Geonomía y Feminismo

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GEONOMÍA Y FEMINISMO Rodrigo Gaínza www.corazonterricola.net

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Rodrigo Gaínza © Ediciones Corazón Terrícola · Colección Gynenergía Portada: Mujeres en los abedules. Rodrigo Gaínza, Zürich, 1987. Diagramación Inés Cheuquelaf Septiembre 2013 · Niebla www.corazonterricola.net

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contenidos Introducción Fertilidad y cognición Las sabidurías de las mujeres El estado de la cuestión El sustrato humano inespecífico El ensueño de las hechiceras La caída de las chicas superpoderosas Combatir la reversión de la conciencia Más allá de la contradicción Feminismo cosmológico Geonomía y feminismo Cada oveja con su pareja La cultura como somatización de la exobiosis El orden heterocéntrico reproductivista Feminismo cosmológico Secuelas de la naturalización del patriarcado La civilización anorgásmica y la exacerbación del deseo Abundancia sexual Seres pansexuados Referencias

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Ando perdida tras el rastro de Ham-nia de las mujeres guanaco. Estoy en el hain del infinito. Estoy tras el rastro de la casa del viento del cerro del viento. Hablo de los que se fueron, los de Ham-nia. Regreso del hain. Mi brazo es recio ahora.

Lola Kiepja

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introducción Los textos que siguen a continuación forman parte del sexto volumen de Elementos de Geonomía. Aunque su presentación sin el contexto de los estudios geonómicos deja muchos términos sin definir, pueden contribuir a generar sensibilidades terrícolas humanas que rompan sus ataduras con la reafirmación del orden patriarcal. La posibilidad de generar nuevas orientaciones culturales depende en gran medida de la toma de contacto con lo desconocido del cuerpo femenino. Esta idea insta a replantear algunos tópicos ampliamente desarrollados por el pensamiento feminista, del que derivan los llamados “estudios de género”, intersectando a la vez el problema de los cuerpos sexuados y su relación con las experiencias sexuales, las que en el marco de la civilización exobiótica contemporánea adoptan la forma de un impulso sobredeterminante conocido como “sexualidad”. www.corazonterricola.net

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La geonomía es un modo de producir conocimientos cuyos antecedentes no se hallan en la ciencia, la religión o la filosofía, sino en el intento de percibir la Tierra como un ser y no como una cosa. Inspirado en el pensamiento de la América antigua, el paradigma geonómico tiene por punto de partida la distinción entre formas divergentes de relación entre el cuerpo y el mundo, las que en el holoceno se manifiestan como intencionalidades histórico-culturales contradictorias entre sí, dando origen a la divergencia endobiosis-exobiosis. El hincapié epistémico de la geonomía es la necesidad de tomar en cuenta las observaciones realizadas en aquellos ambientes de conciencia sobre cuya base se han desarrollado las sabidurías endobióticas de todos los tiempos. Gran parte de esas sabidurías emergieron de los cuerpos de las mujeres del pleistoceno, cuerpos vinculados directamente con la Tierra que al no hallarse lastrados por la razón androcéntrica poseían propiedades mágicas. 6

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fertilidad y cognici贸n

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las sabidurías de las mujeres Todas las ideas geonómicas están en deuda con una milenaria forma de conocimiento que ha sido sistemáticamente devaluada por las modalidades dominantes de describir el mundo: la sabiduría de las mujeres. La divergencia cognoscitiva entre orientaciones culturales endobióticas y exobióticas proviene de una disonancia más profunda, aquella que se establece entre la subjetividad de hombres y mujeres en el marco de las civilizaciones patriarcales. A diferencia del pensamiento masculino, cuya convexidad le impide captar totalidades significativas que no pueden ser asimiladas por el intelecto y el lenguaje, el conocimiento de las mujeres proviene de una conexión directa con la Tierra, asumida como un campo de intencionalidades que permanentemente interactúa con los seres vivientes. El cuerpo femenino es un escenario extraordinariamente adecuado para la toma de conciencia de los pulsos e 8

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imperativos geonómicos, lo que probablemente se debe a que la arquitectura de la feminidad es análoga a la de la Tierra y el cosmos biogénico. El conocimiento de las mujeres no proviene necesariamente de la tradición, ya que las tradiciones cognoscitivas desarrolladas por las mujeres han sido cooptadas, suprimidas o interrumpidas incontables veces. Tampoco proviene de la academia, lo que no desmiente que numerosas mujeres hayan contribuido al desarrollo de la ciencia o la filosofía. No es un conocimiento específicamente formulado en conceptos, pues rara vez se vierte en el lenguaje. Y menos aún es un conocimiento que origine leyes o doctrinas destinadas a resistir el paso del tiempo. Se trata de un conocimiento que emerge espontáneamente cada vez que las mujeres, en virtud de sus ciclos naturales o sus inclinaciones cognoscitivas, toman contacto con ambientes no ordinarios de conciencia, en los que se activan funciones www.corazonterricola.net

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corporales ordinariamente anestesiadas por las preocupaciones de la vida diaria. A esto se debe que a través de la historia la cognición de las mujeres ha sido vinculada con el mundo numinoso. Magia, hechicería y brujería son términos que aluden a dominios operacionales que emergen en otros ambientes de conciencia, en los que prevalece el conocimiento directo del mundo. Al ser llevadas a un lenguaje epistémico, estas formas de conciencia podrían revolucionar los alcances del pensamiento humano.

el estado de la cuestión El discurso postfeminista de las últimas décadas ha cuestionado los esencialismos o constructivismos feministas y su naturalización de las identidades de género, históricamente instauradas para asegurar la reproducción del orden social patriarcal. El concepto de “mujer”, como un sujeto sexuado, soslaya que la definición bioló10

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gica de lo sexuado es una construcción cultural extrapolada al mundo biológico y somatizada como un conjunto de disposiciones que se presumen “naturales” y por lo tanto inseparables de la condición femenina (Bourdieu, 2000). En la superficie de la somatización del “sexo” o género remoto, las representaciones dominantes de lo femenino y lo masculino acotan la biología sexual y otorgan estructuración social al conglomerado de preferencias sexuales de los individuos, los que independientemente de su sexo somatizan feminidades o masculinidades estandarizadas que sirven de soporte semiótico para sus prácticas sexuales, naturalizando la idea de que poseemos una “orientación sexual”. Categorías tales como sexo, género, sexualidad, diferencia, identidad u orientación sexual corresponden a dispositivos de somatización de los comportamientos sexuales que expeditan la reproducción del sistema social, o bien a diferentes capas en el espesor total de la programación social www.corazonterricola.net

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ejercida sobre los cuerpos sexuados. En el marco de los estudios geonómicos, el uso de términos como “mujer” o “femenino” se encuentra desprovisto de tales connotaciones. Ambos términos deben entenderse en relación a una arquitectura biocognitiva cuya condición de producción es el geocampo y no la cultura o el orden social. Las ideas geonómicas se centran en la divergencia endobiosis-exobiosis, cuya raíz es la reversión de la conciencia, como los polos irreconciliables de una dialéctica de intencionalidades históricas. Las formas dominantes de conocimiento (antropocéntricas, patriarcales, androcráticas) soslayan esta divergencia o la asumen como una naturaleza exobiotizante de la historia, la que avanza desde la “prehistoria” (asociada por Bachofen y Engels al matriarcado y el comunismo primitivo) hasta las sociedades tecnológicas de nuestro tiempo. El ambientalismo, la matríztica, el neo-paganismo, las contraculturas y los movimientos de liberación nacional ha12

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blan de “la Diosa”, “madre Tierra”, “planeta” o “territorio” en términos congruentes con sus respectivas orientaciones ideológicas. Pero al enfatizar sus programas políticos o al promover la mistificación de los aspectos biogénicos del geocampo, pasan por alto que la Tierra, asumida como un ser estelar inorgánico, no refleja los intereses reivindicativos humanos o las ideas santurronas de lo divino o lo sagrado. La combinación entre el feminismo radical y las experiencias vividas en Nicaragua y en comunidades quiché de Guatemala inspiraron las ideas precursoras de Margrit Frei, quien en 1984 sostenía que era indispensable profundizar exhaustivamente en la relación entre mujer y Tierra, hasta que ese vínculo se transformara en una profunda certeza corporal (Frei, 1984). Una línea de pensamiento convergente es la tesis de Moira Barrientos sobre la descolonización de los úteros, consuetudinariamente sometidos a la dominación patriarcal-capitalista-cristiana (Barrientos, 2008). www.corazonterricola.net

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De Beauvoir (1972), Firestone (1970), Tavris (1992), Daly (1978), Stopczyk (1986), Butler (2001) y muchas otras intelectuales advirtieron que el pensamiento de las mujeres ha sido distorsionado en todas las formas imaginables por las estructuras de control social. En el siglo pasado el feminismo emerge en las sociedades exobióticas avanzadas como un discurso de autoafirmación de las mujeres, sin examinar en profundidad el significado de dicha condición. Al revertirse sobre sí, el sujeto histórico-político «mujeres» comienza a perder de vista la raíz de la dominación de la que es objeto, y que es precisamente la suma de condiciones sociales que derivan de la individuación irrestricta o reversión de la conciencia. Por su parte, las reflexiones de las mujeres provenientes de los pueblos originarios subrayaban el vínculo entre mujeres, naturaleza y cultura, pero no suscribían los programas reivindicativos de las mujeres blancas ilustradas. Existía una disonancia estratégica que comenzó a ser amortiguada 14

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por sensibilidades que buscaban en la relación mujer-Tierra una mística congruente con la gilania (Eisler, 1990) o el ecofeminismo (Gebara, 2000). En estas corrientes cercanas a la contracultura hippie y la new age la conexión con la Tierra se reviste de atributos espiritualistas, en los cuales subsisten las creencias cristianas orientadas hacia la pacificación de la existencia. Esta conexión brilla por su ausencia en el postfeminismo, con el que el cuerpo se convierte en vehículo de prácticas e identidades que desobedecen las categorías dominantes de sexo y género (Halberstam, 1998). Inspirada en una lectura crítica de Guattari y Deleuze, la desontologización de las identidades sexuales permite resignificar la heterosexualidad como régimen político (Wittig, 1992), cuya producción en cadena de cuerpos straight o su asimilación de las homosexualidades estandarizadas reproduce las identidades de género y el uso normativo de los órganos sexuales en la sociedad disciplinaria. www.corazonterricola.net

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Según Beatriz Preciado, el postfeminismo invoca una pluralidad de diferencias, las que no son representables por el hecho de ser monstruosas. El “imperio heterosexual” debe ser desterritorializado, visibilizando las identidades perversas largamente proscritas (Guattari). La conciencia postfeminista quiere ser una conciencia posthumana, ávida de nuevas tecnologías sexuales que prometen una mayor viabilidad de sus deseos. No le interesan las “orientaciones” ni las “asimetrías” sexuales, sencillamente porque no admite tales categorías en sus estrategias de visibilidad política. Sin embargo, el postfeminismo no es tal porque pretenda actuar sin el marco crítico del feminismo. Las “multitudes queer” son el resultado de una confrontación reflexiva del feminismo con las diferencias que éste borraba para favorecer un sujeto político «mujer» hegemónico y heterocentrado (Preciado, 2009). El postfeminismo ha decidido que la naturaleza del cuerpo es la cultura y no 16

