CROMO MAGAZINE de Escuela de Color
septiembre / 2014
CROMOM
de Escuela
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# 8 / Tu
AGAZINE
a de Color
urquesa
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Intro - Ángeles Fernández Romero
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Jap Peralta + Cecilio Chaves
/ 10
Ana Cristina Doñoro + Manuel Rey Piulestán
/ 12
Antonio Flor Borrego + Fernando Batista
/ 14
José Joaquín Rodríguez + José Antonio Chanivet
/ 16
Desiré Ortega Cerpa + Danielle de Picciotto
/ 18
Carmen de Reyna + Pepe Baena
/ 20
Salud Botaro + Sandrine Zondervan
/ 22
Lourdes Prat Ferrer + Esther Cuesta Sáiz
/ 24
Julio Pérez Manzanares + Juan Quiñones Grimaldi
/ 26
Olga Bueno + Manolo Tirado
/ 28
Gadye Cis Dese + Antonio Gaga
/ 30
Mercedes Escolano + Paco Almengló
/ 32
José Landi Gragera + Paloma Navarés
/ 34
NDICE ÍNDICE ÍNDICE ÍNDICE
/ 36
Enrique Alcina Echevarría + J. A. González de la Calle
/ 38
Daniel Fopiani + Yeyo Argüez
/ 40
Paco Leal + Blanca Orozco
/ 42
Paco Medina + Marcelo Macedo
/ 44
India + Nigüek
/ 46
Fernando Sabido Sánchez + Virginia Marín
/ 48
Alejandro DP + Enrique Yáñez
/ 50
Inmaculada Macías + Paola Rattazzi
/ 52
Carmen Moreno + Jesús Arnau
/ 54
Macarena Cano + Manuel Díaz + André Gorobets
/ 56
Francisco Narla + Diego Galindo
/ 60
Virtudes Reza + Conde Onofre
/ 62
Paloma García + Dúo Creativo
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“A veces me acelesto y me confundo con el azul que anhela erguirse verde” Rafael Alberti
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nte todo, el turquesa es un color de la naturaleza. Su origen etimológico procede de la palabra árabe “turquesa”, que significa piedra de la suerte, fayruz, siendo considerada en algunas culturas orientales, como trocitos de cielo que han caído a la tierra.
de simbolismos en cu presente en las ceremo de la lluvia, Chaac. En e considera una piedra p los budistas tibetanos es sí mismo, es turquesa. T Egipto, se elaboraba u malaquita y calcita con Este color, que hace referencia a la gema color y con la que hac homónima que al parecer llegó a Europa algunos de los cuales desde algún dominio Turco, tiene un tono azul las tumbas de los grand verdoso y posee una gran carga simbólica en la tradición de distintas culturas europeas, Desde el punto de vist mesoamericanas, asiáticas y africanas. con la práctica del mind comprobar que la p Así por ejemplo, en el idioma náhuatl (lengua contribuye al estado em nativa de México), que dispone de un amplio señal cromática llega al vocabulario cromático, se incluye el color de las emociones, llegán turquesa, xippālli, como un conjunto de las personas que no pu coloraciones verdeazuladas asociadas con el llegan a ser profundam agua y la vegetación, elementos indispensables conciencia adquiere los para la vida. También es un color cargado que la visitan” (Buda).
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ulturas como la maya, onias en honor al dios el Tibet, la gema no se preciosa, sino que para s Gyu, algo diferente en También en el antiguo una mezcla de cuarzo, la que conseguían este cían joyas y abalorios, se han encontrado en des faraones.
Decía Kandinsky que “el color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana”. Y en “El libro tibetano de los muertos” se lee que, “la esencia del hombre, su ser interior, está relacionado con el color”. El turquesa es sencillez. Junto con el celeste, el cerúleo y el aguamarina, está dentro de los colores secundarios cian (combinaciones de azules y verdes), mezclados en mayor o menor medida con blancos o amarillos. Pero para las personas que quiero y me quieren, este color es isla, serenidad, fresco casi frío, apertura, luz, verano, el mar por la mañana un día de levante en calma.
ta de la neurociencia o dfulness, se ha podido percepción del color mocional, dado que la l sistema límbico, sede ndose a demostrar, que ueden percibir colores mente depresivas: “la s colores de los estados Se considera un color envolvente, refrescante y tranquilizante, aconsejable, para el estrés
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mental, el cansancio y el sentimiento de limpiarse, animándonos a empezar de nuevo con fuerzas renovadas e ideas nuevas. El turquesa es bueno para momentos en los que uno se siente solo y nos ayuda a ser más comunicativos, sensibles y creativos.
