Cromomagazine negro

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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

11 junio / 2015


CROMOM

de Escuela

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# 11 /


AGAZINE

a de Color

Negro


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ÍN DI CE


/ 06 Intro - Luis Carlos Rejón Gieb / 08 Javier Sánchez Menéndez + Marlon de Azambuja / 10

David de la Cruz + Anais Gandiaga

/ 12

José Miguel Domínguez Leal + Javier Velasco

/ 14

Ascensión Marcelino Díaz + Óscar Cárdenas

/ 16

Víctor del Árbol + Manuel León Moreno

/ 18

Félix Ángel Moreno Ruíz + Tony Carbonell

/ 20 Juan Miguel Juliá + Ignacio del Río / 22

Alejandro Lérida + María Luisa Pemán

/ 24 Amalia Cabeza + Juan Carlos González - Santiago / 26 Fátima Yrayzoz Aranda + Lourdes Mondéjar / 28

Antonio Rivero Taravillo + Miguel Ángel Morenatti

/ 30 Ana Pérez Cañamares + Thiago Alvim / 32

Esther G. Llovet + Erica Mizutani

/ 34 Mayayo de la O + Antoni Socías / 36 Pedro Sánchez Sanz + María José Barrera / 38

Sandra Sánchez + Joao Crepaldi

/ 40 Inmaculada Moreno + Javier de Juan


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I

N

T

R

Luis Carlos Rej贸n Gieb

O


N

egro que te quiero negro. Negro viento de muerte. Negras ramas de picón. El barco de petróleo negro sobre el mar Negro y el caballo negro azabache en la montaña negra de carbón. Que la muerte no es negra… que así la quieren viudas reprimidas, curillas pederastas y meapilas masturbadores…. que la muerte es blanca como la entienden las culturas orientales, donde el ciprés es símbolo de vida, donde en la otredad es de muerte….

Que la negra es la vida, aunque de colores quieran pintarla, que negro es no poder dar un vaso de leche blanca y pan blanco con aceite a tus criaturas, que negro es el paro, que negro es no llegar a fin de mes, que negra es la casa sin luz y sin calor. Que negro es el color negro con que han pintado los futuros, hombres y mujeres de negro. Con correajes negros.


Texto: Javier Sánchez Menéndez / Imagen: Marlon de Azambuja

Sin el color no existe el negro. La constitución de la naturaleza se realizó gracias a la luz que inundaba los ambientes, las estaciones, todo lo visible que se encuentra en la tierra y el aire.

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Sin el color la luz es proporcional a la materia, pero no justifica sus vínculos con los elementos. Entre el blanco y el negro solo hay opinión, sombras, un fondo superior que todo experimenta. Sin el color el negro sobrevive, solo el negro. El blanco o la luz es el color negro en apariencia. La viva imagen de la supervivencia de los justos.



Texto: David de la Cruz / Imagen: AnaĂ­s Gandiaga

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Buscó la luz como quien busca penitencia. Había dejado de temer las madrugadas sin luna. El calor de los labios guardaba aún el recuerdo. Ya no creía en los pecados de niña. El infierno pinta negro, le dijo aquella monjita en la escuela. Ella, en cambio, cerraba los ojos para envolverse en un manto de oscuridad. Cómo iba a ser malo el pelo arraigado por el que deslizó su mano, la mirada que la contempló desnuda, la piel que rodeó su cuerpo. -Tú no me llores, le susurró con su acento de pobre antes de marcharse y convertir la cama en un lugar demasiado grande. Su regreso se hacía esperar hasta después del último repique de campana. Una eternidad que coincidía con la claridad. Ella buscó la luz como quien busca penitencia. Amaba las madrugadas sin luna. También, aquel corazón tan negro.


Texto: José Miguel Domínguez Leal / Imagen: Javier Velasco

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Foco sobre el corazón de negras espinas; retorcido absoluto, doliente trasunto de los suicidas del infierno dantesco, vueltos árboles que lloran por sus ramas perdidas. La nada es negra, no blanca: la negación de lo gris. El negro es continente y contenido, la esencia del agujero que absorbe la luz. Blanco y negro, filósofos perennes, ríen y lloran sobre el color. Usurpadores ambos del luto cultural, el negro tiene la ventaja de su alianza con la noche, enterrador de la luz. Bárbara dialéctica la del negro, asesino del arcoiris, heraldo del dolor. Negras las penas, negras entrañas, negro el corazón, que hace eternas sus venas y arterias retorciéndolas en coronas ventriculares, en sí mismas cercando de espinas el propio dolor.



