número 75
Mayo 2010
Directiva Gerardo Cárdenas, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez
Directora ejecutiva Moira Pujols
Director editorial Gerardo Cárdenas
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Consejo editorial Gerardo Cárdenas, Raúl Dorantes, Eduardo Estala Rojas, Rafael Franco, Jorge García, Jorge F. Hernández, Catalina María Johnson, Stephanie Manríquez, Esmeralda MoralesGuerrero, Alejandro Ordóñez, Ana Rechtman, René Rodríquez Soriano, Febronio Zatarain
Directora de arte Esmeralda Morales-Guerrero
Diseño gráfico Erin Beckman, Esmeralda Morales-Guerrero
Fotografía Santiago Weksler
Correctores de estilo Jorge García y Laura Pujols
Portada Peter Hurley Studios pmh1951@gmail.com Fotografía de Bejamín Anaya, bailarina: Mercedes Morales Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro. ©
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1702 South Halsted St., Chicago Il 60608 (312) 666 7466 Para obtener más información sobre las distintas secciones de la revista publicidad o suscripciones, escríbanos a: info@revistacontratiempo.com o visite nuestros sitio web: www.revistacontratiempo.com www.contratiemponfp.org Vísitanos en: www.issuu.com/contratiempo Facebook: Revista contratiempo Para envío de colaboraciones: Gerardo Cárdenas directoreditorial@revistacontratiempo.com Raúl Dorantes tiempoextra@revistacontratiempo.com
3.
Editorial
4.
El Colegio del Cuerpo, María Noel Álvarez
5.
Los bailes prohibidos: El que baile son, tango o champeta será castigado, Sofía Deveaux Durán
6.
Danza, ritual y mística: Entrevista a Roberto Ferreyra, Moira Pujols
7.
El Butoh en mexicano: Entrevista con Diego Piñón, Ana Rechtman
8.
Nadie me quita lo bailado, Jorge García e Ignacio Guevara
9.
Maldito tango: Bloomington hora cero, Catalina María Johnson
11. Poemas de Víctor Ortíz y Cuentos de Stanislaw Jaroszek
miradacómplice 14. Volando a ciegas hacia el mundo imaginario de Marcos Raya, Stephanie Manríquez 19. Jaleos y denuncias: Un libro, un puente, Verónica Lucuy Alandia 20. Una seducción necesaria: El peor de mis amigos, Alexandra Pagán Vélez 21
John Ross: Quijote de estampa y corazón, Ignacio Guevara
22. Tanya Saracho: En confianza, Tanya Victoria 23. Fusión de tiempos y cruces culturales en la ciudad de León, Héctor Gómez Vargas 24. ¿Por qué en Arizona?, Febronio Zatarain 25. Náuseas, pedofilia y el secreto pontificio, Jochy Herrera 26. Elogio de la oscuridad, Gerardo Cárdenas 26. contrafoto, Nanett König-Toro 27. La Feria Nacional del Libro León: encuentro de pasiones, Juan Manuel García
editorial
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l día internacional de la danza se celebra el 29 de abril, en el umbral del mes de mayo. Cuando decidimos posar la mirada en la danza para este número, ponderamos si reseñaríamos los distintos géneros de danza, las compañías de mayor relevancia histórica o artística en el mundo, o quizás las compañías de danza de Chicago. ¿Qué aspectos enfocaríamos? Se dice que la vía del ritual religioso, la vía de la recreación colectiva y la vía del espectáculo teatral son los tres caminos por donde la danza transita en su constante necesidad de comunicación. Analizar el tercer camino tiende a hacer del lector un admirador, y no un participante. Entonces decidimos mejor mirarnos un poco, ver el contexto cultural donde se mezcla la gestualidad y la danza. Y es que el cuerpo está hecho para moverse. La danza es quizás tan antigua como la humanidad: incluso las pinturas rupestres muestran imágenes que se asemejan a figuras danzando. Ahora bien, el medio, con sus conceptos políticos, ideológicos, intelectuales y morales influye mucho en cómo danzamos. ¿Qué
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lugar tiene la expresión corporal y por ende la danza, en la sociedad en que vivimos, la cultura en la que nos desenvolvemos, o en la identidad que hemos formado? ¿Por qué buscamos cobijarnos en la sombra de la danza trasplantada de un terruño a otro, de una cultura a otra? En nuestras páginas conversamos con el mexicano Diego Piñón, uno de los intérpretes y creadores más respetados de la danza japonesa de Butoh en el mundo, sobre su experiencia en una disciplina que parecería tan ajena a su cultura. Vemos la crónica sobre el trabajo del Colegio del Cuerpo en Colombia, que usa la formación de jóvenes en la danza para despertar respeto por sus cuerpos, porque, según ellos mismos, esto es un elemento constitutivo esencial de la condición y expresión humanas, y factor determinante en el mejoramiento de la calidad de vida de la población. De Roberto Ferreyra conocemos su trayectoria como danzante, lo universal de la danza de Concheros, y cómo navega esta disciplina los territorios del ritual, la mística y la danza. Catalina María Johnson apunta directamente hacia el cómplice de la danza: la música, y el apretado nudo que amarra el tango entre los dos. La socióloga Sofía Deveaux Durán nos habla del poder rebelde de la danza, lo que llama la
cercanía anónima, que amenaza a veces las reglas sociales de tal forma que se llega a su prohibición. La suerte es que nadie nos puede quitar lo bailado, consuelo que encuentran en su crónica Ignacio Guevara y Jorge García ante reglas culturales ajenas para el movimiento y la gestualidad. La danza representa movimiento perpetuo. Tal vez no sea coincidencia que este dossier sea el número 75 de contratiempo. Esta revista, seguidora de una serie de esfuerzos por crear una presencia permanente de análisis sobre la cultura latinoamericana en Chicago, ha logrado superar una serie de retos y obstáculos para consolidarse en las preferencias del público lector. En nuestro primer número, en el 2003, presentamos obra del artista mexicano Marcos Raya. Y volvemos a reflexionar sobre su obra y su impacto en nuestra comunidad, hasta que ha vuelto a nuestras páginas, precisamente para el número 75. Otra afortunada coincidencia. La cultura es movimiento, y el cuerpo en movimiento es danza. Contratiempo trata de capturar esos movimientos y mirarlos, con el mismo ojo crítico con que el fotógrafo capta la agilidad, la elasticidad, la expresión dramática y muscular de los bailarines en acción. Les invitamos a festejar con nosotros nuestros 75 giros. ¡A bailar, pues!
El Colegio del Cuerpo María Noel Álvarez
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l Colegio del Cuerpo queda en Calle Larga número 10-27, en el barrio de Getsemaní, en Cartagena de Indias. Al entrar, me encuentro con un grupo de chicas morenitas de entre 10 y 12 años que conversan entre ellas mientras comen un bollo de harina de maíz y sostienen en sus manos un juguete que acaban de recibir como regalo. Tienen el cuerpo delgado y estilizado, la sonrisa fácil, la mirada encendida. Están en esa edad en que la mirada masculina, cuando se posa sobre ellas, provoca vergüenza y, a veces, miedo. El edificio tiene el aspecto de una casa en constante reforma. La fachada es blanca y está decorada con una serie de fotografías en blanco y negro. Pero dentro, las vigas del techo están a la vista, una tabla de madera divide la recepción de una oficina y dos sillones viejos sirven como único confort para los visitantes. May Posse es una especie de secretaria todoterreno que mueve los hilos que hacen posible que el Colegio del Cuerpo esté por cumplir su décimo aniversario. Nacida en Bogotá, tiene alrededor de 50 años, el cuerpo pequeño y porte de bailarina. -Amo la danza, pero soy escritora- me aclara. Lleva su pelo negro con canas blancas arreglado en una trenza gruesa que le llega a la cintura. No usa maquillaje y viste una camisa blanca bordada. Quiere saber por qué estoy acá y se hace cómplice de mi teoría que sostiene que los periodistas también deben preocuparse por contar buenas noticias. Entonces, mientras esperamos que llegue el director de este particular espacio cultural, me invita a recorrerlo. En 1997, Álvaro Restrepo, un prestigioso bailarín y coreógrafo colombiano, y Marie France Delieuvin, una pedagoga y bailarina francesa, soñaron con un lugar para acercar la danza a jóvenes de clases bajas. En una Colombia en guerra, en la que en cada ciudad los chicos crecen aceptando la violencia como algo cotidiano, éste era un sueño necesario. Delieuvin y Restrepo propusieron un método para que a través de la danza, los jóvenes de los barrios pobres construyeran una relación de respeto con su cuerpo y el de los otros. Mostrarles un camino a través del arte. Formarlos como artistas, pero también como ciudadanos. Al fondo de la casa, atravesando el patio interno, está el salón de baile, con piso de madera, un equipo de música y el techo demasiado bajo. No hay aire acondicionado. Subimos por una escalera de hierro celeste hasta la terraza. -Aquí vamos a construir un segundo salón de baile, que esperamos que tenga techos más altos y sea más cómodo. Una empresa tabacalera nos está dando los fondos. Ya sabes como son, por un lado te matan con cáncer y por el otro ayudan… Volvemos a la oficina, May me invita una taza de café y sigue contándome sobre el proyecto. Empezaron ofreciendo clases de danza para chicos de Cartagena, buscando talentos en las escuelas públicas de los barrios más pobres. Así se formó el Grupo Piloto Experimental con 12 chicos. Nueve años más tarde, esos mismos jóvenes formaron una compañía estable de danza contemporánea con la que recorren los escenarios del mundo. Además, están cursando una licenciatura en Artes en la Universidad de Antioquia y empezaron a dar clases a otros chicos que, como ellos hace nueve años, se acercan al colegio, que funciona como un semillero de talentos. Restrepo llega acalorado y se disculpa por haberse atrasado algunos minutos. Es un hombre de unos 40 años,
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enrulado es casi rubio y tiene los ojos claros. Viste una musculosa de algodón blanca y un pantalón liviano y largo, que arremanga hasta sus muslos y que se cae a cada rato. Está descalzo y tiene una pulsera de hilo en el tobillo derecho. -Caminen por todo el espacio en círculos, pero sin tocarse. Tienen que aprender a ocupar el espacio, pero respetando el espacio del otro- indica Alberto con voz segura mientas los chicos deambulan, algunos serios, otros riendo, unos pocos chocando. -La mirada es lo más importante. Miren a su compañero a los ojos, sigan con su mirada cada uno de sus movimientos, escuchen el lenguaje del cuerpo- dice Alberto. -Suelten el cuerpo, ocupen todo el espacio, no se inhibaninsiste Alberto. Y usa expresiones como ‘primera posición’ y demi plié. Al final de la clase, les explica: ‘Cuando termina una clase de ballet se debe agradecer al profesor o aplaudirlo’. Entonces, todos aplauden, algunos lo saludan con un beso, otros preguntan cuándo pueden volver.
Fotos: Richard Emblin/Black Star/Studio B. Paris
delgado, de piel clara y pelo oscuro prolijamente corto. Usa anteojos, camisa celeste y sandalias de cuero. Todavía le caen gotas de sudor por la frente. Con gesto cansado, me explica la realidad social de la que es testigo: ‘El 70% de las personas en Cartagena son pobres, hay desplazados por la guerra y el turismo sexual crece cada año’. -¿Quieres ver una clase con principiantes?- propone y cruzamos el patio hacia el salón. Saluda con un apretón de manos a Alberto, de 25 años, uno de sus estudiantes que ahora es el maestro. Me quedo sentada en una silla en un rincón. Unos treinta chicos, varones y mujeres de entre 11 y 14 años, participan de la clase. Sólo algunas risitas vergonzosas interrumpen el silencio con el que escuchan las indicaciones del profesor. Alberto, el maestro de danza, parece un adolescente más, con el cuerpo delgado pero fuerte que caracteriza a los bailarines profesionales. Es de piel morena, pero su pelo
Aún no atardece en Getsemaní -Para los niños de Cartagena, el baile es algo que llevan en la sangre. Cuando yo era muchacho, iba a los picos, unos bailes que se armaban en los barrios. Se hacían piques, que eran como duelos, y había premios. Así aprendí a bailar, hip-hop, más que nada- me cuenta. Alberto se unió a la compañía a los 18 años, cuando estaba haciendo el servicio militar. Llegaba al Colegio del Cuerpo vestido de policía y se sentaba a mirar los ensayos, ya que uno de sus amigos integraba la compañía. Jamás había tomado una clase de baile, pero había bailado toda su vida. -Lo más importante de estos siete años, es que descubrí que la danza era un camino profesional. En mi familia me decían que tenía que estudiar algo, trabajar, pero nada me interesaba. No quería ser abogado ni médico. Ni imaginaba que la danza podía ser un medio de vida. Lo que más me gusta es la parte creativa. -¿Querés ser coreógrafo? -No me gusta la palabra coreógrafo, sino creador, quiero crear espacios, movimientos. Hacer algo horizontal. Cuando le pregunto por las otras cosas que se aprenden en el camino de aprender a bailar, Alberto evita las frases hechas: -No es algo directo, no es que por una clase de danza, aprendes educación sexual o a ser más respetuoso. Pero adentro tuyo, nace una conciencia colectiva y a la vez individual. Los niños que vienen, con el tiempo, empiezan a mirar su cuerpo con otros valores. A través de la mirada y del reconocimiento del otro, aparece el respeto. Bajamos por las escaleras hacia la salida. Cuesta imaginar el cuerpo liviano de Alberto vestido con uniforme militar. Cuesta imaginar sus ojos claros acatando órdenes distintas de las de su arte. Se aleja hablando por su celular último modelo, con pasos largos y seguros, por las calles atestadas de autos y gente de Getsemaní. María Noel Álvarez es argentina. Esta crónica fue realizada durante el Taller de Periodismo y Literatura dictado por Francisco Goldman en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en Cartagena de Indias, y publicada en www.elviajedeodiseo.com/blog
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Los bailes prohibidos:
El que baile son, tango o champeta será castigado Sofía Deveaux Durán
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a champeta colombiana “transmite mensajes subliminales a los que la escuchan y bailan, transformándolos en seres violentos y agresivos”, declaró en un acto como anacrónico el alcalde de Malambo, Colombia, en 1999, logrando la prohibición de este baile en toda la ciudad. Este hecho nos recuerda que el baile siempre ha espantado al poder, pero ¿por qué? El tango argentino, más de medio siglo antes, pasó por un juicio similar cuando bailarlo violaba la ley dictada por las autoridades científicas y sanitarias de Buenos Aires, que lo condenaban como insalubre y una amenaza a los valores de la nación. A los colombianos champetúos que no se aguantaron las ganas de bailar en ese año les decomisaron sus sistemas de sonido callejeros; pasaba la camioneta de la autoridad y los dejaba sin música. Más grave era el castigo para las atrevidas tangueras desalineadas, pues no les decomisaban sus zapatos sino que eran ellas mismas recogidas e ingresadas en un hospital psiquiátrico al cual no se entraba pero sí se salía totalmente loca. La misma prohibición sufrieron los sones y jarabes en México desde mediados del siglo XVIII hasta la primera década del XIX en donde los bailarines más necios que fueran descubiertos en pleno fandango eran llevados a la Santa Inquisición y sólo se les deseaba la mejor de las suertes. Inserto en el espacio cotidiano de lo lúdico, el baile aparentemente no representa una amenaza directa al orden público, sin embargo su práctica involucra un elemento central en cualquier orden social: el cuerpo. Su poder “rebelde” reside en lo que me gusta llamar cercanía anónima, forma de interacción corporal en la que se realiza una doble transgresión. La primera es vivida de manera personal; el baile rompe con el distanciamiento corporal predominante en nuestra sociedad, acercando a los cuerpos de los bailarines en una intimidad entre desconocidos que contrasta con las normas cotidianas de interacción. Desde el inicio de la Modernidad, el contacto cercano de los cuerpos es algo penoso y prohibido; nos damos la mano al saludar pero pocas veces sentimos, olemos o acariciamos a nuestros compañeros de trabajo o incluso a nuestros amigos. Nos