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existe ninguna determinación natural que obligue al deseo en una u otra dirección. La “emancipación del deseo” se convierte así en una nueva maniobra exobiótica en la que el yo y sus distinciones apetentes manipula los cuerpos y hace uso de las tecnologías exobióticas de protesificación y modificación corporal en busca del mejor escenario para complacerse a sí mismo y vivir la autenticidad irrepetible de su identidad, una identidad idéntica al capricho que ya no puede ser empadronada por las categorías de sexo, género o diferencia sexual. El resultado final de esta escalada es una irrestricta distorsión de las especificidades cognitivas de los cuerpos sexuados.

el sustrato humano inespecífico Al estudiar las formas inconspicuas de programación social que se hallan fuera del alcance de la introspección, se torna evidente que las ideas dominantes de lo maswww.corazonterricola.net

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culino y lo femenino (y más tarde su desconstrucción a través de prácticas sexuales o identitarias divergentes), han sido establecidas como idealidades separadas de los cuerpos sexuados. En el siglo pasado esto dio origen a un sentido común esencialista según el cual con el fin de liberarse de su condicionamiento patriarcal los hombres debían tomar contacto con su supuesto “lado femenino”, así como las mujeres, al adquirir destreza y membresía en el mundo del hombre, hacían otro tanto con su respectivo “lado masculino”. El argumento oculto de este discurso ontológico de lo sexuado nunca fue suficientemente debatido por el feminismo clásico. Las esencias genéricas parecían existir con total independencia de los cuerpos sexuados. En lugar de describir experiencias, en el esencialismo feminista el lenguaje se comporta como la realidad final de la vida. Pero al examinar lo sexuado como un geofacto que opone resistencia a la programación social, es evidente que en el 18

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biocampo masculino no hay nada femenino o viceversa. Lo que suele asumirse como los aspectos “femeninos” o “masculinos” de quienes poseen el sexo opuesto no es más que el cúmulo de aspectos sexualmente inespecíficos que nos caracterizan como seres humanos, los que no han sido enfatizados por ninguna cultura porque amenazan la somatización acrítica del género y las ideas políticas de antagonismo, complementación, jerarquía o equivalencia sexual. La exploración del sustrato humano inespecífico es sin duda un camino para desmantelar las formas consuetudinarias de hostilidad o dependencia que impiden que mujeres, hombres e intersexuad@s compartan genuinas experiencias de liberación. Así y todo, el pensamiento de las mujeres no se ha desarrollado con la misma consistencia que la razón androcéntrica, cuya pretensión de representar a la humanidad perpetúa las ignorancias fatales en que están basadas las orientaciones culwww.corazonterricola.net

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turales dominantes. Las explicaciones de índole histórico-política son formuladas desde el discurso de la victimización. Excluidas del mundo de las ideas por los roles que les asigna la división sexual del trabajo y el aprendizaje, las mujeres permanecen al margen de la actividad intelectual o asumen en ésta roles auxiliares. La historia de las ideas se convierte en un monopolio masculino que se nutre de la gynenergía a través de la pareja heterosexual y la subordinación de las mujeres. En la obra de Mary Daly, la experiencia lésbica se transforma en una estrategia política de emancipación, así como Adrienne Rich (1994) enfatiza su carácter resistencial. Por su parte, Margarita Pisano (2001: 145-151) plantea que las mujeres deben mirar la civilización desde una genuina extranjería cultural si desean desarrollar una cultura que no reproduzca la lógica del dominio, cuya raíz es la pérdida de conexión con lo cíclico de la vida, inscrito en la ciclicidad del cuerpo femenino 20

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y su capacidad de producir y sustentar la vida. La pregunta pendiente es acerca de la naturaleza de las ideas específicamente femeninas, producidas por mujeres autogobernadas, comprometidas con la celebración de su sororidad (Göttner-Abendroth, 1977; Wisselinck, 1991). Cautivos en la inconmensurabilidad entre cuerpo y lenguaje, los feminismos desembocan en la contradicción entre su ruptura con las obligaciones reproductivas, supuestamente derivadas de imperativos biológicos irrenunciables, y su revalorización de la fertilidad polimorfa del cuerpo femenino, contraria a la lógica lineal del cuerpo masculino, la que pretende penetrarlo y avasallarlo todo.

el ensueño de las hechiceras Al margen de la academia o las contiendas políticas, el nagualismo ofrece otras respuestas a estas interrogantes, respuestas www.corazonterricola.net

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que no hacen concesiones y que postulan una visión inesperada, desprovista de autocompasión. En su aprendizaje como ensoñadora bajo la guía de brujas videntes, la joven antropóloga Florinda Donner encuentra esas respuestas. Esperanza, una de las hechiceras, le dice que una de las diferencias básicas entre hombres y mujeres es la manera en que encaran el conocimiento (Donner, 1993: 237-242). Los hombres construyen su conocimiento paso a paso, como un cono que se va aguzando hacia su vértice, de modo que sólo pueden llegar hasta donde llega el ápice del cono. Las mujeres, en cambio, a la manera de un cono invertido que se expande hacia arriba, poseen la facultad de abrirse directamente a la fuente del conocimiento. Esta conexión expansiva es inversa a la conexión puntual y altamente localizada de los hombres. Esperanza afirma que los hombres se conectan con lo concreto y apuntan a lo abstracto, mientras que las mujeres se conectan con lo abstracto y sin 22

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embargo tratan de engancharse a lo concreto. Que las mujeres sean consideradas inferiores o en el mejor de los casos complementarias a los hombres, a pesar de su conexión directa con el conocimiento, tiene que ver con la forma en que unos y otras se acercan a él. Según los herederos de esta antigua tradición prehispánica, originalmente las mujeres no consideraban necesario explorar esta facilidad para unirse directa y ampliamente a lo abstracto. No les interesaba verbalizar o intelectualizar una facultad que podían ejercer en forma del todo natural. La incapacidad de los hombres para unirse directamente a lo abstracto los impulsó a hablar del proceso de alcanzar el conocimiento. Consecuentemente, “no han cesado de hablar de ello, y es precisamente esa insistencia en saber cómo se esfuerzan por alcanzar el espíritu, esta insistencia por analizar el proceso, lo que les dio la certeza de que el ser racional es un logro típicamente masculino”. www.corazonterricola.net

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Las brujas sostienen que la conceptualización de la razón ha sido lograda exclusivamente por los hombres, lo que les ha permitido minimizar los dones y logros de las mujeres, y lo que es aún peor, los ha llevado a excluir las características femeninas de la formulación de los ideales de la razón. Según Donner, para las brujas abstractas el menoscabo intelectual que normalmente se atribuye a unas condiciones sociales oprobiosas para las mujeres en realidad se debe a una asimetría en el desarrollo de la razón. Quienes están directamente conectadas con la fuente no han desarrollado un lenguaje congruente con dicha conexión, mientras que quienes se encuentran impedidos para alcanzar la fuente sin una transformación profunda, han protagonizado el desarrollo del lenguaje epistémico en todas las esferas. No hay aquí tiempo para quejas, victimizaciones ni ajustes de cuentas. La razón femenina no depende del poder político o las reformas sociales, sino de que las mu24

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jeres logren tomar conciencia de su conexión directa con el conocimiento. Desde el punto de vista de la brujería, a las mujeres les interesa más dominarse a sí mismas que a otros, un tipo de dominio claramente ambicionado por los hombres. Sin embargo, las brujas aseveran que las mujeres creen firmemente en lo que ha sido establecido, es decir, que sólo el hombre puede ser racional y coherente. Esto otorga a los hombres un capital ontológico que los vuelve automáticamente superiores, cualquiera sea su capacidad o su preparación. No es que las mujeres hayan perdido su conexión directa con el conocimiento, sino que ignoran cómo usarla y han terminado por copiar la condición masculina de no poseerla. Durante miles de años los hombres se han ocupado de que la mujer olvide dicha conexión. La inquisición, por ejemplo, fue una purga sistemática para erradicar la certeza de que la mujer tiene una conexión directa con lo abstracto: aquello que está más allá del lenguaje y el www.corazonterricola.net

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intelecto, una forma de conciencia capaz de percibir en ausencia del formato social de la percepción. Toda religión organizada no es más que una maniobra para colocar a las mujeres en el nivel más bajo. Las religiones, de una u otra forma, invocan una supuesta ley divina que afirma que las mujeres son inferiores. Las apreciaciones de las brujas conducen a pensar que las formas de religiosidad que emergen actualmente en los bordes del feminismo reproducen esta sujeción al mantener a las mujeres en una relación sentimental o litúrgica con la naturaleza, en lugar de potenciar en ellas la capacidad de explorar nuevos caminos para la razón, como indudablemente hicieron en las postrimerías del pleistoceno. La dominación masculina se ha encargado de sumergir en la oscuridad la historia de las mujeres como fundadoras de la cultura. En opinión de las videntes, los hombres necesitan dominar a otros, lo que sumado al desinterés de las mujeres por for26

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mular lo que conocen y cómo lo conocen ha constituido una nefasta alianza. En esta forma las mujeres han sido forzadas desde su nacimiento a aceptar que la plenitud yace en el hogar, el amor, el matrimonio, parir hijos y negarse a sí misma: “La mujer ha sido excluida de las formas dominantes del pensamiento abstracto y educada para la dependencia. Han sido tan bien entrenadas para aceptar que los hombres deben pensar por ellas que han terminado por no pensar”. Esta afirmación puede resultar chocante para quienes valorizan los logros intelectuales de la mujer moderna, pero las brujas sostienen que aunque las mujeres sean capaces de formular lo que han aprendido, ello ha sido intelectualmente definido por los hombres. Los hombres definen la naturaleza intrínseca del conocimiento, excluyendo lo que pertenece a lo femenino o, a lo sumo, incluyéndolo en forma negativa. Las mujeres aceptan todo esto desde la sumisión o buscan el acceso a lo que apawww.corazonterricola.net

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rece como consustancial al hombre pese a que se les sigue considerando inferiores, obligadas a adoptar actitudes y comportamientos masculinos para alcanzar el éxito: “Las que en verdad alcanzan el éxito son las perfectas conversas, y ellas también desprecian a las mujeres”. Tendiendo un puente entre dos mundos hasta ese momento separados por las complejidades de la cognición, Florinda Donner registra las aseveraciones de Esperanza: “De acuerdo con los hombres la matriz limita a la mujer tanto mental como físicamente. Esta es la razón por la cual a las mujeres, pese a su acceso al conocimiento, no les ha sido permitido determinar qué es este conocimiento”. Las mujeres no lo consideran de su interés ya que han sido absorbidas por sus supuestas inclinaciones naturales: ser una compañera nutriente y dependiente del macho. La propuesta de la brujería abstracta es que los hombres no pueden poseer el derecho exclusivo al razonamiento. Si ahora pa28

