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¿LOS ÚLTIMOS DíAS DE ANNA WINTOUR?

La poderosa editora continúa en su cargo, sentada en la cumbre más alta del mundo editorial y de la moda, pero sus días parecen estar contados Crisis económicas, conflictos personales y, especialmente, un profundo cambio en la cultura amenazan su reinado.

Lo sabe Grecia, lo sabe Roma, lo sabe Inglaterra y ahora lo sabe Anna Wintour: todos los imperios tienen su fin. Y no, no es que la Wintour haya abandonado su perfectamente decorada oficina en el edificio de Conde Nast en downtown Manhattan o que no siga a cargo de la edición de Vogue USA. Tampoco ha dejado de ser la directora creativa del grupo, supervisando el trabajo de docenas de revistas, incluyendo The New Yorker y Vanity Fair; y no se trata tampoco de que el auto negro con chofer no este ahí, esperándola, cada mañana después de su sesión de

Por Manuel Santelices. Fotos: Getty Images.

tenis y al final del día después de abandonar la oficina. Anna sigue siendo una de las mujeres más poderosas del mundo de la moda y, sin duda, la más influyente del mundo editorial. Pero las cosas no son lo que eran.

En su recientemente publicada autobiografía, “Las trincheras de chiffon”, André Leon Talley, legendario editor de Vogue y colaborador de la Wintour durante décadas, lamenta el fin de una era. “Para mi, el traslado de las oficinas al One World Trade Center (el edificio que hoy ocupa Conde Nast) fue el principio del fin. Los cortes financieros y los despidos son conocidos. Tonne Goodman y Grace Coddington- otras dos famosas editoras de moda en la revista- ahora son empleadas free lance, pagadas por día de trabajo. Cuando estaba en Vogue, 22 personas volábamos a Paris para las colecciones: editores, avisadores y quizás uno o dos fotógrafos. Ahora las únicas que se quedan en el Ritz son Anna Wintour y Susan Plageman, la CFO de Vogue. El resto tiene que conseguir sus propios tickets aéreos y asistir a los desfiles en forma limitada. Grace Coddington solía quedarse en el Ritz, donde tenía un auto con chofer. Ahora tiene que hacer la fila para el taxi a la salida del aeropuerto”.

Arriba der: Karl Lagerfeld, Wintour y John Galliano.

Abajo: la primera portada de Anna: una ruptura visual a lo que se venía haciendo en el mundo editorial.

Talley dice que Conde Nast tiene un especial talento para deshacerse de su gente de la manera menos digna. Recuerda como Diana Vreeland, la más célebre de las editoras de Vogue, supo de su salida cuando encontró las puertas de su oficina cerradas con un candado y sus intensos muros rojos pintados ahora de un tenue beige. Su sucesora, Grace Mirabella, se enteró de que había sido despedida cuando vió la noticia en televisión.

Es poco probable que algo parecido suceda con Anna Wintour. Su carácter y fuerza lo hacen poco probable. Pero eso no impide que los rumores sobre el fin de su carrera corran como el viento por los callejones de la moda en París, Milán o Nueva York.

Día día, como gotas de un fatal veneno, aparecen historias en la prensa que sugieren que sus días están contados o que una nueva tragedia anuncia un peldaño más abajo en el panteón del poder. Las oficinas de Vogue están cada día más reducidas, informa un tabloide, y el número de empleados disminuye cada mes. Otro anuncia que Anna y su novio durante las últimas décadas, Shelby Bryan, han terminado. Desesperada por avisadores, Anna ha permitido que productos masivos avisen en Vogue, algo que, en la gloria de hace unas décadas hubiera sido impensable.

Y luego, por supuesto, está el problema de la cultura.

Cuando Anna se hizo cargo de Vogue, en 1987, lo hizo con una triunfante portada que mostraba a una modelo en la calle luciendo un top con pedrería de Christian Lacroix combinado con un par de gastados jeans. Esa portada se sintió como un terremoto en el establishment. Hablaba de personas reales, de high & low fashion, del pulso de la ciudad.

Visto en perspectiva, la imagen podría ser considerada otra muestra del ojo ciego del mundo de las revistas y la moda hacia la gran mayoría de los consumidores, muchos de ellos, a diferencia de la modelo, personas no caucásicas que difícilmente tienen acceso a prendas de lujo. Pero de eso hablaremos más adelante.

