Contratiempo 90 • Enero 2012

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ENERO 2012 • número 90 EDITORIAL

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l año 2012 representa un momento de hitos históricos para contratiempo, y de retos importantes. Hitos, en cuanto a que, a finales del año que comienza, esta publicación que surgió como el sueño de un grupo de escritores latinoamericanos que buscaban darle salida a las plumas que escribían en español en Chicago, llegará a 100 ejemplares publicados de forma ininterrumpida. Retos, porque en 2012 nos hemos propuesto abordar temas tan diversos como el cuerpo, el erotismo, la poesía o las difíciles jornadas electorales que se vivirán en México, Estados Unidos, Venezuela y República Dominicana. Como parte de lo que nos hemos propuesto conseguir en el 2012 está un rediseño de nuestras páginas, a partir del ejemplar que usted tiene en sus manos. Aunque hemos mantenido nuestras secciones habituales, estas se publican en un orden distinto del habitual, a fin de darle una mejor distribución al contenido, y para

centralizar nuestro dossier mensual, dándole una mayor relevancia. Comenzamos el año con un fascinante dossier que mira desde diversas disciplinas artísticas el problema inmigrante. El dossier tiene continuidad y comunicación tanto con la sección Deshoras, que incluye cuentos y poemas relacionados con el tema, escritos por autores locales, como con Tiempo Extra, donde lo periodístico y lo poético también confluyen para lanzar una mirada a los casos de las leyes anti-inmigración en los estados de Arizona y Alabama. Ninguna publicación llega a 100 números sin el apoyo, complicidad e interés de los lectores. Al comenzar 2012, les invitamos de nuevo a acompañarnos, como lo han venido haciendo desde 2003, en este viaje anual por el periodismo, la literatura, la crítica y el arte, y a comunicarnos sus opiniones y reflexiones sobre nuestro contenido y nuestro nuevo aspecto. Gerardo Cárdenas, director editorial

contenido

contratiempo La misión del centro literario contratiempo es preservar y promover la identidad y contribución cultural de la población latina hispanohablante en los Estados Unidos.

DIRECTIVA

Gerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey.

DIRECTORA EJECUTIVA Moira Pujols

DIRECTOR EDITORIAL Gerardo Cárdenas

CONSEJO EDITORIAL

Rey Emmanuel Andújar, Gerardo Cárdenas, Marco Escalante, Eduardo Estala Rojas, Rafael Franco, Ignacio Guevara, Jorge F. Hernández, Catalina María Johnson, Verónica Lucuy Alandia, Stephanie Manríquez, Esmeralda Morales-Guerrero, Olivia Liendo, Luis Alejandro Ordóñez, Julio Rangel, René Rodríguez Soriano, Tanya Victoria, Febronio Zatarain.

DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo

CORRECTORES DE ESTILO

Julio Rangel, Veronica Lucuy Alandia y Luis Alejandro Ordoñez TIEMPO EXTRA

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Poemas: El llano y sus flores / Lo llamamos trabajo José Hernández Díaz.

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El laboratorio del Sur Jorge Mújica Murias.

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El lienzo de Otla: Memoria de un paisaje sagrado Dr. Víctor Hugo Ruiz Ortiz. Nicanor Parra: Irreverentemente genial antipoeta Bernardo Navia. Rehabilitación a base de literatura Manuel Abical.

mirada cómplice

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Lorenzo Silva: Afinando el discurso hasta extremos inusitados Luis Alejandro Ordóñez.

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Revista Mala Vida: Quince años y contando Luis Tovar.

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La sangre de un bloguero llamado José Saramago Jochy Herrera.

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A propósito de Leer, escribir de Bárbara Jacobs Elizabeth NarváezLuna.

La ilustración de portada es una obra original para contratiempo de Duncan Tonatiuh. El artista nació en Ciudad de México y creció en San Miguel de Allende. A los 16 años se mudó a Massachussets. Es licenciado en bellas artes en la Parsons School of Design y en artes liberales en el Eugene Lang College en Nueva York. Sus libros “Dear Primo, a letter to my cousin” y “Diego Rivera, His World and Ours” fueron publicados por la editorial H N Abrams. “Dear Primo” fue nombrado “best of the best book” de 2010 por la Chicago Public Library. Sobre su trabajo dice: “Me inspiro en el arte del México antiguo, pero utilizo las herramientas de nuestro mundo digital para darle una sensibilidad contemporánea.” El artista reside entre San Miguel y Nueva York. http://www.duncantonatiuh.com

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Alimaña Toys llega a Chicago Stephanie Manríquez.

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Encuentros al borde de dos países Gerardo Cárdenas.

DOSSIER

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Arte y migración

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Soñar en español, narrar en español José Castro Urioste.

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Inmigrantes en la pantalla grande Paul A. Schroeder Rodríguez

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El jardín y el vidrio: Poesía para todos Raúl Dorantes.

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Fronteras ya no tan chulas: Las canciones del inmigrante Catalina María Johnson.

Gulliver, ese inmigrante Stephanie Manríquez.

DESHORAS Textos de Raúl Dorantes, Miguel Marzana, Jorge Hernández, Jesús Guerrero, Gerardo Cárdenas, Stanislaw Jaroszek, Miguel Méndez, Marco Polo Soto, Jorge García de la Fe y Febronio Zatarain.

Las fotografías sobre inmigración publicadas en la sección de Deshoras fueron tomadas en el barrio Pilsen por Carlos Ernesto Uribe Cardozo. El artista nació en Bucaramanga, Colombia, y vive en los Estados Unidos desde hace diez años. Hace tres años se mudó a Chicago donde estudia una licenciatura en bellas artes, mención fotografía, en Columbia College of Chicago. Su trabajo fotográfico aborda la denuncia de la contaminación ambiental y de los problemas sociales. Uribe dice de su trabajo: “La idea era buscar esa esencia latina de la gente que vive y trabaja en el barrio de Pilsen. La influencia mexicana y sus tradiciones son tan grandes en el barrio que te separa de todos los contextos fronterizos y sociales y te transporta a un México pequeño en los Estados Unidos”.

Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro. © contratiempo nfp 1702 South Halsted St., Chicago Il 60608 (312) 666 7466 contratiempo is grateful for the past and present support of The Chicago Community Trust, the Richard Driehaus Foundation, the Field Foundation of Illinois, the Illinois Humanities Council, the Illinois Arts Council, the City of Chicago Department of Cultural Affairs and individual, institutional and corporate donors, and the contribution of writers, artists and volunteers who make our work possible.

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TIEMPO EXTRA

Dos poemas de José Hernández Díaz

El llano y sus flores

Lo llamamos trabajo

Dedicado a Jan Brewer Y Mickey Hammon…

Algunos de nosotros inmigrantes tomamos el autobús para trabajar en la mañana brumosa sin quejarnos del mínimo sueldo

El guerrero águila atraviesa el cielo anaranjado Y guía nuestros pasos a lo largo del plano desierto

Levantamos, jalamos y movemos nuestras manos como olas fugaces van y vienen tediosas ingratas

No seremos intimidados por aridez xenofóbica

Pero sí: Lo llamamos trabajo

Somos saqueadores de la verdad Y los sueños

Resistimos horas extras Día a día por la mitad de lo que tú ganas Giramos, nos doblamos y nos rompemos los lomos seis días por semana por un tercio de lo que ganas

Nuestras venas conocen el linaje de arroyos antiguos No somos el extranjero que usted piensa que somos

Pero sí: Lo llamamos trabajo

Celebramos nuestro indigenismo

Y aún insisten en una radio conservadora Lo gritan en FOX NEWS Que les quitaremos su país que ensuciaremos su cultura que ahogaremos su lengua

Somos gente de la tierra que florece Nuestras raíces saben del linaje de presagios sagrados Nuestros ojos han visto el humo en la colina de la serpiente

Es absurdo absurdo El único verdadero conquistador si no lo sabes

Nuestras manos han construido pirámides para el sol y la luna No vamos a caer; no somos como ustedes.

Es paz y amor Es amor y paz On the Wings of Desire

Ilustración de Elbow-Toe

Traducciones de Gerardo Cárdenas José Hernández Díaz es un poeta chicano de primera generación, con licenciatura en Literatura en Inglés de la Universidad de Califor­ nia en Berkeley. Ha publicado en The Best American Nonrequired Reading Anthology 2011, La Gente Newsmagazine de UCLA, Bombay Gin Literary Journal, Hinchas de Poesía, In Xochitl In Kuikatl Literary Journal, Indigenous Writers and Artists Collective, The Packinghouse Review, y otras publicaciones, y leído en Los Ángeles, San Diego, Berkeley, San Francisco, Long Beach y Tijuana. Actualmente modera el grupo online de poesía Poets Responding to SB1070, donde ha publicado más de 30 de sus poemas. n ú mero 9 0

contratiempo

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TIEMPO EXTRA

El laboratorio del Sur Jorge Mújica Murias

El gobierno de Alabama estudia emplear presos para compensar la escasez de mano de obra agrícola atribuida a la nueva ley estatal contra la inmigración ilegal, se informó el martes”. Es el último anuncio en una larga serie de remedios contra una enfermedad que parece aquejar cada vez con mayor frecuencia a los políticos que decidieron tiempo atrás que la inmigración sin papeles era un brillante tema de campaña. Pero claro, como en muchos otros casos, la medicina no puede curar la estupidez. La Ley de Alabama, formalmente denominada HB56, y entre los activistas de inmigración como la “Ley Juan Crow”, en referencia a las viejas leyes sureñas aprobadas inmediatamente después de que Abraham Lincoln firmara la abolición de la esclavitud y que establecían la segregación racial legal, es una ley estúpida. Establece, además de otras estupideces, que todos los empleados públicos deben pedir prueba de la residencia legal para poder otorgar los servicios públicos, desde salud hasta educación, y que la policía puede detener a cualquier persona por ser “sospechosa de no tener residencia legal”. Es estúpida porque lejos de contribuir a resolver el problema inicial de la migración sin papeles, el hecho de que no haya un sistema actualizado para darles papeles a los trabajadores internacionales, solamente agrava el estado de las cosas. Es como meterle la cabeza a un asmático en una cubeta de agua argumentando que no puede respirar aire. Es, desde mi punto de vista, el último de una serie de experimentos de los nativistas blancos estadounidenses, que se resisten a llegar a tener un nie­to o sobrino que se llame Juan en vez de John; que se niegan a la mezcla de culturas, lenguajes y otras expresiones culturales. Es la última en una serie de intentos fallidos que se iniciaron a mediados de los años 90 con el entonces gobernador de California, Pete Wilson, con su llamada Proposición 187. Como pedazos de un Frankenstein que se va construyendo poco a poco, hemos visto partes de esta tendencia nativista en Arizona, Utah, Carolina del Norte, Georgia e Indiana, no por casualidad estados todos gobernados por políticos del Partido Republicano. Y cada pedazo en la fabricación del monstruo ha probado ser fallida, por lo menos en parte. Prácticamente cada una de las leyes estatales en contra de los inmigrantes

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FotografíaS: Nadia Sol Ireri Unzueta Carrasco

han sido desafiadas exitosamente en las Cortes probando, por lo menos, que los republicanos aún no encuentran la fórmula exacta. Y más nos vale que no la encuentren, porque cada vez se acercan más a su meta. Si bien la Proposición 187 se desechó por completo, la ley HB56 de Alabama aguantó la prueba y la decisión legal fue permitir que se pusieran en práctica algunos de sus aspectos más nefastos, como el “sospechosismo” legal ejercido por la policía.

El laboratorio nacional

Como todo en la política, especialmente los experimentos, el laboratorio republicano tiene por los menos dos filos: por un lado, afinan cada vez más su Frankenstein, esperando algún día tener un monstruo que quepa dentro de los marcos constitucionales estadounidenses, para entonces poder presentarlo desde la Casa Blanca o el pleno del Congreso y titularlo “Reforma Migratoria Integral”. Sería la culminación del experimento una ley que permitiera, al mismo tiempo, gozar de la mano de obra barata de los trabajadores internacionales y negarles sus derechos plenos como residentes y participantes activos en el país huésped. El otro filo es que no somos simplemente espectadores del experimento, sino que nos hemos convertido en participantes activos. La reciente acción de un grupo de personas, inmigrantes todos, indocumentados todos, en una acción de desobediencia civil en la capital de Alabama nos da motivo para creer que también vamos creciendo con el experimento. Para comenzar, la acción fue múltiple, con por lo menos 19 personas involucradas. Dos de ellas fueron arrestadas cuando exigían ver al vocero de la mayoría republicana dentro del Capitolio en Montgomery; once más fueron arrestadas en la calle; dos entraron a propósito en una estación de La Migra (la Oficina de Inmigración y Aduanas del Departamento de Seguridad Interior) y declararon ser indocumentados; las últimas cuatro, que no fueron arrestadas, buscaron a la Patrulla Fronteriza y establecieron sin lugar a dudas ser indocumentadas, ante la incredulidad del agente. De todas estas personas, solamente las que entraron a las oficinas de La Migra fueron

procesadas como indocumentadas, mientras que las demás quedaron en libertad sin mayores problemas excepto por acusaciones de “perturbar la tranquilidad”, por parte de un estado racista que reconoce su tranquilidad como el hecho de que ninguna minoría haga olas. La diferencia entre los dos valientes que entraron a la Migra y los otros 17 voluntarios, fue que las autoridades sabían qué se traían entre manos; sabían de los actos públicos de desobediencia civil y, en el caso de la Patrulla Fronteriza, fueron reconocidos como activistas de inmigración, e incluso el agente sabía sus nombres, aunque no se hubiera anunciado su intento de ser detenidos. El propósito claro de todos ellos era probar varias teorías y posibilidades: una, desafiar la ley de Alabama y obligar públicamente a sus funcionarios a que la ejercieran en contra de reconocidos activistas; dos, desafiar la llamada “nueva política de deportaciones” de la administración de Barack Obama, que supuestamente no pro­ cesará a los detenidos que no tengan antecedentes penales. El propósito se cumplió con creces. Ni Alabama estuvo dispuesta a cumplir su propia ley de cara a los medios de comunicación, ni la administración de Obama se arriesgó a cometer un error y procesar a los activistas. El tercer objetivo, calculado o no por los acti­ vistas, fue el más importante: calibrar hasta dónde llegan “ellos”, los nativistas, y hasta dónde pode­ mos llegar “nosotros”, el movimiento migratorio. Si seguimos solamente desafiando el experimento en las Cortes, representados por abogados y políticos que dicen ser nuestros amigos (Obama era el ídolo de muchos hace tres años), vamos a perder. Para que el experimento no llegue al fin esperado, es necesaria nuestra intervención abierta, organizada, en las calles. Jorge Mújica es un reportero y activista del movi­ miento migratorio y sindical; ha colaborado en radio, televisión y prensa escrita en México y Estados Uni­ dos, y es un activo participante del movimiento por los derechos de los trabajadores, tanto inmigrantes como nacidos en Estados Unidos. ENERO 2012


