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Deshoras
Imágenes de Deshoras: Roberto Mamani Mamani
En este deshoras de Latinoamérica, no le ponemos el acento, el grito o el silencio a la voz, las diferentes voces que se proyectan en una, hablan de punta a canto; partiendo de una concepción que supera la visión puramente ideológica o geográfica y se afirma en la dimensión humana y la realidad profunda y solidaria como siempre ha hecho la poesía. Los poetas: La poeta argentina Alicia Partnoy nos recuerda en dos poemas la memoria y la importancia de saber que el presente se construye con la historia. El poeta Yeiber Roman de Venezuela nos puede mostrar con esos ojos, que la niñez siempre se ve en el dolor de la violencia, y que todos algún día creceremos. El poeta Arnulfo Valdez nos lleva a Sinaloa, México, ese
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lugar pesado y caliente, ese lugar donde “todos son el Jaramillo”. Lugar armado hasta los dientes, pero también lleno de poesía. La poeta Elsye Suquilanda de Ecuador, nos borda la ternura y fuerza de la mujer andina; de forma clara y sin albaricoques (como ella misma lo diría). El poeta chileno Juan Malebrán propone la metafora simple, vuelve la vista al poeta/ poema y sugiere los riesgos de un lenguaje claro. El poema Desmonte, de Pablo Cesar Espinoza de Bolivia nos presenta un esbozo de la vida de las marchas, la figura del minero que mastica coca y protesta con dinamita, el prejuicio reinante y la carga con que se carga la montaña que se ateza en el poema.
Texto introductorio y coordinación Deshoras: Miguel Marzana poeta y escritor, es miembro del consejo editorial y coordinador del taller literario de contratiempo.
Ojos de cristal
Niña, qué triste es verte en el dintel de la puerta de tu casa, pues tienes que ver cómo trotan los demonios. Miras los rostros de quienes han arrebatado tu inocencia; miras las bocas que tienen veneno en vez de saliva, pues sólo sirven para blasfemar.
Niño, asustado frente a tu ventana, ves que los soldados ya no son de juguete. Ya no tienen el corazón de plástico, sino de piedra; ya no es verde el color de su piel. Ahora los muertos no están en tu imaginación, y no reviven de forma infinita, como en tus juegos.
Niña, niño, cuán doloroso es que sus ojitos de cristal se empañen, pues tienen que ver,
en primera fila,
el polvo que levanta la guerra.
El desierto en las entrañas
Escribir en segunda persona es la forma más acabada de soledad Adalber Salas Hérnandez
Bastó una foto tuya para sentir mi cuerpo deshabitado. Vi rasgos extranjeros en tu rostro.
Raros surcos nacieron de forma repentina. Creí escuchar tu voz con un léxico ajeno. Supe que no te reflejarías más en mis pupilas. Esta casa quería tenerte aprisionada.
Esta casa no concuerda con tu ser.
Tal vez no respires vigor y sólo aparentes hacerlo –ruego a Dios estar equivocado. Te volviste fantasma especial:
en vez de miedo das regocijo. Siempre deambulas en esta casa donde ya nadie ríe
y tal vez nadie ría más. Quedan unas cuantas memorias mudándose a un cuarto de antigüedades en un edificio abandonado.
Ver tu cuerpo estático en digital, único remedio contra tu ausencia, es una flagelación.
Rememoro las golpizas que la cobardía me dio; cómo, ante ti, mi lengua perdió todas las palabras. Nunca luché por defenderme. Ahora vivo los resultados: mi cuerpo es muy grande para este desierto llamado «alma». Se encoge al verte más feliz en un sitio tan remoto.
Palabras escondidas por mi timidez no llegarán a tus oídos.
Sólo queda una solución: golpear mi pecho todo un siglo
(eso no bastará como redención).
40 | contratiempo Yéiber Román (Venezuela, 1996). Estudiante de Tecnología Electrónica (TSU) en la Universidad Simón Bolívar (USB). Ganador del concurso de poesía Iraset Páez Urdaneta (2016) y del concurso de cuentos José Santos Urriola (2017), ambos de la USB. Autor del poemario Los futuros náufragos (Fundación La Poeteca, 2018). Textos suyos han aparecido en la antología Poesía contra la opresión (1920-2018) [Provea, 2019], Letralia, y Latin American Literature Today . Links: Edición digital de Los futuros náufragos https://lapoeteca.com/los-futurosnaufragos-yeiber-roman/
Cuentas claras
A ver, amigo, hermano:
Yo perdono al compañero que gritó
mi nombre cuando el torturador le perforaba la voluntad de construir la historia.
Al que, cruz de plata en la palma de la mano, con café y cigarrillo, me contaran... se acordó de mi barrio y de mi casa ante aquella jauría de asesinos, supe olvidarlo.
Pero no me pidan que teja ni perdón ni olvido en esta trama abierta que es mi vida para aquel inclemente genocida que ni siquiera se siente arrepentido.
