Contratiempo 78 • Septiembre 2010

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SEPTIEMBRE 2010

Directiva Gerardo Cárdenas, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez

Directora ejecutiva Moira Pujols

Director editorial Gerardo Cárdenas

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Consejo editorial Gerardo Cárdenas, Raúl Dorantes, Eduardo Estala Rojas, Rafael Franco, Jorge García, Jorge F. Hernández, Catalina María Johnson, Stephanie Manríquez, Esmeralda MoralesGuerrero, Alejandro Ordóñez, Ana Rechtman, René Rodríguez Soriano, Febronio Zatarain

Directora de arte Esmeralda Morales-Guerrero

Diseño gráfico Erin Beckman, Esmeralda Morales-Guerrero

Fotografía Víctor M. Espinosa

Correctores de estilo Jorge García y Laura Pujols

Portada Esmeralda Morales-Guerrero Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro. ©

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Editorial

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México 2010: ¡Urge un nuevo grito de independencia!, Regina Santiago Núñez

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Ni ogro filantrópico ni nuevo ogro: Reflexiones sobre el Estado mexicano desde el Bicentenario,

Héctor Raúl Solís Gadea

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Independencia, mitos, y qué México queremos, Antonio Rosas-Landa Méndez

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Cabeza enredada, Jorge F. Hernández

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Cuentos de Ignacio Guevara y Marco Polo Soto

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Frontera, drogas y migración: El ojo fotográfico, Rod Slemmons

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La temida llamada de los carteles, Meribah Knight

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El monstruo maravilloso, Stepahnie Manríquez

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Mexicanos al grito de la música: Celebraciones del Bicentenario 2010, Catalina María Johnson

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Del comedor al escenario, Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

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Una hormiga en la 26: Crónica de un proceso teatral, Ignacio Guevara

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Yo no lo sé de cierto…, Gerardo Cárdenas

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Fugas, Galápagos e islas, Jochy Herrera

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contrafoto, Víctor M. Espinosa

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Latinidad: Refinanciamientos (Segunda de tres partes), Martha Argelia Martínez


Editorial A doscientos años de su Independencia y cien de su Revolución –hechos que definen el carácter de una nación– México vive momentos de profunda crisis política y moral, una de las mayores de su historia. Crisis de liderazgo que se revierte en el profundo desencanto de una población angustiada por la pobreza y el desempleo, el fantasma de la migración, y la pesadilla cotidiana de la violencia. Robándonos la frase de una colaboradora de nuestro dossier de septiembre, México duele. Duelen los casi 28 mil muertos de la guerra contra las drogas. Duele la paralización de autoridades federales, estatales y locales, impotentes para resolver los temores de la población. Duele saber (como se puede leer en nuestras páginas) que aún los migrantes que de este lado de la frontera confían en vivir rodeados de oportunidades, no están a salvo de las garras del narcotráfico. Y duele la soberbia gubernamental, que impone en actos oficiales dentro y fuera del país, la celebración de fechas que ya no son más que cascarones rotos, ruinas mutiladas de colosos de arena como aquel Ozymandias del poema de Percy Shelley, del que ya sólo quedaban las piernas semienterradas en el desierto indiferente. No tiene México un futuro fácil. Le pesan su historia y sus fantasmas. ¿Pueden los mexicanos, en estos momentos de crisis, dejar de ver a su rica historia como el ancla que los sujeta a sus mitos, y empezar a verla como una plataforma desde la cual construir un futuro nuevo? En otras palabras: ¿Es posible desmantelar los atavismos políticos, sociales y económicos que son la base de la crisis actual del país? ¿O empezar por redimensionar al aparato

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político mexicano, sobre todo tomando en cuenta que al actual presidente lo legitiman apenas un tercio de los votantes? Tal vez sería más fácil en un ambiente de paz y estabilidad. Pero México no podrá dar esos difíciles pasos sin antes resolver una situación en la que no pasa día sin que sus 100 millones de habitantes, y sus más de 10 millones de emigrados se desayunen con la noticia de la aparición, colgados de algún puente vial, de cadáveres mutilados; o de la desaparición de un alcalde, un síndico, un candidato, un líder político, o un periodista; o de los asesinatos indiscriminados de civiles inocentes. Un ejemplo estremecedor fue la noticia, difundida al momento de redactarse este editorial, de que 72 individuos entre hombres y mujeres, de diversos orígenes (salvadoreños, hondureños, ecuatorianos y brasileños) fueron encontrados muertos en una fosa dentro de un rancho en el nororiental estado de Tamaulipas. Todos ellos migrantes, todos ellos víctimas de un cartel de narcotraficantes. Sin resolver la crisis en materia de seguridad nacional; o el abismo educativo en que encuentran generaciones de niños, jóvenes y adultos; o el marasmo económico que lleva a cientos de miles al peligroso camino de la emigración, México no podrá resolver su futuro, ni reflexionar sobre las lecciones dejadas por 200 años de vida independiente. Contratiempo llama a los mexicanos de ambos lados de la frontera a una reflexión urgente: a poner sobre el tapete del debate todos los temas: la guerra contra el narco, que el régimen del presidente Felipe Calderón declaró sin consulta nacional ni rendición de cuentas; la legalización de las drogas; la revisión de los modelos políticos y electorales; el

paternalismo, corporativismo e ineficiencia del sistema económico; la relación con Estados Unidos. Nada puede quedar fuera del diálogo nacional. Por eso, en septiembre, hemos querido mirar estos problemas bajo diversas ópticas. La comunicóloga Regina Santiago nos ofrece un análisis lúcido sobre el papel que los medios de comunicación pueden y deben jugar en estos momentos de emergencia nacional; el sociólogo Raúl Solís usa el modelo del “ogro filantrópico” de Octavio Paz para reflexionar sobre las lecciones dejadas por Independencia y Revolución; el periodista Antonio Rosas Landa escudriña por debajo de la palabrería hueca de los festejos oficiales para encontrar señas de identidad de la crisis; y el escritor Jorge F. Hernández mira con ironía ribeteada de tristeza el estado en que se encuentran los mitos de la nación. En Tiempo Extra, además, hemos rescatado un estremecedor reportaje del Chicago News Cooperative sobre los tentáculos del narcotráfico. A principios de agosto, una empresa maquiladora china sacó a la venta figurines de plástico, para venta en México, con las figuras de los héroes de Independencia y Revolución: Hidalgo, Morelos, Allende, Carranza, Villa, Zapata, etc. El sarcasmo no es gratuito. Los mitos se nos desgajan, son juguetes baratos de feria “made in China”; para los mexicanos es urgente recuperar la historia, y generar nuevos modelos. El 15 de septiembre, y el 20 de noviembre, la tarea urgente es reflexionar, dialogar y proponer. La palabrería hueca, “al grito de guerra”, puede quedar para más tarde.


México 2010:

¡Urge un nuevo grito de independencia! Regina Santiago Núñez

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omienzo a escribir estas líneas con ánimo caído porque alguien ha logado secuestrar nuestra esperanza. En estos momentos, México duele. No hay canciones ni campañas publicitarias que logren opacar las imágenes de la explosión de un coche bomba en Ciudad Juárez… de un policía asesinado frente a la cámara de alguien que se identifica como narcotraficante… de una pantalla en negro porque se negó a transmitir los mensajes de propaganda del crimen organizado. Hoy, como hace doscientos años, la patria es un concepto en construcción; diversas voces claman contra la injusticia. Sin embargo, gana terreno el discurso del odio y México todo pierde con el olor a pólvora, a miedo, a infamia. En el momento en que este texto llegue a ti, consternado lector de estas sentidas líneas, México debería estar con ánimo festivo. Será el septiembre de los 100 años de la Revolución –que todavía no sé por qué escribimos con mayúscula—y los 200 años de Independencia, que todavía no hemos logrado asumir en su dimensión de compromiso con la libertad ejercida en forma responsable. Lo dicho, México duele. La construcción de imagen negativa El jueves 19 de agosto, The Wall Street Journal tituló su nota principal “La guerra contra el narcotráfico llega a la capital de los negocios de México”. En ese reporte, el diario especializado en finanzas hace un diagnóstico crudo de la crisis en materia de seguridad que vive Monterrey en particular, y México en general. El texto retoma de manera destacada un párrafo extraído del desplegado que ese mismo día publicaron grupos empresariales en diarios locales: “Es momento de hacer un alto y decidir sobre la mejor forma de responder a las bandas de criminales que ... buscan establecer un nuevo parámetro de terror”. La versión en inglés de esta nota va acompañada de videos que muestran la escena del crimen contra el alcalde de Santiago, Edelmiro Cavazos; fotografías de cadáveres que yacen en las calles de barrios residenciales; imágenes de soldados con los rostros cubiertos patrullando las calles y de tráileres bloqueando avenidas de esa “capital de los negocios”. Toda una oferta multimediática del terror.

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Qué hacer cuando se está perdiendo la guerra de propaganda El gobierno del presidente Felipe Calderón ha reconocido problemas severos en su política de comunicación para tratar los hechos de violencia. Ese mismo jueves se anunció el nombramiento del politólogo Alejandro Poiré como nuevo secretario técnico del Consejo de Seguridad. Su designación, según la información oficial, tiene por objeto lograr mayor coordinación en las políticas de las diversas dependencias encargadas de la lucha anti-crimen. También se le asigna el papel de vocero en materia de seguridad, que atienda los problemas de comunicación que han mermado la percepción ciudadana respecto a la estrategia de la lucha anti-crimen. La llegada de un académico y politólogo a un puesto como este puede interpretarse como el reconocimiento de que la lucha anti-crimen no solo es un asunto de habilidades policíacas, sino también de una gestión estratégica de la comunicación. El miércoles 18 de agosto, un día antes de que se hiciera oficial el nombramiento, los retos de Poiré habían sido discutidos a profundidad en Foro TV Agenda Pública, por los académicos José Carreño Carlón, Mario Campos y Mauricio Meschoulam. Carreño señalaba que finalmente iba a concretarse el paso necesario que desde hace mucho tiempo debió dar el gobierno de agrupar y organizar la información en lo que respecta al crimen organizado. Ponía el acento en que el haber dejado esa asignatura pendiente generó altos costos para la administración gubernamental. Para el panel de académicos, entre los retos del nuevo vocero estaba el de transparentar su estrategia de comunicación. Dejar en claro si ésta responderá a una perspectiva moderna de la gestión estratégica de la comunicación y si sus acciones partirán del conocimiento de las audiencias, de sus actitudes, necesidades, expectativas y creencias actuales. Carreño planteó el problema de que en estos momentos tenemos audiencias que se encuentran abandonadas en la indefensión. Públicos desconcertados ante las incongruencias y vacíos informativos del gobierno y el bombardeo de mensajes de las estrategias de comunicación de bandas criminales y sus códigos de terror.

¿Ciudadanos indefensos ante las tácticas del terror? Al escuchar los planteamientos de los académicos vinieron a mi mente los intercambios de reflexiones que un día antes habían tenido lugar en territorio de Twitter. Periodistas y académicos discutimos sobre la necesidad de pensar cómo habrían de asumirse los retos que actualmente plantean las estrategias de propaganda del crimen organizado, específicamente las generadas en el espacio conocido como El Blog del Narco. Todo quedó registrado en un texto del Observatorio de Medios de la Universidad Iberoamericana, pues estoy convencida de que es posible y deseable que en ocasiones se haga trascender este tipo de discusiones, transformándolas en documentos de análisis. El leitmotiv del intercambio de ideas era un problema a resolver: esa imagen del ciudadano indefenso ante las tácticas del terror. ¿Qué hacer con la proliferación de productos propagandísticos creados con el fin de generar parálisis a través del miedo? ¿Qué hacer cuando algunos periodistas confunden ese tipo de productos con información y les niegan su carácter de propaganda? Comprender el terrorismo para combatirlo Terrorismo –explicaba Mauricio Meschoulam— es un concepto psicológico. El objetivo del terrorismo es crear un daño psicológico; generar pánico en la sociedad a través de atacar cierto lugar o ciertas personas. Pero hay que tener en cuenta que la víctima no es la atacada en sí, sino las demás personas en la sociedad. —Es una estrategia de comunicación, señaló Carreño. —Una estrategia— indicó Meschoulam, que utiliza a los medios de comunicación para propagar el miedo. Cuando logras atemorizar a una sociedad logras que cambie sus conductas y sus patrones de comportamiento; incides en sus actitudes para que presione al gobierno. Difícil toma de conciencia El fin último de la propaganda del terror es paralizar a la sociedad con la droga del miedo. Por eso me pareció tan preocupante el enterarme del caso de medios informativos en el estado de Zacatecas que en los momentos en que los académicos debatíamos sobre las estrategias de comunicación y propaganda del terror sufrían en carne propia las amenazas de quienes se decían representantes de cárteles del narcotráfico. El objetivo de estos individuos era imponer a los medios qué publicar y cómo publicarlo.

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El viernes 20 de agosto de 2010 diversos medios publicaron un texto único titulado “El hampa amenaza Zacatecas”. En este texto se denuncian las presiones del crimen para difundir sus productos y acciones de propaganda. Ese mismo día, el director editorial del matutino Excélsior, Pascal Beltrán del Río, (@ beltrandelriomx) y el director de Articulo 19, una organización internacional de defensa de periodistas, Darío Ramírez (@expresate33), elogiaban en sus espacios de Twitter la muestra de unidad. Entre los medios participantes que identificó Pascal Beltrán estaban: Excélsior, El Universal, Milenio, Emeequis y Radio Trece. Darío Ramírez felicitó también a CNN México y W Radio. El Observatorio de Medios de la Universidad Iberoamericana (Omcim) además identificó la nota de El Semanario, así como las reflexiones de Carmen Aristegui sobre el tema en el noticiario de MVS y de Denisse Maerker en Atando Cabos (Televisa). Esta muestra de unidad tuvo como antecedente la marcha organizada por “reporteros de a pie” en la ciudad de México y otras ciudades de la República. Convocados por la toma de conciencia de que los términos del secuestro de cuatro periodistas en la norteña ciudad de Durango marcaron un parteaguas, los reporteros –no los dueños de los medios—buscaron unir fuerzas entre ellos y con los ciudadanos. “Por tu derecho a saber… por mi derecho a escribir”, fue una de las consignas que se escucharon ese sábado 7 de agosto. La marcha tuvo muchos asistentes e importante cobertura local, nacional e internacional. Jorge Meléndez, en Etcétera, hace un buen recuento de los asistentes. ¿Por qué hablo de que el secuestro en Durango marcó un parteaguas? Porque fue la primera vez que se hizo pública la intención de un grupo criminal de obligar a cadenas de televisión como Televisa y Milenio a transmitir contenidos de propaganda producidos específicamente para la televisión. El grupo, identificado como el cártel de Sinaloa, había utilizado el espacio del Blog del Narco para responder al video que sus enemigos, los Zetas, habían difundido por ese mismo espacio. Ahí, un policía de Gómez Palacio, en el estado de Durango, con evidentes huellas de tortura, habría sido obligado a confesar, delante de la cámara de los narcotraficantes, la complicidad de funcionarios municipales con el cártel del Chapo. El policía habría sido luego ejecutado ante esa misma lente. Nada nos asegura que el interrogatorio y la ejecución fueron reales; pudieron ser una NÚMERO 78

puesta en escena para llamar la atención, cosa que lograron. Sin embargo, la denuncia presentada de esta manera sirvió para que se actuara contra los funcionarios acusados. Luego vino la réplica en video y la acción del secuestro de los periodistas. La columnista Katia D’Artigues publicó un análisis sobre lo que ha hecho que el caso Durango sea diferente de otras agresiones a periodistas en México, volviéndolo más parecido a lo que se vivió en Colombia en tiempos del narcotraficante Pablo Escobar. Los periodistas Ciro Gómez Leyva y Denisse Maerker reflexionaron sobre esa experiencia en sus respectivas columnas en Milenio y El Universal. Urge un nuevo grito de independencia Comencé a escribir estas líneas con ánimo caído porque alguien había logado secuestrar nuestra esperanza. Dije entonces y repito: México duele. Sin embargo, ante ese intento de secuestro del ánimo, del periodismo y de la democracia, hay quienes se han mostrado dispuestos a no renunciar a la dignidad de la palabra libre, fuerte y digna. Los periodistas de a pie del movimiento identificado en Twitter como el grupo #losqueremosvivos han encontrado eco y el clamor va en aumento. Hoy el periodismo (y algunos de sus representantes) está un poco más cerca del ciudadano; hoy los periodistas mantienen el afán por ganar la exclusiva pero, sin renunciar a la sana competencia, se muestran un poco más dispuestos a dejar de lado añejas rivalidades en aras de un bien superior: la lucha contra el régimen del terror. Hoy, los directivos de algunos medios se han mostrado más receptivos a los requerimientos de unidad. Hoy, para conmemorar la gesta libertaria que hace doscientos años buscó la “mayoría de edad” de las naciones latinoame- ricanas, no hacen falta himnos y slogans de los “creativos” de multinacionales de la publicidad. Hoy, como hace cien y doscientos años, urge un diagnóstico preciso de las

demandas del momento histórico que nos ha tocado vivir. Urge dar un nuevo significado a las luchas sociales. Urge retomar el ideal. Ante los nuevos desafíos, urge un nuevo grito de independencia, en defensa… en conquista de la libertad. Regina Santiago Núñez es comunicóloga, historiadora y analista de los medios mexicanos. Es fundadora y presidenta de Consultores en Investigación y Análisis de Medios (CIAM)

Hoy, como hace doscientos años, la patria es un concepto en construcción; diversas voces claman contra la injusticia.