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relacionado con la gesti la necesidad de deshac que nos limitan.
En cromoterapia, el turq generador sobre los te organismos externos e Sabemos que el equilibrio energético del utilizándose por ello en ser humano depende en gran medida de la las células se ven afecta capacidad para absorber todos los colores del arco iris, y esto es posible cuando nuestros He constatado que es un centros de energía (chakras) están abiertos y femenino, quiero girando en el sentido correcto. mayoritariamente por m parecer una cuestión de El turquesa está relacionado con la glándula usted a saber qué, pe timo, sede del quinto chakra, potenciador estudios científicos, u del sistema inmune. El timo era conocido por hombres no son capace los griegos como thumus, que significa alma, y diferenciarlo de un a vida, por situarse en el centro del pecho, jade. Al parecer, no se cerca del corazón, donde sentimos de forma ocular, sino que la di subjetiva las emociones, es el eslabón entre cantidad de andrógeno el cuerpo y la mente. También trabajamos en el cerebro, encargad este centro energético cuando, en un proceso de imágenes. de coaching, nuestro objetivo o quiebre está
Ángeles Fernández Romero
ión de las emociones o Sea como sea, a nada que observe, veo cernos de las creencias como somos mayoría de mujeres las que lo utilizamos de un modo u otro en nuestra ropa o abalorios. Siento como me envuelve, quesa ejerce un efecto me refresca y me tranquiliza a través de las ejidos que revisten los piedras de mis pendientes, el pareo que llevo e internos del cuerpo, cada día, el mar dibujado por un amigo pintor, n patologías en las que o la luz que filtra mi sombrero, una mañana adas. en Castilnovo.
n color eminentemente decir, utilizado mujeres. A priori podría e gustos, cultura o vaya ero resulta que según una gran mayoría de es identificar este color azul celeste o un verde trata de una cuestión iferencia radica en la os y de los receptores dos del procesamiento
En esa oscuridad color turquesa, en ese centelleo de alazán, como la sangre va por las toranjas, hemos serpenteado por la luz:(…) vamos arriba, o dibujamos sombras, vamos abajo, o dibujamos luz. Pere Gimferrer
Texto: Jap Peralta / Imagen: Cecilio Chaves
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Sol a poniente... con la mirada tierra adentro, contemplando mi pueblo entre mar y cielo, reflejo de la inmensa luz que desprende, haciendo brotar palabras llenas de sentimientos, enmarcadas en pinceladas, al vaivén de un oleaje impregnado de colores, que emana de sus entrañas las riquezas de este bello rincón marinero lleno de ensueño. Lo miro... plácidamente lo contemplo, me cautiva la magia de sus matices, su encuadre, embelesándome la monumental belleza que desprende, su paradisiaco turquesa que emerge; del que estoy enamorado para siempre, desde el cruce de miradas con mi amada... en mis ojos un mar azulado se mezclaba, con los destellos verdes que a ella le gustaba. Hermosamente bello... un paseo abriéndose paso al mar, por el que dejo grabado sus huellas, nuestro insigne escritor y poeta: Fernando Quiñones.
Texto: Ana Cristina Doñoro / Imagen: Manuel Rey Piulestán
El color de tus besos Besos chispeantes, divertidos, tan conocidos y tan nuevos. Diez, cien, mil. A veces, azulados, dulces, misteriosos y profundos pero tan fugaces como la ola que llega para desaparecer A veces, verdosos, casi aguamarina. Liquido deseo y esperanza de algo más.. 12
Besos, urgentes siempre, con ese núcleo blanco, brillante, punto de luz cegadora, imán de mis labios, imposible resistir. Besos turquesa Turquesa nuestra música: jazz, blues, rock, remolino de sensaciones. Sonidos que inundan nuestros oídos para apoderarse de nuestros sentidos y hacer que, por un instante, se toquen también nuestras almas, entre la maraña de abrazos y besos Turquesa yo, cuando veo lo que ves, cuando oigo lo que oyes, cuando siento lo que sientes. Gema feliz entre tus brazos. Fría y triste piedra sin ti.
Texto: Antonio Flor Borrego / Imagen: Fernando Batista
En las entrañas del mar crecen espigas trigo salado para el pan que alimenta los silencios submarinos. En su corazón turquesa germinan espigas que son lágrimas pan de silencio y lágrimas salinas para mi ayuno de besos.
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Desde los fondos verdes los ojos lascivos de un dios miraron arriba muy lejos a un universo tórrido , azulino y el cielo se desplomó enamorado dando vida en las orillas a un azul turquesa que purifica mis penas. Cuando chorreando lágrimas de sal pan salino de silencios submarinos camino hacia la orilla reconciliado con mis contradicciones con la mirada esquiva del horror y con la vida misma y sus misterios.
