nĂşmero 70
contratiempo
contratiempo
número 70
noviembre 2009
Directiva Gerardo Cárdenas, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez
Directora ejecutiva Moira Pujols
Director editorial Gerardo Cárdenas
4
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21
24
Consejo editorial Gerardo Cárdenas, Raúl Dorantes, Rafael Franco, Jorge García, Catalina María Johnson, Esmeralda Morales-Guerrero, Ana Rechtman, Julio Rangel, Febronio Zatarain
Jefe de redacción Jorge García
Directora de arte Esmeralda Morales-Guerrero
Diseño gráfico Emily Herrera, Esmeralda Morales-Guerrero
contrafoto Rafael Franco-Steeves
Correctores de estilo Jorge García y Laura Pujols
Portada Luis Contreras http://luismcontreras.blogspot.com/ Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro. ©
contratiempo nfp
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contenido dossier
3
Editorial
4
Literatura e identidad: “The Big Read”. Joel E. Chávez H. y Gerardo Cárdenas
6
Hacia una poética de la identidad latina. Paul A. Schroeder Rodríguez
7
La literatura chicana y la identidad: Un viaje personal. Rubén R. Murillo
8
Literatura e identidad: Entrevista con Juan Gabriel Vásquez. Joel E. Chávez H.
9
La literatura es nuestra patria interna: Luzma Umpierre. Lourdes Torres
deshoras
11 1er. Concurso de microrelatos.
mirada 14
Rastros y Crónicas: Mujeres de Juárez. Ana Rechtman
tiempoextra 19
La plenitud del jazz con plena: La música de Miguel Zeñón.
Catalina María Johnson
20
Alternativas post mortem y otras desesperanzas. Jochy Herrera
21
El mito y la muerte. Francisco González Crussí
22
El progreso y los pecados. Leda Schiavo
23
La mirada de Eréndira. Luis Alejandro Ordóñez
24
Muerte a manos del Lariam: El caso de John Torres. Kari Lydersen
tiempodesobra 26
contrafoto. Rafael Franco-Steeves
26
Pelo Amarillo, Benito Juárez, Caballo Loco y el Imperio que no fue posible.
Para envío de colaboraciones:
Gerardo Cárdenas
Gerardo Cárdenas directoreditorial@revistacontratiempo.com
27
Raúl Dorantes tiempoextra@revistacontratiempo.com
latinidad Latinidad
El liberalismo cultural es el
cosas totalmente diferentes, pues
culturas anglo y latina? Los artí-
latinos y su idioma en el mundo
modelo cultural dominante en los
para la cultura angloamericana la
culos del dossier de este mes esbozan
anglosajón.
Estados Unidos.
Su énfasis en la
raza es un constructo engendrado
diversas posibles respuestas a esta
libertad del individuo para forjar y
por el binarismo europeo-africano,
pregunta.
expresar su propia identidad ante
mientras que para los latinos la raza
El artículo de Joel Chávez y Ge-
Murillo habla sin tapujos de la iden-
las exigencias de la colectividad
es una triangulación entre los polos
rardo Cárdenas sobre los eventos
tidad como resistencia cultural,
funciona bastante bien como modelo
europeo, africano e indígena.
del Big Read plantean una reflexión
un signo definitorio para muchas
En “La literatura chicana y la identidad: un viaje personal”, Rubén
explicativo de la dialéctica indi-
Con el lenguaje ocurre un desen-
entre la solidez de la identidad
vertientes de la llamada “literatura
viduo-sociedad, siempre y cuando el
cuentro parecido: para la cultura
cultural latinoamericana y la inasi-
chicana”, pero que más que una
individuo y la sociedad compartan
angloamericana el hablar más de
bilidad de esa misma identidad
etiqueta, es una expresión de resis-
la misma cultura. De no ser así, el
una lengua es quitarle valor al inglés,
cuando es trasladada al ámbito esta-
tencia y búsqueda de definición.
modelo se viene abajo... a menos que
mientras que para los latinos el bilin-
dounidense. Inasibilidad que no
El dossier cierra con dos perspec-
exista un conocimiento y reconoci-
güismo abre puertas en el campo
implica desaparición o extinción,
tivas particulares, en sendas entre-
miento mutuo entre las culturas en
laboral y en el afectivo. Las excep-
sino simplemente la búsqueda de
vistas con contratiempo: el escritor
cuestión.
ciones abundan, por supuesto, pero
otras vías de expresión que, en estos
colombiano Juan Gabriel Vásquez
A los latinos, como a otras culturas
esa misma excepcionalidad confirma
tiempos, se están manifestando en
plantea la necesidad de no hacer ni
no-dominantes en Estados Unidos,
el hecho de que los latinos vivimos
la literatura en español en ciudades
del inglés ni del español estatuas
este modelo exige que nos midamos
dentro de una cultura dominante
como Chicago.
inamovibles que impidan la comu-
y nos definamos por normas angloa-
que conocemos muchísimo mejor de
mericanas, en lugar de por normas
lo que esa cultura nos conoce.
En “Hacia una poética de la iden-
nicación; y por otra parte, la poetisa
tidad latina” Paul A. Schroeder Rodrí-
puertorriqueña Luzma Umpierre
propias. Más allá de la cuestión del
¿Qué significa entonces hablar de
guez retoma el tema de la identidad
habla de una identidad que puede
valor relativo que puedan tener estas
una identidad latina en un contexto
para, desde la perspectiva de la iden-
ser “patria interna”, expresión en
normas, lo cierto es que el no cono-
como éste, donde apenas hay un
tidad como una creación poética,
spanglish, o grito de afirmación de
cernos mutuamente genera desen-
reconocimiento mutuo entre las
explorar la metamorfosis de los
lo “distinto” y lo “otro” en un mundo
cuentros de todo tipo. Por ejemplo, cuando hablamos de razas, los anglos y los latinos sentimos dos
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que la cultura anglosajona insiste en mantener unívoco.
foto: Joel E. Chávez
Literatura e identidad: “The Big Read”
E
Joel E. Chávez H. y Gerardo Cárdenas n su prólogo al libro “Sol, Piedra y Sombras”, el escritor mexicano Jorge Hernández apunta que la literatura es, quizá, “el mejor lente para observar el alma de México”. La observación no es casual. A final de cuentas, es la introducción a una recopilación que cubre la primera mitad del siglo XX mexicano, en términos de narrativa breve –de Alfonso Reyes a José Emilio Pacheco, y de Juan de la Cabada a Juan García Ponce. Si la literatura es el lente de una identidad nacional, la identidad literaria mexicana comienza a manifestarse a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX con José Joaquín Fernández de Lizardi, justo en los tiempos en que comienza a pensarse en un proyecto de nación, y sigue en proceso de formación al comenzar el siglo XXI, con escritores como Juan Villoro, Fernando del Paso, o Alberto Chimal, por mencionar algunos. Hay quien diría también que ya se puede hablar de una literatura puramente mexicana aún en plena Colonia, con Sor Juana Inés de la Cruz, o Juan Ruiz de Alarcón, ya que en ellos comenzaría a notarse una identidad distinta de la predominante española. En un caso o en otro, toda historia de la literatura mexicana hace un recorrido que parte de esos orígenes pre-independientes, se detiene por un momento en las manifestaciones literarias del joven México independiente, pero realmente se concentra en el siglo XX, donde el “estallido” de la conciencia mexicana va de la mano de sus dramáticas convulsiones políticas: dictadura porfirista, Revolución, guerra Cristera, consolidación del modelo priísta, la sacudida de 1968, y la pos-modernidad democrática. Esa historia está concentrada en la totalidad del territorio mexicano. Pero con 30 millones de mexicanos y méxico-americanos radicados en Estados Unidos, casi un tercio de la población de México, ¿se puede hablar de una bifurcación de la identidad mexicana, en términos de producción literaria? No en balde se ha cumplido el jubileo de Pocho, la primera novela considerada plenamente “chicana”. Pocho, escrita por José Antonio Villarreal,
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es vista como una novela “latina”, ese saco amorfo en el que caemos todos los hispanohablantes en Estados Unidos. Pero Villarreal no narra la experiencia de los cubano-americanos, ni de los puertorriqueños, ni de centro o sudamericanos. Villarreal habla de una experiencia que solo es posible en la porosidad de la frontera entre México y Estados Unidos –una franja divisoria donde la identidad se diluye. Lengua e identidad ¿Qué decir entonces de movimientos literarios que están surgiendo en Chicago, Los Ángeles, Nuevo México, Miami o Nueva York, donde el español no solo se reivindica ante el poder asfixiante del inglés, sino también ante la mirada desconfiada del español que se habla y se escribe de España a Argentina, y de México a Chile? La evidencia de esas realidades es lo que ha llevado a instituciones como el Instituto Cervantes, por ejemplo, a trasladar a tierras estadounidenses programas y certámenes que normalmente hubieran estado reservados para los países oficialmente considerados como hispano-hablantes. Y de la misma manera, es lo que ha llevado a instituciones estadounidenses, como la Fundación Nacional para las Artes (o National Endowment for the Arts, NEA, por su nombre en inglés) a financiar proyectos que rescaten, para los hablantes de un idioma ajeno al inglés, la lectura de obras selectas de literatura en ese idioma. Fue el NEA quien creó el programa The Big Read, a partir de un informe del 2004 titulado: “Lectura en riesgo: un muestreo de la lectura de obras literarias en Estados Unidos”. El estudio encontró, llanamente, que la gente, y en especial los menores de edad, leen cada vez menos. El fenómeno se manifestó de forma pareja y preocupante entre todos los sectores económicos, y entre todas las razas y orígenes étnicos. Desde entonces el gobierno federal dedica financiamiento a programas locales que impulsen la lectura. La creciente influencia de la comunidad latina, y del idioma español, llevó en el 2008 a la edición de “Sol, noviembre 2009
fotos: Joel E. Chávez
Piedra y Sombras”, un proyecto en el que trabajaron de forma conjunta el NEA, el Fondo de Cultura Económica y el gobierno de México. La oferta del Big Read para los lectores latinos es aún magra (aparte de la recopilación de cuentos mexicanos, sólo esta la novela Bless me, Ultima, de Rudolfo Anaya), pero el hecho de que exista es significativo. Localmente, el Big Read se enlazó con NationalLouis University, las Escuelas Públicas de Chicago, con contratiempo y con Teatro Aguijón, tanto para cumplir su objetivo de promover la lectura de cuentistas mexicanos, como para acercar al público de Chicago hacia autores que, herederos de diversas tradiciones literarias nacionales, siguen escribiendo en español en esta parte de Estados Unidos. Uno de esos eventos tuvo lugar en octubre en la Biblioteca Rudy Lozano de Pilsen, donde escritores locales como el chileno Alejandro Ferrer, el hondureño Mario Hernández Gallardo, y los mexicanos Raúl Dorantes y Gerardo Cárdenas, hablaron sobre los autores incluidos en “Sol, Piedra y Sombras”, especialmente Juan Rulfo y José Ibargüengoitia, y sobre la influencia que esos autores han tenido en sus propios trabajos. Un segundo evento, en noviembre, armado junto con Teatro Aguijón, permitirá la escenificación de uno de los cuentos de “Sol, Piedra y Sombras” (El guardagujas, de Juan José Arreola), junto con la escenificación de sendos cuentos escritos por Dorantes y Cárdenas, y performances de los poetas Juanita Goergen y Febronio Zatarain. Identidades móviles Si un análisis tradicional de la literatura mexicana (o, para su caso, la española, argentina, chilena, etc.) nos obligaría a ver la dupla literatura-identidad como algo contenido dentro de un cierto territorio nacional, ¿cómo podríamos entender entonces el impacto de la movilidad migratoria en la definición de lo que es identidad, y en la comprensión de las formas artística que esto generaría?
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Ciertamente una visión tradicional de los paradigmas culturales no bastaría. En ese sentido, un estudio escrito en 1998 por la catedrática noruega Anne Holden Ronning (“Literatura como apoderamiento de la identidad”), incorpora elementos mucho más móviles. Plantea Ronning que “las identidades culturales suelen referirse a sentimientos de pertenencia, y son frecuentemente plurales en la sociedad contemporánea, en particular como resultado de la movilidad social y geográfica”. Planteando ya la cultura como un elemento móvil, Ronning va aún más lejos al sugerir que la literatura, en ese contexto, y en el paso del siglo XX al siglo XXI, es un diálogo constante entre identidades cambiantes: “La búsqueda de nuestras raíces, de quiénes somos, una característica dominante de la sociedad de fines del siglo veinte y de su literatura, debe estar, sin embargo, siempre en diálogo, y en el caso de la literatura (en diálogo) entre el texto y su lector”. Esa búsqueda de raíces, irónicamente, ya la había apuntado, de forma instintiva, la novela de Villarreal en 1959 al hablar de la realidad dual del méxico-americano de esa época. Independientemente de esa coincidencia, hay puntos en los planteamientos de Ronning, inicialmente hechos para entender el fenómeno de la literatura post-colonial en Australia, que muestran curiosos paralelismos con el creciente hecho de la literatura en español en Estados Unidos. “La elección y uso de un lenguaje en un texto”, dice la catedrática noruega, “expresa como un pueblo se define a sí mismo en relación con su medio ambiente”. Ante la creciente influencia de otra lengua distinta a la predominante, agrega, “los hablantes del idioma dominante son puestos en posición de verse a sí mismos como extranjeros”. En otras palabras, los escritores hispanohablantes en Estados Unidos están en un diálogo constante con Rulfo, Paz, Pacheco y otros autores de su tierra de origen, al tiempo que lo están también con autores anglófonos, e inclusive con autores latinos que prefieren expresarse en inglés. Paralelamente, el mundo anglófono observa el fenómeno con sorpresa, y se ve obligado a abrirle espacios.