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Ni ogro filantrópico ni nuevo ogro:

Reflexiones sobre el Estado mexicano desde el Bicentenario Héctor Raúl Solís Gadea

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as fechas no tienen otro significado que el que les damos a través de nuestras convenciones. A menos que se conociera la acción oculta de ciclos fatales en la historia mexicana, es mera coincidencia que el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución se conmemoren juntos. Lo que importa no es que ambos acontecimientos estén separados por diez décadas de distancia. Esos episodios importan porque así lo hemos decidido. ¿Desde qué punto de vista es relevante ocuparnos de ellos?, ¿debemos hacerlo porque así lo han dispuesto los festejadores oficiales, dejándonos atrapar por el patrioterismo banal que pregonan los medios de comunicación? Propongo que examinemos estos doscientos años desde una visión histórica del Estado mexicano, y que reflexionemos desde la perspectiva del cuerpo político que formamos. El pasado no se va, permanece con nosotros y configura lo que somos. El ayer dicta nuestras preocupaciones, nos recuerda nuestras asignaturas pendientes y condiciona nuestras elecciones: origen es destino, reza el lugar común. A su vez, el presente lanza una luminosidad sobre el pasado. ¿Es verdad que somos independientes, como lo expresa el discurso oficial? ¿Somos igualitarios y justos, como lo predicó el régimen heredero de la Revolución? El país que hoy tenemos, ¿es lo que imaginaron los insurgentes y los revolucionarios? Si las respuestas a estas preguntas no son afirmativas, entonces ni la Independencia ni la Revolución han alcanzado el sentido que se pretende. Somos los mexicanos de hoy quienes tenemos el deber de confrontarnos con lo que nos han legado los de ayer, encarando los compromisos que nos marca la actualidad. La historia de estos doscientos años puede ser leída como el esfuerzo de México por convertirse en una nación y dejar de ser un territorio; la lucha por conformar un cuerpo político autónomo, igualitario, libre, dotado de una constitución republicana que consagre derechos plenos a sus ciudadanos, y haga posible un modo de vida en común en el que prevalezca la justicia. Pero no ha sido un proceso claro y terso. Estos doscientos años no han sido un periodo de progreso lineal presidido por el triunfo de la razón sobre la insensatez política y la oscuridad; han sido de avances y retrocesos, rupturas y

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continuidades con el pasado, anhelos democráticos pocas veces cristalizados mediante la conquista de un futuro que nunca llega como se le espera. Es, pues, una historia poblada de paradojas y contradicciones.

también un intento de construir una nación socialmente incluyente y promotora de la justicia social, la igualdad económica, la soberanía política y la promoción de la identidad cultural.

¿Independencia o ruptura? A pesar de su innegable impulso popular, la Independencia no fue un logro de ciudadanos iguales aglutinados en busca de su libertad y organizados al amparo de un proyecto político en el que todos tuviesen más o menos cabida. Fue un pacto de élites en defensa de sus intereses particulares frente a un pueblo heterogéneo, desigual, y en su mayoría dejados al margen. Para los sectores poderosos del país, de ascendencia peninsular, resultaba más atractivo pactar los términos de la separación del Imperio, que continuar su lucha por mantenerse unidos a una España que aspiraba al republicanismo liberal. Por eso, después del 27 de septiembre de 1821, fecha de la consumación de la Independencia, México tardó tantos años en configurar una estructura política consistente alrededor de un conjunto de valores compartidos. No fue hasta 1867, después de décadas de guerra civil, intentos de dominación imperial, conflictos constitucionales e invasiones de potencias extranjeras, que el Estado mexicano pudo asomarse a la historia como una entidad dotada de cierta estabilidad. El liberalismo, sin embargo, no se mantuvo fiel a sus principios por mucho tiempo. Tras la derrota del Segundo Imperio, la Restauración de la República duró una escasa década y sucumbió. En su lugar, advino el régimen dictatorial de Porfirio Díaz. Fue un largo interregno de paz forzada. Si bien logró un cierto crecimiento económico y estableció las bases para un desarrollo económico moderno, el Porfiriato fue incapaz de incluir a la inmensa mayoría de los mexicanos en un proyecto compartido de vida política, económica y cultural. Eso explica el sentido profundo de la Revolución de 1910. Esta fue, ciertamente, un movimiento que buscó hacer respetar las normas de la democracia liberal, pero

La Revolución interrumpida A pesar de esos rasgos, que se plasmaron en la Constitución de 1917, una vez que la Revolución se hizo gobierno no adquirió una orientación definida capaz de aglutinar consensos nacionales claros en su favor. Se alimentó de corrientes radicales, como las de Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata y Francisco Villa, e incluso prohijó el surgimiento de experimentos socialistas, como el de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán. También recibió el influjo de fuerzas moderadas, es decir, identificadas con el mantenimiento de relaciones económicas capitalistas y con la construcción de un Estado que podríamos considerar como liberal o burgués. Después de que las fuerzas revolucionarias se asociaron para derrotar al gobierno usurpador de Victoriano Huerta, sobrevino la lucha entre ellas para determinar el rumbo de la Revolución y sus gobiernos. El triunfo correspondió a los ejércitos llamados constitucionalistas dirigidos por Álvaro Obregón y Venustiano Carranza. Se puede discutir si la Revolución fue interrumpida, como dicen algunos, o traicionada en sus principios, como han señalado otros. Lo que está fuera de duda es que otra vez, al igual que con la guerra de Independencia, los intereses de arriba se impusieron sobre los de abajo. Es verdad que los constitucionalistas del 17 incorporaron a la Carta Magna muchos elementos que fueron

Si la Independencia no nos hizo ciudadanos libres, y si la Revolución no cambió la estructura productora de la desigualdad social, ¿qué nos ha traído ese hecho fundamental de referencia para el presente que es la transición a la democracia? más allá del liberalismo, tales como el reconocimiento de algunos derechos colectivos de los mexicanos, y las responsabilidades del Estado en materia social. Tampoco se puede negar que algunas administraciones revolucionarias alcanzaron una legitimidad más o menos aceptable, lograron una relativa inclu-

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Las tendencias ideológicas y económicas de la época configuraron escenarios proclives a la expansión del mercado mundial, los intereses privados, la libertad empresarial, la competitividad, la flexibilidad laboral y las aplicaciones empresariales de la innovación tecnológica. Los años ochenta significaron el fin del dominio intelectual e institucional de las políticas de corte keynesiano y el surgimiento de un nuevo espíritu del capitalismo. A los factores ideológicos de los cambios económicos internacionales, habría que añadirle la propia autodestrucción del Estado mexicano a manos de la corrupción, la irracionalidad administrativa, el déficit fiscal y la ineficiencia burocrática.

sión social e hicieron posible la industrialización del país. A la larga, sin embargo, las conquistas legales de la Revolución terminaron ahogadas en la estela de autoritarismo, corrupción e ineficiencia gubernamental que condujo a las crisis económicas recurrentes, la bancarrota nacional y la derrota del PRI en las urnas, en el año 2000. En el fondo, los vínculos de lo público nunca enlazaron al amplio conjunto de mexicanos. En vez de eso, las estructuras reproductoras de la concentración del poder y la riqueza particular prosperaron al amparo de la protección privada y sus nexos coaligados de caciques, líderes sindicales, magnates empresariales y burócratas políticos. No debe sorprender la inhabilidad del régimen para conducir las gestiones administrativas de sus gobiernos de manera racional y en busca del interés común. La Revolución no erigió sus gobiernos a partir de la libre voluntad de ciudadanos, sino encima de la aquiescencia interesada de corporaciones heterónomas que aceptaron una dominación patrimonialista, centralista, autoritaria y presidencialista. La Revolución terminó significando el entierro de muchos de los principios liberales por los que se luchó en el siglo diecinueve, y haciendo volar por los aires categorías como la soberanía nacional, el imperio de la ley y el respeto a los derechos ciudadanos. México en transición Si la Independencia no nos hizo ciudadanos libres, y si la Revolución no cambió la estructura productora de la desigualdad social, ¿qué nos ha traído ese hecho fundamental de referencia para el presente que es la transición a la democracia? El sentido cabal de nuestra transición a la democracia no es otro que concluir las asignaturas no atendidas por los procesos independentista y revolucionario. No está en juego únicamente la calidad de la competencia electoral, sino las cualidades mismas del ejercicio de la política y la gobernación, la salud de la República, el modo de interacción y cooperación entre el gobierno y los ciudadanos, las posibilidades de la libertad, la justicia social y la solidaridad entre los mexicanos. Está en juego la vigencia del propio Estado mexicano. Los valores por los que se luchó en la Independencia y la Revolución son esencialmente los mismos que hoy están en vilo. Por eso las tareas del presente son también las del pasado. ¿Cuál es el saldo del tiempo mexicano de hoy? El más somero examen no llama al optimismo. Desde el inicio de la inoperante administración de Vicente Fox, en el 2000, hasta la soledad impotente del presidente Felipe Calderón, en el 2010, la democracia no ha hecho más que dilapidar su prestigio y su credibilidad. Hay alternancia de partidos en el poder, pero eso sólo entusiasma a los que se benefician directamente de ella. Prevalecen la desunión, n ú mer o 7 8

© Robert Valadez

el desorden y el desgobierno. El interés particular se impone sobre las causas públicas; los partidos se representan a sí mismos y no a los ciudadanos. La crisis en el país es material y es moral. La violencia criminal se enseñorea como nunca antes, ante la impotencia de un aparato gubernamental carente de coordinación, estrategia y fortaleza política para enfrentarla. Una fórmula define el escenario de dificultades que prevalece en México: el deterioro del Estado y la imparable pérdida de sus capacidades para garantizar el orden, la estabilidad y la tranquilidad pública. Se trata de un proceso que conduce a un desenlace desolador: el estado fallido, la amenaza de la crisis de gobernabilidad y la pérdida de la paz social; la presencia del caos, padre de todos los riesgos y engendrador de todas las barbaries. ¿Cómo es que llegamos hasta aquí? ¿Por qué estamos viviendo esta difícil circunstancia? Se puede ensayar una reflexión a manera de hipótesis de orden muy general anclada al reconocimiento de que a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, comenzamos a vivir una gran transformación cuyo examen no ha sido realizado en forma conclusiva. Un hiato separa al mundo mexicano de hoy del de los años sesenta y setenta del siglo XX. Es la fractura que hoy nos tiene en crisis. La historia nos sorprendió por la derecha cuando pensábamos que nos iba a avasallar por la izquierda. En aquellos años, la estatización del país y su radicalización ideológica eran el temor consabido de la clase media. Prestigiada y vigente, la Revolución Cubana era un referente

clave de la política contestataria. La Revolución Mexicana aún tenía vida, por lo menos como mito fundacional del régimen. Ello provocó que las preocupaciones de la clase media tuvieran que ver con el poder creciente de un Estado de raigambre revolucionaria y con tintes radicales entre algunos grupos en la izquierda. Por eso el fantasma del socialismo recorrió las angustias de no pocos sectores sociales mexicanos. Para decirlo con nociones de Octavio Paz: se temía que el ogro filantrópico, es decir, el Estado mexicano, en su afán de ser más filantrópico, terminara volviéndose más ogro y acabara con las escasas libertades económicas y también, ¿por qué no?, con las de carácter religioso. El tiempo se encargó de demostrar que esos temores eran infundados. La reforma política de 1977 fue una medida de autocorrección del sistema que permitió incorporar a las fuerzas sociales proclives a la subversión revolucionaria de izquierda. Asumida la lógica de la participación política vía los procesos electorales, la izquierda vivió una suerte de neutralización y paulatino viraje hacia posiciones más moderadas: la vía armada quedó prácticamente cancelada. El sistema iniciaba así el camino de reformas y concesiones democráticas parciales que le permitiría permanecer intocado durante muchos años. Pero no fue esa acción la que abrió las puertas a muchos de los valores de la derecha; soplaban vientos favorables a la destrucción del imaginario de la centralidad social del Estado.

Implosión del Estado La crisis moral y la destrucción del mundo cotidiano mexicano del último tercio del siglo veinte, origen de la crisis que hoy vivimos, no fueron la consecuencia de la expansión ilimitada del Estado, sino el efecto paradójico de su implosión. En suma, el ogro filantrópico dejó de ser filantrópico, y él, en sí, tal vez no se volvió más ogro, pero prohijó algo peor: el surgimiento de un nuevo ogro más maligno. Mientras estas líneas son escritas, miles de jóvenes actúan al servicio de las organizaciones criminales mexicanas, asesinan, secuestran y roban, y también son asesinados, cercenados y ultrajados. Son los hijos no deseados del viejo ogro, el filantrópico. Buscan refugio en un nuevo ogro que les brinda espacios de inclusión, unos cuantos miles de pesos al mes y falsas ilusiones de futuro. El resultado es que hoy el país se descompone. ¿Cómo terminará esta historia? Esa es la pregunta que todos los días alimenta las zozobras de los ciudadanos mexicanos. Algunos, quizás de forma rápidamente creciente, empiezan a creer que sólo un partido, el PRI, puede hacer algo positivo por la nación. El regreso de aquel a la presidencia, pero con mano dura, es, curiosamente, la apuesta de muchos políticos. No sabemos cuánto tiempo tomará resolver estas dificultades o si se sucumbirá en el camino. Sin embargo, es claro que enfrentar la batalla implicará llevar adelante la tarea de reconstruir al viejo Estado. Ni ogro ni filantrópico, el Estado que queremos, de manera simple y compleja a la vez, es el mismo por el que venimos luchando cada cien años. El Estado que procura libertades y solidaridad, justicia social y democracia, bienestar colectivo y dignidad ciudadana. El Estado que se somete al imperio de la ley y lo hace respetar. Asumamos el Bicentenario como el acto de reflexión y deliberación que necesitamos para dar nueva vida, impulso y vigor al Estado mexicano del siglo veintiuno. Héctor Raúl Solís Gadea es profesor de Sociología Política de la Universidad de Guadalajara/CUCSH.

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Independencia, mitos, y qué México queremos Antonio Rosas-Landa Méndez

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Fotos: Víctor M. Espinosa

uiénes somos los mexicanos? ¿Qué valores nos dan identidad nacional? Acaso es nuestro mejor momento cuando gritamos: ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad! ¡Viva México!, escena enmarcada de folclor tricolor y fiesta. ¿Qué es México?, y lo más trascendental, ¿qué queremos los mexicanos que sea nuestra patria? La historia de México está llena de falacias. La revuelta de Miguel Hidalgo jamás pretendió terminar con el yugo monárquico que pendía sobre la Nueva España (entonces, México); no hubo una revolución sino varias con fines distintos que solo compartían el ardiente deseo de conquistar el poder. En un ejercicio elemental, si evaluáramos el éxito de nuestros altos y nobles principios, si revisáramos cuánta “justicia social” dieron los regímenes post revolucionarios, quizá deberíamos aceptar que el nuestro no ha sido un experimento nacional particularmente exitoso. Los mexicanos somos patrioteros, parecidos al “Ugly American”, pues decimos con ensalivada seguridad que “somos bien chingones”, y que “como México no hay dos”, sin ponderar en un juicio crítico el amargo divorcio entre la realidad nacional y los valores en que decimos creer. Es como entrar a una casa de espejos donde se tuercen los reflejos; así es nuestra identidad: borrosa y confusa. La nación mexicana fue erigida en principios de libertad, y desde su segunda constitución (1857) estableció la organización federal para que distintos niveles de gobierno asumieran responsabilidades y beneficios sobre su destino. ¿Qué ha sido México? Lo contrario, una nación centralista. No es coincidencia que el área metropolitana de la Ciudad de México hospede a la quinta parte de la población y tenga más riqueza, infraestructura y servicios que ninguna otra entidad.

