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IDENTIFIQUÉMONOS

Por: Jesús Mejía Ossa

Identificarse es un pequeño choque neural, pues nuestra conciencia es a la vez testigo, fiscal y juez, y por tanto, maneja un interrogatorio que los colombianos no hemos querido asumir

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Fabio Casas Arango Coleccionista e investigador musical. Asociado a la Corporación Sonora Matancera de Antioquia.

El campesino coplero de vanguardia, por ser la voz de la tierra, nos ayuda a responder sus preguntas y empezar a tomar en cuenta que la comprensión del mundo que nos rodea es romper el carácter de zombi electrónico en que nos sumen los medios de desinformación y de publicidad de toda la basura que otros han producido y que nos obligan a consumir

El coplero ciego pregunta: Yo no sé dónde nací ni sé tampoco quién soy no sé de dónde he venido no sé para dónde voy.

Soy gajo de árbol caído que no sé dónde cayó ¿dónde estarán mis raíces? ¿de qué árbol soy rama yo?

Vivimos en un país complejo y desconocido en todas sus dimensiones. Entre muchos aconteceres de nuestra historia, dos generaciones trataron de aprehenderlo y asumirlo, luchando por construir una IDENTIDAD CULTURAL de nación REPUBLICANA.

Un poco de historia

Tal fue la generación de 1780, que ideó la EXPEDICIÓN BOTÁNICA, que les mostrara la maravilla de porción planetaria en que estaban. Pocos de ellos llegaron al culmen de constituir la

LAGRAN COLOMBIA. No pudieron con el peso de su sueño o el enemigo los quebrantó. Se despedazaron en seis porciones sus grandezas, desde 1830. Luego la generación de 1850, rompiendo la esclavitud, pensó que podía FEDERARSE en regiones autónomas y soberanas, como la misma geografía dictaba Hic eron otro inventar o: LA COMISIÓN COROGRÁFICA DE COLOMBIA, en nueve años de ingentes esfuerzos. Nos convertimos en los ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA, y con todo el abuso del libertinaje nos precipitamos en un Tequendama de guerras regionales para ellos repartirse el país.

Hoy retomamos este esfuerzo nuevamente para preguntarnos ¿Existimos? O solo somos una presa deliciosa del mercado global. ¿Existimos? O Colombia es un acto de FE, como lo expresó Borges en una de sus v sitas a nuestro país. Acerquémonos al fuego sin que él nos devore. Nos pueden ayudar en este empeño los rudimentos psicopedagógicos y de Antropología Cultural que podemos usar con fe, esperanza y afecto, en una patria fragmentada y deshilachada debido a una guerra fratricida de más de 65 años que alimenta la hoguera de la desesperanza con más de dos mi lones de personas sacrificadas en un holocausto brutal con armas ajenas.

Esta patria que necesitamos redefinir en acciones individuales y colectivas; que nos responsabilicen como guerreros de una paz activa frente a los defensores y promotores de la Apocalipsis continuada en la que somos cómplices por indiferencia o seres definidos a cicatrizar la miseria colectiva que podamos aunar.

La cultura de una porción planetaria como la nuestra, o de una región determinada. Es el conjunto de realizaciones, producto de la acc ón de la energía psicofísica para resolver nuestras necesidades y deseos materiales y espirituales en el transcurso histórico de los colect vos a través de su pensamiento, sentimiento y voluntad creadora. Es lo que el ser humano agrega a la naturaleza, uniendo el dinamismo de la trilogía de la tierra, hombre y las realizaciones materiales simbólicas y espirituales que el trabajo creador genera. Los vaivenes de la identidad.

Los anglosajones han impuesto el concepto de CULTURA referido solamente a la diversión, la recreación y los lenguajes artísticos de dominio comercial. Esta distorsión no impide mirar la cultura como el ÁRBOL FRONDOSO de todo el trabajo humano, forjador de la convivencia y el bien general de nuestra gente.

