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A YeAr of extreme events Luis Fernández-Galiano
from Cosentino C 20 21
by Cosentino
Un año de extremos
A Year of Extreme Events
Luis Fernández-Galiano
De la nieve a la lava, en España este ha sido un año de eventos extremos. Nada relaciona la borrasca Filomena con la erupción de Cumbre Vieja, pero ambos sobresaltos se producen mientras procuramos recuperarnos de una pandemia histórica que ha detenido la vida del planeta. Las ciudades vacías e inmóviles fueron una imagen tan emocionante como verlas cubiertas por una nieve unánime, o como contemplar las coladas de lava incandescente y los campos sepultados bajo un manto silencioso de ceniza, pero estos impactos estéticos no pueden ocultar las muertes y la angustia producidas por el virus, los daños y la parálisis urbana causados por la tormenta, o la desaparición de casas, cultivos y memorias bajo el imperio sordo del volcán. Encomendados a los saberes inciertos de epidemiólogos, meteorólogos y vulcanólogos queremos ignorar otros eventos que sacuden un mundo en emergencia climática: el shock geopolítico ocasionado por la retirada de Afganistán y el Aukus; el shock económico provocado por el encarecimiento del transporte de mercanías; y el shock energético que tiene origen en la difícil sustitución de los combustibles fósiles.
El G-20 decidió no financiar centrales de carbón y fijó en 1,5°C el incremento de temperatura, pero sin China y Rusia el acuerdo es imposible de cumplir. Es bueno que el Nobel de Física se haya concedido a los pioneros en la modelización del clima, pero no necesitamos más verificación científica del calentamiento global, sino más compromisos políticos de reducción de gases de efecto invernadero. Y aunque cabe felicitarse de que la guerra arancelaria entre los EE UU y la UE haya disminuido su encono, las dificultades logísticas siguen nublando los intercambios comerciales, el repunte de la inflación arroja sombras sobre el futuro, y nuestro continente, debilitado por el Brexit o el ocaso de la OTAN, sigue teniendo su talón de Aquiles en la carencia de compañías tecnológicas y fuentes energéticas.
Los reunidos en la COP26 de Glasgow han ofrecido el habitual aluvión de buenas palabras, pero no es fácil separar esa asamblea multitudinaria de los eventos extremos que puntean las vísperas del encuentro: el cierre de uno de los dos gaseoductos que llegan a España desde Argelia, la terminación del Nord Stream 2 que lleva el gas ruso hasta Alemania, la promoción por Francia de una nueva generación de centrales nucleares modulares, o el ensayo de un apagón general en Austria, intentando mejorar la preparación ante un suceso cada vez más probable, habida cuenta de la interconexión de redes y la verosimilitud de un accidente en cadena. El incremento del recibo de la luz es solo la punta del iceberg que dificulta los paisajes de la transición energética hacia fuentes renovables, un empeño colectivo imprescindible si queremos evitar que nuestro futuro inmediato se vea amenazado por más eventos extremos. From snow to lava, in Spain this has been a year of extreme events. Nothing relates the Filomena storm with the eruption of Cumbre Vieja, but both scares happen when we try to recover from a historic pandemic that has halted the life of the planet. The image of empty and still cities was as moving as seeing them covered by unanimous snow, or as contemplating the tongues of incandescent lava and the fields buried under a silent blanket of ashes, but these aesthetic impacts cannot hide the deaths and anguish caused by the virus, the damages and urban paralysis provoked by the storm, or the loss of houses, crops, and memories under the deaf empire of the volcano. Holding on to the uncertain wisdom of epidemiologists, meteorologists, and volcanologists we want to ignore other events that shake a world in climate emergency: the geopolitical shock caused by the withdrawal from Afghanistan and the Aukus; the economic shock brought on by the rise in transport costs; and the energy shock derived from the difficulty in replacing fossil fuels.
The G-20 decided not to finance coal plants and set at 1.5°C the increase in temperature, but without China or Russia the agreement is impossible to fulfill. It is a relief to know that the Nobel in Physics has gone to the pioneers in the creation of weather models, but today we do not need more proof of global warming, but more political commitments to reduce greenhouse gases. And though we must congratulate ourselves on the trade war truce reached by the US and the EU, logistic difficulties still cloud commercial exchanges, soaring inflation casts shadows on the future, and our continent, weakened by Brexit or the decline of NATO, still has its Achilles heel on the lack of technological companies and energy sources.
Those gathered in Glasgow’s COP26 have duly offered the usual deluge of nice words and good intentions, but it is not easy to separate that mass summit from the extreme events that dot the eves of the meeting: the closing of one of the gas pipelines that reach Spain from Argelia, the completion of the Nord Stream 2 that takes Russian gas to Germany, France’s promotion of a new generation of modular nuclear stations, or the testing of a general blackout in Austria, trying to prepare for an event that is ever more probable, as the interconnection of networks makes a chain accident possible. The electricity bill is only the tip of an energy iceberg that menaces the landscapes of a transition towards renewable resources, a necessary collective effort that we must undertake if we want to avoid the menace of more extreme events in our immediate future.