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En el siglo XIX peleamos por ser una nación, en el XX por definir qué tipo de nación seríamos. Pero aún hoy no sabemos con precisión quiénes somos y mucho menos a dónde queremos llevar el barco. “Los mitos son comunes en todos los países, los mitos sirven para unificar una nación, para procurar su avance. El problema es cuando estos mitos detienen el progreso nacional”, dijo el analista económico Macario Schettino en una memorable entrevista. ¿Qué hay de nuestro origen ancestral? El mexicano promedio no ubica la sangre europea como raíz genética; en su lugar, se le hincha el tórax hablando de las culturas precolombinas. Pero la contradicción está bien delineada en un cuento de Carlos Fuentes en el que un personaje español, al observar los murales mexicanos que ilustran los abusos de la conquista, revira a su guía: “si fuimos tan crueles con los indígenas, ¿por qué ustedes no les han hecho justicia en 400 años?”. Lo que hacemos es vender boletos de admisión para presumir lo que no es mérito propio, las piedras apiladas en pirámides que otras civilizaciones edificaron. Hacemos caravana con sombrero ajeno. Ahora lo más interesante, ¿qué clase de nación queremos los mexicanos para el futuro? Mi diagnóstico es que no lo sabemos. La ignorancia, el romanticismo, o la retención de privilegios (quienes los gozan) detienen la búsqueda de un país moderno con un sistema productivo que genere riqueza y oportunidades, en vez de ordeñar rentas a través del corporativismo. Todavía no entendemos que la riqueza no se da por decreto y que la verborrea populista no crea oportunidades, salvo para quienes usan esa retórica. A pesar de sus limitaciones, México es una nación llamada a ser líder en las próximas décadas. Tiene el potencial de ser una de las primeras siete economías del mundo, pero no lo vamos a lograr si seguimos reformando cada proceso

electoral (atascados en la obsesión de la lucha por el poder, la repartición del botín) en lugar de modernizar el sistema educativo, propiciar más competencia, y terminar con las barreras, la corrupción y la discrecionalidad de los gobiernos estatales y municipales. Aquí en Estados Unidos, algunos “líderes migrantes” buscan la limosna del consulado y los gobiernos estatales de allá para conservar su influencia y justificar su “representatividad”. En este país que viven, que sí es federal, donde la organización comunitaria es la célula de la participación cívica, nuestros voceros piensan que oficialismo y bautismo son sinónimos a la hora de recibir la bendición del poder. Los migrantes tenemos experiencias de vida únicas. Por ello, creo que es igualmente legítimo gritar ¡Viva México!, que ¡USA! No tenemos por qué avergonzarnos, no hay traición a la patria, es una respuesta espontánea del amor por la tierra donde nacimos, y un mínimo agradecimiento a la nación que nos hospeda y que nos ha dado esperanza y oportunidades. El pasado no se puede cambiar, pero sirva esta reflexión para que se pregunte, ¿en qué fundamento mi orgullo mexicano? Y si está en sus manos, cuestione, ¿qué puedo hacer para que México sea más próspero? ¡Qué viva México!, pero que viva con sustentabilidad, con brújula para llegar a buen puerto. Hagamos de México la nación que puede ser. Una cabeza consciente puede iluminar más mentes, comparta su experiencia positiva adquirida aquí con los connacionales en nuestra tierra. Vea en el testimonio de su trabajo y sus logros lo que es posible alcanzar. Al norte de la frontera no hay magia, solo hay una forma más efectiva de hacer las cosas. No es gran ciencia. México puede ser una gran nación, pero aún hay que construirla. Antonio Rosas-Landa Méndez, periodista mexicano, radica en Chicago.

SEPTIEMBRE 2010


Cabeza enredada Jorge F. Hernández

A

nte la inminente conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana se me enredan demasiadas ideas, mezcladas con quejas en la cabeza; por algo la imagen del cura de Hidalgo que conocemos es cráneo calvo, Morelos envuelto en paliacate y la cabeza de Pancho Villa sigue a la venta en tianguis para turistas incautos. Hay que enfriar la cabeza y serenar las opiniones con lo poco que sabemos al momento: el cacareado monumento que pretendía ser Arco del Bicentenario sucede que no estará terminado a tiempo para los festejos, y no será arco sino estela de luz, pulida con piedras finlandesas y no se qué mármoles italianos, pero nula cantera zacatecana; sabemos también que se ha contratado al cohetero norteamericano que deslumbró al mundo con sus juegos pirotécnicos en la Olimpiada de Pekín, pero no se nos ha dicho a ciencia cierta cuántos millones de dólares cobra el angelito ni qué provechos representará su coreografía para el futuro de la nación… cabeza fría. Tan fría como quedó el cráneo de Hidalgo y otros padres de la patria en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato, expuestos por las tropas realistas ansiosas por fardar la captura y ejecución de los cabecillas (nunca mejor dicho) del movimiento que ahora, doscientos años después, conmemoramos no sin confusiones. Nadie

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se atreva a recordar que el afán por recrear el Grito de Dolores se debe inicialmente a una idea del efímero Emperador Maximiliano, y que la orquestación actual se debe más al empeño del depuesto y denostado dictador Porfirio Díaz que, en realidad, festejaba su cumpleaños el 15 de septiembre… y de allí la costumbre por fijar como verídica la hora de las once de la noche, víspera en realidad, para todo el jolgorio que ya nadie nos quita de encima. Nadie se atreva a recordar que el cura párroco de Dolores gritó vivas a la virgen de Guadalupe, al rey Fernando VII de España y mueras al mal gobierno… consignas que obviamente no pueden repetirse ahora en el balcón de Palacio Nacional y mejor, entonces, cabeza fría y digo por ende que —en estricto sentido— celebramos el inicio de una gesta enredada que culminó once años después, el 27 de septiembre de 1821, con la entrada triunfal de las tropas comandadas por Agustín de Iturbide, antiguo soldado realista que tuvo a bien condenarse en los anales de la patria al coronarse emperador y luego, morir fusilado y encalado para el olvido de la patria. Y de la Revolución, pues digamos lo mismo: si es que conmemoramos su inicio, el 20 de noviembre próximo, habría que sentarnos y ponernos de acuerdo en que hablamos de otro largo proceso de enredos donde se entremezclan revueltas, rebeliones, asonadas y una veta revolucionaria bajo ese nombre con el que pretendemos simular que todos los caudillos se mandaron matar entre sí. Ya no somos el dócil estudiantado

que aceptaba ciegamente (para agilizar los exámenes y los honores a la bandera) que Villa y Zapata, Carranza, Obregón, Calles, Madero y todos los demás eran del mismo bando, homogéneos ante la villanía incuestionable de Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y todos los demás que no merecen ni nombre de calle o delegación postal. Cabeza fría y no niego que se han hecho muchos proyectos y programas con los que se han intentado poner en la mesa de la discusión y reflexión los muchos temas que se desprenden del bicentenario y centenario. Se ha verificado que los restos de los héroes que nos dieron Patria, reposados en la Columna de la Independencia, son efectivamente sus restos; se ha enfatizado que las mejores estrofas del Himno Nacional son precisamente las que no hablan del Generalísimo Santa Anna (también conocido como Alteza Serenísima y peor agente de bienes raíces en la historia de nuestra geografía); se ha generalizado la noción de que el reventón que nos espera en el Zócalo y demás plazas centrales de todas las ciudades del país serán verbenas inolvidables (aunque ya se volvió chisme incómodo el adelanto o primicia de una nueva película, titulada “El Infierno”, donde se muestra un final no tan descabellado o improbable donde un presidente narcotraficante es nada menos y nada más quien lanza el Grito desde el balcón central de Palacio Nacional, investido con la banda presidencial) y se nos ha hecho creer que estábamos preparados para antelación e incluso, antici-

pación… En realidad, tengo poco que decir de lo que no pocos escritores y seudo-historiadores tienen ya muy preparado para aprovechar las fechas patrias y así, quizá, vender miles de ejemplares de biografías dudosas, ensayos endebles y demás párrafos oportunistas… tengo poco que decir de las fiestas y ceremonias oficiales, aunque no puedo dejar de pensar que todo este rollo del bicentenario y centenario parece haber cogido por sorpresa a funcionarios y mandamases; es como si los pobres inocentes no se hubieran percatado a tiempo de la inminencia de las fechas y que hasta hace unos días alguien subrayó en el calendario lo inaplazable: México llega a los dos siglos de vida independiente y el cráneo frío de Miguel Hidalgo sigue pendiendo de la Alhóndiga de nuestras Granaditas en espera de respuestas a preguntas que ya ni se escuchan, tal como penden de cientos de puentes anónimos las cabezas decapitadas de narcotraficantes, sicarios o víctimas de los mismos que suman ya veinticinco mil almas perdidas en medio de este abigarrado paisaje que no merece tanta niebla de amnesias y muerte. Jorge F. Hernández, escritor mexicano, es autor de la novela La emperatriz de Lavapiés.

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EN LA 18 A LA 1 Escritores de Contratiempo en Chicago Nueva publicaci贸n de Ediciones Vocesueltas ventas: info@revistacontratiempo.com



Mierda

Cuentos de Ignacio Guevara

It’s possible to love a human being if you don’t know them too well. Charles Bukowski. Mientras lavo mi plato en la pila, un olor a mierda me llega desde el pasadizo por dónde camina el nuevo inquilino. —Hola, apenas me moví ayer, mi nombre es Melvin. —Un gusto, me llamo Edgar, bienvenido. —Mira, hace un rato toqué la puerta del baño porque tenía una emergencia, pero nadie me abrió. Cuando la persona salió corrí rápido pero no me dio tiempo y pasó lo que tenía que pasar. Pero ya lo estoy limpiando, no se preocupe, ya lo estoy limpiando. Me lo dice creyendo que soy el encargado o algo parecido. Termino de lavar mi plato, el cuchillo y el vaso al mismo tiempo que hecho una mirada hacia al baño: en medio del marco y la puerta hay una bolsa de plástico abultada que la mantiene abierta. Sigo hacia mi cuarto con bastante asco mientras en mis

manos los utensilios mojados y olorosos a jabón me devuelven cierta tranquilidad. En mi cuarto visualizo mentalmente el sándwich que me voy a preparar, pero la mierda insiste en asomarse en mi cena virtual. Agarro mi plato y mi vaso y, salgo de mi cuarto y bajo al primer nivel. Cuando entro a la grasienta cocina el sonido de fritura y el olor son descomunales. Bárbara está apoyada en el zinc pelando algo, mientras que en un pequeño sartén eléctrico cocina un enorme pavo relleno. El sartén si acaso tocará un 15% de la superficie total del animal, y como remate absurdo la tapa parece un sombrero enano sobre una cabeza gigante. —¿Bárbara hiciste el relleno? —Sí, ¿quieres probarlo? —No gracias soy vegetariano. Le contesto mientras pongo en mi plato rebanadas de jamón, queso, aguacate, tomate y mayonesa, que extraigo de la bolsa que mantengo en la refrigeradora que huele a podrido. Esta maniobra la hago de espaldas

a Bárbara, guardo la bolsa y me voy rápido no si antes mirar aquel pavo que no se deja cocinar, río sin que Bárbara a escondidas y me despido. Cuando llego a la cima de las malditas escaleras y entro al edificio con mis alimentos frescos en el plato, Melvin sale del baño y me llama. —Venga para que lo revise. —Por favor Melvin, voy a comer. Doy media vuelta y me meto al cuarto con la panza revuelta. Ahora recuerdo que hace un rato mientras me bañaba oí golpes insistentes en la puerta y me dije quien putas estaba tan sordo para no escuchar el agua de la ducha. En este mismo momento dos inquilinos hablan al frente de mi puerta, preguntándose quién putas dejó el baño embarrado de mierda. Paro de escribir y me pongo a escuchar, hablan del nuevo, no sé como saben que fue él. Estoy tentado por salir a confirmar sus sospechas, pero no lo hago, y en cambio sigo escribiendo esta historia de mierda.

El Rompeligas Aquel juego sucedía de una manera inexplicable. Él, sentado en una esquina de mi cuarto, arrojaba bocanadas lentas de humo, y sin vernos la cara yo sabía que esperaba que le lanzara una liga como un perro entrenado. A veces durante el día, ya anterior a su visita, me pillaba desviado de mi rutina para dedicarme a buscar una liga que le sorprendiera. Unas aparecían apretando las cartas y facturas de mi edificio, otras pululaban sobre los escritorios de mis colegas, otras se las decomisaba en clase a mis alumnos; ésas eran las más exóticas, gruesas y coloridas que había encontrado. Estaba seguro que a él lo seducirían profundamente, especialmente las rojas, hechas de un caucho suave y delicadamente aterciopelado. La tarde que volví con las decomisadas, no pude parar de mirarlas enrolladas en la palma de mi mano; cerraba el puño y cuando lo abría, formas nuevas sucedían. Sólo la colección interminable de grafitis que se turnaba en la ventana del metro, fue capaz de desviarme de aquella nueva afición, que él, inconscientemente me fue inculcando. Las ligas se fueron amontonando en los ganchos de la puerta sustituyendo mis llaves. Él venía de una familia desmoronada, por eso trataba de mantenerla a distancia. Conmigo fue sincero, me contó por mayores que no sé si yo contaría. En ese tiempo nuestra cercanía creció sin percances, a pesar de que nos sabíamos proclives a las fricciones. Una noche, mis amigos y yo nos apropiamos de un bar en la calle Dieciocho; esa estupenda euforia que regala el alcohol la íbamos procesando a punta de risas y patadas; nuestros múltiples abrazos eran interpretados de violentos por los que miraban desde afuera. Él, se dedicó a bailar con los ojos cerrados en medio de la pista, y su ridícula pero despreocupada actitud nos provocó las mejores carcajadas en años. Cuando se acercó a nosotros, vociferaba su borrachera orgulloso; nos atacó con golpes pero nadie se enojó; pero no pudimos contenernos cuando lo vimos riéndose en el suelo, y contagiados de esa complicidad que se aprende solamente en el barrio, le caímos a patadas. Los del bar pararon las orejas por la tensión que provocó la escena; pero era obvio que todo era un juego. Lo levantamos, él sacó su tarjeta y pagó la cuenta. Después de varias cuadras,

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avistó un rótulo insolente que colgaba en una bicicleta y leyó: “A la sombra del éxito crece la envidia”. Él y yo, atacamos el vehículo con otra lluvia de patadas. Creo que cada uno le dio unas cinco y cuando intentábamos aplicar la sexta, los policías ya nos tenían esposados y contra la patrulla. En un dos por tres nos volvimos educados caballeros; nuestro discurso se impregnó de una acaramelada diplomacia que dejó a los rutilantes detectives sin muchas razones para proceder al arresto. Todavía con el frío de las esposas en las muñecas nos fuimos por más cervezas. Uno de los amigos ofreció su casa. Ya estando ahí, él, no se conformó; tuvo que traerse al suelo el aire acondicionado que estaba confinado en la ventana. Horas más tarde, estuve seguro que entre él y yo había nacido la amistad. Delante de mí, camina ella balanceando una abundante cola de caballo sujetada con una liga multicolor. —Disculpe. —Sí. —¿Dónde compró esa liga? —Me la regalaron, la tengo desde que era pequeña. —Interesante. Dejé que se adelantara y la seguí, no por la liga, sino por ese único riso que se acomodaba al lado derecho de sus pecas, la única porción de pelo libre en su cabeza. Con una cuadra atrás de ella, estaba seguro e imperceptible a su mirada. A cada paso le encontraba algo nuevo que ponía a jadear mi morbo y me hacía olvidar la liga. Después de dos cuadras me gustaba mucho más, hasta que su paso se alentó para después caer en los brazos de un tipo de pantalones muy ajustados y tenis Adidas que le clavó las dos manos en la apretada cabellera, hasta que la liga cayó al suelo. Se besaron con cierta pasión durante un rato. Decidí caminar hacia ellos especulando mi invisibilidad gracias a los ojos cerrados que siempre tiene un beso. Ella despegó al tipo de sus labios tiernamente y se llevó una mano hasta la cabeza, al mismo tiempo que yo fingía hundir el dedo en un intercomunicador. La mujer buscó en el suelo, pero fue él quien se agachó para en seguida calzarse la liga en su delgadísima muñeca. Rieron, quizá celebrando la astucia del tipo. Se tomaron de la

mano y se fueron. En el mismo lugar donde los dos se habían encontrado me dediqué a palpar el aire, no pude encontrar si quiera una delgada tira de perfume, tampoco había huellas en el suelo. Fue hasta que bajé por segunda vez la vista que noté la liga; con ella entre los dedos probé su elasticidad, y me fui contándole los colores. Cuando llegué a casa la escondí en mi escritorio. Un mensaje de texto despertó mi celular; él me estaba esperando con un doce en la puerta del edificio. Subimos las escaleras en silencio, y cuando cerró la puerta, contempló la colección de ligas por un rato. Abrí dos cervezas, pero ni siquiera el murmullo gaseoso lo movió de la puerta. Con botella en mano y sin mirarme se acomodó en la misma esquina de siempre. Las bocanadas de humo se repitieron igual que su canción favorita en francés. Le lancé la primera liga y con una combinación de rodilla y mano puso a prueba la resistencia del caucho. Después de cada trago le aumentaba varios centímetros a la banda y la tensión de un esperado latigazo nos interrumpía la calma. La euforia lo invadió y con una creatividad inigualable se dedicó a reventar las ligas con los dientes, pies y manos. El suelo del apartamento se llenó de cadáveres elásticos, cuerpos que habían perdido su circularidad para convertirse en una simple tira inútil. En su cara todavía quedaban reminiscencias del placer causado por la última liga. Sabía que si no le entregaba otra víctima, el tema de su familia prevalecería durante el resto de la noche, y no había nada de malo con eso, sino lo que tenía que pasar después de su monólogo: hablar de mi familia. Un último fragmento de sonrisa se evaporaba de su boca. Ansioso, trató de prender el cigarro varias veces, pero no quedaba gas en el encendedor. —Ahí en el escritorio hay fósforos. Me fui a la cocina por más cerveza. El olor a pólvora del cerillo me abrazó la espalda y una bocanada de humo me dejó prácticamente en tinieblas. —¿Cuándo estuvo aquí? —. Me preguntó. —¿Quién? —No te hagas el guey cabrón. Cuando me volví tenía la liga multicolor entre sus dedos y de un derechazo me mandó al suelo.