¿De dónde soy yo? Esto no lleva a conocer la geografía humana de nuestra demografía compleja en los treinta y dos territorios mal administrados del país.

¿De dónde somos? ¿Para dónde vamos? Nuestro hermano científico Ricardo Saldarriaga Gaviria entregó a la comunidad un ORÁCULO, cronolizado con una antigüedad de 3500 años para comprender nuestras raíces históricas y demográficas que desconocemos la mayoría de nosotros.

¿Qué responden a esto? He aquí un signo indudable de la identidad que buscamos.

¿Dónde están mis raíces? Co ombia es un mosaico transoceánico de seis países distintos navegando bajo la vía láctea, resultado de la síntesis planetaria. País transoceánico con dos costas; un país andino tr furcado; una sabana orinoquense y una selva amazónica, con desarrollo disimiles, inarmónicos, de devastación eco ógica continua junto al destrozo de sus Bienes NATURALES en la más bella biodiversidad del trópico ecuatorial.

¿Quiénes somos? Cuarenta y seis millones de seres híbridos física y culturalmente. Desconocemos los procesos históricos y socioculturales que han generado esta variada humanidad, síntesis de lo que han sido los asiáticos, los africanos y los mediterráneos e su migración intercontinental continua. Esto es lo que nos llama a conocer de nuestra evolución demográfica el sabio etnólogo y arqueólogo Saldarriaga Gaviria, el biogenetista

Emilio Yunis y los sociólogos Orlando Fals Borda y Alfredo Molano Bravo, entre otros más.

Reconocer y afirmar la presencia interviniente del ser humano en la convivencia cotidiana de nuestras relaciones humanas, que son fundamentalmente la CULTURA que tenemos. Esta tiene un objetivo imperante: la superación de nuestras serias dificultades hacia el BIEN COMÜN, siempre malogrado.

Científicos sociales suramericanos en la Universidad de Upsala, orientados por el sabio humanista Manfred Max Neef, plantearon como panacea universal la necesaria sinergia de todas las posibilidades para resolver algo que hace parte de la naturaleza humana en todos los continentes: subsistencia, protección, afecto, convivencia, participación, ocio, creatividad, identidad, libertad y trascendencia. L stado del producto de traba o humano a alcance de la mano, que retan el desafío de realizaciones para un mundo mejor.

Debemos aprovechar nuestro compromiso individual y colectivo con un mundo mejor, más justo, menos indecente, en orden a empujar una democratización directa, real y no solo de juegos electoreros de las momias de siempre.

El español D. Miguel de Unamuno nos dice: “La sangre de mi espíritu es mi Lengua y mi patria es allí donde resuena”. El portugués José de Saramago agrega. “Uno pertenece a un lugar, a un idioma, y yo creo que eso es la patria”. El espíritu gemelo de nuestro mundo, D. Marco Fidel Suárez, el bello y honesto montañés, sella con su verbo: “los pueblos no se acaben sino cuando su lengua acaba. Podemos decir que el pensamiento es el alma, la palabra es el hombre y la lengua es la patria”.

Ahora, hacemos parte de la ciudadanía del Área Metropolitana del Valle del Aburrá, que como región abarca diez municipios y se desplaza en laderas y altiplanicies hacia los valles del Cauca y el Magdalena. La complejidad del paisaje y la dura adaptación nos ha dado un carácter singular que nuestro máximo literato D. Tomás Carrasquilla configuró sabiamente:

“La tipología del antioqueño ha sido paradojal: marrullero y sentidor; alegre y triste; fatalista y agorero; cruel y compasivo; individualista y sociable; andariego y hogareño; perezoso y trabajador; campesino y noble; Sancho y Quijote; orgulloso y franciscano”, y ahora, laberíntico al torbellino moderno con la frialdad del plomo metido en una guerra ajena, sin los ritos ancestrales negados por el materialismo bursátil que le impiden renovar el sueño de Peralta para ganar la ruta de Dios Padre.

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