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Ecuador: Cuestionamien

Ecuador: Cuestionamiento a la literalidad del poder

Víctor Vimos

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Es 10 de octubre en la mañana, y al interior del Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, cerca de cuatro mil personas, en su mayoría quechuas provenientes de las regiones centro y sur de la sierra, corean consignas, aplauden, y son alentados por los discursos que emiten, uno tras otro los representantes de distintas organizaciones indígenas, heterogéneas entre sí, a ratos –incluso– opuestas, pero coalicionadas ahora alrededor de un hecho fundamental: pronunciar el cuerpo de Inocencio Tucumbi.

A esta altura, suman diez días desde que el gobierno de Lenin Moreno, comprometido con el FMI, emitió un decreto que eliminaba los subsidios de la gasolina y el diésel, y afectaba los derechos laborales, ampliamente precarizados en las últimas dos décadas. La respuesta a estas medidas fue la movilización progresiva de miles de indígenas hacia la capital, y sus réplicas al interior del país que sumaron, además, a una serie de grupos sociales, trabajadores, estudiantes. La represión policial, desplegada desde el primer momento, recrudeció al sumar el apoyo del ejército, dejando un saldo en el que la Defensoría del Pueblo contará, después de trece días de conflicto, mil trecientos cuarenta detenidos, mil trecientos cuarenta heridos, algunos con pérdida parcial o total de la vista, y once muertos.

Inocencio Tucumbi es uno de ellos. Llegó a Quito junto a su familia los primeros días del conflicto, y anoche, corriendo entre la multitud despavorida que huía de las bombas lacrimógenas, su cuerpo se perdió. Algo tan simple, tan amargo. Esta mañana su hijo Ángel, le dijo a la televisión que su padre fue aplastado por los caballos que monta la policía. Otros comuneros, vecinos y compadres, juraron haber visto el instante en el que una bomba le partía la cabeza. Los primeros informes policiales –no podría ser distinto– insisten en esperar la autopsia, el papel, el certificado que pondrá nuevamente al sonido de la letra escrita sobre el ruido de la multitud que ha vuelto para cuestionar la validez de las palabras.

“Democracia”, por ejemplo, es una palabra cuestionada en el Ecuador contemporáneo: el mecanismo neoliberal ha apartado su significado del ejercicio de ciudadanía, y la ha reducido (¿recluido?) en un discurso que se legitima de forma paralela al fortalecimiento de la propiedad privada y la capacidad de consumo: ser ciudadano en el Ecuador dolarizado es un derecho que depende de cuán cerca se está de la propiedad privada y de qué modo se la consume. Esa premisa segmenta los distintos tipos de ciudadanía que coexisten en un mismo territorio y que responden, de forma desigual, a una misma ley. Y divide, a la vez, a quiénes están más cerca de la “Democracia” y quienes están lejos, a un paso de ser sus enemigos; todo depende de los recursos desde los que se entabla relación con ella. “Recursos”, en esta parte de la historia, son los mecanismos a través de los que se intenta ampliar el significado de las palabras cuestionadas e ingresar en lo que ellas nominan, desplazando los límites de la realidad hacia espacios de crisis en los que es posible la fundación de nuevas relaciones de poder y formas políticas de enunciación e identificación que erosionan a las palabras cuestionadas hasta desorientarlas en una función de renovación.

Aquí, dentro del Ágora, esa tarea es incesante. Los discursos de los representantes indígenas han tejido el cuerpo de Inocencio Tucumbi –ahora dentro de un ataúd, y retenido en la morgue– con los hilos de esa parte desconocida del país para la literalidad del poder: el hambre, la miseria, la desigualdad, el racismo, el machismo, el desprecio entre iguales; elementos disimulados bajo esa frase que identifica al Ecuador con una “Isla de Paz”, se riegan entre los oídos, los ojos, y las bocas de los miles de asistentes quienes, a la par, hacen del diálogo, del abrazo, de la solidaridad un rito enorme que va lavando a las palabras, despintando su ferocidad referencial, para ver que hay debajo, de qué tipo de ruinas está preñado el presente. La crisis ecuatoriana de octubre, signada por la crisis de la palabra, permitió romper con la noción de que la realidad política funcionaba de modo automático en un espacio independiente a la cotidianidad. Esa noción tiene, como uno de sus orígenes, la década correista en la que el uso del lenguaje desde el poder se estableció como el marco normativo de lo real. Las sabatinas, por ejemplo, enlaces televisivos semanales en los que Rafael Correa lanzaba epítetos para reducir cualquier forma de discrepancia a un apodo, a una sentencia, a una mancha que el referido llevaba encima como una condena, quedarán como evidencia del uso funcional y literal de la palabra. Lenin Moreno, holograma presidencial auspiciado por Correa, ha llevado esa literalidad hacia extremos

