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Psicología

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Desde New York

Desde New York

Síndrome de la tiara Pasividad y silencio: mujeres invisibles

En el complejo mundo laboral, marcado por el compás del estrés, la productividad y los resultados, hay mujeres que lo entregan todo y viven la espera silenciosa de un reconocimiento. Algo detiene su ímpetu de pedir, algo las frena a la hora de mostrar su capacidad y valía. Es el síndrome de la tiara.

Por Martha Dubravcic. Fotos: 123rf.

O

curre a menudo. Llámenlo sumisión femenina, perfeccionismo, compromiso con el trabajo y agreguen todos los etc. que puedan. Carol Frohlinger y Deborah Kolb, investigadoras y autoras de varios libros, decidieron denominar a este comportamiento como síndrome de la tiara. ¿Qué es? Aquella conducta, principalmente propia de las mujeres, de desempeñarse pasivamente en su trabajo, cumpliendo a la perfección sus labores, a la espera de la mirada y el reconocimiento de algún superior, que “simbólicamente” les estaría entregando una tiara. Esta corona representa metafóricamente el reconocimiento, que puede expresarse en un aumento de salario, un ascenso o, simplemente, en un agradecimiento que cargue la dosis suficiente de “valía”.

Esta dinámica se hace más visible en tiempos modernos, en que la mujer, al menos en teoría, conquista cada vez más espacios laborales. El estudio McKinsey, que mide las tendencias profesionales en el mundo, señala que el 36% de los hombres aspiran a tener un cargo directivo frente al 18% de sus colegas mujeres, según el portal graziamagazine.com. Es revelador.

El rElato dE la princEsa

Los cuentos de princesas instalaron en nosotros creencias que tienen peso en nuestra conducta y una de ellas es la idea de que la mujer es rescatada por un hombre, al que ella espera pasivamente para que su vida adquiera sentido. Significa entonces que, sin ese reconocimiento, no sirve, no vale, no existe.

Christian Hidalgo, psicólogo y máster en Gestión de la Innovación Empresarial, con

¡Mírame!, soy buena, lista e inteligente, parece ser el grito de cada silencio que reina en muchos ambientes de trabajo habitados por una o más mujeres. Pareciera que creemos en el silencio; quizás porque la modestia requiere de ese silencio.

más de diez años de experiencia en el área de recursos humanos, nos ayuda a entender mejor esta lógica y las razones por las que el síndrome de la tiara es más inherente al mundo femenino. Señala que tiene que ver con los roles de género; “este condicionamiento es muy común desde nuestra infancia, por ejemplo, en las películas de los 70 y 80 (Sirenita, Bella durmiente, Cenicienta, entre otras) es fácil observar a las princesas esperando a que el príncipe encantado las rescate de su mortal sueño, de la madrastra malvada o del villano de turno; podemos deducir que la mujer debe esperar ser defendida por el héroe…” dice el experto.

A ello añadimos que la princesa, además, debe ser modesta, porque la modestia tiene un alto valor social en el mundo femenino. Desde pequeñas nos enseñaron a agradecer el reconocimiento del otro, pero no a expresar nuestro propio reconocimiento. Al contrario, hacerlo puede ser mal visto, pretencioso y suele ser censurado; es común que se sentencie a alguien de trepadora, arribista o impostora cuando, frente a sus superiores, pone en evidencia sus

habilidades y la calidad de su trabajo. Vemos entonces que hay un componente cultural enraizado incluso en los sistemas educativos y en las creencias familiares. A las mujeres –al menos hasta hace unas décadas- nos educaban para la complacencia, y podemos identificar un universo de situaciones, desde la obediencia a los varones hasta la atención abnegada al esposo; ¿por qué entonces no trasladar ello al espacio laboral? Sobre este aspecto, Christian confirma que venimos reforzando estereotipos sociales y plantea un ejemplo: “¿Porque las mujeres deben usar falda en los colegios? Estéticamente puede ser que luzca muy bien, funcionalmente no. Correr, jugar, subirse a un árbol, escalar son básicamente impensables con falda; por lo tanto, lo correcto socialmente es sentarse y ver cómo los hombres lo hacen y vitorearlos. Algo similar pasa con estos estereotipos de género en los cargos, donde asignamos roles laborales específicos para mujeres”.