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recen poseerlo es porque ha sido aplicado a un terreno donde prevalece lo masculino. Si se aplica la razón a un terreno donde prevalece lo femenino retornamos al cono del principio, el que se expande ilimitadamente en su conexión directa con el infinito. Esa conexión permite enfrentar un tipo de conocimiento nunca antes empleado: el lado femenino de la razón. Pero la feminidad de la que hablan las brujas no es lo que el orden social define como tal, sino el modo de ser de un ser dotado de matriz. Para los videntes de la América antigua, la matriz es un órgano mágico, cuya función primaria es la reproducción y cuya función secundaria es la capacidad de percibir energía directamente tal como fluye en el universo. En el mundo de los brujos videntes, tanto el conocimiento directo del mundo como la capacidad de dar a luz son hechos mágicos, hechos que no se ciñen al modo en que son definidos por el orden social. Las prácticas de las hechiceras activan la función secundawww.corazonterricola.net

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ria de la matriz y permiten a las mujeres conectarse directamente con la fuente del conocimiento, la que no depende del lenguaje o la época. El conocimiento directo del mundo inunda a las mujeres a través de la matriz proporcionándoles sabiduría y extraordinarios logros perceptuales. Esperanza subraya que el lado femenino del conocimiento es definitivamente ensoñar, actividad que comienza con un sueño ordinario en el que nos despertamos, para poco a poco ir logrando maniobrabilidad hasta forjar un cuerpo de ensueño apropiado para explorar el infinito. También se refiere a las ideas estereotipadas acerca del mundo mágico: rituales, encantamientos, cánticos, cultos raros y misteriosos, en suma, paganismo: “una visión romántica del mundo de los brujos”. Pero para sumergirse en lo desconocido lo que realmente se necesita es “agallas y mente”, ya que sólo así podríamos explicarnos a nosotros mismos o a otros lo que habremos de experimentar. 30

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La matriz es un órgano mágico que otorga a las mujeres su poder y la fuerza para canalizar su energía, por lo cual debe liberarse cuidadosamente de la energía parasitaria masculina. En su búsqueda de supremacía, los hombres han reducido ese misterioso poder al nivel estricto de un órgano biológico cuya única función es reproducir, albergar la simiente del hombre. Nélida, otra bruja vidente ensoñadora, afirma que con la excepción de María, en la teología patriarcal sólo los hombres pueden hablar con Dios. En el mundo de los brujos, un ángel susurrándole a María es algo natural. No lo es en cambio que lo único que pudo decirle fue que daría a luz un hijo de Dios. El mito cristiano de la anunciación trata de un dios masculino que a su vez engendra otro dios masculino. Esperanza señala que los hechiceros hombres no poseen matriz y sin embargo también exploran la conexión con lo desconocido, lo que se debe a que han abandonado lo que define su masculinidad: ya no son www.corazonterricola.net

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hombres. Aunque el texto no entrega detalles acerca de este punto, probablemente un paso preliminar en esta dirección consista en cancelar los comportamientos de machos depredadores servidos por las mujeres. Los brujos afirman que la tarea de los hombres es proporcionarles a las mujeres el tiempo para evolucionar. En el paradigma de los brujos los genitales masculinos también poseen una función secundaria o no reproductiva en la que reside el poder de los hombres para mantener un propósito y llevarlo a cabo pese a todas las dificultades. Asimismo, la sobriedad masculina puede temperar el impulsivo torrente de las energías femeninas.

la caída de las chicas superpoderosas Al explorar otros ambientes de conciencia sin abandonar el ejercicio de la razón se abren posibilidades insospechadas, pero sin la conciencia del vínculo entre fertilidad y cognición la razón naufraga en el 32

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océano del lenguaje, en lugar de asomarse a lo que se desarrolla por completo en su ausencia. En términos históricos, hasta mediados del siglo veinte prevalecía la idea romántica de un pasado matriarcal de la humanidad, donde gobernaba el derecho materno en una cultura espiritual y estéticamente “femenina”, cuyo final se tornaba visible en la trágica caída de las amazonas y la cultura minoica. La antropología feminista de los años setenta dio por liquidada la retroficción del matriarcado, al argumentar la universalidad del dominio masculino y su supuesta persistencia a través del tiempo (Bamberger, 1974). Pero poco después, concordando con los estudios de Bornemann (1979), la matrística revitalizó esta creencia con su exaltación de la Europa neolítica como paradigma de una humanidad fraternal y pacífica, un matriarcado agrario basado en la figura de la Diosa devastado por las invasiones de pueblos pastoriles (Gimbutas, 1982). www.corazonterricola.net

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En este aspecto, el mundo de las brujas postula ideas bastante controversiales acerca de la historia de las mujeres y su relación con los orígenes de la civilización patriarcal. Basándose en una tradición que se remonta a decenas de generaciones, el nagualismo sostiene que en la antigüedad las mujeres alcanzaron la supremacía, aunque sus sociedades eran bastante diferentes de las sociedades androcráticas que surgieron después. Absortas en el manejo práctico de su conocimiento, sucumbieron a la importancia personal y terminaron dando origen a asimetrías sociales intolerables que acarrearon la destrucción de su mundo. Hace unos cinco mil años, el ocaso de las mujeres poderosas obedeció al mismo principio que las arrogancias masculinas: la convicción de poseer un poder o un saber ilimitado. La tradición oral de algunas sociedades de cazadores-recolectores también registra estos hechos, interpretados por los etnógrafos como alegorías acerca de las tensiones entre los sexos en la evolu34

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ción del conocimiento mágico. Los aranda sostienen que los conocimientos chamánicos fueron arrebatados por los hombres a sus descubridoras (Eliade, 1975: 115-120). Otro tanto hicieron los selk’nam, compelidos por el miedo y la envidia ante el poder mágico de las mujeres (Chapman, 1986). En los antiguos mitos yámanas, los hombres estaban subordinados a las mujeres y vivían aterrorizados por sus actividades mágicas. Las mujeres adoptaban el aspecto de espíritus para intimidar y someter a los hombres, hasta que éstos conspiraron y atacaron la choza ceremonial. Las mujeres asesinadas se convirtieron en astros o animales (Montecino, 2003: 264-265). Con la eliminación masiva de las mujeres adultas los hombres instauraron un régimen masculino sin oposición. En otras sociedades, la derogación del poder femenino pudo haber sido menos cruenta o abrupta, pero no por ello menos efectiva. La subordinación o subhumanización de las mujeres podría ser más reciente de lo www.corazonterricola.net

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que imaginamos. Al desempeñar roles protagónicos en las culturas del holoceno temprano, las mujeres desarrollaron un acabado conocimiento de los elementos naturales. Magia, horticultura, medicina, alfarería, iconografía, música, astronomía y muchos otros saberes emergieron de esas sabidurías, pero también surgieron las más extravagantes egolatrías femeninas. Es preciso someter esta tesis a un riguroso estudio, pues podría dar respuestas insospechadas sobre el desenlace de las culturas neolíticas y los orígenes del despotismo patriarcal.

combatir la reversión de la conciencia Con la dominación masculina no sólo las mujeres que exploraban lo desconocido fueron satanizadas por los poderes patriarcales (iglesia, estado, oligarquías). En la historia de las civilizaciones patriarcales clásicas también hubo mujeres notables que se atrevieron a dominar el conoci36

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miento reservado a los hombres. Un ejemplo trágico es el de Hipatia de Alejandría, “sabia como Atenea y bella como Afrodita”, quien enseñaba filosofía platónica y era una excelente matemática y astrónoma. Una multitud de discípulos la seguían admirados, pero los cristianos fanáticos la aborrecían. En el año 415, durante uno de los tantos tumultos que se producían a diario en Alejandría, fue acometida por una turba de exaltados, quienes la arrastraron a una iglesia y allí la asesinaron cruelmente. La muerte de Hipatia es una lección acerca de lo que pueden hacer el miedo y el odio revestidos con las más piadosas doctrinas del amor y el perdón. Pero la misoginia ya se encuentra en los mitos de las religiones y las antiguas culturas androcráticas. Eva es la causante del pecado universal, así como Pandora, impulsada por su curiosidad, convoca el mal y la fatalidad. Pero Eva tiene su némesis en Lilith, la que rehúsa el comparendo para ser sometida sexualmente y albergar la simiente del hombre. Lilith www.corazonterricola.net

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es capaz de hablar con plantas y animales y conoce los misterios de la naturaleza y su conexión con el conocimiento. Por eso alcanza la inmortalidad y vive como un ser ctónico en las entrañas de la Tierra, siempre dispuesta a guiar y socorrer a las mujeres en las complejidades de la fertilidad. Lo que los mitos patriarcales no informan es el papel de las mujeres en los orígenes de la cultura, probablemente porque las mujeres de la antigüedad no se dedicaron a hablar acerca de ello o a perpetuarse como individuos en sus productos culturales. En el mundo numinoso se denomina curiosas a las mujeres que reflexionan sobre los misterios de la vida y la muerte, extrayendo de la naturaleza el conocimiento relativo a la salud y la fertilidad. La curiosidad cognoscitiva es un elemento fundamental del intelecto femenino, pero a través de la familia, la escuela, la clínica y otras estructuras de repetición es rápidamente asimilada por las ideas y significados de un mundo masculino. 38

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¿Qué pasaría si los problemas fundamentales de la humanidad fuesen abordados desde el lado femenino del razonamiento? Pero la alteridad de la cultura se haya obstruida por las ideas sociales acerca de la feminidad, la masculinidad y sus obligaciones. Es necesario desmantelarlas para reconectarnos con una forma de conciencia en la que el cuerpo es un ser cognoscente. Al estar basado en una relación directa con la naturaleza, cuyos elementos han sido amalgamados por el geocampo en un racimo de mundos completos en sí mismos, el conocimiento de las mujeres puede reorientar el curso de la historia al inspirar nuevas maneras de vivir en la Tierra. La posibilidad de un conocimiento epistémico fundado en la emancipación del cuerpo femenino nos advierte sobre los peligros que corren quienes rompen sus cadenas y comienzan a tomar conciencia de su asombroso potencial. Tal parece que el problema de fondo de la condición humana no depende del sexo, sino de la hipertrofia www.corazonterricola.net

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del ego y la mente que lo patrocina. Esto ha podido comprobarse en múltiples escenarios. En las sociedades patriarcales las mujeres se hallan subordinadas y sus esfuerzos son retribuidos asimétricamente con respecto a los hombres. Podría suponerse que cualquier acción encaminada a la paridad tenderá a subvertir el orden androcrático, defenestrando los sustratos de creencias que perpetúan la subalternidad femenina. Sin embargo, una mirada ecuánime revela que al acceder al poder o al ser valorizadas o reconocidas socialmente la mayoría de las mujeres comienzan a comportarse como egomaníacas, lo que parece deberse a que su nueva posición social no ha ido acompañada de un cambio más profundo. Como una secuela imprevista de que la egolatría no es exclusiva del mundo masculino, los feminismos han quedado atrapados en las reivindicaciones políticas de las mujeres o en su lucha por incorporarse a la cultura edificada por los hombres, así como el postfeminismo se complace a sí 40