TIEMPO EXTRA

El lienzo de Otla

Memoria de un paisaje sagrado Dr. Víctor Hugo Ruiz Ortiz

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odemos conocer mejor un área cultural analizando el espacio sagrado contenido dentro del paisaje de una región como la de Otla (en el estado mexicano de Oaxaca) que se caracteriza por su riqueza en nombres significativos de parajes, terrenos con rancherías, zonas arqueológicas, mojoneras, montañas sagradas, nacimientos de agua, templos (iglesias), que aparecen en documentos históricos como en historias de dominio público. El México antiguo no se puede entender sin trabajo de campo, el análisis del espacio sagrado, de la geografía del lugar, la recopilación de nombres con sus etimologías y de registrar los conceptos al respecto así como el estudio del origen y significación de los nombres propios de lugar (la toponimia), refleja no solamente la conceptualización del espacio sagrado, sino también las motivaciones y las emociones de una civilización que expresa mediante el lenguaje geométrico-arquitectónico “La construcción de un mundo ordenado e inteligible, que se enfrenta con la realidad cotidiana y consigo mismo, un mundo de humanos insertos en un orden de cuya razón, conocimiento y entendimiento, origina su propio pensamiento filosófico”. Debemos reconstruir y entender este pensa­ miento a partir del espacio sagrado que esta allí, la poesía, los documentos históricos, lienzos, códices, arquitectura, de la religiosidad, comportamiento y actitud de los pobladores de las comunidades actua­ les, de la esencia de las lenguas, es decir estudiar los estratos arqueológicos, históricos, lingüísticos, sociales, etc., para entonces poder comprender la esencia del proceso histórico que dio forma a la organización ideológica y social de un momento y tiempo determinado y que ha servido para negar la existencia del pensamiento filosófico mesoamericano pero que paradójicamente gracias a la interpretación y manipulación de los documentos históricos y de la geografía que sigue allí podemos hoy entender la continua espiritualidad de México. La imposición de la visión occidental a las civilizaciones del México antiguo ha impedido tanto el entendimiento de su realidad como la conciencia de su identidad y que hasta hoy a 490 años de la invasión europea todavía existen personas que sólo hablan maya, mixteco, popoluca, mixe, náhuatl, mazagua, zoque y que son encarcelados y abusados por no saber hablar español, lengua que actualmente es la oficial en nuestro país. A primera vista parecería significar un atraso pero, si sabemos leer el contenido de esta realidad a casi 500 años de la tragedia que acabó con estas grandes civilizaciones mesoamericanas, éstas siguen gritando en silencio a sus hijos que se niegan a escucharlas. Finalmente esto es comprensible puesto que son 8521 años de civilización que los mexicanos de hoy debemos saber y conocer para integrarla a nuestro ser. Este es uno de los principales objetivos en la interpretación del Lienzo de Otla. El Lienzo de Otla es la memoria y parece tanto n ú mero 9 0

una introducción a la filosofía mesoamericana cuanto a un examen minucioso, más o menos sistemático, del desarrollo de la filosofía mesoamericana desde los tiempos que van del Tloque Nahuaque, la Cruz del códice Fejervary-Mayer hasta el lienzo de Otla y los calendarios mixe (Olmecas: mixe-popolucas-zoques), maya y mazateco hasta el día de hoy vigentes. Pero la explicación, digámoslo así, se dará por anticipado. En efecto (este estudio previo) abarca más que lo que, en sentido estricto, nos reclaman las obras filosóficas mesoamericanas; y quieren ser, ante todo, un “desvelamiento” de su pensamiento filosófico, que resultaría entendido a medias, o tal vez mal entendido, si se la presentase sola y sin posible ligazón o referencia a las obras de sus antecesores como los calendarios mixe, maya, la Cruz del códice Fejervary-Mayer, la diosa Huehueteotl, los petrograbados olmecas en Chalcatzingo, Morelos que nos hablan de este gran pensamiento filosófico de nuestros ancestros olmecas-mixes-popolucas-zoques, mixtecos, mayas, colhuas, toltecas, y de todas las altas civilizaciones mesoamericanas. Rara vez la memoria juega un papel central en el análisis o en la discusión de esta materia… que nos lleva a… estudios de los documentos tangibles e intangibles que están allí, en el espacio sagrado, en los calendarios mixes, mazateco, maya, en nuestra gente que sigue conservando la lengua y el carácter sagrado y filosófico de los rituales que se siguen realizando en los diversos espacios sagrados mesoamericanos como en el Cempoaltepec -montaña sagrada de la cultura mixe-, o en Yosonotu en la mixteca cerca del pueblo de Chalacatongo -lugar donde yo nací- con la ceremonia del pedimento, o en Huendio -cerca de Achiutla- donde también se sigue llevando anualmente la ceremonia del pedimento a la par del rito católico. El lienzo es un documento con datos geográficos, históricos que como otros documentos similares se han estudiado, pero en el de Otla se interpretó la estructura simbólica subyacente: Tloque Nahuaque en la esencia de la lengua náhuatl es: ESPACIO-TIEMPO, probablemente se refieren a la formación del Alma del mundo, la teoría del lugar y la materia o los elementos, el sistema astronómico como lo planteó Platón en el diálogo del Timeo en el cual nos cuenta la historia de los orígenes de la humanidad, vinculada a la cosmogonía e historia del universo. En ese sentido el Tloque Nahuaque va a confundirse con el cielo, el primero y más extenso de todos los objetos visibles, y de esta forma se pasa­ rá directamente de la geometría a la arquitectura, a la astronomía, a la teología y a la física. Esta publicación no solamente se nutre de una amplia experiencia y admirable labor científica en el campo de la interpretación del arte visual, que combina estudios antropológicos, lingüísticos e históricos, sino también sigue de manera ejemplar los principios modernos de la arqueología del paisaje; pero sobre todo aborda

Lienzo de Otla

Cortesía: Elena Zorrilla

profundamente el pensamiento filosófico de nuestros ancestros mesoamericanos expresado en la arquitectura del espacio sagrado y la arquitectura construida por ellos mismos en respuesta al Tloque Nahuaque con la participación activa de los habitantes de los lugares visitados que compartieron su conocimiento. El resultado es un texto valioso que, como ya se mencionó líneas arriba es una introducción a la filosofía mesoamericana que a través de la memoria guardada en el Lienzo de Otla hoy podemos pasar del análisis mitológico al análisis científico filosófico.

Víctor Hugo Ruiz Ortiz, mexicano, es ingeniero civil y arquitecto por la Universidad Iberoamericana, maestro en Restauración Arquitectónica por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete de la capital mexicana, y Doctor en Arqueología por la universidad de Leiden (Holanda). Ha sido catedrático en restauración arqui­ tectónica en diversas instituciones educativas mexicanas, y se ha especializado en temas del patrimonio cultural mexicano. Entre sus publicaciones más recientes está el Lienzo de Otla: Memoria de un paisaje sagrado, publicado por el gobierno de Oaxaca en 2009. El pre­ sente texto es una versión resumida de su introducción. Lienzo de Otla: Memoria de un paisaje sagrado está a la venta en Librerías Girón de Chicago. victorhugo@sjk.com.mx contratiempo

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TIEMPO EXTRA

Nicanor Parra

Irreverentemente genial antipoeta Bernardo Navia

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Nicanor Parra ha dedicado su vida a una revuelta irreverente contra el canon de la poesía

Cortesía: El archivo del escritor, Chile

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urante mi adolescencia comencé a enterarme que había miembros únicos de un clan familiar chileno de apellido Parra: Violeta, Nicanor, Isabel, Ángel, Gabriel, Javiera... Violeta me cautivó desde el comienzo. Yo ya había escuchado canciones como Gracias a la vida o El rin del angelito; pero fue durante 1983, acosado por la humedad inverosímil del verano entrerriano de Argentina, que dos hermanos chilenos a quienes conocí allí, Jano y Mariela (la vida se ha encargado muy bien —sólo como ella sabe hacerlo— de separar nuestros caminos), me ‘presentaron’ bien a Violeta. En pocas semanas agoté todo material impreso y discográfico que conseguí. Cuando Mariela vio cuán fascinado me dejó la historia que aprendí de la vida de Violeta, me dijo: “un hermano que le sobrevive, y que se llama Nicanor, te va a encantar, gallo. Es un antipoeta. Vive en Chile”. Era mi adolescencia y atrás quedaba el cerco protector de la infancia porque, cuando (de vuelta ya en Chile) comencé a buscar material de este Parra: poemas o, mejor dicho, antipoemas; bibliografía, anécdotas, narraciones; en fin, lo que fuera, fue cuando comencé a entender que la censura impuesta por Pinochet era real. No era fácil el acceso a “escritores subversivos”. Un día, Patricio, mi hermano, me dio a leer el antipoema “Yo soy el individuo”; el resto se puede resumir en pocas palabras: agoté los días en un frenético buscar y leer todo lo que pude del antipoeta Nicanor Parra. No quiero aquí insistir en una superflua reflexión sobre el extraordinario talento creativo del antipoeta; o sobre su capacidad de escribir acerca de lo común y diario para hacerlo aparecer nuevo (o no); o sobre su talento para poetizar con el humor, la ironía y lo popular, inculcando inteligencia a la poesía (y vice­ versa). Tampoco es cuestión de comparar. Pablo Neruda y Gabriela Mistral son los dos poetas premios Nobel de Literatura que tiene Chile (a propósito y, hasta ahora, a Parra lo han postulado varias veces); bien por ellos, por los premios Nobel. Muy bien. Tampoco es cuestión de ‘dejar fuera’ a otros consagrados: Teiller, Rojas, Pezoa Véliz, Silva, Lihn y otros (la lista es larga. Me enorgullece señalarlo). Nicanor Parra brilla con luz propia, pertenece a otra clasificación. No hay que ser una autoridad consumada en poesía chilena para aseverarlo. Así, no me extrañaría que, ante una posible pregunta hecha a él por un ‘reportero imaginario’ (para jugar con las palabras de su poema “El hombre imaginario”)

sobre la importancia de haber sido galardonado con el premio Cervantes; o sobre qué se siente haber sido nominado varias veces al premio Nobel; o sobre qué opina de ser considerado en la actualidad el poeta vivo más importante de la poesía chilena y uno de los más conocidos en la poesía hispanoamericana; no me extrañaría, digo, que con una sonrisa contestara, citando uno de sus versos: “Sólo una cosa es clara: que la carne se llena de gusanos”; o no me extrañaría tampoco que, frunciendo el ceño ante tan inocente reportero imaginario, citara a modo de respuesta otro de sus versos: “…creo que moriré de poesía…” No dudaría tampoco, sigo pensando, en insistir con su propia descripción de la poesía: “La poesía tiene que ser esto: una muchacha rodeada de espigas o no ser absolutamente nada”. Tal vez volvería a repetir lo que reclama en su antipoema “El Premio Nobel”: “El Premio Nobel de Lectura / me lo debieran dar a mí / que soy el lector ideal / y leo todo lo que pillo”. Lo cierto es que el antipoeta se permite escribir con la misma autoridad los tristes versos de “Aromos”, o los fieramente irónicos de “Autorretrato”; o los de resignado tono burlón de “El poeta y la muerte”, o los irreverentemente religiosos de “Los 4 sonetos del Apocalipsis”; o los indignadamente combativos de “Moscas en la mierda”; o los…. Este físico-matemático, graduado de mecánica avanzada de Brown University, ha dedicado su vida a una revuelta irreverente contra el canon de la poesía (estos versos como ejemplo: “REVOLUCIÓN!!! REVOLUCIÓN!!! Cuántas contrarrevoluciones se cometen en tu nombre???”; o “U.S.A. Donde la libertad es una estatua”; o “Pido que me den el Nobel por razones humanitarias”). Merecedor indudable del premio Cervantes (el más importante de las letras hispanas), no me extrañaría tampoco que, a sus 97 años y disponiéndose a alejarse del imaginario reportero mientras se acomoda su vieja gorra de lana en la cabeza, repitiera otro de sus versos: “antes de mí no se tenía idea de poesía”.

Bernardo E. Navia nació en Chile. Cursó estudios básicos, secundarios y superiores en varios países de Latinoamérica. En el año 2002 obtuvo su doctorado en literatura hispanoamericana en University of Illinois at Chicago. Ha publicado varios cuentos, poemas y artículos en diversos periódicos y revistas literarias; y desde 2007 se desempeña como profesor auxiliar de español en DePaul University

ENERO 2012


TIEMPO EXTRA

Rehabilitación a base de literatura Manuel Abical

Juan Villoro asistía a un congreso sobre literatura infantil en Santiago de Chile cuando la tierra tembló. Casi dos años después relata cómo vivió el terremoto y sus réplicas físicas y psicológicas en el libro 8.8 El miedo en el espejo.

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o era el primero: “Los mexicanos tenemos un sismógrafo en el alma, al menos los que sobrevivimos al terremoto de 1985 en el Distrito Federal”. Así abre Juan Villoro uno de los capítulos más sólidos de 8.8: El miedo en el espejo. Además de una mente lúcida y una cultura extensísima el escritor posee un bagaje nada desdeñable en lides sísmicas. Y pese a todo, empieza reconociendo que en medio del terremoto todo saber se vuelve inútil: “Reaccioné con la pasmada incertidumbre del que siempre será inculto ante la naturaleza”. 8.8 El miedo en el espejo se puede leer como el relato de un hombre que vio de cerca la muerte y precisa un salvoconducto para regresar a eso que llamamos vida normal. Un camino, por cierto, que no sigue una línea recta. En el intrincado discurso de Villoro, hacen faltas las referencias a su propia biografía, a anécdotas históricas y profesionales, a obras literarias (canónicas o no), a películas e incluso a mensajes de texto. Se trata de un texto de género híbrido que mezcla las convenciones del reportaje periodístico, el ensayo literario, la reflexión filosófica y unas gotitas de periodismo 2.0. Tal vez sea él mismo quien proporciona en negativo la clave de su visión literaria. En los momentos de desasosiego después del seísmo, Villoro describe así la cobertura mediática de la catástrofe: “El discurso de los noticieros se caracterizaba por el tremendismo y la dispersión: desgracias aisladas sin articulación posible”. Un vacío que él es capaz de llenar con creces. Su dominio de los recursos narrativos le permite mezclar con naturalidad referencias dispares que consiguen dar una insospechada cohesión al discurso. Si bien no vale de nada ser capaz de citar a Neruda o a Verlaine mientras el mundo se te cae encima, probablemente sean buenos compañeros de viaje para regresar a lo cotidiano sin perder la cordura. De forma aparentemente orgánica encuentra en la literatura la forma de lidiar con la tragedia. En un momento dado relata que José Ángel Sánchez Ahedo perdió un zapato al salir hacia un espacio abierto. A continuación describe qué se le pasó por la cabeza: “Recordé que las primeras señas del naufragio que ve Robinson Crusoe son los objetos que flotan a su alrededor. Entre ellos hay dos zapatos que no hacen juego”. Con precisión de relojero, Villoro va fijando con fuerza cada uno de sus argumentos. Las referencias literarias no parecen el golpe final que los asegura, el germen que los hace aflorar n ú mero 9 0

Con su estilo, Juan Villoro se ha labrado una sólida reputación internacional

y sostenerse por su propio pie. No se trata, con todo, de un ejercicio puramente reflexivo. Villoro nos baja a la tierra con golpes de su afilado sentido del humor, anécdotas propias o ajenas, reales o ficticias, que no permiten la distracción. Ahí reside el mérito de su estilo. La disparidad de sus inspiraciones no dispersa, sino que aúna. Una tensión que se relaja brevemente en los episodios centrales en los que aborda desde una perspectiva más íntima el terror que causó el terremoto en quienes lo vivieron. Se puede intuir en estos pasajes un cierto ánimo de experimenta­ ción, de prueba de nuevos lenguajes narrativos. Un propósito cuyo resultado resultará dudoso a los acérrimos de su personalísimo estilo. En todo caso, se trata apenas de un interludio, puesto que en los dos últimos capítulos vuelve el estilo con el que Juan Villoro se ha labrado una sólida reputación internacional. En este caso, recupera el desconocido título El terremoto en Chile de Heinrich von Kleist para compartir claves con las que entender nuestra reacción ante una catástrofe natural. Otra vez, Villoro opera el imposible de tender puentes allí donde nadie más vería donde sentar las bases. De forma magistral el relato vuelve a tomar vuelo para llegar a un brillante capítulo de cierre en el que autor se aleja del hecho próximo en pos de una reflexión sobre el cambiante vínculo entre el ser humano y el planeta que habita. Se traen a colación otras catástrofes naturales como los terremotos de China y Haití y sobre todo la crisis aérea provocada por el volcán islandés en 2010 para examinar con su lupa particular la reacción del mundo desarrollado a este entorno defectuoso en su impredictibilidad. De este escrutinio no escapan las nuevas tecnologías y fenómenos como Facebook y Google Earth. Así llegamos a preguntas en las que el escritor se pregunta con extrema pericia reflexiva: “¿Cuál es la verdadera magnitud de lo que ocurre? En la era de la información carecemos de medida. Un desastre natural es el prólogo de otra historia, completamente incierta”. Por fortuna para aquellos a los que los libros de autoayuda no ofrecen respuestas satisfactorias existen mentes como la de Villoro. 8.8: El miedo en el espejo, con sus escasas 110 páginas, apuntala el prestigio de un autor que vuelve a demostrar una capacidad argumentativa apabullante.

