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de letras
Una vez más le damos lugar a esta sección, dedicada a dar rienda suelta a la creatividad literaria de nuestros lectores. En esta oportunidad incluimos un cuento que recrea la intrincada relación de dos hermanas con su padre. El texto -escrito con pasión y maestría- relata los vericuetos de una historia hogareña en un marco de tensión que se planta desde el comienzo. Elaborado por la vecina Inés Vendramín, el relato transcurre en la singularidad del paisaje linierense, que hace las veces de telón de fondo para echar a rodar una historia que ahonda en el entramado familiar. De esta forma, aquellos lectores que deseen remitir sus escritos literarios a esta redacción –en formato de cuento o poesía- para ser publicados en este espacio, podrán hacerlo vía mail a cdebarrio@hotmail.com o de manera postal a Rivadavia 10718 7º Piso Dpto. 34 (1408) Ciudad de Bs. As. El único requisito es que la historia transcurra en algún punto de nuestra entrañable geografía barrial. Relaciones difíciles
Un hombre no puede hacer otra cosa que dar lo que tiene, siendo lo que es.
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Mary Renaut
No sabía cómo interesarla, de todos modos, le dijo:
– Ayer él se sintió enfermo, quedó internado en el Santojanni, no quiere que vayamos. – ¿Otra rareza más o coqueterías del viejo? –preguntó Isabel, irónica.
– Está sin dientes, el enfermero le quitó la prótesis; es humillante ¡Pobre!
– Sabe cómo alejarnos de su lado –dijo, mordaz. Mariam agregó:
– Me había despertado temprano, triste, como si alguna desgracia me estuviera esperando en el llamado reiterado del teléfono. Deseé unirme a esas manifestaciones de protesta que hoy corren por allá, mañana los mismos protestan del otro lado, sin pensar en nada, sin saber qué hacen… y cobran… Turbada miró a su hermana Isabel, tan bella, tan sensata.
– Borrá de una vez nuestro loco pasado y ¡dale para adelante!
– No puedo. Recuerdo como si fuera hoy que papá dijo: “Me alegro de que Isabel se escapó con tu novio, Mariam”.
La humillaba de mil maneras vengándose en ella por ser la viva imagen de su mujer, quien un día, sin palabras, subió a la moto de él… Los bomberos sacaron el cuerpo debajo del camión.
Por cierto, en época joven, él sabía fascinar a otras mujeres. Ahora casi siempre solo, borracho, mirado con desprecio. Sin importarle se limpiaba la boca con las manos sucias o se rascaba la picazón por la mugre.
Su hija “la solterona” con la cara roja de vergüenza lo buscaba de bar en bar hasta encontrarlo en un estado lastimoso; lo llevaba a casa tras vencer su resistencia.
– Hoy que el sol brilla iré a ver a papá, aunque él prefiere estar solo; acompáñame.
– El Santojanni nos queda lejos –respondió Isabel desganada.
– No exageres, si estamos cansadas, volveremos en taxi; ya sé que las tarifas suben seguido, como todo. De paso hagamos unas compritas por Lisandro de La Torre.
En la esquina de Boquerón y La Cautiva las demora una vecina preguntándoles por la salud del enfermo.
– Sigamos, Mariam, que se nos hace tarde. No olvidemos retirar Cosas de Barrio, tiene artículos excelentes, ahora me atrapó las
“Grandes Bibliotecas de la Historia”. Frente al Santojanni, en Martiniano Leguizamón se consigue.
– Hablando de bibliotecas, pasemos por la querida José Hernández, ojalá abra pronto, veamos que tal van los arreglos… En las varias visitas al hospital el padre no quiso recibirlas, pero Mariam, constante, volvía. Una mañana, en un pasillo del hospital, un chiquillo dejaba que las lágrimas, sin secar, corrieran por su carita.
– ¡No llores…! ¡Ya está…! -buscó en su cartera un pañuelo de tela, suave le secó las mejillas- Guardalo y cuando llores de alegría, secate con él…
– ¿Cuándo será? –interrumpió todavía sollozo.
– Muy pronto, muy pronto, querido
–No supo si la había escuchado. El niño tomó su mano, entraron a la habitación, el viejo ¿dormía? A la pálida luz la dentadura, sobre la mesita, impresionaba en una mueca macabra. De tan notorio el dolor de las dos hermanas, el niño entendió que el viejo estaba muerto. Salió despacito, con disimulo guardó en un bolsillo la prótesis dental. Llegó hasta la construcción cercana. La tarde anterior había llovido formándose una pileta. – ¡Adiós abuelo! –les dio un beso, los tiró al agua y se quedó mirando cómo flotaban. Los dientes parecían reír.
Inés L. Vendramín
Espectáculos / Policiales
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