CROMO MAGAZINE de Escuela de Color
12 gris / mayo / 2016 especial fotografĂa
CROMOM
de Escuela
# 12 /
2
Texto: Estela de Castro Imagen: Juan Gonzรกlez Mesa
AGAZINE
a de Color
/ Gris
ร N DI CE 4
Texto: Estela de Castro Imagen: Juan Gonzรกlez Mesa
/ 06
Intro - Leandro Pérez
/ 08
Elsa Vinardell + Sergio Castañeira
/ 10
Juan González Mesa + Estela de Castro
/ 12
Isabel García Mellado + Alex Llovet
/ 14
Javier Sánchez Menéndez + María Moldes
/ 16
Gema Estudillo + Lola Guerrera
/ 18
Olga Rendón + Oliver Roma
/ 20
Martín Hidalgo + Jon Cazevane
/ 22
Carlos Bassas del Rey + Sergio Flores
/ 24
Nicolás Corraliza + Dalila Virgolini
/ 26
Nico de Brozas + Elisa Muñiz
/ 28
Eduardo Flores + Aleix Plademunt
/ 30
David Eloy Rodríguez + Rocío Díaz Farre
/ 32
Daniel Estorach + Iñaki Izquierdo
/ 34
Justo Sotelo + Rosa Martínez
/ 36
Efi Cubero + Marta Bisbal
/ 38
Hilario Barrero + David Salcedo
/ 40
J. M. Serrano Cueto + Eleazar Ortuño
/ 42
Borja Bagunyá + Juan Diego Valera
/ 44
Fernando Santiago + Alejandro de Dueñas
/ 46
Yolanda Beláustegui + David García Torrado
/ 48
José Ángel Mañas + Julián Ochoa
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Jesús Micó
I
N
T
R
Leandro Pérez
6
Texto: Estela de Castro Imagen: Juan González Mesa
O
Gris que te quiero gris El milenio pasado escribí este cuento corto y tristón:
«En un día gris, yo prefiero una casa.
«Entre el blanco y el negro hay muchos grises. Y no sólo en las fotos. En esta vida predominan los tonos grisáceos. Es decir, la medianía, la mediocridad. Más que los feos y mucho más que los guapos, predominan los tipos como yo y las tías como tú, las parejas prescindibles que se aman y odian sin pena ni gloria, que nunca jamás se empacharán de amor con una historia de color rosa». Que conste que el grisáceo narrador del cuento en nada se parecía a mí. El gris yo no quería verlo ni en pintura. Pero eso era antes. El siglo pasado, cuando Aventuras de Kirlian cantaba este estribillo:
En un día gris, un mantel a cuadros blancos». Ahora no. Ahora me gusta el gris. Y no sólo a mí. El otro día Rafa Nadal sostenía que para llegar a pactos uno no puede estar criticando siempre lo que hace otro. Y concluía: «No ha votado nada que sea blanco ni nada que sea negro. Ha votado un gris, por lo cual, se tienen que poner de acuerdo». El gris luce bien. Aunque a menudo nos olvidemos de él. Sobre todo, cuando decimos que una foto está «en blanco y negro»: en realidad rebosa de grises maravillosos.
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Texto: Elsa Vinardell Estela de Castro Imagen: Sergio Castañeira Juan González Mesa
Gris Otra vez. Todo se adivina inmutablemente gris en esta mañana cenicienta del mes de noviembre. Las calles, que ennegrecen por la impertinente lluvia otoñal, horadan sus pensamientos y su alma mientras se dirige a su incierto destino. Camina pensando en lo gris de su existencia, en el aciago sino que se ha empecinado en cambiar, mientras divisa en el plomizo cielo las espirales de acero que asoman entre los monótonos edificios de la avenida principal. El humo gris del cigarrillo de un taciturno viandante se cruza a su paso, cuando un repentino aire de infortunio le arranca de su seno lo que atesoraba de forma casi inconsciente. Es entonces cuando parece despertar de su letargo y reacciona inútilmente para recuperar lo torpemente perdido. De manera frenética recorre la calle intentando dar alcance a los documentos que debía presentar. Desea cambiar los pasados augurios. Pero el gris, que lo inunda todo, le responde que es demasiado tarde. Otra vez.