Fotografía Cortesía: Guido Indij

Manuel Abical, traductor español, publica el blog geografiasinvisibles.wordpress.com contratiempo

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TIEMPO EXTRA

Entrevista con Lorenzo Silva

Afinando el discurso hasta extremos inusitados monónico, ofrezcan una visión coherente y significativa de la realidad, en vez de ráfagas inconexas, como es a menudo costumbre en el ciberespacio.

Lorenzo Silva

Cortesía: Joan Tomás

Luis Alejandro Ordóñez

No tienes que gustar al lector. Tienes que perturbarlo. Sacudirlo. Zarandearle las ideas asumidas, meterlo en contradicciones”, dice un personaje de Niños feroces, la más reciente novela de Lorenzo Silva. Esas palabras pudieron haber salido de la boca del escritor, que con más de 20 novelas publicadas, entre ellas El alquimista impaciente y La flaqueza del bolchevique, está muy consciente de la relación de cercanía que en estos tiempos tiene todo autor con sus lectores. Al preguntarle a Silva sobre ello, dice: “el diálogo que uno entabla con el lector, a través de las redes casi en tiempo real, y a través del mail con más poso y reflexión, me parece crucial para anticipar e identificar sus sensaciones y emociones, material que en absoluto creo que pue­ da despreciar un creador, y menos un contador de historias que aspira, no nos engañemos, a engatusar tanto como pueda a quien le escucha”. Contratiempo: ¿Y ello cómo se refleja en la historia que se cuenta? Lorenzo Silva: Uno tiene que contar siempre su historia, y a su modo, pero esa viva sensación de alguien al otro lado que proporcionan los nuevos modos de comunicación con el lector le permite a uno afinar el discurso a veces hasta extremos inusitados. Porque uno mismo no se da cuenta de todo lo que convoca con su propia creación. CT: Tanto en Niños feroces como en una de sus novelas anteriores más recientes, El blog del inquisidor, Internet juega un rol muy interesante. LS: Es muy cierto que las dos, que tienen elementos experimentales y comparten una narrativa fragmentaria, pretenden incorporar al arte de contar historias elementos surgidos del relato de la realidad que se construye en la red (también discontinuo, multiforme, repleto de puntos de vista dispares y simultáneos). Pero ambas novelas tratan de trascender la falta de articulación del discurso de la red, buscando estructuras alternativas que, sin imitar la continuidad algo falaz del relato deci-

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CT: Siendo uno de los escritores en español que más ha hecho suyo el recurso de los nuevos medios, ¿percibe algún cambio en el oficio o en el rol del escritor? LS: Más bien lo que quiero creer es que sigo disponiendo de las herramientas de siempre, las que pusieron a punto los grandes maestros, desde Cervantes a Tolstoi, desde Kafka hasta Chandler, a los que no tenemos por qué ignorar (es más, a los que ahora hay quizá más motivos para conocer y estudiar, porque ofrecen un terreno firme desde el que evaluar las novedades, a veces demasiado fulgurantes) y cuya enseñanza sigue siendo sustancialmente válida. Lo único que ocurre es que ahora contamos con herramientas y recursos adicionales, que muy bien podemos usar y que, siempre que no lo hagamos al tuntún, pueden ser pertinentes y enriquecer el discurso narrativo. CT: Fue noticia cuando puso a disposición todo su catálogo en libro digital. ¿Qué reacciones ha recibido? LS: La industria en España estaba (y está todavía, en parte) algo anonadada con la realidad digital, que identifica como una difusa amenaza cuyo poder de devastación no termina de calibrar. Esto es comprensible por los índices rampantes de piratería en España y por la nula acción del gobierno y de la justicia para reducirla, pero siempre me pareció una estrategia perdedora de la que quise apartarme. Y lo hice de la mano de la propia industria, o de una parte, el Grupo Planeta, mis editores en papel, que entendieron mi actitud y quisieron correr el riesgo y acompañarme. Así que de entrada conté con la complicidad de la industria, al menos parcial, y rechazo no he llegado a percibir. En cuanto a los efectos en ventas, han sido sorprendentes. El libro más vendido en ebook es El ángel oculto, un libro que en papel es el menos vendedor de los míos y que apareció por primera vez hace 12 años. Pero los demás se han vendido también: no me han dado una fortuna, pero sí un beneficio económico digno de tener en cuenta, donde antes no había nada, y eso que el mercado digital en español está todavía en mantillas. Creo que hay un camino, y que hay que seguirlo explorando. Además, me ha permitido llegar de forma inmediata al lector en español de allende el océano, ese al que tan mal llegan los libros españoles en papel. Sólo eso, ya me parece un inmenso triunfo. CT: Hablemos de Niños feroces. ¿Cómo comen­ zó a gestar la obra? LS: Comencé a pensar en ella hace tres años, cuando me encontré en Internet la esquela de un español muerto en los años 80 en la que se decía que había sido teniente coronel de las Waffen SS hasta la caída de Berlín. Me impactó mucho que alguien reivindicara ese oscuro avatar biográfico. Luego indagué sobre el personaje y vi que había existido y que en efecto, cabía afirmar que había

luchado con los alemanes hasta el final de la guerra, cuando ya Franco había abandonado a Hitler. Y que no era el único. Varios cientos de españoles habían estado en su caso, y como él habían llegado a vestir el uniforme de las Waffen SS. Me pareció una historia poderosa para tratar de indagar, a la vez, en la memoria histórica española y europea (de la que este episodio prueba que España forma parte, más de lo que los propios españoles solemos creer). Y de paso, reflexionar sobre el fenómeno eterno de las guerras y el no menos eterno de la utilización en ellas de los más jóvenes. CT: En Niños feroces hay una preocupación por la verdad del relato. ¿Ello lo pedía la historia o es una preocupación que va más allá? LS: La historia, con nada menos que un SS de protagonista en el acontecimiento central de la historia europea del siglo XX, exigía esta preocupación por sí misma y sin ninguna duda, o eso me parecía. Era muy fácil hacer un relato maniqueo, o sucumbir a varias formas de propaganda. Pero dicho esto, es también mi preocupación esencial como narrador cuando abordo hechos reales o históricos. Por nada del mundo quisiera contribuir a la vasta historia de la manipulación de la memoria y de las conciencias, para hacer creer a la gente cosas que no fueron. Muchos desalmados y muchos desaprensivos trabajan ya en esa empresa. CT: El protagonista no es ajeno a los aconte– cimientos que la juventud española actual está protagonizando. ¿Qué lo llevó a incluirlos? LS: Quise contar la historia de hace 65 años a través de alguien que me vacunara contra mi propia visión, alguien que estuviera lo bastante lejos de los hechos como para mirarlos con ojos limpios. Yo no podía: yo tuve un abuelo que vivió las sacas de Madrid en noviembre de 1936, otro que vivió la guerra de África, y los dos me lo contaron, y además hice el servicio militar, con lo que no podía ser completamente ajeno a la experiencia de vestir uniforme, que era lo que quería para mi narrador. Una vez elegido ese narrador, tenía que ponerme en su lugar, adoptar su perspectiva, y para alguien de poco más de 20 años que vive en Madrid la primavera de 2011 el 15-M no puede ser irrelevante. Ahí están sus amigos, su novia, en parte él mismo. CT: ¿Qué ve igual y qué distinto en la juventud actual? LS: Distinto, que la desesperación la ha llevado a gritar contra lo que las generaciones anteriores, a cambio de un salario mejor o peor, toleraron. ¿Qué veo igual? La juventud es honda en su nobleza, pero a veces superficial en su discurso. Es susceptible de ser manipulada, de derrochar energías en balde o para procurar un beneficio que se apropia otro. No diría que en este caso, al final, no acabe habiendo también algo de todo eso. Por desgracia.

Luis Alejandro Ordóñez es escritor venezolano, miembro del consejo editorial de contratiempo. Más sobre él en www.laoficinadeluis.com

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TIEMPO EXTRA

Revista Mala Vida

Quince años y contando Luis Tovar

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ara quienes, como mi querido amigo Ricardo Venegas, llevan un largo tiempo haciéndolo, lo que voy a decir es de Perogrullo, pero eso no le quita lo cierto y no por eso es menos importante repetirlo: jamás ha sido sencillo ser el responsable de la creación, la elaboración, la permanencia, la vigencia; la existencia saludable, para decirlo rápido, de una publicación periódica, menos si dicha publicación es de carácter cultural, y quizá todavía menos si tal esfuerzo se realiza fuera del monstruo centralista que, desde siempre, ha significado Ciudad de México. A eso habría que añadir, en el caso específico de Mala Vida, la cercanía de Cuernavaca precisamente con el Distrito Federal, y esa condición que, para más mal que bien, se le ha endilgado desde siempre a esta ciudad: la de ser, según algunos y de manera casi exclusiva, el reducto fin semanero de todo aquel que, en su condición de no-oriundo, busca solamente sol, albercas, restaurantes, bares, antros y demás propiciadores no única y tampoco necesariamente del descanso, sino también de la disipación e inclusive de la holganza. Bajo esa perspectiva, chocante y reduccionista, forzosamente debería llegarse a la falsa conclusión de que Cuernavaca y sus habitantes han tenido y tal vez continúan teniendo prohibido, o les resulta imposible pensar en, ocuparse de, atarearse con asuntos culturales. Entre otros errores, caeríamos en el muy craso de soslayar así, de un solo golpe, que la vida cultural aquí —literaria, pictórica, escultórica, etcétera—no es ni rara ni nueva, y que se ha visto enriquecida por la presencia, cuando no la permanencia o la residencia de personajes definitivamente insoslayables, que no mencionaré por no caer en un monumental lugar común. Enriquecida, digo, no inventada por ellos, lo cual significa —otra obviedad que hace falta repetir— que desde siempre ha existido el interés y la labor en torno a la cultura. Hace quince años, cuando muy posiblemente era más difícil de refutar todo aquello que se decía de Cuernavaca, Ricardo Venegas emprendió la tarea compleja, muchas veces cuesta arriba, otras tantas teñida de imposible, pero siempre gratificante, de ofrecer una publicación literaria

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parte no puedo sino que cumpliera una subrayar, desde la verdadera multipliciperspectiva doble del dad de cometidos, enlector constante y del tre los cuales destaca colaborador ocasional la procuración de —y agradecido—, es un medio para todos que, como dije antes, aquellos creadores no es nada frecuente locales que carecieran enterarse de que de espacio en el cual una revista literaria dar a conocer su tracumple diez años. bajo; sin soslayar, por Tampoco, por cierto, supuesto, la inclusión más de una década de de materiales provepresencia se cumple nientes de cualquier porque sí, a conseotro sitio, la difusión cuencia de la simple de obra que esos y mera porfía. Ésta es creadores, así como necesaria, en efecto, el público en general, pero no más que la debían conocer. Y solidez conceptual de más importante aún: una propuesta que con sus quince años merezca tantos esde existencia, Mala fuerzos como hay que Vida ha contribuido hacer para que una a la formación de ese revista se materialice. público lector, que Eso es lo que encuenes tanto como decir, Cuernavaca tro en Mala Vida: la aunque deban emFotografía: Gildardo Sánchez combinación del emplearse palabras como peño con un propósito definido en el ámbito éstas, que ha contribuido al ensanchamiento litera­rio, una idea editorial que se ha venido plasdel mundo de esos lectores, pues para eso, entre mando número tras número, y que ha recibido otras maravillas, existe la literatura. el beneplácito tanto de quienes otorgan apoyos Pocas cosas hay tan sencillas, tan factibles, materiales, como de quienes aportan su colabocomo la desaparición de una revista cultural. ración creativa, y al final pero más importante, de Desde siempre, insidiosamente, la cultura y su nuevo los lectores, única razón de ser de ésta y de difusión han sido las primeras paganas a la hora cualquier otra publicación. de apretarse el cinturón porque son pocos los Me uno, pues, a la celebración de los primeros dineros o porque, aun siendo muchos, resulta que quince años de Mala Vida, con un triple gusto: se utilizan en asuntos de “verdadera importancia”, el del colega en tareas similares, el del autor que según dictan los axiomas del neoliberalismo ramocupa un espacio y el del lector que se complace pante para el cual nada es digno de conside­ración y espera, c0mo chingados no, otros diez años por si no tintinea en la caja registradora, —como si lo menos. pensar, leer, imaginar, no fuesen actividades ya no digamos importantes, sino absolutamente indispen­sables. Pocos fenómenos tan tristemente Luis Tovar, mexicano, es jefe de redacción de La frecuen­tes como el nacimiento y la prematurísima Jornada Semanal, suplemento cultural del muerte, al segundo, a veces al primer número, periódico mexicano La Jornada de esta o aquella revista, en esta o en aquella localidad. Y también, por ventura, son pocos los editores/escritores que se dejan vencer, que no vuelven una y otra vez por sus fueros, bajo el mismo o bajo un título distinto, aunque de antemano sepan que el esfuerzo será mucho y los resultados, en términos de duración, casi de manera inevitable resultará bastante menor a lo deseado. Me pregunto, bajo estas consideraciones, qué pasará por la cabeza de Ricardo ahora que puede soplar las inusualmente numerosas velitas del pastel con el que celebramos los primeros quince años de su Mala Vida. Lo que por mi

