Contratiempo 72 • Febrero 2010

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número 72

febrero 2010

Directiva Gerardo Cárdenas, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez

Directora ejecutiva Moira Pujols

Director editorial Gerardo Cárdenas

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6

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19

24

Consejo editorial Gerardo Cárdenas, Raúl Dorantes, Eduardo Estala Rojas, Rafael Franco, Jorge García, Jorge Hernández, Catalina María Johnson, Esmeralda Morales-Guerrero, Ana Rechtman, Febronio Zatarain

Directora de arte Esmeralda Morales-Guerrero

Diseño gráfico Erin Beckman, Esmeralda Morales-Guerrero

contrafoto Víctor M. Espinosa

Correctores de estilo Jorge García y Laura Pujols

Portada

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Entre dos mundos: Cómo maduran los jóvenes latinos en Norteamérica, Jochy Herrera

Maya Oviedo

6

Los jóvenes latinos, vistos por sí mismos

8

Políticas migratorias restrictivas e identidad latina en Estados Unidos,

Douglas Massey y Magaly Sánchez

9

Personificaciones de la latinidad, Frances R. Aparicio

10

Jóvenes inmigrantes (indocumentados) que crecen en Estados Unidos,

Stephanie Manríquez

11

Cuentos de Teresa Dovalpage

Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro. ©

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miradacómplice 14

Resiliencia en Chicago, Rod Slemmons

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Adiós a un campeón latino, Gerardo Cárdenas

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Terremoto en Haití. Negro dolor del silencio, Jorge F. Hernández

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Terremoto en Haití. Haití: La maldición blanca, Eduardo Galeano

22 Terremoto en Haití. Los demonios de Haití, Jorge Majfud 23

2010: México duele, Regina Santiago Núñez

24

El llanto de las islas: Una reflexión en tres actos, Catalina María Johnson

25

Cuestionario Proust a la escritora Bárbara Jacobs, Eduardo Estala Rojas

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Appalachian Springs (22 de noviembre de 2008), José Ángel Navejas

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contrafoto, Víctor M. Espinosa


L

Editorial

as cifras del próximo censo de seguro

a vuelo de pájaro, de la juventud latina

en la pobreza expuestos a la violencia más

difiere de la que los europeos o asiáticos

irán más allá de los 48 millones de latinos

enfocada desde todas sus perspectivas: sus

comúnmente que los blancos y asiáticos.

sufrieron en generaciones previas.

que oficialmente constituyen el dieciséis

luchas por encontrarse en una sociedad que

por ciento de la población estadounidense,

cada vez es “menos crisol y más mezcla”;

importante: al hablar de la nueva generación

Manríquez narra cómo muchos jóvenes

incluyendo los ocho millones de jóvenes

desde su rechazo a lo que “técnicamente”

de jóvenes latinos, era fundamental dejar

que han descubierto su estatus de

que representan uno de cada cuatro recién

los estereotipos esperan de ellos; desde sus

que estos mismos expresasen su identidad,

indocumentados justo cuando planean su

nacidos y uno de cada cinco escolares.

aspiraciones personales y profesionales,

sus dudas, sus sueños y aspiraciones, en sus

educación universitaria, se han constituido

Esta juventud latina, que nació y creció

su lucha constante por “sentirse parte

propias voces. Así, varios jóvenes de Chicago

en la “Alianza de Jóvenes Inmigrantes para la

durante los años del boom clintoniano y el

de”; desde las injustas deportaciones de

y otras ciudades, narran en sus propias

Justicia” a fin de hacer causa común.

posterior descalabro del modelo neoliberal

muchachos y muchachas indocumentados

palabras los retos a los que se enfrentan.

El ejemplar de febrero de 2010 de

prevaleciente en gran parte de América

robados del derecho a la educación, hasta

La profesora Frances Aparicio, a su

contratiempo no puede hacerse de oídos

Latina, es la que hoy se mueve entre el iPod,

las incertidumbres que sus padres pudiesen

vez, aborda la heterogeneidad interna que

sordos ante la tragedia de Haití, una de las

Youtube y Twitter; entre los avatares de las

provocarles al moldearles bajo cánones

como grupo caracteriza la comunidad

mayores de la historia, con un saldo aún

nuevas políticas migrantistas posteriores

generacionales gastados.

latina en Norteamérica y en particular los

temporal de más de 150 mil muertos, tras el

jóvenes de Chicago, comunidad donde

terremoto que a mediados de enero destruyó Puerto Príncipe.

al Patriot Act y 9/11, y sobre todo, la que

Aparece en el presente número una

El dossier presenta una novedad

Por último, una crónica de Stephanie

busca su identidad cada vez con más fuerza

versión resumida del importante documento

los latinos ya constituyen el mayor grupo

en una nación que, otrora orgullosa de su

Entre dos mundos: cómo maduran los jóvenes

étnico de la región. Aparicio describe los

composición étnica, hoy se ve amenazada

latinos en norteamérica, trabajo único en su

dilemas relacionados con una nueva forma

vivido una larga historia de sinsabores y

por el fantasma de la xenofobia.

género publicado el diciembre pasado por

de “latinidad emergente” a la que muchos

amarguras, de dictaduras y miseria, en la

Esta generación de latinos del nuevo

Haití, primer país libre de América, ha

el Pew Hispanic Center. Esta monografía

“intralatinos” pertenecen: aquellos cuyo

que las fuerzas de la naturaleza también han

milenio, a nuestro juicio, es parte

reporta los resultados de una encuesta sin

origen nacional se compone de dos o más

intervenido.

indiscutible de lo que será el futuro de

precedentes a la que se sometieron jóvenes

países latinoamericanos. Jóvenes que en el

Para reflexionar sobre Haití, el lector

Estados Unidos; esta generación deberá

latinos residentes en el país. Sus hallazgos

contexto de sus vidas diarias “crean nuevos

encontrará en la sección Tiempo Extra tres

formar parte de las voces que dibujarán el

reflejan un cuadro complejo donde por

paradigmas a partir del intercambio entre

textos: uno del escritor mexicano Jorge

paisaje social, cultural y político de este país.

un lado éstos parecen estar satisfechos

su identidad imaginada y las narrativas

Hernández, y dos más de autores uruguayos,

La primera década del segundo milenio

con sus vidas, optimistas sobre el futuro,

tradicionales”.

Eduardo Galeano y Jorge Majfud, que invitan

además, marca un hito en el mundo latino

valorando la educación, el trabajo arduo y

de Estados Unidos ya que por primera vez en

el éxito profesional; mientras que por otro,

Douglas Massey discuten la tesis de que las

haitiano, y a reflexionar sobre el significado

la historia una minoría étnica conforma un

abandonan la secundaria y se embarazan

severas y restrictivas políticas migrantistas

de Haití en nuestra historia común.

segmento tan grande de su población.

prematuramente con mucho mayor

establecidas durante los dos últimos lustros,

frecuencia que los jóvenes no-latinos, y viven

han desencadenado una transformación

En esta ocasión contratiempo persigue proporcionar al lector una visión, casi n ú mer o 7 2

Los investigadores Magaly Sánchez-R y

a solidarizarse con la tragedia del pueblo

en la asimilación del inmigrante latino que contratiempo

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Entre dos mundos:

Cómo maduran los jóvenes latinos en Norteamérica Jochy Herrera

Tal como establecen los autores de Entre dos mundos, el estudio se enfoca en la juventud hispana que ha crecido durante un crítico período histórico de la Norteamérica contemporánea: en el boom económico de los años clintonianos, durante el descalabro del modelo neoliberal en América Latina y tras la posterior ola de migración económica. Todo esto ocurre en el contexto de los sucesos acaecidos luego del 11 de septiembre del 2001, en particular las crudas políticas anti-inmigrantes del Patriot Act (contrarias a la histórica apertura estatal al inmigrante de siglos pasados) y el resurgimiento de la xenofobia, cada vez más evidente entre crecientes segmentos de la población y los medios de comunicación masivos. Los resultados de esta encuesta reflejan un cuadro complejo donde por un lado los jóvenes parecen estar satisfechos con sus vidas, optimistas sobre el futuro, valorando la educación, el trabajo arduo y el éxito profesional; mientras por otra parte, abandonan la secundaria y se embarazan prematuramente con mucho mayor frecuencia que los jóvenes no-latinos, y como indica el recuadro inferior, viven en la pobreza y están expuestos a la violencia más comúnmente que los jóvenes blancos y asiáticos El difícil camino del joven latino hacia la adultez • 26 % se embarazan antes de los 19 años • 17% abandonan la escuela secundaria • 23% viven en la pobreza • 60% participan del mercado laboral • 58% de los nacidos en el extranjero son indocumentados • 38% reportan discriminación contra familiares o amigos • 3% fueron encarcelados en 2008

en el extranjero. Estos últimos, sin embargo, participan con menor frecuencia en actividades delictivas, como la membresía en pandillas o el porte ilegal de armas, además de que son apresados más raramente. Revisemos a continuación los datos de mayor importancia contenidos en Entre dos mundos. Demográficos Para 2008, las dos terceras partes de los jóvenes latinos residentes en el país habrán nacido aquí, contrario a 1995 cuando la mitad de ellos eran inmigrantes; el 2008 marca por lo tanto la primera vez que la mayoría de los jóvenes minoritarios son hijos de inmigrantes; a estas cifras se añaden los muchachos de la tercera y cuarta generación quienes constituyen un 34% adicional. En lo referente al estado migratorio, según estimados del Pew Hispanic Center, cerca de la quinta parte de los latinos jóvenes residentes en Estados Unidos son indocumentados. Aunque las cifras indican que los latinos constituyen el 18% de todos los jóvenes, es notable una gran variación en estas estadísticas entre un estado y otro: ellos componen más de la mitad de los jóvenes residentes en Nuevo México, el 40% en Texas y California y más del tercio en Arizona y Nevada. La mayoría, en todo caso, son de origen mexicano.

Debemos anotar que los latinos nacidos en Estados Unidos como es de esperarse, revelan un perfil más aventajado en lo que respecta a la aculturación y al dominio del inglés, a completar la escuela secundaria o a vivir por encima de niveles de pobreza, en comparación con sus compatriotas nacidos foto: víctor M. Espinosa

E

l presente texto parte de la monografía Pew Hispanic Center. Between Two Worlds: How Young Latinos Come of Age in America (Entre dos mundos: cómo maduran los jóvenes latinos en norteamérica), publicada en diciembre de 2009 por dicha organización (www.pewhispanic.org). Es parte de una serie de trabajos que exploran los valores, actitudes y experiencias de la próxima generación de estadounidenses. Entre dos mundos se basó en una encuesta a gran escala, al parecer única en su género, conducida en inglés y en español, y a la que se sometieron cientos de latinos de dieciséis a veinticinco años de edad residentes en este país, independientemente de su estatus legal o lugar de nacimiento. Los hispanos son el mayor y más joven grupo minoritario de los Estados Unidos, unos 48 millones de personas que representan el dieciséis por ciento de la población; cuentan con una edad promedio de 27 años y constituyen además uno de cada cinco escolares y uno de cada cuatro recién nacidos. El trabajo del Pew Hispanic Center reseñado aquí es imperecedero porque se concentra en los 7.5 millones de jóvenes latinos justo cuando por primera vez en la historia, una minoría étnica conforma un segmento tan grande de la población estadounidense precisamente tras la llegada del nuevo milenio. El reporte adquiere además gran relevancia por el hecho de que es durante esta etapa existencial cuando el joven latino “comienza a navegar por los intricados y porosos bordes entre las dos culturas que comparte: Latinoamérica y Estados Unidos”. La relativa juventud de los hispanos residentes en este país, en general, es un espejo de los patrones migratorios, y por ende económicos, que afectaron a Estados Unidos durante las últimas décadas; el hecho de que la mitad de los 40 millones de inmigrantes llegados a partir 1965 provengan del sur de Río Bravo. Estas cifras contrastan con lo acaecido a fines del siglo XIX y principios del XX cuando arribaron predominantemente europeos, aunque en menor cantidad, como resultado de las necesidades del mercado laboral industrial y manufacturero de la época, los conflictos bélicos y la Gran Depresión.

Entre dos banderas.

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...por un lado los jóvenes parecen estar satisfechos con sus vidas, optimistas sobre el futuro, valorando la educación, el trabajo arduo y el éxito profesional; mientras por otra parte, abandonan la secundaria y se embarazan prematuramente con mucho mayor frecuencia que los jóvenes no-latinos... Identidad Al cuestionar a los jóvenes hispanos sobre el término que utilizarían para identificarse, más de la mitad responde con el nombre de su país de origen, una cuarta parte indica “americano” y apenas un veinte por ciento se identifica como “latino o hispano”. Entre los que han nacido en Estados Unidos, curiosamente, apenas un tercio de ellos se autodefine como estadounidense. Por igual, en lo referente a la descripción racial que aparece en la Oficina del Censo de los Estados Unidos, la mayoría no luce “encajar” en tales definiciones por lo que el 76% se identifica como “de otra raza” o como “latino o hispano”. Los latinos mayores de 26 años no se comportan de la misma manera ya que se etiquetan como “blancos” con el doble de frecuencia que los más jóvenes (30% vs. 16%). Bienestar material Las condiciones encontradas en este rubro dependen por supuesto del estatus económico hogareño y la participación de la juventud en el mercado laboral; de acuerdo con los hallazgos de la encuesta, uno de cada cuatro jóvenes latinos vive en un núcleo familiar por debajo del nivel de pobreza definido por el Gobierno (una familia de cuatro con un ingreso anual inferior a 21 mil 834 dólares). Hay que observar sin embargo que estas cifras muestran una cierta mejoría en las generaciones posteriores. Respecto al tipo de trabajo, tanto los nacidos aquí como en sus países de origen están involucrados en el mercado laboral manual con mucho mayor frecuencia que los jóvenes de otras razas;

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aquellos nacidos en el extranjero tienden a trabajar más en la construcción, la limpieza, el mantenimiento y la industria alimenticia. Los jóvenes latinos, y sobre todo los nacidos en el extranjero, en su mayoría viven en casas de alquiler y poseen seguro médico de salud con una frecuencia inferior a otros grupos. Por último, llama la atención que durante la presente recesión el desempleo les ha golpeado con más dureza que ningún otro segmento poblacional ya que para fines de 2009 más del veinte por ciento estaban desempleados. Educación La brecha que existe entre las expectativas y los logros alcanzados por nuestros jóvenes no podría ser mayor. Aunque no hay duda que se han logrado mejorías en la última década el problema persiste: la frecuencia de abandono escolar es tres veces mayor con respecto a los blancos, aún inclusive entre los latinos de segunda generación. A pesar de que prácticamente todos los encuestados estuvieron de acuerdo con la importancia de una educación universitaria en el desarrollo personal, sólo la mitad planeaba entrar a una universidad limitados sobre todo por presiones económicas y la necesidad de apoyar a sus familias. Aún más, entre los jóvenes de segunda generación inscritos en centros educativos (hecho que se da con una frecuencia similar a los blancos), las probabilidades de completar una carrera son cincuenta por ciento menores que estos últimos. Cuando se les cuestiona el por qué a los latinos no les va tan bien en la secundaria, la mitad de la muestra responde que sus padres “carecen del tiempo necesario para apoyarles” y que sus profesores “no saben cómo trabajar con ellos”. Mitos y estereotipos sobre los jóvenes latinos • 52% prefieren identificarse por su país de origen • 36% hablan predominantemente el inglés • 79% de la segunda generación dominan el español

• 95% se sienten satisfechos con sus vidas • 89% reconocen la educación como importante para el éxito Entre dos mundos, un extensísimo documento difícil de resumir en este espacio, aborda múltiples otros temas referentes a la juventud latina: sus preferencias sexuales y religiosas; su opinión sobre el aborto; el uso del spanglish; el rol de lo racial en el desarrollo social; su sentido de pertenencia e identidad; sus frustraciones con los logros profesionales y un sinnúmero de tópicos no menos importantes. A todas luces las respuestas parecen derrumbar estereotipos y desafiar el futuro; un desafío necesario ya que de acuerdo a las cifras, parecería que la juventud latina será responsable de dar forma a la sociedad norteamericana del siglo XXI. ¿Cambiará o se preservará la identidad de nuestros jóvenes con el devenir del tiempo? ¿Podrá vencer la presunta diversidad innata a la sociedad estadounidense la creciente xenofobia que ya permea mainstream America? ¿Alcanzarán los latinos jóvenes la misma “movilidad social” experimentada por las anteriores generaciones de inmigrantes? Estas son algunas de las preguntas que los autores de Entre dos mundos dejan abiertas. A juzgar por las políticas gubernamentales en las áreas de migración, educación bilingüe, regulación laboral y cultura, el horizonte no parece nada halagador. A mi juicio, el Pew Hispanic Center ha dado un gran paso adelante, quizás pionero, en el devenir que conducirá el futuro de la minoría predominante en los Estados Unidos: con Entre dos mundos hemos empezado a conocernos mejor partiendo de nuestra semilla, la juventud. La responsabilidad moral, política y social de los ciudadanos y las agencias gubernamentales señalarán el camino a seguir. Y los jóvenes, que ya han hablado, deberán ser los protagonistas. Jochy Herrera es autor de Extrasístoles (y otros accidentes) y miembro de la mesa directiva de contratiempo.