Texto: Ascensión Marcelino Díaz / Imagen: Óscar Cárdenas

Negro La velocidad con la que conduces el automóvil te desdibuja y traduce en expresión física tu identidad fragmentada y difusa. Eso sentencias mientras observas mi fotografía en blanco y negro. Pero lo que no sabes es que esa tarde, la luz que ves a mis espaldas se apagó en pocos minutos, dejando paso a una noche oscura, que fue también antesala a un tránsito hacia la nada, un viraje que llevó a mi alma a atravesar toda la gama de grises

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hasta llegar a la negritud más absoluta, empeñada, de repente, en asomarse al abismo. Pienso en la muerte, en el misterio, y la visión de la curva blanca que describe tu cuerpo dormido, me devuelve al camino en el que, por un instante, la verdad se hizo prístina en medio de la oscuridad más envolvente, a ese momento en el que alcancé, por fin, la conciencia de mí misma.


Texto: Víctor del Árbol / Imagen: Manuel León Moreno

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En la oscuridad se esconde la nobleza que tiñe de mentira la luz diáfana. Tanto me asusta el blanco que ciega, la razón que suplanta la fiereza de la noche.


Imagen cortesía de la Galería Javier López & Fer Francés


Texto: Félix Ángel Moreno Ruíz / Imagen: Tony Carbonell

Negra mirada El abanico estaba colgado en la pared, presidiendo la estancia. Había sido el regalo de una amante o, quizás, lo había adquirido en una tienda de antigüedades de La Habana. Le gustaba. Hacía juego con el sillón de cuero, con la mesa de ébano, con su negra alma. Solemnidad, firmeza, respeto: era lo que pretendía. 18

¿Cuántos habían perdido su dignidad delante de él? ¿A cuántos había intimidado en su presencia? Ni se acordaba. Sin embargo, ahora, su cabeza yacía sobre la pulida superficie de la mesa con un certero disparo en la frente. Un agujero negro e insondable. Cuando la policía llegó, el asesino -un pobre enajenado, dijeron después- lloraba desconsolado mientras la mano que empuñaba el revólver señalaba el abanico. -No pude soportarlo. ¡Esos ojos! ¡Esos ojos!



Texto: Juan Miguel Juliá / Imagen: Ignacio del Río

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El cuerpo de la mujer como molde y pieza final del puzle de la existencia. Abriendo y cerrando el círculo de todo lo que nos incumbe y libera. Pero libre ella ya también, al fin, de las ancestrales cargas del sometimiento y la procreación. El cuerpo de la mujer como horma a medida del cuerpo del hombre y de todos los misterios de nuestro devenir. Pero también ya como horma de sí misma. Sin conocer ni detenerse a atender a ninguna de las limitaciones que se le quieren imponer como tratando de enjaular un águila en la jaula de un periquito. Sin más necesidad cromática que las sombras y luces que de ella emanan dejando la mirada del observador reducida a un trayecto calcinado de pupilas deslumbradas por el sin fin de trayectos y posibles desviaciones de un camino imposible de delimitar ni definir.



Texto: Alejandro Lérida / Imagen: María Luisa Pemán

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Brilla el color negro y yo la escucho pintar a ella La oscuridad, a veces, es la mejor embajadora de la luz. Y eso lo sabe bien Mª. Luisa Pemán. El color negro es frío, tiene los ojos tristes, las ojeras profundas, y deja por los objetos, ahora una taza, ahora un plato, casi muda de voz en los detalles, una resaca dorada, que es ya la luz, que a ella le fascina como un incendio parado de su pintura sobria. La luz vive manoteando débilmente el perfil de las cosas. La luz viene de fuera de ese coro de cacharros humildes color sombra. La luz es ya la reflexión de la luz, y llega de la mano de nuestra artista. Aunque no lo sepa ni lo diga, la luz pinta el cuadro con la violencia de los débiles mientras la sombra se defiende con la seguridad de lo inseguro.