En ese contexto, los eventos del Big Read se sitúan en una inusual encrucijada, entre la necesidad de un grupo de volver a conectarse con sus raíces literarias, y la necesidad de otro grupo de encontrar sus propias formas de expresión, en su propio idioma, frente a un mundo que les es ajeno en idioma, tradición, cultura y expectativas. El Big Read, con libros como “Sol, Piedra y Sombras”, pone en manos de generaciones presentes y futuras de lectores mexicanos e hispanohablantes, el acceso a un mundo de gran complejidad, al que están ligados mediante lazos casi microscópicos pero irrompibles; y al mismo tiempo, da vías para la expresión a escritores que hacen algo más que aferrarse a una lengua minoritaria; por el contrario, le dan nuevos giros y nuevas variantes para expresar, por la vía del cuento, la poesía, o el teatro, la inasible realidad de la identidad cultural.
Joel E. Chávez. H., es estudiante de Maestría en Literaturas y Culturas Latinoamericanas en Northeastern Illinois University; Gerardo Cárdenas es director editorial de contratiempo
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Hacia una poética de la identidad latina
1
Paul A. Schroeder Rodríguez ¿Qué es la poesía? ¡Lo he comprendido al fin: oigo un canto; veo una flor: oh, que jamás se marchiten! Netzahualcóyotl (1402-1472)
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. NO-cionalismo. Simón Bolívar lo sabía. José Martí también. La suerte de México y los mexicanos es la suerte de toda América Latina. En la “Carta de Jamaica”, escrita en 1815 en plena guerra de independencia, Bolívar afirma, “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria... La metrópoli... sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli”. Y en “Nuestra América”, escrita también en medio de una guerra de independencia casi un siglo más tarde, Martí está pensando en los mexicanos cuando escribe “con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad”, y cuando afirma, como preconizando la Revolución de 1910, que “el mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico”. Pero no se trata aquí de un nacionalismo excluyente de “quienes creen que el mundo entero es su aldea”, pues para Martí, “lo que quede de aldea en América”— incluido sus nacionalismos—“ha de despertar”. Más bien se trata, tanto para Bolívar como para Martí, de una visión de México y de toda América como un conjunto heterogéneo que comparte lo suficiente para tener un destino común. De ahí el nosotros de “Nuestra América”: un nosotros definido por la lucha a favor de la libertad y la justicia social, sea cual sea nuestro lugar de origen y sea cual sea nuestra residencia actual. 2. Fronteras. Freud definió el id como lo pre-consciente que está por debajo y sustenta al ego y al superego. Si es así, a nivel colectivo nuestra id-entidad como latinos en Estados Unidos está sustentada por el trasfondo latinoamericano, tantas veces pre-consciente, de nuestra experiencia. El hecho de que ya no hablemos de ser hispanos sino de ser latinos es un paso hacia la creación de una concientización como entidad colectiva, pero hay que reconocer que nos falta mucho camino por recorrer para lograr los objetivos de libertad y justicia social, objetivos que sólo se logran a través de la acción colectiva y por lo tanto de una identidad colectiva. La identificación con un grupo puede ser intelectual, como se lo plantearon
Bolívar y Martí en el siglo XIX, pero aún más potente es la identificación afectiva, y en particular el reconocimiento preconsciente de compartir experiencias, valores, y sentimientos. Entre los latinos, estas experiencias típicamente incluyen habernos criado en hogares bilingües y ser inmigrantes de primera o segunda generación sin mayores recursos para la rápida integración económica. Y todos, sin excepción, compartimos una experiencia fronteriza, eso que la ensayista chicana Gloria Anzaldúa ha llamado nuestra conciencia mestiza, y de la cual el dicho popular, surgido tras el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, sirve de perfecta metáfora: “Yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó a mí”. 3. Lenguajes. El Gobernador Schwarzenegger de California, alias el Terminator, quiere terminar con el uso del español entre latinos. Según este inmigrante privilegiado, tenemos que “apagar la televisión en español” y dejar de leer libros y periódicos en nuestro idioma. El fascismo que encierra este comentario (una nación = una sola lengua = una sola forma de pensar y sentir = una sola forma de ser) encaja perfectamente con las películas nativistas con que el actor se hizo famoso en los años 80. Debemos sospechar de todos los proyectos monolingües, sean éstos anglófonos o hispánicos, vengan de afuera o de nosotros mismos. Porque cuando les decimos a nuestros hijos que no hablen en español porque el inglés es el “plato fuerte” y el español es “solo el postre”, (como le enseñaron al comediante Paul Rodríguez); o peor aún, porque solo así podrán llegar a ser alguien (como si no fuéramos nadie los más de 500 millones de hispanohablantes del mundo, incluidos los 50 millones que vivimos en Estados Unidos), lo que les estamos diciendo es que no respetamos lo que somos ni de dónde venimos. El poeta alemán Goethe declaró “quien sólo conoce su idioma no conoce ninguno”, y yo me pregunto si William Carlos Williams, de madre puertorriqueña y dedicado a la medicina familiar por el ejemplo que tuvo de su tío materno, hubiera escrito en ese estilo nerudiano y sobre esos temas cotidianos si no hubiera conocido el lenguaje latino de entreculturas, un lenguaje de la cotidianeidad y del respeto en inglés, en español y en todos los spanglishes in between. Como cuando el poeta nuyorican Tato Laviera
se apropia de la lengua del amo, no para maldecirlo como lo hizo Calibán, sino para transformarlo: we gave birth to a new generation, AmeRícan salutes all folklores, european, indian, black, spanish, and anything else compatible: [...] AmeRícan, yes, for now, for i love this, my second land, and i dream to take the accent from the altercation, and be proud to call myself american, in the u.s. sense of the word, AmeRícan, América!
5. Imperio. Estados Unidos y sus aliados siempre han mantenido un doble discurso hacia América Latina. Por una parte, explotan diferencias reales o manufacturadas para aprovechar al máximo recursos naturales, como cuando incitaron a la creación de la República de Panamá, o cuando impulsan golpes de estado uno tras otro; pero por otra parte, y para más eficientemente administrar el Imperio, homogenizan nuestro mayor recurso: nosotros mismos. Esta doble estrategia ha sido adaptada con mucho éxito al contexto doméstico en el caso de los latinos: para muchas empresas y no pocos individuos, somos solo mano de obra barata y masa indiferenciada de consumidores, en otras palabras, meros objetos sin historia o cultura; y simultáneamente, nuestras diferencias culturales e idiomáticas son manipuladas a favor de un proyecto político de asimilación cultural y lingüística que de tener éxito, nos empobrecerá como pueblo y como nación. Nuestra respuesta debe por ello ser contundente: reconocer en nuestras diferencias la fuente de una identidad y un proyecto post-aldeano de justicia social y de libertad al que José Martí llamó Nuestra América; esa América de la cual los latinos en Estados Unidos somos una rama, y la cultura que estamos continuamente forjando, su policromática flor. Paul A. Schroeder-Rodríguez dirige el Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras en Northeastern Illinois University
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La literatura chicana y la identidad:
Un viaje personal Rubén R. Murillo
E
n el barrio latino de Los Ángeles donde me crié, la violencia era parte de nuestra vida cotidiana. A veces se nos acercaba un pandillero que nos retaba con un “¿de dónde eres?” para saber si estábamos afiliados con una pandilla rival. Como cuando un día, con apenas catorce años, mi amigo fue asesinado porque no respondió la pregunta como se le exigía. O como esa vez a las tres de la mañana cuando alguien tocó a la puerta del trailer donde vivían mis abuelos. Era mi primo, en la penumbra y con la cara ensangrentada. “¿Quién te hizo esto mijo?” exclamó mi abuela. “La policía”, contestó. Porque la policía también nos retaba, y de vez en cuando agarraban a un cholo en la calle y le daban una buena paliza para que todos en el barrio supiéramos que teníamos que bajar la cabeza. En aquel entonces intuía que algo injusto pasaba para que casi todos mis amigos terminaran encarcelados, adictos a drogas, o asesinados. Algo pasaba pero no sabía nombrarlo y mucho menos teorizarlo. Escapé a la violencia gracias a mi pasión inagotable por la literatura. Esa pasión me sacó del barrio y me llevó a hacer estudios universitarios en Berkeley y en Francia, donde leí obras capitales de Europa y América Latina. Quedé impactado con el laconismo de Juan Rulfo y con el tono familiar de César Vallejo. También pude aprender sobre el naturalismo francés, reírme con los surrealistas, y estudiar la influencia de ambos movimientos en el “boom” latinoamericano. Sin embargo, no fue hasta más tarde, cuando tomé un curso a nivel de post-graduado sobre literatura chicana, que por primera vez me identifiqué visceralmente con los personajes y su medio ambiente. Al leer la novela Peregrinos de Aztlán, de Miguel Méndez, vi por primera vez en la página escrita la forma de hablar de los pachucos. En otra novela, Rain of Gold, el autor Víctor Villaseñor narra los recuerdos de sus padres y abuelos sobre la Revolución Mexicana, la emigración a los Estados Unidos, y las dificultades que experimentaron construyendo una nueva vida en un país ajeno y antagónico a su presencia. Recuerdo que me senté a leer la novela y no pude parar hasta terminar sus 750 páginas. ¡Había leído toda la noche sin darme cuenta! Eran las historias que había oído de mis propios padres y abuelos. Levanté la cabeza y presencié el alba de un nuevo y glorioso día, pues fue toda una revelación ver el habla y las vivencias del pueblo chicano transformadas en experiencia literaria. Para ese entonces ya tenía cinco años estudiando literatura formalmente, y los catedráticos siempre me habían dejado con la impresión de que la literatura emergía de una esfera “alta” y sofisticada. Nunca antes se me había planteado la posibilidad, y mucho menos la existencia, de una literatura surgida orgánicamente de los campesinos y de la clase obrera. Cuando era joven, el desdén y la antipatía de la sociedad dominante hacia mi cultura chicana había inculcado en mí el impulso de huir de ella. Pero al leer estas obras chicanas, y sobre todo el poema épico Yo soy Joaquín, de Corky González, sentí, por primera vez, orgullo y seguridad de ser latino y chicano.
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La literatura chicana verbaliza lo que desde joven ya intuía, sobre todo respecto al tema de la violencia. El profesor Raymund Paredes sostiene que el pueblo chicano fue engendrado por un acto de violencia, y que la literatura chicana no existiría si los Estados Unidos no hubieran invadido México y usurpado casi la mitad de su territorio nacional. Desde esa invasión, la sociedad dominante angloamericana se ha beneficiado de la represión y la explotación del pueblo chicano, y la literatura chicana nombra, describe y teoriza esta grave situación. Por ejemplo, muchas obras chicanas narran historias verídicas de asesinatos de chicanos por la policía, entre ellas el cuento “Cartas a Rosa”, de Rosaura Sánchez; la obra teatral The Many Deaths of Danny Rosales, de Carlos Morton; la novela Muerte en una estrella, de Sergio Elizondo; y la novela Puppet, de Margarita Cota-Cárdenas. Puppet en particular documenta la violencia institucionalizada en contra de los chicanos. La protagonista de la novela, Petra, motivada por su indignación ante el asesinato de su amigo Puppet, decide escribir un artículo que denuncie la injusticia cometida. Mientras lo escribe, empieza a recordar una cadena de injusticias. Recuerda el terror que sintió cuando de niña sufrió una redada de la migra; después recuerda cómo le daban cachetadas en la escuela por hablar español; y poco a poco se da cuenta que todos esos recuerdos suyos son patrones que forman parte de una experiencia colectiva, y por lo tanto de los hechos que llevaron al asesinato de su amigo. En un pasaje particularmente conmovedor de la novela, Petra está en el velorio de su amigo cuando se imagina que él se levanta y le dice “Vivil o no vivil, ésa es la plegubta. Pala qué m’balacearon esos dos chotas… yo qué les jice… Saben? no tuve tiempo de pleguntal na’a… ARGO”. El impedimento de habla de Puppet realza lo difícil que es verbalizar, y por lo tanto denunciar, cómo se lleva a cabo la represión y la explotación. Para mí, ese pronombre indefinido “algo” representa la injusticia que intuí sin saber nombrar cuando era joven, mientras que el reto de “vivir o no vivir” es el reto de los jóvenes chicanos de escoger entre callar/morir y hablar/vivir. En este sentido los chicanos asesinados en la novela representan a todos los jóvenes chicanos que intentan, con extrema dificultad, nombrar la injusticia y la represión que sistemáticamente les está matando. En el prefacio de la novela Cota-Cárdenas nos dice que la escribió porque quería resistir la aniquilación cultural de su pueblo. Por mi parte, puedo decir que yo evité la aniquilación de mi propia identidad individual-colectiva al descubrir una literatura chicana comprometida con la lucha por la justicia, la dignidad y la libertad para todos por igual. Rubén Murillo es catedrático en los Departamentos de Inglés y de Lenguas y Literaturas Extranjeras de Northeastern Illinois University.