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Dientes Son las 2 y 40 de la mañana; estoy lavándome los dientes en la pila. Meto y saco el cepillo en mi boca, la espuma crece con cada movimiento y me siento bien sabiendo que a cada muela y a cada diente le estoy dando la importancia que merece. Cuando persiste el hábito de lavarse los dientes, es muy posible que no todo esté perdido, se camina lejos del precipicio del descuido y todavía quedan bastantes esperanzas; tal vez no tantas, digamos que la misma cantidad que dientes se tengan en las encías. Escupo la espuma en la obscuridad, un manchón blanco en medio de la pila, mezclándose con los residuos de comida. Un manchón blanco en medio de la oscuridad que ilumina mi conciencia, un machón blanco que es la misma noche acumulada en mi boca y en mis dientes después de cigarros, marihuana, cervezas y chicles. Un machón blanco que me libera de los desperdicios que deja la fiesta. El agua caliente sale espléndida del tubo. El manchón blanco desaparece dando vueltas por el drenaje como si fuera un huracán enano. Me lleno la boca de agua, una, dos, tres veces y me siento listo para darle un beso a mi mujer, la que no existe y enfría mi cama con su ausencia. Oigo pasos, digo, un paso y un arrastre, un paso y un arrastre, es Bárbara no hay duda. Me quedo quieto, no sé por qué. Sigo quieto. El cuerpo de Bárbara empieza a entrar en el marco de la puerta, lento; paso y arrastre. Yo la veo, ella no, alza la mirada y se asusta por mi presencia. El perpetuo cigarro en la mano es su sexto dedo; los párpados demasiado caídos y ajados dejan ver una franja amarillenta de carne que debería ser roja. En su cara una sonrisa se va armando, una sonrisa que le hacen falta piezas. Uno a uno sus dientes emergen de la oscura cueva de su boca, separados, como si temieran el uno del otro, y tal vez sí, porque cada diente es un horrible y solitario pedazo de hueso ennegrecido por cientos y cientos de cigarros, dientes débilmente anclados a las encías blandas e irritadas. Puedo ver la tragedia del mundo en los dientes de Bárbara, veo más, el color del olvido, el futuro truncado, la muerte venciendo y el castigo de los días. Las piezas que le hacen falta a la sonrisa de Bárbara siguen perdidas y no creo que las pueda encontrar. En mi boca persiste un fuerte sabor a menta. Froto mi lengua contra los dientes y resbala como si lo hiciera sobre loza, están limpios, un poco amarillos, pero están limpios.

Negro

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al contorno de mi cuerpo, y así vuelvo a los pasos que han memorizado las aceras, a mis dilaciones que siguen esperando en esquinas y paradas de autobús, igual que moldes invisibles deseando mi acople, en otras palabras, ocurre la sincronía que antecede a la rutina. En las vitrinas hay tacos y gente, repitiéndose en cada cuadra la misma escena. Al doblar la esquina una mujer se me cruza bamboleando su negra melena; la sigo, alzo mi brazo que se estira en sombra hasta su sombra. Con la luz de los postes crece mi mano hasta poder abarcar toda su espalda, nalgas y piernas. Alguna vez estuve muy bien acompañado, alguna vez estiré la mano para tocarle el hombro a una mujer que yo quería. Del cuerpo triturado y fresco de una paloma, brotan ingrávidas plumas formando remolinos con el pasar de los carros; después de circundar aterrizan sobre un montículo de nieve negra, donde una señal de stop se alza con aires de epitafio. La voz que anuncia la llegada del metro mana hecha vapor de la alcantarilla, una voz diciendo que en mí se han fracturado todos los caminos que hace un rato transitaba sin pensar y que hechos sal crujen indiferentes bajo mi pies, son estos granos los huesos del tiempo dejándose vencer por mi decepción. Miro a través de los escasos centímetros que resisten entre los edificios, una tumba estrecha donde se han depositado los pedazos de mucha gente y donde busco entre ellos los míos. Una botella color ámbar, un tenedor, una llave, un brazo de juguete y un condón nuevo que intento alcanzar sin éxito; al otro lado la franja de barrio persiste. En la cabeza se me fraguan las ideas, lentas, tienen el cuerpo inválido y el

espíritu se les comienza a endurecer; pronto tendré un bloque informe por cerebro, y espero que una vez sólida mi conciencia se inmovilice el sufrimiento. La nieve rasguña insistente mi capucha hasta que ingreso a la estación. Movido por una falsa prisa subo de tres en tres los escalones y cuando llego a las resistencias dejo que el calor me envuelva. Nueve minutos después la estación continúa desértica. Más allá de las plataformas todo se hunde en el negro de la noche, las luces y calles que siempre veo desde aquí no están, los rótulos se han borrado, inclusive los de la compañía de transporte. El trabajo, el apartamento y las deudas son las únicas coordenadas que permanecen consistentes. En la distancia tiemblan los focos del tren, inventando rieles breves por donde la voz metálica se adelanta y de los ejes, brotan violentos chispazos que graba mi vista, convirtiéndolos en mojones de luz por donde la máquina avanza. El ruido y las toneladas de acero en movimiento crecen; camino al filo del vacío, por la peligrosa franja azul. Contra los techos de la estación rebota insistente la sirena y el tren me acaricia el brazo con tentadora ternura. Ahora de metal, ahora de vidrio mi reflejo colma los vagones vacíos con una multitud idéntica a mí. No hace parada, pasa de largo dejándose consumir por la plenitud de la noche. La calma me invade, la misma que llega al final de una lucha o de mucho trabajo, no pude explicar por qué, hasta que descubrí mi cuerpo desmembrado entre los rieles.

Cuentos de Ignacio Guevara

Camino abstraído por culpa de los hechos: el trabajo, el apartamento y las deudas; como consecuencia retorna a este paisaje lo que de foráneo yo le había logrado suprimir. Nunca he tenido nada, pero hoy siento que tengo menos. Barajo posibilidades y alineo las pocas soluciones; reorganizo y trato de no engañarme esta vez. Me despidieron de la imprenta y no puedo enfrentar a don Armando, a quién le debo cuatro meses de renta. Miro la calle resistiendo el tráfico resignada, cediendo su lomo negro al desprecio de los conductores, las escupas y la nieve. Las líneas blancas de la zona peatonal se deslizan bajo mis pies con la gracia de una polea y los pantalones se vuelven amarillos por las luces cercanas del carro. Miro por encima de la claridad, y confinada en el parabrisas su pelo negro parece inundar el interior. Mírame, si quieres con los ojos vacíos, no importa, eso será suficiente para imaginarte en mi cama antes de tocar la otra esquina y entonces tal vez pueda recuperar el honor que el haber dormido solo tantos años me arrebató. Encontramos la mirada e inmediatamente pretende distraerse con el dial, y así sumo una silenciosa derrota más. La ciudad me reacomoda en territorios vacíos, la ciudad, la que se empeña en que repitamos coitos fríos. Por las rendijas de su auto se filtran las delgadas órdenes que suben desde las alcantarillas y ella, la del pelo negro, sin darse cuenta las obedece. Su perfil desaparece veloz entre los carros. Recorto mi dolor contra el fondo del mundo que imprime una figura hueca, pero en poco tiempo ese vacío regenera sometido

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5. 1. Marcha pro-inmigrantes y contra la ley HR 3347, marzo del 2008”, Antonio Pérez. 2. Detalle de la instalación “Risa enlatada”, 2010, Yoshua Okon. 3. ”Grupo de migrantes viajando al norte para tratar de entrar en Estados Unidos”, parte del proyecto “Heavy Hand, Sunken Spirit”, 2009, David Rochkind. 4. “Sin título”, Pilsen, Chicago, 2008, Heriberto Quiroz. 5. “Final de la ruta migrante”, Nación Tohono O’Odham, Arizona, 2003, Michael Hyatt. 6. “Trabajador migrante cerca de Conesville, Iowa”, 2008, Andy Kropa.

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Frontera, drogas y migración: el ojo fotográfico Rod Slemmons Con el debate migratorio más candente que nunca, e íntima aunque equívocamente ligado al tráfico de drogas en la frontera entre Estados Unidos y México, la exposición La Frontera: el impacto cultural de la migración mexicana, llega al Museo de Fotografía Contemporánea de Columbia College con el objeto de que los proyectos fotográficos que presenta sirvan como antídotos a las dañinas abstracciones y exageradas simplificaciones que se ven en los medios.

mirada cómplice

En tanto los políticos estadounidenses fantasean con la idea de construir una cerca de Matamoros a Tijuana, los inmigrantes indocumentados en busca de trabajos, llevando a sus hijos a cuestas, recorren los mismos caminos que los traficantes de drogas que cargan costales de 60 libras con estupefacientes. El desierto fronterizo es letal para unos y otros. La carretera del diablo: una historia verdadera, (2004) de Luis Alberto Urrea documenta esta habitual tragedia donde traficantes y quienes buscan una nueva vida son afectados por igual.

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Entre los participantes en la muestra, David Taylor viene de publicar un libro, Working the Line (2010), donde registra sus experiencias viajando con la Patrulla Fronteriza en la zona fronteriza de Texas y Nuevo México. Taylor ha sido muy respetuoso con el trabajo de los agentes que vigilan la frontera. Como subraya William Finnegan en un ensayo publicado en el New Yorker en mayo del 2010, hay un aspecto religioso en la vida de los traficantes y quienes trabajan para ellos. David Rochkind ha retratado la veneración de la Santa Muerte y San Malverde (ninguno de éstos es santo oficial en la Iglesia Católica). Este celo religioso ha sido transformado para apoyar la violencia extrema usada por los carteles como venganza o advertencia. Irónicamente, luego de que el viejo

sistema de corrupción ha sido desmantelado en México, su lugar ha sido ocupado por los carteles de las drogas, que sustituyen el imperio de la ley con el imperio de las armas. Los trabajos de Rochkind, Heavy Hand and Sunken Heart: the Cost of Mexico’s Violent Drug War, exploran las muchas facetas de esta nueva forma de vida. Los efectos de la migración son profundos en Los Ángeles y Chicago, y fotógrafos como Antonio Pérez, del Chicago Tribune, y Heriberto Quiroz, estudiante de Columbia College, han documentado las vidas y sinsabores de los mexicanos en Chicago. Otros artistas, periodistas y poetas forman parte de la exhibición, como Juan Pacheco, quien ha fotografiado un proyecto sobre racismo llamado “De colores”; Michael Hyatt, quien ha publicado un libro de fotografías sobre el cruce fronterizo titulado Migrant Artifacts; Ben Sáenz acaba de terminar un libro de poemas sobre la situación en Ciudad Juárez titulado The Book of what is Left; Andy Kropa presenta un extenso proyecto sobre un pueblo en Estados Unidos y sus vinculaciones con otro pueblo en México; o Marcela Taboada, quien ha hecho un proyecto en el pueblo de San Miguel Amatilán, donde la mayoría de los hombres se han ido al norte, llamado Women of Clay. La muestra fotográfica La Frontera: The Cultural Impact of Mexican Migration, se presenta en el Museum of Contermporary Photography del 8 de octubre del 2010 al 9 de enero del 2011. El museo está ubicado en 600 South Michigan Avenue. Más información al 312-663-5554 o http://www.mocp. org/

Rod Slemmons es director del Museum of Contemporary Photography de Columbia College Chicago, y miembro de la Directiva de contratiempo.

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La que tuvo un hijo

Cuentos de Marco Polo Soto

Hace dos meses me llegó un telegrama informándome sobre la muerte de mi madre. Sé que no la conociste. Yo tampoco la conocí. Pero tuve una madre, y hoy por fin, aunque sea demasiado tarde, ella tendrá un hijo. El motivo principal de esta carta es pedirte de la manera más humilde que le lleves unas flores el día que recibas esta carta. No quiero que su tumba se vea abandonada. Por lo menos, tú podrás estar ahí un rato, tan solo un momento. Ofrécele un espacio de tu tiempo a esa desgraciada. Es lo último que te pido, te prometo que esta es la última carta que te escribo. ¡Esto! Es necesario. No tengo a nadie más a quien recurrir. A cambio de este detalle, te responderé esa pregunta que nunca ha obtenida una respuesta directa: Tanto asesiné como robé, y ya siendo totalmente sincero, me llenó más asesinar. Esa sensibilidad que nace al matar es indescriptible, es una sensación de poder y de sentirte gigante. Golpear al fuerte hasta debilitarlo y observarlo llorar y desangrarse, ver como su mirada cambia, como su último estrago de respiración lo dedica a su asesino. Mientras su mirada se va debilitando gradualmente, reconociéndote como ser humano, culpándote por su estado y luego, como su única oportunidad de vida. Y se arrastra y manotea para alcanzar tus pies en busca de ayuda, a tirarte del pantalón, a implorarte, a cambiar cualquier cosa con tal de que le des la mano, a rogarte por clemencia, y después, tras un breve momento de ausencia, se olvida de ti. El moribundo se ocupa de si, y comienza por brincar por el piso, a patalear, a odiarse, a mirar el vació, y de nuevo, por un breve momento, mientras tú sonríes expectante, te observa lleno de impotencia y te maldice. Y sonríes aun más, te llenas de él, te conviertes en todas esas razones por las cuales lo atacaste. Debo ser bien sincero, puesto que este escrito es el último de los tantos que he hecho. Aquella noche me sentí como debió sentirse Maurice Bejart al interpretar El bolero de Ravel en el Dome de Nourd, de Paris. Porque aunque no lo creas, esa noche mi obra recién iniciaba. ¡Ese día renací! El día de mi primer asesinato. Y digo primero porque siguieron algunos más: primero fue el abogado, el segundo fue un desconocido, después alguno de mis amigos y así sucesivamente se fue haciendo la lista hasta dejarme atrapar por los federales. Y nunca quise ser un Raskolnikov, no, no fue mi conciencia la que me ultimó, fue más simple que eso. Yo fui un asesino más,

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no un encubridor, mataba sin razón. La sed de admirar la sangre extenderse en el piso y ser salpicado por ella, era cual ser si me envenenaran con un elíxir celestial. Te preguntarás si ya antes había sentido esto, o si ya antes había asesinado, pero no, mi respuesta es: No. Y no sé como acabé así, solo sé que en eso me convertí. Y aunque tuve suficientes razones para asesinar al abogado, te confieso que nunca pensé hacerlo hasta que no tuve alternativa, era él o yo, te lo prometo qué así fue. Nunca tuve ventaja, nunca me aproveché y nunca me sentí abusivo. Una cosa llegó tras la otra, y ahora aquí estoy, rompiendo una promesa más de las tantas que no he podido cumplirte. El último de mis asesinatos no me costó mucho trabajo. Sin embargo, ha sido el más doloroso, empero el más espectacular. Después me enteré que el tipo era un pobre diablo, un don nadie con cara de rico y con seis hijos esperándolo en casa. ¡Quién le manda! ¿Para qué asimilar algo que no era? Pobre bastardo, me tenía totalmente engañado al presumirme que tocaba el oboe. Lo conocí en algún café de la ciudad, mi sistema nervioso está tan alterado que no recuerdo bien cual era, pero resulta que esperaba a su “novia”, así me contestó cuando le pregunté. Pero en realidad era un alma estancada en el matrimonio, queriendo, como tantos, interpretar a otro, ser otro, divagar al jugar en otra piel, en otros zapatos, de esos que con tal de parecerse a alguien más, se dedican a ser otro, por un día. ¡Disfrazarse es cosa sana para los insanos! Ese día llegué al café y me acerqué a su mesa, en pocos minutos, ya estaba sentado con él hablando de música, pensé que me entendía, ya que asentía con su cabeza cada que expresaba una opinión acerca de una composición. Quizás era mi necesidad de matar que no pude percatarme de su engaño. La noche anterior, yo había visto un documental sobre la muerte de Trotski y, como nunca había matado con una hacha, ese día quise experimentarlo, y la llevaba conmigo en ese momento. Recuerdo que mientras platicaba con él, acariciaba el filo con mi dedo. El momento de partir había llegado y convidamos para tomarnos un trago en mi casa. Nos subimos a su auto y justo que arrancara, yo ya buscaba un poco de oscuridad para clavarle el arma. Vi la oportunidad mientras esperábamos el verde de un semáforo, y con dos golpes en la cabeza, bastó. Me hice del volante al jalar su pesado cuerpo mientras yo pasaba sobre él. Después de un corto viaje llegué hasta mi casa, entrando

por la cochera. Arrastré al moribundo hasta la sala y encendí el estéreo, Beethoven con su novena, puso el ritmo aquella noche. Sobra decirte que ante la violencia de cada estrofa yo salpicaba pasión y sangre. Y bailaba. Encendía un cigarro y luego otro mientras mi mano y el hacha, partían sus extremidades. Él, aún vivo, abría exasperadamente sus ojos e intentaba gritar, pero ya me había apiadado de su dolor al amarrarle una estopa en su hocico. Un terrorífico y mudo dolor se veía a través de su mirar. El cansancio me vencía. Arrodillándome lo tomé de sus cabellos y le acaricié la frente al poner su cabeza sobre mis piernas, y le vi hasta que su mirada se perdía para siempre. Entonces le di el golpe final al comenzar El himno de la alegría. Entrada la noche, recogí y metí todas sus partes en tres bolsas de plástico, y éstas a la cajuela de su auto. Salí en él, para abandonarlo camino al pabellón. Caminé a casa tarareando los violines de Beethoven buscando aunque no lo creas, una lágrima en mi corazón, un dolor, un arrepentimiento, pero no encontré nada, nada de penas, ni mucho menos, arrepentimiento. A los dos días de aquel asesinato, por fin salió a la luz lo noticia. Me enteré, por el periódico qué aquél era menos que cualquier otro ser, era un simple empleado y padre de familia. En la foto que se mostraba, había una mujer angustiada cargando a un bebé en su brazos mientras le daban la noticia. El resto de sus hijos lloraban detrás de ella. En ese mismo instante, junto al puesto de revistas, sufrí un ataque de vergüenza. No era ético lo que hacía. ¡Él era un don nadie! Un simple cualquiera. Ahogado por la pena, llamé a la policía y confesé todo. Al poco rato llegó el regimiento entero. Lo demás es historia que el mundo entero ya conoce, y ahora, con lujo de detalle. Ahora, sólo te pido. ¡Por lo que más quieras! Llévale flores a esa desgraciada. Que si bien yo nunca tuve una madre, quiero que ella reconozca que tuvo un hijo.