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enseñaron a ser formales, a guardar distancia, a los niños les decimos “mira pero no toques”. El tacto y por ello el contacto son cosa rara, lo que impera es lo visual, que puede hacerse a muchos metros de distancia y es superficial. Como diría Rubén Blades “se ven las caras, se ven las caras, pero nunca el corazón”. Pero estas reglas –como toda regla- tienen sus grietas, sus espacios de ruptura: el baile permite tocarnos, sentirnos, o para decirlo más cúrsimente, permite “vernos el corazón” y generar una familiaridad temporal que semeja por un instante al amor, paradójicamente, entre desconocidos. Se genera una cercanía corporal entre personas ajenas o lejanas emocionalmente en un espacio público, cuando lo que impera en la sociedad es la distancia corporal incluso entre personas emocionalmente cercanas (colegas, vecinos, familiares) y que solo llegan a la cercanía física en los espacios más privados, casi escondidos, los de la “intimidad”. Esta inversión de hábitos corporales es la primera transgresión. La segunda es social y más compleja. Se trata del cruce de fronteras espaciales y sociales. El baile, al tener la capacidad de establecer esa interacción cercana entre personas que no comparten antecedentes que los vinculen, sólo pide que el cuerpo sea capaz de acoplarse con el cuerpo del otro; sabiendo los pasos y dejándose llevar ningún idioma o afinidad cultural es necesaria. Y esta posibilidad de intimar con otro totalmente diferente es transgresivo para el orden social y las fronteras raciales y de clase implí-
citamente definidas y separadas. A diferencia de la danza artística que implica una preparación institucionalizada y representada en espacios muy específicos (foros, teatros, salones) ante un público, el baile popular es una actividad corporal abierta a todos; sólo falta desear bailar para estar invitado a la fiesta. Como lo expresa un asiduo asistente a los salones de baile de la Ciudad de México, refiriéndose a los masivos “sonideros”: Estos eventos han tenido mucho éxito debido a que todos los asistentes bailan como pueden y quieren; ahí no hay malos bailarines, todos son tan malos que todos son buenos, o sea todos son iguales. Este tipo de eventos reúnen a miles de personas, […] todos se divierten en el anonimato, en el brinco (entrevista a Miguel Nieto, en Sevilla 1998: 235). El borramiento temporal de las diferencias sociales y la apertura de un espacio de cercanía entre personas por completo desconocidas es, desde el punto de vista de la regulación social, si no un peligro sí un desafío. Las políticas de regulación de lo corporal (de la sexualidad, la reproducción, la fuerza laboral, la higiene, el cuidado de la salud, etc.) parecen secundarias pero en realidad son centrales para cualquier mantenimiento del orden social más elemental. Multiculturalismo, ¿se acabaron las prohibiciones en el baile? En los años 80 el movimiento multiculturalista tomó fuerza de manera simultánea en muchos países del mundo, reconociendo y celebrando la diversidad cultural de un mundo cada vez más interconectado. En América Latina el sueño del mestizaje
había marcado la historia, pues se deseaban naciones (y un subcontinente) homogéneo culturalmente como una premisa básica para la armonía y el progreso. Esto es relevante porque en el baile las fronteras culturales, las líneas de la exclusión que llevaron a la prohibición de bailes anteriormente, empezaron a difuminarse también. Y como parte de la celebración de que todos somos diferentes, se invitaba a cruzar fronteras y a participar en tradiciones de los otros (justo aquello que, como vimos, antes estaba prohibido basado en la idea de que hay gente “mejor” que otra). Este intercambio ya se había dado antes: pensemos por ejemplo en el nacimiento de la salsa en Nueva York o en la apropiación de música proveniente de África Occidental en todo el Caribe en la década de los 60s; pero es hasta el final del milenio que este proceso es institucional. De ahí nace el movimiento de World music que además de dar a conocer cosas de acá para allá permite una desterritorialización de las producciones culturales antes enraizadas en sus lugares de origen. Es así como el pasito duranguense nace en Chicago. Con la alta migración de duranguenses en esta ciudad, la música norteña empezó a ser oída y disfrutada en las discotecas. Los puertorriqueños se sumaron a las filas de bailadores que iban a escuchar a la banda chicana Montez de Durango, y le fueron imprimiendo su propio toque. Ahí se gesta este baile, una mezcla de quebradita y merengue, un ritmo desértico bailado con sabor caribeño. ¿Qué podemos aprender de la prohibición del baile? A ponerse zapatos de baile, a usar el movimiento inteligentemente, a encontrarse con los otros y sentirse, sentirse de verdad, con los poros bien abiertos y viéndose el corazón. Usemos la cercanía anónima como arma contra la segregación social. A bailar pues. Sofía Deveaux, mexicana, es socióloga y maestra en estudios culturales, bailarina profesional de flamenco, y dirige un taller de crónica con jóvenes del centro de la Ciudad de México
foto: Benjamín Anaya, Bailarines: Víctor ramírez y mercedes morales
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Danza, ritual y mística: Entrevista a Roberto Ferreyra Moira Pujols
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Fotos cortesía de Roberto Ferreryra
l caer el imperio azteca en 1521, los misioneros prohibieron el uso de instrumentos de percusión por considerarlos paganos. En 1525, introdujeron instrumentos de cuerda. Las guitarras hechas de caparazón de armadillo se crearon inicialmente en 1531. Como el armadillo era un animal sagrado, este instrumento podía ser utilizado por los indígenas en sus bailes sagrados, a la par de las mandolinas españolas. Este nuevo instrumento se llegó a conocer como concha, y resuena junto con el huéhuetl, el teponaztli y los ayoyotes, hasta el día de hoy, cuando danzan los Concheros. contratiempo conversó con Roberto Ferreyra, sobre su experiencia en la danza de Concheros en Chicago. CT: Eres artista visual. ¿Cómo te iniciaste en esta danza-ritual? RF: Comencé desde que estaba en la escuela, y siempre tuve —no sé, quizás lo llevaba en la sangre—, siempre me llamaban la atención los danzantes. Pero no sabía cómo acercarme a ellos, no sabía cómo era la cosa, porque este tipo de danza no lo hay en Michoacán, de donde yo soy. Solo en Guanajuato, o en el D.F. Lo que yo había aprendido en Michoacán era lo que me enseñaba mi abuela, más bien lo purépecha. Cuando nos mudamos para la Ciudad de México, ya perdí parte de lo mío, un poquito de la lengua, el purembe. Se nos olvidó todo eso. Pero lo que sí encontré en el D.F. fue la danza. Seguí a los diferentes danzantes, pero no podía entrar a los grupos porque eran muy cerrados. CT: Estos grupos cerrados que mencionas, ¿consideran danza este ritual? ¿O es irrespetuoso pensarlo como danza? RF: Más bien yo veía la parte artística, lo cultural, la idea un poco romántica del México que ya no existía. Incluso en esa época el movimiento era un poco reivindicatorio política y socialmente. No supe como caí; yo no estaba buscando la parte espiritual, porque daba un poco de miedo. Yo quería otra cosa; para mí era una manera de recuperar lo histórico, la conquista, el México prehispánico. Siempre me interesó la historia de México. Imagínate, entonces cuando encuentro esto… Siempre se lee en los libros que esto ya se había terminado, acabado, eliminado, y te meten además la idea de que si hablas cualquier idioma nativo, pues eres marginal. Y entonces nadie quiere ser marginal, sino que dejas atrás esa otra parte.
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CT: ¿Y cómo te hiciste danzante? RF: Cada vez entré más y más, y entré por una persona con la que yo tenía mucha amistad y con esa persona conocimos a otro artista que venía ya de una tradición de danza. Nos empezó a invitar a los grupos. Me pusieron pruebas: aprender a tocar la concha. Así me pasé años, sin poder danzar, tocando la pura guitarra. No es fácil hacer las dos cosas a la vez: tocar y bailar. Es toda una preparación. La danza de concheros es la parte solar, pero también hay la parte lunar, la parte que le decimos femenina, que son las velaciones, y allí es donde se ejercita la voz, la música, en cantos llamados alabanzas. Y en eso me pasé varios años hasta que un día en Teotihuacán para el 21 de junio, no me acuerdo qué año, literalmente me empujaron al ruedo. Me dieron un traje, y me dijeron, “te toca danzar”. Ese fue un día muy especial. Viviendo con ellos vas aprendiendo los movimientos, compenetrándonos, y a partir de ahí me metí casi cien por ciento danza. CT: ¿Y por qué hacerlo aquí en Chicago?¿cómo te iniciaste aquí? RF: Llegué a Chicago por razones profesionales. Después, Montserrat (Alsina, su esposa), y un montón de factores me hicieron quedarme aquí. Yo venía a hacer mi trabajo de artista visual, una vez eres danzante no te puedes quedar parado. Alguien se enteró que yo sabía danza conchera, me invitaron a dar clase. Lo vieron como algo de folklor: también zapateaban y se juntaban para practicar. Pero cuando conocieron la danza conchera se les olvidó lo demás. Eso fue en el 1993. Fui a México por 2 años y me volvieron a invitar. Regresé con un proyecto y el grupo seguía, pero como concheros, y no como danzantes folklóricos. No es que yo supiera dónde iba a llegar, ni tenía una cruzada, ni una orden de mi jefe o capitán para abrir la conciencia de nadie, sino que poco a poco ese grupo tomó más carácter. Aquí no es igual que allá. La gente aquí no tiene la misma mística, o la paciencia de aprender, y también no hay las condiciones. Cada pueblo en México tiene su mayordomo, invitan a los danzantes al pueblo, cada mayordomo le paga al grupo, comida, hospedaje, viáticos, y ahí van los danzantes de pueblo en pueblo. Aquí no hay esos pueblos, pero encontramos las iglesias, y aunque no se hace la danza cada semana, se hace dos o tres veces al año, en el Día de la Guadalupana, por ejemplo. Nos inventamos las ocasiones.
CT: ¿Se vale que haya danzantes no mexicanos, no indígenas? RF: Antes de los ochenta, los grupos de danza estaban muriendo porque eran muy rigurosos. Al principio muchos no hablaban español, incluso. Pero la danza se fue mestizando. Muchos jefes se dieron cuenta de que tenían que abrir los grupos. Antes se criticaba que hubiera gente blanca, pero en Chicago es diferente, y aunque al principio tuve problemas con personas que decían que esto era solo para mexicanos, la idea no era excluir, sino que la danza se conozca, se preserve. Cuando la gente quiere aprender algo, la gente ya la sigue como su entender les dicta. Yo no lo controlo. Cada quien puede seguir, y o aprende o no aprende. CT: ¿Desde cuándo hay grupos en Chicago?¿Y en los Estados Unidos? RF: En los Estados Unidos desde los 60 se vio un auge. El primer grupo en Chicago lo formé yo en el 1993. Yo veo que va en ascenso el auge de los concheros. Yo he tratado de mantener el rigor y la ortodoxia, pero veo que a veces no se mantiene la mística. La parte visual de la danza es bella, es arte, pero esto de la tradición conchera es una joya que hay que preservar. Es algo único porque es una de las pocas tradiciones en las que la persona danza y toca a la vez, y te permite entrar en algo espiritual, cósmico, esotérico. Energético. Los Concheros tenemos una estructura militar en base a jerarquías. Tenemos generales, capitanes… tenemos malinches, que son las que portan el fuego. Cada capitán tiene su grupo. En Nahui-Ohlin Quetzal Yollotl, que es nuestro grupo ceremonial, somos cerca de 35 a 40 personas. También tenemos el grupo cultural que va a las escuelas, festivales, universidades. En el caso nuestro hay gente que se dedica más bien a reivindicar el pasado en el presente, que es una idea muy romántica. La danza les sirve de ancla para conservar su mexicanidad. Sin embargo, la energía, la dinámica, nos hermana con las tradiciones sufí, con los grupos africanos, las tribus de Oceanía; y la conexión con las tradiciones de Asia y Sudamérica son obvias. Por esto, el derecho a la tradición no me pertenece, porque lo espiritual trasciende la identidad. Es universal. Moira Pujols, dominicana, es directora ejecutiva de contratiempo.
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Foto: cortesía del artista
El Butoh en mexicano: Entrevista con Diego Piñón Ana Rechtman
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l Butoh es una danza que fue creada en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata, quienes conmovidos por las víctimas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, comienzan con la búsqueda de un nuevo cuerpo, el cuerpo de la postguerra. En esos años, las imágenes de algunos sobrevivientes llenaban las calles: cuerpos quemados, con los globos oculares reventados colgando sobre sus mejillas. Así nació el Butoh, “la danza hacia la oscuridad”. Diego Piñón es actualmente un representante importante del Butoh moderno. contratiempo tuvo la oportunidad de entrevistarlo en noviembre. Sábado en la tarde, estamos sentados Diego y yo en un café. Dos mexicanos, frente a frente, rodeados de Chicago. Afuera empieza el invierno, hay mucha gente esperando el primer momento navideño en Magnificent Mile: van a iluminar toda la avenida. Nosotros hablamos de su vida, de Butoh, de México. Cada una de mis preguntas hace brincar a Diego en su asiento, y es que poco a poco voy entendiendo: son sus sentimientos que se manifiestan en sus brincos, en sus abrazos, en sus sonrisas. Tanta emoción me contagia y al cabo de media hora ahí estoy yo brincando en mi propio asiento. Poco a poco la entrevista se va transformando en un maravilloso intercambio.
CT: ¿Por qué y cómo escogiste el Butoh como expresión artística? DP: El Butoh llegó a mí. Yo era bailarín y trabajaba en teatro corporal. Había regresado a México en 1975, y fue a inicios de la década de los 80 que un grupo de japoneses hizo un ritual de Butoh en la pirámides de Teotihuacán. Después en 1987 vi un espectáculo de Natsu Nakajima el Festival Cervantino en Guanajuato. Yo estaba ahí sentado en el público, viéndola bailar, y en algún momento algo dentro de mi explotó. Empecé a llorar: sin poder controlarme, mis lágrimas rodaban por mis mejillas. Mientras el resto del público aplaudía yo me di cuenta de que eso, eso que acababa de presenciar, era lo que yo quería hacer en mi vida. Empecé a devorar todo lo que encontraba de Butoh. Fue hasta 7 años
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después que pude viajar a Japón, gracias a una beca de Japan Foundation. El plan inicial era pasar un mes estudiando con la compañía de danza Maijuku dirigida por Min Tanaka, y posteriormente visitar durante una semana a Kazuo Ohno, un viaje con el que había soñado durante 7 años. Así empezó mi estancia en el centro de Min Tanaka, mi primer mes en Japón. Tengo que decir que la cultura japonesa es tan diferente como se puede ser de la mexicana, que estaba aislado, pues no tenía ni dinero para poder hablar por teléfono a México. El aislamiento combinado con la exploración emocional que nace de la práctica del Butoh, hicieron de ese mes un periodo muy intenso de mi vida. Al final del mes estaba cansado y ansiaba regresar a México para poder descansar y asimilar lo que había vivido. Un día antes de partir, la encargada de la compañía me llamó a su oficina y me invitó a integrarme a la compañía: un mes de montaje para culminar en una gira por Europa. La invitación me tomó por sorpresa. Dudando de por qué me lo habían pedido, decidí dejar la decisión al destino, así que llamé a casa de mis padres en busca de una señal. Contestó mi mamá, no había hablado con ella en mucho tiempo. Me preguntó cuándo regresaba a México y cuando le platiqué de la oportunidad que acababa de recibir, me contestó que entonces nos veíamos después de la gira. Yo decidí que esa era la señal que buscaba. La primera semana fue muy difícil, difícil porque tenía que aceptar en silencio la autoridad del coreógrafo, pero también por el resentimiento de los estudiantes japoneses que no entendían por qué yo estaba en la compañía y ellos no, ellos que habían estudiado durante muchos años. Pero entendí la razón por la cual me habían invitado: supieron ver que me encontraba en un límite. Pero entendí que tenía que renunciar, que yo no era japonés y que ese no era mi lugar. Entendí que tenía que reencontrar mi libertad y seguir mi historia. Al día siguiente dejé la escuela de Min Tanaka y fui a ver a Ohno. Con Ohno descubrí otro Butoh. Un Butoh lleno de suavidad y dulzura, un Butoh más flexible.