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Literatura e identidad:
Entrevista con Juan Gabriel Vásquez Joel E. Chávez H.
J
uan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de Los informantes (Alfaguara, 2004, elegida por la revista colombiana Semana como una de las novelas más importantes de los últimos veinticinco años), y de Historia secreta de Costaguana (Alfaguara, 2007, galardonada en Barcelona con el Premio Qwerty al mejor libro de narrativa en castellano, y con el Premio Fundación Libros & Letras, de Colombia, al mejor libro de ficción). Contratiempo entrevistó al autor colombiano tras una ponencia el pasado 17 de septiembre en el Instituto Cervantes de Chicago, donde se presentó como parte del proyecto America Reads Spanish, de la Federación de Gremios de Editores de España y el Instituto Español de Comercio Exterior. CT: ¿Cuál es su percepción sobre la relación que hay entre la literatura y la identidad? JGV: La literatura ha sido siempre una de las grandes formas de fabricar una identidad: de ahí la importancia que ha tenido en todas las dictaduras del mundo, cuyos líderes se han preocupado por censurar o asesinar a cada escritor disidente y por premiar a los dóciles. Yo no soy muy fetichista de la identidad, y creo que, cuando la literatura se ocupa de ese tema, lo hace a través de preguntas, no respuestas. La pregunta “¿Qué significa ser mexicano?” la responde Carlos Fuentes en la novela La región más transparente. Es una respuesta difícil y elaborada y además indirecta, pero ahí está. CT: En Estados Unidos, unos 45 millones de personas hablan español, un 15 por ciento de la población total. ¿Cómo supone que este factor contribuye a la formación de una nueva literatura, cultura e identidad norteamericana? JGV: Ya comienza a haber una literatura hecha de ese mestizaje, que no puede sino ser positivo. Y lo mismo digo de la cultura en general: la presencia de una comunidad grande resulta siempre en mezclas, en contaminación entre la comunidad que recibe y la que es recibida. Lo que espero es que sea mutua: que el español contamine al inglés tanto como el inglés contamina al español. O que empiece a haber identidades
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mixtas, como la de Daniel Alarcón, un peruano que escribe en inglés. Todo eso es muy interesante. CT: La cultura popular y mediática se ha desplazado a los medios electrónicos en los últimos años. ¿Le parece que lo mismo está ocurriendo con la literatura? JGV: Me parece que los medios electrónicos están cambiando la manera en que se comunica, se promociona y se vende la literatura. Pero el hecho literario no cambia: es una persona sola frente a una historia que quiere contar. Lo que viene después es lo que ha cambiado, y, si hay un desplazamiento, es lo mismo que hubiera ocurrido sin medios electrónicos: simplemente el resultado de que la sociedad cada vez se interesa menos por las ficciones literarias como manera de explorar el mundo. CT: ¿Qué espera usted del fenómeno que se está dando en Estados Unidos respecto a la utilización del spanglish como medio de comunicación entre latinos? JGV: Espero que no se cometa el error de proteger demasiado las lenguas, que no son animalitos indefensos. La reacción ante estas cosas suele ser purista y sobreprotectora. Y uno debe recordar que el español es una mezcla de varias lenguas, entre ellas el árabe, y que hoy no tendríamos la lengua tan rica que tenemos si alguien, en los siglos que precedieron a 1492, hubiera evitado la mezcla. Joel E. Chavez H. Estudiante de Maestría en Literatura y cultura latinoamericanas Northeastern Illinois University.
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La literatura es nuestra patria interna: Luzma Umpierre
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R: La escritora puertorriqueña Luzma Umpierre (Santurce, 1947) visitó Chicago a principios de noviembre para la inauguración de la colección que lleva su nombre en la biblioteca de la Universidad DePaul. La presente entrevista aprovecha su presencia en Chicago para hablar de la cuestión de literatura e identidad. CT: ¿Qué relación existe entre literatura e identidad? LU: La literatura es parte de quien somos. La literatura es nuestra patria interna. En ella develamos aspectos del ser interno que somos y nuestras preocupaciones como seres humanos. CT: ¿Crees qué la literatura ayuda a definir la identidad nacional de las personas? LU: Creo que es al revés. La identidad nacional muchas veces determina la literatura. Por ejemplo, hay toda una literatura puertorriqueña de compromiso con el tema de la patria que se da porque somos una colonia. Mis primeros poemas fueron reacciones ante el trato que se me daba a mi en este país y a otros por ser latinos o, específicamente, puertorriqueños. CT: ¿Eso es traducible a los latinos que tratamos de leer y escribir en español en Estados Unidos? LU: Sí, lo es. El idioma no importa tanto como la denuncia. CT: ¿Cómo ves el proceso de identidad en los puertorriqueños radicados en Estados Unidos? LU: Es múltiple. La generación de mi primo que llegó a Chicago en los años 50 no es la misma que existe ahora que es tercera o cuarta generación. Algunos se han asimilado y otros digo que no tienen raíces en nuestra cultura ya que no quieren ser percibidos como puertorriqueños. A estos últimos tenemos que llegar de alguna forma para salvaguardar el futuro de nuestra presencia en los estados. CT: Después de tantos años en Estados Unidos, ¿cómo te defines (puertorriqueña, nuyorican, etc.)? número 70
Lourdes Torres LU: Soy una mujer de color, pero eso no es lo único que soy. Soy una multiplicidad de cosas: soy mujer, soy puertorriqueña, soy mujer de color, soy lesbiana. Es peligroso definirse con una sola palabra porque ello no expresa todas las fuerzas de nuestro ser. CT: En tu primer libro, Una puertorriqueña en Penna, usas mucho el spanglish, pero no tanto en tus otros poemarios, especialmente los últimos. ¿Cuál ha sido la evolución del uso del spanglish en tu poesía? LU: Al principio tenía una audiencia en mente que no tengo ahora. Al principio pensaba más en aquellos que somos code switchers ya que yo lo soy y era. Según pasa el tiempo quiero acercarme a otros lectores para impactarlos con mis palabras y, por eso, escribo principalmente en inglés o en español. Muchas veces al escribir un poema tengo una audiencia en mente a quien le dirijo lo escrito. CT: Escribes poesía en español, inglés y spanglish. ¿Qué determina el lenguaje que decides utilizar en un poema? LU: Como dije antes, la audiencia que tengo en mente determina el idioma. CT: ¿Cuál cree que es el futuro del español frente al inglés en Estados Unidos? LU: Somos ya una nación bilingüe. La mayoría blanca tiene terror de admitir esto pero si viajas en este país a un sitio como Maine en donde no hay muchas minorías, aun ahí oyes hablar otros idiomas en la calle. La mayoría y el gobierno quiere tapar el cielo con una mano pero la verdad es que el español está aquí para quedarse. CT: ¿Cómo ves la situación actual de la poesía en Estados Unidos para los poetas latinos? LU: Me parece mejor que antes gracias a los jóvenes que comenzaron los concursos de leer poesía como performance y competencia. Para los poetas latinos la situación no mejora. Me pregunto por qué cuando hay puestos para escritores en las universidades siempre seleccionan a novelistas. Cierto que hay mayor divulgación de quienes somos pero no se nos da crédito y aún tenemos que publicar nuestros libros nosotros mismos.
CT: ¿Cómo ves el panorama de la literatura gay boricua? LU: La literatura gay boricua está viva gracias a nuevas antologías como Los otros cuerpos, a las lecturas en Puerto Rico organizadas por el grupo de Homoerótica y a la publicación de libros como el de Larry LaFountain, Queer Ricans. Creo que nos hemos empezado a dar más apoyo que nunca los mismos escritores y eso también es significativo ya que existen importantes comunicaciones, muchas de ellas en sitios como Facebook.
CT: ¿Cuáles son tus futuros proyectos artísticos? LU: Continuar escribiendo sobre las injusticias en este país y en Puerto Rico. No cesar de usar mi voz hasta que me llegue el momento de la muerte para dejar una sociedad mejor que la que encontré. Lourdes Torres es directora del Center for Latino Research y profesora de estudios latinos y latinoamericanos en la Universidad DePaul.
CT: ¿Cree que hemos avanzado como movimiento de liberación lésbico-gay en la isla, y en Estados Unidos? LU: Creo que en ambos lugares queda mucho por hacer. Mientras exista la homofobia dentro del mismo gobierno de Puerto Rico a través de personas como Fortuno y Rivera Schatz nuestros problemas no verán resolución. Sin embargo, la apertura y el trabajo de los jóvenes en Puerto Rico están abriendo nuevos caminos. No se me olvida que solo en 2008 fue la primera vez que pude leer mi poesía en Puerto Rico y eso gracias a la publicación de Los otros cuerpos. Creo que en los estados con la administración de Obama tenemos la oportunidad de ver que algunas cosas cambien. CT: ¿Cuál es la visión estética que anima tu poesía y la motivación para escribirla? LU: No escribo por estética sino por ética—necesito denunciar lo que pasa en las comunidades en las que habito y los prejuicios de aquellas que me niegan mis derechos y los de otros como yo. CT: ¿Como escritora cuál es tu mayor temor? LU: Mi mayor temor… la injusticia. He visto tantas cosas horribles que me han sucedido a mí y a otros en este país por las persecuciones del sistema que le temo a la falta de justicia que veo constantemente. CT: ¿Qué escritores son importantes en tu trabajo y en tu vida? LU: Escritores como Adrienne Rich, Pedro Juan Soto, Audre Lorde, Sandra Esteves, Daniel Torres, Cheryl Clarke y, claro, mi amada Nemir Matos Cintrón.
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Introducción: Salvador Vergara Selección de textos: Febronio Zatarain
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resentamos a continuación los tres relatos ganadores, junto con una serie de relatos que participaron en el I Concurso de Microrrelatos de la biblioteca del Instituto Cervantes de Chicago. El objetivo de este concurso fue en un principio el de alentar la creatividad en idioma español en la ciudad de Chicago, a la vez que fomentar la participación en las actividades de la biblioteca. Pero Internet es un poderoso altavoz y para nuestra sorpresa ese carácter local ha sido superado con creces al recibir relatos de muy diversas partes del mundo. “Yo no he leído el Quijote, pero…” nos pareció una frase divertida y muy sugerente como inicio, para que luego cada uno diese rienda suelta a su imaginación, en próximas ediciones igual empezamos con “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” o “me gusta cuando callas porque…”, o quien sabe que. Hemos recibido relatos de todo tipo: de aventuras, cómicos, románticos, costumbristas, surrealistas, históricos… e incluso de ciencia ficción. Algunos apurando al máximo el límite de palabras, y otros utilizando únicamente una línea. La calidad de los micro relatos o micro cuentos o micro historias está fuera de toda duda, nos
llevó tiempo decidirnos a escoger tres ganadores, con la certeza además, de que estábamos cometiendo una injusticia, pero solo podíamos seleccionar tres ganadores. Para la elección nos hemos basado principalmente en la originalidad y la imaginación de los relatos. Nos hubiera gustado dar más premios y reconocer de alguna forma a todos los escritores su excelente contribución a nuestro primer concurso. Vendrán más ediciones, más temas y más historias que narrar; esperamos tener el honor de contar con vuestra participación en futuras convocatorias, y si algún día nos alcanza el presupuesto, incluso publicarlo en forma de libro. Se pueden consultar la totalidad de los relatos en http://cervanteschicago. wordpress.com/relatos/. Quisiéramos destacar especialmente los cuentos de aquellos autores cuyo idioma materno no es el español y agradecerles de forma especial su esfuerzo y participación. También dar las gracias a los escritores locales, Raúl Dorantes y Febronio Zatarain, que han demostrado un gran interés en nuestra propuesta, dándole difusión, así como colaborando fuera de concurso con sus propios relatos. Estad atentos a la segunda edición del concurso, seguramente esta primavera. Salvador Vergara es director de la biblioteca del Instituto Cervantes en Chicago.
Concursode microrelatos Relatos participantes julio-septiembre 2009
Microrrelatos ganadores Luis Alejandro Ordóñez (Naperville, IL. USA) BIBLIOTECARIO Yo no he leído el Quijote pero puedo recitarlo de memoria. Cada vez que alguien lo entrega en la biblioteca le pido que me cuente la aventura que más ha disfrutado. Así me lo he ido construyendo como un rompecabezas de palabras al viento. Claro que en mi versión, Alonso Quijano nunca recupera la cordura.