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mismo en la reivindicación de la heterogeneidad de los deseos, lejos de las obligaciones reproductivas pero siempre en la lógica de la función primaria de lo sexuado. Ambos marcos conceptuales representan momentos en la búsqueda de una libertad largamente demorada por razones sociales o personales, una libertad que avanza cuando tomamos contacto con lo desconocido de los cuerpos sexuados, aquello que no refleja al sistema social y nos conecta activamente con el infinito, contenido en la fértil burbuja de gamas de conciencia que conforman la Tierra.

más allá de la contradicción La contradicción entre el potencial cognitivo femenino y la fecundidad nutriente del cuerpo de las mujeres surge al reflexionar sobre su situación desde el lenguaje y el conocimiento desarrollados por los hombres. Al reducir la matriz a sus funciones reprowww.corazonterricola.net

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ductivas y al distorsionar la ciclicidad del cuerpo y la naturaleza a través del dominio exobiótico del mundo, el pensamiento masculino ha hecho de tal contradicción el escollo final en que tropiezan las aspiraciones de liberación de las mujeres. Pero la contradicción desaparece cuando entendemos que ambas opciones, procreación y conocimiento directo del mundo, provienen de una misma corporeidad que admite diferentes gamas de conciencia, las que en virtud de ello no tienen por qué contradecirse. El conocimiento ininterpretativo del mundo almacenado por las tradiciones numinosas de la América antigua originó sabidurías que han permanecido ocultas durante miles de años de supremacía patriarcal. Al reemerger en nuestro tiempo, inspiran nuevas interrogantes sobre la condición humana y su porvenir, desafiando los discursos triunfales del dominio exobiótico del cuerpo y la naturaleza. La búsqueda de la razón de la naturaleza ha postergado el conocimiento de la 42

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naturaleza de la razón, agotando nuestras inquietudes en el reino de la estructuración humanizante. Pero si ejercemos la razón desde el cuerpo como un ser cognoscente cuyos límites no han sido definidos se deja ver como una herramienta para optimizar la vida y acabar con el miedo a lo desconocido, basado en la ignorancia y la repetición. Las ideas convencionales acerca del mundo de las brujas provienen del folklore y la superstición, distorsionadas por la sintaxis androcéntrica que sirve de correa de trasmisión al patriarcado. La satanización de lo desconocido se ha instalado en lo profundo de los cuerpos, contaminando con su morbidez la exploración de la alteridad de la conciencia. En su abstracción iconoclasta, las brujas videntes de nuestro tiempo afirman que la evolución de la humanidad depende de que las mujeres tomen contacto con los recursos desconocidos de los que disponen (Donner, 1999). Hay otras preguntas urgentes a las que la brujería abstracta tamwww.corazonterricola.net

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bién intenta dar respuesta (Abelar, 1994: 57-66): ¿Cuáles son las secuelas del sexo con los hombres en el ser cognoscente femenino? ¿Cuáles son las consecuencias energéticas de la reproducción? ¿Cómo recuperar las energías que han quedado atrapadas en las interacciones sociales o sentimentales? ¿Cómo desmantelar los patrones repetitivos de comportamiento que fuerzan a las mujeres a reafirmar su propio cautiverio? Y por último, ¿cómo hacer del amor una senda genuina hacia la libertad? Largamente cautivas en los roles que les asigna el régimen patriarcal, descorazonadas o vacilantes a la hora de pensar por sí mismas, las mujeres tienen la responsabilidad de abandonar su indolencia y romper sus amarras con la episteme androcrática. Pero no se trata exclusivamente de su liberación personal, pues involucra a sus seres queridos y a los seres queridos de sus seres queridos. La supervivencia de la biosfera podría depender de sus esfuerzos, al igual que la continuidad del género 44

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humano como un linaje terrícola autorreflexivo, no distorsionado por las tecnologías que amenazan con socavar sus fundamentos biológicos. El propósito de las ideas geonómicas es imprimir otra dirección en el flujo del pensamiento humano, una dirección que lo vincule con la Tierra como un mundo de intencionalidades. En lugar de pensar exclusivamente en lo que piensan los hombres de razón, la geonomía intenta pensar en lo que aún no ha sido pensado por la civilización y sus sucesivos paradigmas. Pero nada de eso puede llegar a ser si no proviene del vínculo entre fertilidad y cognición, cuyo eje central es la matriz y cuyo campo de acción es el ensueño. En su contundente sencillez, los postulados de las brujas resultan amenazadores para todas las ideologías que fundan la condición humana en el orden social y sus contradicciones, alejándose de lo que el infinito intenta en ella: el acrecentamiento y la liberación de la conciencia. www.corazonterricola.net

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feminismo cosmol贸gico

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geonomía y feminismo Una crítica del orden civilizatorio patriarcal debe tomar en cuenta que la dominación largamente ejercida sobre las mujeres ha instalado en su subjetividad las secuelas de la reversión de la conciencia. Tal es el caso de la victimización y las autoafirmaciones chovinistas que reproducen, desde el segmento subalterno del eje sexo-género, las expectativas culturales del sistema social exobiótico. ¿Qué hemos aprendido del feminismo? Que la dominación de las mujeres es una obscenidad política insostenible. Pero hemos llegado a esta conclusión después de miles de años de supresión sistemática de las sabidurías de las mujeres. Tras un siglo de reivindicaciones feministas prevalece un sentido común basado en la paridad de ambos sexos, pero siempre sobre la base de un modo de vida cuyas orientaciones siguen siendo misóginas, al degradar la conexión entre las mujeres y la naturaleza. 48

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Los estudios geonómicos están inspirados en las cosmovisiones endobióticas, en las que la sabiduría de las mujeres desempeñó un papel fundamental. La posibilidad de un modo de vida con el que llegue a su fin la contradicción entre cultura y naturaleza es la base de un pensamiento emergente llamado feminismo cosmológico. Si bien el término feminismo arrastra consigo connotaciones reivindicativas que formaron parte de los grandes problemas sociales del siglo pasado, en la actualidad los postulados feministas están siendo puestos en discusión por nuevas corrientes filosóficas, como por ejemplo el postfeminismo y la teoría queer, impugnando las bases conceptuales del discurso feminista tradicional. Las aspiraciones de las mujeres adquieren legitimidad institucional y a la vez se desdibujan sus identidades contestatarias. Con el fin de volverse deseable, la exobiosis comienza a abandonar su viejo ropaje patriarcal. Esto ha sido posible porque pasamos por alto el formato remoto www.corazonterricola.net

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de la programación social: el habitus que reconduce a hombres y mujeres a una forma de vida que huye de la naturaleza. El cuerpo ha sido domesticado por la técnica, pero opone resistencia en su búsqueda de experiencias desestructurantes. Aunque los resortes misóginos del sistema social continúen indemnes, la civilización dominante se enfrenta hoy a una profunda desestructuración de los estándares de sexo, género y orientación sexual, la que se expandió con desenfado en las tribus urbanas pokemonas de comienzos de siglo.

cada oveja con su pareja La búsqueda espontánea de una sensibilidad que ya no se reconoce en las ideas convencionales de lo masculino y lo femenino coincide con una de las ideas centrales del punto de vista geonómico. Existe un sustrato humano inespecífico que no puede ser asimilado a lo que la cultura define 50

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como masculino o femenino, y existen a la vez intencionalidades femeninas y masculinas que no se someten a la programación social y oponen resistencia a su implantación. Se trata de dos cosas diferentes pero estrechamente relacionadas. Para aproximarnos a ellas es necesario desmantelar algunas de las ideas más arraigadas en la cultura contemporánea, como es el caso de la distinción sexo-género. En las últimas décadas se ha implantado la idea de que lo que llamamos “género” es una construcción cultural que introyectamos desde la infancia y luego somatizamos como si correspondiese a nuestro sexo y fuese ontológicamente congruente con éste. Esta congruencia se sustenta en la contigüidad semántica entre lo suave-débilpasivo-curvo-cóncavo-penetrable y lo durofuerte-activo-recto-convexo-penetrante, como supuestas características ontológicas de lo femenino y lo masculino. Estos atributos se proyectan arbitrariamente en los fenómenos de un universo genéricamente indiwww.corazonterricola.net

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ferenciado, otorgándole atributos de género que únicamente tienen pertinencia en el sistema de semantización del que provienen. La distinción entre sexo y género establece que el primero es una condición biológica y el segundo una elaboración cultural. Este es uno de los pilares antropológicos del iluminismo feminista del siglo veinte. Pero esta distinción tiene por premisa un esencialismo biológico en el que la condición sexuada de hombres o mujeres y su respectiva gama de intencionalidades es una sustancia natural inmutable. En esta teoría, el género se instala sobre una “naturaleza sexual humana” que antecede a la historia y la cultura y que funda, sin mayor esfuerzo de su parte, una cosmovisión heterocéntrica en la que lo sexuado es unívoco y donde las prácticas o las experiencias homosexuales, transexuales, pansexuales y asexuales aparecen como anómalas, patológicas o contranaturales. Para abandonar el universo heterocéntrico es preciso realizar una distinción 52

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más profunda que la anterior, al entender que lo que llamamos “sexo” también es una construcción cultural, dado que la cultura acota lo biológico y le confiere atributos o características. Tanto el género como el sexo son programaciones culturales, salvo que lo segundo pretende estar basado en una objetividad idéntica a sí misma llamada biología, la que en sentido estricto corresponde a lo que la cultura distingue o enfatiza como tal. En resumidas cuentas, lo que llamamos sexo no es más que género remoto naturalizado como biología. Dado que el formato remoto es inac-cesible para la introspección, esto da pie a la excusa irresponsabilizante de que existe un “inconsciente” que está fuera del alcance de nuestras decisiones. La naturalización de estas operaciones se resume en que si sacamos el formato emergente (o sea, el género) y luego sacamos el formato remoto (el género naturalizado como sexo), llegamos a la perturbadora conclusión de que ignoramos lo que significa ser hombres o mujeres más allá de lo que el sistema social dice al respecto. www.corazonterricola.net

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Los atributos de la biología sexual han sido seleccionados por la cultura de modo que se ajusten, a través de los aprendizajes copresentes implantados por las estructuras de repetición, a lo que el sistema social define como género. Este es el formato remoto de la reproducción social: el género es culturalmente arbitrario, pero se encuentra respaldado por una sustancia natural llamada biología. La congruencia ontológica sexo-género se las arregla en cada sociedad para establecer un sistema de vigilancia articulado por los ejes normalidad-anormalidad, moralidad-inmoralidad y legalidad-ilegalidad, cuyo obediencia garantiza la perpetuidad del orden heterocéntrico reproductivista. El edificio sexo-género tiene serias consecuencias geonómicas, ya que permite naturalizar aquellos comportamientos sexuales que encuentran en la reproducción el escenario más cómodo para las autoafirmaciones personales. A medida que 54