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TIEMPO EXTRA

La sangre de un bloguero llamado José Saramago

Cortesía: Archivo Fundação José Saramago

Jochy Herrera

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os weblogs, esas bitácoras que circulan por millones en el libre mundo de la cibernética representan instrumentos de carácter inusual entre aquellos que habitan la comunidad de la red; son, indudablemente, espacios donde la lógica binaria rige la comunicación humana del hoy. Al permitir el depósito de los sentimientos del autor de forma libre, espontánea e instantánea, “los blogs han despertado y recuperado la espiritualidad de la sociedad tecnológica” de acuerdo con la experta Laura Gálvez. A su parecer, esa sinceridad que el blog deposita en palabras al espacio virtual humaniza el instrumento, y al mismo tiempo atrapa al lector persuadido más por el contenido que por la forma. El icónico lusitano José Saramago decidió escribir entradas en un blog a los 85 años convencido quizás no solo de la veracidad de tales afirmaciones, sino también de su poder; ello a juzgar por las frases con que usualmente comentaba sobre el tópico: “…los sismógrafos no eligen los terremotos, reaccionan a los que van ocurriendo, y el blog es eso, un sismógrafo”. Lanzadas y enterradas sus cenizas hace ya más de doce meses, verde, que no rojo, luce el eco de este particular joven octogenario en la portada de su más reciente obra póstuma: El último cuaderno. Textos es­ critos para el blog (Alfaguara, 2011). Saramago, quien se había hecho sordo ante la misma austeridad de la muerte, habla en este cuaderno “pensando en nosotros”: Berlusconi, Netanyahu, Chiapas y otras ráfagas de la ira, alertan sobre el compromiso del “gran hablador” que el escribano representó durante las últimas décadas del pasado siglo. Comentarios sobre naciones álgidas (Palestina y Haití); sobre ciertos muertos (Sábato, Galileo, Mahmud Darwish o Benedetti) y otros tantos vivos (Almodóvar, Obama y García Márquez) –frescas huellas de lo reciente–, que ponen en el apropiado contexto, la preclara e imperecedera justeza de un hombre que supo creer. Alguien que ejerció con grandeza ejemplar un sui generis oficio de sonriente escritor infeliz; el autor que anunciaba a todas voces que “...los escritores viven de la infelicidad del mundo. Porque (...) en un mundo feliz, (yo) no sería escritor”. Fuera la parca o su enemiga –la inmortalidad narrada en Las intermitencias de la muerte–; fuera la inquietud sobre la identidad del individuo –el ¿qué pasaría si?–, la ceguera total contada en las páginas

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del Ensayo sobre la ceguera; fuera la sacudida al Dios del poder católico en El Evangelio Según Jesucristo, aquella gran novela que después de su muerte aún no le perdona el Vaticano (el inquisidor que en L’osservatore Romano le acusó de ser “un banal desestabilizador de lo sagrado”); fuera el recoger recuerdos infantiles en una única y última memoria –Las pequeñas memorias–, Saramago, en ocasiones obsesivo y en otras pletórico de ternura, creó “textos fundidos entre una narración y oralidad desgarradoras y reflexivas que se convirtieron en referentes de una moral de compromiso”. Y el blog en referencia (http://cuaderno.josesaramago.org/) no fue excepción. Lo había iniciado a solicitud de amigos cercanos en septiembre de 2008; en él, a latido puro, parió párrafos llenos de cólera y amor; conjuras esperanzadoras y confesiones sobre la muerte, Dios, la gripe aviar, los elefantes, el derecho a pecar y los poetas; sobre el Evangelio y los colores de la tierra. Manifiestos recogidos y trabajados, en sus propias palabras, “con el mismo rigor de las páginas de mis novelas”. Faltaban pocos días para que José Saramago muriera, cuenta en el prólogo de la obra Pilar Del Río, su mujer y traductora: “…ya no podía escribir pero dictó dos entradas en el blog. La penúltima la provocó el juez Garzón saliendo de la Audiencia Nacional, expulsado por sus pares (…) entonces Saramago lloró con Garzón, sintió rabia e impotencia porque estaba vivo y dictó porque sus manos temblaban sobre el teclado. La última entrada son dos palabras (…) supo que un compañero suyo, un escritor sueco, se había sumado a una flotilla que pretendía romper un cerco terrible contra Palestina. Y Saramago, que de cercos sabía mucho, dijo sólo ‘Obrigado, Mankell’ –gracias Mankell–, y en estas dos palabras lo resumió todo, la admiración, la solidaridad, el respeto, la impotencia…” ¿Será entonces éste cuaderno un último testimonio a los más jóvenes? ¿Un alerta a la igene­ ración que la electrónica definió a partir de Steve Jobs? ¿La herencia del visionario que desafió el color de la esperanza, el rojo por el verde que en los párrafos a continuación narró ese Quijote? Carezco de respuestas, porque he llorado. Sí sé que la sangre, la misma que alimentó mis hú­ medos pensamientos, lo dice todo; y como tal, la de Saramago tampoco necesita de retórica. “Toda sangre tiene su historia. Corre sin descanso en el interior laberíntico del cuerpo y no pierde el rumbo ni

el sentido, enrojece de súbito el rostro y lo empalidece huyendo de él, irrumpe bruscamente de un rasguño la piel, se convierte en capa protectora de una herida, encharca campos de batalla y lugares de tortura, se transforma en río sobre el asfalto de una carretera. La sangre nos guía, la sangre nos levanta, con la sangre dormimos y con la sangre despertamos, con la sangre nos perdemos y salvamos, con la sangre vivimos, con la sangre morimos. Se convierte en leche y alimenta a los niños en brazos de las madres, se convierte en lágrima y llora sobre los asesinados, se convierte en revuelta y levanta un puño cerrado y un arma. La sangre se sirve de los ojos para ver, entender y juzgar, se sirve de las manos para el trabajo y para la caricia, se sirve de los pies para ir hasta donde el deber la manda. La sangre es hombre y es mujer, se cubre de luto o de fiesta, pone una flor en la cintura, y cuando toma nombres que no son los suyos es porque esos nombres pertenecen a todos los que son de la misma sangre. La sangre sabe mucho, la sangre sabe la sangre que tiene. A veces la sangre monta a caballo y fuma en pipa, a veces mira con ojos secos porque el dolor los ha secado, a veces sonríe con una boca de lejos y una sonrisa de cerca, a veces esconde la cara pero deja que el alma se muestre, a veces implora la misericordia de un muro mudo y ciego, a veces es un niño sangrando que va llevado en brazos, a veces dibuja figuras vigilantes en las paredes de las casas, a veces es la mirada fija de esas figuras, a veces la atan, a veces se desata, a veces se hace gigante para subir las murallas, a veces hierve, a veces se calma, a veces es como un incendio que todo lo abrasa, a veces es una luz casi suave, un suspiro, un sueño, un descansar la cabeza en el hombro de la sangre que está al lado. Hay sangres que hasta cuando están frías que­ man. Esas sangres son eternas como la esperanza.” No ha de sorprender entonces la propuesta de este Saramago lobo de mar: “escribir y no agradar, ni tampoco desagradar. Pero sí desasosegar”. Es decir, entendamos su intención de perturbar el elíxir de la vida, que como recuerda el Antiguo Testamento, porta un carácter trascendental. Porque es cierto que “…la vida de la carne está en la sangre”. Y la sangre, como la esperanza, a veces deja el rojo y se viste de verde.

Jochy Herrera, escritor dominicano, autor del volu­ men de ensayos Extrasístoles. Es miembro de la mesa directiva de contratiempo ENERO 2012


TIEMPO DE SOBRA

A propósito de Leer, escribir de Bárbara Jacobs Elizabeth Narváez-Luna

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l libro de Bárbara Jacobs, Leer, escribir llegó a mis manos como un gesto de camaradería de parte de la autora, ante la insistencia de Eduardo Estala Rojas en ayudarme con la crisis creativa en la que me encontraba. Pero bueno, dirá usted, a mí no me interesa escribir o ser escritor. Yo le diré que ahí radica la magia de Leer, escribir de Jacobs. Como buen libro postmoderno, cabalga entre los géneros del ensayo poético y la autobiografía, además de su lectura amena, incluye nueve láminas de la serie Alfabeto secreto del maestro Vicente Rojo. Leer, escribir de Bárbara Jacobs, nos lleva magistralmente por un recorrido en su formación como escritora. Claro, primero como lectora, y luego como escritora. El viaje es bastante entretenido porque los ensayos están salpicados de anécdotas autobiográficas, y de acontecimientos propios y ajenos, que sin lugar a dudas, revelan la formación de su conocimiento enciclopédico y hasta ecléctico, que únicamente una lectora voraz puede desarrollar. La narrativa de Jacobs, de ninguna manera, se pierde del todo al utilizar la reflexión en cada ensayo entorno a su formación creativa. A través de este rasgo, nos permite imaginar las historias de vida y los trajines, de una mujer que ha buscado dedicarse de tiempo completo a las letras. Dejándonos concluir que para la formación de un escritor no sólo se requiere de habilidades lingüísticas y conocimientos sobre la técnica, sino que es un proceso de crecimiento y desa­ rrollo personal que exhorta al individuo a tener carácter, tesón y aplomo. En definitiva, es un libro recomendable, para aquel que desea iniciar­ se en las letras, así como también para todos aquellos que buscan una buena lectura. Cabe señalar que la edición bien cuidada, estuvo a cargo de Jessica Nieto, de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Desde la portada podemos notar un diseño gráfico de lujo por parte del maestro Rojo. La tipografía muy agra­ dable que, para estas fechas, es un regalo para los ojos del lector.

Citas del libro “Las bibliotecas personales reflejan no únicamente el gusto de su dueño sino la extensión de su locura de lector. Me refiero a que cuando un lector se aficiona de veras a un autor determinado, es capaz de tener (…) los libros de ese autor tanto en ediciones en idiomas que conoce como en lenguas que no conoce” (p. 16) “Borges, (…) Onetti, (…) Cortázar, (…) Rulfo, (…) Monterroso, (…) García Márquez, (…) Fuentes, (…) Vargas Llosa. Ocho autores (…) que nos dan el mismo idioma castellano pero tratado de ocho maneras heterogéneas (…). Ocho síntesis de no sé cuántos universos de lecturas multiplicadas y multiplicables” (p. 20) “Cada uno crea su mundo de expresión propio a partir de sus propias lecturas(...). Cada escritor da a sus lectores sus propias lecturas asimiladas, amalgamadas, concentradas, elaboradas, transformadas” (p. 20)

Bárbara Jacobs, Leer, escribir. Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, 2011. Ilustraciones de Vicente Rojo, Alfabeto secreto.

Elizabeth Narváez-Luna, mexicana, es doctora en Literatura Hispánica por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Profesora en City Colleges of Chicago.

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MIRADA CÓMPLICE

Alimaña Toys llega a Chicago

FotografíaS Cortesía: Alimaña Toys

Stephanie Manríquez

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oleccionar es un acto fundamental en las artes, una forma de producción y una manera creativa de expresión. La producción en masa, la difusión de una cultura de consumo y el desarrollo del entretenimiento como una ocupación legítima han llevado al auge del fenómeno del coleccionismo. Por otro lado, la llegada del internet ha contribuido a que cada vez más, los adultos se vuelvan aficionados de recopilar objetos preciados a su gusto —desde antigüedades hasta objetos fabricados exclusivamente para este fin. En la actualidad, objetos como los juguetes de vinilo han enganchado con gran auge la atención de las sociedades de grandes urbes como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Tokio, Londres, París o la Ciudad de México. Esta reemergente cultura del juguete de vinilo ha traído consigo que surja una oleada de diseñadores gráficos, diseñadores industriales e ilustradores tales como el colectivo de Alimaña Toys. Alimaña Toys —conformado por Beto Matalí, Bela Álvarez, Emmy Hernández, Víctor Hernández y Carlos Moreno—, es uno de los primeros proyectos en México dedicados al diseño, desarrollo y producción de vinilo; tomando en cuenta que el mayor productor de vinilo es China, estos jóvenes talentosos realizan productos 100% mexicanos. Amantes de la ficción y teniendo en

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cuenta el valor del coleccionismo, forman un ente que les permite desarrollar personajes —en series y subseries— confabulando historias detrás de cada uno. Además, invitan a otros adictos de la creación, ajenos al colectivo, a encarnar a sus propios personajes —en concepto y diseño— como es el caso de Maurycy Gomulicki y Mark Nagata, mientras que ellos se encargan del desarrollo y producción. En su segunda visita a la Ciudad de los Vientos, Bela Álvarez (cofundadora) nos presenta la gran familia de coleccionables que conforman Alimaña Toys y nos narra la historia de cada uno de ellos. La influencia de sus personajes está basada en las series de monstruos japoneses kaiju, que incluye a Godzilla, Rodan, King Kong, y Gamera, por mencionar algunos. Spore Trooper es el primogénito de la familia Alimaña y se presenta en cuatro versiones diferentes: spore trooper, commander, káiser, y atomic (glow in the dark); cada uno de ellos posee diferentes cualidades de defensa basados en la forma del ojo o escudo. La madre espora es su cerebro y es la que lo hace un ser viviente. Bacteria es un ser amorfo y grotesco, un monstruo simple cuyo su propósito único es ser lo que es, una bacteria; este personaje también tiene una influencia kaiju y la serie se divide por colores —morado, verde, plateado, y rojo.

Extraído de las páginas del comic El Muertito Sabrosón, obra de Producciones Balazo, nace un pingüino zombie con su cerebro al descubierto, Groucho (lo puedes encontrar en cada cajita de ¡Brain Krispies!). De la colaboración con los diseñadores de Tixinda, nace un niño-jaguar, amarillo sin manchas, Xagu; un ser mágico y lúdico que habita tierras Tixindeskas desde tiempos inmemoriales. Xagu es travieso por naturaleza, disfruta portar una máscara diablesca y conquistar corazones para alterar sus monótonos latidos, aportarles calidez con su fueguito y hacerles una percusión espiritual. Y por último, la nueva adición a la familia es la Freak Family con Saiko y Sataniki, personajes creados con la colaboración del artista, diseñador y coleccionista polaco Maurycy Gomulicki. Los juguetes de Alimaña Toys son piezas en edición limitada de acuerdo con la cultura coleccionable y pretenden rescatar la cultura vinilo en su país, además de capturar las audiencias jóvenes latinoamericanas rom­ piendo con la clásica muñeca de vinilo y el consumo de otras culturas.

