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Balneario Municipal
La fortuna no premió a Antofagasta. Un hermoso océano baña su largo territorio, pero también un cordón de rocas impide el contacto directo de sus habitantes con las aguas del Pacífico. Dicho de una manera tajante: la ciudad no tiene playas. Sólo con esfuerzo se ha logrado transformar pequeñas ensenadas costeras en balnearios.
Es el caso del Balneario Municipal que ha llegado a lo que es hoy, gracias al esfuerzo humano. Es difícil establecer una fecha de nacimiento del balneario. En una mirada hacia los años del ciclo salitrero, la poza fue un centro de reparación de embarcaciones menores. La exportación del salitre estimuló la construcción, en la séptima región, de “las lanchas maulinas”, barcas de gran tamaño sin capacidad de movilidad propia, de manera que eran arrastradas remolcadores.
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El mantenimiento de los lanchones creó la necesidad de establecer un lugar para arreglarlas y sitio adecuado para vararlas. Así surgió, El Varadero.
El Alcalde Maximiliano Poblete, visualizó El Varadero como un futuro balneario. El alcalde solicitó un préstamo de doscientas mil libras esterlinas en Londres destinados a mejorar la ciudad y en el presupuesto consignó la inversión de las doscientos mil libras de esterlinas, un ítem para la construcción de “un balneario cómodo y seguro” con un costo de dos mil libras.
Se construyó el espigón que dio mayor amplitud al espacio para retener las aguas y servir de rompeolas, transformándola en una extensa piscina. Paulatinamente el balneario fue acondicionado a través de obras municipales. Así se construyó, frente a la playa de la poza grande, el edificio que se conoció como “Terraza Miramar”. En 1934 asumió la alcaldía el Doctor Humberto De Ramón Correa, quien continuó mejorando el Balneario Municipal. Construyó un muelle protegido con sombrillas en la parte norte de la poza y con visión de futuro destinó el espacio que se extendía entre el camino a Coloso, el mar y 300 metros hacia el sur de la Terraza Miramar, a la recreación popular. Allí se construyeron mesas de concreto armado que llegaban casi a Las Almejas. Cada mesa tenía su sombra. Era lugar de picnic familiar. Pavimentó varios espacios de tierra para el tránsito de los peatones. Aumentó el número de camarines y duchas en El Castillo. El concesionario hizo los propio en La Terraza.
Después del periodo personalista del General Pinochet, retornó la democracia volviendo a la Comuna Autónoma y Democrática. Se perfeccionó la institucionalidad regional, otorgando autonomía a los Consejo Regionales. Hubo más recursos regionales y municipales. Fue en el periodo del alcalde Pedro Araya y el Intendente de Jorge Molina, cuando se realizaron los trabajos más importantes y de envergadura en el Balneario, dentro de los que destacaron: la prolongación del espigón sur, enrocado en la puntilla, recambio de arena de la playa, construcción de cimbra y desrocamientor de la orilla de la playa y construcción de un paseo sobre el enrocado del molo y un nuevo trampolín.
Floreal Recabarren Rojas