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Vivir y morir por los humildes

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Sin poder volar

Sin poder volar

El 11 de mayo de 1974 el frío se había apoderado de la ciudad. A las 20:15, cuando el Padre Carlos Múgica se retiraba de la iglesia San Francisco Solano, ubicada en Zelada 4771, el termómetro apenas rozaba los 8 grados. Hacía unos minutos había terminado de celebrar misa y se disponía a subir a su Renault 4 azul, que lo esperaba estacionado en la puerta de la iglesia. No alcanzó a dar un par de pasos en la vereda cuando fue baleado a quemarropa por el ex subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la lopezreguista Triple A. Sangrante y malherido, fue trasladado de urgencia a la guardia del viejo hospital Salaberry, de Alberdi y Pilar, donde murió a las pocas horas.

A 49 años de su asesinato, este jueves 11 de mayo vecinos y organizaciones sociales y políticas de la Comuna 9 llevarán a cabo la habitual jornada de homenaje anual a la figura de quien fuera conocido como el “cura de los humildes”. Con su espíritu militante y su voluntad de reivindicación de los sectores más postergados, Mugica intentó por aquellos años marcar el camino hacia una Argentina justa, libre y soberana.

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Desde el retorno de la democracia, la figura de Mugica se convirtió en un emblema para diversas agrupaciones sociales de la zona, pero hace dieciséis años, esa necesidad de mantener vigente su legado, se cristalizó en la denominada “Comisión de Homenaje Permanente por el Padre Carlos Mugica”, que encabezan los dirigentes locales Lorena Crespo y Alberto Espiño, y nuclea a diversas entidades culturales, religiosas y políticas de la zona. En esta oportunidad, la jornada volvió a convocar a los vecinos en la plaza Salaberry, de Juan B. Alberdi y Pilar, predio donde por entonces se ubicara el histórico hospital de Mataderos. Allí, como cada año, en torno a la placa que recuerda a Mugica, la Comisión volvió a homenajear, una vez más, la figura del sacerdote que fuera un emblema de la Villa 31 de Retiro. El acto se inició a las 18:30 con la proyección de un video que compila testimonios del propio sacerdote, con entrevistas y testimonios de quienes lo conocieron. El primero en hacer uso de la palabra fue el Padre Francisco Paco Olveira, integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres, quien recordó a Mugica y destacó la vigencia de su acción y de su pensamiento. “Siendo rico se hizo pobre y siendo gorila se convirtió al pueblo, porque vio el dolor de la gente”, remarcó en uno de los pasajes de su discurso.

Luego fue el turno de Ricardo Capelli, fiel amigo de Mugica, quien el 11 de marzo de 1974 se encontraba a unos me -

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MONTIEL 1382 - CABA tros del sacerdote cuando le dispararon a sangre fría. De hecho, él también recibió cuatro balazos y debió ser atendido de urgencia.

“Cuando nos llevaron heridos al hospital Salaberry, Carlos instruyó a los médicos con un pedido: ‘primero hay que salvar a Ricardo’”, recordó Capelli con la voz entrecortada por la emoción. Y luego agregó “así fue siempre, militó el dar la vida por el otro, y así lo aprendimos nosotros; en contacto codo a codo con el pueblo es como tenemos que ir a joder a aquellos que son poderosos”.

Tras las palabras de Capelli llegó el turno de la juntista local del Frente de Todos, Lorena Crespo, quien subrayó “no venimos acá para la nostalgia, sino para la obra”.

Posteriormente, el actor Raúl Rizzo –vecino de Liniers- leyó el poema “Meditación en la villa”, que fuera escrito por el propio Mugica. El acto continuó con otros oradores, quienes expusieron sobre lo que significa para el presente la vida del cura de familia tradicional criado en Recoleta, que ejerció su condición de sacerdote en la villa 31.

Tras los discursos, se leyó un documento titulado “Carlos Mugica, un hombre para el pueblo”, que concluyó con un pronunciamiento que denunciaba la complicidad civil con la dictadura militar.

Luego de dejar una ofrenda floral al pie de la placa que evoca la figura del Padre Mugica, minutos antes de las 20 partió la tradicional marcha de antorchas, que unió las veinte cuadras que separan la plaza Salaberry de la parroquia San Francisco Solano, de Zelada y Homero, donde desde las 20:30 se celebró la santa misa oficiada por los Curas Villeros en Opción por los Pobres, que, entre otras

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Una vida, una lucha

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930 en el seno de una familia de clase alta y numerosa. Egresado del Colegio Nacional Buenos Aires y a poco de iniciar la carrera de Derecho en la UBA, el joven Carlos Mugica viajó a Europa con amigos y sacerdotes y fue allí cuando comenzó a madurar su vocación religiosa, que definiría a los 21 años. Desde entonces se sintió atraído por el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, por el accionar del Che Guevara, por Camilo Torres, por Mao Tse Tung y por el peronismo de izquierda (Montoneros).

Ya conocía de este movimiento a Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, con quienes había participado en 1966 de una misión rural en Santa Fe.

Pero a comienzos de la década del 70, al mantener profundas diferencias con las acciones violentas de la guerrilla armada, se distanció de ellos y expresó públicamente “como dice la Biblia, hay que dejar las armas para empuñar los arados”. Sin embargo, esta relación le sirvió para tomar el camino de la lucha y el compromiso social con los sectores más humildes de la sociedad. Habiendo conocido personalmente por esos tiempos a Juan Domingo Perón durante su exilio en España, a su regreso decidió colaborar y luego militar en el “equipo intervillas”, ejerciendo su vocación religiosa en la Parroquia Cristo Obrero, de la Villa 31 de Retiro. A la par, desde la Cátedra de Teología en la Universidad de El Salvador y en las facultades de Ciencias Económicas y Derecho, pudo expresar sus claras ideas a favor de los más desposeídos. Pero sus homilías, como las de todos los sacerdotes tercermundistas, eran grabadas por los servicios de inteligencia de los militares, pese a lo cual no renunció a su comprometido sacerdocio.

Su último cargo público fue el de asesor del Ministerio de Bienestar Social del gobierno de Héctor Cámpora en 1973, al que renunció por discrepancias con el ministro José López Rega. “Me voy porque el ministro no cumplió con las promesas a mis hermanos villeros”, puntualizó Mugica, en lo que para algunos fue algo así como firmar su sentencia de muerte. A partir de ese momento, comenzó a circular entre sus colaboradores que la Triple A -que respondía a López Rega- lo mandaría matar, incrementándose las amenazas de muerte que tristemente se concretaron el 11 de mayo de 1974. Sus restos descansan hoy en la parroquia de la Villa 31 de Retiro –el territorio que eligió para vivir y predicar- donde el espíritu del cura obrero habita en el corazón de la gente. Desde el 10 de mayo de 2014, un monumento recuerda su figura en la esquina de 9 de Julio y Arroyo, a pocas cuadras de la casa donde naciera el “mártir de los pobres”.

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