Cromomagazine coral

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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

enero / 2015


CROMOM

de Escuela

2

#9/C


AGAZINE

a de Color

Coral


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NDICE ÍNDICE ÍNDICE ÍNDICE


/ 06 Intro - Ángeles Prieto Barba / 08 María Alcantarilla + Manuel Granados / 10

Luisa Futoranski + Adela Muntean

/ 12

Nieve Vázquez Recio + Arsenio Rodríguez

/ 14

Aitor Francos + Gonzalo Höhr

/ 16

Ángel Reguera + Montse Benítez

/ 18

Juan José Sánchez Sandoval + Ricardo Cavolo

/ 20 Fran Chaparro + Teo Vázquez / 22

Iván Cano + María Uribe

/ 24 Illya U. Thoper + Juan Isaac Silva / 26 José Salento + Raúl Lucas / 28

Rafael Arauz + María Luisa Beneytez Maesa

/ 30 Ángeles Córdoba Tordesillas + Du Rodríguez / 32

Esperanza Castro + Almudena Mora

/ 34 Beatriz Estévez Pacheco + Imanol Marrodán / 36 Charo Bolaño Wilson + María Sánchez / 38

Miguel Ángel Rincón Peña + Solimán López Cortés

/ 40 Javier Gallego Dueñas + José María Reyna / 42 Paco Ramos + Luis Pérez Calvo / 44 Josep María Miró + Mario César de las Cuevas

E ÍNDICE ÍNDICE ÍNDICE ÍNDI


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I

N

T

R

テ]geles Prieto Barba

O


A

finales del siglo diecinueve, el docto científico J.L.Bachoffen, siempre vestido de negro, proclamó con toda seriedad que los colores no son percepciones de nuestra retina procesadas por nuestro cerebro, sino verdaderos seres vivos y como tales, nacen, viven o brillan y mueren. ¿ Y cómo puede tener un color vida propia?, le preguntaron los reporteros asombrados, ¿acaso hablan, escupen, sonríen o se mueven? No ese tipo de vida, señaló raudo Bachoffen enroscándose el bigote, tienen vida propiamente vegetal, aunque algunos incluso animal, como ese color extraordinario llamado coral. ¿Queréis saber cómo nació el coral? Entonces sólo se conocía el rojo, el naranja y el rosa pero hete aquí que un héroe griego de tiempos lejanos mató a una medusa arrancándole la cabeza, y unas gotas de su sangre, como las lágrimas, cayeron en la arena.

Esa sangre, que se solidificaría con el calor, no era roja como la nuestra, no era rosa como las flores, ni anaranjada como el sol, sino la sublime mezcla alquímica, proveniente de animal maravilloso, que unió a los tres: el coral. Ese que, desde tiempo inmemorial, adorna los cuellos hermosos de nuestras mujeres. Aunque asimismo el color coral morirá como los otros, aunque mucho después que nosotros. Sí, y... ¿cómo será? Pues con el cometa de la luz eterna, que sin duda llegará. Y fue entonces cuando el sabio J.L. Bachoffen, ante la vista de los reporteros aunque envuelto en brumas negras, desapareció. Dicen que fue la venganza de los colores, por secretos que nunca se deben revelar. Otra explicación más científica no pudieron hallar.


Texto: María Alcantarilla / Imagen: Manuel Granados

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Volvió sin rostro. Como una sombra más pendiente del cuerpo que la lleva que de sí o su esqueleto, una mancha de aceite vertida sobre el agua, una voz hablando bajo y para sí sobre el espanto. Dónde estuvo no lo dijo. Traía el corazón como acolchado, el sueño más perdido todavía, el color oscuro de quien solo ha comprendido una verdad y huele a miedo. ¿Qué tienen los regresos de esos otros que han visto y no lo cuentan? Una especie de luz latiendo abajo como si el mundo no tuviera espacio suficiente, colchones suficientes, vacíos suficientes para todos. A veces es mejor no retornarse si sabe, quien lo intenta, que vuelve de la mano de otro ser y otro pigmento: estándar, semioscuro. Ya no el rojo vivo de la sangre, del corazón alerta y sin costumbres, del hombre capaz de revelarse sin manchas turbándole el sentido. La voz. La risa ahogada.



