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Breve guía de la narrativa gay mexicana, por Luis Martín Ulloa
Breve guía de la narrativa gay mexicana
escribe: Luis Martín Ulloa Universidad de Guadalajara, México
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La representación del hombre homosexual tuvo un desarrollo un tanto accidentado en la literatura mexicana durante el siglo XX. Fue hacia las últimas décadas cuando se produjeron obras que la abordaban desde una perspectiva por primera vez liberada de prejuicios. Los siete títulos que hoy presento pretenden constituir una breve guía para lectorxs que deseen iniciarse en el terreno de la narrativa gay mexicana. Algunos de los autores presentados fueron especialmente prolíficos y tienen varios libros destacados, pero el que aquí se aborda podría ser el más representativo y servir en todo caso como la puerta de entrada a su obra completa. Espero que esta pequeña lista les sea de mucha utilidad.
José Ceballos Maldonado, Después de todo (1969)
Una de las obras más importantes acerca de la homosexualidad masculina en toda la historia de la literatura en México, escrita mucho antes de que la reivindicación y el reconocimiento de las sexualidades divergentes fueran siquiera una idea debidamente dimensionada. Novela visionaria de un compromiso ético indudable, aportó uno de los personajes homosexuales más fuertes y sólidos: un profesor que suele acompañarse romántica y sexualmente de algunos de sus alumnos, que es despedido de manera infamante de su Universidad. La singularidad de esta obra se acentúa con el hecho de que fue escrita desde el interior del país, por un autor que se dedicaba a la medicina y alejado por completo del ambiente y las luces del medio literario de la capital.
Luis Zapata, El vampiro de la colonia Roma (1979)
La novela que inició propiamente el corpus literario que hoy conocemos en México como narrativa gay, que impulsó todo un «boom» y marcó la entrada definitiva de la homosexualidad al marco general de la literatura mexicana. El año de su publicación se realizó la «1a gran marcha del orgullo homosexual», como se promovió entonces, reforzando desde la literatura el recién inaugurado movimiento activista. Obra polémica tanto por su materia anecdótica como su forma y con influencias de la Novela Picaresca, es el relato de un joven prostituto que con un lenguaje directo y coloquial, sin culpas ni remordimientos, hacía un repaso por ciertas zonas de la Ciudad de México donde el ligue era el pan de cada día, y nos presentaba las experiencias de un hombre joven ejerciendo de manera gozosa y plena su sexualidad.
Luis González de Alba, El vino de los bravos (1981)
El autor fue un participante central del movimiento estudiantil mexicano que se desarrolló a finales de los 60. Este libro es una recopilación de relatos sobre la vida gay en diferentes regiones del mundo: Ciudad de México, Santiago, Venecia, Barcelona, São Paulo, narrados por personajes mexicanos. Tal vez
la característica que resalta más en toda la obra de González de Alba es una omnipresente apología de la homosexualidad masculina como un paraíso de hombres hiperviriles, donde el sexo inmediato y anónimo es una forma de castidad. Este volumen contiene también un poema del autor, cuatro sonetos de Miguel Ángel y uno de Shakespeare, todos dedicados igualmente a otros hombres.
José Joaquín Blanco, Las púberes canéforas (Océano, 1983)
Crónica de la homosexualidad urbana de las avenidas vacías de la madrugada, de los barrios oscuros del ligue furtivo, donde sobreviven aquellos que sufren una doble discriminación por ser «jotitos» y pobres. Imagen desoladora de la situación del hombre homosexual, que podemos situar en la segunda mitad del siglo XX en México, en una sociedad machista y ajusticiadora. Novela que se está escribiendo al tiempo que la conoce el lector, la que imagina uno de los personajes y tendrá el mismo título. Blanco es también una figura determinante de la historia y la crítica de la literatura mexicana, y en 1979 había publicado ya un texto fundacional del activismo gay, «Ojos que da pánico soñar» (que se puede encontrar actualmente en varios sitios de la web).
José Rafael Calva, Utopía gay (1984)
Esta novela ya había retomado en la década de los 80 del siglo pasado uno de los temas que hoy, en pleno siglo XXI, nos han ocupado de manera permanente: las parejas homoparentales, aunque ciertamente lo hacía desde una perspectiva singular. Esto es, una pareja conformada por dos hombres cisgénero que están en espera de su primer hijo, pues uno de ellos está desarrollando otro ser humano en su vientre. El autor trasladó en clave de farsa las aspiraciones de una pareja hetero a otra homosexual, que experimenta todas las peripecias alrededor del nacimiento del primogénito. Calva fue el autor que aportó las representaciones más extremas del hombre homosexual en este periodo de explosión de la narrativa gay.
Jorge López Páez, Doña Herlinda y su hijo (y otros hijos) (1993)
El autor se distingue por una sencillez total, alejada de malabarismos formales y lingüísticos, para abordar la homosexualidad masculina desde una apabullante naturalidad, sin apologías ni remordimientos. Esto da un tono esencialmente transgresor a su obra, más patente aquí que en las de otros autores tal vez. En esta recopilación destaca el cuento «Doña Herlinda y su hijo», acerca de la doble vida que solían llevar muchos hombres gays en México (acaso en toda Latinoamérica), incapaces de asumir abiertamente su sexualidad y optando por «patrones de vida hetero». En este texto se basó también la película clásica del cine gay mexicano de idéntico título, del director Jaime Humberto Hermosillo y realizada en 1985, que fue una de las que comenzaron a abrir en el terreno de la cinematografía las rutas de la diversidad sexual.
Joaquín Hurtado, Crónica sero (2003)
Uno de los más importantes testimonios sobre el sida en Hispanoamérica. Recopilación de las crónicas que el autor publicó mensualmente durante varios años hacia la mitad de los 90, en el suplemento «Letra S» del periódico La Jornada. Abordaban la experiencia propia del autor y otras personas que padecieron la incomprensión y el rechazo acerca de la enfermedad en los tempranos ochenta. El autor se expone al lector, ahonda en sus vivencias y obsesiones, con el propósito de combatir el silenciamiento y la violencia soterrada. Textos concisos que conjuntaban el rigor estilístico con una mirada sensible y solidaria, y también con la ironía y el sarcasmo. «La literatura se convirtió en esa vía para paliar mi sensación de desarraigo. Tomé mis maletas y me vine a vivir a esta patria generosa y perra que es la escritura» anotó el autor. / /