admirables: la firma del decreto que levantó la ira popular, por ejemplo, se hizo siguiendo la noción del deber y el sacrificio de las mayorías, como una condición hacia el progreso y el bienestar, ecuación neoliberal totalmente deteriorada a través de la retención que las minorías han hecho sobre todo tipo de excedente, logrando que sus monopolios empujen el progreso y el bienestar hacia un terreno ficcional.

Por eso este espacio en el que ingresa el féretro de Inocencio Tucumbi, es un lugar primordial para entender la raíz y la proyección del conflicto ecuatoriano. Ante la evidencia física del cuerpo de Inocencio Tucumbi; frío y encerrado en un ataúd, los representantes indígenas han decido pronunciar otro cuerpo, es decir un Inocencio Tucumbi que desborda cualquier tipo de acuerdo y negociación política temporal. El ruido de una masa que intenta ingresar en la zona de representación e identificación con la realidad, opone al sonido de la palabra y su literalidad. La apuesta política se hace desde el lenguaje y es en ese campo donde la disputa distorsiona lo funcional, el sacrificio de Tucumbi abre zanjas capaces de filtrar nuevas voces en la esfera pública.

El gobierno de Moreno, en medio de esta disputa, se queda sin palabras; en uno de los tantos enlaces televisivos con los que se exhorta a los ecuatorianos a regresar a sus casas, rodeado de la cúpula militar, aparece Lenin Moreno, listo para leer el texto que emite el teleprompter, pero este aparato falla, y en vivo y en directo, y ante millones de personas, Moreno eructa: “no hay el texto”. Eso: el gobierno del Ecuador contemporáneo es un perico que repite y repite intentado crear realidad en el cerco de palabras prestadas. “No hay el texto”, para el poder no hay nada más allá de lo que se puede repetir, de lo que puede reprimir, de lo que puede significar y ser aquietado en esa categorización.

La muerte del cuerpo físico de Inocencio Tucumbi es la vía por la que su cuerpo pronunciado se convierte en la vida de todos los vivos, renovados de la ruina del significado y dispuestos a cuestionar el poder de las palabras, oponiendo su ruido a la voz oficial que intenta repetir un guion a favor de una realidad que no por represiva es única, ni duradera.

Foto por: David Díaz Arcos

Victor Vimos (Riobamba, Ecuador, 1985) Libros suyos aparecieron en Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Paraguay. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Poesía, entregado por el Ministerio de Cultura del Ecuador (2012). Dirigió la editorial Matapalo Cartonera, en Ecuador, y editorial Toé, en Perú, país en el que, además, trabajó como periodista y como profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente reside en los Estados Unidos y cursa el programa de posgrado en el departamento de Romance and Arabic Languages and Literatures, en la University de Cincinnati.

Chile: Apuntes del fin del mundo Héctor Hernández Montecinos

Valdivia, sábado, 19 de octubre, 2019. E speré tantos años este día y ahora que llegó no estoy en Santiago. Me siento sin palabras. Es muy fuerte todo. Es el caos total. Esta noche no se olvidará nunca en Chile. Es el dolor de un país. Me siento conmocionado. Que todo sea como deba ser.

Domingo, 20 de octubre. Me regreso a Santiago. El chofer del bus nos dice que no sabe hasta dónde podremos llegar. Es el único bus que saldrá hoy. En Valdivia hubo mucha represión. Estoy en la total incertidumbre. Sigo sin palabras.

Domingo, 20 de octubre. Ya estoy en casa. Estoy bien. Zurita siempre dice que luego de la dictadura olvidamos lo más importante que pasó allí: la generosidad, el afecto, el cariño espontáneo, lo urgente de lo colectivo. El centro está cercado y hay rabia, dolor, pero también dignidad que es la palabra clave de estos días.