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Los jóvenes latinos, vistos por sí mismos

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l objetivo del presente dossier ha sido no sólo recurrir a las opiniones de académicos sobre las vivencias de los jóvenes latinos en Estados Unidos. Era necesario, también, darles voces a los jóvenes mismos. El siguiente grupo de narraciones, escritas por muchachos de entre 18 y 25 años, da cuenta de sus experiencias, deseos y sueños.

Ryan

Thomas Soy una confusión con patas. Nac í en Washington, D.C., y crecí en Fairfax, Virginia. Tengo ojos almendra, cabello rubio y piel blanca. Nadie dudaría qué soy hasta que abro la boca, y hablo español, porq ue soy cubano. ¿Qué tanto de mi herencia reconozc o, y qué tanto llevo dentro de mí? La respuesta no es clara. Hablo español, como la comida, conozco las cost umbres, pero, ¿siento todo eso? ¿Actúo sobre lo que siento? Mis abuelos son de Cuba, tengo primos que casi no hablan inglés, y sólo tengo un par de amigos que hablan español. Entonces ¿qué me hace sent irme latino? Tal vez, que aprendí el español antes que el inglés; que mi educación fue profundame nte influenciada por el idioma y las costumbres. Dado que mis padres querían que no perdiera el español, fui transferi do a un programa de inmersión. A los seis años, no sabí a identificar mi cultura, pero entendía que era distinta de la cultura angloparlante a la que pertenece mi padre. Pasó el tiempo y nos mudamos a otra s escuelas donde no había programa de inmersión en español, y donde no podía mostrar quién era yo realm ente. Para mis nuevos compañeros, yo era Thomas Har mon, tan blanco como cualquiera. Los latinos de la escuela me evitaban. Poco a poco reprimí el contacto que tenía con mi cultura. Aún así no perdí mi sentido del deber para con mi gente. Trabajé como voluntario en programas de ayuda a otros latinos, incluyendo en program as para proporcionar exámenes de la vista gratuitos, en español, a niños cuyas familias no podían pagarlos. Aún sigo sin entender muchas cosa s que me mantienen conectado con esa cultura, pese a que hace poco pasé un verano con una familia en Vigo, Espa ña. Ahí me encontraba rodeado por el idioma, en una cult ura distinta a los ritmos cubanos que yo conocía, en un amb iente más europeo. Mi español, que había comenzado a atro fiarse, resucitó. Cuando volví, me di cuenta que era el idioma lo que me había mantenido conectado con el mundo de mis abuelos y de mi madre. Mi acento es ahora un poco español, menos cubano, pero es mi enlace con la cult ura. Todavía me duele si alguien pone en duda mi etnicidad. Pero yo soy latino por dentro. ¡Soy cubano chico! Soy una confusión con patas. Thomas Harmon (Soto,) estudiante del último año de secundaria en Chantilly, Virginia.

Ser un latino joven en Estados Unidos es un privilegio. Significa una gran oportunidad para salir adelante: en la educación, en el trabajo y en lo que uno quiera. Lo importante es que encontramos los recursos y el apoyo de no solamente los propios latin os, sino también de los anglosajones. Todos los ciudadanos de este país tien en una deuda con la sociedad y esta responsabilidad no se paga en impuestos; se paga con el esfuerzo y la determin ación para realizar las metas en una manera honorable. Para mí, sacar el título universitario solamente es el prim er paso. El primero de varios que desde niño mis papás me enseñaron a tomar para uno poder defenderse en el país más rico del mundo. Aunque aquí se tiene mucha pros peridad y oportunidad, no satisface el simplemente reconoce rlo. Hay que tomar el sueño de uno y hacerlo realidad; con la acción, uno puede inspirar a alguien más que quizás no ha tenido ese mismo apoyo y necesita inspiración. Esta es la manera como se contribu ye con la sociedad y la próxima generación de latinos. Porq ue cada día yo considero a los Estados Unidos menos com o un crisol de razas y más como una mezcla. El retener la identidad siendo uno latino le da sabor a un país que lo requiere para mantenerse en el poderío mundial, no sólo económicamente sino también en la riqueza de la diversida d cultural. Ryan García. Americano.

Andrea

Mi essay whatever thingy Perdí mi hoja entonces lo estoy re-escribiendo; ughhh>:/ Nací en este país de padres mexicanos y crecí estando segura de que era americana pura, desde que me acuerde, mi papá nos hablaba en puro inglés, el español era desconocido. Todo cambió cuando tuve que vivir y estudiar a México, la batalla fue como pasar un por un desierto sin agua; estar en un país y no saber el idioma que se hablaba y mucho menos escribirlo. Lo logré al fin; al pasar dos años escolares en México me regresé a los Estados Unidos y me di cuenta de tres cosas: una, cómo mis familiares batallan con comunicarse con los gringos, dos, lo chido que se siente de entender el espanglish y tres, el orgullo de ser méxico-americana. Andrea Torres Narváez, méxico-americana

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Mónica

Isaeliabelia Isab

Mi mamá es mexicana, mi papá es italiano (de Nueva Jersey) ¿que si yo soy latina? No sé… a veces… depende de quien se fije. Mi abuela italiana diría que absolutamente no, ni pensarlo. Suerte que tengo la piel clara y que hablo inglés, le indignaba que mi mamá me hablara en español, si no diría que no soy su nieta. Pero mis tías y mi abuelita en México me hablan como si yo les fuera a entender todo lo que me dicen. Aquí estoy más a gusto. Prefiero andar con mi amiga de mamá mitad colombiana mitad argentina, y papá creo que americano, pero su padrastro es colombiano; y con mi amigo brasileño, mis amigos negros, mis amigos mitad mexicanos mitad polacos, mis amigos griegos, los croatas, los ucranianos, y sobre todo con mi mejor amigo Sebastien, que tiene un abuelo africano y abuela francesa por parte de su papá, y abuelo italiano y abuela mexicana por parte de su mamá. Somos como los perritos corrientes, todos mezclados. Con un pie aquí y el otro allá, pero casi siempre aquí. Casi todos mis maestros creen que soy “blanca”, eso me molesta y a veces tengo que andar dando explicaciones. Me gustaría hablar mejor el español. Aunque sé lo suficiente para defenderme de los que me andan molestando por no ser tan “hispana” como ellos. Gracias mami por ser tan malhablada. Pinches nacos que no mamen. He ido a México muchas veces, he estado en pueblitos, ciudades y playas; he visto las colonias de paracaidistas en la ciudad de México. Fui a las pirámides y hasta me comí un chapulín tostadito y pan dulce en la Terminal de Indios Verdes. También he estado en Nueva Jersey con mis otras tías esclavas del bronceado, de la laca, y de las blusas de leopardo. Se entretienen viendo The View y apostando en Atlantic City. Eso me late mucho menos. Estoy mejor aquí. Si quiero tamales voy a Pilsen. Si quiero manicottis me voy a la Taylor. Y si se me da la gana me compro unas sambuusas con los somalíes de la esquina.

que Yo no tengo segundo nombre. Es tradición ples múlti n tenga na las personas de cultura hispa ndo, nombres, como mi madre. Técnicamente habla ién tamb ía deber yo en cuanto a nombres completos, yo te, amen técnic fin, tener seis como mi padre. En ser ría Debe . cosas as debería ser y representar much a; la devota hija católica de una pareja dominican o ticism agnos del a sin embargo suelo hablar acerc la a misa a voy vez rara cuando ceno con mi padre y iglesia donde va mi madre. Por otra parte, según la cultura estadounidense, e yo debería aborrecer las visitas a mis abuelos porqu amismis de lejos o equivaldría a pasar mucho tiemp por tades. Pero creo que no sería la misma si no fuera de os torne los y leros los viajes a Santiago de los Cabal os. veran los todos iza parcheesi que mi abuela organ de las Ese tablero que usamos (con ilustraciones os: nican domi ól beisb mascotas de los equipos de s Leone los Licey, del las Aguilas Cibaeñas, los Tigres en o estad ha tales, Orien del Escogido y las Estrellas todos la familia por 80 años. Entre primos jugamos en la ipa partic re siemp contra todos y mi abuela en mos senta nos o torne segunda ronda. Después del uier cualq de rsar conve las mecedoras de la sala para cosa. os Mis primos me hacen preguntas sobre los Estad no yo lo, ejemp por Unidos, y les menciono que, ellos, almuerzo en casa en los días de clases como o admit les ás, adem y, s que tengo pocos amigos latino casa. en ol españ en r lo difícil que se me hace habla sa Luego de conversar, a veces subimos por la ruido de a traser parte la en escalera de hierro que queda de la casa y, apartando las frondosas ramas del palo . guayaba, trepamos al techo al Desde arriba miro la avenida Hermanas Mirab e supon Se idad. ident mi y me pregunto lo que será erta convi me y case me que vaya a la universidad, que como en la sombra de un gran médico o cirujano, co; conoz que as nican domi todas las otras muchachas inme de otipo estere ese pero con sólo pensar en mi con ncié prese que diato recuerdo una discusión que familia en la playa Juan Dolio, era sobre el papel ugestic do segun primo desempeñan los géneros. Un no es mujer las que ndo laba apasionadamente, alega que tienen que dedicarse a la vida doméstica, pero en yo, tanto tras Mien e”. eso es “lo más convenient disfru iPod, mi con ada mi propio mundo, algo apart lo rald, Fitzge Ella de voz tando de la suave y tierna de escuchaba discutir, y lamentaba su estrechez do. acuer de ente entem mente. Su esposa estaba obedi Al parecer, yo debería ser y representar todas estas no me cosas, pero no lo he hecho y no lo haré. A mí catoliel ado adopt he No han asignado seis nombres. ia famil mi a ro prefie , parte cismo. Y aunque, por otra s tativa expec las a to some y no a mis amistades, no me o. géner culturales y sociales de mi y Técnicamente hablando, se supone que sea te. amen técnic sólo pero , represente muchas cosas Isabelia Herrera-González, dominicana, 18 años. n ú mer o 7 2

Mónica Stabile-Rosainz, de origen mexicano e italiano, vive en Chicago.

LauraL

aura

Después de diez años de vivir en Estados Unidos, a mis padres les da por llamarme “americanita” ya que he estado aquí más de la mitad de mi vida. Al llegar a Chicago con mi familia desde Medellín, Colombia, extrañaba tanto mi tierra y nuestras costumbres que pensaba que regresaría a vivir allá tan pronto tuviera edad para hacerlo. Hoy, a los diecinueve años y estudiante universitaria, no creo que regresarme a Colombia esté en mis planes a corto plazo. A pesar de que aún tengo un inmenso cariño por mi país natal y nuestra cultura, me he acostumbrado tanto a la vida de aquí que se me hace difícil pensar en volver a vivir en Medellín. Poco después de que mi familia se mudara a los Estados, empecé a notar las diferencias entre la cultura de acá y la colombiana. A medida que iba haciendo amigos, me iba dando cuenta de cómo eran las costumbres aquí, la manera en que los hijos se referían a sus padres y sus hermanos, así como lo que era aceptable en cuanto a lo que los hijos hacían. Me empezaban a invitar a fiestas de cumpleaños y a las sleepovers, de pasar la noche en casa de una amiga. Mis padres nunca entendieron la idea de una sleepover. Aún más importante para ellos era el tema de la seguridad, ya que nunca confiaron en nadie como para que sus hijas fueran a una casa de desconocidos y permitir que durmiéramos con gente que podría resultar peligrosa. Ahora que ya soy más independiente, me doy cuenta de que la manera en que me han criado influye en mis decisiones diarias. A veces las creencias, las costumbres y las reglas que mis padres me enseñaron chocan con lo que aún estoy aprendiendo que significa la cultura y la vida de este país. Al mismo tiempo siento que pertenezco a ambas culturas. Para mis amigos, tomar el desayuno todas las mañanas no es lo normal, mientras que para mí es una necesidad, puesto que crecí haciéndolo. Después de tantos años de vivir aquí, con los esfuerzos de mis padres para enseñarme nuestra cultura natal, siento que soy parte de las dos culturas, no partida por la mitad, sino una mezcla completa de ambas culturas. Laura Montoya-Quinchía, colombiana.

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Políticas migratorias restrictivas e identidad latina en Estados Unidos foto: carlos calva klimek

Magaly Sánchez-R y Douglas Massey

... con la experiencia vivida en Estados Unidos, el asimilarse ideológicamente se ha ido reemplazando con el surgimiento de una identidad que reacciona y rechaza la connotación “americana”.

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a migración es considerada un mecanismo primordial a través del cual los seres humanos expanden sus preferencias, incrementan sus oportunidades y aumentan sus capacidades. En general, los inmigrantes tienden a ser auto-selectivos, ya sea por sus deseos, motivaciones o ambiciones; y como la migración inevitablemente implica enormes costos, ellos también son seleccionados por su acceso al capital financiero, humano, social y cultural. El hecho de que puedan traducir sus motivaciones intrínsecas y las inversiones de capital a su favor depende mucho del contexto de recepción, de las oportunidades económicas que encuentren en la sociedad receptora, y de la libertad relativa con que puedan proseguir. Estados Unidos se caracterizó como una nación de inmigrantes y oportunidades, mas el reciente cambio de su origen de europeos a latinoamericanos, las modificaciones en políticas públicas, el discurso popular y el ejercicio privado, han desviado dicha tradición y en consecuencia reducido los derechos de los inmigrantes, derogando su carácter y desvalorizando sus capacidades. Estas tendencias han creado un contexto negativo de recepción desagradable no característico de la historia estadounidense. En este artículo se documenta el crecimiento de este fenómeno y se analizan sus efectos en las aspiraciones y en la construcción de la identidad entre los latinos en los Estados Unidos. Tendencias recientes de inmigración En la última mitad del siglo XX, los inmigrantes latinoamericanos han dominado los flujos de entrada a Estados Unidos contrario a los primeros años del siglo XX cuando los europeos constituían la mayoría. De los 8.2 millones de personas que llegaron en el período 1900-1909 por ejemplo, 7.6 millones eran de procedencia europea. La Primera Guerra Mundial redujo la migración proveniente de dicho continente lo que obligó a los empresarios a dirigir su mirada hacia el sur y reclutar mano de obra latinoamericana.