Alicia Partnoy. Escritora, académica y activista de derechos humanos, Alicia Partnoy es sobreviviente de los campos secretos de detención donde 30.000 argentinos “desaparecieron” entre 1976 y 1982. Más conocida por su libro La Escuelita. Relatos Testimoniales, Partnoy es autora, traductora o compiladora de doce libros y un cuadernillo de poemas. Sus ensayos académicos, poemas y relatos han sido publicados en docenas de revistas especializadas en América Latina, Estados Unidos y Europa. Partnoy es profesora de lengua y literatura latinoamericana en la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles.
Ciertas rutinas
El amor, esa vieja costumbre de arrimar mi cabeza a la tuya en las noches de mares oscuros; de llevar en tu mano la mía en las tardes de patear las calles de los barrios de nuestra memoria, y de alzar nuestras copas gemelas para ver a través de ese vino la sangre valiente de los compañeros que sembraran la tierra lejana con tanta semilla de revolución.
El amor, esa vieja costumbre que levanta nuestra voz en gritos que piden justicia, que exigen memoria, ni perdón ni olvido, siempre rebelión.
Desmonte
I La Montaña no se persigna en el mercado como si fuera su derecho. No transita por los puestos de venta, ni pide rebajas en la ropa usada. La Montaña no se esfuerza en ser parte de la alcantarilla, ó en descansar en la maceta y esperar el respeto que merece del living room.
La Montaña no se sube a los micros, pero sí se lanza de ellos.
La Montaña es el destino que comparte con el Q´epi , de observar como trabaja el Maycol y no hacer nada para llorar con él.
El Q´epi, está enamorado de la Montaña. Lleva comida para ella Lleva ropa Lleva explosivos Lleva todo lo necesario para crear un hogar en ella, mientras que cada día la Montaña se levanta en la calle por el escupitajo del minero que pijcha .
II El Q´epi nunca quiso pelear en marchas desde la espalda, Tampoco correr de las mismas y recibir el último golpe. No quiso gasificarse, ni que le revienten el petardo a medio metro de altura.
El Q´epi nunca quiso dejar de ser Q´epi, desde su precaria percepción.
Ahora el Q´epi lleva periódicos pasados, revistas con las esquinas dobladas, abarcas rotas y poleras sucias del San José. El Q´epi no se mueve, pero tampoco está en silla de ruedas.
42 | contratiempo Bajo la cama, El Q´epi no recuerda el momento exacto en que dejó a La Montaña, pero que sabe que el Maycol, se hace más Michael al llegar a la ciudad
III (Montaje) La Montaña levanta el asfalto cuando el Q´epi se lanza en caída libre.
Q´epi: palabra Quechua; con la que se designa a cualquier bulto o fardo envuelto en una tela, que usualmente se lleva atado a la espalda.
Pijcho o akullicu: palabra Quechua; práctica social, ritual y medicinal, en la que se mastica un bolo de hojas de coca.
Pablo César Espinoza Lafuente (Bolivia, 1989). Autor del poemario Cantar, Reír y Olvidar -el orden no importa , Ed.Yerba Mala Cartonera 2010, elmismo poemario fue traducido al francés por la editorial Babel Cartonera (2011). Ha participado en diversas revistas, antologías, festivales y encuentros de poesía en Bolivia, Latinoamérica y Filipinas.
Blanco perfecto
III Para qué el semáforo Si la vialidad aquí es sol Siempre verde y ni que fuera ojo Pa parpadear Una sirena, sí Y dos de cachucha que Detienen a otros dos de cachucha Unos armados, otros (des)armados Las caras bien cargadas Por eso del sol el sudor las cachuchas Un juguete en la mano Otro en la otra Y todos sonríen, todos somos yo Y los otros dos de cachucha ¡Qué calor! Pero aquí son cuatro cachuchas Dos con la parada pólvora pum Y dos con la palabra divina y un botón Pero aquí hay cuatro cachuchas y el sol podría Encubar un pollito en los cabellos Palabras palarmas pasón La verdad no es sabido qué pasa: El cuerpo llora también y los ojos arden por la calor que se fuga En aquel tintinear de cuatro cocas que pasan de un jalón y ríen.
I
Cuando no hay luces por esta zona Cualquiera puede ser un puntero -¿Tú eres el Jaramillo? Sólo se responde y sigue caminando Cuando se carece de luz por la zona Cualquiera puede ser un blanco perfecto en la noche Y el oxxo se vuelve un picadero Estacionamiento para las polarizadas -Me das unos pingüinos, una coca y un jaztea, por favor MIIIIIIIIIIIIC MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIC Y el que voltee para atrás… y el que hable también solo la camioneta, chula, prieta la condenada todos chitones menos el ábranse a la verga de sus brazos silencio y puros motores, corridos asoma la cepillada por la ventanilla pide no sé qué cosa con la mirada con algo que busca a su costado Cuál Nuevo Culiacán y el que mire a los ojos… el que se mueva de allí también y el que voltee, y el que chifle el alterado porque en esta zona todos se llaman Jaramillo.