Todavía me faltaba una etapa más antes de regresar a México: creé “Zacuala, el peregrino”. Durante mi presentación en un monasterio budista. Un monje cortó poco a poco mi larga cabellera, y en ese momento me convertí en bailarín de Butoh. Ya en México, me involucré en un trabajo corporal y creativo en una comunidad de Huicholes. Dentro de mí, el Butoh no japonés empezaba a formarse.
A través del Butoh se pueden transformar las emociones profundas en una expresión personal y única. Más información en la página de Facebook: Diego-Pinon-Butoh-Ritual-Mexicano Ana Rechtman, mexicana y doctora en Matemáticas, forma parte del consejo editorial de contratiempo.
CT: ¿Puede ser el Butoh mexicano, puede ser simplemente no japonés? DP: Para la mayoría de los japoneses el Butoh es solo japonés, y tratan de preservarlo como era hace 50 años. Por eso hay quienes dicen que el Butoh se acabó. Para muchos coreógrafos en el Butoh no hay narrativa. Para mí la narrativa es un punto central de las coreografías, pero es también muy importante el proceso creativo compartido con los bailarines. Para los Ohno, Kazuo y su hijo Yoshito, el Butoh está abierto a la posibilidad de que cada quien se explore y que sea ésta exploración la que cree la danza. Este proceso es universal, pues explora y saca a relucir una energía anclada profundamente en cada persona, y manifestándose a través del Butoh. Para mí el Butoh ritualiza. Hablo de rituales personales. Así como no me identifico con la cultura japonesa, y en particular con sus rituales, tampoco me identifico con los rituales huicholes, o católicos, o aztecas, o.... Todo lo que hacemos, incluso preparar el café por la mañana, se convierte en un ritual cuando lo hacemos con intención. Por eso hablo de Butoh ritual mexicano, pues es mi ritual con la estética del Butoh.
Foto: cortesía del artista
CT: ¿Qué buscas transmitir en tus presentaciones y tus cursos? DP: Todo. Cuando estoy en el escenario o en un curso quiero dar todo. Disfruto más los cursos, pues disfruto del intercambio con mis alumnos. Lo que busco es crear en el espectador, o en el alumno, un deseo de explorarse sin miedo. De aprender de sus emociones. Para mí todo lo emocional que tenemos lo aprendemos a lo largo de la vida: las formas de reaccionar a distintos sentimientos, de manejarlos, de vivirlos. El Butoh es una herramienta para explorarse, aprender de las emociones propias y crear algo con ellas.
Foto: Flo Poulain
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Nadie me quita lo bailado Jorge García e Ignacio Guevara
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Nuestro vehículo l cuerpo como el vehículo portador de nuestro ser, de nuestra personalidad, es el escenario de artes marciales, danzas, dramatizaciones, terapias milenarias. Pensemos en el yoga, los ritos tibetanos, el Tai Chi Chuan, el teatro Kabuki, el arte de los mimos, los derviches, las danzas africanas y árabes, los innumerables ritos de danza de nuestros aborígenes de toda América, las danzas folklóricas europeas, la polka, el vals, el flamenco, el tap, la samba, la salsa, la bachata, la cumbia, el merengue, el mambo, el tango, el break dance, los aeróbicos. En los últimos años se han desarrollado experimentaciones como la “Danza intuitiva” que pretende trabajar de una manera espontánea y libre la autoexpresión desde los postulados básicos de la bioenergética. Es una manera de danzar “ad libitum”, a partir de improvisaciones del ejecutante, el cual tiende a liberar ansiedades, enfados, frustraciones, miedos, represiones. La misma ha dado excelentes resultados como terapia infantil. El cuerpo en la palabra Dentro del acervo de dichos y refranes, de la cultura hispánica, al igual que en la de otras tradiciones mundiales, existe un gran número de dichos, proverbios y refranes que aluden al cuerpo y a su relación con todo tipo de situaciones y emociones humanas. Entre ellos podemos citar: “Dar el frente”, “Echarse para atrás”, “Salir con el pie izquierdo”, “Meter la pata”, “Saber de la pata que se cojea”, “Tener la frente en alto”, “Darse golpes de pecho”, “Echar rodilla en tierra”, “Tener algo entre manos”, “Poner la cabeza en el picador”, “No aprender por cabeza ajena”, “Dar un dedo y cogerse la mano”, “Tapar el sol con un dedo”, “Hacerlo con las propias manos”, “Nacer parao”, “Nacer de nalgas”, “Nacer con un pan debajo del brazo”. Todavía recuerdo cuando una anciana en Cuba –siendo yo un niño- dijo que se sentía mal porque hacía tres días que no “daba del cuerpo”. Por supuesto que mi reacción inicial no fue inocente, para descubrir después que se trataba de una necesidad fisiológica elemental. También en nuestros países se usa la expresión “que me quiten lo bailao” en relación con que no le pesa a uno lo que ha disfrutado de la vida.
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Cuidado con lo físico Los que hemos emigrado a esta tierra, de tan diferente idiosincrasia a la nuestra, tenemos bien claro que cualquier manifestación de acercamiento físico que se pase de raya de los “cánones aceptables” para esta cultura son alarmantes. Esto hace que tengamos que andar generalmente reprimidos hasta encontrarnos con alguien de los nuestros. Aquí, ser demasiado físicos es un pecado que se puede pagar con mayor aislamiento social e inclusive hasta con cárcel; y lo peor de todo es que le hacemos el juego a ese aséptico distanciamiento corporal. Por eso muchas veces nos vemos obligados a reducir nuestro saludo a un frío apretón de manos en vez de nuestro acostumbrado beso en la mejilla, también ha cambiar un piropo verbal por una mirada vacía, como si se tratara más bien de andar escondiendo las emociones y sentimientos. Yo, como latinoamericano, cuando pienso en este tema del cuerpo y de su necesidad de liberar de él a la líbido y toda su comparsa, no puedo dejar de evocar la conga santiaguera, el changüí, el mozambique, los bailes de santos, la mano de Macorina, la cintura de Marieta y el tumbaíto de Chencha la gambá. Por eso cuando voy por las calles de Chicago y frecuento los lugares en que la gente baila me acuerdo del piropo “si caminas como cocinas, me como hasta la raspita” o de este estribillo de la canción popular La mujer de Antonio:“La vecinita de enfrente/ buenamente se ha fijado/ como camina la gente/ cuando sale del mercado”. Bailar con la vista, bailar con el cuerpo Las fiestas en mi casa fueron siempre una constante. Desde los escasos cuatro años, junto con mis primas y primos, nos era permitido permanecer entre los adultos durante toda la noche. Fue así como quedé infectado con la pasión de un Lara, Gardel, Chabuca Granda, José Alfredo Jiménez, Los Panchos, Sandro, entre otros. Esta colección musical estaba siempre acompañada de un baile íntimo y muy sentido que ejecutaban mis padres y familiares. El hecho de que papá estuviera ebrio y mamá sobria, no les impedía establecer una exquisita comunicación corporal; aquella mezcla radical de estados fue la que hizo nacer los pasos que siguen bailando en el salón de mi memoria. Con ellos aprendí a bailar visualmente.
Fue hacia el final de los setentas, en plena fiebre por el disco, que la salsa se me reveló. Esa tarde, mi hermano mayor estaba decidido a enseñarme lo básico para poder atacar con ritmo a las mujeres. Así inició el segundo ciclo de mi educación dancística, a la que llamaré bailar corporalmente. Mi hermano fue claro conmigo: …si aprendes a bailar te vas a ahorrar muchas palabras… En poco tiempo comprendí el peso de sus palabras. El baile se me convirtió en un atajo efectivo, capaz de transportarme a la intimidad de una mujer y sin necesidad de abrir la boca. En este intercambio silencioso siempre fue la intuición el arma principal a la que recurrí y con la que fácilmente adivinaba los impulsos corporales de mi pareja, y talvez haya sido todo lo contrario, posiblemente era mi pareja la que se dedicaba a adivinar, pero es que cuando se baila bien, dos cuerpos parecieran fundirse en uno. Pido perdón, demasiadas vueltas para mí Hace casi treinta años desde aquellas primeras incursiones y ya casi una década desde que abandoné mi país. No han sido pocas ni tampoco demasiadas mis visitas a los salones de baile aquí en estados Unidos, donde paulatinamente me he convertido más en observador que participante; talvez como un recurso para intentar asimilar esta nueva forma de moverse que nunca acabo por dominar. En varias ocasiones me ha invadido el vértigo al presenciar la parafernalia corporal con la que los bailarines ejecutan precisos y rimbombantes volteretas, parte de un menú extenso de pasos que no creo llegaré a memorizar; entonces una inevitable nostalgia se me acomoda al oído para recordarme aquellos bailes que no necesitaban de tantas vueltas y mientras escarbo en la memoria me digo: a pesar de mi incapacidad nadie me quita lo bailado. Jorge García e Ignacio Guevara, cubano y costarricense, respectivamente, son miembros del consejo editorial de contratiempo.
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Fotografías de esta página por Robert P. Baxter
Maldito tango:
Bloomington hora cero Catalina María Johnson
..me bamboleo al balanceo de su compás, milonga y tango, tango y milonga de mi ciudad. “Fiesta y Milonga” de Eladia Blasquez
Comenta Minetti que el tango es un “sistema moral completo” y desea compartir sus muchos matices, sobre todo los menos conocidos: anhelo, ternura, ironía, crítica social. La serie de eventos comprendidos en el festival ofreció de manera central una experiencia multimedios, con imágenes proyectadas de fondo durante la función de música y de danza. Las imágenes de calles y sitios especiales de Bloomington que habían sido filmadas por videógrafos locales (incluyendo una famosa dulcería donde se venden chocolates y helados artesanales) acompañadas de menú argentino con churrasco y chimichurri en un restaurante local, sugerían, afirma Minetti, la posibilidad de situar el tango en un contexto propio, y poder encontrarle el elemento común a la noche de Bloomington y a la de Buenos Aires. Poesía con alma de bandoneón Fernanda Ghi y Guillermo Merlo
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…él fue la causa de mi ruina, maldito tango que fascina... “Maldito Tango” de Luis Roldán
n decenas de estudios de todos tamaños, casas particulares y hasta en los sitios más inusuales se dan clases de aquel baile que naciera con cierto dejo a burdel a las orillas del Río de la Plata y entre los puertos de Montevideo y Buenos Aires, plasmando en sus movimientos a través siglos de existencia, las nostalgias tanto de africanos esclavizados como de italianos emigrados; baile que en el 2009 fuera nombrado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad —el tango— con su intricada coreografía, sensual, precisa y compleja, diseñada a partir del abrazo de la pareja. Al bailar, el nativo de cualquier tierra exterioriza una serie de valores que le imbuye su espacio, su familia, su tierra natal, su idioma, o sea, su cultura, desde el momento de nacer. Sin embargo, miles de danzantes ajenos al Uruguay y a la Argentina en todas partes del mundo, se obcecan con la idea de bailar el tango, aunque frecuentemente lo que les depara el destino es más frustración que pericia en cuanto a sus muchos y complicados pasos. Habría que notar que el tango va mucho más allá de su icónico baile estilizado; le corresponden tres artes adicionales: música, poesía y canto. Sin embargo, en muchas clases la enseñanza detalla los pasos del baile, haciendo caso omiso de la música, y casi nunca intentando lograr la comprensión de la poesía y el canto. Fiesta y milonga de mi ciudad En parte para ofrecer una panorámica mucho más completa del tango, el antropólogo y músico Alfredo Minetti, oriundo de Uruguay y profesor de la prestigiosa Escuela de Música de la Universidad de Indiana en Bloomington, presentó a fines de marzo en esa pequeña ciudad el “Zero Hour Tango Fest”, que en su nombre alude a varios títulos emblemáticos del género: la pieza “Buenos Aires Hora Cero” y el disco “Tango: Hora Cero”, del maestro argentino Astor Piazzola.
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¡Soy una canción desesperada que grita su dolor y su traición...! “Canción desesperada” de Enrique Santos Discépolo
y Guillermo Merlo, artistas de gran talento y prestigio, reflejaron no solo el tango con su pleno rango de emociones —de lo sexual, a lo trágico, a lo cómico— pero de alguna manera, como grandes bailarines que son, incorporan a todo el que ha contribuido al lunfardo: el gaucho, el gitano, el italiano, el africano, el aborigen, el indio. Al igual que muchos de los demás artistas, Ghi y Merlo también participaron en conversaciones y talleres, otra interesante faceta del Festival en la que se profundizaba en el tema de una manera inusitada en el ámbito de la enseñanza del tango. El tango tiene un origen infame, y se nota Fuera de su contexto cultural, el tango se queda en mera energía cinética que no se mueve en función de una profundidad emocional. Habría que seguir la vía trazada por Zero Hour Tango Fest: escuchar las melodías, entender la poesía, saborear el chimichurri y sentir la noche, para que se note, como nos dice Jorge Luis Borges, de dónde surge el tango. Catalina María Johnson, Ph.D. es locutora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.encantolatinoproductions.com. Nota: se está considerando la posibilidad de presentar Zero Hour Tango Fest en Chicago. Para mayor información: http:// zerohourtangofest.com/
El elemento musical en Zero Hour Tango Fest, de enorme fuerza y belleza, ofreció una visión de la trayectoria del tango, desde la tradición del tango con bandoneón en manos del virtuoso Héctor del Curto, hasta el tango del siglo veintiuno, ya con la marcada influencia de la música clásica y el jazz, representado por el pianista y compositor Pablo Ziegler. También participó en las diversas funciones el ensamble “Tangamente” del mismo Minetti, y en las milongas que se extendieron horas más allá de la cero, las parejas parecían estarle hallando felizmente el Buenos Aires a Bloomington. Mas Minetti considera que sin conocimiento de las letras del tango, queda incompleta la comprensión del género. Centrándose en temas de la partida y el retorno, las letras cuentan las historias de los viajes transatlánticos de inmigrantes europeos, manifestando la nostalgia por una tierra natal distante, un pasado idealizado, la relación amorosa perdida. Permiten catarsis de los sentimientos, y aunque enmarcada en un fatalismo peculiar, surge la fuerza de no rendirse ante realidades difíciles que tienen pocas posibilidades de mejorar. Comunicando la intensidad de las letras del tango, se presentó en los conciertos Sandra Luna, la única vocalista argentina y única tanguera nominada al Grammy (en el 2005, por su CD “Tango Varón”). Luna le dio vida a las letras que según Minetti, son además textos de filosofía existencial, momentos para escuchar y meditar sobre la existencia humana.