Lunes, 21 de octubre. El presidente ha dicho “estamos en una guerra”. Las guerras como tal son constatativas, es decir, nacen cuando se declaran no cuando existen. Es una palabra que construye realidad. Mejor dicho la destruye. Haberla enunciado convierte un descontento social en un enemigo interno que es cómo nació la Hiperdictadura con la caída de las Torres Gemelas: el árabe como ese enemigo interno. Todo musulmán como talibán. Desde el 2001 en Chile el enemigo interno ha sido el pueblo mapuche y sabemos perfectamente lo que ha pasado, su criminalización y los mártires como Camilo Catrillanca. El mapuche como terrorista. La Hiperdictadura es el estado de excepción en aras de la seguridad. Una lucha ilegítima pero legal contra los que rompen la ley que los sostiene. Ellos pueden vulnerarla porque ellos mismos la crearon. No sólo la Constitución de Pinochet sino el sistema total. El libre mercado como libertad social. Es como la Iglesia Católica que condena el sexo, en los otros, pero no en ellos ni en su pederastía. Para los propósitos de la Hiperdictadura ese enemigo interno, forzado, construido debe tener a su vez enemigos y que ya no sea interno sino nacional. El ciudadano que protesta como vándalo. En eso es lo que estamos ahora. Criminalizar, literalmente, a ese ciudadano como un enemigo no del gobierno sino de Chile. Bajo ese lema la policía y las FFAA amparados en la ley tiran a matar como está sucediendo. Como sucedió entre 1973 y comienzos de los noventa. He insistido en que desde el Golpe hasta ahora ha sido un solo movimiento, una Revolución de Derecha que lamentablemente hoy tiene su rostro más visible. La foto de Chadwick tras Pinochet y ahora tras Piñera crea el bucle de este proceso. Su misma mirada. Lo que viene es que ese enemigo particularizado, la ciudadanía, sea el enemigo general bajo la idea de terroristas, vándalos, lumpen. Los medios son la otra mano de este plan. Sin embargo, hay una segunda etapa en la que ese enemigo interno no es ya el “delincuente”, sino el policía, es decir, el aparato policial que fue el más beneficiado desde el 2001. Aquí ya los delitos no son propios del asocial, sino de la propia institución que resguarda la ley. Este es el momento del Pacogate y el Milicogate: Carabineros y FFAA como una mafia organizada. Ciertamente, y lo más grave aun, es una tercera etapa en la que el propio Estado es el criminal y circunscribe las leyes a su propio alcance y delimita y debilita la democracia a un nivel que es sólo un nombre vacío. El Estado como máquina criminal en contra

de los Derechos Humanos que son el piso básico para la civilización. Esta es la línea de tiempo de la Hiperdictadura. Dentro de la propia dictadura militar se da el mismo proceso en que se pasa de la represión al “subversivo”, luego es la DINA y la CNI la agencia criminal para finalmente mediante una Constitución validar legalmente la propia dictadura. En Chile actualmente estamos entrando a este tercer momento en que las instituciones de seguridad y orden ya no son de seguridad ni de orden, lo cual acelera la mano dura del gobierno, o en el mejor de los casos, la crisis del resto de instituciones que tarde o temprano validarán este abuso de manera legal como lo es el Tribunal Constitucional. La idea del autoatentado de Bush no dista mucho de lo que pueda estar pasando acá. Sea como sea, crear una guerra sólo atraerá a sus buitres más reconocidos que son los Estados Unidos. No es descabellado de que el gobierno pida ayuda al FBI del que la PDI es su clon. Obviamente queremos que todo vuelva a la calma, al momento en que el gobierno puede oír a su pueblo sin que ellos sigan perdiendo la dignidad, porque la de la ciudadanía ha sido hermosa y justa. Jueves, 24 de octubre. Las encuestas muestran una aprobación de más del 80% a las manifestaciones y una caída a poco más de un 10% de apoyo al presidente. Primera noche que pude dormir con una sonrisa de oreja a oreja y hoy seguir así hasta la marcha más grande en la historia de Chile.

