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Moda
from COSAS 378
en el que logra desmenuzar las complejas emociones que componen una relación tóxica y sexista y los antecedentes que la condujeron a eso: su infancia en Kenya, la relación con su madre y la cultura machista de la época. En las más de trescientas páginas del libro, Pattie relata como su madre esperaba que fuera un hombre y la llamó Michael durante todo su embarazo; nos deja entrar en sus solitarios días en un internado católico, en donde tuvo una infancia caracterizada por el nerviosismo y la inseguridad (mojó la cama hasta los trece) y expone las infidelidades de su padre y su padrastro y la negligencia de su madre. En una prosa clara y poco pretenciosa, Boyd transita pasajes que, aunque desagradables e incómodos, logran ser descritos desde la distancia y la neutralidad emotiva: “Esta es mi verdad; una verdad que no necesariamente coincidirá con lo que otros recuerdan. Pero si mi historia va a tener algún tipo de validez, debo contarla como yo la veo.
Siempre he sido una persona intensamente reservada y nunca se me ha dado muy fácil hablar de mis sentimientos, en parte porque he atravesado una vida de mucho dolor y no quería compartir mi historia hasta que fuera capaz de compartir ese dolor desde una perspectiva saludable” confiesa.
MúsiCa, gEniaLidad y Misoginia
En este contexto, es inevitable escuchar el magistral riff de Layla y estremecerse no solo por la genialidad musical del que proviene, sino por todo lo que hay detrás de él. Clapton compuso la canción para intentar seducir a Pattie, la mujer de uno de sus mejores amigos. Pero, como lo muestra su biografía, una vez que la tuvo, la dio por sentado. Cabe, entonces, ese término, tan fuerte y tan de moda: misógino. ¿Por qué? Los pa-
aunque se cree que pattie inspiró el tema Something, George Harrison declaró, años después, que cuando la compuso no estaba pensando en ella, sino en ray Charles. sin embargo, sí se la dedicó a pattie en más de una ocasión y la relación de la musa con el tema lo hizo más famoso con el tiempo.
sajes descritos en el libro de Boyd solo pueden comprenderse dentro de la franja de emociones tan bajas como el odio. Durante su relación con Pattie (y posteriormente con su segunda esposa Lory Del Santo, a quien conoció mientras aún estaba casado con Boyd), Eric Clapton se comportó como un odiador de mujeres; las usaba; las descartaba y jugaba con sus mentes, aún cuando ese odio hubiera estado en gran parte nutrido por su terrible adicción al alcohol y la heroína y su irremediable torpeza emocional.
Pero Clapton no era el único odiador; lo eran también las mujeres que se relacionaban con él, se odiaban a sí mismas, se odiaban entre ellas y, muy probablemente, sus madres se odiaban también. Ese fue, al menos, el caso de Pattie, descrito en el libro, en sus propias palabras. Recordaba haber sido testigo de las infidelidades de su padre y su padrastro, dos hombres profundamente machistas, sin haber nunca comprendido por qué su madre las permitía y las callaba y por qué siempre había puesto a los hombres por encima de su propia hija. Para Pattie, eso se tradujo en una adultez en la que se vio expuesta los terribles riesgos de compartir su vida con un adicto extremo, con quien estuvo varias veces al punto de la muerte y junto a quien fue humillada y maltratada en un sinnúmero de formas.
En cierta forma, Eric era un dios cruel y Pattie era su esclava: “Lo que yo sentía por George era un profundo amor. Lo que Eric y yo teníamos era una pasión intoxicante e indomable. Era tan intensa, urgente y arrolladora que casi me sentía fuera de control. Después de haber tomado la decisión de dejar mi matrimonio, sabía que tenía que estar con él, ir a todas partes con él, hacer todo lo que él hacía y seguirle el paso de cualquier manera, lo que, en el tour por Estados Unidos en 1974, significaba tomar alcohol” recuerda.
El libro de Pattie debería ser una lectura obligatoria en un momento en el que se busca romper el silencio de las mujeres (y hombres) perjudicadas por la violencia sexista en todas sus formas. El cierre de esta edición coincide con la denuncia pública de varias exparejas del músico ecuatoriano Mateo Kingman, quienes alegan haber sido abusadas por el artista (violencia psicológica, negligencia sexual y exposición sexual de riesgo, violencias tipificadas en el código penal); una de ellas, la reconocida cineasta ecuatoriana Ana Cristina Barragán. La denuncia resulta demoledora para la imagen de una figura destacada de la música, alguien que se había mostrado abiertamente como defensor de la naturaleza y aliado del feminismo. Pero casos como el mencionado arriba abundan. Este año también salieron a la luz varias denuncias al también músico Hugo Caicedo, vocalista de la banda ecuatoriana Sudakaya y las redes sociales van acumulando más párrafos de “escraches” (el sistema de denuncia pública desarrollado por el feminismo para alertar a las mujeres de posibles agresores, desde la voz de las propias víctimas) cada mes. En ese contexto, lecturas como la narración de Pattie son básicas para tomar conciencia de un comportamiento tóxico al que nos hemos acostumbrado mujeres y hombres, amparándolo bajo la cúpula intocable de la escena del rock. Poco parece haber cambiado desde los setenta y, sin embargo, muchas estructuras se han desplomado, aunque sea parcialmente. ¿Cómo concluir, entonces, este viaje por pasajes tan brillantes como cruentos de la ardua labor que supo-
Pattie Boyd estuvo casada con George Harrison entre 1966 y 1977. pero se separó de él en 1977 para unirse con eric Clapton, con quien estuvo casada entre 1979 y 1989.
ne ser la musa de dos de los genios musicales más grandes de la historia? ¿Deberíamos tal vez terminar con un tono conciliador sobre lo importante que ha sido el rock para el arte y la cultura y justificar en su nombre cualquier atrocidad y todo tipo de dolor?
“Nuestra generación realmente estuvo al frente de una revolución. Tristemente muchos amigos no sobrevivieron. Yo tuve suerte. Sobreviví. No tenía el gen adictivo; de lo contrario, me habría hundido junto a Eric; nos habríamos emborrachado hasta la muerte. Pero repasando mi vida una y otra vez no cambiaría nada de ella. Amo la música y amo todo lo que se dio con el rock and roll. Me arrepiento de permitir que Eric me sedujera y desearía haber sido más fuerte. Creía en el matrimonio para siempre. También me habría gustado saber que no tenía que ser una alfombra y permitir que mis esposos fueran tan descaradamente infieles. Sin embargo, si me hubiera resistido a Eric, no habría conocido esa increíble pasión; ese nivel de intensidad a es raro y tampoco habría sido la inspiración de esa de hermosas canciones. Ahora sé que puedo vivir sola y en muchas maneras soy más feliz de lo que he sido nunca. A través del autoconocimiento he alcanzado la autoaceptación” reflexiona Pattie en el cierre de su libro. Al final del día, quizás sólo se trate de asumir la vida en su complejidad, de llamar a las cosas por su nombre y de aprender a distinguir entre la realidad y la fantasía.