Antonia Riquelme Gómez (Granada. España) EL ARMARIO Yo no he leído el Quijote, pero es que cada vez que lo intento se me cae encima el armario completo de varios siglos de crítica literaria.
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Miguel Tellería Usabiaga (Chicago, IL. USA) LA QUEMA DEL QUIJOTE Yo no he leído el Quijote pero, os voy a explicar el porqué. El ejemplar que existía en la biblioteca de mi pueblo fue quemado, os voy a contar como ocurrió. Llegó un nuevo sacerdote a la parroquia de Musquilda, presumía de ser muy concreto y decía: <<La base esencial de una mente saludable radica en el principio de concreción con el que se percibe el mundo>>. Este tipo de frases grandilocuentes acostumbraba a decir el párroco Arnaldo Fontecha en sus charlas formativas de los sábados en la sala municipal y su auditorio formado en su mayor parte por la feligresía de la pequeña aldea de Musquilda, quedaba en suspenso como levitando. Su discurso retórico, acompañado de estudiadas entonaciones y ensayados silencios, actuaba como una especie de hipnosis. Un día les dijo que iba hablarles de la famosa novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Cervantes, pero fatalmente guiado por su férreo principio de concreción máxima, no paso del inicio. Las cosas sucedieron así: Arnaldo Fontecha abrió el libro con solemnidad y comenzó a leer: <<En un lugar de la Mancha…>>. En este punto cerró el libro con fuerza y mirando a los presentes, preguntó: <<¿Qué creen ustedes que quiso decir Cervantes con eso de “En un lugar de la Mancha?”>>. Arnaldo Fontecha adoptó en este instante un aire rígido, se puso en pie y, blandiendo la novela en la mano derecha, levantó la voz para decir indignado: <<Claramente el autor especifica muy poco, una novela con un punto de arranque tan volátil no puede ofrecer sino vaguedades, quimeras, confusión de lenguaje, descontrol de ideas y anarquía. Para la salvación de nuestras almas, este tipo de libros no puede tener otro destino que la hoguera>>. Corría el año 2008. El Quijote fue quemado en la plaza Mayor de Musquilda.
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mirada
Foto: Esmeralda Morales
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Rastros y Crónicas: Texto y entrevista de Ana Rechtman
¨En enero de 1993. A partir de esta muerta comenzaron a contarse lo asesinatos de mujeres. Pero es probable que antes hubiera otras. La primera muerta se llamaba Esperanza Gómez Saldaña y tenía trece años. Pero es probable que no fuera la primera muerta. Tal vez por comodidad, por ser la primera asesinada en el año 1993, ella encabeza la lista. Aunque seguramente en 1992 murieron otras. Otras que quedaron fuera de la lista o que jamás nadie las encontró, enterradas en fosas comunes en el desierto o esparcidas sus cenizas en medio de la noche, ...¨ Roberto Bolaño, 2666.
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cómplice
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esde 1993 más de 500 mujeres han sido asesinadas en Ciudad Juárez, ciudad mexicana en la frontera con Estados Unidos. En México, por cada 10 hombres asesinados, una mujer es asesinada; en Ciudad Juárez la relación es 10 a cuatro. La exposición Rastros y Crónicas: Women of Juárez, en el Museo Nacional de Arte Mexicano, exhibe las obras de 26 mujeres, 26 artistas que trasmiten su perspectiva personal. Una exposición claramente femenina, en la que se mezcla la sensualidad, el sufrimientos, la violencia y el miedo. Contratiempo entrevistó a las curadoras Dolores Mercado y Linda Xóchitl Tortolero. Las voces de las dos se entrelazaban y se compensaban reflejando un largo trabajo compartido.
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Foto: Esmeralda Morales
Foto: cortesía del National Museum of mexican art
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CT: ¿Cómo surgió la idea de esta exposición y cuál fue su motivación para realizarla? D.M. y L.X.T: La idea de hacer “algo” sobre el tema surgió hace cuatro años y se concretizó hace dos años cuando recibimos el apoyo del museo y el patrocinio necesario. El formato se fue adaptando conforme fuimos escogiendo la obras. Desafortunadamente, durante estos dos últimos años los asesinatos han aumentado, y al mismo tiempo, han sido opacados por la actual guerra antinarco del gobierno mexicano. Creemos que es un momento muy oportuno, pues aunque aparezca menos en los periódicos, no hay que olvidar que es un asunto presente. CT: ¿Cuál fue el proceso que siguieron para escoger a las artistas y las obras? D.M. y L.X.T: Empezamos con artistas que ya habían trabajado en el tema, y posteriormente publicamos una con-
vocatoria. Hay artistas que trabajaron este tema especialmente para la exposición. Hay artistas de aquí que viven allá, de allá que viven aquí, que viajan de aquí para allá. Esto refleja además este interminable intercambio, que es también artístico, entre México y Estados Unidos. CT: ¿Cuáles has sido sus experiencias con el público, especialmente con los niños y niñas? D.M. y L.X.T. En modo de anécdota, justo ayer había un grupo de niñas que leía los textos en la obra de Rosario Gajardo. No podían creer que fueran recortes originales de periódicos. No creemos que sea un tema que hay que ocultarle a las niñas. Todo lo contrario. Es muy importante que sean concientes, desde pequeñas, de la violencia contra las mujeres. Especialmente si la experimentan o la ven en sus casas.
La exposición se inauguró el pasado 16 de octubre y estará en el museo hasta el 14 de febrero. Para más información, visite la página web: http:// www.nationalmuseumofmexicanart. org/mdj09.html Ana Rechtman, mexicana, es miembro del consejo editorial de contratiempo
1. Aspecto general de la exhibición. 2. Ana Teresa Fernandez. Sin Titulo. Vidrio, resina y silicón. 3. Esperanza Gama. Mujeres de Juárez. Técnica mixta. contratiempo
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Otros participantes destacados Santiago Weksler (Chicago, IL. USA) ERUDITO Yo no he leído el Quijote, pero… Lo intenté hace años y en la segunda página me quedé dormido. El otro día me entusiasmé cuando vi en la tele a un famoso diciendo que su vida había cambiado después de leer ese libro. Pensé conseguir una versión resumida y en un español más fácil, pero luego se me ocurrió que sería mejor alquilar la peli. Fui a Blockbuster y cuando la encontré me desanimó la carátula; se veía antigua y aburrida. Finalmente, alquilé Spiderman 2. La primera había sido increíble. A la hora de pagar, vi a dos hombres raros. Uno era un joven obeso con cara de depravado. El otro, un anciano flaco con barba y pelo canoso, se veía que tenía billete. Alcancé a ver que estaban alquilando Brokeback Mountain. La próxima vez la voy a sacar. Soy fanático de las películas de vaqueros.
Ricardo Aliotty (Caracas. Venezuela) EL ESCRITOR Yo no he leído el Quijote pero... es seguro que de haber tenido el Quijote la oportunidad a mi tampoco me hubiese leído, así me dijo el escritor; que tiene cuatros años haciendo un cuento sobre un hombre barbudo y su amigo gordo que andan en busca de una tal mujer.
Adrián Zavala (Chicago, IL. USA) ANEGADO Yo no he leído el quijote, pero de sus labios salen nubes, que llueven, encharcan el cuarto, y yo, nunca compré botas de hule. Olga Muzalova (Kharkov. Ucrania)
Manuel Gómez Hidalgo (El Ejido, Almería. España) ¡RUCIO DE MIS OJOS! Yo no he leído el Quijote, pero puedo imitar con dramatismo el lamento de Sancho Panza cuando Ginés de Pasamonte (bizco embustero, famoso ladrón) le roba su rucio en las montañas de Sierra Morena: “¡hijo de mis entrañas… brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas… rucio de mis ojos, compañero mío!”. Y los rebuznos del burro.
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EL SÍNDROME DE DON QUIJOTE Yo no he leído el quijote pero he leído un sinnúmero de libros de autores extranjeros, libros apilados en montañas polvorientas que formaban una cordillera en el desván de mi casa. Una casa de entre muchas de un barrio, cuyos niños bajaban al barranco cada día para jugar y yo, me subía al desván a leer junto a mis montañas. Un día al bajar desde el desván, me sentí ajena en mi barrio y me puse a buscar mis verdaderas tierras…
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E. Antonio Herrera Sousa (Burgos. España) LLEGAR, VER, VENCER - Yo no he leído nunca el Quijote, ¡pero esto es una locura, acabad con esta maldita broma de una puta vez, pues de lo contrario!... - No es ese el problema Su Excelencia –dijo su General más fiel, mientras que con una de las cucharas de la cubertería presidencial grabada con la frase “Vini, Vi, Vinci”, le vaciaba las cuencas de los ojos- el gran problema es que Usted no ha leído nunca nada. María Montaña Campón Pérez (Cáceres. España) Alberto Mazarro (Toledo. España) MIGUEL Yo no he leído el Quijote, pero… a causa de mis heridas de guerra, tardé lustros en terminar de escribirlo.
POR SI Yo no he leído el Quijote, pero en cambio, he recopilado en mis estantes numerosas impresiones de la obra: por si la playa, la edición de bolsillo; por si los niños, la edición ilustrada; la edición íntegra y en letra gigante, por si la vista; la edición bilingüe y comentada, por si el inglés. Total, que conservo en la biblioteca un centenar de hidalgos excéntricos que batallan a diario por librarse de la terapia, un ejército de sanchospanzas preocupados por el colesterol y la dieta, y una pandilla de dulcineas de belleza operada; pero doncellas, lo que se dice doncellas... no queda ni una.
Adolfo William Sánchez Rojas (Huacho. Perú) AMOR IMPOSIBLE Yo no he leído el Quijote, pero la estuve viendo mientras ella lo hacia, mientras leía fervorosamente el Quijote, para un análisis literario del impresentable profesor Espinoza, con su apariencia frágil y febril, con la suave elegancia de una gran actriz bajo una cámara en primer plano, enfocando perniciosamente como se arreglaba sutilmente el cabello, para que no le cubra los ojos; no se distraía, estaría ahí, hasta lograr unos minuciosos apuntes y terminar agotada y sin una hora fija para salir, yo silencioso, esperando hablarle en algún momento, decirle que la admiraba, que era lo único valioso en esta biblioteca, que hubiese querido poder tener la misma pasión por la lectura, su mismo coraje y compartir notas sobre el Quijote del que sólo sabía, que era un español, flaco y chiflado.
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Alicia Aranda Auseron (Washington D.C. USA) PASTILLAS Yo no he leído el Quijote, pero a veces en mis pesadillas me persiguen molinos de cara barbuda, enormes patas y brazos descomunales. Otras noches, me sobresalto sudoroso soñando que atravieso llanuras resecas a lomos de un caballo macilento, con un infame obeso al lado que no para de soliviantarme. Adoro sin embargo las mañanas en las que una joven de dulce nombre me susurra al oído para despertarme: - Alonso, mi bien, despierta que ya ha salido el sol. Cada vez que le ruego a la doctora que me rebaje la medicación, sonríe indiferente e intenta tranquilizarme: - Es por su bien, Sr. Quijano, usted ya sabe que nuestro objetivo en la institución es velar por su salud.
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Raúl Dorantes (Chicago, IL. USA)
LA ÚLTIMA HAZAÑA Yo no he leído El Quijote, pero reconozco su figura, y tanto la reconozco que la tengo en el altar de mis santos familiares: San Judas, Guadalupe, el Santo Niño… Don Quijote. Vi por vez primera la figura del viejo enclenque en una estatua ecuestre en cierta plaza de Guanajuato, cuando a los niños de la primaria nos llevaron a ver las momias, al Pípila y una mina de oro llamada La Valenciana. Recuerdo que en un recodo, y como sin querer, tropezamos con Don Quijote y su secretario, un gordito de nombre Sancho Panza o Pancho Sánchez, o algo así. Los volví a ver en la portada de uno de mis libros de secundaria, y en la pagina 95 fui testigo de la batalla al “tú por tú” que libró El Caballero contra unos gigantes… Pobre del gordo: creyó que se trataba de molinos de largas aspas mientras justo enfrente de sus narices aquellos brazos hacían papilla a su Señor. Y a partir de esa batalla, tanto el amo como el escudero se me fueron apareciendo en calendarios, en anuncios de la tele y hasta en las playeras que traen los jóvenes. Yo no he leído El Quijote, pero reconocí su figura y su valor una mañana de 1999. Yo avanzaba a paso veloz entre setos y huisaches. Venía cansado de tanto caminar en el desierto de la frontera. Mis dedos ampollados no daban para más y la sed sola había consumido la última gota del galón. Por eso les fue fácil a los agentes dar conmigo. O a decir verdad, nunca supe ni sabré si fueron agentes o polleros. Solo supe del golpe en la pantorrilla y del sabor de la arena. Me volví su prisionero aun sin entender la lengua. Y bajo el más ardiente sol de Arizona se oyó de pronto un grito: —Non fuyades, cobardes… No era una voz de estruendo pero sí de autoridad. Todos volteamos. Desde la duna, surgió el vértice de una lanza, luego fue el casco y la coraza. El Caballero venía a todo galope en su cuatralbo lastimero. Fueron minutos de confusión: los agentes le disparaban, las balas rebotaban de la armadura o se perdían… El potro de corcholata y la lanza en ristre ya venían. Hoy creo que a los agentes les dio miedo la embestida. Porque nomás huyeron hasta sus camionetas verdes y blindadas. Entonces vino un remolino y sobre la arena solo quedó el escuálido cuerpo de mi salvador. —Andemos hijo. Y en silencio me acompañó hasta lo que consideramos territorio seguro. Después de tres intentos, por fin estaba cruzando la frontera: sentía el pálpito del renacer. Enfrente el sol ya se ponía. Y a unos pasos, la ciudad. Yo quise preguntarle si en verdad existía su secretario. Sin responder, el viejo me extendió un papel de esquinas carcomidas (que aún guardo). —Es el emilio de mi amada. Escribidle mañana mismo y contadle los pormenores de esta hazaña. Que sepa que ahora ando cabalgando por estos lados.