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De los 4.3 millones de inmigrantes que arribaron entre 1920 y 1929, 2.6 millones eran europeos y 1.6 millones procedían de Latinoamérica. La Gran Depresión de los 30 generó una caída en la migración a Estados Unidos que se mantuvo a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. Durante los años 50 ésta resurge con 1.4 millones de europeos y 922 mil latinoamericanos. Para los años 60 sin embargo, la inmigración proveniente de Europa disminuye y la de Latinoamérica aumenta. Tras la eliminación de las cuotas de origen nacional en 1968, el flujo desde Asia también se incrementa. Finalmente, de los 9.8 millones de inmigrantes que llegaron entre 1990 y 1999, cinco millones provenían de Latinoamérica, tres millones de Asia y sólo 1.5 millones de Europa. En la presente década la mayoría de los inmigrantes provienen de América Latina y del Caribe. Tendencias recientes en Políticas migratorias El crecimiento de la migración latinoamericana continúa a pesar de las crecientes políticas restrictivas implementadas por las autoridades. Previo a 1965 no existían limitaciones numéricas para el hemisferio occidental. Entre 1942 y 1964 Estados Unidos desarrolló un programa de visas temporales de trabajo que admitió a 450 mil mexicanos por año. En 1965 dicho programa fue suspendido y la migración se redujo a 120 mil personas por año; en 1976, la cuota anual para Latinoamérica fue reducida a 20 mil personas por país y abolida por completo en 1980, mientras que el tope mundial era reducido a 270 mil personas. Estas restricciones, que afectaron particularmente a México, motivaron el crecimiento de un gran número de indocumentados que según estimados de Passel, para 2005 habían alcanzado unos once millones de personas, de los que 56 % provenían de México. Ante el crecimiento del número de indocumentados, el gobierno ha respondido implementando políticas aun más represivas tales como la militarización de las fronteras,

la Reforma de Inmigración de 1986 que criminaliza el empleo a indocumentados, y, a fin de controlar la inmigración familiar, El Acta de Inmigración de 1990 que redujo el número de visas para parientes de residentes legales. El Acta Antiterrorista de 1996 establece además la exclusión inmediata de cualquier extranjero indocumentado que haya cruzado la frontera o que haya cometido algún crimen, convirtiendo instantáneamente a miles de inmigrantes, legales o no en candidatos a deportación. Aún más, el Patriot Act de 2001 confiere al Presidente el poder de deportar - sin juicio o presentación de evidencia – a cualquier extranjero, documentado o no, que hubiese sido considerado sospechoso de haber cometido, planificado o facilitado actos terroristas. Bajo estas nuevas políticas, el número de policías en la frontera aumentó de 4 mil a 14 mil entre 1987 y 2007, el presupuesto de la Patrulla Fronteriza creció ocho veces, 25 millones de personas fueron detenidas y dos millones deportadas, medidas todas que paradójicamente han producido un efecto contrario al reducir la tasa de emigración y acelerar la inmigración neta. La imagen de los latinos ha sido estereotipada como una “amenaza” frente a la opinión pública de Estados Unidos y como resultado, el número de ciudadanos que consideran la inmigración como un gran problema nacional aumentó de 69% en 2002 a 74% en 2006. Para 2009 la mitad de los encuestados opinaban que los inmigrantes recién llegados amenazaban sus costumbres y valores tradicionales y el 54% afirmaba que el país necesitaba protegerse contra la influencia extranjera. La mayoría de los inmigrantes latinos llegan con aspiraciones de mejorar sus vidas tanto social como materialmente e inicialmente perciben a Estados Unidos como la tierra de oportunidades. Posteriormente encuentran un mundo de trabajos arduos, de experiencias de prejuicio, indignidad, discriminación y bloqueo de oportunidades; al paso del tiempo comienzan a ver este país como un lugar de desigualdades y racismo. Esta doble

realidad sugiere una tensión fundamental entre la identidad “americana” y la “latina” que muy sutilmente deben mediar en su diario acontecer. Los latinos llegan a Estados Unidos con nacionalidades definidas: como mexicanos, dominicanos, colombianos, etc. Y la mayoría con aspiraciones del “sueño americano”, y en última instancia, con la esperanza de volverse “americanos”. Sin embargo, tras su estadía, los inmigrantes pasan por experiencias de formación que tienden a generar una solidaridad de grupo, mientras que simultáneamente se promueve una reacción de rechazo a la identidad “americana”. En primer lugar, viven la realidad en el mercado secundario de trabajo, en un momento de creciente desigualdad, y en segundo lugar, encuentran otros inmigrantes de América Latina que perciben y viven experiencias similares; este compartir con otros ofrece un terreno fértil para el surgimiento de una nueva “identidad latina” en Estados Unidos que abarca gente de toda Latinoamérica. Estados Unidos se caracteriza hoy por un creciente sentimiento anti-inmigrante resultado de una política represiva contra la inmigración y una concepción negativa de los latinos. En consecuencia, los límites sociales entre inmigrantes y nativos se acentúan y cruzarlos, se hace cada vez más difícil. Nuestro análisis revela que mientras más tiempo permanecen los inmigrantes en este país y más contacto tienen con la sociedad norteamericana, más perciben las crecientes desigualdades, discriminación y prejuicio. Por lo tanto, con la experiencia vivida en Estados Unidos, el asimilarse ideológicamente se ha ido reemplazando con el surgimiento de una identidad que reacciona y rechaza la connotación “americana”. Magaly Sánchez-R es Senior Researcher y Douglas Massey es Henry G. Bryant Professor of Sociology en Princeton University.

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Personificaciones de la latinidad Frances R. Aparicio

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l término “latinidad”, o su plural “latinidades”, ha sido enarbolado por los críticos con objeto de comprender las experiencias de subordinación, resistencia y capacidad de acción comunes a los diversos grupos nacionales de origen latinoamericano que componen el sector latino de Estados Unidos. El concepto de latinidad ha sido rechazado por muchos académicos, dada la propensión a usarlo como un término genérico que abarca a todos los grupos y borra las especificidades nacionales, sociales y culturales. No obstante, últimamente un puñado de eruditos está reivindicando el término al usarlo como un núcleo conceptual que activa las dinámicas de poder y las interacciones entre los distintos grupos nacionales que integran las comunidades latinas, en un intento por ampliar nuestra comprensión de la heterogeneidad interna que nos caracteriza. Chicago es un entorno ideal para el estudio de la latinidad como experiencia social cotidiana. Los latinos de Chicago constituyen el mayor grupo étnico de la región, ya que representan el 20% de su población. El término “latino” abarca a diecinueve grupos nacionales que radican tanto en la ciudad como en los suburbios. El estudio que llevó a cabo la Universidad de Notre Dame en 2006 indica que los mexicanos son el mayor grupo, representando 79% del mismo, seguidos por los puertorriqueños con el 9% y los guatemaltecos con casi el 2%. Si nos atenemos a la historia temprana de las interacciones y matrimonios entre mexicanos y puertorriqueños (Elena Padilla), la población latina de Chicago ha contado con “mexirriqueños” desde la década de los 40. Si bien la latinidad en Chicago se ha examinado en el contexto de los movimientos sociales y las alianzas políticas (Félix Padilla), muy pocas publicaciones se han centrado en los mexirriqueños y otros sujetos intralatinos. En este artículo expondré el resultado de 15 entrevistas realizadas en Chicago con individuos intralatinos, es decir, cuyo origen nacional se compone de dos o más países latinoamericanos. La mayoría de estos jóvenes son estadounidenses de segunda generación, nacidos en Estados Unidos de padres inmigrantes. Las entrevistas se enfocaron en tres mexirriqueños, un chileno-colombiano, un mexirriqueño-irlandés, un guatemalteco-nicaragüense-puertorriqueño, un dominicanochicano-puertorriqueño, dos mexicano-guatemaltecas y una boliviano-cubana. En conjunto, destacaron tres áreas principales de pesquisa, dos de las cuales resumo a continuación: la experiencia de las racializaciones relacionales; y hacerse pasar por mexicano. Racializaciones relacionales Dos de los tres mexirriqueños expusieron los conflictos raciales que surgieron en las familias respectivas de sus padres cuando decidieron casarse. Si bien los familiares mexicanos se resistieron a acoger a un miembro de la familia

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Para muchos, identificarse únicamente como mexicanos resulta “más sencillo” que tener que explicar las mezclas de identidad cultural que los caracterizan. Asimismo, existe la percepción general de que para el grueso de la sociedad estadounidense, ser latino equivale a ser mexicano. que no lo fuera, la identidad racial y la tez oscura fueron un factor destacado en dicha resistencia. En el caso de Marisa, cuyos padres se conocieron en Chicago en su lugar de trabajo, la abuela mexicana no asistió a la boda de su madre al no estar de acuerdo con el matrimonio. Marisa explicó que en parte ello se debía a que su padre no era mexicano. Sin embargo, en otro punto de la entrevista, comentó que su papá parece “negro y su tez es muy oscura, tiene sangre africana”. La eliminación de la negritud en los principales debates sobre la raza entre los mexicanos tiene un impacto en las actitudes individuales hacia otros latinos de origen africano. Así, Marisa relató cómo sus “primos mexicanos nos llamaban a mí y a mi hermano ‘los prietos’, pero desde mi punto de vista me preguntaba por qué nos llamaban prietos cuando en Chicago significa otra cosa”. Enrique, de padre puertorriqueño y madre mexicana, narró experiencias similares en cuanto a la diferencia racial y el color de la tez. Tras el divorcio de sus padres cuando Enrique tenía tres años, se crió con su madre en un vecindario predominantemente mexicano. Con su tez oscura, de niño siempre se sintió “como un intruso, como si lo estuviera viendo todo desde fuera”. Según comenta, “parecía demasiado puertorriqueño para ser mexicano”. También reconoció que cuando sus padres decidieron contraer matrimonio, la familia mexicana de su madre no estuvo conforme con que se casara con un puertorriqueño de tez oscura. Hacerse pasar por mexicano Daniela relató la anécdota de un amigo guatemalteco que iba a celebrar un cumpleaños. Sus compañeros de universidad mexicanos lo agasajaron con un pastel decorado con los colores de la bandera mexicana, en una sala llena de banderas mexicanas donde sonaba música mexicana. Le explicaron que sabían que en su interior deseaba secretamente ser mexicano, y por ello basaron la celebración en los iconos nacionales de México. Este evento ejemplifica lo que muchos de mis entrevistados afrontan en el espacio público: la interacción con una “mexicanidad dominante” que es resultado de las características demográficas de Chicago. Muchos sujetos intralatinos que son en parte mexicanos se han hecho pasar por mexicanos en alguna ocasión. Para muchos, identificarse únicamente como mexicanos resulta “más sencillo” que tener que explicar las mezclas de identidad cultural que los caracterizan. Asimismo, existe la

percepción general de que para el grueso de la sociedad estadounidense, ser latino equivale a ser mexicano. Estos ejemplos sugieren que los intralatinos que en parte son mexicanos, así como los que no lo son, deben encarar a diario esta percepción y realidad social de la mexicanidad dominante. Sin duda, existen contradicciones potenciales, ya que su resistencia a verse confundidos con los mexicanos podría interpretarse como una táctica que les permite reafirmar la existencia y legitimidad de su propia mezcla de herencias nacionales, una suerte de reafirmación cultural. Al mismo tiempo, podría considerarse un tipo de gesto reaccionario fundamentado en un prejuicio social o clasista contra los mexicanos (que en el imaginario popular estadounidense pertenecen en su totalidad a la clase trabajadora o pobre), o bien una resistencia a la racialización como mexicano. Conclusiones Algunos de los sujetos intralatinos reiteraron los métodos que emplean para resistir las fuerzas dominantes que los empujan a elegir entre dos grupos nacionales. Otros reafirmaron el carácter único y original de su propia mezcla cultural y nacional, al crear y acuñar nuevas definiciones y términos que reflejan su identidad personal y al transformar los términos de identidad tradicionales, en particular las connotaciones imperialistas anglosajonas del término “americano”. Estos ejemplos ilustran no sólo la resistencia a elegir entre varias identidades, sino la creatividad a la hora de reimaginar y reformular el concepto de “americano”. Estos sujetos sortean constantemente los límites nacionales dentro de Estados Unidos, un fenómeno que Angie Chabram denominó “transnacionalismo interno”; en el contexto de sus vidas diarias, crean nuevos paradigmas de identidad que expresan las maneras en que dicha identidad es el producto de cómo se imaginan a sí mismos y el resultado de un diálogo con las narrativas tradicionales y establecidas. Frances R. Aparicio es catedrática de la Universidad de Illinois en Chicago. * Traducido por Susana Galilea

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Jóvenes inmigrantes

Stephanie Manríquez

Foto: Ralph Barrera

(indocumentados) que crecen en Estados Unidos

acto en apoyo del dream act.

Siempre he estado insegura de mi estatus migratorio, nunca disfruté mi infancia porque desde entonces tuve que aprender a distinguir lo que se puede o no decir, tuve que aprender a esconderme y fue a los dieciséis años cuando mi mundo se cierra por completo.

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scenario número uno: desde que tienes noción de tu vida, creces en una sociedad bilingüe con un toque bicultural – el norteamericano y el de origen, no hay punto medio ¿vives en una vida normal? ¿Cuántos años tenías cuando llegaste a Estados Unidos o cuando llegaste a Chicago? Yo tenía seis, otro por ahí contestó, no lo recuerdo; ¿y tú? Yo, yo apenas era una niña de nueve y a lo lejos otro joven dice que él tenía tan solo dos años. Su niñez solitaria, arraigada en un mundo ajeno a sus padres, la razón es el trabajo arduo para alimentar la educación y el crecimiento de sus hijos. Esa niñez bilingüe aprendida en la televisión y en la escuela fuerza su independencia como individuos, fungiendo como base para adultos que dependen de sus hijos como intérpretes profesionales, ante una maestra de primaria o simplemente en una oficina gubernamental tratando de solucionar un problema de impuestos a los diez años de edad, ¡qué ironía! ¿no? Escenario número dos: por lo menos la última década de tu vida, has llamado a Estados Unidos tu hogar – recordando que tan sólo tienes quince o veinte años; descubres tu gran secreto, eres indocumentado. ¿Cuándo descubriste tu secreto?, ¿cuál fue tu reacción? Siempre lo supe, pero fue hasta cuando entré a la Secundaria que me di cuenta que mis probabilidades de continuar cursos universitarios eran casi nulas, me deprimí al grado de no querer continuar con mis estudios. Otra joven respondió: Siempre he estado insegura de mi estatus migratorio, nunca disfruté mi infancia porque desde entonces tuve que aprender a distinguir lo que se puede o no decir, tuve que aprender a esconderme y fue a los dieciséis años cuando mi mundo se cierra por completo. Madurar antes de tiempo por cuestiones financieras y migratorias es un proceso difícil, que toma tiempo para asimilar y que además su precio es un temor y muchas lágrimas, sin mencionar aquella juventud robada y la falta de regocijo por la vida.

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He llamado mi hogar a este país por los últimos dieciocho años de mi vida, me gradué de la mejor escuela secundaria de Illinois, fui aceptado, becado y gané un préstamo por una de las universidades más prestigiadas de la ciudad de Chicago, DePaul, era un sueño hecho realidad. Realidad que se convirtió en pesadilla para este joven estudiante al ser cuestionado por la oficina de ayuda financiera a pocos días antes de comenzar el ciclo escolar, requiriendo entre otros datos, su número de seguro social. Aunque acudió a la escuela directamente para apoyo, la respuesta fue simple: “SIN SEGURO, NO HAY AYUDA”. Frustración, confusión, impotencia, desesperación, tristeza son algunos de los sentimientos encontrados que sufren nuestros jóvenes inmigrantes sin documentos; la incertidumbre que los acecha, los lleva a tomar caminos distintos a los anhelados, a cuestionar a esta nación la cual llaman hogar, el por qué se proclama la defensora de los derechos humanos si en la práctica es todo lo contrario: se les está negando su derecho a la educación. Artículo 26, Declaración Universal de los Derechos Humanos. Toda persona tiene derecho a la educación. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. Escenario número tres: una lucha contra la corriente. No importa las circunstancias, sino qué hacemos para convertirnos en los individuos que queremos ser; tomemos nuestro contexto a favor, tomemos decisiones propias. La toma de decisiones es una actividad que nos lleva a la madurez, y a su vez es un paso temido para muchos adultos. Pero para los jóvenes significa “esperanza de vida”, una decisión con respecto a sus vidas futuras es elemental y debiese aprobarse como sabia, por el simple hecho de haber dado el primer paso crucial hacia su futuro. Para estos jóvenes indocumentados que comparten sentimientos encontrados al ver

que cada puerta tocada es una puerta cerrada y el hecho de caer siempre, será un motivo para levantarse, su espíritu es de perseverancia para ellos y para los demás. ¿Quieres mantener tu nombre en el anonimato? ¿Te da miedo publicar tu status migratorio? No, afirmó Reyna Wences, ya me cansé de esconderme, ya me cansé de luchar por un sueño: “hoy voy a luchar por una realidad”, he decidido dejar la escuela este semestre por razones económicas y por una razón aun más poderosa, pondré corazón y cabeza en la lucha de poder otorgar un derecho básico a millones de personas indocumentadas como yo, el derecho de ser feliz y el dejar de vivir en el miedo. ¿Y tú? Mi nombre es Uriel Sánchez y mi historia se puede reflejar en cualquier otro joven, el hecho de no poder aspirar a universidades como Harvard, Yale o Berkeley como cualquiera de mis otros compañeros que no son indocumentados y que DePaul me hubiese rechazado en última instancia, no significa darme por vencido; trabajo desde los diecisiete años y estoy ahorrando para entrar a un colegio comunitario el próximo semestre. Ser indocumentado me ha dado mucha fuerza e impulso, me ha creado barreras para poder sobrepasarlas, he visto a mis amigos entrando a universidades de cuatro años; mi nombre es Olga Lydia, tengo 23 años y estoy haciendo todo lo que se encuentra a mi alcance para poder lograr mis sueños, hoy comienzo clases en un colegio comunitario. Mi nombre es Lulú Martínez siempre había ocultado el hecho de ser indocumentada, vivía oculta, y en anonimato de mi propia identidad como mexicana hasta que me encontré sumergida dentro de la primera marcha del 1 de Mayo y pude voltear a mi alrededor, darme cuenta que no era la única. Actualmente estudio en un colegio comunitario, quiero aprender a manejar y soy parte del programa radial “Without Borders/Sin Papeles” en Radio Arte.