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las preferencias o prácticas sexuales no reproductivas van adquiriendo legitimidad, se proyectan con la misma consistencia que la heterosexualidad reproductiva hacia la pareja, la familia y la procreación, recurriendo a procedimientos exobióticos como la inseminación artificial, la fertilización in vitro o el alquiler de úteros, o promoviendo la aprobación del matrimonio homosexual y otras formas de normalización social de la vida sexual. Por divergentes o rupturistas que puedan parecer en un primer momento las “orientaciones sexuales no reproductivas”, en breve son absorbidas por las estrategias de normalización sexual, lo que se debe a que el emocionar humano ha sido tempranamente formateado para encontrar en tales condiciones la realización personal o la satisfacción de los deseos. Cada oveja con su pareja y cada pareja con sus borregos en el heterogéneo rebaño de las sexualidades socialmente integradas. www.corazonterricola.net

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la cultura como

somatización de la exobiosis El desmantelamiento del edificio sexogénero repercute hasta los cimientos en la definición dicotómica de lo humano como una entidad compuesta por un formato cultural que ciñe al cuerpo y sus deseos (género, cultura, sociedad) y una biología natural que permanentemente amenaza o desborda los márgenes de la normalidad (sexo, naturaleza, cuerpo o “inconsciente”). Los efectos explícitos y tácitos de la programación social sobre el ser cognoscente total, cosificado como cuerpo físico o psicologizado como mente intangible, se distribuyen inadvertidamente sobre los atributos de género, impidiendo cualquier modalidad alternativa de desarrollar la condición humana. Para replantear la condición humana habría que acabar con lo que la cultura define como género, sexo, orientación o diferencia sexual. Todos estos dispositivos 56

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son construcciones mentales somatizadas permanentemente cuya finalidad es instalar y naturalizar los programas de género. Su propósito es salvaguardar el orden reproductivo consuetudinario, de acuerdo con el cual el sentido de la vida es la pareja y el sentido de la pareja es la procreación. Da lo mismo cuáles experiencias sexuales nos producen curiosidad o indiferencia. Incluso podría haber un planeta poblado exclusivamente por mujeres, como el mundo postapocalíptico de las filósofas de Lovelock, pero si se ciñen a estas orientaciones serían patriarcales o, con mayor exactitud, serían exobióticas, ya que al mistificar la absorción de lo humano en sí mismo continuarían sepultando la naturaleza terrícola humana bajo el dominio de una cultura basada en la dominación de la Tierra. Tomados como seres, los humanos somos geofactos. Sin embargo, una de las peculiaridades de la historia humana es el constante diálogo entre cultura y naturaleza. El cuerpo es modelizado por la vida www.corazonterricola.net

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social y los requerimientos biológicos dan forma a los productos culturales que son consumidos e intercambiados. Pero esta dialéctica entre naturaleza y cultura incluye la fricción generada por la programación social al ser ejercida sobre el cuerpo. En la historia de las civilizaciones patriarcales, la interacción cultura-naturaleza se verifica como un conglomerado de relaciones de poder somatizadas sin interrupción. Lo que ejerce poder sobre el cuerpo es la mente exobiótica, como un ambiente psíquico hiperyoico que se presenta a sí mismo como una conciencia humana en estado natural, sumiendo en las tinieblas sus condiciones históricas de origen. Un ejemplo de lo anterior es la interdicción del incesto, en la que Lévy-Strauss quiso ver la línea divisoria entre naturaleza y cultura. Pero tanto el incesto como su prohibición son elaboraciones mentales cuyo fin es normar las interacciones sexuales de modo que sean congruentes con la reproducción del sistema social. En 58

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el marco de la geonomía, éste es un argumento a favor de la tesis de que el incesto y la prohibición del incesto son programas instalados por la mente y no el resultado de la coherencia entre la vida social humana y la economía de la naturaleza. La interdicción del incesto es el acto fallido de la regulación social del abuso sexual, ya que sus fines tienen que ver con la viabilidad reproductiva. Si la cultura fuera algo auténticamente terrícola no comenzaría con la prohibición del incesto, sino con la supresión del abuso. Pero el abuso sexual sigue existiendo, incluido el abuso incestuoso. Lo que la cultura o el sistema social realmente prohíbe es el amor apasionado entre quienes tienen algún tipo de vínculo de consanguinidad o parentesco que esa cultura considera sexualmente inapropiado. Esto se debe a que la mente promueve la exogamia y el crecimiento indiscriminado de la población, lo que adquiere sentido a la luz de la idea chamánica de que la mente es una instalación foránea. www.corazonterricola.net

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el orden heterocéntrico reproductivista El feminismo cosmológico no patrocina la autoafirmación o la reivindicación política de las mujeres, sino un cambio radical de las orientaciones culturales al restituir a la condición humana su lugar en un universo no humano morfológicamente femenino. Pero al mismo tiempo impugna el carácter sobredeterminante que se ha otorgado a la sexualidad desde fines del siglo XIX, así como en un momento anterior el pensamiento social clásico hizo lo mismo con la economía productiva en desmedro de las demás relaciones de resolución de las necesidades. Como se ha explicado en la sección anterior, a las diversas ilusiones que buscan actualizar en cada momento histórico la supuesta congruencia entre la biología sexual y los estándares de género se suma la búsqueda del opuesto sexual en el propio sexo. Durante el siglo pasado numerosos autores instaron a los hombres a 60

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conectarse con su “lado femenino” y viceversa. Pero lo que esos autores creían que era el “lado femenino” de los hombres o el “lado masculino” de las mujeres no es más que el sustrato humano inespecífico que mujeres, hombres e intersexuados tenemos en común, deformado por un cúmulo de atributos de género que reflejan en forma invertida los comportamientos masculinos o femeninos estereotipados. Ese trasfondo no tiene sexo ni mucho menos género, y por lo tanto opone resistencia al formato del género emergente y remoto. Pero a la vez no participa de una elaboración mental deseante naturalizada que administra las energías orgásmicas, a la que se conoce como “sexualidad”. Por su naturaleza no sexuada, lo humanamente inespecífico no toma parte en el cortejo y la reproducción. En ese sustrato escamoteado por la cultura, la genitalidad es circunstancial. Pero la cultura se esfuerza por formatearlo de acuerdo con los estándares de género. www.corazonterricola.net

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Esta idea revolucionaria representa el fin del hippismo gilánico de los hombres femeninos y el discurso misógino de que para poder ponerse los pantalones las mujeres tienen que imitar a sus amos. Hay un sustrato cognoscente humano que no está enfocado en el sexo, lo sexual o lo reproductivo, y por tanto es absurdo asignarle categorías o atributos de género. El género actúa como un anestésico sobre dicho trasfondo, compeliendo al sujeto a somatizar tanto las consecuencias de la división sexual del trabajo y el aprendizaje, como las consecuencias de la división sexual de la sexualidad, en la que la asimetría (+) penetrante-penetrable (-) distribuye atributos antagónicos en los cuerpos sexuados. En la base de las disposiciones que somatizamos como sexo, género, diferencia u orientación sexual se encuentra un modo de sujetar y dirigir la energía fundamental del biocampo conocido como “sexualidad”, el que se desarrolla en la fricción entre las indiferencias o las es62

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pontaneidades orgásmicas y los criterios de normalidad. La sujeción sexual articula un sistema de deseos que se nutre de las carencias generadas por los efectos nocivos de la civilización sobre la energía sexual. Engendrados en coitos de baja intensidad orgásmica, a menudo bajo condiciones de angustia o desconfianza, los vástagos de las sociedades exobióticas viven la exacerbación de sus deseos como una naturaleza deseante, cuando lo que en realidad ocurre es que perpetuamente andan en búsqueda del orgasmo ausente de la madre que no experimentaron en su concepción. Como “seres sexuales” nos identificamos con una sexualidad que consideramos la expresión natural de un orden biológico del deseo que hemos rescatado de las garras represivas de la culpa y la anhedonía religiosas. Pero en rigor lo que hemos hecho es capitular ante una forma de domesticación que nos empadrona como reproductores, cualquiera sea el sexo por el que experimentamos atracción. www.corazonterricola.net

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Lo “natural” de nuestros deseos sexuales es que son dosificados por los programas de normalización etaria a través de las coordenadas cartesianas de la represión y la exacerbación, filtrados y estimulados por la mente y rara vez impelidos por energías corporales indomables. Afortunadamente el sustrato humano inespecífico se mantiene apartado de estos desasosiegos carenciales, dado que no se orienta hacia el apareamiento ni cifra en la pareja su anhelo de completitud.

feminismo cosmológico Resumiendo estas afirmaciones, 1) con el feminismo hemos llegado a la distinción entre género (cultura) y sexo (biología). 2) A continuación hemos reconocido que la biología también es acotada por la cultura, de modo que lo sexuado y lo sexual son activamente formateados por el sistema social. 3) Al explorar lo que nos hace ser humanos, desembocamos en un trasfondo 64

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humano inespecífico que nada tiene que ver con el sexo y el género. Sobre esta base estamos en condiciones de examinar la raíz de todo lo anterior. Y la raíz del asunto es que ese sustrato humano inespecífico es morfológicamente femenino. Considerando las restricciones cognitivas de la conciencia ordinaria, nuestras nociones sobre lo masculino y lo femenino se reducen al ámbito de lo biológico. Pero al entrenar nuestras facultades atencionales en otros ambientes psíquicos podemos atestiguar formas de conciencia cuyo soporte físico no es biológico-corpuscular. En ese cosmos poblado por configuraciones inorgánicas que ordinariamente no somos capaces de percibir, los principios morfológicos femenino y masculino tienen otro tipo de funciones o especificidades. Considerando sus propiedades inorgánicas, el sustrato inespecífico que nos identifica como seres humanos no es sexual-reproductivo o, mejor dicho, no es biológicamente femenino. Es un sustrato cosmológicamente femenino. www.corazonterricola.net

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Esta es una idea nueva, desde el punto de vista del feminismo. El feminismo es una ideología reivindicativa que se hace cargo de las contradicciones del sistema social. Y como tal es una filosofía antropocéntrica que enfatiza la condición social de las mujeres y su sujeción por un sistema de relaciones de poder cuya matriz histórica es el patriarcado. El feminismo y sus plataformas de acción política buscan la igualdad o la paridad política entre hombres y mujeres, modificando con ello el sistema social. Pero el sistema social es el modo de estructuración de una forma de vida que no está basada en la coherencia y la reciprocidad con los pulsos e intencionalidades de la naturaleza. El sistema social, según lo conocemos desde las postrimerías del neolítico, no tiene nada que ver con unas relaciones de comunidad basadas en un vínculo directo con la Tierra. Al enfocarse en lo humano, en lo humanamente femenino, el feminismo reproduce las victimizacio66