Texto: Luisa Futoranski / Imagen: Adela Muntean

Coral, canción de encargo amo las palabras aristas de pirámide palabras urdimbre que por dentro se te hacen un ovillo, un árbol una comedia de enredos un sueño a descifrar

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coral por ejemplo puede venir en sartas de cuentas en serpiente venenosa si las hay en sierpe mimetizada pero no inocente en canción a capella o con órgano y arcos de iglesia medieval en gran barrera maravillosa en ajorca en nombre en talismán primordial contra acechanzas maldades y peligros también infertilidad a diferencia del coral que crece apenas un centímetro cada diez años mis arterias silenciosas desfallecen y se pierden día a día tanto más



Texto: Nieve Vázquez Recio / Imagen: Arsenio Rodríguez

Coral, canción de encargo

¿Poliuretana? No, no es poliuretano. Polímeros termoplásticos. Piernecitas y manos y cuerpo-pie de PVC (Policloruro de vinilo) plastificado 12

en su altar pequeño, de lingote oscuro. ¿Policlorura? Ploriclorura de Coral en todo caso. Dicen que es material inerte y que la pintura es también vinílica, que el cabello es de nylon o poliéster. Pero el ojo nos mira. POLIFEMA



Texto: Aitor Francos / Imagen: Gonzalo Hรถhr

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Una fotografía Una escalera, ¿desde dónde?, me ha llevado a un lugar del que no sabría definir la época, ante dos estatuas, que no sé comprender si son profanas o de una religiosidad atenuada. El silencio agota la fotografía desde el color, como un pájaro que avista una vasta extensión de terreno no cultivado. Ha crecido la separación entre las cosas, y las palabras, se asocian inconexamente, de una manera nueva, alterada la composición del espacio de los sueños, las luces y las tonalidades de la extensión. La luz se ha ido palideciendo como un tiempo exageradamente lento. Al silencio le ha entrado en el cuerpo un color coral sucio, expectante de lividez y terrosidad, y por la leve rendija del horizonte se ve la actitud refulgente de un cielo arrastrado hacia un decorado de sonidos espaciados y visibles. Huyo, ¿a dónde?, arrastrado por no sé qué impulso, llevando en la mano los papeles del sueño que cruzo, pero me he vuelto de pronto hacia la cima en donde he visto y visitado este atardecer a esos dos amantes. ¿Era un palacio de vidrio? ¿Por qué ya no los veo? La quietud es ahora tan absoluta y la rareza del ambiente tan sobrecogedora, en este páramo de soledad de mi habitación, que pienso que alguien, no sé desde que color esta vez, está entrando en mi silencio, en este silencio tan diferente de aquél otro, tras el cual se van desvaneciendo todos los elementos y colores posibles de la fotografía.


Texto: Ángel Reguera / Imagen: Montse Benítez

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Ven a llenarme de tu luna, de brisa marina que aliente mis velas. De algas que me enreden en tu locura haz brillar tu faro entre mis dunas, que alumbre el mar de mis penas. Trae tus sales y cantos de espuma sirenas que hechicen mis sueños sé dueño de los secretos de mi gruta, navega por el atolón de mi soledad grítame hasta que duela mi silencio. Lame con tu oleaje mi isla de coral perfúmame de esencia de divinidad, clava tu tridente en mi blando lecho, une tu tormenta con mi naufragio arrastra lejos sus amargos restos. Limpia mis acantilados de recuerdos borra memorias de pasadas galernas, torna mi rocalla en suave arena … Y cuando te despidas, no digas adiós, Sino hasta que la luna se haga llena.



Texto: Juan José Sánchez Sandoval / Imagen: Ricardo Cavolo

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En el manuscrito anónimo del siglo XV Elogio de los sabios sufíes, de sus virtudes y de sus carismas, cuyo único ejemplar existente pude consultar en la Biblioteca General de Rabat, se cuenta que el santo Abu Musa al-Kaddabi pasaba los días devolviendo a las olas las estrellas de mar que la marea alta había dejado varadas en la orilla. Un genio de las profundidades, que lo observaba con curiosidad mientras se deshacía de las algas enredadas en su pelo, se dirigió a él diciendo: “Estás empeñado en una tarea estéril. El número de estrellas de mar es incontable y la marea las seguirá empujando lejos. Lo que haces no tiene sentido”. El santo contempló la que tenía entre sus manos y con una sonrisa le dijo al genio: “Para esta estrella sí que tiene sentido”. El genio quedó perplejo, y tras zambullirse en el mar apareció con una pulsera de coral que entregó al santo como agradecimiento por su enseñanza. Muchos años después, en el santuario de la Isla de los Pájaros, cerca de Al Maharas, en Túnez, pude contemplar aquella pulsera de coral. Conservaba su color y su brillo. Y todavía olía a mar.



