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HISTORIAS DE LANZAROTE
Gregorio Fuentes Betancourt, un lanzaroteño que desembarcó en La Habana con sólo seis años, se convirtió en el protagonista central de la célebre novela “El viejo y el mar” que le valdría a Ernest Hemingway el Premio Nobel de Literatura en 1954. El escritor norteamericano, que había recibido un año antes por esta obra el “Pulitzer”, se inspiró en la sabiduría marinera del singular personaje conejero para recrear una aventura -la lucha hasta la extenuación de un pescador para capturar el pez que deseó toda su vida- que acabaría llevando al cine Spencer Tracy en 1958.
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Gregorine, como le llamaba el escritor, nació en Arrecife de Lanzarote en 1897. Llegó a Cuba a bordo de un velero después de cruzar el Atlántico en una arriesgada travesía. Creció en Casablanca, un pequeño pueblo en la bahía de La Habana. En 1928, con 31 años, conoció a Ernest Hemingway en el Cayo Dry Tortuga, en plena tormenta tropical. Diez años des- pués, el escritor vino a buscarlo para encargarle que se ocupara de su barco “Pilar”, adquirido en 1934 por diez mil dólares y bautizado así en honor a la Virgen de Zaragoza. Gregorio Fuentes se convertiría en el gran amigo y confidente de Hemingway. Durante 27 años compartieron aventuras y desventuras, días de pesca y noches de ron, y navegaron por las corrientes del Estrecho de Florida y el Golfo de México realizando capturas de agujas de gran peso. El pescador conejero fue, probablemente, la persona que mejor conoció a uno de los grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Poco antes de que el autor abandonara definitivamente Cuba en 1960, trazó un certero perfil del patrón del “Pilar”: “Tenía unos hombros extraños, todavía poderosos aunque muy viejos, y el cuello era aún fuerte; las arrugas no se veían tanto cuando el viejo estaba dormido con la cabeza derribada hacia delante. Su camisa había sido remendada tantas veces que era como una vela. Sus ojos eran del mismo color del mar, alegres e inderrotables, pero cuando estaban cerrados no había vida en su rostro”. El viejo lobo de mar murió el 13 de enero de 2002 con 104 años. Su fallecimiento le sobrevino repentinamente en la iglesia de Cojímar, donde le iban a rendir un homenaje. Meses antes recibió el título de Capitán Honorífico de la Asociación Internacional de Pesca Deportiva de Cuba. Hasta sus últimos días mantuvo plena lucidez y no dejó de fumar sus seis habanos diarios. Su casa, en Cojímar, una villa marinera situada 15 kilómetros al este de La Habana, se ha convertido en un lugar muy concurrido de turistas que visitan Cuba. En 1996 sus ojos pudieron ver, al borde del siglo de vida, el lugar donde nació: el entorno del Charco de San Ginés, en Arrecife de Lanzarote.
EN 1928, CON 31 AÑOS, CONOCIÓ A ERNEST HEMINGWAY. DURANTE 27 AÑOS COMPARTIERON AVENTURAS Y DESVENTURAS, DÍAS DE PESCA Y NOCHES DE RON
UN CONEJERO
INSPIRA ‘EL VIEJO Y EL MAR’
María Doménech Juan Carlos Mateu [Libro: Memorias de un Archipiélago]