Sandra luna
Hablar en lunfardo con el cuerpo En los conciertos de Zero Hour Tango Fest, se tradujeron en supertítulos las letras del tango en el concierto, las cuales frecuentemente están compuestas con base al lunfardo, argot que origina en la región rioplatense en la segunda mitad del siglo diecinueve. Las expresiones del lunfardo se dan en mezcla de lenguas española e italiana, e incorporan lenguaje gauchesco, afronegrismos, palabras de los idiomas quechua, guaraní y mapuche, y el caló de los gitanos españoles. No menos complicado es el lenguaje de los pasos y de la emblemática pareja del tango, que deslizándose en intimidad y pasión, también fue presencia en el festival. Fernanda Ghi
ZERO HOUR TANGO FEST contratiempo
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Jaleos y Denuncias de Stanislaw Jaroszek Nueva publicaci贸n de Ediciones Vocesueltas 10 contratiempo
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Contratiempo dedica una vez más las páginas de Deshoras a dos autores íntimamente involucrados con nuestro taller literario: Víctor Ortiz y Stanislaw Jaroszek. Ambos –uno como poeta y el otro como cuentista– acaban de publicar su primera obra literaria. Incitación al encuentro, el poemario de Víctor, fue publicado por la Editorial Jitanjáfora, de Morelia, México; y Jaleos y denuncias, colección de cuentos de Stanislaw, por Ediciones Vocesueltas, el sello editorial de Contratiempo. Lo llamativo de estas dos obras es que por un lado, el mexicano Víctor Ortiz, pese a ser un académico enfocado en la historia de América Latina, logra cargar de significados un español netamente coloquial auxiliándose en ocasiones del tono conversacional. Por el otro, Stanislaw Jaroszek, inmigrante polaco, parece decirnos en cada uno de sus párrafos y de sus diálogos que el don de narrar lo descubrió hasta que se enamoró del castellano. Te invitamos lector a que disfrutes estas dos voces nuevas y a la vez maduras.
Foto: Rafael Franco-Steeves
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VICTOR ORTIZ
Silencio de eco Estrabismo A Laura de Argentina, Detroit, España, y Chicago Esta noche te conocí sin ningún nombre que opaque la novedad del encuentro sin refugio sin un rasgo que cicatrice una plática larga en medio de la música y el baile de la nostalgia de la distancia la añoranza de lo perdido sin ser nuestro Te llamaste como me dijiste no me acuerdo me acuerdo de tu mirada huraña al principio y al final de tus ojos que no miraban a la pampa que no conoces pero que me mostraron las inútiles imágenes con las que intenté situarte o sitiarte
Extraña verdad la del coyote Se queda mudo encerrado en el aullido Sabe doler con el eco alargado del miedo y la nostalgia en parto El sonido nunca es tan mudo ni el silencio tan largo
Estábamos muy lejos de lo que nos ata al viento muy cerca de nosotros mismos, tu de ti y yo de mí, sin tocarnos una pirueta de gaviotas Dijiste “soy argentina” y te dije “yo tampoco” dijiste “es cierto” Nos dejamos zarpar como un ancla que se despega hundiéndonos en la oscuridad de lo sensual en las tinieblas de lo infinito en el extravío aceptado no asimilado No te dije nada que nos fuera a distanciar con deslices políticos y equívocos no usamos los acentos para atarnos sino para confundirnos más ocultamos lo cierto para encontrar la verdad sin hundirnos en lo obvio Cuando se evaporaron las palabras dejaste que te besara en la mejilla con un nuevo adiós diáfano cabal
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Poesía Esto no es razón de mofa ni acto de fe Pero hay algo a lo que hay que temer y por lo que hay que reír Un convenio por descifrar con palabras aguerridas orilladas hacia el milagro que hace la espiga la gota de agua el pan No son certezas sino verdades a contra luz Son agudezas perdidas y reconstruidas agujas despuntadas y vueltas a afilar Gotas del diluvio bosquejos de arcas el arco iris la revelación del sol en tres actos
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Juárez Las tardes de mi infancia eran tan secas que sin brillo se hacían de inmediato viejas duras como periódicos después de una noche de lluvia El desierto hacía su parte todos los demás la otra entre el mesquite y los ventarrones de febrero distancias que asfixiaban y la monotonía no había huida que diera resultado las guaridas de los árboles eran bosquejos de lo que no tendríamos la gente era buena hasta tierna pero brusca parca y es que la dulzura colectivamente se secaba El agua anhelada chapoteaba por su ausencia en un sopor detenido lerdo, lerdo y largo En la noche con un sol más fraterno manantiales de alegría nos socorrían emanaban juegos en las esquinas las señoras hablaban en las puertas de las casas Los hombres hablaban solos Destiladas en el aljibe seco pero refrescante de esas noches las mujeres despertaban a ser hembras los hombres saltaban de sus jaulas Mi madre canta a la distancia Los carros pasaban nos recorrían con sus farolas Angelita siempre encontró la razón para encuerarse los niños quemaban la inocencia en esa hoguera En esas horas de noche el cincel del encuentro grabó hondo los huellas del apego en las entrañas Pero el huevo se rompió como en un cuento macabro extranjero
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El arca de Noé encalló en la avenida arribaron los ajenos con gestos amenazantes o promesas seductoras Empezó el reloj a comerse las noches Las manecillas destejieron las manos La avaricia devoró los monumentos La penuria y la cizaña a la gente La refrigeración nos resecó la piel resfrió al alma el desierto se hizo menos cálido más seco más aislado la llovizna de la noche no refresca solo anuncia con rencor que no habrá entierro nunca que el cadáver se seca por su cuenta ** Ahora mi ciudad recrea el tiempo Como escarcha la piel antigua y por venir vomita otras especies en sus parques me deja la puerta abierta para que salga mi recuerdo de ella y ella misma no cabemos en sus calles no me abraza siguiera por nostalgia desatiende mis alaridos, mis sonrisas, y mis quejas se tiñe la cabeza con imágenes que no me tocan mi ciudad, en fin, tiene otra gente pero yo, mi querida consultora, ¿adónde me hago? doctora corazón, si aun le queda algún retazo perdido en la alacena si todavía no está senil mándeme algo donde pueda guardar alguna llave por si tuviera que volver con esta ingrata a mi ciudad le duelen las heridas pero tiene muy larga la paciencia la ultrajan, la mancillan, la hacen trizas y allí está toda sin quererme nunca fue bella pero era hermosa cuando de noche dejaba que sintiera algo que no se paga hoy vive en subasta a nosotros nos quería hasta donde fuera decente hacerlo con el alma desenfundada el arma guardada en la confianza
hoy, somos los más, pero los ajenos nos desplazan a la orilla no le cabe a nuestros arrabales sus carros blindados ni nuestros sueños de hacer esta ciudad algo más grande donde podamos caber con todas nuestras ansias y nostalgias Esos se matan a tiros y con gritos sin saber quién mata a cuántos ni por cuánto nosotros, huérfanos de entraña, nos morimos de pena acallados de miedo con esfuerzos ciegos y hasta tiernos *** Hubiera que ganarse la paz diciendo cosas cosas de ti de aquí de más cerca de aquel tiempo ganado a la sonrisa sin que se vaya de largo ahora a la intemperie dejar florecer de otro modo ese otro vicio dejarnos huérfano de ti sin que te pierdas diciendo cosas sin dolor como: “ardes” como: “ardes dentro” como abrir un pan y dejar muerta de una sola rebanada a esta muerte que mata con un hacha sobrevivir tu ausencia con tu rastro sin que esa huella que hundiste destazara como si fuera solo un trozo de distancia tendrías que hundir como una mariposa a pleno vuelo tus alas coloridas en nuestro aliento nos debieras dar paz dejarnos vivos para esperar hasta que vuelva tu alegría tan nuestra y sólo tuya
una ciudad abierta pero propia
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1. Loose Nukes, 2007. óleo en lienzo. 2. The Legacy of Manifest Destiny, 1997. Acrílico en lienzo. 3. Caminaremos bajo las ruinas del Facismo (detail) 1970. óleo en panel de madera. 4. RSI (detail) 2000, Instalación, técnica mixta. 5. Night Dog, 1997. Acrílico en lienzo.
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H
ace siete años, en el primer ejemplar de
Su arte mural ha plasmado manifiestos políticos y lucha
contratiempo, presentamos una panorá-
de clases; Raya pinta a Zapata en “Caminaremos bajo las
mica de la obra de Marcos Raya. Ahora,
ruinas del Fascismo”, realiza un “Homenaje a Diego Rivera”
en nuestra edición 75, volaremos a ciegas
en 1968, y rehace la fachada de Casa Aztlán en 1975, ilus-
junto con él, al Instituto Cultural Cabañas en Guadalajara,
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trada con diferentes personajes y líderes históricos.
México, donde presentará una retrospectiva de su obra del
Por otro lado, su arte en estudio delibera fantasías, fana-
14 de mayo al 30 de junio, como parte de las celebraciones
tismos, imágenes y objetos rascuaches; juega con un humor
del Festival de Mayo y el bicentenario de la fundación del
futurista donde la tecnología puede ayudar a la huma-
Hospicio Cabañas.
nidad o destruirla. Raya denuncia y critica sarcásticamente
Marcos Raya, originario de Irapuato, Guanajuato,
problemáticas actuales. En la instalación “Getting over the
mostrará al pueblo mexicano 60 obras post-modernistas
phobia against malicious clowns” marca el momento en el
que incluyen: pinturas, instalaciones, técnicas mixtas,
que el ex presidente George W. Bush invade Irak, reflejado
collages y fotografía. Obras que reflejan la fusión de dos
como un payaso gastando el presupuesto en maquinaria
culturas. De niño, Raya llegó a Estados Unidos con la
bélica. Dentro de su conformidad hacia la tecnología y su
Volando a ciegas
hacia el mundo imaginario de Marcos Raya mirada cómplice
Stephanie Manríquez
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visión de un mundo mágico (Irapuato) de fiestas, celebra-
fetichismo “hacia la belleza natural en la forma de las nalgas
ciones, tradiciones, música y colores. Pero en este país se
de la mujer”, como lo describe el artista, podemos observar
encontró, “ante una ciudad industrializada, como Chicago,
“Girl with Prosthesis #1” en la cual una chica con una figura
donde en lugar de ver humanos, veo robots incluyendo a mi
espectacular por detrás posee una pierna robótica que la
propia madre”.
mantiene de pie. El arte de Marcos Raya genera cada vez más atención
Tendencias
de parte de jóvenes latinos. Es así como llega al Hospicio
Al volver a México durante la década de los 60, Raya
Cabañas; con un arte de estudio vanguardista difícil de
se acerca al muralismo y cobra conciencia política. Nueva
entender dentro de nuestra comunidad latina, pero aun así
York, junto con Marcel Duchamp marca sus fragmentos
reconocido como uno de los mejores artistas que habitan
surrealistas y dadaístas. Finalmente la experiencia de haber
dentro de la comunidad de Pilsen.
vivido en Pilsen, y de haber sido parte de los movimientos chicanos de los 70, ayudan a formar su carácter y estilo. El
Para mayor información: www.marcosraya.com y www. festivaldemayo.com.
resultado de su trabajo es un arte crítico, comprometido y
Stephanie Manríquez es productora de medios escritos y
consciente de los individuos en la sociedad, estructurado
auditivos y directora del Festival de Música Electrónica Latina
con un balance capitalista “pobre/rico, vida/muerte”.
(FMEL)
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STANISL AW J A R O S Z E K
Las montañas eran verdes
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o recuerdo la fecha. Solo que el día era soleado y las montañas alrededor de San Cristóbal eran verdes. México jugaba contra Portugal, y cuando terminamos de comer, la pantalla mostraba el resultado: uno a uno. Me daba pena salir del local, pero había que dar un paseo antes de que llegase el autobús. El sol brillaba sobre las casas coloniales y mi hermano aprovechaba para tomar fotos. Se me adelantaba constantemente, hasta que lo alcancé frente a la catedral. Por primera vez Bogdan visitaba México y le interesaba todo: “¿cómo se dice esto?, ¿qué significa aquello?” Era como un niño que descubría el mundo por primera vez. Ya me imaginaba su sorpresa cuando llegáramos a Palenque… —Este país es una maravilla — dijo él—. Gracias por traerme acá —expresó con sus ojos borrachos de entusiasmo. Paseábamos por las calles tomando fotos e intercambiando sonrisas con los transeúntes cuando miré el reloj: ya era hora de ir a la estación de au-
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tobuses. En la siguiente esquina nos metimos en un colectivo. —Es muy económico —le expliqué—. Además, es una buena manera de ver cómo vive la gente. Esperamos hasta que se llenara la Combi. Primero entró un joven, bajo y delgado, con una cara extraña. Parecía un Cristo crucificado. Trató de sonreír pero sus labios solo dibujaron un rictus. Después se ubicó una señora mayor con su mercancía. A mi izquierda se sentó una chica joven, con una falda hasta los tobillos. Bajó su mirada para no enfrentar la mía. Entre las piernas mantenía un bolso plástico lleno de compras. El último pasajero era otro joven flaco, quien ocupó un lugar disponible al lado izquierdo de Bogdan. El conductor arrancó el motor y empezamos un recorrido por las calles estrechas. Con cada curva del paseo, los pasajeros perdían el equilibrio y sus cuerpos se plegaban unos sobre otros. No me molestaba que la chica, una y otra vez, casi cayera en mi pecho, pero me parecía extraña aquella manera de conducir. Apenas me había agarrado de una barra metálica en el techo cuando sentí una fuerza tremenda que me llevaba a un destino desconocido y espantoso. Y en un solo instante me di cuenta que ya no sostenía la barra, y mis manos vacías se convirtieron en alas de un pájaro volador. Las intensas sensaciones que experimenté me parecían ajenas, como si yo fuera otro. Mientras, los pensamientos se alejaban más y más a cada instante. Al principio me embargó una profunda decepción. La búsqueda de una respuesta, de un porqué, dominaba mi ser; pero mi conciencia se sometía completamente al instinto de supervivencia; tanto que cuando perdí de vista a mi hermano, ya no me afectó en lo más mínimo. Lo único que sentía era el deseo de no perecer. Los otros pasajeros se convirtieron en objetos suaves que amortiguaban los choques. Caer sobre ellos era salvarse.
Finalmente, dejé de sentir. Me inundó un vacío silencioso e infinito, el espacio indescriptible de “la nada”. La nada no es grande ni pequeña, la nada no es ni amiga ni enemiga, la nada no duele. Es un hueco en la conciencia donde la vida y la muerte se abrazan. Cuando volví a la realidad, tomé conciencia de que nuestros cuerpos eran una pirámide en la parte frontal de la Combi. Yo estaba arriba de una señora gorda y “lo normal” parecía nuevo y desconocido. Poder ver me sorprendía, poder sentir me llenaba de ansia, poder pensar me daba pánico... Ahora todo estaba claro, demasiado claro. Los asientos de atrás se habían separado y habían volado con los pasajeros hacia la zona delantera. La segunda fila, donde estaba Bogdan, había ido a parar al lado del conductor. Entre los lamentos de las mujeres se oían gritos más suaves, eran las voces de los hombres. Debajo de todos encontré a mi hermano, estaba con un dolor tan agudo que no podía levantarse. —Nos jodimos —le dije en polaco. —No te preocupes… —¿Te rompiste algo? —le pregunté. —No lo sé… La gente de la calle rodeó el vehículo, tratando de abrir la puerta, pero no cedía. Sentí que un frío iba invadiendo mi espalda: “Si el vehículo se incendia, todos terminaremos en un infierno de llamas”, pensaba. Las ventanas eran pequeñas y cerradas; en caso de pánico no había ningún escape. Después de un tiempo, los de la calle pudieron abrir la puerta y sacar a los heridos. Mi hermano gritaba de dolor, su piel estaba amarilla y sus ojos parecían cada vez más distantes. Bogdan empezó a rezar en polaco con una voz débil. Era una oración de los viejos himnos judíos que solo él sabía. La aprendió en los libros gruesos de mi abuelo. Sonaba a despedida de la Tierra. Me miró a los ojos con una sonrisa fraternal y perdió la conciencia.
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—Sí, a Machu Pichu, pero primero se llega a Cuzco, ¿no? —Así es. Terminamos una ronda de cervezas y nos despedimos. —Mejor tome un taxi, es peligroso andar solo a esta hora. —Es que no tengo miedo.