Bajo el reino de Anna, Vogue adquirió renovado poder comercial e influencia en la industria. Aún más, extendió sus tentáculos a sitios como Hollywood, Wall Street o Washington, poniendo en su portada a primeras Damas y una lista infinita de estrellas y starlets del cine. Organizó comidas de recaudación para Barack Obama, criticó abiertamente a Donald Trump, conquistó a los grandes titanes financieros de Silicon Valley y se impuso como el árbitro absoluto del estilo y la sociedad internacional, siendo pieza fundamental en las carreras de John Galliano, Marc Jacobs y Thakoon, por nombrar solo algunos. Más importante todavía es su rol como anfitriona de la gala de recaudación del Costume Institute del Metropolitan Museum of Art, más conocida como la gala del MET, una fiesta que solía ser pequeña y exclusiva para personalidades de la moda e importantes filántropos y que, en los últimos quince años, se ha convertido en un circo de fama, dinero y poder sin comparación. Si J.Lo, Gwyneth Paltrow

Sus amigos y celebridades en la alfombra de la gala anual del Met. Junto a su amiga Hillary Clinton.

y Beyoncé van a estar juntas bajo el mismo techo una vez al año, no será en los Oscar, será en la gala del Met.

André Leon Talley tiene su opinión al respecto, como queda claro en su libro: “2019 fue el baile del Emperador desnudo o, como uno de mis mejores lo llamó, ‘Halloween en el Met’. Jared Leto llegó con una réplica de su cabeza en las manos, igual como aparecieron los modelos de Gucci en su desfile de otoño 2018. Katy Perry vino como un chandelier, en un vestido corto que se iluminaba. Más tarde se vistió como una gigantesca hamburguesa, con pickles, kétchup y pan. Su cabeza se asomaba por la comida, y, por lo que pude ver en las fotos, los invitados sacaron bocadillos de su vestido…Como un pájaro en extinción, mi cerebro, rico y repleto de conocimiento, ha sido relegado a los libros de historia”.

Aparte de las críticas por la obsesiva atención de Vogue- y por ende la Wintour- hacia celebridades transitorias y multimillonarios acuerdos comerciales, la revista, y todo Conde Nast, ha sufrido su mayor estocada en manos del movimiento Black Lives Matter y la nueva era de la diversidad. En los últimos meses al menos dos editores del grupo han sido despedidos por lo que se considera poca sensibilidad racial. Vanity Fair, uno de los títulos más importantes de Conde Nast, tiene ahora una editora indo-americana, y Harpers Bazaar, la principal competencia de Vogue, nombró a la primera editora en jefe afroamericana en su historia.

Anna, en esta nueva ola de conflicto social, ha quedado a la deriva. Según Talley, nunca podrá desprenderse de su “actitud de mujer blanca privilegiada”. Eso no significa que no trate.

El pasado “September issue” de Vogue, el más importante del año para la publicación, estuvo dedicado casi completamente a la cultura afroameri-

Anne con su esposo Shelby Bryan y junto a sus hijos Bee y Charles Shaffer.

cana, un aplaudido intento que quizás llegó demasiado tarde. Y no lo decimos nosotros, lo dice The New York Times, que al mes siguiente, en sus páginas de negocios, publicó un largo artículo donde “algunos empleados dicen que la poderosa editora cultivó un lugar de trabajo con desventajas para mujeres de color’.

La lluvia de rumores, innuedos, comentarios y sospechas llegó a su punto máximo con ese artículo, que corrió el velo sobre la precaria situación de la que alguna vez fue la intocable de la industria.

El reportero Edmund Lee señala en el artículo que periodistas afroamericanos, hablando en condición de anonimato por miedo a retribución, no se han recuperado de sus experiencias en una revista que refleja en sus oficinas el mundo que publica en sus páginas. “Bajo Ms. Wintour, dicen 18 personas, Vogue prefirió a un cierto tipo de empleada- alguien delgada y blanca, típicamente de una familia rica y educada en colegios de élite.

De los 18, 11 dijeron que, de acuerdo a su modo de ver, Wintour no debería seguir a cargo de Vogue y debería renunciar a su cargo como líder editorial de Conde Nast”.

Las nubes se hacen cada vez más oscuras en el horizonte de Anna. Su mundo de fantasía y glamour, de extraordinaria celebridad e inconmensurable lujo y privilegio, ha quedado a estas alturas sepultado bajo el peso de la realidad actual, con todos sus conflictos y desigualdades. En este nuevo mundo Anna todavía tiene un rol, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta cuando.

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