El Viaje de Orfeo Estoicismo y libertad. José Alfredo Rodríguez García.
E
l capitalismo se encuentra en la base de gran parte de las prácticas de las culturas actuales. La adquisición de bienes, su consumo o uso, son considerados las principales fuentes de satisfacción, y para algunos, tal vez, la única. En la mayoría de sociedades se fomenta la idea de una vida en búsqueda del placer motivado por la estimulación de los sentidos, esto, por medio de los productos comprados. Tal situación conlleva al individualismo, ya que placeres de este tipo resultan de la satisfacción de los deseos de un mismo individuo. “Desea y compra”, podría ser considerada una máxima de nuestros tiempos. De igual modo, esta suele aunarse a una definición individualista de la libertad: “Hacer lo que yo quiero o deseo”. Sin embargo, tal concepto de libertad, al ser tomado como principio ético, supondría que se tiene por deber hacer lo que se quiere, lo cual es contradictorio ya que, las más de las veces, el deber consiste en hacer lo que no se desea. Esto hace cuanto menos cuestionable que le fin de la vida sea la búsqueda de nuestro placer personal. El estoicismo, una doctrina filosófica, a través de su historia que se remonta al filósofo griego Zenón, al siglo IV a.C., ha pasado por variadas modificaciones en su pensamiento, no obstante, asume una idea de “libertad” que discrepa con la actual. Para los estoicos, incluso para los que proponen una ética menos rigurosa, como Séneca, muchos hombres piensan que son señores de sus placeres, sin embargo, en realidad son esclavos de ellos, él dice: “no son ellos los que tienen el placer, sino la voluptuosidad a ellos, y se atormentan cuando les falta y se asfixian con su abundancia: si los abandona, son desgraciados”1. Desde este enfoque, la búsqueda de placer supone,
más bien, la pérdida de libertad. El hombre, guiado por sus pasiones, es sometido por ellas, lo que supone en gran medida, el descontrol de sus actos. Sus acciones tienen por timón sus impulsos o deseos inmediatos. Según Séneca, este tipo de hombre “no se compra placeres, sino que se vende a ellos”2. Para los estoicos, lo “bueno” y lo “malo” no “residen en el ámbito natural, sino en el ámbito propio de la actividad humana”3. Los hechos del mundo, fuera de nuestro control, carecen de valor intrínseco, por lo que no pueden ser considerados ni buenos ni malos, lo único que puede ser valorado bajo estos parámetros es la actividad humana. Lo bueno consiste en el ejercicio y búsqueda de la virtud, para los estoicos, esto reside en tener un control de nuestras emociones y actos a través de la razón. Para el estoicismo, el sabio es aquel que es capaz de dominar aquello que sí está en su posibilidad dominar, es decir, a sí mismo. Es por ello que dice Epicteto que “las cosas que están en nuestro dominio son por naturaleza libres”4. Es libre no quien hace lo que desea, sino aquel que es capaz de controlarse. Para el estoicismo, “la verdadera libertad consiste en la virtud”5. Así, en su búsqueda del autodominio “el sabio proclama su libertad y autosuficiencia, en cuanto a conseguir la verdadera felicidad”6. La crítica efectuada por los estoicos a las sociedades de sus tiempos resulta útil para juzgar a las actuales. El hombre medio actual, en lugar de regular sus actos racionalmente, lo hace motivado por deseos consumistas, él “domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia”.7
1 Seneca, De vita beata, XIV, 1. 2 Seneca, De vita beata, XIV, 3.. 3 García Gual, Carlos, et al, La filosofía
helenística: éticas y sistemas, Cincel, España, 1986, p 142. 4 Epicteto, Echiridion, IV, 1.5 Platón, Leyes, 70c. 5 Seneca, De vita beata, XVI, 1. 6 García Gual, Carlos, et al, Op. cit., p 143.7 Seneca, De vita beata, XVI, 1. 7 Ortega y Gasset, José, La rebelión de las masas, Revista de occidente, Madrid, 1960, p 88.
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