Texto: Amalia Cabeza / Imagen: Juan Carlos González - Santiago

Espectador: el que espera mirar En el teatro se apaga la luz. Todo está oscuro durante unos segundos. Queda un lugar común entre el espectador y la obra. Un punto de partida negro para preparar la mirada. 24

Una mirada, la del espectador, que no se conforma con mirar: sino que espera mirar (spectare: aguardar). Mirar sin limitaciones, para descubrir detalles y adentrarse en ellos. Mirar con atención, pero no desde la butaca.



Texto: Fátima Yráyzoz Aranda / Imagen: Lourdes Mondéjar

Lolita, el mundo a través de la insinuación

Negro poderoso, elegante femenino y sutil. Todo ello se deja ver en ella. Riguroso y ceremonial, como impone el negro de su color, siempre impuesto para esas ocasiones especiales. Seña de identidad de la mujer andaluza y española

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Como pieza artística resulta una imagen propia que nos sumerge un espacio propio. Una visión translucida al mundo onírico; una insinuación, provocación, una ventana al mundo de la imaginación entre las imágenes que imprimen sus estampados y sombras. En una primera mirada nos evoca la imagen sobria y erguida del mítico árbol del bien y del mal. Figura alargada que se deja intuir entre las imágenes repetidas e idénticas del estampado, repetitivas en una secuencia casi mántrica. Una composición sobria y equilibrada, donde el color único logra producir una amplitud tonal, gracias al reflejo de la luz natural que sirve para recrear en una imagen casi en tres dimensiones, completas por el juego de luces y sombras. Pubertad, y provocación como siempre ha sido y será Lolita.



Texto: Antonio Rivero Taravillo / Imagen: Miguel Ángel Morenatti

Luz y sombras

1 A veces, en las torres de tendido eléctrico –esos andamios que sostienen el cielo siempre en obras, escaladores con cordaje hacia la cumbre–

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queda prendida unos segundos más la roja mansedumbre de la tarde. 2 Una vidriera bajo la nube calla los relatos que el plomo inútilmente ha sostenido, su sintaxis de verbos y esmeraldas, de granates y nombres. 3 Con mala luz, el poema que lees sobre la noche en vez de oscurecerse se ilumina.



Texto: Ana Pérez Cañamares / Imagen: Thigao Alvim

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Lo saben los niños y los insomnes: la noche no es tuya. La noche es un gran ojo que te mira desde el centro de un árbol negro. Sus ramas se extienden hasta tu pasado y en cada rama crece un fruto. Ábrelo, si te atreves. Cáscalo, como un huevo. De los frutos saldrán todos los recuerdos que olvidaste, cada uno contado en una nueva versión. No hay formar de parar el crecimiento de las ramas ni de los recuerdos ni de las versiones. El negro guarda todos los relatos, todas sus interpretaciones. El ojo te mira y tú lo miras a él. Os miráis toda la noche como en un duelo, a ver quién da el primer paso. Si te tragará el negro y te devolverá a la noche oscura del universo, o si tú lo aceptarás como todo lo que hay: la historia que no cuenta nadie, porque no hay tiempo para contarla. Sólo para vivirla en todas sus ramificaciones.



Texto: Esther G. Llovet / Imagen: Erica Mizutani

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En “Mi último suspiro” cuenta Buñuel que una vez le invitaron a la casa de los amigos de un amigo, en Toledo, creo que era. La casa de una pareja de ciegos. Almorzaron, charlaron, y la pareja al final de la visita llevó a Buñuel al pasillo (no sé por qué imagino que de la mano) y le indicaron un cuadro. “Toque usted, don Luis”. Y don Luis tocó y vio que el cuadro estaba hecho con pelo. Humano o animal, no sabemos. Más corto o más largo según lo que representara. El cuadro era de un paisaje, árboles, un monte, y cuenta cómo pasó los dedos por esa superficie y vio realmente el paisaje y cincuenta años después así lo explica en sus memorias, con todos los detalles. Porque algo así no se olvida nunca. Eso que no vio, lo que no se puede ver y sólo imaginó en la oscuridad de su cráneo, eso sí que no se olvida jamás. Lo negro.