Arnulfo Valdez Oleta. Escuinapa, Sinaloa (1990), consultor político y traductor. Autor del poemario Chicken Noodle Soup (Monte,2015), sus trabajos han sido publicados en distintas revistas digitales e impresas. (Sus escritos sobre música en http://revistaespejo.com/author/arnulfo-valdez-oleta/), es miembro del Consejo editorial en himenmag.com / Música en soundcloud. com/uh-banda/
Yupaychani Shinchi Warmi
Dedicada a la poeta: Kiwcha – Kayambi, Sarawi Andrango
Nube de colores de ponchos, anacos, chalinas y alpargatas va llegando a la ciudad mujeres decididas vienen liderando los ríos de gente,
con música, con esperanza, con ramitas de eucalipto el pueblo humilde a su paso se les va sumando Mujer que cuidas de la semillita De los campos De la vida De la dignidad Mujer brava de decisiones fuertes y arriesgadas Tu escudo es tu nobleza En ti no hay agresividad Yupaichani Sinchi warmi De ti aprendo Por ti yo crezco Tomo una bocanada del Quilotoa, Y despierto ...
Navega libre volcán
Mañana cuando vuelva a tener seis años me vestiré de oveja blanca iré a visitar a mi amiga Olivia comeremos pasto fresco nos revolcaremos de júbilo celebraremos la libertad cantaremos un par de balidos no para los dioses pero si para nuestras amigas seremos libres te iremos a visitar y nos invitarás a pasar a tu lodo-room rebuznaremos a todo pulmón Mañana cuando vuelva a tener seis años no me volcaré en un bus cafetera el chofer no se dará a la fuga no habrá deudos desconsolados mañana cuando vuelva a tener seis años seré una oveja libre
Elsye Suquilanda (1979 Quito, Ecuador) Creadora, escritora, poeta, tejedora de videos, activista por los derechos de los animales. Autora de los poemarios: Nalgas, Cortina de circo popular, Te envío mis amígdalas en una Paloma Mensajera , Agua de Mono Eau de Toilette Spree, Cenicienta de Späti , 030,- Berlín, Lensi Lusikka Suussa (voló con una cuchara en la boca). Sus escritos y poesía han sido traducido a varios idiomas. Publicada en varias antologías, libros y revistas. Es co-creadora de la Perrosofía “Chichoismo” (amor y respeto a todas las criaturas vivientes, y mi maestro es un perro Andaluz llamado Chicho). AUDIO: https://soundcloud.com/rukisukye VIDEO: https://vimeo.com/elsyesuquilanda BLOG: https://rukisuky. wordpress.com
A medida que avanza la tormenta
De todos modos no hay manera de evitar el riesgo que suponen ciertos territorios
—urticaria y necrosis— los dominios del ciempiés o el vello de la apasanca (bol.-pollito, tarántula)
mañas aprendidas en terreno prácticas imposibles sin holgura
porque no hay manera una vez que la boca se llena de mosquitos
quizás en eso consista hablar claro
igual que volver la vista hacia un río tibio pero infranqueable
y ver tan solo vaho ante lo poco que se distingue
avanzar tras el rastro de la hierba
como único indicio: las huellas de un galope que el lodo cubre a mitad del sendero.
Férreo
“Tal vez haya alguna palabra por ahí que describa el mundo tal y como es esta mañana” Charles Simic
Amanece y desempañas con la manga la ventana buscando dar con el paisaje. Pero hace mucho que el paisaje no es más que una misma cara en todas partes y una misma sucesión de palabras repetidas en distintos territorios: citas, anotaciones y signos perdiendo todo el sentido del que carecen y que otorgamos en instantes de perniciosa ilusión: tickets, terminales, compartimientos de segunda clase pero una misma cara siempre. Y el cansancio de quien despierta -estación tras estaciónsabiendo que dormir hace mucho ha dejado de ser sinónimo de reposo.
Juan Malebrán (Iquique, Chile – 1979) Ha publicado Reproducción en curso (YMC, 2008), Bozal (YMC, 2014 / Hebra, 2015), Entretenciones mecánicas (Cinosargo, 2016) Trópico (Aparte, 2019). Y las compilaciones f/22 Antología poética cochabambina (La Ubre Amarga, 2011) Ulupica, trece poetas bolivianos actuales, co-edición con Gladys González (Libros del cardo, 2016) y Libreras, una antología desde la cárcel San Sebastián Mujeres, co-edición con Michelle Nogales, Mijaíl Miranda (El Cuervo, 2019). Los años 2005, 2016 y 2018 obtuvo la beca de creación del Fondo del Libro y la Lecura Chile. Reside en Bolivia.