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LA MERIENDITA CANARIA

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EN EL NÚMERO ANTERIOR REVISABA SI DEBÍAMOS TOMAR SUPLEMENTOS DE VITAMINA D Y EXPONÍA LAS VENTAJAS QUE TENÍA EL HACERLO. PERO UNA CUESTIÓN QUE TODAVÍA ES MOTIVO DE CONTROVERSIA ES CUÁNTA VITAMINA D DEBEMOS INGERIR. ¿CUÁNTA VITAMINA D NECESITAMOS? D NECESITAMOS?

Las fuentes de la vitamina D para el organismo son su síntesis a nivel de la piel con la exposición a la luz solar y el aporte dietético, principalmente con pescados grasos y huevos. Pero, paradójicamente, existe también un bajo consumo de estos alimentos, sobre todo de pescado. Es por esto que se ha sugerido enriquecer la dieta de las gallinas con esta vitamina.

Ninguna revisión sistemática aclara si hay un grado de exposición solar suficiente y seguro para mantener una cifra óptima de vitamina D, pero sí está demostrado que su exclusión habitual es un riesgo de deficiencia. Una adecuada exposición solar no es fácil de definir, pero parece ser que para los lactantes debiera ser de 30 minutos por semana en pañal o dos horas vestido y sin gorro. Para niños mayores y adultos, los efectos beneficiosos se obtienen con la exposición de la cara, las manos y los brazos (aproximadamente el 25 % de la superficie corporal) de 5 a 30 minutos entre las 10:00 y las 15:00 horas, dos o tres veces por semana.

Sin embargo, esto entra en conflicto con las actuales guías clínicas para la prevención del cáncer de piel; por ello, muchos autores están de acuerdo en disminuir la exposición solar y administrar suplementos de vitamina D hasta que existan recomendaciones bien equilibradas de protección solar que aseguren un estado de suficiencia de vitamina D sin incrementar el riesgo de desarrollar cáncer.

En España, el grupo de trabajo de Atención Primaria sobre Prevención en la infancia y en la adolescencia y el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (2012) siguen las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría (2008) con algunos matices: –Los lactantes menores de un año lactados al pecho deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D desde los primeros días de vida. Todos los lactantes menores de un año que ingieren menos de un litro diario de leche enriquecida también han de recibir dicho suplemento. –Los niños o adolescentes que tienen factores de riesgo de déficit de vitamina D y que no obtienen 400 UI/día de forma directa a través de la alimentación o exposición al sol, deben recibirla de manera suplementaria. –Los niños nacidos prematuros menores de un año deben recibir 200 UI por kg al día hasta un máximo de 400 UI/día.

Recientemente, algunos grupos de trabajo en Francia, EE.UU y Reino Unido han cambiado estas recomendaciones. Según dichos estudios los niños de 1-3 años, especialmente si no reciben productos alimenticios enriquecidos, siguen en riesgo de mineralización ósea inadecuada y tienen niveles sanguíneos bajos de vitamina D (menos de 20 ng/ ml de 25-OH-D, según el Instituto de Medicina de la Academia de Ciencias de EE.UU en 2011), a pesar de ingerir las recomendaciones existentes. Muchas personas tienen niveles bajos de esta vitamina, especialmente en invierno o si se confinan en interiores o viven en latitudes del norte, porque el sol de verano es la principal fuente para la mayoría de la gente. También existe mayor riesgo de deficiencia en poblaciones no occidentales o inmigrantes.

Estas nuevas recomendaciones de vitamina D para la población general (mayores de un año) son: 400 UI (10 μg) por día para el Reino Unido y 600 UI (15 μg) por día para la Unión Europea y Estados Unidos (800 UI o 20 μg/día para mayores 70 años). De esta forma se mantendrían los beneficios no esqueléticos de la vitamina D. Para los casos de malabsorción digestiva se recomienda administrar el calcidiol (25OH-D), a dosis de 7.5-10 mcg en niños y de 5-10 mcg/día en adultos, pero se debe ajustar la dosis según sus niveles plasmáticos.