Todas estas historias se encuentran unidas en un solo lazo, y por una sola causa – esta causa se llamó Rigo Padilla, estos son sólo algunos jóvenes que se enfrentaron a sí mismos durante este proceso de deportación, vieron en él sus temores e hicieron frente solidario a un caso en particular que pudiese haber sido el de cualquiera de ellos. Organizaciones, activistas, estudiantes y en particular este grupo de jóvenes indocumentados, se unieron para detener y aplazar la deportación de Rigo Padilla, con éxito. Éxito que los alertó y alentó a consolidarse entre ellos y continuar una lucha pro-inmigrantes, crear una red en la cual sirvan como recurso para otros jóvenes. Esta red, “Alianza de Jóvenes Inmigrantes para la Justicia (IYJL)”, va más allá que cualquier otra organización o movimiento, porque son jóvenes con las mismas historias, temores y con deseos de superación truncados por la falta de un papel. Son jóvenes entusiastas, emprendedores, sensibles y vulnerables pero con fortaleza infinita, perseverantes, inteligentes, bilingües, en muchos casos, son la solidez de sus propias familias y que a pesar de su corta edad tienen un plan de vida por el cual seguir luchando, porque “no es un crimen desear un mejor futuro”. Stephanie Manríquez es productora independiente en medios radiofónicos y escritos, y directora ejecutiva del Festival de música electrónica latina (FMEL).

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Teresa Dovalpage

Charles Dickens usaba el humor como método para denunciar el lado oscuro y miserable de la Inglaterra industrial. Jorge Ibargüengoitia recurrió al humor para explorar los recovecos de la política, y la mediocridad de la vida provinciana en el México post-revolucionario. Teresa Dovalpage, escritora cubana nacida en La Habana y quien ahora reside en Taos (Nuevo México) encuentra en el humor una compuerta por donde se cuela el absurdo del choque entre culturas. Dovalpage pinta, en sus relatos, una cubanidad aferrada, que sometida al choque con la cultura estadounidense, estalla en situaciones absurdas donde el humor es el hilo conductor, pero el desencuentro es el subtexto. En Deshoras, presentamos dos cuentos de Dovalpage (Cubanoteca y ¿Corruptora de menores yo?) que definen con precisión el dilema planteado por la autora, en las voces de dos narradoras. En Cubanoteca, la protagonista se ve condenada al absurdo cuando entran en conflicto dos conceptos opuestos de raza: para ella, la raza es accidental, y lo esencial es la identidad cultural. Lo cubano es cubano por su identidad, no por su color, de la misma manera que lo mexicano, lo argentino, lo peruano, etcétera. Pero para los estadounidenses, la raza es identidad. El choque de ambas perspectivas es humorístico, aunque íntimamente terrible. En ¿Corruptora de menores yo?, la misma controversia se aplica al ámbito de lo sexual: si para los cubanos el sexo es placer, para los estadounidenses el sexo puede ser delito, y al menos es escándalo y oprobio. Con el trasfondo de la vieja zarzuela La corte de faraón, la protagonista lleva el absurdo al extremo, en otra situación donde el humor es cubrecama de sábanas manchadas de incomprensión. Ambos cuentos se publicaron originalmente en su libro de relatos Por culpa de Candela (Floricanto Press, 2009). A Dovalpage la conocemos en Chicago por la representación, por parte de Teatro Aguijón, de su pieza Hasta que el mortgage nos separe (2009). Aparte de éstos títulos, ha publicado las novelas Muerte de un murciano en La Habana (Anagrama, 2006; finalista del premio Herralde), A Girl like Che Guevara (Soho Press, 2004) y Posesas de La Habana (PurePlay Press, 2004). Su novela corta El difunto Fidel ganó el premio Rincón de la Victoria en Málaga en marzo del 2009. Sus artículos, reseñas y cuentos han aparecido en Rosebud, Latino Today, AfroHispanic Review, Baquiana, La Peregrina, Letras Femeninas, El Nuevo Herald y otras publicaciones. Tiene un doctorado en literatura latinoamericana y enseña español, inglés y escritura creativa. Más información sobre la autora en http://www.dovalpage.com y http://dovalpage.wordpress.com/

Cubanoteca Para Carlota Caulfield y Jesús Barquet

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Yo necesito un abogado, urgente. Y trata de que sea un tipo especializado en inmigración ¿oíste? Ah, y mándame dinero. Estoy en Tijuana y no me queda un quilo prieto partío por la mitad. ¿Qué tú dices? Hazme el favor, mima, ¿qué Cuba ni qué barbas ni qué ocho cuartos? Lo que hace falta es que me mandes mis papeles, vieja, algo que diga bien claro que soy americana, officer. ¿Cómo no va a creerme? Bueno, ya sé que una no luce muy born in the USA que digamos, con este pelo aindiado y esta piel de color cartucho, pero no es culpa mía. Mis padres vinieron de Cuba: Juan Vergara (alias Juan Sin Brete porque papi, que paz descanse, se lo pasaba diciendo “sin brete” para todo) y María Asunción Fernández de Vergara. Ella tiene una farmacia en la Calle Ocho, allá en Miami. Un local entre farmacia y botánica, que lo mismo despachan aspirinas que azabaches pal mal de ojo y loción espanta espíritus. En eso usted tiene razón: no nací aquí. Pero me hicieron ciudadana antes de cumplir los dos años. So, what’s the difference? Y aunque a usted no le importe, le diré que soy adoptada. Mi familia salió de Cuba en el setenta y cinco. Los dos viejos, con mi abuela Manina y mi hermana Ifigenia, que en paz descanse. Le digo hermana aunque yo no la conocí, pero tanto he oído hablar de ella que me parece que hubiésemos paseado juntas allá en El Malecón habanero y cantado que arroz con leche se quiere casar con una viudita de la capital. Ifigenia tenía dieciocho años cuando murió en un accidente en Miami, a los seis meses de llegar. Eso fue en el setenta y seis. Por eso mami no ha querido que yo saque la licencia de conducción todavía. Que si la tuviera ya me hubiese identificado y no estaría ahora pasando

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el mal rato en Inmigración fue de ampanga, y lo peor es que me devolvieron para México, vieja, como si yo fuera una mojadita cualquiera. No me creyeron cuando les dije que era cubana. Es decir, cubano-americana. Es decir, zapoteca-cubano-americana, que este potaje étnico mío no hay quién lo entienda. Cálmate, chica. Claro que no te estoy culpando de nada, por favor. Y ya sé que tú estás nerviosa. Y también sé que después que mi hermana murió mis padres se quedaron traumatizados. Los dos, pero especialmente mami, que según cuentan, lloraba todos los días diciendo que ojalá se hubieran quedado en Cuba. Que Ifigenia no se les hubiera muerto en La Habana porque a ver de dónde iban a sacar ellos un carro allá. La neurastenia la cogió con este país y por poco vuelve a La Habana a besarle la barba a quién tú sabes. Perdón, a quién usted sabe, que no hay confianza para el tuteo. ¿Que no lo sabe? Pero, ¿de dónde salió usted, officer? Quién tú sabes es Fidel Castro, el de la barba. Sí, y de los tabacos Cohíba también. Pues para que se le quitara la matraquilla a mami, a mi padre se le ocurrió adoptar a un muchacho. Y ahí es donde entré en danza yo. Pero aquí el proceso de adopción es tremenda jodienda, you know. Hay que esperar años y cuesta un ojo de la cara y hasta el ojete del culín. Así que decidieron irse a buscar un huerfanito en otra zona. Se zumbaron hasta Morelia, Michoacán, porque les dijeron que en un orfanato de por allá podrían adoptar al bebé que más les gustara sin tanta complicación. Pero parece que en Morelia les vieron caras de ricos o de comemierdas o de las dos cosas a la vez. Les pidieron un montón de miles de dólares que no lo brincaba un chivo. Como cincuenta mil, figúrese. Ahí mi padre se encabronó y le dijo a mami que se olvidara de la neurastenia. Que se comprara un perro chihuahua porque la farmacia daba para andar comido, pero no para andar robado. Y mami toda apolismada, como un aguacate demasiado maduro, vuelta a llorar y a decir que iba a agarrar un avión allí mismo, en la mera ciudad del cura Morelos, y a zumbarse derechito a Cuba a besarles las barbas a Fidel, que va y hasta les daba un pionerito gratis.

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En ese tira y encoge los oye la empleada del hotel donde se quedaban —un hotel muy fino, que se llamaba El Moreliano— y les dice que si ellos querían un bebito haber hablado antes, por Dios. Que a santo de qué iban a pagarles esa barbaridad a los pinches cabrones del orfanato para que se quedaran con la plata y no les dieran ni medio peso a los huérfanos. Que ella tenía una parienta que había quedado embarazada porque el Señor de Pátzcuaro así lo había dispuesto, y tenido trillizas por la misma razón. Con todo el respeto, ahí se le fue la mano al Señor de Pátzcuaro. Tres de un tiro no es fácil. Y la pobre mujer (mi madre verdadera, vaya) se llamaba Juana Pepa y era una indita, zapoteca pura. Estaba malviviendo en un cuartucho y sin esperanzas de que el padre de aquella trinidad de tres semanas de nacida diera la cara. Seguro que les dejaba llevarse una, o dos o las tres si querían, les aseguró la empleada del hotel a mis padres. Ah, y no tendrían que pagar nada, aunque un regalito por el amor de Dios se lo agradecería la Juana Pepa, claro. Oyendo mami aquello y alegrándosele el esqueleto fue todo uno. Con un cohete en el fondillo llegó a la casa de Juana Pepa y entre las tres chiquillas me escogió a mí. Al buen tuntún, como quien escoge a un perrito en una camada. Va y lo hizo por lástima, porque yo era feísima. He visto fotos mías de cuando niña y óigame, una servidora le metía miedo al susto. Flaca hasta decir ya está bueno, con ojos de lechuza y cara de mal genio que tenía la officer de Inmigración, me cago en ella. Imagínate que después que le di todas las explicaciones pertinentes, y hasta las impertinentes también, no me dejó entrar al país. No me creyó ni una palabra porque dónde se ha visto que alguien de su edad ande por el mundo sin identificación ninguna, me dijo. Usted es mexicana y se regresa a su tierra, a no ser que me traiga un US passport o un certificado de nacimiento. Así que vieja, muévete pronto si quieres que regrese a Miami volvieron mis padres con el paquete, es decir, conmigo, a cuestas. Una vez allá hicieron todo el papeleo que hay que hacer y me inscribieron como hija. Al poco tiempo me bautizaron en la Ermita de la Caridad. Zapoteca de nacimiento, cubanita por adopción. Cubanoteca, vaya. ¿Que le parece raro como hablo? Bueno, el español lo aprendí de mis padres y es muy de Centro Habana. Pero si lo prefiere pasamos al inglés. No problem. En cualquiera de los dos idiomas me expreso bien. Si me dejan hablar, como dice mami, no me matan. Sigo. En el barrio donde me crié en Miami, allá en la Sagüesera, me decían la negrita. Eso molestaba mucho a abuela Manina, que enseguida se metía a clarificar que yo no era negrita, sino indita. Porque esa vieja es racista como carajo. Yo la adoro, pero si no fuera su nieta no me daba ni un vaso de agua en el desierto, la verdad. A pesar de todo, no noté nada raro hasta que empecé a ir a la escuela. La Inmaculada se llama. Ahí tienen mis records, así que puede usted llamar y averiguar si soy legal o no. Como los muchachos veían a mami blanquita como un coco, a mi padre ojiazul y a mí pues pura zapoteca, empezaron a joder con sus comentarios. Mami me mandó a que les dijese que yo era de este color porque así lo había mandado la virgen de la Caridad del Cobre. Yo la creí. Pero me pareció una broma de mal gusto de la Caridad, hacerle esa charraná a abuela Manina, a quien, como le he dicho, no le gustan oscuritos ni los teléfonos. Fue en tercer grado que un chiquito me preguntó que si yo era adoptada. You are adopted, aren’t you? Llegué a casa y le pregunté a mami si era cierto aquello de adopted. Y mami, pues de nuevo a llorar y a preguntar que quién me estaba metiendo malas ideas en la cabeza. Que les dijera a los imprudentes que yo era hija de la Virgen del Cobre no tiene nada que ver con esto, mami, ni tampoco el de la barba. Mira, si vas a seguir con el drama, cuelgo. Coño, es que me pones más nerviosa a mí. Y ya estoy que me tiemblan hasta las pestañas. Que no tengo dinero, te digo. No me queda nada. Lo que no me gasté en Morelia, lo usé para el pasaje de la guagua hasta Tijuana. Y con los últimos seis dólares me compré esta tarjeta de teléfono. No, no me puedes mandar un giro por la Western Union tampoco. ¿Cómo voy a cobrarlo si no tengo identificación? Lo que febrero 2010


tienes que hacer es buscarme un abogado o llamar a alguien que sepa de estas cosas, a un amigo de papi se atrevió a decir, entonces, que algún día habría que hablar conmigo y explicármelo todo. Pero mami, vuelta a llorar a moco tendido y vuelta a gritar que por qué no se habrían quedado en Cuba, tan tranquilos que habrían vivido allá. Que ella estaba a punto de coger un avión y correr a besarle las ya canosas barbas a Fidel. En medio de aquel despelote, lo único que yo quería era que alguien me explicara qué demonios quería decir adopted. Al fin y al cabo me enteré. Pero para entonces acababa de entrar en high school. Ya no estaba en el colegio católico y había más mescolanza. Con medias palabras y a escondidas de mami, mi padre me explicó lo de la adopción, asegurándome que ellos me querían tanto como habían querido a Ifigenia. Pues está bien, le contesté, y todo quedó ahí. Sin brete. Pero Miss PC, una de las maestras, volvió a revolver el panal. A Miss PC le decimos así porque es el colmo del politically correct. De las que si van a poner un arbolito de Navidad en la escuela dice que también hay que poner algo de Kwanza y su pizca de Yom Kippur y de Ramadana y una media luna y un medio sol y un puñetero símbolo de cuanta religión se haya inventado o esté por inventarse, no vaya a ser que alguien se ofenda. Miss PC a cada rato chocaba con otra maestra, cubana de nacimiento ella, pero que se les da de más americana que Bush y Clinton juntos. Sigo, sigo. Pues Miss PC organizó un concurso de ensayos sobre “nuestras raíces.” Para ayudarme a escribir la composicioncita, mami accedió a darme detalles de mi muy maculada concepción. Ahí me enteré con más detalles del viaje a Morelia y de por qué me llamo María Caridad Vergara y Fernández en lugar de Xochilt Pérez, pongamos por caso. Miss PC se encantó con mi historia. Quedé en segundo lugar, después del muchachito que tenía dos papás. Eso sí que era el colmo de lo politically correct aunque abuela Manina decía que dónde se había visto que los maricones adoptasen hijos, que nada más que aquí. Yo, como ya me había acostumbrado a ser hija de mis padres y nieta de Manina, que seguía diciendo negrita no, indita, dejé que las raíces siguieran creciendo pabajo y me olvidé del asunto. Luego papi murió, el pobre, y yo preferí ni mentar la adopción de nuevo para que mami no se alterara ni le subiera la presión ni le dieran ganas de irle a besar las barbas a quien tú sabes. Hasta un día. Un día que se me ocurre ponerme a mirar Univisión. Yo casi no veo la tele en español, prefiero American Idol y Survivor pero aquella tarde no había un solo programa que valiera la pena y cambié de canal. Resultó que pasaban un documental sobre México y su gente. Chiquitas como yo celebrando su quinceañera. Y otras nenas con los pies en la tierra, mal vestidas y medio sucias. Y unas pordioseritas, Marías que les llaman, vendiendo chicles o pidiendo limosna por las calles de Tijuana voy a terminar, vieja, como no venga alguien a rescatarme pronto. Bueno. Pero en lo que tú sacas el pasaje y llegas aquí se van como diez horas. Y Tijuana por la noche no debe ser ninguna fiesta, ¿sabes? ¿Dónde voy a dormir? ¿Dónde estaría yo ahora si no me hubiesen adoptado? ¿Por qué me cayó a mí, precisamente a mí, la buena suerte? ¿Y dónde estaría ahora mi madre zapoteca? Todas esas preguntas empezaron a revolotearme en la cabeza, como mosquitos miamenses, cuando apagué la tele. Si mami, en lugar de escogerme a mí, me hubiera dejado en el cuarto de Juana Pepa y se hubiese llevado a una de mis hermanas ¿qué habría sido de mí? Y ellas, las cuatitas abandonadas a su suerte, ¿dónde andarían? Traté de convencer a mami para que me acompañara a Morelia pero sin resultado. La drama queen volvió a halarse los pelos y a decir que ya ella sabía que iba a perderme a mí también. Que a la vejez iba a terminar en un nursing home después de haber criado a dos hijas. Que ahora sí, ahora sí se iba derechito a Cuba a besarle la barba a quién tú sabes porque semejante deshijamiento nunca le hubiera pasado allá. Al ver que con ella no había arreglo decidí escaparme, zumbarme hasta Morelia y buscar a alguien que me diera razón de número 72