Febronio Zatarain (Chicago, IL. USA) Nobody Yo no he leído el Quijote, pero a él y a otros personajes me los he comido. La semana pasada fui a la sala de emergencias del hospital del condado, pues el mundo me daba vueltas y todo lo que ingería lo vomitaba. Ve al Cook County, me había dicho mi roommate, te ves de la patada, se tardan como cinco horas para pasarte con el doctor, pero hasta la medicina te regalan. Camino a su trabajo, me dejó en la pura puerta. Yo estaba asistiendo de oyente a un curso sobre Viaje y Diáspora y me llevé conmigo a dos acompañantes: si me canso de las aventuras de Don Quijote, me brinco a las de Odiseo. Di mis datos dos veces, mas no les importó que no tuviera un Número de Seguro Social. Me dirigí a la sala de espera, los rostros con que me topaba emanaban cansancio, enfermedad, pero sobre todo tristeza. Allí el color de piel no importaba, lo que nos hacía entes de la misma aldea era la pobreza. Me acomodé en uno de los asientos disponibles, saqué de mi mochila el libro de Cervantes y lo abrí al azar; venían caminando en fila doce galeotes esposados y ensartados por sus cuellos en una gran cadena de hierro; volteé a mi alrededor y sentí que todos los que estábamos ahí, íbamos camino a las galeras y que trabajaríamos en ellas porque nunca llegaría un Quijote con su Sancho a rescatarnos. Y volví al azar del libro y me interné en la Sierra Morena, y estaba escuchando un soneto hallado en un libro de memorias leído por el Caballero de la Triste Figura a su escudero cuando un nobody que venía de uno de los escritorios me regresó a la sala... and your last name, sir? Y un hombre de pie, con cuerpo de corsario y con una herida sangrante en su muslo izquierdo respondió nobody, la empleada ahora le preguntaba que si tenía algún familiar, y él volvió a responder nobody. Any friends?, preguntó la mujer, nobody. Ahora le pedía su domicilio, y el grito de un enfermero diciendo mi nombre se confundió con el nobody de ese Odiseo que se había metido en esta cueva en busca de alivio; mas ese ojo que él veía en la empleada de qué cíclope sería. Me levanté y al empujar la puerta para adentrarme en el pasillo, volvió a rebotar en todos los recovecos el nobody. El médico me saludó, me indicó que me sentara y me preguntó qué me pasaba; yo sólo respondí: Quién será el Polifemo que se lo quiere tragar.
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La plenitud del jazz con plena:
La música de Miguel Zeñón Catalina María Johnson
fotos: www.miguelzenon.com
“Y tu no me puedes negar que mi plena te llega hasta el alma”. “Óyelo”, del CD “Esta Plena” de Miguel Zeñón
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esde 1981, la Fundación MacArthur le ha otorgado medio millón de dólares, sin condiciones, aproximadamente a treinta individuos cada año, a través de las becas denominadas “para los genios”. De los casi ochocientos becados en tres décadas, el saxofonista puertorriqueño Miguel Zeñón, premiado en el 2008, se distingue porque es el único artista latino galardonado con la beca MacArthur el mismo año que la igualmente prestigiosa beca Guggenheim, y además porque en toda la historia de MacArthur es solamente el segundo puertorriqueño y el único músico latino premiado. El pandero habla en jazz El joven jazzista se presentó hace unas semanas con su quinteto en el Jazz Showcase de Chicago, donde en el elegante espacio el público disfrutaba los urgentes y fluidos solos de saxofón que toca Zeñón con su quinteto. Después de algunas melodías, Zeñón bajó el saxofón y comenzando a cantar, recogió un gran pandero. La primera reacción del público fue un silencio respetuoso pero quizás algo alarmado. El Jazz Showcase tiene una distinguida trayectoria de más de seis décadas de presentar jazz bebop sumamente clásico y de altísima calidad, y no es lo más usual que en su escenario alguien saque un pandero, ni que se ponga a cantar en español. Pero de la textura del diálogo musical creado entre el pandero y la voz que luego se extendió a los otros instrumentos más usuales del jazz, surgió una linda conversación, como si diversos miembros de la misma familia distanciados por tiempo y por idioma se encontraran sorpresivamente, y de repente, hallando manera de comunicarse, se desbordaran con la alegría de que por fin se estaban entendiendo. Asimismo, el público poco a poco le hallaba el sabor al nuevo idioma, y admirando su manera de relacionarse con el lenguaje clásico del jazz, estallaba repetidamente en aplausos.
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Pandero y plena El pandero como el que tocó Miguel Zeñón surge hace varios siglos en Puerto Rico, de orígenes más bien humildes, en los arrabales y las barriadas, aunque puede haber sido modelado en similares instrumentos moros del norte de África traídos a Puerto Rico por los españoles. Su redondez se remonta a las cajas de madera para empaquetar queso, sobre las que originalmente se montaba el cuero, preferiblemente de chivo. A Zeñón lo acompañaba en el escenario, también cantando y al pandero, Héctor ‘Tito’ Matos, considerado uno de los percusionistas puertorriqueños de mayor calibre. Nominado al Grammy, Matos ha sido miembro de los legendarios Pleneros de la 21, además de haber fundado otro grupo neo-yorquinopuertorriqueño, Viento de Agua, cuya grabación De Puerto Rico al Mundo es considerada un clásico afrorriqueño. Este instrumento acompaña las voces dentro de la plena, género tradicional que se canta y se toca en dos o tres panderos de diferentes tamaños. La plena nace en la isla, históricamente hablando, en la misma era que el jazz nace en el continente, sin embargo, se desarrolla independientemente, afectada por la canción narrativa de España y los ritmos africanos del sur de la costa de la isla. La tocan personas que migran a centros urbanos como San Juan y Ponce, o incluso a Nueva York, y sus letras comprenden noticias, comentario social, y simple celebración de la plena y el pandero mismo. El jazz habla en plena En las composiciones nuevas de Zeñón, que forman parte de su más reciente y cuarto álbum, Esta Plena, el artista reinterpreta el género tradicional con las técnicas y las herramientas del jazz del siglo veintiuno, en un interesantísimo reencuentro entre la calle y la academia. El material compuesto por Zeñón crea de manera metódica lazos rítmicos entre la plena y el jazz moderno, mostrando un bilingüismo musical muy propio en las variaciones con motifs recurrentes en forma, fraseo e intervalos que se basan en los tres panderos de la plena como ritmo organizador. En cierto sentido, Esta Plena continúa la trayectoria que Zeñón comenzó con el álbum Jíbaro, del 2005. Más en el primero, la música campesina de Puerto Rico fue simple punto de partida para la creación de un jazz clásico. En Esta Plena se incorporan el pandero y el canto, y en el intercambio de plena y jazz, que en momentos se yuxtaponen y en otros se funden, ambas fuentes de la música van desarrollando una nueva síntesis que no disminuye ni desmerece sus orígenes.
Este autodescubrimiento de su propia cultura Zeñón lo compara a lo que suelen hacer músicos de bebop, que dentro de un estilo de música sumamente intelectual y compleja, hacen referencia musical al blues, también en parte para crear un espacio donde puedan conectar con su público. La Fundación MacArthur ha declarado que la beca otorgada a Zeñón reconoce su labor por haber “tomado de varios estilos del jazz y la música de Puerto Rico, su tierra natal, para crear un sonido complejo y accesible que desborda con emoción”. Ese sonido complejo y accesible sí lograba desbordarnos de emoción esa noche en el Jazz Showcase. De alguna manera reconocimos la experiencia que tenemos en común con todo el que se aventura a traspasar fronteras establecidas, valiéndose de nuevos idiomas y de mucho valor. En la plenitud de ese jazz con plena, se escuchaba un intercambio entre las raíces que nos nutren y la exploración intelectual que nos lleva a vivir a partes lejanas, quedando evidente lo mucho que se ha aprendido en el transcurso del viaje. Para mayor información: http:// www.miguelzenon.com Catalina María Johnson, Ph.D. es locutora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.encantolatinoproductions.com.
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imagen: www.thecatholiclibrary.org
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El Purgatorio
Altern a t i v a s post mortem y ot r a s d e s e s p e r a n z a s
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a concepción cristiana de la fe y el poder divino como explicación de la existencia del más allá han evolucionado muy poco a través de los siglos, hecho que se evidencia en las recientes afirmaciones del Papa Benedicto XVI de que “el peregrinar terreno de todo ser humano debe tener como fin el paraíso, el cielo, la vida eterna”. Dadas las infernales condiciones en que viven la mayoría de los niños, hombres y mujeres del planeta en este siglo XXI, cabe meditar sobre las alternativas post mortem que la jerarquía católica propone. Es decir, ¿en qué andan el infierno, el Limbo y el Purgatorio en estos días? Aunque muy pronto se podrá recurrir a un iGod, prefiero regresar a los Testamentos y las encíclicas a fin de hurgar en el origen y evolución de dichas propuestas. El infierno, el destino mejor definido de los pecadores, en palabras del propio Papa “existe, es eterno y no está vacío”. A través de la historia nunca ha habido duda de sus espeluznantes características: desde los textos apócrifos de Pedro y Pablo descrito como un horno ardiente, desde el infierno medioevo reino de Satanás, torturador de los pecadores entre las llamas eternas, desde las fauces del monstruo Leviatán en espera de los condenados, desde la imagen mitológica de Cerbero, perro de tres cabezas que custodia su entrada hasta las llamas sulfurosas donde se ahogan los lujuriosos, este horrendo lugar es el temor eterno de los creyentes. En 1999, por dictado de Juan Pablo II, el cielo y el infierno dejaron de ser lugares y pasaron a ser estados, condiciones del alma del sujeto. Esta nueva visión se basó en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino quien afirmaba que las cosas incorpóreas no están en un lugar de la manera como las vemos en la realidad ya que ellas pertenecen al territorio de lo espiritual y no lo físico. El limbo, aquel “noble castillo” descrito por Dante en La divina comedia como lugar
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Jochy Herrera sin pena ni sufrimiento, de deseo incumplido y hogar de las almas desconocedoras de Dios durante su vida (los guerreros y hombres ilustres – en el limbus patrum y los niños muertos antes de ser bautizados – en el limbus infantium), fue siempre objeto de controversia entre los teólogos de la cristiandad. En el 418, el Concilio de Cartago y posteriormente San Agustín, negaron la felicidad eterna a los niños no bautizados antes de morir condenándolos, a causa del pecado original, a vivir en eterno distanciamiento de Dios. El limbo cayó en el olvido hasta que la renovación finisecular del papado de Juan Pablo II lo reintrodujo al debate. Traumatizado por la “muerte de parto” de su propia madre y una hermana menor, el fenecido pontífice instruye al cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) a que estudie el destino final del limbo. Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, anuncia su abolición en abril de 2007: “este concepto refleja una visión excesivamente restrictiva de la salvación ya que existen serias razones teológicas para creer que los niños que mueren sin ser bautizados se salvarán”, indicaba el prelado a la Comisión Teológica Internacional. El purgatorio, por otra parte, lugar de expiación donde los culpables deberán limpiar sus pecados antes de acercarse a Dios en el cielo, es la única condición tras la muerte que carece de eternidad; una etapa donde las penas y sufrimientos a que son sometidos los elegidos (de igual naturaleza que las del infierno), en vez de castigo persiguen la purificación. Debe recordarse que la estadía de un ser en el Purgatorio puede ser reducida gracias a los Sufragios: las plegarias de sus deudos y los Ofrecimientos de misa o comunión, así como a través de las Indulgencias. Estas dispensas eclesiásticas, muy populares durante el Renacimiento, liberaban las almas del Purgatorio a cambio de dinero y le fueron muy útiles a la Iglesia ya que financiaron, entre muchas cosas, la
construcción de la Basílica de San Pedro. Las Indulgencias fueron además motivo parcial de la gran ruptura del catolicismo resultado de su rechazo por parte de Martín Lutero, fundador del protestantismo. SPE SALVI facti sumus La desaparición del limbo ha puesto en cuestionamiento el futuro del Purgatorio ya que según expertos, desde una perspectiva bíblica, ambas doctrinas pertenecen a una misma categoría. Sin embargo, el sumo pontífice insiste en la necesidad del Purgatorio ya que a su parecer “no todos nos presentaremos igual al banquete del paraíso...serán muchos los que tengan que purificarse”. Este Papa, quien se queja a viva voz de que “en estos tiempos se habla demasiado poco del pecado”, ha afirmado que “es imposible que la injusticia de la historia sea la última palabra”; en su encíclica SPE SALVI, Salvados por la esperanza, Benedicto XVI habla de la esperanza en la justicia a ser traída por el poder divino. En las 77 páginas del documento se pregunta sobre el significado del progreso, sobre qué debemos esperar los humanos y sobre la verdadera fisonomía de la esperanza indicando que la extirpación del sufrimiento del mundo no está en nuestras manos sino en las de Dios. Parecería que seguimos en un limbo: por un lado el hombre moderno continúa siendo víctima de los poderes, la injusticia y el egoísmo, de las penas reales: el hambre, la guerra y la impunidad del Mercado. Por otro lado, la jerarquía católica da muestras de autocriticismo respecto a sus rígidas doctrinas al reivindicar los niños muertos y al hablar de esperanza y justicia. Mas no ofrece alternativas al sufrimiento terrenal. No contamos, o quizás no merecemos, al parecer del líder del catolicismo, con alternativas premortem. Jochy Herrera. Autor de Extrasístoles y miembro de la Mesa Directiva de contratiempo.