Tomada en dosis adecuadas la vitamina D se suele considerar segura, sin embargo ingerir demasiada vitamina D puede ser dañino. Los niños mayores de 9 años, adultos y mujeres embarazadas o que están amamantando que toman mas de 4000 UI/día de vitamina D pueden experimentar lo siguiente: náuseas y vómitos, poco apetito y pérdida de peso, estreñimiento, debilidad, confusión y desorientación, alteraciones del ritmo cardiaco, cálculos renales y daño renal. Por ello se recomienda que sólo se ingieran dosis altas bajo supervisión médica. 

Eduardo Doménech Martínez Catedrático de Pediatría de la ULL (jubilado)

Las ingestas máximas recomendadas por la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (2013) son aquellas que no generan niveles de 25-OH-D > 50 ng/ml, para lo que proponen 1000 UI/d para los lactantes menores de 1 año, 2000 UI/d para niños entre 1 y 10 años y 4000 UI/d para los mayores de 11 años. Para tratar el déficit de vitamina D (raquitismo, osteopenia, etc., o niveles de 25-OH-D menores de 12 ng/ml), las dosis que recomienda el Consenso Global (2016) son de 2000 UI/día para lactantes menores de 1 año, 3000 – 6000 UI/día para niños de 1 a 12 años y 6000 UI/día para niños mayores de 12 años, durante 90 días, siguiendo posteriormente con el suplemento adecuado según la edad. Se recomienda también una ingesta adecuada de calcio. Este Consenso define la toxicidad cuando existe hipercalcemia y niveles de 25-OH-D mayores de 100 ng/ml.

¿SABÍAS QUE LA MEMORIA DEL GUSTO ES LAS MÁS FUERTE DE LAS MEMORIAS ASOCIATIVAS? POR ESO, AL COMER SEGÚN QUÉ COSAS, NOS RETROTRAEMOS A MOMENTOS CONCRETOS DE NUESTRA VIDA QUE, ADEMÁS, SUELEN ESTAR RELACIONADOS CON EXPERIENCIAS COMPLETAS Y NO SOLO CON EL ALIMENTO.

Y OTROS RECUERDOS DE LA INFANCIA

Mezclar plátanos escachados con galletas y jugo de naranja se convirtió en la auténtica “meriendita canaria”. Eso sí, las galletas tenían que ser las conocidas “María”, si no, no quedaba igual. Era, y es, un postre o un tentempié que no ha pasado de moda y que en muchas casas canarias sigue siendo una tradición. Ahora hay hasta helados que evocan el sabor de esta sencilla receta y que fue lo que me animó a volver a hacerla. Madre mía, ¡qué delicia!

Otra de mis meriendas favoritas eran las tortitas de plátano. Las hacía mi madre para aprovechar los plátanos muy maduros. Muchas veces me las llevaba para comer cuando me iba a recoger a la academia de inglés (en un Mitsubishi Lancer plateado) y me acuerdo de ir en el coche con las manos pringosas y contándole lo que había aprendido ese día. Hoy me las sigue haciendo y eso me da felicidad. Pero las meriendas no son solo dulces. Hoy, cuando me hago un bocadillo de pan sobado y queso amarillo (pero el de Castillo y de plato), pienso inmediatamente en mi padre, en cómo nos lo preparaba a ambos y me dejaba siempre el codito de su parte de bocadillo. Los detalles inolvidables. Y no podemos pasar por alto un manjar sin precedentes: las galletas maría con mantequilla. ¿Quién no las comía mojadas en leche? Y una tras otra si no te dabas cuenta. Una de esas combinaciones extrañas pero que resultaron el combo perfecto. Aunque he de confesarles que uno de mis mejores y más bonitos recuerdos infantiles me lo trae una mezcla tan sencilla como la leche en polvo con azúcar. La revolvías con una cucharita y lista para comer. Con cierta dificultad, eso sí, porque se te pegaba al paladar. Y esa mezcla va irremediablemente ligada a mi abuela Pepa, que me tenía separada hasta una taza concreta: una de aquellas de cristal marrón que ahora son tan vintage. Nos recuerdo sentadas en el sillón de su casa, con la voz de Encarna saliendo del transistor y mi abuela tomándose un café. Las dos con nuestras tazas creando memoria. 

Natacha Llarena

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