Viernes, 25 de octubre. Una idea en voz alta antes de “La gran marcha” que queremos sea la caravana más grande en la historia de Chile. El domingo hay elecciones en Argentina y Macri se va. Hace pocos días las hubo en Bolivia donde hay discusión sobre la legitimidad del proceso. En Ecuador ya conocimos al verdadero Lenín Moreno. Venezuela ni hablar. A lo que voy es que los gobiernos de izquierda lo han hecho mal, muy mal. Nos han usa

do y en nuestro nombre se han enriquecido para luego olvidarnos. Aquí esto va para la Concertación y la Nueva Mayoría. Les tengo rabia aún por esa alegría que sólo les llegó a ellos. Sin embargo, los gobiernos de la derecha son nefastos. Macri, Bolsonaro y Piñera reventaron a la Argentina, Brasil y Chile respectivamente. Los dejaron en la calle a expensas de Estados Unidos que es el buitre que siempre trae la sangre. El pueblo furioso no se detendrá hasta que el miedo sea de sus opresores. Así va siendo desde el viernes. Siento que en este nuevo escenario hay que darle otra oportunidad a la izquierda en la región. Somos ahora la mejor oposición que puede haber y si estos hijos de puta no cumplen pues a quemarlos vivos. Es una metáfora y en ella hay rabia acumulada y dolor. De lo que estamos seguros es que por harto rato no habrá más ex colaboradores de Pinochet en La Moneda. Yo soy el convencido número uno de que la política binaria entre derecha e izquierda es un engaño. No obstante en este caos se debe cuidar lo que quede. Hay que pensar que en la sigla AFP esa P no sólo es de Previsión sino también de Porvenir. Ahora estamos convencidos más que nunca de que es nuestro y lo queremos ahora.

En un mes exacto cumplo 40 años. Si no tuve miedo cuando un milico puso un rifle en mi frente a los 5 años, la edad de mi sobrino Eduardito, no lo voy a tener en este momento. Estamos unid@s.

Foto: Nabih Navarro

Lunes, 28 de octubre. Debo reconocer que por dos minutos tuve la ilusión de que Piñera con este anunciadísimo cambio de gabinete daría un giro a su política criminal pero no. Sólo movió piezas dentro de su mismo tablero. Salen neoliberales y entran neoliberales.

Lunes, 30 de octubre. Cuando todos los traumas, dolores, miedos de la dictadura han regresado este mes de octubre es que a la vez lo más poderoso que allí sucedió se nos hace urgente. La poesía escrita desde comienzos de los setenta hasta fines de los ochenta en Chile sigue sin tener parangón. Desde el día que esta primavera chilena explotó muchos nos quedamos atónitos, justamente sin palabras. Poco a poco fueron apareciendo y ahora son ya intentos de preguntas abiertas que nos pueden ayudar a entender el porvenir de esta revuelta y nuestro lugar ahí, aquí. El 25 fue el día de la gran marcha y compartí en Facebook la foto de Raúl que le sacó Paulina. La acompañé con su frase en el desierto “ni pena ni miedo” que recobra una vigencia inusitada y feroz.

Miércoles, 31 de octubre. Esperé tantos años esta revolución y finalmente sucedió. Nos ha hecho repensar todo, absolutamente todo. Este mes ha cambiado mi vida y la vida de Chile sin punto de retorno. En este momento tengo pocas palabras.

Jueves, 18 de noviembre. Hoy se cumple un mes exacto desde que comenzó esta hermosa y dolorosa revolución. Un mes que ha parecido un año y este año que se parece cada vez más a 1989. Quisiera poder hacer una evaluación pero cada día es distinto al anterior. Fui con mi mamá a algunas manifestaciones por el “No” a fines de los ochenta, viví la decepción con la alegría que nunca vino, creí ilusamente en el socialismo de Lagos, luego en el de Bachelet. Siento que el Frente Amplio no ha dado el ancho y ha sido una oposición débil. Siguen siendo l@s estudiantes secundari@s, las comunidades mapuches, las feministas y la diversidad sexual las fuerzas que siguen liderando una ética de lo común con todas sus legítimas e incluso estúpidas diferencias. Me hubiese gustado sumar al mundo del arte y en especial a la literatura pero creo que tampoco hemos dado el ancho. Sigue siendo la calle más creativa que l@s artistas, más ingeniosa que l@s letrad@s, más potente que l@s poetas.

Héctor Hernández Montecinos (Santiago, Chile, 1979). Es poeta, ensayista, editor y gestor cultural. Sus últimos libros sobre el quehacer poético son Buenas noches luciérnagas (2017) y Los nombres propios (2018).

Bolivia: Jallalla proceso de cambio Miguel Marzana

¿Ruptura o Golpe? Esa es la pregunta que muchos nos hicimos tras la dimisión de Evo Morales a su cargo como presidente de Bolivia. La renuncia de Evo Morales provocó fuertes reacciones a nivel nacional e internacional, pero ¿Hubo o no golpe de Estado en Bolivia?