mi madre y de mis hermanas. Entiéndame, officer, yo no pensaba quedarme a vivir allá definitivamente, ni cambiar a mami por Juana Pepa. Ni a estas alturas de la vida, que son quince años pero parecen dieciséis, me iba a volver mexicana de hueso colorado, tequila y Pedro Infante cuando me han criado como cubano-americana desde el mes de nacida. Lo único que quería era conocer a mi otra familia, la biológica, y ayudarles en algo, si podía. Así que guardé mi dinero. Me hice una huchita poco a poco, babysitting y ayudando en una peluquería. Cuando vine a ver tenía como trescientos dólares, más los cincuenta que me da abuela Manina el día de mi cumpleaños. Como nadie sabe cuándo es, lo celebramos el ocho de septiembre, la fiesta de la Caridad. Un sábado le dije a mami que me iba a un sleepover y cogí un bus de Miami hasta San Diego. Luego crucé muy pancha la frontera. Ya yo había buscado en Internet y visto que desde Tijuana se podía llegar a Morelia en otra guagua, que allá llaman camión. Así que adelante y qué viva Benito Juárez. Si yo fuera mentirosa le haría una historia de moco y lágrimas contándole todas las cosas horrendas que me pasaron antes de llegar a Morelia. Una telenovela como Betty la fea. Le diría que me desvalijaron por el camino. Que la guagua llevaba, además de gente, cuatro puercos, un guajolote y seis gallinas. Que se me perdió la cartera y tuve que ponerme a vender chicles como cualquier María. A lo mejor así usted me cogía lástima y me dejaba entrar. Pero no. La verdad es que agarré mi camión tijuanense en santa paz. Al cabo de dos días de traqueteo llegué a Morelia sin que me faltara ni la mitad de una uña. Me fui derecho a un hostal que había visto anunciado en Internet y que se llama Gran Hotel Internacional. Hasta ahí todo bien. Pero cuando pregunté por El Moreliano, resultó que lo habían derrumbado para hacer un edificio de quince pisos. Nadie conocía a Juana Pepa. La dueña del hostal me dijo que ya había suficientes indias patarrajás en la ciudad, para qué fregados queremos otra más. Estará por Oaxaca o por Mitla, me soltó, y mejor que se quede allí. Si Miss PC la oye le da un zambeque, pensé. Pero en eso se me ocurrió que si mami no me hubiera escogido al buen tuntún, a quien estarían llamando india patarrajá sería a mí. Y me encabroné. Le dije cuatro frescas a la vieja del hostal y me fui a la calle pensando por primera vez que Miss PC no era tan sangrona y que qué fácil es burlarse de lo politically correct cuando no le pisan el callo a uno. Después de cuatro días decidí regresarme. A ver qué hacía yo sola en Morelia como perro sin dueño. Agarré el camión de nuevo y ahora que voy a entrar a mi país, porque éste es mi país, you know, usted me pide los papeles. ¿De dónde quiere que los saque? Cuando ni licencia de conducción tengo, por lo de la pobre Ifigenia que en paz descanse, ni certificado de nacimiento, que no lo habré tenido nunca, ni la cabeza de un guanajo... Y eso de que la zumben a una de vuelta a sus raíces cuando éstas andan tan perdidas por Oaxaca o Mitla tiene muy poca gracia, vieja. Es decir, gracia, no tiene la más mínima. Por eso necesito un abogado, urgente. Y trata de que sea un tipo especializado en inmigración ¿oíste? Ah, y dinero. Estoy en Tijuana y no me queda un quilo prieto partío por la mitad.

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1: Pavka Segura. “Sin título”, 2006. De la serie “Coapa”. 2: Ana Cecilia Gonzales Vigil. “Pisco, 15 de septiembre del 2007”. (Perú) 3: Livia Corona. “Sin título” de la serie “Dos milliones de casas para México.” 4: Óscar Fernando Gómez. “Ahí fue”, 2008. De la serie “La mirada del taxista.” (México) 5: Mark Powell. “El Faco Oriente”, 2008. (México) 6: Pavka Segura y Dante Busquets. “Cuarta sección”. De la serie “Sateluco” 7: Tomás Munita. “Sin título”, 2008 (Perú)

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coincidió con los intentos de la ciudad por conseguir la sede de los Juegos Olímpicos. Y eso trae a colación otro planteamiento de Carreras: ahora todo mundo es en potencia un periodista o un fotógrafo de documentales sociales. La mayoría de los fotógrafos de “Resiliencia” son muy duchos en el uso de cámaras estándar. Ello implica, o eso creemos, el uso de cierta intención, pues en la descripción de su trabajo ellos quieren que veamos lo que ellos vieron, por razones específicas. No son imágenes casuales. Debido a la capacidad de la telefonía móvil para capturar imágenes rápidamente, la observación cuidadosa se ha vuelto una especie fotográfica en vías de extinción. También se ve amenazado el linaje: es decir, el traspaso de descubrimientos de una generación de fotógrafos a otra,

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Resiliencia en Chicago mirada cómplice

Rod Slemmons

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“Resiliencia”, en el sentido en que Claudi Carreras, curador de la exhibición, usa la palabra, significa la capacidad de recuperarse y volver a la normalidad. Pero Carreras usa el término no en su sentido completo, que incluye a su opuesto: la recuperación es una opción, no una garantía. Muchos de los fotógrafos incluidos en la muestra que se exhibe en el Instituto Cervantes de Chicago, se enfrentan con el lado oscuro de la “resiliencia”, como una forma a veces irónica del revire de una promesa. En la fotografía documental social, se implica que algo anda mal, pero que si se toman las medidas correctas el fotógrafo puede volver al lugar y encontrar al desastre original transformado en algo vital. Los fotógrafos de la Dirección de Seguridad Agrícola fueron enviados por todo Estados Unidos durante la Gran Depresión para atestiguar esa esperanza. Si las medidas correctas eran tomadas por el gobierno, se podría aliviar el

sufrimiento capturado por el lente fotográfico. Por desgracia, el remedio resultó ser una declaración de guerra. Y, como Primo Levi subrayó en sus fotografías del Holocausto, hay muy poca evidencia de que las fotografías pueden cambiar la mente o la conducta de las personas. Como dice Claudi Carreras en el ensayo del catálogo de la muestra, las fotografías de otros países pueden establecer actitudes y prejuicios, especialmente si se ajustan a estereotipos pre-establecidos. Los estadounidenses tienen poco conocimiento directo de América Latina; mucho de lo que saben se basa en imágenes de cobertura de prensa de tragedias sociales, como la violencia de las drogas y los asesinatos en serie en Ciudad Juárez, Chihuahua. Eso equivale a formarse una imagen de los Estados Unidos a partir de imágenes e historias sobre ciertos barrios de Chicago, tal como sucedió en el 2009 cuando todo el mundo contempló el vídeo del joven muerto a golpes, y que

para su apropiación, recombinación y reconsideración. La presente exposición fue mostrada con gran eco en el Instituto Cervantes de Madrid durante Foto España 2009. A mí me impresionó el conflicto entre el contenido de las fotografías y la elegancia del edificio del Instituto. Y eso me recordó que en la fotografía latinoamericana hay una mucha menor distinción entre arte y documento, que en Estados Unidos. La recia abstracción del marco, combinada con la tragedia humana del sujeto en la serie “El otro lado del sueño americano” en “Resiliencia” es evidencia más que clara de ello. La exhibición se presenta en el Instituto Cervantes de Chicago hasta el 31 de marzo. http://chicago.cervantes.es Rod Slemmons es director del Museo de Fotografía Contemporánea de Columbia College Chicago. contratiempo

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¿Corruptora de menores, yo? A la memoria de mi abuela, que habría disfrutado este cuento

Dices que tu marido quiere que me vaya. Pues me voy, chica. Me voy ahora mismo. Regreso a Cuba en el primer avión que salga para allá. Total, de mejores lugares me han botado y luego me han pedido que regrese. De rodillas me lo han pedido, para que sepas. Ahora, no te creas que me voy a largar muy calladita. Yo me iré, pero a mí hay que oírme antes y te advierto que mi lengua mide más de tres cuadras de largo. Porque eso de que me vengan a acusar de vieja dama indigna es una calumnia y no tengo por qué aguantarla. Por mis ovarios te lo juro, que a mí me van a oír en la mismísima Casa Blanca, vaya. No te confundas. El hecho de que me llamen vieja puta me vale. Sí, me vale madres, como dicen en México. Lo que me molesta no es la palabra, es la acción. ¿Tú crees que no es para encabronarse que me vengan a decir: pues te tienes que ir ahora mismo a tu país, o te metemos en la cárcel por corruptora de menores? Y todo por tratar de hacer un favor. Sí llego a saber esto no me muevo de Cuba. O me quedo en Morelia, que la gente me adora por allá. Total, yo ya había viajado cuanto tenía que viajar y recorrido medio mundo desde que en los años cincuenta me fui a España y casi vuelvo a poner de moda la zarzuela cuando interpretaba a la Lota en La corte de faraón. Y de ahí seguí a México y a Argentina y a Colombia y… ¿Eh? ¿Pero cómo, a ver, cómo tu marido me va a acusar ahora de pervertir a Joe? No me quedaba que oír. Lo único que hice fue ayudar al desgraciao chiquillo a encontrar su camino al centro de la tierra. A conocer la verdad de la vida, no fueran a salirle plumas. Y en lugar de agradecérmelo, me... ¿Dices que una social worker está ahí para hablar conmigo? Pues que pase. Ni que me fuera a comer. Yo estoy muy cujeá pa tenerle miedo a nadie. Que pase y bien. Buenas tardes. ¿Usted es la trabajadora social que está atendiendo el caso de Joe? No, de mi nieto no. ¿Cuántas veces lo tengo que repetir? Ese muchacho es el hijo del marido de mi hija, nacido en Iowa y criado en Chicago. Y yo acabo de llegar a este país, prácticamente, y le vi la cara por primera vez hace dos meses. Así que de grandma, nananina. Sí, soy cubana. Del barrio Cayo Hueso, en Centro Habana. ¿Qué? No, no, a mí no me enrede en política. Al de la barba déjenlo en el Comité Central. Si está vivo o si ya estiró la pata, allá él y su alma. Yo no sé nada de eso ni me importa. Por mí, que lo entierren mañana mismo. Yo soy de la opinión de la difunta Celia Cruz, que está en el cielo cantándoles salsa a los ángeles. ¿Usted no sabe lo que dijo la que gritaba azúcaaa? Que donde entraba la política por la puerta, el arte se iba por la ventana. Y yo soy una artista, no una politiquera. ¿Feminista? Desmaye eso... ¿Qué feminismo ni qué ocho cuartos? A ver, ¿el feminismo es lo que se traen las mujeres en este país, mi hija por ejemplo? Se pasa el día trabajando la muy pendeja. Se levanta a las cinco y media de la mañana, se zumba para la oficina y regresa ya oscurecido. Oiga, que ni sol hay en este Chicago a las seis de la tarde. ¡Caballeros, lo que es salir de la casa y regresar a la casa y no ver ni un salao rayito de luz en todo el trayecto! ¡Ño! Luego se pone a cocinar. Porque el manganzón del marido se las de liberal y de que we all have the same rights pero dígame usted qué hace él por la patria. Ni hostia. Mete las cucharas en el lavaplatos y se cree que hay que ponerle una medalla de trabajador vanguardia. Ipso facto escacha el culo delante de la tele y no hay quien lo levante hasta la medianoche. Mientras, mi hija es la que se manda el cocinao, y el arreglo de la casa y el repasarles la lección a los muchachos. ¿Eso es triunfo

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del feminismo? No, mi amor, eso es mucho achantamiento de los hombres, que son unos aprovechados, y mucha comemierdería de las mujeres, que se dejan coger de bobas. En mi tiempo las mujeres atendían la casa y no tenían que andar lidiando con pesadeces de los jefes. Se tomaban una tarde para ir de compras con toda calma y andaban de mejor humor. Ahora se han buscado jornada doble: en la casa y en el trabajo. No digo yo si tienen que estar tomando pastillitas para dormir, el valium que le llaman. No digo yo. Y los muchachos más malcriados no pueden ser. Se pasan el día entero berreando. Hasta que se sientan delante del televisor como el padre. ¡Pláfata! Estos chiquillos se van a volver idiotas, hipnotizados por horas delante de una pantalla. Por eso cuando crecen tienen problemas con el aparatico, como el stepson de mi hija. (El aparatito de abajo, no el de la tele.) Porque no salen ni media hora a un parque. No juegan, ni corren ni toman sol. Lo único que mueven es el dedito este, mira, pa cambiar el selector de canales. Vamos al grano, sí. Como las gallinas. A ver, ¿qué me quería decir usted? Claro que Joe no me acusa. Noticia fresca. ¿De qué me va a acusar? ¿De meterme en su cama y bajarle los pantalones? Ni que fuera el casto José. ¿Usted no ha oído la entrada de José en La corte de faraón? Pues dice así: Yo tocaba la flauta y el caramillo y a mi lado triscaban los cabritillos. No pensaba en amores por ser pecado y además porque estaba muy ocupado… Está bien, dejo el canto. Pero sí le voy a contar cómo empezó todo. Para que no me llame a mí pervertida ni lo ponga a él de casto José. Hace dos meses yo estaba muy tranquila en mi apartamento de Centro Habana. Avenida Carlos III entre Espada y San Francisco. Al lado del hospital de Emergencias, por más señas. Ahí tiene su casa. Y de pronto, sin esperarlo, me llaman de Morelia. Yo había actuado en Michoacán cuando joven. Hice una gira por la tierra azteca y dejé a los mexicanos, perdón por la inmodestia, locos conmigo. La mera mera, me decían cuando me subía al escenario remeneándome. La más chingona, me aplaudían. La Pepita Embil cubana, me llamaban. Arrebaté al público, modestia aparte. Pues resulta que a un empresario del Teatro Morelos se le ocurre hacerme un homenaje a estas alturas de la vida. Dice que una noche vio los recortes de periódicos de aquellos años y que soñó conmigo un ocho de septiembre. Fue Ochún quien me concedió la gracia del viaje, porque ese día es su fiesta. Ochún es la virgencita de la Caridad del Cobre, la orisha del amor. ¿Ve esta medalla de oro con su imagen? La tengo desde los quince años aquí, colgándome entre las tetas, y no me la quito ni para bañarme. Lo que habrá visto esta medalla troquelada, mija....Si le da por hacer historias no termina en una semana. Historias en vivo y a todo color, sin censura ni beeps. De ellas sale un best-seller.

