó su dedo índice en el trigger mientras hacía que la escopeta apuntara a su rostro, les ofrecería algo un tanto diferente a la programación de Fox. Cuando el padre lo miró escuchó una detonación letal. Un fuerte empujón y una sensación de calor llevó a un sueño al hijo suicida que quedó con la cabeza hacia atrás mostrando la pintura abstracta que su rostro dejó en la pared. Sus brazos cayeron a ambos lados y la escopeta quedó acostada entremedio de su padre y el televisor mientras la madre dejaba de pelear para emitir un si bemol de angustia que notificaba al vecindario la terrible tragedia. Más tarde, en ER removían dientes y cabellos. Él vivía. Los médicos podrían salvarlo. Él viviría, el disparo solo atravesó la boca y la
nariz. Solo perdió su mandíbula, sus dientes, su nariz y gran parte de la piel de su rostro. Él sobreviviría su intento suicida. Él podría recuperarse, los médicos del seguro harían lo que estuviera en sus manos para que pudiera masticar y tragar; extraerían piel de sus nalgas y de su espalda para tapar la osamenta facial. Él sobrevivió. Lo más seguro Trisha iría a verlo, lo más seguro le llevaría flores del patio del gueto, lo más seguro le tendrían pena, lo más seguro. En la sala de espera, muy angustiados, muy nerviosos, sus padres discutían. Lejos en el trailer unas gotas de sangre se deslizaban con parsimonia por la pared y una lluvia intensa empezaba a empapar al árbol.
Ilustración de Mike Lay
JUNIO 2015
DESHORAS
Después de la hecatombe la hecatombe Bruno Soreno
The sun went down and the ground started sort of grinding A blinding light tore across the sky A cyclone swept the landscape out and left it completely flattened out And several twirls of smoke unfolded like gigantic flowers The way this morning broke was quite unusual Front 242
C
omo en cualquier mañana, como cuando ocurre de mañana cualquier hecatombe, alguien dijo: “¿otra vez?” O lo dije yo. O lo escuché yo. Sol mustio.
Después fue el descubrimiento de lo real: que el mundo se había acabado. Bueno, eso suena demasiado dramático y esta historia no intenta serlo. El mundo se había acabado. ¿Así? Menos dramático. Igual. Qué importa. Esta historia no la va a leer nadie. Nadie. Es cierto que el sol salió. Cierto. Es cierto que un reflejo, como siempre, incidía incordiamente en la ventana. Cierto. Es cierto que no estabas tú. Requetecierto.
estaba despierto. Me despertó. Desperté. Estoy despierto. Solo escuchaba pájaros. No había nadie al lado mío. Nadie. Confusión. ¿Algo tembló? El silencio poblado de pájaros aturde, confunde, en estos lares. No es natural. Estoy solo en una ciudad. Cualquiera. Cargo aún, como un salvavidas, la segunda persona. Esto es: te escribo. Parece, es bastante seguro, que algo radical pasó mientras dormía. Siempre fue mi terror: que algo pasara mientras yo dormía. ¡Hey! Helo aquí. Se acabó el mundo y tu en las zetas. Z. Z. Z. No es cierto. El mundo no se acabó. No parece haberse acabado. Ni yo. Tú sí, tú sí que sí, tú sí que sí que no existes ya. Si es que exististe. Eres un lector imposible, ¿entiendes? Cuento corto: me percaté bastante rápido de que estaba solo. Total, radical, ineludiblemente solo. No había nadie más. En el mundo. ¿Se entiende? ¿Qué hice en ese momento? Muy sencillo: corrí. Todavía tenía los espejuelos, recuerdo, en esos tiempos. Todavía pasaban cosas terribles, todavía el miedo tenía sentido. Por eso corrí, incauto, lejos, lejos. Treadmill. Trotadora. Cinta Rodante. Carrusel vertical para ratón.
Ahora para siempre es cierto que no estás. Yo no soy la mejor persona para atestiguar de estas cosas ni de ninguna, pero soy lo que hay. Lo que queda. Lo único que queda. Astro. Desastre. Lugar vacío. No hay más nadie. Nadie. Siempre es una fantasía. La fantasía perversa de ser el último. Recuerdo más de un episodio de Twilight Zone en los que pasaba lo mismo. Igualito. Cuando desperté, en lugar extraño, el cielo no estaba igual. Se lo adjudiqué a cualquier cosa. Despertar en lugar extraño no es extraño para mí. El ruido —un zumbido o un timbre, una campana adentro de la cabeza, haciendo vibrar los huesos del cráneo, distinto a la usual cantaleta de una canción que no escogí y que siempre me agobia después de la resaca— ese sí despertó mi curiosidad, porque NÚMERO 124
Estar solo en el mundo, ser el único en el mundo es la mejor excusa del mundo para escribir una autobiografía. Es la más inútil, sin duda. La inutilidad es la mejor excusa para escribir. Cuento corto: escribir. Siempre para otro, de modo que esta escritura no tiene sentido. Porque no hay otro. Pero esto no es verdad del todo. Soy alcohólico. ¿Lo escribí ya? Fui a un supermercado y me bebí todas las cervezas. Bueno, no todas. Las que pude. El alcoholismo es una enfermedad fatalmente social. La vida también. La adicción es un modo trágico del amor, y un qué se va a hacer, qué se va a hacer. Como la gente, un día se va a acabar todo el alcohol del mundo. ¿Y entonces?, diría Sylvia Rexach.
