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Mano del Desierto
Es una estructura de ferrocemento construida con fierro de construcción, malla de alambre y una capa de hormigón de unos 8 centímetros de espesor. Alcanza una altura de 11 metros y en su interior hueco tiene vigas de acero doble T que soportan la carcasa. Está ubicada en el kilómetro 1300 de la Panamericana Norte o Ruta 5, a unos 76 kilómetros al sur de Antofagasta. Fue inaugurada en marzo del 1992, ocasión en que el alcalde de Antofagasta de entonces, Floreal Recabarren, le hizo entrega a su creador, el escultor Mario Irarrázabal, las llaves de la ciudad.
La escultura fue realizada gracias al empuje de un grupo de antofagastinos que se fueron sumando, a título personal, al proyecto propuesto por el escultor. El equipo (constituido por David Campusano, Ángel Gordo, Herman Mondaca, Fernando Trautmann y el autor de este texto) consiguió los aportes privados y organizó la logística, nada de convencional requerida. Su entusiasmo no decayó hasta su término, a pesar de que se trataba de una iniciativa algo descabellada para algunos.
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Muchas veces se le ha preguntado al escultor qué representa la Mano, a lo que él responde que desea que la interpretación de su obra sea libremente hecha por cada visitante. Cree que expresa un deseo de humanizar este mundo y de relacionar al hombre con el universo entero. También dice que hay un juego entre lo grande y lo pequeño. La Mano, a pesar de ser monumental, empequeñece ante la inmensidad del desierto.
En una hermosa soledad mágica emerge la Mano grandiosa cual catedral, contrastando con el límpido azul del cielo nortino y a la vez se mimetiza con el suelo y el ocre de los cerros que la rodean. Es más bella con la luz de amanecida, mientras que con luna llena es misteriosa.
Esta fue la primera iniciativa de la Corporación Pro Antofagasta, PROA, que desde entonces ha venido impulsando diversos proyectos en beneficio de la comunidad. Hasta el día de hoy, integrantes de PROA realizan dos operativos anuales de limpieza de la escultura y su entorno, aparte de borrar los grafitis y reparar los destrozos que causan algunos visitantes, de tal forma de dejar la obra en las mejores condiciones posibles para el disfrute de los turistas.
Carlos Tarragó Cardonne