En mi recuerdo no mueres al nacer, no exactamente. Creces un poco, lo justo para agarrar con más dolor, y alcanzar tu propio sentido de la estética, sobre el acero quirúrgico y la naftalina. En mi recuerdo te llamabas Ana, aunque sé que ella te iba a poner Elena porque ganó a los dados, como todo lo que ganaba y perdía. Eres una mira láser apuntando mi frente. Cuando el color llegue a mí, estallaré. Cuando me abraza un sobrino, te abrazo, cuando me abraza el levante, te abrazo, cuando me duermo, te duermes conmigo. En posición fetal, porque no quiero llegar a ser padre, porque un padre nunca debe cruzar según qué metas. Me han oído gritar; soy consciente de ello. Luego me doy cuenta de que, en mi recuerdo, podría asustarte, y lloro con el puño dentro de la boca. En mi recuerdo soy yo el que murió al nacer tú.
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Texto: Juan EstelaGonzález de Castro Mesa Imagen: Estela Juan González de Castro Mesa
no te das cuenta de los restos. caminas. caminas sin más, sobre las que se alejan y los infinitos postigos. te permites adentrarte en la nie han estado ahí contigo. los restos de infancia que arrastras como muñ querías, los restos de lo que tú eras y destruyeron. no te das cuenta d si das una patada en la hojarasca seca el olor del bosque irá a tu enc que te cambie la vida.
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Texto: Isabel Estela García de Castro Mellado Imagen: Alex Juan Llovet González Mesa
s hojas rotas en el tiempo, sobre el sonido grisáceo de las persianas ebla. pero no te das cuenta de los restos porque los restos siempre ñeca de trapo, los restos de unas ideas que alguien te vendió pero no de los restos pero los restos siguen ahí. te pertenecen. por completo. cuentro. deja que los árboles te cuenten la historia de tus restos, deja
Distanciamiento Es el distanciamiento. Hay lecturas que impactan, lugares, la memoria, un libro de poemas o tal vez un ensayo. Suena bien ese nombre, un autor, su pensamiento. Pasan los años y, ahora, todo es distanciamiento, se aleja, se enfría, no es lo mismo. Se ha hecho tarde.
Lo cierto, la verdad, lo que nunca se aleja, es Platón, Cirlot, Parra, y algún que otro canalla que emite la fuerza sin necesidad de buscarla.
No hay distanciamiento en la pureza, ni en la esencia, ni siquiera en la sombra.
Es la transparencia, la imagen de ese hombre gris que no cambia de tamaño ni de culto. Miro al grifo y su rebose, es la abundancia, la intensidad, el tono, la invasión de verdad sin el distanciamiento. Pisa la tierra seca. La sombra siempre acude para hacer la puñeta.
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Texto: Javier Sánchez Menéndez Imagen: María Moldes
Para que me reconozcas en el tiempo, para no perderme sin tu voz, conservé mi cuerpo intacto en la ingravidez líquida del sueño. Aquí, en la transparencia gris del silencio, donde se guardan olvidados los vestigios de lo eterno y no hay aire que oxide y nada crece, ni se transforma, ni hace peligrar el cristal que preserva el vacío, atrapada en los hilos de esta fría luz metálica, le oculto mi cuerpo al tiempo por si vuelves.
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Texto: Gema Estudillo Imagen: Lola Guerrera
Un vano intento de acotar el mar, de amurallar la playa, de poner límites a la extensión abierta. Un pretencioso gesto de domesticar el ímpetu oceánico del agua filtrándola por tres chorros que se abren con el brío contenido de una catarata en miniatura. Eso es lo que veo. Para qué asfaltar la arena y aplanar sus ondulaciones. El pie roza el frío mortecino y llano de una losa para buscar hundirse como sierpe en el vientre cálido de la arena y sentir los granos rugosos que formaron parte en otro tiempo de la perfección de una caracola, del caparazón móvil de un molusco, de la arenisca viajera del levante. Al abandonar el suelo frío y hundirse en las concavidades de la arena el pie percibe, en la extensión de sus raíces, que se mueve sobre la vida, como antes sobre lo inerte. Cilindros, vértices y rectas. Perfecta la geometría. Impoluta en su diseño. Es el orden de la línea frente al caos natural, ondulante y sinuoso. Una pared persiste con la rigidez rectangular del cemento y frente a ella un pardo horizonte marcado por irregulares concavidades de huellas, recovecos grises de un mar de invierno, pinceladas de color ceniza desplegadas en un vasto cielo de febrero.