Stephanie Manríquez es integrante del consejo editorial de contratiempo ENERO 2012


MIRADA CÓMPLICE

Para más información sobre Alimaña Toys, visitar la página www.alimana.com.mx, o la tienda/galería Rotofugi ubicada en 2780 N. Lincoln Avenue, Chicago

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DOSSIER

Inmigrantes en la pantalla grande Paul A. Schroeder Rodríguez

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n la película latinoamericana más taquillera de todo el periodo mudo— Nobleza gaucha (Eduardo Martínez de la Pera, Argentina, 1917)—un oligarca secuestra a una bella joven en su mansión de Buenos Aires, y su pretendiente gaucho sale a su rescate. El gaucho cuenta con la ayuda de un campesino italiano, inmigrante, pero en el momento del rescate el italiano se acobarda y huye, con lo cual el gaucho se ve obligado a actuar solo. El éxito comercial de esta película se debe en gran parte a que siempre hay mucha acción y suspenso, pero también se debe a que la película explota los estereotipos de sus cuatro principales personajes: el gaucho es todo hombría, el oligarca todo malicia, la secuetrada toda fragilidad, y el inmigrante todo ignorancia y cobardía. En El inmigrante, de Charlie Chaplin (EEUU, 1917), por otra parte, su personaje de vagabundo no sólo es el personaje principal, sino que Chaplin lo representa con bondad y generosidad: cuando el vagabundo inmigrante gana en un juego de cartas, le regala todo el dinero a otra inmigrante que acaba de ser estafada. Como siempre, Chaplin se mete en muchos problemas, pero al final reluce su solidaridad con los demás, y con ella nuestra propia empatía con los menos afortunados. El inmigrante y Nobleza gaucha ejemplifican las dos tendencias principales en la representación cinematográfica del inmigrante— una positiva y humanizante, y la otra, más común, negativa y estereotipada —, en un momento histórico cuando más de la mitad de la población de Buenos Aires y más del 40% de la de Nueva York había nacido en Europa. El impacto de esta inmigración transatlántica, aunque transformadora, palidece en comparación al impacto de las migraciones del campo a la ciudad. De hecho, la migración campo-ciudad es por mucho la más numerosa en todo el continente a lo largo del siglo XX. Gracias a ella, casi todas las ciudades latinoamericanas pasaron de ser refugios de culturas euro-criollas en un mar de culturas indígenas, mestizas y mulatas, a ser espacios cada vez más multiculturales y multiétnicos. Cantinflas famosamente registró este cambio y el choque de culturas entre el campo y la ciudad en películas como Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940) y El gendarme desconocido (Miguel Delgado, 1941). Hoy día, la representación del inmigrante en la pantalla grande es más diversa que en el pasado, aunque los prejuicios (sobre todo el racismo, el clacismo y el machismo), siguen vivitos y coleando, aún en películas en apariencia progresistas. Consideremos el ejemplo de Flores de otro mundo (Iciar Bollaín, España, 1999), un melodrama realista ambientado en un pueblito castellano que se está quedando vacío. Para evitar la desaparición del pueblo, el alcalde organiza una fiesta para mujeres solteras interesadas en comenzar una vida nueva en el campo, y de este intento de repoblación surgen tres parejas entre hombres locales y mujeres de fuera. Una de las mujeres es española blanca, la segunda es dominicana mulata, y la tercera es cubana negra. A primera vista la película parece celebrar la migración latinoamericana a España como la sal-

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vación de un país cuya población está decreciendo. Sin embargo, un análisis más minucioso revela que la película reproduce el discurso colonial de blanqueamiento, puesto que a la negra se le representa como una especie de cimarrona hiper-sexualizada, a la mulata se le representa como domesticable en tanto buena católica, y sólo a la blanca se le representa como dueña de su propio destino. Afortunadamente, hay películas sobre inmigrantes que no parten de prejuicios. Entre ellas cabe destacar La última cena (Tomás Gutiérrez Alea, Cuba, 1976), sobre africanos esclavizados en la Cuba del siglo XVII; Gaijin, Caminhos da Liberdade (Tizuka Yamasaki, Brazil, 1980), sobre la vida de trabajadores japoneses no abonados en plantaciones brasileñas de principios de siglo XX; La nación clandestina (Jorge Sanjinés, Bolivia, 1989), sobre un sujeto aymara que regresa a su pueblo natal en los Andes para redimirse tras haberse aculturado a la cultura mestiza en La Paz; y Bolivia (Adrián Caetano, Argentina, 2001), sobre las luchas de un indígena boliviano en un suburbio de clase obrera, xenofóbico, y racista, en Buenos Aires. En el caso de inmigrantes latinos en Estados Unidos, está claro que la mayoría de películas comerciales nos representan como personajes de cartón—al estilo del personaje italiano en Nobleza gaucha, en roles muy reducidos y además negativos—o como personajes que para dejar de ser objetos tenemos que asimilarnos a la cultura anglosajona, como María en West Side Story (Jerome Robbins y Robert Wise, 1961). Lo sorprendente, sin embargo, es que en películas hechas por latinos, con latinos como protagonistas, muchas veces también nos enfrentamos a representaciones estereotipadas—en este caso, basadas en los prejuicios de nuestra propia cultura—, como

el caso de las mujeres sacrificadas, sin ninguna necesidad narrativa, en El Norte (1982) y Mi familia (1995), ambas de Gregory Rabasa. ¿Cuáles son, entonces, algunas de las películas donde los inmigrantes latinos somos representados como sujetos con agencia, llenos de ambi­ güedades y contradicciones, y no como fórmulas culturales, props narrativos y visuales, o peor aún, ausencias inexplicables? Seguro que hay muchas más, pero algunas de las que conozco son: Stand and Deliver (Ramón Menéndez, 1988), sobre un boliviano, maestro de matemáticas, que transforma la vida de sus estudiantes en East Los Angeles; El super (León Ichaso y Orlando Jiménez-Leal, 1989), sobre una familia cubana en Nueva York; Grandma Has a Video Camera (Tania Cyprano, Brazil-EEUU, 2007), un retrato autoetnográfico de una familia que vive entre Estados Unidos y Brasil; y Los que se quedan (Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman, 2008), un documental poético sobre las dinámicas familiares entre los que vienen a EEUU y los que se quedan en México. Quizás sea en estas últimas dos películas donde mejor se retratan nuestro presente y futuro, pues en ambas los inmigrantes ya no están sujetos a las normas nacionalistas, donde el éxito del inmigrante se mide por su nivel de asimilación a la cultura receptora, sino que sufren y gozan en lo que son narrativas transnacionales en un mundo interdependiente.

Izq. El vagabundo (Charles Chaplin) en El inmigrante. Der. Sup. Póster promocional de Los que se quedan de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman Der. Med. Freddy (Freddy Flores) en Bolivia. Der. Inf. Damián (Luis Tovar) y Patricia (Lissete Mejía) en Flores de otro mundo

Paul A. Schroeder Rodríguez es especialista en cine latinoamericano, y dirige el Departamento de Lenguas y Culturas Mundiales en Northeastern Illinois University en Chicago, donde se ofrece una Maestría en Literaturas y Culturas Latinoamericanas. Más información en www.neiu.edu/languages

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DOSSIER

El jardín y el vidrio: poesía para todos Raúl Dorantes

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mediados de septiembre una amiga de contratiempo me pidió escribir un texto que versara sobre la inmigración y el teatro. Le di vueltas al asunto durante varios días hasta que providencialmente se me cruzó un documental acerca de la vida y obra de Andrei Tarkovsky titulado Un poeta del cine. En este documental, al cineasta ruso le preguntan cuál es su concepción del arte. Tarkovsky responde que hay una pregunta previa y más abarcadora: “¿Cuál es el sentido de la vida para nosotros como seres humanos? Si respondemos esa pregunta, es muy posible que lleguemos a tener cierta claridad con respecto a la concepción que se tiene del arte”. Yo supongo que muchos se plantean esa misma pregunta por lo menos una vez a lo largo de sus días, acaso en su juventud, acaso cuando ya están entrados en años o en el umbral de la muerte. El mundo sin duda sería otro si todos —carpinteros y contadores, albañiles y banqueros, secretarias y jueces— se aguijonearan a sí mismos con la interrogante de Tarkovsky. Hay tres oficios que sí deberían demandar el planteamiento de la pregunta tarkovskiana: el magisterio, los políticos y los activistas sociales. Digamos que un maestro busca acercar al niño con el niño, o al joven con el joven, a través de la biología, las matemáticas, la física o la historia. ¿Cómo desempeñará este maestro con efectividad su labor si no conoce la mutante realidad de sus alumnos? ¿Va a repetir lo mismo que les dijo hace un año? ¿Impartirá sus clases para que en un futuro esos niños solo se dediquen a ganar dinero y no para que se conozcan a sí mismos, como lo pedía el viejo Sócrates? Supongamos que un político pretende ganar la simpatía de los votantes de un distrito electoral. Su objetivo quizás sea elegirse o reelegirse. ¿Cómo hacerlo si no derriba, aunque sea por unos minutos, esa pared que separa al hombre de los hombres? ¿Cómo si sólo pretende atender las necesidades inmediatas pero carece de una propuesta en la que muestre una comprensión amplia del mundo de vida de sus electores? Y me refiero a un mundo de vida que no es diferente que el del político, pues se supone que emana del pueblo y para el pueblo. Lo mismo se aplica al activista que busca organizar a los vecinos de un barrio o a los obreros de una fábrica. ¿Y el artista? El que se asume como artista sí tiene la obli­ gación de plantearse la pregunta de Tarkovsky todos los días o con relativa frecuencia. La realidad se mueve y el artista ha de husmear constantemente el nuevo olor del tiempo. El sentido de la vida de los otros es también su propio sentido de la vida. Picasso llega a su cúspide en Guernica. En esa pintura es Picasso y es a la vez el pueblo vasco y el pueblo español. En Pedro Páramo, Rulfo es Rulfo y es a la vez el pueblo mexicano. Está de más decir que ante los trazos de Guernica y ante la prosa de Pedro Páramo estamos frente al ser humano de cualquier lugar. Debo insistir que el instructor se encarga del pan intelectual; el político y el activista del pan n ú m ero 9 0

material; el artista, en cambio, nos recuerda que no solo de pan vive el hombre. El artista ha de proveer el pan espiritual. Músico o poeta, pintor o cineasta, el ojo ciclópeo del artista penetra ese eterno gerundio con el fin de sacudir su propia consciencia y la de sus lectores y espectadores. Y la respuesta a la pregunta de Tarkovsky sin duda le servirá al artista de eje tanto en la selección de sus temas como en la forma de abordarlos. Quizás un escritor se conecte ahora con la poesía lírica y años más tarde cante poemas épicos. Quizá otro escriba toda su vida novelas policiales. Cada quien tendrá su forma de escuchar el viento que corre por su lugar. Intuyo, eso sí, que el artista sólo es integral cuando coinciden en su labor creativa el plano íntimo y el plano social. Pensemos en la comunidad latina de Chicago en este nuevo milenio. En el plano íntimo cada creador de origen latinoamericano que reside en esta ciudad ha de tener un acercamiento a la pregunta de Tarkovsky; quizá eso lo lleve a hablar de su nostalgia, del desarraigo y de su obsesión por el regreso. Pero en el plano social será casi inevitable observar la realidad de los miles de inmigrantes, de sus hijos y del difícil entorno en que vivimos. Se trata de una realidad que no deja de traer a diario sorpresas desagradables. Basta hojear cualquiera de los diarios de Chicago para encontrar notas que tienen que ver con arrestos, deportaciones, estigmas raciales y muertes en la frontera. ¿No estamos acaso en la cola de ese 99% que protesta en el downtown cada día? Es posible que el artista de origen latinoamericano (o el que se asuma como tal) mueva su lente e intente profundizar, por ejemplo, en la desaparición del libro impreso o en el análisis de la personalidad de Hugo Chávez. Pero si aborda esos temas para evadir los que confrontan sus semejantes más inmediatos, es decir, los inmigrantes, ese artista simplemente se estará mintiendo a sí mismo. Será un artista evasor. O acaso yo me equivoque y me halle frente a un artista de avanzada. No será, eso sí, un artista integral, un artista de su espacio y de su tiempo. Cabe aclarar que no hablo aquí de un nuevo Realismo Socialista o cosa por el estilo. Propongo que el artista siga siendo él y que además sea los otros. Ortega y Gasset decía que ante un jardín visto a través del vidrio de una ventana el artista del siglo XIX prescindía del vidrio y centraba su rayo visual en las flores y las frondas; que en cambio el artista moderno se ha desentendido del jardín y detiene su vista en el vidrio. El artista inmigrante, creo yo, tiene que mirar el jardín y el vidrio. Se dice que el nivel educativo del grueso de la comunidad hispanohablante de Chicago no rebasa el octavo grado. Con una formación académica tan básica, ¿cómo aproximar a esa comunidad al mundo de las Bellas Artes, a la contemplación del jardín y del vidrio? En estos tiempos el teatro tal vez sea el

Fotografía: Brice Favre

puente estético más eficaz para acercar a los inmigrantes con sus hijos y a los inmigrantes consigo mismos. No hay duda que muchos de ellos (padres e hijos) ya cuentan con una noción del arte; y este nuevo teatro sólo habrá de pulir su capacidad para apreciar en común un diálogo literario, una pintura, una pieza musical y una coreografía. Algunos ven un florecimiento del teatro latino en Chicago. Y tal vez no se equivoquen. Sobre los escenarios habremos de ver teatro en inglés y en español, teatro tradicional y vanguardista, teatro comunitario o mainstream. Cada escuela y estilo teatral tiene su gama de propuestas. En lo perso­ nal, aplaudo cada propuesta y espero que florezca cada una de esas flores. Lo que sí considero imprescindible es seguir produciendo obras que adopten la experiencia inmigrante como una temática constante.

Raúl Dorantes es profesor de literatura en Northeastern Illinois University. Desde hace tres años se dedica también a producir obras de teatro a través del Colectivo El Pozo (Colectivo El Pozo en Facebook) contratiempo

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Fronteras ya no tan chulas

Las canciones del inmigrante Catalina María Johnson Ahora gente, ¿cómo vamos a seguir? Esta ignorancia destruirá la sociedad; O continuamos espantados y callados O decidimos que por fin hay que gritar. Los Cenzontles, “Arzona, estado de vergüenza”

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n 1926, el Social Sciences Research Council le comisiona al Dr. Manuel Gamio, científico considerado el padre de la antropología mexicana, un estudio sobre la inmigración mexicana a Estados Unidos. Basado en dos años de investigación, el informe del Dr. Gamio incluye un capítulo sobre el folclore, como los corridos mexicanos que escriben los inmigrantes en su nueva tierra y cuyos temas abarcan desde los contrabandistas y el empleo hasta la marihuana y las mujeres norteamericanas. Además, el informe documenta que la mayoría de ellos regresan a México con nuevos discos de 78 r.p.m. y casi la cuarta parte se lleva fonógrafos comprados en Estados Unidos, por lo que podemos deducir que por lo menos hace casi cien años, la música era ya parte vital de la experiencia del inmigrante. El tema musical de la inmigración recobra fuerza en el contexto actual del ambiente político estadounidense. Considerando nuestra música como diario musical colectivo, va mostrando la nueva cara de un pueblo inmigrante en pie de lucha.

Se baila el fin del american sueño Los ritmos para bailar siempre han protagonizado muchos de nuestros géneros, sin embargo con ciertas excepciones (como, por ejemplo, la salsa casi literaria del panameño Rubén Blades) los temas más políticos han sido dominio de los cantautores y baladas de protesta. Más recientemente, algunos géneros cuyo territorio natural es el club nocturno incursionan con gran éxito en foros socio-políticos. Los ritmos tropicales denominados “salsa con conciencia” son el fuerte de la agrupación La Excelencia, conjunto neoyorquino cuyos integrantes provienen de Colombia y Puerto Rico. En su último CD, Mi Tumbao Social, se destaca un chachachá salseado titulado “El fin del American Sueño”. Y no por comentar situaciones sociales deja de venderse bien la música. El dúo puertorriqueño Calle 13 lleva varios CD’s en los que su hip hop reggaetonero sobresale por letras sumamente audaces y políticas. Su última obra, Entren los que Quieran (otorgada hace unas semanas cinco Grammys Latinos y ahora nominada al Grammy) tiene como invitadas a la peruana Susana Baca, la colombiana Totó la Momposina y la brasileña María Rita, las cuales los acompañan en un gran himno a Latinoamérica, un “pueblo sin piernas que aún camina”.