cuando El brillo dE la tiara nos opaca

Como la joya que es, la tiara debería dotarnos de extraordinaria belleza y bañarnos del brillo necesario como para sacar a relucir lo que somos. Quisiera pensar que todas somos lo suficientemente listas como para brillar con luz propia y no necesitar de una tiara; sin embargo, muchas veces no somos capaces de verlo.

Vivir a la espera de aquella joya no debe ser nada grato. Como no lo era cuando las chicas pasivamente esperan que los chicos las escogieran para bailar en una fiesta. Tampoco debe haber sido grato para aquellas jovencitas –de otros tiempos- que esperaban que, a una determinada edad, alguien las a nivel emocional, el experto señala que la falta de reconocimiento es un factor de desmotivación. según él, la falta de balance de tareas en el hogar puede generar un cansancio no solo físico y mental, sino también de espíritu, al vivir en una continua rutina donde nadie tiene un gesto de agradecimiento o reconocimiento.

pidiera en matrimonio. Si se preguntan qué tiene que ver lo uno con lo otro, o si las analogías son descabelladas, diremos que el hilo conector es la pasividad, aquella que adormece a tantas mujeres y que las conmina a creer en una paciente espera por algo o alguien que otorgue valor a su existencia o, en este caso, a su trabajo. ¿Cuál es la factura a pagar? Christian lo expresa claramente: “El mayor precio es el dejar pasar oportunidades de crecimiento profesional; las mujeres tienden a esperar contar con el mayor número de requisitos para optar a una mejor posición dentro de las organizaciones vs los hombres, que tienden a postularse aun a sabiendas de que no llenan todas las características del cargo. Otra consecuencia es negociar salarios más bajos aun cuando su rol tiene un impacto de relevancia”.

Mucho se habla de que a las mujeres les cuesta pedir. Pareciera que esta poderosa declaración permanece ajena a nosotras. Linda Babcock y Sara Laschever, autoras del libro Women Don’t Ask: Negotiation and the Gender Divide (“Las mujeres no piden: negociación y brecha de género”), asistían a un

el psicólogo hace referencia a estudios de la onu que señalan que “las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas. dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados...”.

MBA y al ver que la mayoría de los profesores eran hombres, mientras que las maestras adjuntas eran mujeres, consultaron al decano de la Universidad sobre el motivo de aquella desproporción. Él respondió que “son ellos los que nos piden impartir las clases, ellas no se atreven”. Curiosamente, fue el impulso para escribir el libro e investigar sobre el tema. ¿Es posible que el impacto de la tiara llegue más allá del espacio laboral? Todo indica que sí. Christian dice que ciertas características de sumisión pueden también expresarse en distintos ámbitos, puesto que los roles de género están muy presentes en la sociedad y podemos repetir esos patrones. “Marina Marroquí en su conferencia ‘El amor no duele’, comenta cómo se idealiza las relaciones, colocamos al chico malo como el más atractivo y esperamos que cambie por el gran amor que siente; y en anhelo de ese amor tan esperado, la mujer es capaz de aguantar violencia psicológica o en muchos casos hasta física”, analiza el experto.

¿cóMo salir?

Quizás haya que empezar a poner nombre y apellido (los propios) a cada logro. Quizás tomar conciencia de lo que perdemos por permanecer en silencio sea también un impulso hacia la acción.