Lima
M
e ubiqué en un hotel “cuatro estrellas”. Eran las seis, y decidí dar un paseo por Lima. —¿Es seguro caminar por aquí? — pregunté al recepcionista. —Seguro seguro, no es. Se necesita tomar precauciones. —Es que quiero beber una cerveza fría. —Yo termino en cinco minutos. Si quiere, le acompaño. —Perfecto. Salí con el recepcionista y otro empleado del hotel. Entramos en una cantina y pedí bebidas para los tres. —¿Usted es americano? —Polaco con pasaporte americano, o tal vez americano-polaco. Ni sé ya quién soy. Crecí en Polonia pero vivo en Chicago. —¿Las mujeres de Polonia son bonitas? —Igual que las de aquí: las hay bonitas y feas: hay de todo. Miré a la mesa donde estaban sentadas tres muchachas jóvenes. Una de ellas tenía rasgos de gitana española, fumaba un cigarrillo y nos miraba a nosotros. —Bonita hembra, ¿quiere que la invitemos? —No, es que necesito acostarme temprano. Mañana iré al Cuzco. —¿Y a Machu Pichu?
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Decidí regresar al hotel a pie. Caminé por la Plaza de Armas, y otra plaza más. Continué por el paseo de una calle cerrada al tráfico. Las calles apenas empezaban a llenarse de gente. En la vidriera de una tienda noté un par de zapatos negros y decidí entrar. —Son Hush Puppies —explicó la dependiente. Me los probé y me quedaron bien. Nunca antes había tenido un par de zapatos tan cómodos. Pagué con tarjeta; y estaba a punto de salir, cuando me dijo: —Es una desgracia señor, pero aquí roban mucho. Tome un taxi, por favor. Ahora sí me dio miedo. Tomé un taxi. Y al llegar al frente del hotel vi un grupo de jóvenes corriendo por la calle desde la dirección opuesta. —Son “pirañas”. Mejor no salga ahora —dijo el taxista. —No se preocupe, entraré antes de que lleguen. Empujé la puerta pero no abría. Pulsé el botón de campana pero nadie respondió. Ya era tarde para retroceder. “Son más pequeños que yo, no se atreverán”, pensé. Agarré la bolsa con más fuerza por si acaso me la trataban de robar. Otra vez toqué la campana pero solo me respondió un sonido agudo. Volví la cabeza y vi que los niños se acercaban. Había más o menos diez. Solo uno era grande como yo. Tenía músculos bien desarrollados y encabezaba el grupo. Corrían por el medio de la calle como caballos salvajes. No les importaba que los carros frenaran ni que les maldijeran los conductores. En el momento en que
llegaron a mi lado, sentí una mano fuerte halando mi bolsa. Todo fue en un instante. Al principio no entendí nada; por un momento me quedé paralizado; pero cuando vi que el puño de mi mano solo conservaba el asa de la bolsa robada, me sometí al instinto. Ya no pensé más, la adrenalina invadía mi cuerpo. Me sentí fuerte e invencible. Di una vuelta y empecé a seguirlos. —Vengan, pendejos. ¿Por qué huyen? —les grité. La furia me enloqueció, y lo único que quise fue romperle la nariz al grandote. Estábamos corriendo por la calle, entre el tráfico de los carros. Las “pirañas” volvían su cabeza y me miraban sin entender. Sabía que no podrían durar más que yo, que había sido miembro de un grupo de maratonistas. Después de unos cien metros de carrera rápida, la velocidad disminuyó un poco, y se me empezó a bajar la rabia. Ahora traté de ser cauteloso. Uno de ellos intentó quedarse detrás de mí. Paré. El paró también. Nos miramos a los ojos por un instante y empezamos a correr de nuevo. Ellos ya no corrían tan rápidamente y parecían confundidos. Todo el tiempo estaban pendientes de mí, corrían hacia adelante pero miraban para atrás. De pronto se oyeron los frenos de un auto. Vi a uno de ellos caer. Quiso levantarse, pero no pudo. Se detuvo todo el grupo. El grandote me envió una mirada de compromiso, tirándome la caja con los zapatos a mis pies. No intercambiamos ni una sola palabra. Agarré la caja mientras ellos asistían a su compañero. Volví al hotel. Cuando entré al cuarto desapareció mi furia y sentí que temblaba. Me imaginé que me estaba desangrando en aquella calle de Lima y que la gente que me rodeaba decía: “mataron a un turista”. Me arrodillé y empecé a rezar en polaco: “Dios, mi único Padre, perdóname la estupidez y gracias por salvar al pendejo”.
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STANISL AW J A R O S Z E K
El hermano
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i hermano es sacerdote. Me han dicho que desde su niñez ya era el ser más religioso de toda la familia. Como es mucho mayor que yo, siempre lo recuerdo siendo cura. Ahora vive en una ciudad escondida entre los bosques de Ontario. Está encargado de dos parroquias, una polaca y otra canadiense. Desde una loma, la iglesia polaca se eleva por encima de la ciudad. Rodeada por cientos de cedros y pinos, parece una isla verde. Cada año, durante las vacaciones, paso una temporada con Bogdan. Ya es viejo: su larga barba ya no es negra sino blanca y su frente parece crecer en cada nueva visita. Sus pequeños ojos me asustan un poco, porque dan la impresión de que leen los pensamientos. En su tiempo libre camina por los bosques, sube las colinas y sigue las huellas de
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los animales salvajes. A veces se para de repente para mirar una planta en particular. —Observa los insectos —me dice—, te enseñan mucho sobre la vida. A veces pienso que pertenece más al bosque que a la ciudad. Se me ha quedado en la memoria la frase de un canadiense acerca de Bogdan: “Su hermano tiene alma de indio”. “Nació indio”, le respondí. Bogdan comparte la pensión con todos los mendigos que aparecen frente a su puerta. Solo los borrachos se van murmurando palabrotas de enojo. Por eso, le dije: —Si yo fuera un vago, me gustaría sentir una cerveza fría en la mano. —¿Tú, vago? ¡Nunca! —respondió con una sonrisa—. Ya te ha corrompido el dólar. He visto que los inválidos, las madres solteras y los inmigrantes recién llegados tienen mucha suerte con él. Algunos ya aprendieron cómo manipularlo, y con una sola palabra le abren el corazón y la cartera. A mí también me echó una mano, cuando en la cuenta me quedaban solo ochenta pesos americanos. Entonces me llegó un cheque acompañado de una nota pequeña: “Es para los estudios, no para las putas”. La última noche de verano que lo visité, después de una larga charla, nos despedimos antes de ir a dormir. —Y no te olvides de rezar. —¿Crees que será necesario? Es una noche estrellada… —Pero de luna llena. Poco tiempo después me despertaron los gritos de una mujer. Gemía bonito: “ahhh, ahhh, ahhh”. Al principio pensé que ese grito penetrante se originaba en la casa parroquial, pero en aquella parte no había ningún cuarto. Me di cuenta de que la voz venía de enfrente de la iglesia. El grito era cada vez más intenso, hasta me daban celos, y poco a poco me fui convenciendo de que los vagos fornican mejor que los intelectuales.
¿Cómo puede durar tanto? Eso no es posible, pensaba yo. Tal vez es un montaje, lo hacen solo para fastidiar a mi hermano, pero el grito era demasiado sentido para ser fingido. ¿Y si el diablo existe y solo lo hace para atormentar a un cura viejo? ¿Y si anda por acá para acabar con lo que mi hermano ha construido durante toda su vida? Me levanté porque me era imposible dormir. Abrí la puerta y lo llamé. —¿Estás dormido? —¿Quién podría dormir…? Después de un momento de silencio, le pregunté: —¿Cómo pueden demorarse tanto? —Los drogadictos duran mucho —dijo él y empezó a levantarse. Encendió las luces del pasillo y se dirigió a la sala. Mientras lo seguía, le pregunté: —No entiendo, ¿por qué no haces algo? —Si hasta la policía les tiene miedo… ¿Qué puedo hacer yo? —Dame un palo y yo lo arreglo. —No te hagas el héroe. Mueren muchos de esa estirpe. Se sentó en su lugar preferido, un viejo sillón del cura anterior, y me dirigió un mini discurso: —Esa es gente que solo espera el infierno. Son olvidados por sus familias, traicionados por su país y destinados al fracaso por el destino. El gobierno de la provincia los instala acá, porque le sale más barato que en Mega City. Algunos son desempleados, otros puros vagabundos, también hay putas gastadas que ya no sirven en Toronto y terminan aquí. —Esto es un basurero humano. —Esa frase no me gusta —me dijo—. Sonríe, a veces en la vida no queda más remedio que sonreír. Me han pasado cosas peores. Me dolió mucho cuando me rompieron las ventanas por primera vez. Ahora ya no me molesta tanto. Es cosa de los vivos, los muertos no lo hacen nunca. — ¿Oyes?, ya terminaron. —Mañana, antes de que venga la gente, tengo que recoger los condones. Y empezó a reírse a carcajadas.
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Jaleos y denuncias: Un libro, un puente Verónica Lucuy Alandia
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l español me abrió las puertas de las universidades norteamericanas, y me convirtió en todo un profesional. Es el español el que cada día trae el pan a mi mesa, y por eso le tengo una deuda de gratitud”, dice el escritor polaco avecindado en Chicago, Stanislaw Jaroszek, en su primer libro de cuentos escritos en español, “Jaleos y denuncias”, publicado por Ediciones Vocesueltas. Paul A. Schroeder Rodríguez, quien escribió el prólogo, nos dice: “…un polaco que se apunta en unas clases de inglés para adultos ve en la experiencia de sus compañeros mexicanos tanto en común con su propia experiencia, que acaba aprendiendo no solo el inglés requerido para la vida pública, sino el español”. Con sus cuentos, Jaroszek nos abre un sutil puente a la vida de otra cultura, ajena a las culturas latinoamericanas, y en nuestro propio idioma, nos cuenta sus delicados misterios.
CT: Cuéntanos de Stanislaw Jaroszek S.J: Nací en una pequeña ciudad en Polonia, mis padres eran campesinos, apenas terminaron la primaria en una escuela nocturna, porque suspendieron las clases durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando tenía 8 años mi mamá murió de cáncer, a los 10 años mi papá emigró a Estados Unidos y yo me quedé con mi abuela Ewa, quien ya llegaba a la edad de 80 años. Mis hermanos mayores estudiaban en otras ciudades. En este tiempo había sólo un canal de televisión y la programación era muy pobre, por eso pasaba más tiempo escuchando las historias que contaba mi abuela. Como era muy tacaña apagaba la luz para ahorrar energía, yo le permitía esto sólo si las historias eran buenas, me quedaba calladito, imaginándome en la oscuridad esos fantasmas, esas princesas y soldados rusos y alemanes. Así aprendí que mi abuelo paterno era un héroe de la guerra polaco-soviética en
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Foto: Santiag
o Weksler
1920, que defendió Varsovia y regresó a casa con una medalla “Virtuti Militari”. Recientemente busqué su nombre en la lista de condecorados, pero no lo encontré, quizá no lo recibió nunca, pero la historia era buena. CT: ¿Qué te trajo a Estados Unidos? S.J: Al terminar la secundaria decidí alcanzar a mi papá en Chicago. Quería estar con él, me desesperaba la pobreza que vivíamos en la Polonia socialista. Además, siempre tuve curiosidad por ver cómo vive la gente en otros países. Quería confirmar que no hay invierno en Florida y que los plátanos de veras crecen en los árboles, como manzanas. CT: ¿Cómo fue tu llegada? S.J: No sé si deba responder a esa pregunta, porque mi experiencia fue negativa. Llegar al sur de Chicago fue decepcionante. Esperaba llegar al paraíso soñado, pero llegué a una ciudad sucia y fea. No tenía otra alternativa que quedarme. No podía regresar a Polonia porque eso significaría un fracaso. Aprendí a aguantar los heraldos negros que vive el inmigrante promedio. Lejos de amigos y familiares, lejos del país que amaba, sin saber inglés, sin profesión, enfrentando la dura realidad de los de abajo en la sociedad americana. CT: Está claro que tenías que aprender inglés, pero ¿qué te llevó a estudiar español, qué te motivó? S.J: Terminé todas las clases de ESL que ofrecían gratuitamente, pero para aprender más necesitaba inscribirme al college. Tomé los 3 cursos de inglés que eran requisito para continuar otras clases. En el college también era un requisito estudiar una lengua extranjera, entonces lo más lógico me parecía escoger español. Escogí español como carrera por una anécdota mía: publiqué tres libros de humor bajo el titulo “Najdowcipniejszy”, cuando los presenté a un crítico literario me
preguntó cuál era mi educación, yo le dije que me gradué de la secundaria, entonces me miró de pies a cabeza y me dijo que yo no podía haber escrito este libro, que seguramente era un plagio. Eso me molestó mucho, tal que dejé de escribir en polaco y empecé a estudiar. Quería mostrar que podía sacar un título universitario. Como sacaba buenas notas en las clases de español, decidí enfocarme en ello. Empecé con cuatro cursos en Daley College y en la Universidad de Illinois en Chicago hasta graduarme. Después terminé una maestría en literatura latinoamericana en Roosevelt University. Durante el verano viajé por países hispanohablantes. Ya sólo me falta visitar Colombia, Salvador, Honduras y Nicaragua. CT: ¿Estudiaste inglés y español simultáneamente? S.J: Estudié el inglés que necesitaba para cumplir los requisitos universitarios, pero mi enfoque era español y literatura latinoamericana. CT: ¿Y qué te llevó a empezar a escribir literatura en español? S.J: Escribo en español primero porque veo la cultura latinoamericana en Estados Unidos como nueva, apenas en su infancia, sin este gran balaustre de los grandes escritores europeos que carga tanto que hasta limita que uno pueda escribir, porque siempre será comparado a la escritura de los grandes. Mientras que escribir como inmigrante en Estados Unidos, donde suceden actualmente grandes cambios sociales, y crece una nueva sociedad en la que los hispanohablantes dominarán en pocos años, me ofrece fronteras nuevas, ya no existentes en la cultura europea. Yo ya soy parte de esta sociedad, y además me vinculé con la población latina, la cual, con su rápido crecimiento, representa la vitalidad necesaria para que cualquier cultura sobreviva. Trabajar 11 años ya, como maestro de español, con estudiantes afro-americanos ha enriquecido también mi formación. CT: ¿Escribes también en polaco o en inglés? S.J: Me publicaron chistes y anécdotas que yo inventaba en la revista “Echo Dnia”, los enviaba desde Chicago a Kielce y me parecía interesante que mis amigos y mi novia, que se casó con otro, sigan viendo mi nombre a menudo. En la revista Karuzela, en el concurso de chistes, los lectores me
votaron tercer lugar. Cooperé con la revista Panorama de Chicago, escribiendo análisis deportivos, traducciones, etc. Y publiqué esos tres libros de humor. CT: ¿Quiénes son tus escritores favoritos? S.J: Me gustan los cuentos de García Márquez, pienso que los de Rulfo son mejores, pero también son más tristes. De manera extraña se me quedan en la memoria los cuentos de Elena Poniatowska. Cuando abrí un libro de literatura en la primera clase que tomé en la universidad sólo entendí su nombre, nada más, entonces empecé a sudar. Pensé: ¿en qué me he metido? En la secundaria adoraba a Hemingway. El mejor escritor me parece Dostoievski, con su existencialismo loco y doloroso. Como todos los polacos leí múltiples veces Henryk Sienkiewicz, ¿quién podría olvidar su “Quo Vadis”? En las clases de ESL conocí a Faulkner, y me quedé boquiabierto. CT: Cuéntanos de tu primer libro en español, “Jaleos y denuncias”. S.J: “Jaleos y denuncias” es 100 por ciento producto del taller literario de contratiempo. Escribía y rescribía cuentos para presentarlos a los compañeros en el taller. Sus observaciones, reacciones, correcciones y consejos, me permitían progresar. El producto final de estos encuentros literarios es este libro. Como escritor novato a veces me perdía. En algunos cuentos es posible encontrar algunas fallas, pero hay también cuentos buenos, que emocionan al lector, que le hacen reaccionar, con una risa, un pequeño dolor del alma, o simplemente irritan, provocan. Otras veces se los logra llevar a un mundo nuevo, conocido, pero sorprendentemente distinto. CT: ¿Tienes ya un segundo libro en la mira? S.J: Mis últimos cuentos serán publicados en una antología de escritores latinos en Chicago. Tal vez encabezarán mi segundo libro en el futuro. Por ahora mi enfoque está en la introducción del libro “Jaleos y denuncias” al lector. Si hay interés en el, continuaré escribiendo, si no, entonces hay que reevaluar todo esto. Verónica Lucy Alandia, boliviana, es miembro del consejo editorial de contratiempo.