Arizona, estado de vergüenza La música del inmigrante llega a ser directamente arma de participación activista y política. De San Diego, la cantautora (y por cierto hija de abogada proinmigrante), Sandra Velásquez en el último álbum de su banda Pistolera, dirige la canción “Escucha” a los anglosajones: “Mira quién son tus vecinos. Mira quién te cuida los niños”. Desde Los Ángeles, la banda de Los Cenzontles que con su tema “Voy

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Manu Chao tocando en una prisión del condado Maricopa, Arizona, en diciembre de 2011 Fotografía: Marco Loera

caminando” canta sobre el emigrante que se despide “como árbol desarraigado, con la ilusión de vivir mejor vida al otro lado”, en su último álbum le dedican una canción a “Arizona, estado de vergüenza”. Surge además en respuesta a las leyes discriminatorias y antiinmigrantes de ese mismo estado, el colectivo Soundstrike, encabezado por el mexicoamericano Zack de la Rocha de la banda Rage Against the Machine e integrado por músicos de todas partes del mundo que continúan hoy en boicot contra Arizona. Y el artista proinmigrante por excelencia, Manu Chao (francés, de ascendencia vasca y gallega), en su reciente concierto en Chicago, fue aclamado por miles de fanáticos eufóricos, de los cuales unos llevaban un enorme rótulo que decía “Todos somos Arizona”. Poco después del concierto, Manu Chao no solo ofreció un concierto gratis en Phoenix, sino se plantó ante la “Ciudad de las Tiendas de Campaña” del condado de Maricopa y en las puertas de esa penitenciaría a la intemperie donde se encuentran recluidos cientos de indocumentados, cantó “Clandestino” cambiándole el estribillo para incorporarle: ¡Maricopa, Ilegal!

Fuerza pa’l latino Desde los tiempos del estudio del Dr. Gamio, pasando por la década de los cuarenta con Woody Guthrie y el clásico “Deportees”, homenaje musical a unos deportados fallecidos en accidente de avión a quienes los diarios ni siquiera identificaron por nombre; y luego atravesando la década de los cincuenta por las “Chulas Fronteras” del Piporro hasta llegar con los Tigres del Norte, que llevan tres décadas en los escenarios, una gran cantidad de la música de y sobre inmigrantes ha surgido de la experiencia mexicoamericana (aunque cabe destacar que siempre ha habido canciones de otras tierras, como “Emigrante Latino”, de los colombianos Fruko y sus Tesos, o “Visa para un Sueño” del dominicano Juan Luis

Guerra). Recientes ritmos y melodías se han tornado en actos de solidaridad panlatinos, como el hip hop del cuarteto Cuarto Poder, de Venezuela, quienes despotrican contra la situación del inmigrante latino en Estados Unidos en su tema “Fuerza pa’l Latino”.

El aporte de la nueva diáspora Además del fenómeno de la música como acompañante de las luchas del inmigrante, del simple proceso de culturas en contacto florecen nuevos géneros. Así como el son jarocho evoluciona en Veracruz hace siglos a partir de la interacción entre pueblos indígenas, africanos y españoles, hoy día son reconocidos los géneros híbridos que nacen dentro de las comunidades inmigrantes. Por ejemplo, la ciberrevista de MTV recientemente escribe sobre las maravillas del género electrónico inventado en Estados Unidos por DJ Dave Villegas (de ascendencia ecuatoriana), quien tomó el “moombah”, beat dentro del género house holandés, y le da un toque caribeño al convertirlo lentamente al beat del reggaetón. DJ Munchi, dominicano radicado en Holanda, le sigue la corriente y hoy día lo que se ha denominado moombahtón se ha vuelto el último grito de los clubes globales. Ya sea a través de los discos y fonógrafos del pasado o la cibertecnología actual, nuestra música en calidad de memoria colectiva lleva el registro de nuestras vivencias. La llevamos dentro, con posibilidades de utilizarla como instrumento en nuestra lucha y siempre listos para aportar su riqueza cultural tanto al país de origen como al de destino.

Catalina María Johnson es escritora y locutora/productora de programas para estaciones de radio pública. Para escuchar ejemplos de la música mencionada, los invitamos a visitar Beat Latino en Facebook y visitar el blog www.catalinamariajohnson.com ENERO 2012


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Frontera y literatura

Encuentros al borde de dos países explorar temas más amplios y universales.

Poesía, cuento, novela

Gerardo Cárdenas welcom tuTijuana, tierra prometida de migrantes, nacionales y extranjeros, donde vale mucho la vida y la muerte es un negocio. Roberto Castillo Udiarte, Nuestras vidas son otras (2010)

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eografía es destino, cultura, lengua y arte. La explosión de la población hispanohablante en Estados Unidos, impulsada por la mayor migración de la historia, ha resultado en dos fenómenos litera­ rios de características claramente diferenciadas: una literatura hispana que se expresa en inglés, pero que usa ese recurso para explorar su otredad; y una literatura en español, producida en Estados Unidos, pero que busca definir y describir la experiencia del migrante, del trasterrado. De la primera hay una trayectoria bien definida, que comienza en 1959 con Pocho de José Antonio Villarreal, y que podríamos dejar hasta La maravillo­sa vida breve de Oscar Wao de Junot Díaz (2008). Es un movimiento con fuerte presencia en la novela y la poesía. De la segunda, apuntamos que es un proceso aún en formación, con los pies bien puestos en la poesía y el cuento; que recientemente ha extendido su acción hacia el teatro; y que está aún por dar el zarpazo en novela. El artículo de José Castro, que también forma parte de este dossier, proveerá el análisis definitivo. Hay un tercer fenómeno que es necesario estudiar e incorporar, porque de forma creciente se va comunicando con la literatura hispana en Estados Unidos, tanto la que se produce en inglés, como la que se hace en español. Es la literatura de la frontera méxicoestadounidense, una vertiente que poco a poco ha ido adquiriendo vida propia, conforme la vida misma de la frontera también se ha ido transformando.

Literatura bifronte Tengo que usar la imagen de Jano para explicar el n ú m ero 9 0

fenómeno de la literatura de frontera. Jano es el dios romano de los principios y las transiciones. Por ello se le representa con dos caras, cada una mirando a un lado opuesto; de tal manera, la lite­ ratura fronteriza mira a ambos lados de la línea divisoria, y se alimenta de ambas realidades. Uno se sentiría tentado a hablar de la lite­ ratura fronteriza como un subproducto de la literatura mexicana. Hacerlo sería un error. En Tijuana y Ciudad Juárez, principalmente, se está dando una producción literaria que es única, que es absolutamente distinta de ese ente de por sí ambiguo que es la literatura mexicana (pero que es acentuadamente centrista y chilanga). Como geografía es destino, esa literatura migrante cuenta, con claridad y brutalidad sin parangones, la vida fronteriza que ha incorporado a su cotidianeidad la violencia y la sangre provocadas por el tráfico ilegal (de drogas, de armas, de seres humanos). Y esa literatura responde con propuestas aglutinadoras. Menciono dos: el Festival Literario del Noroeste, que por nueve años ha ido reuniendo de forma creciente, en Tijuana, a los creadores de la frontera, en especial los jóvenes; y el movimiento Escritores por Juárez, que para el 1 de septiembre de 2012 llevará a cabo una jornada mundial de poesía, como parte de su segundo encuentro literario, y para la que ya están confirmados reci­tales en 42 ciudades de 13 países. A través de la temática de migración, narcotráfico y violencia, bajo la cual subyacen las preguntas esenciales de toda creación literaria, escritores como el tijuanense Luis Humberto Crosthwaite y el sinaloense Élmer Mendoza han trascendido ya a la escena nacional. Sería un error limitar la literatura fronteriza a los logros de ambos, si bien indudables e incontestables. Sería también un error asumir que toda literatura fronteriza gira única y exclusivamente en torno a esos tres temas; si bien puede ser leitmotifs, también son pretextos, recursos narrativos que permiten

Como Janus, la literatura fronteriza mira a ambos lados de la línea divisoria. Ilustración: Greg Betza — www.gregbetza.com

Esta dualidad está presente en la poética de autores como Roberto Castillo Udiarte (Tecate, 1951), para quien la frontera es pretexto para reflexionar sobre la vida, la muerte, el erotismo, o la música, y que utiliza figuras simbólicas como el cuervo para explorarlas; o en la de Armando Alanís Pulido (Monterrey, 1969), quien recurre a la ironía, el simbolismo, el misticismo y hasta el humor negro, en esgrimas que remiten a Apo­ llinaire o a Pessoa. La frontera es un ser descarnado y sangriento, y sin embargo cotidiano e indiferente en los relatos de Cristina Rascón Castro (Ciudad Obregón, 1976). Especialista en poesía japonesa, Rascón utiliza la breve contundencia del haiku en el libro de relatos Puede que un sahuaro seas tú (2010) donde hechos externos (los atentados del 9/11, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el muro fronterizo) son trasfondo de existencias sordas y desesperanzadas. Debe subrayarse el trabajo de un escritor chilango que ha encontrado en Tijuana su voz propia: Javier Fernández, quien con Señora Krupps (2010), un libro publicado además bajo el formato on demand ha logrado la rara combinación de complejidad formal y éxito editorial. Sus cuentos utilizan a Tijuana como escenario de lo irreal, enclavado en una cultura pop transfronteriza, y descrito mediante un lenguaje experimental que requiere una cuidadosa lectura. Cierro el análisis con tres novelas recientes, cada una de ellas cargadas de emotividades muy distintas, de visiones específicas sobre el mundo de la frontera. En Dos píldoras azules (2007), Gerardo Hernández Jacobo (Navojoa, 1982) genera una visión de la ciudad fronteriza como una zona donde toda medida de esperanza, de racionalidad, o de coherencia se pierden, o se dejan olvidadas a su entrada. Sus personajes no son introspectivos, sino resolutivos, porque el tiempo se les agota, y la ciudad se les viene encima. La novela de Hernández Jacobo tiene interesantes conexiones con Oriana (2011), ópera prima de Antonio Flores Schroeder (Chihuahua, 1975), actual motor del movimiento Escritores por Juárez. En Oriana la ciudad, Ciudad Juárez, es el antagonista al que su antiheroína, Oriana, se enfrenta, simbolizando así el drama de las mujeres de Juárez y, al mismo tiempo, la resistencia de una ciudad que se niega a caer. Como colofón de este panorama está Señales que precederán al fin del mundo (2009), segunda novela de Yuri Herrera (Actopan, 1970), quien sin ser un escritor fronterizo ha abierto un sende­ ro que conecta directamente el universo de la frontera, con el del cruce, con el de la migración. En pocas palabras, una novela que recorre ambos rostros del Jano literario. Hay muchas más novelas, libros de relatos y poesía que han surgido y están surgiendo de la frontera. La selección ofrecida aquí es aleatoria y estrictamente personal. Toda omisión, aunque no intencional, es asumida por este cronista.

Gerardo Cárdenas, periodista y escritor mexicano, vive en el área de Chicago. Es autor del libro de relatos A veces llovía en Chicago y del blog En la ciudad de los vientos. Desde 2007, es director editorial de contratiempo contratiempo

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Soñar en español, narrar en español José Castro Urioste

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a producción de la literatura en español en Estados Unidos no es reciente. En realidad, es un proceso histórico cuyo inicio puede rastrearse desde la llegada del conquistador Juan de Oñate a lo que hoy es Nuevo México. Con Oñate se introduce el español como también el teatro europeo y durante el periodo de la Colonia la producción literaria en nuestra lengua se intensifica en el suroeste de Estados Unidos alcanzando un punto culminante en 1848. En esta fecha, y a partir del Tratado de GuadalupeHidalgo, el español pierde su posición de lengua dominante y se transforma en la lengua de la resistencia cultural. Se desa­ rrolla así una intensa labor periodística y en estos medios de prensa se publican también cuentos y poemas. Otro momento culminante en el proceso histórico de la producción literaria en español en Estados Unidos es el año 1898. Tal fecha puede ser simbólica para marcar no solo el fin de un siglo y el inicio del otro. Es el fin del Imperio Español –expresado enfáticamente por la Generación del 98- como la advertencia de la generación modernista ante el surgimiento del Imperio Norteamericano. En este cambio de siglo una generación de escritores radicados en Estados Unidos buscó crear a partir de sus textos en español una imagen de identidad mexicoamericana. Los sucesos históricos del siglo XX en América Latina y en España produjeron nuevas olas migratorias que hicieron que la composición demográfica se transformara en Estados Unidos. A partir de este fenómeno se generaron prácticas culturales de latinización que se han intensificado en las últimas décadas. Una de estas prácticas culturales es el desarrollo de una narrativa en español en Estados Unidos con rasgos que le son propios. En determinado momento he planteado, a manera de hipótesis, ciertas tendencias sobre la narrativa en español de Chicago que, tal vez, podrían ser pertinentes a otras regiones norteamericanas. La primera tendencia puede denominarse como literatura de trasplante. Con escritura de trasplante me refiero a una tendencia en la que los escritores, pese a vivir fuera del país de origen, no parecen haber modificado su temática, ni su estilo, ni sus preocupaciones. Son textos que “aparentemente” podrían haber sido elaborados en Argentina, México, o Chile, o en otros países de habla hispana y la influencia del lugar desde donde se escribe, Estados Unidos, parece ser inexistente. Enfatizo, en este caso, la condición de “aparente” porque de todas maneras en estos escritores se instala en el acto de narrar una perspectiva alejada de sus sociedades de origen, lo cual hace que la visión sobre esos universos sea diferente a la de aquel escritor que narra sobre y desde América Latina. Me imagino –y esto no deja de ser una especulación- que en estos narradores el acto de escribir podría transformarse en un viaje de retorno a sus propias sociedades. En la segunda tendencia se observa el peso (o la presencia) del nuevo lugar, de Estados Unidos. Obviamente, la presencia del nuevo lugar puede expresarse de diversas formas: por ejemplo, a través de la nostalgia y recuerdos sobre el espacio de origen (en la primera tendencia no existe esta posibilidad), o por medio de la inserción de elementos del paisaje norteamericano (nombres de calles, descripción de ambientes). Se configura en esta tendencia un sujeto en un contexto que no es el suyo, pero que nunca busca indagar en cuestiones que son estrictamente propias de la sociedad norteamericana. Finalmente, se puede distinguir una tercera tendencia de carácter transnacional cuyo rasgo principal es la construcción de un mundo y de una preocupación latina (ya no estrictamente argentina, mexicana, cubana o de cualquier otro país de habla hispana) la cual solo puede existir a partir de la experiencia en Estados Unidos. Se abandonan, por tanto, las fronteras nacionales y regionales (aunque esto no significa que se borren ni desaparezcan) y se busca así reflejar un sentido de comunidad que va más allá de esos nacionalismos.