Carol Frohlinger y Deborah Kolb señalan cinco claves para salir de este síndrome: inteligencia, recursos, marcar la diferencia, buscar cierto apoyo y tener absoluta confianza en una misma. Si bien suena fácil, es un proceso complejo. Christian sugiere ciertas acciones, como posibles salidas: “buscar imágenes femeninas exitosas de quien puedas aprender y quienes puedan convertirse en tus mentoras;

“las mujeres en las organizaciones tienen características de ser responsables y altamente colaboradoras, sin embargo, es muy común que manejen un bajo perfil en cuanto a ‘vender’ sus logros”.

autoanálisis: dónde estoy y dónde me gustaría estar; tener conversaciones honestas con tu líder y mostrarle tu interés en crecer y desarrollarte; conectarte con tu ambición: repítete constantemente ‘me lo merezco y lo valgo’”. También enfatiza en tres niveles de responsabilidad. “Las organizaciones deben crear espacios meritocráticos, políticas claras y transparentes; los líderes deben sacar lo mejor de cada uno de sus colaboradores, darles feedback y acompañarlos en sus procesos de crecimiento; pero la mayor responsabilidad recae en uno mismo; gestionar conversaciones claras y tomar las oportunidades solo depende de nuestras ganas de seguir creciendo. Si traducimos esta misma lógica al hogar, el primer paso será conversar con la pareja sobre el balance de las tareas”. Así, el desafío es grande, y a veces el camino es largo e incluso doloroso. Pero salir de aquella espera por una tiara cuyo brillo opaca nuestra vida -aunque suene a un sinsentido- nos otorgará un rédito sorprendente. Será entonces, cuando habernos subido al tren transformador habrá valido la pena.

Un encuentro pensado en función de la gratitud para compartir con los amigos que son como familia.

Redacción Cosas. Fotos: Pablo Rodríguez

Después de vivir unos meses de incertidumbre, de cambios importantes en la vida de muchos, incluso de nostalgia, sentimos que era hora de reunirnos, sin los abrazos cálidos de antes y sin cercanía física, pero en un encuentro tan necesario para agradecer por todo aquello que aún nos acompaña y por los amigos de siempre.

Fue así que se planificó un brunch de Thanksgiving -el Día de Acción de Gracias- que si bien no es una tradición local, hoy más que nunca se la sintió tan necesaria para reflexionar sobre todo aquello por lo que debemos ser gratos, por los momentos vividos, por la gente, por el trabajo, por un día más de compartir con la familia...

Y para una celebración tan bonita, se necesitaba el lugar perfecto. Fue así que el restaurante Santana, en la Plaza Central del Centro Comercial Scala Shopping, fue el ideal. Con estrictas medidas de seguridad, con distanciamiento y desinfección adecuada, varias amigas pudieron disfrutar de un menú delicioso: una variedad de picaditas, frutas, embutidos, Tigrillo, bolones, entre otras delicias que se acompañaron de jugos naturales, café y un brindis con un delicioso espumante,

Calvet. ¡Fantástico inicio!

Las mesas estuvieron compuestas de máximo cuatro invitadas dentro de su mismo círculo de confianza, lo que permitió disfrutar con mucha más tranquilidad. El ambiente estuvo amenizado por música en vivo, perfecto para vivir la emoción de un reencuentro tan esperado.

Un agradecimiento lleno de cariño y detalles

Y como siempre, los obsequios estuvieron presentes para las invitadas: una canasta con productos de las marcas preferidas: Lava, con su línea Premium, D/Bond con una práctica mascarilla, Misty con sus ambientadores, geles y desinfectantes de mano que son los más necesitados en esta temporada; Harina Ya con su avena, harina y masa para pancakes; un práctico dispensador de té gracias a Diners Club con una deliciosa variedad para disfrutar en casa, Nature’s Sunshine con sus suplementos alimenticios (Calostro y Mortiño) perfectos para complementar una dieta sana y balanceada; Nosotras con jabones íntimos y protectores diarios y Martiderm, la línea de cuidado facial imprescindible para tu rutina diaria.

Fue un espacio muy esperado por muchas de las invitadas quienes no pudieron ocultar su emoción al volverse a ver. Un encuentro de esos que se agradecen con el corazón.

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