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CARNAVAL DE LAS PALMAS DE G.C
El Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es una fiesta no sólo con un recorrido de cinco siglos, sino una expresión de auténtico mestizaje de la alegría pues, aunque en la actualidad se perciba una imagen y un ambiente propio, un carácter netamente grancanario, y puedan considerarse como propias muchas tradiciones y costumbres, que perviven incluso en la intimidad más familiar de estos festejos, tampoco se puede olvidar un singular proceso de acogida, de aceptación y de asimilación-adecuación de elementos, procedentes de muy diversas latitudes de la cultura mediterránea, e incluso del reflujo que provino de América, lo que hace de esta celebración hoy una de las más cosmopolitas del mundo.
valeros de ese gran barrio, de corazón y de inquietudes, que es La Isleta, encabezados por el gran amigo de todos que fue el inolvidable Manolo García, tomándole el pelo a más de una de las autoridades de entonces - aunque a alguno de ellos poco pelo se le podía tomar ya -, no debemos olvidar como lo que en realidad hacían era recuperar en la calle, tras casi cuatro décadas de suspensión, un sentimiento y una tradición, un sentido de la fiesta y una forma de ser, que poco a poco, siglo tras siglo, logró arraigar con enorme fuerza entre los grancanarios, tanto que, cuando Alfonso XIII visitó esta Isla en marzo de 1906 – y era la primera vez que un monarca visitaba la ciudad en toda su historia -, una de las primeras cosas que le ofrecieron fue una batalla de flores en Triana, al modo de las que eran tan esperadas cada Carnaval, y que Su Majestad disfrutó de lo lindo y comentó a lo largo de su vida en más
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Antigua carroza carnavalera.
UN CARNAVAL ACTUAL CON SIGLOS DE HISTORIA
“Carnaval Las Palmas, un carnaval con historia, con mucha historia”.
Si esta afirmación la escuchara un autor de letras de carnaval, o un carnavalero contumaz en su fino sentido de la ironía, me diría que sí, que este es un carnaval con mucha historia, con demasiada historia, tanta que no se puede aguantar el lío que cada año se monta por aquí. Lío del bueno, en la calle, en los mogollones y en los chiringuitos, en los espectáculos y en los concursos, pero, sobre todo, en el corazón y en el sentir de los buenos carnavaleros; en fin, un lío con tantas y tan diversas historias que su manual sería más amplio y disperso que las páginas amarillas.
Este Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es un Carnaval con mucha historia, con una historia que es casi tan larga como la de la misma ciudad, que este año cumplirá ya sus 543 años - una auténtica jovencita, de presencia y de alma, que airea su hermosura con alegres sonrisas carnavaleras -. Si la fiesta actual tuvo sus inicios, más o menos formales, allá por la década de los setenta, cuando un grupo de intrépidos y animosos carnade una ocasión.
El carnaval laspalmeño lo podemos entrever poco después de la misma fundación de la ciudad en 1478, si tenemos en cuenta, como señaló el escritor Orlando Hernández, que en “…ese mestizaje que hace propicia la realidad religiosa del carnaval. El juramento del conquistador Pedro de Vera ante la falsa Hostia – sin consagrar – según se dijo. El morboso mundo del incipiente Real. Los nuevos conversos, más por obligación que por fe. Las prácticas curanderiles de africanos y portugueses. El nuevo ritual cristiano con su cohorte de vírgenes y monásticos ávidos de sol, dentro de una geografía pánica y dionisíaca, casi hacen ya de la hormigueante Villa un escenario único para el carnaval…”. No muchos años después, en 1521, como ha estudiado la investigadora en estos temas María Reyes García Gómez, la ciudad nombra a unos caballeros que debían preparar unos festejos para los días de carnestolendas, en los que se encendieron luminarias y se organizaron fiestas de toros y juegos de caballos.
Vemos también como la Inquisición tomó en 1574 medidas
Baile de Carnaval en el Teatro Hermanos Millares de La Isleta.
Batalla de Flores en 1933.
por unos bailes de máscaras y disfraces que se celebraron en casa del canónigo Pedro León. A esta primera época, quizá con influencias del carnaval italiano y portugués, le seguirían los cambios de gustos y costumbres que trajo en la segunda mitad del siglo XVIII la ilustración, en la que los bailes de salón fueron auténticos protagonistas, aunque no por ello la fiesta del Carnaval dejó de extenderse por barrios, villas y pueblos de toda la isla, en los que arraigó con costumbres que hoy llegan hasta nosotros.
En la segunda mitad del siglo XIX, con la modernización de la ciudad, la mejora de sus vías públicas, la construcción de nuevas plazas y una amplia alameda, y la aparición de las nuevas sociedades de recreo y cultura, que disponían de amplios salones de baile y recreo, el Carnaval isleño cobró una dimensión más urbana y más pública; se introdujeron nuevos elementos, nuevas actividades, aunque en algunas cosas se partiría de costumbres ya arraigadas. Se adecuó a la realidad de una urbe y al ser y sentir de sus habitantes, se asimilaron también algunas cosas que llegaban de otras latitudes, pero este formidable crisol isleño pronto las acogió como propias, y, al poco, la población se sintió muy satisfecha y feliz con un Carnaval que era ya una de sus celebraciones más propias y arraigadas, tanto que, cuando se hizo un silencio oficial a partir de 1936, no desaparecería del todo, pues perviviría en el seno de las familias, de barrios como San José o La Isleta, que tanto
aportaron desde antiguo a estas celebraciones, de sociedades privadas que lo disfrutarían bajo distintas formas y excusas. Este año 2021 este grandioso Carnaval, por la situación extraordinaria que se vive, no saldrá a la calle con su multitudinaria y secular explosión de alegría, pero en una ciudad que supo aguardar en ocasiones muchísimos años para poder celebrarlo, sin perder un ápice de su impulso e identidad carnavalera, esto no será socavón alguno. Es más, si atendemos a lo que ocurrió a lo largo de los siglos, la Fiesta cobrará en ello nuevos y sustantivos impulsos, pues hoy el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria es otra historia, pero que nadie olvide que también tiene historia, mucha historia de siglos de la que sentirse orgulloso.