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Sobre el hubiera Te diré que al verte he sido testigo de Dios. Ahí parada con los brazos a la cintura y con mirada inquieta por la duda. No sé si querías ver algo más que mis ojos, o solamente me confundiste con un antiguo desamor, o amor, qué más da, a lo lejos y a la distancia el pasado tiene el mismo color. Yo también; tengo huecos en el estomago cuando el corazón se me va entrelazado entre las alas de los alacranes; Y de repente despierto en el piso al sentir que la cama tiembla, cuando de un solo golpe, llegan todos los suspiros; Me he entretenido con las grietas del techo; hago caras en el espejo y apunto tu nombre en mi mano, con mi dedo, para matar el tiempo; Cuento las gotas de la lluvia así como mis pasos al caminar; y de repente, sólo de repente, veo tu rostro. He intentando ausentarme de la angustia mientras me sirvo de ella. He querido evitar llenar el vacío, mientras me vacío al llenarme. Evito también los días soleados, la imagen de verte en verano me duele más que el leerme. Y no hablemos del otoño. Y no hablemos del retrato, de la cantera, de las rosas, de tus tacones, de tus nalgas. De aquellas tardes en que corría derrotado hacia tu regazo, ni de aquella llorosa mirada que me pidió tranquilidad al decirme: “Todo estará bien, es sólo tu esquizofrenia”. No te diré que te deseo aquí, porque una vez más, no sé a quién le escribo. Quizás sólo seas la sombra que ahí parada con los brazos a la cintura é inquieta ante la duda, imaginaba angustiada, algo, que nunca fue.

Sobre pacto de sangre

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Taladrándome la cabeza, esta que tiembla y se calienta mientras se mece sin sentido sobre mi cuello. Lanzándose a esas frías paredes de concreto y de tabique hasta que la frente permite el paso de un manto interminable de sangre. Al explotar, las partículas de mi cráneo se esparcen entre el viento, levitan en cámara lenta como insectos gigantes. Y perdiéndose entre las nubes de vapor, caen mezclándose con lo ordinario. Luego se buscan y se reúnen en ese lugar absurdo y sucio donde reside toda esa gente maldita aplastada por la vida. Para mi desdicha, se vuelven a encontrar y se unen. Sincronizadas de nuevo, piensan en no pensar más, mientras existen, con ese pánico que no cesa en insistir. Y estoy aquí con esta pluma frente a este papel, en el sótano de una casa obscura y abandonada por todos, en el centro mismo de lo austero y de la nostalgia, siguiendo el mismo anhelo. Anhelando porque aún hay vida, y no se piensa dejarla ir, sin escribirla.

Cuentos de Marco Polo Soto

Sé que te he dicho abuelo y que te enfada cuando el mundo entero te lo dice: el hecho de serlo debe causarte impotencia. Pero ya ha pasado tiempo y puedo tutearte y aunque entiendo que tu nombre es un estandarte, abuelo lo es también. Sin embargo, los orgullosos y tercos como tú, aún quieren ser hombres. ¿Y… cómo no quererlo? Si con tanto correr, con tanta prisa, con tantos horarios, y deberes, no se puede uno detener. En nosotros aún florece ese fuego que nos hace mágicos, aún tenemos fuerzas para llegar hasta el mar, hasta tú mar, Benedetti. Y, cómo culparnos si otro fue tu mundo y otro tu tiempo. Si mientras esperábamos el autobús hacia el colegio, tú ya esperabas el viaje, hacia el descanso eterno. Somos tu legacía. Y aunque parezca que te olvidamos y sólo te recordemos en tu aniversario, bien sabes que tenemos un pacto. Ese pacto que se traduce en el deseo de empeñar tus ojos, por describir cada mueca, cada sonrisa, cada infamia, cada tormenta, cada beso. Esa costumbre maldita de buscar entre el humo las palabras y sus musas. Esa manía de estar ensimismado escribiéndole al mundo los versos que se nos congelan en la lengua. Y esas ganas. Esas ganas de querer arrancarte en desveladas el sueño buscando la oración precisa, que te haga dormir satisfecho. No te olvides de nuestro pacto Benedetti, que yo lo recuerdo, siempre que busco un verbo.

Delirio cotidiano # 35

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Delirio cotidiano #47 Revivir para despertarse entre tus demonios y sus gusanos es la razón por la cual uno debe revivir más seguido, morir más seguido, beber y arrastrarse, bendecir la maldad y el egoísmo, hartarse de todo y mandarlo todo a la fregada sabiendo que nada pasa, que nada mata, que tan sólo duele, todo adolece mientras el mundo da vuelta y el espectador se acomoda. Mientras el vómito fluía de mi ser para convertirse en resina. Yo retenía lo que más quería desechar, qué no era nada, o era todo, no lo sé, pero aun está dentro. De repente duerme por mucho tiempo, y en ese estado se vuelve productivo. El despertar aún me sigue causando miedo, pero la bestia despierta y sabes bien querido espectador, que en lo sueños no tienen efecto las pastillas para no dormir. Entonces… Afila la navaja, báñate en sal, échate gasolina, reviéntate las venas y aviéntate por la ventana, toma el cable que se atraviese, que tu cerebro se derrita y salga por tus ojos, como líquido espumoso, escupitajo de Dios que nunca fuiste, y nunca serás. Si lo piensas bien probablemente no haya más qué hacer, dale el tiro de gracia y ya. Camina y luego te detienes a llorar. Llora, camina y te detienes; empúñala y fíjala en la vena gris: ¡clic! Sin duda no vas a morir pues quien debía morir no ha muerto, por lo tanto no mueras todavía, muere a quien tengas que morir. Pero si ya murió quien no tenía que morir mata a quien no tiene que morir para que mate al muerto que debía morir: El vientre femenino viene de los ojos varoniles, ¿ves que todavía puede vivir? Cómete primero los huesos, luego el corazón. Lo único por matar es el corazón... aparte de todo ello es lo que produce más placer porque despierta al matarlo, se rehúsa y se defiende y en esa batalla estamos forzados a morir o a matarnos, que el corazón muera no es noticia nueva, él revivirá siempre, con un poco de distancia con un poco de nostalgia, revivirá al matarlo. Los huesos ya están podridos, a ellos, ni la ciencia los ayuda. Lo cierto es que nunca lo pensó. Ni cuenta se había dado de ello. Y es que las noches han sido largas, y aunque no duda que haya distracciones, es tan sólo la esperanza que aún no muere en él. Tú lo conoces más que yo, nunca morirá. Y algún día estará escondido entre la estepa, al pie de un arroyo, a los lejos y en la soledad, en casa, é irán a verle, le darán la bienvenida o el último adiós, o simplemente no llegarán. Mientras tanto, él fuma desde una escalera metálica en el tercer piso de un edificio viejo, llueve, a falta de cerveza toma vino escuchando a Nick Drake: El paisaje es espectacular, los enormes edificios se comen el horizonte detrás de la neblina que lo llevan a creer que está viviendo un sueño.

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tiempoextra La temida llamada de los carteles Meribah Knight/Chicago News Cooperative

“T

” recibió la llamada en su celular, en septiembre, en su lugar de trabajo en los suburbios. “Tenemos a tu padre. Reúne el dinero tan pronto puedas para que tu padre quede libre”, dijo la voz de un hombre. Era la llamada que “T” (se protege su nombre por su seguridad) nunca pensó que recibiría tras haber emigrado de México hace 19 años y haberse naturalizado. Su padre, un agricultor, había sido raptado por La Familia Michoacana, un cartel conocido por su rápido ascenso al poder en la narcoguerra de México, y por sus sangrientas medidas. “T” trató de explicar que no tenía suficiente dinero para el rescate – una figura en las decenas de miles de dólares, según lo que sus captores suponían que los cinco hijos de su rehén tenían. La respuesta fue: “Muy bien. Si no quieres a tu papá, lo tendremos que matar”. Durante los cuatro días necesarios para negociar la liberación del hombre, el alcance de La Familia quedó manifiesto, extendiéndose del estado occidental mexicano hasta Chicago. Debido a su sofisticada red de inteligencia, los secuestradores sabían que “T” tiene cuatro hermanos y dos hermanas viviendo en Estados Unidos, y que solía trabajar siete días a la semana en su negocio de construcción. “T” era el banco perfecto para contribuir a financiar las operaciones del cartel en México y para apoyar la distribución de drogas en este país, puesto que tenía dinero y familia numerosa. Historias como las de “T” se han vuelto demasiado comunes para aquellos que tienen familia en Michoacán. “Tenemos miedo de ir a México, pero nuestras familias sufren”, dijo José Luis Gutiérrez, director de Casa Michoacán y director adjunto de la Alianza Nacional de Comunidades Latinoamericanas y Caribeñas. Del 1.2 millones de hispanos en el Condado de Cook, 78 por ciento se declaran mexicanos, constituyendo la segunda comunidad mexicana en Estados Unidos, según datos de 2008 del Censo. Y la mayor comunidad mexicana, 15 por ciento del total, es michoacana, originaria del mismo estado que La Familia. Como otros carteles, La Familia usa el puerto de Lázaro Cárdenas para importar cocaína y distribuirla en sus redes. La Familia también produce grandes cantidades de metanfetaminas en la Sierra Madre, dijo Gutiérrez. Chicago y Michoacán están separados por más de 2 mil 400 kilómetros, pero los mexicanos de aquí están en estrecho contacto con sus familias en México, lo que facilita para La Familia identificar a inmigrantes que son dueños de empresas, para extorsionarlos. “Nadie quiere hablar de ello, pero todos tienen miedo. Nos sentimos impotentes porque desde aquí no hay nada que podamos hacer”, agregó Gutiérrez. Xóchitl Bada, profesora de estudios latinoamericanos en la Universidad de Illinois-Chicago, dijo que las familias de aquí “saben que están a merced de un sistema de justicia muy corrupto (en México). Y si estás a miles de kilómetros, tu miedo se amplifica”.

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Agustín Pradillo, portavoz del Consulado de México en Chicago, dijo que la sede diplomática no ha recibido llamadas de familias locales sobre secuestros en México. Esos problemas “no son nuestra especialidad”, declaró. Pero Gutiérrez recalcó que la violencia y la seguridad son las principales preocupaciones de los inmigrantes mexicanos. Los lazos con Michoacán son fuertes. Es el único estado en México que permite a sus emigrados votar en comicios locales, y que mantiene relaciones con ellos más fuertes que otros estados. Leonel Godoy, gobernador de Michoacán, negó que el estado tenga problemas con crímenes ligados al narco. Durante una visita a Chicago en junio, dijo que “es mentira que haya violencia en Michoacán. La vida en Michoacán es normal” y el turismo aumentó nueve por ciento en 2009. Pero Michoacán tiene una Oficina de Secuestros y Extorsión en la capital, Morelia. Jonathan Arredondo, empleado de la oficina, dijo que ahí se abren las investigaciones pero que mucha gente no llama para reportar secuestros “por miedo, o para no ponerse en peligro”. “Las pandillas que producen estas drogas ahora están por todo el mundo. Ninguna familia, acá en Estados Unidos o en México, está exenta de ser victimizada. Y si queremos resolver este problema, tenemos que reconocer que tenemos estos problemas”, dijo Jesús Garibay García, senador mexicano, durante un evento de promoción de la comunidad michoacana en Chicago, en junio pasado. A fines de noviembre, dos meses después de que “T” recibió la llamada, las autoridades federales procesaron a 15 personas relacionadas con la red de distribución de La Familia en Chicago. Las autoridades incautaron 550 libras

de cocaína y ocho millones de dólares, en suburbios como Berwyn, Bolingbrook, Hickory Hills, Joliet, Justice y Oak Lawn. Las incautaciones fueron parte de una investigación que comenzó en 2007 sobre la red de distribución controlada por La Familia en Estados Unidos. Muchos expertos creen que estos arrestos implican que La Familia quiere expandir su base en los suburbios, y no tanto en Chicago. “Yo no veo en Chicago más que ejemplos aislados del poder de los carteles”, dijo John Hagedorn, profesor de UIC especializado en pandillas de Chicago. Hagedorn dijo que los carteles ejercen más presión sobre las pandillas locales a fin de controlar la distribución en el área de Chicago pero, agregó, esta estrategia no ha sido afortunada. “Chicago está muy lejos y las pandillas están muy establecidas. No creo que sea una estrategia que vaya a funcionar”, declaró. A “T” esa teoría no le dice nada. Los secuestradores de su padre, en conversaciones telefónicas, le animaban a “echarle más ganas” (para conseguir el dinero). Finalmente consiguió hablar con su padre, quien le dijo que estaba bien, pero que se apresurara porque estaba seguro que lo iban a matar si no había un acuerdo. “T” dijo que contactó a su oficina municipal en Michoacán en busca de ayuda. Una secretaria le dijo que alguien le devolvería la llamada, pero nadie lo hizo. “Hay mucha corrupción”, dijo “T”. Con préstamos de amigos y parientes en Michoacán, “T”, en cuatro días, consiguió que un amigo le ayudase a depositar el rescate en una cuenta bancaria cuyo número fue proporcionado por los secuestradores, quienes inclusive le habían propuesto un plan de pagos mensuales, con interés, como alternativa. Una vez finalizada la transacción, los secuestradores le dieron a “T” un punto de recogida, pero de forma confusa, con llamadas desde distintos números, indicando diversas ubicaciones, a fin de confundir el rastro. Finalmente, su padre fue depositado en un punto remoto del estado, con los ojos vendados, la nariz y las costillas rotas, y un moretón en la cabeza producto de un culatazo. “T” y sus hermanos aún están juntando dinero para pagar los préstamos. En tanto afirma que no quiere volver a poner un pie en México. “México es como un pariente ausente”, dijo. “T” habla con su padre dos tres veces por semana, pero no tocan el tema del secuestro. “Hablamos de todo, pero no queremos volver a vivir eso. Ya pagamos. Le toca a otros”, agregó. Meribah Knight, con apoyo de Idalmy Carrera y Kalyn Belsha escribieron este reportaje. El texto se reproduce con permiso de Chicago News Cooperative.