Texto: Mayayo de la O / Imagen: Antoni Socías

Cierras los ojos y te tapas la cara. Así es como lo ves. Cierras los ojos y ahí está, te tapas la cara y ahí permanece. Sacas toda su fuerza. Mientras, presientes que la luz te vigila disfrazada con gestos de asombro, con perplejidad, a medias. Te mira asombrada. Te hace mohines y muecas. Sientes su burla y te dice que él no existe, que no puede escapar de ella. Pero tú también la vigilas. No huyes de ella cuando cierras los ojos y te tapas la cara, sé que la devoras. 34


Sigues cerrando los ojos, tapándote la cara y permanece. Te persigue, pero ya no te aniquila, sabes cómo es, de dónde viene. Sabes cómo actúa, sabes que te observa. Tú estás ahí porque te alimentas de ella. Mira cómo te mira, aún cerrando los ojos y tapándote la cara. Sabe quién eres. ¡Deja de mirarme!, no quiero verte.


Texto: Pedro Sánchez Sanz / Imagen: María José Barrera

En lo oscuro cantaba quedo el aire, un silbo sin roce ni melodía. Tenía aquel árbol todo el espacio, único habitante, mudo testigo. A su antojo disponía del tiempo para moldear sus hojas y ofrecer sus frutos, alas de un dios menor, gemas surgidas de un negro silencio. 36

Sólo a veces necesitó de alguna caricia que recorriera los nudos de su tronco, que iluminara su corteza en sombra, como la mano de un niño curioso que toca los nudillos de su padre, para aprender la acción del tiempo y descifrar el misterio de su propio destino.



Texto: Sandra Sánchez / Imagen: Joao Crepaldi

Lo negro Recé a lo negro, a la oscuridad que había antes de lo conocido y también a la sombra que vendrá después: a eso que no conocemos y que nos espera paciente en la otra orilla. Recé luego a la luz, y pinté los muros de colores para que lo negro quedara siempre al otro lado.

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De esta parte suena un reggae de Bob Marley, mientras María baila con maría echando humo sumergida en la laguna de círculos concéntricos, allí donde sobrevive –ingenuauna Primavera acorralada tratando de no ser Invierno antes de tiempo.

Más allá de la alambrada: edificios negros, pensamientos negros, trenes negros que sacan ceniza de vidas consumidas. Y aquí, todavía algunos pájaros se resisten a volar entre paredes. Son blancos y despliegan alas blancas como si aún hubiera un cielo entero para ellos… pero sólo son –como nosotrosunos granos más de arena en la argamasa ya cuajada.


En el muro la poesía abrirá una calle o una boca para todos. -“Grito” Domingo Acosta Felipe-


Texto: Inmaculada Moreno / Imagen: Javier de Juan

Dolor negro Al principio es un rayo de estridencia amarilla, un destello fugaz, la incandescencia que permanece menos que un instante sin tiempo.

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Pero el dolor se asienta, se acomoda en lo oscuro y en su magma nos hunde ya asestado su gancho. Nos acuna el dolor en su misterio de negrura sin bordes... Un día lo sabrás -los físicos confirman lo que intuyes-: la luz siempre está dentro.




WE THEM Luis Carlos Rejón Gieb / Javier Sánchez Menéndez / Marlon de Azambuja David de la Cruz / Anais Gandiaga / José Miguel Domínguez Leal Javier Velasco / Ascensión Marcelino Díaz / Óscar Cárdenas Víctor del Árbol / Manuel León Moreno / Félix Ángel Moreno Ruíz Tony Carbonell / Juan Miguel Juliá / Ignacio del Río / Alejandro Lérida María Luisa Pemán / Amalia Cabeza / Juan Carlos González Santiago Fátima Yrayzoz Aranda / Lourdes Mondéjar / Antonio Rivero Taravillo Miguel Ángel Morenatti / Ana Pérez Cañamares / Thiago Alvim Esther G. Llovet / Erica Mizutani / Mayayo de la O / Antoni Socías Pedro Sánchez Sanz / María José Barrera / Sandra Sánchez Joao Crepaldi / Inmaculada Moreno / Javier de Juan


CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

Dirección José Alberto López Diseño y maquetación Paco Mármol

www.escueladecolor.com


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