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Texto: Olga Rendón Imagen: Oliver Roma
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Texto: MartĂn Hidalgo Imagen: Jon Cazevane
Puede que fueras la piel del territorio, las cicatrices de una tierra fotografiada desde un lejano satélite, o quizás te aparecieras como dos plantas invertidas, una colgante, la otra grave, creciendo osadas en un campo de cenizas. O tal vez no, seguramente creí estar ante el pelaje cano de una criatura mítica, señor de la oscuridad mediana, que acecha con ira la primavera recién llegada. O en cambio, fueras una geografía de valles umbríos y afiladas crestas que recorre un hombre diminuto en busca de un tesoro extinto, celoso en las esquinas, casi aterrado frente a los abismos. Bien podrías haber sido el fondo de un mar invisible, nunca profanado, donde se acumulan enormes esqueletos enroscados unos con otros como en un cementerio de náufragos. Pero no, no eres nada de eso, tan solo eres un espectro de gris.
Gris
“Gris. Hay muchos grises en el gris. Muchos más que blancos en el blanco. Q en el rojo, el verde, el azul, el amarillo y el marrón. Si le quitas la saturación a de arriba de dos edificios simétricos de cemento, hierro, aluminio y cristal co grises. En cada uno de los grises que existen. Los edificios siguen allí. Impone llamamos fotografías en Blanco y Negro, pero no es así. Son maravillosas fot en la Vía Láctea. Como neuronas en nuestro cerebro. Gris: carente de atractiv
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Texto: Carlos Bassas del Rey Imagen: Sergio Flores
Que negros en el negro. Que rojos y verdes y azules y amarillos y marrones a cualquier fotografía, pongamos, por ejemplo, a una que muestra la parte on una bandada de pájaros desbocada navegando su cielo, todo se llena de entes, majestuosos, sólidos. Elegantes. También los pájaros. Y las nubes. Las tografías en grises. En una escala de cien mil grises. Tantos como estrellas vo o singularidad; triste. ¿Sí?”
Sobre los espacios el cuerpo frente al espejo, dibuja un instante irrepetible donde la mirada apunta al mar de las sirenas. Boca abajo el gris es una luz femenina y festiva.
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Texto: Nicolรกs Corraliza Imagen: Dalila Virgolini
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Texto: Nico de Brozas Imagen: Elisa Mu単iz
La sonrisa de Olesia No son las noches para quien las duerme. Cuarenta años de noches después no soy la misma que entonces, aunque siga siendo la mujer equilibrio, los zuecos de una rampa, la sonrisa de unas rodilleras. El sur de quien seré, el norte de quien fui. Cuarenta años de noches después, soy. Es Olesia otra mujer no muy diferente a la niña que ahora sigo siendo.
* Olesia: Nombre polaco variante de Eva que significa la que da la vida.
Despuntaba el alba, tan lejos. Bebía, sentado -disfrutando de la penumbra, del plomo en las entrañas-, cuando llegó, un don nadie como cualquiera. Y yo la miraba. Las aspas del ventilador removiendo el vapor de las copas sobre la música de otro tiempo, la batahola tras la barra clandestina, la borracha y danzarina y exótica Suzzane atenuada en el centro del cosmos. -Sé de lo que hablas -dijo-; también estuve enamorado. La mesa baja, cómplices desconocidos, uno frente al otro -yo también...-, y en medio el cenicero que apenas se usaba para erigir una pirámide de ceniza. En la calle y solo aullaba el perro de las noches en los barrios sin luz; de aire desoxigenado por el vómito de las chimeneas de la fábrica. Si nos despedíamos no era porque fuera hora de cerrar. Amanecía. Ella seguiría allí. Y él ya se alejaba, taciturno. -Cuánto lo siento -mentí. Asintió.
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Texto: Eduardo Flores Imagen: Aleix Plademunt
A punto de escapar del gris Digamos un avión, digamos ese, digamos que tú y yo. De repente, lejos, juntos. Digamos que ya no hay miedo. Que hay tiempo, que hay lugar. Digamos que es posible. El cielo parece de los dos ahora en este sueño. Míranos: aquí no pueden atraparnos. Atrás las heridas, como un color que pudiera borrarse o un error que se alcanzara a remediar. Atrás la ciudad, como un puñado de mentiras que ya no importan nada.