Texto: José Joaquín Rodríguez / Imagen: José Antonio Chanivet
En el Sur, donde yo vivo, los veranos tienden a ser tremendamente calurosos. Incluso con la playa al lado, hay horas en las que pasear por las calles de la ciudad no resulta muy diferente a internarse en el más árido de los desiertos. Algunas noches el calor es tan intenso que el cuerpo no logra descansar, incluso si tienes la fortuna de conciliar el sueño.
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El blanco y el gris de esta obra de José Antonio Chanivet, contrapuestos al turquesa y al verde oliva que la salpican como una ola, ofrecen un vivo y refrescante contraste que recuerda al momento en que te zambulles en las aguas, y el calor pegajoso del día parece desvanecerse como por arte de magia. También hay algo retro en la imagen debido al color, al modelo de bañador y a la ausencia de un cuerpo esculpido a base de gimnasio y dietas imposibles, por lo que no solo evoca el presente, sino también un pasado ya extinto de tardes en la playa o la piscina, de tiempos difusos pero capaces aún de darnos una sensación de fresca relajación.
Texto: Desiré Ortega Cerpa / Imagen: Daniele de Picciotto
Entre dos aguas
Siempre le había parecido que el turquesa era un color que navegaba entre dos aguas: ni verde ni azul, o acaso, ambos a un tiempo dependiendo de la perspectiva, la luz e incluso el viento. Por eso le mostró orgullosa el vestido en esa tonalidad que la había elegido. No soportaba ir de tiendas y siempre esperaba que le llegara una señal por parte de una prenda. Le encajaba perfectamente, demostrando que a pesar de su rudo carácter podía hacer ciertas concesiones al glamour. - Pero esto es Blue Tiffany. Un azul aturquesado, le dijo su amigo el diseñador, un sutil experto en la paleta de colores. - Déjate de mariconadas, que es muy temprano y tengo prisa. 18
Apuró el café mientras se levantaba para pagar. - Que bruta eres, Antonia. Eh, ¿no me vas a contar cómo resolviste el caso? - Nunca revelo mis fuentes ni mis métodos. Deja, invito yo. Antonia se había estrenado en el departamento de delitos artísticos resolviendo un robo perpetrado en una exposición temporal del museo de arte contemporáneo. El cuadro perdido y hallado no en el templo, sino en la galería Turquesa de la calle del mismo nombre, era un retrato de dama con aire de cómic que representaba de forma irónica el pecado de Hybris con un pomposo pavo real a modo de regio tocado. Durante todo el proceso ella sintió que esa imagen de irisaciones turquesas le producía un cierto desasosiego que no acertaba a comprender. Ya en casa, su marido, que había visto la noticia en prensa, le comentó que la pintura le recordaba al chistecito ese del “que pavo tiene encima niña ay quítamelo” y que vaya tela
con los artistas modernos. Entonces, Antonia, de repente, recordó un juego cruel en el que siempre le tocaba hacer de pavo cuando se rompía el orden perfecto del corro de niñas con uniforme de colegio de faldas en turquesa y se quedaba sin pareja. Aún no se había cambiado y mientras veía en el espejo su imagen fuerte y delicada a la vez, se sintió soberbia, aún sabiendo que era un pecado capital. Así, mientras colgaba el vestido recién adquirido –para ella turquesa sin duda alguna- exclamó con la firmeza de haber ganado una batalla secreta y prolongada: -Para la próxima boda me pongo el uniforme de gala y lo que me ahorre en el traje me lo gasto en peluquería.
Texto: Carmen de Reyna / Imagen: Pepe Baena
Siempre he querido pensar que las emociones mas excelsas de nuestra vida, acaban cristalizando. Es como convertirlas, con suerte, en eternas. Cristales turquesas que van reflejando cuanto de bueno nos ocurre y nos hace vivir.
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Del mismo modo, lo que nos ofende y entristece, cristaliza para poderlo estrellar cuando recabamos las fuerzas y somos capaces de romper esas formas. El resultado son miles de puntitos brillantes que acaban en el mar. Ese es el turquesa, el color que termina por tomar el mar para devolvernos en forma de sosiego, paz y belleza las penas que vamos derramando. Subir, bajar,...de la vida, del amor, de la alegrĂa, de la pena, de los proyectos, del pasado, del presente,... todos vamos subiendo y bajando constantemente en un devenir lleno de cristalizaciones, de las de guardar y de las de romper... Este autobĂşs de Pepe Baena, permite todas las realidades; nos deja tiempo para todo, entre parada y parada, y lo envuelve, como si de un regalo se tratara o porque ciertamente lo es, de un luminoso turquesa. SerĂĄ que cielo y mar conspiran con la belleza, con ese tono azul verdoso, verde azulado, para procurarnos luz.