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nes y las dicotomías instaladas por el patriarcado, y por eso no es suficientemente revolucionario como para desembocar por sí solo en una conciencia terrícola. Si examinamos la morfología de lo femenino en términos abstractos, observaremos que se trata de un principio organizador de la energía que posibilita el desarrollo de la vida y la conciencia, no exclusivamente en el rango de la biología. Como un vivero de propagación de la conciencia, el cosmos es intrínsecamente femenino. La Tierra, los planetas, la estrella Sol, las galaxias, los cúmulos galácticos, todo es morfológicamente femenino. Son campos generadores de organización de la fertilidad estelar. Pero asumida en tales términos, su feminidad es psiquegénica, no reproductiva. Son seres o enjambres de seres inorgánicos estelares que generan innumerables formas de vida y conciencia. Eso enseña el pensamiento paleoamericano y para comprobarlo es cuestión de realizar observaciones desprejuiciadas. www.corazonterricola.net

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La paridad biológica de lo masculino y lo femenino parece ser una peculiaridad de la biosfera terrestre, lo que suscita la ilusión chovinista de un cosmos en el que ambos principios morfológicos se hallan equilibrados. Consecuentemente, la pretensión de que el cosmos abiótico es indiferenciado soslaya tanto las propiedades femeninas de la cosmología como las propiedades inorgánicas de la feminidad. Al percibir lo femenino como un principio biogénico distribuido observamos que a escala cosmológica dicho principio tiende a prevalecer. En este aspecto, el chamanismo se ha adelantado en afirmar lo que las ciencias biológicas comienzan a advertir: lo masculino es sólo un derivado. Si tomamos la morfología de los cromosomas como una metáfora, la Y masculina es como una X a la que le falta un segmento, el segmento que sirve para dar vida y nutrirla. Los seres masculinos carecen de las propiedades biogénicas que poseen los seres femeninos, y además son mucho más efímeros y en el fondo más débiles. Los 68

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machos humanos intuyen esta desventaja y por eso luchan por la supremacía desde hace miles de años. Es en este sentido en que el chamanismo postula que la escasez de lo masculino en un universo femenino impulsa en los hombres un esfuerzo titánico por la autoafirmación, el que se hace evidente en su avasalladora apropiación del poder político y la intelección instrumental. El ego varonil no puede lidiar con el hecho de que lo masculino es subsidiario de lo femenino, como un organismo fecundante que se generó para mezclar el ADN y diversificar la conciencia. Si sólo existieran seres femeninos partenogenéticos producirían clones con escasas variaciones y ello aportaría un rango homogéneo de información psíquica al infinito postbiológico. Puesto que el universo produce variaciones entre los seres y con ellas historias de vida muy diversificadas, en la biología de la Tierra se desarrolló tempranamente la reproducción sexual y con ella la miscigenación del genoma de los organismos. www.corazonterricola.net

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En la metáfora de los cromosomas hombres y mujeres están enfocados en la Y o la X sexual-reproductiva, ya que eso le conviene al sistema social para poder perpetuarse. La cultura heterocéntrica auspicia y codifica los comportamientos machistas o afeminados y consiente sus extrapolaciones homosexuales. Esto le confiere legitimidad a la creencia de que existen diferentes “orientaciones sexuales”. Los machos humanos se identifican completamente con la Y masculina y sus atributos culturales, lo que los vuelve penetrantes, convexos, preeminentes, invasivos. Y debido a esta autoabsorción están convencidos de que en ello se agota la naturaleza masculina. Pero como enseñan los chamanes de sexo masculino, incluso los seres biológicos masculinos son intrínsecamente femeninos, no en términos de su biología reproductiva, sino de su conexión inexplorada con el cosmos total, un cosmos morfológicamente femenino en el que prevalece la conciencia inorgánica. 70

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En la conciencia ordinaria nos percibimos a nosotros mismos como seres biológico-corpusculares en los que la conciencia es un intangible psicológico. Pero es posible acceder a otros ambientes de conciencia donde nos percibimos como configuraciones observacionales inorgánicas en las que lo sexuado no tiene que ver con la reproducción, sino con la geometría de la cognición. La mayoría de los seres humanos somos XX o XY. Metafóricamente hablando se podría decir que debajo de la X o la Y que asociamos con lo sexualmente femenino o masculino hay otra X, una X más profunda que corresponde a lo humanamente inespecífico, una condición geonómica subyacente a la cultura y el sistema social. Una energía oscura e imperecedera llena de infinita sabiduría que nos emparenta con todo lo que existe en el universo. Es esta una energía femenina primordial que no tiene nada de afeminada. Una X no reproductiva, ingobernable, bruja. www.corazonterricola.net

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Una intencionalidad desconocida que resiste a la civilización patriarcal y sus dispositivos de control de la reproducción: género, sexo, diferencia y orientación sexual. La pregunta es qué sucedería si nos conectáramos permanentemente con esa X inorgánica, cosmológica, terrícola. Sin duda se rompería la absorción en lo humano, sea como autoafirmación narcisista en los poderes de la supremacía, o como menoscabo, victimización y reivindicación. Tomaríamos contacto con las intencionalidades fundamentales de la Tierra, las que nos proporcionarían el impulso para liberarnos de las cadenas de la mente y el yo, entre las que por supuesto están sus derivados: el patriarcado, las religiones, las relaciones de dominación, el envilecimiento del cuerpo y el deseo, o la idea de que hay una “sexualidad” a la que debemos someternos. Nos sumergiríamos en algo antiguo y profundo que está conectado con todo y por tanto no tiene dificultades para dar, tomar y compartir. En el júbilo de res72

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tituir nuestro lugar en la economía de la naturaleza, a lo mejor sería un camino para recuperar la inocencia paradisíaca que añoramos y no sabemos cómo recuperar.

secuelas de la naturalización del patriarcado Cualquier extrapolación cultural al ámbito de la biología distorsiona el sustrato geonómico de la existencia humana y a la vez naturaliza un estructurado cultural, como por ejemplo lo que llamamos patriarcado. Es entendible que el feminismo y el postfeminismo combatieran la naturalización de las relaciones androcráticas de dominación o del uso normativo de los genitales en las sociedades disciplinarias. Pero al permanecer en la superficie de este cuestionamiento no exploraron la naturaleza cosmológicamente femenina de los cuerpos sexuados, sepultándola una vez más bajo el peso de las expectativas de la mente exobiótica. www.corazonterricola.net

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Al convertirse en una consigna reivindicativa, la oposición al patriarcado ha extraviado su sentido práctico, convirtiéndose en una inacabable confrontación política. Esto ha servido de pretexto para no generar inmediatamente un modo de vida en que el patriarcado no tiene ninguna posibilidad de existir. Aquellas experiencias en que se extingue la mente exobiótica han sido postergadas en la disputa por el poder social en un mundo gobernado por los hombres. Desgastadas por el tira y afloja de la pareja, la reproducción y sus obligaciones, las mujeres no han tenido tiempo para despertar. La “emancipación social de las mujeres” se ha transformado en una causa absorta en sí misma que no tiene una conexión directa con la práctica de un modo de vida basado en el respeto y el amor por la Tierra y sus formas de vida. La naturalización del patriarcado ha sido una maniobra estratégica de las civilizaciones exobióticas para generar un clima de sospecha o desconfianza frente a cual74

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quier alusión al vínculo entre las mujeres y la naturaleza, identificándolo con los atributos culturales que el patriarcado asigna a las mujeres y que luego presenta como una naturaleza femenina. Es comprensible entonces que las feministas contemporáneas repudien la idea de las mujeres como seres débiles y afeminados que encuentran su sentido en la maternidad y en su perpetua disponibilidad sexual para los varones. Esta distorsión llega a su fin cuando tomamos contacto con un cosmos morfológicamente femenino cuya fertilidad e inteligencia no es un producto de la actividad humana, sino su condición de existencia. La naturalización del patriarcado no se reduce a la somatización de la supuesta congruencia ontológica entre el sexo y el género, ya que contribuye a la degradación de la naturaleza como determinismo o fatalidad, cifrando en el orden social y sus expectativas cualquier alternativa de emancipación. En sus orígenes como dominio patriarcal, la exobiosis se ha instalado www.corazonterricola.net

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a través de la cosificación de la Tierra y sus formas de vida, de modo que el mundo no humano se formaliza como un conglomerado de bienes o condiciones que son consumidos o modificados sin descanso por las ingenierías de la reproducción social. Puesto que la naturaleza cosificada se constituye como tal con el modo de percibir de la mente exobiótica, la violencia de los poderes societales ha sido identificada como el acto de reducir a los seres humanos al estatuto cosificado de naturaleza, por lo que cualquier esfuerzo liberador aparece en la imaginación exobiótica como una ruptura con tal determinismo, reclamando para sí el horizonte de la estructuración humanizante. Sin embargo, la libertad pertenece a lo desconocido. Lo que la mente exobiótica desconoce es aquello que no está en condiciones de percibir: la naturaleza como un mundo de intencionalidades que no obedece a fines humanos y en cuya coherencia se realiza la plenitud de todos los seres que 76

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la reflejan a cada momento. La posibilidad de lo paradisíaco ha sido excluida del horizonte de la historia de la misma manera en que el sustrato cosmológicamente femenino de los cuerpos sexuados ha sido excluido de la experiencia por la naturalización de los estándares de género. El paraíso no es una playa hawaiana, sino una intersubjetividad inapetente en la que estamos conectados con todo lo que nos rodea. Es, como tal, un episodio recurrente de asombro e inocencia en un mundo agonístico.

la civilización anorgásmica y la exacerbación del deseo El feminismo cosmológico comparte la convicción de que lo que conocemos de la feminidad es su residuo una vez formateada por la civilización heterocéntrica reproductivista. Pero a la vez nos permite entender en qué forma el control social de las energías sexuales conduce al abuso y el www.corazonterricola.net

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sufrimiento. Las espontaneidades orgásmicas humanas han sido desarraigadas de la exuberancia sexual de la naturaleza, reemplazándolas por la modernización de los estándares de legitimidad sexual. La conciencia indistinta ha sido fragmentada por la oposición entre deseos y obligaciones, prevaleciendo la mente apetente en desmedro de una conciencia curiosa e inocente que se regocija de vivir en la Tierra. La inocencia no es ingenuidad o indefensión, sino una candidez que no refleja la morbosidad del sistema social. Si examinamos las intencionalidades de la mente, observaremos que es ávida y tortuosa. La morbidez es el resultado de que la civilización exobiótica ha despojado al sexo de su ferocidad e indistinción, reemplazándolas por el erotismo o el romance. Todo se ha impregnado de morbosidad convirtiendo al deseo en una perpetua masturbación mental. Para controlar y administrar la reproducción, el sistema social ha reprimido y a la vez ha exacerbado nuestros deseos. 78

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Con el nagualismo hemos aprendido que al normar la energía sexual, la civilización origina una exacerbación mental de los deseos que no tiene nada que ver con las energías orgásmicas de las que disponemos ordinariamente. En el curso de las civilizaciones patriarcales, la energía sexual es muy baja y en lugar de acrecentarla la desperdiciamos en las obligaciones conyugales o el mercado del apareamiento. En los humanos, las espontaneidades feroces con que otros seres tienen relaciones sexuales se han convertido en rituales programados en base a los estándares de orientación sexual, por medio de los cuales los deseos adquieren estructuración social. La pérdida de la inocencia representa también la pérdida de la fiereza apasionada con que el deseo irrumpe sin premeditación. Como se desprende de los postulados de los brujos (Castaneda, 1996), al suprimir la intensidad sexual, la civilización exobiótica genera individuos con bajo voltaje energético producidos en masa en coitos www.corazonterricola.net