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El mito y la muerte Francisco González Crussí
IMAGEN DE JAMES ROTHERHAM
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os mitos son ensayos de abolición de la muerte. Recordemos el mito griego de Perseo. Perseo es engendrado por un dios y una mujer: los héroes al estilo griego antiguo con frecuencia son híbridos. Antes de vencer a la muerte (bajo la forma de Medusa), debe encararse con otros peligros. Se enfrenta primero con un trío de seres monstruosos, las hermanas Greas (graiai). Son tres jóvenes mujeres que nacieron viejas. Un erudito nos dice que “grea” viene de graus, la nata de la leche, porque la piel de estos monstruos, amarillenta, marchita y arrugada, recuerda la piel de la leche. Forman un extraño grupo. Entre las tres tienen un solo diente y un solo ojo. Cualquiera diría que tres viejas-jóvenes así constituidas no son un peligro para un esforzado héroe mitológico como Perseo. Pero no hay que engañarse: ese diente único es un terrible aparato de trituración. La entrada de la guarida de las Greas está sembrada de los cadáveres en descomposición de aquellos que se atrevieron a acercarse. Su ojo único siempre está abierto, siempre vigilante, y lo comparten las tres. De modo que aunque unas duerman, el ojo acecha constantemente. Llega Perseo ante ellas y descubre azorado que el ojo de las Greas rota de mano en mano rapidísimamente. Se siente como los bobos mirones de aquel “juego del cubilete” que se usaba en las ferias, y que todos los latinoamericanos de cierta edad hemos visto, en el que un embaucador cubre una canica con un cubilete invertido, y luego lo cambia de lugar, revolviéndolo ágilmente con otros dos cubiletes idénticos al primero. Cuando cesa todo ese cubileteo, el atolondrado espectador casi nunca adivina correctamente “donde quedó la bolita.” Pero Perseo es un gran héroe, a él no lo embroman: no deja que el ojo escape de su visión, y sorprende a las Greas apoderándose de él en la fracción de segundo
en que se lo pasaban de mano en mano. Ya ciegas e indefensas, les quita el diente. Ellas braman de furor, pero no les queda más remedio, para recuperar lo perdido, que decirle a Perseo cómo puede llegar hasta donde está Medusa. Medusa también es parte de un trío de seres monstruosos, las Gorgonas. Por dos lados son inmortales, pero por el tercero, el de Medusa, son mortales. Como monstruos que son, sus rasgos son espantosos y desconcertantes. Son mujeres, pero lejos de parecer atractivas, su cabellera está erizada de serpientes venenosas, y la cara, al mismo tiempo femenina y masculina, muestra rasgos bestiales: de la boca entreabierta pende una lengua humeante, y dos puntiagudos colmillos, como de jabalí, protruyen de las comisuras. Sus manos son de bronce, y dos grandes alas de oro que crecen en sus espaldas les permiten volar. Cuando aúllan, su alarido es espeluznante; pero lo peor es su mirada, entre salvaje e idiota: el que cruza su mirada con la de ellas queda de inmediato convertido en piedra. Medusa es la muerte. Según los entendidos, los griegos concibieron la muerte como petrificación. Es fácil ver por qué. El cuerpo vivo es tibio, es blando, es dúctil, flexible, y cimbreante; el cadáver en cambio es frío, duro, rígido, e inmóvil. El mundo de los vivos es sonoro; el dominio de los muertos es callado, como la piedra. Los poetas antiguos, al hablar de la animación portentosa de una estatua, lo primero que dicen es que el demiurgo le concede una voz. Las piedras preciosas están vivas porque brillan y resplandecen bajo la luz; las piedras grises, en cambio, mates, opacas y sombrías, están muertas. Píndaro habló de la muerte pétrea: litos tánatos, y otros llamaron a las piedras el esqueleto de la tierra. La osamenta es la parte más dura y más seca del cuerpo. La carne, los músculos y los órganos son húmedos, vivificados por la sangre y los líquidos tisulares como el árbol por la savia. La muerte, como la piedra, es muda, fría, dura, y seca. Todos conocemos el fin de la aventura. Perseo viene soberbiamente equipado y bien aconsejado por sus deidades protectoras. Trae consigo una hoz de acero, un casco que lo hace invisible, y el muy pulido escudo de Atena, en el cual puede ver reflejadas a las Gorgonas sin temor a encontrar la mirada petrificante. Espía el momento en que las Gorgonas duermen, y logra decapitar a Medusa. Vence a la muerte. Las dos Gorgonas que quedan lo persiguen furibundas, pero Perseo las burla haciéndose invisible. Es un mito y es una alegoría. Cada uno de nosotros tendrá que enfrentarse a sus
propias Gorgonas, llegado el tiempo. No todos seremos capaces de una proeza tan heroica como la de Perseo. Existen instrumentos para defendernos –la religión, el arte, la ciencia, la filosofía– pero no están al alcance de todos, ni son todos tan perfectos como el escudo de Atena. Algunos tendremos que ingeniarnos para conseguir una victoria menos majestuosa. O por lo menos ganar una escaramuza, o, en el peor de los casos, sufrir una derrota que no sea tan infamante. Con esto me refiero a lo que frecuentemente hacemos con un mal inevitable, que le encontramos ventajas a posteriori. Como aquel chistoso que decía: “por lo menos ya no me dará jaqueca ni dolor de muelas.” En lo personal, yo preferiría ver a la muerte desconectada de todas esas historias de sobrevivencia del alma inmortal, de promesas de cielo e infierno, y de no sé cuántos cuentos de existencia extraterrenal. Tengo mucho respeto por esas creencias, pero no las comparto. Creo que estamos condicionados por la sociedad y por la educación a ver la muerte de modo sombrío, o desagradable, o pusilánime, o a través de esquemas esperanzadores que resultan increíbles para la mayoría. Que cada quien se enfrente a su Medusa como pueda. Pero yo pienso que, puesto que no hay otra forma de hacer mutis de esta vida, no existe una razón válida para que nuestra salida sea necesariamente triste. En las procesiones funerales de los antiguos romanos, venían grupos de actores que recitaban trozos de comedias, y remedaban con mímica las peculiaridades que en vida manifestó el difunto. Desde que leí este curioso detalle, encuentro a los feroces romanos más bien simpáticos. En los pueblos de México existen funerales que son celebraciones de gozo. Hay, sí, la tristeza de la ausencia, pero también hay flores, cohetes, música y cantos. Creo que algún día la muerte será verdaderamente sentida como parte de la vida. No opuesta a ella, como el frío y el calor, o como la noche y el día, sino como lo que es, parte integrante de la vida y lo que le da su significación. Creo que los pueblos latinos estamos más cerca de lograr esa comprensión y esa aceptación de la muerte. Cuando llegue ese día, los cantos, y hasta las risas, no parecerán condenable liviandad en la sala mortuoria. Francisco González Crussí es médico, patólogo y ensayista mexicano
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El progreso y los pecados Leda Schiavo
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ntes, los hijos habidos fuera del matrimonio no tenían derecho a nada, muchas veces ni siquiera al apellido. Mater certa, pater incertus, decíase en latín para no decir jorobate piba, te quedaste embarazada, quizás del espíritu santo. En cambio ahora, esta nena, María José, fotografiada cuando tenía cuatro meses en Clarín (el 27 de agosto de 2005), es única heredera del hacendado José Alberto Cervelli, con 10 millones de dólares de herencia gracias al adelanto de la ciencia y de las costumbres. Menos mal que los conservadores que se oponen a los estudios con células madre, no se dieron cuenta de oponerse a las investigaciones que condujeron a la determinación del ADN, por el cual los entenados han pasado a ser hijos legítimos. Cuántas novelas del siglo XIX y hasta del XX no hubieran sido escritas de existir antes las pruebas de ADN. Cómo no recordar al estanciero de la novela de Cambaceres, Sin rumbo, que viola a una chinita y luego se aferra a la hija mal habida para que su vida tenga algún sentido, pero todo acaba en catástrofe. En cambio para María José, reconocida como hija de Cervelli, muerto en accidente de auto unos días antes de su nacimiento, todo augura un final feliz. La madre, una jovencita mestiza que a los 17 años empezó su relación con el hacendado de 56, codiciado soltero de un pueblo de la provincia de Córdoba, en Argentina, se encargó de hacer exhumar el cadáver de Cervelli para el análisis de ADN que convirtió a la nena en única heredera legítima, para desesperación de los sobrinos. Otra historia que muestra el progreso de los tiempos es la del obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone, querido por el pueblo de esta desgraciada provincia, por su actuación social a favor de los pobres y en contra del poder omnímodo de los caudillos santiagueños. Maccarone tuvo que renunciar porque alguien hizo llegar a las autoridades de la Iglesia Católica un video en el que aparecía teniendo relaciones sexuales con un joven de 23 años. El Papa aceptó inmediatamente su renuncia, pero algunos miembros de la Iglesia Católica fueron capaces de elogiar la actuación social de Juan Carlos Maccarone y el pueblo de Santiago del Estero salió a la calle para defender al obispo de los pobres y para atacar al poder político que los envileció. No son las debilidades sexuales del obispo las que les interesaron, sino su dedicación total a remediar los males de la empobrecida provincia. Recordemos que en la Divina Comedia, en la que Dante sigue teológicamente a Santo
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Tomás, los lujuriosos están en el primer círculo del infierno, porque los pecados de la carne son para el teólogo los más perdonables. Claro que los sodomitas están más abajo, y que el pecado nefando (así se decía, porque es del que ni siquiera se podía hablar), es castigado desde la Biblia; pero todavía más abajo, bien cerca del demonio, están los hipócritas y los traidores. Hablo de los hipócritas para referirme a otra noticia que conmocionó a los católicos. Resulta que Monseñor Clark, el sacerdote que era rector de la catedral de San Patricio, en Nueva York, una de las instituciones católicas más prominentes del país, renunció después de que fuera acusado de tener relaciones sexuales con su secretaria, una mujer casada, mucho menor que él. Los fotografiaron in fraganti entrando a un hotel, y saliendo, cinco horas después, con otras vestimentas, supongo que para despistar. Pero Monseñor Clark, figura influyente en el catolicismo durante cerca de cincuenta años, no merece ser perdonado por sus debilidades, porque pasó su vida defendiendo el celibato de los curas, atacando a los homosexuales y culpando a “nuestra sociedad saturada de sexo” de todos los males posibles. Es decir que en el infierno de Dante, Clark estaría no junto a Paolo y Francesca, los enternecedores adúlteros del quinto canto, sino en el mismísimo fondo, en el octavo círculo, junto a los hipócritas, falsarios, falsificadores y estafadores del canto treinta, o en el Cocito, junto a los traidores. No el dejarse llevar por la naturaleza, como los lujuriosos, sino el engaño sistemático a los demás, la ruindad pensada fríamente es lo verdaderamente grave. Y así es como debería ser. La Iglesia se olvida con frecuencia de esta categorización de los pecados y fustiga las debilidades de la carne, tan inocentes. No castiga en cambio, con toda la fuerza que debería, otras siniestras actitudes derivadas de especulaciones perversas, meditadas, razonadas, encaminadas a arruinar la vida de los demás. No habla con la misma asiduidad que del sexo consentido, de los traficantes de personas, de los traficantes de armas, de los traficantes de drogas medicinales o no, de los traficantes de dinero. En cambio suele ocuparse de las pobres niñas violadas que no pueden pagarse un aborto y las condena a tener un niño no deseado. Qué mayor desgracia para un ser humano que ser un hijo no deseado. Hay progreso, hay avance, sin duda, pero quedan rémoras imperdonables. Leda Schiavo: Escritora argentina. Vive en Buenos Aires.