Estando ya en Morelia, entre cantos y bailes, mi hija me llama y pregunta que por qué no me doy el salto para el norte. Un salto de olimpíada, porque zumbarse de Morelia a Chicago no es ir de aquí a la esquina. La primera vez le dije que no, que con pasaporte cubano no me iban a dar visa de entrada en Estados Unidos, pero ella dale que dale. Que te consigo un pasaporte falso, me insistía, que cómo vas a regresar a Cuba sin conocer a tus nietos, que no te va a pasar nada... Tanto amoló que al fin me convenció. Terminando mi último cuplé en tierra de Morelos me puse una peluca rubia, con la que lucía igualita a la mujer de la foto que aparecía en el pasaporte cambalachado. Me vestí bien elegante, con un vestido Prada de segunda mano y una cartera imitación de Coach. Me di una ducha de Chanel No. 5 detrás de las orejas y entre las piernas y así cogí mi avión haciéndome pasar por U.S. citizen. Y la virgen me protegió porque llegué a Chicago sin el menor problema. A mi hija la encontré más gorda que una vaca Holstein. Y en cuanto a mi yerno…bueno, desde que le eché el ojo encima me pareció un sanaco, para decirle la verdad. Se cagaba de miedo por tener una illegal alien, como decía, bajo su responsabilidad y no hacía más que refunfuñar por todo. Pues para eso, me hubieran dejado tranquila en Morelia. Al fin es que yo no pedí que me trajeran ni na de na. El terror de ellos era que me enfermara. Como yo no tenía seguro médico ni manera de conseguirme uno....Hasta que un día les dije: no jodan más. Si me enfermo, me ponen en un avión aunque vaya pal Medio Oriente. Y si me muero, me tiran en la nieve pa que no apeste. Qué tanta bobería. Mi hija, después de toda la matraca para que yo viniera, se pasaba más tiempo en la calle que al lado mío. Y el marido, lo mismo. Se iban los dos a trabajar y me dejaban sola como un perro. Mis nietos estaban en la preschool y ni me permitían cuidárselos. Yo creo que mi yerno tenía miedo de que los contaminara con mi ilegalidad cubana. El único que se acercaba a mí y trataba de entretenerme era el hijo de mi yerno, que entonces nos visitaba una vez o dos por semana. Sí, el mentado Joe, el hijastro de mi hija. Así que de incesto nada. Que en los genes de ese muchacho yo no tuve arte ni parte, gracias a Dios. La primera semana yo lo miraba como a una criatura, aunque es más alto que su padre. Pero me daba gusto que alguien me prestara atención, ¿comprende? Nos poníamos a hablar desde las dos y media que él salía de la high school hasta las cinco y pico que llegaba mi hija con el marido y los niños. Y a veces yo hasta le repasaba español. Que cuándo se usa ser y cuándo estar porque en inglés siempre es to be. Claro, como lo mío es la música, yo le enseñaba la gramática con las letras de las canciones. Le cantaba, por ejemplo:

Yo estaba muy triste

y llorosa estaba

porque sin saberlo,

algo me faltaba. Para explicarle que estar se usa para la cosa emocional, que cambia de un momento a otro. Mientras que ser es para las cuestiones más permanentes, como el origen:

De Tebas soy yo,

en Tebas nací .

La Virgen de Tebas

me llaman a mí. Aunque en vez de Tebas le decía Cuba, para darle color local a las lecciones. Y el muchacho torpe no era, porque enseguidita aprendió. Un día me dijo: “eres linda.” Yo andaba maquillada y bien arreglada porque me iban a llevar a un Estarbú y quería lucir presentable. Así que le dije que “estaba” linda por una noche pero que normalmente no lucía tan bien. Entonces el muy pícaro me soltó: Oh, no. You are always beautiful por eso digo que eres linda. Mira qué parejero ha salido al americanito, pensé. Pero nada, no le hice más caso hasta aquella noche del show. número 72

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Resulta que unas amigas de mi hija habían oído de mi gira por México y me pidieron que actuara aquí, en un teatro que se llama Aguijón y queda en la Avenida Laramie. Chiquito, pero bien situado y con público fijo, una delicia trabajar allí. Para no hacerme de rogar les dije que sí, aunque yo no había venido pensando en más farandulismo. Di función única una noche. Me puse arriba tos los hierros. Canté y bailé como en mis buenos tiempos. Y les meneé las nalgas al ritmo de Ven aquí. Mírame. no te sientas tan casto, José. Cuando se acaba la función y yo salgo a mezclarme con la gente... ¡alabao, pa qué fue aquello! Joe estaba encandilado. Me trajo una copita de vino y me regaló un ramo de rosas enorme. Pero enorme. Monumental. Y me lo dio con un beso que me resonó desde la oreja izquierda hasta el ovario derecho. En eso se nos acerca su señor padre y lo primero que le dice a Joe es: “¿Qué haces tomando? ¡Mira todavía no tienes drinking age!” Era para matarlo. ¿Usted sabe lo que es decirle eso a su hijo delante de un montón de gente? No hablo por mí, que al cabo soy de la familia. Pero allí había cantidad de muchachas, amiguitas de él de la high school y vecinos y conocidos. La vergüenza que le hizo pasar. Que falta de delicadeza, coño. Entre las muchachitas estaba una tal Ashley. Muy espigada por cierto, muy graciosa y bastante salida del plato. Enseguida me di cuenta de que Joe le gustaba, por la manera en que se le encimaba al chico y le brincaba el mono delante. Si conoceré yo esos trucos… Al día siguiente, cuando el muchacho viene a sacarme conversación y me dice que qué bonita había quedado la función de anoche y que qué bella yo lucía y bla bla bla, le pregunté por la Ashley. “Ella es linda también,” me contestó, “pero no como tú. Además, we don’t have chemistry.” “¿Desde cuando la química ni la física tienen que ver con las cuestiones del amor?” le pregunté. Y en vez de contestarme, el chiquillo me da otro beso. En la boca esta vez. Así empezamos. Sí, nos dimos un revolcón, pero nada serio. Yo tenía mis escrúpulos, para serle sincera. ¿Cómo me iba a acostar con un muchacho que podía ser mi nieto? Hasta que me di cuenta de que el infeliz no lo había hecho nunca. ¡Imagínese eso, social worker! A los diecisiete años y no había metido su rabito en ningún lugar ni conocía la verdad de la vida. Qué atraso, por Dios. Luego dicen que estamos en el primer mundo. Claro, por eso le daba pena con las muchachas. Porque un hombre que no ha hecho el amor nunca (y lo mismo una mujer, lo mismito) está falto de algo. Está incompleto, como si dijéramos. ¿No lo cantó el poeta Machado? Dicen que el hombre no es hombre mientras que no oye su nombre de labios de una mujer. Y yo me dije: nada, vamos a hacer una obra de caridad y... ¿Que si es la primera vez que estoy con un menor? Oiga, ¿usted llama “menor” a un tipazo con una cabilla de ocho pulgadas y seis pies de estatura? ¡No joda! ¿Cómo a los diecisiete años cumplidos un hombre no va a poder templar con quien lo quiera? ¿Por qué eso va contra la ley? Mire, la primera vez que me acosté con mi novio yo tenía quince años y él dieciséis. En esa época la gente no se ponía con semejantes idioteces. Y estoy hablando de hace casi sesenta años. Nada, que este mundo va para atrás como el cangrejo. Evolución, ¡mi cola! No, en Cuba no hay problemas con la edad del coito, como usted dice. El día que prohíban templar, la gente se alza en armas. Lo que no han logrado el período especial ni las brigadas rompehuesos ni el picadillo de soya a media libra por persona lo hace una ley de ese estilo, mi palabra. Bueno, yo quería entusiasmar a Joe para que se le declarase a la Ashley, la invitara a un café, a una discoteca, a cualquier cosa. Pero él, aferrado a mí. Todos los días, desde aquel primer achuchón, la tomó con venir directo a la casa a pasar un rato conmigo. Como era la primera vez que probaba el mantecado, le cogió el gusto y ya no había manera de que me soltara. Y yo le

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decía: hijo, aguanta un poco, que ya yo no soy una quinceañera y hasta la florimbamba se desgasta con el mucho uso. Mira que no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. El problema fue que antes de nuestro...affair, como dicen aquí, él visitaba la casa dos veces por semana cuando más, un ratico a ver a su padre y ya. Pero luego se aparecía todos los días en cuanto salía de la escuela. Ahí fue cuando mi yerno empezó a sospechar. Aparte, habría sacado sus conclusiones por la forma en que me miraba Joe. Incluso cuando había gente delante, que la criatura, con su santa inocencia, no sabía ni disimular. Mi yerno se puso a velarnos y nos agarró una tarde asando maíz. No le voy a dar detalles pero fue bastante... embarazoso, vaya. Lo que aquí llaman compromising. Encueros en pelota los dos, y el muchacho con esa gloria de rabo más parada que un asta de bandera. Figúrese usted. Entonces se formó el brete. Llamaron a la counselor y a usted, y a la madre del muchacho y a la madre de mi yerno y a la madre de los tomates. El desmadre fue aquello, vamos. Y ahora mi hija me dice que salgo bien que no meten en la cárcel por entrada ilegal al país y por corruptora de menores. Que lo mejor que puedo hacer es largarme antes de que el escándalo llegue a los periódicos o a la televisión. A la televisión, cucha pa eso....Quién me ve a mí en el programa de Cristina o en el de Oprah (bueno, a Oprah tendrían que llevarme con traductora) con tremendo letrero: Abuela cubana comete incesto con nieto americano. En rojo y en mayúsculas. Azúcaaa. Anda, anda, no me jodan. Que ni el muchacho es nieto mío, ni yo voy a ir programa ninguno a lavar ropa sucia en público como hacen aquí. Una tiene mucha dignidad para eso. Ahí viene mi hija de nuevo así que terminamos. Sanseacabó. Les dije que me iba y me voy. Dame acá la maleta, niña. Lo único que siento es que no me dejen despedirme de Joe a quien, según tengo entendido, metieron de cabeza en el psicólogo. Eso es lo que lo va a traumatizar, no los restregones conmigo. Mira, lo que tienen que hacer es que ocuparse de cosas más importantes. A ver si meten a los homeless donde no se congelen cuando empieza a nevar, y si le dan health care a todo el mundo en lugar de andarse preocupando por lo que la gente hace con sus partes privadas. Y ya me voy. Pa Cuba. O pal carajo, que no es lo mismo, como diría Silvio Rodríguez, pero es igual.

¡Ay, Ba ...Ay, Ba...

Ay, babilonio que marea.

Ay, va. ..Ay, va. ..

Ay, vámonos pronto a Judea. Adiós.

Dibujo original de Mia Aviña febrero 2010


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Adiós a un campeón latino Gerardo Cárdenas

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l sombrero de fieltro descansaba sobre el ataúd, y a ambos lados del mismo había tripiés que mostraban collages fotográficos de distintas épocas de su vida. En mesitas estratégicamente colocadas a lo largo del pasillo que llevaba al féretro, se encontraban objetos que habían tenido un valor especial en su vida: algún automóvil o nave espacial de juguete. Y los acetatos. “Abbey Road”, en vinil original, del sello Apple, por ejemplo. La fila para presentar respetos al muerto, y dar condolencias a la viuda y su familia, era larga. Y hacían cola muchos políticos de altos copetes, de los que a él le gustaba arrinconar con preguntas incómodas y punzantes. Si Carlos Hernández Gómez hubiese cubierto este velorio, seguramente se hubiese divertido como enano, entrevistando a los políticos que hacían fila con caras serias y compungidas, pero que no dejaban de consultar los blackberries o de hablar con sus staffers. ¡Justo a pocos días de las elecciones primarias, tantos políticos juntos! Porque ahí estaban Dan Hynes, candidato a gobernador y actual contralor del estado. Y Chuy García, ex senador estatal y candidato a Comisionado del Condado. Y concejales. Y legisladores estatales. Y altos cargos administrativos. El problema para Carlos Hernández Gómez, era que los juguetes y las fotos eran los suyos, y el sombrero era el suyo, y los discos de los Beatles eran suyos, y suyo el cuerpo en el interior del féretro. En la tarde del domingo 17 de enero del 2010 se nos fue Carlos Hernández Gómez, puertorriqueño y reportero, quien perdió la batalla que había entablado en el 2009 contra el cáncer. Y con él se nos fue el mejor reportero latino que ha tenido esta ciudad, y la oportunidad de nuestra comunidad de tener a nuestro propio Mike Royko, a nuestro propio John Calloway, porque Carlos se murió con solo 36 años de edad.

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Foto de la página de Facebook de Carlos.

Carlos, que había empezado en la redacción del Extra, y pasado luego por el Reporter, para hacerse un nombre propio en WBEZ, la radio pública de Chicago, y acabar su carrera en CLTV, la cadena noticiosa del Chicago Tribune; Carlos era un reportero de los de antes: mordaz, irrespetuoso, iconoclasta. De ahí el sombrero, que hasta al presidente Barack Obama había llamado la atención, cuando todavía era senador estatal. No todos los días llegan condolencias de la Casa Blanca, Don Carlos, le dije en silencio, parado frente al ataúd, recordando la sonrisa fácil, la pasión por la música (tuvo su propia banda de rock), y su convicción de que los políticos de Chicago venden puro aire caliente, o como él hubiese dicho en su acento boricua: “pura mielda”. El pasado verano Carlos me contó de su cáncer, de su frustración con el hospital y la quimioterapia, y de cómo quería seguir trabajando, reportando sobre los escándalos y ridículos de la política de Illinois. Y en Facebook contaba su lucha diaria con los medicamentos, con el tratamiento. Pasaron los meses y nos volvimos a encontrar en una conferencia de prensa que daba el vicepresidente Joe Biden. Le pregunté cómo estaba, me dijo que mejor. Sonrió. Estaba más flaco, se veía cansado. Carlos Hernández Gómez era así: los problemas menores pasaban a segundo plano, lo importante era conseguir la

historia, desnudar en público al político corrupto e ineficiente. Carlitos, con su sombrero, sus impecables guayaberas, y su guapeo boricua, se había hecho un espacio propio en esta ciudad, Chicago, donde el periodismo político es propiedad exclusiva de un club de hombres blancos y viejos, y de alguna que otra mujer blanca o afroamericana. Que un latino tuviese el atrevimiento de pisar el terreno de los grandes dinosaurios, y hacerlo en el idioma de los dinosaurios, era impensable hasta que llegó Carlitos. Era su turno de ser el reportero político de referencia. Porque los Calloway, y los Andy Shaw, y los Dick Kay ya se están jubilando. Y los jóvenes, latinos o no, están muy ocupados en ser estrellas, y no saben qué preguntas hacer si no se las susurra el productor o el editor. En una época fuimos colegas. Y en una época estuvimos en lados opuestos del campo de batalla. Él, como reportero de CLTV. Yo, como portavoz del nefasto gobernador Blagojevich. Blagojevich odiaba profundamente a Carlitos; y Carlitos, siempre Carlitos, se burlaba abiertamente del gobernador. No era fácil estar en medio. Carlitos no llevaba su latinidad como una bandera reivindicativa. Él era boricua, y si alguien lo dudaba o se sentía confundido, no iba a ser Carlitos quien le aclarase las cosas. Era latino, pero ante todo reportero. Su labor era desenterrar los hechos, llegar a la verdad, incomodar al poderoso. Al perder a Carlitos, no s0lo perdemos a un extraordinario reportero político; perdemos un espacio que va a costar mucho trabajo recuperar. Y yo, como muchos otros colegas, amigos y conocidos, pierdo a un buen amigo. Hasta pronto, querido amigo. Gerardo Cárdenas, periodista y escritor mexicano, es director editorial de contratiempo.