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Texto: Rocío Díaz Farre Imagen: David Eloy Rodríguez
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Texto: Daniel Estorach Imagen: I単aki Izquierdo
El gris de la piedra, del cemento y el asfalto, de la madera ajada, como signo inconfundible de un lugar que ha conocido tiempos mejores. Uno que ahora parece un sitio olvidado y triste, en el que sólo las malas hierbas, que crecen a través de fisuras y grietas, se atreven, tímidamente, a añadir una nota de color. Lo que nadie sabe es que cada matiz de gris pertenece a una historia distinta, a un tiempo distinto: el gris de la piedra nos habla de una guerra sin cuartel que tiñó de rojo el lugar tiempo atrás; el gris del cemento, de un proyecto alucinante que quedó en nada y que destruyó la mente de aquel que lo ideó; el gris del asfalto, del camino que debía conducir a un lugar de ensueño; y el gris de la madera deteriorada, de un amor imposible que rompió todas las leyes de probabilidad.
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Texto: Justo Sotelo Imagen: Rosa MartĂnez
Los insectos Nos sentamos a escuchar los sonidos. Sabíamos que éramos los únicos habitantes de aquel mundo. Las sombras se asomaban sobre tu mirada en una especie de juego de la infancia que jamás lograríamos olvidar. Quizá tú y yo nos contáramos a la vez una leyenda mítica, de esas que intentaban explicar lo inefable. Era la búsqueda antropológica de nuestras conciencias. En algún momento cerramos los ojos. Parecíamos dos insectos, dueños de nuestra propia alambrada, solos en la Tierra, buscando el significado de la palabra serenidad. Ni siquiera necesitábamos tocarnos, palpar el presente y sentir que vivíamos en armonía. Acercaste tus labios a los míos y la Historia se detuvo. Durante ese tiempo imposible pudimos escuchar el murmullo del viento y el ritmo de las hojas de más allá de los sentidos.
Grises Hay infinitas formas de mirar. Y decir. Un tiempo de poliéster mantiene la impostura de lo resquebrajable. Lo que inquieta es la caligrafía de este rostro sin alma en la secuencia muda de un silencio. En la tensión de la curiosidad y la distancia del desasosiego, perturba, el estático plano que oculta un interior deshabitado. Espejismo en la imagen que vela o que sugiere la escueta desnudez. Tan sólo el negativo del rostro oracular, lejanía de materia fluyente, o excluyente, entre su yo y el tiempo, o el lugar que la observa, como si regresara de las incertidumbres. El gris absorbe vanidades vanas. El mejor camuflaje es este rostro que expone mil dilemas sin salidas. Al fin y al cabo todo es extranjero, en la distancia gris del incurable.
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Texto: Efi Cubero Imagen: Marta Bisbal
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Texto: Hilario Barrero Imagen: David Salcedo
Ver la piel del mar como plata liquida, rebanada de un pan de metal, plomo lluvioso en la lente dolorida de una luz de Viernes Santo. O铆r las tinieblas apuntaladas en el s贸tano del agua donde la desidia de la sal se vuelve amargamente acristalada, donde miles de peces minerales tiran de las mareas. Ser como el horizonte: una coraza oxidada, s谩bana sucia de algod贸n mojado para envolver a ahogados que murieron buscando sirenas imposibles. Sentir como el gris deja de respirar, como se estremece, se ahoga en un mar de espumas, muere esperanzado creyendo haber vivido entre el peso del negro y la clara levedad del blanco. Y saber que la muerte lo acoge en su infierno apagado de una gama de grises.
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Texto: José M. Serrano Cueto Imagen: Eleazar Ortuño
Hace millones de años, cuando el mundo estaba dominado por los humanos, el dinero servía para algo bueno y demasiado de lo malo. Cuentan las crónicas antiguas que por un puñado de monedas, más o menos copioso, esos seres llegaron a matarse. Los pobres odiaban a los ricos porque tenían caudales y los ricos procuraban que los pobres no los tuvieran nunca. Fue una era gris, como el color de estas monedas encontradas en una vieja casa del páramo. Se ha propuesto que las fundamos y hagamos piezas nuevas para nuestros cuerpos de metal, pero los Sabios se han negado a que ese tono oscuro y decadente forme parte de nosotros. El tiempo las ha corrompido aún más y ha apagado su brillo, tornándolas de un grisáceo intoxicador. Las sepultaremos en este plato donde una vez comieron los hombres y la tierra las engullirá para siempre.