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Una seducción necesaria: El peor de mis amigos Alexandra Pagán Vélez
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unca me ha gustado leer sinopsis o argumentos de las novelas ni ver los cortos de las películas. De hecho, una vez escuché a Mayra Montero decir que considera desagradable que expliquen los textos en las presentaciones y eso me traumatizó. Por eso, sintiéndome muy afortunada y honrada de dedicarle unas páginas a la novela de Rafael Franco Steeves, me concentraré en resaltar aquellos aspectos del libro que hacen de él un texto necesario y seductor, sin revelar nada de lo que narra propiamente. En resumidas cuentas, las novelas son como los poemas, que de nada sirve que nos los relaten, tenemos que leerlos tan cual fueron escritos. El peor de mis amigos, de Rafael Franco Steeves, publicada por Editorial Callejón, es una novela que me llamó la atención porque alude al “viaje de manteca”, así le llamo yo por acá, como metáfora compleja del acontecer humano, espacio en el que se reconstruye una subjetividad. Es provocador el uso de la drogadicción para discutir temas ontológicos serios; como la culpa, la memoria,
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el amor y el ser. Al degradar tales metáforas universales, obtenemos una mirada profunda de lo intrínsecamente existencial; esta perspectiva es, para mí, la propuesta estética que nos ofrece Franco Steeves. Así, El peor de mis amigos nos narra el otro lado del crisol: la voluntad es subsumida al deseo, a la adicción, y parece sumergirnos en un abismo. La novela nos muestra que hay algo enteramente ontológico en el uso de las drogas como búsqueda, y el texto mismo la une a la escritura como dos caminos para transitar, viajar y definirse. Por tal razón, insisto en ese carácter seductor del relato, que se refiere a sí: a su proceso de construcción, de forma inteligente, clara, pero sobre todo, honesta; una le toma cariño, no solo al texto sino al libro mismo como objeto tangible que se convierte en la prueba de una práctica complejísima de la que fuimos voyeristas gozosos. Y es que todo proceso literario es un viaje que exige una crónica; es decir, una escritura que la exprese. Por ello, la escritura como forma de decirnos, enmascararnos y nominarnos es en sí un viaje al recuerdo. En esas coordenadas hacemos una crónica del ser toda vez que escribimos y asumimos un viaje hacia el ser que somos y que fuimos. Así entonces, Franco Steeves propone la escritura como viaje a las fronteras del ser: el recuerdo, la culpa, la moralidad y de éste hace una crónica. En la narración, el viaje es declarado por un adicto, lo que le da voz al marginado, explica, normaliza la adicción, la vuelve cercana, lógica, excusable, sin dejar de trasmitirla como una patología. Además, hay un análisis muy riguroso a la mirada del recuerdo. La
memoria es un espacio por el que se puede transitar por sus pasillos (164), pero también es hormiga (139-40). Esta vitalidad provoca verla con autonomía del sujeto mismo y por ello, en la cartografía que nos ofrece el texto, la memoria es la frontera entre el sueño y la realidad. Justamente, la memoria viene a ser entonces el continente del ser. No obstante, no podemos catalogar esta novela como la crónica de la experiencia narcótica enteramente, sino del pavo frío, de la carencia, en la cual se fusiona la experiencia amorosa con la sedante en unas dimensiones en las que la voz, tan sincera y cercana, hacen del texto una seducción peligrosa, hermosa. Precisamente, la crónica del tecato (drogadicto, en el uso urbano de San Juan de Puerto Rico) es la crónica del deseo y la carencia, de la búsqueda y la espera; un juego de opuestos: que apuntan a la conexión y desconexión del cuerpo. Resulta revelador que la amada sea uno de los ejes de la novela, es lógico entonces suponer que somos voyeristas, también, del soliloquio íntimo de un amante, las palabras buscan hallar el cuerpo. Esto sin duda, hace del texto uno necesario en nuestro imaginario porque ofrece unas dimensiones al discurso erótico no planteadas hasta ahora en nuestra literatura. El peor de mis amigos nos sugiere nuevos cuestionamientos, destaca zonas inexploradas de nuestra espiritualidad. Ver la metáfora del viaje desde el ángulo de la drogodependencia le añade lo silenciado: por ser marginalizado y por ser propio del inconsciente. El texto plantea una crónica que se vale de la experiencia con la heroína como
metáfora del viaje para explorar dimensiones de la cultura humana, problematizando al lector y al género novelar mismo. La escritura como proceso de inscripción de la memoria en una práctica liberadora y revolucionaria del ser, es un indicio de la belleza y de la voluntad humana al servicio del arte. La metáfora del viaje trasciende a la literatura misma. La jeringuilla trasmuta a ser la pluma y el cuerpo pasa a ser el cuaderno, espacio en el que se reafirma el ser y en el que se registra una subjetividad igual de inestable, pero con el aliciente de entrar en una dialéctica racional que no anula al sujeto. El texto traza un viaje de la aflicción del organismo al cuaderno que, como cuerpo de escritura, está “esperando las inyecciones de tinta que le darían vida luego” (167); las inyecciones dejan de ser destrucción para tornarse en vida, en palabras, en un retomar la conciencia y el recuerdo en una práctica, recalcamos, libertadora. (Y no les estoy adelantando el final, para nada, aclaro….). De esta forma, la novela de Franco Steeves incorpora el viaje como metáfora de manera compleja y, en conclusión, podemos decir que la palabra es el mejor de los viajes. Necesaria y seductora, mejor no la puedo describir: una seducción muy necesaria en nuestras letras y; ¿por qué no? en nuestras vidas como lectores. Alexandra Pagán Vélez es catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez.
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John Ross: Quijote de estampa y corazón Ignacio Guevara
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escritor de la talla de John, lo habitual sería upe de John Ross estando rodeado experimentar una buena dosis de nervios y por una multitud; a pesar del ruido convertirme en un adulón, pero él, con una no fue difícil concentrarme en la maciza cuota de humildad logra desintelectura de su libro “El monstruo: grar mis nefastos estigmas. Me agacho para dread and redemption in Mexico City”, algo recoger su bolso, bastante pesado por cierto; que raramente me sucede. Las dos primeras aunque accede me interrumpe amablemente páginas inmediatamente se transmutaron diciendo que él mismo prefiere cargarlo. en una puerta de goznes rechinantes, reveEn el ascensor John nos cuenta que lándome el hermoso caos que John ha consteniendo dieciocho años decide escapar a truido y en el que vive desde 1985, el mismo Nueva York donde conoce a Allen Ginsberg, año que fue enviado como corresponsal a Jack Kerouac, Peter Orlovsky y Gregory cubrir la devastación provocada por el terremoto en la Ciudad de México. John Ross, periodista, poeta y escritor confiesa que sus amantes se han convertido en papel y ahora en una orgía de palabras se revuelcan en la cama con él. Sus muebles son máquinas del tiempo por las que se viaja a la época del Porfiriato con sólo mirarlos. Un montón de manuscritos confinados en el armario claman por salir, amenazándolo con ahogarle en cuanto les abra la puerta, en fin, un cuarto latente e inundado de crónicas, poesía y literatura. No puedo evitar imaginar a John: su cara, boca, ojos, color de piel, en ese mismo instante mi amigo Avestruz, deja caer una hoja frente a mí que dice: “El monstruo, John Ross”, también impresa con su foto que borra de inmediato este atisbo de facciones que yo le atribuí al autor. Mañana lo vamos a entrevistar en Radio Chamba y estás invitado, me dice Avestruz. Ahora lo que sé de John Ross son las dos primeras páginas de su libro, la breve reseña en la contratapa y su aspecto. Para un intelectual probablemente esto sea muy poco, pero para mí John Ross: Quijote en México es suficiente, y así, me decido a ir a su encuentro. Corso y a otros autores del movimiento Es casi la una de la tarde. Martín al volante, “beat”. Ya en el estudio, mi colega Carlos Carlos de copiloto y yo detrás de los dos ajusta los controles para salir al aire, miennavegamos entre los rascacielos de Chicago. tras John se dedica a sacar varios libros y El carro se detiene al frente de una gigantesca una película de su bolso, como cual mago caja de vidrio y adentro de ella, como resguarquien saca conejos de su sombrero: varios de dado por el frío, John, hundido en un sillón poesía, entre ellos uno llamado Bombas, otro manosea un libro. Martín y Carlos buscan un con el título de IraquiGirl, el cuál introduce espacio para estacionar y yo aprovecho para con particular emoción. La película tiene por saltar del vehículo y adelantarme. título Corazón del tiempo, filmada y actuada He leído bastantes entrevistas que por miembros del Movimiento Zapatista de terminan siendo minuciosos y burdos frescos Liberación Nacional en la selva lacandona de fisonómicos, logros soberbios empeñados en Chiapas y dirigida por Alberto Cortés quien demostrar la pericia descriptiva del entretambién escribió el guión junto a Hermann vistador en vez de ceder la palabra al entreBellinghausen. vistado, por eso no voy a dar detalles de La entrevista fluye entre ríos anecdóticos cómo luce John, solo diré, que si hubiera un concernientes a la formidable capacidad de concurso de quijotes John arrasaría con todos los barrios del D.F. para organizarse a partir los premios. Después de un saludo relajado y de las cenizas en que quedaron convertidos un apretón de manos, el terreno fértil de la por el terremoto del 85, y a falta de ayuda de comunicación queda establecido. Esta es la parte gobierno; conciencia, alianzas y logros, primera vez que conozco personalmente a un todos resultado enteramente de la tenacidad
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del pueblo por el pueblo, que además es uno de los temas que más abarca en su libro. John dedica parte de la entrevista a una chica llamada Hadiya, adolescente iraquí residente de Mosul y quien el 29 julio del 2004, a un año y medio después de haber comenzado la ocupación por parte de Estados Unidos, decide iniciar su blog, donde narra las vivencias a raíz de la guerra. Todo este material John lo compiló y desarrolló, así nace el libro que lleva por título IraquiGirl. Los últimos minutos John se concentra en relatar su relación con el movimiento zapatista, así como su testimonio de lo que vivió en el momento de la filmación de la película Corazón del Tiempo. John produjo en mí una honda expansiva benévola y reveladora que sigue en aumentando. Confieso que sé poco de él; de cómo en el 2004 se fue a la ciudad iraquí de Mosul para convertirse en un escudo humano en contra de los bombardeos; sé también que tiene la edad de mi padre. No han sido siete décadas suficientes para impedirle llegar a donde ahora se encuentra: luchando por liberar los galeotes de sus cadenas. John dejó un murmullo humilde y desinteresado en mi oído, que sigue creciendo igual que un eco que va inventado cavernas conforme avanza; John, apoyando su mano en una cabeza de dragón habla incansablemente de los logros de los otros. Escucharlo es beneficioso si uno quiere aprender historia de México, en minutos con él se pueden recorrer trechos épicos sucedidos antes y después de Colón. Habla del maíz como quien habla del espíritu, los aztecas decían que estaban hechos de maíz, lo oí repetir varias veces. Cuando le hablamos del son jarocho dijo que prefería los huapangos. John es un animal festivo y único, pacífico y agradecido. Lee poesía con el fervor de un adolescente loco por la magnitud de la vida. Es fácil aprender al lado de John, el es el abuelo que todos deseamos, ese que nunca termina de contar historias y batallas que libró, ese que nos roba la vista para que podamos escuchar, además de ser un caballero que no le importa morir por una causa justa. Su cabeza abarrotada de vivencias se le desborda aún cuando calla. John no solo luce como el Quijote sino que también su vida se le parece. Me pregunto entonces cómo se debe conocer a un escritor, dándole la mano y después leyéndolo, o leyéndolo y después dándole la mano. En mi caso sucedió lo primero. Ignacio Guevara, costarricense, es miembro del consejo editorial de contratiempo.
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Foto: Cortesía de Tanya Saracho
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Chris Cantelmi, Charin Alvarez, Ilana Faust, y Gabe Ruiz en la escena de gente rezando.
Tanya Saracho: En confianza Tanya Victoria
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n abril del 2005 un supuesto milagro se llevó a cabo en la Avenida Fullerton debajo de la autopista Kennedy. La supuesta imagen de la virgen María se apareció en la pared de concreto. Miles de creyentes visitaron el lugar. La dramaturga Tanya Saracho no fue la excepción; ella entrevistó a treinta y seis personas que acudieron al sitio, y el resultado: “Our Lady of The Underpass/Nuestra Señora del Paso a Desnivel”. Conocí a Saracho durante el estreno del segundo montaje de la obra el pasado abril. Una semana accedió a ser entrevistada por Contratiempo. Tanya se abrió de capa y habló de lo que piensa del teatro y de su postura como mujer. Su aportación es invaluable. En el 2000, Saracho fundó Teatro Luna por y para la mujer latina, colocándose en un lugar privilegiado dentro de las artes escénicas. Su método de vida es el placer, que generosamente siembra a su paso a través de su trabajo.