Uno hubiera pedido: quiéreme. ¿Dije que amaba? Si no lo dije, lo escribo ahora. Amar es desear la muerte del otro, su desaparición. Para poder inventar. Fui a una farmacia a buscar un lubricante. Lo encontré. Cerré los ojos, me masturbé y lloré. Después lloré sin masturbarme. Descubrí esto: llorar en un mundo sin gente no tiene sentido. Masturbarse en un mundo sin ti no tiene sentido. Descubro cada vez más que en un mundo abandonado nada tiene sentido. Excepto nadar. Nadar es la posibilidad de ahogarse. Quise y decidí llegar a la playa a través del lobby de un hotel. No recuerdo su nombre. Se sintió solemne caminar los pasillos solos de ese ámbito como inútil, ruina ya entre las ruinas. Llegué a la playa y vi el mar, y vi el mundo. Ahí vi al mundo. Al mar, al mundo no le importaba en lo absoluto esta ausencia radical de humanos. No vi si habían aguavivas en el agua, pero recuerdo que alguna vez las hubo. Me picaron. Lloré. Cuando había gente. A lo mejor ya no hacen falta. Las aguavivas. La gente. Recordé un cuento de Salinger, un suicidio como el que tenía contemplado, pero faltaba un elemento. Faltaba otro. El otro. Tú. Una niña que espera en la playa en el caso de Salinger. Sin otro, un suicidio no es un suicidio. Un testigo. Si no, no. Es un cero, como el presente, como se verá. Sí me desnudé y corrí hacia al agua, a nadar. Pensé que podía ser un modo de la liberación. Sin nadie en el mundo, desnudarse es como estar vestido. Cuando se desnudaba, en aquellos tiempos de la vida, era la maravilla. Ella a lo mejor no lo sabía. Como a lo mejor la mayoría de la gente. En aquel tiempo en el que había gente. Me desnudé, impune, dado que no había nadie en el mundo que me ligara y sintiera asco o deseo, y sentí vergüenza. Como si un ojo malo me estuviera mirando. Deseé saber qué hubiera pensado de mi cuerpo desnudo. Decir mi mundo es como decir mi perro, mi mundo, mi zapato. ¿A dónde se fue el sentido? Lejos, como todo. Ahora miro (es el único sentido que sirve para algo) una noche larga. Un sol que se derrumba, sin testigos excepto yo. Me vuelvo piedra, me vuelvo algo, una cosa cualquiera. Me vuelvo el mundo —esa cosa entre las cosas— y la memoria, ese reducto, desaparece. Qué pena. Todo es mentira y nada lo es, todo es cierto y nada lo es. Todo se ha retirado. contratiempo
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contratiempo participa en Printers Row List Fest, la feria del libro al aire libre más visitada en el Medio Oeste 6 y 7 de JUNIO 10 AM a 6 PM
TODO EL FIN DE SEMANA. Visítanos para conversar, recoger la revista contratiempo, y comprar los más recientes libros publicados por nuestros autores. Dónde: En la carpa de Poetry Foundation & Poetry Magazine EL DOMINGO 7 DE JUNIO, DURANTE EL DÍA: ¡Conoce a los autores de contratiempo! Rey Emanuel Andújar, autor del ensayo Formas del ascenso y Gerardo Cárdenas, autor de la obra teatral Blind Spot y del poemario En el país del silencio firmarán sus libros y conversarán con el público. Dónde: En la carpa de Poetry Foundation & Poetry Magazine EL DOMINGO 7 DE JUNIO, @ 3:00 DE LA TARDE: Sé parte de la fascinante conversación y performance poético y musical sobre la influencia del Guaraní, el Chamamé, los ritmos afrocaribeños, la aliteración y el tumbao en la música puertorriqueña y argentina y en la poesía y música de las ganadoras del premio de poesía original de Poesía en Abril 2014 y 2015 Noelia Cruz y Carolina Folmer, e invitados. Dónde: En la carpa del periódico HOY.
¡TE ESPERAMOS! &
PRESENT
STORY LINES COMICS JOURNALISM ON THE SOUTH SIDE
A GALLERY SHOW OF NONFICTION COMICS FROM AND ABOUT THE SOUTH SIDE, FEATURING WORKS BY NEW AND ESTABLISHED ARTISTS, INCLUDING THE ILLUSTRATED PRESS, JAVIER SUAREZ, CARLOS MATALLANA, BEA MALSKY, JEAN COCHRANE, AND MORE...
HOSTED BY CULTURA IN PILSEN 1900 S. CaRPENTER OPENING RECEPTION: Friday, JUNE 12th, 7pm. SOUTHSIDEWEEKLY.COM/STORYLINES
Mapa y detalles en http://printersrowlitfest.org