El fraude y desmoronamiento. Evo Morales renunció después de casi tres semanas de protestas y acusaciones de fraude en las elecciones generales del 2019. Sin embargo, Evo en realidad se derrumbó el 21 de febrero del 2016 cuando en un referéndum, el 51.3% de la población dijo “no a la reelección”, y el MAS (Movimiento Al Socialismo) utilizó el Tribunal Constitucional y el Tribunal Electoral a su favor, permitiendo que Morales fuera candidato para un cuarto mandato, todo esto pese a que “Bolivia dijo no” y que la constitución política solamente permite dos mandatos seguidos.

El 20 de octubre, después de haberse cerrado la votación, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) publicó dos recuentos, entre las 5 y 6 pm. los dos recuentos de votos mostraban que el MAS lideraba con menos de diez puntos porcentuales, lo cual significaba ir a una segunda votación, pero en ese momento se cayó el sistema y se interrumpió el cómputo de votos. Entre las 9 y las 10 pm de ese mismo día y sin ninguna actualización del conteo de votos, el presidente Morales se declara ganador y el 21 de octubre el órgano electoral informaba que con solo el 95.3% de los votos verificados, Morales tenía un margen muy por encima de los diez puntos, lo que evitaba una segunda vuelta. Hasta aquí las movilizaciones son “pacíficas”. El 30 de octubre, la Secretaría General de la OEA y el Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia firman los acuerdos relativos al análisis de integridad electoral de las elecciones celebradas el 20 de octubre, el 2 de noviembre el bloque opositor exige la renuncia del presidente, el 6 de noviembre, la oposición boliviana publica un informe de ciento noventa páginas en el que se denuncian fraude e irregularidades tales como adiciones erróneas de actas electorales, intercambio de datos y actas electorales en las que el MAS obtuvo más votos que los votantes registrados. Entre el 8 y 9 de noviembre la Policía Presidencial deja sus puestos y ese fue el fin. La Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP), cuya tarea era defender a Morales decide abandonar sus puestos para pedir la renuncia del presidente. Para el viernes 9 de noviembre, todos los oficiales de la UTOP ya habían abandonado sus posiciones, dejando a Morales solo frente a las protestas. El 10 de noviembre el comandante de las FF.AA. hace un comunicado en el que sugiere la dimisión del presidente, horas más tarde Evo renuncia desde la clandestinidad en el Chapare.

La calle, escenario de la crisis. La juventud de los sectores medios (generada gracias a los modelos gubernamentales implementados por Morales) y el resto de la población que salió a las calles a defender su voluntad expresada en las urnas, no se identifica con un gobierno autoritario. Además de las principales causas de la decepción entre los bolivianos y bolivianas que salieron a protestar desde el 20 de octubre en la noche, está la crítica a la mala actuación del gobierno de Evo con respecto al incendio forestal en la Amazonia boliviana, así como la falta de respeto al denominado 21-F o referéndum del 21 de febrero del 2016, (en el

que un 51,3 % de los votos fueron a favor del no a la reelección) y la defensa de Territorios Indígenas en el Parque Natural del TIPNIS.

¡Nadie se cansa, nadie se rinde! fue la consigna durante las casi tres semanas de protestas. El candidato presidencial por el partido CC (Comunidad Ciudadana) Carlos Mesa que había convocado a salir a las marchas ganó en las urnas y se presumía vencedor en caso de haber segunda vuelta, pero perdió en la calle porque se distanció de las movilizaciones y fue incapaz de irradiar una opción militante contundente; en cambio se fue detrás del movimiento cívico, que desde el 23 de octubre encabezó la presión para exigir la segunda vuelta, la renuncia y luego la cabeza del presidente Evo Morales. Los movimiento cívicos, los comités y las juventudes (agrupaciones regionales de jóvenes) ganaron y perdieron al mismo tiempo. Sí, se valieron del discurso moral del fraude (además de un chorizo fanático-religioso) para presionar y promover sin tregua la caída de Evo Morales, pero perdieron al mostrar las posturas radicales y ultra-conservadoras de sus líderes, especialmente la de Luis Fernando Camacho que ha sido comparado por diversos medios de comunicación con el presidente de Brasil Jair Bolsonaro y quien también ha sido tildado de racista, acusado de misógino y posicionado en la extrema derecha, gracias a su devoción al cristianismo (cabe mencionar aquí que Bolivia es un estado laico desde el 2009). El gobierno transitorio perdió porque entró para expulsar a la pachamama del palacio de gobierno o “la casa grande del pueblo” y porque inmediatamente ordenó el uso desproporcionado de la fuerza policial y militar para reprimir las protestas, dejando un saldo de 32 muertos.