Texto: Fran Chaparro / Imagen: Teo Vázquez

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Te preparas para la nueva cita. Una ducha y algo de perfume. Te cepillas el pelo y te vistes con ese traje blanco que tanto le gusta. Desde que llegastea este país ha sido el único hombre en el que has encontrado un amigo. Alguien a quien le importas más allá de las apariencias y las convenciones sociales. Cuando os encontráis cada semana, se os pasa el tiempo entre charlas y bromas. Solo eso. A veces has intentado pasar el límite tácitamente acordado, pero él lo rechaza. Se conforma con que prestes atención a su conversación y tú lo aceptas. Sentada en la cama repasas mentalmente que cada detalle esté perfecto mientras esperas que llamen a la puerta. Ya suena. Te alisas el vestido y enciendes la luz que da a la habitación el tono acogedor en el que discurrirán las confidencias de hoy: Coral. Como tu nombre.



Texto: Iván Cano / Imagen: María Uribe

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¿Bailamos? Tú, ponte esa luz tenue que tan misteriosa te hace. Yo iré al descubierto, con el mar colocado de bufanda y el sol agarrado en una mano. ¿Bailamos? Rózame la mirada con tus dedos, abraza con tus labios mi locura. Yo, te tocaré despacio otra canción y sembraré de roca otros camino. ¿Bailamos? La música la pones tú, con latir ya va sirviendo. Yo pongo el paso inquieto y la palabra. Tú, además, bríndame el color de tus secretos y acércame el calor de tus pies descalzos. ¿Bailamos? Bailemos.



Texto: Ilya U. Topper / Imagen: Juan Isaac Silva

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Para los de al norte del Mediterráneo, el color coral es el color humano: nos retrata. Imagino que si han pintado de coral – o salmón, deberíamos decir, porque la caseta en cuestión se erige, como pude comprobar, que soy de mente científica, por las coordenadas impresas en la foto, en Cardiff, Gales, donde no abundan los corales, pero sí el salmón – sí la han pintado de color carne, digo, tal vez


sea para darle un toque humano a uno de los paisajes más desolados que hay: un muelle de un puerto industrial. Desolado por haber dejado de ser naturaleza sin llegar a poblarse de personas. Un paisaje en vía muerta. Ahí queda, con vaga forma de extraterrestre de H. G. Wells, extraño como un coral en aguas del Mar de Norte. Extraño como un humano vivo y desnudo en un muelle.


Texto: José Salento / Imagen: Raúl Lucas

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El suspiro de un ángel barre las calles de la ciudad sin nombre mientras la sombra de la luna oculta nuestras huellas. La tregua de la madrugada dura solo dos minutos uno para la vida y otro para la muerte. Luego se abren las puertas de cielo y los niños aprenden a ser adultos y los adultos olvidan que fueron niños y así pasa la vida entretanto el alba se desparrama sobre los muebles y las paredes de mi habitación. Nos miramos con los ojos cerrados y nos vestimos con la piel del otro y nos soñamos despiertos y nos sumergimos en la tranquilidad del tú, del yo, del nosotros. La dictadura del reloj no tiene jurisdicción aquí donde el sol se desangra contra mi ventana empapando nuestros cuerpos desnudos y muertos hasta que llegue la tarde y volvamos a ser gatos en los tejados de esta ciudad sin nombre.



Texto: Rafael Arauz / Imagen: María Luisa Beneytez Maesa

Coral terciopelo barato... La bruma envolvía la codicia de la rutina con su maquillaje de músicas y luces, con su martillo de palabras hueras, con su rosario de risas absurdas. Yo me encontraba cerca de la puerta, la noche a mi espalda con su salmo de llantos nauseabundos, la soledad del bar tirando de mí con su cuerda de sombras.