Texto: Salud Botaro / Imagen: Sandrine Zondervan
Fue antes la sirena y vomitó el mar. Se ahogó en un deseo líquido (aguamarina que embriaga casi como el licor) A ratos laberinto azul a ratos verde. Nada seduce ya a su corazón de piedra. ¡Sirena fatal de cabellera larga! ¡Ave de antaño alada y carroñera! 22
(Ahora) atrapada en el abismo turquesa (Pero) serena ante la eternidad turquesa. ¡Sexo de enredadera! Todo sea por acabar con este frío de escamas. Fue antes la rabia y la sirena se tragó el mar. Como si nada. Con su sonrisa de Mona Lisa atragantada. Piedra preciosa. Aguamarina. Locura verde y azul. Vómito turquesa.
Texto: Lourdes Prat Ferrer / Imagen: Esther Cuesta Sáiz
Vibrando en luz
No es hermosa la ciudad cuando se cubre de gris, cuando se llena de hollín, de tóxicos y de penas. La ciudad es hermosa cuando la ves con los ojos llenos de amor, cuando el corazón la pinta de azules, cuando la tranquilidad la cubre de turquesa, y la profundidad y la calma se te escapan del alma. Cuando la confianza abre el ventanal, la sabiduría, con el pincel de la lealtad, alumbra la ciudad del color de las aguas del cielo eterno, y cuando ya todo es de color turquesa es cuando puedes escuchar tu canción. 24
Tu canción con notas de sal, con tonos de agua, con rumor de nubes... Tu canción que todo lo llena de color, de mágicos valores, tu canción turquesa, tu amuleto, tu regalo de vida, tu sedosa creación, tu sensualidad a flor de piel... Cuando la entonas al amanecer, pintas la ciudad y sabes que la vida te protege. El turquesa es tu armonía, tu protección, tu medicina. No es casualidad que el turquesa sea el color de la piedra de los dioses. Serendepias de color? color garganta, color expresión, color comunicación.... Color seda, color ciudad, color canción? La vibración Turquesa, corresponde al poder de la comunicación a través del sentimiento, y es justo en este momento que se halla nuestro planeta. Pintar la ciudad de
este color es bañarla de positividad, es darle opciones al cambio a través del corazón, de la emoción. El turquesa es el color de la energía que emiten los artistas, los escritores y los músicos. No es casualidad esta fusión en las páginas...todo esta unido; las sincronicidades se manifiestan cuando actuamos acordes con nuestros sentimientos.
Texto: Julio Pérez Manzanares / Imagen: Juan Quiñones Grimaldi
Podría ser esa Habana de regusto años cincuenta, con la predilección de aquella época por teñir de turquesa las máquinas modernas –automóviles, neveras, y todos los símbolos del American Way Of Life-. Un paraíso que para muchos se escapa como un verdadero «sueño» inalcanzable, diluido en medio de un chaparrón de media tarde. Se diría que con ese juego casi perfecto de complementarios entre el azulado automóvil en perpetuo movimiento, y la inmovilidad anaranjada de la bermuda del joven, nos encontramos con un nuevo icono de la afición decimonónica por el color azul del que tanto partido sacó Neruda; de esa moda de la «indigomanía» que codifícó el tono (y todas sus gamas, de los verdosos a los violetas), como los colores de la melancolía. 26
Y es que -a poco que uno siga echándole novela al asunto-, no cuesta imaginar la inmovilidad de ese muchacho, mirando a un infinito acotado por los cristales de los escaparates y los automóviles (quizá también con algo de escaparates para quienes los conducen), como aquella que provoca, precisamente, la melancolía. Esa melancolía que toma color en el moderno aparato cuya celeridad es una promesa de huida, de encontrar más allá de las bochornosas calles de La Habana cielos más azules, calles que no estén anegadas por esas lluvias que de cotidianas ya ni mojan... Un futuro tan lejano como un pequeño salto; sólo hay que dejar a un lado las turquesas cangrejeras, y descubrir que ese color, desde su mismo nombre, es el de las riquezas del Oriente –las de la segunda noche después del millar que sólo algunos saben o quieren leer; escrita sobre una piel, breve como el roce furtivo de una mano, o el instante en que se borran hasta los deseos bajo una lluvia de color turquesa.