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El monstruo maravilloso Fotos: Charly García

Stepahnie Manríquez

Icaza: Musicólogo

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l pasado mes de julio, Chicago acogió las novedades musicales inéditas y de antaño que invariablemente nos presenta cada vez que nos visita Carlos Icaza. Icaza, mejor conocido como “Tropicaza” es un personaje singular, de complexión sumamente delgada, sencillez al vestir y un par de lentes que lo vuelven inconfundible en cualquier recinto donde haya discos de vinilo. Musicólogo o arqueólogo de la música mexicana, cualquiera que sea el término para definirlo, el reafirmará que simplemente es un amante de la música. Pero indiscutiblemente es uno de los genios musicales de la Ciudad de México que han hecho grandes aportaciones a la historia de la música, a través de su rescate y búsqueda, a lo largo de viajes por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, de materiales casi perdidos de los años 40, 50 y 60, hasta nuestros días. Sus recopilaciones e investigaciones han servido como base de datos para algunas editoriales y sellos discográficos; ha sido también parte de diversas bandas importantes como Los Exquisitos, Los Fancy Free, Antiguo Autómata Mexicano, Las Comadrejas, Evil Hippie, etc. Las rarezas que preparó Tropicaza en este último viaje abarcan desde los ritmos funk, soul, rock y jazz, hasta la fusión de regional mexicana, presentándose en diversos lugares poco concurridos por la comunidad latinoamericana, como Double Door o Beauty Bar. Como parte de una conversación informal, Icaza mencionó la emoción de presentarse ante un público como el de Chicago, donde la gente concurre a sus presentaciones por el hecho de escuchar y disfrutar la música que ofrece. Icaza afirmó que la gente acude con el fin de bailar. Dichos términos – escuchar, disfrutar y bailar – son una constante muy común para la comunidad latinoamericana en Estados Unidos y que tristemente en una ciudad como el Distrito Federal, ya no lo son debido a los sucesos que está viviendo actualmente la capital. Icaza adoptó al DF hace 12 años, describiéndola como un monstro maravilloso para vivir, a esa ciudad caótica y al borde de la destrucción donde misteriosamente todo funciona, a

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pesar de las deficiencias y las condiciones demográficas en la que se encuentra; donde sus gobernantes toman medidas torpes en lugar de crear soluciones a sus problemáticas – como el tráfico vehicular, solventar un segundo piso sobre las arterias más transitadas y saturar la ciudad al doble en vez de incentivar el transporte público. Durante los últimos 10 años, Icaza cuenta que la situación en la Ciudad de México ha ido empeorando, y que la violencia, la pobreza, los robos y la corrupción son parte de un proceso de degradación cultural del país y en gran medida originado por todos los niveles del poder. La vida nocturna, música y baile en la ciudad de México Recientemente, la vida nocturna de la Ciudad de los Palacios ha sido golpeada por nuevas regulaciones gubernamentales con el fin de garantizar mayor seguridad para sus consumidores; así lo estipula el artículo no.39 de la Ley de Establecimientos Mercantiles, que cambia el horario de cierre a las 3:00 a.m. para bares y centros nocturnos. A consecuencia de esta medida, dijo Icaza, se han generando una serie de situaciones imprevistas tales como la búsqueda de diversión en lugares clandestinos o fiestas caseras donde no existe algún tipo de regulaciones sobre seguridad, alcohol, drogas o violencia; simultáneamente los establecimientos han sufrido pérdidas, teniendo que cerrar sus puertas y dejando un cuantioso número de desempleados. Otra consecuencia es que escasean las oportunidades para grupos o bandas de presentarse en vivo. Con añoranza nos transportamos a los años dorados de la Ciudad de México, una ciudad que brillaba por el glamour de la vida nocturna y el gozo por la música y el baile. El destello del danzón, el bolero, el chachachá, la rumba, y el mambo se daba con grupos como Acerina y su Danzonera, la Sonora Santanera, Pérez Prado, Benny Moré, Toña la Negra, La Matancera, entre muchos más. En contraste, hoy en día se ha perdido ese gusto. Durante los fines de semana los capitalinos viven en un torbellino de adicciones al alcohol y a

las drogas, con un deseo sobregirado de olvidar problemáticas cotidianas, y un estilo de vida exacerbado que les exige la gran ciudad, dejando la diversión y el entretenimiento en un segundo plano. Icaza reitera la alegría que le resulta ver bailar y gozar a la gente de Chicago, y el impulso y el valor que le confieren a la música, en comparación con los capitalinos, que ya no bailan y se han vuelto indiferentes. El valor de la música se ha degradado debido a la urgencia de la supervivencia. Icaza cita que ya no se cobra la entrada en los abastecimientos nocturnos o en las presentaciones artísticas, pero lejos de ayudar, eso contribuye a que la situación empeore porque la gente que no paga no valora, algo que también sucede en forma masiva con la compra de CD o MP3 de forma clandestina en los miles de establecimientos piratas de la ciudad. Lamentablemente, agrega, la gente prefiere los lugares costosos y de moda donde no existen incentivos para que haya otro tipo de convivencia más que la del consumo exagerado de alcohol. Las nuevas generaciones están cargando con el peso de una nación en crisis y en efecto, se ve reflejado en sus vidas personales y en su imposición de ignorar algo tan habitual y tan propio como lo son la música y el baile. Tras estar fuera del DF casi un mes, Icaza comenta que vuelve a su casa y a enfrentar las cosas que solo se pueden vivir día a día en una ciudad como la de México, y que le hacen reflexionar sobre la tendencia a vivir en forma extrema. Es, dice, una gran escuela para sobrevivir en el mundo por lo que cree que esta situación puede ser pasajera solo si “recordamos y rescatamos aquel pasado glorioso de nuestra ciudad, de nuestro país – aquel tercer turno que revivía a la ciudad en plena obscuridad, que traía actividad social y económica a nuestra gente”. Stephanie Manríquez es productora independiente en medios radiofónicos y escritos, y Directora Ejecutiva del Festival de Música Electrónica Latina (FMEL).

septimbre 2010


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Mexicanos al grito de la música: Celebraciones del Bicentenario 2010 Catalina María Johnson

En estos días de festividades por los doscientos años de Independencia de México, pareciera que celebramos más un pasado que lució prometedor que el presente que ha resultado ser difícil. Sin embargo, en los próximos meses, por toda la ciudad escucharemos melodías y ritmos que motivan dar un gran ¡Viva México! ¡Y viva su música por muchos siglos más! Noche del Bicentenario El grito resonará bajo las alas plateadas del Pritzker Pavillion y en todo Millenium Park, en la noche del bicentenario coordinada por el Consulado General de México, función que será toda una gala y muestrario de la música tradicional mexicana. Participarán dos grupos de danza (Ballet Folklórico de Guanajuato, y Mariachi y Ballet Contemporáneo de Jalisco) y el Coro de los Niños Cantores de Morelia. Representando los sones mexicanos chicagoenses, se presentarán el Mariachi Perla de México y Sones de México. (www.mexico2010inchicago.com)

Mexicanos y ciudadanos del mundo El decimosegundo Festival de Música de Mundo presenta muchos de nuestros artistas cuya música viaja sin reconocer fronteras. Rana Santacruz, cantautor y acordeonista, en sus dulces historias inspiradas en parte por Gabriel García Márquez, hace referencia a diversos géneros como el jarocho, la nueva trova, el rock en español, la música de tambora, y hasta las polkas y valses europeos. El internacionalmente reconocido DJ y productor regiomontano Toy Selectah produce música urbana bailable y discotequera, que a pesar de ser tropical, cumbiambera, y muy mexicana ya se ha vuelto parte íntegra de la escena internacional “club”. Será un gusto también disfrutar de los talentos del cuarteto Tambuco, magistral ensamble de percusión cuyo más reciente álbum recibió tres nominaciones al Grammy. Viene al Festival Líber Terán, ex-vocalista de Los de Abajo quien se autodenomina “crooner rocanrolero”, explorando fusiones del rock clásico con la música norteña y popular mexicana. Nos visitará también La Santa Cecilia, seis jóvenes artistas que lo mismo fusionan

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jazz con rancheras que cumbia y boleros con rock, en evidencia de las influencias de su ciudad de Los Ángeles En cuanto a la escena local se escucharán los blues en español de Chicago de The Luna Blues Machine y Azul de Noche, y el ska-punk roquero y activista de los Vicios de Papá. (www.worldmusicfestivalchicago.org).

por Vargas la méxico-americana Lila Downs, cuya trayectoria musical atrajo la atención de un público internacional y joven a la música tradicional mexicana y Buika, cantora afroflamenca (de padres de Guinea Ecuatorial, criada en Palmas de Mallorca) quien admite ser apasionada por la música mexicana, prueba de lo cual que en su último álbum grabó siete rancheras, de las cuales cuatro fueron compuestas por José Alfredo Jiménez. (3 de octubre. www. cso.org)

Sonatas mexicanas Considerados entre los mejores músicos de América Latina, el violonchelista y Embajador Cultural de las Americas por la OEA, Ignacio Mariscal, y el pianista Mauricio Nader, Director Académico del Centro Mexicano de Posgrado en Música, inauguran el Latino Music Festival en el Art Institute el 17 de septiembre (festival que también presentará música de todas las Américas, incluyendo de otros países que también celebran su bicentenario). Mariscal y Nader presentarán tres sonatas mexicanas para cello y piano, compuestas por Manuel M. Ponce, Enrique Santos y Blas Galindo (www.artic.edu). Electro-acústi-clásicos avant-garde Cube Ensemble presentará como parte del Latino Music Festival y en asociación con el Centro Mexicano de Músicas y Artes Sonoras las obras de tres reconocidos compositores quienes crean nueva música que borra las fronteras entre la tecnología y la música clásica. El concierto incluye la obra “Negro Fuego y Cruzado” (2008) escrita para dos clarinetes con video y sonidos electroacústicos por Javier Álvarez, Decano del Conservatorio de las Rosas en Morelia, Michoacán, el primer conservatorio de las Américas. También se escuchará en première mundial una obra para violoncelo y sonidos electroacústicos de la compositora Ana Lara. Al igual que Lara, el compositor Rodrigo Sigal también estará presente para el concierto, como parte de la presentación de su obra “Rimbarimba” para marimba y sonidos electro-acústicos (www. latinoculturalcenter.org).

¡Viva México! En VIVA Chicago El festival anual de música latina de la ciudad ser realizará por primera vez en Millenium Park, y en sus dos días de conciertos nos ofrece todo un paseo musical por la república: Veracruz y sus sones jarochos de origen africano con Son del Viento, Pájaros del Alba, Fandanguero y Quetzal: las polkas con tambora y metales que nacieron entre marchas militares y festines alemanes a mediados del siglo XVIII (Banda Real de Durango, Banda Franco, Banda Potrillo); los sones plenos de violines de la Tierra Caliente (Juan Rivera y los Pichardos); los clásicos mariachis (Mariachi los Camperos de Nati Cano) y todos estos ritmos y más en los mixes hip-hopeados de Camilo Lara con su Mexican Institute of Sound (17-18 de septiembre. http://www.explorechicago.org/ city/en.html). Catalina María Johnson, Ph.D. es locutora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.beat-latino.com

Cántame una ranchera Se le hará un tributo a Chavela Vargas (conocida como “icono mexicano de las rancheras” ya que aunque es costarricense, siempre se ha dedicado a la música mexicana). Cantarán las rancheras popularizadas

mexican institute of sound

foto: Mauri Forsblom

foto: Todd Rosenberg

foto: gina gamboa

México sinfónico El Maestro Riccardo Muti dirigirá en varios conciertos la Sinfonía India en 1936 por Carlos Chávez - compositor, director de orquesta, profesor y periodista - quien ocupa un lugar protagónico en la historia del movimiento musical nacionalista mexicano. En esta obra, Chávez utiliza instrumentos de percusión de los yaquis y evoca deliberadamente las tonadas de diversos pueblos indígenas. Respecto a la misma escribió el compositor: “El arte indígena de México es, en nuestros días, la única manifestación viviente de la raza que forma, aproximadamente, las tres cuartas partes de la población del país” (7 a 9 de octubre - www.cso.org). En Pilsen, corazón de la comunidad mexicana en Chicago, se celebrarán dos extraor-

dinarios conciertos gratuitos en la secundaria Benito Juárez. El 16 de septiembre el Maestro Carlos Miguel Prieto, director musical de la Orquesta Sinfónica Nacional de México dirigirá varias obras de compositores mexicanos, incluyendo “Sones de Mariachi” de Blas Galindo, “Danzón Número 2” de Arturo Márquez, (por cierto, cuyo padre era mariachi) y “Huapango” de José Pablo Moncayo, que incorpora conocidos sones veracruzanos. También está programado para el 9 de octubre un ensayo abierto de la Sinfonía India dirigida por Muti ( www.cso. org). También se celebrará el estreno mundial de “Danza Petrificada” de Bernard Rands, obra comisionada por la Orquesta Sinfónica de Chicago para el Bicentenario. El compositor inglés, quien tomó inspiración en las frases de Octavio Paz citadas al inicio del presente texto, dice que la obra reflejará un baile congelado en el tiempo, y que se empapó de la música mexicana para poder incorporar ritmos tradicionales como el de las maracas a su propio vocabulario. (14 a 17 de octubre - www.cso.org).

foto: calitexican

¿Qué o quién me guiaba? No buscaba a nadie, buscaba todo y a todos: vegetación de cúpulas azules y campanarios blancos, muros color de sangre seca, arquitecturas: festín de formas, danza petrificada bajo las nubes que se hacen y se deshacen y no acaban de hacerse, siempre en tránsito hacia su forma venidera… fragmento de “1930: Vista Fija” por Octavio Paz

son del viento

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Del comedor al escenario Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

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Las piedras rodando se encuentran. Alex Lora

a noche del viernes, los pasillos y la pista del Aragón Ballroom son invadidos por jóvenes rockeros de origen mexicano. En la penumbra se distinguen algunos con pelo largo y ese rostro que se va perfilando por el hábito de hablar español; también hay otros que traen el pelo casi a rape y la cara que surge por el uso cotidiano del inglés. Lo común en estos rostros que hoy se han congregado es el coreo de las piezas de El Tri. Alex Lora, líder de la banda, es el único rockero que ha logrado componer canciones capaces de cruzar a la juventud rockera mexicana de más de tres décadas. Y desde fines de los ochenta, los niños y los adolescentes que han cruzado la frontera han traído consigo la melodía de “Triste canción de amor” o versos como “mi mente dijo que nel”; y una vez que ingresan a las escuelas primarias o high schools llegan a contagiar a los que nacieron aquí. A esta presentación de El Tri confluyen los jóvenes que en otros conciertos de rock en español se bifurcan; Alex Lora es el abuelo al que vienen a celebrar todos sus nietos: los góticos, los ska, los pop, los funk y los raperos, y en todos estos grupos hay jóvenes indocumentados, residentes y méxico-americanos. Hay una palabra que es protagonista, una palabra que, según Carlos Monsiváis, “es profana y sagrada a la vez”: la palabra chingada. Y no es la única imprecación o palabrota que sale del escenario. Pero todas son recibidas con regocijo, como si ésas fuesen las únicas palabras vivas “en un mundo de vocablos anémicos”, diría Octavio Paz. Por eso, cuando

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se pide otra canción no se corea “otra, otra” sino “culero, culero”. Esta noche, en el Aragón Ballroom rifa el español y reluce la jerga de los chavos banda. El joven que por lo general se resiste a responderles en español a sus padres, aquí no solo cede sino busca la oportunidad para soltar un vocablo de esa jerga. La lengua que se ha rehusado a seguir siendo íntima solo en el hogar y a seguir siendo solamente puente entre padres e hijos, aquí se convierte en intimidad abierta, en vaso comunicante, en pocas palabras, en lengua pública. Dos lenguas El escritor Richard Rodríguez afirma en su autobiografía Hunger of Memory (1981) que el hijo del inmigrante mexicano tiene dos lenguas: una privada (el español) y una pública (el inglés). Durante los sesenta, en California —años y lugar de infancia de este escritor— el español en los espacios públicos era un estigma y no podía salir del terreno familiar. Era tan fuerte el estigma que, según Rodríguez, tres monjas de la escuela en la que estudiaba fueron a ver a sus padres un sábado por la mañana: “Is it possible for you and your husband to encourage your children to practice their English when they are at home?” “Of course,” my parents complied. Muchos padres de los años sesenta, y aún de la actualidad, descubrirían en un acto de este tipo una preocupación sincera por la educación del niño. Muchos no lo consideraban, ni lo consideran, una mutilación. Por supuesto, hoy, un caso como el de la visita de estas monjas, sería un extremo; sin embargo, la mutilación se sigue dando con mucho menos efectividad y de manera más sutil.