El gris parece haberse convertido en el color de la falta de carácter, de lo que no se decide a ser nada, de lo insulso. Quizás se trate de una consecuencia histórica: con el desencantamiento del mundo, los dioses no sólo se habrían retirado de lo cotidiano; también se habrían llevado consigo el color –o, al menos, lo habrían reducido a un triste paseo por el espectro de las mezclas de blanco con negro. Pero, con el gris, nace invisiblemente un tipo de heroicidad antiheroica, hecha de estallidos invisibles y de tormentas en los vasos, de matices, de minuciosidades. Es un espectáculo discreto, una épica sin épica, que ha llevado a algunos a cerrar cremalleras mentales y a declarar precipitadamente el fin de ciertas cosas o la muerte de ciertas otras. Precipitadamente, digo, y triste: nada peor que no saber ver el Monte Olimpo naciendo lentamente de una espalda.
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Texto: Borja Bagunyà Imagen: Juan Diego Valera
El gris es a la filosofía lo que el blanco y el negro es al periodismo. En el mundo del razonamiento, sea político o filosófico, los matices son muy importantes y por eso se dice que los tonos de gris marcan la diferencia. Todo el mundo tiene una parte de razón, por pequeña que sea, de ahí la metáfora. El periodismo se asemeja más a la ciencia: las cosas son blancas o negras. Hubo siete muertos o hubo seis. No hay términos intermedios. Otra cosa es la verdad comprobable, pero el periodismo trata sobre hechos, no sobre especulaciones. Los porqués son para los pensadores, el qué , el cómo, el cuándo, el quién , el dónde son del periodismo. Por eso sostengo que un informador es más de blancos o negros. La imagen llena de grises da lugar a la especulación, a proponer hipótesis. Si el cristal se limpiase veríamos con detalle la cara de la persona, podríamos saber su identidad y lo que hace con exactitud. Por eso esta foto es arte. Un redactor jefe le devolvería el original al fotógrafo que le llevase esta foto.
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Texto: Fernando Santiago Imagen: Alejandro de Dueñas
Espero; entre la neblina que todo lo envuelve, que enmohece las arter vuelvo transparente, arropado por la bruma que forma un caparazón q y olvidado espíritu lánguido que va perdiendo latidos a cada segundo
Y sigo esperando; una señal, cualquier señal: un amago de tu figura y dolor de esta visión clavada con raíces en el asfalto gris, la insistencia Entre murmullos, las palabras del poeta maldito acuden como llagas “¿Qué buscan en el cielo todos estos ciegos?” Comienza a llover.
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Texto: Yolanda Beláustegui Imagen: David García Torrado
rias de la ciudad y pudre las venas que arriban hasta este corazón. Me que vuela hasta tu alma fría. Alzo la mirada; pobres ojos sin luz, pobre o marcado en un reloj de sombra. Silencio. Solo silencio.
y la mano de mármol tras el cristal, la soñada presencia que mitigue el a de otros ojos que entibien este amanecer amargo entre penumbras. a mis oídos:
La anciana, el templo, la niebla. La muerte, la anciana, el templo. El tiempo, la muerte, la anciana. La niebla, la anciana, el templo. Uno revuelve los elementos, y no sabe que es más gris, más pesado, más incierto. El cielo es como una mortaja que envuelve la figura, tan frágil, de esta señora. La niebla la desdibuja, como desdibuja el templo al fondo. Encorvada, la mujer agarra algo en la mano derecha. No sabría decir qué. La grisura de una vejez desdibujada, la desgana vital y la niebla, esa niebla que ahoga al color, que niega el color, que lo exprime, que lo oprime como el dolor oprime la vida. La vejez es descolorida, es el horror tranquilo, la repugnancia de un niño y el pasar junto al templo sin mirarlo: ya no hay esperanza, solo un delgado velo que cubre la nada. La anciana, el templo, la niebla. La muerte, la anciana, el templo. El tiempo, la muerte, la anciana. La niebla, la anciana, el templo. En el revoltijo gris de esta foto nebulosa, sugerente de indeterminación, todo acaba siendo lo mismo.