Texto: Olga Bueno / Imagen: Manolo Tirado
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Somos Sueños Somos sueños sin la resaca prolongada del vacío porque nunca se sueñan. Somos veranos eternos inexistentes, recuerdos aleatorios e inventados, que no cesan nunca, que agotan, pesan y arrasan. Somos inviernos desmembrados por querer escapar del tiempo y camas que se elevan hacia la nada, que caen y aplastan el subconsciente, acabando con la esperanza. No somos horizontes lejanos, bucólicos montes, desiertos ni lagos, un pasaporte lleno de vidas, que vuelve a ser renovado, ni somos cielos turquesa, ni muerte plácida, ni azules océanos… Sólo somos aquel devenir incontrolable de mentes cansadas, De tanto sueño que nunca se sueña, de tanta almohada gastada.
Texto: Gadye Cis Dese / Imagen: Antonio Gaga
Duerme la opulencia sobre la playa turquí, mestiza de sus propios colores, azul verde, verde azul, que la van invadiendo al son del cenit solar, mientras su sombra, tejido monocromo, se rinde poco a poco bajo la canícula, de soledad implacable. 30
Abundancia de formas, de años cosechados, de riqueza inútil y de azules consumidos en playas aturquesadas, que devuelven esa luz sobria y melancólica, casi picassiana de las épocas tristes.
Texto: Mercedes Escolano / Imagen: Paco AlmenglĂł
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La piel es una ola de orĂgenes remotos que avanza ondulante a ritmo de mareas. La piel es balanceo, un espejo turquesa en el que el sol reposa a mediodĂa. Los vientos van limando sus surcos de espuma, extrayendo ternura donde antes hubo solo amor a la deriva.
Texto: José Landi Gragera / Imagen: Paloma Navarés
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Será el mismo pescador perverso que apodó, por primera vez, a la niña ‘princesa’. El que parió zalamerías por su ‘boca de fresa’. Será el que inventó el turquesa. Ni nombre, apellido de un color. El del pañuelo que oculta el truco. C4. Agua. Encaja. En cajas. En cajones, los del panel de un concurso tétrico que dice ocultar un premio tras cada casilla. Finge bondad. Escabechada en líquido amniótico. Pero la dicha prometida es un señuelo para pescar. Si hasta se disfraza de agua, imbécil. El juego de los barquitos. Estás hundido desde la botadura, podrido desde las asaduras. Pasen, jueguen. Por si acaso. Hay una gota de humanidad en el océano de muerte interrumpida. Búscala. Desgracia garantizada. Pero inténtalo. Por cada bien oculto en los cuadros, hay cien sátrapas, mil violadores, un millón de asesinos. Por cada inocente, dos millares de rijosos, tres de torturadores. Por cada generoso, legión de miserables. Venga, dale. Es azul pero le llaman turquesa. Burdo afán por endulzar el terror salado del mar cuadrado.
Texto: Enrique Alcina Echeverría / Imagen: Juan Ángel Glez. de la Calle
Has tenido un sueño. Acorazados potentes, burbujas subsidiarias, ascensores hacia el cielo urbanizable. Enemigos en fila india y una amplia gama de excusas. Abres las escuálidas páginas de Cultura con una muerte repentina. La gente murmura, los recortables cobran vida y se arrancan por alegrías. Patás en el suelo, golpes de pecho, mucho dolor.
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Has tenido un dueño. Tierno e implacable, se aprovechó de ti, pregonó tus cartas, no vengas roneando ahora. ¿Está Fulanito? No, soy mi hermano. Te pillaron, canalla. Demasiadas canciones de autoayuda. Un millón de amigos, siempre quise ir a LA, obladí obladá. Tate quieto en lo alto de tu hit parade. Ya no tienes sueños, ni dueños. Subes o bajas. Begin Again en Siberia, toa la sala llena grillos. Lo que traducido resulta: en el cine hacía un frío del carajo y la desesperada oferta especial de palomitas asesinas y zarzaparrilla tamaño familiar causó estragos. Parazeta-moles.
Texto: Daniel Fopiani / Imagen: Yeyo Argüez
Destructor - ¿Qué vas a hacer, hijo? - Voy a colorear esta jirafa, papi. El padre rio escandalosamente mientras le alborotaba el pelo a su hijo. - Pero las jirafas son amarillas, no turquesas… ¡Suelta ese color, hombre!