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FOTOS CORTESS´IA DE TREATRO AGUIJ´ON
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La mirada de Eréndira
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Luis Alejandro Ordóñez ué secreto guarda la carpa bajo la que duerme Eréndira? Claro, todos sabemos lo que sucede una vez que un hombre entra a la carpa después de pagar el monto exacto a la abuela de Eréndira. Pero el secreto no puede estar en la profesión que su abuela le obliga a ejercer, porque mujeres forzadas a hacer lo que hace Eréndira, incluso como ella encadenadas a la cama, han habido muchas y ninguna ha visto formarse colas de hombres esperando por sus servicios bajo el sol del desierto. El secreto tampoco puede estar en su físico; es muy probable que Eréndira luzca muy menguada tras las larguísimas jornadas a las que la somete su —nunca mejor dicho— desalmada abuela, y ello lo prueba el hecho que sólo uno de los hombres, Ulises, el más joven, el más inexperto, quedó lo suficientemente prendado de ella como para ofrecerse a rescatarla de su prisión. Entonces, ¿cuál es el secreto de Eréndira? El Aguijón Theater, en su montaje Eréndira, dirigido por Juan A. Ramírez, quien también realizó la adaptación al teatro del famosísimo cuento de Gabriel García Márquez, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, se propone deve-
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larnos el secreto de Eréndira y lo hace de una manera sencilla y profunda: el secreto está en la mirada. Yunuén Pardo, en el papel de Eréndira, nos entrega una interpretación inolvidable, donde sus ojos tristes trasmiten todo el dolor de Eréndira, pero a la vez revelan que son el motivo de su condena. Porque la mirada de Eréndira es hipnotizante, no es posible apartarse de ella y hace perfectamente comprensible el drama que vive bajo su carpa: su mirada pidiendo auxilio cautiva tanto que los hombres no pueden sino consumar el acto para el cual fueron a su encuentro. Su mirada indefensa hace que nadie, salvo Ulises, intente rescatarla. El montaje del Aguijón descansa todo su peso sobre los hombros de Pardo y de una magistral Alba Guerra en el papel de la abuela. Son dos actrices extraordinarias, que se adueñan de sus personajes con intuición y sabiduría, siendo capaces de manejar los matices de una forma más que convincente. Cuando la abuela monta guardia frente al convento para recuperar a Eréndira, Guerra logra que veamos no sólo preocupación por su deuda aún sin pagar, también hay un dejo de ternura por la nieta que parece que no regresará. Así, un personaje tan fácil de odiar como una abuela que prostituye a su nieta,
en la piel de Guerra nos muestra su lado más humano, su parte más entrañable. Y cuando Eréndira le reclama a Ulises los planes de rescate fallidos, Pardo lo hace desde el endurecimiento que sin duda la obligada forma de vida le ha entregado a Eréndira. Son matices geniales de dos actrices de alto vuelo luciendo todo su talento. A Pardo y Guerra las acompaña una puesta en escena efectiva, que utiliza cortinas para que nos acerquemos a la vida tras la carpa del desierto, y un elenco sobrio, que las más de las veces está en escena en papel de narradores, porque en la dirección y adaptación, Juan Ramírez no intenta competir con el texto de García Márquez; todo lo contrario, la belleza de las palabras del Gabo son la base del montaje del Aguijón Theater. Esas palabras hacen que la historia de Eréndira nos acaricie a pesar del drama terrible que se cuenta. Un drama que Aguijón Theater retrata de manera muy efectiva gracias al aplomo y fuerza de Eréndira y su abuela. (NR: Eréndira se presentó en Aguijón entre el 9 de octubre y el 8 de noviembre de 2009). Luis Alejandro Ordóñez: escritor venezolano. Vive en Chicago.
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Foto: cortesía de La familia Torres.
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Muerte a manos del Lariam:
El caso de John Torres Kari Lydersen
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l último día en la vida de John Torres fue como muchos otros de los que pasó en los ocho meses en que estuvo sirviendo en la base aérea de Bagram, en Afganistán. El reservista de 25 años, quien trabajaba en labores administrativas, organizando el movimiento de pertrechos, compró algunos DVD’s, hizo planes para tomar un masaje que luego canceló, jugó un videojuego de fútbol con un amigo —Argentina vs México— y habló de celebrar el cumpleaños de su amigo, al día siguiente, con una cena. John normalmente trabajaba de noche, pero la noche del 11 de julio del 2004 no lo hizo porque le tocaba turno de guardia en la mañana. El joven pidió prestado un despertador. Mas no pudo dormir. Sus amigos contaron que se pasó la noche jugando videojuegos, escuchando música y mirando la película 21 Gramos. En algún momento entre las 4:15 y las 6 AM, un sargento lo miró yendo a paso veloz hacia los excusados, con la cabeza gacha. Portaba su M-16, una toalla y una botella de agua; el sargento asegura que se veía raro, con los pantalones arrastrando en la tierra. “Tengo guardia Haji”, le dijo John al sargento, quien se preguntó por qué se había levantado tan temprano. John se refería a su asignación de vigilar a ciudadanos afganos que trabajaban como jornaleros en la base.
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A las siete de la mañana, el cuerpo de John fue encontrado sobre un excusado, con una gran herida de bala en la cabeza. Junto al cuerpo había dos fotos de su familia, y una nota dirigida a sus familiares, escrita en un trozo de papel: “Lamento haber hecho esto. He estado sufriendo tanto este último año que ya no puedo más. Los dolores de pecho y estómago han ido empeorando y ningún doctor me ha podido ayudar. Los médicos de aquí se rehúsan a ayudarme. Por favor, sepan que finalmente estaré en paz, y ya no sufriré dolores”. Torres lamentaba la vida que hubiera podido tener con su novia Liz. “Siempre me la imaginé como mi esposa y la madre de mis hijos”, agregaba la nota, donde pedía a su madre que se asegurara de que Liz se graduase de la universidad. La autopsia no reveló ningún problema físico del joven —ninguna señal de problemas gastrointestinales, ni drogas ilegales en su organismo. Pero para entonces, los médicos de la base estaban diciendo que los dolores habían sido causados por el estrés. La llamada de su hija, Verónica Santiago, arquitecta en Houston, encontró a Juan Torres al volante de su automóvil en la autopista I-94 en Chicago. “Mi hermano
está muerto”, le dijo. Juan se desvió hacia la cuneta y se detuvo. No podía creerlo. Creyó que su hija estaba bromeando, o que el ejército había cometido un error. A John le quedaban nada más tres semanas de servicio. Y su regreso a casa sería permanente. Dos meses atrás, cuando estaba de permiso en Houston, John había ido con Liz a mirar casas, y había estado tratando de encontrar un anillo de compromiso. John había ahorrado mucho dinero en su empleo como contador en una empresa petrolera. Su padre sabía qué ansioso estaba por volver a trabajar ahí, y sabía que John estaba planeando un viaje a Argentina con Liz y su padre para Navidad. Pero primero pasarían por Las Vegas para tratar de ganar algo más de dinero en las mesas de blackjack. La historia de John En 1980, Juan Torres, quien entonces tenía 18 años, y su esposa Susana Ferro, de 16, se trasladaron a los Estados Unidos desde la ciudad argentina de Córdoba. Ambos ya eran padres de familia y estaban buscando el “sueño americano”. Los Torres se avecindaron en Houston, donde Verónica y John crecieron. Torres recuerda que su hijo era tan serio, que a veces le tenía que decir que se relajara. Descontento con la educación que estaba recibiendo en las escuelas públicas, John dejó de asistir a la secundaria y en vez de ello se
educó por sus propios medios. Concluyó sus dos últimos años de secundaria en uno solo, y se graduó. Y pese a ser tan ambicioso, su padre lo recuerda como humilde y generoso. “Nunca decía nada malo de nadie, nunca estaba enojado, nunca murmuraba, respetaba a las mujeres, siempre sonreía, siempre ayudaba a la gente, donaba dinero. John era especial”. En 1991, anticipando el costo de años de colegiaturas universitarias, Juan dejó a su esposa e hijos en Houston para buscar un mejor trabajo. Sabiendo que en Chicago podía ganar hasta el triple de lo que recibía en su especialidad —el servicio de banquetes—, Juan dejó Houston y se mudó del aeropuerto O’Hare. Llegó a ser capitán de banquetes en el hotel Embassy Suites. Nunca volvió a Houston, y su matrimonio eventualmente terminó. En 1996, John se enlistó con la reserva del Ejército por ocho años. Sólo tenía 17 años y sus padres estaban en desacuerdo, pero él les dijo que su servicio se limitaría a situaciones de emergencia tales como huracanes. Pero en cuestión de meses ya estaba en Kosovo. A John le gustó la experiencia, y en especial los periodos de entrenamiento obligatorios para los reservistas. Su padre dice que John estaba orgulloso de servir a su país adoptivo. Poco antes de ser desplazado a Afganistán en 2003, John se naturalizó ciudadano estado-
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Lariam es el nombre comercial de un medicamento contra la malaria cuyos efectos secundarios van de sueños de marcada violencia, hasta alucinaciones y daños cerebrales permanentes. El producto es fabricado por la farmacéutica suiza Roche. unidense. Pero en Afganistán su entusiasmo se fue apagando. Le dijo a su familia y a sus mejores amigos que había dejado de creer en la misión de Estados Unidos en ese país, y que le preocupaba que, cuando concluyese su servicio, no lo dejasen volver a Houston y en cambio lo mandasen a Irak. Juan dice que, por meses, la muerte de John estuvo “bajo investigación” pero que eventualmente el Ejército le comunicó a la familia que John se había suicidado. La familia no recibió la nota del suicidio hasta más de un año después, y partes de ella habían sido censuradas. El suicidio no es tan raro entre soldados en combate, o entre los que acaban de regresar de una guerra. Pero John no había estado en combate. Lo que es más, cuando un amigo de John se había suicidado, John había denunciado ese suicidio como un acto “egoísta” y “estúpido”. John, por su parte, se había quejado con su familia del dolor extremo de estómago que había mencionado en la nota, pero, ¿realmente se mató debido a un dolor de estómago? Mientras más pensaba Juan en la muerte de su hijo, más seguro estaba que había sido asesinado. John lo había asustando cuando hablaba abiertamente y con desprecio, por teléfono, sobre el movimiento de heroína en Bagram. “Yo le decía: ‘no digas eso, alguien podría matarte’. Pero él tenía sus opiniones al respecto. No quería que sus amigos se metieran en la droga”, dice Juan. Posteriormente, un soldado que había estado en Bagram con Torres, le dijo a la madre y a la hermana que era posible que John hubiese sido asesinado porque había visto situaciones de tráfico de drogas. Juan Torres se ha comprometido a descubrir la verdad y exponer lo que considera como encubrimiento por parte del Ejército. El hombre se ha vuelto frecuente en las protestas contra la guerra, llevando un póster con la foto de John, y la leyenda “El CID mató a mi hijo”. CID corresponde a las siglas en
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inglés del Departamento de Investigación Criminal del Ejército. El padre de John se ha convertido en uno de los miembros más activo del Comité Chicago Contra la Militarización de los Jóvenes y ha viajado por todo el país, pagando de su propio bolsillo, todo con el fin de hablar en secundarias para convencer a los jóvenes que no se enlisten. En una protesta en el 2005, el póster de Juan llamó la atención de Shaun McCanna, un cineasta de San Luis quien decidió filmar un documental sobre la muerte de John. En mayo del 2006, McCanna y Juan visitaron Bagram. Juan quería ver el lugar donde su hijo murió. Un oficial le dijo que, desde entonces, las tiendas y letrinas habían sido reubicadas, y que no quedaba mucho por ver. Ese mismo otoño, McCanna recibió información nueva e importante. Tanto él como Susana Ferro habían sometido peticiones bajo el Acta de Libertad de Información, solicitando los archivos médicos de John. En respuesta a la tercera petición, Susana recibió, y dirigió sin abrir a McCanna, un informe de nueve páginas elaborado por el siquiatra del Ejército Robert Ensley, escrito en junio de 2005. En el informe, Ensley describe los medicamentos que se sabe John estaba tomando en Afganistán. Uno de esos medicamentos saltó a la vista de McCanna: Lariam. Lariam es el nombre comercial de un medicamento contra la malaria cuyos efectos secundarios van de sueños de marcada violencia, hasta alucinaciones y daños cerebrales permanentes. El producto es fabricado por la farmacéutica suiza Roche. Los efectos menos nocivos incluyen diarrea, dolores abdominales, erupciones en la piel, dolores de cabeza, temblores, y sueños agitados. Otros efectos más serios, pero menos frecuentes, incluyen convulsiones, agitación, ansiedad, depresión, cambios de temperamento, ataques de pánico, olvidos,
www.drugsanddeathatbagram.com
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Juan Torres en afganistán.