El empuje de las olas migratorias ha reducido cada vez más la efectividad de acciones que apoyan al slogan y al movimiento English Only. Hoy —a pesar de la negligencia de las autoridades educativas por instrumentar un programa de educación bilingüe real— la presencia y la enseñanza del español en Estados Unidos, aunque con deficiencias claras, es ya inevitable. Esas olas migratorias de las últimas dos décadas, constituyen una masa de consumidores que exigen hacer uso de su tiempo libre en su propia lengua. Por un lado, el inmigrante prefiere su misa en español. No es casual que la Arquidiócesis Católica de Chicago pida cada vez más apoyo pastoral a sus contrapartes mexicanas o latinoamericanas. Por otro lado, emporios noticiosos y del espectáculo como Telemundo y Univisión, solo han respondido de modo natural a la nueva demanda comercial hispana. Más que los sistemas de educación pública o privada, la presencia del español en Estados Unidos es resultado de esas ganas de querer seguir perdiendo el tiempo en su idioma. Recordemos que no solo los inmigrantes sino muchos de sus hijos y de sus hijas prefieren mirar las telenovelas, los noticieros, los partidos de futbol y los talk shows en español; lo mismo se puede afirmar de la radio. Por eso, a ningún padre mexicano, o centroamericano, le sorprende que su hijo batalle para decir una frase en español pero que cante con fluidez el “voy a vagar por ahí” de Los Temerarios. De la pantalla a la realidad En las películas de Hollywood —sobre todo en los westerns de mediados del siglo XX— aparecen algunas frases en español

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tiempoextra lora: la raza más chida

como parte del decorado. Son frases dichas por John Wayne o por un extra vestido de lo que entonces se consideraba mexicano. También en la serie televisiva El Zorro, de vez en cuando se introducían palabras en castellano para dar la idea de que estábamos en la zona norte de la Nueva España. El español, sin embargo, no llegó a ser más que otro elemento para crear atmósfera. Acaso una excepción sea el filme Giant (George Stevens, 1956). En esa película, el español como lengua ya pide ser coprotagonista: el ranchero millonario Mr. Bick Benedict (interpretado por Rock Hudson) conversa a ratos con el trabajador Ángel Obregón en castellano, y la hermana del ranchero asegura que para que marchen bien los asuntos con la servidumbre es necesario saber hablar español. Giant parece decirle al estadounidense que el méxico-americano trabaja y muere por este país con la misma dignidad de un ranchero blanco. En esta película hay dos momentos álgidos y llenos de lirismo: en uno de ellos se entierra al hijo de Ángel Obregón, muerto en combate durante la Segunda Guerra Mundial; ahí en el cementerio se reza en español y de inmediato un coro de niños canta el himno nacional estadounidense. En el otro momento, Mr. Benedict se agarra a puños con un restaurantero que atiende a regañadientes a su nuera Juana con el nieto en brazos y que luego intenta expulsar del negocio a un anciano de origen mexicano. Podemos afirmar que en el cementerio se logra una unidad casi natural entre la ceremonia religiosa dicha en español y la ceremonia cívica realizada en inglés. Y en el restaurante, Mr. Benedict apela a que se respete al otro (al mexicano), que paradójicamente ya forma parte de su familia. En Giant se expuso con claridad que el español reclamaba espacios públicos, sobre todo, a partir de la Segunda Guerra Mundial. Pero a pesar del éxito en taquilla, la sociedad estadounidense ha seguido estigmatizando el castellano. Hubo otras películas y series televisivas en las que se continuó utilizando el español, pero solo como decorado, como si Giant nunca se hubiera filmado. Lo mismo se puede decir de filmes en los que se reivindican los derechos de los latinos o, más específicamente, de los méxico-americanos: Zoot Suit, La balada de Gregorio Cortéz, Stand & Deliver, Mi familia/My Family, etc. En estas películas sí se busca una reivindicación del inglés chicano o méxicoamericano, pero no hay una legitimación del español que se habla en Estados Unidos. Incluso —ya recientemente— en películas militantes como Lone Star (1996), de John Sayles, las frases en español que antes servían de decorado aquí hacen de todo el filme un panfleto. De la mano del rock A finales de los cincuenta el rockero méxico-americano Ritchie Valens logra llevar al estrado una canción en español: “La bamba”. Solo fue un golpe fortuito. Pues hasta finales de los sesenta, y acaso gracias a la apertura que generó el Movimiento Hippie, surge un rockero inmigrante que lleva al escenario estadounidense versos como “oye, cómo va” o “vámonos, guajira”, del timbalero puertorriqueño Tito Puente. Nos referimos, por supuesto, a Carlos Santana. A diferencia de Valens, en Santana hay la intención de reafirmarse como latinoamericano en Estados Unidos. Recordemos que todavía en los setenta imperaba entre los inmigrantes mexicanos y sus hijos el criterio no dicho de americanizar el nombre para poder tener mejor cartelera: de Antonio Reyna a Anthony Queen, de Ricardo Valenzuela a Ritchie Valens. El caso de Rita Moreno —coprotagonista del clásico musical West Side Story— es una excepción que se explica a partir de la historia de Puerto Rico. Pues la gran ilusión del boricua del siglo XX número 78

y lo que va del XXI es afirmarse como puertorriqueño, esto debido a que la isla nunca ha sido un país independiente. Al llegar a Estados Unidos, al puertorriqueño nunca le pasa por la cabeza la idea de ciudadanía porque el ser humano nunca sueña con lo que ya tiene. En los estrados de Broadway, a Rosa Dolores Alverío le interesaba poner en primer plano su identidad puertorriqueña. Por eso, sin ambages, se buscó un nombre artístico netamente castellano: Rita Moreno. Un caso similar es el del cantante José Feliciano. En cambio, para el inmigrante proveniente del sur del río Bravo la “green card” ha representado el clímax del sueño americano. Como ya dijimos, en las décadas de la post guerra, el mexicano se vio obligado a esconder su identidad, y una manera de esconderla era americanizando su nombre, y esta actitud ha sido heredada por los hijos. Aclaremos: al inmigrante mexicano también le preocupa su identidad, pero cuando se halla en el mundo anglosajón (en el trabajo, en la escuela, en los edificios públicos) lo que siempre tiene en mente es su condición migratoria. El primer artista inmigrante que decide poner en el estrado estadounidense no solo su nombre de pila sino también la lengua castellana fue Santana. Este requintista marcó las pautas para que otras estrellas hispanas no tuvieran que americanizar su nombre para tener acceso al mundo de Hollywood, de Broadway y de los escenarios rodantes de la música popular; está el caso de la cantante tejana Selena o de los actores Diego Luna o Gael García. Santana también provocó el giro para que artistas que ya habían triunfado en los países hispanos entrasen al mercado estadounidense cantando en español o en inglés; por ejemplo, Julio Iglesias, Shakira o Ricky Martin. En la pequeña pantalla El único programa televisivo que siguió la veta establecida por el filme Giant ha sido El show de Johnny Canales. Este show —emitido desde Corpus Christi, Texas—, más que un programa para impulsar los nuevos valores de la música norteña o tejana, se convirtió en la punta de lanza del español tejano como lengua pública entre los hijos, nietos y bisnietos de los inmigrantes mexicanos. Canales hizo del español tejano una lengua del estrado, pues en su programa no solo se cantaba en español, también se entrevistaba, se conducía y se presentaba a los artistas en este dialecto de la lengua de Cervantes. Fuera del escenario Canales hablaba en inglés con sus técnicos porque le era más práctico y fluía mejor. Pero en el escenario a lo que menos se apelaba en este caso era a lo práctico. A lo que aspiraba todo cantante o conductor, desde

la aparición de este show, era que desde el español su canción tocara el nervio de sus espectadores. El Show de Johnny Canales era una celebración a la lengua de los abuelos y los bisabuelos. Canales —al igual que Santana— preparó la tierra para que cantantes como Linda Ronstand o Selena ingresaran con material en español al mundo del espectáculo angloparlante. Es decir, tiró las semillas para que instituciones como la de la entrega de los Grammys pusieran atención a fenómenos musicales como Los Tigres del Norte o Los Fabulosos Cadillac. El show de Johnny Canales nació a principios de los ochenta, tiempos en que también empezaron a llegar las primeras olas migratorias del México urbano. En esos años, en Chicago surgió el primer grupo de rock en español, llamado Santa María. Y desde la aparición de Santa María, las bandas y las tendencias rockeras se han ido multiplicando: Los Krudos, La Querida de Cortés, Muerte o Victoria, Escándalo Social... ¿Y qué tiene que ver Johnny Canales con el rock en español en los Estados Unidos? Aunque en su show se haya concentrado primordialmente en la promoción de bandas de música Tex-Mex, Canales se encargó de que nadie —ni el anglo ni el hispano— se sorprendiera de ver al español en el tablado. Ese español —que muchos puristas han llegado a llamar “mocho”— fue el que dio los primeros golpes a ese muro nuestro hecho de prejuicios. Nos referimos a prejuicios como el creer que el español es una lengua inmutable, como si hubiese sido dictada por Dios. La raza más chida En el Aragón cada sábado hay bailes populares con cuatro o cinco grupos mexicanos y —en menor grado— sudamericanos que tocan música norteña, tropical y de baladas. Hay también una temporada de conciertos de rock en español llevados a cabo los viernes. En los bailes populares predomina el inmigrante de la provincia mexicana; en estos bailes, hablar en español no es un acontecimiento. En cambio, en los conciertos de rock, como ya lo señalamos, sobresalen tanto los jóvenes de las grandes urbes mexicanas como los que ya se criaron acá; en la pista y en los pasillos hablar en español es para el joven méxico-americano un verdadero acto de afirmación. Hoy es viernes: alternan El Tri y El Haragán. Los sombreros y las botas vaqueras le han cedido la duela de la pista a los tenis Nike y a las camisetas con estampados de El Ché o de la Virgen de Guadalupe. Los “vivas” a Michoacán y Durango son reemplazados por el “culero” o por una mentada de madre. Y al interior de ese caos hay un momento solemne, que se da cuando Alex Lora, bandera en mano, grita “Vivan los héroes que nos dieron patria”, y todos los pies y todas las bocas empiezan a corear “Mé-xi-co-Mé-xi-co...” Y después de varios “vivas” se escuchan los primeros acordes de “La raza más chida”, y en la laguna del Aragón se empieza a formar un gran remolino de muchachos, muchos de ellos descamisados, que parecen buscar la pelota mítica y encuentran el choque violento y fraternal con una espalda, un costado o una cadera; los chorros de cerveza en el aire parecen lanzados por olas que revientan. “¡Somos la raza más chida!”. Y aquí nos podemos preguntar si ese grito incontenible está impregnado de nacionalismo, de chauvinismo o, como alguna vez dijo Octavio Paz, de identidad. Raúl Dorantes y Febronio Zatarain, mexicanos, son miembros del Consejo Editorial de contratiempo.

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Una hormiga en la 26: Crónica de un proceso teatral Ignacio Guevara Tiro una chispa en la oscuridad; eso es intuición. Entonces mando un ejército para encontrar la chispa, eso es intelecto. Ingmar Bergman

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l caos es una de las características del proceso creativo. En éste intervienen múltiples voces simultáneamente; se generan dudas y las opiniones varían acerca de una misma cosa, y es muy posible que todas tengan razón. El ser se divide: uno mismo es una multitud que debate, que plantea, que busca, que confía y se decepciona; por consecuencia se desecha lo poco que ha sido encontrado; mas las manos no están del todo vacías. El territorio donde toma lugar este enfrentamiento, normalmente es el interior de uno mismo… Pero cuando ese mismo territorio se divide en cinco territorios —o sea, cinco cabezas—, el orden, si alguno, se halla al final del túnel. Por lo tanto una dinámica de trabajo colectiva puede ser un arma de múltiples filos, tantos como personas existan en el grupo. Si bien lo anterior no es mentira, tengo que admitir que me he quedado corto en esta divagación si recuerdo lo sucedido con la preparación de la obra Una hormiga en la 26. Aquí les va el cuento. En un pequeño apartamento del norte de Chicago, cinco soñadores se disponían a leer un guión teatral recién salido del horno. El sudor era abundante y los ventiladores, aunque trabajaban a toda máquina,

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no lograban aminorar el bochorno del día más caluroso de julio. Las dos ventanas del aposento dejaban entrar otra ventana, la de la morena que vivía en el apartamento de enfrente. Sus piernas, se podían ver desde ese cuarto piso. (Dos semanas después, Marco Polo confesó que no podía negar que la idea de montar esta obra lo inspiraba, pero que fue en el primer ensayo, cuando vio aquellas entornadas pantorrillas, que supo que no iba a perderse ninguna parte del proceso). Fue en la primera sesión, luego de un descanso, donde nos trabamos en una conversación acerca del personaje principal de la obra: una hormiga. Necesitábamos obligadamente a una mujer para ese papel. ¿Dónde íbamos a conseguir una actriz? Pronto los comentarios se transformaron en sugerencias de dirección y actuación, en posibles desplazamientos sobre el escenario y en biografías de los tres personajes varones: Artemio, Pedro y Juan. Lo que más se quedó en mi memoria fueron las imágenes de varias soldaderas encarnadas por una hormiga, una cárcel del Cook County, tres inmigrantes indocumentados y el recuerdo que tenían de una lejana revolución. Antes de que alguien pronunciara la palabra hambre, el dramaturgo (entre los presentes) nos dio la espalada y empezó a picar vegetales; minutos después el resultado era una exquisita ensalada que repartió en porciones iguales a todos los de la tropa. Tuve la impresión que aplicaba la misma creatividad a sus textos y a sus ensaladas,

que parecían surgir repentinamente de una pequeña pero bien guarnecida cocina. La comparación entre ensalada y teatro hoy me parece inevitable. Las diferentes combinaciones que se puedan lograr con vegetales, es tan infinita como las posibilidades que encierra el texto teatral; en las tablas algo nace y muere, cada noche sucede la misma obra pero con una nueva piel. En los primeros ensayos, fue difícil saber quién dirigía a quién, a pesar de que desde el principio estaba claro quiénes eran los actores y el director; lo cierto es que había más generales que soldados, o mejor dicho, éramos cinco actores en busca de un director. Todos opinaban, alguno agregaba una línea, otro borraba la misma; y el que fungía como director, al caer la tarde sintió que se había equivocado en aceptar el reto de llevar la batuta. Los otros tenían voces (o personalidades) más fuertes que la de él, inclusive tenían propuestas de dirección que ni a él mismo se le habían ocurrido. Después de la primera semana de trabajo, por fin llegó el orden. En la cabeza de Febronio Zatarain (que haría el papel de Artemio), las líneas empezaron a fluir, aunque con topes en el camino; Jorge Montiel, de memoria ágil, aventajaba a los demás al interpretar a Juan y hasta se le hacía fácil filtrar de vez en cuando un chascarrillo que interrumpía la frágil concentración de los otros. Marco Polo (en el papel de Pedro), era el más histrión de los novicios y balanceaba las fallas de su memoria con una sorprendente lista de sinónimos.

A la tercera semana, Yunuén Pardo (la Hormiguita) se incorporó al elenco y en pocas horas sus sugerencias fueron acatadas sin siquiera chistar tanto por la dirección como por los actores. Quisimos darle al escenario mucho realismo: el espacio reducido de una celda, la permanente vigilancia, las restricciones carcelarias. A pesar de dicha atmósfera, lo onírico del libreto fue creciendo, al punto de plantearnos toda la puesta en escena como un mero sueño de los personajes; esto nos permitió más libertades. Aunque el espacio donde tomaron lugar los ensayos era limitado, no fue un impedimento para que Artemio, Pedro y Juan pudieran caminar por una iglesia abandonada, por un pueblo de Veracruz y por un paisaje rulfiano. Juan Carlos Onetti decía que la literatura era un sueño dirigido, una descripción que le calza también al teatro, o al menos a esta obra. El 10, 11 y 12 de septiembre, el Colectivo El Pozo presentará en Casa Aztlán los ensayos con público de Una hormiga en la 26, que es una reflexión sobre lo que significa hablar de la Revolución Mexicana en nuestros tiempos, a la vez que rinde homenaje a la literatura de México, a las Adelitas contemporáneas y a los migrantes indocumentados. Ignacio Guevara: Escritor costarricense, vive en Chicago.