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- No, papi, ayer soñé con una jirafa turquesa. Era muy bonita, y además, se hizo amiga mía. - Peque, las jirafas turquesas no existen –le contestó el padre mientras le quitaba el color turquesa de la mano. - ¡Pero mi amiga es una jirafa turquesa! –contestó el niño convencido. - Las jirafas sólo pueden ser amarillas con manchas negras, hijo mío, créeme, guarda el color turquesa para colorear otra cosa. Así el dibujo te quedará más bonito. El niño pequeño quedó pensativo una vez que su padre se hubo marchado de la habitación. Su amiga,
la jirafa turquesa, quedaría como un secreto guardado en su interior. No volvería a contárselo a nadie. Pero antes de colorear la jirafa de amarillo, prefirió no darle color.
Texto: Paco Leal / Imagen: Blanca Orozco
Llamarte burro a ti
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Llamarte burro a ti. ¡Qué desprecio! ¿Verdad? Qué ponderativo para lo malo (torpe como un burro) la palabra se ha convertido en sinónimo de hombre torpe. Recuerdo a los niños en las aulas con el cartel sobre el pecho y dos orejas grandes sobre sus cabezas. Exijo piedad al mundo para contigo. Fiel compañero del hombre desde los principios, noble y trabajador, cómo es posible que te maltraten y te vejen a ti, que has procesionado en las caravanas de los reyes. Por la ruta de la seda, bajo los cielos turquesas de Afganistán y junto a las Pirámides de Egipto. A ti que has cargado sobre tus lomos los mármoles de los templos griegos y romanos y fuiste consagrado a Príapo y acompañaste en los cortejos a Dioniso y a la diosa Ceres. A ti que fuiste enviado por Jupiter a entregar a los hombres agradecidos el elixir de la eterna juventud. A ti que eres un regalo bondadoso y pacifico. A ti rindo pleitesía.
Texto: Paco Medina / Imagen: Marcelo Macedo
No te engañes
Los otrora felices ejércitos turquesa se aprestan a situarse frente a frente, mas se preguntan el porqué de esta batalla... pero todos son atrevidos como el amor. Jimi Hendrix
No te engañes, tarde o temprano acabarás balanceando el peso de tus nostalgias, de tus amores soñados, de tus prejuicios y tus pasiones. No te escondas, 42
de nada te servirán la soberbia, el orgullo o la dignidad, porque el miedo siempre pendula sobre la cabeza de los hombres. Y te juro que me rendiría ahora mismo… si no fuera porque ya decidí reconquistar el halo turquesa de mi propia alma, dejando caer al suelo el peso de los recuerdos. Y aquí estoy… inmóvil, esperándote, para cuando dejes de engañarte.
Texto: India / Imagen: Nigüek
“Suenan armónicas las notas del arpa. Si. Re. Mi. La. Suenan en aire y saben a agua. Si. Re. Mi. La. Una sirena cabellos de alga. Si. Re. Mi. La. La onda sonora, reflejo de ola. Si. Re. Mi. La.”
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En el balanceo suave de las noches de mar en calma, los marineros descansaban el gusto de parar ocupando el lugar que en el día les ocupaba. Tumbados en la madera de cubierta, las piernas abiertas. Roce de brazos rugosos maltratados por el sol. Compañía. Reposo marcado en la fijación de un nuevo horizonte sin destino, la luna, serena. Un canto aprendido en travesías de altamar entonado a coro con sus voces roncas. Cantos de sirena.
“Suenan armónicas las notas del arpa. Si. Re. Mi. La. Suenan en aire y saben a agua. Si. Re. Mi. La. Una sirena cabellos de alga. Si. Re. Mi. La. La onda sonora, reflejo de ola. Si. Re. Mi. La.” Leyendas sobre mujeres de cabellera verde alga y cola de pez. Mujer que es flora y fauna. Mujeres que emergen del azul intenso, de la luz perdida en la profundidad marina. Cabellos color verde trenzándose en el azul del agua. Ser de pigmentos mezclados, matices verdes y azules, suben, se elevan, confluyen, verde y azul, verde y azul, azul… verde… azul… verde… forman estela color turquesa.
“Suenan armónicas las notas del arpa. Si. Re. Mi. La. Suenan en aire y saben a agua. Si. Re. Mi. La. Una sirena cabellos de alga. Si. Re. Mi. La. La onda sonora, reflejo de ola. Si. Re. Mi. La.” Como una nana, los marineros cantaban al ritmo binario de aquel mar en calma. Mientras, en tierra, vibra sus cuerdas un arpa que es ancla. Luz. Noche. Luna. Destello. Madera. Azul y verde acunando en turquesa.