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foto: SHAUL SCHWARZ

Negro dolor del silencio Jorge F. Hernández

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ecuerdo las calles de la ciudad tomadas por la ahora llamada sociedad civil, las nubes del polvo de cemento y el olor penetrante del gas butano. Recuerdo la inexistencia de los poderes y la inexistencia de la policía, los semáforos sustituidos por jóvenes que demarcaban el flujo de los coches con pañuelos y paliacates. Recuerdo los centros de acopio y las miles de cajas con víveres que venían de lejos con recados manuscritos y buenos deseos; los aviones militares en el aeropuerto donde compartían pista los antiguos aviones soviéticos, mano a mano, con norteamericanas ballenas voladoras, españoles galeones flotantes y todas las banderas del mundo. Recuerdo también la incomunicación y el miedo, el pillaje y los espantos, las réplicas y el recuerdo intacto del terremoto que partió el alma de la Ciudad de México a las siete horas con diecinueve minutos de un diecinueve de septiembre… que es hoy mismo. Es probable que aquí escriba por primera vez la palabra Haití. Confieso que hasta ahora mantenía una funcional y supuestamente inofensiva ignorancia en torno a ese raro país que ahora despierta un dolor inconcebible. Sabíamos que era cohabitante de la isla Española, con la otra mitad llamada Dominicana y que se fundó gracias a una exitosa revuelta de esclavos negros que lograron –nada más y nada menos—la primera revolución de Independencia de América. La preocupación por el destino de esa población se ventiló entre los firmantes del pliego norteamericano contra la Corona inglesa en el verano intenso de 1776 y, aún ajenos a su dialecto creol y su filiación a la lengua francesa, llevamos más de dos siglos con cíclicas noticias negras, huracanes

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o dictaduras infernales que azotan a esa población condenada a la diáspora continua, que hoy es nada menos que la morgue más grande del mundo. Llueven lágrimas con tan solo imaginar o recordar la sensación inclasificable de la tierra sacudiéndose, los edificios que oscilan como hechos de pan y los gritos, desesperaciones y miradas perdidas para siempre de hombres y mujeres como hormigas indefensas. Llanto de ver a los niños que se quedaron sin padres y a los padres que llevan en brazos a sus niños muertos, las heridas abiertas, el olor a gangrena, la ironía de las toneladas de ayuda y medicamentos que no pueden distribuirse… y luego, la desesperación del pillaje, el horror de los fantasmas negros con machete a pocas calles de las mismas tropas armadas que libran batallas electrónicas al otro lado del mundo. Una niña de trece años ha caído muerta de un balazo por haber tenido la ocurrencia de robarse unos cuadros de entre los escombros de un almacén derruido por la escala de Richter… y un hombre desnudo, aún con vida, va arrastrado –amarrado por los tobillos—al precio de la saña de quienes lo sorprendieron robando agua, medicinas o comida… el pie de foto subraya que se trata de un delincuente, pero la confusión podría traicionarnos con la noticia de que ese hombre intentaba alcanzar un litro de leche para sus hijos desahuciados, habiendo perdido a toda su familia bajo los escombros de una pobreza que se venía acumulando desde mucho antes del terremoto. El poeta haitiano René Despestre –traducido por Virgilio Piñera y en algún tiempo refugiado en Cuba—tiene un poema titulado “Flores en mi buzón”. Sus versos narran que esta misma mañana una mano anónima ha puesto flores en tu buzón: son cartas que

envía el Sol desde una cárcel de otro país y un telegrama de la Luna, amenazada por la llegada del Hombre. Son recados de un árbol en Nueva Zelanda y mensajes cifrados de la lluvia, la desesperada misiva de un ruiseñor que pide dinero, flores del fondo del mar, firmadas por algas marinas y el beso de una sirena que es princesa de altamar, que deletrea su alfabeto de espumas para dejarlo en tu buzón… canta el poeta que en tu buzón han llegado esas flores como “la morsa gloriosa de su sangre en flor”, de la princesa de la mar océano que desde el fondo de las aguas trae noticias de las hierbas inocentes, los buenos días de los primeros peces y “los primeros besos de adolescentes que reclaman un poco de ternura, de paz y dignidad, con una luz fresquísima, para todos los ojos que acaban de llorar”. Hoy abro el buzón de la más negra conciencia y duele Haití con el recuerdo del terremoto que ya vivimos y sobrevivimos en México, en la Ciudad Monstruo que ha vuelto a poblar barrancas y sobrepoblarse con hacinamientos que tiemblan a la espera de una nueva sacudida subterránea. Como un hombre que va arrastrado por las calles de la desolación, la más negra conciencia se revuelve en silencio y como flores en un buzón parece llamar la atención de nuestra amnesia y sacudir el recuerdo de la fácil desidia y el necio desprecio que le guardamos a todos los países, islas, bosques y prados que olvidamos en los mapas. En inglés se quiebra ya la costumbre de pronunciar el nombre de Haití, fonéticamente idéntico a cómo se pronuncia la palabra odio… pero hoy esa isla y todos necesitan no más que amor… y la esperanza iluminada de un bebé que resucita en brazos de un bombero español anónimo, de la anciana que logra volver a

la intemperie entre los eslabones heroicos de los brazos enlazados de hombres-topos mexicanos… el primer sorbo de agua que le llega a los labios a un hombre recién amputado sin anestesia por las delicadas manos moradas de un médico belga… los llantos del orfanato que se desmoronó en el tiempo justo para que los huérfanos alcanzaran a salir corriendo y en brazos de sus familias postizas, temporales, bajo las nubes del polvo de cemento, las noches de miedo negro y callado, el incesante ronroneo de las plegarias entre los palacios blancos del poder derrumbado, sobre la cuadrícula infernal de las calles adoquinadas con cadáveres en descomposición, campamentos de miles de desamparados sobre los lujosos prados de un campo de golf en esas zonas donde siempre han de quedar inmunes a la tragedia los que más tienen. Llegan las imágenes que devastarán el alma de todo aquel que se sabe doler, incluso del dolor ajeno, y se contagia el agua salada en los ojos, miradas profundas, que hoy solo podemos unir bajo los párpados como abono a las futuras flores de todos aquellos que reclaman un poco de paz y dignidad, esa ternura como luz fresquísima de los primeros besos adolescentes entre todos los ojos del mundo que acaban de llorar. Jorge F. Hernández, escritor mexicano y autor de la columna semanal Agua de Azar. El presente texto se publica con permiso del autor.

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foto tomada de El país

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Haití: La maldición blanca Eduardo Galeano

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l primer día de (2004), la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide. Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud. Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba “haitianismo” al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del “haitianismo” hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo. Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien. Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África. El

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mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos. De la maldición blanca, no se habló. La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: –¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? – El anterior. – Pues, que se restablezca. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos. A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854. En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo. Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años. Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe. Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios. Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional. En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares. Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente. Eduardo Galeano es escritor uruguayo. Texto reproducido con permiso del autor.

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foto: JONATHAN TORGOVNIK/cnn

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Los demonios de Haití Jorge Majfud

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espués del gran terremoto de Haití aparecieron varias teorías sobre sus causas. Según el cónsul de Haití en Brasil, George Samuel Antoine, la culpa había sido de la macumba y de la raza: “O africano em si tem maldição. Todo lugar que tem africano tá foda” [“El africano lleva la maldición dentro. Todo lugar que tenga africanos está jodido”]. El influyente tele-evangelista Pat Robertson afirmó que la desgracia se debía a que el pueblo haitiano tenía un pacto con el diablo (“a pact with the devil”). Un pacto secreto. Tal vez tan secreto que, a excepción de Pat Robertson, ni Dios se enteró. De lo contrario seguramente el amor infinito del Creador hubiese evitado que miles de niños inocentes muriesen por este complot cósmico. O lo sabía y lo permitió, no por debilidad sino por Su conocida política de no intervención. Otra teoría muy difundida y acreditada por miles de editores, blogueros y presidentes como Hugo Chávez afirma que el terremoto que borró del mapa la capital del país y mató a más de cien mil personas fue causado por Estados Unidos para desestabilizar el régimen de Irán. Lo que de paso demuestra el poderío tecnológico de Estados Unidos, capaz de mover las placas tectónicas que sostienen mares y países enteros. Aunque secular, la teoría tiene mucho de la tradición teológica según la cual Dios suele arrasar pueblos enteros para evitar que el verdulero de la esquina engañe a su mujer. Otros presidentes y columnistas afirman que la ayuda norteamericana en realidad se trata de una invasión, para

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saquear las riquezas de Haití y para lograr una posición estratégica en el Caribe, cerca de Cuba. Otra prueba de que los servicios de inteligencia norteamericanos andan distraídos, ya que todos saben que Haití es el país más pobre del hemisferio y que más cerca de Cuba está Guantánamo, por lo cual es posible que pronto Estados Unidos invada Guantánamo también. O habría que pensar si este tipo de teorías antinorteamericanas no son producto de alguna perversa agencia norteamericana. Porque no hay mejor forma de desacreditar cualquier crítica antiimperialista que las estupideces del género antiamericano. A este ritmo, pronto llegará el día en que pocos creerán que Truman fue el presidente que ordenó arrojar dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki. Acción que, gracias al sacrificio heroico de decenas de miles de niños inocentes, probablemente se haya evitado la muerte de decena de miles de niños inocentes. *** Mientras cada grupo ideológico saca partido dialéctico del terremoto de Haití, miles de niños continúan agonizando y muriendo sin remedio. Pero todas nuestras mejores palabras van a morir allí donde muere un niño. Todos nuestros mejores pensamientos van a morir allí donde un niño deja de llorar por el hambre, el dolor y toda la injusticia que no entiende.

Todas nuestras mejores ideas y nuestros mejores discursos se convierten en un puñado de tierra estéril allí donde una madre pone flores en la pequeña tumba. Por si acaso alguna de nuestras palabras de horror y de indignación evitase la muerte de un solo niño en el mundo, merecería vivir. Es decir, casi ninguna. O ninguna. Por si acaso nuestras palabras acompañasen nuestros actos como la alegría acompaña la sonrisa de un niño, como la riqueza de un país acompaña el valor de su moneda, acaso sí nuestras palabras tendrían algún valor. Así nuestras palabras serían algo más que cobardes símbolos, vacíos discursos, bonitas flores que van a perfumar la cama del indignado perezoso. Y con todo, acaso las palabras todavía valen cuando mueven. Les damos valor y sentido cuando nos movemos por ellas. Allí, las palabras que conmueven y no mueven no sirven. Comencemos por dar algo. Para aquellos niños, un vaso de agua vale más que mil palabras. Jorge Majfud es escritor y catedrático uruguayo.

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2010:

México duele Regina Santiago Núñez

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as primeras semanas del año 2010 no han sido fáciles. El trágico terremoto en Haití sacudió la tierra, lo mismo que las conciencias. Revivió el debate sobre las implicaciones de tener un “estado fallido”, un gobierno incapaz de satisfacer las necesidades de su población en situaciones de crisis. Durante gran parte del año 2009, desde diversos sectores internos y externos se quiso construir la imagen de que México también era un “estado fallido”. Se argumentó que su gobierno no ha sido capaz de controlar los efectos adversos de su estrategia de combate al narcotráfico. El tema sigue generando polémica porque los costos han sido muy altos. ¿Podrá ser 2010 el año en que México adquiera la mayoría de edad como nación? México inició 2010 con noticias negativas en diversos ámbitos, pero una en particular hizo sonar timbres de alarma tanto dentro como fuera de su territorio. El sábado 9 de enero se registraron 69 asesinatos en distintos estados del país. Fue el día de mayor violencia desde diciembre de 2006, cuando el gobierno del presidente Calderón inició su magna ofensiva contra los cárteles de la droga. La noticia fue destacada en prensa, radio y televisión. La pregunta obligada fue

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¿qué provocó esa jornada de sangre? Muchas voces coincidieron en que los crímenes fueron la respuesta al duro golpe que días antes el gobierno asestó al cártel de Sinaloa, uno de los más poderosos y violentos grupos de narcotraficantes a nivel internacional. El miércoles 16 de diciembre, en la ciudad de Cuernavaca, Arturo Beltrán Leyva, apodado El Barbas, La Muerte, pero sobre todo el Jefe de Jefes, murió en un enfrentamiento con la Armada de México. En el operativo fallecieron también cuatro de sus escoltas y Melquisedet Angulo Córdova, de 30 años, tercer maestre de Fuerzas Especiales de la Armada. La noticia tuvo fuerte repercusión en todo el mundo. Al día siguiente, The New York Times comenzaba su nota con esta apreciación: “Aún sabiendo que los estándares con que se manejan los capos mexicanos de la droga son terribles, la capacidad de venganza de Arturo Beltrán Leyva puede considerarse como sobresaliente… De acuerdo con el Departamento de Estado, su brazo armado ha sido considerado como uno de los más despiadados”. El periódico español El País apuntaba: “Arturo Beltrán Leyva no era un cualquiera. Su poder se extendía desde Colombia hasta Estados Unidos, y para conseguir llevar ríos de cocaína desde un país a otro no tuvo inconveniente en comprar cuerpos policiales enteros. Sin ir más lejos, los servicios de inteligencia mexicanos encargaron su captura a la Marina después de que en los últimos días el más poderoso de los Beltrán Leyva lograra burlar in extremis varios cercos policiales”. La BBC de Londres, El Tiempo de Colombia, El Mercurio de Chile fueron algunos otros medios que informaron de manera destacada sobre el acontecimiento. Pero en la cobertura informativa apareció

un elemento perturbador. Agencias internacionales como Reuters y AP, así como los diarios Reforma y El Universal, publicaron material gráfico que mostraba el cadáver del narcotraficante con los pantalones a las rodillas, cubierto con joyas y billetes. Demasiado pronto se desvaneció la imagen de éxito del operativo anti-narco, eclipsada por las dudas sobre quién manipuló el cadáver de Beltrán. Entre las prácticas del grupo de narcotraficantes estaba la de dejar mensajes en los cuerpos de sus ejecutados. Le pagaron con la misma moneda. Muy pronto surgieron voces que preguntaron si ese debía ser el comportamiento de un gobierno ante el adversario caído. El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, se comunicó al noticiario de Joaquín López Dóriga, en Televisa, para aclarar que ni el gobierno federal ni la Marina habían manipulado el cadáver ni distribuido las fotografías. Pero otras voces, al parecer también del gobierno, filtraron a otros medios versiones diferentes. La provocación obtuvo rápida respuesta. Seis días después, el martes 22 de diciembre, los medios de comunicación informaban que Irma Córdova, una mujer de 55 años había sido asesinada por un comando armado que le disparó en la sien. El día anterior, a Irma la hicieron participar en una ceremonia para rendir homenaje a su hijo, Melquisedet Angulo Córdova, el oficial de la Armada muerto en el operativo contra Beltrán Leyva. Irma tuvo un instante de fama que resultó una trampa mortal. El lunes 21, por la noche, fue presentada en televisión. Con lentes oscuros, la voz pausada y triste, esa joven mujer respondió las preguntas del enviado de Televisa, mientras la cámara tomaba detalles de su domicilio. Habló del orgullo que significó para su hijo ingresar a las fuerzas

armadas; del amor con que sirvió a su patria. Tras difundir imágenes del sepelio y de los asistentes, la nota finalizó con palabras del reportero, quien señaló que a la madre de Melquisedet le fue entregada la bandera con que las autoridades de la secretaría de Marina envolvieron el féretro de su hijo durante el homenaje. Minutos después de que se transmitieran las imágenes grabadas horas antes, no solo la madre, sino otros miembros de la familia fueron victimados en lo que otra nota del New York Times calificaría como una operación de venganza. Tras un concierto de voces de hombres, mujeres, niños y ancianos que exaltan el espíritu nacional, la voz engolada de un locutor exclama: “En 2010 cumplimos 200 años de ser orgulloooosaaameeenteeee mexicanos. Esto es el BI-CEN-TE-NA-RIO de la independencia; la fieeeeesta de México”. Los promocionales preparados por el gobierno federal se escuchan constantemente en radio y televisión. Pero la propaganda resulta poco efectiva cuando las acciones hacen que las palabras suenen huecas; el entusiasmo no es algo que se genere por decreto. Es difícil compartir el optimismo fabricado por alguna agencia de publicidad cuando mucha gente ve sus bolsillos vacíos; cuando muchas familias lloran porque tienen un familiar secuestrado o ejecutado; cuando la realidad de la mercadotecnia política está tan lejos de la realidad del ciudadano de a pie. Ese México no está, no puede estar de fiesta; ese México no se explica; ese México duele. Regina Santiago Núñez, comunicóloga mexicana, es fundadora y directora de la consultoría Consultores en Investigación y Análisis de Medios (CIAM).

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El llanto de las islas:

Una reflexión en tres actos Catalina María Johnson La isla de Gorée.

