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EL VALLENATO A PROPÓSITO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

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YO, ELPORRO

YO, ELPORRO

Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo (Página 23)

Por lo anterior, y por otras razones que tienen que ver con la tradición, la calidad de la poesía, la cercanía de los cantos con la naturaleza, el amor, la tierra, los amigos, la familia, se dijo que el vallenato se constituyó en una las primeras formas de noticias para los pueblos ancestrales.

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Acordeón arruga sentimientos

Y sigue García Márquez en Cien años de soledad: “Encontró a Francisco El Hombre como un camaleón monolítico, sentado en medio de un círculo de curiosas. Cantaba las noticias con su vieja voz descordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló Sir Walter Raleihg en la Guayana, mientras lleva el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre” (Página 23).

Por: Marcos Vega Seña

El orden social había sido rozado por la muerte. El propio presidente de la república, a quien los sentimientos urbanos llegaban como a través de un filtro de purificación, alcanzó a percibir desde su automóvil en una visión instantánea pero hasta un cierto punto brutal, la silenciosa consternación de la ciudad. Sólo permanecían abiertos algunos cafetines de mala muerte, y la Catedral Metropolitana, dispuesta para nueve días de honras fúnebres. En el Capitolio Nacional, donde los mendigos envueltos en papeles dormían al amparo de columnas dóricas y taciturnas estatuas de presidentes muertos, las luces del Congreso estaban encendidas. Cuando el primer mandatario entró a su despacho, conmovido por la visión de la capital enlutada, sus ministros lo esperaban vestidos de tafetán funerario, de pie, más solemnes y pálidos que de costumbre. (Gabriel García Márquez: Los funerales de la Mamá Grande).

Independiente de las discusiones, que algunas se me antojan bizantinas, sobre la legitim dad de la tradición oral para estudiosos y académicos, que pusieron, en su momento, en tela de juicio las afirmaciones hechas por Consuelo Araujo Noguera sobre los orígenes y clasificación del vallenato, y que vienen hac endo o prop o con Willl am Fortich Díaz y Guillermo Valencia Salgado, con el devenir histórico del porro, cabe hacer una reflexión sobre la actualidad de la música de Francisco El Hombre, consagrada como elemento narrativo en los cuentos, obra periodística y novelística de nuestro Nobel de Literatura, recientemente estrenado en la gloria de San Pedro (y nunca en el infierno).

Ciertamente el origen de esa tradición llamada música vallenata no es muy claro, como no puede ser lo proveniente de la tradición oral, pues casi siempre se encuentran dos o tres versiones, algunas contradictorias, sobre un fenómeno bien sea musical, mitológico o cultural en general. Gabriel García Márquez (GGM), contribuyó, desde su narrativa, a alimentar las versiones del origen y leyendas de este género musical. De manera magistral, en Cien años de soledad hace referencia a Francisco El Hombre:

Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de cas doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas par él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar a un acontecimiento que divulgar, le pagaba das centavos para que lo incluyera en su repertorio… Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino.

Es harto conocido en el medio de la Costa del Norte colombiano la leyenda, mito o como lo quieran llamar, de Francisco El Hombre, que tal como lo consigna GGM, desaparecía y aparecía para renovar las noticias. Igual, la historia de la derrota al diablo al interpretar el acordeón y cantar El Credo al revés. Algo como lo que Rafael Escalona hacía en sus composiciones. Son de esa factura La Custodia de Badillo, La Vieja Sara, y la Creciente del Cesar, entre otras muchas. Pero, tanto lo anterior como esta manera de contar la historia, no son más que h pótesis sin ninguna va idez para os estudiosos de las Ciencias Sociales.

Nuevamente en Cien años de soledad el escritor le da estatus a la interpretación de la música vallenata, por medio de un personaje,Aureliano Segundo:

Una mujer joven, que andaba vendiendo números para la rifa de un acordeón, lo saludó con mucha familiaridad… Le tomó tanto cariño desde aquel primer encuentro, que hizo trampas en la rifa para que él se ganara el acordeón… Pasaba las tardes en el patio, aprendiendo a tocar de oídas el acordeón, contra las protestas de Úrsula que en aquel tiempo había prohibido la música en a casa a causa de los lutos, y que además menospreciaba el acordeón como un instrumento propio de los vagabundos herederos de Francisco el Hombre. Sin embargo, Aureliano Segundo llegó a ser un virtuoso del acordeón y siguió siéndolo después de que se casó y tuvo hijos y fue uno de los hombres más respetados de Macondo (Página 78)

A lo largo de su narración, García Márquez va incluyendo los distintos aspectos que han vinculado al acordeón y al vallenato a la vida de los pueblos. La novela es un homenaje a esta música, a sus ntérpretes, a sus canciones y a sus composiciones. Una de las instituciones vinculadas con la cultura del Caribe y con el acordeón es la parranda. GGM nuevamente la consagra en su l bro insigne: “Aureliano Segundo no desperdició la ocasión de festejar a los primos con una estruendosa parranda de champaña y acordeón, que se interpretó como un atrasado ajuste de cuentas con el carnaval malogrado por el jubileo”.

Ahora, no solo en sus novelas, sino en su trabajo como periodista, GGM hacía sus apreciaciones sobre la música vallenata En m libro Cultura, Vallenato y Sent miento, publicado por la Editorial de la Universidad Cooperativa de Co ombia, de Medel ín, en 2005, escribía un aparte denominado Gabriel García Márquez y el vallenato, y traía a colación su famosa sentencia: “no sé qué tiene el acordeón que cuando la oímos nos arruga el sentimiento”. Ese y otros pronunciamientos sobre la música de Francisco El Hombre aparecieron en la publicación Textos Costeños, donde agrega además que “yo, personalmente le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste. Nada sé en concreto acerca de su origen, de su larga trayectoria bohemia, de su irrevocable vocación”.

En esas mismas páginas, publicadas en 1948, el Nobel habla del sentido proletario del acordeón, (así como el de nuestra gaita) y del linaje de su primo hermano, el bandoneón, de sangre noble, de estirpe cuna y de salones exclusivos de la raigambre del sur del continente amerindio: “los argentinos quisieron darle categoría de salón y él, trasnochador empedernido, se cambió de nombre y dejó a los hijos

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