Texto: Fernando Sabido Sánchez / Imagen: Virginia Marín
Existencia que emana en el color de un mar ignoto Azul turquesa Belleza mágica e inspiración en su naturaleza libre Azul turquesa Espíritu grabado a fuego en rectángulos de piedra Azul turquesa Agua y viento quietud imperturbable de estrellas 46
Azul turquesa Dureza milenaria de espíritu y frustración del ego Azul turquesa Vermeer colorea vestiduras de altivas cortesanas Azul turquesa Laboratorios inventan rosas plagiando la textura Azul turquesa Pigmentos expulsan del lienzo lo clásico y es caos Azul turquesa Lodo trasformado en roca
Olas Quietud Siglos La luz despliega todo su orgullo para te単irte de azul Turquesa
Texto: Alejandro DP / Imagen: Enrique Yáñez
Érase una vez… una ninfa marina. De las que moran en las profundidades, entre arrecifes y tesoros perdidos, donde yacen anclas, los navíos hundidos. De las que se ven en los acantilados, sobre una roca o a nado. Quizá sumergiéndose de un modo precipitado.
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De las que esperan escondidas, las que sorprenden con sus besos antes de arrebatar una vida. Las que llegan a la orilla en busca de pobres familias, un marinero o un príncipe a la deriva. De las que protagonizan historias, cuentos y novelas, las que trataron de asesinar a Ulises o lo dieron todo por unas piernas. De las que tienen escamas, aletas y largas melenas. Las que ocultan sus pechos con conchas o quizá con algas, las que se extienden sobre la arena. De las que inspiraron a grandes autores, como Hans Christian Andersen, su vida y sus penas. Sus aspiraciones y sus metas. Las que sus cuentos transportaron al fondo, donde todo se funde, donde todo se eleva, donde todo se torna turquesa.
Texto: Inmaculada Macías / Imagen: Paola Ratazzi
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Camino bastardo entre el azul de mi mar y el verde del iris, en busca de la Alicia perdida en un país pintado en mi retina. Huele el papel a hierba con rocío de la mañana y sigue apresurada la mirada en zig zag imparable por un bosque encantado. Atisbo un pueblo perdido sobre la meseta mohosa, un país escondido, difícil de visionar, apenas en las neuronas de Morfeo. Dejo atrás el agua marina de su adn y busco la pasión turca que alivie la niña de mis ojos.
Texto: Carmen Moreno / Imagen: Jesús Arnau
Dicen que el mar tiene el color de una piedra preciosa. No lo sé. Advertí el turquesa naciendo debajo de sus pómulos, unas venas marcadas a la altura de sus ojos. A ella le gustaba el mar. Las gaviotas eran sombras heridas en el aire. 52
La arena. El temblor de su vida, de su último aliento. Dicen que el mar tiene el color de la turquesa. Turquesa fue el color de su muerte. Así es como las piedras preciosas se convierten en pequeños baúles donde se encierran las vidas que arrastra la corriente.
Texto: Macarena Cano - Manuel Díaz / Imagen: André Gorobets
Nana
Viene la luna peinando el hambre. Tejiendo trenzas de brazos en la noche. Ya bebió mi niño la leche de Hera y ahora el cielo anida en su boca un sendero de estrellas que le llevará hasta la morada de los dioses. Mi niño sueña y su sueño es azul como las noches de hielo, como los ojos de los perros que huyen amedrentados del olor de las vísceras huecas. Dame la mano, niño. Que viene la noche larga y hambrienta. Trencemos los cuerpos. Tenemos la casa más bonita del mundo. El mundo. 54
Mira las estrellas. Hacen cosquillas en la boca. Y les gusta nadar en tus ojos. Acurrúcate cielo. La noche hoy está húmeda. Acerca tu oreja. ¿Escuchas? Guardo un tambor en el pecho que ahuyenta a los grillos del hambre. Berenice baila derramando luceros turquesas por todo el firmamento. Arrima tus labios. Que la noche hoy tiene un secreto. Susurra azules tus sueños para encender los besos de la noche. Los gigantes quieren soñar contigo. Ya vienen por la senda de las luciérnagas La luna se enreda entre nosotros como un atrapasueños. Mi niño, en mi aliento retuve el calor del día para ti.
La estrella perro ladra anunciando a Casiopea Y la Cruz del Sur brilla como nunca indicando la direcci贸n de nuestra fiesta, en nuestra casa, la m谩s bonita del mundo, el mundo.
Texto: Francisco Narla / Imagen: Diego Galindo
Thomas se acordó de los cangrejos y una sonrisa vacilante le hurgó la memoria.