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sin orgasmo de la madre. Los individuos que resultan de tales condiciones suelen carecer de iniciativa y combatividad. Buscan sentirse cómodos y detestan correr riesgos. Viven la sumisión y el aseguramiento personal como aspectos de su naturaleza. Son domésticos e invariablemente carenciales. Sin ningún vestigio de autocompasión, la brujería prehispánica señala que quienes provenimos de tales condiciones nos dedicamos toda a la vida a buscar una pareja que nos diga lo maravillosos que somos y esté sexualmente disponible cuando lo deseamos. Lo mejor de nuestra energía se disipa en la búsqueda de aquella experiencia culminante que no estuvo presente cuando comenzó nuestra vida. En cambio la ferocidad y la pasión generan seres que no tienen problemas para experimentar la inocencia y la gracia. Esos seres refulgentes no andan urgidos por placer o compañía, porque fueron hechos rebosantes de amor y deseo. Quienes provenimos del gran rebaño anorgásmico tenemos el desafío de restaurar 80

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nuestra luminosidad en lugar de desperdiciarla sintiéndonos menos afortunados. Algunas culturas patriarcales advirtieron estas limitaciones, originando tecnologías sexuales que supuestamente pretendían incrementar la energía a través del control del orgasmo. Pero un examen más a fondo revela que dichos procedimientos son producto del deseo mental de controlar la energía fundamental. No es sorprendente que una elite de ancianos con disfunción eréctil o una baja producción de esperma proclame que no hay nada más elevado que el orgasmo sin eyaculación o el control sistemático del clímax masculino. En esta forma pueden obtener poder a través del sexo y lidiar con el hecho de que las mujeres tienen una capacidad orgásmica indiscutiblemente superior a los varones. Dicha capacidad podría estar relacionado con la escasez de las células sexuales femeninas, habilitadas mensualmente a través de la ovulación, lo que en conjunto con la receptividad natural de la biología sexual www.corazonterricola.net

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femenina está asociado a una notable capacidad multiorgásmica. Como la mayoría de los hombres civilizados, es probable que los miembros de esas elites hayan sido concebidos en coitos de baja intensidad orgásmica, lo cual redunda en trastornos como la eyaculación precoz o retardataria y produce orgasmos efímeros y superficiales. La mayoría de las corrientes que buscan sublimar el orgasmo han sido diseñadas para que individuos con mentalidad religiosa y un bajo potencial de energía sexual otorguen a sus prácticas sexuales un contenido espiritual que no es más que una forma autoindulgente de gratificar sus egos en la escena sexual. La idea de que el sexo se torna espiritual al convertirse en una actividad basada en el control y la sublimación es otra forma de domesticación exobiótica. Algo parecido ocurre con el erotismo, una industria hedonista destinada a elevar la temperatura sexual en una cultura desvitalizada, en la que el ojo del voyeur es el panóptico de la avidez orgás82

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mica. Nada de esto contribuye a desmantelar el formato remoto que constriñe las experiencias sexuales dentro de los márgenes de la civilización patriarcal. Exacerbación y represión constituyen los polos de un orden del deseo en el que la búsqueda compulsiva del placer es asumida como un aspecto de la naturaleza humana, en lugar de reconocerla como una de las secuelas de la sujeción del cuerpo por la mente que está en la base de las civilizaciones exobióticas. La rarefacción de los estándares de género suscita la ilusión de que los cuerpos y los placeres comienzan a liberarse de los rígidos moldes del pasado, pero lo que realmente está ocurriendo es que dichos estándares se adaptan a las condiciones implantadas por las sociedades tecnológicas, en las que ya no tiene sentido conservar las formas obsoletas que adoptaba la división sexual del trabajo y el aprendizaje. Aunque las condiciones sociales o económicas que sirven de soporte a la división sexual de la actividad humana experiwww.corazonterricola.net

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menten cambios radicales, los atributos binarios del género siguen permeando nuestras vidas y se las arreglan para reaparecer en cada generación. Por raros o distintos que nos consideremos a nosotros mismos en términos de género o sexualidad, ello no cancela nuestra ignorancia acerca de las condiciones en que hemos sido concebidos y sus consecuencias energéticas totales. Ese conocimiento no forma parte de la civilización porque amenaza uno de sus cimientos: la desvitalización como instrumento para mantenernos enfocados en el orden social. Siendo ésta la raíz inadvertida del aborregamiento de la humanidad, para cualquiera que provenga de tales condiciones la intensidad sexual surge con la desaparición de las exacerbaciones hedonistas y de la compulsión mental que nos conduce a erotizar imaginariamente la mayor parte de nuestras interacciones sociales, en el supuesto de que este comportamiento nos vuelve más sensuales o deseables, lo que obviamente no tiene nada que ver con la realidad. 84

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abundancia sexual El amor y la intensidad orgásmica representan la óptima condición para concebir hijos saludables y energéticos, fundando linajes de seres humanos con iniciativa propia que no necesitan ser dirigidos por nadie para alcanzar la totalidad de sí mismos. Los seres energéticamente abundantes suelen caracterizarse por carecer de exacerbaciones sexuales y porque no tienen dificultades para alcanzar un alto número de orgasmos, pero también por su capacidad para ser espontáneamente castos o permanecer largos períodos de tiempo sexualmente inactivos sin que ello les produzca angustia o sufrimiento. A menudo no experimentan ninguna ansiedad por dejar de ser vírgenes o por establecer relaciones de pareja, las que por lo demás ofrecen una forma de aseguramiento sexual con un bajo nivel de exigencia, ya que la falta de intensidad orgásmica es compensada mediante el cúmulo de negociaciones o intercambios www.corazonterricola.net

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de prestaciones de servicios que consideramos consustancial a tales relaciones. En algunas mujeres, la abundancia de energía orgásmica en el momento de la concepción se manifiesta en su gran facilidad para alcanzar el clímax y para experimentar un elevado número de orgasmos, los que en algunas oportunidades son tan intensos y numerosos que culminan en el desvanecimiento. No obstante, al liberar sus energías corporales profundas del imaginario sentimental y las ansiedades del emparejamiento, la mayoría de las mujeres pueden incrementar notablemente su intensidad orgásmica. La paradoja de esta expansión de los umbrales del goce corporal es que parece ir aparejada a una ostensible disminución de los deseos sexuales superfluos generados por una concepción sin energía. La redistribución de la energía favorece otro enfoque con respecto al amor y el placer, una mirada desprovista de avidez con la que tiende a remitir la absorbente preocupación banal por si somos amados o deseados. 86

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Como en todos los casos que involucran procesos operacionalmente no determinables, la abundancia sexual es un logro energético que ocurre por sí mismo, sin que medie ninguna técnica o procedimiento preestablecido, lo que se debe a que se trata de energías refractarias al gobierno de la mente y el yo. Los logros energéticos fundamentales al alcance de los seres humanos parecen incrementarse mientras más lejos se encuentren de lo que prescribe la civilización, aunque esto pueda decepcionar a quienes mistifican los aspectos trascendentes de la sexualidad que existen en su imaginación. Cuando sus inclinaciones naturales los conducen a ello, a los seres que provienen de la intensidad orgásmica les resulta espontáneamente deseable orientar su energía sexual hacia la búsqueda de lo desconocido sin que medie ninguna coacción. Estos seres suelen dejar una huella significativa en las vidas de los demás. Su encanto es la expresión de un hecho biowww.corazonterricola.net

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lógico crucial. Puesto que han sido concebidos en la plenitud del amor y el placer, no los persiguen ni mistifican y son capaces de ofrecerlos generosamente a sus semejantes. En las civilizaciones exobióticas consuetudinarias donde se desarrollaron las grandes religiones patriarcales, el celibato obligatorio impuesto por las órdenes sacerdotales dio origen a todo tipo de abusos y relaciones retorcidas, dado que lejos de ser una opción espontánea no es más que un dispositivo de control sexual que sirve para justificar el dominio masculino en el ámbito de la religión. En cambio un explorador de lo desconocido se vuelve espontáneamente célibe cuando la riqueza de las experiencias que vive en otros ambientes de conciencia lo hace preferir el goce de la conciencia acrecentada a la búsqueda del placer sexual, reorientando su energía hacia el conocimiento. En algunas oportunidades, las tecnologías masculinas de control sexual y sus respectivos marcos filosóficos han debi88

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do lidiar con un irresistible poder sexual femenino que pretende absorber la vitalidad de los varones a través de la actividad sexual, como se atribuye por ejemplo a la legendaria secta taoísta de las Tigresas Blancas. Aunque estas operaciones puedan entusiasmarnos por su osadía y elegancia, no por ello hay pasar por alto que se inscriben en la misma lógica que el control masculino de la sexualidad: la búsqueda de la supremacía por medio de una sofisticada estrategia sexualmente predatoria. La vampirización sexual de hombres o mujeres es siempre congruente con sistemas sociales coercitivos en los que no hay lugar para la comunidad de los deseos y los afectos, ya que se encuentran fragmentados por relaciones de dominación. Las tecnologías sexuales permiten ajustar el desempeño orgásmico a los estándares socialmente aceptados o proporcionan prestigio sexual a sus usuarios, pero reintroducen bajo una nueva forma la sujeción del cuerpo por la mente. En el otro www.corazonterricola.net

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polo se encuentra la ignorancia sexual de las mujeres, quienes a menudo desconocen su enorme capacidad orgásmica y en lugar de explorarla junto con sus hermanas permanecen atomizadas en los roles expectantes de la pareja heterosexual. Pero incluso si no es éste el caso las mujeres rara vez llegan a descubrir que la función biológica del orgasmo es optimizar la concepción para crear seres energéticamente completos y despampanantes, como aquellos a los que conocemos a través de la mitología. Como un campo de organización de la fertilidad estelar, el cosmos genera innumerables formas de conciencia, las que nutren con información psíquica la matriz de la que proviene su energía dadora de conciencia. En los seres biológicos, el mandato de reproducir y diversificar la conciencia se manifiesta a través del deseo sexual, toda vez que éste involucra las funciones primarias de los genitales. Pero el imperativo biológico de la procreación no especifica la naturaleza de los deseos o 90

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preferencias sexuales o de las relaciones sociales asociadas a sus consecuencias, como por ejemplo el embarazo o el nacimiento de otros seres humanos. El sistema social programa dichas relaciones y el modo de emocionar que las caracteriza como si correspondiesen a una naturaleza de la vida social. Esto ha dado origen a la idea de que somos gregarios y dependientes a más no poder, incapaces de vivir vidas intensas y significativas en ausencia de un entorno social en el que refugiarnos. La pareja y la maternidad aparecen en la imaginación como el resultado de “instintos” o “pulsiones” que no es posible desobedecer sin empobrecer dramáticamente nuestra existencia, de tal forma que quienes se sustraen a estos comportamientos son considerados anormales. Una distorsión similar ha quedado en evidencia en la escena sexual, donde la búsqueda irresponsable del placer o el amor nos reconduce una y otra vez a la repetición obsesiva de nuestros patrones cawww.corazonterricola.net