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Con todos los riesgos que significa una generalización, también es posible clasificar la narrativa en español en Estados Unidos a partir del componente de la estructura del relato que adquiere mayor jerarquía. En ciertas historias, por ejemplo, el universo latino de Estados Unidos es el telón de fondo de las acciones y tal configuración del espacio adquiere una jerarquía predominante en el relato. Es un telón de fondo que, aunque parezca paradójico, no se localiza “atrás” sino en la parte más evidente (y no por eso epidérmica) de la historia. El énfasis y la jerarquía que adquiere la construcción del espacio pueden obedecer a distintas razones. Entre éstas cabe mencionar, por ejemplo, el descubrimiento del nuevo territorio, la comparación entre éste y el lugar de origen, como también un constante intento de apropiación del nuevo espacio a partir de la escritura. Estas posibles causas no son excluyentes entre sí. Muy por el contrario, se combinan y se alternan fluidamente. En otros relatos es el personaje el que adquiere una mayor jerar­quía. Se describe un personaje que proviene de nuestros países pero ubicado dentro del mundo norteamericano. Este personaje se caracteriza por ser un sujeto carente de un centro. Un sujeto que no tiene certeza de cual es su lugar. Un sujeto que considera que no ha llegado a integrarse completamente al nuevo territorio en que se encuentra y que, por otro lado, asume que no pertenece a su sociedad de origen. Un sujeto que no sabe donde está “su casa” y que por lo tanto, posee una angustia existencial. En otros relatos el universo latino no surge a partir de la construcción de un telón de fondo ni por medio de la configuración del personaje. En estos cuentos es la historia en sí misma la que expresa determinadas características del mundo latino en Estados Unidos. La historia, así, está impregnada de ese mundo. Es como si los rasgos del territorio fueran integrados en los acontecimientos que se narran. La preocupación (la inquietud del narrador o del personaje) no solo es el espacio, sino lo que sucede en ese espacio y, a su vez, ese suceder está definido por la condición de ser latino. Es sintomático que las historias en español sobre el universo latino de Estados Unidos hayan sido soslayadas, e incluso olvidadas. El amplio corpus que se inicia con la llegada del conquistador Oñate recién hoy en día está siendo investigado; por otro lado, cierto sector de Latino Studies ha preferido la escritura latina en inglés, dejando de lado la producción literaria latina contemporánea en español. Parece ser que por distintas razones se ha tratado de no divulgar las historias escritas en español del pasado y del presente del universo latino. Si se considera que las historias –desde los mitos hasta la cinematografía, pasando por el periodismo y la novela- son elementos constitutivos de la identidad de una comunidad –tal como lo sostienen dos intelectuales con posiciones ideológicas distintas como Slavoj Žižek y Mario Vargas Llosa-, la pregunta que surge para el caso de lo latino es preocupante. Ocultar, soslayar, minimizar las historias latinas en español ¿ha sido una manera de mermar la formación de una identidad? Si fuera así, ¿habría habido una determinada voluntad política para llevar a cabo dicho proyecto? No resulta posible responder tales interrogantes en esta ocasión, pero conviene, al menos, dejarlas planteadas. De izquierda a derecha y de arriba a abajo los autores compilados en América Nuestra: Mario Bencastro, Alicia Borinsky, Mirta Corpa Vargas, Ricardo Chávez Castañeda, Ariel Dorfman, Teresa Dovalpage, Roberto Fernández, Isaac Goldemberg, Miguel Gomes, Eduardo González Viaña, Ana Merino, José Montelongo, Edmundo Paz Soldán, Rose Mary Salum, Enrique del Risco Arrocha, Jesús Torrecilla, José Castro Urioste y Fernando Olszanski

*Con ciertas modificaciones, el presente texto es un fragmen­ to del Prefacio para América Nuestra, antología de la narrativa en español en Estados Unidos, coordinada por el autor junto con Fernando Olszanski, y de próxima publicación.

José Castro Urioste, escritor peruano, nacido en Montevideo. Entre otros libros ha publicado ¿Y tú que has hecho? (novela), Aun viven las manos de Santiago Berrios (noveleta), Ceviche en Pittsburgh (teatro), y De Doña Bárbara al neoliberalismo (crítica literaria) ENERO 2012


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Gulliver, ese inmigrante Stephanie Manríquez

“El arte debiese tener un espacio importante en la sociedad, puesto que enriquece el espíritu humano”. Héctor Duarte

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e la clásica novela de Jonathan Swift surge un viajero que recorre tierras desconocidas, Gulliver, quien suele ser una criatura extraña en cualquier tierra que se encuentre, y a quien, por su condición de extranjero, le es difícil adaptarse e integrarse a una sociedad. En una readaptación de la historia realizada, al estilo mural, por Héctor Duarte en el 2005 –sobre la fachada de su casa-estudio ubicada en la esquina de Cullerton y Wolcott, en el barrio Pilsen de Chicago– el artista recrea a un Gulliver de nuestros tiempos, a un Gulliver en el país de las maravillas. A este personaje actual ya no se le denomina como un viajero o extranjero que busca explorar tierras desconocidas, ahora es un inmigrante que se aleja de su tierra natal en busca de una mejora económica. Llegando al país de las maravillas, una tierra fértil, regida por campos y cosechas abundantes, Gulliver –un gran gigante– se encuentra rodeado por sus pequeños habitantes que lo observan con temor y lo inmovilizan con un alambre de púas. La historia continúa más allá de la imagen, algunos habitantes se acostumbran a vivir con él, mientras otros pasan de frente ignorando sus necesidades; los que se solidarizan con su pena, lo alimentan, le construyen una casa y por último un barco diseñado acorde con su enorme tamaño, para que pueda seguir su camino y navegar hacia la gran ciudad, donde él se hallará como un ser diminuto en una tierra de gigantes.

“Gulliver en el país de las maravillas” por Héctor Duarte en el barrio Pilsen de Chicago Fotografía: Terence Faircloth, Atelier Teee, Inc.

dentro de su nuevo contexto, utilizando cierta iconografía para arraigar sus raíces y sentirse en casa.

Simbología de un arte inmigrante Dentro de la simbología trazada en la obra de ende migrante, visiblemente se distinguen las mariposas monarcas, huellas digitales, códigos de barras, el alambre de púas, las rejas, esqueletos y calaveras, trenes, el corazón, los campos de sembrado, el maíz, el nopal y todo lo relativo a México. Ejemplos como el mural de Gulliver en el país de la maravillas se pueden traducir como las barreras mentales o psicológicas que, como individuos, traemos arraigadas; la negativa a aprender sobre una nueva cultura o un idioma, sin olvidar el propio, para, de tal manera, reforzar su crecimiento como persona. La huella digital con el código de barras son símbolos que podemos encontrar comúnmente en la obra de Duarte. En su pieza Como te ven te tratan; la unión de ambos ele­ mentos forma un individuo de medio cuerpo identificado como terrorista, la huella nos criminaliza y el código de ba­rras nos marca como a una mercancía más de este país. La mariposa monarca, símbolo de constante movi­ miento, vuela y atraviesa fronteras para regresar siempre a su mismo origen. A diferencia de la monarca, la gente sale de su lugar de origen y no vuelve más; se pierden las relaciones familiares. El padre se fue y jamás conoció a los hijos, e hizo una nueva familia en Estados Unidos.

Héctor Duarte: entre braceros, migrantes y chicanos El muralista Héctor Duarte recuerda que todavía a mediados del siglo XX el término “migrante” no era utilizado; en aquel entonces “bracero” era la referencia hacia las personas que arribaban a Estados Unidos para trabajar; aquel individuo que estaba sólo de paso, trabajaba unos cuantos meses sobre la franja fronteriza, al otro lado del río, hacía un poco de dinero y regresaba a su pueblo. El término migrante emergió cuando la gente que cruzó jamás regresó. Duarte cuenta que su padre fue bracero, yendo y viniendo de Estados Unidos a su pueblo, una pequeña localidad cerca de Zamora, Michoacán. Duarte llega en los años 80 a Estados Unidos mediante una invitación abierta para pintar en una comunidad. Junto con su establecimiento en el barrio de Pilsen, Duarte trajo consigo la escuela de David Alfaro Siqueiros, un estilo muy popular, y el uso de los colores brillan­tes, que recordaba las fachadas de las casas de pueblo. Inevitablemente, Duarte comienza a hacer referencia a sus raíces mexicanas pintando iconos de la Revolución Mexicana, la prehispanidad, y el cielo azul brillante de su país. Su temática se rigió por crear narraciones que lo identificaran con su país, una introspección de su entorno como una comunidad migrante emergente; así, coloreó las calles como apoyo moral hacia los que extrañaban su país. Alguna vez, cuenta Héctor Duarte, la crítica e historiadora de arte Raquel Tibol denominó su obra como arte chicano, tal vez fue por la nostalgia latente en su obra. Aunque mucho se ha asimilado el arte mural de los méxico-americanos (chicanos) y el de los artistas migrantes estudiados en las grandes urbes mexicanas, las simbologías y los iconos utilizados por los chicanos describen la nostalgia transmitida por sus padres migrantes y la búsqueda de su propia identidad; a diferencia de los artistas migrantes que intentan lograr su adaptación n ú m ero 9 0

La huella digital con el código de barras y la mariposa monarca son símbolos recurrentes en la obra de Héctor Duarte

La nostalgia del aquí y del allá Duarte se ve a sí mismo siempre interesado en temas relacionados con el quehacer humano, dejando mensajes dentro de cada obra que realiza. Su preocupación por el acceso al arte donde no lo hay, lo ha llevado a manifes­tarse en lugares recónditos: su primer mural, Zapata, lo plasmó en el campo dentro de un chiquero. Los murales de Duarte –con nostalgia migratoria–, han surgido tanto en el barrio de Pilsen como en el pueblo de Caurio de Guadalupe, en su natal Michoacán, donde pintó Mariposas Migrantes, obra que muestra la belleza pura de un pueblo abandonado – del que se fue y no regresó al ser deslumbrado por las ciudades de oro – y a lo largo y ancho una mariposa esparcida como símbolo de esperanza – en las nuevas generaciones que tienden a regresar en busca de su origen.

Stephanie Manríquez es integrante del consejo editorial de contratiempo contratiempo

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FOTOGRAFíA: CARLOS ERNESTO URIBE CARDOZO

En el marco de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, el poeta catalán Biel Mesquida urgía a los escritores a ser valientes, a usar la poesía, la narrativa, la literatura para hacer frente a la violencia del narcotráfico, la que el día mismo de la inauguración del evento depositó 26 cadáveres a unas calles de distancia del recinto ferial. El llamado de Mesquida es un llamado a la conciencia y a la responsabilidad ética y política del escritor y del artista. Si en México esa responsabilidad debe manifestarse frente a la violencia y a la irresponsabilidad del sistema político, en Estados Unidos ésta debe alzarse frente a la persecución contra los inmigrantes. Viven los inmigrantes tiempos extremadamente difíciles. Por un lado, ni el Congreso ni la Casa Blanca (mucho menos los posibles candidatos para las elecciones del 2012) tienen el valor de plantear una reforma que resuelva la situación de millones de indocumentados; por el otro, muchos estados y municipios interpretan este vacío legal y político como un cheque en blanco para aprobar leyes que arrinconan al migrante, lo despojan de todo recurso de ley, lo niegan como ser humano y lo entregan, atado y amordazado, en manos de autoridades cuya única motivación es acumular cifras que justifiquen su exis-

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tencia. Así, en casi tres años de “cambio” y “esperanza” se ha rebasado la cifra del millón de deportados. Y a sus familias, partidas por el eje, se les califica de daño colateral. En estados como Alabama y Arizona, las leyes son un infierno para cientos de miles de inmigrantes de cuyo trabajo, irónicamente, depende la economía de ambas entidades para sobrevivir ante una recesión que no conoce fin. En estas páginas, autores de contratiempo recurren al cuento y a la poesía para alzar su voz, para contar las historias, para denunciar. En esencia, para recordarnos que aún si los inmigrantes no encuentran una voz propia, los escritores que han emigrado a este país tienen la obligación de prestarles la voz que confiere la literatura. Y hacen un llamado a los lectores a no dejar que esas voces se agoten. En ese sentido van los textos de Raúl Dorantes, Jorge Hernández, Stanislaw Jaroszek, Marco Polo Soto y Febronio Zatarain, y los poemas de Miguel Marzana, Jesús Guerrero, Gerardo Cárdenas, Miguel Méndez, y Jorge García de la Fe. Adicionalmente, en Tiempo Extra, publicamos poemas del méxico-americano José Hernández Díaz, uno de ellos sobre la ley anti-inmigrante de Arizona. Esperamos que los disfruten.

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DESHORAS

Maraña de Xul Raúl Dorantes Eran las 11, y el fandango del templo en todo su apogeo. Desde la fábrica de sonidos, Tomás manejaba una lógica convencional: sólo blues de la ciudad. Tal vez por eso puso dos veces “Just Keep on Drinking” y después “Nobody Knows Chicago like I Do”. El balcón del coro estaba clausurado desde julio. De modo que todos —hasta Xul— estaban en el altar del señor. Bebían cerveza y Putinka tal como se bebe el cáliz en las otras iglesias. Tomás hablaba de un requintista con quien había tomado una clase de ritmos del Sur. —Aquel negro me dijo que el blues es desolador porque refleja la historia del hombre. Que el gospel, en cambio, es alegre porque sí ofrece una solución: dios. Esto lo aprovechó la Condo para arrojar otra teoría. —Escuchá, loco, dios es el espacio que hay entre un pensamiento y otro. Es una ranurita. Pero escuchá. De ahí pasó a preguntarme sobre la reunión de los eloteros, quién lo iba pensar, ya eres el Jorge Ramos de todo Pilsen, periodista number one de la hispanidad. Carmen comenzó a chotearla por no haber ido. —¿No que el pueblo unido jamás será vencido? Puro pico uruguayo. Ya entrados en el activismo, Piotri quiso imaginar a la Condolesa con un bebé: —Si es niña, le va a poner Lenincita. —¿Y si llegara a tener gemelos? —preguntó Carmen entre risas. —Los Mártires de Chicago. La fiesta iba para largo. Agarré una cerveza y me puse a hablar del mitin de los eloteros: el oficial Valdez, la próxima manifestación, los escapularios... La Condolesa aprovechó para desquitarse: —El escapulario de ellos es verdadero. Pero acá nuestra amiga dice que su vieja tuvo problemas con el embarazo y que al nacer la encomendó a la virgencita. —Tu activismo es palo blanco, Condolesa: ni se seca ni reverdece; nomás ocupando el campo o estorbando en las banquetas. —Callá, Carmen, callá… —Sabes —dijo Carmen casi llegando al borde—, tú me recuerdas a la Chilindrina. —Y vos a doña Florinda. Desde una esquina Xul nos observaba. Se había bañado y parecía vela de luz en medio de todos los bacantes de la fraternidad. A las 11:30 pidió una cora por cabeza: quería completar para su boleto de Lotto. Justo a las 12 se desprendió del altar y pidió que nos orilláramos hasta una de las alas. —Enciende, pues, la maquinita. Le dije que se me había acabado la pila. Entonces sugirió que saliéramos al aire de la Diecinueve. —Te ves pashcludo, carnal. —Es que no he ido a mi casa —respondí. Y tan pronto pisamos la calle, le dije que me interesaba saber más de esa idea de andar fundando cementerios. Respondió que durante varias décadas había seguido el dolor de los que mandan a sus muertos al lugar de origen. —Acaso eso los haga sentirse bien —sugerí. Ignorándome, Xul dijo que ahora quería enterrarlos aquí, con unito es suficiente. Pero, ¿no era eso una traición? Creí que caminando él era menos hablador. Niet. —Un cementerio es mucho pedir; con una tumba me conformo. Vivir para el retorno es angustiante. Uno se pone mal. Ya ves a tu amigo peruano, el Maugricio, que por cierto no me quiere ni en pintura. Ese también anda jodido por el peso del retorno. Y como el Maugricio, están todos, piedras más, piedras menos. No hay por qué andar así. Alguien tiene que inaugurar la primera tumba. De ese modo nacen los cementerios. Te lo habrá dicho la Tongolele, ¿no? *Fragmento de novela

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Fotografía: Carlos Ernesto Uribe Cardozo

Del estertor Miguel Marzana Cruje el sacro con el hambre cómo duele levantarse y a quién no ha enseñado carestías y gulas mañaneras este que es un vulnerado este que tiene un hoyo en el zapato y viceversa. Un supinador no le funciona le falta un metacarpo distal se olvida una falange se está quedando sordo y solo tiene que regodearse y trabajar. Todavía le entra con los chavos pan dulce a mediodía y a dormirse en el ride.