confusión, alucinaciones, agresividad, reacciones sicóticas o paranoicas, y encefalopatías. Información publicada por Roche indica que “se han reportado casos aislados de ideas suicidas y de suicidios, si bien no se ha establecido ninguna relación directa con el medicamento”. Silencio y evasivas Juan Torres está convencido de que el medicamento Lariam le quitó la vida a su hijo. Cuando McCanna leyó el informe de Ensley empezó a preguntarles a oficiales del Ejército sobre el medicamento. McCanna y la familia Torres se habían enfocado en la idea de un asesinato encubierto. Ahora quería investigar la posibilidad de un lazo entre Lariam y el suicidio de John. Pero la respuesta del Ejército fue silencio y evasivas. “Hicieron una excelente investigación. Sabían la causa de la muerte de John, pero no siquiera fueron sinceros al respecto”, dijo McCanna, quien no es el único en pensar que el Pentágono ha estado ocultando información sobre los efectos colaterales de Lariam. El año pasado, Juan y Susana contrataron a Louis Font, un ex oficial del Ejército y abogado conocido por representar a objetores de conciencia, para demandar a Roche. Las leyes federales hacen casi imposible demandar a las Fuerzas Armadas. Juan insiste que la familia no quiere dinero, sino respuestas y garantías de que otros soldados recibirán mejor atención médica que su hijo, y que no les recetarán Lariam. El pasado invierno, un juez federal rechazó las objeciones de la farmacéutica y decretó que la demanda podía proseguir. Poco después, el Ejército anunció que reemplazaría a Lariam con otro medicamento. Juan confía en ganar un acuerdo fuera de corte, y usar el dinero para crear una fundación que lleve el nombre de su hijo, a fin de ayudar a veteranos con problemas de salud mental. “Al viajar, he visto a tantos muchachos con problemas, y que no están reci-
biendo ayuda alguna. John siempre estaba tratando de ayudar a la gente”. Roche informó en junio a la Dirección federal de Alimentos y Medicinas que ya no vendería Lariam en Estados Unidos. La compañía afirmó que su decisión no tuvo nada que ver con las acusaciones sobre el medicamento. Juan conserva la camisa de camuflaje de su hijo, cuidadosamente doblada dentro de una vitrina en el salón de su casa en Schiller Park. La vitrina contiene también varias fotos de John, y una carta de condolencias del gobernador de Texas, Rick Perry. Juan usa el anillo de su hijo, de oro con una piedra negra, y lo besa como si fuera un amuleto. Aún llora por las noches, y suele soñar con que vuela, lo que según él significa que el espíritu de su hijo aún está con él. Afirma que su esposa está sufriendo mucho más. “Cuando hablas con ella es como hablar con otra persona”, señala, para luego decir que está pensando en volver a Houston para estar cerca de ella y de Verónica. “Te dicen: tu hijo ha muerto, y ya está. No hacen nada por ti. Pero el dolor no dura un año, se te aparece cada día por el resto de tu vida. Cuando protesto en Washington, o afuera de la casa de Bush en Texas, o acá en Chicago, me da más fuerza, más coraje. Miro la foto de mi hijo y espero que lo que estamos haciendo le sirva algún día a alguien”. El documental de Shaun McCanna, Drugs and Death at Bagram, se difundirá este otoño. Para más información, visitar la página Web www.drugsanddeathatbagram.com Kari Lydersen es periodista estadounidense
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a he explicado alguna vez en estas páginas mi afición por el género western, que se remonta a los años de mi niñez, y que al parecer empeora con el paso del tiempo. En ese contexto, uno de mis personajes favoritos ha sido siempre George Armstrong Custer, el legendario jefe del Séptimo Regimiento de Caballería, al que sus seguidores llamaban “El General Niño” (ascendió al generalato en plena Guerra Civil con sólo 23 años de edad), y a quien los indígenas sioux llamaron “Pelo Amarillo”. Fue así que no pude evitar comprar “A Terrible Glory” (Black Bay Books, 2008), un excelente trabajo de reconstrucción de la batalla de Little Bighorn (junio de 1876), llamada la “última gran batalla del Oeste” y en la que rodeado por varios contingentes sioux, Custer murió peleando con la misma ferocidad con que vivió. El libro, escrito por James Donovan, no solo cuenta la historia de esta batalla, sino que nos introduce a la vida de Custer –su ascenso meteórico en plena Guerra Civil, el patronazgo que recibió del presidente Ulises Grant y del sanguinario General Sheridan, y su consagración en el imaginario del Salvaje Oeste, como perseguidor y ajusticiador de indígenas rebeldes. En esa historia hay un detalle mínimo, casi insignificante, apenas dos breves menciones en las primeras páginas del libro. Pero desde
Pelo Amarillo, Benito Juárez, Caballo Loco y el Imperio que no fue posible Gerardo Cárdenas que lo leí, no dejo de pensar en él, casi al grado de una obsesión. Terminada la Guerra Civil Custer, como muchos oficiales de esa época, fue licenciado y devuelto a la vida civil. Grant quería un ejército más manejable, y su prioridad era lograr que el país olvidara los destrozos de cuatro años de guerra fraticida. Y Custer, que ya era leyenda, se quedó sin trabajo y tuvo que buscarse la vida. Había quien lo quería llevar hacia el mundo de la política, pero Custer quería volver al servicio activo. Eventualmente, Custer volvería al ejército, de la mano de Sheridan, y bajo la protección de Grant. Pero no sin que antes hubiese recibido una oferta muy interesante. Una oferta inesperada y sorprendente. Alguien (el libro no lo identifica) se acercó a Custer y le ofreció mucho dinero para comandar al ejército mexicano. Custer aceptó, y recibió permiso de Grant, pero el Departamento de Estado lo bloqueó, alegando que tenía que darse de baja de las Fuerzas Armadas. Custer, dudando de qué tanto hubiera podido durar en México, terminó rechazando el puesto. Yo, no puedo conciliar bien el sueño desde que leí este dato.
¿Quién ofreció a Custer el mando del ejército mexicano, en un momento en que México estaba ocupado por los franceses, que habían impuesto como emperador al austrohúngaro Maximiliano de Hapsburgo? ¿Fue Maximiliano, buscando un golpe de efecto para acabar con la resistencia de Juárez? ¿O fue Juárez, ansioso por destronar al emperador impuesto? ¿Y cuánto dinero ofrecieron? ¿Y por qué dijo Grant que sí? Suponiendo que la oferta vino de Maximiliano (es factible, pues en 1866 las tropas francesas comenzaron a abandonar al Emperador), ¿qué tanto hubiera cambiado la historia de México si “Pelo Amarillo” se hubiese hecho cargo de su ejército? ¿Hubiese derrotado al audaz General Zaragoza, y al no menos audaz Porfirio Díaz? Y a Juárez, ¿lo hubiese vencido también? ¿Hubiese confundido las bronceadas facciones mixtecas de Don Benito con la piel rojiza de su acérrimo rival Caballo Loco? Imaginemos este escenario. Custer llega a la ciudad de México y, al mando de las tropas nacionales, emprende una larga y feroz campana, terminando con Juárez, Zaragoza y Díaz. Una mañana llega, en pleno Castillo de Chapultepec, deposita la cabellera de Juárez al pie de Maximiliano, que murmura bajo el
bigote: “Mon Dieu! Scheidze!”. Carlota no se vuelve loca, al contrario, le hace ojitos. Debido a Custer, no hay Reforma con Juárez, y al no haberla, tampoco hay Dictadura de Díaz, y al no haber ésta, no hay Revolución, ni Guerra Cristera, ni gobierno del PRI, ni Fox, ni nada de eso. México entra al siglo XXI de la mano del Emperador Maximiliano VII, con Francisco Xicoténcatl Custer como Primer Ministro. Los chilangos pasean por la Avenida Pelo Amarillo, que desemboca en la Alameda, mientras los turistas se toman fotos en el Hemiciclo a Custer. Aún se discute mucho si la alucinante rubiez, casi pelirroja, de un hijo de Maximiliano se debió a alguna indiscreción de Carlota. Para más cachondeo, a ese hijo le pusieron Jorge. Y en Washington, un enero del 2009, un tatara-tatara nieto de Caballo Loco se convierte en el primer presidente nativeamerican de Estados Unidos. Nada de esto fue. Y todo porque a Custer no le dieron permiso. Se hubiera cruzado de mojado. Gerardo Cárdenas es director editorial de contratiempo
contrafoto por Rafael Franco-Steeves
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noviembre 2009
Latinidad El presente documento es la quinta y última parte del estudio “Focus Mexico/Enfoque México)” elaborado por el Instituto México del Centro Woodrow Wilson, y el Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame, con base en entrevistas con más de 40 grupos de enfoque en seis ciudades, a fin de medir la estructura y prioridades de los líderes de origen mexicano en Estados Unidos. La primera, segunda, tercera y cuarta partes de este estudio fueron publicadas sucesivamente en los ejemplares junio-julio, agosto, septiembre y octubre 2009 de contratiempo.
Hacia el futuro En la actualidad, el liderazgo mexicano americano/hispano/latino y el liderazgo migrante/mexicano binacional constituyen dos redes completas y maduras que con frecuencia actúan paralelamente sin mucho contacto entre ellas, especialmente en el área del suroeste. Sin embargo, es importante mencionar que estas dos redes no actúan completamente aisladas. La red de liderazgo migrante está consolidándose como nunca antes, y está comenzando a influir en las organizaciones y los líderes latinos. Al mismo tiempo, las organizaciones latinas están teniendo el mismo efecto entre las organizaciones migrantes. ¿Qué futuro les aguarda? Esta no es la primera vez que se ha dado lugar a una migración cuantiosa y constante de mexicanos que a su vez ha generado una red de liderazgo migrante (y la estrategia binacional que conlleva), ha sido un fenómeno recurrente por más de un siglo. La tendencia histórica ha sido que las organizaciones migrantes hayan desaparecido por completo, o por los menos se hayan transformado significativamente al irse incorporando las nuevas generaciones a la sociedad en los Estados Unidos. Aunque no haya razón para dudar que este será el destino final de las redas y organizaciones de nuestra época, varios factores sugieren que no es muy probable que éstas sean reemplazadas, a mediano plazo, por redes latinas, y que de hecho veremos una confluencia de fuerzas que van a reforzar lo que hemos llamado el modelo Chicago. Existen varios factores con el potencial de transformar los patrones tradicionales, entre los principales se encuentran los siguientes temas geográficos, demográficos, y políticos:
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Factores geográficos: • Aunque no es la primera vez que se han establecido fuera del área del suroeste, en las últimas dos décadas, las comunidades inmigrantes mexicanas se han extendido a nuevos territorios y en cantidades nunca vistas. • Muchos de estos nuevos asentamientos se localizan en áreas previamente dominadas por comunidades ya establecidas de diferentes países de origen, por ejemplo, puertorriqueños en Chicago y Nueva York, dominicanos en Nueva York y Boston, cubanos en la Florida, etc. Factores demográficos: • Mientras tanto, el fenómeno demográfico que afecta no sólo a las comunidades de origen mexicano sino a todos los grupos latinos, es el abrumante número de inmigrantes mexicanos de segunda generación, que se perfila para convertirse en el grupo mayoritario de todos los latinos en los Estados Unidos. Además, un gran número de esta segunda generación está creciendo alejado de las áreas de influencia mexicano-americana/latina.
que todavía no han sido tomados por demócratas o republicanos, significa que ambos partidos están prestando una atención sin precedente tanto a los nuevos ciudadanos como a la segunda generación nacida en los Estados Unidos. Aunque los republicanos han sufrido pérdidas en estos grupos debido a la posición del partido en cuanto a inmigración, no han claudicado sus esfuerzos para atraer a este valioso grupo. Por lo tanto, esperamos que la estrategia observada en el modelo Chicago (menos bifurcación, más amalgamación, el uso de ambas estrategias, la binacional y la latina) se convierta en la norma a mediano plazo, mientras un preponderante liderazgo de la segunda generación se hace cargo de las redes y de las organizaciones iniciadas por sus padres, y comunidades de origen mexicano se consolidan en áreas fuera del suroeste de los Estados Unidos. Traducción: Teresa Rosainz
Factores políticos: • Como reflejo de la continuidad sin precedente en tamaño y duración de la reciente inmigración mexicana, el éxito que han logrado al modificar la iniciativa mexicana (3X1, voto remoto), y en recibir apoyo constante del gobierno mexicano (PCME, CCIME), demuestra que la estrategia binacional de la red migrante continúa siendo una alternativa viable a la estrategia hispano/latina de los mexicano-americanos. • Al mismo tiempo, el aumento de la presencia de un nuevo grupo étnico en varios estados decisivos (en su mayoría fuera del suroeste),
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