¿Dónde están dónde están, dónde están, Aquellos muchachos que se han ido? Más allá de la puerta de Gorée solo había el Atlántico De Gorée, nunca se regresa Mandingo, Mandjak, Pepel
Bantu, Congo, Fulani, Ife
Wolof, Yoruba, Soninke
 Nos volvieron Manuel y José y Josefa y Lina y Té
 Nos volvieron lo que somos….
 Fragmento de la canción “Gorée” de Mario Lucio

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Primer Acto: La Isla de Gorée ecientemente tuve la oportunidad de viajar a Senegal, África. Uno de los paseos más populares que se hacen desde su capital, Dakar, es cruzar por ferry tres kilómetros de distancia a la isla de Gorée, fundada por los portugueses en 1444, y de cuyos almacenes de producto humano fueran exportados al resto del mundo, entre el siglo XV y XVIII, más de veinte millones de africanos cautivos. La isla fue uno de los más importantes mercados de esclavos, en cuyas casas de esclavos hombres, mujeres y niños secuestrados de sus aldeas eran pesados, separados por sexo y por valor económico, engordados si hacía falta, desechados si por enfermedad u otros razones carecieran de valor económico (echándolos al mar - se dice que la isla la rodeaban permanentemente tiburones acostumbrados al buen comer), y después de meses hacinados en condiciones casi impensables, eran transferidos a barcos que cruzaban el Atlántico. Después de ser portuguesa, la isla fue conquistada por los holandeses en 1617, y en 1677, por los franceses. Las familias de mercaderes prósperos de Burdeos y Nantes en cuyas manos estaba el poder de gran parte del tráfico, destinaron los esclavos negros de Gorée principalmente a Louisiana, Cuba, Brasil y Haití. Fue gran empresa, este triste tráfico humano, y su abolición fue resistida hasta el fin definitivo de la esclavitud en 1869.

nación gobernada por ex-esclavos, y los buques de guerra de Francia se quedaron merodeando sus costas, amenazando con invadir y restaurar la esclavitud. Después de 21 años de resistencia, Haití accede a que, a cambio del reconocimiento diplomático, el gobierno le compense a los dueños de las plantaciones francesas la “pérdida de su propiedad”, incluyendo los esclavos liberados. La denominada “deuda de la independencia”, impuesta en 1825, y hoy día calculada en 21 mil millones de dólares, no fue pagada a Francia hasta 1947. La pobreza de los primeros casi ciento veinticinco años de la joven nación, (en algunos casi el 80% de los fondos gubernamentales se destinó a pagar la deuda a Francia) el sacrificio de lo que pudiera haber sido inversión a favor de educación, servicios de salud e infraestructura, ha sido factor importante en la inestabilidad económica que ha engendrado más de treinta golpes de estado y una serie de dictadores malignos, resultando en un millón de haitianos emigrados a los Estados Unidos, de los cuales medio millón se encuentra repartido entre varias ciudades, incluyendo Chicago. Tercer Acto: Mizik rasin en Chicago Recientemente, en una clase de baile africano de Hamlin Park aquí en Chicago, un hombre alto, vestido de blanco, elegante y sinuoso, de voz marcada con fuertes compases franceses, daba instrucciones sobre el movimiento de tal o cual parte del cuerpo. Donald Dorcilus, danzante y percusionista, miembro del grupo Tchaka, del cual cinco de sus diez miembros son haitianos, había sido invitado a dar la clase como parte de un esfuerzo para recaudar fondos para los damnificados del terremoto en Haití del 12 de enero. En una parte de la clase, Dorcilus enseñó un paso en el que los danzantes, formados en hileras, avanzaban con el cuerpo, doblado a la cintura, las manos agarradas por detrás, el paso de un pie tras otro, lento y pesado, la cabeza, desde esa postura, aunque casi obligada a mirar al suelo, retorciéndose para mirar el cielo. Era un paso de baile haitiano basado en la experiencia de la esclavitud, el movimiento

impedido por lo que hubieran sido cadenas, las manos atadas por detrás, la cabeza que intentaba erguirse porque no perdía la dignidad interna de soñar con la libertad. Lo contrastaba el profesor con otros pasos en los que los brazos cual alas trazaban diseños en el aire, y las piernas saltaban del suelo al aire en completo abandono – eufóricas danzas de la libertad. Dorcilus decía que los haitianos suelen marcar en su música y en su danza la diferencia entre ser esclavo y ser libre. Horas después, en un pequeño estudio de grabación habilitado dentro del sótano de una casa particular en el suburbio de Hazel Crest, Dorcilus acompañaba en percusión a otros músicos del grupo Tchaka Roots of Haiti, grupo fundado en Chicago hace ya más de quince años por músicos refugiados de Haití. El primer núcleo del grupo Tchaka fue integrado por tres músicos que tocaban cuernos de bambú, practicantes de la mizik rasin, o “música raíz”. Este género incorpora ritmos reggae, rock y funk, pero le da un protagonismo especial a la africanidad de la música haitiana, sobre a través de la emblemática música de cuaresma y carnaval denominada “rara”, que a nivel sonoro es ícono de la haitianidad y de la rebelión. Esa noche, los músicos de Tchaka estaban volviendo grabar una canción que usarán como parte central de sus actuaciones para recaudar fondos para Haití. En la sesión de grabación, comentaban con gran entusiasmo, la letra que se iba creando y el sentido que debía de tener la canción. Me explicaban que la letra cantada en criollo, hablaba del llanto del pueblo de Haití. Hacía un llamado a que el mundo se uniera a Haití en su llanto, para todos juntos poderla reconstruir, y la cantante repetía en el refrán de la canción en un lamento crescendo casi a modo de gospel: “¡Lloren con nosotros! ¡Lloremos! ¡Lloremos todos por Haití!” La vocalista cantaba con una intensidad feroz. El lamento de su canto dejaba entrever la ira y la desesperación transmutadas en energía pura, como si transmitiera la fuerza de los descendientes de esos hombres, mujeres y niños de Gorée que habiendo sobrevivido el terrible viaje a través del Atlántico, tuvieron la entereza de rebelarse para convertirse en la primera nación negra independiente, nación que aún hoy, herida y desvalida, alberga la esperanza y aguarda el momento de poder surgir desde los escombros hacia la luz.

Foto por cortesía de Donald Dorcilus

Para mayor información sobre las funciones de Tchaka Roots of Haiti de recaudación de fondos a favor de Haití, incluyendo concierto el 14 de febrero en Old Town School of Folk Music, y 20 de febrero en Epiphany Episcopal Chicago: http://www.panafricanassociation.org/

Segundo Acto: El costo de la libertad Si se cruza el Atlántico desde Gorée directamente al oeste, a unos seis mil kilómetros, se topa uno con Haití. Los descendientes de los que hubieran pasado por la isla de Gorée poblaron esta otra isla, colonia francesa que se independizaría de Francia en 1804 con el nombre de Haití, la segunda nación americana (después de los Estados Unidos) en independizarse y la única en la historia de la humanidad de haber nacido de una rebelión de esclavos. El triunfo de los esclavos rebeldes se dio después de una cruenta guerra contra Francia que duró doce años. A Haití, como la primera república negra del mundo, se le somete a un largo periodo de aislamiento internacional, ya que las potencias europeas y los Estados Unidos se rehusaban a reconocer la existencia de una

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Catalina María Johnson, Ph.D. es locutora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www. encantolatinoproductions.com

Tchaka Roots of Haiti. contratiempo

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Fotos: Catalina Maria Johnson

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Cuestionario Proust a la escritora

Bárbara Jacobs

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Eduardo Estala Rojas árbara Jacobs (Ciudad de México, 1947) narradora, ensayista y traductora. Ha escrito varias novelas prominentes como: Las hojas muertas (Ediciones Era, México, 1987), que ganó el Premio Xavier Villaurrutia, traducida al inglés, al italiano y al portugués; asimismo sobresalen: Las siete fugas de Saab, alias El Rizos (1992), Vida con mi amigo (1994), Adiós humanidad (2000). Entre sus libros de cuentos destacan: Un justo acuerdo (1979), Doce cuentos en contra (1982) y Antología del cuento triste, que escribió junto con Augusto Monterroso (1992), Vidas en vilo (Cultura Urbana: Libros /Universidad Autónoma de la Ciudad de México / Colofón; México, 2007). Cuenta también con ensayos: Escrito en el tiempo (1985), Juego limpio (1997), Nin reír (Colección Autoria, de Taller Ditoria; México, 2009). El rasgo principal de su carácter: La inseguridad. Su cualidad favorita en un hombre: Su historia. Su cualidad favorita en una mujer: Su historia. Lo que más aprecia de sus amigos: Que me confirmen que soy su amiga. Su defecto principal: La desconfianza. Su idea de la felicidad: La armonía. ¿Cuál sería su mayor desgracia? Perder mis facultades mentales y afectivas. ¿Qué quisiera ser? La escritora que voy siendo. ¿En dónde le gustaría vivir? En donde voy viviendo, entre la Ciudad de México y Cuernavaca.

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Su color favorito: Los tonos cafés. Su flor favorita: Todas. Cualquiera. Su pájaro preferido: Todos. Cualquiera. Sus autores favoritos en prosa: San Agustín, Santa Teresa, Louisa May Alcott, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Katherine Mansfield, Gertrude Stein, Lillian Hellman, Carson McCullers, Natalia Ginzburg, Victoria Ocampo, Augusto Monterroso, Grace Paley, Herta Müller… Sus poetas preferidos: Por ejemplo, San Juan de la Cruz, Emily Dickinson, Arthur Rimbaud, Pablo Neruda, e. e. cummings… Sus personajes favoritos en la ficción: El Lazarillo de Tormes, El Buscón, llamado don Pablos, Hamlet, Huckleberry Finn, Gregorio Samsa, Hans Castorp, Leopold Bloom, Holden Caufield, Charlie Brown, Horacio Oliveira… Sus heroínas favoritas en la ficción: Felicité y Aurora Ossip. Sus compositores favoritos: En el siglo XX, Erik Satie, Arvo Pärt, Eleni Karaindrou, Leonard Cohen y Bob Dylan. Sus pintores favoritos: Fra Angelico, Brueghel el Viejo, Vincent Van Gogh, Egon Schiele, Paul Klee, Hermenegildo Bustos, Georgia O’Keefe, Pablo Picasso, Martín Ramírez, Leonora Carrington, Lucian Freud, Manuel Felguérez, Vicente Rojo. Sus héroes en la historia: Robin Hood, Juana de Arco, el Ché Guevara, Salvador Allende.

Sus heroínas en la historia: Florence Nightingale y Dolores Ibárruri, La Pasionaria. Los personajes históricos a quienes desprecia: Adolf Hitler, Stalin, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Richard Nixon, Gustavo Díaz Ordaz, los dos George Bush… Sus héroes en la vida real: Cuatro estadounidenses miembros de la Brigada Lincoln que combatieron en la Guerra Civil de España, Jack Carpenter, Emile Jacobs, Edward Lending y Conlon Nancarrow. Sus heroínas en la vida real: Todas las mujeres que han querido tener hijos y los han educado para que sepan bastarse a sí mismos y sean hombres de bien. Sus nombres favoritos: Todos. Cualquiera. Lo que más detesta: El ruido, la fealdad, el hedor… El don que quisiera tener: La hospitalidad. ¿Cómo le gustaría morir? De muerte natural, con mis asuntos en orden, sin causar ningún fastidio a nadie. ¿Cuál es su estado de ánimo actual? Estoy tranquila y contenta, con buen ánimo para llevar a cabo mis proyectos. ¿Cuáles faltas le inspiran mayor indulgencia? Todas y cualquiera, siempre que no sean mal intencionadas. Su frase favorita: De Virgilio, “Todo lo que temí, oh Dioses buenos, fue mucho menos riguroso de lo que yo esperaba”.

¿Qué tipo de películas prefiere? Las que presentan conflictos humanos. Sus películas favoritas: Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming; Los siete samurais (1954), de Akira Kurosawa; Dulce pájaro de la juventud (1962), de Richard Brooks; David and Lisa (1962), de Frank Perry; La última película (1971), de Peter Bogdanovich; Johnny cogió su fusil (1971), de Dalton Trumbo; Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), de Milos Forman; Los muertos (1987), de John Huston; Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore; Las reglas de la vida, de Lasse Hallström (1999); Los coristas (2004), de Christopher Barratier; Capote (2005), de Bennett Miller; Nueve vidas (2006), de Rodrigo García… Sus actores favoritos: Por una parte, Stan Laurel, Oliver Hardy y Charles Chaplin. Por otra, Dirk Bogarde, Tony Perkins, Anthony Hopkins, Jack Nicholson, Paul Newman, Sean Connery (viejo), Donald Sutherland, Al Pacino, Dustin Hoffman, Michael Caine… Sus actrices favoritas: Una, Vanessa Redgrave. ¿Cómo surge su último libro Nin reír? En su calidad de ensayo académico, nació en 1974, como la tesis con la que en 1976 me licencié de psicóloga en la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero su actual y definitiva reelaboración, como ensayo narrativo, es de 2007, cuando Marco Perilli me invitó a publicar un ensayo literario en la colección Autoria, de Taller Ditoria, que arrancó en 2008 y que publicó, en 2009, mi Nin reír como su cuarto título. Eduardo Estala Rojas. Escritor, poeta y periodista cultural. http://eduardoestalarojas. blogspot.com

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Appalachian Springs (22 de noviembre de 2008) José Ángel Navejas

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uenta Friedrich Nietzsche que durante un concierto cierto rey danés —en un arrebato eufórico— echó un súbito brinco desde su trono y empuñó su espada. No era tiempo de guerra, y los congregados habían acudido a rendirle tributo al monarca. Mas éste, obedeciendo el elemental llamado de la música, se abandonó al éxtasis que se había apoderado de él. Comenzó a bailar con la urgencia de alguien a quien se le ha extendido una invitación a ser partícipe de una realidad remota e inaccesible a los demás. Y, habiendo asumido plenamente su naturaleza guerrera, comenzó a blandir su espada y se abandonó al impulso bélico que le corría por la sangre. Pronto el ruido del acero real tajando el cuello de desafortunados príncipes, caballeros y barones se sumó a la orquestación de la música. La música goza de una extraña naturaleza: invade al hombre y lo posesiona. A pesar de que parte de la experiencia humana, el efecto de la música es etéreo. Abre zanjas en el espíritu y ahí esparce el semen de su magia. No es casualidad que los mejores retoños del hombre sean sus recuerdos. Una canción tiene el poder de invocar la más feliz memoria mientras que otra puede sumirnos en la más amarga de las tristezas. La música, pues, nos transporta a regiones remotas del ser. Hace algunos minutos llegué a este Border’s. A mi derecha se encuentra una pequeña mesa y al lado de la

mesa otro sillón donde una hermosa chava negra se divierte con una revista dedicada a la farándula. Me senté, dispuesto a leer un par de capítulos de Ulises criollo, pero en ese momento vi en la mesa una revista de diseño de interiores y la comencé a hojear. Yo traía mis audífonos puestos. Como ya se me había vuelto costumbre, en ese momento me encontraba escuchando de The Verve. En específico, estaba escuchando “Appalachian Springs”, abandonado a una nueva melancolía que ha llegado como acechándome. Un poco más de una hora antes había programado yo mi ipod para que sólo tocara esa canción. Habrá sido después de unos diez minutos de haberme sentado en aquel sillón, exhorto y extraviado en esa galería de acordes, de imágenes, embriagado en esa sobredosis melódica, partícipe de aquel remoto espectáculo donde vacilaba entre un paso a la izquierda y otro a la derecha, tratando de mantener el equilibrio, de encontrar el balance preciso ante un vacío que abría sus fauces ante mi paso, cuando escuché una voz distante. La ignoré, pensando que la chava sentada a mi lado estaba hablando por teléfono. Volví a escuchar la voz, un poco más alarmada en esta ocasión. La volví a ignorar. Enseguida, sentí la vibración de un fuerte manotazo que la chava le había propinado a mi Ulises criollo que descansaba sobre la mesa. Entonces supe que quería llamarme la atención. Expulsado abruptamente de aquella distante región de ensueño, me quité el audífono derecho e inquirí, en el más puro estilo gringo: “I’m sorry”. A lo cual ella respondió: “Are you OK?” Aún bajo el efecto de aquel narcótico respondí sonriendo amablemente “Yeeah”, prolongando la sílaba con la alegría de alguien que se ha hermanado con el mundo, incluso con quien ha cacheteado vilmente a Vasconcelos. Y de nuevo me puse mi audífono derecho. Sólo después de un minuto se me ocurrió preguntarle cuál había sido el motivo de su preocupación. Le pregunté si había estado yo emitiendo algún extraño sonido. Ella respondió que no, pero añadió:

“I don’t know. You were just making some strange movements with your head”. Sonreí de nuevo. Disculpándome, le dije: “That probably happens a lot when I’m listening to my music”, a lo cual ya no respondió. Agitó la cabeza como desaprobando mi respuesta y volvió a su revista. Después de escuchar nuestra conversación, otra chava que se encuentra sentada enfrente de nosotros y a quien minutos antes vi bailar delicadamente al estar explorando las novedades musicales de la tienda me ha regalado una sonrisa. Ha de ser un mismo espíritu, supongo, el responsable de este triple trance: el que desató la sanguinaria furia del monarca escandinavo, el que incita el sensual movimiento de mi secreta cómplice y el que a mí me hace girar la cabeza en una convulsión interna sobre la cual no tengo control alguno. En otro trabajo, Nietzsche había escrito que sin música, la existencia hubiese sido un grave error. En mi caso, la música es el alivio a mi soledad: la encrucijada donde espíritu y cuerpo parecen dividirse, pero donde en realidad se encuentran y comulgan. La música es una religión privada, un confesionario donde todas mis fallas se absuelven. De no ser por estos esporádicos raptos, la vida para mí sería una carga insuperable, una pesadez como la que siento en este momento, pues la chava que se preocupó por mi estado sigue sentada aquí a mi lado, y yo me siento como atrapado, pues no me atrevo a entregarme de lleno a la música en este momento. Siento como si con su preocupación —genuina, no lo dudo— me hubiera lanzado un yugo sobre el espíritu, negándole en este momento su merecida comunión con el cuerpo. Pudoroso, me siento encadenado. No puedo mecerme. La música surte su hechizo sólo a medias. José Ángel Navejas: Escritor mexicano. Radica en Chicago.

contrafoto por: Víctor M. Espinosa

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