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En un rincón del decorado, coral terciopelo barato, ella, distante, inquisidora, puso fin al duelo con el bricolaje de su mirada. Ella se bebía a sorbos la noche, embriagada con néctar de coral, emborrachando, sin descanso, a la turba de tiburones que moraba en mi cabeza. Y mis ojos, sedientos de tormenta, naufragaron en el oleaje de sus cabellos precipitados hacia el origen de la vida. Y como un pez borracho, flotando con los cebos del recuerdo, ojos, dudas, deseos… se evaporaron en el licor de gambas de su lecho.



Texto: Ángeles Córdoba Tordesillas / Imagen: Du Rodríguez

Entrelazados paisajes y deseos para una vida eterna. Engranaje perfecto de emociones y hemisferios, donde reside la calma. Por las rutas que traza el arte del mandala, configurando, alineando, obsesiones y arrebatos, entre los accidentes geográficos, de sublime movimiento.

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Te seguiré, con mil ecos persistentes, que clamarán, a voces en coro, y en coral color, tu observadora presencia. Torres de altas montañas, cercando mis soles, a la espera, de nuevos amaneceres. Se perderá el sentimiento del amor, obediente, pues, por el destino. Para reencontrarlo, después, sugerente, en líneas y ondas. Y no pararé de arrimar, pupila con pupila, hasta el cíclope mismo, de tu infinito centro.



Texto: Esperanza Castro / Imagen: Almudena Mora

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Elegí mi vestido color coral para volver allí, mi pañuelo de mariposas alrededor del cuello y mis bailarinas nuevas. Me bajé del coche y comencé a caminar. Llegué hasta un banco del parque, me senté, cerré los ojos y de pronto todos los recuerdos vinieron de golpe. Volví a respirar la alegría de esos años tan maravillosos; volví a escuchar el sonido de las risas de los niños mientras jugaban, el ruido de los zapatos golpeando en cada salto los círculos que había dibujados en el suelo, el crujir de los hierros de los columpios al moverse. Sin duda el color coral, que pintaba cada rincón de aquel mágico lugar, había impregnado los momentos más felices de mi vida. Muchas de mis cosas favoritas, sin quererlo, eran de ese tono cálido y sereno. Ver algo color coral siempre me ha sacado una sonrisa, y aún lo sigue haciendo.



Texto: Beatriz Estévez Pacheco / Imagen: Imanol Marrodán

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Confieso que el blanco me pervierte. Me perturba cuando se revuelca sobre una hoja y la abarca por completo. Ese blanco, insinuante, me provoca, y yo, impía, derramo sobre él chorros de tinta, siempre de color rojo, del sensual rojo coral. Ensucio esa inmaculada piel con lo que en ese momento me pida el cuerpo: palabras sueltas o hilvanadas, dibujos anodinos y torpes, mis recurrentes garabatos, números solitarios o agrupados, o sencillos trazos que van y vienen. Me perturba tanta blancura, lo reconozco. Me incita. Seguro que ansía ver mancillada su pureza, me digo mientras la contemplo, deseosa de rasgarla aunque sea con un simple rayón coral. Y no me contengo. Y la acaricio. Y la mancho. Porque me pervierte.



Texto: Charo Bolaño Wilson / Imagen: María Sánchez

Juan Amor Libre e inconsciente, la esposa eterna había dispuesto, primorosamente, una lágrima para cada centímetro de su ataúd matrimonial. Ordenó a todos los familiares que recogiesen sus desmayos e hizo recitar una letanía para la ocasión. 36

Cosió lazos de coral color en las abrazaderas de las cortinas y adornó su escote con perlas por segunda vez en su vida. Después despidió a Juan Amor acariciándole la frente. Y una voz en su cabeza, que no reconocía, le preguntó cómo había sido capaz de llegar hasta allí…



Texto: Miguel Ángel Rincón Peña / Imagen: Solimán López Cortés

Esquivando las pesadillas que nos producen todas las paradojas de la identidad, conducimos por carreteras perdidas, en desiertos lejanos. Nos ausentamos en ellos y nos volvemos a encontrar a orillas de un mar de coral.