CT: ¿Cómo empieza tu aventura en Chicago? TS: La primera noche que me mudé a Chicago, la vecina me preguntó: “You are not like the other kind of Mexicans, are you?/¿Usted no es como las otras mexicanas, verdad?”. Lo dijo muy feo, nunca me había sentido así, ese diálogo tan cortito está reflejado en todas mis obras. Tengo un vínculo muy fuerte con México, siendo de frontera siempre hubo un vínculo con Estados Unidos. Aquí debemos adoptar el término latino, pues vivimos dentro de una licuadora que nos mezcla; ya adopté palabras de Puerto Rico, de Argentina de todos lados. Estudié en Boston, sabía que no podía ejercer ahí. Siento que en Nueva York viven en una cajita, es una constante lucha. Necesitaba algo diferente, encontré un libro de “Steppenwolf” y vi que en Chicago puedes empezar tu propio teatro. Vine y ese fin de semana encontré un departamento, sigo viviendo ahí. Me di cuenta que tenía que haber un teatro de latinas, de mujeres. Aquí hay una miopía sobre nosotros los latinos y quiero complicar nuestra imagen, para que se
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den cuenta que tenemos otras dimensiones. Adopté ese movimiento y ahí está. CT: En Our lady, el personaje de la polaca grita lo que piensa acerca de los estereotipos y la cultura estadounidense, habla de ese momento incómodo que los inmigrantes hemos vivido cuando nos estereotipan. ¿Cómo lo toma tu audiencia estadounidense? TS: Esa mujer existió tal cual, habían chocado ella y su mamá, estaban enojadísimas. Si ese diálogo lo hubiera dicho un latino, en la obra, no lo hubieran tomado igual. Pero lo dice una mujer europea, así se lo pueden tragar un poquito más. Esta obra es tan simple y dice muchísimo. CT: ¿Qué hay después de Teatro Luna? TS: Teatro Luna me dio mucho, funciona muy bien. (Pero) para mí, después de diez años, esa etapa terminó. No puedo concentrarme en todo, manejaba la administración, no tiene nada que ver con el arte. Tenía que escoger y dar oportunidad a otras generaciones de alimentar a Teatro Luna. Para mí vienen muchas cosas. Steppenwolf me dio dos comisiones; eso es genial, no hay muchos latinos a quienes les pidan ese tipo de trabajo. Tengo miedo y eso me mueve más. Este año viene: “El Nogalar”, un estilo muy a lo Saracho de “El Jardín de los cerezos”, de Chejov. Estrena el 17 de julio en el festival del Teatro Goodman. Habla de una familia rica que despilfarra el dinero en Estados Unidos; cuando regresan, ya no vuelven al México que conocían, no regresan al Nogales de antes, tienen ese “culture clash” en el que no encajan ni aquí ni allá. CT: ¿Qué carrera te define? TS: Lo bueno en Chicago es que no te tienes que definir. Puedo hacer de todo, pero sé que mi huella la voy a dejar con una obra y no con mi actuación, pero voy a comer de la actuación. Acabo de regresar de hacer una grabación para una serie en inglés. Estoy muy agradecida porque sé lo difícil que es vivir de esto y yo vivo de la actuación, aquí no somos muchas, las que están en ese negocio son mis
amigas, siempre hay oportunidad para todas. Escribir me llena, que la gente disfrute mis obras, que se identifiquen. CT: ¿Cuál es tu experiencia con los pioneros de teatro en Chicago? TS: Si hubiera empezado hace veinte años no hubiera podido hacer lo que he hecho hasta ahorita, antes era dificilísimo. Pienso en Henry Godínez, Rosario Vargas, Eddy Torres, a ellos les tocó empujar un piedrón enorme y hacer que el teatro latino tenga el lugar que tiene, yo nada más empujé la puerta. Hay que representar a los latinos. Con esta comisión de Steppenwolf tengo que navegar en dos aguas, pues debe ser una historia vista con mis ojos y tengo que complacer a su equipo. Rosario Vargas es “la gran dama”, yo fui con ella hace mucho tiempo, ella no tenía por qué citarse conmigo, ni darme consejos, (pero) se sentó conmigo en su teatro, un recinto maravilloso, y me explicó el panorama, quién con quién, cómo y dónde. Me dijo: “Nosotros no nos metemos con nadie, hacemos nuestro trabajo. Te aconsejo que hagas eso, si necesitas algo aquí estoy”. Fue como una madrina para mi, estoy agradecida ya que es una mujer a quien respeto y admiro muchísimo. Me tomó de la mano, me dio una bendición y para mí siempre ha sido muy especial, muy espiritual. Ni teatros gringos han hecho lo que Rosario ha logrado con “Aguijón”. Ahora sigue Marcela, las dos nos hemos apoyado mucho. CT: ¿Qué es lo que te nutre para seguir? TS: El miedo. Lo canalizo y hago las cosas, como con “The house on Mango Street”. Steppenwolf me lo pidió tres veces y por miedo la rechazaba. Es el gran libro de los latinos en Estados Unidos. Fue difícil; tenía que honrar a Cisneros, que es una eminencia. Al final la obra gusto muchísimo. Ahí me di cuenta que la gente está sedienta de obras latinas. Por ejemplo en “Kitty y Fernanda” hay 40 por ciento de español. No siempre le gusta a la audiencia anglo pero tienen que educarse a verlo y disfrutarlo, como una ópera, o una obra en el extranjero. Tanya Victoria, mexicana, reside en Oak Park. mayo 2010
foto: Ritter Walder
Fusión de tiempos y cruces culturales en la ciudad de León
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Héctor Gómez Vargas
León: cruce de culturas
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a última década del siglo XX fue una etapa de mutaciones varias para la ciudad de León (en el estado mexicano de Guanajuato) ante los procesos de cambio a nivel mundial y nacional que se estaban gestando y los impactos profundos que comenzó a resentir. Frente a la incertidumbre que afrontaba, uno de los efectos fue que empezó a preguntarse por su presente, por su futuro. La pregunta ha implicado un viraje en la visión de algunos actores e instituciones como una estrategia para dinamizar la vida económica al abrirse a los servicios y productos de orden internacional y, de esta manera, alcanzar los rasgos de una metrópoli en ciernes. Lentamente, la pregunta por el presente ha llevado a preguntarse por su pasado, por su cultura: la base desde la cual el presente se dinamiza hacia el futuro. Pero, más allá de esos intereses de corte económico y político, ¿qué es lo que hace que una ciudad como la de León se pregunte por su historia, su memoria y su identidad histórica? Esbozo dos hipótesis: la llegada de algunos procesos de la modernidad tardía de una manera directa y frontal en la década final del siglo XX; la presencia de tres vectores del tiempo que modificaron la experiencia temporal de sus habitantes y la vida social en general: lo que sucede en la actualidad se mueve entre las huellas de lo inmediato conocido, el pasado más lejano que se asoma, y la emergencia de realidades que se desconocen y parecen ser una condición de riesgo o de posibilidad. Históricamente, a la ciudad se le ha conocido por una serie de rasgos importantes: su densidad poblacional que desde el siglo XIX se caracterizó por ser una de las más grandes en el país, densidad que sólo es posible explicar por continuas oleadas de migraciones hacia la ciudad; su carácter industrial, específicamente en el ramo de la industria de la curtiduría y del calzado, que ha sido la base de su producción económica, el perfil de su población y de su infraestructura urbana; su marcado conservadurismo por una presencia temprana de una religiosidad de corte católico que se expandió y dinamizó la vida
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social y simbólica de su población, y que ha sido la pauta principal de su mentalidad, sus costumbres, su cultura básica. Alrededor de ellas se han dado las principales transformaciones en la ciudad, cuyos antecedentes los podemos localizar en las últimas décadas del siglo XX, una etapa de un impresionante crecimiento urbano y demográfico, el giro de su economía local hacia el comercio y los servicios internacionales, pero también de la diferenciación social de sus entornos urbanos, de sus habitantes, la alteración en la mentalidad y las formas de vida. Una síntesis de algunos de los procesos que han ido dándose en la ciudad puede esbozarse a través de una sucesión de imágenes sobre sus entornos de vida relativamente recientes: La ciudad se ha ido expandiendo más allá de donde la mirada puede ver y la imaginación puede pensarla. Una mancha amplia que palpita como el cuerpo de un animal que guarda en sí misma variedad de ritmos, pulsaciones, tensiones y formas de vida, que no puede ser pensada sólo por su espacialidad, sino por lo que conecta, fluye, se mueve y guarda en sí misma. Una ciudad que se hace visible por la presencia generalizada de actores sociales que cruzan, se mueven y dinamizan los espacios sociales, que modifican las ensoñaciones, las corporalidades, los imaginarios y las pautas de relación con las demás personas: los jóvenes y una diversidad de tribus urbanas presentes en toda la ciudad; la visibilidad de mujeres jóvenes que no sólo han accedido a los espacios educativos y profesionales, sino a la mayoría de los espacios sociales; la creciente presencia de migrantes de diversos lugares del país, al igual que de diferentes rumbos del mundo (italianos, alemanes, asiáticos, argentinos, brasileños, colombianos, etc.); la llegada de nuevos profesionistas que se instalan en las empresas, en las universidades, en los centros industriales, de la salud, de las artes y la cultura. La aparición de un nuevo equipamiento urbano que permite la llegada de nuevas prácticas culturales y van formando un ambiente sociocultural más cercano al mundo del consumo cultural por la vía del entretenimiento, el fomento a las artes, la recreación individual y familiar. Es el caso de la presencia de foros culturales para la difusión y promoción de la danza, la pintura, el teatro, el cine, la literatura; de galerías, museos, librerías, bibliotecas; de parques recreativos, de centros y plazas comerciales, de restaurantes de comida nacional e internacional, bares, antros y cafeterías; sex shops, centros holísticos y naturistas para la salud, gimna-
sios y espacios para la yoga, el tai chi, pilates, artes marciales, la meditación; centros de enseñanza de artes plásticas, música, gastronomía, medicinas alternativas, budismo y tradiciones místicas, artes decorativas, política y comercio internacional. ¿Qué implica las múltiples temporalidades en la ciudad? Que en la ciudad se ha dado una fusión de temporalidades y esto la ha llevado a un cruce de pautas culturales, es por ello que la manera de pensar y de vivir la ciudad corre por otras vías de su ser tradicional, más cercano a lo diverso, lo multiforme, e, igualmente, se dan zonas de transición entre lógicas y experiencias que fermentan nuevas socialidades y dimensionan la traza original de su ser tradicional e histórico. Los cambios en la ciudad no se pueden entender sin lo que impacta en su vida social y simbólica, es decir, en su cultura. Una hipótesis final: para construir el futuro, la cultura es y será una de las vías fundamentales, porque la pregunta por el presente es una actitud de los tiempos actuales y el tipo de respuesta significa lo
que la ciudad podrá construir dentro de un entorno que igualmente es común para muchas ciudades: la creciente incertidumbre que construye o desintegra. Héctor Gómez Vargas, mexicano, es catedrático del Departamento de Ciencias del Hombre, en la Universidad Iberoamericana León. Este texto se publica como parte de la presencia de contratiempo en la Feria Nacional del Libro (FENAL) León 2010
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¿Por qué en Arizona? Febronio Zatarain
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a implementación de la Operación Guardián y la Operación Escudo a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México en 1994, convirtió al desierto de Arizona en el área más “atractiva” para introducirse ilegalmente a Estados Unidos. Estas “operaciones” generaron el crecimiento de mafias encargadas de transportar indocumentados. En los últimos 16 años han muerto unos cinco mil indocumentados, mayormente mexicanos, en su intento por llegar a Atlanta, Los Ángeles, o Chicago. Antes, casi todos los migrantes cruzaban por el río Bravo o por cualquier punto de la frontera que los llevara a California. Luego, al dejar atrás la última garita, se desplazaban a su destino. La gran mayoría de los trabajadores agrícolas iban y venían. Quienes los ayudaban a cruzar la primera vez no eran seres desconocidos; eran gente de su mismo pueblo o de su región. Esta gente respondía más al perfil del “bracero”: es decir, personas que no concebían su existencia en Estados Unidos. Pero desde 1994 todo cambió. Esos migrantes de Jalisco, Michoacán, Guanajuato que conocían todos los “caminos, ríos y cañadas desde Tijuana a Reinosa” se han extinguido. Ahora, si se logra cruzar, es para quedarse. El inmigrante viene en busca de trabajo, y si en su camino se le presenta la oportunidad de hacerlo, lo hace. En 1994, el número de indocumentados en Arizona no rebasaba los 50 mil; ahora se cree que hay casi medio millón. Hay dos razones: es la principal entrada para migrantes y tiene –en estos tiempos de recesión– la ciudad de mayor desarrollo económico en la última década: Phoenix. Toda ciudad estadounidense debe su prosperidad a los inmigrantes. Eso lo sabe Phil Gordon, alcalde de Phoenix. Por eso, ha ordenado al fiscal de la ciudad que demande al estado de Arizona a fin de repudiar la ley SB1070 recién aprobada que criminaliza al indocumentado. Gordon sabe que las industrias restaurantera, hotelera y de la construcción de Phoenix se hundirían sin los indocumentados. Eso también lo sabe el alcalde de cualquier gran urbe estadounidense, como Michael Bloomberg, de Nueva York, para quien la SB1070 es un “suicidio nacional... Si queremos tener un futuro, necesitamos tener más inmigrantes”. Palabras que podrían endosar los alcaldes de Chicago, Los Ángeles, Seattle, porque ellos mejor que nadie saben esa verdad: el crecimiento económico no es posible sin los inmigrantes. Criminalización de inmigrantes En 1996 se aprobó la ley denominada IIRAIRA, que en algunos apartados señala que todo residente que haya cometido un crimen (golpear a su esposa, participación en pandillas, etc.) deberá ser deportado; también daba derecho a las autoridades locales de solicitar capacitación para sus cuerpos policíacos a fin de poder fungir como oficiales de migra-
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ción. Lo curioso es que dichos apartados no se aplicaban porque, pese a que se aprobaban leyes de carácter reaccionario como éstas, el péndulo ideológico estadounidense seguía cargado hacia el lado liberal. Pero cayeron las Torres Gemelas y entre el polvo y el humo se extravió el espíritu liberal o humanista estadounidense, y quien vino a tomar el timón de esta nación fue su espíritu conservador o inhumano; el mismo que luchó por mantener a los negros como esclavos en la segunda mitad del siglo XIX, el mismo que repatrió a más de quinientos mil mexicanos durante la depresión de 1929, el mismo que puso a estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial en campos de concentración por cuestiones de seguridad nacional, el mismo que siguió asesinando o linchando negros en los estados del sur. A partir del 11 de septiembre de 2001 todo extranjero de piel morena está bajo sospecha y se buscó la manera de aplicar rigurosamente la ley. Se empezaron a desempolvar los apartados de la ley IIRAIRA referentes a migración y se creó un reglamento de emergencia: la Ley Patriota. En los primeros tres años de la era 9/11, los inmigrantes más afectados fueron los de origen árabe. Se les detenía durante días o meses, se les interrogaba y luego se les deportaba o se les dejaba libre sin ninguna explicación. Los indocumentados que se detenían eran parte de los “daños colaterales” porque el objetivo eran los terroristas. Quien movió la mira fue el ya fallecido catedrático de Harvard, Samuel P. Huntington, quien en un ensayo titulado “El reto hispano” consideró a los mexicanos un peligro para el espíritu de progreso de este país. A partir de ahí los conservadores encontraron la justificación para poner en su mira al indocumentado: surgió el grupo de caza-inmigrantes Minuteman Project, el congresista James Sensenbrenner propuso la Real ID Act a principios de 2005 y a fines del mismo año la HR4437, en la que se criminalizaba al indocumentado. La indignación no se hizo esperar y en la primavera de 2006 más de 10 millones de personas salieron a protestar a lo largo y ancho del país. Las represalias por parte del Estado llegaron al instante: las redadas masivas se volvieron noticia; de la ley IIRAIRA se reavivó el inciso 287 (g), en el que se autoriza al Departamento de Seguridad Interna acordar con autoridades locales la capacitación de sus cuerpos policíacos para que funjan como oficiales de migración. Es gracias a este inciso que en el condado de Maricopa, Arizona, existe un sheriff como Joe Arpaio, para quien la razón de su existencia se ha vuelto la captura de indocumentados.
conservadora los responsables de la catástrofe económica son los inmigrantes. Por el otro, quien ganó las pasadas elecciones presidenciales fue un negro: Barack Obama. Como es políticamente incorrecto atacar a Obama por su color de piel, para librarse del enojo y de la incomodidad que esta circunstancia le provoca, el espíritu reaccionario busca subterfugios para desahogarse, y uno de ellos es la piel oscura de la gran mayoría de los inmigrantes mexicanos y latinoamericanos. Alrededor de ocho millones de estos seres de color café tienen un lado flaco por el que se les puede atacar legalmente: su condición de indocumentados. Para cualquier miembro del Minuteman Project o del Tea Party es fácil enmascarar su racismo diciendo que no están en contra de la inmigración legal, ni de los hispanos, sino de la ilegalidad. El grupo más golpeado por las desregulaciones en la economía ha sido la clase media blanca. En la década de los 80 y gran parte de los 90 fueron atacados los trabajadores de cuello azul, clase laboral en vías de extinción; en lo que va del milenio, los atacados han sido los trabajadores de cuello blanco. Pero esta verdad no es evidente para el blanco que ha perdido algunos o todos sus beneficios. En
su entorno ve a miles de inmigrantes, documentados o no, que sí están trabajando y que a veces tienen mayores beneficios que él, y su reacción antiinmigrante no se hace esperar. La Operación Guardián y la Operación Escudo, aunadas al florecimiento económico de Phoenix, han vuelto a Arizona la punta del embudo por el que todos los desahogos del imaginario social estadounidense se han ido derramando. El monstruo que se desbordó por las calles de Chicago, Los Ángeles, Dallas, o Denver, se replegó ante el peligro de ser deportado. Pero a veces, la dignidad se impone sobre el miedo. En las próximas semanas sabremos si el inmigrante está dispuesto a defender su dignidad de trabajador bajo el riesgo de ser deportado, o si prefiere agachar la cabeza ante el miedo y aceptar en silencio todas las vejaciones legales que se les ocurran a los congresos locales y federal. Febronio Zatarain es miembro del consejo editorial de contratiempo.