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Mienterrey Jorge Hernández Cuentan que cuando nací la banda del pueblo estaba tocando “El zopilote mojado” en la Plaza de Armas, que estaba a espaldas de la maternidad; era Domingo de Ramos y los jóvenes les regalaban gladiolas a las muchachas guapas que daban vuelta a la plaza. Con estos datos debería quedar claro que no nací en Monterrey sino en algún pueblo de Nuevo León, Tamaulipas o San Luis Potosí, aunque nunca lo he confirmado. En 1988 me vine a Chicago y varios años después, por una a situación que contaré más adelante, empecé a indagar sobre el lugar de mi nacimiento. Decidí buscar primero en los registros de Monterrey, pero no pude hacerlo porque, lamentablemente, el 21 de agosto de 1909 se incendió la Botica El León y se llevó de paso el Registro Civil, (de hecho se quemó la cuadra completa y tardaron 3 días en apagar el fuego de la manzana comprendida entre Padre Mier, Morelos, Escobedo y Parás), así que no pude comprobar que mi acta de nacimiento no estaba allí. Después traté en otros lugares donde era posible que hubiera nacido, pero siempre llegué tarde, un día, una semana, un mes antes de que llegara a mi destino los incendios, derrumbes e inundaciones se encargaban de destruir edificios y papeles. Decidí no continuar mi búsqueda cuando, llegando a Matehuala, S.L.P., me enteré de que, la noche anterior, un incendio había consumido la iglesia de El cerrito, N.L. junto con todos sus archivos y, quizá, mi fe de bautizo. Al parecer la vaca de doña Vicenta había embestido al sacristán, que soltó el candelabro que llevaba y el viento hizo el resto; curiosamente, los daños se limitaron a la parroquia, la casa del cura y el panteón, parece que después de allí el aire y el fuego perdieron fuerza, o interés. Me quedé sin origen, sin nada, decidí regresar a Chicago, a esta edad parece que no es tan importante donde nació uno, sino donde se está preparando para morir.

Supermán Jesús Guerrero El receptor de la oreja de Kent con insistencia se activa. Desde el Potomac y Pennsylvania le asignan urgente comisión. “Más grave que las armas de destrucción masiva, se multiplica con rapidez y la costumbre de ser y hacer es fe, es su religión. Imprescindible detenerlo” Por un pasillo del diario El Chovinista, Kal-él reduce a harapos camisa, saco y pantalón. Hecho saeta el hombre de acero perfora una ventana y se apodera del aire; flota sobre el botín Guadalupe-Hidalgo pero prefiere aparcarse en Chicago. Con su mirada de láser espulga a Pilsen, Little Village, Berwyn y Cícero. Nada vislumbra sólo el sol de mediodía se eleva más arriba del Hancock. Gira, gira, calcando en el cielo su cuerpo un verdugón de barras y estrellas. Afina los sentidos de Kripton, todo igual que al principio. Fugaz septiembre testerea su cerebro pero él no adivina la idea. De nuevo lanza sus ojos al vecindario; se le esponja la S al contemplar paletas, mariachis, un arroyo tupido de charros, chinas poblanas, caballeros tigres y águilas; un museo por la dieciocho y las Letras de contratiempo. Supermán arrastra la capa, se desmorona la S. Sentado al borde de una acera, frente a la fonda Tamoanchan-Mayflower, degusta una torta de aguacate y un taco de guajolote en chipotle.

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FotografíaS: Carlos Ernesto Uribe Cardozo

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El día que conocí a mi padre Stanislaw Jaroszek

Sweet Home Alabama Gerardo Cárdenas Sweet home Alabama, where the skies are so blue…. Lynyrd Skynyrd, 1974 No quieres darme, Alabama, licencia para tomar un trago de agua porque no quiero decirte de dónde vine o como llegué. Deja que mis manos ilegales cultiven tus duraznos, tus lechugas, tus cacahuates y tu algodón. Déjame Alabama, esconderme en tus minas vacías, dormir bajo tu Vulcano, ahora que te abandonan tus herreros y tus orfebres. En Birmingham quemaste niñas negras, perseguiste obispos; tu odio no se murió, Corazón de Dixie (tu odio guardó silencio bajo el manto de suaves inviernos). Dicen que tu nombre significa “podar el matorral”; pero te llevas las flores con la maleza sin importar que se marchiten tus camelias.

Desde temprano esperábamos el regreso de papá de América. Ya empezaba a oscurecer cuan­ do oímos un motor de carro. Todos corrimos hacia fuera, yo me quedé un poco detrás de mis hermanos. Observé a un tipo salir de un taxi, llevaba un traje de tremolina color crema y un sombrero del mismo color. Al terminar de abrazar a mis hermanos, se apresuró para agarrar­ me. Me levantó en el aire. —¡Staszek!, ¡hijo! Creciste tanto que casi eres un hombre. Me llamó “Staszek” y no “Stasiu” como me llamaban todos. Staszek parecía como un nombre de otro. Staszek se dice al adulto y no al niño, le quería decir pero callé. El hombre a quien conocí solo por las fotos que llegaban de Chicago, sacaba las maletas y los bultos. Entonces éste es mi padre, pensaba. El mismo que me envió chicle y un par de revólveres con un cinturón de balas. Hacía tiempo que quería preguntarle si hay muchos indios en Chicago, o si de casualidad conocía algún cowboy de las películas. Pero él estaba ocupado hablando con mi abuela Ewa y mis hermanos. Después se apresuró para entrar en la casa donde lo esperaba mi mamá. Aquel día, ella se levantó de la cama, se puso un vestido de flores y se sentó en una silla de la mesa porque le costaba caminar. Todos siguieron al papá —incuso el taxista—, excepto yo. Me quedé afuera. Me acerqué al taxi. Era un Varsovia nuevo. No pasaban muchos carros por nuestro pueblo, pero sabía cuál era Varsovia porque al otro lo llamaban Volga. El carro era elegante y amplio, olía a una fragancia desconocida con la que llené mis pulmones. Aún no sabía que a esa fragancia la llamaban gasolina. Por las ventanas abiertas se oían risas y voces llenas de exaltación. Ahora este hombre me parecía más y más como un intruso. Estaba enojado con él porque me desplazaba. Tal vez debiera quedarse en la fotografía. El perro ladraba como loco, me acerqué para acariciarlo: —Misiek, deja de ladrar, es mi papá, le dije y el perro se calló. Afuera ya la oscuridad cubría todo, no me quedó de otra que entrar en la casa. Cuando desperté papá estaba sentado en la mesa sin camisa. Podía ver su torso y sus músculos; tenía un cuerpo de boxeador. —Papá, eres fuerte. —Claro hijo; mira a esto. Me mostró sus bíceps. —¿Podrías ganarle a pelear a los vecinos? —Con una mano. Sentí una admiración profunda por él. Sí, éste podría ser un cowboy. Por un momento quise abrazarlo, pero me detuvo el sonido de su voz. Era una voz seria y dura, una voz densa y fuerte como sus músculos.

He recorrido tus montes y descendido al Golfo; escuchado el untuoso acento de tu gente. Ya no encuentro tus ríos, tus carreteras. Me encerraste en tus fronteras, Alabama, para asfixiarme, para dejarme mudo, para aplastar la cabeza de mis hijos. Escribiste tu ley, Alabama, para separar al negro; y la reescribiste para bloquearme el camino. Y yo no tengo más ley que mi hambre. ¿No sabes, Alabama, que no podrás hacerlo? ¿Que al final habrá al menos uno de nosotros en cada pueblo, en cada rancho, en cada cruce de caminos? Sin nosotros tus redes no jalarán camarones, Alabama; nadie recogerá la cosecha ni molerá el pan. Y tus calles apestarán al calor del verano. Está en tu destino pero no en tu sangre, tienes la tierra escriturada más no el tiempo, mi muchedumbre es el futuro que te aterra. Cierra tus puertas, entraré por las rendijas; Anega tu pantano y nadaré con el caimán; bloquea tus puertos y descenderé con la lluvia. Calla mi voz; mi mirada grita. Ata mis manos; mis pies no dejan de marchar. Reviéntame; soy uno entre millones.

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FotografíaS: Carlos Ernesto Uribe Cardozo

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En el norte Miguel Méndez Allá se quedó mi apá se metió por un hoyo que él mismo hizo lo vi desaparecer parecía que se lo comía el destino. Ahora por unas monedas escupo gasolina. A lo lejos escucho un acordeón. Seguiré esperando acostado en esta tierra seca mirando las pupilas sangrientas del crepúsculo. Fotografía: Carlos Ernesto Uribe Cardozo

Hombre sin mar ni tierra Marco Polo Soto En tus ojos hay nostalgia y en tus manos ansiedad. Tus pasos son feroces y sin sentido. No vas a ningún lado. Naciste con la libertad de un pasaporte para violar los muros, pero desde hace mucho lo cargaste de culpa. Tu librito azul que te enseñó a huir para no solucionar nada. Y ahora que tu aguja ya no encuentra la vena y que tu piel rechina mientras se yergue. Ahora que te dedicas a coleccionar fobias. Con toda esa experiencia quieres retornar y recuperarlo todo. Y ante tu espejo, ese que pocas veces te da buena cara, te justificas: ¡Vamos!, dejemos de ser ilusos, este viaje no tiene retorno-. Te presentas sin orgullo y sin intenciones. Buscando el camino que has tomado y perdido al momento de escogerlo. Ante los traumas de tu pluma sin tinta y un martillo sin cabeza. Ante una ventana que te ofrece la infinidad. Ante un cristal que te ofrece una salida. Ante una ola. Te presentas desnudo ante ti. Tú que has llevado y has traído por senderos que nunca en aquellos días te hubieses imaginado estar. Hoy que has atravesado las fronteras, despilfarrado tus energías en bárbaros, odios y orgullos, batallas sin sentido; estás igual, pero más viejo y cada vez más incoherente. Estás solo. Aferrado a tu falsedad que confundes con utopía sin detenerte ante tu experiencia. Sí, quizás hubiera sido mejor quedarte allá, pero no tuviste la bondad de la quietud y ahora tus pasos no dejan huella porque el camino ya se ha cansado de ti. Eres invisible. Creciste entre paisajes maravillados. Allá donde las balas gritan y donde es más fácil ser héroe que mendigo. Allá donde todos reclaman tu ausencia. Allá donde sueñas estar. Mientras tanto acá, día a día ves un lago que te trauma. Allá están los cuernos de chivo que no soportas. Acá noche a noche deambula tu soledad por calles otoñales. Acá no tienes amigos. Allá ya se cansaron de esperarte. La conciencia pesa más que cualquier destierro en Chicago, y tú siempre serás culpable por buscar esa ráfaga, ya sea de acero o de amor para mantenerte vivo. Porque tu psique está inundada de aquellos malogrados intentos por estabilizar ese pequeño punto en cada renglón hasta convertirlo en poesía. Poesía que no importa, poesía innecesaria. Porque escribes con culpa, una culpa que nadie te otorga, porque siempre serás tú el culpable de haber nacido sin mar y sin tierra.

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Límites Jorge García de la Fe “Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida, sin más horizonte que otros ojos frente a frente”. Donde habite el olvido, Luis Cernuda Hasta aquí mi discurrir kantiano de la razones prácticas por las cuales debemos negociar un acuerdo de mutua conveniencia: un entramado de palabras que no soy yo. ¿Qué quieres saber de este hombre que todavía anda despeñándose de sí mismo, de este suicida en el balcón de la noche? Tengo mucho miedo por haber estado casi cinco minutos bajo el régimen de Fidel Castro, ya no confío ni siquiera en el esquizoanálisis. Es nuestro primer date en este bar de Chicago que se llama Lucky Horsehoe donde Ethan, un fabuloso striper de Ohio, imprime movimientos pendulares a su enfundado falo. Ahora me preguntas si soy top o bottom. Yo nunca me postulé el placer en términos tan excluyentes; aprendí a ser un poco más democrático, a tener otro perspectivismo sexual bajo la dictadura del proletariado: casi cinco minutos arriba, casi cinco minutos abajo; pero también maizales, cañaverales y hasta cementerios; algo así como morir y resucitar en brazos de mancebos analfabetos de celulares. Ahora mismo, frente al envenenante azul de tus ojos, voy reconociendo pedazos de mi cadáver, sobreponiéndome al holocausto. Me atrevería a construir un mito que te deje alucinado, pero me temo que eres demasiado racional para una seducción tan caribeña. Doy por sentado que someterás mis palabras a una minuciosa deconstrucción, que también exigirás una solidez, una dureza que últimamente sólo convoco a fuerza de ciertas pildoritas take by mouth Es obvio que vas camino a descartarme, pero te perderías una irrepetible experiencia existencial, si no rozaras mi soledad desamparada con la punta de tu… seno* Estamos, frente a frente, en este bar de Estados Unidos de América, un escenario cualquiera de la aldea global que nos conectó vía Internet. A través de este diálogo, se supone que nos transparentemos, pero tú apelas a Hamlet y yo a Segismundo: la duda renacentista frente al desengaño barroco. Sin embargo, ambos fuimos traídos acá por el mismo alacrán que picó a Freud; y desde que llegamos, nos estamos olfateando como perros apurados que equivocaron sus traseros a la salida de una fiesta. Ya la teoría de las almas gemelas de Platón es demasiado anacrónica al discurso postmoderno. De todas maneras, me seguiré lanzando hacia ti, de instante en instante, como si no me pusieras límites, porque la felicidad no es un fin en sí misma, y a veces, puede anticiparse a un orgasmo. *Carilda Oliver, Me desordeno, amor, me desordeno.

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Fotografía: Carlos Ernesto Uribe Cardozo

La Waina Febronio Zatarain ¿Sabes qué es lo que más me gusta de Chicago? Los trenes. Conozco todas las líneas, me las he recorrido de punta a punta cien, doscientas, mil veces. Me sé de memoria todas sus rectas y todas sus curvas así como los recodos y los recovecos que se forman. Soy una mujer del aire. En mi otra vida de seguro fui pájaro, no un pájaro bonito, era un pinzón cualquiera, y ahí me la pasaba volando bajo, entre guamúchiles, tabachines y guásimas. No me imagino como tuza porque no me gusta la oscuridad de afuera. A la de adentro me he ido acostumbrando poco a poco. Por eso me llené de gusto cuando inventaron la Línea Rosa. Antes, si me quería ir de parranda con los wainos de Pilsen, me tenía que aventar mis minutos recorriendo el túnel del Loop, o de plano tomar el ruta 60. Lo que sea de cada quien, los gringos son muy chingones, en un dos por tres inventan lo que una necesita. En la Línea Azul, en la Rosa o en la Café me meto en cualquier vagón, pues el tren se ondula como serpiente y da lo mismo estar en cualquier ventana de su cuerpo. En cambio en la Línea Verde, en la Morada, en la Roja y en la Naranja me tengo que ir en el primer vagón y en el asiento que está a un lado del maquinista. Cuando viajas hacia el sur y el Loop se va quedando atrás, pareciera que el tren no se desliza sobre rieles sino sobre el tiempo, y empiezas a ver muelles abandonados, puentes partidos y fábricas en desuso que por momentos parecen cascarones inmensos de animales de otras eras... Hay trozos en la Línea Roja, pero más en la Verde, donde uno siente que el mundo corre hacia una a cobijarla. Una ve cómo los rieles a lo lejos se juntan, y una quiere acercarse a ese punto, pero siempre se aleja; siempre está a la misma distancia. Como si ese punto fuera la dicha. Sí, porque a la dicha siempre la divisamos a lo lejos...

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