A Jeanine Añez la banda presidencial se la colocó un militar. “Lamento mucho este golpe…” declaró Evo Morales, tembloroso desde el Chapare al anunciar su renuncia a la presidencia el pasado 10 de noviembre, en un mensaje a la nación poco después de que el jefe del las fuerzas armadas, Williams Kaliman, y el jefe de la policía Yuri Calderón sugirieran la renuncia de Morales de forma pública. El pronunciamiento de Kaliman y Calderón, se dio horas después de que Morales convocara a una segunda vuelta de elecciones y después de que la OEA (Organización de Estados Americanos) recomendara anular el resultado de las elecciones.

Los distintos gobiernos de América Latina reaccionaron haciendo interpretaciones de esta crisis política y social. Por ejemplo el expresidente de Uruguay, José Mujica dijo en un comunicado: “Es evidente que hay un golpe de estado en Bolivia, no hay que darle mucha vuelta. ¿Por qué? Porque hay un ultimátum del ejército que se tiene que ir o ir, y la policía acuartelada, ¿cómo se llama eso?”. El presidente de Brasil declaró en un tuit que: “Las denuncias de fraude electoral resultaron en la renuncia del presidente Evo Morales, la lección para nosotros es la necesidad, en nombre de la democracia y la transparencia, de contar los votos que se pueden auditar”. El canciller mexicano,

Marcelo Ebrard: “ Es un golpe, porque el Ejército pidió la renuncia del presidente y eso violenta el orden constitucional en ese país”. Para algunos expertos y politólogos, según el punto de vista técnico y jurídico el golpe fue evidente. Para la profesora Erica De Bruin, autora del artículo Preventing Coups d’état – How Counterbalancing Works, The Journal of Conflict Resolution. March 7, 2017, no queda duda de que lo que pasó en Bolivia fue un golpe de Estado, “En la práctica, la diferencia entre un golpe, una revolución y un levantamiento popular puede ser borrosa. Los golpes de Estado ocurren mediante protestas públicas generalizadas, es muy difícil que esas protestas tengan éxito sin el apoyo de una facción de militar”. De Bruin explica que cuando el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia le pidió públicamente al presidente que renunciara, se trató de un golpe de Estado . El politólogo Jaime Yaffe asegura que el término golpe, usado en el caso de Bolivia se ajusta a la definición porque evidentemente hubo un quiebre del estado de derecho. “Si bien Morales no fue sacado a la fuerza, su dimisión tuvo como precedente la insubordinación y la sugerencia de renuncia, el presidente renunció porque hubo un pronunciamiento de la Policía y las Fuerzas Armadas, no por voluntad propia”, Yaffe explicó que para poder hablar de un golpe, debe haber habido “una sustitución de las autoridades legítimas mediante vías que no están previstas en la constitución”.

Finalmente, ¿hubo o no un golpe estado en Bolivia? Hay disensiones sobre la forma en que debe nombrarse a este suceso; muchos analistas políticos y parte de la población en Bolivia rechazan la calificación de “golpe” argumentando que fue más bien un levantamiento de carácter popular en respuesta a las denuncias de fraude electoral, al populismo autoritario y al referéndum del 2016. En el fondo y tomando en cuenta todos los elementos de esta crisis que ha golpeado al pueblo boliviano y a la comunidad latinoamericana; es la sociedad boliviana la que debe hacerse los planteamientos más profundos, porque en el proceso y desenlace, cuando era el momento para unificar y estabilizar al país, sectores clave de la población quedaron más divididos, resultando esto en que murieran 32 personas, y porque después de todo se fue el mejor presidente que Bolivia ha tenido en los últimos 70 años.

Miguel Marzana. Poeta y escritor boliviano, es coordinador del taller literario y miembro del consejo editorial de contratiempo. Su más reciente publicación titula: Descomposiciones, aceite de un cielo. Verso Destierro Cd. de Mex. 2019.

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