“We Want America Back!” Hay dos hechos en el 2008 que revitalizan la xenofobia. Por un lado la crisis económica que disparó el índice nacional de desempleo por arriba del 10 por ciento. Para la visión
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Náuseas, pedofilia y el secreto pontificio Jochy Herrera
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lice contaba con apenas ocho años cuando sus padres la confiaron a Giorgio Carli, párroco de la comunidad italiana de Bolzano, a fin de enseñarle catecismo; en vez de ello fue violada repetidamente mientras era filmada por Carli, misal en mano. En enero de 2005, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de La Doctrina de la Fe y meses después Papa Benedicto XVI, no compareció ante las autoridades norteamericanas a propósito de un litigio donde el abogado Daniel Shea le inquiría en representación de menores abusados en una parroquia de Texas. El gobierno estadounidense había otorgado inmunidad diplomática al prelado tras éste haber sido requerido como testigo por “interferencia con la justicia” a propósito de un documento de su autoría redactado en 2001: De delictis gravioribus. En él, Ratzinger instruía que los casos de delito clerical más graves, como el abuso sexual de menores, estaban sujetos al “secreto pontificio” y que su oficina tomaría control de ellos. El pecado escondido Éstas y otras historias acaban de hacerse públicas en el libro Anonimo: il peccato nascoto (El pecado escondido) coordinado por el periodista Luigi Irdi y Roberto Mirabili, director del grupo anti-pedofilia La Caramella Buona. Italia, nación con la mayor concentración de curas del mundo, está siendo “arropada” por el “escándalo” de pedofilia sacerdotal según reportó la agencia noticiosa AFP el pasado marzo 26. Recientemente los medios se hicieron eco de centenares de denuncias de abusos cometidos por sacerdotes muchas veces bajo el encubrimiento (¿complicidad?) de autoridades eclesiásticas y estatales. Declaraciones de las víctimas, reportajes investigativos de los archivos de la Santa Sede, excusas, mea culpa y defensas del Papa, han invadido la prensa mundial tradicionalmente silente ante el escabroso tema. La prestigiosa BBC de Londres redactó una sucinta cronología. A saber: 1985 - 1993 *Por primera vez en Estados Unidos el abuso sexual clerical se convierte en asunto nacional tras la culpabilidad del párroco de Louisiana, Gilbert Gauthe, por once casos de violación de menores. *1993: primer veredicto contra la iglesia norteamericana cuando la diócesis de Dallas es condenada a pagar 31 millones de dólares a las víctimas del párroco Rudolph Kos. 2002 - 2005 *El diario Boston Globe, tras denunciar el abuso de menores cometido por curas en Massachusetts, no solo recibe el premio Pulitzer sino que desencadena una de las mayores crisis del catolicismo que culmina con la renuncia del Cardenal Bernard Law; una posterior investigación de la propia iglesia “descubre” más de diez mil niños víctimas de abuso a lo largo de varios años. *El Informe Ferns del gobierno irlandés reporta que dos docenas de sacerdotes del condado de Wexford, culpables de abusar de menores, tras ser transferidos a otras localidades regresaron a sus diócesis y continuaron ejerciendo tareas ininterrumpidamente.
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Benedicto XVI: mirando para otro lado
*La jerarquía católica austríaca admite la veracidad de las acusaciones de pedofilia contra su antiguo líder, el Arzobispo de Viena Hans Hermann Groer. *Los oficiales católicos de Brasil, Australia y Sudáfrica reconocen la existencia del abuso de menores en el seno de sus parroquias. 2009 - 2010 *La Comisión Investigadora de Abusos de los niños de Irlanda revela cifras escalofriantes: más de 35 mil menores abusados en un país donde su jefe católico, el Cardenal Sean Brady, estuvo presente en reuniones en las que menores eran obligados a firmar juramentos de silencio contra el sacerdote Brendan Smyth. *En marzo de 2010 The New York Times afirma que Ratzinger, en el rol de Prefecto de la Doctrina de La Fe, ignoró el caso de Lawrence Murphy, sacerdote encargado de una escuela de sordomudos de Wisconsin y violador de 200 pupilos. *La Legión de Cristo (México) y su brazo laico Regnum Christi, admiten que su fundador, el padre Marcial Maciel, amigo de Juan Pablo II, “cometió graves actos contrarios a las directrices de la organización” (Maciel, quien en 2006 fue retirado por Benedicto y “condenado” a vivir en oración y penitencia, llevó una doble vida de relaciones formales con varias mujeres con las que concibió al menos tres hijos, mientras abusaba sexualmente de varoncitos adscritos a su seminario). Catástrofe en el Vaticano The Wall Street Journal definió las actuales circunstancias de la Iglesia Católica como catastróficas, comparando la crisis financiera de Wall Street con la del Vaticano, e indicando que ambas resultan de la falsa creencia de sus líderes de que estas instituciones son invulnerables. El periódico de mayor circulación en Estados Unidos, USA Today indicó que dicha crisis amenaza el legado benedictino justamente durante su quinto cumpleaños, en marzo pasado.
No hay duda de que el Papa, a juzgar por sus declaraciones sobre “la necesidad de purgar la iglesia de la suciedad”, ha arribado a un territorio virgen en el catolicismo: la admisión de la perversión sexual perpetrada por sacerdotes. Con la excepción de Juan Pablo II, quien profesó que “en la Iglesia no había lugar para sacerdotes abusivos”, nunca antes una autoridad eclesiástica admitió culpabilidad. Sin embargo, yerra Ratzinger cuando culpa a la secularización y al “abandono del cristianismo de vieja escuela” de los eventos de Irlanda (y del resto del mundo católico). Mientras tanto, la gente se pregunta si la admisión y el pedir perdón son suficientes, si el Vaticano y sus miembros deberían someterse a las mismas expectativas que cualquier otro país en lo referente al abuso sexual de menores. Es decir, el mundo, creyentes incluidos, cuestiona si acaso no le corresponde a los representantes del reino divino ser el ejemplo y la luz de los pecadores. Y se pregunta también Maeve Lewis, directora del Irish Survivor Group (organización defensora de las víctimas), si hay esperanza de que la jerarquía curial aborde este problema de manera efectiva, porque a su parecer, las declaraciones papales reflejan “un desconocimiento total de la dinámica de la violencia sexual”. El catolicismo atraviesa la mayor encrucijada de sus últimos decenios y la crisis toca las puertas del despacho papal: ya no se trata de acusaciones, porque los abusos están demostrados; de apuntar el dedo a culpables, porque ya ellos lo han admitido; de perdones públicos, porque las letanías de apologías sobran; de que si Ratzinger “sabía” o si ocultaba conocimiento de causa. No se trata esta crisis del prestigio y la autoridad moral de la Iglesia, porque incluso sus fieles admiten dolorosamente que ambas han sido socavadas. Se trata de la obligación del líder del catolicismo de reivindicar los dictados de su propia doctrina, tanto en el territorio legal como en el divino. Cruces de oro Mas realmente se trata de Alice, quien no fue violada por Satanás ni a causa de la homosexualidad, como justifica los crímenes de los curas pederastas la organización Catholic League for Religious and Civil Rights. Se trata de los millares de menores irreparablemente traumatizados en una estela de dolor y tortura que bordea el infierno dantesco, a decir por los comentarios del Arzobispo de Boston Sean O’Malley recientemente publicados en The Wall Street Journal. En defensa de la sensibilidad del Papa, O’Malley describió en su blog cómo se emocionó Benedicto XVI tras de que le entró una lista de mil 500 niños sexualmente abusados por la curia, muchos nombres marcados con una cruz de oro indicando que habían muerto “en circunstancias trágicas”. Desconocedor del carácter de Benedicto, sospecho que en sus cavilaciones más íntimas se habrá preguntado alguna vez si su jefe, Jesús el Nazareno, ¿acaso estará arrepentido de aquellas tiernas palabras en que pedía “dejad que los niños vengan a mí”? Jochy Herrera, escritor dominicano autor de Extrasístoles (y otros accidentes), miembro de la mesa directiva de contratiempo.
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Elogio de la oscuridad
contrafoto Nanett König-Toro
Gerardo Cárdenas Pero los hombres amaron la oscuridad más que la luz La luz del mundo brilla, ¡qué brille como quiera! El mundo amará más su oscuridad. Dudo mucho que cuando el mundo caiga al abismo, no ame aún más su penumbra. Richard Crashaw (trad. G. Cárdenas)
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ice mi esposa que una de mis características menos apreciables (no revelaré el tamaño de la lista) es mi insistencia en una absoluta oscuridad y silencio como preámbulos para poder dormir. Ella, que es hija de la Luz, lee, responde emails, o trabaja hasta pasada la medianoche, mientras yo me agito entre el sueño y la vigilia, incapaz de aislar ruidos y claridades. Sin embargo, es solo en el abrazo de la penumbra total y del silencio nocturno en que mi cuerpo puede aislarse y mi mente liberarse de la esclavitud de la lógica. Es solo en la oscuridad donde vuelvo a un estado primordial, donde soy parte de las sombras que me rodean, donde el otro despierta y recorre mundos incomprensibles o desconocidos para mí. El mundo de la luz es perverso y persistente. En otros tiempos bastaba apagar el fuego, soplar las velas, o apagar la luz, para sumir a una habitación en penumbras. Un cortinaje grueso era suficiente para ahogar las luces naturales o artificiales que pudiesen venir del exterior. Nada de eso sirve ya. La tecnología LED (siglas en inglés de diodo emisor de luz), que para mayor ironía nació el mismo año que yo (1962) es hoy el estándar en todo tipo de aparatos electrónicos. Sus demoniacos ojos que emiten luces en frecuencias de onda infrarroja y ultravioleta, nos acompañan todas las noches, velando nuestro sueño, o al menos eso queremos creer. Son inevitables: ahí están los ojillos rojos de mi reloj despertador; la intermitente luz roja que me avisa cada vez que recibo un email o texto en mi Blackberry; la luz verdosa de la pantalla del televisor cuando está apagada; la luz de un verde más intenso que emite la caja del cable, por encima de otra luz roja, la del DVD que indica que se encuentra en reposo; la luz ámbar del aparato de sonido; y eso sin contar la pavorosa luz blanca que emite el I-phone de mi esposa cuando entra un mensaje. Y todos esos ojos me miran, fríos, indiferentes, como los ojos ambarinos del leopardo listos para saltar sobre su presa. Ojos de humanoides surgidos de pesadillas de Harlan Ellison o Theodore Sturgeon, Terminators útiles y necesarios que por las noches emiten sus rayos letales para socavar los rincones de mi cerebro, convertir mis sueños en bits, y ocultarlos en algún archivo de memoria perdido y mohoso.
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Mi lógica se rebela: si todos esos aparatos están apagados, o desactivados, durante la noche ¿por qué hemos de seguir viendo sus lucecillas indecentes? No vamos a dormir mejor por el hecho de saber que, pese a su inactividad, aún funcionan. Pero su acción es independiente de nuestra conciencia moral. La máquina inteligente observa y analiza, con su ojillo de luz roja, ámbar, azul o verde, mientras tú duermes. Observa y aprende. Observa y analiza. Observa y espera el momento en que hayas bajado la guardia por última vez. Aún las mitologías más básicas coinciden en que la oscuridad fue primero. La luz vino después, para diferenciar la claridad de las sombras; para separar el día de la noche; para separar el mundo de lo concreto, de lo diurno, del mundo primordial, misterioso, y abstracto de lo nocturno. La obsesión por la luz nos ha hecho rodearnos de estos aparatos cuyos ojillos deben mantenerse abiertos y luminosos, como avisándonos que no tenemos derecho al aislamiento del sueño, al refugio de la sombra. Antes ansiaba que alguna inquietud del sueño me despertase justo a la “hora bruja”, la “hora del lobo” (como la bautizó Bergman), el espacio entre 3 y 4 de la madrugada, cuando la noche es más oscura, justo antes de la irrupción del alba, la hora en que campean demonios y fantasmas, cuando el enfermo agrava, y el agonizante muere. Ansiaba llegar a esa hora para sentir en mi interior la profundidad y totalidad de la noche. Para sentir, como escribió Luis Cernuda, que “Ahora el alma es oscura, / y los ojos no hallan/ Sino tiniebla en torno. / Es ésta la hora cierta/ para hablar de la vida, / la vida tan amada”. Hoy día, a las 3:00 am, si me despierto, encuentro frente a mí los ojillos rojos, los ojillos verdes, los rayos penetrantes e indiferentes, de los aparatos obscenos que transgreden al imperio de la noche. Gerardo Cárdenas, escritor mexicano, es director editorial de contratiempo.
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La Feria Nacional del Libro León: encuentro de pasiones Juan Manuel García años en un complejo ferial de primer orden, el Poliforum, que la hace muy atractiva en cuanto a ubicación, servicios y ser además un epicentro donde se discute y analiza el quehacer de la lectura. La oferta del encuentro anual se complementa con talleres, las infaltables presentaciones editoriales, conciertos, lecturas en voz alta, ciclos especializados y una variopinta muestra al público de las novedades editoriales. Por aquí han pasado varios premios latinoamericanos e internacionales. Escritores y nombres como Daniel Sada, Xavier Velasco, Cristina Rivera Garza, Élmer Mendoza, Carlos Monsiváis, Francisco Martín Moreno, Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou, Mario Bellatín, Mónica Lavín y muchos más que se escapan en el recuento, han compartido con los guanajuatenses la alegría del libro y la escritura. Este año, la Feria incluye entre sus novedades a un estado invitado: San Luis Potosí, cuya vitalidad literaria en nuestro país es un referente nacional. La multidisciplinariedad de este encuentro continúa con los ciclos especializados. Tenemos en especial uno de cuentistas curado por Cristina Rivera Garza, otro académico y uno dedicado al Bicentenario. Hay también una presencia importante de escritores regionales y algunos otros de renombre internacional como Elena Poniatowska, una de nuestras novelistas más
destacadas. En conciertos se espera la presencia de Nortec, Voz en Punto, Los Leonés de la Sierra de Xichú y uno dedicado a la música Indie. Son diez días de actividad en los cuales apenas si habrá respiro para poder compartir con los otros un tiempo de lectura y buena charla. Del 14 al 23 de mayo, nuestro estado y nuestra ciudad, ésa que imaginó Ibargüengoitia, pero resignificada por los libros, se dispone abierta cual río que baña cada uno de los cuerpos. Más información en: www. institutoculturaldeleon.com Juan Manuel García, mexicano, es creador escénico, escritor, periodista y promotor cultural. Director de vinculación del Instituto Cultural de León. El presente texto se publica en contratiempo como parte de un acuerdo institucional con la FENAL. Foto: Instituto Cultural de León
Estamos enclavados en el centro del estado de Guanajuato, México, donde el novelista Jorge Ibargüengoitia imaginó a Cuévano, nombró a sus habitantes y sus costumbres. Recordamos ese hecho como en una fotografía para ubicar el espacio temporal y geográfico de Guanajuato, la ciudad que fuera declarada capital Cervantina de América y en particular acercamos el zoom a León, la ciudad más grande y más poblada del estado. Aquí, desde hace 21 años se celebra la cuarta Feria del Libro más importante de su tipo en el país. Si consideramos que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) es el encuentro literario por excelencia del mundo en Hispanoamérica, sabemos entonces de qué estamos hablando. Con todas sus proporciones, la Feria del Libro de León se ha incrustado en el imaginario colectivo. Es un encuentro que se busca, se comenta y atrae como ningún otro a un público heterogéneo. No es un encuentro de grandes figuras, más bien, de figuras selectas de las letras y sobre todo, un espacio para la charla, la convivencia y el fomento a la lectura. La Feria Nacional del Libro de León, que organiza una instancia descentralizada del gobierno municipal, el Instituto Cultural de León, tiene su sede desde hace
Desde hace 21 años se celebra la cuarta Feria del Libro más importante de su tipo en Mexico.
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