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Millones de caras desencajadas, con millones de preguntas nos miran desde el otro lado. Mar adentro, en la profundidad, -donde el destino llegar no puedehay respuestas entre los arrecifes esperando ser encontradas. ¡Quién será capaz! La noche cae, las estrellas con su intermitente luz guían a los navegantes en la búsqueda de su destino. Sin embargo, ninguna persona podrá cruzar el mar dos veces, porque ni la persona ni el mar serán los mismos.



Texto: Javier Gallego Dueñas / Imagen: José María Reyna

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Del coral intenso de unos labios, sin pirotecnia, la cera se derretía. En la oscuridad de la habitación ardían dos velas, un único vaso de té humeante ocupaba el centro de una mesa de taracea, contagiado el té del rojo coral que impregna la estancia, una luz de pasión apagada y triste. Un espejo al fondo devolvía, a punto de consumirse, una solitaria llama sobre una vela. Aquello pasó, subsistía sólo un pequeño recuerdo desvaneciéndose en la memoria, aún luciendo obstinado entre ambos. Tallado en coral, un pedestal de cera atestigua cierta pasión lenta en aquella habitación fría. La sangre de las velas en vano derramada, habían sido dos ardiendo en una sola, ahora se derriten por separado.



Texto: Paco Ramos / Imagen: Luis Pérez Calvo

Cada 24 de diciembre la ilusión de la navidad se mezclaba con el terror que provocaba el hecho de que todos los años apareciera, cerca del pueblo, el cadáver de una niña asesinada junto a una caja de galletas y una nota escrita con tinta color coral: “Sólo la muerte es para siempre”.

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El inspector Esparza consiguió poner sus manos sobre el criminal, que resultó ser quien menos esperábamos. Adolfo, aquel soltero y solitario frutero callado y ensimismado. En el afán por resolver el caso, se contrató a una prestigiosa psiquiatra con el fin de que buceara en la mente de Adolfo. Su innovador método obtuvo resultados. En las pesadillas del frutero siempre aparecía el vestido de coral y la caja de galletas que, puerta a puerta, es vísperas navideñas, lucía aquella niña que en su adolescencia le rompió el corazón. La misma que había jurado amarle para siempre.



Texto: Josep María Miró / Imagen: Mario César de las Cuevas

Mancha

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Nadador1.- A lo lejos… Nadador2.- ¿Qué? N1.- Un punto. N2.- (…) N1.- Eras tu. N2.- ¿Yo? N1.- Borroso. Un punto colorado. En medio del aséptico color de la piscina. Del cloro. Un mancha. Una mancha que iba acercándose. Y finalmente un fugaz encuentro. Un cruce. Rápido. N2.- Era yo. Gorro coral. N1.- Gorro coral. N2.- También te vi. N1.- Lo sé.


N2.- Me lo pareció. Dos manchas en la piscina. N1.- Exacto. N2.- Me dio la sensación que me saludabas. N1.- Puede ser… N2.- Puede… N1.- Es difícil saludarse bajo el agua. Dos manchas a lo lejos, que van acercándose, se cruzan y se vuelven a alejar… Y así hasta ciento cincuenta veces. Estilo crowl. ¿Vienes mucho? N2.- Lunes, miércoles y viernes. Tu? N1.- También: Lunes, miércoles y viernes. N2.- No te había visto antes. N1.- Hoy estreno gorro.



WE THEM Ángeles Prieto Barba / María Alcantarilla / Manuel Granados / Luisa Futoranski / Adela Muntean / Nieves Vázquez Recio / Arsenio Rodríguez / Aitor Francos / Gonzalo Höhr / Ángel Reguera / Montse Benítez / Juan José Sánchez Sandoval / Ricardo Cavolo / Fran Chaparro / Teo Vázquez / Iván Cano / María Uribe / Illya U. Thoper / Juan Isaac Silva / José Salento / Raúl Lucas / Rafael Arauz / María Luisa Beneytez Maeso / Ángeles Córdoba Tordesillas / Du Rodríguez / Esperanza Castro / Almudena Mora / Beatriz Estévez Pachecho / Imanol Madorrán / Charo Bolaño Wilson / María Sánchez / Miguel Ángel Rincón Peña / Solimán López Cortés / Javier Gallego Dueñas / José María Reyna / Paco Ramos / Luis Pérez Calvo / Josep María Miró / Mario César de las Cuevas


CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

Dirección José Alberto López Diseño y maquetación Paco Mármol

www.escueladecolor.com


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