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Volvió a verla, a ella. tal y como había sido entonces, radiante, preciosa. Columpiándose en una hamaca tendida entre palmeras que arañaban aquel agua tallada en piedras preciosas. El Caribe enmarcaba la larga melena y los hombros desnudos, ella reía sin saber que el final aguardaba en un sobre con el remite de un laboratorio. Habían sido felices, mucho; hasta que, a su regreso, los números sobre el papel habían revelado la desgracia que asomaba tras los resultados. Ella había reído, señalando los cangrejos que corrían por las blancas arenas. - Son como tú, no se sabe si vienen o van —le había dicho entre carcajadas inocentes—. Como tú... Ya no había cangrejos, ya no había playa. Y el Caribe no era más que un estercolero. Solo quedaban recuerdos. Cuentos que explicaban el pasado para asombro de niños incrédulos que jamás verían un cielo azul. La codicia había ganado la partida, la política se había desvanecido en las intenciones de unos pocos visionarios corrompidos por el poder. Todo era gris. Los peces, las aves, las grandes manadas; no quedaba nada. Solo desiertos, bacterias y algunos insectos. Y el hombre, por supuesto, el hombre; inmune a la destrucción que la misma raza había creado.
Y él ya no era más que un viejo, un viejo decrépito en un mundo de jóvenes artificiales. Un viejo que aún la echaba de menos. Pasó por la cámara de descontaminación, se quitó el mono de plástico. Se puso la sobada chaqueta y, con dedos sudorosos guardó el pequeño tubo de cristal en el bolsillo. - Hasta mañana Doctor Rye, —le deseó el guarda de seguridad cuando abandonaba el frío del laboratorio y se internaba en el calor del desierto—, que tenga un buen día.
Thomas apenas inclinó el mentón. Caminaba cabizbajo. En sus dedos, teñidos por la edad, carcomidos por la artrosis, sujetaba el vial. Pasó de largo junto a su coche, abandonó el asfalto y pisó la arena suelta que se extendía desde el complejo gubernamental hasta el horizonte, ya no había ni matojos que el viento vapulease. Volvió a recordar la playa, a ella. Sacó el tubo del bolsillo. Desde la garita el guarda de seguridad miraba intrigado.
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El vidrio atrapaba un azul como el de aquel Caribe de sus recuerdos, y sus ojos lo miraban con melancolía. Eran solo unas gotas, como las que dejaba la espuma que se arremolinaba en sus pies al pasear junto a ella en aquella playa. Pero serían suficientes. Él sería el paciente cero, el primero. Y ya no habría más codiciosos, ni más corruptos, ni más miserias. Alzó su mano y tiró el vial al suelo con tanta fuerza como pudo. El tubo se rompió y aquel líquido turquesa se esparció siseando, evaporándose. Aspiró con fuerza y en algún lugar dentro de él las cosas empezaron a cambiar con gran rapidez. El dolor llegó casi al instante.
- Le he llamado Hope, como tú, mi niña, como tú, para que nunca olviden lo que te hicieron... Te quiero... La alarma empezó a sonar. El guardia corría hacia el viejo virólogo, del laboratorio surgían decenas de hombres. La muerte, diseñada en el rincón de una probeta, se esparcía.
Texto: Virtudes Reza / Imagen: Conde Onofre
Si pudiera vencer a la muerte, mi cuerpo de vida sería eterno en el ojo de cristal que intenta averiguar el mañana. El abanico fisurado a través de los años se tornaría de destellos sucumbiendo ante el turquesa de este mar que ahoga el presente.
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Si pudiera vencer a la muerte, mi aliento buscaría los suspiros equivocados y retorcería el cuerpo para buscar el perdón tantas veces negado. Si supiera cómo vencer a la muerte pintaría tu cuerpo de azul-verde hasta llegar a tus labios en el rojo pasión esparciendo mis brazos hacia algún lugar de tu arco iris.
Texto: Paloma García / Imagen: Dúo Equipo Creativo
Mañana de verano. El eco del mar suena a mi espalda mientras el viento azota a transeúntes, pescadores de balaustrada, árboles, ideas, piel y pensamientos. Le oigo susurrar suave, como una respiración constante y rítmica.
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Es como un imán. Un iris que se arremolina en un rompeolas. Como un vértigo inevitable de miradas. El color turquesa del mar de verano me llama, me atrapa y me libera. Pego mi cuerpo a la ventana al Atlántico, me asomo y respiro… Respiro mar, mis pulmones se llenan de matices azules y verdes. Me está llamando con un grito atávico de olas ancestrales, un vaivén de espuma que ha impregnado todas mis vidas y todos mis rumbos. Me está llamando… Mi cerebro se llena de sal y mi piel se tiñe de Cádiz.
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