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Yo no lo sé de cierto… Gerardo Cárdenas

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Con disculpas a Jaime Sabines

o no lo sé de cierto, lo supongo. Supongo que tenemos que empezar a reflexionar, y procesar en nuestra historia política, al estrambótico Rod Blagojevich, y entender cómo el ex gobernador de Illinois, acusado en proceso federal de 24 cargos de corrupción, solo es hallado culpable en uno, menor, de mentir a agentes federales. ¿Cómo llegamos a este punto, extremo aún en Illinois y en Chicago donde la fama de corrupción política nos persigue desde los tiempos mismos del gran incendio de 1871? Y en un momento en que el estado tiene el segundo peor déficit fiscal de la nación, y atraviesa un gran hartazgo político, ¿cuáles serían las implicaciones de un nuevo juicio, cuyo desarrollo ya se predice aún más bizarro y absurdo que el primero? Tal vez haya que mirar a la historia de Blagojevich, y de otros acontecimientos que coinciden con él en tiempo, a nivel nacional, para poder entender. Pero para poder hacer eso, tengo que hacer dos cosas: la primera admitir mi conocimiento de ciertos hechos. Por tres años fui Secretario de Prensa de Blagojevich. Sin ser parte de su círculo personal de asesores y consejeros, estuve lo bastante cerca para ver muchas cosas, y entender otras más. La segunda cosa que debo hacer es determinar una línea ética en este escrito. Para poder elucubrar y reflexionar sobre estos hechos, debo hacerlo sin contar con evidencias materiales, colocándome por ello en la frontera entre la especulación y la acusación. Por ende, en vez de afirmar, preguntaré. Porque yo no lo sé cierto, lo supongo. Y supongo que buena parte de esta historia comienza después de las elecciones presidenciales del 2000, cuando poderosos intereses políticos y económicos, abanderados por el Partido Demócrata, varios sindicatos y otros lobbies buscaban desesperadamente políticos con un perfil distinto al de Al Gore, que pudiera vencer a George W. Bush: políticos carismáticos, ágiles, con don mediático. Y no necesariamente inteligentes. Y encontraron

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a John Edwards en el sur, y a Blagojevich en Chicago. Esos poderes hicieron gobernador a Blagojevich en 2002, dotando a su campaña con financiamientos constantes y multimillonarios; le colocaron con asesores de primer nivel para generar una agenda populista, liberal y eficaz; y le hicieron soñar con la presidencia. Pero en mitad del camino, esos poderes se encontraron, también en Chicago, con un poco conocido senador estatal llamado Barack Obama. Era el candidato perfecto: inteligente, joven, ágil, popular. Encima de todo, afroamericano. Y, sin saberlo porque solo lo supongo, se olvidaron de “Blago” y de Edwards. El dinero dejó de fluir. Los asesores se fueron. “Blago” perdió la medida de las cosas, el sentido de realidad. Buscó lo fácil. Sin ideas, lo guiaban su ambición desmedida y su profundo desprecio de Obama. Ya se sabía solo. Al tiempo – lo supongo – el fiscal Patrick Fitzgerald (que soñaba con ser Procurador General de Estados Unidos) inició, con su colega estatal Lisa Madigan (hija de Michael Madigan, el hombre más poderoso de Illinois) una investigación de la “cultura de corrupción” que imperaba en el gobierno estatal. Lisa Madigan actuaba impulsada, supongo, por el profundo desprecio que su padre sentía por el gobernador. Con Obama lanzado ya a la candidatura presidencial, las cosas se aceleran según lo que yo supongo porque constarme no me consta. ¿Acaso de quienes apuntalaban la campaña surgieron presiones a Fitzgerald para que abandonara el tándem con Lisa Madigan y se concentrase sólo en “Blago”? ¿Acaso temían que Blagojevich pudiese hablar, decir cosas que afectaran la campaña que querían vencedora? ¿Y tal vez temían porque sabían

que Blago ya quería hacer algún enroque con Obama? Ya electo Obama, Lisa Madigan viajó a Washington y volvió afirmando que no sería senadora (una de las maquiavélicas opciones que “Blago” tenía para ocupar el escaño que Obama dejaba vacante). Guardemos ese hecho en la memoria, porque supongo que tendrá impacto en 2014. Sabemos que en diciembre de 2008 Blagojevich fue escuchado por el FBI planteando una hipótesis: nombrar a Valerie Jarrett, asesora y amiga de Obama, senadora, a cambio que él, “Blago”, recibiese un cargo rico en dinero y pobre en responsabilidades. Y sabemos que en cuestión de días, el FBI tocaba a la puerta de su casa en Ravenswood y lo sacaba de ahí, esposado. ¿Hemos de suponer que del equipo de Obama, tal vez del actual jefe de gabinete, Rahm Emmanuel, ex congresista por Chicago, vino la presión a Fitzgerald para callar a “Blago” antes que siguiese creándole un posible escándalo al mandatario electo”? Yo, solo lo supongo. Lo que sigue es materia pública. Blagojevich montó una agresiva e inteligente guerra mediática y habló sin parar, sin entrar en la materia de lo que realmente sabía, pero tal vez metiéndole miedo en el cuerpo al círculo de Obama sobre lo que hubiese podido decir en el juicio. Y en su juicio, Blagojevich no habló. Dejó al mundo en ascuas. Luego se dijo que fue estrategia de la defensa. ¿Fue así? ¿O hemos de suponer nuevas presiones de Washington para que el acusado callase, para que su destino quedase en manos de un jurado que necesitó más de dos semanas, en un ambiente de confusión y creciente presión mediática, para emitir su sorprendente veredicto? No lo sé, ya nada más lo supongo.

¿Qué queda? Queda un Blagojevich reivindicado, que ha ganado el pulso al FBI, a Fitzgerald, a la propia Casa Blanca, a los intereses que primero lo apoyaron, y luego lo abandonaron. No se ha ido, no se irá. Aunque haya segundo juicio, y la opinión pública este harta del tema. Queda un Fitzgerald increíblemente debilitado. El Eliot Ness moderno, el que desmontaba carteles del narco y arresta gobernadores, el que le plantaba cara al ex Procurador Alberto Gonzáles, fue –supongo—obligado y precipitado a emprender un juicio sin evidencias suficientes, y perdió la partida. Ya el Wall Street Journal pidió su renuncia. Y su jefe, Eric Holder, se encargará, pronto o tarde, de mandarlo a la congeladora. Queda una Lisa Madigan fortalecida, silenciosa, paciente. Pat Quinn, el sustituto de “Blago”, perderá posiblemente las elecciones a gobernador de noviembre. Tendremos un gobernador republicano débil e intrascendente. Y en 2014 llegará Lisa en su caballo blanco. Salvadora. Y los Madigan serán dueños de Illinois, de Rockford a Carbondale, de Quincy a Danville. En Washington, supongo, queda una Casa Blanca aún vulnerable a las posibles revelaciones que, cuando quiera y necesite, pueda hacer Blagojevich. Y queda un electorado cansado, saturado por el bombardeo mediático, harto de sus políticos, calculando un voto que puede ser inútil para sacar de la barranca a un estado en quiebra, mientras sus políticos se acusan unos a otros y no hacen nada. Yo no lo sé de cierto, lo supongo. Gerardo Cárdenas es director editorial de contratiempo. Entre octubre de 2004 y diciembre de 2007 fue Secretario de Prensa del gobernador Rod Blagojevich.

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Fugas, Galápagos e islas Jochy Herrera

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a fábrica de ilusiones y quimeras donde manipulamos nuestras (i) realidades -aquello que llamamos sueños- a veces nos conduce a lugares habitados por el deseo, la aventura, la imaginación y por supuesto, la memoria. Hablo de las islas, territorios que a través de la literatura han representado espacios donde la utopía persigue lo inaccesible. Hablo de la Atlántida y Platón, de la Ítaca de Ulises, la Bensalem de Francis Bacon, la Tamoe del Marqués de Sade y la Más a tierra del Robinson Crusoe de Daniel Defoe; todas, indiscutibles guaridas donde fantasía y realidad eran una sola cosa. Víctima de una testaruda condición de ciudadano caribeño me asumo inextinguible y decididamente insular, por ello sigo convencido de que mi inconsciente freudiano acostumbra lanzarme desde la firmeza continental hacia la fragilidad de las costas, particularmente en momentos cuando mi álgida intimidad rebusca refugio en los pasados. Esta vez sin embargo, yo no soñaba en mi Santo Domingo, la isla más poblada del hemisferio occidental; desperté ese día en las Galápagos, lugar de tortugas gigantes nacido de la actividad meteórica submarina hace más de trescientos millones de años y que francamente, jamás he visitado. Me suponía

enamorado y alegre, tímidamente feliz mientras el mar ahogaba un último hálito de realidad; se trataba a todas luces de un sueño donde la memoria era certera cuando me regalaba el olor y la mirada de aquella muchacha encantada que tal como los españoles una vez bautizaron a las Galápagos -“Archipiélago de las Islas Encantadas”-, aparecía y desaparecía de la vista cubierta por la niebla y el océano. Es decir, soñaba con la realidad de la memoria de ella ausente, yo víctima de una cruel fantasía. Aclaro que está exento este texto de toda intención epistemológica sobre el paradisíaco archipiélago ecuatoriano, mas cabe mencionar algunas curiosidades en su historia: las Galápagos fueron “descubiertas” en 1535 por azar tras convertirse en el primer refugio de Tomás de Berlanga, Obispo de Panamá, luego de que su barco zozobrara camino al Perú. Escondite de piratas y bucaneros y guarida de hambrientos pescadores de ballenas, aunque anexadas al Ecuador en 1832, las islas fueron colonizadas por europeos interesados en la fauna y en la búsqueda de fortuna o aventura: Richard Hawkins en 1593, Alexander Selkirk en 1708, Alessandro Malaspina en 1790, Charles Darwin en 1835, y más recientemente la austríaca baronesa Von Wagner de Bosquet. Esta última llegó a

principios del siglo pasado escoltada por tres hombres a fin de construir un hotel de lujo, cuenta la leyenda que tal lugar nunca fue edificado y de ella se sabe que desapareció con uno de sus amantes. ¿Cuáles son entonces los atributos insulares que predisponen a la fantasía y qué caracteres la conforman? Son éstas justamente las interrogantes enunciadas por Paolo Fava en el ensayo La isla en la literatura como espacio de la fantasía. El autor enfatiza que el aislamiento, y en particular el mar, representa una imagen funeraria con expresión de temporalidad mutable, y sobre todo que la semántica de la isla trae inscrita en ella la evanescencia: “al estar en un medio móvil, indeterminado, no está obligada a tener una existencia real, a quedarse anclada o a permanecer a flote”, observa Fava. La isla se hace así referente imaginario del más allá del tiempo y del espacio, “una cronotopía desplazada” que le confiere un carácter de microcosmos en miniatura, de lugar en el que todo está permitido, que puede estar ahí o no, a juicio de Fava. Otros autores han abordado también la temática de la insularidad y el mar como estructuras del imaginario y como entidades antropológicas: Isaac Asimov en Las islas de la tierra del libro De los números y su historia; Pablo Martín Cerone en Las islas misteriosas, y en particular Gilbert Durand quien en Les Structures Anthropologiques de l’imaginaire describe los que considera instrumentos

facilitadores de la comprensión de las simbologías ofrecidas por las geografías. Sin embargo, a mi parecer, es el cantautor Luis Eduardo Aute quien logra sublimar (¿o poetizar?) la Isla, cuando ahogada por su limítrofe azul, ella se convierte en refugio, destino y a la vez escape: “…Como mar en fuga / entre río y nube / como mar en fuga / que desciende y sube / huyendo siempre de sí misma / pero siempre, pero siempre la misma mar en fuga”. Hablamos de la canción Mar en fuga que junto a otras nueve conforma un álbum que convida a “que huyamos hacia el azul con rumbo a un atolón perdido en los mares del sur...”; un trabajo donde acompañados de Robert Louis Stevenson, Daniel Defoe, Joseph Conrad y Julio Verne, somos Simbad o lobos de mar atesorando tierras perdidas entre barriles de viejo ron. Yo, Ladon de cien cabezas y protector de remotos escondites, anuncio mi intención de cuidar de Una de las hespérides habitantes de aquella isla atlántica de incomparables jardines y manzanas prohibidas; esa tierra una vez fin del mundo y que hoy podría ser Galápagos. Anticipo y asumo que Heracles y Atlas serán mis verdugos, tal como me advirtió la imaginación en aquel misterioso sueño. Jochy Herrera, dominicano. Autor de Extrasístoles (y otros accidentes). foto: Elias Carmona

contrafoto Víctor M. Espinosa

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Refinanciamientos (Segunda de tres partes) Martha Argelia Martínez

La disponibilidad de crédito afecta la vivienda a través de tres mecanismos: los créditos para la adquisición del primer hogar, los refinanciamientos, y los préstamos que tienen el propósito de mejorar la propiedad. Si la extensión de un primer préstamo determina la capacidad de las familias para pasar de alquilar u otro tipo de arreglos para tener una casa, hasta ser propietario de su propia casa, dado el estado de la economía, los refinanciamientos son la clave para ofrecer a los propietarios la posibilidad de retener sus hogares.

Esta relación es particularmente cierta para los propietarios que recibieron préstamos subprime y préstamos hipotecarios de tasas de interés variable (ARMs por sus siglas en inglés). La proliferación de estos tipos de préstamos constituye la razón principal de por qué los costos de cierre han incrementado en todo el país. Los préstamos hipotecarios subprime son préstamos que se ofrecen por arriba de las tasas del mercado, en teoría para compensar por el riesgo que se agrega al otorgar un préstamo a alguien con un historial de crédito inferior. Debido a políticas que permitieron que algunas familias dedicaran un alto porcentaje de su ingreso mensual al pago de las deudas, muchos préstamos hipotecarios subprime terminaron siendo abrumadores económicamente para estas familias. En ese sentido, la falta de capacidad de pago es el problema principal de los préstamos hipotecarios ajustables. Los préstamos con tasa de interés variable ofrecen una tasa de interés promocional por debajo de los niveles del mercado, lo cual después de un periodo de normalmente de seis meses a un año se ajusta al mercado o por arriba de los niveles del mercado. Al momento de decidir otorgar un préstamo con tasa de interés variable, muchos bancos solo consideran el impacto de las tasas de interés iniciales de las finanzas familiares y no la capacidad de la familia de pagar las tasas más caras que los préstamos requerirán en el futuro cercano. Por esta razón, muchos préstamos que fueron originalmente sostenibles devinieron en insostenibles muy rápido. Más aun, investigaciones de grupos pro-consumidores indican que tanto los latinos como los afroamericanos eran número 77

más propensos a adquirir préstamos hipotecarios subprime y préstamos con tasa de interés variable (ARMs) que sus contrapartes blancos con igual historial crediticio y niveles de ingreso. El Centro de Préstamo Responsable (Center of Responsible Lending) calcula que de todos los préstamos otorgados en el 2005, al menos el 20 por ciento terminará ejecutándose en cinco años debido a que los prestatarios están o estarán incapacitados de continuar pagando préstamos caros, o de ajustarse a pagos mayores. El centro determinó que tanto los latinos como los afroamericanos eran más propensos a avalarse de intermediarios que reciben una comisión por cada préstamo exitoso que ayuden a procesar, y no tienen interés en asegurarse que las familias puedan mantener estos préstamos a largo plazo. Estos intermediarios presionan a las minorías a obtener estos préstamos hipotecarios subprime y con tasa de interés variable (ARMs). La proliferación de préstamos riesgosos y caros significa que 110 mil latinos han recurrido o recurrirán a la ejecución hipotecaria entre 2005 y 2010 (Center of Responsible Lending 2007). El refinanciamiento de préstamos existentes podría ser el factor más importante en el mercado actual de vivienda. Si una familia tiene problemas para cumplir con los pagos mensuales, una opción es modificar su préstamo hipotecario para aumentar el número de años necesarios para pagarlo, y/o reducir la tasa de interés de su préstamo. Ambas opciones se traducen en pagos mensuales más bajos. Como indica la Figura 7, los refinanciamientos son el tipo de préstamo más común, llegando a ser alrededor del 58 por ciento de todos los préstamos en el 2007. Los latinos siguen un patrón similar al de la población en general; en el 2007, el 61 por ciento de los 120 mil préstamos que fueron solicitados por familias latinas, fueron refinanciamientos. Como se observa en la Figura 7, entre 2006 y 2007 el número total de solicitudes de préstamos descendieron alrededor de un 16 por ciento. Sin embargo, las solicitudes de compra de casas presentaron un mucho más dramático 33 por ciento de descenso, mientras los refinanciamientos descendieron solo un 4 por ciento. (Los préstamos para remodelación, o sea, para mejorar o añadir valor a la casa, permanecieron relati-

vamente estables). Hasta la mínima reducción en solicitudes de refinanciamiento representa una figura preocupante, ya que fue precisamente en el 2007 cuando la tasa de faltas en pagos a los préstamos hipotecarios en el Condado de Cook se incrementó en un 38 por ciento, una indicación clara de que las personas estaban teniendo problemas para realizar sus pagos pero que tampoco estaban tomando las medidas de lugar para asegurar que pudieran sostener sus préstamos hipotecarios en un futuro cercano. La falta de pago y otros procedimientos ejecutorios serán examinados en la próxima sección de este informe. Los refinanciamientos presentaron un nivel más alto de rechazo que los préstamos hipotecarios para vivienda. Esta tendencia es constante en todos los grupos raciales y étnicos, aunque algunas cifras varían. Como indica la Figura 8, la diferencia de porcentajes entre los rechazos para refinanciamiento y los préstamos hipotecarios regulares es similar para los latinos y los blancos, pero los niveles actuales de rechazo son más altos para los latinos en ambos casos. Los latinos tenían el 32 por ciento de las solicitudes de refinanciamiento negadas, mientras el 24 por ciento de los préstamos para compra de casa fueron rechazados por la institución financiera. La información en la Figura 8 indica que para todos los grupos raciales y étnicos es más fácil obtener un préstamo para comprar la primera casa que refinanciar el préstamo hipotecario de una casa de la que ya son propietarios. Desde el punto de vista de política social, proveer mecanismos para las familias para retener sus hogares es tan importante como proveerles de las oportunidades para comprar la propiedad en primera instancia. No tiene sentido para una familia gastar sus recursos en depósitos iniciales y gastos de cierre si de todas formas podrían perder la propiedad en tiempos de recesión económica. (continuará)

Martha Argelia Martínez es profesora auxiliar de Sociología en DePaul University y Fellow del Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame. Recibió su doctorado en Sociología en 2005 por Duke University. Traducción: Laura Pujols

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Poetas de Contratiempo participarรกn el 16 de septiembre, 2010 septimbre 2010


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