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Texto: José Ángel Mañas Imagen: Julián Ochoa
Este es transcrito, el email que le envié a Paco Cano desde Barcelona, la madrugada del 4 al 5 de noviembre de 2004. Querido Paco: Aquí te va la primera de las imágenes que he pensado para tu encargo en Arte y Naturaleza. Es la primera de paisaje que he hecho nunca con este tratamiento. En realidad miento. Hice una antes. Trataba el tema de mi espacio cotidiano. Era una imagen sobre una mesa de desayuno dominguero (con los restos de un buen brunch que nos habíamos tomado) en nuestra terraza en los ultimísimos días del verano. Era una prueba fácil de realizar y la resolví correctamente. No me la planteé en
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Texto e imagen: Jesús Micó
principio como una imagen final para mi proyecto. Solo pensaba realizar un test sobre mi método de fragmentación aplicado al paisaje. Al final, la encontré interesante. He pensado que también te la enviaré junto con las dos que te he comentado esta tarde. Será la tercera. Desde luego que ésta que te envío en este primer email me satisface mucho. ha quedado justo como deseaba. Desde el primer momento que pasé por delante de la escena (volviendo en bici desde la piscina por el puerto) sabía que la fotografiaría. Me tenía que decidir pronto porque era una estructura de arquitectura efímera,
provisional. Un stand promocional de teléfonos móviles Siemens. En dos días habrían desmantelado la caseta. Así que no me lo pensé dos veces y continué rápido a casa a coger la cámara. Cogí la bici de nuevo y me planté allí con el equipo. Tanteé previamente el espacio y comencé a disparar realizando mi habitual coreografía de desplazamientos que, como siempre que trabajo en exteriores, dejaban completamente sorprendido a un numeroso público que asistía a algo como un extraño ritual fotográfico realizado por un alucinado reportero. Como siempre, el dar o no un espectáculo delante de la gente me la traía floja ante la perspectiva de poder obtener una de mis imágenes para Escenarios. En fin, como te decía, aquí te va. Espero que te guste. En tamaño grande es muy potente. Y me encanta porque creo haber superado un nuevo reto que no había tratado en Escenarios, el del paisaje. Y ese reto ha nacido de tu encargo. Bueno, ya hablaremos. Ya te llamaré. Un abrazo, Jesús. pd (1): Barcelona madrugada del 4 al 5 de Noviembre. Hace justo 5 años que José y yo empezábamos nuestra relación. Qué una apasionada noche salvaje que no olvidaré nunca. Yo había inaugurado mi exposición de fotografía para la UCA en el Baluarte de Candelaria. pd (2): el hecho de que sea muy panorámica me sitúa más en la idea de paisaje al observarla. La fotografía fue realizada en el puerto de Barcelona el día 3 de octubre de 2004.
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UN MILLÓN DE
GRACIAS
Leandro Pérez + Elsa Vinardell + Sergio Castiñeira + Juan González Mesa + Estela de Castro + Isabel García Mellado + Alex Llovet + María Moldes + Javier Sánchez Menéndez + Gema Estudillo + Lola Guerrera + Olga Rendón + Oliver Roma + Martín Hidalgo + Jon Cazevane + Carlos Bassas del Rey + Sergio Flores + Nicolás Correliza + Dalila Virgolini + Nico de Brozas + Elisa Muñiz + Eduardo Flores + Aleix Plademunt + Rocío Díaz Farre + David Eloy Rodríguez + Daniel Estorach + Iñaki Izquierdo + Justo Sotelo + Rosa Martínez + Efi Cubero + Marta Bisbal + Hilario Barrero + David Salcedo + J. M. Serrano Cueto + Eleazar Ortuño + Borja Bagunyá + Juan Diego Valera + Fernando Santiago + Alejandro de Dueñas + Yolanda Beláustegui + David García Torrado + José Ángel Mañas + Julián Ochoa + Jesús Micó
CROMO MAGAZINE de Escuela de Color
Dirección José Alberto López Diseño y maquetación Paco Mármol
www.escueladecolor.com
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Texto: Estela de Castro Imagen: Juan González Mesa