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renciales, generando sufrimiento en nuestras vidas y las vidas de otros. Asumimos la necesidad de compañía o de asociaciones duraderas de intercambios domésticos basadas en la oferencia de placer sexual como un aspecto de nuestra naturaleza, en lugar de explorar una conexión directa con el infinito en la búsqueda de la independencia y el regocijo de la soledad. Al explorar dicha conexión se hace evidente el valor insospechado de cualquier interacción social, por insignificante que pueda parecernos, dado que al convertirse en algo excepcional nos compele a dar en ella lo mejor de nosotros mismos. Resulta absurdo entonces distorsionar las interacciones sociales con la vulgaridad o la egomanía, o con la suma de quejas, caprichos y mezquindades de todo tipo que consideramos un aspecto normal de las mismas. Lo “normal”, en éste y muchos otros casos, es una aberración cultural que tomamos por naturaleza de la vida social. En lugar de asumirla como algo sublime, usamos nuestra condición humana 92

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como una excusa para ser débiles, falibles e indignos de confianza. Esto se aplica también a la búsqueda perpetua del “amor”, como una forma de garantizar que las relaciones fallidas de pareja sean rápidamente reemplazadas, asegurando con ello la continuidad biológica del sistema social. Con respecto a las experiencias sexuales, la fiereza inocente no ve pecado en lo incontenible del deseo. Mientras más primitivo y más apasionado sea el sexo, más intensas serán las energías que se movilicen. Esto nos llevará a descubrir sus misterios. Por ejemplo, que el fin de la angustia mental permite el acoplamiento espontáneo de los amantes y torna innecesarias las tecnologías de control sexual, o que el orgasmo simultáneo no es el objetivo del sexo, sino el punto de partida para comenzar a explorarlo, o que el amor y el deseo no deberían depender del sexo, que es lo que prescribe el sistema social. Este es sin duda el punto neurálgico del formato sexual, la creencia de que tenemos o debemos tener una “orientación sexual”. www.corazonterricola.net

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Con el fin de perpetuar los estándares de género, la programación social ordena y selecciona inadvertidamente nuestras preferencias y repugnancias sexuales bajo la forma de una orientación invariable que sirve de excusa para fragmentar el flujo polimorfo de los deseos y los sentimientos. Una constelación de experiencias que en su gran mayoría permanecen fuera del alcance de la introspección redundan en la prevalencia de ciertas expectativas sexuales o sentimentales en desmedro de otras. Al igual que el cúmulo de programas al que llamamos “género”, lo que denominamos “orientación sexual” no es más que la fijeza que la mente le otorga a la recurrencia de los deseos con el fin de incorporarlos a la vida social. Pero tanto el género como lo que creemos que corresponde a nuestra biología sexual se convierten en rígidos patrones de comportamiento sólo en la medida en que hay una mente que consiente y auspicia dicha situación. Por eso el psicoanálisis o la idea marxista de la 94

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lucha de clases han pretendido apoderarse de los “temas de género”, ya que ambas ideologías europeas suscriben la creencia de que existen condiciones psicológicas o económicas sobredeterminantes que nos obligan a reproducir modos de vida basados en relaciones de poder. Esta es también la razón de que al interior del movimiento feminista las mujeres que se identifican como “heterosexuales” reanuden una y otra vez relaciones de dependencia sexual con los hombres, las que a menudo fracasan ocasionándoles severo daño emocional. Junto con afianzar el circuito de la frustración y el resentimiento, todo esto reafirma el doble estándar de aquellas mujeres, supuestamente emancipadas, que critican santurronamente las taras patriarcales de los varones mientras continúan buscando en ellos el placer o el amor. Por otra parte, las ideas de género y orientación sexual han distraido seriamente a quienes experimentan deseos sexuales no reproductivos, agotándolos en el prowww.corazonterricola.net

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blema personal de visibilizar su condición, como si no hubiese otra cosa significativa en sus vidas que la naturaleza de sus preferencias sexuales. Lo que llamamos orientación sexual no es más que la subordinación acomodaticia a un orden social del deseo en el que prevalece la fragmentación. Si por arte de magia el cuerpo de nuestro amante amaneciera transformado en un cuerpo del sexo opuesto, ¿dejaríamos de sentirnos enamorados de él o ella? ¿Dejaríamos de desearle? Y si así fuera, ¿qué nos compele a reducir el amor o el deseo a la condición sexual del otro? Porque tal vez lo hemos preferido en virtud de su sexo, ¿pero cuán genuino puede ser nuestro amor si depende de lo sexuado de su cuerpo? La mayoría de nuestras preferencias o repugnancias sexuales han sido moldeadas por la programación social. Nuestros deseos están fragmentados. Tiene entonces sentido explorar el placer desde una mirada en la que el amor no tiene forma y no hay contradicción entre lujuria y castidad. 96

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El desafío es acabar con la mente tortuosa que busca en el sexo autoafirmación o reivindicación. La programación social ha instalado un universo en clausura donde sólo existe la oposición masculino-femenino formateada por las categorías de género. Este universo pretende estar basado en una ontología natural del género, pero su raíz es la ignorancia de que la paridad masculino-femenino es una circunstancia de la biología terrestre y no un hecho cosmológico generalizado.

seres pansexuados En la biosfera terrícola el binomio sexual admite otras alternativas, como se observa en las especies que desarrollan transformismo sexual, partenogénesis o hermafroditismo. Siendo la Tierra un ser inorgánico estelar que se comporta como un campo de intencionalidades generadoras de organización, una de sus más sorprendentes formas de vida es la intersexualidad. www.corazonterricola.net

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Existe una gran diversidad de intersexuados que presentan complejas combinaciones sexuales y reproductivas, constituyendo una forma alternativa de ser humanos. En las sociedades occidentales los intersexuados son sometidos a una cruel cirugía inmediatamente después de su nacimiento con el fin de normalizar sus genitales, lo que trae mucho sufrimiento a sus vidas. En la actualidad se están organizando para hacer respetar su derecho a constituir un tercer género biológico, el que tiene la libertad de construirse culturalmente como mejor le parezca. Entre los humanos intersexuados se destacan los llamados hermafroditas verdaderos. En algunos casos estos seres sexualmente sobreabundantes adoptan el aspecto de una mujer, carecen de testículos y poseen útero, ovarios, mamas, vagina, clítoris y pene. Debido a su asombrosa biología, al tener relaciones sexuales entre ell@s algunos hermafroditas son capaces de acoplar sus cuatro órganos genitales. Eventualmente pueden fecundar o embarazarse, o unirse 98

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sexualmente a tres amantes al mismo tiempo. En la biología sexual hermafrodita se cancela la oposición penetrante-penetrable y con ella la obligatoriedad social del género. Por su parte, quienes se reconocen en unas supuestas “orientaciones transexuales” hacen grandes esfuerzos por inscribirse dentro de los estándares de género, adoptando los aspectos estereotipados y superficiales del comportamiento straight del sexo opuesto como si correspondiesen a una naturaleza sexual independiente de la biología. Lo que actúa aquí no es el anhelo de un cuerpo pansexuado, sino la búsqueda de una modificación artificial del género por vías exobióticas. En su conservadurismo de las apariencias, los transexuales reafirman la dicotomía heteronormativa que sirve de base al patriarcado: mujeres afeminadas en cuerpos de varones o machos varoniles en cuerpos de mujeres. Dado que el sistema social controla la reproducción con el fin de legitimar los programas de género y las relaciones de poder implantadas por el patriarcado, www.corazonterricola.net

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los hermafroditas han sido discriminados y negados, entorpeciendo la circulación del acervo genético que podrían compartir con el resto de la humanidad. A largo plazo, su visibilidad puede contribuir con la emergencia de una humanidad en la que mujeres, hombres y hermafroditas lleguen a representar los tres tercios de la población. Sin duda esto modificaría drásticamente todo cuanto creemos acerca del sexo, el género y el deseo sexual, acabando con la rígida fragmentación de los comportamientos sexuales y amorosos. La naturaleza nunca dejará de sorprendernos con su exuberancia, desbordando los estrechos márgenes de las cosmovisiones heterocéntricas basadas en la naturalización del género. También es de notar que existen individuos transexuados que se consideran hermafroditas en cuerpos de hembras o varones. En ellos colapsan los estándares de género y se desvanecen las identidades sexuales construidas a partir de la dicotomía masculino-femenino. Quienes degra100

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dan su subjetividad argumentando que la condición pansexuada es producto de su imaginación pasan por alto la plasticidad de la cognición humana. Como informa la tradición oral de algunas tradiciones prehispánicas, en el mundo de los sueños mujeres y hombres pueden encarnar el sexo opuesto o ser hermafroditas si ése es su deseo. Bajo el gobierno de la mente exobiótica, la humanidad ha perdido la capacidad de lograr lucidez y maniobrabilidad en los sueños, y a la vez ha visto severamente empobrecida la riqueza caleidoscópica de los cuerpos y los placeres. Dado que la energía requerida para explorar el ambiente de ensueño es la energía sexual que durante el coito los progenitores imprimen en la burbuja biológica que dará origen a un nuevo ser humano, a la pauperización orgásmica se suma la ignorancia de que es posible orientar la energía sexual hacia la expansión de la conciencia. Recuperar ambas opciones es uno de los principales desafíos de nuestro tiempo. www.corazonterricola.net

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La geonomía es un modo de producir conocimientos cuyos antecedentes no se hallan en la ciencia, la religión o la filosofía, sino en el intento de percibir la Tierra como un ser y no como una cosa. El paradigma geonómico postula que para generar nuevas orientaciones culturales es necesario desmantelar las ideas de “sexo”, “género”, “diferencia” y “orientación sexual”, entendidas como dispositivos mentales destinados a perpetuar el orden heterocéntrico-reproductivista en que se basa el régimen patriarcal. Los referentes para explorar una condición terrícola humana son las sabidurías que emergieron de los cuerpos de las mujeres del pleistoceno, cuerpos vinculados con la Tierra que al no hallarse lastrados por la razón androcéntrica poseían propiedades mágicas. Al romper la absorción en el sistema social y sus contradicciones, irrumpe en el horizonte la posibilidad de lo paradisíaco.

Rodrigo Gaínza ha publicado Hombre sangrando a solas y los ensayos Ideación Emergente, Dirigir y Corregir, Formato Remoto, La divergencia endobiosis-exobiosis, Tesis sobre Marx, Feminismo Cosmológico e Intencionalidad y Evolución. Ha obtenido en dos oportunidades el premio Mejores Obras Inéditas del Consejo Nacional del Libro y la Lectura con sus ensayos Ideación Emergente (2001) e Intencionalidad y evolución (2010). Formó parte de colectivos feministas hasta 2006 y es cofundador del Centro de Estudios Geonómicos y de la comunidad virtual Corazón Terrícola.

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