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bibliotecas de la historia

Por Alejandro Andrés Bressi (*)

En esta novena entrega -o papiro N° 9- de los grandes centros de conocimiento de la historia, les propongo conocer el surgimiento de la encuadernación. Con el desarrollo de la imprenta comenzó una nueva época para los libreros, pero también se abrió un nuevo capítulo en la historia: el de la encuadernación. Poco a poco, esta actividad se desarrolló como una industria con una organización especial. En el siglo siguiente a la invención de la imprenta fue corriente que los impresores encuadernasen también sus libros; especialmente los libros producidos por las grandes imprentas, pero, por lo general, fue personal especializado el que también en ellas se ocupó de la encuadernación. Se sabe que Ratdolt, Caxton, Koberger y otros más empleaban encuadernadores dentro o fuera de sus imprentas. Cuando los libros impresos llegaron a ser más numerosos y baratos en su producción, ocurrió lo mismo con los métodos de encuadernación; pues se buscó una encuader- nación que fuese más barata que la que se realizaba en frío, en la que la decoración consistía en muchos hierros pequeños, cuya impresión era tarea prolija.

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En el último tercio del siglo XVI se comienza en Holanda (hoy Países Bajos) a realizar encuadernaciones en las que la decoración de toda una tapa se grababa en una plancha de metal, que con una prensa de troquel se imprimía sobre la tapa de una sola vez. Era sólo una variante del estampado en frío, y las figuras se grababan en la plancha, con los pequeños hierros de antes, de forma que la decoración quedaba en relieve sobre el cuero.

Los temas eran figuras de santos, ángeles, pájaros, ramas en flor, figuras grotescas de animales, armaduras, etc.

Tiempo después de introducirse la imprenta, la encuadernación dejó de ser una ocupación para monjes y encuadernadores adscritos a las universidades; se convirtió en un oficio civil y, desde finales del Siglo XV, se conservan los nombres de muchos encuadernadores alemanes laicos en las leyendas que forman parte de la decoración, por ejemplo el de Erfurt, Johan Fogel, de quien consta el haber encuadernado dos ejemplares de la Biblia de las 42 líneas. Una evolución completamente diferente y de mayor importancia sufrió al mismo tiempo la encuadernación en Italia.

A través de Venecia y de otras ciudades comerciales se mantenía una activa relación con el Oriente y, a finales del siglo XV, justamente cuando, como hemos visto, la imprenta, bajo el influjo del Renacimiento, había alcanzado un considerable desarrollo, llegaron a Italia encuadernadores orientales. Lo que enseñaron estos encuadernadores orientales a sus colegas de Italia fue, en parte, diferentes características técnicas y nuevos temas decorativos.

Al hablar aquí de Oriente, nos referimos sólo a su parte islámica. En China, India y los restantes países en relación con ellos, no se empleó la encuadernación; los libros chinos, en la antigüedad y en el día de hoy era y es una cubierta de papel de color o de seda, y las pequeñas hojas indias de palma eran reunidas para formar un libro por medio de tapas de madera más o menos decoradas.

En el mundo mahometano -como en Europa- se empleaba la encuadernación en cuero, y los persas, en especial, fueron maestros en esta especialidad, que además decoraban a la perfección.

Fue principalmente la técnica del dorado lo que los italianos aprendieron de sus maestros islámicos. No debe entenderse, por lo tanto, que el estampado en frío fuese abandonado; la ornamentación en frio que se utilizó en un momento con cierta cautela, fue hechas en Budapest durante los años 1470-90, pero por un maestro que había conocido en el sudoeste de Europa al estilo islámico, porque su decoración muestra indudables aspectos orientales, así como son las primeras encuadernaciones de Europa en las que aparece el dorado.

Nos encontramos en la próxima entrega. Y recuerden que recibimos sus consultas, sugerencias y opiniones en el correo electrónico: alejandroandresbressi@gmail.com.

(*) Bressi es vecino de Liniers, bibliotecario profesional, exresponsable de la biblioteca José Hernández, profesor de inglés, historiador e investigador de las grandes bibliotecas de la historia.

Por mirar el celular casi lo arrolla un tren en el paso a nivel de Cuzco

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